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LA INVOLUCIÓN CON TODO Y ESPECIAS

¿Es que el hombre ha evolucionado? ¿No les parece a ustedes que ha sido al revés? Si
tomamos en cuenta las cosas que sabemos comparándolas con las que no sabemos,
entendemos que nos falta mucho todavía. Pero si analizamos, por ejemplo, las
civilizaciones griegas, egipcias, mayas, con todo el conocimiento que tenían del cosmos
(sin ningún pathfinder explorando el espacio que los auxiliara en sus estudios), con sus
ideas sobre el hombre y el universo, ¿cómo podríamos negar que eran superiores a nuestra
visión actual?

Que en jeroglíficos antiquísimos se halle un diagrama del sistema solar, incluyendo un


planeta que fue “descubierto” por nuestra civilización en los años ochentas; que todavía no
sepamos a ciencia cierta cómo carrizo se construyeron las pirámides egipcias; que no
sepamos cómo las hicieron ni qué demonios significan las líneas de Nazca… ¿no son
pruebas más que suficientes que nuestros ancestros sabían más que nosotros?

Con toda la tecnología que tenemos a nuestro alcance, con todos los avances hechos hasta
ahora en distintas áreas, todavía quedan espacios en blanco en las páginas de la historia que
no podemos explicar. ¿Cómo pudieron calcular los constructores de las pirámides el sitio
exacto donde hacer la rendijita por la que, una vez terminado el monumento -muchos años
después, por cierto- el sol entraría directamente, no un pelín más allá ni más acá? ¿Cómo
sabían los “dibujantes” de Nazca que las líneas no les estaban quedando chuecas? ¿Cómo
podían trazarlas tan perfectamente sin verlas desde el aire, que es desde donde se pueden
apreciar y comprender qué son (o por lo menos, qué aparentan ser)? ¿Cómo es que los
griegos, los egipcios, los mayas, tenían un conocimiento avanzado de astronomía y
astrología si no tenían a la mano un telescopio o una Adriana Azzi que los guiara?

La lista es muy larga. Hay tantas cosas que no sabemos y que, al parecer, los antiguos sí,
que entonces uno no puede sino pensar que la “evolución” va al revés. No estamos
evolucionan nada, sino que vamos pa’ atrás. Cada día somos más ignorantes. Cada día
entendemos menos el universo porque cada cosa que la tecnología nos ayuda a descubrir,
nos muestra sencillamente que el asunto es mucho más profundo de lo que parece, que lo
que acabamos de advertir es sólo el principio de algo mucho mayor que ni siquiera
podemos imaginar. Es decir, lo que realmente estamos descubriendo es lo tremendamente
brutos que somos.

¿Y por qué será que está teniendo lugar este proceso de involución? ¿Qué hacía a aquellos
hombres de la antigüedad dignos de la sabiduría mayor que hoy nos es negada? ¿Será
porque en esos viejos tiempos el hombre estaba consciente de su pequeñez? ¿Se sabía él en
ese entonces parte del universo y no su amo? ¿Conocía y reverenciaba lo que estaba por
encima de él, lo que le sobrepasaba? Tal vez, en esas edades remotas, el hombre era su
propio y único instrumento para conectarse con el resto del universo. Tal vez, esa relación,
por tanto, era más directa. No existían intermediarios que pudieran “hacer ruido” en la
comunicación. Esos intermediarios son lo que hoy representa la tecnología. Instrumentos
que tratan de emular esa conexión del hombre con el universo, pero que lo desplazan y lo
convierten en el receptor de un mensaje desvirtuado, modificado, atenuado o magnificado,
pero en todo caso distinto del original.
Entiéndase: no se trata de ser como los Amish. No es que la modernización sea un anatema.
Simplemente, se trata de darle el lugar que le corresponde.

El hombre, en este proceso de involución, ha perdido contacto con su ser interno, con su
alma, con su espiritualidad, que es lo que lo conecta directamente con la creación; el
vínculo entre él y eso que lo supera y de lo cual forma parte, sin embargo. El hombre ha
perdido su capacidad de “religar” con Dios y, en consecuencia, anulado su propio ser
divino. ¿Es este ser divino el que tenían “despierto” los antiguos? ¿Era eso lo que les
permitía tener una visión más amplia y concreta del universo? ¿Estaba su espíritu más
elevado y por ende era un digno receptor de esa sabiduría?

El hecho cierto, es que a través de los años el hombre, a medida que ha avanzado en el
conocimiento científico y pragmático, ha bajado peldaños en la sabiduría espiritual; se ha
desligado de su interioridad y ha prescindido de los procesos purificadores del alma. Ha
perdido su conexión real y lógica con la naturaleza, entorpeciendo su propia evolución.

Entonces, se trata aquí de la involución de las especies, que como resultado del retroceso
han devenido en especias. De seguir así, pronto seremos una cuerda de monos viajando por
el espacio. Hoy cumplo 35 años. Afortunadamente, no viviré lo suficiente para ver ese día
en que la humanidad se pregunte frente a una rueda: ¿y esto para qué sirve?

Marianella Alonzo A.
05-11-2005
12:53 a.m.

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