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El momento en el que el difunto hace su descargo ante el dios Osiris, que pesa su corazón en una balanza
Si la Biblia tiene razón y Moisés era octogenario cuando se enfrentó al faraón y sacó a su
pueblo de Egipto, sus años juveniles coinciden no con los de Ramsés II sino con los -muy
breves- de esa herejía monoteísta, cuyos rasgos esenciales expone Prudencstein en esta
nota. Además, cita un interesante y polémico trabajo de Sigmund Freud sobre Moisés.
Más abajo pueden leerse sus respuestas a las consultas de Infobae así como el texto
completo de la Confesión egipcia y de los Diez Mandamientos.
Queda por decir que, si bien no se puede establecer un vínculo directo entre ambos textos,
sí debe analizarse esta Confesión negativa como la expresión del clima moral de la
cultura en la cual, según la propia Biblia, se formaron los líderes hebreos -y Moisés en
particular- que protagonizaron el Éxodo de su pueblo y su Pacto con Yahvé, el único Dios.
Se revela también la dimensión del poder sacerdotal: varias de estas confesiones negativas
aluden al respeto hacia el patrimonio de los templos: "no he disminuido la porción de las
ofrendas", por ejemplo, o "no me he apoderado del ganado perteneciente a los templos de
los dioses" o "no he robado los panes de los dioses".
Esta confesión, con forma de declaración jurada de inocencia, debía ser pronunciada por
el difunto al llegar a la presencia de Osiris, tras un largo recorrido subterráneo sembrado
de peligros y obstáculos a sortear, luego un laberinto y finalmente alcanzar la Sala de la
Doble Verdad. Era allí donde Osiris, dios de los muertos, pesaba el corazón del difunto en
una balanza; del otro lado, una pluma. Así de ligero de pecados debía llegar el hombre ante
este dios para poder acceder al Más Allá.
Los Diez Mandamientos no son el único tramo de la Biblia con reminiscencias del Libro de
los Muertos. En el capítulo 31 de Job, también se alude a una balanza para pesar los
pecados,cuando éste hace su descargo: "Si anduve con mentira, / Y si mi pie se apresuró a
engaño, / Péseme Dios en balanzas de justicia, / Y conocerá mi integridad."
—Si bien las formas más antiguas del Libro de los Muertos vienen del tercer milenio antes
de Cristo, la obra se fue reestructurando hasta los días de la reina Cleopatra (69-30 a.C.).
Cada tanto se le agregaban nuevas fórmulas y conceptos. Uno de los más profundos fue la
confesión negativa. Ahora bien, una vez que ciertos procesos históricos terminaron
conformando los primeros gestos del dominio de Occidente en el contexto global, el libro
completo fue olvidado, sencillamente desapareció. Sólo gracias a la expedición a Egipto
por parte de Napoleón llegó a las manos de Jean-François Champollion, el primer
traductor de jeroglíficos de la historia, un ejemplar del Libro de los Muertos, en 1822. Así
como había hecho con la Piedra de Rosetta, comenzó a traducirlo un año antes de su
muerte. Gracias a él, había surgido al fin la verdadera egiptología. Una explosión de
conocimiento invadió a quienes se interesaban por Egipto. Lepsius acuñó el título de la obra
hacia mediados del siglo XIX. Los trabajos de Naville y Budge, de 1886 y 1889
respectivamente, fueron desde entonces los más consultados. En esa época llamaron al
fragmento del libro "Capítulo CXXV, donde el difunto dice palabras en su favor". Sólo más
cerca de nuestro tiempo en la egiptología surgió la definición más correcta de "confesión
negativa", ya que, al leer cada frase, resultaba fácil observar que todas ellas comenzaban
con un "no". De lo cual se deduce que si el difunto hablaba a su favor, indicaba no haber
cometido una serie de pecados que para los egipcios eran terribles. Dentro de este breve
contexto, deberíamos recordar, por supuesto, las tan analíticas apreciaciones que nos dejó
sobre el tema el celebérrimo egiptólogo argentino Abraham Rosenvasser. Si alguien quiere
profundizar en el tema puede consultar por ejemplo Las ideas morales en el Antiguo Egipto,
un trabajo de 1972.
Jean-François Champollion (1790-1832), al descifrar la escritura jeroglífica, a partir de la piedra Rosetta traída por
Napoleón, fundó la egiptología
—¿A qué dios (o dioses) va dirigida? ¿Qué uso se le daba?
—Iba dirigida al dios que presidía el Juicio de los Muertos. Su nombre era Osiris, rector y
juez del más allá, que pesaba en una balanza el corazón del muerto, es decir "la memoria
genuina del hombre", contraponiendo su peso moral al de una pluma ligera y pura. El
objetivo era ver si sus acciones coincidían con la confesión que el espíritu del muerto iba
pronunciando mientras este proceso se llevaba a cabo. La idea era saber de memoria los
preceptos de la confesión a fin de satisfacer al dios. Si en algún momento el orante se veía
traicionado por algo que confesaba, la pluma ganaba peso en la balanza y se le cerraba la
entrada al Campo de los Bienaventurados. Osiris en definitiva era también el dios de la
resurrección y permitía llegar al difunto a las puertas del Paraíso, un lugar muy parecido a la
idea del más allá que comparten tanto el Islam como el cristianismo.
—¿Cuál es su posible vínculo con los Diez Mandamientos? ¿Pudo haber inspirado a
Moisés?
—¿Puede asimilarse a este dios único Atón con el Yahvé de los hebreos?
—La imagen final de este dios se parece mucho a la del Dios de Israel. De alguna manera,
la idea central de la religión de Akhenatón, perduró y tal vez sea la más fiel prefiguración
de todos los monoteísmos subsiguientes. Pero el reinado de Akhenatón duró sólo unos
17 años. Lo sucedieron una serie de reyes confusos hasta que su pequeño hijo llegó al
poder con el nombre de Tutankhamón. Igualmente la influencia herética de la familia de su
padre se mantuvo hasta 1325 a.C., cuando la religión se abolió completamente tras lo que
en nuestros días entenderíamos como un Golpe de Estado. Subió precisamente al poder un
rey llamado Horemheb y que eligió como heredero único a Ramsés I, nombre con el que la
historia comienza a cerrar.
—¿Qué otras influencias de Akenatón -más allá del monoteísmo- pueden detectarse
en Moisés?
—Respecto a los detalles que Moisés podría haber tomado del faraón herético para
incluirlos, repetirlos o recrearlos simbólicamente en el éxodo, Sigmund Freud, de manera
bastante sugestiva, escribió un libro muy controvertido desde los días de su edición,
titulado "Moisés y la religión monoteísta", que últimamente ha sido revalorizado por
egiptólogos tan notables como el alemán Jan Assman. Compara en sus páginas la religión
de Moisés y la del llamado rey hereje, utilizando argumentos muy serios. Simplificando el
discurso del "padre del psicoanálisis", en resumen señala cómo y por qué ambos eligen
adorar a un único dios y necesitan, por supuesto, de un único líder distinguido
además por esa misma única divinidad que se les reveló a ambos en ausencia de
otras personas,específicamente en un sitio tan solitario como el desierto. Por otro lado
ambos se imponen ante el pueblo atribuyéndose el lugar privilegiado que tiene un profeta.
Entre tantas otras cosas, la destrucción del becerro de oro resulta una interpretación
bastante fiel de la típica actitud iconoclasta llevada adelante a partir del quinto año del
rey Akhenatón.
Akhenatón, el faraón de la herejía monoteísta
No he cometido crímenes.
No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que
visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los
que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis
mandamientos.
No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al
que tomare su nombre en vano.
Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu
Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu
bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.
Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos
hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu
Dios te da.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No hurtarás.
NOTAS
(*) Neferjeperura Amenhotep, también conocido como Amenhotep IV o Amenofis IV, fue el
décimo faraón de la dinastía XVIII de Egipto. Reinó de 1353 a 1336 a C.
(**) La versión utilizada del Himno a Atón: The Rock tombs of El Amarna, VI. Egypt
Exploration Fund, N°18, de Davies y Norman de Garis, 1908 –se encuentra hoy una
edición en la Biblioteca Rosenvasser, Academia Argentina de Letras.