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Cuando Jesús dejó a los discípulos, les dijo que Dios enviaría el Espíritu Santo sobre ellos.
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará
todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” Juan 14:26.
Espíritu Santo es como el Padre Celestial y Jesucristo en muchos aspectos, que también
nos ama y nos ayuda, pero que no tiene un cuerpo físico como el del Padre Celestial y el de
Jesucristo porque es un espíritu; y por ser un espíritu, Él puede, de forma callada y
tranquila, inspirarnos, darnos ideas y hacernos sentir felicidad y consuelo.
Jesucristo sabía que Sus discípulos, que eran los que le ayudaban, se quedarían muy tristes
cuando Él muriera; por eso les dijo que le pediría al Padre Celestial que les mandara un
Consolador para que no se sintieran tan desconsolados ( Juan 14:16–17).( 16 Y yo le pediré al
Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: 17 el Espíritu de verdad,
a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen,
porque vive con ustedes y estará[a] en ustedes.)
El el libro de Hebreos el Espíritu Santo tiene mucho que decirnos acerca de quién es
Jesús, y el significado de por qué vivió en la tierra como un ser humano.
El Espíritu Santo también nos advierte de los peligros y nos guía cuando
necesitamos dirección
Historia… “Tendría yo unos ocho años, o quizás menos, cuando un día mi padre me llevó a
una granja que quedaba a cierta distancia de mi casa. Mientras él trabajaba, yo traté de
entretenerme con las cosas que normalmente le interesan a un niño de esa edad; hacía calor
y el viento levantaba polvo, pero jugué por allí hasta que me cansé. Del otro lado de una
cerca había un cobertizo ruinoso que me pareció un lugar muy interesante; me lo imaginaba
un castillo antiguo y quise explorarlo, por lo que me acerqué a la cerca y empecé a trepar
para ir hasta el galpón, pero entonces oí una voz que me dijo: ‘Harold, no vayas allí.’ Miré a
mi alrededor para ver quién me había hablado; mi padre estaba trabajando lejos, en el otro
extremo del campo, y ni siquiera me veía desde donde se hallaba; no había nadie cerca de
mí. Entonces me di cuenta de que alguien a quien yo no podía ver estaba previniéndome que
no fuera hasta aquel lugar. Jamás sabré lo que había allí, pero eso me enseñó a una edad
temprana que más allá de nuestra vista hay seres que nos pueden hablar
El Espíritu Santo habla con palabras que podemos oír, pero que la mayoría de las veces lo
que hace es darnos una impresión sobre lo que debemos o no debemos hacer.
El apóstol Pablo enseñó claramente que nosotros recibimos al Espíritu Santo en el momento
que creemos en Jesucristo como nuestro Salvador. 1 Corintios 12:13 declara, “Porque por
un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean
esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Romanos 8:9 nos
dice que, si una persona no tiene el Espíritu Santo, no pertenece a Cristo. “Mas vosotros no
vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y
si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él”. Efesios 1:13-14 nos enseña que el
Espíritu Santo es el sello de salvación para todos los que creen. “En Él también vosotros,
habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación y habiendo creído en
Él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra
herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de Su gloria”.
Estas tres Escrituras dejan claro que el Espíritu Santo se recibe al momento de la
salvación.
Pablo no podría decir que todos nosotros fuimos bautizados por un solo Espíritu y que a
todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu, si es que no todos los creyentes corintios
tuvieran al Espíritu Santo. Romanos 8:9 es aún más fuerte. Si una persona no tiene el
Espíritu, ésta no pertenece a Cristo. Por lo tanto, la posesión del Espíritu es un factor
identificador de la posesión de la salvación. Más aún, el Espíritu Santo no podría ser el
“sello de salvación” (Efesios 1:13-14) si no se recibiera al momento de la salvación. Muchas
Escrituras aseguran claramente que nuestra salvación es asegurada al momento de recibir a
Cristo como Salvador.