metapolítica

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Año 22 Dr. Luis H. Patiño Camacho Dirección de Comunicación Institucional de la
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 22
sociedad
abierta
AMLO y el nuevo
arte de lo político
Israel Covarrubias
6 24
Sismo y nacionalismo. Hacia la elaboración de
Memoria y aprendizaje una historia espectral.
político Marx y Derrida
Xavier Rodríguez Ledesma Alberto Villalobos Manjarrez
13 28
debates
La lucha por el Feminismos
reconocimiento en la descoloniales, justicia
Revolución mexicana social, anti-imperialismo
Jaime Torres Guillén Françoise Vergès
34
Antonio Gramsci, la
hegemonía como arena
de lo político
Franco Gamboa Rocabado
40
Campañas negativas en
Estados Unidos y México:
estudio comparativo de
los spots televisivos
Jorge David Cortés Moreno y
David Melgarejo Calva
La Ciudad de México
entre nosotros
46
Presentación
Luis H. Patiño Camacho
50
Martha Schteingart G.:
“Me gustaría que los
políticos de izquierda
puedan ver los verdaderos
problemas que hay dentro
del desarrollo urbano”
Entrevista realizada por Luis
H. Patiño Camacho
58
Dinámica demográfica y
morfología urbana de la
Ciudad de México, 1950-
2015
Gustavo Garza
 imprenta
74 111 122

pública
Contribución a la Sobre Nicht für immer! ¡No
desmitificación de lo para siempre! Introducción
urbano al pensamiento crítico y la
Teoría crítica frankfurtiana
Luis H. Patiño Camacho
de Ambra Polidori y
Raymundo Mier (eds.)
Rían Lozano
Sobre Precariedades,
exclusiones y
emergencias.
Necropolítica y sociedad
civil en América Latina
de Mabel Moraña y José
Valenzuela Arce
Benjamín Ortega Guerra

84 108 116

(in)actua-
El derecho humano y no Sobre Deleuze, Borges y Sobre Why Bother with
humano al agua las paradojas de Ángeles Elections? de Adam

lidades
Ma. del Rosario Pérez Przeworski
José Luis Lezama
Bernal y María Luisa
Luis Octavio Vado Grajales
Bacarlett Pérez

Edgar Morales
portafolio

86
La Ciudad de México
120
Sobre Los dilemas de la
126
Recomendaciones
#CDMX ciudadanía moderna y la
Isaac Hernández
dignidad de los derechos
humanos. De Arendt a
Benhabib de Concepción
Delgado Parra

Fernando Ciaramitaro y Mario

Cortés López
Sociedad Abierta — Xavier Rodríguez

Sismo y nacionalismo. Memoria

y aprendizaje político

6
 Xavier Rodríguez — Sociedad Abierta

por Xavier Rodríguez

Ledesma

Doctor en Ciencia Política

por la UNAM. Profesor-
investigador de tiempo
completo en la Universidad
Pedagógica Nacional,
Ciudad de México.

1985. La referencia histórica

S
e ha cumplido un año del fuerte sismo que sacudió a la ciudad de México exac-
tamente en la misma fecha en la que 32 años antes otro poderoso terremoto
devastó amplias zonas del Valle de México cobrándose miles de vidas y dejando
una huella de destrucción cuyas cicatrices tres décadas después aún pueden
ser identificadas. Ambos movimientos telúricos compartieron no solamente el día y el
mes en el que se presentaron o sus altos niveles destructivos, sino también el haber
sido escenarios de la aparición espontánea y masiva de una abrumadora reacción de
solidaridad social dirigida al rescate de los heridos, la recuperación de los cuerpos de
los fallecidos y el apoyo a las decenas de miles de damnificados que en cuestión de
segundos se quedaron sin vivienda, centros de trabajo o escuelas.

7
Sociedad Abierta — Xavier Rodríguez
Como en 1985, el 19 de septiembre de 2017 una
buena parte de la población de la ciudad de Mé-
xico hizo suyo el espacio público para organizar-
se y ayudar de las más diversas formas. Frente a
la oleada de solidaridad y empatía, la reacción
del Estado mexicano en ambos casos fue muy
diferente. En los ochenta el gobierno encabe-
zado por Miguel de la Madrid utilizó al aparato
estatal para tratar inútilmente de contener a la
población dentro de sus casas, señalando que
las instituciones oficiales se encargarían del res-
cate de personas y de la reconstrucción de los
inmuebles. En aquel año dicho discurso fue de
la mano de una estrategia que buscó inicialmen-
te minimizar la destrucción sufrida. Mientras
en un primer momento el gobierno mexicano
rechazaba la ayuda internacional que diversos
países habían ofrecido, en los medios se repetía
una y otra vez que la gente se mantuviera re-
cogida en sus casas y dejara a las instituciones
encargarse del “tiradero” (Poniatowska, 2005).
En 2017 conocíamos la historia de cómo en
aquel entonces la gente había hecho caso omi-
so a los llamados del régimen de De la Madrid
por lo cual se había generado una gran ola de
solidaridad que evidenció el pasmo de las ins-
tituciones gubernamentales, lo anquilosado de
las respuestas burocráticas, la ineficiencia de
los organismos encargados de la emergencia,
así como la torpeza y medianía de los funcio-
narios en turno empezando por el propio presi-
dente de la república.
Las consecuencias sociales y políticas de
aquella trágica coyuntura dejaron sentir su in-
fluencia en la transformación de nuestro país.
El sismo del 85 significó, entre otras cosas, la
cimentación de una conciencia de las posibili-
dades de resistencia y organización propia que
la sociedad poseía. Lo que el movimiento estu-
diantil de 1968 y su feroz represión por parte
del Estado mexicano había mostrado, fue recu-
perado y puesto nuevamente en el centro de la
8
reflexión a partir de los acontecimientos del 19
de septiembre de aquel año. Me refiero a la ne-
cesidad de abrir espacios de participación social
y política por encima de las instancias estatales
y gubernamentales que habían evidenciado en
ambos hechos su autoritarismo, así como su ne-
gación y oposición al cambio y a la participación
social en la toma de decisiones sobre el presen-
te y su futuro. La sociedad mexicana no volvería
a ser la misma.
Apenas un año después, hacia finales de
1986, el movimiento de resistencia encabezado
por el Consejo Estudiantil Universitario (CEU)
frente a las reformas que en la Universidad Na-
cional Autónoma de México trataba de imponer
el rector Jorge Carpizo, sería una muestra más
de la maduración de una sociedad que, después
de lustros de pasividad, ahora empezaba a re-
conocer su capacidad de enfrentar al poder en-
carnado en esa burocracia estatal característica
del sistema político posrevolucionario.
El punto culminante de ese ímpetu de la so-
ciedad civil y del anhelo de cambio cuyo inicio
se puede rastrear hasta 1968 se concretó en el
proceso electoral presidencial de 1988, cuando
el Estado mexicano hubo de echar mano de
todas sus herramientas políticas para imponer
como ganador al candidato oficial Carlos Salinas
de Gortari sobre Cuauhtémoc Cárdenas quien
había logrado unificar y encabezar a muchas
de las expresiones de descontento y deseos de
transformación acumulados y potenciados por
todas esas coyunturas, entre las cuales lo suce-
dido a raíz del terremoto del 19 de septiembre
ocupaba un lugar principal.
El Estado mexicano también tiene memoria y
sabía las consecuencias que la torpe respuesta
gubernamental de 1985 había ocasionado, por
lo cual en septiembre de 2017 se cuidó de no
repetir el guion de aquel entonces. Al perca-
tarse de que la reacción de solidaridad y apoyo
posterior al terremoto del 19 de septiembre
sería inevitable, el Estado se avocó a tratar de
desmontar cualquier riesgo de cuestionamien-
to profundo sobre su accionar para lo cual
implementó una estrategia de neutralización
política de dicha movilización social. Para ello
echó mano de un recurso añejo y tradicional: el
nacionalismo.
Nacionalismo y despolitización
A escasas horas de haberse producido el te-
rremoto de las 13:15 hrs. del martes 19 de
septiembre de 2017 ya era posible identificar
las primeras expresiones del esfuerzo guberna-
mental de recurrir al concepto de nacionalismo
para explicar la respuesta de la sociedad frente
a la emergencia ocasionada por el movimiento
telúrico, ello en un afán de cortar de tajo cual-
quier atisbo de politización que pudiera impreg-
nar o reconocerse en la marea solidaria que
desde los primeros momentos se volcó a las ca-
lles de la ciudad de México y diversos poblados
afectados de los estados de Morelos y Puebla.
El sentido eminentemente político de dicha
maniobra se ve diáfanamente con tan solo
realizar un par de preguntas: ¿la reacción de la
sociedad después del sismo puede ser explicada
gracias a un espíritu nacional latente que súbi-
tamente despertó? Respuesta: no, para nada.
Luego entonces, ¿por qué inmediatamente el
gobierno mexicano desenfundó al nacionalismo
como argumento encubridor y difuminador de
la solidaridad humana más elemental?
Lo que sucedió ese 19 de septiembre de
2017, al igual que en 1985, fue una movilización
y organización espontánea que nunca pasó por
el tamiz o la bendición de algún espíritu trico-
lor. Nada de eso, fue únicamente ver y saber
que había gente muriendo, sufriendo, herida,
abandonada o sin casa, lo que impulsó a dece-
nas de miles de personas a volcarse para tratar

de hacer frente a las consecuencias de la de-
vastación. Así de simple: era necesario ayudar
y salvar a congéneres sin pensar en pasaportes,
culturas, gustos, valores, clases, religión, géne-
ro, etcétera. ¿Habrá habido alguna persona que
haya pensado en su mexicanidad en los mo-
mentos en que se lanzó a levantar escombro,
llevar comida, medicinas, bebidas, herramienta,
ropa, cobijas, juguetes y mil cosas más a los cen-
tros de acopio, o a dar tiempo en los albergues
para organizar la ayuda, dar consuelo y compa-
ñía a los damnificados, o a ayudar en las líneas
de acarreo de víveres, a preparar comida o a
organizar la asistencia desde las redes sociales
digitales? No lo creo. Lo hicimos en esos mo-
mentos inmediatos, y lo continuamos haciendo
por mucho tiempo más, porque aun somos hu-
manos. Nada más, pero nada menos.
Los jóvenes de la prepa cinco de la UNAM
que apenas unos minutos después del sismo
corrían para acercarse a socorrer a la comuni-
dad del colegio Rébsamen iban desesperados
porque ya sabían que una escuela se había
caído y existía gente atrapada: adultos, niños,
hombres, mujeres, alumnos, maestros, traba-
jadores administrativos, etcétera. Se trataba
de ayudar no porque el colapsado fuera un
edificio mexicano, con gente mexicana y una
irresponsable directora mexicana. Las atra-
padas en ese derrumbe eran simplemente
personas a las que había que rescatar, y esos
adolescentes corrían desaforadamente como
si a ellos les fuera la vida en ser los primeros en
llegar a levantar piedras.
Al igual que en 1985 la organización social
espontánea, casi automática, ante la catástro-
fe no pasó por los cada vez más erosionados
reductos del Estado nación, o de una idea ge-
neral de nacionalismo o, peor aún, de “mexi-
canidad”. Entonces ¿por qué la urgencia del
Estado mexicano por recurrir a ese concepto
para darle sentido a la colaboración social? La
clave de la respuesta radica en que echar mano
del argumento del nacionalismo llevaba implí-
cito el ánimo, el objetivo político, de desmo-
vilizar a la sociedad que una vez más recordó
que es capaz de organizarse, actuar y decidir
por encima de un poder corrupto, burocrático,
ineficiente y rapaz. Esgrimir al nacionalismo
permitía obtener la licencia para poder utilizar
un gran arsenal de descalificaciones contra la
crítica y el empoderamiento de la sociedad ci-
vil que salió a las calles. Lo pudimos comprobar
con las frases y sentencias que con voz engo-
lada expresaron diversos funcionarios y perso-
nero del poder: “no es momento de criticar”,
“todos debemos estar unidos”, “codo con codo
porque somos una gran nación”, “recordemos
el espíritu que nos une”, “la inigualable res-
puesta mexicana ante la catástrofe”, “no hay
que politizar la tragedia”. O la descalificadora
respuesta de Peña Nieto a los jóvenes que le
gritaban que se dejara de discursos demagógi-
cos y tomara una pala para ayudar: “(esas son)
expresiones de gente que solo quiere confun-
dir y entorpecer la ayuda a quien lo necesita”
(Vanguardia, 2018). El nacionalismo, no lo ol-
videmos, es la primera réplica de los gobiernos
cuando son cuestionados o se sienten amena-
zados en su legitimidad.
“México ya despertó” fue una frase linda
acuñada entre las nubes de polvo ocasionadas
por los derrumbes, pero absolutamente equi-
vocada. Lo que se movió —además de la tie-
rra— fue tan solo una parte de la sociedad que
súbitamente de cara a la impredecible tragedia
se percató de su importancia y de su poder de
organizarse para hacer cosas sin esperar la ins-
trucción de alguna autoridad o representante
del gobierno. Lo acontecido tampoco garantiza-
ba ni mucho menos que toda esa gente tomara
conciencia del profundo ejercicio político que su
accionar estaba demostrando. Esa concientiza-
ción era lo deseable pero era previsible que no
Xavier Rodríguez — Sociedad Abierta
necesariamente sucedería así, y a seis meses de
distancia desafortunadamente podemos com-
probar lo acertado de esta hipótesis.
¿Entonces por qué a la gente le dio por can-
tar el himno nacional en algunos momentos de
clímax dentro del proceso de rescate de vivos y
muertos? Más que con el nacionalismo la res-
puesta tiene que ver con la urgencia de, frente a
la adversidad, sentir algún vínculo con el desco-
nocido de al lado sin importar mucho quien era
pero con el cual se estaba compartiendo esfuer-
zo, sufrimiento y trabajo en las labores de res-
cate. Muchos nos abrazamos sentimentalmente
con nuestras respectivas familias sin necesidad
de entonar la canción que aprendimos en la es-
cuela y escuchamos al inicio de los partidos de
la selección de futbol, y si hubiéramos estado
junto a nuestros amigos seguramente habría
sucedido lo mismo. Nos abrazamos y eso fue
suficiente, el lazo de unión era explícito. En la
tragedia, frente al terror, es natural e instintivo
tratar de sentirse acompañado. Cantar el himno
nacional les sirvió a los que lo hicieron en esos
momentos álgidos de los rescates para eso, sólo
para eso, para reconocer la compañía del des-
conocido y sentirse unidos a él utilizando uno
de los vínculos que históricamente se nos han
construido socialmente. Así como entonaron
esa canción emblema del Estado nación po-
drían haber elevado una plegaria, o realizar una
ovación (cuestión que sucedió la mayoría de las
ocasiones) o, como sucedió en algún caso, acu-
dir a la vieja y trillada consigna utilizada en ma-
nifestaciones y mítines: “¡el pueblo unido jamás
será vencido!”, o, mejor aún, tan solo refugiarse
en el ruido más poderoso de todos: el silencio.
El objetivo de entonar el himno era saberse
unidos y la manera de hacerlo fue alrededor
de una tonadilla que la mayoría conocía y que,
según nos han enseñado, nos debe unir a los
distintos. Sin embargo, de acuerdo con las notas
periodísticas, hasta los integrantes del equipo
9
Sociedad Abierta — Xavier Rodríguez
“La población de la ciudad
de México hizo suyo el
espacio público para
organizarse y ayudar de
las más diversas formas.”
10
de rescate japonés se sumaron a los cánticos de
la bélica rola mexicana al momento de extraer
un cadáver del edificio donde se encontraban
trabajando. Luego entonces no importaba lo
que se cantara, lo trascendente era el sentido
de comunidad solidaria que ahí se estaba expre-
sando. No interesaba el carácter nacional, sino
la humanidad intrínseca al gesto heroico reali-
zado y atestiguado.
Sabemos que el nacionalismo es el tapete
ideológico bajo el cual se ocultan las divisiones
y desigualdades sociales. Frente a los sucesos
de septiembre del año pasado se trató de no
caer en el garlito del gobierno y sus voceros
que se aterraron frente a la movilización social
que una vez más los rebasó en su accionar y los
evidenció en su mundana preocupación tanto
por mantener su imagen como por continuar
lucrando políticamente. Más bien fue necesa-
rio y urgente identificar las nuevas formas de
identidad social que nos permitieron consoli-
dar los lazos que se hicieron evidentes entre
todas las personas que, de una u otra forma,
fuimos sacudidos por la tragedia. Comprender
que muchísima gente se volcó a ayudar por ra-
zones distintas al nacionalismo incrementa la
valía de su accionar, ya que nos percataremos
de que esos individuos lo hicieron en virtud no
de una entelequia históricamente construida,
sino por algo mucho más básico y natural: soli-
daridad humana.
El anhelo romántico sobre el surgimiento
(ahora sí) de una sociedad civil fuerte que por fin
asumiría y ejercería la responsabilidad de par-
ticipar en el ejercicio directo del poder, fue tan
solo eso, un anhelo que como posibilidad existió
pero como certeza habría sido necesario cons-
truir. Se trataba de empezar a escribir una nueva
narrativa, distinta y diferente a la estatal surgida
en el siglo XIX, tan simple como eso. Al Estado le
urgía que los que salieron a la calle regresaran
a la brevedad a su pasmada normalidad y para
ello ondeó la enseña nacional frente a nuestras
caras. El transcurrir del tiempo lo logró.
Una Frida en cada marino te dio
El uso del nacionalismo como la razón de ser
para comprender la solidaridad de la sociedad
civil durante las labores de rescate no solo se re-
dujo a tratar de identificar y unificar esos afanes
con las actividad del Estado sino que, además,
adoptó otra faceta al aprovechar la participa-
ción de las fuerzas armadas en las labores de
rescate para tratar de lavarles la cara frente a
las múltiples acusaciones de realización de actos
criminales y violación de derechos humanos que
pesan sobre ellas a partir de la implementación
del modelo de seguridad pública militarizada
impulsada en primera instancia por el gobierno
de Felipe Calderón. Entre los casos más repre-
sentativos de ese tipo de actuaciones destacan
lo sucedido en: a) Tlataya, Estado de México,
en junio de 2014; b) Ayotzinapa, Guerrero, en
septiembre de 2014; c) Apatzingán, Michoacán,
en enero de 2015; y d) Tanhuato, Michoacán, en
mayo de 2015.
En ese sentido es posible comprender la ex-
cesiva explotación mediática que durante varias
semanas sufrió Frida, la simpática perra rastrea-
dora perteneciente a la Secretaría de Marina,
pues ella fue convertida en un símbolo de la
solidaridad y compromiso social de las fuerzas
armadas con la población.
La imagen de Frida acaparó la atención de
los medios tanto durante las labores de rescate
como una vez que estas habían concluido. Du-
rante varios días ella acompañó a los responsa-
bles de su adiestramiento a lo largo de una ex-
tensa ronda de entrevistas y presentaciones en
diarios, televisión y radio. La carismática perrita
también hizo acto de presencia antes del inicio
de un partido de la selección mexicana de fútbol

que se realizó en los primeros días de octubre en
la ciudad de San Luis Potosí, ya que dicho evento
deportivo fue utilizado para llevar a cabo un ho-
menaje en memoria de los fallecidos durante el
terremoto y en reconocimiento de diversas or-
ganizaciones de salvamento. Pocos días después
Frida volvió a ser el centro de atención mediática
en ocasión de haber sido la atracción principal
del evento “Un día con la Marina” organizado en
las propias instalaciones de dicha secretaría.
Fue tan evidente y abusiva la utilización pro-
pagandística de la peluda rescatista que incluso
algunas personas interesadas en la defensa de
los derechos de los animales organizaron una
recolecta de firmas a través de la plataforma
“change.org” a fin de exigir que sus dueños ya
dejaran de presentarla y exponerla como un
simple espectáculo (Change, 2017).
Si la promoción de Frida únicamente era
motivada por un genuino y legítimo interés de
honrar el valiosísimo esfuerzo de los binomios
caninos desarrollado durante los trabajos de
rescate, surge una pregunta obvia: ¿por qué
fue ella la elegida y no alguno de los otros en-
trañables perros que hicieron labores idénticas
entre los escombros y que, por tanto, también
portaban el llamativo y curioso equipo que los
distinguía (botas protectoras, lentes especia-
les, chalecos identificadores). Recordemos que
entre los dueños de esos otros caninos se con-
taban diversas organizaciones civiles de salva-
mento, la Universidad Nacional Autónoma de
México o el Cuerpo de Bomberos, pero ninguno
de ellos tuvo la cobertura mediática de Frida,
ella fue la estrella y los otros, en el mejor de los
casos, sus comparsas. La clave para entender
las razones de dicha selección radica en la pa-
labra “MARINA” que con grandes letras estaba
escrita en el chaleco protector que constituye
una de las características definidoras de su ima-
gen. Por ende, de forma obvia y natural, eran
marinos perfectamente uniformados los que la
llevaban a las distintas presentaciones, eventos
y homenajes a los que la perrita acudió.
Es indudable la utilización de la ahora famosí-
sima rescatista con fines propagandísticos espe-
cíficos: posicionar a las fuerzas armadas —par-
ticularmente la Marina— nuevamente de forma
positiva en el imaginario de la ciudadanía, resal-
tando la actividad de esas instituciones en las la-
bores de ayuda a la población civil. Constituyó un
intento claro de equilibrar la mala imagen que de
ellas se ha generado en los últimos años por las
razones arriba mencionadas. La simpática perrita
propiedad de la Secretaría de Marina se convirtió
en la figura emblemática utilizada por el Estado
mexicano para tratar de reconstruir la imagen
de la existencia de un vínculo sustancial de esas
instituciones con la población y, simultáneamen-
te, mostrar que el Estado era el conductor, guía y
responsable de las operaciones de rescate.
La sobrevivencia de la realidad
Conforme los días se convirtieron en semanas y
estas en meses la inercia de la irrupción de la
sociedad en las calles y los barrios para ayudar
a sus semejantes se diluyó paulatinamente. Las
afrentas sufridas por la sociedad que han lle-
vado a los especialistas a reflexionar acerca de
un funcionamiento anómalo del Estado acapa-
raron nuevamente el centro de la convivencia
cotidiana a la que nos hemos acostumbrado
en los años recientes: inseguridad, corrupción,
impunidad, guerra sucia contra los movimientos
y personalidades opositoras, delincuencia des-
atada, descubrimiento de innumerables fosas
clandestinas, vinculación de las policías con el
crimen organizado, abusos de poder por parte
de soldados y marinos que han salido a las calles
para ejercer las funciones de policía, feminici-
dios, desapariciones forzadas de centenares de
personas y un larguísimo y trágico etcétera.
Xavier Rodríguez — Sociedad Abierta
La estrategia política del Estado para: a) salir al
paso del posible surgimiento de una conciencia
política crítica sobre su accionar antes del sis-
mo en virtud de la corrupción y la permisividad
con la aplicación de las normas de construcción
en muchas de las edificaciones derruidas, y la
aparición de posibles movimientos sociales
como los nacidos en 1985; y b) volver a gene-
rar una empatía social con las fuerzas armadas
cuya imagen se había deteriorado fuertemente
a partir de su utilización en labores policiacas,
muestran el aprendizaje del Estado con base en
el conocimiento histórico de la manera en que
su accionar en 1985 marcó un punto destaca-
do en la línea del tiempo de la transformación
política y apertura democrática en nuestro país.
A diferencia de 1985, en el 2017 el Estado
mexicano reaccionó rápidamente para ejecutar
una estrategia de control de daños políticos. Ella
consistió en: a) uso del nacionalismo como forma
de explicar la solidaridad humana que lanzó a las
calles a ríos de gente que buscaban rescatar, sal-
var y ayudar a sus congéneres; y b) generación de
empatía social con las fuerzas armadas gracias a la
creación y utilización de una figura emblemática
(carismática, heroica, bonita), un símbolo muy
bien elegido para tratar de reparar el lazo de unión
de la población civil con las fuerzas armadas.
El tiempo transcurrió, la marea solidaria pau-
latinamente se disolvió al superarse la coyuntu-
ra de urgencia ocasionada por el sismo por lo
cual el uso impúdico del discurso del nacionalis-
mo para explicar lo sucedido fue quedando en
el olvido. De igual forma Frida dejó de aparecer
tan asiduamente en los medios hasta que pasó
a ser tan solo un lindo recuerdo de la gran soli-
daridad social surgida en septiembre de 1985.
Hoy en día ambos han sido puestos a buen res-
guardo hasta que sea necesario sacarlos de las
vitrinas para ser utilizados nuevamente.
Mientras tanto la realidad cruda, trágica y
oprobiosa reapareció de entre los escombros
11
Sociedad Abierta — Xavier Rodríguez
y las nubes de polvo: los casos de corrupción,
abusos de poder, impunidad, ineficacia, inse-
guridad y un largo etcétera volvieron a ocupar
grandes cantidades de espacio en los medios
y las redes sociales digitales. A la ya de por sí
larga lista de afrentas sufridas por la sociedad
debieron sumarse ahora como consecuencia de
la devastación: a) los turbios manejos del fondo
de ayuda para la reconstrucción generado con
los donativos realizados por diversas organiza-
ciones, personalidades y gobiernos de muchas
partes del mundo, b) la burocratización e in-
eficiencia de las administraciones tanto de la
ciudad de México como federal en las tareas de
reconstrucción, c) la entrega a las constructoras
privadas de multitud de lucrativos negocios ge-
nerados por las labores de reconstrucción (Gil
Olmos, 2017). Además, poniendo un ejemplo
límite, ni Frida, ni el ondeo de la bandera trico-
lor o la entonación del himno nacional fueron
obstáculos para que la delincuencia organizada
haya vandalizado las viviendas abandonadas
por sus inquilinos o, peor aún, pretenda para
cobrar comisión (derecho de piso) a aquellos
damnificados que después de medio año han
empezado a realizar las labores de reconstruc-
ción de sus inmuebles (Ahedo, 2018).
Por si todo lo anterior no fuera suficiente,
el sismo de 2017 nos arrojó a la cara una cruel
evidencia de nuestra brutal desmemoria histó-
rica y profunda ausencia de conciencia política
y solidaridad social más allá de las coyunturas
de emergencia. Fue necesario que se presenta-
rá otra vez un movimiento telúrico de dimen-
siones catastróficas para que saliera a la luz
la sobreexplotación sufrida por centenares de
mujeres que trabajaban en condiciones infra-
humanas en inmuebles acondicionados como
talleres de costura, los cuales se ubicaban in-
cluso en la misma zona que los colapsados en
1985. La historia se había repetido y revelaba
12
“¿Por qué la urgencia
del Estado mexicano por
recurrir a ese concepto
para darle sentido a la
colaboración social?”
nuestra arraigada falta de conciencia social
para enfrentar este tipo de expresiones del ca-
pitalismo salvaje (Lucario, 2017). Por cierto, fue
incomparable el tiempo al aire dedicado a co-
mentar sobre el fenómeno Frida o la cantidad
de papel y tinta que se utilizó para elevar loas
en su honor, frente a la atención mediática re-
cibida por la muerte de decenas de costureras
dentro de los esos oprobiosos talleres ubicados
en la zona centro de la ciudad de México.
En resumen, ni el nacionalismo fue la razón
que explicó la solidaridad espontánea de cien-
tos de miles de personas. Ni Frida, la carismá-
tica perra rescatista, fue capaz de borrar de la
memoria social la historia reciente de agravios y
violaciones a los derechos humanos ejecutadas
por las fuerzas armadas de nuestro país contra
la sociedad mexicana.
Promover una lectura sobre la interpreta-
ción espontánea del himno nacional en las labo-
res de rescate con la existencia y demostración
de un profundo espíritu nacionalista, así como
glorificar la imagen de una heroína canina que
portaba un gran letrero mostrando su perte-
nencia a la Marina, constituyeron las dos tena-
zas centrales de la estrategia política del Estado
mexicano para despolitizar cualquier intento de
movilización social que rebasara los límites de
la solidaridad frente al desastre, a la vez que se
intentaba usufructuar la tragedia para tratar de
reconstruir el deteriorado lazo de unión entre
fuerzas armadas y sociedad civil.
Frente a tales pretensiones de aseptización
política de la solidaridad y de ideologización de
la admiración de la población por los binomios
caninos es necesario tener claro que la gente
nos volcamos a ayudar a los damnificados de los
terremotos de 1985 y 2017 no porque posea-
mos un gen tricolor que nos llama a la batalla
en momentos épicos, sino simple y llanamente
por un sentido de humanidad, de empatía con el
otro en una coyuntura catastrófica. Por su parte
las múltiples expresiones de admiración y cariño
por Frida tenían como sustento que, en efecto,
ella fue la más mediática de todos sus perrunos
colegas, pero sabíamos que esa labradora había
salvado a personas (sin importar la nacionalidad
u otro tipo de rasgos identitarios de los resca-
tados) y ayudado a recuperar cuerpos, esto es,
reconocimos en ella a un entrañable símbolo de
esperanza de vida y de altruismo. Por ello nos
pareció adorable, no porque fuera mexicana o
mucho menos marina. m
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nificados por construcción”, El Universal, 8 de mar-
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bajar’, le gritan a Peña Nieto en Edomex (VIDEO)”,
Vanguardia, 25 septiembre, disponible en: www.
vanguardia.com.mx /ar ticulo/agarre-una-pala-y-
pongase-trabajar-le-gritan-pena-nieto-en-edo-
mex-video.

por Jaime Torres Guillén
Doctor en Antropología Social
por el CIESAS. Profesor de tiempo
completo en el Departamento
de Sociología del CUCSH de la
Universidad de Guadalajara.
Jaime Torres — Sociedad Abierta
No hay que creer que los
únicos actores que hacen
ruido sean los más au-
ténticos; hay otros silen-
ciosos. Fernand Braudel
La lucha por el reconocimiento
en la Revolución mexicana
Introducción
L
os actores populares de la Revolución mexicana bien pueden enten-
derse como sujetos políticos que alimentaron la cultura agraria, na-
cionalista y revolucionaria de América Latina, pero estudiar su acción
social aclara parte de la versión de vida, la de idea Estado y nación que
pretendían impulsar. Es preciso, por ende, analizar dicha acción en los niveles
estructurales que la enmarcaron.
Uno de los frutos más concretos que nos heredó la Revolución mexicana fue
sin duda la Constitución de 1917. Aunque es verdad, como lo han sostenido ju-
ristas reconocidos como Jorge Carpizo (2002), así como la Constitución de 1857
retomó elementos de la de 1814 y 1824, la de 1917 con base en las luchas de la
Revolución mexicana, afinó y reconstruyó principios de las anteriores e incorporó
dos fundamentales: la supremacía del Estado sobre las iglesias y la justicia so-
cial como fundamento constitucional. A pesar de todas las limitaciones jurídicas,
políticas y sociales que existieron en tiempos posteriores a 1917 y las que actual-
mente permanecen, en términos formales no hay duda que México es una repú-
blica: la Constitución expresa la soberanía popular y un proyecto de justicia social
13
Sociedad Abierta — Jaime Torres
que sigue pendiente. Esto es un hecho concreto
que es posible gracias a la Constitución que se
redactó al finalizar el conflicto armado.
Sobre la valoración política de la Constitu-
ción de 1917, hay quienes aceptan que no sólo
es una de las más antiguas del mundo, sino una
de las más progresistas. Tan sólo al consultar
el diario de los debates del Congreso Constitu-
yente de aquella época, es posible percatarse
del valor que mostraron los constituyentes al
deliberar sobre la enseñanza laica, gratuita y
científica que debería impartirse en las aulas;
de su idea de trabajo que desplazó el dogma
que quería imponer a las fuerzas económicas
que libremente se desarrollasen sin importar
la vida de los trabajadores; o su concepción so-
bre el derecho de la tierra, a la que por cierto,
se le asignó una función social con el fin de ser
un elemento equilibrador de la riqueza pública
(Carpizo, 2002: 99). Pero también los hay quie-
nes han expresado que los constituyentes de
1917 no redactaron otra Constitución, sino que
agregaron a la estructura jurídica y política de
la Carta de 1857, las demandas del movimiento
popular. Se dice a menudo que las aportacio-
nes más relevantes del Constituyente del 1917
fueron las que hacen referencia al artículo 3,
27, 81 (la no reelección del Presidente de la
República), 115 (referente a la autonomía mu-
nicipal), 123 y 130.
Esto último es cierto si solamente se quiere
mostrar la relevancia formal de la Carta Magna.
Es decir, que la mayoría de los artículos de la
Constitución de 1857 se conservaron sin modifi-
cación alguna pero que se enriquecieron con los
agregados en 1917. Sin embargo en su aspecto
social y político, el constituyente de 1917 mues-
tra otro aspecto: el que la lucha por el recono-
cimiento, autonomía y justicia de los sectores
populares, se modificó al tiempo que obligaron
a modificar la estrategia política de la clase opre-
sora. Vista así, la importancia de la Constitución
adquiere otra dimensión en un espacio y tiempo
mucho más distendido que el que se limita en el
acontecimiento de la gesta armada.
14
Como bien lo expresaba Fernad Braudel (1999:
42), el acontecimiento es explosivo, “con su
abusiva humareda, llena la conciencia de los
contemporáneos, pero casi no dura, su flama
apenas logra verse”. La Revolución mexicana
puede verse como un acontecimiento que en
su “novedad sonora” impacta al quien la expe-
rimenta y, a lo lejos, al espectador que la trata
de sintetizar en bandos o fuerzas, objetivos y
finalidades o movimiento necesario de la histo-
ria. Pero puede tener otra mirada, la que trata
de evitar lo más atractivo de la Revolución y fija
su atención no en los actores más publicitados
del conjunto de hechos, sino en las acciones de
sujetos silenciosos cuyo papel en la gesta fue
fundamental para los resultados que se gene-
raron, no sólo la Constitución en su aspecto
formal, sino también las nuevas reglas para
gobernar, protestar, luchar, disciplinarse o con-
sensuar. Esto es un aprendizaje social, político y
moral que debe recuperarse para entender una
forma de construir un proyecto de sociedad.
La tesis central de este artículo sostiene que
la acción política y moral que llevaron a cabo in-
dígenas, campesinos y obreros en la Revolución
mexicana, operó bajo una estructura de poder
que la limitó y obligó a seguir un camino que tu-
viera futuro para sí mismos y su descendencia.
Entendieron que no se podía enfrentar de ma-
nera permanente y directa a sus enemigos. Por
eso aceptaron una mediación: la Constitución
de 1917. Dicha estructura consistía en la cen-
tralización del Estado, la hacienda como núcleo
de explotación y dominio, la concentración de
la tierra, la beligerancia de caudillos, caciques y
terratenientes y el imperialismo como contexto
internacional. La acción campesina e indíge-
na estuvo marcada por una economía moral
que cuestionaba los efectos devastadores de
la expansión capitalista y el Estado colonial en
un sentido normativo. La lucha por el reconoci-
miento a su autonomía y formas de ser comu-
nidad, que desde 1740 enarbolaron en distintas
partes del territorio mexicano (Hu-DeHart,
1999; Tutino, 1990), pasó de una base moral,
a una política y jurídica durante la Revolución
mexicana, especialmente en el marco del go-
bierno constitucional de 1917-1920.
Por su parte, los trabajadores de las ciudades
lograron aprender a usar las herramientas de
la lucha política disponibles en el momento, a
saber: resistencia, concesión, represión y ne-
gociación. Con su accionar, los trabajadores y
artesanos fueron parte sustantiva para definir
el nuevo escenario de la lucha social una vez
promulgada la Constitución de 1917.
Para discutir esta tesis, el texto se divide en
dos partes, en la primera se argumenta por qué
el análisis de la acción campesina e indígena
enmarcada en las perspectivas de la economía
moral y la lucha por el reconocimiento, permite
comprender a estos como sujetos morales y po-
líticos, y no sólo como individuos que reaccionan
psicológicamente a las contradicciones econó-
micas de un sistema material. En la segunda par-
te, se plantea que la acción de los trabajadores
en el contexto de la Revolución mexicana, si bien
fue distinta a la de los campesinos e indígenas,
también puede considerarse una lucha por el
reconocimiento al transitar de la organización
mutualista, al sindicato y posteriormente al par-
tido. En ese tránsito se reivindicaron como suje-
tos políticos capaces de enfrentar a los caudillos
constitucionalistas y de participar en la cons-
trucción de las nuevas condiciones establecer
los marcos de la convivencia y el conflicto.
Campesinos e indígenas: la
lucha por el reconocimiento
en la Revolución mexicana
Los campesinos e indígenas mexicanos no ini-
cian su lucha contra sus opresores en la Revo-
lución de 1910. Estudiosos como los de Tutino
(1990), Katz (1999) o Van Young (2006) han
documentado la participación de éstos en re-
beliones, guerras y revueltas mucho antes de
esta fecha. Sin embargo, son pocos quienes han
tomado en cuenta la acción política y moral de

estos sujetos. El primer proyecto sobre la histo-
ria de los campesinos latinoamericanos como
actores políticos lo dirigió Pablo González Casa-
nova (1984) en los años ochenta. El punto clave
para ese proyecto fue que a los campesinos no
se les había estudiado como actores en el tiem-
po contemporáneo. En los estudios por lo gene-
ral predominaban los análisis de las relaciones
sociales, la historia de los partidos o la acción
general de las masas (González Casanova, 1984:
9). Era clara la ausencia de los estudios sobre los
campesinos como actores políticos y morales
que organizaron y prepararon luchas nacionales
y frentes políticos amplios para enfrentar la ex-
plotación y el colonialismo.
En efecto, los campesinos han hecho frente
por años, la explotación y la subordinación po-
lítica con su referente de la lucha por la tierra
base de su reproducción social como sujetos au-
tónomos. Arturo Warman (1984: 16) se percató
que los estudios sobre los campesinos en Méxi-
co comenzaron a resurgir en los años setenta,
después de la publicación, en 1969, del libro de
John Womack, Zapata y la Revolución mexicana.
Warman sugería en la década de los ochenta
que los estudios sobre los campesinos en Mé-
xico eran pocos y cuando se realizaban, se les
desvinculaba del llamado desarrollo nacional
que se construyó para dar origen al proyecto
del Estado-nación en México. El olvido de estu-
diar a los campesinos como actores era porque
se negaba a éstos ser parte fundamental en el
proceso de construcción del país. El problema
de no considerarlo así, es el prejuicio liberal e
incluso de izquierda que no pocas veces ha con-
siderado la lucha campesina, tradicional, anti-
progresista y atrasada.
En los estudios, por lo regular se concibe a las
rebeliones campesinas como acciones locales
y parroquiales. Warman (1984: 16) piensa que
el problema es de método: al observar que los
principales opositores de los campesinos no sa-
len directamente del Estado sino de la zona rural
(rancheros, terratenientes, guardias blancas),
limitan la acción de éstos a una determinada re-
gión. Hay quienes como Knight (1985: 36) creen
que en realidad los campesinos se apoderaron
del escenario armado, pero “después (quizás
simbólicamente) los caudillos se encargan del
poder”. Es decir, para esta interpretación, el
movimiento popular de campesinos de la Revo-
lución se puede leer como una síntesis nacional
de lo que realmente hicieron Carranza, Obregón
y Calles: tomar el poder.
Los autores como este afirman con tono des-
mitificador que las masas campesinas y popula-
res de la Revolución no se organizaron de manera
autónoma o espontánea, sino que fueron reclu-
tados desde las formas de organización estatales
o, en su defecto, mediante negociaciones con los
líderes campesinos u obreros para apoyar tal o
cual plan diseñado por los jefes. Es una visión
que si bien cuestiona las apologías simplistas de
los héroes nacionales, se va a otro extremo al
otorgar toda agencia del acontecimiento revolu-
cionario a los jefes y caudillos de la revolución.
Es una interpretación que convierte la historia en
un voluntarismo de los hombres fuertes.
Contra esta interpretación debe entenderse
que por lo menos los planes de Madero y Ca-
rranza no deseaban cambiar la estructura de
desarrollo nacional porfirista. Como lo interpre-
ta Jacobs (1985: 107), para ellos los principios
de orden, eficiencia y desarrollo económico,
seguían siendo parte de su proyecto positivista
que daba continuidad al régimen anterior. En
esta lógica, si al centralizar el dominio, Porfirio
Díaz pretendió debilitar a los caudillos regiona-
les e incorporarlos de manera personal al régi-
men Carranza y Madero no pensaban diferente.
De esta manera tendría el control de las regio-
nes y localidades donde se generaba cierto tipo
de poder debido a la autonomía de los actores.
Esto fue, en parte, lo que desencadenó la
rebelión armada. Y no hizo que se organizaran
y se levantaran sólo los campesinos o que éstos
fueran de facto zapatistas (Buve, 1999). También
logró que caciques y caudillos regionales que no
simpatizaban con la lucha agraria se rebelaran.
Fue el caso de Guerrero y otras localidades, en
Jaime Torres — Sociedad Abierta
donde sus caciques no aceptaban la intromisión
del poder central en su tomas de decisión. Para
el periodo previo a la Revolución, cabe resaltar
la acción armada de la familia Figueroa en Huit-
zuco, rancheros que habían prosperado en la
época porfirista (Jacobs, 1985: 113-114). No se-
guían a los zapatistas en Morelos o a Madero por
sus ideales, les interesaba más beneficiarse, con
quien fuera, a fin de desarrollar su dinastía de
manera autónoma (Jacobs, 1985: 116-117).
Vistas así las cosas se comprende que dichas
rebeliones sí son expresiones localizadas pero
que pertenecen a un sistema de conflicto am-
plio y complejo.01 Si fuera el caso de un análisis
localista de la acción campesina, no quedaría
otro camino más que aceptar que la Revolución
mexicana fue resultado del voluntarismo de los
llamados jefes constitucionalistas. Pero la ma-
yoría de los estudiosos, como Warman (1984:
18), no dudan que en la Revolución mexicana:
“los campesinos constituyeron la fuerza más
poderosa en la destrucción del viejo orden y el
surgimiento de una opción distinta y novedosa
[fueron] el factor decisivo para la destrucción del
porfiriato […], el grupo de presión que marcó las
fronteras para establecer la nueva hegemonía [y
fueron un] conjunto de proyectos para el reorde-
namiento de la sociedad y del Estado. El impacto
de la lucha campesina en la estructura de domi-
nio y explotación se notó cuando estos ocuparon
las haciendas, núcleo de la actividad económica y
el sistema de poder de la oligarquía.
No sólo fue la acción campesina la que logró
un triunfo constitucional a favor de los pobres
de México, también los pueblos originarios tu-
vieron un papel central en esta victoria cons-
titucional. Si bien es cierto fue un actor silen-
cioso que hasta la fecha se está volviendo a él
para entender mejor aquel escenario y lo que
resultó después, la Revolución no se entiende
sin este actor colectivo.
Ruíz Medrano (2010) documentó que aunque
01 � El concepto de rebelión campesina o de movimientos
campesinos tiene ya un referente interpretativo clásico,
véase Moore (1966), Hobsbawm (1968), y Wolf (1969).
15
Sociedad Abierta — Jaime Torres
“La Constitución fue
el derrotero, en ella se
depositó una garantía
para no dar por perdida
la batalla. Fue un
triunfo parcial.”
16
en algunos casos los indígenas lograron ad-
ministrar comunalmente sus tierras como el
caso de la Mixteca Alta de Oaxaca, para 1910
la gran mayoría de indígenas y campesinos se
encontraba sin tierra. En esa década, la mayoría
de los pueblos originarios se encontraban aca-
sillados en haciendas, trabajando en las minas
o en labores domésticas en una muy dolorosa
subordinación social, cultural y política. El des-
pojo de tierras y territorios a los indígenas es
una condición de agravio que padecen en dife-
rentes momentos e intensidades en la historia
de México. En el periodo de finales del siglo XIX,
la personalidad jurídica de los indígenas sobre
la tierra, pierde terreno ante la ley de coloni-
zación de 1857 y se benefician propietarios de
empresas privadas quienes extienden su do-
minio con dicha ley ampliada en 1893 y 1894.
No es extraño que el tema de la tierra se haya
estudiado como factor decisivo de la acción in-
dígena contra la denominación. Y es verdad, el
mismo Emiliano Zapata se la hace saber a Woo-
drow Wilson, presidente de Estados Unidos en
el año de 1914 cuando escribe: “esta situación
insoportable originó la Revolución de 1910 que
tendía principal y directamente a destruir ese
régimen feudal y a combatir el monopolio de las
tierras en manos de unos cuantos” (citado en
León Portilla, 2010: 28).
Tampoco es extraño que los historiadores
ubican como clave el Plan de Ayala proclama-
do el 28 de noviembre de 1911 en el tema de
la restitución de la tierra a sus dueños origi-
nales. Es cierto, el Plan de Ayala introdujo en
el discurso de la Revolución y más tarde en la
Constitución de 1917 la demanda de la tierra.
De ello nació el ejido (Ruíz Medrano, 2010: 55).
Pero el Plan de Ayala zapatista debe leerse en
dos planos: no sólo es campesino, también es
indígena; y segundo, tiene en su base la lucha
moral por el reconocimiento de la autonomía
de pueblos y comunidades. Esto es, en él está
la orientación autonómica por el derecho a la
tierra y a la cultura indígena. Su aportación al
artículo 27 de la Constitución de 1917 habrá
que interpretarse en un plano de lo nacional a
lo universal. Esto es, se planteó la repartición de
tierras como demanda nacional, pero ahí está la
raíz de un derecho que es universal. El derecho
a ser comunidad con tierra y autonomía que
hasta el día de hoy se enarbola en la lucha indí-
gena en México y América Latina.
El Plan de Ayala y la lucha indígena como lucha
por el reconocimiento se inscribe en lo que E. P.
Thompson (1971) llama economía moral. En la In-
glaterra del siglo XVIII, Thompson logra sacar a la
luz una cultura tradicional rebelde que se resiste
en nombre de la costumbre, a las racionalizacio-
nes e innovaciones económicas que afectarán
sus vidas. Descubrió una serie de creencias, usos
y costumbres asociadas con la comercialización
de alimentos en tiempos de escasez, vinculadas
a las emociones profundas y a las exigencias de
la gente común hacía a las autoridades, por la
indignación que provocaba el lucro a costa de la
necesidad de la gente. A eso Thompson le deno-
minó economía moral. Siguiendo a Thompson,
argumento que las revueltas indígenas no fueron
simplemente por causas económicas, sino mora-
les. La indignación moral de los campesinos como
elemento clave para la rebelión, hoy lo reconocen
los historiadores (Knight, 2013a: 584, 586).
Tutino (2010: 118) ha planteado que para en-
tender la cuestión del reconocimiento indígena
y campesino incorporado en la Constitución de
1917, se debe percatar que no pocos indígenas
y sobre todo, “los zapatistas revolucionarios
captaron el derecho colonial y reformularon
su esencia en un derecho nacional”. Lo hicie-
ron en un momento en que se vislumbraba la
construcción de un Estado nacionalista que
protegería esta demanda y lo realizaron con los
instrumentos que disponían en ese momento: sí
las armas, pero con sentido de razón, derecho y
sobre todo autonomía moral. Los agravios que
se expresaron de manera normativa fue algo
que no se captó en los estudios históricos de la
primera mitad del siglo XX (Knight, 2013a: 588).
Los indígenas se integraron a la lucha política
no para llevar acabo un plan revolucionario de

corte socialista o algo por el estilo. Lo que hi-
cieron fue luchar contra el esquema de dominio
y explotación que impedía llevar adelante su
programa de vida como sujeto comunitario. Por
eso negociaban y al mismo tiempo repelían la
ofensiva de los constitucionalistas.
Como bien se sabe, el 6 de enero de 1915 Ca-
rranza promulgó su ley agraria cuyo espíritu te-
nía como base la propiedad individual de la tie-
rra como elemento indispensable del progreso
del campo mexicano. Era a todas luces contraria
a la visión indígena del reconocimiento del esta-
do comunal de la tierra. Es cierto, Zapata era un
actor visible en estas disputas armadas e ideo-
lógicas del momento, pero los pueblos indios,
si bien silenciosos en el escenario publicitado
hacia 1910, eran unos 15 millones (Ávila Espino-
sa, 2010: 477) de los cuales, en no pocos casos
estaban organizados en estructuras comunales
de solidaridad y resistencia.
Esto es muy importante decirlo. Frente a
quienes suponen que “la irrupción de las ma-
sas” fue espontánea o que su organización fue
realizada luego que se reclutó desde arriba a los
sectores populares, hay que plantear que los
indígenas poseían, antes de los acontecimientos
de la Revolución mexicana estructuras comuna-
les como las cofradías, festividades religiosas,
propiedad comunal de la tierra y barrios que les
facilitaron la organización y movilización de sus
fuerza (Ávila Espinosa, 2010: 479). Por lo tanto,
no sólo eran los campesinos zapatistas los que
actuaban contra los políticos y oligarcas porfi-
ristas y posteriormente carrancistas. Eran los
pueblos indios quienes incorporaban a la lucha
disputas morales, esto es, de reconocimiento
político y moral a su cultura. Por ejemplo, lucha-
ban contra la centralización del poder que im-
plicaba pérdida de autonomía por la imposición
de autoridades estatales y municipales o el in-
cremento de impuestos a sus actividades (Ávila
Espinosa, 2010: 488).
El caso del pueblo Yaqui es paradigmático.
Los yaquis y su resistencia deviene de la codicia
que despierta los fértiles valles de los ríos Yaqui
y Mayo, en Sonora (Ávila Espinosa, 2010: 480).
Lucharon contra Díaz, Madero, Huerta, Carran-
za porque veían que ninguno de los proyectos
de estos, les permitiría retener su derecho a
poseer las tierras y territorios que reclamaban
como suyos y porque sin ello su vida presente
y la de sus futuros descendientes estarían en
peligro. Por su parte los caudillos como Carran-
za, miraban con desconfianza a los yaquis de
quienes pensaban que no se integrarían a la ci-
vilización que estaba en la mente de los nuevos
jefes y oligarcas que más tarde monopolizarían
el poder en México. Fue Obregón quien trató
de negociar con ellos, pero la tranquilidad duró
poco, las demandas de economía moral de los
yaquis no cabían en el proyecto político de los
sonorenses. Fue hasta con el General Lázaro
Cárdenas que obtuvieron temporalmente sus
tierras. Después las cosas cambiaron. La tra-
yectoria de la lucha de los yaquis hasta tiempos
recientes es un tema que no se debería soslayar
(Restor Rodríguez, 2010).02
Los indígenas, actores silenciosos, que habían
aprendido a resistir ante el colonialismo externo,
enfrentaban en el siglo de la Revolución mexica-
na un colonialismo interno. Esto es, el proceso
que creaba las desigualdades económicas, políti-
cas o culturales entre la Corona y la Nueva Espa-
ña se transfería hacia las desigualdades internas
entre los terratenientes, hacendados o metropo-
litanos y los indígenas: desigualdades raciales, de
clases, castas, fueros, religiosas, rurales y urba-
nas. Por ello se debe comprender que la lucha
por la tierra y el territorio para los indígenas no
fue, principalmente un asunto económico, sino
moral, fue una lucha por el reconocimiento a
ser sujeto colectivo. Esto es fundamental para
entender la manera como se construyeron las
02 � Existen otros casos en Oaxaca, como es el movimien-
to soberanista que planteaba defender la autonomía lo-
cal que muchas veces estaba conformado por alianzas
entre las oligarquías regionales y los pueblos indios (Ávila
Espinosa, 2010: 491). Estos grupos se aferraban en la vi-
gencia de la Constitución de 1857 (Ávila Espinosa, 2010:
492). O los indios Ocuila, en el oriente de Durango (Ávila
Espinosa, 2010: 492).
Jaime Torres — Sociedad Abierta
nuevas relaciones sociales en el México del siglo
XX: sí un poder estatal monopolizado por los
sonorenses, pero mediado por la Constitución
de 1917 la cual quedaba como uno de los instru-
mentos mediante el cual campesinos e indígenas
disputarían su derecho a ser comunidad.
Zapata fue asesinado en 1919 y el movimien-
to derrotado, pero los constitucionalistas sa-
bían que no podrían gobernar, como lo hicieron
hasta 1940, sin responder a la demanda agraria.
“Hacia 1940, la reforma agraria había entre-
gado tierras a comunidades y familias rurales,
pacificado las regiones rurales del país, estabi-
lizado el régimen nacional y promovido un cre-
cimiento demográfico” (Tutino, 2010, p. 119).
Después, el mundo cambió y México también.
Pero la aportación del pensamiento y la acción
de campesinos e indígenas a la Constitución de
Querétaro y al proceder político para gobernar
es un hecho que se debe señalar como base de
la formación del país. Pero no debe entenderse
sólo en un marco económico, sino de lucha por
reconocimiento moral de los sujetos colectivos.
En 1992 Carlos Salinas de Gortari suprimió el
derecho formal de ser comunidad agraria y los
indígenas neozapatistas respondieron al agra-
vio con el mismo sentido de sus antecesores:
desplegaron una lucha por el reconocimiento y
cultura indígena la cual expandieron a la lucha
universal por la humanidad.
Poder, autonomía y concesión de
los trabajadores mexicanos en el
primer gobierno constitucional
A inicios de 1900 los trabajadores de las ciu-
dades estaban transitando por caminos di-
ferentes al de los indígenas y campesinos. La
educación secular, su tipo de organización
sindical, su relación con ideas liberales, socia-
listas o anarquistas les permitieron adquirir
una cultura que marcaba su distancia contra los
dogmas religiosos, caudillos milenaristas o tra-
dicionalistas del medio rural. Se familiarizaban
17
Sociedad Abierta — Jaime Torres
con la política electoral y menos con el control
caciquil de la política (Knight, 2013: 62). Con el
crecimiento lento, pero constante de la indus-
tria, los trabajadores nacían como sector y se
beneficiaban de ella.
La estrecha relación entre el campo y la ciu-
dad hacia finales del siglo XIX y principios del XX
hizo surgir al campesino-artesano que habitaba
en la zona rural o comunidad indígena pero pa-
saba ciertos periodos en el trabajo industrial de
las ciudades (Carr, 1981: 23). Ahí se podía obser-
var que sus costumbres, cosmovisión y manera
de ser, no pocas veces entraban en conflicto con
los obreros de las ciudades con una cultura sin-
dical y por lo regular anticlerical (Carr, 1981: 24).
Para un pensamiento liberal y eurocéntrico,
estas características del trabajador mexicano de
finales del siglo XIX y principios del XX, se pre-
sentan como una ventaja frente al futuro que se
avecinaba. En realidad era una ventaja demasia-
do estrecha. Los trabajadores podían incursio-
nar en esta cosmovisión moderna, pero carecían
de una base moral, social y política propia para
enfrentar los desafíos del momento. Eso los ha-
cía titubear a la hora de decidir a quién apoyar
en la lucha iniciada en 1910. En todo el proceso
de conflicto de 1910 a 1920, tuvieron que apren-
der no sólo a luchar, sino a constituirse como
actores y sujetos de acción política.
Es común pensar que la famosa frase de Ba-
rrington Moore (1966), en torno a que la indus-
trialización más que crear un problema para el
proletariado, resultó un beneficio (Knight, 2013:
81). En México también se aplica. Por ejemplo, se
piensa que los trabajadores planteaban deman-
das modernas ante el progreso de la industria
que eran compatibles con dicho progreso. En el
caso de la Revolución mexicana, estas demandas
como aumento salarial, higiene laboral o dere-
cho a huelga no estaban en la misma sintonía de
la violencia armada agrarista. De hecho los obre-
ros se mostraban recelosos ante la posibilidad
de que la industria se viera interrumpida por la
acción revolucionaria campesina. En ese contex-
18
to, una alianza obrero-campesina en lo que se
ha dado a llamar Revolución mexicana, era poco
probable (Leal, 1988: 154).
Sobre ello debe entenderse que el obrero
era un sujeto político en formación, a diferencia
del los indígenas y campesinos. La etapa nueva
de organizaciones sindicales se inicia apenas en
1872 cuando se funda el Gran Círculo de Obre-
ros de México (Carr, 1981: 27). Es cierto que
la prensa obrera y sindical funcionaba, existía
en ese entonces El Socialista donde se publi-
có, por cierto, la primera versión mexicana del
Manifiesto del Partido Comunista en 1884, y La
Convención Radical Obrera (Carr, 1981: 31). Es
seguro que la influencia del Manifiesto fue más
tenue en los obreros del momento, que la Encí-
clica Rerum Novarun del Papa León XIII. Los tra-
bajadores a finales del siglo XIX y principios del
XX eran minoría frente a los sectores indígenas y
campesinos. Para 1910 los obreros eran 60 946
en todo el territorio nacional. Los centros indus-
triales más avanzados eran Distrito Federal con
13 860 trabajadores, Veracruz con 7 668, Puebla
con 5 609, Coahuila con 4 846 (Leal, 1988: 38).
Ni sumando los 82 691 trabajadores textiles del
país (Leal, 1988: 40) alcanzaban a los 11 millo-
nes de trabajadores rurales (Meyer, 2013: 127).
Además, la industria en México era joven y
de capital extranjero, por tanto, la experiencia
del obrero mexicano era escasa (Meyer, 2013:
127). Hoy se sabe que fueron extranjeros los
que fundaron la Confederación de Sindicatos
Obreros de la República Mexicana y la Casa
del Obrero Mundial y que los gremios de
obreros en México fueron nacionalistas antes
que anticapitalistas (Meyer, 2013: 128). A esta
debilidad numérica habría que añadirle el mu-
tualismo, la poca experiencia de lucha limitada
a demandas económicas (Carr, 1981: 40) y su
debilidad ideológica y política.
Durante el régimen de Porfirio Díaz se forta-
leció, con ayuda oficial, el mutualismo, y sobre
todo la tendencia que apartaba a los obreros de
las discusiones políticas. (Villaseñor, 1988: 197).
Pasaron años antes de que la clase obrera in-
cursionara en el ámbito político. Lo primero que
abrió esa puerta fueron las reivindicaciones de
estos por mejores condiciones de vida, aumento
salarial y derecho a la huelga. Fueron los prime-
ros intentos de superar la tradición mutualista.
Se dice que el movimiento de los trabajadores,
en los primeros albores de la Revolución, era más
bien un movimiento de reflexividad moderna y no
de grandes jornadas revolucionarias. La Unión Mi-
nera Mexicana creada en 1911 y la Casa del Obre-
ro Mundial en 1912 partían de valores modernos
como el derecho a la prensa libre y a la huelga y no
en reivindicaciones comunitarias que provenían
del campo (Knight, 2013: 86). Sin embargo, los
intentos de autonomizar su organización merma-
ron por la fuerte tendencia maderista de 1910 a
1913 y la carrancista de 1913 a 1920 (Knight, 2013:
216). Se ha insistido bastante que lo popular de la
Revolución estuvo principalmente concentrado
en el campo. “En el frente político, los obreros
industriales tendieron a seguir el liderazgo de la
clase media y prefirieron a los maderistas liberales
antes que a los anarcosindicalistas (la ideología
magonista); aun antes de la Revolución, y cada vez
más durante ésta, la dependencia paternalista del
Estado” (Knight, 1985: 37).
De los dos planes contra la dictadura, el
Plan de San Luis que se basaba en el lema del
sufragio efectivo no reelección y el Plan de Aya-
la cuyo lema era libertad, justicia y ley, luego
tierra y libertad, la mayoría de los trabajadores
optaron por apoyar el primero. Sobre el Plan de
San Luis, bien se podría decir que la estrategia
de Madero constaba de dos fases: la electoral y
la insurreccional. Se apostaba por la lucha elec-
toral respetando el marco jurídico vigente, pero
a la vez se preparaba una respuesta político-mi-
litar si el fraude del poder en turno se imponía.
“Los obreros fabriles y los artesanos urbanos
tendrían un papel destacado en la fase agitativa
y electoral” (Leal, 1988: 102) de dicho Plan.
En el auge de la lucha proletaria de 1905 a 1908
por mineros, obreros textiles y ferrocarrileros,

los artesanos y operarios fueron los que con
más entusiasmo formaban sindicatos (Carr,
1981: 45). Hasta la formación de la Casa del
Obrero Mundial fundada en 1912, los obreros
no tenían siempre claro qué actitud tomar fren-
te a los caudillos revolucionarios (Carr, 1981:
53). La muestra está en que cuando Victoriano
Huerta usurpó el poder no se opusieron a éste
que incluso mandó cerrar la Casa.
Es verdad que la mayoría de los trabajadores
de la industria textil, las minas y los ferrocarriles,
apoyaron todo el proceso político de los gobier-
nos posporfiristas emanados de los acuerdos
de Ciudad Juárez del 21 de mayo de 1911. Pero
siempre fueron autónomos en sus reivindicacio-
nes socioeconómicas (Leal, 1988: 115). Desde
1911 los trabajadores se agruparon en sindicatos
que a su vez se unificaban por regiones geográ-
ficas o por ramas de la industria. Propugnaron
por el reconocimiento como fuerza política y la
autonomía en la organización, aumento de sala-
rio y disminución de jornadas de trabajo. Fueron
los casos de “los obreros de la fábrica de papel
de San Rafael, Chalco, Estado de México; los car-
pinteros, albañiles, canteros, pintores, sastres,
tipógrafos, papeleros, moldeadores y panaderos
de La Laguna, Durango-Coahuila; los mineros y
metalúrgicos de El Oro, Estado de México, y de
Rosarito, Coahuila; los ferrocarrileros de Mérida,
Yucatán […] los obreros textiles de Jalisco, Distri-
to Federal, Hidalgo, Puebla, Tlaxcala y Veracruz”
(Leal, 1988: 118).
Para el año 1912 estallaron alrededor de
50 huelgas de las que destacan la de los tra-
bajadores de la mina y el acero en Monterrey
Nuevo León y la muy conocida huelga de Cana-
nea en Sonora. De los más de 200 mil obreros
de la gran industria, a mediados de julio de
1912, 40 mil de ellos estaban en huelga (Leal,
1988: 118). Los obreros agrupados y organiza-
dos apoyaban a Madero, si éste respetaba sus
reivindicaciones como trabajadores. Una de
esas reivindicaciones fue la de los trabajadores
ferrocarrileros. Plantearon la mexicanización
de la Compañía de los Ferrocarriles Nacionales
que en sus altos mandos estaba dominada por
extranjeros y las diferencias salariales entre
unos y otros eran considerables (Leal, 1988:
128-133). La presión por esta mexicanización
de la operación de la industria ferroviaria
culminó en abril de 1914, cuando los emplea-
dos extranjeros se vieron en la necesidad de
abandonar el país, luego de la ocupación mi-
litar estadounidense del puerto de Veracruz
(Leal, 1988: 137). Posterior a esta afrenta los
ferrocarrileros se concentraron en defender la
autonomía sindical, los contratos colectivos de
trabajo, el incremento salarial y la disminución
de las jornadas de trabajo.
Cuando la lucha armada se intensificó, los
obreros y la población en general, resintieron
la escasez de alimentos, el desempleo y la pre-
cariedad en todos los sentidos. A partir de ese
momento la lucha obrera fue siempre presión, a
veces intermitente y contradictoria, pero repre-
sentó, en el primer gobierno constitucional de
1917 a 1920, una influencia especial.
Jean Meyer (2013: 125) afirmó, sorpren-
dido, que en 1914 los obreros mexicanos de
los llamados batallones rojos, se aliaran no
con Zapata y Villa, sino con Carranza, un vie-
jo gobernador porfirista, anticlerical, antia-
grarista y enemigo del sindicalismo. Sostuvo
junto con Marjorie Clark que el paternalismo
gubernamental terminó por seducir a los obre-
ros mexicanos y convirtió los sindicatos y sus
líderes en aliados del Estado (Meyer, 2013:
131). La prueba la pone en el pacto entre el ca-
rrancismo y la Casa del Obrero Mundial, el 17
de febrero de 1915 cuyo plan fue consolidar lo
que se denominó la revolución constituciona-
lista. Aquí se selló el pacto de los trabajadores
con el poder a pesar de los opositores agru-
pados en el anarco sindicalismo, los ferrocarri-
leros magonistas, y el grupo de Antonio Díaz
Soto y Gama (Meyer, 2013: 136).
Una mirada distinta cuestiona esto. Carran-
za encontró en los obreros, el apoyo que los
Jaime Torres — Sociedad Abierta
campesinos e indígenas le negaron. Lo que no
se alcanza a ver en estas acciones obreras es
que como lo plantea Pablo González Casanova
(1987: 7): “pocas veces, como en el gobierno
del presidente Carranza, se ha vivido intensa-
mente una lucha de liberación y de clases que
conforme una constitución política a la cons-
titución social y regule la constitución social
con una constitución política”. González Casa-
nova piensa que al derrotar en la narrativa la
acción de los trabajadores, se pierde de vista
que de esas luchas, surgió el Estado mexicano
con sus particularidades: una coalición domi-
nante mediatizada por la lucha popular inserta
en un proceso de acumulación capitalista y de
dominación colonial. Los trabajadores lucharon
con distintos instrumentos legales, políticos e
ideológicos durante un largo periodo en la Re-
volución mexicana y aprendieron a enfrentar el
poder. En ese enfrentamiento, modificaron la
forma de hacer política de los grupos que hege-
monizaron el Estado.
Ya nada fue igual después de la Constitución
de 1917, en el escenario político y social, tras
ella aparecieron nuevas posibilidades de ac-
ción. Según González Casanova (1987: 11): “Los
antiguos propietarios derrotados, intentarían
inútilmente aplicar los estilos tradicionales de
lucha, como si no existiera la nueva Constitu-
ción ni la fuerza que la había impuesto con las
armas y las masas”. El punto es que la presión,
alianza, concesión, represión que experimen-
taron los trabajadores desde inicios del siglo
XX y que se agudizó con la promulgación del
constituyente, fue clave para la nueva fase en
la relación del poder en México.
La Constitución exigió cambiar las formas
de lucha tanto de los caudillos armados, como
de las masas populares que integraban, con
sus diferencias, campesinos, indígenas, traba-
jadores industriales y artesanos. El caso de la
lucha obrera es singular. Pasó de la lógica de los
principios al pragmatismo sindical y político. El
sentido realista de oportunidad para tener éxi-
19
Sociedad Abierta — Jaime Torres
to en la correlación de fuerzas, dejó atrás las
teorías y las prácticas del anarquismo obrero
que pretendía enfrentar el poder hegemónico
sin ninguna concesión. “La política de alianzas a
la sombra de los caudillos se apoderó práctica-
mente del Estado” (González Casanova, 1987:
14). Si como se ha dicho algunas veces, “el
caudillaje implica la busca y conquista violenta,
pero esencialmente inestable, del poder y la ri-
queza que establece el binomio protector-pro-
tegido en una sociedad que carece de canales
institucionales para esta competencia” (Knight,
1985: 60), los trabajadores lo volvieron estable
pero en una nueva versión para su beneficio.
La lucha política de nuevo tipo se aceptaba,
antes que quedar en posiciones verdaderamen-
te desventajosas. La revolución de los derechos
fue observada por los obreros y fue posible
por la revolución armada de los campesinos y
la resistencia y rebelión de los indígenas. Eso
es lo que los analistas no ven al querer desmi-
tificar las apologías de la Revolución mexicana.
Campesinos, indígenas y obreros, cada cual a
su manera y forma de luchar, obligaron a los
caudillos a dividirse en dos tendencias. “Una
partidaria de un poder que hiciera concesio-
nes limitadas, formulara acuerdos efímeros sin
merma del ‘principio de autoridad’, y estuviera
presta a la manipulación oligárquica tradicional,
y otra partidaria de concesiones y acuerdos que
precedieran y siguieran a la toma del poder, y
permitieran conservarlo, aumentándolo” (Gon-
zález Casanova, 1987: 17). Carranza encabezaba
la primera; Obregón la segunda. “Carranza, en-
tendía más un poder neocolonial, latifundista y
burgués que le era cercano y vivía más la ilusión
de un Estado soberano y civilizado, nacional y li-
beral […] Obregón, buscaba un poder popular en
que se manejara con cierta familiaridad, y con el
que creía asegurar su porvenir y el de los propios
empresarios” (González Casanova, 1987: 17).
Ambos eran partidarios del uso de la fuerza.
Así, cuando se promulga la Constitución de
1917, está mediatiza la política de concesión y
20
represión de los caudillos en el poder. Ante la
concesión y la represión, el comportamiento
político de los obreros se modificó: del todo o
nada, la presión y la protesta integraron la pers-
pectiva de la negociación y el acuerdo, con los
riesgos que ello implicaba (González Casanova,
1987: 21). Carranza y Obregón entendieron la
importancia de la fuerza de los trabajadores.
El origen el artículo 123 y su redacción final sin
duda tienen su origen en este hecho.
Aunque después de promulgada la Constitu-
ción en la práctica cotidiana las cosas no cambia-
ron tanto, como las diez o más horas de jornada
laboral o los fallos jurídicos a favor de los propie-
tarios, en el sindicalismo obrero se comenzó a
invocar la reglamentación y aplicación de la Car-
ta Magna (González Casanova, 1987: 28): “Bajo
el nuevo gobierno constitucional los gremios, las
sociedades de resistencia y los sindicatos inicia-
ron una serie de luchas por aumentos de sala-
rios, reconocimiento de personalidad jurídica y
aplicación de los nuevos derechos en materia
de horarios y condiciones de trabajo” (González
Casanova, 1987: 30). De esta manera la Consti-
tución se convierte en el medio de lucha.
En suma, desde las organizaciones mutualis-
tas, las organizaciones obreras y sindicales, la
formación del Partido Socialista en 1917, poste-
riormente del Partido Laborista Mexicano, “los
trabajadores mexicanos pasaron de los pactos la-
borales a los pactos políticos en una nueva etapa
de la formación del Estado” (González Casanova,
1987: 104). Los trabajadores habían entendido la
nueva forma de defender sus intereses a nivel de
una política nacional. Sabían que se encontraban
ya en un contexto imperialista por lo que su de-
cisión de abrazar el laborismo pragmáticamente,
los posicionaba en un lugar que desde el anar-
quismo y socialismo serían difíciles de sostener.
Eso fue aprovechado por Carranza y Obregón.
Éstos concedieron por la vía de la Constitución a
los obreros prerrogativas que se concretaron en
el artículo 123 constitucional, en un país donde
los trabajadores industriales paradójicamente
era un grupo sociológicamente minoritario. Esto
proporcionó elementos para la personalidad jurí-
dica del movimiento obrero, pero en relación con
el nuevo Estado mexicano (Carr, 1981: 85).
Consideraciones finales
Las consecuencias de las acciones de campesi-
nos, indígenas y obreros, para los frutos de la
Revolución, si bien no estuvieron articuladas en
una convergencia que detentara un proyecto
unificado de la Revolución, fueron en el terreno
político clave: las antiguas instituciones fueron
transformadas, las élites cambiaron y su dis-
curso también, la centralización del Estado se
debilitó (Knight, 2013a: 531) por lo menos en
los primeros años después de promulgada la
Constitución de 1917. Aunque es cierto que esto
hay que entenderlo en un sentido moderado
porque las estructuras de dominio de la hacien-
da continuaron existiendo y la concentración
de la tierra también, no se puede negar que se
debilitó el poder y la legitimidad de caciques y
terratenientes (Knight, 2013a: 533).
La lucha campesina, indígena y popular
adquirió relevancia y México se convirtió en
un atractivo para la inteligencia universal. La
emergente acción de sus actores contribuyó al
desarrollo del pensamiento anticolonial, agra-
rio y laborista. La lucha por el reconocimiento
de campesinos e indígenas enmarcado en una
economía moral, así como el aprendizaje polí-
tico de los trabajadores mexicanos definió el
nuevo escenario de la lucha social una vez que
se promulgó la Constitución de 1917. Resisten-
cia, concesión, represión y negociación fueron
los elementos que se mediatizaron a través de
la Carta Marga.
Las concesiones del poder al movimiento
popular vienen del legado de la Constitución
de 1917. Ésta fue el nuevo modo de como se
establecerían los conflictos entre capital y
trabajo, autonomía indígena y control esta-

tal, y agrarismo y acaparamiento de tierras.
Indígenas, campesinos y obreros, entendie-
ron que esta mediatización les garantizaría
más éxitos que derrotas, porque enfrentar de
manera directa al poder político en formación
implicaba en la práctica sufrimientos y reve-
ses de sus fuerzas.
Por su parte, la necesidad de la coalición,
el pacto, la alianza, estaba en la cabeza de los
caudillos constitucionalistas empujados por la
lucha de los trabajadores y sectores del campo.
Estos procesos generaron un escenario don-
de formalmente la Constitución se puso como
garante de las nuevas reglas para la conviven-
cia y el conflicto. En este caso concreto, no se
puede negar que “los obreros fueron actores de
un proceso en que la Constitución política y el
Estado se fortalecieron indirectamente con las
ofensivas patronales que obligaban a las fuerzas
laborales a invocarla y convocarlo” (González
Casanova, 1987: 36). Después, indígenas y cam-
pesinos también lo hicieron.
Lo que pasó posterior al primero gobierno
constitucional del siglo XX es tema de otra dis-
cusión. Se ha documentado que el agrarismo y
el laborismo fueron corporativizados por el par-
tido del Estado que se fortaleció a partir de los
años treinta y los pueblos indígenas agraviados
mediante el colonialismo interno. Pero lo que
hay que entender es que la acción política y mo-
ral que llevaron a cabo indígenas, campesinos
y obreros en la Revolución mexicana, no puede
concebirse sin una estructura, sin ciertas con-
diciones que la limitaron y obligaron a decidir
un derrotero al cual apostar su vida y futuro.
Su lucha con todos los reveses que puedan do-
cumentarse, sin duda terminó por destruir un
régimen como lo fue la burguesía porfiriana y
ranchera, pero lo nuevo, no podían hacerse en
un enfrentamiento permanente y sin tomar en
cuenta a sus opositores. La Constitución fue el
derrotero, en ella se depositó una garantía para
no dar por perdida la batalla. Fue un triunfo
parcial porque obligó a quienes se pusieron al
frente del nuevo Estado mexicano, a aceptar
que ese Estado sería insostenible sin el pueblo
al que aceptaron pero sin tolerar su autonomía
política, ideológica y revolucionaria. m
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21
Sociedad Abierta — Israel Covarrubias
E
l triunfo de Andrés Manuel López
Obrador (AMLO) ha provocado una
serie de reacciones de diversa índole
que obliga ir más allá de la cuestión
entre partidarios contra adversarios. Es
evidente el regocijo que manifiestan múltiples
sectores de nuestra sociedad en estos días,
aunque muchos nunca se declararon abierta
o secretamente partidarios de él. Pero es un
hecho que su victoria también ocasionó un
cierto malestar en diversos sectores sociales
a través de una combinación de rechazo y
sorpresa. Quizá empujada por la contundencia
de la votación y sobre todo por la diversidad
cultural y económica de los votantes que
lo encumbraron. En esta tesitura están
algunas élites intelectuales, comunicadores,
empresarios, sectores sociales acomodados,
incluso sectores populares.
¿Qué podría decirse sobre este carácter
atrabiliario producido por la nueva alternancia
política? Parece que el rechazo de “terciopelo”
es causado por dos cuestiones principales. Pri-
mero, AMLO quebró el rasgo paradigmático de
su incapacidad de triunfo después de una larga
campaña en la cual invirtió doce años. Con ello,
corona su empeño de ser presidente y lo hace
con un variopinto bloque de viejas y nuevas fi-
guras políticas. La lección es que la decisión y
no los principios cuentan más en la lucha por
el poder. Segundo, una mayoría de ciudadanos
votó por él y por su partido, el Movimiento de
22
Regeneración Nacional (Morena), sin sopesar
en las otras opciones, en particular las alianzas
del PRI o del PAN. Otra lección: los electores no
compraron los cuentos sobre la catástrofe que
vendría con el ascenso del gobierno de AMLO.
Es reveladora la cuestión que abre esta doble
dinámica para la democracia mexicana.
Por un lado, la figura de López Obrador nun-
ca ha sido del agrado de los sectores intelectua-
les con influencia social y política, aunque justo
la coyuntura electoral confirma su casi total
irrelevancia en las preferencias políticas de los
mexicanos. Piénsese, por ejemplo, las críticas
de la dinastía Krauze, Guillermo Sheridan, Ga-
briel Zaid, o las de Héctor Aguilar Camín, Leo
Zuckermann, Luis Carlos Ugalde y la de tantos
otros que se subieron al barco de la imposibi-
lidad de que AMLO llegara a la presidencia.
¡Roger Bartra hasta sentenció que su victoria
sería posible porque quienes votarían por él es-
taban aburridos de la democracia! Una vez que
se confirma su victoria, muchos comenzaron a
moderar su discurso, justificado, dicen, porque
son demócratas liberales no porque el nuevo
presidente les resulte empático. López Obrador
es un personaje que no termina de agradar a las
élites porque no es, para usar las palabras de
Pierre Bourdieu, un heredero. Es decir, no tiene
un pasado estructurado en las altas esferas del
poder mexicano priista, aunque salga y actúe
en muchos sentidos como priista; mucho me-
nos en las élites regionales, y además es ajeno
a las élites culturales tradicionales mexicanas.
En este sentido, el artículo de Jesús Silva Her-
zog publicado en El País en los días previos a la
elección me parece esclarecedor: López Obra-
dor “refleja una sincera pasión antielitista”. Es
alguien que inventó su genealogía, casi un self
made man, aunque en su largo peregrinar logró
colocarse en el vértice del PRD, luego ganó la
jefatura de la Ciudad de México, y finalmente
fundó MORENA, una forma partidista bifronte,
al ser un partido personal que tiene un sólido
trabajo de enraizamiento a lo largo del territo-
rio nacional. Su lucha desde la “soledad del gue-
rrero” como outsider declarado del sistema fue
diluyéndose y lo obligó a acomodar sus contra-
dicciones conforme consolidaba una forma de
la política que cubriera el conjunto del espectro
nacional haciendo política a ras de suelo: ha
dado por lo menos dos vueltas a todos los mu-
nicipios del país, con un discurso que estructura
una mezcla de vocación paulina y desacraliza-
ción de los rituales paganos tan característicos
de nuestra clase política en el modelo de comu-
nicación que hoy se encuentra en predicamen-
to. Pensemos en la indignación que ha provo-
cado el anuncio de la reducción de los sueldos
en la estructura más alta de la administración
pública federal. El resultado es la construcción
de una rara avis que pretende “santificar” la
política con la potencialidad de dignificación de
su actividad. Esta es la gran expectativa que ha
generado. Por ello, la semántica del populismo

y sus peligros dejo de ser un significante que sus
opositores usaran en su contra en esta ocasión.
En su camino de redefinición constante, aca-
so se fue emparentando con ciertos sectores
tradicionales de la izquierda, tanto académica
como militante que abreva del 68 en adelante,
pero también de la derecha más rancia (PES), de
sectores a su vez excluidos de los otros partidos,
y de sectores sociales tradicionales y nuevos. Sin
embargo, lo importante es el hecho de quebrar
la ley de la filiación para colocar en primer plano
aquel viejo principio olvidado de la democracia
moderna, y frente al cual siempre es necesaria
una sincera actitud republicana: en la democra-
cia juegan los con y los sin en la misma cancha;
esto es, participan los herederos y aquellos sin
herencia, o como se decía en el siglo XIX, clases
propietarias y clases peligrosas son parte del
mismo espacio político, aunque unos quieran
conservar el status quo y otros derribarlo.
Sugerir que López Obrador es un pasado es
negar la carga de innovación que su triunfo abre
para la democracia mexicana, sobre todo cuan-
do esa afirmación facilona expresa un profundo
desconocimiento social del país. Se dice que será
una regresión, un gobierno como el de Echeve-
rría o López Portillo. Esta falsa familiaridad pre-
tende disimular la pérdida del locus fundamental
de la política mexicana, cuando la expresión del
resultado en las urnas es la exigencia de respues-
ta a los desafíos que provoca el arte de lo político
en contextos de rápido cambio social.
AMLO y el nuevo arte de lo político
por Israel Covarrubias
Profesor de teoría política en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Querétaro.
Con mucha probabilidad el voto masivo a su
favor reclama espacios de comunicación y un
cambio de dirección con relación a la distribu-
ción actual del poder, que como se sabe estuvo
colonizado por el PRI y el PAN, y en mucho me-
nor medida por el PRD, cuando a comienzos de
este sexenio fundaron el fallido Pacto por Méxi-
co. En efecto, una de las causas que explican el
colapso electoral de los tres partidos es precisa-
mente ese pacto de operatividad política por la
necesidad de las reformas y la situación delica-
da que vive el país, aunque también significó un
pacto de impunidad y de exclusión de los acto-
res que no signaron el acuerdo. Hay que agregar
la miopía de los jóvenes y viejos tecnócratas
en el poder, que nunca dejaron su demoniaca
obsesión por las soluciones aritméticas. El caso
más sonado es la del operador de José Antonio
Meade, Aurelio Nuño (y con él, Enrique Peña
Nieto) que no comprendía el mundo social hacia
el cual el candidato dirigía sus dardos, un mundo
que fue diseñado “a la carta” de la arrogancia de
su estrategia de campaña. Por su parte, Ricardo
Anaya fue una llamarada que sedujo a muchos
sectores letrados. Al final, es el perdedor ab-
soluto de la contienda: no ganó la presidencia,
difícilmente podrá encabezar la oposición hoy
más que nunca necesaria al gobierno de AMLO,
deja un partido resentido y dividido, y su futuro
político es incierto. Más aún si atendemos que
su estilo de hacer política “democrática” es el
de un personaje que “se chingó a todo el mundo
para llegar a la candidatura”, según las palabras
de su estratega de campaña, Jorge Castañeda,
concedidas en un elegante español propio de la
élite cultural mexicana a The New York Times.
Si una pregunta flotaba en el aire a lo largo
del proceso electoral, formulada de diversas
maneras, fue la que cuestionaba sobre qué
es lo que necesitan los mexicanos más allá de
resolver los problemas diarios de precariedad
económica, inseguridad, enfermedad y educa-
ción. La política es algo más que la reacción a
estos problemas, por lo que quizá la respuesta
sea más simple: la posibilidad de volver efectiva
la toma de la palabra para el establecimiento de
Israel Covarrubias — Sociedad Abierta
una base a través de la cual sea posible el de-
sarrollo de una política de la palabra. Así, por
ejemplo, el nuevo activismo en redes sociales es
una señal de este fenómeno y tal vez una de las
principales lecciones que deja es que se nece-
sita una relación más fluida entre el “arriba” y
el “abajo” del espacio político de la democracia.
Sin embargo, reclamar una mayor comunica-
bilidad es justo lo que hoy no está sucediendo
luego de la elección del primero de julio pasado.
Como sucede con los grandes acontecimientos
de nuestra historia reciente (véase el terremoto
del 19 de septiembre del año pasado), inmedia-
tamente después de que Lorenzo Córdova, ac-
tual presidente del INE, confirmó las tendencias
electorales, apareció un ejército de expertos en
el arte de lo político frente a un régimen que
aún no comienza: “hay que planear, no preci-
pitarse”, “me parece inviable la propuesta de
descentralización del gobierno federal”, “será
un retroceso si deroga la reforma educativa”,
etcétera. Una retahíla de sugerencias no solici-
tadas próximas a las del padre frente al hijo que
a las del consejero del príncipe.
La lección comienza a ser clara para todos.
Para que exista el perseguido, también necesi-
tamos a un perseguidor. Sin embargo, la fusti-
gación colma el vacío del extrañamiento de esta
victoria masiva: el perseguidor se ha quedado
sin perseguido, pues éste último deja la radical
extrañeza de sus pasos y deviene centro, con lo
cual sus perseguidores querellan con un fantas-
ma que es un opaco espejo.
Si se quiere debatir en serio, política y aca-
démicamente, para contribuir a partir del lugar
que cada uno ocupa en la sociedad y en los
espacios donde se produce la opinión pública,
tenemos que comenzar por reconocer los lí-
mites interpretativos en esta nueva hora de la
democracia mexicana frente a la gran paradoja
que emerge y que podríamos formular con una
sentencia del pensador francés Raymond Aron:
“La buena democracia es aquella donde el po-
der político no está por completo en manos de
los privilegiados, pero tampoco en manos de los
enemigos jurados de éstos”.
23
Sociedad Abierta — Alberto Villalobos

En la incoercible différance se desencadena

el aquí y el ahora. Sin retraso, sin demora
pero sin presencia, es el precipitarse de una
singularidad absoluta, singular porque difie-
re-y-es-diferente [différante], justamente, y
siempre otra, que se liga necesariamente a la
forma del instante, en la inminencia y en la
urgencia: incluso si se dirige hacia lo que queda
por venir […]. No hay différance sin alteridad,
no hay alteridad sin singularidad, no hay
singularidad sin aquí-ahora. Jacques Derrida,
Espectros de Marx. El estado de la deuda, el
trabajo de duelo y la nueva internacional.

E
ste artículo tiene como objetivo mostrar algunos in-
dicios sobre las condiciones, los problemas y los con-
ceptos que permiten introducir, en el interior de una
teoría de la historia basada en las condiciones ma-
teriales de vida de individuos concretos, reales y presentes,
una disrupción que vincula a esta existencia real con aquello
que, en sentido estricto, no es ni está presente, y que, sin
embargo, no deja de afectar y condicionar la vida material.
Los espectros que describe Jacques Derrida, inaprensibles en
el juego de lo presente y lo ausente, son la “no presencia”
que condiciona la producción real de una historia humana
que se despliega a través de las contradicciones entre fuer-
zas productivas y relaciones de producción. Se trata de una
dinámica que Karl Marx describe en sus trabajos con vistas a
su superación. La idea de esta superación, pero que al mismo
tiempo remite a su realización efectiva, más allá de la idea-
lidad, es el comunismo. Ésta es una actividad donde, según
Marx, el ser humano consigue una verdadera apropiación de
sí mismo a través de la superación de su propia enajenación.
Sin embargo, frente a la afirmación de que el proceso de la
historia desemboca en la existencia empírica del comunismo,
cabe interrogar, desde la filosofía de Derrida, si este concepto
no refiere también al espectro de esta actividad que supera y
soluciona la pugna entre el hombre y la naturaleza.
En un diálogo con la historiadora Élisabeth Roudinesco,
contenido en Y mañana, qué… (2009), Jacques Derrida
propone una transformación de la idea de Revolución. Esta
transformación no consiste en pensar este acontecimiento
como el proceso de la toma del poder de un Estado, sino
en un corte en la prosa continua de la historia. “Creo en la
revolución, es decir, en una interrupción, una cesura radical
en el curso ordinario de la historia” (Derrida, 2009: 95). La
interrupción revolucionaria que postula el filósofo no es
otra cosa que una decisión ética que crea una ruptura en
un sistema de normas dominante. La decisión ética, según
Derrida, rompe incluso con la idea de norma:

24

Toda responsabilidad es revolucionaria, porque trata de
hacer lo imposible, de interrumpir el orden de las cosas
a partir de acontecimientos no programables. Una revo-
lución no se programa. En cierto modo, como el único
acontecimiento digno de tal nombre, excede todo hori-
zonte posible, todo horizonte de lo posible, por lo tanto
de la potencia y el poder (Derrida, 2009: 95).
No obstante, ¿hacia quién se dirige esta responsabilidad re-
volucionaria?, ¿ante quién y por qué hay que responder? Si
bien se trata de responder, más allá del cálculo y la norma,
al otro, una alteridad radical y absoluta que involucra inclu-
so al que llamamos “animal”, así también, más allá de una
política y de una ética de la presencia, Derrida asegura que
la responsabilidad debe dirigirse hacia todos aquellos que ya
no están ahí, presentes, es decir, hacia los espectros.
Espectros de Marx (1998) es un texto que, desde la de-
dicatoria a Chris Hani, un comunista asesinado en su lucha
Alberto Villalobos — Sociedad Abierta
Hacia la elaboración de
una historia espectral.
Marx y Derrida
por Alberto Villalobos Manjarrez
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
contra el apartheid, muestra los ejes de su problemática: la
necesidad de una crítica permanente a la lógica capitalista; la
potencia del pensamiento de Marx; la idea del comunismo;
y la responsabilidad frente a todos aquellos que ya no están,
lo cual implica plantear una política del duelo sobre la que es
necesario realizar una elaboración, un trabajo.
Estos ejes pueden colocarse como las condiciones para
la realización de una historia espectral, es decir, una lectu-
ra crítica de la historia, del presente, pero también de todo
aquello que se le sustrae. Para ello es preciso un trabajo, crí-
tico de principio, pero también de duelo no sólo en relación
a una determinada puesta en práctica del comunismo, sino
que asimismo se trataría de llorar “[…] el concepto mismo de
lo político en sus rasgos esenciales, e incluso en los rasgos
específicos de su modernidad (el Estado-nación, la sobera-
nía, la forma-partido, la topología parlamentaria más acre-
ditada)” (Derrida, 2009: 91). Se trata de la melancolía que
atraviesa el panorama geopolítico mundial, según el filósofo.
25
Sociedad Abierta — Alberto Villalobos
Y frente a quienes afirman la muerte de Marx y del comu-
nismo, Derrida sostiene que el supuesto fracaso concierne
únicamente a la defunción de cierto modelo comunista (el
soviético). En este punto hay una coincidencia con los traba-
jos de Alain Badiou en torno a la idea del comunismo. A tra-
vés de sus escritos, Badiou se ha esforzado por mostrar que
entre la idea del comunismo y el Terror no hay una necesidad
lógica, una relación necesaria, por lo que es posible reacti-
var y realizar tal proyecto (Badiou, Zizek et. al, 2014: 7-20).
Sobre esta realización, Badiou propone cuatro orientaciones
estratégicas, que considera constitutivas de la Idea del co-
munismo, frente al ascenso político de un personaje como
“Toda responsabilidad
es revolucionaria,
porque trata de hacer lo
imposible, de interrumpir
el orden de las cosas a
partir de acontecimientos
no programables. Una
revolución no se programa.”
Donald Trump, cuyo triunfo electoral ha sido ubicado por el
filósofo dentro del horror de una profunda noche. Estos cua-
tro principios u orientaciones estratégicas de un comunismo
reactivado pueden resumirse así: “colectivismo en oposición
a la propiedad privada, trabajador polimorfo en oposición
a la especialización, universalismo concreto en oposición a
26
las identidades cerradas, y libre asociación en oposición al
Estado” (Badiou, 2016).
Aunque se trata de una serie de principios en vistas a
realizarse, Badiou no puede sino enunciarlos como posibili-
dades. Ese es justamente el punto sobre el que un filósofo
como Derrida centra su interés. El comunismo como la posi-
bilidad de una interrupción imposible de un sistema de nor-
mas dominante que afirma su presencia en todas partes. El
comunismo al que se refiere Derrida es más bien espectral.
Por eso es que una de los enunciados centrales de su estu-
dio sobre Marx es la frase inicial del Manifiesto del partido
comunista: “Un fantasma recorre Europa —el fantasma del
comunismo. Todas las potencias de la vieja Europa se han
aliado en una sagrada cacería contra ese fantasma, el Papa
y el Zar, Metternich y Guizot, radicales franceses y policías
alemanes” (Marx y Engels, 2012: 579).
Gespenst es la palabra que Derrida traduce por spectre: es-
pectro. El comunismo es entonces, ahora, un espectro doble:
el de la muerte de una versión de esta forma política; y el de
la posibilidad de interrumpir las formas políticas y económicas
dominantes a través de la superación de la propiedad privada
y la modificación de las prácticas y las formas del trabajo. El
comunismo, tal y como Marx y Engels lo presentan en el Mani-
fiesto, plantea, según Derrida, la cuestión del porvenir.
En un sentido aparentemente diferente, Marx-Engels
hablaban ya allí, en 1847-48, de espectro y, más preci-
samente, del “espectro del comunismo” (das Gespenst
des Kommunismus). Espectro aterrador para todas las
potencias de la vieja Europa (alle Mächte des alten Eu-
ropa), pero espectro de un comunismo entonces por
venir. De un comunismo, ciertamente, ya nombrable (y
bastante antes de la Liga de los Justos o de la Liga de los
Comunistas), pero todavía por venir más allá de su nom-
bre. Ya prometido pero solamente prometido. Espectro
tanto más aterrador, dirán algunos. Sí, a condición de
que alguna vez se pueda distinguir entre el por-venir de
un espectro y su (re)aparecer (Derrida, 1998: 51).
De este modo no es posible diferenciar el espectro de la forma
del comunismo que desapareció, del que se encuentra a la es-
pera de su realización efectiva. El espectro de su (re)aparición

es el mismo que el de su porvenir. Esta relación del ahora, del
ahí, de la presencia, con aquello que la desajusta o descoloca,
es decir, con el espectro que, en sentido estricto, nunca está
presente como tal, es el devenir de un tiempo sin presente
que Derrida denomina out of joint. Se trata del espectro de lo
que Marx, en los Manuscritos de París, define como la
[…] superación positiva de la propiedad privada en cuan-
to enajenación humana de sí mismo, y por tanto como
apropiación real del ser humano por y para el hombre;
por tanto el hombre se reencuentra completa y cons-
cientemente consigo como un hombre social, es decir
humano, que condensa en sí toda la riqueza del desa-
rrollo precedente. […] Él es la verdadera solución en la
pugna entre el hombre y la naturaleza y con el hombre,
la verdadera solución de la discordia entre existencia
“de hecho” y esencia “potencial”, entre objetivación y
afirmación de sí mismo, entre libertad y necesidad, en-
tre individuo y especie. Él es la solución del enigma de la
historia y lo sabe (Marx, 2012: 515).
Marx, desde su apropiación de la filosofía de G. W. F. Hegel,
comprende al comunismo como una solución, una síntesis,
que resolverá la discordia entre la esencia y la existencia de
lo humano. Ciertamente, para Marx, la historia presenta un
desajuste que es preciso arreglar; por eso es que Derrida
realiza, en Espectros, una lectura conjunta de la interpreta-
ción de la sentencia de Anaximandro por parte de Martin
Heidegger, para plantear el problema de la diké: aquello
que suele traducirse como justicia y que toma la forma de
cierta redención ante un caos reinante. Por eso, según
Marx, el proceso de la historia no puede sino culminar en
la procreación real del comunismo. A través de una metáfo-
ra antropomórfica, el filósofo alemán señala que la historia
dará a luz, como existencia empírica, a esta forma política.
Esta solución verdadera que figura como la terminación de
la discordia es asimismo un desajuste en relación a las nor-
mas y prácticas de sujeción y dominación imperantes. Es a
esta discordia, que no es otra que la terrible desigualdad que
atraviesa los continentes y la violencia que todo esto con-
lleva; que es, como recuerda Badiou, el hecho de que 264
personas sean propietarias del equivalente a 3 billones de
Alberto Villalobos — Sociedad Abierta
personas (Badiou, 2016), aquello a lo que el proyecto del co-
munismo, en su espectralidad, busca hacer frente.
La historia a la que se refiere Marx, además de estar condi-
cionada por la historia de la naturaleza, muestra cómo es que
son “[…] los individuos reales, su acción y sus condiciones ma-
teriales de vida, tanto aquellas con las que se encuentran como
las que producen mediante su propia acción”(Marx, 2012: 167).
En su Teoría de la historia (2012), Marx explica que, en principio,
toda la historia humana concierne a la existencia de individuos
vivos. Y es sobre esa concepción de la historia que Derrida inter-
viene con una diferencia que, más que contraponerse a Marx,
produce una apertura en este proceso de la vida humana ha-
cia algo que se sustrae a sí misma y a su presencia. La historia
espectral es entonces la historia de la vida humana que está
atravesada por una disrupción que la orienta hacia una alteri-
dad radical que no se inscribe en un presente vivo. La historia
espectral es la historia de una vida diferida por los espectros.
Aquellos otros no presentes que asedian, observan e insisten
y ante los cuales es preciso responder. Así, la tarea que implica
la elaboración de una historia espectral, consiste en reconocer
como principio “[…] el respeto por esos otros que no son ya o
por esos otros que no están todavía ahí, presentemente vivos,
tanto si han muerto ya, como si todavía no han nacido” (Derri-
da, 1998: 13). Esta responsabilidad y este respeto son, por fuer-
za, los componentes de una promesa revolucionaria. m
Referencias
Badiou, A. (2014), La idea comunista y la cuestión del Terror, en S. Žižek
(ed.), La idea de comunismo. The New York conference, Madrid, Akal.
_____, (2016), Durante el horror de una profunda noche. Reflexiones so-
bre las recientes elecciones en EEUU, Conferencia pronunciada el
9 de noviembre de 2016 en la Universidad de California, Los Án-
geles (UCLA). Disponible en: http://anarquiacoronada.blogspot.
mx/2016/11/durante-el-horror-de-una-profunda-noche.html.
Derrida, J. (1998), Espectros de Marx. El Estado de la deuda, el trabajo del
duelo y la nueva internacional, Madrid, Trotta.
Marx, K., y F. Engels (2012), Manifiesto del partido comunista, en K. Marx y
F. Engels, Textos selectos y Manuscritos de París; Manifiesto del par-
tido comunista con Friedrich Engels; Crítica del programa de Gotha,
Madrid, Gredos-RBA.
Roudinesco, É., y J. Derrida (2009), Y mañana, qué…, Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica.
27
Sociedad Abierta — Françoise Vergès
por Françoise Vergès
Investigadora en el Collège
d’études mondiales-
Fondation Maison des
Sciences de l’Homme,
París, Francia.
E
l 26 de noviembre de 2016, el diario Le Monde publi-
có un artículo sobre el feminismo descolonial “Com-
battre en couleurs” donde se presenta un relato
lineal sobre los movimientos feministas en Francia y
en donde los términos “generación” y “feministas históricas”
son analizados (Dupont, 2006). El relato es el siguiente: en la
década de los setenta habría habido un feminismo “blanco”
indiferente a las luchas de las mujeres no-blancas que, desde
entonces, no han dejado de hacerse escuchar. Este relato, ya
familiar, profundamente centrado en el hexágono francés
se encuentra inscrito en un periodo y en un espacio que de-
bemos interrogar. Se utiliza la noción de “generación” para
hacer de una transformación social y cultural una cuestión de
edad y así se otorga de manera arbitraria a algunas mujeres
francesas el status de seres “históricos”. La periodista cita a
jóvenes investigadoras que, a través de sus trabajos, de-cons-
truyen los clichés de estos “históricos” sobre aquello que se-
rán los derechos de las mujeres. Con la finalidad de superar la
linealidad de este relato y de establecer otras periodicidades
* Este texto fue publicado en francés con el título “Féminisme décoloni-
aux, justice sociale, antiimpérialisme” en Tumultes, núm. 48, 2017. Agra-
decemos a la editora Sonia Dayan-Herzbrun por permitir reproducirlo
en Metapolítica. Traducción de Luis Martínez Andrade.
01.. Hablo de feminismos descoloniales, en plural, para indicar que si un
feminismo es inexacto, un feminismo descolonial también lo es. Siendo
la descolonización, para retomar las palabras de Frantz Fanon, “un pro-
ceso histórico”, dicho proceso se encuentra inscrito en una diversidad
de contextos políticos, religiosos, culturales, económicos y sociales y las
luchas contra la colonialidad del poder son tanto locales como globales.
28
y espacialidades en la historia de las luchas de las mujeres por
su liberación, por mi parte, deseo proponer algunas pistas
de análisis para abrir la reflexión de los feminismos descolo-
niales.01 Volveré más tarde sobre la ceguera que legitima el
relato de una oposición generacional.
Uno de los requisitos previos para la elaboración de nue-
vas teorías es la creación de una nueva historiografía, aque-
llo que han realizado universitarios y militantes en Francia
que se definen como racializados y que cuestionan, a partir
de un análisis interseccional, un feminismo que resulta ser
“blanco” y que oculta su particularismo como universal. El
punto de arranque de este cuestionamiento es la toma de
palabra de las mujeres racializadas durante el año 2000. Mi
propuesta es simple: se debe cuestionar esta cartografía
ampliando la periodicidad y la espacialidad de esta historio-
grafía, remontar más lejos para identificar los cambios epis-
temológicos que han permitido la creación de un feminismo
blanco y “francés”. En otras palabras, el eurocentrismo de
los movimientos feministas europeos cuenta con una larga
historia. Sin embargo, voy a tratar principalmente al movi-
miento feminista en Francia, pero haciendo un ida-y-vuelta
entre lo local (Francia) y lo global. “Provincializar” el feminis-
mo europeo y des-nacionalizar la historia del feminismo en
Francia constituyen pues un requisito. Efectivamente, ¿cómo
explicar que el anti-colonialismo y el anti-racismo no hayan
constituido un terreno sobre el cual las teorías feministas
crearon sus bases durante la década de 1970?, ¿cuál ha sido
el impacto de esta ausencia?, ¿este ocultamiento explica las
actuales tensiones en torno al anti-racismo del feminismo
francés?, ¿cómo afecta las formas del olvido en las cuales los
territorios —como los departamentos de ultramar se desva-

necen gradualmente en el análisis descolonial en Francia?
Empecemos por el final. Si hoy el discurso de los derechos
de las mujeres ha podido remplazar a aquel más radical de la
“liberación de las mujeres” —con sus respectivos objetivos
de justicia social—, es porque la contra-ofensiva global ha
despolitizado a los movimientos de descolonización. Aquello
que debería de ser el minimum —los derechos de las muje-
res— no solamente se ha convertido en máximum, sino que
además ha sido despolitizado. En Francia, el feminismo no
sólo ha sido nacionalizado, sino que también ha sido confun-
dido con los “valores de la República” y con la laicidad. Ex-
pulsadas las demandas de justicia social, las luchas contra la
explotación y contra el racismo. El esfuerzo por despolitizar
los movimientos de descolonización es rápido. Se encuentra
presente en el discurso del desarrollo que se basa sobre la
retórica de la ausencia y “de la falta de”, en el reforzamien-
to del eje Norte-Sur, en la transformación de la natalidad
de las mujeres del Sur como amenaza para el desarrollo y
la seguridad del mundo, brutalmente en las intervenciones
imperialistas, en los programas de ajuste estructural y la
militarización de lo político y, culturalmente, en la difusión
de imágenes de una felicidad normativa y de consumo. Po-
demos identificar los grandes momentos de esta despolitiza-
ción. La declaración de la ONU de “la década de los derechos
de la mujer” muestra hasta qué punto las instituciones inter-
nacionales ven con cuidado y preocupación los movimientos
de las mujeres en el Tercer Mundo ya que éstas, con sus ac-
ciones, ponen en peligro la puesta en marcha de los progra-
mas internacionales de control y de regulación de natalidad,
de migración, de trabajo y de propiedad. Así, como la ONU
Françoise Vergès — Sociedad Abierta
Feminismos
descoloniales, justicia
social, anti-imperialismo*
“había apoyado de manera selectiva la descolonización”, se
atribuye “la promoción de derechos de las mujeres con el fin
de contener sus políticas de emancipación en un marco que
sea compatible con las necesidades y los proyectos del capi-
tal internacional, y con el programa neoliberal en curso de
elaboración” (Federici, 2016: 155). En 1975, la ONU declara
un “Año Internacional de la mujer” seguido por una “Década
de Naciones Unidas por la mujer – 1976-1985”. El discurso de
los derechos de las mujeres se convierte progresivamente en
un arma ideológica al servicio de la pacificación. Se recorda-
ra que fueron evocados durante el ataque contra Afganistán
por Estados Unidos en 2011 y que fueron una pieza clave de
la islamofobia para justificar las intervenciones imperialistas.
Ahora vayamos atrás. En los años setenta, los medios de
comunicación ligaron las primeras manifestaciones de mu-
jeres al nombre de “movimiento de liberación de las mujeres”
en referencia al Women’s Lib norteamericano, el término
fue apropiado por una gran diversidad de grupos de mujeres
que se reconocen en dicha apelación. A partir de allí, ellas
serán las mujeres del Movimiento de Liberación de Mujeres
(MLF). La referencia a los movimientos de liberación del
yugo colonial o del imperialismo es clara. La guerra en Ar-
gelia, que unos años atrás finalizaba, sacó a la luz el racismo
y las políticas de desposesión y exclusión en el centro de la
República, como las tendencias fascistas de las mismas. La
comparación de métodos del ejército francés con aquellos
empleados por la Gestapo resuena como una condena mo-
ral terrible, como una mácula penosa, en la “patria de los
derechos del hombre”. No olvidemos que la memoria de la
resistencia actúa todavía como una ética. La oposición a la
29
Sociedad Abierta — Françoise Vergès
“Aquello que debería
de ser el minimum —los
derechos de las mujeres—
no solamente se ha
convertido en máximum,
sino que además ha
sido despolitizado.”
30
guerra imperialista llevada a cabo en Vietnam
por parte de los Estados Unidos, la creación del
Partido de las Panteras Negras (Black Panther
Party), la movilización por la liberación de Angela
Davis, las luchas contra las guerras imperialistas
y las dictaduras militares en Europa (y en otros
sitios), las luchas obreras, las luchas de las mino-
rías, de los pueblos indígenas provincionalizan a
Europa y muestran que la aspiración a la libertad,
a la igualdad no son ideales europeos. En todas
esas luchas, las mujeres desempeñan un papel.
Durante la guerra de Argelia, los procesos de re-
sistencia sacan a la luz de manera cruel la manera
como la violación es empleada como arma de
guerra, sobre la intersección entre racialización,
sexo y humillación, sobre la masculinización de
la guerra como forma de integración a la nación.
Las mujeres que participaron en la movilización
contra la guerra en Argelia para posteriormente
unirse en contra del imperialismo y el totalitaris-
mo se adhieren al MLF. Las luchas de descoloni-
zación son evidentemente una de las matrices
de las luchas de las mujeres en Europa. Pero si
las mujeres del MLF comparan fácilmente su
lucha con aquella de los colonizados y coloniza-
das —en un texto publicado en 1970, titulado
“Combat pour la libération des femmes” donde
sus autoras declaran: “Nosotras, desde tiempo
inmemorial, vivimos como un pueblo colonizado
en el pueblo, tan bien domesticadas que había-
mos olvidado que esta situación de dependencia
no va de suyo” (Wittig et al., 1970) — nunca se
interrogan sobre los privilegios que el racismo, el
colonialismo y el imperialismo les han acordado
como mujeres blancas francesas. Ellas aceptan
la reorganización espacial de la Quinta República
Francesa, nacida del caos de la guerra en Argelia
y que, desde el final de esta, se reconfigura como
inocente de los crímenes coloniales que cometió
en nombre de la República. Si los orígenes de
la Quinta República Francesa, marcados por la
re-escritura de la historia del imperialismo y del
anti-imperialismo, son atacados por la izquierda
socialista y comunista francesa, los objetivos de
su proyecto de integración, sus campañas ideo-
lógicas y la manera cómo conciben a las mujeres
racializadas, no van a constituir las fuentes de
donde sacar los elementos de análisis del pa-
triarcado racial y del patriarcado de Estado. Las
condiciones de las mujeres en la esclavitud y el
colonialismo francés son ignoradas como tam-
bién son ignorados los efectos en el proceso de
racialización que crea a la “mujer blanca”.
Después de 1962, cuando el término “Hexá-
gono francés” comienza a designar a Francia, la
sociedad francesa es instada a olvidar el pasado
colonial. Un dispositivo discursivo, aquello que el
historiador Todd Shepard (2008) llama “la inven-
ción de la descolonización” es presentada como
una fatalidad y no como un fracaso del proyecto
de integración de los departamentos de Argelia
y, por tanto, produce una cartografía mutilada.
El espacio de la República, muchas veces recon-
figurada desde la Segunda Guerra Mundial, es
otra vez rediseñada. Re-modelamientos, decisio-
nes en el terreno económico, político, cultural y
social dictadas por nuevas formaciones, nuevos
intereses, nuevas situaciones, nuevas contradic-
ciones son puestas en marcha. Un nuevo mapa
de territorios que cuentan y otros que no cuen-
tan aparece. Aquello que había surgido clara-
mente durante la guerra de Argelia —los vínculos
entre colonialismo y gestión de la feminidad y de
la masculinidad, las contradicciones entre libe-
ración de mujeres europeas y mujeres coloniza-
das— es borrado. La supresión del mundo colo-
nial y postcolonial republicano es una condición
necesaria para la reinvención de la sociedad fran-
cesa que se pone en marcha. Kristin Ross anali-
zó esta reconfiguración en torno a la oposición
limpio-moderno/sucio-atrasado: la colonia es
sucia y atrasada, pero como ya no tiene colonia,
Francia puede convertirse en limpia y moderna y,
por ello, debe mantener la distinción con Arge-
lia (Ross, 1994: 78). Rosse observa una serie de
fenómenos: la nueva sociedad de consumo, sus
actores —el joven afeitado, la acomedida ama de
casa, la impecable “tecno-pareja urbana” (y sus
principios: movilidad, limpieza, conyugalidad).
Además la autora analiza el mito de Françoise

Sagan o el trabajo de Ménie Grégoire. En dicho
proceso, Argelia se convierte en el doble perver-
so y monstruoso de la Metrópoli, las medidas de
“saneamiento” que la trastornan responde a la
“sucia guerra” que la asola. Ross muestra hasta
qué punto las revistas femeninas desempeñan
un papel importante en la diseminación del es-
fuerzo modernizador del Estado, promoviendo
herramientas creadas por el capitalismo francés
para liberar a las mujeres del trabajo doméstico.
Contribuyen a la construcción de un sueño: una
morada centrada sobre la vida doméstica de la
pareja que descubre el “placer de preparar su
interior”.02 Henri Lefebvre y Cornelius Castoriadis
ven en este repliegue sobre la vida doméstica
una fuga de la historia. La casa, la vida doméstica
y la imagen de la mujer liberada contribuyen a
la modernización de la economía y de la socie-
dad que se hace al precio de la pacificación de
la clase obrera y de la pequeña burguesía. Una
de las condiciones de éxito de esta pacificación
es la adopción por parte de las familias obreras
de los estilos de vida burguesa y de la sociedad
de consumo (Ross, 1994). La modernización de
la sociedad francesa post-1962 se funda sobre el
olvido del colonialismo y sobre la emergencia de
un “consenso neo-racista” que produce una lógi-
ca de exclusión que encuentra “sus orígenes en
la ideología de la modernización capitalista, una
ideología que presenta al Oeste como un mode-
lo de integridad, rechazando lo contingente y lo
accidental —en otros términos, lo histórico— al
exterior” (Ross, 1994: 196). Las mujeres del MLF
adoptaron esta cartografía. Si en sus primeras
publicaciones, se integraron las traducciones de
las mujeres negras norteamericanas y denuncia-
ron el racismo, el colonialismo y el imperialismo,
en ningún lugar esos textos las llevaron a una
autoreflexión. Racismo, colonialismo e imperia-
lismo son externalizados y ya no conciernen más
a la república francesa.
La transformación de la liberación de las mu-
jeres en “derecho de las mujeres”, el papel
02 � Una joven pareja entrevistada por Chris Marker
(1963) para su película “Le joli mai”.
desempeñado por los derechos de las mujeres
en las políticas imperialistas de intervención
y la negación de las dimensiones radicales de
los grupos de mujeres no europeas y del MLF
permitió la emergencia en 2010 de un feminis-
mo de misioneras civilizadoras.03 La retórica
de “salvar a las mujeres” no europeas produjo
un sentimiento de superioridad que esas prác-
ticas de “rescate” no pueden terminar con el
relato sobre el imperio colonial. Las cuestiones
raciales y coloniales son excluidas. Regresan
con los discursos sobre el velo y las mujeres
musulmanes. En otros términos, un feminismo
descolonial coloca la cuestión del espacio de
la postcolonia republicana y, en dicho espacio,
realiza el análisis de la manera cómo el patriar-
cado de Estado, el capitalismo y el imperialismo
afectan a las mujeres de las clases populares y
estudia los fenómenos transversales. Vislumbra
una historia conectada, de una “coproducción”
de ideas y de representaciones, el estudio de
los procesos de criollización y de hibridad que
mostraron que el espacio nacional construido
por las fronteras (existe una vasta literatura que
interroga la noción de frontera) no es suficiente
para dar cuenta de las interacciones, intersti-
cios, circulación y, todavía más, de situaciones
inesperadas, imprevisibles en el que el estudio
hace ver aquello que escapa a la lógica de los
imperialismos o de las naciones.
Volvamos todavía más al pasado. La matriz
de los primeros escritos “feministas” en “Euro-
pa-América” es el discurso contra la esclavitud.
Comparándose con las esclavas es la forma
como las mujeres del siglo XVIII denunciaron la
opresión que padecían. Según ellas, fueron la
propiedad de su padre y de su marido, como los
03� Véase el trabajo de Lila Abu-Lughod (2013), donde
la autora compara el discurso actual sobre la igualdad,
la libertad y los derechos de las mujeres musulmanas
con aquel de los misioneros y propone que más que de
querer “rescatar” a las mujeres musulmanas (con el senti-
miento de superioridad y las violencias que esto implica),
hay que percibirlas como agentes de transformación his-
tóricas, trabajar con ellas y combatir las formas de injus-
ticia global que pesan sobre ellas y sobre su situación.
Françoise Vergès — Sociedad Abierta
esclavos lo son de sus amos. Dicha comparación,
que confiere a sus escritos y palabras una fuerza
ética cuando emerge claramente un abolicio-
nismo europeo, soslaya un aspecto esencial:
una mujer blanca puede ser privada de muchos
derechos cívicos —y ella lo es, efectivamente—
pero ella pueda poseer esclavos. El derecho de
propiedad sobre los seres humanos racializados
no se les prohíbe. Al contrario, la mujer blanca
no puede convertirse en la propiedad de un ser
racializado puesto que la supremacía blanca la
protege de aquello que es considerado como
lo más infame y humillante: una mujer blanca
propiedad de un hombre o de una mujer negra.
Toda mujer blanca se beneficia de privilegios
por haber nacido (o de ser percibida como tal)
blanca. El derecho a la propiedad se convierte
en un derecho imprescindible y ligado a la ciu-
dadanía, ésta última es pues “coloreada”. Ahora
bien, ninguna batalla de las mujeres blancas por
sus derechos va a poner en cuestión los privile-
gios que le son otorgados por la virtud del color
de su piel convertida en un marcador social. En
la izquierda y en la extrema izquierda francesa
se impone la noción de clase social, la creencia
de que si se pertenece a una clase dominada, no
se puede convertir en un color racista. Esta po-
sición moralista —el oprimido es naturalmente
inocente de malos pensamiento— continua
ignorando cómo se fabrica el color después de
la abolición de la esclavitud o cómo se produce
el expatriado francés actualmente. Además, es
ignorar que un fenómeno parecido a aquel que
se produjo con la abolición de la esclavitud en
los Estados Unidos (la protesta de las feministas
blancas abolicionistas en nombre del privilegio
blanco contra el derecho de voto de los hom-
bres negros liberados cuando ellas no lo po-
seían) tuvo lugar en Francia. La gran feminista
republicana Hubertine Auclert se pronunció con
vehemencia en contra del derecho de voto de
los “negros” obtenido con la abolición de 1848,
cuando las mujeres blancas civilizadas todavía
no contaban con ese derecho. No podemos
escatimar en este estudio la contaminación de
31
Sociedad Abierta — Françoise Vergès
los movimientos progresista por la línea de co-
lor si queremos comprender los fenómenos de
repliegue identitario que se expresan por medio
de la nacionalización del feminismo.
Cuando los grupos que constituyen el MLF
—que son muchos y adoptan análisis y posi-
ciones diversas— expresan múltiples veces su
solidaridad activa con las luchas de mujeres en
el mundo, que sus miembros dicen leer a “Enge-
ls, Bebel, Frantz Fanon o a los líderes del Black
Power”, un movimiento donde los “más viejos, o
los más precoces, se movilizaron durante la gue-
rra de Argelina, ellas se manifiestan por la paz,
contra la tortura o la amenaza militar” (Picq,
1993: 28 y 45), el espacio de sus luchas se res-
tringieron al Hexágono francés. Se interesan en
las luchas de las mujeres contra el imperialismo
pero en aquellas que se dan en el extranjero. Si
Fanon y otros teóricos del sur global son leídos,
sus análisis crítico sobre las consecuencias del
colonialismo sobre la democracia francesa no es
integrado. Los relatos tardíos sobre el nacimien-
to del MLF reflejan las luchas anti-coloniales
pero las transforman en “terreno”, en “pasado”:
“Tras las luchas anti-coloniales y anti-imperiales
(las guerras de Argelia y de Vietnam), la revuel-
ta estudiantil comenzó en París el 22 de marzo
en la Universidad de Nanterre. Protagonizada
por una contestación de la sociedad represiva,
impulsada por la reivindicación de liberación se-
xual, el ‘movimiento del 22 de marzo’, anti-auto-
ritaria y libertaria, expresa la aspiración al cam-
bio de toda una juventud de estudiantes… Es en
ese contexto de luchas renovadas y de ruptura
cultural que nace el movimiento de liberación de
mujeres”, es lo que puede leerse en el sitio de las
Éditions des Femmes.04 En los testimonios sobre
los años 1968-1971, recogidos posteriormente
por el grupo Psy et Po, los relatos giran en torno
de la toma de consciencia de ser una mujer en
04 No trataré aquí las controversias sobre la apropiación
por el grupo “Psy et Po” de las siglas MLF ni del objetivo
de ese sitio que parece el de construir un monumento a
Antoinette Fouque. Existen libros que han tratado sobre
dicha apropiación.
32
un mundo de hombres, la homosexualidad, el
estudio profundo de los textos, la alegría de en-
contrarse entre mujeres en lugares no mixtos. El
efecto “bumerán”, de la esclavitud y del colonia-
lismo, tan claramente denunciado por Aimé Cé-
saire en su Discurso sobre el colonialismo (1950),
no es tomado en cuenta. Empero, desde 1972 se
crean grupos de mujeres inmigrante o no france-
sas: mujeres brasileñas, latinoamericanas, ma-
rroquí (Châabane, 2008). En 1975, los debates de
mujeres en Guadalupe provocados por “El año
de la mujer” (declarado por la Naciones Unidas
en 1975) donde son discutidos: violencia contra
las mujeres, la lucha por la lengua criolla, nunca
son mencionados (Pineau y Abraham, 1998). En
1978, la “Coordinación de mujeres negras” se
crea y pone en cuestión el relato feminista blan-
co y propone analizar la intersección entre ser
mujer, ser negra, ser ex colonizada, ser lesbiana
y ser inmigrante. Pero no es sino hasta 1985 que
la revista Nouvelles questions féministes les de-
dica un número especial a las mujeres de las An-
tillas. En “La pluripaternité en Guadeloupe et en
Martinique”, las autoras refutan el discurso so-
bre la matrifocalidad y escriben que los “análisis
que privilegian las consecuencias de la pobreza
son más convincentes que las de ciertas gene-
ralizaciones psicosociológicas” (Charbit, Char-
bit, Bertrand, 1985). Muestran los sufrimientos
padecidos por las mujeres entrevistadas ante
“una situación casi insuperable” y una “realidad
implacable” producida por el desempleo, el se-
xismo y la soledad. Sin embargo, también mues-
tran que las mujeres lejos de ser pasivas, pues
saben concretizar las oportunidades, establecen
una solidaridad familiar. Pero estos estudios no
tuvieron un eco en el debate sobre lo que consti-
tuye la liberación de las mujeres.
A pesar de la existencia, durante los años
ochenta, de nuevos grupos feministas y de les-
bianas claramente comprometidos en la lucha
contra el racismo —Coordinación feminista
contra el racismo, Lesbianas internacionales—,
la creación de la casa de las mujeres en 1981,
o la publicación de obras sobre el imperialis-
mo francés, ¿cómo explicar que el análisis de
la instrumentalización de los derechos de las
mujeres en la postcolonialidad republicana y de
los departamentos de ultramar como espacio
de re-despliegue de la misión civilizatoria haya
quedado ausente? No cabe duda que hay que
tomar en consideración un conjunto de ele-
mentos: la política gubernamental socialista de
pacificación, el nacimiento de la islamofobia, el
lugar y el papel de los derechos de las mujeres
en las nuevas políticas imperialistas, el relato
sobre el nacimiento de las luchas de las muje-
res en Europa, las nuevas configuraciones del
nacionalismo, los puestos para ser ocupados en
estos nuevos dispositivos que ofrecen, sin gran
esfuerzo, la garantía de una cobertura mediáti-
ca y de una integración en las redes del poder,
la oferta hecha a los militantes no blancos de
puestos de poder y de gratificación financiera y
la retórica sobre la laicidad y la religión… No hay
que olvidar la reescritura sobre los radicalismos
presentes en 1968, la pacificación de los movi-
mientos que emergieron y el futuro de la nega-
ción como filosofía de vida. “El estilo renegado
contamina todo el pensamiento”, escribía en
1986 Guy Hocquenghem (2014: 28, 57), quien
describe un consenso fundado sobre el “re-
descubrimiento del neoliberalismo y, al mismo
tiempo, los encantos del poder de Estado, de la
razón de Estado…, la apología de lo nuclear en
nombre de la Democracia, la denuncia del paci-
fismo en nombre de la Paz, chantaje a Polonia y
a las dictaduras del Tercer mundo para valorizar
a Reagan, rehabilitar el pasado colonial”. Una
restauración es puesta en marcha.
La nacionalización del feminismo, la emergen-
cia de un fémonationalisme français,05 debe pues
ser analizado en su proceso. No fue espontáneo.
Se apoya sobre la supresión de las luchas femi-
nistas radicales en Francia, sobre los vínculos
05� El término fémonationalisme ha sido propuesto para
referir a las tentativas de los partidos de derecha de Eu-
ropa para integrar los ideales feministas en las campanas
anti-inmigrantes e islamofobicas. Para un análisis de di-
cho término véase Sara Farris (2013)

entre patriarcado, formación del Estado y colo-
nialismo, racismo e imperialismo. Partiendo del
caso específico del “Hexágono francés”, el aná-
lisis de la opresión de las mujeres francesas va a
comenzar de esta singularidad para universalizar
a todas las mujeres que habitan el espacio de la
postcolonia republicana. Las luchas de mujeres
por su liberación son expresadas en términos
de clase y género, los procesos de racialización
son ignorados. El combate por la liberalización
del aborto y en contra de la violación puede
entonces desplegarse sin que las políticas co-
loniales y racializadoras sean mencionadas.06
El fémonationalisme se beneficia del contexto
más general de creación de nuevos “enemigos”
de Occidente y de la integración de derechos de
las mujeres como arma ideológica de las “luchas
de civilización”. Repito, los grupos del MLF, o de
mujeres de la extrema izquierda y de la izquierda,
protestaron y participaron en la lucha contra el
franquismo, contra el imperialismo americano,
contra la extrema derecha italiana o contra la
dictadura en Grecia y, por tanto, apoyaron las
luchas obreras y de las mujeres inmigrantes. Pero
no pensaron que la liberación de las mujeres en
su íntimo vínculo con las luchas contra el impe-
rialismo francés y su racismo; soslayando la com-
prensión de cómo el imperialismo y el racismo
eran herramientas de poder sobre las mujeres
y sobres los hombres no blancos, asegurando
los privilegios de las mujeres blancas y de los
hombres blancos, los perpetuaron. La ignorancia
de la historia colonial y la convicción de poseer
una teoría universal de la emancipación de las
mujeres hicieron a las feministas insensibles a la
otredad, la cual se encuentra en el corazón del
patriarcado del Estado francés.
Las luchas de las mujeres de los años setenta
—menos “blancas” que los actuales análisis lo
piensan— proponen otra cartografía a partir de
la que se puede elaborar un feminismo desco-
lonial. La atención del Estado dada a las muje-
06� Analizo de manera más profunda este aspecto en
otra sede (Vergès, 2017).
res en los departamentos de ultramar sea para
discriminarlas, sea para asimilarlas, las contro-
versias sobre el velo en Francia o la longitud de
las faldas como “signos religiosos” son formas
de relación disciplinaria de la República hacia
las mujeres de las clases populares y racializa-
das. ¿Qué comparaciones se pueden establecer
entre los barrios populares del “Hexágono fran-
cés” y aquellos de ultramar?, ¿la evolución de
los departamentos de ultramar desde 1947 es-
clarece nuevamente las políticas de discrimina-
ción y de relegación en los barrios populares?,
¿de qué manera el análisis de la gestión del ol-
vido —como política de gestión de poblaciones
“inútiles” — contribuye al análisis descolonial?,
¿cómo imaginar nuevas redes de solidaridad
entre los oprimidos y los racializados de los
departamentos de ultramar y del “Hexágono
francés?, ¿cómo mostrar los vínculos entre el
fémonationalisme y la gestión brutal de las mu-
jeres migrantes trabajadoras?, ¿qué podemos
decir, en tanto feministas descoloniales, de la
racializacion y de la feminización del cuidado
(care)? De esta manera, debo confesar que
nunca hubiera creído ver en las calles de París
a tantas mujeres racializadas al cuidado de be-
bes y de niños blancos. Esta imagen perteneció
a mi infancia y adolescencia en un país donde
la post-colonialidad republicana perpetuaba un
racismo colonial, preservando los privilegios
como el acceso a una domesticación no-blanca.
Ver instalarse en el corazón de la ciudad prác-
ticas coloniales racializadas debería hacer visi-
ble inmediatamente la colonialidad del poder
republicano. Ahora bien, ¿qué escuchamos del
lado de las “feministas” que nos dan lecciones
de igualdad en los medios de comunicación? “El
velo, el velo, el velo”. Re-politizar el feminismo,
incluso descolonial, es realizar nuevamente
el análisis de la explotación racializada, de las
formas que hoy adquiere el capitalismo racial y
el patriarcalismo racial, es interrogar la fantasía
de un bienestar que descansa sobre la ceguera
de las condiciones de producción de una felici-
Françoise Vergès — Sociedad Abierta
dad ilusoria, es el rechazo a situarse en el terre-
no culturalista. m
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niques_du_MLF_premiers_articles_premiers_jour-
naux-931099.html
33
Sociedad Abierta — Franco Gamboa
Introducción
E
l análisis de los clásicos del marxismo en
el siglo XXI puede representar un traba-
jo que implica solamente una reflexión
alrededor de la historia de las ideas.
Sin embargo, también es posible reinterpretar
algunos postulados teóricos con el objetivo de
arrojar luces y comprender nuevos fenómenos,
tratando simultáneamente de superar los viejos
errores que refutaron a las teorías originales.
Si bien los supuestos principales del marxismo
como la determinación en última instancia de
la infraestructura económica, o la vanguardia
esencial y revolucionaria de la clase obrera, han
sido contradichos por la evolución histórica del
capitalismo contemporáneo, sus preocupacio-
nes sobre la lucha por el poder, permiten siem-
pre estar alertas desde una perspectiva crítica.
Este es el caso de las contribuciones teóricas
de Antonio Gramsci (1891-1937) que fueron
fundamentales para rechazar el determinismo
económico difundido por algunas tendencias
del marxismo dogmático. Gramsci facilita la
identificación de un conjunto de características
específicas en la esfera del Estado y la sociedad
civil, dando nacimiento a un debate sobre el
concepto de hegemonía junto a las particulari-
dades de lo político: la verdadera razón de ser
para la captura del poder.
34
La hegemonía es un proceso simbólico-político
envolvente que hoy día se caracteriza por con-
vertir a la cultura en el tejido sutil de la propagan-
da política y en los condicionantes ideológicos
de la persuasión, en una época de democracia
de masas. Asimismo, la hegemonía dentro del
capitalismo postindustrial se transforma en un
tipo de acción estratégica para obtener el poder,
conservarlo y efectivizarlo a través de consensos
y procesos de comunicación políticos, con el fin
de convertir al liderazgo fuerte en el vencedor,
aliándose incluso con las fuerzas derrotadas del
campo político. En teoría, Gramsci permite pen-
sar en la posibilidad de que no haya perdedores
o derrotados absolutos, sino que sus tesis sobre
la hegemonía como aquella combinación entre
consenso y coerción, podrían convertir al teóri-
co italiano en el maestro del consenso y articula-
dor de fuerzas que requiere la dominación para
ser más eficaz y perdurable.
También se pueden considerar otros aspec-
tos respecto a cuán útiles son las perspectivas
críticas que inauguraron los denominados gran-
des pensadores de la revolución comunista,
para seguir cuestionando nuestra contempora-
neidad política. Si bien las diferentes versiones
del marxismo-leninismo están devaluadas en
la actualidad debido a la desaparición de la ex
Unión Soviética y todo el orbe socialista de Eu-
ropa del Este, algunas orientaciones crítico-ana-
líticas de autores como Gramsci, todavía man-
tienen plena vigencia, en el sentido de invitar a
los líderes políticos, partidos y movimientos so-
ciales, a pensar procesos muy complejos como
las raíces en las que prospera la dominación, o
las estructuras ideológicas que abarcan la cons-
trucción de hegemonías expansivas en los sis-
temas políticos democráticos, sobre todo en la
era de la explosión de influencias trascedentes
como la televisión, el entretenimiento, la infor-
mación masiva y las redes sociales del internet.
Una estrategia que busca la hegemonía, exi-
ge convertir a la comunicación política con los
dominados y sujetos subalternos en un proce-
so educativo y, al mismo tiempo, transaccional
para lograr legitimidad o aceptación. Esto quie-
re decir que cualquier grupo dominado podrá
negociar con el actor dominante a cambio de
subsistir en la lucha política. La finalidad de toda
lucha hegemónica es obtener un equilibrio de
consensos para consolidar las estructuras del
poder en ejercicio que requieren el Estado,
el líder o el partido fuerte. Un partido político
eficaz es el llamado “príncipe moderno” de Ma-
quiavelo; es decir, una organización eficiente y
con una burocracia dirigente capaz de imponer

la autoridad legítima por medio de intelectuales
que representan una especie de cerebro en me-
dio del conflicto de clases.
A pesar de las dificultades interpretati-
vas que tienen todos los textos teóricos de
Gramsci debido a su fragmentación, ausencia
de sistematización y los problemas para tener
una imagen completa de su pensamiento, los
aportes respecto al concepto de hegemonía son
muy convincentes. Permiten comprender que
la cultura y la sociedad se desarrollan a través
del entrelazamiento de diversos códigos de
significaciones, interpretaciones y construcción
colectiva de la dominación, otorgando sentido y
una mejor comprensión a todo lo que el hombre
puede desarrollar en su vida social.
En las ciencias sociales, siempre llama la
atención el desarrollo de la cultura como aquel
entramado simbólico que no se reduce a meras
prácticas discursivas o entretenimientos míti-
cos. Los horizontes simbólico-culturales tienen
su propia especificidad, su propia vida y autono-
mía que dan significado a todo lo que hacemos
en las luchas sociales y políticas. Aquí ingresa la
hegemonía como un ordenador de significados,
de discursos y de comunicaciones para articular
esfuerzos y constituir la autoridad intelectual en
un flujo constante de conexiones entre el Estado
Antonio Gramsci, la hegemonía
como arena de lo político
por Franco Gamboa Rocabado
Sociólogo Político. Doctor en Gestión Pública y Relaciones
Internacionales. Miembro de Yale World Fellows Program.
y la sociedad civil. Es por esto que la hegemonía
no está conformada únicamente por la ideolo-
gía, ni ésta desaparece cuando se consolida el
predominio de un actor político hegemónico.
Aquellas visiones del marxismo (mecanicista
y ortodoxo) que, gracias a la extensión acrítica
de la teoría del reflejo a las ciencias sociales,
reducían todo análisis a los procesos materia-
les de producción, terminaron por esconder y
abandonar en la oscuridad los fenómenos co-
múnmente conocidos como simbólicos o supe-
restructuras político-estatales. Gramsci puede
ser resucitado justamente con el objetivo de
realizar una lectura profunda de los fenómenos
hegemónicos, sobre todo relacionados con la
producción político-cultural y una serie de pro-
cesos de información-comunicación masivos
que hoy en día son bastante prestigiosos, como
las campañas políticas, el desarrollo de la opi-
nión pública y las estrategias para manufacturar
consensos en las democracias modernas.
Es en el horizonte del conjunto problemático
del Estado, su legitimación ante la sociedad, lo
político como campo de lucha y reconciliación,
así como dentro de la cultura, que se desenvuel-
ven los estudios de la hegemonía. En el trata-
miento de estas temáticas, Gramsci reflexiona
respecto a cuál sería la identidad de lo político,
Franco Gamboa — Sociedad Abierta
como espacio propio de conocimiento, cons-
trucción de objetos de estudio particulares y
terreno para disputar el poder por medio de un
uso imaginativo del saber y las ideas, aplicado a
la praxis organizacional revolucionaria. La ideo-
logía como una estructura de significaciones,
conduce a las formas hegemónicas de la políti-
ca, transformándose así en los sutiles basamen-
tos de la dominación estatal en toda sociedad.
Por consiguiente, el horizonte de visibilidad teó-
rico para el pensamiento político le debe mucho
a las reflexiones gramscianas sobre la hegemo-
nía y las formas simbólicas de la dominación
sutil. En suma, Gramsci es aquel maestro que
nos hizo entender que la política no es el arte de
lo posible, sino la fuerza intelectual del partido
y la conciencia que éste desarrolla para hacerle
ver al sujeto dominado que no hay otra forma
de obedecer, sino estar convencido de acatar la
autoridad en una comunicación y concertación
con los más fuertes.
Las múltiples facetas de la hegemonía
Las relaciones entre el Estado y la sociedad civil
siempre implican un grado de desarrollo de la
hegemonía; es decir, los patrones políticos que
35
Sociedad Abierta — Franco Gamboa
caracterizan a las estructuras estatales se origi-
nan y asientan en la sociedad, mientras que ésta
responde y se subordina al Estado gracias a las
directrices del poder que éste produce al utilizar
los mecanismos funcionales de la hegemonía. El
Estado y la sociedad civil son una continuidad
de mutua determinación e interdependencia
(Gramsci, 1988: 309-316, 353-354).
En esta medida, al precisar el concepto de
Estado, Gramsci entiende a éste como “un
equilibrio entre la sociedad política (dictadu-
ra-coerción) y sociedad civil (hegemonía-insti-
tuciones). Así, se desemboca en un Aparato de
Hegemonía de Clase (AHC) que abarca la educa-
ción, cultura, iglesia y vida cotidiana (inclusive
afecta a los nombres de las calles)” (Buci-Gluc-
ksmann, 1988: 35). El concepto de hegemonía
se entiende como una cadena total, capaz
de abarcar y penetrar muchas dimensiones
de la vida colectiva. Aunque Gramsci está
preocupado por cómo obtener la eficacia
hegemónica de la clase social por la cual lucha:
el proletariado, sus análisis se extienden a
estudiar la hegemonía como un hecho que
incumbe a las clases dominantes y dominadas.
Es por esto que la hegemonía también es de
vital interés para la clase dominante, en caso
de que ésta desee mantener un equilibrio
conservador a su favor, deteniendo el avance
de las fuerzas antisistémicas y tratando de
fomentar un consenso alrededor del statu quo.
Sus propuestas teóricas intentan extenderse
a los rasgos generales de la hegemonía como
un instrumento general de dominación en todo
momento histórico, sobre todo por medio de
la conformación de un partido político, capaz
de organizarse en una forma eficiente hasta
imponerse hegemónicamente. Para Gramsci,
la posibilidad de actuar con estrategias
que utilizan el conocimiento por medio de
una guerra de posiciones o de movimiento,
claramente define al partido como el príncipe
moderno (Gramsci, 1980).
La hegemonía no llega a constituirse
como tal por sí misma, es decir, por la acción
36
omnipotente de las estructuras de una sociedad,
sean éstas políticas, ideológicas o económicas.
La hegemonía está alimentada por prácticas
concretas de sujetos sociales concretos.
Estos sujetos son los intelectuales. Gramsci
trata de entenderlos a partir de su función
social, destacando la acción de un intelectual
colectivo y no individualmente considerado.
Los intelectuales deberían ser comprendidos,
además, desde una aproximación institucional
que conduce hacia los diferentes aparatos en
los cuales se sitúan los hombres de ideas para
ejercer sus roles sociales, contribuyendo así a
reproducir la dominación en toda sociedad.
En Gramsci, el concepto de intelectual sufre
una ampliación pues se extiende hacia una
red de ordenadores funcionales del sistema
social. No se podrá considerar, entonces,
como intelectual solamente al individuo que
desarrolla una actividad de estudio o ligada
a la esfera de la pluma, sino que, cuando se
privilegia la función social ampliada de los
intelectuales, es fundamental entender los
“elementos de cohesión social de un bloque
de fuerzas, donde los intelectuales tienen
la función de organizar la hegemonía social
de un grupo y su dominación estatal” (Buci-
Glucksmann, 1988: 51).
Algunas preguntas de investigación que
Gramsci formuló, por ejemplo, fueron:
¿cuáles serían los intelectuales que han
generado y todavía generan las bases para las
nuevas construcciones ideológicas?, ¿cómo
funcionan los intelectuales según los ámbitos
institucionales del Estado y de la sociedad civil?
Las ideas sobre hegemonía e intelectuales nos
obligan a observar el papel de las universidades,
las condiciones en que se producen los
conocimientos y la información, los empresarios
privados que apoyan la difusión de ideas a su
favor por medio de mecenazgos, aquellos que
toman las decisiones burocráticas dentro del
Estado a través de políticas educativas y los
líderes de opinión que operan dentro de los
medios masivos de comunicación.
El trabajo ideológico de los intelectuales se en-
marca en los límites que conforman un tipo de
voluntad colectiva como parte de un proyecto
hegemónico para consolidar la dominación den-
tro de la sociedad o la lucha para tomar el po-
der. La construcción de voluntades colectivas se
expresa en las necesidades y expectativas para
construir el orden político o social, en la nece-
sidad de reducir los espacios de incertidumbre
para generar confianza en los seguidores y en
los dominados, o en la necesidad de revalorizar
la libertad política para unificar ideas y actuar
con una estrategia definida que permita la cap-
tura de los espacios de poder. Gramsci está muy
vigente para estudiar ¿cuáles han sido o serían
los actores-productores de hegemonía en las
sociedades contemporáneas?
La acción hegemónica dentro la sociedad
partiría de un conjunto de actores-productores
de hegemonía, donde destaca el intelectual
colectivo, en busca de una singular voluntad
también colectiva que debe instaurarse al
interior de la sociedad para que la dominación-
dirección de la sociedad política o Estado
pueda ser ejercida de manera eficaz. Desde
esta visión, la sociedad civil se tiñe del Estado,
así como también éste se tiñe de sociedad
civil, gracias a la hegemonía y un conjunto
de acciones hegemónicas que despliegan los
actores encargados de asegurar la dominación
estatal con el trabajo de un grupo articulador
de consensos.
Las preocupaciones gramscianas trataron de
ensamblar al intelectual ideólogo, meramente
académico y reproductor de la dominación, con el
intelectual orgánico que se afinque en el partido
vanguardista: en el del proletariado. Éste tendría
que ser capaz de extender sus brazos hacia todo
el ser social, provocando así la acción totalizadora
del intelectual colectivo, como verdadero
organizador de las masas. Es la búsqueda
permanente de un constructor persuasor que
desarrolla los procesos hegemónicos.
Los análisis de Gramsci buscaban desarrollar
de manera compacta al grupo dominante de

los intelectuales, los mismos que deberán ser:
intelectuales políticos, científicos dirigentes,
organizadores con ideas especializadas y
formación política que diseminen la lucha
política en todas las funciones inherentes
al desarrollo orgánico de la sociedad plena.
Estas reflexiones tienen, sin embargo, una
limitación: el accionar del partido vanguardia y
de los intelectuales ligados a una organización
de carácter casi omnisciente. De aquí que las
propuestas teóricas gramscianas retomen las
posturas leninistas sobre un partido esclarecido,
elitista y emancipador al mismo tiempo.
El problema del intelectual constructor de
persuasiones y organizador de las conductas
en la sociedad, también se extiende hacia otros
ámbitos que rebasan los límites de un partido
de clase. Las acciones hegemónicas se asientan
en una red institucional que agrupa tanto a
intelectuales políticos como a intelectuales
formadores de opinión pública en la sociedad;
es decir, la función social del intelectual
tiene su máxima expresión en estructuras
institucionales de mediación entre la sociedad
civil y el Estado, no únicamente en los términos
de un partido vanguardista. El concepto de
aparatos de hegemonía, por lo tanto, va más
allá de los objetivos leninistas.
En las sociedades contemporáneas, el
intelectual orgánico adquiere cuerpo colectivo
en acciones institucionales que se extienden
hacia los medios de comunicación social y
hacia los formadores de opinión pública,
a las universidades, escuelas, centros de
investigación y círculos artísticos, los cuales no
son simples tentáculos del partido de clase. El
intelectual colectivo cobraría cuerpo en una
densa red de estructuras de mediación entre la
sociedad y el sistema político, entendido éste
como el espacio donde se producen decisiones
vinculantes para toda la sociedad.
Utilizando las reflexiones gramscianas,
puede afirmarse que la acción hegemónica se
teje a partir del sistema político, el mismo que
tampoco opera con acciones omnipotentes que
desechan la acción de otros sujetos sociales,
además de los intelectuales. Los patrones
hegemónicos son forjados por los movimientos
sociales, por intelectuales que traspasan los
límites de un partido vanguardista de clase y
por un conjunto de aparatos institucionales que
actúan dentro del sistema político.
Según Gramsci, la hegemonía que ensambla
la sociedad civil con el Estado, crea una especie
de óptimo equilibrio social y también ensambla
en una sola totalidad la infraestructura
económica con la superestructura político-
ideológica. De esta manera, puede observarse
cómo “una clase en el poder es hegemónica
porque hace avanzar al conjunto de la sociedad:
su perspectiva es universalista y no arbitraria.
El momento de la arbitrariedad, el recurso a
las formas más directas o más disimuladas de
autoritarismo, de coerción, marcan una crisis
larvada de hegemonía” (Buci-Glucksmann,
1988: 77-78).
Se forma de este modo una especie de pares
contradictorios en el pensamiento gramsciano;
o sea, un polo de la hegemonía como visión
universal y otro polo con la hegemonía en
crisis. Nos encontramos con una teoría de
la hegemonía que no puede entenderse
sin su otra mitad: una teoría de la crisis de
hegemonía. Una teoría de la integración
con su correlato de contra-respuesta: la
desintegración y el consiguiente levantamiento
de otra clase hegemónica. Gramsci contribuye
a la investigación del agotamiento de distintos
modelos hegemónicos, junto con el surgimiento
de otros nuevos en la sociedad, la economía y
los patrones simbólico-culturales.
Las nuevas formas de hegemonía tienen
lugar a partir de la ruptura interior de una vieja
perspectiva universalista que ya no da sentido
a las prácticas humanas, encerrándose en la
arbitrariedad de una sociedad fragmentada,
en la cual se da paso a la aparición de
conflictos que se encapsulan en sí mismos,
con diversos grupos asumiendo actitudes de
víctimas y victimarios.
Franco Gamboa — Sociedad Abierta
La hegemonía representa una forma de
organización de masas que hace suya a la
ideología en su función de legitimación del
poder y en su validez psicológica que forma
el terreno en el cual los hombres entienden
el mundo. Toda una estructura de códigos y
significaciones que forman verdaderos mapas
del mundo social y sobre los cuales los hombres
ordenan su conducta (Geertz, 1987).
Estos mapas son para Gramsci ideologías
orgánicas y, por lo tanto, podemos distinguir la
ideología como representaciones mentales par-
ticulares de cada grupo o actor social. La hege-
monía como praxis política de los diferentes gru-
pos sociales es utilizada en función de imponer e
irradiar su propia ideología, imposición no nece-
sariamente violenta, sino que resulta de las sut-
ilezas de la competencia discursiva al interior de
la sociedad civil. En la cultura como una totalidad
de significaciones surgen distintos sentidos para
las prácticas humanas colectivas, convirtiéndose
en el escenario de luchas hegemónicas.
Los principios articuladores en el
funcionamiento de la hegemonía
La discusión gramsciana considera el funciona-
miento de la hegemonía como la “creación de
una síntesis muy elevada de la dirección y de la
ideología (fusión de objetivos e intereses de las
clases aliadas y dominadas a los de la clase do-
minante) de modo que todos sus elementos se
funden en una voluntad colectiva que se consti-
tuye en el nuevo protagonista de la acción po-
lítica y funciona como sujeto político mientras
dura esa hegemonía” (Mouffe, 1986: 35).
Por consiguiente, de lo que se trata es de des-
entrañar un principio articulador que permita
establecer una verdadera dirección intelectual
y moral de trascendencia universalista al inte-
rior de la sociedad civil. La lucha ideológica en-
tra aquí en su pleno contenido, lo cual no quiere
decir que cierta lógica militar destruya las viejas
formas de hegemonía porque el nuevo principio
37
Sociedad Abierta — Franco Gamboa
unificador actúa como un recodificador que
orienta a las viejas éticas —patrones de valores,
conductas, visiones del mundo y conceptos mo-
rales de la sociedad— hacia el nuevo horizonte
de significaciones y de legitimación en un po-
der constituido, del cual está cargado el nuevo
aparato de hegemonía, entendido éste como la
madeja institucional que coadyuva al sistema
político para asegurar la dominación-dirección,
con el objetivo de estrechar los lazos entre la
sociedad civil y la sociedad política.
La importancia de la reforma intelectual
y moral descansa en el hecho de que la hege-
monía de una clase fundamental consiste en
la creación de una voluntad colectiva (sobre la
base de una visión del mundo) común, es decir,
compartida, que servirá de principio unificador
en el cual se fusionan la clase hegemónica y sus
aliados para formar un hombre colectivo. El pro-
blema de la hegemonía va más allá de la teoría
de los pactos o los consensos en diversos enfo-
ques sistémicos. No se reduce a una teoría de
juegos en la cual las reglas de pactos unificado-
res son lo más importante, sino que trasciende
hacia terrenos discursivos complejos que cons-
truyen y deconstruyen los grupos en conflicto al
interior de la sociedad.
Una de las exégesis del pensamiento
gramsciano, permite comprender a la hegemo-
nía como una acción cultural-social que institu-
ye un conjunto de principios unificadores, los
cuales operan a través de la ideología donde
se forma esa voluntad colectiva, puesto que su
existencia misma depende de la creación de una
unidad ideológica que servirá de cemento.
Por otra parte, de aquí puede deducirse la im-
portancia del momento cultural aún en las activi-
dades prácticas (colectivas): cada acto histórico
produce inevitablemente el hombre colectivo,
es decir, presupone la obtención de una unidad
cultural-social por medio de la cual se fusionan
en un solo objetivo una multiplicidad de volun-
tades dispares con objetivos heterogéneos, so-
bre la base de una orgánica (idéntica) visión del
38
mundo. Los codificadores que traen los nuevos
proyectos hegemónicos son los que determinan
el clima cultural de dominación en cada época.
Conclusiones
Algunas interpretaciones sobre la hegemonía
pusieron énfasis en la articulación de la so-
ciedad, bajo una nueva dirección intelectual y
moral, como si se tratara de una estrategia de
alianza de clases, obscureciendo así la confron-
tación de los actores sociales al interior de la
sociedad civil. Estos no son simples autómatas
que sirven como puntales en la dominación de
una clase dominante que posee todas las inicia-
tivas. Existe una pugna muy compleja, en la cual
los procesos hegemónicos van construyendo
nuevos grupos sociales dominantes y destru-
yendo otros, forjándose así nuevas identidades
colectivas y aplacando las viejas.
La hegemonía no es, por consiguiente, una
relación de alianza entre agentes sociales
pre-constituidos, sino el principio mismo de
constitución de dichos agentes sociales. En este
proceso, los sujetos sociales van siendo some-
tidos a una suerte de destilación en la autoi-
magen que poseen de sí mismos, modificando
sus representaciones mentales (actitudes) y
removiendo sus principios de dos visiones, los
mismos que oponen un grupo social contra
otro. En la medida en que hay transformaciones
hegemónicas en la sociedad cambia también la
identidad de los agentes sociales.
La forma hegemónica que tiene la política,
supone además la desarticulación y rearticula-
ción de posiciones (agentes sociales o sujetos),
dándose lugar primordial a la acción política
que también buscará asegurar la reproducción
social. Los sujetos sociales y políticos no son
definidos solamente por su posición en la es-
tructura social de producción, tienen diversos
componentes o realidades pluridimensionales
que colocan a los sujetos en posiciones especia-
les al interior de la sociedad, de acuerdo a las
prácticas que los mismos realizan en la vida co-
tidiana, como en espacios precisos que también
exigen funciones precisas.
Los procesos de acción hegemónica reorde-
nan muchos de estos intersticios sociales donde
tiene lugar la acción de los sujetos sociales. Por
otra parte, estos procesos suponen una condi-
ción importante: que el proceso de articulación
de posiciones se verifique bajo formas consen-
suales, es decir, como proceso objetivo de cons-
titución de nuevos sujetos. De esta manera,
la forma hegemónica de la política exigiría es-
fuerzos prácticos muy grandes porque la cons-
titución política de nuevos actores y nuevas
identidades, no se desarrolla con simples pro-
posiciones desiderativas o buenas intenciones.
La acción hegemónica inaugura toda una
nueva época en el devenir histórico de una socie-
dad. El caso latinoamericano ofrece interesantes
ejemplos históricos acerca de la disolución de
muchos sujetos sociales, uno de los cuales es la
crisis y ruptura que sufrió el movimiento obrero y
los proyectos utópico-revolucionarios de izquier-
da, los mismos que dejaron de ocupar, además,
una de sus posiciones más trascendentales en la
historia del continente: las posiciones de actores
sociales y políticos al mismo tiempo.
El fortalecimiento del sistema de partidos
en la actualidad democrática, exige la identifi-
cación de proyectos hegemónicos, en la medida
en que toda estrategia de poder implica la po-
sibilidad de articular consensos entre las clases
dominantes y subordinadas. Dicho consenso
está previamente influido por principios pro-
ductores de hegemonía que se irradian en las
actuales sociedades de la información para la
constitución de nuevos actores. La hegemonía
permite hacer política mediante la construcción
de demandas, el desarrollo de estrategias para
generar conflictos, incluso la diseminación de
todo tipo de comunicación política, con el fin de
buscar posibilidades de consentimiento en las
decisiones y toda lucha por el poder.

Algunos rasgos de la hegemonía, hoy pueden
ser encontrados en la posición privilegiada que
tienen los partidos al interior de los sistemas
políticos. Lo más complejo de analizar gira en
torno a cuál es la forma hegemónica que des-
pliegan los partidos para ser aceptados o recha-
zados por la sociedad civil. Asimismo, diferentes
clases sociales, grupos organizados en la socie-
dad y la inmensa red de medios de comunica-
ción e información provocan, objetivamente,
luchas ideológicas al tratar de imponer sus pro-
pios proyectos de reforma intelectual y moral.
La hegemonía no sólo posee formas consensua-
les dentro de una cultura política democrática,
sino que también siembra las raíces para el
enfrentamiento, para destruir la dominación de
los poderosos, razón por la cual, Gramsci puede
ser utilizado por tendencias revolucionarias y
paralelamente conservadoras.
Discutir las implicaciones y vigencia de la
hegemonía en los sistemas democráticos es
fundamental. Una vez más, Antonio Gramsci se
convierte en el autor marxista que consideraba
la hegemonía como la creación de una síntesis
muy elevada de dirección y predominio ideo-
lógico; es decir, una fusión de objetivos e inte-
reses de las clases aliadas y dominadas con los
intereses de la clase dominante. La hegemonía
hace que todos sus factores ideológicos y de
poder se articulen en una voluntad colectiva,
convirtiéndose en el nuevo protagonista, con la
fuerza de aplicar transformaciones y ejecutar la
revolución, mientras dura el proceso envolven-
te de la hegemonía.
La hegemonía en los sistemas democráticos
es un reto, tanto estratégico como gerencial
para deliberar, convencer, aplacar conflictos
desestabilizadores y refundar la autoridad es-
tatal controlando todo tipo de cambios. Para
la hegemonía, el Estado podría ser entendido
desde el punto de vista cibernético. El proyecto
hegemónico equivale a saber modelar y dirigir
el Estado como un verdadero cerebro sociopo-
lítico. El problema radica en la existencia, de
forma explícita o implícita, de un choque entre
varios proyectos hegemónicos; es decir, de ac-
tores, partidos y movimientos sociales que se
expresan, de manera pluralista, en las democra-
cias competitivas.
Es importante desentrañar cuáles son los
principios articuladores de cualquier proyecto
hegemónico, sean éstos autoritarios, donde
se trata de imponer cualquier orientación por
la fuerza; totalitarios, que aplican la violencia
y el genocidio; deliberantes, en los cuales re-
salta el combate de argumentos; y legitimado-
res, que utilizan recursos tecnológicos donde
dominan los medios de comunicación, la pro-
paganda y el pragmatismo para convencer a la
opinión pública por medio de ficciones discur-
sivas momentáneas.
Toda hegemonía, debido a su raíz política de
conducción estratégica y guía estatal que une
coerción y consenso, debe establecer una ver-
dadera renovación intelectual, simbólica y pro-
positiva, cuya finalidad es convertirse en nuevas
opciones de vida y tareas políticas con visiones
universalistas al interior de la sociedad civil.
En la actualidad, una hegemonía es la capaci-
dad para imaginar ideas, llevarlas a la práctica,
generar consentimientos, persuadir, negociar y
lograr que las clases dominantes y dominadas
confíen mutuamente en un trayecto de bene-
ficios colectivos. La hegemonía valora mucho a
las ideas científicas, políticas, artísticas y prácti-
cas culturales, pues toda lucha ideológica entra
en su pleno contenido por medio del debate de
diversas proposiciones.
Sin embargo, la hegemonía también impli-
ca cierta lógica militar para destruir las viejas
formas de dominación porque los nuevos prin-
cipios unificadores tratan de llegar a ser otra
brújula que reorienta a las viejas conductas,
creencias y concepciones éticas. La hegemonía
tiene contenidos democráticos pero también
autoritarios. ¿Será el régimen democrático, en
el fondo, una mezcla entre tolerancia y lucha a
muerte por obtener una nueva matriz cultural
Franco Gamboa — Sociedad Abierta
y estatal? La democracia exige que toda idea
sea discutida, cuestionada y relativizada, favo-
reciendo diferentes estructuras de significados
y legitimación. Al mismo tiempo, la democracia
busca ser un orden social fuerte que sobreviva a
los conflictos disgregadores.
Los conflictos giran en torno a las intencio-
nes que tienen los proyectos hegemónicos para
convertirse en un poder constituido, controlar
el Estado y generar nuevos aparatos de hege-
monía. Éstos son un conjunto de mecanismos
institucionales que contribuyen al sistema polí-
tico para asegurar la dominación-dirección, tra-
tando de estrechar los lazos entre la sociedad
civil y el Estado que debe hacerse reconocer
como autoridad coercitiva para su reproducción
como poder dominante.
La importancia de las ideas y las estrate-
gias para constituir un orden con autoridad
que no dude en utilizar la violencia cuando así
se necesite, tendrían que reflejarse también
en una robusta metamorfosis intelectual y
moral. Hegemonía y democracia parecen ser
compatibles con aquellas revoluciones simbó-
lico-políticas que requieren grandes reformas
educativas, culturales, mentales, institucio-
nales y militares. De otro modo, las ilusiones
hegemónicas se congelan en la violencia e im-
posiciones instrumentales sin sentido. m
Referencias
Buci-Glucksmann, C. (1988), Gramsci y el Estado: hacia
una teoría materialista de la filosofía, México, Siglo
XXI Editores.
Geertz, C. (1987), La interpretación de las culturas, Ma-
drid, Gedisa.
Gramsci, A. (1980), Notas sobre Maquiavelo, sobre la
política y sobre el Estado moderno, Madrid, Nueva
Visión.
Gramsci, A. (1988), Antología, México, Siglo XXI Editores.
Mouffe, C. (1986), “Hegemonía e ideología en Gramsci”,
Autodeterminación, núm. 1.
39
Sociedad Abierta — Cortés y Melgarejo
por Jorge David Cortés
Moreno y David
Melgarejo Calva
Instituto de Ciencias del
Gobierno y Desarrollo
Estratégico de la BUAP.
Introducción
E
l artículo es un ejercicio de comparación
de la publicidad política electoral nega-
tiva entre México y Estados Unidos en
2012, a partir del análisis de los spots
televisivos emitidos de manera oficial en las
campañas electorales de ambos países. Es un
trabajo de comparación, elaborado por medio
del análisis de contenido, que identifica la forma
en que la publicidad política electoral se modifi-
ca dentro de un sistema de radiodifusión con ca-
racterísticas similares, exponiendo los hallazgos
principales de la comparación realizada.
Así pues, las campañas negativas en Estados
Unidos datan desde hace más de medio siglo,
cuando en 1964 —durante la campaña entre
Lyndon B. Johnson contra Barry Goldwater— se
realizó un anuncio, transmitido una sola vez —el
“Daisy spot” —, al cual se le considera el pri-
mero de tipo negativo realizado en televisión, y
que después sería replicado en diversas partes
del mundo, dado el impacto que tuvo como es-
trategia electoral.
En el caso mexicano, las campañas negativas
son recientes, pues apenas tienen dos décadas
en el sistema político. En todo caso, 2006 fue el
parteaguas, considerando que las elecciones de
40
aquel año se caracterizaron por intensificar los
recursos publicitarios en el terreno televisivo,
mediante asociaciones de los candidatos con
personajes, situaciones y escenarios negativos.
Así, nació el interés por analizar la publicidad
negativa, pues en ambos países ha sido un recur-
so frecuente, pese a tener dos sistemas de radio-
difusión distintos, solo que en Estados Unidos se
trata de un recurso publicitario recurrente en las
campañas presidenciales, donde las leyes elec-
torales no han tratado de limitar su producción,
como en el caso mexicano. En Estados Unidos
el sistema de radiodifusión es comercial y en
México en un primer momento fue dual; tras las
reformas electorales de 2007, se convirtió en un
sistema de radiodifusión público.
La construcción del mensaje
Los académicos señalan un consenso en el sen-
tido que el sistema de radiodifusión influye en
la construcción del mensaje, pues la principal
diferencia en los sistemas de radiodifusión es la
forma en la que se adquiere la publicidad, la cual
puede ser a través de la compra o de la asignación
de tiempo gratuita a través del Estado, donde se
tiene la premisa general de que esta particulari-
dad impacta en la estructura de la publicidad polí-
tica, y de manera específica, de la negativa.
En un primer acercamiento, se puede apre-
ciar que el sistema de radiodifusión comercial
permite que haya una mayor producción de pu-
blicidad negativa, pero además parece ser dife-
rente la forma en la que se estructura dicha pu-
blicidad en un sistema de radiodifusión frente
al otro; así, el trabajo que se resume, coadyuva
en la explicación del como la publicidad política
negativa en su formato de spot, muta en los sis-
temas de radiodifusión analizados.
Para entender los diferentes sistemas de
comunicación electoral, así como la relación
con los sistemas de radiodifusión, la teoría de
la economía política crítica brinda el marco ne-
cesario. Por ello, es necesario tomar en cuenta
algunas cuestiones respecto al uso de la publi-
cidad política.
El punto neurálgico de la economía crítica su-
giere que la publicidad política sólo aparece en
sistemas en los que la distribución del poder po-
lítico es impugnada y determinada en elecciones
y en la que los partidos o candidatos compiten
 Cortés y Melgarejo — Sociedad Abierta

Campañas negativas
en Estados Unidos
y México: estudio
comparativo de los
spots televisivos

entre sí. La publicidad política está condicionada,
tanto por el sistema de partidos, así como por el
sistema político y económico; por ello, la anterior
condición deriva en un interés por parte de los
líderes políticos en el uso de las comunicaciones,
tales como la publicidad política, ya que provee
las condiciones controladas y no mediadas que
mejor sirven a sus intereses de campaña.
Sin embargo, a pesar de que cada partido o
candidato puede controlar el contenido en la
publicidad televisiva, esta cambia entre países,
debido a la diferente relación entre elementos
sistémicos, lo cual a su vez determina el tipo de
sistema de radiodifusión que se utiliza y éste
condiciona la estructura bajo la cual la publici-
dad política se presenta.
La relación que hay entre la publicidad políti-
ca y como se presenta a los electores está dada
en sus condiciones históricas, las cuales han
moldeado el sistema político de cada país, así
como su sistema de partidos. Esto ha permitido
que se generen modelos de comunicación elec-
toral muy diversos pero que tienen en común el
uso del sistema de radiodifusión, el cual, al per-
tenecer a las industrias de comunicación, condi-
ciona la forma en que se presenta la publicidad
política, siendo una condicionante debida a la
relación entre la política y la economía, o entre
el Estado y la industria de las comunicaciones,
tal y como la economía política critica lo afirma.
Los sistemas de radiodifusión
Establecido lo anterior y de acuerdo a diversos
autores, los sistemas de radiodifusión que exis-
ten o que se pueden reconocer son tres: 1) Los
sistemas de radiodifusión comerciales, donde el
tiempo para la publicidad política se compra a
través de los diferentes medios; 2) Los sistemas
de radiodifusión públicos, que son aquellos don-
de el tiempo para publicidad política se otorga a
través del Estado, de manera gratuita; y 3) Los
sistemas de radiodifusión duales, en los que el
Estado otorga de manera gratuita los tiempos
para publicidad política, pero también se puede
adquirir más tiempo a través de la compra.
Por otra parte, el modelo de comunicación
política dicta las reglas y las pautas para que la
publicidad política se emita dentro del sistema
de radiodifusión; sin embargo, resulta pertinen-
te resaltar que en la literatura estadounidense el
término “Broadcasting System” hace referencia
netamente al modelo de comunicación política.
La comparación de spots en este trabajo es
entre México y Estados Unidos en las campañas
de 2012, bajo la premisa de que ambos tienen
dos sistemas de radiodifusión distintos: el pri-
mero tiene un sistema de radiodifusión público,
mientras que el segundo tiene un sistema de
radiodifusión comercial. Se analizaron todos
los spots que se emitieron de manera oficial y
se procedió a filtrar entre positivos y negati-
vos. Posteriormente, se realizó un análisis de
contenido de los spots negativos; para ello se
desarrolló un libro de códigos que permitiera
identificar cuáles son las principales diferencias
entre los spots de cada sistema o de cada país,
donde se presentan los hallazgos (Tabla 1).
Se puede observar la existencia de una ma-
yor producción de spots negativos en Estados
Unidos respecto a México. Una vez codificados
los spots negativos, las diferencias más relevan-
tes que se muestran en la Tabla 2.
La tabla dos, ejemplifica que los formatos
que se utilizan tanto en México como en Esta-
dos Unidos varían sustancialmente, mientras
que en el caso del cinema verité se utiliza muy

41
Sociedad Abierta — Cortés y Melgarejo

Tabla 1. Distribución de los spots en México y Estados Unidos.

México EUA

Spots negativos 34 151

Spots positivos 151 56

Total de spots 185 207

Tabla 2. Formato del spot

Sistema de Radiodifusión

Formato del Spot México EEUU

N % N %

Cinema Verité 3 8.8% 44 28.6%

Anuncios Documentales o Bio Spot 21 61.8% 50 32.5%

Anuncio del Hombre de la calle 1 2.9% 14 9.1%

Anuncios testimoniales 7 20.6% 4 2.6%

Noticiero 2 5.9% 42 27.3%

42
 Cortés y Melgarejo — Sociedad Abierta

poco en México —8.8 por ciento—; en el caso
de Estados Unidos, esta cifra asciende en un 20
por ciento y esta misma diferencia sustancial se
puede encontrar en los demás formatos.
En el caso del formato documental o “Bío
spot”, la diferencia es notoria ya que, en Estados
Unidos el 32.5 por ciento de las piezas utilizan
este formato y en el caso mexicano la diferencia
casi es del doble; sin embargo, las mayores dife-
rencias se encuentran en el formato de noticiero,
que aparece casi cinco veces más en las piezas
estadounidenses con respecto a las mexicanas.
La tabla tres muestra los objetivos del ata-
que, los cuales están divididos en dos momen-
tos: lo que se ataca primero y lo que se ataca
después. Para esta variable se identificó que el
spot podía tener un solo objetivo de ataque o
dos, encontrando que existe un contraste am-
plio en el primer objetivo del ataque, donde las
piezas mexicanas se concentran principalmente
en el desempeño anterior del candidato en un
47 por ciento, seguido de la posición sobre un
tema con un 11 por ciento, situación que se re-
vierte para el caso de las piezas estadouniden-
ses, que muestran que el primer objetivo del
ataque es la posición líder, respecto de un tema
con 52 por ciento, seguidas del desempeño
anterior del candidato con un 36 por ciento.
Esta misma tabla señala que como segun-
do objetivo de ataque dentro de un mismo
spot también existen diferencias importan-
tes entre las piezas de México y las piezas de
Estados Unidos: como segundo objetivo las
piezas mexicanas se concentran en mayor
proporción en las características personales
del adversario con un 83 por ciento frente a
un 25 por ciento de las piezas estadouniden-
ses, mientras que el segundo objetivo de las
piezas de este país, se concentran en el des-
empeño pasado del candidato adversario con
un 75 por ciento.
En cuanto al desempeño anterior del candi-
dato como segundo objetivo, la diferencia es
clara al concentrarse todos los casos, en el siste-
ma de radiodifusión público

Tabla 3. Objetivos del ataque

Sistema de Radiodifusión

México EEUU
N % N %
No aplica/No se identifica 5 14.7% 8 5.2%

Posición sobre un tema 4 11.8% 81 52.6%

Antecedentes de Vida 0 .0% 0 .0%

Objetivo del ataque

Desempeño anterior 16 47.1% 56 36.4%

Características Personales 1 2.9% 2 1.3%

Afiliación partidista 3 8.8% 2 1.3%

Estrategias de Campaña 5 14.7% 5 3.2%

Posición sobre un tema 0 .0% 0 .0%

Antecedentes de Vida 0 .0% 0 .0%

Desempeño anterior 0 .0% 3 75.0%

Objetivo del ataque (Segundo)
Características Personales 15 83.3% 1 25.0%

Afiliación partidista 2 11.1% 0 .0%

Estrategias de Campaña 1 5.6% 0 .0%

43
Sociedad Abierta — Cortés y Melgarejo

Tabla 4. Tácticas utilizadas en el ataque.

Sistema de Radiodifusión

México EEUU

N % N %

No aplica/No se identifica 2 5.9% 8 5.2%

Humor, ridículo o ironía 3 8.8% 2 1.3%

Asociación negativa de declaraciones,

6 17.6% 71 46.1%
propuestas y estrategias.
Tácticas para el ataque en spots
Identificación con personajes negativos 7 20.6% 2 1.3%
de una táctica

Asociación con mala gestión 10 29.4% 46 29.9%

Ciudadanos evaluando negativamente 0 0% 15 9.7%

Yuxtaposición 6 17.6% 10 6.5%

Humor, ridículo o ironía 0 0% 0 0%

Asociación negativa de declaraciones,

0 0% 1 2.4%
propuestas y estrategias.

Identificación con personajes negativos 2 33.3% 0 0%

Tácticas para el ataque en spots
de más de una táctica
Asociación con mala gestión 1 16.7% 9 22.0%

Ciudadanos evaluando negativamente 0 .0% 6 14.6%

Yuxtaposición 3 50.0% 25 61.0%

44

Lo que se puede observar en la Tabla 4 son las
tácticas de ataque empleadas en el spot, que al
igual que en la tabla tres se encuentra que los
spots pudieron haber empleado dos tácticas en
uno mismo. Las principales diferencias que se
encuentran en esta variable son que las piezas
estadounidenses utilizan en su mayoría una aso-
ciación negativa de declaraciones o propuestas
previas de sus adversarios en un 49 por ciento,
frente a un 17 por ciento de las piezas mexicanas.
Las piezas mexicanas utilizan como primera
táctica la asociación del candidato adversario
con una mala gestión en un 29 por ciento de las
mismas; sin embargo, es la misma proporción
en la que lo hacen las piezas estadounidenses;
por ende, es importante destacar que esta si-
militud resulta interesante de observar dentro
de la comparación.
Las diferencias sustanciales que se pue-
den apreciar en la Tabla 4, se encuentran en
la utilización del ridículo o la ironía donde los
porcentajes son de un 8 por ciento en las pie-
zas mexicanas frente al uno por ciento de las
piezas estadounidenses.
También se puede observar una disparidad
notoria en la identificación de los candidatos
con personajes negativos: 20 por ciento, en el
caso de las piezas mexicanas frente al uno por
ciento de las piezas estadounidenses, sin omitir
la yuxtaposición, donde la proporción es de 17
por ciento frente a 6 por ciento para México y
Estados Unidos, respectivamente.
Analizando la segunda táctica que se utiliza
en los spots negativos, las diferencias más pro-
nunciadas se presentan en la identificación de
los candidatos con personajes negativos donde
las piezas mexicanas utilizan este recurso en un
33 por ciento contra cero de las piezas estadou-
nidenses y en la evaluación negativa por parte
de los ciudadanos hacia un candidato, donde las
piezas estadounidenses lo hacen en un 14 por
ciento frente a cero de las piezas mexicanas.
Por último, analizando a los ciudadanos que
evalúan negativamente al candidato como pri-
mera y segunda táctica la diferencia es clara al
concentrarse todos los casos en el sistema de
radiodifusión comercial.
Cabe señalar que, si bien el estudio es más
amplio, los hallazgos sustanciales se encuentran
en las variables presentadas con anterioridad.
Conclusión
La forma en la que se adquieren los espacios
para publicidad política electoral —ya sea
por medio de la compra o de la asignación del
tiempo a través del Estado— influye en la pro-
ducción de la misma y en las características del
modelo de comunicación electoral.
La influencia es tal que, para el estudio de este
fenómeno, se agrupan en sistemas denominados
de radiodifusión, los cuales pueden ser comercia-
les —donde se paga por la publicidad política—,
duales —donde se asigna a través del Estado,
pero, también se pueden comprar los espacios—
o públicos —donde la publicidad política solo se
permite a través de los espacios que asigna el
Estado a los diversos contendientes políticos—.
En México, los espacios para publicidad al ser
asignados por el Estado de manera gratuita, es-
tán sujetos a una regulación más rígida, que es
menos permisiva específicamente con cuestio-
nes relacionadas con la publicidad negativa. Por
ello, se encuentra un porcentaje menor de spots
negativos, lo cual no significa que la publicidad
negativa no se presente en este sistema, sino
que se presenta de una manera que permite no
Cortés y Melgarejo — Sociedad Abierta
transgredir las regulaciones rígidas que existen
en el sistema de radiodifusión público.
A través de dicha lógica se pudo establecer
que hay diferencias sustanciales entre un sis-
tema de radiodifusión público y comercial, que
van más allá de la forma en la que se adquiere la
publicidad política.
Respecto al sistema de radiodifusión comer-
cial resulta ser relevante que el objetivo central
de los ataques en la mayoría de los spots es la
posición del adversario respecto a un tema,
y los ataques se presentaban utilizando en un
formato en cinema verité o un formato de tipo
noticiero y tácticas de asociación negativa con
declaraciones previas, sin omitir asociaciones
negativas con propuestas de campaña.
Para el sistema de radiodifusión público, el
objetivo central de los ataques es el conjunto
de características personales del adversario o
las cualidades de imagen. Los ataques al obje-
tivo central se presentaban utilizando un for-
mato documental o de “bío spot” a través de
la utilización del humor, el ridículo, la ironía y
la asociación del adversario con personajes de
dudosa reputación.
Con todo, es importante mencionar que si
bien este trabajo establece las diferencias entre
un sistema de radiodifusión comercial y un
sistema de radiodifusión público y demuestra la
viabilidad de la comparación, se encuentra que
la mayoría de los países occidentalizados están
regidos bajo un sistema de radiodifusión dual.
Queda el reto para otros investigadores,
de elaborar un instrumento que permita
determinar de qué manera la publicidad
política de un sistema de radiodifusión dual
está compuesto por elementos del sistema
de radiodifusión comercial y del sistema de
radiodifusión público. m
45
D E B AT E S
L a C iu da d de Mé x ic o entre nos otros

por Luis H. Patiño Camacho

Profesor investigador de
tiempo completo en la UACM.
L
a Zona Metropolitana del Valle de
México (ZMVM) es una de las seis
metrópolis más grandes del mundo,
detrás de la conurbación de Tokio-
Yokohama en Japón y compitiendo con la
de Sao Paulo en Brasil, Shanghái en China,
Bombay en India y la de Nueva York en Estados
Unidos. Durante la segunda mitad del siglo XX
y los primeros tres lustros del XXI la población
de la ZMVM se incrementó 17 millones de
habitantes, al pasar de 3.5 millones en 1950 a
más de 20 millones en el año 2015. Este gran
crecimiento se dio en un contexto demográfico
nacional de fuerte expansión. La población total
del país creció de 25.8 millones de habitantes
en 1950, a 48.2 millones en 1970, después a
81.2 en 1990 y a más de 123 millones en 2018,
lo que significa que poco más de un veinte por
ciento del crecimiento demográfico del país
en los últimos 60 años, ha tenido lugar en la
ZMVM. La alta concentración metropolitana
se ha observado como un problema, por
lo cual hay que detener el crecimiento. Sin
embargo, no nos preguntamos porque los
mexicanos no pueden tener una mejor calidad
de vida viviendo en la ZMVM que si estuvieran
dispersos entre las pequeñas ciudades del país.
En el ámbito de la Ciudad de México (CDM),
en las últimas dos décadas, en términos
absolutos la población no ha dejado de
aumentar, aunque ya no como en las décadas
de los años cincuenta y sesenta, pues en la
actualidad es a ritmos más lentos. Hasta 1980,
CDM era la entidad más poblada de México. En
comparación con lo ocurrido entre la década
de 1980-1990, la capital del país experimentó
un cambio demográfico drástico, conocido
como “transición demográfica”, ya que en ella
se registró una tasa de crecimiento negativa
del - 0.7 por ciento.01 En este periodo censal
la ciudad disminuyó su población en 595 335
habitantes y en consecuencia descendió su
participación en el total nacional.02 Para el
año 2015 la población alcanza un total de 8
919 653 habitantes, que representa el 7.4 por
L a C iu da d de Mé x ic o entre nos otros
ciento de la población total residente en el país,
esto significa que siete de cada cien mexicanos
reside en esta ciudad.
El ritmo de crecimiento en seis décadas ha
presentado fluctuaciones importantes hacia
la baja. En los últimos años ha disminuido
considerablemente al pasar de 4.8 por ciento
entre 1950-1960 a 0.3 por ciento anual entre
2000-2010. Este comportamiento significa
suponer una tendencia hacia la estabilización
del crecimiento de la población de la entidad
y una transición demográfica caracterizada
por el pasaje de altas tasas de fecundidad y
mortalidad a tasas muy bajas.
El comportamiento del ritmo de crecimiento
de las delegaciones es diferencial, mientras
las periféricas experimentan fuertes tasas
de crecimiento. Las demarcaciones centrales
D E B AT E S
registraron una dinámica demográfica que
se ha caracterizado por expulsar población
01 � Vale la pena mencionar que el Censo levantado en
1980 presentó problemas técnicos, por lo cual esta tasa
negativa ha sido discutible.
02 � Entre otros factores los terremotos de 1985 tuvieron
que ver con la salida de población del DF.
Debates — Luis Patiño
de su territorio, debido a los cambios de uso
del suelo, influidos por el sector inmobiliario,
aunque en la última década Cuauhtémoc tuvo
un crecimiento positivo de 0.3 por ciento,
Miguel Hidalgo 0.5 por ciento y Benito Juárez
0.7 por ciento; parece que el Bando 2 ha tenido
incidencia relevante en estas dos delegaciones,
no así en Venustiano Carranza, que continúa el
proceso muy bajo de despoblamiento con tasa
de crecimiento negativa de -0.7 por ciento.
Las delegaciones que más crecieron durante
los últimos quince años fueron: Milpa Alta,
Cuajimalpa de Morelos, Tláhuac, Xochimilco y
Tlalpan, aunque las tres primeras parten de una
base pequeña de población (entre 97 y 151 mil
habitantes), es primordial poner atención en su
“Necesidad de emprender crecimiento por su localización; por un lado el
una gran transformación territorio Milpa Alta se localiza en su totalidad
en Suelo de Conservación, mientras que las
de gobierno para cuatro restantes tiene una área de Conservación
solucionar los retos de Ecológica que representa más del 77 por
planeación y desarrollo
ciento de su superficie territorial, superficies
relevantes para el equilibrio ecológico de la
urbano que enfrenta la metrópoli y el desarrollo sustentable.
zona metropolitana más Es crucial destacar que actualmente en sólo
cuatro delegaciones se concentra el 50 por ciento
grande de México.” de la población del Ciudad de México: Iztapalapa,
Gustavo A. Madero, Álvaro Obregón y Tlalpan,
todas ellas con graves problemas sociales,
económicos, urbanos y medioambientales.
El acelerado crecimiento en las periféricas
tiene como resultado la subutilización social
de la inversión histórica que se ha realizado
en infraestructura y equipamiento en el área
central. La periferia se construye mediante la
urbanización popular, caracterizada por el acceso
a la tierra de manera irregular, autoconstrucción
de la vivienda y sin servicios urbanos básicos,
muchos de estos asentamientos denominados
irregulares se localizan en zonas de alto riesgo y
en suelo de conservación.
Otro rasgo característico de Ciudad de
México es el cambio en la estructura por edad.
Aunque México es todavía un país joven, tiende a
48
reducirse la proporción de la población menor de
15 años, por lo cual en el país se inicia un proceso
de envejecimiento. En 2005 el grupo de edad de
0 a 14 años registraba 31 por ciento, para el 2010
disminuyó dos puntos porcentuales a 29 por
ciento. Este mismo comportamiento se observa
en Ciudad de México que pasa de 23.4 por ciento
a 21.9 por ciento respectivamente, con estas
cifras se ubica como la entidad con el menor
porcentaje de población en el grupo de edad de
0 a 14 años. La tendencia histórica de Ciudad de
México en su estructura por edad muestra que
la población capitalina se encuentra en una fase
de madurez, debido a que en 2010, 68.1 por
ciento de su población tenía entre 15 y 64 años,
mientras 21.9 por ciento es menor de 15 años.
En 1990 los menores de 15 años registraban 30.5
por ciento del total de la población de la entidad.
Lo anterior ha incidido para que la edad mediana
de los habitantes de Ciudad de México se haya
incrementado entre 1990 y el 2010, ya que
mientras en 1990 era de 23 años, para el 2010 se
incrementó a 31 años, es decir en la actualidad
en promedio el 50 por ciento de la población
tiene más de treinta y un años.
Las demarcaciones con una población más
envejecida presentan una edad mediana mayor,
36 años para Benito Juárez, 34 para Miguel
Hidalgo, y 33 para Cuauhtémoc, mientras
que con una mayor proporción de población
joven son: Milpa Alta, Tláhuac, Cuajimalpa de
Morelos, Iztapalapa, y Xochimilco con la edad
mediana menor que oscila entre 26 y 28 años.
Esta diferencia es relevante cuando se traduce
en necesidades de servicios y otros aspectos
sociales, culturales y económicos. Ejemplo, la
educación básica ha dejado de ser prioridad,
de acuerdo a estos rasgos, ahora la educación
media y superior es la que concentra un alto
porcentaje y en consecuencia se requiere una
mayor oferta educativa de este tipo.
Las tendencias de cambio observadas han
sido poco consideradas por los gobiernos
urbanos en las últimas tres décadas, lo cual

no ha permitido consolidar avances en la
política social; por ejemplo, en alimentación,
educación, vivienda y salud; pero tampoco en
materia de creación de empleos, seguridad
pública, políticas de género y de atención a la
población de la tercera edad.
La persistencia de problemas estructurales
en la metrópoli y en particular en CDM, limitan
hoy la eficacia de su papel de nodo de control
y ponen en riesgo su desarrollo futuro. Pero
la puesta en marcha de políticas públicas
concertadas y coordinadas entre los diversos
sectores de la sociedad urbana en un largo
plazo y de carácter emergente podría hacer
que la CDM, la metrópolis y la megalópolis
redefinan y consoliden su posición y función,
en un sentido esencialmente social. Esta ciudad
al ser la más importante de México y al tener
un vínculo internacional importante, se le
han impuesto una serie de exigencias para
responder a los retos actuales y terminar con
los efectos desestructurantes, principalmente
entre la población que no ha alcanzado los
mínimos de bienestar.
Entre otras, las exigencias para el gobierno
de la Ciudad de México son: la educación, la
calificación de los recursos humanos; el apoyo
público a los sectores económicos y sociales,
la definición de un proyecto de ciudad más
humano y la gobernabilidad basada en el
desarrollo social y la participación cívica. El
gobierno de este núcleo de la ciudad no debe
desear que la mayoría de la población capitalina
quede fuera de este proceso de desarrollo;
mirando únicamente hacia lo internacional
y abandonando los espacios locales, la
desigualdad, la informalidad, la división social
del espacio y el deterioro del medioambiente,
o atendiendo sólo la participación de los
grupos económicamente poderosos a costa
de la desatención del control del territorio y la
renuncia a la integración de la población.
Las características que presenta Ciudad de
México apuntan a la necesidad de emprender
una gran transformación de gobierno para
solucionar los retos de planeación y desarrollo
urbano que enfrenta la zona metropolitana más
grande de México. La CDM presenta arreglos
institucionales complejos, fragmentados
y en muchas ocasiones desarticulados
entre sí. Al igual que otras ciudades con
zona metropolitana, la CDM parece contar
con mecanismos institucionales que han
permitido planear el desarrollo urbano y
la coordinación de los servicios urbanos,
incluida la infraestructura, en beneficio de
las áreas más rentables, sin atender a los
grupos mayoritarios. El contexto anterior ha
erosionado la cohesión social, incrementado
la desigualdad, obstaculizado la productividad
económica, la sustentabilidad ambiental y, en
general, la habitabilidad de la región.
El principal mensaje de este dossier, que
se encarga de presentar algunos aspectos
importantes de Ciudad de México, es que
las graves omisiones del gobierno urbano no
permiten ofrecer una respuesta adecuada a
las prioridades fundamentales de desarrollo
urbano; por ejemplo, regeneración urbana,
acceso a una vivienda decente, transporte
público confiable y seguro, y protección
ambiental. El ámbito metropolitano no es la
excepción, ya que se han puesto en operación
diversas práctica y actualmente, en el Valle
de México, se están proponiendo varias
herramientas técnicas e iniciativas de reforma
con el fin de rediseñar la zona metropolitana.
Sin embargo, estas no han generado las
soluciones esperadas, debido a la falta de
diagnósticos adecuados que permitan explicar
la naturaleza de la urbanización que se presenta
con la globalización, los cambios en las formas
de producción, las limitaciones del Estado y las
diferencias en las relaciones de poder.
Para generar las soluciones deseadas a
los desafíos urbanos que presenta Ciudad de
México se requiere de un enfoque y acciones
tanto a nivel metropolitano como de entidad,
Luis Patiño — Debates
que desmitifique el discurso actual de lo urbano.
Resolver los déficits en Ciudad de México no
sólo sería útil para la zona metropolitana, sino
que tendría un impacto significativo nacional en
el crecimiento incluyente y sustentable.
Este es un dossier que combina argumentos
teóricos con un trabajo empírico detallado.
Cada artículo está estrechamente enfocado
en cuestiones de demografía y morfología
urbana, una extensa y detallada labor en
los estudios urbano, la incidencia en la
cotidianidad y aspectos del medioambiente,
lo que le otorga una visión critica que a
menudo falta en las colecciones editadas. Este
número de Metapolítica pretende ampliar
la discusión académica de las ciudades y
ofrecer importantes perspectivas sobre el
conocimiento de procesos locales y globales
en la Ciudad de México. Este dossier será
un recurso valioso para cursos en estudios
urbanos, geografía urbana o sociología urbana.
Asimismo su objetivo es introducir estos
problemas a los programas políticos.
Con las elecciones de 2018, desde la
academia, proyectamos analizar el contexto
social, económico, político y ambiental que
prevalece en la Ciudad de México, la cual
ha estado en disputa desde 1997, cuando
por primera vez se enfrentaron diversos
proyectos de ciudad, en el entonces Distrito
Federal. En este sentido, la reflexión sobre
Ciudad de México puede ofrecer perspectivas
poco consideradas respecto a la realidad
que presenta el reto de gobernar y ejercer
el poder en el núcleo de la metrópoli más
grande e importante de México. Con el sismo
de septiembre de 2017, la importancia del
proyecto urbano se incrementa, el cual en la
actualidad se circunscribe a la incuestionable
disputa por la nación, entre grupos de la
sociedad concretos que se ha preparado y ha
logrado implementar su proyecto neoliberal
frente a un proyecto alternativo. m
49
Debates — Luis Patiño
C
on la generosidad que la caracteriza, la profesora
Martha Schteingart nos concedió una entrevista en
su cubículo del Colegio de México, en marzo de 2018.
De su formación académica podemos decir que es-
tudió arquitectura, planificación urbana y sociología urbana en
Buenos Aires y París. Desde 1975, se desempeña como maestra
e investigadora del Centro de Estudios Urbanos y Ambientales
del Colegio de México. En 2008 obtuvo la distinción de Investi-
gadora Emérita del Sistema Nacional de Investigadores.
Ella es una de las investigadoras urbanas más prominentes
en América Latina que aborda en forma pionera y sistemá-
tica temas como vivienda, estructura urbana, movimientos
sociales, medio ambiente, desarrollo urbano y transporte,
pobreza y políticas sociales, gobernabilidad y administración
local. Ha publicado 24 libros como autora o coordinadora y
más de 200 artículos en revistas especializadas de ciencias
sociales de México, América Latina, Estados Unidos, Canadá,
y algunos países europeos. Además, ha recibido premios en
el ámbito nacional e internacional por sus valiosas investi-
gaciones. Vale la pena mencionar el Premio del Programa
de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos
(ONU-Hábitat) que recibió por su trayectoria, en 2007.
Metapolítica (M): ¿En los años setenta, cuando usted lle-
gó a México, ¿cuál era la tendencia general de la investiga-
ción urbana, qué temas eran prioritarios en la investiga-
ción de esa época?
50
Martha Schteingart G. (MSG): Cuando comencé mi carre-
ra como investigadora en el campo de los estudios urbanos
lo que predominada era una visión más bien funcionalista
de los estudios urbanos. La escuela de Chicago tenía una in-
fluencia importante con una visión biologista de la realidad
social. Hice estudios de sociología urbana en Buenos Aires,
antes de ir hacer mi posgrado a París, y ese tipo de orienta-
ción era dominante; no había otra cosa en los años sesenta,
y bueno, siempre sentí que ella era muy poco científica. No
me gustaba observar que en los estudios de la sociedad ur-
bana se establecían similitudes con lo que pasa en el mundo
de las plantas y de los animales. En los años setenta, sobre
todo cuando llegué a México, pero aún un poco antes, ha-
bían empezado a surgir los distintos representantes de la es-
cuela marxista de los estudios urbanos, sobre todo los de la
sociología urbana francesa, con trabajos que me daban otra
perspectiva muy diferente de lo que eran los problemas de la
sociedad urbana. Para mí fue un gran descubrimiento conocer
a Manuel Castells, a quien conocí en Chile a principios de los
años setenta; él ya había escrito su libro La cuestión urbana
(vid. Manuel Castells, La Question urbaine, París, Maspero.
1973 [traducción al español: La cuestión urbana, México, Si-
glo Veintiuno Editores]). con una visión muy diferente, que
luego criticó en cierta medida; pero que hay que ubicarlo en
su momento: cómo ciertos aspectos del capitalismo estaban
influenciando la organización del espacio urbano; el comienzo
del desarrollo de los movimientos sociales urbanos de los años
 Luis Patiño — Debates

Martha Schteingart G.: “Me gustaría

que los políticos de izquierda puedan
ver los verdaderos problemas que
hay dentro del desarrollo urbano”

por Luis H. Patiño Camacho

setenta, que ya empezaban a tener bastante importancia. Fue
un descubrimiento muy importante para mis investigaciones,
para lo que yo veía que podría hacer en el área de los estudios
urbanos. Cuando llegué a México, todavía esta visión que se
estaba desarrollando casi no estaba presente en el mundo
de los estudios urbanos. Lo que encontré fue a un grupo de
investigadores que trabajaban con Luis Unikel, en El Colegio
de México, acerca del proceso de urbanización en México, con
una visión muy diferente; me tocó vivir algunos momentos de
mucha crítica hacia los estudios que había hecho Luis Unikel y
su equipo. A veces injustas, porque lo que estaba ocurriendo
con el gran crecimiento de las ciudades y el gran desarrollo
de la urbanización, era algo que había que analizar, también
desde el punto de vista cuantitativo; pero se había puesto de
moda toda la visión marxista de la cuestión urbana. El libro
El desarrollo urbano de México. Diagnóstico e implicaciones
futuras en su momento fue bien visto por algunos, pero criti-
cado por otros, porque consideraban que era una visión poco
crítica de lo que estaba ocurriendo, una descripción y una vi-
sión objetiva en cierta medida pero poco interpretativa. No
se mostraba por qué estaban sucediendo esos procesos, sólo
que estaba ocurriendo un gran crecimiento de las ciudades y
que México se estaba transformando de un país fundamental-
mente rural, con un porcentaje importante de población rural
y con una presencia no muy grande de ciudades, en un país
muy urbanizado. Cuando empecé a trabajar aquí, en El Colegio
de México, ese tema era muy importante, el tema del proceso
de urbanización en México y también en América Latina. El
gran crecimiento de las ciudades, con una alta migración del
campo a la ciudad y los problemas que eso atrae aparejados;
esos eran los temas que estaban presentes en esa época;
luego fueron cambiando, por supuesto, porque el proceso de
urbanización ya no fue tan importante, se estancó en cierta
medida, se dieron otros fenómenos y problemas.
M: ¿En el libro de Unikel el predominio fueron los temas
ecológicos-demográficos?
MSG: Si, ecológicos y demográficos, pero también económi-
cos; el libro de Luis Unikel fue importante porque trató de
establecer la relación entre el proceso de industrialización y
el proceso de urbanización. Durante mucho tiempo se estuvo
discutiendo este tema, existieron muchos trabajos en América
Latina, que mostraron, por ejemplo, como los países que no
habían empezado el proceso de industrialización tampoco
habían avanzado en el proceso de urbanización. La relación
entre urbanización e industrialización fue un tema importante
en el contexto de México y de otros países latinoamericanos.
M: Usted tuvo interlocución con reconocidos intelectuales
latinoamericanos (Gino Germani, Jorge Enrique Hardoy,)
y europeos (Pierre George, Henry Lefebvre y Topalov en
París; Manuel Castells, a quien conoció en Chile, y Jordi
Borja). ¿Qué nos podría compartir sobre esa experiencia?

51
Debates — Luis Patiño
MSG: No, no con todos los que mencionas,
porque pertenecían a diferentes épocas. No
tuve ninguna interlocución con Gino Germani,
él era de una época anterior a mi trabajo; fue
un sociólogo italiano que migró de Italia por el
fascismo, llegó a Argentina con una visión muy
criticada por algunos sociólogos argentinos,
que lo veían como un sociólogo funcionalista.
Sin embargo, escribió un libro muy importan-
te sobre la estructura social de Argentina, con
base en datos censales. Pero en su momento
fue muy criticado por los grupos de izquierda.
Se regresó a Italia donde murió hace muchos
años, y con su hijo crearon un Centro de Inves-
tigación en Italia.
Trabajé con Jorge Enrique Hardoy, no tanto
en cuestiones de investigación; él era un pro-
motor importante de los estudios urbanos y, se
movía mucho a nivel latinoamericano. Lo conocí
“El gran crecimiento de bastante porque me nombró Directora Ejecuti-
las ciudades, con una alta va del Programa Editorial de la Sociedad Inte-
ramericana de Planificación (SIAP). Después de
migración del campo a la estudiar en París, cuando regresé a Argentina
ciudad y los problemas que la situación política era muy negativa, y con mi
eso atrae aparejados.”
esposo nos fuimos a Chile; allí tuvimos la opor-
tunidad de trabajar en la Universidad de Chile,
primero en Valparaíso y luego en la Universidad
de Chile en Santiago. Tuvimos más libertad para
trabajar, pero luego volvimos a Argentina, fue
cuando Hardoy me contrató para dirigir el pro-
grama editorial de la SIAP. Entonces, durante
varios años, dirigí la revista de la SIAP, que fue
una revista interesante y también un programa
de edición de libros sobre estudios urbanos,
que fue importante porque en esa época, a
comienzos de los años setenta, antes de venir
a México, había muy poca literatura en español
de cuestiones urbanas. En la editorial de la SIAP,
con el apoyo de Hardoy, hicimos traducciones al
español de algunos libros, pero también edita-
mos libros de autores latinoamericanos. La ex-
periencia que tuve fue importante porque me
permitió conocer la literatura que estaba circu-
lando, crear nuevos libros, dando la posibilidad
52
a autores jóvenes latinoamericanos para que
publicaran; también sirvió para tener contacto
con especialistas de distintos lugares, de dis-
tintos países latinoamericanos, de España y de
Estados Unidos; incluso editamos un libro sobre
problemas urbanos en África, interesante, aun-
que no tuvo mucha repercusión porque África
parecía otro mundo para la gente de Latinoa-
mérica. Esa fue mi experiencia con Hardoy, a
quien ubicaría como alguien importante desde
el punto de vista de la orientación y desarrollo
de los estudios urbanos. Hardoy trabajaba tam-
bién temas de historia urbana, tenía bastantes
publicaciones acerca de la historia de ciudades
latinoamericanas. Era de profesión arquitecto y
sus estudios eran sobre la forma urbana, pero
también introduciendo aspectos económicos
y sociales. Fue un impulsor de los estudios ur-
banos en un Centro que creó en Buenos Aires y
también en Londres, incluyendo una revista que
se difundía en esas dos ciudades. Obtenía recur-
sos en una época en que los estudios urbanos
no constituían aún un campo destacado de los
estudios sociales.
Pierre George y Henri Lefebvre fueron
maestros míos, cuando estudié en París. Pierre
George era un gran geógrafo francés que tenía
un importante libro sobre geografía urbana y
creo que en su momento fue un precursor en
cuanto a la manera de ver la relación entre la
geografía y la cuestión urbana. Cuando estudié,
él nos daba algunas clases especiales que im-
partía en la escuela de geografía. También tomé
clases con Henri Lefebvre, que en esa época era
un marxista muy importante y había escrito un
libro que me impresionó mucho sobre la vida
cotidiana (vid. Henri Lefebvre, La vie quotidien-
ne dans le monde moderne, 1968 [traducción
al español: La vida cotidiana en el mundo mo-
derno, Madrid, Alianza]). Él primero se dedicó
a la sociología rural y después a la sociología
urbana, pero cuando lo conocí ya estaba tra-
bajando en la sociología urbana. Tuvo mucho
enfrentamiento en su momento con Manuel

Castells; entonces, Castells decía: “yo investi-
go y él piensa”. Tenían grandes diferencias de
edad; Manuel Castells era un joven y Lefebvre
ya un hombre maduro; pertenecían a diferentes
generaciones; Lefebvre, era un filósofo y Ma-
nuel Castells un sociólogo.
De Topalov, si estuve cerca de él, a fines de
los setenta; lo invité al Colegio para que impar-
tiera un curso a los estudiantes de la primera
generación de la Maestría en Desarrollo Urba-
no; me gustó mucho su trabajo sobre promoto-
res inmobiliarios. Era un investigador muy serio
con una visión marxista de los estudios urbanos,
que hoy quizá se puede criticar y que él mismo
se ha criticado; pero sus trabajos sobre los pro-
motores inmobiliarios a mí me sirvieron mucho
para hacer mi primer trabajo sobre esos agentes
productores del marco construido.01 Me fue útil
para ver como existía dentro de la producción
de la vivienda un grupo empresarial y empresas
inmobiliarias, que no solamente construían,
sino que promovían la vivienda. Al trabajar el
tema de la vivienda, aprendí en qué consistían
las diferentes etapas y actores sociales que par-
ticipan en la producción habitacional. Los tra-
bajos de Topalov me sirvieron mucho para eso.
Por otro lado, La urbanización capitalista fue un
libro que él había traído escrito en español, para
las clases que dio en el Colmex. Aquí en México
no muchas personas hablan el francés, es más
común el inglés; entonces él dejó ese escrito
y nosotros lo publicamos; en su momento fue
muy interesante y se agotó la edición de la edi-
torial Edicol. Después Topalov cambió bastante
de tema, se dedicó a la historia, la historia de la
pobreza hizo trabajos interesantes. Ha vuelto a
México en varias ocasiones; alguna vez invitado
por Emilio Pradilla, con quién al principio tuvo
mucho enfrenamiento. En 2013 fue la última
vez que estuvo en el país, presentó un traba-
01 � Véase el libro clave sobre el tema en México: Martha
Schteingart, Los productores del espacio habitable. Estado,
empresas y sociedad en la Ciudad de México, México, El
Colegio de México, 1989.
jo interesante que había hecho, en la Casa de
Francia. En el Colmex habló sobre cómo habían
evolucionado los estudios urbanos en Francia.
Un tema que se trabajó bastante en una época,
y Topalov fue uno de los investigadores, fue el
de la renta del suelo; yo también empecé aquí
trabajando este tema, compilé un Documento
en el que hice varias traducciones sobre el tema
(vid. Martha Schteingart, La renta del suelo
urbano, Documentos de Docencia 4, México,
El Colegio de México, 1992), para ver cuáles
fueron las distintas posiciones con respecto a la
renta diferencial, la renta absoluta, la renta mo-
nopólica. Se presentaron discusiones e inter-
pretaciones que no llegaron a gran cosa, porque
había muchos problemas teóricos alrededor de
estos temas. También, en la UAM algunos inves-
tigadores trabajaron esos temas, pero creo que
nunca se resolvieron aspectos muy complicados
vinculados a la relación entre valores y precios
en la teoría marxista; resultó difícil hacer estu-
dios concretos sobre los precios del suelo a par-
tir del análisis de la renta marxista, por lo cual es
una cuestión que ha quedado a medio desarro-
llar, y Topalov ha sido autocrítico con respecto a
estos importantes problemas.
Jordi Borja fue mi compañero de estudios en
París, es geógrafo y abogado. Después de estar
refugiado en Francia por el franquismo volvió a
Barcelona, fue teniente de alcalde en el muni-
cipio de esa ciudad, y en su momento trabajó
mucho el tema de los movimientos sociales ur-
banos; le publiqué, como ya lo mencioné antes,
un libro en la Editorial de la SIAP.
M: ¿Qué títulos importantes recuerda que se
publicaban a través de la Editorial de la Socie-
dad Interamericana de Planificación?
MSG: El primer libro que editamos fue de un
historiador americano, Richard Morse, que des-
cribía los estudios urbanos, con una perspectiva
histórica, la mayoría elaborados por profesores
norteamericanos que venían a América Latina;
Luis Patiño — Debates
era un libro interesante porque Richard Morse
era una persona rigurosa, que veía cómo se fue-
ron desarrollando los estudios urbanos en dife-
rentes épocas. Estos trabajos fueron publicados
a comienzos de los años setenta, porque luego
me vine a México. También, bajo mi coordina-
ción se publicó un libro que se llamaba: Urbani-
zación y dependencia en América Latina,02 que
tuvo mucho éxito, porque entonces no había
muchos trabajos de este tipo; mi aporte fue es-
cribir la introducción e invitar a varias personas
a escribir sobre urbanización y dependencia en
América Latina. Fíjate que en mi larga experien-
cia como editora e investigadora aprendí que el
éxito depende de en qué momento se dan a co-
nocer ciertas cosas; si hubiera sacado este libro
ahora, hubiera pasado sin pena y sin gloria, pero
lo saqué en el momento en que había poca lite-
ratura sobre el tema, por eso cumplió una fun-
ción muy importante: primero porque el libro
estaba en español, conjunté a un grupo impor-
tante de especialistas qttue escribían sobre la
dependencia en América Latina, por eso el libro
tuvo mucha difusión y me conocieron bastante
a pesar de que mi participación no fue a través
de un trabajo producto de mis investigaciones,
como actualmente. Una función muy importan-
te que cumplió ese libro fue haber reunido en
una publicación en español la discusión acerca
de la dependencia, una teoría que estaba en
boga, vinculada al tema de la urbanización, lla-
mada la urbanización dependiente.
M: ¿En el libro conjuntó a Castells, Quijano y a
quién más se invitó a participar en otros libros?
MSG: Había conocido a Quijano en Chile, él
trabajaba en ILPES en Santiago, así que le pedí
un artículo. Hay un trabajo de Manuel Castells,
02 � El libro Urbanización y Dependencia en América Latina
(Ediciones SIAP 1973), conjuntó trabajos representativos
del tema de la dependencia elaborados por Quijano,
Castells, Singer, Cotler, Kaplan, Cardoso, Wolf, Coraggio,
CEPAL, Garza, González, Santos, Acosta y Hardoy.
53
Debates — Luis Patiño
le pedí algo a Gustavo Garza, quien también
colaboró en este volumen. Se editó otro libro
de Jordi Borja sobre los movimientos sociales
(Jordi Borja, Movimientos sociales urbanos,
SIAP, 1975) que era un tema de avanzada, por
un autor catalán que tenía mucha experiencia y
conocimiento acerca del mismo. También hubo
un libro colectivo, con temas de vivienda, en el
que participó Manuel Castells, y en él incluí un
trabajo mío; fue uno de mis primeros trabajos
de vivienda que publiqué con una visión de la
corriente marxista. Otros libros que publicamos
fueron de algunos chilenos cercanos al gobierno
de la Unidad Popular. Uno de ellos se llamaba
“Pan, techo y poder”, sobre algunos programas
que había desarrollado la izquierda chilena en la
época de Salvador Allende. En conclusión, creo
que fue importante la función que cumplió este
programa editorial, porque puso sobre la mesa
algunos temas que no se habían desarrollado
antes, dándole la oportunidad a investigadores
jóvenes para presentar algunas ideas nuevas en
América Latina. Después que vine a México, el
programa editorial creo que siguió otro camino.
M: ¿La difusión de este programa editorial era
en toda América Latina?
MSG: Siempre los libros estuvieron editados por
una casa editorial argentina, que tenía buenas
publicaciones, pero siempre presentaba mu-
chos problemas para su difusión. Te puedo decir
que he tenido una experiencia no muy buena en
este asunto de los libros, porque es muy difícil
que libros especializados, que no pertenecen a
la literatura que todo el mundo lee, se puedan
poner en circulación; siempre hubo bastante
problema con eso. La editorial Nueva Visión era
la que nos distribuía los libros de la SIAP, y luego
ese problema lo sentí también, cuando aquí en
el Colmex fui la directora de la revista Estudios
urbanos y demográficos; también se presenta-
ba ese problema de la difusión de temas más
académicos y especializados. Ahora por eso
54
se publican menos ejemplares; nosotros en la
época de los años setenta publicábamos 3 000
ejemplares, ahora ya para nada se publica eso,
ahora se producen 500 libros, sí se venden esos
500 se producen otros. Claro, también ha cam-
biado la tecnología en la producción de libros. El
primer libro que produjimos con Gustavo Garza
en México se llamaba la La acción habitacional
del Estado en México (Gustavo Garza y Martha
Schteingart, Acción habitacional del Estado en
México, México, El Colegio de México, 1978),
que ahora fue puesto en línea, pero cuando sa-
lió el tiraje fue de 3 000 ejemplares.
A Pedro Pírez lo conocí aquí en el Colegio, fui-
mos compañeros de trabajo. Se regresó a Argen-
tina hace muchos años. Es abogado, y tiene tra-
bajos importantes sobre aspectos institucionales
referidos a la ciudad de Buenos Aires y otras
ciudades. También ha estudiado algunas institu-
ciones de servicios como las de electricidad.
M: ¿En el 2015 coordinó con él la publicación
del libro Dos grandes metrópolis latinoameri-
canas editado por el Colegio de México?
MSG: Sí, lo publicamos hace poco tiempo a par-
tir de una reunión que organizamos en Buenos
Aires, con José Luis Lezama, cuando era director
del Centro de Estudios Demográficos Urbanos
y Ambientales. La reunión se hizo juntamente
con la Universidad de Buenos Aires; y la parte
de Argentina la organizó Pedro Pírez. Hubo un
grupo de México y otro de Argentina que pre-
sentaron ponencias con la idea de ir tocando los
mismos temas para las dos ciudades. En rigor la
parte más comparativa la elaboramos Pedro y yo
como introducción al libro, porque en este y en
la reunión se presentaron trabajos sobre temas
similares, pero no con un carácter comparativo
de entrada: pensamos que la comparación iba a
salir después, como resultado de tratar los mis-
mos temas sobre las dos ciudades. Abordamos
temas similares acerca de la organización del
espacio, cuestiones ambientales, aspectos como
el agua y transporte. Pudimos mostrar que la
Ciudad de México tiene por ejemplo muchos más
problemas ambientales que la ciudad de Bue-
nos Aires; también tratamos los temas del sitio
de la ciudad, el gran crecimiento que ha tenido
la Ciudad de México, mucho mayor que Buenos
Aires, una ciudad bastante menos poblada. En la
introducción del libro Pedro y yo presentamos
cuadros comparativos que son interesantes para
ver algunos aspectos referidos a la población y la
economía de las ciudades analizadas.
M: ¿Cuál ha sido la evolución del pensamien-
to científico urbano y cómo se ha visto enri-
quecido por la exposición al diálogo crítico y
la colaboración establecida con otras áreas y
científicos sociales?, ¿podríamos pensar que
existe una teoría urbana latinoamericana?
MSG: No creo que exista una teoría urbana lati-
noamericana; creo que hay algunos desarrollos,
inquietudes comunes, pero una teoría urbana
latinoamericana, no sé cuál sería. La teoría de la
dependencia sí fue importante, pero luego sur-
gieron algunas críticas porque en ella se afirmaba
que todos los males de las sociedades latinoa-
mericanas eran consecuencia de la dependen-
cia, sin considerar los factores internos de los
países, que estaban influyendo en el atraso, la
pobreza, en general en problemas económicos y
sociales de los mismos. El tema de la dependen-
cia trataba de poner énfasis en lo que venía de
afuera y a veces sin relacionar lo de afuera con
lo de adentro, pero evidentemente constituyó
un intento de teoría sobre los países latinoame-
ricanos. Existe un conjunto de trabajos alrededor
de ciertos temas, que podrían ser relevantes; por
ejemplo, la cuestión de los movimientos sociales
urbanos tuvo una presencia destacada en cierto
momento y luego se dejó de lado; el tema de la
segregación no es un tema latinoamericano y
existe en mayor o menor medida en todos lados.
Por ejemplo, en Estados Unidos, ahora que estoy
haciendo una investigación comparativa de la

Ciudad de México y Washington, hemos com-
probado que la segregación, sobre todo de los
grupos afroamericanos es realmente muy aguda.
Se ha tratado de hablar de los barrios cerrados,
por ejemplo, otro tema que ha estado sobre la
mesa; ellos están apareciendo en muchas ciuda-
des latinoamericanas, pero también en ciudades
de Estados Unidos.
M: Desde posiciones críticas del conocimiento
del desarrollo urbano se argumenta que se ha
dado un abandono de algunos términos como
clase, explotación, capitalismo, emancipación,
y la utilización de otros, que resultan de eu-
femismos como ciudad fragmentada, compe-
tencia, rentabilidad, flexibilización, etcétera.
Además, se argumenta que algunos expertos
urbanos cambian de perspectiva y se adecúan
a estos nuevos términos abandonando las
perspectivas críticas al capitalismo. ¿Cuál es su
opinión sobre el uso de estos términos?
MSG: Creo que algo que ocurrió después del
“boom” de los estudios marxistas, es que decli-
naron mucho después de la caída de la Unión
Soviética, de muchos cambios que hubo a ni-
vel internacional, pero no sólo en la cuestión
urbana, sino en la cuestión social en general.
También sucedió que estudios de algunos in-
vestigadores latinoamericanos, sobre todo mar-
xistas, fueron muy esquemáticos, demasiado
economicistas, en los que los aspectos más so-
ciopolíticos estuvieron ausentes, con una des-
cripción muy reduccionista de la realidad social.
Sin embargo, hay que reconocer que algunos
estudios marxistas pusieron sobre la mesa as-
pectos importantes que los análisis neoclásicos
o de carácter funcionalista no estaban tomando
en cuenta. Temas como el de la renta del sue-
lo, no obstante, se quedaron estancados y en
otros casos fueron bastante reduccionistas de
la realidad social. Por ejemplo, ahora que he
estado revisando la literatura sobre el tema
de la raza o de la clase, pude comprobar, que
Luis Patiño — Debates
algunos estudios marxistas que trataron de ver
porque existía en Estados Unidos un racismo
que impedía a los grupos afroamericanos avan-
zar socialmente, la pregunta fue qué aportó
realmente el marxismo para explicar esta pro-
blemática. También, otros de los estudios que
quedaron muy limitados fueron los que tenían
que ver con aspectos de la cultura o aspectos
psicosociológicos, considerados, de manera
general, como pertenecientes a la superes-
tructura. Lo importante era ver lo que pasaba
con la estructura económica y mucho de lo que
pertenecía a la superestructura quedaba en una
especie de limbo. Han existido muchas críticas
con respecto a la manera como se trataron los
temas de carácter cultural y cómo se exageró
la crítica a ciertos trabajos, como los textos de
Oscar Lewis, referidos a la pobreza, que tenían “La relación entre
bastantes limitaciones, pero tampoco hubo una
urbanización e
alternativa dentro del marxismo para incorpo-
rar los aspectos culturales. Luego del “boom” industrialización fue
de los estudios marxistas, vino la época del un tema importante
en el contexto de
“boom” de los estudios que ponían énfasis en
el tema de la globalización. También en ese
caso hubo excesos, al decir que en la ciudad, la México y de otros países
mayoría de los hechos que estaban ocurriendo, latinoamericanos.”
eran parte o producto de la globalización, sin
tratar de discriminar qué aspectos de la glo-
balización realmente estaban incidiendo en la
organización de la ciudad. Así surgió la moda de
la globalización como una explicación de todo lo
que estaba ocurriendo. Yo, por cierto, he criti-
cado el uso de ciertas palabras, que me parece
que en lugar de explicar tapan los problemas,
por ejemplo, se habla de una ciudad fragmen-
tada, pero, qué quiere decir fragmentada. Esto
no significa que uno no pueda usar ciertos tér-
minos, si al mismo tiempo están bien explica-
dos y pueden hacer referencia a procesos más
generales, vinculados con el desarrollo actual
del capitalismo. También hay trabajos que ha-
blan del capitalismo y tampoco explican mucho;
creo que todo depende de cómo se usan esas
palabras, de cómo se explican los procesos y
55
Debates — Luis Patiño
cómo se conectan los aspectos más contextua-
les con aquellos más específicos. Si es cierto lo
que dices en tu pregunta, que se usa mucho lo
de ciudad fragmentada, lo de la falta de mezcla,
qué quiere decir mezcla, qué quiere decir frag-
mentada. A mí esto me parece que no permite
ir más allá en la comprensión de los procesos
que están ocurriendo. Por ejemplo, ahora que
estoy analizando la discusión sobre raza y clase,
es una discusión que a mí me parece que no ha
avanzado mucho en Estados Unidos, aunque
hay mucha gente que ha trabajado estos temas,
en una sociedad que se dice muy democrática,
pero que tiene un grupo grande de la población
que, aunque no es migrante reciente, no ha po-
dido superar situaciones de pobreza, margina-
ción, exclusión y de vivir en guetos. Ha habido
muchas discusiones sobre estos temas, pero ha
predominado un punto de vista de la gente de
derecha, que ha argumentado que esa pobla-
ción negra no ha avanzado porque las políticas
aplicadas no les han permitido ser independien-
tes, sino dependientes de las políticas del Esta-
do, lo cual explica la marginación.
M: ¿Qué evaluación haría del estado que pre-
senta la investigación urbano-regional en Mé-
xico y América Latina?
MSG: La investigación urbana ha avanzado
mucho, hay mucha gente que trabaja en es-
tos temas, más revistas, publicaciones y otras
disciplinas que se han incorporado. Respecto
a estas últimas, te comento que en una eva-
luación que hicimos acerca de la investigación
urbana en países en desarrollo, que constituyó
una experiencia muy interesante, y se llamaba
Global Urban Research Initiative (GURI), tuvo la
coordinación general el profesor Richard Stren,
en Canadá. Se llevó a cabo una evaluación de la
investigación urbana en diferentes países del
Tercer Mundo y a través de la misma pudimos
ver que las disciplinas que están involucradas
en la investigación urbana cambian mucho por
regiones o por países. En algunos lugares em-
56
pezaron los arquitectos, luego siguieron los so-
ciólogos, los economistas no mucho, ya que en
algunos lugares a los economistas les parecía
que la cuestión urbana no era muy relevante,
que había que estudiar otros temas económicos
en América Latina. En la India, en cambio, la in-
vestigación urbana realizada por economistas
era más importante. En los últimos años se han
incorporado las ciencias políticas, las relaciones
internacionales y la antropología, con estudios
etnográficos y con una visión de los aspectos
culturales, en los que se puede profundizar
cómo vive la gente, cómo siente su situación
de pobreza, de marginación, etcétera. En los
estudios que nosotros hicimos en GURI, hubo
diferentes equipos; yo estuve coordinando
la investigación en México, Centroamérica y
Colombia, aunque en un momento la parte de
Centroamérica estuvo en manos de Mario Lun-
go (salvadoreño), que desgraciadamente murió
hace varios años. También hubo un equipo para
Brasil y Venezuela, y otro para el Cono Sur y los
países Andinos. El resultado fue un trabajo muy
grande sobre cuáles eran los temas más im-
portantes investigados, quienes participaban,
desde cuando existía la investigación urbana,
qué instituciones estaban presentes, y qué
disciplinas fueron más importantes. La inves-
tigación quedó plasmada en varios libros que
se hicieron en inglés. Traduje algunas partes al
español, en mi último libro donde me refiero a
mis 35 años de investigación, y algunas de las
cosas que salieron de ese trabajo de GURI las
incorporé en la introducción de mi libro. Es
una especie de antología de mis trabajos; en
realidad Silvia Giorguli, la que es ahora Presi-
denta del Colegio, cuando era Directora del
Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y
Ambientales, me invitó a preparar este libro,
para dejar una constancia de lo que considero
mis trabajos más importantes. Me pareció re-
levante hacer una introducción a los estudios
urbanos en América Latina, donde mucha gente
había participado, y en esa presentación traté
además de mostrar como organicé los trabajos,
por temas y por épocas. Consideré importante
mostrar como a lo largo de los años los temas
van cambiando, porqué van surgiendo nuevas
realidades en la situación social de los países,
y asimismo nuevos problemas. Las ciencias so-
ciales van desarrollando nuevas problemáticas
que hay que discutir surgiendo al mismo tiempo
nuevas tecnologías para analizarlos. Por ejem-
plo, analizar la división social del espacio y la
segregación por medio del uso de las computa-
doras, y del mapeo por SIG’s, ha permitido nue-
vas posibilidades dentro de ese campo; yo he
vivido esos cambios ya que cuando empecé en
los años ochenta con la profesora Rubalcaba a
hacer nuestros primeros estudios era muy dife-
rente lo que se podía hacer entonces y lo que se
puede hacer ahora. El gran desarrollo de la tec-
nología nos permite usar mucho más variables,
mejores técnicas estadísticas, pero sobre todo
los mapas por computadora, que entonces no
existían; esto ha permitido que existan muchos
más trabajos ahora que antes, sobre la división
del espacio y del uso de las variables para esta
temática.
M: Usted ha sido indudablemente una de las
principales protagonistas en la investigación
del problema de la vivienda y la organización
socioespacial en México y América Latina a lo
largo de 35 años. ¿Ha visto alguna evolución,
positiva o negativa, en el modo en que la so-
ciedad enfrenta estas cuestiones?, ¿por qué
persisten los problemas urbanos?
MSG: Persisten porque los temas urbanos no se
pueden resolver tomando sólo ese nivel de la
realidad; es un tema que hay que verlo dentro
de lo que pasa en la sociedad en su conjunto y
dentro del tema político. La falta de reflexión
de quienes gobiernan y de los actores socia-
les que tienen más influencia en la sociedad,
influye indudablemente en la solución de los
problemas. Ellos no pueden ser resueltos por
los investigadores; uno puede tener estudios
buenos, mejores o peores, pero en la práctica

no se resuelven los problemas con los estudios.
Es importante atacar o enfrentar a los indivi-
duos o grupos responsables de situaciones pro-
blemáticas, que crean grandes desigualdades
entre los sectores sociales: unos mucho y otros
nada. La gran desigualdad sigue persistiendo
en nuestros países y quizá peor que nunca: los
estudios muestran que la situación está cada
vez peor, no solamente acá sino también en
Estados Unidos. En la historia hay avances y
retrocesos, hay periodos en que las cosas me-
joran y hay periodos en que las cosas se vienen
para atrás, pero ha habido una constante en
México, que muchas políticas que se han apli-
cado para hacer frente al tema de la pobreza
no han resultado efectivas: no se ha sacado a
la gente de la pobreza. Nosotros seguimos ha-
ciendo nuestros estudios, pero no dejamos de
estar frustrados por la falta de posibilidades
de que las cosas cambien. Como dije, no van a
cambiar con nuestros estudios, pero si es im-
portante tener instituciones educativas, donde
se forme la gente con una visión de cambio, con
una visión progresista de la sociedad.
M: ¿Cree usted que los estudios que se rea-
lizan en los centros de investigación y en las
universidades no han enriquecido y alimenta-
do las políticas públicas urbanas?
MSG: Tampoco hay que ser tan negativos, creo
que si hay algunos trabajos que pueden alimen-
tar propuestas urbanas, pero también es cierto,
que ellas a veces se realizan de manera parcial.
Por ejemplo, programas sociales que existen
tanto en la Ciudad de México como en algunos
lugares del Estado de México, son interesantes,
se han inspirado en estudios efectuados por el
sector académico, pero muchos han quedado
a mitad de camino y otros programas que se
ponen en práctica luego desaparecen, no tienen
continuidad, no hay recursos para ello. Si hay
dinero para algunas cosas, para llenar los bolsi-
llos de funcionarios de alto nivel y empresarios,
pero no hay para los programas sociales. Este
país realmente está pasando por una etapa muy
negra de su historia, es muy triste.
M: Desde su amplia experiencia ¿cuáles son
las preguntas que no han sido ampliamente
resueltas con respecto al desarrollo urbano,
y cuáles faltan por trabajarse?, ¿cuáles son las
certidumbres y cuáles las falacias?
MSG: Una cuestión que es muy crítica dentro
del desarrollo de nuestras ciudades, tiene que
ver con el tema de la desigualdad y de la po-
breza, el cual no han sido para nada mejorado
en las ciudades. Otro tema es el de la expan-
sión urbana sobre áreas de interés ambiental,
que tiene que ver con las políticas públicas
frente a diferentes actores, en particular con
respecto al sector inmobiliario, que nunca se
ha atacado adecuadamente, y debo reconocer
que en esto la izquierda tampoco ha tenido
una visión clara acerca de esta cuestión. Con
respecto a la desigualdad es tremendo como
ciertos grupos de altos recursos, viven con
mayores lujos, mientras otros en una pobre-
za tremenda. La movilidad y el transporte,
constituyen una gran prioridad del desarrollo
urbano; la cantidad de horas que mucha gente
pasa viajando para ir a su trabajo y de regreso
a su hogar, afecta enormemente la vida de las
personas, particularmente en las grandes ciu-
dades. Ese tema no se resuelve fácilmente en
ningún lado, pero en algunas ciudades, no se
hace caso, no se desarrolla el transporte colec-
tivo, y existe una permisibilidad exagerada en
el uso del automóvil privado.
M: Sobre la Ciudad de México. En las dos úl-
timas décadas que ha sido gobernada por un
partido de centro izquierda (PRD), la idea pre-
dominante de fomentar la competitividad en
un entorno globalizado ha dejado de ser un
patrimonio de empresarios y gobiernos libera-
les para pasar a ser también tema y reflexión
de los gobiernos y urbanistas progresistas. Se
ha creado la necesidad de transformar la ciu-
Luis Patiño — Debates
dad a fin de atraer inversión de capital priva-
do. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?, ¿qué
ha pasado para que la reflexión crítica y social
de deje de lado?
MSG: Creo que los grupos políticos de iz-
quierda no están bien preparados, ignoran
una gran cantidad de temas que deberían de
conocer para poder pensar en políticas que
hagan una diferencia con respecto a las po-
líticas tradicionales poco progresistas. Que
hagan una diferencia entre ellos y los que no
son de izquierda.
M: La disputa por el gobierno de Ciudad de
México ha iniciado en este 2018. A partir de
su conocimiento y experiencia ¿Qué ciudad va
a gobernar quien gane las elecciones y cuáles
serán los problemas prioritarios a enfrentar
desde la política pública?
MSG: Hay que tomar medidas radicales en
algunas cosas y a veces no se quieren tomar
porque dicen que quieren gobernar para to-
dos, pero en realidad gobiernan para los que
tienen poder; eso es lo que pasa y eso le pasa
o todos los grupos políticos. Esto es muy des-
afortunado, hay que tomar medidas radicales
con respecto a la cuestión del transporte, a la
organización desigual del espacio. Ha existido
poco interés en reflexionar acerca de la división
social del espacio y las desigualdades urbanas;
la política de vivienda ha sido muy negativa y la
izquierda no ha tenido una crítica sobre la mis-
ma, particularmente la que se lleva a nivel fe-
deral. Me gustaría que los políticos de izquier-
da puedan ver los verdaderos problemas que
hay dentro del desarrollo urbano y hacer frente
a los mismos con políticas radicales. Es de gran
relevancia el tema de la participación ciudada-
na, pero debe llevarse a cabo de manera que
los resultados de los programas en los que ella
se incluye no impliquen el mantenimiento de
las cosas como están. m
57
Debates — Gustavo Garza
L
a Zona Metropolitana de la Ciudad de
México (ZMCM), con 20.3 millones
de habitantes en 2015, es la principal
urbe del país y desde los años sesenta
se ha mantenido entre las diez más pobladas
del planeta. El soporte físico de la metrópoli
es su tejido construido que se extiende en 1
741 km2 en donde se amalgaman 5.1 millones
de viviendas en 2010; 63 mil establecimientos
industriales y 630 mil negocios comerciales
y de servicios privados en 2008, además del
sistema vial, infraestructura, equipamiento y
áreas verdes. En términos de uso del suelo, la
mancha urbana se subdivide en 62.4 por ciento
para uso habitacional, 11.8 por ciento es mixto
(comercial, servicios y viviendas), 4 por ciento
comercial y servicios, 5.4 por ciento manufac-
turero, 7.3 por ciento de equipamiento, 7.5 por
ciento recreativo y 1.6 por ciento se destina a
vialidad primaria (Grajales, 2000: 516).
La ZMCM es la más monumental obra cons-
truida por los mexicanos en toda la historia del
país, conformando una colosal plataforma que
alberga sus millones de habitantes y a sus miles
de empresas que la trasforman en un verdade-
ro factor de producción que genera 23.1 por
ciento del producto interno bruto nacional (PIB)
y 30.4 por ciento del sector terciario en 2013.
Empero, también es el escenario que refleja los
30 años de bajo crecimiento económico del país
58
durante todo el período neoliberal, que agrava
la compleja problemática urbanística en tér-
minos de déficit de infraestructura y servicios
públicos, de desigualdad social, desempleo y
subempleo, contaminación del ecosistema, e
inseguridad y violencia.
El propósito de este artículo es analizar la
evolución de la población y de las característi-
cas de la trama urbana de la zmcm durante la
segunda mitad del siglo xx y los primeros tres
lustros del xxi, los cuales servirán de marco de
referencia para profundizar en el estudio de su
compleja naturaleza en el resto de los escritos
de la revista. Se presenta el crecimiento demo-
gráfico y urbanístico de la zmcm con el fin de
identificar la dinámica desigual de sus demarca-
ciones según los diferentes factores que la de-
terminan, entre ellos su antigüedad como parte
de la metrópoli, los factores geográficos y las
políticas gubernamentales de la construcción
de los diferentes tipos de infraestructura, entre
las que destacan la hidráulica y la vial.
La investigación exhaustiva de la metrópoli
será la base indispensable para lograr resolver,
o al menos atenuar, sus graves problemas urba-
nísticos y sociales, así como elevar su potencial
económico como el más formidable factor de
la producción de la nación. Adicionalmente,
sería preciso establecer un aparato de gobierno
metropolitano con la capacidad teórico-técnica
necesaria para diseñar las políticas y acciones
que permitan incorporar a la Ciudad de México,
con su megalópolis emergente, en el conjunto
de las megaciudades más competitivas dentro
del proceso de terricolarización de la economía.
Explosión y freno demográfico por
etapas de metropolitanismo
La Ciudad de México constituye el nodo pree-
minente del sistema de ciudades mexicanas al
representar una elevada concentración de la
economía y población nacional, lo cual tiene
su origen desde la época colonial. Empero, las
actividades productivas y sus habitantes no
se distribuyen de manera homogénea en su
interior, puesto que la infraestructura y equi-
pamiento, conceptualizados como condiciones
generales de la producción (cgp), se distribuyen
de forma irregular a partir del núcleo central,
dependiendo de las acciones de los agentes in-
mobiliarios y las políticas urbanísticas guberna-
mentales. En ese sentido, aunque la expansión
de la ciudad ocurre simultáneamente con su
crecimiento poblacional, se producen densida-
des demográficas heterogéneas. Ello se deriva,
en buena medida, de que la construcción de las
cgp no responde linealmente a la dinámica po-
blacional, inclusive en los medios de consumo

colectivo (salud, educación, cultura y esparci-
miento) dirigidos directamente a la gente que,
se pensaría, deberían tener una lógica distribu-
tiva similar a los habitantes.
La ZMCM experimentó una explosiva diná-
mica demográfica hasta la década de los seten-
ta. En 1950 tuvo 2.9 millones de habitantes em-
plazados en 11 delegaciones y el municipio de
Tlalnepantla, la primera demarcación conurba-
da del Estado de México. Con ello se inicia una
primera etapa de su proceso de metropolita-
nismo, la cual en términos generales se prolon-
gará hasta inicios de los setenta. La delegación
Cuauhtémoc era la más poblada con 31.7 por
ciento de los habitantes metropolitanos. En esa
época se tenía un patrón demt monocéntrico,
pues además de la primacía de la Cuauhtémoc,
las delegaciones vecinas de Venustiano Carran-
za y Miguel Hidalgo absorbían 18.3 y 15.8 por
ciento de la población total. De esta suerte, en
sólo tres demarcaciones se encontraba 65.8
por ciento de los habitantes de la incipiente
metrópoli (Cuadro 1).01
En 1960 la ZMCM observó una población de 5.1
01.. En el cuadro 1 se presenta la población total de las
demarcaciones políticas de la zmcm. Por limitaciones de
espacio no se incluyen los cuadros con la participación
porcentual ni las tasas de crecimiento que fueron utiliza-
dos como cuadros de trabajo y cuyos valores se mencio-
nan en el escrito.
Dinámica demográfica y
morfología urbana de la Ciudad
de México, 1950-2015
por Gustavo Garza
Profesor investigador en El Colegio de México.
millones, que estaba principalmente concen-
trada en Cuauhtémoc, Venustiano Carranza,
Miguel Hidalgo y Gustavo A. Madero, que re-
presentaban 57.9 por ciento de los habitantes
metropolitanos. La participación de las delega-
ciones centrales había disminuido, en especial
Cuauhtémoc, que aunque persistía como la más
poblada, bajó a 19.1 por ciento (Cuadro 1). El
patrón monocéntrico empieza a debilitarse,
pues no obstante extender su ámbito a Gustavo
A. Madero, el grado de concentración del área
central disminuye y las delegaciones de Cuau-
htémoc y Miguel Hidalgo reducen su población
absoluta entre 1960 y 1970, iniciando el fin de la
primera etapa de metropolitanismo. Como co-
rolario, se identifica una tendencia de descen-
tralización de la población hacia el oriente de la
urbe, donde Iztacalco reporta una tasa de 19.3
por ciento, la más elevada del área metropolita-
na entre 1950 y 1960. Paralelamente, la vecina
Iztapalapa registra un considerable incremento
demográfico de 12.8 por ciento (Cuadro 1).
Al inicio de los setenta la población de la
ZMCM fue de 8.6 millones. La parte central
continuó disminuyendo su población relativa
de 1970 a 1980, e incluso Cuauhtémoc y Miguel
Hidalgo experimentaron una reducción absolu-
ta, con tasas de -1.4 y -0.1 entre 1960 a 1970,
mientras en toda la urbe fue 5.4 por ciento.
De tal forma que la participación de estas dos
delegaciones centrales fue de solamente 9.9 y
7.6 por ciento, respectivamente. La Gustavo A.
Madero era la más poblada al rebasar el millón
de habitantes y concentrar 13.8 por ciento de
la población de la urbe. Le seguía Venustiano
Carranza, la cual representaba 10.3 por ciento
de los habitantes en 1970. Esta nueva geografía
de la población diluía claramente la primacía de
la zona central, fomentando una mayor disper-
sión hacia las demarcaciones que la circundan,
las cuales conforman su primer contorno, como
se verá más adelante. A partir de este periodo
se observa una caída dramáticamente de la tasa
Gustavo Garza — Debates
de fecundidad y el fin de la elevada inmigración
a la ciudad que cesará del todo en la década de
los ochenta. Se inicia una segunda etapa de me-
tropolitanismo con una decreciente dinámica
poblacional y una clara restructuración de la
población al interior de la urbe.
En 1980 la población de la ZMCM alcanza 12.9
millones y la Gustavo A. Madero se mantiene
como la demarcación más poblada. En esta eta-
pa de clara descentralización de la población,
Iztapalapa y Nezahualcóyotl se convirtieron en la
segunda y tercera demarcaciones con más de un
millón de personas, acelerando la mayor densifi-
cación al oriente de la ciudad. La pérdida de po-
blación continuó en las delegaciones centrales,
al agregarse Venustiano Carranza a Cuauhtémoc
y Miguel Hidalgo, las cuales pierden población
absoluta con tasas de -3.0, -1.0 y -2.4 por ciento
entre 1970 y 1980, respectivamente (Cuadro 1).
Como corolario, los dos fenómenos anteriores
prefiguran el advenimiento de una segunda eta-
pa de metropolitanismo de la urbe, que básica-
mente cubre el periodo de 1970 a 1990.
A partir del decenio de 1980 a 1990 se ini-
cia la reducción en la dinámica demográfica de
la zmcm. En los tres periodos censales se re-
gistró una tasa de crecimiento menor a 2 por
ciento y una clara tendencia a seguir disminu-
yendo. Al mismo tiempo se incrementa la can-
tidad de delegaciones que registran una dismi-
nución de su población. En los ochenta fueron
siete con pérdida absoluta de población: Be-
nito Juárez, Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo,
Venustiano Carranza, Azcapotzalco, Gustavo
A. Madero e Iztacalco (Cuadro 1). Destacan
estas dos últimas, las cuales en décadas an-
teriores representaban la mayor ganancia de
población, lo cual confirma la continuación del
proceso de desconcentración de la población.
Tal es el despoblamiento de estas unidades
territoriales que el Distrito Federal tuvo una
tasa negativa de -0.01 por ciento.
59
Debates — Gustavo Garza

CUADRO 1. Zona Metropolitana de la Ciudad de México: evolu-

ción de la población según demarcaciones políticas, 1950-2015.

Entidades y Población
Clave demarcaciones
políticas
1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010 2015

ZMCM 2 952 199 5 125 447 8 623 157 12 994 450 15 274 256 17 946 313 19 605 097 20 349 188

Ciudad de México 2 923 194 4 816 617 6 840 471 8 362 711 8 351 044 8 591 309 8 851 080 8 918 653

09014 Benito Juárez 291 633 442 374 501 363 514 404 413 520 359,334 385 439 417 416

09015 Cuauhtémoc 935 059 980 111 853 550 769 097 604 303 515,132 531 831 532 553

09016 Miguel Hidalgo 467 754 661 109 656 647 515 275 412 564 351,846 372 889 364 439

09017 Venustiano Carranza 540 349 748 539 891 409 654 360 526 903 462,089 430 978 427 263

09010 Álvaro Obregón 93 176 220 011 456 709 604 643 651 752 685,327 727 034 749 982

09002 Azcapotzalco 187 864 370 724 534 554 568 701 481 334 440,558 414 711 400 161

09003 Coyoacán 70 005 169 811 339 446 566 252 649 027 639,021 620 416 608 479

09005 Gustavo A. Madero 204 833 579 180 1 186 107 1 431 919 1 285 821 1,233,922 1 185 772 1 164 477

09006 Iztacalco 33 945 198 904 477 331 539 476 454 599 410,717 384 326 390 348

09007 Iztapalapa 76 621 254 355 522 095 1 199 582 1 511 366 1,771,673 1 815 786 1 827 868

Magdalena
09008 21 955 40 724 75 429 164 558 197 772 221,762 239 086 243 886
Contreras
Cuajimalpa de
09004 19 199 36 200 86 725 121 344 151,127 186 391 199 224
Morelos

09012 Tlalpan 61 195 130 719 350 934 491 654 580,776 650 567 677 104

09013 Xochimilco 70 381 116 493 206 402 274 947 368,798 415 007 415 933

09011 Tláhuac 62 419 139 595 209 594 302,483 360 265 361 593

09009 Milpa Alta 50 788 64 545 96,744 130 582 137 927

Estado de México 29 005 308 830 1 782 686 4 631 739 6 923 211 9 355 004 10 754 017 11 430 535

15104 Tlalnepantla 29 005 105 447 366 935 713 614 716 863 720,755 664 225 700 734

15031 Chimalhuacán 76 740 19 946 56 766 247 163 490,245 614 453 679 811

15033 Ecatepec 40 815 216 408 721 979 1 242 498 1,620,303 1 656 107 1 677 678

60
 Gustavo Garza — Debates

Entidades y Población
Clave demarcaciones
políticas
1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010 2015

15057 Naucalpan 85 828 382 184 669 159 802 282 857,511 833 779 844 219

Atizapán de
15013 44 322 186 394 321 496 467,262 489 937 523 296
Zaragoza

15024 Cuautitlán 41 156 36 056 49 835 75,831 140 059 149 550

15070 Paz, La 32 258 91 431 137 478 213,045 253 845 293 725

15109 Tultitlán 52 317 125 643 251 393 432,411 524 074 520 557

Coacalco de
15020 13 197 90 078 155 124 252,270 278 064 284 462
Berriozábal

15037 Huixquilucan 33 527 71 710 134 565 193,156 242 167 267 858

15058 Nezahualcóyotl 580 436 1 230 604 1 281 237 1,224,924 1 110 565 1 039 867

15011 Atenco 14 976 21 643 34 393 56 243 62 392

15121 Cuautitlán Izcalli 157 717 333 285 452 976 511 675 531 041

15029 Chicoloapan 25 138 58 452 77 506 175 053 204 107

15028 Chiautla 9 672 15 059 19 559 26 191 29 159

15025 Chalco 71 817 108 829 222 201 310 130 343 701

15030 Chiconcuac 10 296 14 463 17 977 22 819 25 543

15039 Ixtapaluca 71 350 140 104 293 160 467 361 495 563

15060 Nicolás Romero 103 291 187 817 269 393 366 602 410 118

15081 Tecámac 77 432 125 682 172 410 364 579 446 008

15099 Texcoco 96 616 143 175 203 681 235 151 240 749

15002 Acolman 44 142 61 181 136 558 152 506

15053 Melchor Ocampo 26 677 37 724 50 240 57 152

15091 Teoloyucan 42 803 66 486 63 115 66 518

15095 Tepotzotlán 40 440 62 247 88 559 94 198

61
Debates — Gustavo Garza

Entidades y Población
Clave demarcaciones
políticas
1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010 2015

15100 Tezoyuca 12 664 18 734 35 199 41 333

15108 Tultepec 48 269 93 364 91 808 150 182

Valle de Chalco
15122 219 773 323 113 357 645 396 157
Solidaridad
15038 Isidro Fabela 8 161 10 308 11 726

15044 Jaltenco 31 608 26 328 27 825

15046 Jilotzingo 15 075 17 970 19 013

15059 Nextlalpan 19 755 31 691 39 666

15092 Teotihuacán 44 556 53 010 56 993

15022 Cocotitlán 10 220 12 142 14 414

15023 Coyotepec 35 289 39 030 41 810

15035 Huehuetoca 38 393 100 023 128 486

15069 Papalotla 3 469 4 147 3 963

San Martín de
15075 19 689 24 851 26 960
las Pirámides
15083 Temamatla 8 840 11 206 12 984

15120 Zumpango 99 781 159 647 199 069

13069 Tizayuca 46 350 97 461 119 442

FUENTE: la información de 1950 a 2000 de Garza (2000: 2040-241); 2010 de INEGI, Censo de Población y Vivienda,
2010; 2015 de la Encuesta Intercensal, INEGI, 2015.

Los ochenta se conocen como la “década perdi-
da” por la profunda crisis económica que deto-
na en 1982 y se prolonga hasta 1988. La Ciudad
de México fue probablemente la urbe económi-
camente más afectada, pues su pib decreció en
-1.2 por ciento (Garza, 2008: 195). Ello se reflejó
en la caída de su tasa de crecimiento poblacio-
nal a 1.7 por ciento, mientras que la población
nacional lo hizo en 2.0 por ciento, marcando el
fin de su elevado crecimiento por inmigración.
Empero, en este periodo surge técnicamente la
Megalópolis de la Ciudad de México (MCM) al
traslaparse la ZMCM con la Zona Metropolitana
de Toluca (Garza, 2000: 609). En este periodo
crítico de la evolución económica de México,

62

se vislumbra una tercera etapa de metropoli-
tanismo de corte megalopolitano que se con-
solidará durante los noventa, pues ante el fin
del crecimiento demográfico exponencial de la
capital del país, se observa la expansión de las
ciudades aledañas que paulatinamente se irán
incorporando a la MCM. De esta forma, entre
1980 y 1990, Toluca crece a una tasa de 3.4 por
ciento, Puebla a 4.1, Pachuca y Tlaxcala a 6.6,
San Juan del Rio a 8.7 y Querétaro a 10.5 por
ciento (Garza, 2003: 63).
La población de la ZMCM aumenta a 15.4
millones en 1990. La delegación con más ha-
bitantes fue Iztapalapa, seguida muy de cerca
por Gustavo A. Madero que a pesar de una tasa
negativa se mantiene con más de un millón de
habitantes. En tercer sitio está Nezahualcóyotl,
mientras que Ecatepec surge como la cuarta
unidad política demográficamente millonaria
(Cuadro 1). Las cuatro demarcaciones más po-
bladas agrupan 34.5 por ciento de la población
metropolitana, por lo que el patrón de disper-
sión avanza, pues sus contrapartes que cons-
tituyen la ciudad central (Cuauhtémoc, Miguel
Hidalgo, Benito Juárez y Venustiano Carraza)
sólo suman 12.7 por ciento de la población total
metropolitana en 1990.
En 2000 la ZMCM eleva su población a 17.9
millones y, al inicio del nuevo milenio, los resi-
dentes en los municipios mexiquenses conurba-
dos, con 51.8 por ciento del total de habitantes,
superan por primera vez a los del antiguo Distrito
Federal, situación que se tornará creciente e irre-
versible. La distribución de la población continúa
su tendencia a dispersarse y entre 1990 a 2000
no se incorpora ninguna demarcación a las cua-
tro existentes con más de un millón de personas,
por lo que disminuyen su participación a 32.6 por
ciento del total metropolitano (Cuadro 1).
La tasa de crecimiento demográfico en la urbe
fue de 1.5 por ciento en los noventa y se mantu-
vieron las siete delegaciones con pérdida abso-
luta de población, agregándose a ellas Coyoacán
(Cuadro 1). Asimismo, desaparecen las tasas
elevadas de crecimiento registradas hasta el pe-
riodo de 1980 a 1990, cuando Chimalhuacán fue
el último municipio que observó una tasa de dos
dígitos (15.9 por ciento), peculiaridad de algunas
de las demarcaciones periféricas hasta entonces.
Entre 1990 y 2000 la mayor tasa fue de Ixtapalu-
ca con 7.7 por ciento y en segundo término estu-
vieron los municipios de Chalco y Chimalhuacán,
con 7.4 y 7.1 por ciento respectivamente.
En la década de los noventa prosigue el avan-
ce megalopolitano, pues ante la reducida tasa
de 1.5 por ciento de la ZMCM, se mantienen
con tasas notablemente superiores al 1.9 por
ciento de la población nacional, las ciudades de
su subsistema: Toluca (5.5 por ciento), San Juan
del Río (4.9 por ciento), Tlaxcala (4.7 por ciento),
Pachuca (3.6 por ciento) y Cuernavaca (3.2 por
ciento) (Garza, 2003: 93). Se observa, por ende,
un doble patrón descentralizador, en primer lu-
gar, al interior de la metrópoli del centro hacia
la periferia surgiendo un conjunto significativo
de municipios periurbanos y, en segundo, hacia
una región polinuclear con centro en la megaló-
polis de la ciudad de México.
En 2010 la población de la ZMCM llega a 19.4
millones de los cuales 53.9 por ciento se localiza
en los municipios del Estado de México y en uno
de Hidalgo (Cuadro 1). La tasa de crecimiento
entre 2000 y 2010 se reduce a únicamente 0.8
por ciento, aunque existen algunas demarca-
ciones con tasas altas. Destaca el municipio de
Huehuetoca, que registró un incremento de
10.1 por ciento al pasar de 38 393 a 100 023
habitantes, seguido por Chicoloapan y Tecámac
con 8.5 y 7.8 por ciento, por lo que más que
duplican su población en el decenio (Cuadro 1).
Sin embargo, considerando su relativamente
baja población, sus incrementos absolutos no
influyen significativamente en la distribución
de la población en el área metropolitana. Per-
manecen las mismas cuatro demarcaciones con
población superior al millón de habitantes, em-
pero disminuyen su aportación de 32.6 en 2000
a 29.8 por ciento en 2010 (Cuadro 1).
Gustavo Garza — Debates
En 2015 los habitantes de la ZMCM alcanzan
20.3 millones, constituyendo la cuarta megaur-
be más poblada del planeta (United Nations,
2014: 28). La tasa de crecimiento demográfico
repunta ligeramente a 0.97 entre 2010 a 2015,
lo que representa 960 mil personas adicionales
en el lustro, casi 200 mil anuales (Cuadro 1). De
esta suerte, aún con aumentos menores que
la tasa de crecimiento natural de la población
del país de 1.8 por ciento entre 2000 y 2010
(Narro-Robles, Hernández-Bringas y Flores-Are-
nales, 2012: 29), su expansión demográfica
absoluta le representa un gran desafío, princi-
palmente en los municipios mexiquenses hacia
donde se extiende la mancha urbana.
Los ciclos de crecimiento económico de la
zmcm son los que determinan el nivel de em-
pleo y, con ello, su dinámica demográfica, pues
la gente migra en búsqueda de trabajo hacia
donde el capital se acumula. La expansión eco-
nómica y demográfica implica necesariamente
el crecimiento de la mancha urbana, consti-
tuyendo los tres procesos una clásica relación
circular acumulativa. Empero, la dinámica re-
cíproca entre ellos es inestable por lo que es
necesario desentrañar el tipo de interacciones
que presentan. Para ello, en el siguiente inciso
se analiza la expansión urbanística de la ZMCM
en el periodo considerado.
Expansión dispersa del tejido urbano
Una de las peculiaridades urbanísticas esencia-
les para entender la naturaleza de una ciudad es
su morfología, esto es, las relaciones entre los
diferentes elementos que constituyen la estruc-
tura urbana. Ella determina el carácter y orien-
taciones de las interacciones de la población,
así como el grado de dispersión o concentración
de la actividad urbana según niveles de densi-
dad. Como se mencionó en el acápite anterior,
la Ciudad de México pasó de tener una distribu-
ción de la población monocéntrica, donde 65.8
63
Debates — Gustavo Garza
por ciento de la población estuvo en solamente
tres delegaciones centrales, hasta configurar
un patrón disperso, donde las demarcaciones
con más de un millón de habitantes solamente
contenían a 29.8 por ciento de la población en
2010. Esta metamorfosis es lógica en la medida
que el área urbana de la ZMCM supera el umbral
de las ciudades grandes, para transformarse en
una de las metrópolis más pobladas del planeta.
En 1950 la Ciudad de México inicia su
proceso de metropolización teniendo una
extensión territorial de 20 500 hectáreas
(ha), localizadas en 11 delegaciones y el mu-
nicipio mexiquense de Tlalnepantla. Las tres
más pobladas, Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo y
Venustiano Carranza, representaban 41.5 por
ciento de la superficie urbana total (Mapa 1).
Debido a la limitada extensión territorial, sus
densidades de población también eran las más
altas de toda la urbe, al registrar 302, 167 y
208 habitantes por hectárea (hab/ha), respec-
tivamente (Cuadro 2).02 En los cincuenta la po-
blación de la zmcm creció 5.6 por ciento anual
y la superficie urbana 6.1 por ciento, dinámica
que implicó la imposibilidad de ejecutar ac-
ciones urbanísticas adecuadas para enfrentar
los múltiples requerimientos de servicios
públicos, infraestructura y equipamiento ur-
bano, especialmente en materia de políticas
habitacionales, lo que produjo un proceso de
expansión de viviendas informales en la zona
periférica de la urbe (Fondo Metropolitano
del Valle de México, 2011: 138).
En 1960 la ciudad se había extendido hasta
alcanzar 37 200 ha a una tasa ligeramente su-
perior a la demográfica, lo cual condujo a una
02..El Cuadro 2 presenta la superficie del tejido urbano
de la zmcm por demarcaciones políticas. Para reducir la
extensión del escrito no se incluyen el cuadro con la den-
sidad de población, pero estas se pueden obtener con los
datos del cuadro 1 y el 2. Tampoco se presentan la parti-
cipación porcentual ni las tasas de crecimiento de dicha
superficie urbana, que fueron utilizados como cuadros de
trabajo y cuyos valores se mencionan en este inciso.
64
ligera disminución de la densidad urbana de
144 a 138 hab/ha (cuadro 2). En forma inversa,
la densidad de la población de las delegaciones
que conforman la zona central se incrementa.
Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo, Venustiano Ca-
rranza y Gustavo A. Madero registraron una
densidad de 306, 194, 258 y 176 hab/ha, mag-
nitudes superiores a las que tenían en 1950 y
a la densidad media metropolitana (Cuadro 2).
De esta suerte, se puede concluir que el grado
de concentración se eleva en las delegaciones
centrales a pesar de disminuir su participación
en la población total, lo cual constituye uno de
los rasgos morfológico de la etapa inicial de
metropolización que atraviesa la ciudad.
La mayor expansión del tejido urbano en
el periodo de estudio sucede en la década de
los sesenta, pues se eleva a 70 800 ha en 1970,
que implican una tasa de crecimiento de 6.6
por ciento, nuevamente mayor a la tasa demo-
gráfica (Mapa 1). Esto hace disminuir una vez
más la densidad de la población a 122 hab/
ha en este último año, es decir, en forma más
significativa que la década anterior. El centro
urbano, todavía conformado por las cuatro de-
legaciones mencionadas, pierde participación
de la población con tasas negativas de –1.4 y
–0.1 en Cuauhtémoc y Miguel Hidalgo, lo que
se reflejó en una reducción de su densidad a
267 y 168 hab/ha. En contraste, Venustiano
Carranza y Gustavo A. Madero incrementaron
su densidad a 279 y 208 hab/ha. Debido a la
gran expansión en esta etapa, la zona central
reduce su participación a solamente 22.6 por
ciento de la superficie total, anunciando el
agotamiento de la primera etapa de metropo-
litanismo (Cuadro 2).
En 1980 la superficie urbanizada llega a 93
000 ha, pero se observaba una reducción de
su ritmo de expansión a 2.6 por ciento en los
setenta (Cuadro 2 y Mapa 1). Esta reducción
de velocidad del desdoblamiento urbano,
acompañado de la tasa poblacional de 4.2 por
ciento, notablemente superior, se reflejó en un
incremento global de la densidad de población
a 140 hab/ha, la máxima obtenida en todo el
periodo analizado, exceptuando 1950. Dada la
tendencia de descentralización, las delegacio-
nes Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo, Venustiano
Carranza y Gustavo A. Madero registraron una
disminución en sus densidades de población,
al contabilizar 240, 132, 198 y 191 hab/ha,
respectivamente. En contraste, demarcaciones
como Nezahualcóyotl, Iztacalco y Coacalco
fueron las más densamente pobladas con va-
lores de 268, 245 y 225 hab/ha, en ese orden.
En 1980 las demarcaciones que concentraban
mayor población, Gustavo A. Madero, Izta-
palapa y Nezahualcóyotl, representaban 21.8
por ciento de la superficie urbana total y al-
bergaban 29.7 por ciento de la población. Ello
explica sus altas densidades demográficas de
estratos sociales bajos que habitan en la zona
oriente de la urbe.
Durante la década del ochenta la tasa de
crecimiento del suelo urbano fue de 3.2 por
ciento y alcanza un total de 127 700 ha en 1990.
Se observó una estabilización en la superficie
urbanizada del Distrito Federal, que registra
una tasa de 0.9 por ciento pues varias delega-
ciones estaban completamente urbanizadas,
como Benito Juárez, Cuauhtémoc, Venustiano
Carranza, Azcapotzalco y Coyoacán. En 1990,
por ello, se logró una práctica igualdad de
superficie urbanizada en el Distrito Federal y los
municipios conurbados del Estado de México,
con participaciones de 50.4 y 49.6 por ciento
(Cuadro 2 y Mapa 1). Iztapalapa se convierte en
la principal demarcación urbana de la metrópoli
demográficamente hablando, pero según
extensión urbanizada constituye la segunda
más densa con 198 hab/ha, por debajo de los
251 de Nezahualcóyotl. La Ciudad de México,
con una tasa de crecimiento demográfico
de – 0.01 por ciento entre 1980-1990 y siete
delegaciones que pierden población, culmina
incuestionablemente la segunda etapa de
metropolitanismo que ocurre cuando las
demarcaciones centrales pierden población en
términos absolutos y relativos (cuadro 1).

En 2000 la superficie metropolitana aumenta
a 149 343 ha (Cuadro 2). En la última década
del siglo xx sucede una aparente contracción
del área urbanizada del Distrito Federal como
resultado de su disminución en 11 de las 16 de-
legaciones: Benito Juárez, Cuauhtémoc, Miguel
Hidalgo, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón,
Azcapotzalco, Coyoacán, Gustavo A. Madero,
Iztacalco, Iztapalapa y Magdalena Contreras.
No obstante, esta contracción no fue exclusiva
de las demarcaciones del Distrito Federal, pues
hubo municipios conurbados como Tlalnepant-
la, Naucalpan, Nezahualcóyotl, Chicoloapan y
Chiconcuac que igualmente tuvieron tasas de
crecimiento negativas.03 Sin embargo, territo-
rios como Teoloyucan, Texcoco y Tepotzotlán
alcanzaron tasas de expansión de 12.6, 11.5 y
10.0 por ciento, respectivamente, lo que impli-
có una tasa de expansión del tejido urbano de
03..Es relevante mencionar que la información de la super-
ficie urbana de 2000 y 2010 es de una fuente diferente que
la de los años anteriores y no fue posible uniformarla (Cua-
dro 2). La de los últimos años no considera parte de la red
vial, por lo que ello explica la reducción del Distrito Federal
que es imposible que haya ocurrido. Quedará para un es-
tudio futuro resolver este problema, pues verdaderamen-
te no se dispone de series históricas comparables en el
largo plazo de esta variable fundamental para el estudio
de la morfología de la zmcm.
Gustavo Garza — Debates
MAPA 1: Zona Metropolitana de la Ciudad de México:
expansión del tejido urbano, 1950-2010.
FUENTE: elaboración de Raúl Lemus, del Departamento
de Sistemas de Información Geográfica, Coordinación de
Servicios de Computo, El Colegio de México.
3.8 por ciento en los municipios conurbados,
mientras que en toda el área metropolitana fue
de 1.6 por ciento, muy similar al crecimiento
poblacional de 1.5 por ciento. Ello significa que
la densidad de población del Distrito Federal es
significativamente más elevada, esto es, de 154
hab/ha en 2000, contra 101 en los municipios
conurbados del Estado de México. Sería reco-
mendable intensificar el uso del suelo en estos
últimos para lograr una ciudad más compacta
y funcional, que elimine o reduzca los fuertes
desequilibrios que caracterizan a la metrópoli,
así como al crecimiento anárquico de los muni-
cipios peri-metropolitanos.
65
Debates — Gustavo Garza

Lo anterior implicó la estabilización de la densidad
de población con cifras de 121 y 120 hab/ha entre
1990 y 2000. Empero, la distribución demográfica
intrametropolitana es muy desigual y la densidad
mostraba una contratendencia de la descentrali-
zación en el Distrito Federal, que se eleva de 130
en 1990 a 154 hab/ha en 2000, al irse ocupando
los terrenos baldíos, mientras que los municipios
conurbados bajaron de 111 a 101. Esto se explica
por un proceso de expansión disperso y atomiza-
do en las zonas periféricas (Fondo Metropolitano
del Valle de México, 2011: 138-139).
En 2000 los municipios conurbados repre-
sentaron 61.5 por ciento del total de la superfi-
cie urbana de la zmcm, mientras al Distrito Fed-
eral le correspondía 37.3 por ciento y, con una
discreta aportación de 1.2 por ciento, se incor-
poró Tizayuca, del estado de Hidalgo (Mapa 1 y
Cuadro 2). Este proceso refleja la consolidación
de la tercera etapa de metropolitanismo
de corte megalopolitano pues las ciudades
periféricas a la zmcm siguen creciendo a tasas
mayores entre 1990 y 2000: San Juan del Rio
4.9 por ciento; la ciudad de Querétaro 3.6 por
ciento; Toluca 3.4 por ciento; Cuernavaca 3.2
por ciento y Puebla 2.6 por ciento. Estos valores
son muy superiores al 1.7 por ciento de la zmcm
y 2.4 por ciento de la población urbana nacional.
La megalópolis de la Ciudad de México continúa
creciendo, pero muy disfuncionalmente por las
grandes carencias de trasportación masiva de
carácter regional, principalmente ferroviaria.
En la primera década del siglo XXI el
tejido urbano de la ZMCM se eleva de 149
343 ha en 2000 a 174 106 en 2010, es decir,
24 763 más en los 10 años trascurridos.
Según entidades federativas, se observa
una discreta recuperación de la superficie
urbana del Distrito Federal, que tuvo una
expansión de 1.2 por ciento. En los municipios
conurbados, solo Huehuetoca observó una
tasa de dos dígitos (11.2 por ciento), pues el
resto se expande discretamente, resultando
el crecimiento de su mancha construida de
1.7 por ciento, ligeramente superior al del
Distrito Federal.
No obstante la baja expansión física de la ciudad,
ésta superó al crecimiento poblacional, disminu-
yendo la densidad poblacional del Distrito Fede-
ral y de los municipios conurbados. En 2010, sus
magnitudes en la zmcm, el Distrito Federal y los
municipios conurbados del Estado de México,
son de 111, 141 y 96 hab/ha, respectivamente.
Es posible afirmar, por ende, que el
crecimiento de la Ciudad de México en el primer
decenio del siglo xxi tiene un comportamiento
dicotómico. En primer lugar, el Distrito Federal
muestra un crecimiento intensivo del uso de
suelo, dado que alberga a la ciudad original con
sus ventajas de infraestructura y equipamiento,
lo que se plasma en una mayor densidad
demográfica, especialmente en la delegación
Cuauhtémoc, que se recupera del proceso de
despoblamiento a partir de la implementación
del Bando 2 del Gobierno del Distrito Federal
(Cuadro 1 y Cuadro 2). Algo semejante ocurre
en Iztacalco, Gustavo A. Madero, Iztapalapa
y Benito Juárez, que muestran densidades
superiores a 200 habitantes por hectárea.

CUADRO 2. Zona Metropolitana de la Ciudad de México: evolución de la

superficie urbana según demarcaciones políticas, 1950-2015.

ENTIDADES SUPERFICIE URBANA DE L A ZONA METROPOLITANA DE L A CIUDAD DE MÉXICO (HA)

CL AVE Y UNIDADES
POLÍTICAS 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010 2015

ZMCM 20 500 37 200 70 800 93 000 127 700 149 343 174 106 190 729

Distrito Federal
19 400 30 700 46 000 58 700 64 400 55 716 62 736 63 185
(delegaciones)

09014 Benito Juárez 2 400 2 500 2 700 2 700 2 700 1 664 1 907 1 907

09015 Cuauhtémoc 3 100 3 200 3 200 3 200 3 200 2 044 2 335 2 341

09016 Miguel Hidalgo 2 800 3 400 3 900 3 900 4 600 3 390 3 886 3 889

09017 Venustiano Carranza 2 600 2 900 3 200 3 300 3 300 2 260 2 572 2 602

66
 Gustavo Garza — Debates

ENTIDADES SUPERFICIE URBANA DE L A ZONA METROPOLITANA DE L A CIUDAD DE MÉXICO (HA)

CL AVE Y UNIDADES
POLÍTICAS 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010 2015

09010 Álvaro Obregón 1 600 3 000 3 600 4 600 5 100 4 890 5 442 5 442

09002 Azcapotzalco 1 800 2 300 3 200 3 300 3 300 2 315 2 686 2 695

09003 Coyoacán 1 000 2 100 3 300 5 400 5 400 3 655 4 086 4 102

09005 Gustavo A. Madero 1 800 3 300 5 700 7 500 8 700 4 876 5 615 5 626

09006 Iztacalco 400 900 2 000 2 200 2 300 1 390 1 782 1 785

09007 Iztapalapa 1 300 2 200 5 700 8 200 10 800 7 432 8 666 8 678

Magdalena
09008 600 900 1 300 2 400 2 800 1 464 1 568 1 575
Contreras
Cuajimalpa de
09004 500 800 1 200 1 600 2 829 2 889 2 914
Morelos

09012 Tlalpan 900 3 000 4 000 5 000 7 059 8 082 8 313

09013 Xochimilco 2 600 3 300 4 500 2 500 5 193 5 542 5 583

09011 Tláhuac 1 100 1 500 1 800 2 859 3 214 3 230

09009 Milpa Alta 800 1 300 2 399 2 464 2 503

Estado de México
1 100 6 500 24 800 34 300 63 300 91 766 108 417 127 544
(municipios)

15104 Tlalnepantla 1 100 2 700 6 500 6 000 6 000 5 344 5 630 5 635

15031 Chimalhuacán 300 400 500 2 400 2 733 3 827 3 851

15033 Ecatepec 859a 3 800 6 100 9 300 9 411 9 877 9 878

15057 Naucalpan 3 300 6 000 5 400 6 600 6 045 6 352 6 726

Atizapán de
15013 1 000 2 400 4 700 5 209 6 084 6 411
Zaragoza

15024 Cuautitlán 300 300 500 985 1 623 2 166

15070 Paz, La 500 800 1 600 1 945 2 261 2 479

15109 Tultitlán 400 1 600 2 800 3 379 4 470 4 470

Coacalco de
15020 300 400 1 100 1 431 1 816 1 826
Berriozábal

67
Debates — Gustavo Garza

ENTIDADES SUPERFICIE URBANA DE L A ZONA METROPOLITANA DE L A CIUDAD DE MÉXICO (HA)

CL AVE Y UNIDADES
POLÍTICAS 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010 2015

15037 Huixquilucan 500 1 100 1 300 2 910 3 471 3 958

15058 Nezahualcóyotl 5 100 4 600 5 100 3 335 3 713 3 892

15011 Atenco 407 300 610 778 1 342

15121 Cuautitlán Izcalli 1 800 4 500 6 601 7 603 8 200

15029 700 700 676 1 140 1 196

15028 Chiautlab 263 409 476 759 986

15025 Chalco 1 200 2 900 3 313 4 340 4 563

15030 Chiconcuac 280 393 314 462 599

15039 Ixtapaluca 500 1 700 3 380 4 351 4 749

15060 Nicolás Romero 700 2 300 5 003 4 927 5 743

15081 Tecámac 200 1 900 3 779 5 265 5 620

15099 Texcococ 2 627 2 100 6 236 6 917 7 531

15002 Acolman 1 200 2 058 2 937 3 008

15053 Melchor Ocampo 400 815 839 997

15091 Teoloyucan 500 1 640 1 470 1 887

15095 Tepotzotlán 800 2 079 2 678 3 381

15100 Tezoyuca 344 576 927 957

15108 Tultepec 700 1 281 1 107 1 707

Valle de Chalco
15122 1 285 1 926 2 046 2 125
Solidaridad

15038 Isidro Fabela 97 100 553

15044 Jaltenco 566 410 410

15046 Jilotzingo 480 426 670

15059 Nextlalpan 712 905 1 203

15092 Teotihuacán 1 063 1 201 1 690

15022 Cocotitlán 192 198 301

15023 Coyotepec 888 924 1 065

15035 Huehuetoca 584 1 688 2 039

15069 Papalotla 165 198 210

San Martín de
15075 260 304 801
las Pirámides

68
 Gustavo Garza — Debates

ENTIDADES SUPERFICIE URBANA DE L A ZONA METROPOLITANA DE L A CIUDAD DE MÉXICO (HA)

CL AVE Y UNIDADES
POLÍTICAS 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010 2015

15083 Temamatla 115 164 216

15120 Zumpango 3 157 4 230 5 762

Hidalgo 1 861 2 953 3 369

13069 Tizayuca 1 861 2 953 3 369

FUENTE: La información de 1950 a 1990 de Schteingart y Salazar (2005: 74-77); los datos b
Para estimar la superficie urbana de Atenco y Texcoco en 1980 se utilizó la densidad
correspondientes a 2000, 2010 y 2015 fueron calculados por Raúl Lemus en la Coordi- promedio de Acolman de 1990, dada su cercanía geográfica y similitud socioeconómica.
nación de Cómputo de El Colegio de México según información del INEGI sobre la carto-
grafía por manzana de la ZMCM, georeferenciada en la proyección Universal transversa
c
Igualmente se utilizó la densidad de Acolman, para estimar la superficie urbana de
de Mercator, Datum NAD 1927. Con ello se calculó la superficie por hectáreas de cada Chiautla y Chiconcuac en 1980 y 1990.
manzana de las demarcaciones, sumándolas para obtener su superficie total. d
El tejido urbano de Tezoyuca en 1990 se estimó dividiendo su población entre la den-
sidad de Acolman, vecina al norte.

a
La mancha urbana de Ecatepec en 1960 se estimó aplicando la densidad promedio de e
Finalmente, el área urbana correspondiente a Valle de Chalco Solidaridad en 1990 se
47.51 hab/ha de los municipios mexiquenses a su población total. calculó utilizando la media de sus densidades en 2000 y 2010.

En contraparte, los municipios conurbados
observan un crecimiento expansivo, dada
la lógica de ocupación del suelo por parte
del sector inmobiliario que busca el suelo
de menor valor posible, lo que genera una
atomización y fragmentación territorial de
la metrópoli. Consecuencia de ello, la densi-
dad de población está muy por debajo de la
registrada en el Distrito Federal, a excepción
de Nezahualcóyotl que surge desde la década
del sesenta, cuando se busca alternativas de
suelo urbano para las clases populares.
Distribución de usos del suelo
Los elementos constitutivos de la estructura ur-
bana (red vial, infraestructura y equipamiento,
actividades económicas e inventario de vivien-
da) se ubican de acuerdo a sus requerimientos
de localización, condiciones generales de la
producción disponibles, crecimiento poblacio-
nal y expansión del tejido urbano, así como de
los planes, normatividad y acciones del sector
público. Los usos de suelo resultante se han
transformado en la Ciudad de México a lo largo
del siglo xx y lo transcurrido del xxi, determina-
dos parcialmente por los programas y planes de
desarrollo urbano de las diferentes autoridades
que la gobiernan. Los diversos instrumentos de
ordenamiento intentan establecer usos exclu-
sivos de tipo habitacional, industrial, así como
comercial y de servicios, pero en gran parte de
la trama urbana es posible identificar una ten-
dencia general hacia la mezcla de las anteriores
actividades, dando lugar a usos de suelo “mix-
tos” que dificultan cuantificar con precisión los
diferentes elementos de la estructura de la urbe.
La ZMCM se caracterizó por una organización
espacial monocéntrica durante su primera eta-
pa de metropolitanismo, que se agota a finales
de los sesenta, en la cual la zona central fungía
como el único nodo especializado en las activi-
dades comerciales y de servicios. A partir de la
década de los setenta, al empezar la segunda
etapa de metropolitanismo, se inicia la con-
formación de una estructuración del espacio
urbano más compleja, surgiendo subcentros en
algunas zonas del área urbana, prefigurando la
consolidación de una estructura urbana policén-
trica. En la etapa megalopolitana, finalmente,
además de los grandes subcentros, como Ciudad
Satélite, Polanco, Insurgentes-Perisur, Interlo-
mas, Santa Fe, Nuevo Polanco, etcétera, emer-
gen microdistritos entrelazados espacialmente
con actividades complementarias que generan
una gran fragmentación de la estructura urbana.
Esta microdiferenciación de los usos de suelo,
se ve acelerada por la creciente construcción de
centros comerciales y edificios multipropósitos
que ofrecen espacios de comercio en planta
baja, y oficinas y vivienda en los niveles superio-
res, lo que deriva en una combinación de múlti-
ples usos en un solo predio, tales como Antara,
en Polanco, y Artz Pedregal, en el periférico sur.
Ello imposibilita determinar con cierta pre-
cisión la estructuración de usos de suelo me-
tropolitanos, pues requeriría de un análisis mi-
croespacial pormenorizado, donde el uso mixto
tenderá a predominar sobre las áreas de un solo
uso. No obstante, cabe destacar la evidente y
obvia predominancia del área habitacional, que
en las diversas estructuras urbanas tiende a su-
perar 50 por ciento del suelo urbano total. Las
anteriores precisiones servirán para relativizar
el análisis siguiente sobre la organización del
espacio en la Ciudad de México.
La distribución de usos de suelo en la ZMCM
entre 1990 y 2000 permite identificar la pre-
dominancia habitacional, aunque de manera
decreciente con relación a la ocupación recrea-
tiva, mixta y, en menor medida, de equipamien-
to. En 1990 el área metropolitana tenía 74.4
por ciento de suelo habitacional, mientras que
diez años después se había reducido a 64.4 por
ciento (Cuadro 3). Esta disminución se explica
esencialmente por los cambios experimentados
en el Distrito Federal, pues todas las delegacio-
nes registran una baja del uso de suelo exclu-
sivo de vivienda. Destacan Venustiano Carranza
y Azcapotzalco, pues de tener 60.0 y 83.7 por
ciento de uso habitacional, pasaron a solamen-
te 8.1 y 30.0 por ciento, respectivamente (Mapa

69
Debates — Gustavo Garza
2 y Cuadro 3). Sin embargo, este decremento
está vinculado con la aparición de actividades
comerciales en zonas con predominancia habi-
tacional, por lo que es necesario aclarar que la
primacía de la vivienda en estas delegaciones se
mantiene elevada, pues al combinar uso habita-
cional con mixto, la reducción es de 71.5 a 59.3
por ciento en la Venustiano Carranza, y de 91.6
a 67.5 por ciento en la Azcapotzalco. En la pri-
mera, además, se localiza el Aeropuerto Inter-
nacional Benito Juárez, por lo que en 2000 el ru-
bro de equipamiento representa 30.7 por ciento
de su superficie, lo cual distorsiona en buena
medida su organización territorial. Los usos de
suelo que se incrementaron sustancialmente en
el Distrito Federal fueron el de equipamiento y
recreación, lo cual muestra una tendencia hacia
la centralización de servicios y una expulsión de
la vivienda hacia municipios periféricos. Esto lo
confirma que, en promedio, los municipios co-
nurbados aumentan de 74 por ciento a 76.6 por
ciento el uso de suelo habitacional entre 1990 y
2000 (Cuadro 3).
El uso de suelo industrial también se redujo
de 5.3 a 4.1 por ciento como reflejo de la desin-
dustrialización de la urbe cuya participación en
el total nacional del sector manufacturero baja
de 32.5 a 27.7 por ciento entre 1993 y 2003,
para derrumbarse 14.7 por ciento en 2013
(Garza, 2018). Debido a que la mayoría de la
actividad industrial se localiza en los municipios
conurbados, en ellos es donde se registra la ma-
yor pérdida de superficie industrial. Mientras
que 8.4 por ciento del suelo tenía este uso en
los municipios conurbados en 1990, para 2000
se redujo a 5.8 por ciento (Cuadro 3).
En contraste, el uso de suelo recreativo,
mixto y de equipamiento elevaron su participa-
ción. En el primero, tanto en el Distrito Federal
como en los municipios conurbados mexiquen-
ses, hubo un claro incremento entre 1990 y
2000: de 5.9 por ciento a 10.4 por ciento en
el primero y de 2.1 por ciento a 9.9 por ciento
en los segundos (Cuadro 3). Destacan algunas
demarcaciones por tener un alto porcentaje de
70
áreas recreativas, representando el segundo
rubro más importante, después del habitacio-
nal. En primera instancia está el municipio peri-
metropolitano de Jaltenco, con 33.3 por ciento
de suelo recreativo en 2000. La demarcación se
caracteriza por ser grande y poco urbanizada,
teniendo múltiples áreas libres sin construccio-
nes que posiblemente fueron clasificadas de
áreas verdes, pues permite a los habitantes su
uso recreativo. Además, al norte del municipio
se ubica la base de la fuerza aérea mexicana de
Santa Lucía, también rodeada de zonas despo-
bladas. En segundo lugar está Nicolás Romero,
cuyo uso de suelo “lúdico” es de 31.4 por ciento
en 2000, lo cual se explica en gran medida por
el Parque Recreativo Valle Verde. En el Distrito
Federal, sobresale la delegación de Coyoacán
cuya proporción de suelo recreativo es de 26.9
por ciento en 2000 (Mapa 2 y Cuadro 3). Esto se
explica, en parte, por los Viveros de Coyoacán
y la zona deportiva de Ciudad Universitaria,
pero como en 1990 tuvo 7.7 por ciento, es evi-
dente que los datos son muy inexactos, por las
razones señaladas anteriormente. La Miguel
Hidalgo es la segunda delegación con mayor
presencia del uso recreativo con 20.9 por cien-
to en 2000, lo que se explica esencialmente por
tener al Bosque de Chapultepec, aunque hay
que recordar la incomparabilidad de los dos
años considerados.
El uso de suelo mixto, es el segundo de ma-
yor crecimiento en el área metropolitana al pa-
sar de 10.9 a 15.3 por ciento del total del suelo
urbano. La gran mayoría de este incremento es
resultado de los cambios de su utilización en el
Distrito Federal, pues el suelo mixto se eleva de
10.2 a 26.6 por ciento entre 1990 y 2000. Ello
evidencia una tendencia real hacia la mezcla de
los usos de suelo en la zona central al avanzar su
proceso de metropolización, relativizada por las
diferencias de cálculo en los dos años conside-
rados. Ello se confirma en Cuauhtémoc y Venus-
tiano Carranza, que elevan la participación de
uso de suelo mixto de 41.8 y 11.5 por ciento a
56.9 y 51.2 por ciento, entre 1990 y 2000 (Mapa
2 y Cuadro 3). Se evidencia que en las delega-
ciones centrales es difícil la formación de suelos
exclusivos para un solo elemento, pues dada su
centralidad experimentan una fuerte presión
por superficies para las actividades económicas,
principalmente terciarias, conformando suelo
usos mixtos, caracterizado por el uso comercial
en planta baja y de oficinas, talleres artesanales
y vivienda en plantas superiores.
El suelo utilizado para los elementos de
equipamiento obtuvo un ligero incremento en-
tre 1990 y 2000 al pasar de 5.2 a 6.1 por ciento.
No obstante, ello fue desigual pues tiende a
concentrarse en el Distrito Federal donde sube
de 6.6 por ciento a 10.5 por ciento (Cuadro 3).
Entre las delegaciones con mayores magnitu-
des están la Venustiano Carranza, sede del
Aeropuerto Internacional de la Ciudad de Mé-
xico, por lo que alcanza 30.7 por ciento (Mapa
2 y Cuadro 3).
En cambio, la magnitud del equipamiento
registró un decremento en los municipios co-
nurbados de 3.6 a 2.1 por ciento entre 1990 y
2000. Estos se caracterizan por tener un pre-
dominio habitacional con pocos espacios utili-
zados por elementos de equipamiento o mez-
cla de usos que favorecerían la realización de
actividades económicas terciarias. De hecho,
según el cuadro 3 esta tendencia se radicaliza
al utilizarse cada vez más suelo urbano para su
uso habitacional.
El suelo comercial y de servicios representa
hasta 15 por ciento del tejido urbano en las me-
trópolis, pero es un elemento central dentro de
los modelos que tratan de explicar la estructura
urbana (Balchin, Isaac y Chen, 2000; Pacione,
2001; Papageorgiou y Pines, 1999; citados en
Sobrino, 2006: 425). Otra limitación importante
de la información del Cuadro 3 es que no pre-
senta separadamente el uso del suelo terciario,
pues se incluye en el uso mixto. Considerando
que este último absorbe 15.3 por ciento en
2000 y el habitacional 64.4 por ciento, es posi-
ble inferir, según la cifra teórica anteriormente
mencionada, que posiblemente el uso de suelo
 Gustavo Garza — Debates

por las actividades terciarias en la zmcm debe
ser alrededor de 10 por ciento. Sea como fue-
re, sería prioritario realizar investigaciones en
profundidad sobre la metrópoli con una mejor
medición de los usos de suelo de su estructura
urbana, si se pretende planear racionalmente
su dinámica de crecimiento futura.
Indudablemente, la morfología del tejido ur-
bano es un factor importante para la localización
de las actividades económicas por las interrela-
ciones positivas que hace posible, tanto entre el
lugar de vivienda y del trabajo, como entre la ar-
ticulación de sus miles de empresas. Empero, se
establece la hipótesis que el factor fundamental
es la dotación diferencial de todo el andamiaje
de condiciones generales de la producción den-
tro de la ciudad —infraestructura y equipamien-
to—, lo que permite una mayor capacidad de
atracción de actividades económicas y es quien
genera las denominadas “economías de urbani-
zación”, “externas” o de “localización”, que sólo
son su manifestación más visible y tautológica.
En la investigación de la que este artículo forma
parte, se validará estadísticamente tal hipótesis,
según delegaciones y municipios y mediante
AGEB como unidades de análisis.
En conclusión, el suelo habitacional como
elemento predominante de la estructura ur-
bana, requiere de una serie de medios de con-
sumo colectivo, como escuelas, clínicas y hos-
pitales, así como trasporte y áreas recreativas,
mientras que las empresas demandan medios
de producción socializados como energéticos,
telecomunicaciones, vialidad y conectabilidad.
Su utilización no es exclusiva, pues tanto los
importantes usos de suelo mixto, como la ne-
cesidad de ubicar a la fuerza de trabajo en luga-
res adecuados, hacen que tanto familias como
empresas compartan muchos de los anteriores
renglones infraestructurales y los usufructúen
en forma compartida.
La estructura de la ZMCM se constituye en
un gigantesco calidoscopio con edificaciones a
la vanguardia de la arquitectura mundial, al lado
de rústicas viviendas autoproducidas, lo cual
refleja la abismal desigualdad entre sus estratos
sociales. Únicamente atenuando sus grandes
disparidades económicas y sociales en términos
resolver el acceso muy desigual a la educación,
cultura, empleo e ingreso, vivienda y todo tipo
de servicios públicos, será posible solucionar
exitosamente su problemática urbanística y
hacer de la Ciudad de México una urbe interna-
cionalmente más competitiva. m

CUADRO 3. Zona Metropolitana de la Ciudad de México: cambios en la proporción

de los usos de suelo por delegaciones y municipios, a 1990-2000.

ENTIDADES 1990 2000

CL AVE Y UNIDADES
POLÍTICAS TOTAL HABITACIONAL INDUSTRIA MIXTO EQUIPAMIENTO RECREACIÓN HABITACIONAL INDUSTRIA MIXTO EQUIPAMIENTO RECREACIÓN

ZMCM 100.0 74.4 5.3 10.9 5.2 4.1 64.4 4.1 15.3 6.1 10.1

Distrito Federal 100.0 74.8 2.5 10.2 6.6 5.9 50.5 2.0 26.6 10.5 10.4
9007 Iztapalapa 100.0 71.4 5.2 13.4 4.9 5.1 55.7 2.6 28.1 10.4 3.1
9005 Gustavo A. Madero 100.0 79.5 3.8 6.8 7.5 2.4 36.2 4.3 32.3 13.4 13.8
9003 Coyoacán 100.0 77.8 2.2 1.4 10.9 7.7 39.1 0.6 21.5 11.9 26.9
9010 Álvaro Obregón 100.0 77.3 1.9 3.7 3.0 14.1 51.7 0.6 27.5 4.8 15.3
9016 Miguel Hidalgo 100.0 76.6 5.0 6.0 6.0 6.4 48.4 1.2 16.3 13.1 20.9
9012 Tlalpan 100.0 77.1 0.0 1.5 13.6 7.8 64.8 0.6 11.7 9.5 13.5
9015 Cuauhtémoc 100.0 54.7 0.0 41.8 2.0 1.5 34.0 0.0 56.9 5.7 3.4
9017 Venustiano Carranza 100.0 60.0 2.6 11.5 24.0 1.9 8.1 1.4 51.2 30.7 8.5
9002 Azcapotzalco 100.0 83.7 5.1 7.9 2.5 0.8 30.0 16.7 37.5 10.9 4.8
9013 Xochimilco 100.0 67.9 1.3 9.0 8.4 13.4 53.8 0.0 35.0 8.7 2.5
9014 Benito Juárez 100.0 84.3 1.1 11.2 2.1 1.3 84.8 0.5 9.9 2.7 2.2
9009 Milpa Alta 100.0 100.0 0.0 0.0 0.0 0.0 72.7 0.0 7.3 20.0 0.0

71
Debates — Gustavo Garza

ENTIDADES 1990 2000

CL AVE Y UNIDADES
POLÍTICAS TOTAL HABITACIONAL INDUSTRIA MIXTO EQUIPAMIENTO RECREACIÓN HABITACIONAL INDUSTRIA MIXTO EQUIPAMIENTO RECREACIÓN

9006 Iztacalco 100.0 65.1 0.4 25.7 6.0 2.8 53.0 0.5 24.5 13.0 9.0

9011 Tláhuac 100.0 73.6 0.0 3.6 0.0 22.8 69.1 0.0 19.1 9.9 1.9
Magdalena
9008 100.0 82.4 0.0 13.4 2.1 2.1 86.4 0.0 8.3 2.9 2.4
Contreras
9004 Cuajimalpa 100.0 68.0 0.0 23.2 1.3 7.5 68.9 0.0 14.6 4.0 12.6

100.0 74.0 8.4 11.9 3.6 2.1 76.6 5.8 5.6 2.1 9.9

15033 Ecatepec 100.0 77.3 12.3 5.7 3.3 1.4 75.2 7.2 8.4 0.0 9.2

15057 Naucalpan 100.0 69.4 6.4 13.6 6.9 3.7 81.4 1.0 5.3 6.1 6.1

15104 Tlalnepantla 100.0 61.1 13.0 19.4 4.8 1.7 59.3 21.5 7.2 0.0 12.0

15121 Cuautitlán Izcalli 100.0 69.3 12.1 11.1 6.0 1.5 55.0 19.4 5.7 13.4 6.5

Atizapán de
15013 100.0 80.9 4.0 12.0 0.0 3.1 96.2 0.0 1.7 2.1 0.0
Zaragoza

15058 Nezahualcóyotl 100.0 87.0 1.2 7.8 2.4 1.6 82.9 0.5 14.0 0.0 2.6

15109 Tutlitlán 100.0 63.2 16.5 17.8 0.6 1.9 71.5 6.0 3.4 0.3 18.8

15031 Chimalhuacán 100.0 84.3 4.7 5.2 5.8 0.0 98.3 0.0 1.1 0.6 0.0

15060 Nicolás Romero 100.0 69.7 0.0 30.3 0.0 0.0 68.7 0.0 0.0 0.0 31.4

15025 Chalco 100.0 94.7 0.0 5.3 0.0 0.0 92.8 0.0 3.4 0.0 3.8

15081 Tecámac 100.0 79.0 0.0 18.5 0.5 2.0 98.5 0.0 1.5 0.0 0.0

15070 La Paz 100.0 63.8 18.4 10.8 7.0 0.0 47.8 14.0 15.9 0.0 22.3

15020 Coacalco 100.0 74.9 2.6 12.0 6.8 3.7 78.8 1.2 6.7 0.0 13.3

15039 Ixtapaluca 100.0 77.7 10.8 5.5 4.7 1.3 60.9 5.1 5.9 0.0 28.1

15037 Huixquilucan 100.0 72.6 0.0 6.7 0.7 20.0 100.0 0.0 0.0 0.0 0.0

15024 Cuautitlán 100.0 39.9 42.7 12.9 4.5 0.0 90.0 3.8 2.5 2.5 1.3

15029 Chicoloapan 100.0 83.0 2.1 14.9 0.0 0.0 96.0 0.0 4.0 0.0 0.0

15108 Tultepec 100.0 100.0 0.0 0.0 0.0 0.0 93.0 0.0 0.0 0.0 7.0

15099 Texcoco 100.0 87.5 12.5 0.0 0.0 0.0 64.8 0.0 7.8 1.7 25.8

15044 Jaltenco 100.0 100.0 0.0 0.0 0.0 0.0 66.7 0.0 0.0 0.0 33.3

Valle de Chalco
15122 90.5 0.0 2.0 0.0 7.5
Solidaridad

72

CUADRO (PÁGINA IZQUIERDA).
FUENTE: elaboración propia a partir de los datos de los
cuadros 3.19 y 3.20 de Lemus (2012).
a
Para el cálculo de los usos de suelo se excluyó la cate-
goría de “otros” pues en 1990 no fue considerado, lo que
dificultaba la comparación y porque este uso es princi-
palmente suelo de conservación y otros no urbanos.
FUENTE (MAPA): Lemus, Raúl (2012), Uso de suelo: Dife-
renciación del espacio urbano del área metropolitana de
la ciudad de México, tesis de Doctorado en Urbanismo,
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73
Debates — Luis Patiño
Presentación
E
n más de un siglo los esfuerzos de los gobiernos
urbanos y el de los intereses dominantes se han
orientado a adaptar el espacio urbano a las trans-
formaciones económicas y sociales del capitalismo,
tanto en su etapa industrial como en la actual de predominio
de los servicios. Se cambia la forma y se exalta a las ciudades
con la finalidad de convertirlas en ciudades para la inversión,
en lugar de ciudades para el hábitat y habitar (se piensa: lo
que es bueno para la economía, es bueno para todos. El re-
sultado es que no hay beneficio para todos). Hoy en día es di-
fícil pensar que se pueda construir un nuevo entorno urbano
más humano, encaminado a terminar con las desigualdades
urbanas que producen la diferenciación socioespacial (sepa-
ración entre barrios pobres y zonas residenciales para ricos),
eliminar el deterioro del medio ambiente natural y humano
y, de manera general, construir nuevas condiciones en el es-
pacio vital donde todos puedan tener un hogar decente y un
entorno decente e imaginemos una vida cotidiana decente,
es decir, defender un ciudad abierta frente a sus enemigos
que paulatinamente la vienen cerrando. Los diversos mitos
de la teoría occidental de la ciudad (Angotti, 2013), la retóri-
ca de la globalización y la exageración de sus implicaciones
74
han sido un factor que genera legitimidad a las consecuen-
cias negativas, y convierte a la resistencia en una actividad
inútil: el síndrome de “no hay alternativas, tenemos que
bailar al son de las lógicas económicas y políticas dominan-
tes”. Creemos que es una conclusión falsa. Pensamos que las
acciones de los actores que controla el entorno construido
pueden y deben ser controladas, para el beneficio de la
población en general. No sólo las políticas orientadas a los
patrones espaciales en una ciudad dan respuesta a las divi-
siones sociales de la ciudad, la suburbanización excluyente,
la formación de zonas residenciales cerradas, sino es a tra-
vés de un conjunto de acciones gubernamentales sociales,
económica, ambientales y culturales que se puede modificar
el orden urbano predominante.
Con una mirada retrospectiva atendemos la experiencia
del llamado “socialismo real”, que surgió a partir de la Revo-
lución Soviética (1917), encontramos evidencias claras que
los cambios en las ciudades no se operan de manera automá-
tica y qué las herramientas usadas para orientar el desarrollo
urbano no son suficientes. Esto se debe a que los patrones
espaciales son provocados por procesos que no son en sí
mismos simplemente espaciales (Marcuse y van Kempen,

2000). Mientras se observaban cambios rápidos en la esfera
política y económica, el desarrollo urbano enfrentaba
obstáculos y frenos, producto del peso de la herencia
material del antiguo modelo y el conservadurismo cultural
(Rodrigues, 1975). El poder real del nuevo Estado sobre los
usos del espacio no fue utilizado dentro de sus fronteras; las
normas sociales y laborales no fueron utilizadas para ello;
ni los derechos de propiedad estatal. Por estas razones no
se llevó a cabo una ruptura radical en la organización del
espacio de las ciudades socialistas.
Ahora con las oleadas democráticas, ideologías de centro
izquierda e izquierda, algunas de ellas con orígenes radicales
de lucha guerrillera, han gobernado los centros urbanos
de diferentes países latinoamericanos con el abandono
de algunos términos (clase, explotación, capitalismo,
emancipación, contradicción, revolución, desigualdad)
y los han sustituido por otros, que son eufemismos para
reconocer una realidad urbana actual (ciudad fragmentada,
competencia, rentabilidad, flexibilización, governance, capital
social, disfunción, corrupción, etcétera). Esto representa un
acomodo a estos nuevos términos de la visión dominante,
renunciando a las perspectivas críticas del capitalismo, que
Luis Patiño — Debates
Contribución a la
desmitificación de lo urbano
por Luis H. Patiño Camacho
pretenden controlar y re-direccionar el desarrollo. También
significa que no existe un marco teórico y que los políticos
que gobiernan la ciudad no conocen el fenómeno urbano.
Las mayores concentraciones urbanas están hoy en África,
Asia y América Latina, en las regiones metropolitanas. De este
fenómeno no hay un conocimiento aceptable en el mundo
desarrollado, de donde provienen la mayoría de las teorías
sobre la urbanización y la práctica de la planeación urbana.
Estas teorías y prácticas se basan en mitos gigantescos que
describen la metrópolis “subdesarrollada” como un paisaje
grande y homogéneo de “barrios marginales” caóticos,
insalubres y peligrosos. Los mitos tratan a las personas que
viven y trabajan en estas ciudades (que son, la mayoría de
los habitantes urbanos en el mundo) como una sola masa
indiferenciada de personas pobres. Los pobres son vagamente
definido como “otros”. Esta mitología ha conducido a políticas
del mundo real que culpan a los “otros” de los problemas
urbanos. El problema, como la historia lo muestra, no es la
ciudad o su población, sino la relación económica y social
capitalista que constituye su base. Para abordar los problemas
urbanos y ambientales, primero debemos comprender y
cambiar estas relaciones (Angotti, 2013).
75
Debates — Luis Patiño
“Se cambia la forma y se
exalta a las ciudades con la
finalidad de convertirlas en
ciudades para la inversión,
en lugar de ciudades para
el hábitat y habitar.”
76
En México, en particular en la Ciudad de Mé-
xico, en las dos últimas décadas que ha sido
gobernada por un partido de centro izquierda
(PRD), la idea predominante de fomentar la
competitividad en un entorno globalizado ha
dejado de ser un patrimonio de empresarios
y gobiernos liberales para pasar a ser también
tema y reflexión de los gobiernos y urbanistas
declarados progresistas. Se ha creado la nece-
sidad de transformar la ciudad con la lógica de
atraer inversión de capital privado que cumpla
un circulo virtuoso que termine en la promo-
ción del anhelado desarrollo. En paralelo, se fo-
menta la flexibilización laboral, las asociaciones
públicas-privadas en los servicios, el impulso
de la actividad inmobiliaria con megaproyectos
urbanos y prácticas clientelares. Pero las mayo-
rías siguen esperando el prometido desarrollo,
en su lugar lo que se genera son una creciente
concentración de la riqueza, el poder de los
grupos con mayores ingresos, el control de la
ciudad por la estrategia inmobiliaria, mayores
restricciones y clientelismo político. De modo
que los empleos dignos son cada vez más difí-
ciles de conseguir. La vida cotidiana es cada vez
más agobiante.
Vale la pena mencionar que la política
social de estos gobiernos progresistas si
han marcado una pequeña diferencia, pero
no han contribuido a reducir las grandes
contradicciones sociales y económicas que
mantienen el desarrollo desigual. Asimismo,
las innovaciones propuestas, como el
“presupuesto participativo”, han sido asimiladas
(domesticadas-despolitizadas) con el objeto
de eliminar las disfunciones e ineficiencias que
presentan las nuevas administraciones urbanas,
despojándolas de su función política de
participación transformadora y de organización
social que le dio origen en Porto Alegre, Brasil.
Estas experiencias, parece ser, limita las
opciones de ruptura con el modo de producción
capitalista, que se ha convertido en hegemónico,
con su actual modelo económico y político
neoliberal. Se observa muy lejana la creación
de una organización o estructuración del
espacio radicalmente diferente a la urbanización
capitalista en crisis. ¿La alternativa es sólo hacer
re-funcionalizar el espacio urbano capitalista
atendiendo sus disfunciones?, ¿cómo se ha
llegado a esta situación?, ¿qué ha pasado para
que la reflexión critica y social se deje de lado?,
¿los gobiernos declarados de izquierda pueden
contribuir en la construcción de un urbanismo
más humano, no sólo para el beneficio?
Esta contribución tiene por objeto
reflexionar sobre las propuestas que se han
presentado para debatir y combatir el modelo
de desarrollo urbano desigual, caracterizado
por el desempleo, subempleo, pobreza,
carencia de vivienda y equipamientos,
problemas de transporte, polución, exclusión
política, ausencia de control democrático del
gasto público urbano, carencias de espacios
públicos, opresión en la vida cotidiana. Lo que
proponemos es introducir una visión alternativa
de la ciudad a los programas políticos a través
de problematizar a la ciudad en función de la
organización general de la sociedad urbana
que permita la realización de la posibilidad de
incidir desde lo cotidiano. Porque entendemos
que no hay proyecto de ciudad que no esté
determinado por los efectos directamente
experimentado de las interacciones sociales
dentro de los microcosmos sociales: hogar,
oficina, taller, vecindario, colonia, barrio,
pueblo, etcétera. Apuntamos a destruir
las barreras de la fatalidad deliberada que
argumenta que no existen alternativas.
Nostalgia o ejercicio reflexivo
Contrario a lo que podría dar a entender lo ex-
presado hasta ahora, no nos motiva una actitud
nostálgica en la referencia a una época y ciertas
palabras; tampoco pretendemos construir un
marco teórico sobre la lucha de clases moderna.
Pretendemos un ejercicio reflexivo y propositivo,
que signifique romper con una visión dominante

de ciudad y construir herramientas para trabajar
desde los cimientos de la cotidianidad urbana.
Nos mueve la evidencia histórica de la inca-
pacidad del urbanismo y el ejercicio de poder
tecnocrático para controlar una “urbanización
anárquica”;01 los descontentos sociales organi-
zados en movimientos urbanos y no organiza-
dos, el deterioro en los barrios populares; todo
ello agravado por un contexto nacional de rece-
sión económica, corrupción de los altos funcio-
narios gubernamentales y violencia.
Un acervo creciente de literatura apoya la
conclusión sobre el papel clave de los gobiernos
locales en la modificación del orden espacial
en la actualidad (Panitch, 1998, Longworth,
1998, Hirst y Thompson, 1996, Piven, 1995,
Sassen, 1996, citados en Marcuse y van Kempen
[2000]). Los ejemplos son múltiples: el manejo
socialmente orientado de la competencia entre
ciudades, programas de desarrollo territorial
equilibrados entre interés privado y público,
programas educativos y de capacitación, la
regulación del mercado privado de viviendas,
regulaciones de zonificación social y uso de la
tierra con orientación social.
Pensamos con Harvey (2007) y Marcuse y
van Kempen (2000) que dentro de las contra-
dicciones que presenta el modelo hegemónico,
se pueden construir “espacios de esperanza”
al valorar iniciativas locales divergentes y en
cierta medida incontrolables, que en ocasiones
son antagónicos a los intereses dominantes. En
estos espacios se pueden formar todo tipo de
movimientos de oposición que muestren que
los modelos dominantes están lejos de ser una
fuerza imparable y unidireccional. El desarrollo
de las ciudades hoy puede estar sujeto a con-
trol, no es el resultado de fuerzas incontrola-
bles, no es el resultado de leyes económicas
de hierro en cuyos efectos los gobiernos loca-
01 � Vale la pena mencionar, que en el siglo XX y lo que va
del XXI, la Ciudad de México ha sido objeto de la planea-
ción urbana desde la década de los años treinta y, desde
la misma época, el ejercicio de un gobierno delegado con
características técnicas hasta 1997.
les no pueden influir (Marcuse y van Kempen,
2000). El problema para el capital residirá
encontrar formas de absorber, subsumir, mer-
cantilizar y monetizar dichas diferencias con su-
ficiente medida como para poder apropiarse de
los beneficios de estas —como ya lo hizo con el
presupuesto participativo y el programa de me-
joramiento de barrios. El problema para los go-
biernos progresistas es usar la validación de la
particularidad, la singularidad, la autenticidad,
la cultura y los significados estéticos de mane-
ras que abran nuevas posibilidades y alternati-
vas, y no permitir que sean usados para man-
tener la visión dominante de la concentración
económica. Ésta es una condición fundamental
con la que los gobiernos de izquierda deben
luchar. Los espacios de la política transforma-
dora están ahí porque el capital no ha tenido
la capacidad de cerrarlos, aunque si de usarlos
a su beneficio y la oposición de izquierda debe
aprender a usarlos mejor (por ejemplo, Bolo-
nia roja en las décadas de 1960 y 1970 y Porto
Alegre de 1990 a la actualidad). Como ya lo
expresamos, la experiencia socialista no pudo
construir una alternativa urbana. Pero es muy
claro que tampoco la alternativa llegará desde
la retórica de la globalización contemporánea.
Esta se tendrá que crear y trabajar en el seno
múltiples espacios locales en Ciudad de México,
unidos en un movimiento más amplio, ya que
la resistencia es discontinua, con efecto simbó-
lico. También, se requieren formular hipótesis
enfocadas a explicar el fenómeno urbano y
desmitificar las existentes, que en lugar de dar
soluciones agravan los problemas.
La intervención en lo cotidiano
La urbanización capitalista, como la denomina-
ba Topalov (1979), ha tenido gran incidencia en
la vida cotidiana de los habitantes urbanos: se
modifica y controla la forma en que ejercen sus
actividades diarias a través de un entorno que
genera valores culturales y afectivos (ritos, fór-
Luis Patiño — Debates
mulas, proverbios, tradiciones) que modifica la
realidad y terminan por aceptarla; algo de ello
se debe a la planeación urbana con su visión psi-
cologizante del entorno urbano.
La desigualdad social ha creado una diferen-
ciación socioespacial cuyas características son
espacios con altos valores monetarios debido
a la existencia de equipamientos, servicios
públicos, espacios públicos, amplias avenidas,
viviendas producto del diseño arquitectónico
en espacios adecuados. Separados por un gran
abismo, la cotidianidad de los grupos mayori-
tarios de Ciudad de México se realiza en zonas
donde el espacio público es limitado, no existe
distribución regular de las calles, lo que signifi-
ca que no hay transporte público ni acceso a los
servicios de emergencia. Las casas a menudo
son construidas precariamente en pendientes
o en espacios inadecuados y con materiales
inapropiados.
Adaptando a Guattari (2006) con respecto a
la cultura, en la cotidianidad se produce indivi-
duos: individuos normalizados, articulados unos
con otros según sistemas jerárquicos, sistemas
de valores, sistemas de sumisión; no se trata de
sistemas de sumisión visibles y explícitos, como
en la etología animal, o como en las sociedades
arcaicas o precapitalistas, sino de sistemas de
sumisión mucho más disimulados. La ciudad es
el espacio no sólo de la producción de la sub-
jetividad individual —subjetividad de los indi-
viduos— sino una producción de subjetividad
social que se puede encontrar en todos los ni-
veles de la producción y del consumo. Más aún,
producción de subjetividad inconsciente.
Frente a esa máquina de producción de sub-
jetividad, se requiere crear la idea de que es
posible rechazar las codificaciones preestable-
cidas, la manipulación y el control a distancia,
rechazarlos para construir modos de sensibili-
dad, modos de relación con el otro, modos de
producción, modos de creatividad que produz-
can una nueva subjetividad. Un nuevo modo
existencial que coincida con un determinado
gusto por vivir, con una voluntad de construir el
77
Debates — Luis Patiño
mundo en el cual nos encontramos, con la ins-
tauración de dispositivos para cambiar los tipos
de sociedad, los tipos de valores que no son de
la comunidad (Guattari, 2006).
Para lograr una ruptura en la organización de
la sociedad urbana de la Ciudad de México, es
preciso modificar la concepción del urbanismo
estratégico por otro que se instale como un
instrumento político y social, que permita una
visión del entorno urbano económica y social.
La idea es que la organización de la vida afec-
tiva y cognoscitiva tiene importancia a través
del entorno urbano. El entorno comprende la
organización del espacio en el que la población
urbana ejerce sus actividades, en consecuencia,
el entorno es generador de valores culturales
y afectivos y, por consiguiente, susceptible de
producir transformaciones en estos valores,
que conduzcan hacia la cooperación, solida-
ridad, participación y vida en común: educar
para ciudadanos comprometidos con lo común.
Más allá de transmitir un mensaje, un eslogan,
un discurso para el mantenimiento del siste-
ma, se pretende que se produzca un impacto
en el nivel del reconocimiento de la realidad
que cambie la actitud hacia nuevos valores in-
telectuales. Este entorno urbano, organizado
conscientemente, es un factor de formación y
organización indirecta, pero no por ello menos
incisivo. Es importante la intervención profunda
en lo cotidiano, es el uso social del espacio: la
lógica que subyace en el uso social del espacio
será el de las necesidades humanas y no las del
mercado. Trabajar para construir una realidad
orientada al bien común, en todas sus facetas:
sociales, económicas, culturales y medioam-
bientales. Es la materialización del imperativo
político de recuperar el lugar donde se habita,
que tenga implicaciones más generales, recu-
perar la ciudad como una experiencia múltiple,
desde un lugar finito que permita prácticas infi-
nitas mediadas por la imaginación.
Como ya se mencionó, la cotidianidad repro-
duce a personas que participan de la reproduc-
ción y mantenimiento del modelo económico
78
y cultural predominante, que tienen como
instrumento central al mercado. Al controlar
la producción en general, el mercado controla
la producción del espacio y los fines que le son
inherentes (lo cotidiano). Por ejemplo, para el
caso de la vivienda y su relación con el hábi-
tat y habitar. En el método actual del modelo
neoliberal para la construcción de viviendas se
impone la búsqueda del beneficio monetario,
por ello, la vivienda se uniformiza, minimiza y
se masifica como consecuencia de la lógica de
la rentabilidad. El hábitat hace del habitar una
practica dependiente del Estado y de las em-
presas inmobiliarias, debido a que se descuida
la verdadera necesidad humana. Esto tiene
implicaciones en la denominada producción
social del hábitat, que no responde totalmente
a las necesidades de sus productores y se cons-
truyen casas no adecuadas para el desarrollo
humano, excluidos de una mejor localización,
de servicios e infraestructura urbana, en las
periferias de la ciudad.
Los programas arquitectónicos y urbanos de
la vivienda no responden a las necesidades de
sus futuros habitantes, sino que establecen una
racionalidad económica con normas mínimas.
Las políticas habitacionales en México, en los
distintos ámbitos de gobierno, al no contradecir
esta hipótesis, han permitido que se perpetúe
el problema de la vivienda en las ciudades. Pro-
ducto de esta lógica el gobierno mexicano ha
abandonado la alternativa de la vivienda pro-
gresiva y de alquiler, debido a su baja rentabili-
dad económica y política.
No hay que olvidar que Lefebvre (2013) ex-
presa que el espacio es el lugar en el cual se
reproduce la sociedad en su conjunto y por ello
es el territorio de múltiples confrontaciones po-
líticas. El capitalismo es un modo de producción
que ha penetrado todos los ámbitos de la vida
social, incluyendo el cotidiano, esto deriva en
una contradicción básica: ganancia capitalista
frente a necesidad social. Los conflictos urbanos
que se originan por el uso del espacio y el do-
minio de la vida cotidiana constituyen los más
significativos de los tiempos modernos. Estos
no enfrentan la contradicción clásica entre tra-
bajo y capital, sino que enfrentan al capital con
las necesidades sociales.
En la búsqueda de una nueva distribución de
la población en la ciudad, es preguntarse ¿los
pobres tienen derecho a vivir frente a la Alame-
da Central o en el Centro Histórico?, ¿esto cómo
se puede lograr? Con una política urbana que
tenga en el centro al suelo urbano como el eje
rector de la nueva organización urbana. Asimis-
mo, la política de la vivienda debe hacerse a la
medida de sus moradores, ser la realización de
una posibilidad de mezcla de diferentes niveles
de ingresos, que abra una ruta hacia la extinción
de la diferenciación socioespacial. De manera
paralela, se puede crear una estructura de al-
quiler social que establezca las condiciones para
que la población de ingresos bajos, incluso de la
clase media pueda acceder a una vivienda en
las zonas céntricas. No hay que olvidar el con-
junto de experiencias sociales latinoamericanas
que han creado cooperativas de vivienda, con
sus principios fundamentales de autogestión y
derecho al trabajo (McGuirk, 2014); estas coo-
perativas han representado un uso social de los
fondos públicos cuando son entregados directa-
mente a las comunidades organizadas. Lo que
se puede concretar son beneficios puestos al
servicio de la comunidad y cualquier excedente
se convertirá en equipamiento social, lejos de
cualquier práctica especulativa.
Con respecto al habitar, un político relevante
es el muy manipulado “derecho a la ciudad”, no
por muy traído y llevado, que lo han convertido
en un lugar común,02 el concepto pierde rele-
vancia. Se requiere una concreción real de su
carga política para transformar la ciudad y a la
vez transforme la vida cotidiana, no sólo en los
aspectos de asentarse en la ciudad sino tam-
bién en organización para transfórmala y mo-
delarla a las necesidades objetivas y subjetivas
02 Invocado tanto por David Harvey y Lefebvre como
por el Banco Mundial, con intenciones radicalmente
divergentes.

de sus habitantes, sin domesticaciones-despoli-
tizaciones como las llevadas a cabo por el Banco
Mundial y la ONU-Hábitat III.
El derecho a la ciudad pretende conquistar
a la ciudad, la alcaldía, el barrio y la calle como
“espacios de encuentro”, que supere la visión
de la ciudad como un espacio de tránsito. Los
lugares de paso, de tránsito —como la calle, el
café, las estaciones del Metro, los estadios— son
espacios intermedios que han adquirido más
importancia e interés en la cotidianidad que los
lugares que enlazan y posibilitan el encuentro.
Para dar los primeros pasos hacia una orga-
nización y participación social, la propuesta es
la elaboración de un programa que incentive
la autogestión en barrios, pueblos, colonias y
unidades habitacionales. La autogestión no es
una panacea, a lo largo del tiempo ha plantea-
do tantos problemas como los que resuelve. La
autogestión no suprime la diferencia de clases,
al contrario, puede estimularla, y sólo ella hace
efectiva la participación insertándola en un pro-
ceso que tienda hacia lo global, sin la autoges-
tión, la participación no tiene sentido y se cae en
manipulaciones, se vuelve ideológica. La auto-
gestión no problematizada y fuera de su proyec-
to teórico en conjunto se convierte sólo en una
consigna vacía de significado, se le quita su peso
si se le aísla. Esta práctica no puede aislarse, ya
que contiene implícitamente un proyecto global
destinado a llenar el vacío dejado por el Estado.
El contenido social y político de la autogestión
debe desplegarse y transformarse en estratégi-
co o el proyecto fracasará. Recayendo peligro-
samente en otras consignas como la cogestión
o corresponsabilidad, incompatibles con la auto-
gestión por ser simplemente una inspección de
la gestión o una impugnación limitada de ante-
mano a los marcos habituales de gestión.
La autogestión significa pedagogía social de
lo cotidiano, supone una nueva práctica social
en todos los grados y niveles. Este proceso ge-
nerará una crítica a la burocracia y la gestión
centralizada. El gobierno de Ciudad de México
encontrará obstáculos como el mercado y el
Luis Patiño — Debates
control del mercado, el cambio climático o la
geopolítica, sin embargo, hay que conocerlos e
integrarlos al proyecto para superarlos. El pro-
ceso de autogestión, demanda la realización de
cambios institucionales, tarea nada fácil y com-
pleja por los intereses creados en el tiempo y el
territorio urbano. La práctica y la teoría trans-
forman el concepto de democracia representa-
tiva, produciendo que los múltiples intereses de
la base sean presentados y no representados, es
decir, no transferidos a políticos alejados de la
sociedad. La autogestión y la participación efec-
tivas, por el momento, no pueden separarse de
un sistema de democracia, pero organizando un
movimiento permanentemente renovado, que
obtiene de si mismo, su capacidad organizativa.
Las instancias representativas ciudadanas
(Comités ciudadanos) no se han consolidado
porque sólo se pretende un reconocimiento
institucional. Es necesario superar este interés “Mientras se observaban
y fortalecer estas representaciones urbanas con
cambios rápidos en la
programas de autogestión barrial.
esfera política y económica,
el desarrollo urbano
La cultura participativa
enfrentaba obstáculos.”
contra el ciudadanismo
Producto de la crisis política que enfrenta la
democracia, los discursos que incentivan un
“ciudadanismo local” (Garnier, 2006) funcionan
como un verdadero mantra. Se cree que por el
simple hecho de habitar una misma calle, co-
lonia, barrio o delegación basta para reunir a
personas diversas en la búsqueda de soluciones
para los problemas y conflictos de su entorno
urbano inmediato. Esto implica desconocer la
vida cotidiana de la ciudad y las condiciones
socioeconómicas y culturales que obstaculizan
concretar el estatus de ciudadanía.
La participación ciudadana, tan domesti-
cada y despolitizada hoy por las agencias que
financian las políticas sociales en el mundo,
ha llegado a ser una noción vacía de cualquier
significado concreto frente a los individuos que
se enfrenta a diario la voracidad de las leyes del
79
Debates — Luis Patiño
mercado, que habitan las periferias con todas
las carencias de servicios y sin la consolidación
de su hábitat, empleados en el sector informal,
con ingresos de subsistencia, con inseguridad
pública, contaminación ambiental, sin los me-
dios de transporte adecuados, autoridades de-
legacionales corruptas, pérdida de casi la mitad
de su vida en los traslado en transporte público,
mal alimentado, incremento en el consumo de
las drogas, educación pública deficiente, en po-
cas palabras, sin un perspectiva de mejor futu-
ro. Este ciudadano en abstracto no ve la absolu-
ta incompatibilidad entre la marginación social
y la participación efectiva en una comunidad.
Por otro parte, las personas que se podrían
considerar integradas al desarrollo económico
y social tampoco presentan un interés en los
asuntos públicos de la ciudad. La ciudadanía
local participa escasamente en los procesos
electorales. Hoy más que nunca, al ciudadano
“La ciudadanía local no se le considera como un miembro activo de
participa escasamente en una colectividad susceptible de autogobernarse
(Garnier, 2006). La actitud de los políticos profe-
los procesos electorales.” sionales, o que cobran por pretender hacer polí-
tica, apartan a los ciudadanos en participar en la
toma de decisiones que tienen influencia sobre
su vida cotidiana. Los ciudadanos sólo disponen
de capacidad de oposición y de proposición a
través de asociaciones, comités y otros grupos
de descontentos discontinuos. Organizaciones
que el sistema político mexicano ha controlado
a través de prácticas clientelares, caracteri-
zadas por el chantaje de las subvenciones y el
ensalzamiento de sus líderes, que terminan por
integrarse las listas de las nóminas públicas.
La participación ciudadana presentada como
un factor importante para el logro de la gober-
nanza. Sin embargo, de la manera en que se lle-
va a cabo, no modifica en absoluto el problema
que plantea la distancia persistente entre go-
bernantes y gobernados. Con base en el marco
institucional, todavía, las competencias de los
gobernantes locales no permiten la inclusión,
la injerencia, la colaboración y el voto de los
ciudadanos en las decisiones estratégicas que
80
orientan el futuro de la ciudad y controlan su
desarrollo. Tampoco en el microcosmos social
que afecta la vida cotidiana. En el mejor escena-
rio, estas autoridades informan a la población
con carácter propagandístico y publicitario, con
el objeto de obtener legitimidad de la decisión
adoptada previamente.
En Ciudad de México la experiencia mues-
tra03 que los gobernantes de distintas posicio-
nes políticas se rodean de consejeros y espe-
cialistas que a menudo se convierten en los
únicos interlocutores para dialogar, negociar,
concertar y cooperar. Estos son los represen-
tantes de las diferentes instituciones públicas,
los especialistas universitarios y, por supuesto,
los jefes de empresa, directores de sociedades,
ejecutivo, etcétera. Con respecto a su propias
bases sociales y asociaciones, solamente se les
contacta para que cumplan las tareas de orga-
nización y control. El objetivo es que no se des-
borde el descontento social y que la actuación
se ajuste a los objetivos y metas trazadas. Se
pretende mantener un vínculo social simbólico:
acción socioeducativa y asistencial, animación
cultural, prevención de la delincuencia, entre
otras acciones. Mientras tanto, la elección de la
estrategia y su ejecución sigue en el ámbito de
las autoridades locales.
Las evidencias nos muestran que la supuesta
participación ciudadana no ha acabado con una
verdadera democratización de la vida cotidiana
en Ciudad de México como se repite incansable-
mente, lo que si ha significado es una despresu-
rización de los gobiernos locales frente a las am-
plias demandas por el bienestar y la oposición a
su estilo de gobierno. Las experiencias partici-
pativas se presentan en marcos acotados y muy
bien limitados, los cuales restringen la cons-
trucción de espacios democráticos locales y
03� En el caso del sismo del 19 de septiembre de 2017, las
autoridades han optado por constituir comisiones y co-
misionados técnicos especialistas, rehusando la partici-
pación en la toma de decisiones de la población afectada.

cotidianos.04 Es aquí donde reside la aceptación
de los grupos dominantes de la participación:
hacer creer a los actores locales que pueden
convertirse en protagonistas de pleno derecho,
es decir ciudadanos, para convertirlos en acto-
res del mantenimiento del status quo. En este
sentido, los habitantes de la ciudad siguen sien-
do obreros, empleados o desempleados, sobre
todo seguirán siendo objetos de la política, que
ha consistido en ayudarlos y controlarlos.
A la ciudadanía realmente le interesaría
hacer más “atractiva” la ciudad, qué se pueda
comercializar a los inversores extranjeros y las
clases pudientes; le interesa la ciudad “empren-
dedora”, que ha constituido el centro de la po-
lítica urbana en las últimas décadas. Los barrios
deteriorados están incluidos en esta imagen de
progreso que han dibujado los grupos gober-
nantes (de distintas ideologías) para promover
a la ciudad en la globalización. Estos proyectos
estratégicos costosos, destinados a atraer al
capital extranjero ¿no actúan en detrimento de
la satisfacción de las necesidades de las clases
populares: viviendas sociales, ¿equipamientos y
servicios colectivos?
Frente a este panorama critico y como un
ejercicio de imaginación y propuesta, en esta
sección nos proponemos trazar algunas líneas
para una ciudad participativa que promueva
la democratización de la vida urbana desde
los microcosmos sociales. Esta, consideramos,
es una reflexión pertinente en este momento
socio histórico, que inicia con la entrada en vi-
gor de la Constitución Política para la Ciudad de
México y la elección del Jefe de la ciudad (2018-
2024). La propuesta esta enfocada a prever la
existencia de estructuras y procesos de partici-
pación más allá del trabajo de los partidos po-
líticos y de las elecciones de los representantes
cada tres y seis años en la ciudad. La ciudad
participativa incorporará la voz, conocimiento
04 Esto se observa al estudiar las reglas de operación
del presupuesto participativo vigente desde 2011 en la
ciudad. Es un presupuesto limitado, con obras pequeñas
y restrictivo en organización.
y experiencia de los ciudadanos en la definición
de las estrategias educativas de la ciudad, en
la discusión de los temas urbanos (movilidad,
usos del suelo, vivienda, mercado de suelo,
medio ambiente, etcétera), en el debate del
proyecto de desarrollo económico sostenible,
en la distribución de los presupuestos públicos,
en general en las acciones pública. Por ello, se
requiere que el nuevo marco jurídico configure
una ciudad donde la participación de la ciuda-
danía no estuviese restringida a la militancia
en partidos políticos, al voto en cada proceso
electoral o a la acción reivindicativa dentro
de las asociaciones y movimientos urbanos.
Las nuevas condiciones económicas, políticas,
sociales y culturales que se manifiestan en las
ciudades plantean nuevos desafíos a la política
urbana, uno de ellos es construir una ciudad en
la cual la participación de la población, dentro
de estructuras y procesos formales, constituya
un auténtico referente para tomar decisiones
clave de política urbana, no sólo para hacer
refuncionalizar el sistema económico y político,
sino para el logro de la transformación hacia un
futuro y una ciudad más humana. La globaliza-
ción ha significado una revalorización de la ciu-
dad como un territorio gobernable y expresa
también una demanda de democratización, de
gobierno de proximidad, de descentralización,
desburocratización, de participación y coope-
ración social (Borja y Castells, 1997).
En México se ha discutido poco sobre las
dificultades y los retos que se presentan en el
momento de convocar y poner en marcha ex-
periencias participativas en asuntos públicos
de proximidad o cotidianos. Pensamos que la
discusión presenta un nivel de atraso conside-
rable respecto de los debates internacionales
más relevantes. Las experiencias existentes
poco han enriquecido el debate de la participa-
ción ciudadana en el medio urbano. Esto ha te-
nido resultados como el que los funcionarios y
políticos confundan la noción de participación
ciudadana con instrumentos de democracia
directa: referéndum, plebiscito, iniciativa po-
Luis Patiño — Debates
pular y consulta pública.
Sin duda, los instrumentos denominados de
democracia directa abren un espacio político a
la expresión de las preferencias de la ciudada-
nía, pero todas ellas tienen un carácter especial,
es decir, sólo pueden ser utilizados en condicio-
nes políticas muy excepcionales, de tal forma
que escasamente pueden ser ejercidas real-
mente. Además, generalmente se han utilizado
para fines de legitimación de gobiernos auto-
ritarios o de líderes personalistas-populistas;
en lugar de incluir a la población en la toma de
decisiones, en un proceso de cambio. Por tan-
to, equiparar la participación ciudadana con la
democracia directa ha sido un error conceptual
que ha limitado el horizonte político de la de-
mocracia mexicana (Olvera, 2007), en particular
en la Ciudad de México.
Pero esto no ha sido una limitante para que
el discurso político de la participación y la crea-
ción de leyes e instituciones para concretarla
no haya sido una parte de la política normal. Al
contrario, la organización política mexicana se
caracteriza por la proliferación de discursos,
leyes e instituciones participativas. Pero en la
práctica lo formal contrasta con las pocas ex-
periencias efectivas y con su uso generalizado
para la legitimación. En este sentido, los espa-
cios e instituciones de la participación existen, y
muchos de ellos funcionan, de una manera ais-
lada y dispersa. En las condiciones actuales de
desarrollo de la sociedad civil y en la coyuntura
política de poca credibilidad, es necesario dar-
les una función más compatible con la democra-
tización de la vida pública del país.
Con la Reforma Política de la Ciudad de Méxi-
co, se abrió la oportunidad para una discusión a
fondo sobre la participación ciudadana. Como se
ha observado, el Constituyente, quien redactó
y aprobó una Constitución urbana, de manera
formal se pronunció por la participación como
parte central de sus preocupaciones. Por ello,
pensamos que se presenta una posibilidad de ir
incluyendo aspectos legales, reglamentarios y
operativos en las normas e instituciones existen-
81
Debates — Luis Patiño
tes que permitan un funcionamiento integral,
permanente, plural y extenso de los espacios
participativos, como “espacios de conformación
de una cultura cívica y de ciudadanía” y “espa-
cios de encuentro”, que permita la elaboración
de un proyecto de ciudad colectivo y humano.
Presentamos la tesis que frecuentemente
se mencionan, pero que creemos no se han
definido y debatido hasta ahora con suficiente
profundidad: cómo establecer un vínculo y dar
un orden de integralidad y permanencia a los
espacios, procesos y dependencias de partici-
pación ciudadana que en la Ciudad de México
están en operación, las que se están llevando
sus primero pasos y las que probablemente se
organicen en el futuro con el nuevo gobierno;
porque en esta tendencia a la fragmentación,
la participación ciudadana será mucho más que
una suma de programas y acciones, más que un
informe que impulse carreras políticas.
Actualmente, en la ciudad y en las futuras
alcaldías se están impulsando experiencias de
innovación democrática: desde el uso de me-
canismos de participación como los Comités
ciudadanos y Consejos de desarrollo social para
discutir temáticas más o menos específicas, has-
ta procesos más complejos de planificación par-
ticipativa, los Planes de Desarrollo Económico y
Social, Programas Comunitarios de Mejoramien-
to Barrial y Presupuestos Participativos. No obs-
tante que algunos tienen una duración de casi
una década nos encontramos en una fase inicial,
que la podríamos calificar como experimental,
observamos que en algunas delegaciones (aho-
ra Alcaldías) sus gobiernos han tenido ciertas
dificultades para aclarar el sentido de fondo de
todas estas experiencias, ponerlas en relación
entre sí y hacerlas encajar dentro de un modelo
de participación integral y transformador.
Pensamos que es necesaria una lógica de
integralidad institucional y permanencia del
conjunto de experiencias participativas en la
ciudad, las cuales en la actualidad presentan
un comportamiento fragmentado, disperso y
muy acotado que en algunos casos erosionan
82
los objetivos centrales de las políticas. Por ello,
ofrecemos algunas propuestas sobre cómo con-
seguir esta coherencia integral. Este ejercicio
constituye principalmente un trabajo propo-
sitivo para poder tratar las dos cuestiones que
acabamos de plantear y que esto sea de utilidad
para constituir a la Ciudad de México, como una
ciudad participativa.
Ante un fenómeno de urbanización me-
tropolitana cada vez más complejo, diverso y
cambiante, hace falta que las autoridades de
la ciudad estén convencidas de que las formas
tradicionales de gobernar la ciudad están agota-
das. Los ciudadanos participan poco en los par-
tidos políticos, la abstención ha ido subiendo en
cada proceso electoral y de consulta ciudadana.
Además, las organizaciones urbanas que habían
sido interlocutoras no mantienen su represen-
tatividad o han sido mediatizadas a través del
control o su incorporación al gobierno.
Durante un periodo largo, el Gobierno del
Distrito Federal fue abriendo un conjunto de
espacios de participación, compuestos por re-
presentantes del gobierno y por representantes
de organizaciones de profesionales, privadas
y sociales, que han servido para intercambiar
información, consultar, discutir y acordar aspec-
tos muy generales de las políticas de la ciudad.05
En las actuales condiciones nacionales la ciu-
dadanía exige más: demanda una participación
efectiva, con capacidad real de incidencia en las
políticas urbanas. Los cambios que se han pro-
ducido en el tejido social reclaman nuevos es-
pacios de participación más flexibles, plurales y
permanentes, que se adapten mejor a la nueva
problemática y que permitan a la gente involu-
crarse en la discusión de los grandes temas de la
ciudad, como la revisión del Programa General
de Desarrollo, programas delegacionales, los
programas de desarrollo urbanos y las políticas
de desarrollo social y económico.
A fin de desarrollar un nuevo modelo de gober-
05� El ejemplo son los Consejos Consultivo-presentes
durante décadas en el Distrito Federal.
nar la ciudad, basado en una participación más
amplia, representativa y efectiva, el gobierno
de Ciudad de México y los de las Alcaldías
están obligados a tomar diversas medidas. La
estrategia participativa planeada esta com-
puesta por tres ejes prioritarios: el primero se
orienta a activar, estimular y fortalecer al con-
junto de organizaciones existentes. El segundo
formula reorganizar internamente el gobierno
capitalino, para favorecer las políticas partici-
pativas y transversales. El tercero está enfo-
cado a desarrollar una serie de espacios y de
acciones participativas. Para lograr un carácter
vinculatorio, se requiere que todas las medidas
estén contenidas en el nuevo marco jurídico
de la Ciudad de México, que sean actualizada
cuando entre en vigor la Constitución Política,
que por supuesto, también debe ser elabora-
da participativamente, en un proceso donde
intervendrán las organizaciones de la ciudad,
ciudadanos y ciudadanas a título individual,
representantes del gobierno, técnicos de la ad-
ministración, académicos y representantes de
los partidos políticos.
Para concretar el proyecto de la ciudad par-
ticipativa se requiere innovar en las instancias y
procesos participativos. Las evidencias nos per-
miten concluir que las elecciones son un elemen-
to clave de las democracias representativas. Sin
embargo, al ciudadano le presentan información
limitada sobre las políticas que requieren los
grandes problemas urbanos y en muchos casos
no dan respuesta a la demanda de participación.
Existen muchas decisiones importantes que se
podrían tomar sobre la base de debates partici-
pativos amplios y plurales. ¿Cómo distribuimos
los presupuestos públicos?, ¿qué contenido ten-
drá el nuevo Programa General de Desarrollo de
Ciudad de México, programas sectoriales y pro-
gramas delegacionales?, ¿cuál es la imagen obje-
tivo de ordenación urbana?, ¿aceptamos o no la
construcción de un campo de golf, una gasoline-
ra, un centro comercial en la demarcación?, ¿qué
diseño tendrá el centro histórico?, ¿qué activida-
des culturales realizará el gobierno?

La participación no la proponemos como
una formula mágica que va a exorcizar todos
los problemas. La participación es necesaria
pero no es la única solución. Muchos de sus
principales resultados serán a mediano y largo
plazo, una cultura participativa no se crea en
dos días ni en dos años y la organización de
la sociedad urbana para recuperar la ciudad.
La participación nos obliga a cambiar el com-
portamiento a todos: a los ciudadanos, a los
activistas sociales, a los políticos, a las perso-
nas que trabajan en y para la administración
pública, a los académicos, y esto requiere un
proceso de aprendizaje largo en el que hay que
prever y asumir que habrá errores.
En este sentido la participación no es una
garantía de acabar con los conflictos. Un pro-
ceso participativo puede provocar más apoyo a
una política, pero no es la garantía de que guste
a todos ni tan sólo garantiza que esa política
guste al equipo de gobierno. La participación,
por tanto, no implica que automáticamente to-
dos nos pondremos de acuerdo sobre cualquier
tema. Quizá lo más importante será la creación
de una cultura participativa y el debate público
y transparente.
La propuesta que presentamos pretende
terminar con la idea que la participación es
responsabilidad de un área gubernamental
específica o de un gobernante. La concebimos
como una manera permanente y transversal
de hacer políticas que debe permear las ac-
tividades de cada despacho gubernamental.
En su caso, las dependencias encargadas de
la participación deberían tener capacidad de
liderazgo y apoyar el conjunto de las áreas de
la administración pública.
Finalmente, cualquier instancia y proceso de
participación tiene que ser realista en sus objeti-
vos y sus límites. Pero lograr esto no significa ser
conservador, éste es un terreno demasiado nue-
vo y donde casi todo está todavía por imaginar,
crear y trabajar. Al mismo tiempo, es importante
una actitud crítica de evaluación, para aprender
de los errores y de los aciertos, tanto de expe-
riencias previas como de las experiencias de
otras ciudades.
El análisis crítico de la sucesión de actos y
encuentro que conforman la vida urbana o lo
urbano, impedirá que la voluntad de los pode-
res de someter lo urbano sea una tarea inútil.
Lo urbano nos señala Lefebvre (2017), “intenta
que los mensajes, las ordenes, las presiones
procedentes de altas instancias se vuelvan
contra de ellas mismas. Intenta apropiarse del
tiempo y el espacio, rompiendo con el dominio
que estos establecen, apartándolos de sus ob-
jetivos, cortocircuitándolos. Asimismo, inter-
viene en la ciudad y en la manera de habitar,
más o menos. Lo urbano sería así, más o menos,
obra de los ciudadanos en lugar de imponerse a
ellos como un sistema…” m
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83
Debates — José Lezama
T
oda la discusión, la crítica, la protesta social de
las organizaciones de la sociedad civil, de los es-
pecialistas en el ámbito académico, tanto los pro-
venientes de las ciencias naturales, como los que
estudian el agua desde las ciencias sociales, incluyendo a los
expertos en derecho ambiental, han centrado la discusión y
la reflexión en la dimensión humana de la crisis del agua y del
vuelco retrógrada de la nueva Ley General de Aguas.
Uno de los cuestionamientos fundamentales desde las or-
ganizaciones ciudadanas y representantes del sector académi-
co es la vulneración del Derecho Humano al Agua consagrado
en la reforma al 4º Constitucional del 2012. Otros tienen que
ver con los obstáculos que la nueva ley pone a la investigación
científica crítica, el aliento que brinda a la contaminación y la
posible generación de conflictos por una gestión discrecional
o equívoca del agua. Otras críticas a la ley tienen que ver con
las violaciones a los procedimientos legislativos que llevaron a
su dudosa aprobación por las comisiones mencionadas.
Quizá el asunto de mayor impacto mediático ha sido lo
que se considera como un debilitamiento al derecho huma-
no al agua. Con toda la relevancia que posee este aspecto
de la Ley General de Aguas, sobre todo la reducción de la
dotación obligatoria gubernamental de agua de los 100 litros
diarios por persona que recomienda la Organización Mundial
de la Salud a 50, éste y los otros temas mencionados están
lejos de agotar la discusión.
En el camino se ha perdido, o se ha olvidado a la naturale-
za, la dimensión no humana, la dimensión ecosistémica del
84
agua; por lo tanto, la perspectiva ambiental. No quiero decir
que lo que hoy día se discute y lo que opone a quienes bus-
can la privatización del agua y la vulneración de un derecho
humano, con los que denuncian estas posiciones retrógra-
das como parte de un proceso liberalizador, que pretende
allanar el camino a las grandes corporaciones nacionales e
internacionales interesadas en la mercantilización del agua
no sean relevantes, lo son. No obstante, esta discusión se
mueve dentro de una falsa lógica de abundancia, de una
oferta infinita y no problemática del agua. Cancelan pues
uno de los términos, quizá el más esencial, esto es, el agua
real, que es escasa; natural, social y políticamente escasa.
De qué agua se está hablando, de una real o de una virtual;
cuál es el agua con la que cuentan las comunidades, las
ciudades, las regiones del país, cuáles son sus volúmenes y
de qué manera éstos permanecen o disminuyen; cómo se
distribuye y como se construye su escasez desde el punto
de vista natural y desde el punto de vista social y político. Es
decir, ¿cuál es el agua que se quieren repartir los distintos
grupos o intereses beligerantes?
La discusión está centrada en cómo distribuir, cómo re-
partir algo que se considera un recurso o un bien exclusivo
para las actividades humanas, ya sea para el consumo do-
méstico o para el consumo productivo, en la agricultura o la
industria, incluyendo desde luego la extractiva.
Nadie parece interesado en pensar que para ser consumi-
do, para que pueda ser distribuido o simplemente repartido
un bien, recurso o simple elemento de la naturaleza, primero

debe existir, debe crearse, y la única fuente generadora de
agua es la naturaleza, los ecosistemas y a nadie parece im-
portarle su destino y la precariedad de sus formas actuales
de existencia; su agotamiento, su destrucción, la crisis del
agua que se vive en México y el mundo.
Aún bajo el principio más burdamente antropocentrista,
es decir, pensando en simplemente satisfacer las necesida-
des humanas, de la producción, del servicio doméstico ciu-
dadano, o para cumplir con el “derecho humano” al agua,
lo más lógico sería primero o paralelamente legislar para
procurar la existencia de los acuíferos, de los ríos, de los la-
gos, de los ecosistemas, de los bosques y de la naturaleza
toda que la hace posible. Debería por tanto como un punto
básico, inicial, fundacional de la Ley General de Aguas esta-
blecerse el Derecho no humano al agua, establecer como
materia de derecho la protección, reproducción, ampliación,
recreación y fortalecimiento de los ecosistemas que proveen
al mundo, a las actividades y necesidades humanas de este
elemento fundamental para la vida pero que a la vez y, sobre
todo, permite la existencia de un amplio mundo no huma-
no del cual los humanos dependemos dramáticamente para
nuestra propia existencia.
El agua debe ser protegida bajo el principio de que tiene
valor propio, no únicamente en función de las necesidades
humanas, independiente incluso de cualquier derecho,
incluido el derecho humano al agua, por su papel central
dentro del sistema de la vida, como generadora de vida. Sólo
asegurando la existencia del agua, su producción y reproduc-
José Lezama — Debates
El derecho humano y
no humano al agua
por José Luis Lezama
Profesor investigador en El Colegio de México.
ción eco sistémica, podemos hablar de derechos, de un dere-
cho humano al agua, de una distribución equitativa del agua,
no sólo en términos de su distribución sectorial o funcional,
para el servicio doméstico y para las actividades productivas,
sino también equitativa en términos del acceso diferencial
que poseen pobres y ricos en el actual orden social.
No es solamente la Ley de Aguas la que carece de una vi-
sión ambiental, esta misma carencia está presente en todo
el movimiento de protesta, incluida la protesta que se au-
todenomina ambiental. La crisis ambiental contemporánea,
entre otras la crisis del agua, tiene mucho que ver con una
valoración de la naturaleza como algo que no importa, que
es algo dado, que está allí para beneficio exclusivo de los hu-
manos y entre estos, los que controlan los mayores recursos
de poder; algo que estamos autorizados a destruir porque
no tiene un valor en sí mismo, que sirve como simple medio
para los fines humanos, y entre estos, sobre todo para una
economía que no tiene ya como propósito la satisfacción de
las necesidades humanas, sino las de la propia economía, es
decir, la rentabilidad y la ganancia.
No hace ningún favor a los humanos, ni siquiera a los
derechos humanos de los más pobres, pensar de esta ma-
nera la naturaleza, este olvido y abandono de la naturale-
za y porque es ésta la forma más eficiente de procurar su
destrucción, y con ello los fundamentos del sistema de la
vida en el planeta, incluida la vida humana. La peor forma
de cumplir el derecho humano al agua es destruyendo los
ecosistemas que la hacen posible. m
85
Fotografías de Secretaría de
Turismo de la CDMX .
 L A CI U D A D D E M É X I CO # CD MX

texto de Yony Stiven Walteros Sedano

C
uando se habla de metrópoli damos lugar a una es -
tructura territorial que abarca las grandes ciudades
globales contando con una importancia internacio -
nal entorno a una concentración f inanciera, admi -
nistrativa y cultural; De esta manera evidenciamos
a Ciudad de México como uno de los pocos territo -
rios en América Latina que cuentan con estas características.

Al ser México una metrópoli se convierte en el núcleo central de

grandes civilizaciones que habitan en ella y que durante el tras-
curso del tiempo dan lugar a grandes crecimientos en el desarrollo
personal y por ende del país. Estos crecimientos permiten a las ci-
vilizaciones conformar grupos con un sinnúmero de características
que las diferencias creando así una multiculturalidad urbana no -
table, como lo es su historia, tradiciones, folclor, cultura gastro -
nómica, etnias, arquitectura religiosa y lenguaje intercultural que
hacen de Ciudad de México (CDMX ) una metrópoli muy atractiva.
CDMX 01/20
CDMX 02/20
CDMX 03/20
CDMX 04/20
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CDMX 15/20
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CDMX 17/20
CDMX 18/20
CDMX 19/20
CDMX 20/20
Imprenta Pública — Edgar Morales

De literatura, filosofía y paradojas

D
adas las formas en que la tradición occidental ha
parcelado y cercado el territorio del pensamiento,
la filosofía y sobre todo la ciencia, han sido las res-
ponsables de ofrecer los dictámenes últimos sobre
la naturaleza del pensar. Se ha determinado que la historia del
pensamiento va de menos a más conforme avanza en su camino
de racionalización, conforme abandona las expresiones ima-
ginativas o la regurgitación cultural; se ha aplaudido la forma
de la razón “pura” y la asepsia del método, y así, se ha querido
perpetuar una concepción sobre el pensar en la que la certeza
racional, la identidad de las cosas, la evasión de las contradiccio-
nes y un largo etcétera, garantizan la apropiación correcta de lo
real. El libro Deleuze, Borges y las paradojas versa sobre el pen-
sar y sobre las relaciones entre filosofía y literatura, por ello, se
enfrenta al dictamen severo de la centurial tradición epistémica
pero evade de manera crítica su sombra. La ciencia y la filosofía
no son las únicas instancias que piensan, también lo hace la lite-
ratura, tanto como lo hace el juego, el arte o la política, ésta es
la consigna que enarbola el libro de Ángeles y María Luisa, libro
erudito pero ameno cuya lectura nos pasea por un sinnúmero
de asuntos intrincados a través de una prosa clara.
Uno de los puntos de arranque del libro es la noción de ver-
dad como valor epistémico, como punto de referencia irrevoca-
ble del pensamiento, capaz de conducir, dada la disposición a la
que somete a sus componentes, a un conjunto de esfuerzos que
terminan por sabotear la tarea misma del pensar. El diagnóstico
de las autoras gira en torno a la problemática de las produccio-
nes de sentido truncadas, reducidas a una sola línea discursiva,
puesto que para la mentalidad occidental convencional no pue-
por Edgar Morales
de haber más que un solo sentido y una sola verdad. De ahí que
el asunto de las paradojas sea tan pasmoso para el estrecho in-
Facultad de Filosofía y telectual que no puede lidiar con ellas y que opta por sacrificar
Letras de la UNAM. la riqueza ontológica por la pureza metódica. De esta forma, la
mente occidental ha huido de aquello que exige al pensamiento

108

su máximo esfuerzo, su concentración ante lo indecidible,
ante el acontecimiento singular, la incompletud y la carencia
de constelaciones epistémicas duraderas.
La pasión, la intuición, la actividad lúdica espontánea y la
pasión política, son todas ellas motivos y fines, incluso me-
dios, de la actividad pensante. ¿Cómo podrían no serlo? Con
todo, nos habíamos acostumbrado a transitar los senderos
marcados de un territorio previamente colonizado cuya vi-
sión nos había provocado el hechizo de lo inamovible, de lo
determinado. La actitud a que nos llama el libro es la desobe-
diencia intelectual, el atrevimiento a transitar por donde no
hay sendero, o bien por donde se había prohibido el paso.
Hacerlo así, tal como las autoras lo llevan a cabo, detona una
riqueza en el pensar que había sido abandonada y que era, y
es, necesario reivindicar. En ello se juega la visión del mundo
y de sí mismo, o la visión doméstica o la transgresora.
Una de las claves para diferenciar tales posturas es la acti-
tud ante las paradojas. La subjetividad domesticada prefiere
la superficie lisa de un territorio sin contratiempos, el lienzo
regular sobre el cual hacer deslizar suavemente los contene-
dores de identidades agotadas y fijas, superficie sin fractu-
ras. Tal es el territorio dispuesto por la modernidad median-
te la consagración de los sistemas completos, derivables y
no contradictorios. Sin embargo, cabe hacernos la pregunta:
¿la paradoja, más allá de exhibir un “fallo” en un sistema de
deducciones lógicas, no exhibe más bien los límites de los re-
cursos utilizados y nos invita, por tanto, a reconstruir de otra
forma tales recursos? Deleuze es uno de los pensadores que
toman en serio el asunto de las paradojas, no en el sentido
restringido de la lógica formal sino en su acepción más am-
plia. Dejar circular a la paradoja le permitió a Deleuze plan-
tear una crítica severa a la consecución unívoca de sentido
argumental, entrevió muy bien que la búsqueda rigurosa de
una verdad, en un solo sentido, representa el olvido de otros
Edgar Morales — Imprenta Pública
Á n g e l e s M a . d e l R o s a r i o P é r e z B e r-
1
nal y María Luisa Bacarlet t Pérez,
Deleuze, Borges y las paradojas,
México, Universidad Autónoma del
E s t a d o d e M é x i c o / G e d i s a , 2 0 18 .
posibles trayectos racionales que desafían al pensamiento
mismo a pensarse de otra forma, a reterritorializar, deste-
rritorializar, el fraccionamiento moderno del saber. La apari-
ción de la paradoja en la búsqueda de una supuesta verdad
debe llevar al replanteamiento del recurso pensante mismo,
a su redefinición, tarea que no puede delegar a otra instancia
puesto que la definición del pensar es asunto del pensar mis-
mo. El pensamiento es capaz de autodeterminar sus propios
límites, él mismo se potencia o se ancla, se ensancha o con-
trae a voluntad, ¿qué otra instancia podría hacerlo? El pensa-
miento es soberano en tanto se ofrece identidad a sí mismo,
ejecuta sus propios mandatos, pero igualmente se rebasa, se
enfrenta a su propia diferencia de manera constante.
Ante todo, el pensamiento debe huir de aquello que se
resiste al flujo vital de lo real, debe echar por tierra la fan-
tasmagoría de la identidad de sus referentes, de la unidad
del método y la homogeneidad del ser. De ahí que, por tan-
to, el desafío sea pensar lo que acontece de manera singular
e irrepetible, el instante; contra el modelo, la singularidad
que antecede a la identidad; contra la homogeneidad holís-
tica, el fragmento singularísimo; contra la consistencia del
método, la paradoja. Es del todo conocido, para quienes han
previamente explorado el pensamiento deleuziano, su anti-
platonismo, su inconformidad con la insistencia filosófica en
la búsqueda de “modelos” estables, sino es que eternos, e
igualmente su esfuerzo por generar, contra la imagen del sa-
ber arborescente, un mapa rizomático y caótico. Todo ello a
la luz de la indistinción compleja de lo lógico y lo ontológico,
indistinción que debe trastocar igualmente la cortina puesta
entre lo que llaman “ficción” y “no ficción” y, por ende, en-
tre filosofía y literatura.
La lucha deleuziana emprendida contra los binarismos im-
plica el ejercicio de una violencia radical contra la “represen-
tación” de un mundo configurado mediante la operación de
109
Imprenta Pública — Edgar Morales
identidades, que ejercen sus funciones identitarias a título
del seguimiento de programas mecánicos preestablecidos.
Las máquinas pensantes deben ser arrostradas mediante
estrategias maquínicas de diseminación de las identidades.
Y es que la ontología deleuziana no se ancla en patrones de
diferencia excluida sino incluida, de ahí que para Deleuze los
únicos patrones que podemos ver en lo real sean aquellos
donde lo que se repite es la diferencia, repetición de las si-
tuaciones singulares. El pensamiento se debe desagarrar en
el acogimiento de la diferencia (incluyendo sus implicaciones
éticas) y ser capaz de soportar el mareo producido por el
borrado de las identidades sobre las superficies ontológicas
“Nos llama a la
desobediencia intelectual,
al atrevimiento a transitar
por donde no hay sendero,
o bien por donde se había
prohibido el paso.”
(cuya figuración estética se expresa brutalmente en la plásti-
ca de Francis Bacon, en la prelación de las cabezas sobre los
rostros). Y es que los entes no deberían ser pensados como
instancias agotadas de significado, como objetos museifica-
dos, sino como articulaciones contingentes de sentido, pues-
to que les es imposible abstraerse de sus connotaciones. Ser
algo para alguien es exhibir una posibilidad de significación,
no la decodificación de un sentido único irremovible. Lo que
acontece entre dos instancias es la motivación de un tipo de
significación que, por otro lado, no puede ser privilegiada ni
110
prevalecer como tal en otras situaciones. El acontecimiento
remite a ese espacio entre dos instancias, y tal entre los de-
fine, como el rasgar de un cuchillo dispuesto perpendicular-
mente sobre un trozo de carne.
Este es el escenario de ideas en el que las autoras ofre-
cen su lectura cruzada de filosofía y literatura, mediante dos
escritores pensantes que no admiten simplificaciones. En
Borges se puede leer la imposibilidad, incluso angustiosa, de
conseguir el acceso a la eternidad deseada, y lo que obtiene
es una explosión de dimensiones de posibilidad narrativa (y
ontológica) en las que es imposible conservar la identidad
del mundo, y en cuya vorágine se fisuran los entes y se ob-
nubila la inteligencia. Muchas veces, en la literatura borgiana
lo que se ofrece como resultado es el pasmo, la sorpresiva
irrupción de lo heterogéneo, de ahí que su peculiaridad em-
pate bien con la filosofía deleuziana. Entre Deleuze y Borges
nuestras autoras descubren algo que no se animan a deter-
minar como “semejanza” sino como un simple “aire de fami-
lia”, agenciando una expresión wittgensteiniana clásica, y es
que, a pesar de todos los elementos que pueden circular sin
visa entre el territorio deleuziano y el borgiano, hay diferen-
cias irreductibles, y no puede ser de otra forma, cada uno de
ellos es un tránsito peculiarísimo en medio del universo de
posibilidades que, además, se ofrecen incompletos puesto
que les fue imposible cerrarse como sistemas.
Quizá la figura, tomada de Virginia Wolf, del perro que
cruza la calle a las cinco de la tarde se pueda aplicar a cada
uno de los autores, no hay posibilidad de generalización, no
todos los perros dan vuelta a esa u otra esquina a una hora
determinada. Cada uno es un acontecimiento distinto y sin-
gular, y hay que añadir que tales acontecimientos deben ser
leídos como verbos y no como sustantivos, esto es, como ac-
ciones que acaecen de manera singular cuya posibilidad de
repetición sólo puede ser la de su eterno diferimiento. Tanto
Deleuze como Borges son, así, sujetos larvarios moviéndose
en superficies propias con las que se fusionan. El “idealismo
anómalo” de Borges no empata bien con el “empirismo tras-
cendental” deleuziano, sin embargo, se tocan y atraviesan
en múltiples nodos, incluso se fusionan en algún momento,
como en la narración del ignoto Aleph, punto singular en el
que caben los demás puntos que conforman el universo. Ahí,
en la coincidencia alefática, el ser se entrega como el conti-
nuum de una diferencia que se repite eternamente. Así las
cosas, como afirman las autoras, sólo podemos vivir en me-
dio de todo aquello que se nos escapa indefinidamente. m

Teoría crítica, de la
doxa a la paradoja
por Rían Lozano
Doctora en Filosofía por la
Universidad de Valencia,
España. Es Investigadora en
el Instituto de Investigaciones
Estéticas de la UNAM.
Rían Lozano — Imprenta Pública
P o l i d o r i A . y M i e r R . (e d s .) , N i c h t f ü r
2
immer! ¡No para siempre! Intro -
ducción al pensamiento crítico y la
Te oría crític a f rank f ur tiana , M é x ico,
UA M -Xo c himilco/G e dis a , 2017.
L
a primera vez que tuve noticia de este libro fue justamente en
2012: yo estaba recién llegada a México y Marisa Belaustegui-
goitia, entonces directora del PUEG de la UNAM, me invitó a
escribir con ella un breve texto sobre estudios de género/fe-
minismos y teoría crítica, para un libro coordinado por la artista visual
y Lic. en Lengua y Literaturas Hispánicas Ambra Polidori y el filósofo y
lingüista Raymundo Mier.
Tengo que decir que mi primera impresión fue de asombro: ¿de verdad
un libro sobre teoría crítica se interesaba por estudios de género? Y esto
fue algo que no acabé de entender hasta el momento en que Ambra me
invitó a presentar el libro y me envió los dos volúmenes que lo conforman.
Fue entonces cuando acabé de comprender que los estudios de género
(así como otras perspectivas de análisis crítico) caben en esta publicación
porque la teoría crítica, en este libro que su editora define como “expan-
dido” está, también, expandida: y voy a volver sobre esto en un momento.
111
Imprenta Pública — Rían Lozano
Quiero advertir que mi breve comentario sobre la publica-
ción, parte de una lectura fragmentaria (cosa que tampoco
es tan descabellada pensando en teorías críticas) fundamen-
talmente porque no he tenido tiempo de leerlo todo.
De todos modos, esta falla o “falta de tiempo” se ha
convertido en un condicionante interesante ya que me ha
llevado a navegar por las páginas siguiendo un poco la reco-
mendación que Ambra Polidori hace en sus notas prelimi-
nares: esto es, leer sin un obligado sentido, leer dando sal-
tos, a contratiempo, pero también (y por usar un término
que en este contexto resultará familiar) a “contrapunto”:
de las herencias kantianas en el pensamiento frankfurtia-
no al giro decolonial en la teoría crítica latinoamericana
(Márgara Millán) o el zapatismo (texto de Sergio Tischler),
de los estudios de arte contemporáneo, a la literatura (Ser-
gio Rodríguez Blanco y Andreas Ilg respectivamente), de la
fotografía (José Ángel García Moreno), a los estudios de gé-
nero o el psicoanálisis. De Adorno a Bolívar Echeverría, de
Heidegger a Judith Butler o María Zambrano, de Habermas
a Lyotard, de Kant a Fanon o Homi Bhabha.
Dicho esto, se entenderá que el libro que presento, como
no podía ser de otro modo tratándose de teoría crítica, es un
texto profundamente paradójico, y me van a dejar que me
detenga un momento en la idea de paradoja y su relación con
la crítica para que se entiendan mis posteriores comentarios.
En la introducción a su libro After Criticism. New Responses
to Art and Performance (una compilación de ensayos relacio-
nados con prácticas artísticas contemporáneas) Gavin Butt
(investigador británico) argumenta que la actividad crítica
(toda actividad crítica) para serlo, es decir, para ser realmente
crítica, debe responder a una operación paradójica. La para-
doja, en este caso, no es tanto una contradicción lógica sino,
más bien, la suma de los significados de los dos componentes
semánticos, de origen griego, de este término: para (más allá
de) y doxa (opinión, pensamiento, conocimiento adquirido); es
decir, la paradoja es aquello que está más allá de lo ya sabido.
Butt realiza una distinción interesante entre lo que él con-
sidera como dos tipos diferentes, y hasta contradictorios,
del uso de la crítica. Por un lado, encontraríamos aquellas
112
posturas que representan la “osificación” o “esclerosis” que
inunda la teoría crítica en el contexto universitario posmo-
derno (angloeuropeo, entiéndase): una teoría que de crítica
tendría poco porque cito,“itself becomes doxa”. Del otro lado,
en cambio, sitúa aquella otra práctica crítica que poniendo el
acento sobre la cuestión de la interpretación y el compromiso
funciona como una actividad siempre “paradoxal” (paradó-
jica) o, más preciso, como una actividad que siempre estará
más allá de la doxa y, en consecuencia, se mantendrá crítica.
Es en este punto, en el tipo de práctica/gestos que pien-
san sobre teoría crítica, más allá de la propia teoría crítica,
en el que podemos situar el texto que presento. En palabras
de Mier: “El pensamiento crítico surge en la disipación de la
doxa. No obstante, esta relación del pensamiento crítico con
la doxa no es estrictamente de una confrontación negativa.
Emerge en ocasiones de la extenuación expresiva de la doxa,
de su perseverancia imposible, del distanciamiento que ella
misma engendra en el acontecer del pensamiento”.
Siguiendo a Butt, podríamos decir que además toda pers-
pectiva crítica es, a su vez, una posición comprometida en
un sentido doble (como verán la noción de compromiso
también aparece recurrentemente en los textos de los dos
volúmenes): una actitud desviada respecto a las representa-
ciones regladas por la tradición normativa, pero también un
gesto que nos pone en riesgo. Una postura incómoda. ¿Des-
de qué lugar más allá de la doxa, o quizá “más acá” puede el
pensamiento crítico situarse para hablar y mirar?
Según Mier: “Su condición [la de la teoría crítica] es el
riesgo: no solo de la insignificancia, de la vacuidad, de la
irrelevancia, también de la infertilidad y la degradación
política de sus acciones. Su nombre potencial está mar-
cado por la posibilidad del estigma, de la exclusión, de la
extinción. El riesgo que emerge del pensamiento crítico es
el de una extinción sin huellas, una extinción cuyo rastro, e,
incluso, su aparición y permanencia en el archivo han sido
canceladas. El pensamiento crítico asume así una condición
paradójica”.
Este libro, que como el texto de Butt tiene un pie en el
pensamiento teórico y otro en la experiencia artística (y en
 Rían Lozano — Imprenta Pública

un momento apuntaré algo más sobre esto), no es una reco- 1. La primera está relacionada con la propuesta, por parte
pilación de estudios sobre la Teoría Crítica con mayúsculas de los editores, de considerar este libro como una “obra
(como dice Oliver Kozlarek en su texto), aunque recoge inte- expandida”; y de hacerlo justamente a partir de la relación
resantes reflexiones en torno a la historia y vigencia de sus entre esta publicación y la práctica artística: de hecho, es
autores y “generaciones”. muy curioso (al principio hasta un poco desconcertante)
Este libro es, más bien, un recorrido a través de diferentes comenzar a leer este libro “sobre teoría crítica” y encon-
perspectivas críticas que vuelven a dar relieve, que reintro- trarse —contrario de lo que podría esperarse—, las cua-
ducen pliegues y hendiduras al decorado plano de la teoría tro primeras páginas del tomo I dedicadas a reflexionar
como escenario de consumo académico (alguna vez oí a al- sobre la práctica artística (pero no olvidemos que Ambra
guien —Jean Paul Martinon del Goldsmiths College— advertir Polidori es una artista visual).
de los peligros de “ir de compras por los estantes de la teoría”
[“shopping for theory”] para así armar argumentos vacíos).
Así, creo que podríamos convenir que no se trata de un
libro enciclopédico (a pesar del volumen) sobre Teoría críti-
ca, sino que es, más bien, una recopilación de muy diversas
perspectivas críticas expresadas en textos escritos especial-
mente para el libro en su mayor parte: desde estudios deco-
loniales, a la fotografía, los estudios de género, el psicoanáli-
sis, la historia, etcétera. “La teoría crítica, en este
libro que su editora define
Una mirada contemporánea y crítica que interpela a nues-
tro contexto y sus urgencias. Es por esto que, en palabras
de la editora: “este corpus intenta cartografiar el territorio como «expandido» está,
discontinuo y fracturado del pensamiento crítico, resaltando
la diversidad como el valor esencial dentro del pensar y con también, expandida.”
la imaginación como la mediadora entre la intuición y el en-
tendimiento. De ahí también su heterogeneidad”.
Dicho esto, me gustaría concentrarme en destacar una
cualidad (relacionada en varios sentidos con la idea de pa-
radoja: para-doxa) presente en, al menos tres variantes, en
estos tomos que presento, y que espero sirva para despertar
su curiosidad tanto como la mía.
Son tres “operaciones” relacionadas con la idea de la Y es que, tal y como señala Polidori en su Prefacio, la idea
“expansión”, mencionadas (las dos primeras al menos) en el de la obra expandida, sostenida sobre un armazón radical-
prefacio de Ambra Polidori y que me servirán a su vez para mente interdisciplinar —como podrán comprobar nave-
trazar lazos con otros de los artículos de los dos volúmenes. gando por el índice—, proviene de las prácticas artísticas
Podemos decir que la expansión, en este caso, es enten- de la década de los setenta del siglo pasado; y heredadas,
dida como maniobra “desosificadora” o, para seguir con el diría yo, de algunos de los presupuestos fundamentales de
primer argumento, la “expansión” (la acción centrífuga) es las vanguardias artísticas de principio de siglo, así como de
presentada como operación paradójica (es decir, crítica): propuestas del activismo político de la segunda mitad.

113
Imprenta Pública — Rían Lozano
En palabras de Polidori: “Sin duda, eliminar las barreras en-
tre creación artística y pensamiento crítico es un reto. Me
refiero aquí a unir lo propiamente artístico —el concepto
del libro como obra expandida, la música y las intervencio-
nes en el libro— con los textos académicos sin pretensión
artística alguna. Lograr una propuesta conceptual para que
el arte se convierta en un instrumento para la movilización
de la conciencia no solo del estudioso, del universitario, sino
también del lector-espectador, no es sencillo. Pero la crítica
permite abrir campos de pensamiento”.
“Cúmulo de información y
de experiencias personales
de estudio que conforman
parte del pensamiento
crítico en la actualidad, bajo
un aura investigativa.”
Tenemos entones que los editores están pensando en la crí-
tica como “apertura”. Además, esta primera paradoja de la
expansión de la obra, en relación a un objeto en principio tan
poco “expandible” y “desmaterializable” como es un libro
impreso, en papel, está acompañada de la introducción o in-
114
tromisión de varios “gestos artísticos”: imágenes, citas, silen-
cios y un interesante gesto musical, una partitura de la pieza
para piano Simurg del compositor mexicano Mario Lavista,
que recorre prácticamente las páginas de los dos volúmenes.
2. Autoría “expandida”. En segundo lugar, la idea de la ex-
pansión llega también a la definición de la autoría: otro
aspecto fundamental, tratado por algunos de los grandes
exponentes de la Teoría crítica con mayúscula (estoy pen-
sando, efectivamente, en Walter Benjamin) y que, en la
actualidad, se ha enriquecido con otras definiciones muy
útiles. A finales de los noventa, por ejemplo, el antropó-
logo cultural George E. Marcus desarrolló la noción de
“complicidad”: definida como una herramienta metodo-
lógica, surgida de los procesos de colaboración, funda-
mental para conseguir cambios en el marco de los estu-
dios sociales. Según este mismo autor, tomar el punto de
vista de ideal colaborativo implica revisar la producción
de conocimiento como un proceso de negociación limi-
nar entre entidades supuestamente separadas (ya sean
culturas, identidades, disciplinas académicas, etcétera), y
también, en el caso de este libro que nos convoca, entre
los diferentes autores: un proceso de negociación entre
perspectivas y posicionamientos muy diversos.
En palabras de la editora: “En abril de 2012 se inició
un proceso de recopilación continua y sistemática de tex-
tos escritos expresamente para No para siempre! De esta
manera se armó este libro, cúmulo de información y de
experiencias personales de estudio que conforman parte
del pensamiento crítico en la actualidad, bajo un aura in-
vestigativa […] Yo fungí en el proceso como la coordinado-
ra del desarrollo, apoyada por Raymundo Mier, señalando
los temas y autores de mi interés y manteniendo contacto
constante con los colaboradores, de modo tal que la vo-
luntad individual se diluyera en la voluntad de los partici-
pantes. Así surgió el concepto de autoría expandida”.
3. Teoría crítica expandida. Para terminar, me quiero referir
al último sentido de “expansión” que he podido extraer

de mi primer encuentro con esta obra y que, además, me
parece es el que justifica su mayor atractivo, y que de al-
gún modo ya lo mencioné cuando comencé a escribir: se
trata, en este caso, de la propuesta de expansión de la
propia teoría crítica. Una expansión que dilata y, en algún
caso, agujerea los límites del propio concepto.
Y es que este libro da un paso más allá del trabajo
realizado por otras ediciones previas, y también muy inte-
resantes y completas, pero centradas exclusivamente en
la revisión de los presupuestos de los autores fundamen-
tales de la Teoría crítica (los mismos editores hacen un
recuento de alguna de ellas: véase la nota 8 en la p. 31).
Polidori y Mier proponen, en cambio, un conjunto de ensayos
que problematizan, de manera más amplia, la formación del
pensamiento. De este modo, podemos decir que este libro
se sitúa en este contexto específico, el nuestro, a través de
textos que revisitan el pensamiento de autores como Bolívar
Echeverría o las propuestas críticas lanzadas desde el zapa-
tismo: aunque aquí, quizá para un tercer volumen podríamos
pensar en cómo incorporar más participación de autores/
pensadores latinoamericanos y quizá, también, en el caso
del apartado dedicado a la obra de “grandes autores”, incluir
algún nombre más de mujeres. Es decir, que los artículos de-
dicados al pensamiento de María Zambrano, Judith Butler,
Hannah Arendt, Gayatri Spivak o Simone Weil, pudieran verse
completados por otros dedicados a la obra de autoras como
Silvia Rivera Cusicanqui, Gloria Anzaldúa, Julieta Paredes,
Yuderkis Espinosa, etcétera. De esta forma, este proyecto
podría continuar con ese objetivo de expandir (agujerear)
los límites marxistas occidentales, blancos, masculinos que,
en su formación más clásica, acompañaron (y redujeron) los
alcances de la Gran Teoría Crítica desarrollada en torno a la
Escuela de Frankfurt.
En este sentido, me sirvo de nuevo de una cita de Ambra
Polidori que sitúa de manera muy concreta, las posibilidades
y los alcances de esta publicación: “Hay que reconocer que la
Escuela de Frankfurt fue incapaz de crear una Teoría crítica
más plural de la modernidad, debido a que no entendió que
Rían Lozano — Imprenta Pública
la modernidad desde su surgimiento estuvo marcada, sí, por
la contradicción entre capital y trabajo, como diría Lukács,
pero también por la condición mundial del hecho social capi-
talista, y que ésta se desenvuelve en una situación de centro
y de periferia, es decir, de orillar a una condición de no ser
a ciertos conglomerados sociales […] Sin embargo, esto no
quiere decir que tengamos que renunciar a las ideas, a los
programas de la Escuela de Frankfurt; esto significa que te-
nemos que relacionarnos con el programa de la Teoría crítica
de la sociedad críticamente. Y, en ese sentido, colocar la pro-
posición de una teoría crítica como una teoría más plural que
no solo se concentre en las ideas de la Escuela de Frankfurt,
sino que a su modo se extienda. Por tal motivo es preciso
subrayar la exigencia de nuevas lecturas y alternativas de
reflexión más allá de aquellas sustentadas por quienes se os-
tentan como herederos legítimos de la Escuela de Frankfurt.
Estas interpretaciones aparecen ya incesantemente. Marcan
nuevos horizontes en América Latina y otras latitudes, por
lo que quizá habría que propiciar el interés de su lectura y
escucha para derivar en una posible interlocución…”.
Termino tratando de responder una pregunta fundamen-
tal en toda presentación de un libro: ¿a quién va dirigida esta
publicación? Si la tarea crítica es, siguiendo a Adorno, el afán
más genuino de el pensamiento (p. 39), este libro, se enten-
derá, está dirigido —de manera amplia—, a todos aquellos
que “piensan”. O, de manera más concreta, a todos aquellos
que desarrollan su actividad (teórica, investigadora, artísti-
ca, docente) en el ámbito de las ideas y las representaciones.
Y si, además, tenemos en cuenta que este libro y muchos
de sus colaboradores realizan su trabajo en el marco de la
universidad pública (de diferentes universidades públicas),
convendremos, siguiendo en este caso a Derrida y a la propia
Ambra, que es aquí, a partir del trabajo con textos —como
lo hace Nicht für immer! ¡No para siempre!—, en la univer-
sidad pública, en los museos de arte contemporáneo y muy
especialmente en relación al desarrollo de las Humanidades
(y su vinculación, sin duda, con las ciencias sociales), donde
podremos seguir practicando y reivindicando “ese último lu-
gar de resistencia crítica”. m
115
Imprenta Pública — Luis Vado
(Des)bordes de la
representación democrática
contemporánea
A
hora que estamos insertos en un momento de
cambio que puede ser profundo, la lectura del
más reciente libro del politólogo polaco Adam
Przeworski ayuda para analizar lo sucedido e
imaginarnos lo que puede venir. No puedo decir que es una
lectura imprescindible (¿alguien puede decirlo de cualquier
libro?) pero sí que permite encontrar los vasos comunicantes
entre lo que ha sucedido en México y lo que podrá suceder.
Pero iniciemos con un apunte previo. Vladimir Nabokov
enseñaba que la estructura de una obra es cómo se van en-
cadenando los sucesos (diría aquí, los temas) y el estilo es el
vocabulario del autor, eso que nos hace distinguir, para estos
efectos, a Przeworski de Bobbio, por ejemplo.
En cuanto a su estructura, el libro se divide en dos partes,
la primera sirve para exponer lo que tienen en común las elec-
ciones competitivas y aquellas que no lo son. La segunda se
ocupa de los comicios en donde hay contienda real, profundi-
zando acerca de lo que puede esperarse de unas elecciones
de tal tipo. Así va desde una reflexión general e histórica, a
una evaluación de lo que son las elecciones competitivas.
Respecto el estilo, es directo y claro. No estamos frente a
un autor que guste de la metáfora, ni de la referencia litera-
ria, sin embargo no es árido en cuanto a que su prosa es de
fácil entendimiento gracias a la adecuada ordenación de los
temas. En ocasiones se permite algún apunte anecdótico que
se agradece. En tanto autor, las características del politólogo
polaco en este y otros trabajos, son el orden expositivo ló-
gico y sin saltos, así como una redacción clara y entendible.
Entremos en materia. El texto, editado por Polity en este
2018 tiene como fin explicar cómo son en la realidad las
elecciones. Esto es muy importante tenerlo presente pues
no se trata de un volumen que prescriba cómo deben ser los
comicios, sino que describe cómo son en la realidad; y para
hacerlo el autor se sirve de estudios empíricos que sustentan
buena parte de sus asertos. También, y lo reconoce, algunas
afirmaciones surgen de su intuición, que necesariamente
está formada por un cúmulo de conocimientos y reflexiones.
Abordando la primera parte, relativo a lo que es común a
cualquier tipo de comicio, para el profesor de la Universidad de
116
Nueva York las elecciones se anclan en la idea de que el pueblo
es la fuente del poder, y por tanto éste lo concede de forma
temporal. Así, las elecciones tienen como función el mantener
el mito del autogobierno por medio de la representación, aún
cuando esta desde un inicio está limitada.
Estos límites a la representación tienen que ver con dos
preguntas: ¿Quién puede ser electo?, ¿quiénes puede elegir?
Desde la revolución americana se establecieron una serie
de límites o frenos para evitar que realmente gobernaran
las mayorías, tales como reservar la posibilidad de ser
representante de acuerdo a la riqueza personal, así como a
su educación, buscando que su criterio fuera independiente
de cualquier vínculo que lo constriñera, lo que explicaba el
que no se concediera el voto ni activo ni pasivo a las mujeres
al estimarlas sujetas a una voluntad ajena.
La base de votantes ha sido ampliada en varios casos,
como sabemos. Recordar el plebiscito escocés, en el que
pudieron votar los residentes en esa porción norteña de
las islas británicas; o el caso del estado de Querétaro, en el
que se puede ser candidato a cualquier puesto de elección
popular con sólo diez y ocho años.
Estos límites, que evitaron en un principio el sufragio
universal, buscan evitar que el status quo se vea afectado por
un auténtico sufragio universal; por tanto al permitirlo (ya sea
como graciosa concesión o como producto de movimientos
sociales) se fueron erigiendo nuevas barreras que protegieran
a los grupos favorecidos, diques que contuvieran al pueblo,
tales como las mayorías calificadas en los parlamentos
para tomar decisiones que afecten derechos (como el de
propiedad) o el escrutinio judicial de las decisiones de las
mayorías, generando un flujo y reflujo de triunfo a favor de la
más amplia representación, y barreras protectoras de los ya
favorecidos, de manera que los avances no son acumulativos.
No puedo menos que recordar la reforma electoral inglesa
de 1832 y el discurso del brillante conservador Benjamin
Disraeli, afirmando que el partido Tory era el auténtico
representante de las clases populares; ambos ejemplos de
cómo un grupo político utilizó la concesión del derecho de
voto como una forma de legitimarse.

Así, el sistema de pesos y contrapesos, diseñado para evitar
el despotismo, impide también que los gobiernos hagan mu-
cho mal o mucho bien, lo que termina por proteger a ciertos
grupos de las decisiones de la mayoría.
La idea de que el gobierno emana del pueblo puede
llevar a considerar entonces que cualquiera puede
ser elegido, pero la realidad es que hay barreras de
participación (tanto para la constitución de partidos como
candidaturas independientes) así como la existencia de una
clase política en la que sus miembros, a lo largo de forjar
una carrera, desarrollan las habilidades necesarias para
ser exitosos. El votante considera, en su intimidad, los
elementos o cualidades que más apreciará para decidir el
sentido de su sufragio.
Para el caso mexicano esas barreras de participación
han sido cuestionadas. el número excesivamente bajo
de ciudadanos que se requiere para constituir un partido
político local, que no llega al uno por ciento de la lista
nominal, junto con un umbral del tres por ciento, ¿no es en
sí mismo una contradicción? Por otra parte, el requerir a un
independiente que busca reelegirse el volver a juntar firmas
cuando ya ha demostrado su competitividad electoral, ¿no
es también contradictorio?
Puntualiza Przeworski que realizar campañas tiene un
costo, que necesariamente debe ser cubierto por alguien, ya
sea mediante recursos públicos o privados. Desde luego aquí
podemos recordar el tema siempre polémico en nuestro
país acerca del financiamiento de las campañas políticas,
un asunto que presenta varios matices: por un lado, las
Luis Vado — Imprenta Pública
3
Przeworski A., Why bother with
elections? Cambridge, UK, Poli-
t y Pre s s , 2018 .
por Luis Octavio Vado Grajales
Profesor en la Facultad de Derecho de la
Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ).
Es además Consejero electoral del Instituto
Electoral del Estado de Querétaro.
peticiones de quienes estiman que los partidos deben vivir
de sus propios recursos, por otro las voces, como la de
Jaime Cárdenas, que en beneficio de la equidad reclaman un
financiamiento público exclusivo.
Incluso el diseño actual de los recursos públicos para las
campañas penaliza a las candidaturas independientes, que
se ven obligadas a la creatividad para financiarse, con los
riesgos que obvio mencionar.
Existen dos formas de proteger a las minorías, en particu-
lar al status quo: la primera es mediante lo que llama “super-
mayorías”, esto es, votaciones calificadas para afectar ciertas
decisiones; la segunda la denomina medidas “contramayo-
ritarias” entre las que enlista al control constitucional, me-
diante el cual las cortes pueden oponerse a las mayorías; otra
forma de control contramayoritario son los bancos centrales.
Este punto es desde luego muy interesante. Aplicándolo
a México tenemos varias instituciones que podríamos consi-
derar contramayoritarias, no sólo el Banco de México, sino
también las instancias de evaluación de la política social, la
Comisión de Derechos Humanos y señaladamente el siste-
ma de control constitucional mixto que por un lado faculta
a órganos del Poder Judicial Federal a conocer de la cons-
titucionalidad de leyes, pero también a cualquier juez en
ejercicio de un control difuso.
Así, pareciera que en nuestro país llevamos al extremo
este dique contra las mayorías. Los jueces tienen práctica-
mente un control total sobre las decisiones legislativas y eje-
cutivas, con independencia del respaldo que tengan, no sólo
en la gran justicia (controversias constitucionales y acciones
117
Imprenta Pública — Luis Vado
de inconstitucionalidad) sino en la materia electoral y en la
justicia cotidiana. Un poder contramayoritario que se mani-
fiesta desde un juez municipal hasta el Pleno de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación.
Unamos lo anterior a la postura mayoritaria entre los
constitucionalistas, así como en la judicatura, el garantismo,
y tendremos entonces tanto los mecanismos constituciona-
les para fortalecer el poder contramayoritario merced a la
facultad jurisdiccional, y una teoría (que baja desde la Corte
Interamericana de Derechos Humanos) que le respalda en
beneficio de los derechos de los individuos.
“El votante considera, en
su intimidad, los elementos
o cualidades que más
apreciará para decidir el
sentido de su sufragio.”
Ahora que está por iniciar un nuevo gobierno nacional,
con sólido apoyo legislativo, ¿cuál será la interacción entre
quienes creen en la necesidad de atender lo que quieren las
mayorías, y quienes estiman que debe haber un freno a las
decisiones de los representantes populares, por más nume-
roso que sea su apoyo?
Para el politólogo hay una diferencia entre manipular las
reglas y hacer fraude. El primer caso implica que los gober-
nantes diseñan y usan las reglas en su beneficio, así como al
aparato de gobierno, a fin de aumentar las posibilidades de
su triunfo electoral; el segundo consiste en violar las reglas,
aunque ya estén a su favor. Nadie quiere ser descubierto vio-
lando las normas. Desde luego un límite es la existencia de
administradores electorales independientes.
118
Aquí cabe otra referencia al caso mexicano. Tenemos ya ex-
periencia con instituciones electorales autónomas tanto en
lo local como en lo federal; sin embargo, ni gozan de estabi-
lidad sus integrantes (expuestos siempre a una reforma que
los aparte del encargo) ni tampoco las reglas, dado que sue-
len cambiar después de cada proceso electoral. A esto debe
sumarse los problemas económicos, particularmente en los
órganos electorales locales, tal como ha sucedido reciente-
mente en los casos de Morelos y Chiapas, y una gestión ne-
cesariamente centralizadora del Instituto Nacional Electoral
como instancia coordinadora del sistema electoral mexicano.
Tres son los elementos comunes a cualquier elección,
competitiva o no. El primero es el nerviosismo de los gober-
nantes. Incluso cuando el resultado está fijado de antemano,
en aquellos países que usan las elecciones como mero rito
hay un compromiso de obtener cierta “participación ciuda-
dana”, y si no se consigue esto puede ser visto como un sín-
toma de debilidad por la oposición escondida. El segundo es
que debe esperarse que los partidos hagan todo lo que pue-
dan hacer para obtener el triunfo, en su caso para asegurar
su ventaja electoral. El tercero consiste en que también debe
esperarse que quienes ganen presten particular atención a
aquellos que son dueños de los medios de producción (supo-
niendo desde luego una sociedad capitalista), esto dado que
algunas de las principales decisiones económicas son una
prerrogativa del sector privado.
Ahora que ha pasado la jornada electoral del primero
de julio, ¿podemos considerar que los tres elementos que
Przeworski enuncia han estado presentes en este proceso
comicial?, y por otra parte, el segundo a que se refiere, ¿jus-
tifica el barroquismo de la legislación electoral mexicana?
En la segunda parte del volumen se ocupa el autor de las
elecciones competitivas, que se presentan cuando los votan-
tes determinan al ganador, incluso no reeligiendo a quien lo
busque. Pueden no ser justas o totalmente limpias, pero si
los resultados son inciertos a pesar de lo que intenten los
partidos y candidatos, la elección será competitiva.
En este apartado Przeworski busca responder algu-
nas preguntas acerca de lo que puede esperarse de unas
elecciones democráticas. Aborda la pregunta de si puede

confiarse en que los gobernantes electos sean más racio-
nales; considera que es de esperarse que hagan lo que
quieren las mayorías, aun cuando la realidad es que no
se vota por una sola opción de políticas públicas sino por
varias, estimando además el importante peso del presti-
gio personal de las candidaturas. Lo que puede esperarse
entonces es que se reduzca la insatisfacción, al atender al
interés de la mayoría, en algo que creo podríamos llamar
“racionalidad del número”.
En cuanto a si las elecciones competitivas garantizan que
los gobiernos hagan lo que quieren las mayorías, así como la
posibilidad de que sirvan como un instrumento de control,
en el texto se expresa que la realidad es que la gente no
siempre está bien informada, por lo que no pueden evaluar
si realmente el gobierno hace lo que propuso. De hecho los
gobernantes pueden centrarse en los problemas más visi-
bles, o sobre los cuales hay mayor consenso, y obrar de for-
ma contraria al sentir popular en otros. Ahora bien, dado que
los comicios constituyen uno sólo de los diversos instrumen-
tos de control, no sirven para evaluar todos los objetivos.
Un buen desempeño económico es algo que también se
espera como producto de unas elecciones competitivas.
Aquí nuestro autor expone que los eventos que suelen
provocar inestabilidad, tales como cambios de gobierno,
demostraciones de masas o huelgas nacionales, tienen un
mayor impacto en Estados autocráticos. Las democracias,
si bien suelen tener mejores salarios, mayor expectativa
de vida y menor mortalidad infantil, no garantizan sin
embargo la equidad. Esto se presenta porque los grupos
pudientes gastan en las elecciones buscando que los ga-
nadores les favorezcan en sus políticas; así se genera un
círculo vicioso en el que la inequidad económica se torna
en política, para retroalimentarse.
El señalamiento anterior es interesante, sobre todo si lo
relacionamos con otras ideas que ya se han desarrollado,
tales como la necesidad de un financiamiento del discurso
público y en particular de las campañas, y el diálogo entre los
ganadores y quienes detentan el poder económico. Cabría
preguntarnos si es posible dentro de la lógica de las eleccio-
nes competitivas el romper este circuito negativo. Tal vez
Luis Vado — Imprenta Pública
pase por estrechar la supervisión en el otorgamiento de con-
tratos públicos, así como una regulación diversa del dinero
para las campañas que incluso modifique la manera en que
las mismas se desarrollan.
Y desde luego no podemos obviar que si bien los po-
deres económicos buscan influir en las elecciones, son un
grupo variopinto en el que se articulan diversos intereses
que potencialmente chocan, por lo que no sería válido su-
ponerles una voz uniforme.
¿Sirven las elecciones para procesar pacíficamente los
conflictos? Sí, a condición de que los perdedores sepan que
no hay demasiado en riesgo, que no peligren sus vidas o las
de sus seguidores, su patrimonio, etcétera, y que tienen la
posibilidad de regresar al gobierno; en esos casos las eleccio-
nes funcionan eficazmente como reguladoras del conflicto.
En sentido contrario, si se puede perder demasiado, quienes
están en riesgo pueden buscar otro método de selección de
gobernantes. En los países ricos, las elecciones se mantienen
como una forma de seleccionar a quienes regirán; mientras
que setenta democracias han colapsado en países pobres.
Si la función primordial de las elecciones competitivas es
procesar pacíficamente los conflictos, esto puede funcionar
si los partidos son capaces de estructurar dichos conflictos,
y de controlar a sus simpatizantes, así como el que cuenten
con incentivos para buscar la satisfacción de sus intereses
por el medio representativo.
Como he tratado de entreverar, leer este libro mientras
se desarrolla el proceso electoral mexicano obliga a pensarlo
en clave nacional. A encuadrar las precisas afirmaciones del
Przeworski en un entorno concreto de unas elecciones com-
petitivas, pero con severos problemas en cuanto a los temas
que a lo largo de este texto he apuntado.
Al final me quedo con una duda. Si en el modelo que
presenta Why Bother with Elections?, la clave de unas elec-
ciones competitivas radica en que quien pierde tiene poco
riesgo de ver afectado profundamente y por largo tiempo
su estilo de vida, manteniendo también la posibilidad de re-
gresar al poder, ¿serán entonces el método adecuado para
sustituir gobernantes cuando se busca una transformación
de fondo del país? m
119
Imprenta Pública — Ciaramitaro y Cortés
Una democracia sin
dignidad es hipocresía
por Fernando Ciaramitaro
y Mario Cortés López
Universidad Autónoma de
la Ciudad de México.
120
L
os dilemas de la ciudadanía moderna y la dignidad de los derechos
humanos. De Arendt a Benhabib, de Concepción Delgado Parra,
forma parte de un proyecto académico, llamado “Palabras autó-
nomas”, entre la editorial Gedisa y la Universidad Autónoma de la
Ciudad de México. Los orígenes del volumen se remontan al periodo 2013-
2014, cuando la autora realizó una estancia sabática de investigación en la
Universidad de Yale, estudiando las disyuntivas de la ciudadanía moderna y
los derechos humanos.
El libro representa una pesquisa detallada en materia de teoría
democrática, pero también de ciencias políticas y sociales; en un prefacio,
una introducción y cinco capítulos se analizan el totalitarismo y su desprecio
por la vida humana, las personas sin Estado, la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano y otros temas relacionados a través de la
“columna vertebral” de su argumentación, el pensamiento de Hannah Arendt
y Seyla Benhabib: la privación de la ciudadanía, el Estado, el totalitarismo-
imperialismo, los derechos humanos, las minorías no deseadas (personas sin
Estado, desplazados, refugiados, exiliados).
En los dos primeros apartados se problematiza en torno a la reflexión
arendtiana, empezando por su escéptica crítica a la Declaración Universal
de los Derechos Humanos (1948), que confluyó en un breve texto, The
Rights of Man: What Are They?, en el cual se remarcó “la confusión
conceptual derivada de una visible ‘pérdida de realidad’, toda vez que se
trataba del orden de un deber imposible de llevar a la acción” (p. 43). Temas
profundizados posteriormente en el ya clásico Los orígenes del totalitarismo
(vid. H. Arendt, The Origins of Totalitarianism, Nueva York, Harcourt, 1951).
Delgado Parra subraya cómo la pérdida de los derechos nacionales
tomó la forma de discriminación y expatriación e implicó, finalmente, la
desaparición de cualquier derecho humano (p. 49). Explora largamente,
a través de la lectura de Arendt y Benhabib, dos cuestiones: 1) el derecho
moral a pertenecer a una comunidad política (llámese Estado-nación), lo que
implica un reconocimiento como miembro; y 2) el derecho del hombre a vivir
como miembro en una comunidad humana organizada en la que es juzgado
por sus acciones y opiniones (pp. 46-47).

Después de hacer hincapié en la antigüedad del concepto de
“derechos humanos”, con sus matices, y su presencia en la
especulación intelectual, tanto oriental como occidental, se
focaliza en los vínculos entre ciudadanía moderna y dignidad
humana: “la dignidad humana necesita una nueva garantía
fundada a partir de un nuevo principio político y una nueva
ley sobre tierra, cuya validez […] debe comprender a toda la
humanidad” (p. 58). Así la noción de dignidad humana es an-
tecedida por el principio de libertad, definido por la filosofía
griega, y tal marco epistemológico de la libertad enmienda
una concepción de dignidad humana que permite salir de la
aporía de los derechos del hombre (p. 55).
Otro aspecto desarrollado por Delgado Parra —siempre
a través de las teorías de Arendt— son las perversiones
derivadas de la idea de que el libre albedrío es sinónimo
de libertad (p. 60). Ella ilustra así unas analogías, tomando
en cuenta la conjetura política de algunos autores clásicos,
como Platón, Hobbes y Rousseau, ya que discute en torno
al significado de la libertad, la libertad de expresión y la
libertad de acción: “La libertad se realiza solo cuando su
acción crea el espacio de aparición del hombre” (p. 65),
no configurándose como manera de ser, sino como dádiva
superior, cuyas manifestaciones se expresan en todas las
actividades que plasma.
En el tercer capítulo, tomando por la mano la
especulación de Seyla Benhabib, Delgado Parra resalta la
propuesta de un cosmopolitanismo normativo, en el que
la libertad comunicativa apoya la acción que viabiliza la
realización de la dignidad humana, prefigurándola como
nuevo principio político del derecho a tener derechos. En
efecto, para practicar la libertad comunicativa es preciso
ser reconocido como miembro efectivo de una comunidad
humana estructurada y organizada (p. 75).
Ciaramitaro y Cortés — Imprenta Pública
Concepción Delgado Parra, Los dilemas
4
de la ciudadanía moderna y la dignidad
de los derechos humanos. De Arendt a
Benhabib, México, Universidad Autóno-
ma de la Ciudad de México- Gedisa, 2015.
En el cuarto capítulo se emprende un excursus histórico de
la defensa de los derechos humanos, enfatizando el papel de
los activistas, su lucha por la defensa de los derechos y la
aplicación de justicia; los agitadores globales aprovechan el
vacío legal y normativo derivado de la paradoja que entra-
ñan los derechos universales (p. 82). En efecto, la fuente y
fuerza de los activistas en defensa de los derechos humanos
se relaciona directamente con su capacidad de acción políti-
ca. Delgado Parra reflexiona acerca de la desviación de dicha
acción política y propone un primer acercamiento al concep-
to de solidaridad avanzado por Nancy Fraser.
En el último apartado, que inicia de nueva cuenta con Los
orígenes del totalitarismo, “Del principio de la ‘reciprocidad
condicionada’ de la ley, a la ‘responsabilidad’ de la acción
política: ¿un camino para la dignidad de la ciudadanía
cosmopolita?” (pp. 97-122), se estudia el ejercicio de acción
política bajo una reciprocidad condicionada y sus consecuencias
en la ciudadanía cosmopolita contemporánea. Delgado Parra
muestra cómo el pensamiento liberal occidental, influido por la
tradición del contrato social, confunde la moral con el proyecto
legal. La responsabilidad es “entendida como la tensión entre
la visión de una comunidad de derechos y responsabilidades y
la comunidad de necesidades y solidaridad” (p. 99).
Libertad, moralidad y reciprocidad son conceptos
oportunamente trabajados a raíz del debate politológico
internacional (Ronit Donyets-Kedar, Bernard Williams, Liam
B. Murphy). Concepción Delgado Parra concluye que una
democracia sin dignidad se convierte en una hipocresía, que
sirve solo para ocultar despotismo, intereses parciales y la
ciudadanía moderna. Así el libro representa una contribución
al debate de las ciencias sociales en México y toda
Latinoamérica, en particular para la historia, la antropología,
la politología y las materias de derechos humanos. m
121
Imprenta Pública — Benjamín Ortega

La vida en la vorágine de
la abyección política

E
s lugar común y bien conocido la afirmación siguien-
te: la vida se ha vuelto cada vez más el centro de lo
político para su expulsión, reducción a mercancía,
dispositivo de vigilancia, venta por destajo a carro-
ñeros sexuales, incluso la sola satisfacción de asesinar por
diversión. Es decir, el sujeto ya no está inmerso en la vida…
digna, sino deambulando en el necrosistema-mundo capi-
talista de ideas-falsas pero necesarias como los derechos
humanos. El sistema de referencia al que aludo es América
Latina. Condición nada contemporánea sino regularidad
constante hasta formar un paradigma de vileza extrema:
políticas de la abyección.
Dentro de ese necrosistema-mundo capitalista se enmar-
can los ensayos recolectados por Mabel Moraña y José Va-
lenzuela Arce en Precariedades, exclusiones y emergencias.
Necropolítica y sociedad civil en América Latina. Realizaré
una sucinta crítica a mayoría de las reflexiones y destacaré
algunas ideas que han llamado mi atención. Como bien lo in-
dica el libro, “precariedad”, “exclusión” y “emergencia”, son
las categorías que vinculan y unifican los ensayos. En algunos
quedan más explícitos y en otros se difuminan, al grado que
el lector, acostumbrado a este lenguaje epistémico o no,
por Benjamín debe inferirlos.
Ortega Guerra En la “Entrada” al libro, los coordinadores indican que:
“[…] los estudios que componen este volumen identifican
Profesor en la Facultad desesperanzas y escenarios violentos derivados de las ne-
de Derecho de la UAQ. cropolíticas impuestas por los sistemas neoliberales domi-
nantes” (p. 11). En lo relativo a la necropolítica, cabe desta-
car una significativa situación: su ausente estatus ontológico
y epistémico. Actualmente, la noción “necropolítica” pa-
dece el manoseo de las ciencias sociales sin definir dichos
estatus o delimitarla sobre algún paradigma de referencia
para convertirse en buzzword (palabra de moda o palabra
pegadiza o en boga), término acuñado por Lemke (2011) al

122

referirse en su momento a la manipulación indiscriminada
de la “biopolítica”. Algunos aducirán que, al pertenecer al
dominio de las humanidades y las ciencias sociales, se per-
mite tal plasticidad, pero eso realmente no es hacer investi-
gación. Sin embargo, no será asunto de esta recensión para
tan apremiante debate.
Por ahora, zanjaré lo anterior con la observación de
que los autores no definen con claridad epistémica, qué es
y cómo conoce la “necropolítica” y de qué manera la van
a usar en su reflexión. En este orden de ideas, tampoco lo
hacen con la noción “biopolítica” al explicar o describir una
acción del poder público, pues no queda claro si lo usan
como el paradigma conceptual, que ya se ha consolidado, o
con el objetivo de distinguir su sentido positivo o negativo
de la vida, para el primero y, sobre la vida, para el segundo
caso. Minucias, tal vez, pero al tratarse de reflexión cientí-
fica, estética o filosófica, el asunto es posibilitar la proba-
bilidad de la precisión epistémica al momento de construir
el conocimiento o la descripción de los fenómenos biopo-
líticos o necropolíticos. Por situar un ejemplo, el ensayo de
Mabel Moraña, “Escasez y modernidad”, presenta varias
ambigüedades en el uso de la noción biopolítica, a saber:
“La escasez objetiva, vinculada a la falta de lo indispensable
para el mantenimiento de la vida, es el tema central de la
biopolítica […]”. Este síntoma también se presenta al final de
su ensayo, el cual no presenta una conclusión que consolide
sus ideas: “[…] los bloques de poder que ejercen un control
biopolítico sobre la sociedad […]” (p. 27). Esto es cierto para
la inferencia de la biopolítica positiva, la que afirma y detona
el desarrollo de la vida. Pero con la basta literatura contem-
poránea, ya no se debe manosear sin distinguir los sentidos
de la noción de biopolítica. Por lo que Roberto Esposito ha
resuelto ciertas ambigüedades con el prefijo bíos en su obra
Bíos. Biopolítica y filosofía: “En el lapso de algunos años, la
Benjamín Ortega — Imprenta Pública
5
Moraña, M., y Valenzuela Arce, J.
(coods.), Precariedades, exclusiones y
emergencias, México, Gedisa, 2017.
noción de ‘biopolítica’ no sólo se ha instalado en el centro
del debate internacional, sino que ha marcado el inicio de
una etapa completamente nueva de reflexión contemporá-
nea. Desde que Michel Foucault, si bien no acuñó su denomi-
nación, replanteó y recalificó el concepto, todo el espectro
de la filosofía sufrió una profunda modificación […] En vez
de explicar una realidad que en todos los aspectos escapa al
alcance de su análisis, esas categorías necesitan ellas mismas
el examen de una mirada más penetrante que a un tiempo
las deconstruya y las explique” (Esposito, 2006: 23).
Ahora bien, en contraste con las ideas de Moraña, un
ensayo mayormente consolidado en cuanto al uso y desa-
rrollo de las categorías, es “La fuga de lo político: seguridad,
periodismo y los imaginarios culturales del narcotráfico en
México”, de Oswaldo Zavala. A partir de la noción de giro
securitario formulado por Waltraud Morales, la amenaza de
la violencia por el narco-negocio y todo lo que de él deriva,
lleva al gobierno mexicano a adoptar medidas similares para
su combate, sólo que su adopción derivó en una imparable
vorágine de atrocidades contra los ciudadanos. Muchas de
esas experiencias son descritas en narco-novelas, y otras
analizadas con objetividad en artículos de fondo por perio-
distas comprometidos con la ciudadanía. En ocasiones se
genera un cruce en estas “narrativas”, en particular, el de
un periodismo menos comprometido, hasta coincidir con
las narco-novelas, por lo que debe hacerse una distinción.
En este sentido, Zavala “[…] propone discutir la importancia
particular del periodismo narrativo como mecanismo del dis-
curso securitario en el caso particular del campo de produc-
ción cultural mexicano”. De esto deriva uno de sus objetivos
principales: “[…] cuando los periodistas asumen la violencia y
no los procesos políticos nacionales como el principal objeto
de su análisis” (pp. 130-131). Aquí radica el problema de con-
vertirse en narco-narrativas, similares al discurso del poder
123
Imprenta Pública — Benjamín Ortega
público de justificar y legitimar la necesidad de la estrategia
de combate al narco-negocio, ya que pueden convertirse en
“pensamiento estatal”. Por lo que Zavala considera indispen-
sable hacer una distinción conceptual: “[…] lo que ha faltado
al trabajo académico es una separación conceptual entre los
objetos construidos por la hegemonía del discurso securita-
rio global y la materialidad del narco. Nuestra mejor crítica
distingue entre la significación simbólica de la narco-litera-
tura y la materialidad, pero no extiende la misma distinción
para separar el discurso de dicha materialidad” (p. 134).
“Cuando los periodistas
asumen la violencia y no
los procesos políticos
nacionales como el principal
objeto de su análisis.”
Ante esta precisión, Zavala recurre al discurso y giro semán-
tico que Don Winslow realiza al significado de “cartel” en el
cual éste no sólo debe referirse a las estructuras más ele-
mentales del narco-negocio, sino a la AFI, la DEA, Casa Blan-
ca, Los Pinos (p. 145). Como en toda intención de significar
el mundo como un fenómeno tan mutable como el narco, lo
apremiante es re-semantizarlo. El caso del significante “car-
124
tel” analizado por Zavala, es un buen ejemplo de abordaje
epistémico. De lo contrario, la fuga de lo político y con ella de
las víctimas, será una permanencia incomprensible pero con
una exagerada narco-narrativa como best seller que describa
el fenómeno alrededor del narco.
Hablando de fugacidades, en los subsecuentes ensayos
se van difuminando o no son tan explícitas las categorías
centrales del libro. Es el caso de “De precariedades, hu-
manitarismo y territorios. Nuevas fronteras y futuros en la
Colombia contemporánea”, de Juan Ricardo Aparicio, donde
categorías como judicialización de la política, paz neoliberal,
incluso, la manoseada biopolítica es mal tratada en la situa-
ción de desplazamiento forzado interno colombiano: “[…]
podríamos preguntarnos de qué forma estos mismos con-
ceptos de biopolítica y gubernamentalidad pueden seguir
siendo útiles para analizar la producción de estas ‘zonas de
abandono social’” (p. 154). Cabe señalar que Aparicio refiere
una reflexión de Didier Fassin, sin abundar sobre el asunto
de la victimización. Considero indispensable señalar que
ese mismo autor francés desarrolló una polémica reflexión
sobre la noción biopolítica, la refiero por la irresponsable
manipulación epistémica y metodológica a la que es some-
tida: La biopolitique n’est pas une politique de la vie (Didier,
2006), otro más donde complementa su reflexión anterior,
“Otra política de la vida es posible: crítica antropológica del
biopoder” (Didier, 2010), y finalmente, ya que el problema es
un asunto referido a Colombia, Didier tiene una publicación
en la Revista colombiana de antropología titulado: “Entre las
políticas de lo viviente y las políticas de la vida. Hacia una
antropología de la salud” (Didier, 2004). Ante lo señalado,
biopolítica y gubernamentalidad, fueron tan inútiles que se
desplazaron en el desarrollo de las ideas.
En “Precariedad(es): necropolítica y máquinas de gue-
rra” de Rossana Reguillo, sucede algo similar pero con “Carl
Schmitt o la teoría schmittiana sobre el nomos” como allí es
referida, la que posteriormente es, de cierta manera, rele-
gada. El concepto de nomos es central en Schmitt no sólo en
lo espacial referido a lo jurídico, político y por supuesto, a
la decisión del Soberano sobre el pueblo. Hubiera sido signi-
ficativo señalar y desarrollar “la teoría schmittiana sobre el
nomos” a la que Reguillo sólo se refirió esporádicamente y
vincular su idea de necropolítica y maquinas de guerra. Ante

este nebuloso manipuleo del pensamiento de Schmitt, la ma-
gistral advertencia la realiza Jean-François Kervégan (2013)
¿Qué hacemos con Carl Schmitt? La noción de “paralegali-
dad”, en dicha reflexión no fue definida ampliamente, la cual
es significativa dentro de la epistemología constructivista
del derecho, que considera a éste, un sujeto autopoiético.
En este sentido, la paralegalidad, analizada por tal epistemo-
logía, sería ruido social provocado por el mismo orden social
del Estado, idea señala por Teubner (2002). Algunas reflexio-
nes sobre “lo que está más allá de lo legal” pueden verse en
Lanceros (2012) y un genial ensayo filológico sobre la ley y el
derecho en Aranzueque (2012).
Para no ser tan extensivo en mi recensión y dejar una
abertura al debate, señalaré que fue magnífico que la mirada
estética estuviera incluida en esta antología. La primera de
ellas es la de Arturo Arias, “Tramas y dramas de la desco-
lonialización: un escritor indígena problematiza su otredad
indígena”. El título nos dice bastante, lo cual va a ser proble-
matizado mediante la narrativa indígena de Josías López Gó-
mez, tzeltal maya de linaje de los K’ana, una epistemologías
otra que subvierte la discursividad occidental y es el indígena
quien invierte los roles en los discursos para indicar que el
otro no es el indígena, sino el extranjero, como lo narra en
el cuento “La mujer de pelos rubios”. En otros cuentos más
quedan señaladas la marginalización, el machismo, la ex-
plotación sexual, entre otros. Es pertinente que la narrativa
indígena sea incluida dentro de la pluralidad epistémica para
problematizar la precarización, el desplazamiento forzado y
las exclusiones que desafortunadamente padecen.
La segunda mirada propuesta por Víctor Manuel Ro-
dríguez-Sarmiento, en “El Guesa errante: éticas y estéticas
trash/malandras/delincuentes/desobedientes para mundos
queer y decoloniales” a manera de homenaje Hélio Oiticica
y Mario Montez es una reflexión marginal oscilando en los
bordes de lo político y la política. En dicho ensayo-homenaje
el artista como ser liminar, sujeto decolonializado o malan-
dro, representado por Hélio Oiticica y Mario Montez son
creadores de epistemologías liminares que no desean estar
dentro de la normatividad metodológica, por lo que serían
unos malandros que con su forma-de-vida, sin caer en la im-
personalidad, que hacia eso tiende la biopolítica negativa, y
su creatividad estética, ampliaron el horizonte del todo vale
Benjamín Ortega — Imprenta Pública
de la epistemología anarquista de Feyerabend, que, en este
caso, Oiticica y Montez serían unos punks epistémicos. Vidas
liminares, donde el error, lo queer, la enrancia y lo trashy de
sus vidas, nos comparten que con lo marginal se puede cono-
cer e interpretar el mundo. Es decir, la reflexión trashy-queer
de Rodríguez-Sarmiento, señala la vida del artista como ser
liminar, sujeto decolonializado o malandro, para ser parte de
la pluralidad epistémica. Otro ejemplo de esta liminar ma-
nera de conocer el mundo desde la literatura y la fotogra-
fía, lo han hecho Jean Baptiste Del Amo y Antoine D’Agata
en Pornographia. En suma, el debate queda abierto para el
pólemos epistémico. Hay que ser profano para conocer el
mundo. De lo contrario, seguiremos defendiendo la simplifi-
cación racionalista. Hay que situarse a la deriva de la certeza.
“[Esta] manera de pensar exige un alma guerrera, una volun-
tad de hacer daño, un placer en decir no, una piel dura —se
desgarraría a causa de las heridas abiertas e internas” (Niet-
zsche, 2014, 365). Conocer es violencia. En efecto. m
Referencias
Aranzueque, G. (2012), “Figueras de derecho en la antigua Grecia”, en
V. Rocco y R. Navarrete, (eds.), Teología y teonomía de la política,
Madrid, Abada.
Fassin, D. (2004), “Entre las políticas de lo viviente y las políticas de la
vida. Hacia una antropología de la salud”, Revista colombiana de
antropología, vol. 40, enero-diciembre, 2004.
_____, (2006), “La biopolitique n’est pas une politique de la vie”, Sociolo-
gie et sociétés, vol. 38, num. 2, 2006.
_____, (2010), “Otra política de la vida es posible: crítica antropológica
del biopoder” en V. Lemm, (ed.), Michel Foucault: neoliberalismo y
biopolítica, Chile, Universidad Diego Portales.
Del Amo, J-B., y A. D’Agata (2014), Pornographia, España, Cabaret Vol-
taire.
Esposito, R. (2006), Bíos. Biopolítica y filosofía, Buenos Aires, Amorrortu.
Kervégan, J.-F. (2013), ¿Qué hacemos con Carl Schmitt?, Madrid, Escolar
y Mayo.
Lanceros, P. (2012), Fuera de la ley. Poder, justicia y exceso, Madrid, Aba-
da.
Lemke, T. (2001), Biopolitics. An Advanced Introduction, Nueva York, New
York University.
Nietzsche, F. (2014), “La ciencia jovial”, en Nietzsche, I, Madrid, Gredos.
Teubner, G. (2002), “El derecho como sujeto epistémico: hacia una epis-
temología constructivista del derecho”, Doxa: cuadernos de filoso-
fía del derecho, núm. 25, disponible en: http://www.cervantesvir-
tual.com/nd/ark:/59851/bmcz03h8.
125
(in) actualidades — Isaac Hernández

1 THE BRIEFING

Washington y el imperio de la familia Trump planean dar la

bienvenida al nuevo libro del ex secretario de prensa de la Casa
Blanca, Sean Spicer, sobre sus días con la campaña Trump y los
primeros meses en 1600 Pennsylvania Avenue.
Sean M. Spicer es un comunicador y estratega experimentado
que ha combinado sus habilidades de comunicación, sentido cre-
ativo, conocimiento político y conocimiento de temas para crear,
dirigir e implementar políticas públicas exitosas y emitir esfuer-
zos de campaña durante más de quince años. Tiene una amplia
y variada experiencia que incluye altos cargos en Capitol Hill y
campañas políticas, y los primeros puestos de la administración.
Durante más de dos décadas, Sean Spicer había sido un con-
ocedor político respetado, que trabajaba como estratega de
campañas y comunicaciones. Pero en diciembre de 2016, recibió
la llamada de su vida. El presidente electo Donald J. Trump lo
había elegido para ser el secretario de prensa de la Casa Blanca.
Y la vida no ha sido la misma desde entonces.
Sean Spicer se ha desempeñado como secretario de prensa y
director de comunicaciones de la Casa Blanca, así como director de
comunicaciones y jefe estratega del Comité Nacional Republicano.

Autor: Sean Spincer

Editorial: Regnery Publishing

3 HOW DEMOCRACIES DIE

La presidencia de Donald Trump ha planteado una pregunta que muchos

de nosotros nunca pensamos que estaríamos cuestionando: ¿Está en
peligro la democracia? Los profesores de Harvard Steven Levitsky y Da-
niel Ziblatt han pasado más de veinte años estudiando el colapso de las
democracias en Europa y América Latina, y creen que la respuesta es sí.
La democracia ya no termina con una revolución o un golpe militar, sino
con un gemido: el debilitamiento lento y constante de las instituciones
críticas, como la judicatura y la prensa, y la erosión gradual de las nor-
mas políticas de larga data. La buena noticia es que hay varias rampas de
salida en el camino hacia el autoritarismo. La mala noticia es que, al ser
electo Trump, ya pasamos el primero.
Basándose en décadas de investigación y una amplia gama de ejem-
Autor: James Comey plos históricos y mundiales, desde la década de 1930 en Europa hasta
la Hungría contemporánea, Turquía y Venezuela, en el sur de Estados
Editorial:Macmillan Publishers
Unidos durante Jim Crow, Levitsky y Ziblatt muestran cómo mueren las
democracias y cómo se puede salvar la norteamericana.

126

2 A HIGHER LOYALTY: TRUTH,
LIES, AND LEADERSHIP
El exdirector del FBI, que el año pasado fue despedido por el presidente es-
tadounidense entre disputas por una investigación centrada en el equipo de
campaña de Trump, acusa en su nuevo libro que el mandatario “tiene poca
ética y no se apega a la verdad” y que actúa casi como un jefe de la mafia.
Comey narra en su libro que el presidente Trump estaba “obsesionado”
con que el FBI refutara el famoso y no comprobado ‘dossier’ en el que se ha-
blaba de la interacción de Trump con prostitutas durante una visita a Rusia.
James Comey asegura que durante una cena privada en la Casa Blanca
el 27 de enero de 2017, Trump trajo a colación el documento diciéndole:
“Si hubiera tan solo un 1% de posibilidades de que mi esposa piense que
eso es cierto, sería terrible”, parafrasea el exdirector del FBI al presidente.
“Recuerdo que pensé: ‘¿Cómo puede tu esposa pensar que hay un 1%
de posibilidades de que estabas con prostitutas en Moscú orinándose uno
al otro (como describe un trozo del dossier) Yo soy un ser humano imper-
fecto, pero hay literalmente cero posibilidades de que mi esposa piense
que algo así pueda ser cierto’. Así que, ¿qué tipo de matrimonio tiene este
hombre que su esposa puede pensar que solo hay un 99% de posibilida-
des de que no hiciera eso?”.
En las páginas describe a Trump como “un jefe de la mafia” que busca
borrar con frecuencia la delgada línea que debe existir entre la aplicación
de la justicia y la política. Habla de la forma como el presidente lo presio-
nó cuando estuvo a cargo de la investigación sobre la interferencia rusa
en las elecciones presidenciales de 2016, algo que ya se escuchó en su
comparecencia de junio pasado ante el Congreso.
Autor: James Comey
Editorial: Macmillan Publishers
Isaac Hernández — (in) actualidades
4
EL CANDIDATO
GANADOR
El exdirector del FBI, que el año pasado fue despedido por
el presidente estadounidense entre disputas por una inves-
tigación centrada en el equipo de campaña de Trump, acusa
en su nuevo libro que el mandatario “tiene poca ética y no se
apega a la verdad” y que actúa casi como un jefe de la mafia.
Comey narra en su libro que el presidente Trump estaba
“obsesionado” con que el FBI refutara el famoso y no com-
probado ‘dossier’ en el que se hablaba de la interacción de
Trump con prostitutas durante una visita a Rusia.
James Comey asegura que durante una cena privada en
la Casa Blanca el 27 de enero de 2017, Trump trajo a colación
el documento diciéndole: “Si hubiera tan solo un 1% de po-
sibilidades de que mi esposa piense que eso es cierto, sería
terrible”, parafrasea el exdirector del FBI al presidente.
“Recuerdo que pensé: ‘¿Cómo puede tu esposa pensar que
hay un 1% de posibilidades de que estabas con prostitutas en
Moscú orinándose uno al otro (como describe un trozo del dos-
sier) Yo soy un ser humano imperfecto, pero hay literalmente
cero posibilidades de que mi esposa piense que algo así pueda
ser cierto’. Así que, ¿qué tipo de matrimonio tiene este hombre
que su esposa puede pensar que solo hay un 99% de posibilida-
des de que no hiciera eso?”.
En esa ocasión, asegura Comey, le aconsejó prudencia al
presidente porque daría la impresión de que el FBI estaba
investigándolo a él personalmente, además de que es “muy
difícil probar que algo no sucedió”.
En las páginas describe a Trump como “un jefe de la mafia”
que busca borrar con frecuencia la delgada línea que debe
existir entre la aplicación de la justicia y la política. Habla de la
forma como el presidente lo presionó cuando estuvo a cargo
de la investigación sobre la interferencia rusa en las elecciones
presidenciales de 2016, algo que ya se escuchó en su compare-
cencia de junio pasado ante el Congreso.
Autor: Mouzo Xosé Manuel
Editorial: Lema
127
(in) actualidades —

128