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Diego Levis

Amores en red
Relaciones afectivas en la era Internet
Diego Levis

2ª edición, 1ª electrónica
(C) Diego Levis, 2002, 2015, 2018
Sivel Ediciones, Bs.As. 2018

El autor:
Diego Levis (Buenos Aires 1954), es Licenciado en Estudios Cinematográficos y
Audiovisuales (Université de Paris VIII), Licenciado en Ciencias de la Información y
doctor en Ciencias de la Comunicación (Universidad Autónoma de Barcelona,1997). Es
autor, entre otros, de “Los videojuegos un fenómeno de masas” Paidós 1997, “La
pantalla ubicua. Comunicación en la sociedad digital” Ciccus/LaCrujía 1999 y “Arte y
computadoras. Del pigmento al Bit” Enciclopedia Latinoamericana de Comunicación y
Cultura, Norma 2001 y coautor, entre otros, de “¿Hacia la herramienta educativa
universal? Aprender y enseñar en tiempos de Internet” Ciccus/La Crujía 2000.
Actualmente es profesor titular de la Universidad de Buenos Aires

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Amores en red

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Amores en red
Relaciones afectivas en la era Internet

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Amores en red

Amores en red
Relaciones afectivas en la era Internet

Índice

Introducción: Del uso de Internet como espacio de encuentro


1. Volver: Veinte años es mucho
 La aparición de Internet
2. Soledades en compañía
 Chatear sin estigmas
 Amor, soledades y pantallas
 Relaciones que crecen en la red
3. Entrando en el ciberespacio
 La Plaza
 Los primeros tanteos
4. Conociéndose
 Tipos de relaciones afectivas a través de Internet
 Máscaras y sexo en Internet: primera aproximación
 Acerca de la importancia de la escritura
 Malentendidos
5. ¿A la espera del amor?
 ¿Hacia un mundo sin amor?
 Gordos, flacos, lindos, feos, jóvenes o viejos
 Hasta que el amor nos una... o no
 El encuentro
6. Sexnautas
 Mirar, hacer, conocer
 Sexpulsión en los sitios de contactos personales
 Construir amor
 Consumidores
7. Jugar, buscar, encontrar a través del espejo
 Chat y comunicación
 El valor del juego
▪ Jugar, casarse
▪ Jugar, divorciarse
 Tecnosexo: castidad y onanismo en tiempos del SIDA
 De la cercanía de los cuerpos
 Celos

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 Interferencias y deslumbramientos
 El horror en uno mismo

8. La ilusión de transparencia
 El ayer en el hoy: pudor e hipocresía
 Del otro lado del espejo. Mirar los ojos del (des)conocido
 Amor globo, amor despojo
 Lejos y sin embargo cerca
 La pantalla biombo
 La pantalla escaparate
 Yo, tú y él
9. Cuando se rompe el espejo. Aproximaciones y alejamientos.
 Cuando el deseo genera temor
 De cuando caen las máscaras
 Cuando la atracción genera confusión
 Mitos de uso individual
 Breves apuntes sobre sexualidad y libertad
 La derrota del silencio o el ciclo del desamor
 De cuando el deseo vence efímeramente al temor
10. Soledades en compañía (dos)
 Máscaras fuera de la red
 Encuentro con la memoria
 Red de comunicación y no espacio mesiánico
 Acrobacias con red
Guía de Emoticones
Bibliografía

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Amores en red

Introducción: Del uso de Internet como espacio de encuentro

“La gente cree que amar es sencillo, pero que ser


amado es muy difícil. En nuestra orientación
mercantil, la gente cree que no son amados porque no
son lo bastante “atractivos”, basando el atractivo en
las apariencias, los vestidos, la inteligencia, el dinero,
la posición social y el prestigio. No saben que el
problema real no es la dificultad de ser amado, sino la
dificultad de amar; que uno es amado sólo si puede
amar; que la capacidad de amar, no su falsificación,
es algo altamente difícil” (Erich Fromm, El arte de
amar, p.114)

Este es un libro sobre cuando y como Internet entró en nuestras vidas


afectivas.
Internet es una poderosa herramienta de comunicación utilizada
diariamente por decenas de millones de personas en todo el mundo. No digo
nada nuevo. La rápida expansión de la red desde 1994 ha estado acompañada
de promesas de toda clase de beneficios y de advertencias no menos
altisonantes, pero pocas veces se ha ponderado al nuevo medio (como tal
hemos de considerarlo) en función de lo que con el hacen sus cada vez más
numerosos usuarios. Basta indagar un poco para descubrir que para millones
de personas, la Red es primordialmente un espacio en donde establecer y
mantener, pantalla mediante, relaciones personales de diverso tipo, incluidos
contactos sexuales y eróticos, amistades y romances con conocidos y
desconocidos, construidas con palabras (escritas o habladas), sonidos
(canciones, melodías y también gemidos, risas, omatopeyas) e imágenes
(fotos, videos en vivo o pregrabados, dibujos).
Cuando aún casi nadie había oído nunca hablar de Internet - en
tiempos en que una computadora personal era todavía un aparato concebido
fundamentalmente para el trabajo, lejos muy lejos de la máquina de

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Diego Levis

comunicación y entretenimiento en la que se ha ido transformando en estos


últimos años - miles personas en todo el mundo ya usaban el ordenador para
comunicarse y jugar a distancia.
La Red, cuyos primeros nodos empezaron a funcionar en 1969, tenía
en un principio fines exclusivamente científico-militares. Sin embargo, sus usos
derivaron pronto hacia la comunicación interpersonal y las actividades de ocio.
Desde hace más de veinte años diferentes servicios telemáticos
permiten que personas situadas en distintos lugares intercambien mensajes de
todo tipo a través de su computadora. En la actualidad, enviar y recibir
mensajes de texto a través del correo electrónico se ha convertido para
millones de personas en un hecho trivial. Millones de niños, adolescentes y
adultos utilizan diariamente algún servicio de comunicación instantánea (chat)
para escribirse o charlar con personas a las que muchas veces no conocen.
Unos lo hacen para divertirse, otros, necesitados de compañía y de afecto,
aspiran además a encontrar el amor bajo cualquiera de sus formas o disfraces.
De estos últimos y de todos aquellos que utilizan o han utilizado algún
servicio de Internet en sus amores y amoríos se ocupa este libro.
Amores en red recorre de un modo lúdico diferentes tipos de
relaciones afectivas y sexuales que se establecen y se desarrollan a través de
Internet y en sus alrededores, ofreciendo al mismo tiempo una mirada
analítica de las características fundamentales de estas relaciones y de su
significación en la vida privada y social contemporánea.
El texto, escrito en lenguaje coloquial, se sustenta en numerosas
entrevistas personales que realicé en Barcelona y en Buenos Aires entre 1999 y
2004 y en una exhaustiva investigación de campo en la propia Red. Todos los
casos incluidos responden fielmente al relato de sus protagonistas. Doy fe de
que así es, lo que no debe ser tomado más que en su justa medida, pues de
todos es sabido que Internet es lugar propicio para fábulas y afeites de todo
tipo. En su mayor parte he utilizado testimonios directos y mi propia
experiencia personal. Lo único que he modificado, a fin de salvaguardar la

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Amores en red

intimidad de los interesados, son los nombres de todos ellos y en algunos casos
también ciertos datos circunstanciales. Por lo demás, y a pesar del tono
deliberadamente ligero con que están escritas las páginas que siguen, pues no
por riguroso ha de ser un texto aburrido, he abordado el tema con el cuidado y
rigor que se merece cuestión tan decisiva en la vida de todos nosotros como lo
es el amor.
Es mi intención y mi deseo que al leer estas páginas pase el lector un
buen rato y que de paso conozca algo más sobre algunos de los distintos
caminos que toman las relaciones afectivas en estos tiempos de Internet (en
el paisaje Violencia, SIDA, Virtualidad, Soledad).

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Amores en red

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Volver: Veinte años son muchos

Viví en Barcelona durante más de veinte años. Antes estuve en París


adonde llegué en octubre de 1974.
Los primeros meses fuera del lugar de uno son los más difíciles. Me
recuerdo caminando bajo la lluvia rumbo a las oficinas que Aerolíneas
Argentinas tenía sobre Champs Elysées. Como muchos otros argentinos
residentes o de paso en París iba a leer los diarios llegados de Buenos Aires en
el vuelo del día anterior. Era el único modo que tenía de seguir más o menos
en contacto con mi país, que por entonces, pocos meses después de la muerte
de Juan Perón, vivía una época de convulsiones que preanunciaban la
proximidad de la tragedia.
No tardé en abandonar mi peregrinaje semanal a Aerolíneas. Argentina
estaba cada vez más lejos. Empezaba a sentir el desgarro de toda partida al
comprender que se estaba produciendo una ruptura, que sospechaba
definitiva, con aquello que había sido mi vida. Escribir cartas con la ilusión de
mantener vivos los vínculos afectivos, mirar ansioso el buzón esperando
palabras amigas. Un intento vano. Las cartas se fueron haciendo cada vez más
cortas y esporádicas hasta que indefectiblemente muchos de mis amigos
empezaron a ser sólo recuerdo. De tanto en tanto una llamada de teléfono me
traía un pedacito del Buenos Aires de mis afectos.
El golpe militar de marzo de 1976 trajo días de angustia. Una capa de
hollín, sangre y terror cubrió todas las noticias que llegaban desde aquel allá
cada vez más distante. Cientos, miles de argentinos llegaron a Europa con el
miedo pegado en la mirada y en la piel. A los pocos meses, haciendo cola para
entrar en un cine del Barrio Latino alguien me contó que dos primos hermanos
míos, muy queridos, habían sido secuestrados –“chupados” “llevados”
“desaparecidos” - por los señores de la muerte que gobernaban mi país.
Negando el profundo dolor en el alma que me produjo la noticia, entré a ver la

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película como si nada hubiera sucedido. Fueron pasando los años. La


Argentina aparecía poco en los diarios de España, adonde me había ido a vivir
en junio de 1977, pocos días después de las primeras elecciones democráticas
tras la muerte de Franco, aquellas que ganó Adolfo Suárez.
Exceptuando informes de organizaciones de derechos humanos sobre
desapariciones, torturas, asesinatos y represión que sufría Argentina, durante
esos años mi único contacto con el país eran algunas pocas cartas de mi
hermano, de mi papá y de mi mamá y de algún amigo que muy de tanto en
tanto me escribía algunas líneas; y la alegría grande que da la cercanía de la
voz en unas pocas llamadas de teléfono.
La Guerra de las Malvinas, el fin de la dictadura y el estremecedor y
gratificante juicio a quienes se habían alzado en armas contra su propio pueblo
y con impía crueldad habían decidido sobre la vida, el alma y los bienes de los
argentinos, hicieron que la televisión y los diarios españoles prestaran más
atención de la habitual a lo que sucedía en la Argentina.
No olvidar nunca lo que hicieron y para que lo hicieron.
Durante los años posteriores al fin de la dictadura visité varias veces
Buenos Aires y siempre me sentía como el personaje de una obra de teatro de
la que no era el interprete, dentro de un escenario conocido pero ajeno. Sentía
que nunca podría volver a vivir en la ciudad en la que nací y crecí. Sin
embargo, a principios del emblemático año 2000 volví a Buenos Aires para
quedarme. Me separaban más de veinticinco años de aquel chico asustado que
en París buscaba con avidez en las páginas de esos diarios manoseados por
decenas de lectores un puente hacia lo conocido.
Fueron muchos años sin contacto con mi gente, con mi idioma, con mi
gestualidad. Nos sucedieron muchas cosas, a mí, a todos, pero por momentos
siento que nunca me fui. ¿Qué sucedió en los últimos tiempos para que
aquella antigua, dolorosa sensación de extrañeza que sentía cuando visitaba
Buenos Aires se convirtiera en este renovado sentimiento de pertenencia?
Entre otras cosas, a finales de 1994 Internet entró en mi vida.

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Amores en red

La aparición de Internet
Internet, al margen de las apologías tecnocráticas y la especulación
financiera que existen a su alrededor, es una formidable herramienta para la
comunicación humana que me sirvió para recuperar olvidadas querencias.
Mis primeras incursiones en la Red fueron decepcionantes. En aquella
época cursaba en Barcelona el segundo año de mi doctorado y ya había
empezado a trabajar sobre cuestiones relacionadas con la comunicación digital
(videojuegos y realidad virtual). Con algunas dificultades, y saltándome algún
que otro escalón administrativo, a pesar de la escasa predisposición de las
autoridades de mi departamento académico conseguí que la universidad en la
que estudiaba me proporcionará acceso a Internet.
Yo había leído bastante sobre las “maravillas” de los usos de la Red y la
simplicidad con la que se podía acceder a ellos. Pero nada era como me lo
habían contado. Utilizar el programa de correo electrónico que me había
proporcionado el centro de cálculos de la universidad (PINE sobre el protocolo
de conexión Telnet) me resultaba complicadísimo. En la Web ( World Wide
Web) al principio las cosas tampoco me iban mucho mejor. Encontrar lo que
buscaba era difícil y cuando “navegaba” a la “deriva” pocas veces llegaba a
destinos atractivos. El desconcierto duró poco. Sumando equivocaciones
terminé por arreglármelas con el programa de correo electrónico - que
afortunadamente pronto fue reemplazado por opciones más “amigables” -, y a
medida que acumulaba horas de conexión empecé a descubrir sitios
interesantes en la web.
Aunque no de un modo muy regular todavía, me “carteaba” por email
con personas de diferentes partes del mundo. Un día me enteré que los
principales diarios argentinos habían empezado a editar una versión electrónica
en la Red. Probablemente fue entonces cuando se empezó a fraguar mi
regreso.
La lectura frecuente de los diarios hizo que empezará a recuperar la
actualidad periodística de Argentina, tan ausente hasta entonces de mi vida. El

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uso del correo electrónico se simplificó gracias a programas como Eudora y


Pegasus (los más populares en la época) mientras cada vez más gente querida
se iba conectando a la Red. En aquel tiempo empezamos a cartearnos seguido
con mi hermano a través del correo electrónico. Muy pronto descubrimos que
los mensajes sobre la pantalla no tenían porque tener la misma densidad ni
longitud que una carta sobre papel y no nos sentíamos avergonzados o
culposos por escribirnos apenas uno o dos párrafos. Paulatinamente se fueron
añadiendo a la Red amigos y conocidos argentinos y así, imperceptiblemente,
fueron resurgiendo los lazos adormilados que me unían a mi ciudad natal hasta
terminar haciéndome sentir que había llegado el momento de volver.
Y aquí estoy , caminando por las calles de Buenos Aires manteniendo
muy vivos mis vínculos con Barcelona, la ciudad en la que viví tantos años y en
la que nacieron y viven mis dos queridos hijos. Reiniciando un trayecto vital que
me lleva a reproducir una dolorosa experiencia de separación y alejamiento
vivido cuando deje Buenos Aires a los diecinueve años, suavizado hoy por un
constante fluir de mensajes electrónicos que me permiten, estar aquí sin
haberme ido del todo de allí. Una dualidad afectiva que me marca, que es parte
indeleble de mí, de todos quienes alguna vez nos fuimos y volvimos. Pero
aunque ningún contacto virtual, nada, puede suplir la emoción de abrazar y
besar a mis chicos, la distancia es hoy menos distancia de lo que era a
mediados de la década de 1970.

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Amores en red

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Soledades en Compañía

Internet es un medio para relacionarse, una herramienta para trabajar


y para estudiar, un soporte para la compra y venta de bienes y servicios y un
espacio para jugar, y en mi caso, también objeto de investigación.
Desde que tengo conexión permanente a la red mi relación con la
computadora ha adquirido rasgos obsesivos que en ocasiones me resultan
preocupantes. Reviso el correo electrónico al menos una hora por día como si
estuviera esperando un mensaje especial que finalmente nunca llega. Hay días
en que reviso repetidamente las webs de los principales diarios con las últimas
noticias, en una absurda carrera por estar “informado” en el momento de todo
lo que pasa.
Recibo muchos e-mails por día. En general, además de los muy
numerosos virus y spams que me llegan, la mayoría de los mensajes son de
foros de discusión y listas de correo en los que participo pasivamente.
También utilizo el correo electrónico para mantenerme en contacto con
mis alumnos a quienes los suelo atiborrar con material que voy encontrando en
la Red relacionado con los temas tratados en clase. En cambio, soy menos
propenso a usar servicios de chat (charla en inglés), apenas lo uso para
comunicarme puntualmente con un par o tres de amigos y con mi hijo menor.
Chatear sin estigmas

El chat se puede describir como un sistema de comunicación sincrónica


mediada por ordenadores. La forma más habitual es el chat de texto, modelo
comunicativo basado en el uso de la palabra escrita en el que todos los indicios
corporales están ausentes. La progresiva popularización de las webcams
(pequeñas cámaras de video adaptadas especialmente a la transmisión de
imágens de video a través de la red) y de los micrófonos ha permitido el
desarrollo de formas de híbridas de comunicación en la red que permite que los

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Diego Levis

interlocutores se vean y escuchen (la calidad de la imagen y del sonido es aún


de poca calidad)
El chat es uno de los servicios más utilizados en Internet y al mismo
tiempo quizás sea el más estigmatizado. De hecho, hasta no hace mucho su
popularidad me producía cierta perplejidad.
Mi interés por el chat comenzó en 1999 siendo profesor en un curso de
capacitación profesional en comunicación multimedia para jóvenes
desempleados que ofrecía el Ayuntamiento de Barcelona 1. El curso estaba
dividido en cuatro áreas formativas– diseño multimedia, búsqueda y
organización de información (infonomistas), comunicación (divulgadores) y
soporte técnico. Los alumnos tenían entre 16 y 24 años y en su mayoría no
eran usuarios habituales de Internet, incluso muchos de ellos nunca habían
usado la Red antes de iniciar el curso. Si bien todos tenían aprobado como
mínimo el Graduado escolar (escuela primaria) algunos tenían serias
dificultades para escribir con algún sentido y para comprender un texto sencillo.
Al principio los profesores nos mostramos muy entusiasmados y
comprometidos con el proyecto. En general, todos teníamos una formación
sólida y experiencia de bastantes años en nuestras áreas. Enseguida nos
encontramos con inconvenientes que no habíamos previsto, como por ejemplo
no disponer durante las primeras cinco, seis semanas de conexión a Internet Al
margen de este y de otros problemas organizativos que en su momento nos
dieron muchos dolores de cabeza pero cuya importancia quedó diluida con el
paso del tiempo (y del curso), atraer y mantener la atención de los alumnos
resultó una tarea bastante más dura de lo que habíamos imaginado.
Los alumnos y alumnas no se mostraban especialmente interesados en
lo que nosotros pudiéramos aportarles, sobre todo porque durante los dos
primeros meses del curso hablábamos de Internet sin tener computadoras
conectadas a la Red, lo cual complicaba bastante la convivencia con ellos. Los
1 Casa de Oficios para la Ciudad del Conocimiento, iniciativa co-financiada por el
Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat de Cataluña, con apoyo de la Unión
Europea. El curso, que tenía una duración de un año calendario completo, se
desarrolló entre enero y diciembre de 1999.

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Amores en red

ánimos se empezaron a tranquilizar cuando al fin dispusimos de conexión a


Internet. El contenido de las clases ero lo de menos, estaban cautivados por las
pantallas de las computadoras, indefectiblemente conectadas a uno o varios
canales de chat, webs pornos y juegos en red mientras no dejaban de bajar
música a través del por entonces recién estrenado MP3.
Ninguno de estos usos se hacía abiertamente. Los profesores
continuábamos dando nuestras clases intentando sin demasiado éxito
encontrar el modo de motivarlos mientras ellos se las ingeniaban para
continuar en lo suyo a nuestras espaldas. Lo cierto es que esta dinámica tenía
poco que ver con nuestras expectativas iniciales, tampoco con el de la mayoría
de los alumnos. Mi entusiasmo y el de los demás profesores, empezó a
desgastarse a un ritmo acelerado. La desazón pronto hizo mella en todos
nosotros. Quizás esto pueda explicar, al menos en parte, lo que sucedió
durante un acto convocado por la dirección del curso promediando el primer
semestre, al que asistimos todos los docentes y todos los alumnos. En total
éramos unas ciento veinte personas.
No recuerdo el motivo preciso de la reunión, pero en un momento
dado algunos alumnos empezaron a plantear su descontento con la marcha del
curso. Las protestas empezaron a generalizarse. Entre las voces hubo de todo,
argumentos justos y despropósitos varios, expresiones de enojo y de
decepción, silencios significativos y mucha impaciencia. De pronto Dani, uno de
los profesores, de unos treinta años y muy aficionado a los videojuegos, se
puso de pie y en un tono grave y abiertamente descalificador, dijo: “Todos
vosotros que os dedicáis todo el tiempo a chatear tenéis actividad mental
cero”.
Un viento helado recorrió la sala. El debate se interrumpió en seco y
ninguno de los cerca de cien chicos presentes ni siquiera rechistó. En ese
momento, porque durante los días siguientes los comentarios que circularon en
los pasillos y en la red no fueron muy complacientes con él.
“Actividad mental cero” había dicho Dani refiriéndose al chat.

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Diego Levis

Y si no fuera así, empecé a preguntarme. Muchos millones de personas


en el mundo dedican una parte de su vida a chatear (el transcurrir del tiempo
es nuestra vida). Algo deben encontrarle, me dije. Así es como por curiosidad
decidí empezar a indagar entre mis alumnos que les atraía de esta forma de
comunicación al mismo tiempo que comencé a hacer mis primeras incursiones
en canales abiertos de chat.
Al principio los chicos se mostraron poco dispuestos a hablar conmigo.
Es fácil de comprender. Eran muy pocos los que tenían conexión a Internet en
su casa y en Barcelona, en aquella época había muy pocos cibercafés y eran
caros. Reconocer que chateaban era aceptar tácitamente que lo hacían en
clase... y yo era uno de sus profesores. Las reticencias desaparecieron cuando
supieron que quería utilizar sus testimonios para escribir un libro. La presencia
del grabador hizo el resto. De pronto comenzaron a tener ganas de hablar
conmigo para contarme sus vivencias en el chat.
Paco, que así lo llamaremos, era, entre mis alumnos, quien más tiempo
pasaba conectado al chat. Tenía veinte años, era muy delgado y de ojos
vivaces, llevaba barba candado y el pelo muy corto con un flequillito de niño
travieso cayéndole sobre la frente. Tenía mucha calle y descaro, un verdadero
encantador de serpientes, prepotente e hipócrita hasta la ingenuidad que no
había tardado casi nada en ganarse el rechazo de casi todos sus compañeros.
Meses atrás se había enfrentado a mí porque yo había recomendado a la
dirección que se excluyera del curso a su novia que tenía verdaderos problemas
para seguir el ritmo de las clases. Era un devorador de diarios deportivos y
muy aficionado a visitar webs porno, sobre todo cuando estaba en clase con la
novia. Le gustaba escandalizar a sus compañeras. Un día una alumna, que de
pacata no tenía nada, se quejó en clase de lo que él y su novia hacían en clase.
“Es un asco” concluyó y los demás asintieron.
Paco me dio las primeras pistas sobre el atractivo que podía tener el
chat para ese heterogéneo grupo de jóvenes. Durante nuestra charla surgieron
algunos de los argumentos casi recurrentes que suelen aparecer cuando se

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Amores en red

habla sobre el chat: la suplantación de género, el anonimato, la falta de


compromiso, la confusión entre realidad y “virtualidad”, la asunción de falsos
roles, la superficialidad de los mensajes y de los vínculos, el narcisismo, el
sexismo y el “cibersexo”, y el temor posiblemente infundado al peligro de
adicción.
- El chat me atrajo porque es como un mundo nuevo. Al principio no
conocía a nadie pero enseguida he empezado a hacer amistades, aunque no
he llegado nunca a conocer personalmente a nadie con quien haya hablado en
el chat. Al empezar preguntas lo típico: la edad, el nombre de verdad, de
donde son, si estudian o trabajan. Tonterías más que nada. Nunca se puede
saber si te dicen la verdad. Yo personalmente no miento. La ventaja que tiene
el chat es que no sé sabe quien hay del otro lado. Te puedes conectar
fingiendo ser una persona que no eres. Si te metes con un apodo (“nick” en la
jerga de Internet) como “atrevida” o “cachonda” o “tía caliente” las
barbaridades que te pueden llegar a decir los chicos a través del chat son
tremendas. Tonterías. Hay gente que se lo toma en serio, que realmente
quiere hacer amistades o pasar un rato agradable en el chat pero hay otros
que , bue... ya lo te lo puedes imaginar.
- ¿Utilizaste alguna vez uno de esos sobrenombres “sugerentes”?
- Sí, y me dijeron muchas barbaridades. Lo hago para conseguir que
los tipos me den su dirección de email y después escribirles que soy un tío y
hacerles la vida imposible a través del correo electrónico. Una vez estuve
fastidiando a un tío durante una semana larga. Sé como son. Yo cuando me
conecto y conozco a una chica no le digo las barrabasadas que dicen ellos. Y
como me doy cuenta de esas cosas y no me gustan, a veces asumo el papel de
tía.
Los ligues en el chat no te los puedes tomar en serio. Son ligues que
salen y ya está. Las llamas “cibernovias” pero no pasan de ahí. No sabes como
son, ni sabes nada de ellas. Yo tengo tres o cuatro. Les cuento como soy, les
digo la verdad y sé que se la digo, pero no sé si ellas me creen.

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Diego Levis

- Pero pueden ser ella o él.


- Son ellas. Eso sí que se sabe. ¿Cómo lo sé? Por la forma de hablar.
Eso se sabe. Cuando estás hablando con alguien, a la larga, si es un tío, te das
cuenta. Puede simular tres o cuatro veces que es una tía, pero a la quinta o la
sexta termina deschavándose. De un modo u otro, sale, no falla.
- ¿Alguna vez sentiste ganas de conocer a alguna de tus “cibernovias”?
- No. Ni de hablar por teléfono, ni nada. No tiene ningún sentido.
Cuando estoy en el chat existen, una vez que desconecto no son nada, he
pasado un rato y ya está. Es como si hubiera estado jugando con una
máquina, con una videoconsola. Mientras estás jugando quieres batir un
récord con tu coche, una vez desconectas ya está, se acabó. Yo veo el chat
como una simple diversión. Cuando estoy aburrido, cuando me agobio un poco
haciendo algo, me digo: voy a conectarme un rato. Y parece que no, pero me
relajo, me siento libre pudiendo hacer lo que quiero y hablar con quien quiera.
En esa misma época, o quizás un poco antes, me enteré que una de
las alumnas que había tenido en un master de la Universidad Autónoma de
Barcelona, se había casado con un señor de Tarragona al que había conocido a
través de un chat. Ella había venido especialmente desde Paraguay para
conocerlo personalmente. El master era totalmente secundario en su proyecto
de vida, una suerte de red de seguridad emocional que no le hizo falta utilizar.
A los pocas semanas de llegar de Asunción ya había fijado la fecha de la boda.
Los meses siguientes fueron para los preparativos. A clase iba poco. Ella
andaba cerca de los treinta, él pasaba de los cuarenta y era soltero. ¿Amor o
un paliativo para el miedo a estar solos?

Amor, soledades y pantallas


Las historias de romances y desengaños envuelven la Red. Rodeadas
por un halo de misterio y aventura muchas tienen el atractivo de los cuentos de
hadas. Impulsados por el callado deseo de hallar el amor de la vida (o una

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Amores en red

ardiente pareja sexual), miles, millones de hombres y mujeres de distinta edad


y condición social se escriben por email, participan en chats y en los
innumerables sitios de contactos que se encuentran en la Web.
Y la presencia inaprehendible de la soledad sobrevolándolo todo.
¿Sociedad de la comunicación?
Unos cuantos meses antes de interesarme en el chat había estado
pensando en escribir un libro sobre la fascinación que ejerce la pantalla del
ordenador sobre muchos de nosotros. Pensé en titularlo El espejo de la bruja
de Blancanieves.
La hipótesis central del libro estaba construida a partir de algunas
ideas generales sobre el narcisismo de nuestra sociedad sobre las que hace
tiempo que vengo trabajando y que ocupan algunas páginas de La pantalla
ubicua, un libro sobre comunicación digital que publiqué aquel mismo año. En
El espejo de la bruja de Blancanieves veía a la pantalla de la computadora
como un espejo que nos devuelve una imagen amplificada de nuestras
capacidades, haciéndonos sentir poderosos hasta la omnipotencia o pequeños
e insignificantes hasta la angustia.
Como punto de partida no se trata de un planteamiento demasiado
novedoso. Hay una autora norteamericana, Sherry Turkle, que hace cerca de
20 años señaló que el ordenador es un poderoso medio proyectivo. "Al igual
que Narciso con su espejo, la gente que trabaja con computadoras puede
enamorarse fácilmente de los mundos que ha construido o de su desempeño
en los mundos que otros han creado para ellos. Su adhesión a los mundos
simulados afecta las relaciones con el mundo real " (Turkle 1985:88). Pero mi
intención era ir más allá. Quería mostrar como la pantalla, en tanto nos
comunicamos cada vez más con interlocutores mecanizados, puede separarnos
de quienes tenemos cerca y terminar condenándonos a la soledad, destino
inapelable de los narcisistas.
La pantalla, falsa ventana, actúa como filtro entre nosotros y la
realidad, como un biombo que, en demasiadas ocasiones, nos impide percibir lo

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Diego Levis

que nos rodea. Acostumbrados a ver el mundo a través de una pantalla, cada
vez nos cuesta más ver a nuestro lado, mirar a nuestros semejantes. Las
pantallas nos asedian y nos atrapan, y hay a quienes les sirven de refugio ante
una vida que les resulta poco atractiva y, a veces también, amenazante. En la
pantalla, como si fuera el espejo de la bruja de Blancanieves, buscamos
respuestas sobre aquello que somos y deseamos o tememos ser, sin darnos
cuenta que lo que nos devuelve es una imagen deformante que, apartándonos
de la mirada del otro, sólo nos dice lo que creemos ser.
Pasamos horas acompañados por la presencia luminosa de una
pantalla. Pantallas en casa, pantallas en el trabajo, pantallas en la calle, en los
bares, en los bancos, en el supermercado, en el metro, en el coche y en el
colectivo, pantallas de bolsillo en las agendas electrónicas, en las calculadoras
y en los teléfonos móviles, las pantallas nos seducen ocupando un espacio
creciente de nuestro tiempo, de nuestras vidas. Las pantallas nos ofrecen una
visión restringida y controlada de la realidad y de este modo ejercen una eficaz,
casi imperceptible labor de vigilancia que se complementa con la presencia
cada vez más generalizada de cámaras de video en espacios públicos que
reproducen nuestros movimientos en otras pantallas detrás de las cuales
siempre hay alguna persona mirando.
Importa poco el lugar, lo determinante, lo significativo es la atracción
casi hipnótica que ejerce sobre nosotros el centelleo de una pantalla
encendida. La pantalla acerca pero también separa. En Internet, en tanto
espacio comunicacional, esta paradoja implica el peligro de crear una ilusión de
comunicación total que lleve al aislamiento en la compulsiva, conmovedora,
búsqueda de algunos usuarios por mantenerse siempre conectados, como si
esto en sí mismo fuera condición suficiente para estar permanentemente
comunicados ¿Con quiénes? ¿Para qué?
Relaciones que crecen en la red
En agosto de 1999 viajé para mis vacaciones a Buenos Aires. Una
tarde de mucho frío y lluvia quedé con una amiga pintora en “El Taller”, un bar

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Amores en red

de ambiente artístico e intelectual que está en la placita de Serrano en el barrio


de Palermo viejo. Pasamos horas charlando. Después de recorrer los caminos
habituales en los reencuentros y de ir saltando de un tema a otro nos pusimos
a hablar sobre las relaciones afectivas a través de Internet. Le conté algunas de
la intuiciones que tenía sobre el tema y ella entre jugando y en serio me sugirió
que escribiera un libro. Nos reímos juntos de la idea.
- Dale, escribilo. Podés usar mi historia para empezar. No te conté,
pero ando carteándome por email con un periodista argentino que vive en
Estado Unidos. Lo conocí hace un par de meses acá en Buenos Aires. Había
venido por unos días por cuestiones de trabajo. Quedamos muy enganchados
y cuando se fue nos empezamos a escribir y a hablarnos por teléfono al menos
una vez por semana. Yo nunca antes había usado Internet, me conecté
especialmente para poder escribirle.
El libro que pensamos con mi amiga pintora, a la que conoceremos
como Alicia, tenía muchos puntos en común con El Espejo de la Bruja de
Blancanieves. De algún modo el nuevo proyecto redondeaba mi idea original al
darle un hilo conductor de enorme atractivo e interés universal: el amor.
Cuando empecé a trabajar el asunto de los chats sabía que parte del material
me podía servir también para el espejo de la bruja aunque al principio seguían
siendo dos proyectos independientes. Una de las principales dificultades era
encontrar un tono adecuado para el libro.
Al cabo de un tiempo Alicia me empezó a enviar copias de los cerca de
trescientos emails que, durante los seis meses que duró, fueron armando su
romance ciber-epistolar.
“ Fue muy raro escuchar esta tarde tu voz por teléfono. Tenía muchas
ganas de escucharte (soy auditiva) y tu voz me resultó cercana y querida y de
pronto en algún momento me pareció que casi no nos conocíamos y sentí una
especie de vértigo. Quisiera una foto tuya porque me da un poco de temor
olvidar tu cara.

23
Diego Levis

Por momentos todo se vuelve irreal. Tengo imágenes sueltas, retazos


tuyos en mi memoria. Tus ojos cerrados y tus besos apasionados en mis
manos. En cada dedo. Tu imagen cuando entraste en casa, la última noche,
con tu corbatita, tu camisa bien planchada y tu pelo absolutamente revuelto.
Los dos sentados en el bar en donde nos conocimos..
Me gusta que hayas aparecido en mi vida. Algún día, cuando junte
energía para una carta más larga te contaré las razones. Son muchas. Aprendí
muchas cosas con nuestra breve relación y tengo muchas ganas de contártelo.
Pero es algo tarde y estoy cansada. Lo dejaré para otro momento.
Gracias por todo. De corazón, un beso grande, grande. Yo también te
quiero mucho. Alicia”.
La respuesta de Horacio, que de este modo lo bautizaremos, a este
primer mensaje de Alicia fue inmediata.
“Alicia hermosa: Es lindo escucharnos. Por teléfono a veces sueno duro
y distante, tú me pareciste irrealmente cercana, maravillosamente tierna y
dulce, a pesar del molesto eco.
No sé porque me tienes que dar las gracias. A veces suceden cosas hermosas
que no esperamos, que son difíciles de explicar. Aparece alguien y de pronto
nos trae una especie de luz que nos hace transparentes, permeables al cariño,
hacedores de ternura, y entonces descubrimos que vemos más allá de lo que
pensábamos, que nuestra vida nos pertenece. Tenemos que vivir guiados por
nuestra mirada. Y nuestra mirada no es siempre la misma.
Ahora, convertidos en una imagen de la memoria y en palabras en la
pantalla de un ordenador, nuestras imágenes adquirirán otra tonalidades, a
veces difuminadas, a veces más intensas pero en definitiva serán imágenes
ideales. Una foto, nuestras voces en el teléfono servirán para diluir el poder
disgregador de la distancia.
Me alegra conocerte, me alegra quererte.
Te doy un beso pensando en ti, retengo tu piel en la mía. ¿ Cómo
transmitir en palabras el amor de un beso, de una caricia, de un abrazo ?

24
Amores en red

Escríbeme.
Pd. te mando un archivo adjunto con una foto digital. No es muy
buena, pero al menos se me ve. Un beso en tus ojos bailarines.”
¿Estaban enamorados? Quién sabe. Para Fromm el apasionamiento
inicial sólo muestra el grado de soledad y no la intensidad del amor. Todos
sabemos, o creemos saber que es el amor, todos sabemos bien lo que es la
soledad y tenemos bastante claro que es un amigo, aunque muchas veces el
lenguaje cotidiano nos confunda y llamemos amigos a simples conocidos.
Pueden engañarnos haciéndonos ver lo que no es, podemos engañarnos
viendo lo que queremos ver y hablar de amor cuando en realidad nos referimos
a una relación exclusivamente sexual. Pero así como aceptamos sin demasiados
reparos el sexo sin amor, nos resulta más difícil concebir (olvidándonos de
Platón) el amor romántico sin sexo.
La cuestión no es menor en las relaciones afectivas a través de
Internet. No son pocos quienes utilizan la Red como un vehículo para
mantener, pantalla mediante, contactos sexuales construidos con imágenes
(fotos, videos en vivo o pregrabados, dibujos) y palabras (escritas o habladas).
Tecno-onanismo para tiempos de SIDA. Muchas veces las relaciones nacidas o
desarrolladas en la Red culminan en encuentros muy reales de los que pueden
surgir maravillosas historias de amor, pasiones pasajeras, amistades y también
momentos desagradables aderezados de mucha desilusión.
Diferente es el caso de personas que, como Horacio y Alicia, se
conocen previamente y utilizan el correo electrónico y el chat para ir tejiendo
entre ellos intensos lazos afectivos, en ocasiones bajo la forma de una
apasionada historia de amor, al amparo de la pantalla de la computadora.
La situación es casi banal. Dos personas se conocen y son atravesados
por una ráfaga de amor que los une. Sienten que no pueden vivir el uno sin el
otro, pero al cabo de un tiempo uno de ellos debe viajar. En muchas ocasiones
el tiempo previsto de la separación es prolongado pues viven en diferentes
ciudades, en diferentes países. Pero no están dispuestos a resignar su amor.

25
Diego Levis

En tiempos no muy lejanos – un tiempo que perdura aún para millones


de personas en el mundo – los enamorados se escribían cartas que tardaban
días en llegar y hablar por teléfono era difícil y caro. Hoy las tarifas telefónicas
tienden a bajar y el correo electrónico y el chat permiten intercambiar mensajes
de forma inmediata o casi inmediata. Internet, como el teléfono, les permite
mantenerse comunicados de una manera fluida, ayudando así a mantener viva
la relación El uso de webcams permite incluso acompañar las palabras con la
imagen del otro, ilusión de cercanía física que muchas veces subraya la
distancia que los separa.
El tiempo se acelera creando una engañosa sensación de cercanía que
apenas mitiga el dolor de la ausencia. Se ama a una persona no a una
abstracción. Una persona es cuerpo y espíritu, uno sin el otro no son nada.
“Para el amante el cuerpo deseado es alma. Por eso le habla con la piel, con el
cuerpo.” (Paz 1993:129) Aparecen ante nosotros nuevos interrogantes. Las
certezas de antes se dispersan en el ciberespacio hasta disolverse.
Cuando se habla de las relaciones afectivas surgidas o desarrolladas al
abrigo de Internet, rara vez se piensa que el medio, en tanto soporte técnico,
no determina el uso que de él hacen las personas, ningún medio. Niños,
adolescentes y adultos, hombres y mujeres de todas las edades utilizan la Red
para comunicarse con personas a las que muchas veces no conocen
físicamente. Muchos de ellos lo hacen para pasar el rato, otros buscan amigos
con los que compartir buenos momentos y hay quienes están a la búsqueda de
un amor con quien crecer. En lugar de demonizar, de fingir indiferencia o
entusiasmarse ciegamente con la aparición de estas nuevas formas de
relacionarse ¿no tenemos que preguntarnos que representan socialmente?, ¿a
qué necesidades, a qué carencias responden?, ¿qué fantasías satisfacen?
Recuerdo que una de las primeras cosas que me llamaron la atención
cuando empecé a usar Internet en la Universidad en el ya lejano 1995 fue
observar las horas que algunos de los estudiantes - de ciencias políticas y de
derecho en su mayoría - pasaban chateando sin ton ni son. Lo que más me

26
Amores en red

sorprendía era que muchas veces cuando descubrían a su ciber-interlocutor


sentado en la misma sala, una o dos filas más allá, en lugar de acercarse para
seguir la charla bajo el irreemplazable calor de miradas y sonrisas, aunque algo
más alborotados, continuaban comunicándose a través del ordenador. No son
los únicos.
Hay personas que se refugian detrás de la pantalla. Se sienten
protegidos de sus propios miedos y de sus inhibiciones. El otro les resulta
hostil, inabordable, pero rara vez lo dicen, rara vez lo admiten. Intentan
esconder sus temores en razones de todo tipo que terminan hablando de ellos
mismos más de lo que sospechan.
Es el caso de la protagonista de un artículo que leí en el diario “El País”
que, a punto de casarse con alguien que había conocido chateando, comenta
que antes se invertía mucho tiempo y esfuerzo en establecer relaciones sin
tener garantizado el resultado. Con Internet las cosas son diferentes. Inversión,
productividad, beneficios.
¿Hablábamos de amor?
En el amor se busca otra cosa, supuse siempre, pero según explica
nuestra futura desposada “ya nadie se fía de esas relaciones cuerpo a cuerpo
en que se puede mentir, fingir de la manera más vil, en que puedes
enmascararte con tu propio yo, (...) En la Red, todo es mucho más sano.
Cuando alguien engaña al otro, sólo lo engaña respecto a quién es, pero no
respecto a quien realmente quiere ser (...)” (Sánchez 2000)
Extraño trastrueque de términos, en donde el querer ser vale más que
el ser. ¿Será que Internet está operando sobre la sociedad cambios culturales
que no terminamos de avizorar? Querer ser sabio, querer ser cariñoso, querer
ser generoso, querer ser imaginativo, es lo que se valora, basta con el deseo de
ser. No importa que eventualmente detrás sólo haya mentira y engaño y un ser
deleznable.
La Red marca las pulsaciones de la sociedad en la que se desarrolla.
Formamos parte de una civilización constructora de máscaras en la que el ser

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Diego Levis

se suele confundir con el parecer ser. La suplantación o el fingimiento de la


personalidad es una posibilidad abierta a todo acto comunicativo Después de
todo, convengamos que no existe sistema de comunicación, desde la palabra
hablada hasta la más sofisticada herramienta de representación digital que no
lleve en su propia naturaleza la posibilidad de la mentira, “si una cosa no puede
usarse para mentir, en ese caso tampoco puede usarse para decir la verdad: en
realidad, no puede usarse para decir nada” (Eco 1981:31).
Identidades desdibujadas, negadas, irreconocidas, vapuleadas,
hombres y mujeres incómodos en su propia piel viven en un disfraz en donde
esconden su dolor. En vano. Cuando uno más intenta "parecer ser” más padece
su propia existencia y más sufre, dice una amiga conocedora del alma humana.
Pero ellos no lo saben y siguen arreglándose afeites y máscaras.
Solos, cada vez más solos, dando vueltas en la Red, buscando aquello
que no pueden ni saben encontrar en la calle porque desconocen lo que buscan
y tienen mucho miedo. Miedo a ser mirados, miedo a mirar, miedo a ser
rechazados y miedo a amar y a ser amados. Con ansiedad unos y con jolgorio
otros, millones de personas participan cada noche, cada día en un gran baile de
máscaras en Internet, intercambiando compañía, disfrazados con los más
diversos trajes, interpretando roles estereotipados. Hombres exitosos, ricos,
viriles, fuertes, valientes, inteligentes, sinceros, trabajadores, simpáticos, leales
y mujeres hermosas, delgadas, sensuales, osadas, ardientes, tímidas,
recatadas, enamoradizas, cariñosas, independientes reflejan a aquel que el
otro, quien sea, espera encontrar. Desinhibidos detrás del teclado y la pantalla,
construyen con sus fantasías una realidad (de ficción) llena de amistad y de
amor siempre renovados.
Son soledades en compañía.

28
Amores en red

29
Diego Levis

3
Entrando en el ciberespacio

La Plaza
Hasta hace alrededor de una década Internet aparecía en los discursos
mediáticos (y también académicos) como un espacio virgen a conquistar, en el
que la realización de Utopía aparecía como posible. Lejos del cumplimiento de
estas visiones tecno-libertarias, la Red es hoy escenario de estrategias
económicas y políticas de los principales centros de poder 2.

Internet es el portaestandarte de una gran operación propagandística


promovida por las compañías del sector informático y de telecomunicaciones y
por los gobiernos e instituciones públicas de los países más poderosos del
mundo, que recuperando previsiones y promesas repetidas desde la década de
1970, presentan a las tecnologías digitales y en particular las redes telemáticas
como una poderosa plataforma de transformación social, portadoras de
libertad, justicia y bienestar. De este modo, alrededor de las redes
telemáticas se ha ido conformando un microcosmos a menudo idealizado, que
en el que se enmascaran los rasgos verdaderos del mundo que se nos propone
(e impone). Un mundo globalizado (un-informatizado), marcado por la
exclusión, la desigualdad, el desamparo, la discriminación, la violencia social y
el fomento del individualismo insolidario.
Quienes tenemos la suerte de estar del “lado acertado” podemos
disfrutar de las ventajas materiales que provee el progreso tecno-industrial.
Todos los demás, los desamparados de la Tierra, que son mayoría, quedan
afuera del festín (la mitad de los habitantes del planeta vive con menos de dos

2- Ver Declaración de principios y Plan de Acción . Documentos finales de la primera


fase de la cumbre Mundial de la Sociedad de la Información, Ginebra, diciembre 2003.
Se puede consultar en: http://www.itu.int/wsis/documents/doc_multi-en-1161|1160.asp

30
Amores en red

dólares diarios). Para ellos sólo existen palabras altisonantes de promesas que
nunca se cumplirán porque no hay ninguna intención de que se cumplan.
Para sus más activos propagandistas, Internet es un medio para hacer
dinero, Dios todopoderoso de la globalización. Las proclamas sobre la
construcción de un mundo mejor son lemas atractivos creados por expertos en
mercadotecnia para asegurar un crecimiento continuo del número de usuarios
de la red que garantice el incremento de las ganancias de los accionistas de las
empresas del sector. Las más activas y valorizadas de una “nueva economía”
que se sostiene fundamentalmente en las viejas prácticas de la especulación
financiera y la generación de plusvalía en el trabajo asalariado (y similares).
La premisa es Internet para todos. Todos tenemos que estar
conectados, comunicados; todo el tiempo, en todos los lugares y para hacer
todo: para trabajar, para estudiar, para comprar, para divertirnos, para
relacionarnos, para enamorarnos. El acceso universal a la Red es condición
necesaria para alcanzar la armonía universal que promete la comunicación
digital, predican interesadamente los portadores de la buena nueva digital con
el beneplácito entusiasta de empresas y gobiernos. Atrás, casi en el olvido,
quedan los cientos de millones de personas que pasan hambre, carecen de
agua potable, de servicios de salud, de vivienda, de educación. Se les promete,
retóricamente y sin demasiada convicción, acceso a Internet en un futuro
cercano (¿les es verdaderamente necesario?) pero nadie parece preocuparse
por mejorar sus condiciones de vida cotidiana. Se puede entender, al fin y al
cabo son improbables clientes de los centros comerciales que se expanden en
los confines dorados de la Tierra.
Más allá de los discursos y documentos de empresas, instituciones y
organismos públicos y privados, Internet, afortunadamente, no es el espacio
restringido a los negocios con el que sueñan algunos de sus más activos y
ambiciosos promotores. Es una plaza, en el sentido cabal del término: un
espacio abierto para el encuentro y el intercambio, en el que hay espacios
para fiestas y mercadillos, buhoneros y poetas, para tramposos y filósofos,

31
Diego Levis

para banqueros y enamorados, para estudiosos y jugadores, para policías y


soñadores, para niños y para ancianos, para hombres y mujeres, para ricos y
pobres.
Internet, es, será lo que sus usuarios hagamos de ella. En la Red,
junto a los letreros luminosos de los shopping centers digitales, no es
extraño encontrar propuestas que contribuyen a crear mecanismos de
integración ciudadana de la que surgen novedosas formas de acción política y
cultural entre personas y grupos pertenecientes a distintas comunidades
nacionales, étnicas o religiosas pero con intereses compartidos. Plaza sin
territorio físico, la Red es un espacio simbólico cuyos usos se van conformando
a través del tiempo en una continua pulsión entre las prácticas de los usuarios,
el desarrollo tecnológico, las imposiciones e intereses comerciales y las
disposiciones legales presentes o futuras.
Los primeros tanteos
Millones de personas, empresas y autoridades de distinto rango se han
dejado arrastrar hacia Internet por los cantos de sirena de los tecno-
predicadores y sus canales de propaganda, pero también otros tantos millones
se han conectado por primera vez inducidas por el halo de progreso, cultura y
libertad creado alrededor de la Red. Un prestigio bien ganado que el abuso
propagandístico y la excesiva comercialización, la institucionalización y la rutina
de los servicios de la Web ponen en peligro.
Para adentrarse en el nuevo espacio utilizarán las diferentes
herramientas que Internet les ofrece: correo electrónico, chat y sitios de su
interés en la World Wide Web. Otros, como mi amiga Alicia, indiferentes al
alboroto formado a su alrededor se han acercado a la red sencillamente para
mantenerse comunicados con personas queridas de un modo sencillo, efectivo
y barato.
Son numerosos, los que una vez dentro, terminan deambulando por la
Web sin saber muy bien que hacer. Nadie se ha preocupado en enseñarles a
utilizar las diferentes posibilidades que ofrecen los navegadores ni a moverse

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Amores en red

en medio de la maraña de contenidos que se pueden encontrar en la Red. Los


neófitos tienden a refugiarse en los portales más renombrados, buscando
señales conocidas que les permitan guiarse en el inabarcable ciberspacio.
Muchos utilizan muy pronto el chat de texto, un servicio que ofrecen la mayor
parte de los portales, conocedores del atractivo que este modo de
comunicación ejerce sobre los recién llegados.
Las características de uso del chat obligan a escribir rápido y en
frases cortas para agilizar la comunicación. Muchas veces sucede que mientras
uno de los interlocutores está escribiendo un párrafo un poco más largo de lo
habitual, el otro inicia una nueva línea de diálogo, lo cual lleva a un cruce de
mensajes sobre cuestiones no siempre directamente asociadas. De este modo,
resulta una comunicación fragmentada que conduce en demasiadas ocasiones
a la superficialidad o directamente a la nadería.
El chat, en sus diferentes modalidades, ejerce un enorme atractivo, en
especial en jóvenes y adolescentes, pero no en todos. No es extraño encontrar
personas que comienzan a chatear llevadas por la curiosidad y que, tras el
entusiasmo inicial, no tardan en aburrirse. Algunos dejan de usar el chat, otros
empiezan a hacerlo con menor frecuencia e intensidad, o lo utilizan como un
medio suplementario para comunicarse con amigos y conocidos. Estos últimos
casi siempre abandonan los servicios de chat convencional y emigran hacia
algún servicio de mensajería instantánea como el MSN o el ICQ.
En la Casa de Oficios unos cuantos chicos fueron atravesando estas
distintas etapas. Liz era una de mis alumnas más capaces y también una de
las más críticas con el desarrollo del curso. Tenía un cuerpo de formas
generosas, temperamento fuerte y un malhumor casi perpetuo que hacía que
en su cara dominara un rictus de fastidio que escondía su potencial belleza.
Rara, muy rara vez sonreía. No sé si alguna vez la vi reír, aunque tomándola
con humor podía llegar a resultar graciosa. Su relación con el chat era
ambivalente.

33
Diego Levis

“Empecé a hacer chat aquí porque me aburría. Ahora no me divierte


tanto. Al principio me gustaba por la novedad, por nada más, porque las
conversaciones no son muy profundas Todo el mundo dice lo mismo y todo el
mundo pregunta lo mismo. Entro con otro nombre. Nunca describo como soy
pero sí digo mi edad. Pienso que la gente con la que hablo inventa lo que
dice. Me parece muy extraño que haya tantas personas de 25 años que sean
empresarios.
Siempre me tratan de ligar. Casi nunca hablo con gente de Barcelona
para que no me pidan de quedar. Los tíos se ponen muy pesados. Todos tratan
de quedar, pero si son de otras provincias no insisten tanto.
La gente del chat solo sabe de mí que tengo un perro y que tengo 21
años. Nunca hablo de mis cosas. Con mis amigos es diferente, los veo cada
día. No me gusta que la gente conozca mi vida. Si yo los conozco y quiero
contársela, bueno. En el chat no te puedes confiar. Aquí en clase ha habido el
rollo de uno que se hacía pasar por otro usando su clave. Si yo le cuento a
alguien algo creyendo que es fulanito o menganito y en realidad es Paco no me
haría ninguna gracia. No me gusta que ese tipo de gente sepa nada sobre mi
vida. De todos modos el chat está bien. Un amigo mío se ha sacado una novia
del chat. Quería encontrar novia y entonces fue quedando con todas las chicas
que podía hasta que al final encontró una a su gusto. Hay gente para todo. Es
una chica jovencita, un poco tontilla ... es tonta.. Pobrecita, cada una tiene que
ser como es”.
El chat, que nació en el intercambio de mensajes entre diferentes
grupos de investigación universitaria en los primeros años de Arpanet – la red
de origen científico militar creada en 1969 de la que germinó la actual
Internet-, funciona a través de diferentes protocolos y programas . Actualmente
la forma más extendida de acceso a un chat de texto entre los principiantes es
a través de la Web (web-chat). Para acceder a un web-chat basta con entrar
en las páginas principales de alguno de los portales más visitados. Todos
ofrecen áreas dedicadas al chat. Además existen redes específicas como IRC

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Amores en red

(Internet Relay Chat) que fue creada en 1980 que requiere programas
específicos denominados clientes de chat (el más utilizado es el mIRC) y
programas de mensajería instantánea y chat que ofrecen la posibilidad de crear
listas de personas con las que se desea mantenerse comunicado a través de la
Red. Los más populares programas de este tipo son el ICQ, un programa de
origen israelí creado en 1996, y el MSN Messenger 3, de Microsoft, que
permiten saber en todo momento que miembros de la lista personal de cada
usuario están conectados y dispuestos a intercambiar mensajes, lo cual facilita
el contacto continuo entre conocidos y amigos. El IRC y las mensajerías
automáticas permiten grabar las “conversaciones” en archivos de texto, lo cual
no es posible en los web-chats.
“ No me acuerdo como empecé, ni porqué. La primera vez que chatée
fue en Río Negro, antes de venir a estudiar a Buenos Aires. Hará cinco, seis
años. Empecé con IRC a través de Telnet, con pantalla negra y letras rojas,
nada que ver con los chats que ofrecen hoy los portales. Era difícil mantener
una conversación porque todo el tiempo entraba y salía gente, y otros
hablaban de cosas que yo no entendía. No había ninguna posibilidad de
mantener conversaciones privadas”. Débora es una periodista joven que
combina el ejercicio de su profesión con la preparación de un profesorado en
gimnasia rítmica. Tiene veintítres años y es de una pequeña ciudad de la
provincia patagónica de Río Negro dedicada al cultivo de manzanas. En Buenos
Aires vive con su abuela en uno de los barrios más elegantes de la ciudad.
“La primera vez que usé un chat en la web no podía creer que
hubiera estado chateando tanto tiempo con el IRC. Era tan frío... Los chats de
ahora ofrecen más posibilidades para expresar los sentimientos gracias a las
caritas... los emoticones. Son mucho más visuales, más entretenidos y se
puede charlar en privado, lo que no se podía hacer en el IRC por Telnet.
Además mientras chateas tienes la posibilidad de navegar y hacer otras cosas a
la vez. No tienes que dedicarte exclusivamente al chat. De todos modos ahora

3 Según Microsoft el Messenger tiene 7 millones de cuentas activas en Argentina.

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Diego Levis

no uso los chats de los portales, no me interesan, son un lío de gente. Al


principio me divertían porque tenía que ir descubriendo sola las diferentes
funciones, pero las conversaciones eran frívolas, no me reportaban nada.
Ahora sólo uso el ICQ y el MSN. Más que nada me conecto con gente conocida.
La ventaja que tiene es que es una mensajería privada. No necesitas coincidir
en una pantalla con cincuenta personas al mismo tiempo en donde cuando
empiezas a mandar privados tus mensajes aparecen en la pantalla
entremezclados con los mensajes del chat público. En el ICQ la comunicación
es de persona a persona, y punto. Uno elige a quien quiere tener en línea.
Además, si quieres, puedes conocer gente nueva buscando en las páginas
blancas, que es un directorio con datos de los usuarios del programa. Cuando
entras por primera vez en el ICQ hay que rellenar un formulario. En realidad
es voluntario, no todos lo llenan, pero viene bien. Puedes buscar a la gente por
edad , por sexo, por nacionalidad, por aficiones, o simplemente puedes
contactar con alguien porque te gustó su apodo.”
Las comunicaciones a través del chat pueden ser públicas o privadas,
entre dos o más interlocutores, profesionales o informales. Las opciones son
diversas. En los web-chat y en el IRC existen canales (channels) o salas
(rooms) destinados a distintos segmentos de edad, desde niños hasta adultos
de más de 40 ó 50 años. Hay canales dedicados a todo tipo de temas. Al arte,
a la música, a la poesía, y también al deporte, a los chistes, o al amor, tema
que aparece muchas veces entremezclado, confundido con el sexo, un sexo en
el que la identidad y sobre todo los sentimientos de la pareja ocasional no
cuentan demasiado.

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Amores en red

37
Diego Levis

4
Conociéndose

Tipos de relaciones afectivas a través de Internet


Al amparo de Internet se desarrollan renovadas formas de
relacionarse. A grandes rasgos se puede hablar de tres grandes tipos de
relaciones personales en la Red.
1. Las relaciones puras de Internet: son aquellas que se desarrollan
exclusivamente a través de la computadora, preferentemente entre
personas que no se conocen físicamente.

a. Entre estas podemos distinguir las relaciones eventuales y


anónimas que se dan en los canales de chat abiertos, en las que
“charlarnos” con personas con las que, en general, sólo volvemos
a coincidir por casualidad. Son los encuentros más propensos a los
disfraces, un juego de personajes en el que todos en principio
saben que quien está del otro lado puede ser o no quien dice ser.
Esto es indiferente para el desarrollo de la charla. Cuando uno
juega a asumir diferentes personalidades, de algún modo se
comunica más consigo mismo que con sus interlocutores, que son
los catalizadores que le permiten proseguir con la historia. Esta
práctica tantas veces estigmatizada no tiene nada en si misma que
sea negativo o amenazante. Todos tenemos la necesidad de
generar espacios imaginarios. En este sentido el chat podría verse
como un gran espacio de catarsis creativa colectiva. En más de
una ocasión se dan amistades y ciberamores que nacen en
encuentros casuales en un chat y que tienen continuidad a través
de email u otras formas de comunicación electrónica.

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Amores en red

b. Otra forma de relaciones “puras” de Internet son las que se


establecen a través de la participación en las innumerables y
variadas listas de correo, foros de discusión u otros tipos de
comunidades virtuales que existen en la Red. Las características de
cada relación cambiará de acuerdo del contexto en el cual se
inició. Muchas veces la relación alcanza una intensidad y nivel de
compromiso que, como en el caso de las relaciones iniciadas en un
chat, requiere culminar en un encuentro físico.

2. El segundo tipo de relación en la Red son las que mantenemos con


personas conocidas a través de e.mail, programas de mensajería
instantánea y canales privados de chat. Cuando estas relaciones son de
amor, muchas veces, se desarrollan acunadas por el conflicto entre la
paradójica ausencia presente del cuerpo de la persona amada y un
fantaseado amor perfecto construido desde esa ausencia . De ahí el temor
tantas veces repetido a encontrarse con el otro, pues más fácil resulta
escribir de amor que mirar con amor, más sencillo imaginar que hacer,
prometer que compartir, leer que besar, teclear que acariciar. Este tipo de
relaciones suele complementarse con frecuentes llamadas telefónicas.

Hay quienes utilizan Internet como un instrumento para conocer gente


personalmente. Para ellos la Red es un espacio para hacer el primer contacto,
persiguen encontrar alguien con quien pasar un rato divertido, y
eventualmente un amor. Los canales de chat cumplen esta función y de este
modo complementan y en algunos casos directamente reemplazan a los
lugares de encuentro tradicionales.
A esto se le añaden los servicios de contactos afectivos y sexuales que
ofrecen muchos portales y sitios Webs el que miles de personas se anuncian
buscando pareja y amigos, hombres a mujeres, mujeres a hombres, hombres a

39
Diego Levis

hombres, mujeres a mujeres y también hay quienes buscan compañeros y


compañeras para sesiones de sexo grupal 4.

Este fenómeno tiene su antecedente en las secciones de avisos por palabras de


muchos diarios y revistas impresos. Son muchos los diarios y revistas que
incluyen en sus páginas este tipo de anuncios en donde muchas veces se
confunden con la publicidad de los profesionales del sexo.
Máscaras y sexo en Internet: primera aproximación
Muchos (y muchas) establecen a través de la computadora “charlas”
de contenido sexual que se alimentan de sus fantasías, proyecciones y
carencias Los más osados y osadas – ¿desinhibidos? ¿ávidos? ¿desesperados? -
no tardan en lanzarse a través del chat a la búsqueda de pareja con la que
retozar en una cama - una relación casi siempre fugaz hecha de sexo y, a
menudo, mucha desolación.
Montse, una chica de veinte años a la que entrevisté en Barcelona y
que gustaba de buscar compañero de cama a través de Internet, afirmaba que
“el amor está pasando a ser un amor individual hacia uno mismo, a lo que a
cada uno le gusta, o le mueve, aunque que sea por instinto. Se da el amor y el
disfrute sexual, pero cuando se está realizando el acto sexual lo que existe es
un amor hacia uno. Antes no, el amor tenía que ser compartido y si la persona
con la que estabas no te amaba no disfrutabas. Ahora da igual si el otro está
disfrutando o no, tú disfrutas, tú estas amando.
Dramática tergiversación del amor que refleja el narcisismo
exacerbado que se expande entre nosotros y que parece conducirnos hacia un
mundo sin amor. Sin embargo, prefiero tener una mirada optimista y pensar
que el amor, concebido como una relación en la se recibe dando y se da
recibiendo, es el motor que sigue moviendo a montones de personas y que
para muchos de quienes no lo tienen su búsqueda constituye una razón
importante de su vida.

4 Muchas veces los anuncios publicados son ofertas encubiertas de profesionales


del sexo.

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Amores en red

Los publicistas conocen bien la fuerza de todo esto, tanto como para
convertir el “amor” en un importante argumento de venta. “Entra en el reino
del amor, busca a tu alma gemela y enamórate locamente” sugiere con
elocuencia la presentación de un canal de chat de un portal de renombre. El
tema está ahí, en el aire. “No es justamente en un chat donde vas a encontrar
el amor de tu vida” responde un anuncio de una conocida marca de coches,
publicado en los diarios de Buenos Aires durante enero de 2001. La aplastante
banalidad que impone la lógica de mercado que todo lo inunda.
Quizás, como dice el anuncio, chatear no sea el mejor modo de
encontrar el amor, pero para quienes ansían amar y ser amados todos los
caminos son válidos. ¿Incluso comprarse un coche? Pero el chat también
puede ser una vía para alejarse del ser amado, o al menos de la pareja con la
que se está más o menos comprometido; que de eso se habla bastante, de
mujeres y hombres que se sienten engañados cuando sus parejas mantienen
relaciones continuadas a través de Internet. Una ambivalente, desconcertante
sensación de celos, alimentada por la existencia inquietante de ese “alguien”
sin rostro que espera detrás de la pantalla. Y aunque la pantalla impide todo
contacto físico, la separación es muchas veces temporal, pues más de una vez
aquello que empieza como un simple escarceo de insinuaciones, promesas
vagas y procacidades termina en un encuentro carnal, que no de almas (salvo
excepciones, claro está).
Los casos se repiten, algunos aparecen como historias recurrentes,
leyendas urbanas alimentadas por artículos en la prensa o programas de
televisión. Los relatos de este tipo ocupan parte de los mitos que rodean a la
Red, y ejercen verdadera fascinación sobre algunos de los recién llegados.
Atraídos por cierta sensación de vértigo entremezclada con la diversión de la
osadía no tardan en establecer relaciones eróticas en la red desafiando el
compromiso de fidelidad que (en principio) implica toda relación de pareja, sea
noviazgo o convivencia marital, buscando aquello que por un motivo u otro
sienten que les falta.

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Diego Levis

Pedro y Maite no se conocían antes de entrar en la Casa de Oficios y


nadie, al conocerlos, podía llegar a pensar que tuvieran una relación tan
cercana como la que establecieron. Pedro tendría cerca de veinticinco años y
era músico. De carácter desenvuelto, delgado, de pelo largo y gafas, reunía
muchas de las características que dibujan al estereotipo de “progre” o
alternativo. Ella era más joven, de cuerpo poco grácil , de aparentes pocas
luces y escaso encanto. Una chica de tonos grisáceos. Cuando empezaron el
curso, el chat era para ellos un desconocido que les despertaba intriga.
Curiosamente, Pedro no se cansaba de repetir que él no chateaba,
aunque por lo que me contó se conectaba prácticamente todos los días.
- Yo entro en lugar ella, ehh!!! De hecho, no me he conectado nunca solo.
Si Maite no viene a clase yo no me conecto. No me verás nunca haciendo
chat. Ella se conecta y como yo escribo mejor, le ayudo un poco a
desenvolverse en la conversación ... – Maite, al escucharlo, se reía.
- A mí, en cambio, me encanta el chat – puntualizó ella.
- Yo llevo la conversación al punto al que ella quiere llegar. Me presento
con otra edad, cambio la personalidad, digo que soy mujer. Escribo como
si fuera mujer. Escribo en lugar de ella. En el chat tengo distintas
personalidades, pero todas hacen referencia a una personalidad en
concreto.- Sobre esto, seguramente tendrán bastante que decir los
seguidores de Freud y otros estudiosos de la personalidad humana y sus
intricados caminos.
- ¿ Quién construye esa personalidad?
- ¡¡ Ella, ella ¡! – contestó Pedro en medio de las risas de Maite – Yo la fui
elaborando, desarrollándola, haciéndola más intensa. Los nombres que
usamos son Teresita u Osita. Teresita es una chica cariñosa, muy dulce –
esto último lo dijeron los dos al mismo tiempo – que está buscando una
especie de príncipe azul – concluyó él.
- ¿Tú no eres así?
- ¿Yo? – ella pareció extrañarse de mi pregunta.

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Amores en red

- ¿No eres dulce?


- Bueno sí, pero...
- ¿Buscas un príncipe azul?
- No, ya tengo uno – De ahí no conseguí que pasara. Cuando le pregunté el
porque de su personaje, Pedro salió en su auxilio dándome más detalles
acerca de su participación.
- Escribo en su nombre, pero cuando la cosa llega a buen puerto yo ya no
escribo más. Sólo hago los primeros contactos.
- ¿Qué quiere decir que la conversación llega a buen puerto?
- Que hemos hecho amistad. Al principio, ante este personaje dulce y
romántico los chicos responden como si fueran el chico ideal: dulce,
romántico, cariñoso; pero a medida que la conversación va
transcurriendo, que pasan los días, empiezan a soltar amarras – mientras
Pedro me contaba esto, Maite no podía dejar de reírse con una risa
nerviosa y contenida- y entonces las palabras tiernas y románticas dejan
paso a las obscenidades.
- ¿Qué haces cuando llegan a ese punto?
- Lo dejamos – contestaron a dúo.
- ¿Ah sí?
- A veces sí – Intercambiamos miradas y nos reímos los tres.
- ¿Qué es lo que hace que a veces sigas? ¿Qué es lo que te atrae de ellos?
- La manera que tienen de escribir. Cuanto más osado es, menos sigo.
- ¿Alguna vez has quedado personalmente con alguno de ellos?.
- Sí.
- En ese momento deja de ser un juego virtual. – comenté como para mí -
¿Qué sucede con los que quedas?
- Nada. Vamos a tomar algo y ya está. Seguimos siendo amigos.
- ¿Les cuentas que tienes novio?

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Diego Levis

- Hombre, sí que lo digo. En realidad, por ahora, sólo conocí a dos. Ellos
trataron de ser más que amigos, así que lo dejamos – En este punto Pedro
volvió a entrar en la conversación.
- En el chat intentas suplir en otra persona las carencias que encuentras en
tu pareja. En el amante virtual buscas a alguien que te ofrezca cosas que
no puede hacer un amante físico. Quizás me equivoco. Para mí escribir
para ella es como hacer literatura. Es como si mis sentimientos se
convirtieran en los de una mujer que quiere ser bella. En general no
miento, pero si en el chat la ocasión requiere mentir o contar una historia
fantástica, ahí estoy, dispuesto a escribir lo que sea. Me considero a mí
mismo como un animador social, un animador virtual. A veces pienso que
debería haber cursos para formar gente que anime foros y chats.
- ¿Ella te cuenta sus sentimientos o tú improvisas?
- A veces me los cuenta, a veces improviso. Eso sí, antes de enviar algo le
pregunto si está de acuerdo con lo que he escrito, si se ajusta a sus
pensamientos. Si se ajusta, p’adelante; si no le gusta, no lo envío. Ella es
la que compone las historias y yo soy el que las redacto. Tengo que decir
que nunca me he conectado solo a un chat, nunca, nunca. A principio de
curso entramos en el juego este y aquí estamos.
- ¿Nunca nadie se dio cuenta que eras un hombre?
- ¡Qué va! – intervino aquí Maite
- Nunca – afirmó con serenidad él. ¿Qué diría sobre esto Paco, que se
mostraba tan seguro de poder detectar siempre si su interlocutor era
hombre o mujer, cualquiera sea la máscara que utilice?
- ¿Cuándo quedas personalmente con alguien a través del chat, qué esperas
encontrar?
- Una amistad, nada más. Apenas los veo les digo que tengo novio. Uso la
idea romántica porque así encuentro más amistades. Mi novio no sabe
nada de esto del chat.

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Amores en red

Poco después de esta charla, Maite le contó al novio el tipo de


relaciones que mantenía a través del chat. Él no reaccionó bien. Enfadado la
puso ante una disyuntiva: “El chat o yo”, le planteó. Ella prometió que dejaría
de chatear. Durante un par o tres de semanas cumplió con su palabra. Su
noviazgo se afianzó y él le propuso casamiento. Ella aceptó, aunque en esos
mismos días, olvidando su promesa, había recomenzado sus incursiones en los
chats.
Una mañana llevada por el aburrimiento y la curiosidad y con ganas de
romper con la monotonía cotidiana, se citó con uno de sus “amigos virtuales”.
Por lo visto, todo resultó diferente a sus anteriores encuentros y, ya en esa
primera mañana, terminaron compartiendo intensos juegos carnales que ello
no se equivocó en confundir con el amor. Esa noche y las siguientes su nuevo
compañero de cama la invitó a cenar a restaurantes caros y le hizo regalos
que ella, con gusto, aceptó sin por ello sentir que estaba ante su buscado
príncipe azul. A partir de entonces fue acumulando amantes y regalos,
mientras continuaba con los preparativos de su boda, que su novio, ignorante
todavía de los enredos de su amada, deseaba inmediata. Pero la situación no
se aguantaba y así es como no tardo él en enterarse de las infidelidades de su
prometida, a la que despidió con un contundente e injurioso “Yo no me caso
con la puta de Internet”.
De esta historia que conocí de cerca no debemos sacar más
conclusiones que las que hacen referencia a los casos particulares de Maite, de
su novio, a quien sin duda ella no amaba, y de Pedro, el vértice quizás más
perverso de esta curiosa figura de lados múltiples y abiertos. Ellos no son
símbolos sino personas. E Internet fue el catalizador gracias al cual pudieron
expresar, liberar rasgos de su personalidad que quizás desconocían. Para Maite
el chat pudo significar la oportunidad de estar con hombres que de algún modo
le sirvieron para satisfacer fantasías y deseos que sin duda la perseguían. Para
Pedro fue la oportunidad de asumir, sin culpa ni temores, un rol femenino, sin
por ello sentir que ponía en cuestión su virilidad. Para él una comparsa de

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Diego Levis

máscaras hechas de palabras, para ella un camino para descubrir otros


cuerpos, otras sexualidades, y quizás también la suya.
Acerca de la importancia de la escritura
Maite, sin Pedro, se sentía muy insegura para participar activamente
en un chat debido a sus dificultades para expresarse por escrito. Fue él, su
facilidad de redacción y su disponibilidad a iniciar y proseguir el juego, quien la
animó a crear y a asumir su personaje, permitiéndole de este modo, sea cual
fuere la consideración moral que su experiencia merezca, iniciar una vida
diferente.
La función del lenguaje escrito en la Red ha sido y es motivo de
debate. Para algunos representa una oportunidad para la revalorización de la
palabra en plena civilización de la imagen, para otros, por el contrario, el uso
de Internet empobrece el lenguaje verbal y amenaza el acceso al conocimiento,
y hay también quienes hablan de una reformulación de la escritura a partir de
la fragmentación que imponen la economía de signos, el hipertexto y la
interactividad. Discusión abierta que dejo en manos de lingüistas y otros
expertos de la lengua, sin por ello dejar de pensar que para quien bien domine
la técnica de la escritura comunicarse eficazmente a través de este medio le
resulta más sencillo que a quienes tienen dificultades en esta suerte, pues para
moverse con soltura en el ciberespacio es menester dominar el arte de la lecto-
escritura. Conveniente es manejarse con pericia no sólo en el propio idioma
sino también en el omnipresente inglés, casi imprescindible en la Web.
Tras los primeros pasos en Internet, navegando a la deriva por la
Web, tanteando diferentes chats y empezando a usar el email sin saber todavía
muy bien como funciona, cada nuevo internauta empieza a hacerse una
composición de lugar. Se da cuenta lo difícil que resulta tantas veces encontrar
lo que está buscando, descubre los chats que valen la pena y los que le
resultan una perdida de tiempo, y asume el tiempo que necesita para leer y
contestar los numerosos emails que recibe cada día. Si le pone ganas (mucho
mejor, si tiene un amigo que le ayude), no tardará en dominar las claves

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Amores en red

básicas para desenvolverse en la Red. Se apuntará en varias listas de correo


que le proporcionarán cada día información que le interesa, hasta desbordarlo.
Participará en foros de debate sobre los más variados temas y escribirá seguido
a amigos, parientes y conocidos, que en muchas ocasiones sólo conocerá a
través de la red. En el trabajo, si su profesión se lo permite, tenderá a usar
cada vez más el email. Recibirá decenas de mensajes en cadena, publicidades
no solicitadas (práctica conocida como spam) y presumibles virus escondidos
detrás de atractivos anuncios y promesas que lo mantendrán siempre alerta.
Archivará, muchas veces sin razón alguna que lo justifique, los mensajes leídos
y enviados que alcanzarán a ser miles. En su buzón electrónico se acumularán
cartas electrónicas sin contestar y otras sin leer que de tanto en tanto revisará
intentando ponerse al día. Con algo de inquietud, alguna vez abrirá mensajes
de remitentes desconocidos que, por misteriosa razón, muchas veces además
llegan vacíos. En ciertas ocasiones, un poco enojado, los contestará.
Así, al menos, actué yo una vez.
Hace unos cuantos meses recibí un email vacío firmado con un extraño
nombre de evocación escandinava. Molesto, lo reenvié al remitente quien
sorpresivamente me contestó preguntándome quien era.
“Lo mismo me pregunto yo acerca tuyo. No recuerdo haberte escrito.
Sin dudase trata de una travesura de la red que de este modo nos ha puesto
ocasionalmente en contacto!” le contesté. A veces resulta interesante tratar de
desvelar quien hay detrás de la pantalla, quienes somos nosotros delante de la
pantalla.
“Bueno, entonces me quedo mas tranquila, pensé que era algún fallo
de mi memoria. Espero que sigas bien, un beso. Yo, tu amiga de toda la vida”.
Su forma de despedirse alimentó mi curiosidad. Volví a escribirle.
“En el camino te cruzas con muchas personas y rara vez detienes la
mirada en alguien. Hay quienes creen en la reencarnación y hay quienes
descreemos, pero como toda creencia, mi descreimiento es refutable. Mi

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Diego Levis

memoria tampoco te recordaba. ¿En qué lugar, en qué ciudad lees este
mensaje? Un beso.”
“Me sorprendió que contestaras, en realidad me sorprende que esté
escribiéndote cuando no sé quien sos, cuando en realidad cuando abrí ese
mail vacío, puteé y me pregunté porqué carajo tengo que recibir mails de
gente que ni conozco, forwards que me importan poco o nada, y ese tipo de
cosas. Pero me intrigó y acá estoy. Leo esto en Buenos Aires, ¿Y vos?? Un
beso”.
“En Buenos Aires también. Intrigado, como vos, por estar
escribiéndote. Los caminos pasan más cerca de lo que a veces uno imagina.
Los pasillos del ciberespacio son amplios e intrincados, uno aparece y
desaparece sin dejar indicios. Ojalá siga sintiendo tu presencia invisible, casi
onírica”.
Era la primera vez que, salvo por cuestiones profesionales, me escribía
con alguien a quien no conocía. Nunca le oculté mi nombre ni tampoco a que
me dedicaba. Ella estudiaba derecho. Seguramente era muy joven. Nunca
alcancé a saber si el extraño nombre que usaba era realmente el suyo. Nos
escribimos una o dos veces más, cuando le dije mi edad no me volvió a
escribir. Me faltó una máscara adecuada . ¿Tenía algún sentido ponerme una?
Sobre el poder de seducción de la palabra escrita pueden testimoniar
generaciones enteras de mujeres y hombres enamorados, ricos y pobres,
cultos o iletrados. Al calor de poemas y cartas de amor han crecido pasiones
memorables y amores anónimos. Verbos floridos palpitando en el pecho de los
amantes, siempre aguardando una nueva carta, un nuevo verso. La ansiedad
de la espera, el palpitar del corazón agitado al abrir el sobre, el rugor del papel
perfumado, la emoción y la intensidad de cada palabra reflejada en el trazo,
de todo esto y de algunas otras cosas estaban hechos los languidecientes
romances epistolares de antes de Internet. El email y el chat refuerzan este
tipo de relaciones a distancia dándoles una agilidad que hace posible
mantenerlas vivas y florecientes de una manera natural.

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Amores en red

El correo electrónico disminuyó el tiempo de recepción de las cartas a su


mínima expresión, pero difícilmente revisar el buzón electrónico consiga
provocar una sensación equiparable a la que produce rasgar un sobre de papel
al abrir la carta de un ser amado. La pantalla es insípida y fría. Los textos
escritos con la computadora carecen de la emoción del trazo, lo cual impide
que se reproduzca la intensa, ambivalente sensación de proximidad y
extrañamiento que puede provocar una carta manuscrita. Para paliar esta
limitación del correo electrónico y del chat muchos internautas usan
emoticones, esos sencillos monigotes nacidos de la combinación de signos de
puntuación creados para expresar estados de ánimo en los mensajes de texto
en Internet 5.
Resulta curioso pensar acerca de los sentimientos que puede despertar
la lectura de cartas de amor escritas por escribidores, honorables profesionales
que, al igual que Pedro con Maite, se ocupan de escribir para otros cartas
manuscritas y mensajes de todo tipo y estilo. Su letra y sus palabras ocupando
la voz, la emoción, de quienes necesitan de sus servicios. Cartas en un estilo
elocuente, escritas con buena letra y sin faltas de ortografía, como mandan los
buenos manuales sobre la cuestión, que facilitan un repertorio de ideas para
quienes saben escribir pero no dominan las reglas de la sintaxis (o,
simplemente, no tienen imaginación). Textos formulados siguiendo modelos
preestablecidos, pretendiendo expresar aquello único, irrepetible que cada
amante tiene para su ser amado.
Si un hombre desea declarar su amor a una mujer que puede
corresponder a su cariño el escribidor, siguiendo los consejos de un manual,
sabe que tiene que escribir algo parecido a esto:
“Mi adorada (aquí el nombre).
¡Cómo se ha deslizado nuestra amistad!...¡Qué lentamente hemos
avanzado en el camino de nuestro cariño!.. Pero ya no puedo silenciar por más
tiempo el afecto que me inspiras, ya no puedo callar más mis sentimientos,

5 Ver Anexo con lista de emoticones al final de este libro.

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Diego Levis

estoy enamorado de ti, tú lo sabes y he de decírtelo. Por la noche al quedarme


solo, veo en todas partes la sugestiva mirada de tus ojos, la esbeltez de tu
figura, el atractivo de tus labios cuando hablan y sonríen y me imagino lo bellos
y hermosos que serán el día que esos labios me digan que me quieren y son
felices junto a mí. ¿Me querrás, nena mía? ¿Seremos dichosos? (...) Si a mi
amor estás predispuesta, soy yo el encargado de que seamos dichosos, porque
la intensidad de mi pasión vencerá tus naturales resquemores de muchacha
joven y tímida. (...)” (Olariaga 1959)
¿Empalagoso? Siempre existe el riesgo que el modelo utilizado por los
escribidores, que acostumbran a ser personas con muchas decenas de años en
sus manos, resulte un poco anacrónico. Por razones ajenas a él, la forma de
relacionarse entre hombres y mujeres, al menos en su apariencia exterior, ha
ido cambiando y no siempre los manuales se renuevan.
Pero ¿existen modelos para el amor, universalmente válidos? Algunos
arquetipos, más allá de la forma, del lenguaje en que se expresan, permanecen
inamovibles a través de los años. ¿Somos tan previsibles?
Estamos condicionados por la cultura a la que pertenecemos, a los
duendes saltarines y a los fantasmas que heredamos. Y a veces nos juegan
malas pasadas que hacen que resultemos un poco repetitivos. Pero cuando
amamos de verdad, cuando nuestra piel se funde en la piel de un ser amado
haciendo de dos uno y de uno dos, sentimos algo irrepetible y único.
Iniciar una relación intensa a través del email no ayuda al amor. Sólo
alimenta el deseo.
Alicia y Horacio se escribieron mucho. Abrían el correo electrónico
varias veces al día esperando un nuevo mensaje del otro. No les bastaba con
recibir un mensaje por día. Necesitaban más. Pero ni mil millones de emails
hubieran sido suficientes para colmarlos. Necesitaban sus cuerpos. E Internet ni
siquiera les podía dar los trazos de un gesto que ofrece una carta manuscrita.
Al principio Alicia tuvo algunos problemas con el uso de su programa
de correo electrónico.

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Amores en red

“Alicia amor: tus dos últimos mensajes llegaron sin nada escrito. En el
primero mandaste de vuelta mi carta de ayer y este último está
completamente vacío. Lo único que tienes que hacer es pulsar donde pone
“nuevo mensaje” y después escribir en donde pone "para" o "to" la dirección a
la que mandas el mensaje, escribes el texto de tu mensaje y cuando termines
aprietas "enviar" o "send". Recién entonces te conectas a Internet. Puedes
escribir sin estar conectada, sino te va a resultar muy caro por el coste del
teléfono.
Espero que mis instrucciones sirvan para facilitarte las cosas. Hay más
cosas pero esto es lo básico. Cada programa de email tiene características
diferentes. Si sigues teniendo problemas escríbeme diciéndome que programa
tienes. Un beso grandote”
Alicia, siempre que podía, contestaba los mensajes de Horacio el
mismo día en que los recibía. Así fue durante semanas, durante meses.
“Respuesta con ganas de llegar. Me imagino cuánto te reirás con mis
torpezas informáticas. Todo esto me divierte mucho aunque me deja exhausta.
Aprieto veinte o treinta botones a tontas y a locas y luego bajo desolada hacia
mi cuarto.
La verdad es que hoy no tuve un buen día, aunque no fue malo del
todo. El título de mi mail anterior "Qué difícil es" no se refiere sólo al correo
sino que tiene connotaciones más metafísicas.
Ayer hubo gente cenando en casa. Gente que quiero y valoro, pero se
quedaron hasta muy tarde y yo me sentía algo mal y cansada. Me decías que
comenzaste bien tu trabajo y me encanta. Yo también estoy disfrutando del
mío, aunque reconozco que todavía siento algo de angustia porque como te
dije, me cuesta acomodarme a mi nueva realidad económica y llego a fin de
mes justo, justo con lo justo. Debería conseguir vender un cuadro cada tanto y
tener cinco o seis alumnos más para estar cómoda. Pero es difícil, las cosas acá
están muy paradas. Horacio ojalá que mi cariño (no me atrevo todavía a decir

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Diego Levis

amor) sea como un colchoncito que te da tibieza. Aquí estoy, para cualquier
cosa. Escribime. Me encanta sentarme y encontrar tus mensajes.
Besos, besos, besos... Alicia”.
Al día siguiente utilizó un tono un poco más íntimo.
“Hola: Aquí, hoy hace un día de sol primaveral y Mariana, una amiga ,
me propone ir juntas al Parque japonés para ver florecer las azaleas. Tengo
una debilidad por las flores y ese lugar es casi un paraíso: miles y miles de
azaleas florecidas rojas, blancas, rosadas. Si Dios existe, seguramente está
allí. Bueno dulzura, te abrazo y te beso muchas veces. Escribime, contame si
recibiste mi email de ayer. Tengo dudas con la máquina todo el tiempo, pero la
venceré a fuerza de empecinamiento. Hoy estoy mejor que ayer, que estaba
más o menos marchita. Te quiero. Alicia”
La respuesta de Horacio revelaba su deseo de estar con ella, lo
doloroso que le resultaba la distancia
“¿Cómo está la pintora de mis sueños? Hace un calor sofocante,
desértico, y te extraño. Hace dos días que no pongo nuestro disco. Una
semana desde que llegué de Buenos Aires. Una eternidad. Los días pasan
cansinos y a la vez expectantes, como esperando que surja algo, algo
definitivo. No son buenas las noches de inquietud cuando uno está solo. A lo
lejos surges tú, estás riendo. Te abrazo. Nos besamos suavemente, con
ternura honda. Respiro. Te sonrío. Te quiero. Te doy un beso grandote,
grandote”
Esa noche hablaron por teléfono.
“Buen día hermosa. Tu llamada me alegró los sueños. Oír tu voz cálida
fue como recibir la ternura de caricias antes de dormir. Maravilloso aparato el
teléfono que permite sentir la cercanía en la distancia. Algún día pasearemos
juntos por Palermo. No es casual que seas una pintora de tan sutil sensibilidad.
Ayer no andaba del todo bien. Pero fue transitorio. Que hoy sea para ti un día
pleno. Un beso que apenas roza tus labios. Horacio”

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Amores en red

El correo electrónico no siempre resulta tan fácil de usar como sugiere


la propaganda. Durante esos días algunas de las cartas de Alicia y de Horacio
se perdieron en el ciberespacio y otras se retrasaron y llegaron a destiempo.
Posibilidades que no debe dejar de considerar todo aquel que quiera mantener
un romance por email pues, no pocas veces, circunstancias como estas son
motivo de desagradables malentendidos. No muy diferentes, por cierto, a los
retrasos y perdidas de cartas que pueden darse en las relaciones epistolares
por correo. En esos días Alicia se mostraba intranquila por su relación con el
ordenador.
“Horacio, esta máquina me volverá loca. Ayer hice tanto lío que hoy
recibí de nuevo todos tus mensajes. En mi desesperación por parar esos
mensajes infinitos decidí borrarlos (ya escuchaste algo de mi compulsión por
tirar todo). El problema no es que no sólo destruí mensajes que ya imprimí,
sino que también mandé al vacío un mensaje nuevo tuyo, de hoy, viernes.
Llegué a leer e imprimir el del tantra pero no el otro, donde, creo, me hablabas
de mi llamada de ayer. ¡Por favor, si lo tenés guardado, volvé a mandármelo
lo antes posible porque si no voy a enloquecer de odio a mí misma!”
Aparentemente las cosas se empezaron a solucionar ese mismo día.
“Recibí el totem tántrico que me mandaste. Me encantó. También el
mensaje post llamada mía. Pasó de todo en mi máquina. Se nota que hice un
buen lío, a tal punto que todos tus mensajes fueron vueltos a enviar por mí
misma a mí misma. Pero ya lo lograré. Me divierto mucho, salvo cuando, como
esta mañana, fue imposible responderte. Fue tal mi ataque ante la avalancha
de mensajes que ya había recibido que decidí eliminar los viejos. Entre lo que
mandaste hay una carta dirigida a una mujer que supuestamente te dijo
alguna vez "No nos conocemos nada" . Como yo nunca te dije eso, y por otros
datos que me resultan ajenos enseguida pensé : pero, esto no es para mí,
Horacio dejo escapar una carta que envió por mail a alguna de sus
enamoradas de otro tiempo y - esas son las locuras de estos aparatos
malignos- apareció por aquí, en un sitio equivocado. Sigo después. Un beso."

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Diego Levis

Malentendidos
Los saltos involuntarios del “mouse”, aunque fáciles de controlar, son
un peligro siempre presente en los tecno-romances. Después de este incidente
nimio, sin aparentes consecuencias, la relación pareció estabilizarse en una
amistad marcada por el cariño pero en la que tenía poco lugar el amor. Se
contaban lo que habían hecho en el día, como habían estado, pero rara vez
hablaban de ellos, de lo que sentían el uno por el otro.
El email es un buen espacio para los malentendidos. La precipitación
de las respuestas, la falta de sedimentación de las palabras y de los
sentimientos que ellas producen y expresan, hace que muchas veces se escriba
aquello, que sin una sonrisa y una mirada que lo acompañe, es mejor callar.
Para evitar malos tragos en los emails es aconsejable no dar por supuesto
nada, no omitir ningún detalle, aclarar todos los matices y olvidarse de la ironía,
sobre todo si uno no maneja con destreza las sutilezas del lenguaje.
La precipitación en el correo electrónico, tan cercana a la incontinencia
verbal, es poco recomendable. Dani, mi compañero de penas y alegrías en la
Casa de Oficios, dice que nunca hay que enviar un email sin dejarlo reposar
antes. Hay que darle un tiempo, releerlo y recién entonces mandarlo. Sobre
todo si su contenido es importante.
Un buen amigo mío hubiera hecho bien en seguir el consejo pues por
atolondrado se quedo sin novia. Que lo que voy a contar fue tan triste y
doloroso para ellos como divertido puede llegar a resultar para nosotros.
Llevaban mi amigo y su novia unos cuantos días de desencuentros y desamor
cuando a él se le ocurrió escribirle ofreciéndole matrimonio. Delicada situación
que requiere extraordinario cuidado, como advierten con justa razón los
manuales sobre la cuestión, “ya que (la carta) podría ser mal interpretada y,
ante la volubilidad del hombre, puede ser mirada con mucho recelo. El
momento de enviar esta carta ha de ser elegido con mucho cuidado,
procurando que llegue en una ocasión en que la mujer esté predispuesta a ello”
(Olariaga, 1959)

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Amores en red

Martín, que ese nombre tendrá aquí mi amigo, nada de esto tuvo en
cuenta cuando le envió a su novia un email anunciándole que se iba a casar en
los meses siguientes. Nada decía en su mensaje acerca de quien era la elegida.
Ella reaccionó con aparente calma al principio. Él continuó con su
desafortunado juego de equívocos hasta que ella, furiosa, le escribió sin dejar
lugar a error que ese era el final de la relación.
“Muchas veces me dijiste que lo que te importaba ante cualquier cosa
era que yo estuviera bien y fuese feliz. Mentira grande. Lo cierto es que no
quiero saber nunca más de ti. Siguiendo un consejo tuyo: debo preservarme y
tú no eres una buena influencia para mi. Esto lo corrobora. Sólo consigues
dañarme. Me parece increíble lo estúpida que he sido todo este tiempo
confiando en ti. Si crees que esta mensaje que escribo es por despecho estás
equivocado. Te escribo este último mensaje para que te des cuenta de tu
inmadurez. Debería haberlo dejado pasar, pero no creo que te merezcas de
momento mi silencio, porque tengo que decirte derechamente las cosas para
que abras los ojos. Te pido que no me llames ni me escribas más, ni a mi
cuenta electrónica ni a mi dirección postal. Olvídate de mi. Adiós ”. De nada le
valieron a Martín las disculpas ni los ruegos. Habían transcurrido apenas dos
días desde aquel lamentado email que quiso ser un sutil pedido de mano y
termino significando el fin de su romance. No volvieron a verse.
No es este un caso excepcional. La casi inmediatez del correo
electrónico acelera el proceso de comunicación epistolar generando algunas
veces la ilusión de estar manteniendo una suerte de conversación escrita. Esto
favorece el envío de notas espontáneas, poco elaboradas, aderezadas de
inevitables traiciones del inconsciente. Sin embargo, la lectura de los emails se
produce en un momento indeterminado, siempre posterior a su envío y propicio
para la atención. El email se puede leer y releer tantas veces como se quiera,
se puede guardar, analizar, mostrar. Está revestido de una leve pátina de
memoria heredada de la correspondencia postal.

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Diego Levis

El chat, en cambio, es ágil e informal, fugaz, volátil como el teléfono.


Los recién llegados a la red, y aquellos que empiezan a moverse en los terrenos
del corazón en el ciberespacio, deben tener presentes estas características si no
quieren encontrarse metidos en enredos no buscados ni deseados. Fácil es
olvidar frente al engañoso espejo de nuestra pantalla que del otro lado, en
algún lugar del mundo, hay alguien sentado ante su computadora leyendo
nuestros mensajes, una persona que ríe, llora, goza y sufre como nosotros, con
nosotros. Incluso el ciborg más autosuficiente sentirá un día con nostalgia la
necesidad de la presencia física del otro, aquel que, como él, sin apercibirse, ha
podido dejar parte de su naturaleza humana en la maraña de la comunicación
electrónica.
Para el encuentro del amor es condición primaria romper la soledad
que imponen pantallas y espejos para así encontrar, fuera de la imagen
formada por los propios temores y deseos, el ser de la persona amada aún
cuando la distancia y el tiempo momentáneamente los separe.
Tener siempre en cuenta el corazón y el alma de nuestro amor.

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Amores en red

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Diego Levis

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¿A la espera de un amor?

Como saber adonde está el amor sin saber amar ¿O acaso lo sabemos?
Sentir una ráfaga de luz que atraviesa nuestra piel y nos recorre por adentro.
Un cortocircuito inesperado que dulcifica las miradas y las sonrisas, que
acaricia el alma e ilumina el ser embelleciéndonos. Descubrir en nuestro amor
el amor del ser amado que en un encuentro mágico nos completa en su recibir
y en su dar.
“Somos dos que son uno, uno doble, uno amado, uno único e
irrepetible. Es por ti, es por mí, un amor amado, un amor vivido” le escribí hace
unos años a la mujer de mi vida en la dedicatoria de un libro que le regalé.
A menudo, muy a menudo, la mayor parte de nuestras vidas gira
alrededor de la búsqueda del amor, sin saber que así es, sin reconocer ante
nosotros mismos que así es. Nos desviamos del rumbo y dedicamos nuestro
mayor esfuerzo a ganar dinero, a coleccionar amantes, a consumir
compulsivamente, a buscar poder o reconocimiento y cuando lo conseguimos
creemos sentirnos satisfechos. Sin embargo, al mirarnos en el espejo nos
encontramos frente a un rostro de rasgos indefinidos, un casi desconocido que,
alertados, intentamos ocultar rápidamente con una buena capa de maquillaje
capaz de devolvernos la imagen de nosotros mismos que preferimos ver y
mostrar.
Otras veces, en cambio, sin comprender la razón, lloramos en un
rincón nuestro descontento y nuestra angustia. Lo que nos rodea nos resulta
lejano, hueco, las voces suenan como chasquidos, las miradas se desvanecen
antes de acariciarnos con su calor, los cuerpos parecen estatuas con
movimiento, las sonrisas muecas aprendidas, nuestra vida una farsa. Aislados
de nosotros mismos, desconociendo los motivos de nuestro desasosiego
desesperamos a la espera de un milagro, mientras nos lanzamos

58
Amores en red

desaforadamente por más: más dinero, más éxito, más velocidad, más sexo al
que casi sistemáticamente confundimos con el amor, sin saber que el sexo por
sí mismo difícilmente conseguirá establecer el imprescindible vínculo que nos
una a nuestro yo y por este camino al mundo, pues cada ser humano contiene
en él la síntesis del universo exterior a su yo.
Escindidos por un malestar persistente que no se explican, deambulan
algunos de los carenciados de amor, persiguiendo compasión en alcoholes y
otras drogas, en rezos de profetas de todas las salvaciones y en violencias
redentoras de sus propias miserias.
Diferente es el caso de quienes la ausencia de amor atormenta sueños
y vigilias. El amor entonces recupera su presencia, hasta llegar a ser una
obsesionante búsqueda para aquellos que desconocen que el encuentro del
amor no es cuestión de mera voluntad.
La primera mirada cómplice, una sonrisa cálida, el roce de una piel se
confunden con el inicio del amor. Las barreras de los cuerpos y las almas de
los necesitados de amor se derrumban deseándose enamorados, entregados al
ensueño de la alegría en cada abrazo, en cada beso que anuncia la proximidad
del amor (o del desengaño). Saben que en el amante fugaz, de la complicidad
de dos cuerpos fusionados, del conocimiento de la intimidad del otro, de sus
sabores y de su aroma, del calor de su piel puede germinar el amor. Pero la
atracción sexual nos engaña. El deseo no es amor, aunque el amor implique
deseo. El amor es una comunión de cuerpos y almas que trasciende al deseo.
“El amor es como la música. Y el sexo como el baile. ¿Entiendes? El
sexo, es el baile del amor. Todo tiene que ver con el ritmo. Todo empieza con
un latido, y ese es el ritmo. El ritmo es el motor que lo impulsa todo. El ritmo
de nuestros cuerpos moviéndose juntos, bailando, o haciendo el amor. Tú, y
yo. La sangre bombeando, tic tac, tic tac, como un reloj, como un
temporizador. Y cuando ese latido es uno: ¡PAM! Una gran explosión. La
armonía, la perfección por un instante”, le hace decir mi hijo Alejo al personaje

59
Diego Levis

de un guión que escribió para una película que aún no se filmó (Alejo Levis,
2001)
En Internet muchas personas juegan con su pulsión sexual sin
sospechar que quizás lo que buscan es encontrar un amor, hay también quien
sueña abiertamente con encontrar en la Red al amor de su vida y otros salen al
encuentro de un amor que identifican sólo con el sexo.
¿Hacia un mundo sin amor?
Montse, a quien conocimos antes, vivía con plenitud su concepción del
amor que tan bien refleja los rasgos narcisistas que identifican a nuestra
sociedad 6.
A diferencia de tantos otros, que sienten y actúan desde su
desconsideración hacia el otro concebido como objeto (y un profundo
desprecio hacia ellos mismos, pues que es, sino, el narcisismo que una
negación del yo) no le producía ningún conflicto verbalizar, asumir su
narcisismo. El amor, para ella, es un sentimiento hacia uno mismo, un
sentimiento que no se comparte.
En Internet, Montse encontró un medio eficaz para buscar amantes
ocasionales con quienes alimentar su voracidad de cuerpos con los que, en su
ilusión de amor autista, intentaba saciar, desde su profunda incapacidad de
amar, su desesperada necesidad de amor. “Busco tío de Barcelona para sexo
real” solicitaba sin rodeos cuando entraba en un chat. De una inteligencia
punzante, Montse era crispación en estado puro. La facilidad con la que
reaccionaba mal ante cualquier comentario que ella sintiera que ponía en
cuestión algo que había hecho o dicho, hizo que durante algún tiempo sus
profesores en la Casa de Oficios consideraran seriamente la posibilidad de
recomendar su exclusión del curso. A medida que el año fue avanzando, la
situación se fue distendiendo. Terminó siendo una de las alumnas que mejor
provecho sacó de la experiencia.

6 Gilles Lipovetsky desarrolla esta cuestión en La Era del Vacío (1ºedic,en francés
1989). Ver también La Pantalla Ubicua, D.Levis (1999)

60
Amores en red

“Yo antes de entrar en la Casa de Oficios no había hecho chat nunca,


ni siquiera había oído hablar. Al primer chat que entré fue al de Olé 7. Ahí sólo
estuve un par de días. El nivel era muy malo. La gente era muy bocazas, las
charlas estaban llenas de malas palabras, muy sucias. No sé , a mí me gusta
hablar de sexo pero pienso que hay maneras y maneras de hablar. Decir “ ven
zorra, huélemela” no creo que sea la mejor manera de iniciar ningún tipo de
amistad o relación, ni siquiera por chat. Después empecé a entrar en Ozú. Y
ahí fue un poco mejor. La gente se comportaba un poco mejor.
En el curso nos pidieron hacer un trabajo y yo propuse crear un portal
para los adictos al sexo. Para elaborar el proyecto tuve que informarme, mirar
lo que había en Internet sobre el tema. Visité portales y páginas de sexo y
encontré una de porno a saco. Tiene fotos, videos, clubs, lista de correo y
chats eróticos gratuitos en los que empecé a participar. Durante el primer mes
contacté a ocho o nueve chicos y quedé con todos ellos para conocerlos
personalmente.
Yo voy a lo que voy, busco una relación sexual seria y esporádica. No
estoy para perder el tiempo con nadie. No me interesan las relaciones virtuales,
busco relaciones reales, Internet es mi modo de encontrar gente. En vez de ir
a una discoteca y ponerme en la barra, yo uso Internet. Hago chat con gente
de Estados Unidos, de Argentina, de Madrid, de Lisboa. Mucha de la gente que
conozco en el chat viaja. Me relaciono con gente mayor no con niños, gente
de 35 a 40 años.”
Montse es bajita, de cuerpo pequeño aunque no muy delgada. De
facciones duras y con poco encanto. Cuando la entrevisté tenía el pelo corto
teñido de pelirrojo y llevaba ropa ajustada. Vivía en las afueras de Barcelona y
para llegar a las ocho de la mañana a la Casa de Oficios se levantaba antes de
las seis y media. Por la tarde cursaba el último año de la escuela secundaria,
aunque terminó dejándolo por problemas de salud relacionados con cuestiones
psicológicas que hacían que estuviera medicada, circunstancia que

7 Un portal español de la época

61
Diego Levis

desconocían sus compañeros. A la mañana, siempre antes de entrar en clase


se fumaba un cigarrillo de hachís. Unos cuantos “piercing” atravesaban
diferentes partes de su cuerpo. El más llamativo e inquietante: un pequeño
clavo que le atravesaba la lengua.
“Los ocho que conocí primero eran de Barcelona. Fueron
decepcionantes en el aspecto físico, no me atrajeron para nada. Dos me
cayeron bien, simpáticos, muy agradables. Con los otros seis muy mal.
Forzaron la situación, pidieron cama desde el primer momento, no les
interesaba establecer una mínima relación para conocernos un poco, para
saber si realmente nos interesaba estar juntos o no. Me di cuenta que eran
obsesos por el sexo, no eran gente como yo. A mi me gusta y cuantas más
veces pueda disfrutar de sexo mejor, pero siempre con un control, tomando la
decisión de lo que me interesa o no. Tomándome un tiempo mínimo para
conocer a la persona, porque yo no me voy a la cama con cualquiera al cabo
de media hora de conocerlo sólo porque el otro me lo proponga, tengo que
tener ganas yo, me tiene que interesar en ese momento, y punto. Yo tengo
una regla: en la primera cita con una persona del chat nunca me voy a ir a la
cama con nadie. Después de los ocho primeros seguí conociendo gente en el
chat aunque no quedaba con ellos porque la decepción que me había llevado
era muy grande. Entonces se me ocurrió empezar a pedir que me mandaran
una foto. A partir de ahí empecé a quedar otra vez, pero era con gente que
ya había visto en foto y sabía que me interesaba. Conocí personalmente a
gente de Madrid, de San Sebastián, de Alicante, de Zaragoza que han venido a
Barcelona, algunos especialmente para conocerme. Sólo hago chat erótico de
contacto, de relaciones, buscando relaciones reales. El cibersexo a mí no me
va, no me excita.”
Un día, cerca del final del curso, Montse tuvo en clase un ataque
cerebral de origen desconocido. La llevaron de urgencia a un hospital. Sus
padres aparecieron muchas horas después. Más que preocupados por la salud
de su hija parecían enojados con ella, según me contó días después el profesor

62
Amores en red

que se ocupó de acompañarla al hospital. Apenas si prestaron atención a las


recomendaciones del médico y ninguno de los dos se quedó a acompañarla
durante la noche. Los dos tenían formación universitaria. La madre, psicóloga,
era profesora en la Universidad de Barcelona y el padre, si mal no recuerdo,
era ingeniero. Una oda al desamparo.
“El amor compartido no existe. A la otra persona la veo como objeto.
El amor hacia el otro se está perdiendo, el amor está pasando a ser el amor
hacia uno mismo. El amor es un amor que te creas tú, es una ilusión que dura
mientras estás ahí y ya está. Luego cuando sales a la calle, sales del hotel esa
persona te importa una mierda... una mierda. Si se estrella, pues que pena,
pero... que me quiten lo bailao. Sí, sí , la sociedad es narcisista, egocéntrica a
más no poder. Esto es consecuencia de un miedo que ya es patológico, creo.
Miedo al desastre, a defraudar, miedo a no estar al nivel de todo lo que
acontece. A lo que yo le tengo más miedo de hacerme mayor, no es a la edad,
no es a tener treinta, cuarenta años, mi miedo es a no saber como voy a poder
soportar el peso de la historia sobre mí. ¿Qué pienso, qué papel juego, cuál es
mi función en este mundo que entra en la era de la tecnología?” Palabras de
Montse.
Débora, la periodista que nos habló de su experiencia personal con los
diferentes tipos de chat, tiene una actitud muy diferentes respecto a las
propuestas sexuales que recibe a través de la Red. No sólo no las hace sino
que en el chat se niega a mantener cualquier conversación relacionada con el
tema.
“Cuando en el chat me proponen hablar de sexo siempre contesto que
no. A veces seguimos charlando como si nada y otras veces se pierde el
misterio, la magia. Es como si ya no encontraras cosas para decir. Alguna vez,
incluso, como venganza a mi negativa de tratar el tema me han enviado virus.
Fue un chico que de entrada me mandó un mensaje guarango que no
contesté. Me lo volvió a mandar preguntándome: “¿Qué te pasa? ¿Estás
muda?” Yo le contesté “No me molestes más” Él reaccionó enseguida

63
Diego Levis

“Pendeja, ya vas a ver lo que te va a pasar - me amenazó y yo como una


boluda lo desafié “A ver ¿ qué me podés hacer?” Para que le habré dicho eso.
Ahí mismo me mandó el virus”
Es interesante comentar que Débora nunca se cerró a conocer
personalmente a personas del chat. De hecho ha mantenido varias relaciones
afectivas con chicos a los que conoció a través del ICQ. Sobre ello hablaremos
más adelante.
Gordos, flacos, lindos, feos, jóvenes o viejos
Alicia, en uno de los emails que le envío a Horacio, describía con
sensibilidad precisa el absurdo que representa utilizar la edad como línea
divisoria entre el deseo y la vida. A veces vale la pena utilizar las palabras de
otros para decir aquello que uno quiere decir.
“Chavela Vargas me gustó. Es cierto lo que decías: en una hora y
media se repite un poco, pero es muy expresiva y muy intensa. La gente
deliraba de adoración, creo que a quien aplauden es a esa mujer de ochenta
años, tan VIVA, más que a su canto. Me gustó que una persona de esa edad
tenga inteligencia, sensibilidad y sobre todo ¡sensualidad! . Le diría a Juan Roca
y a todos los que piensan como él, que no todo se fosiliza a los treinta. Creo
que esta sociedad es terriblemente cruel con la gente mayor y que alguien
-sobre todo una mujer- tenga el valor de vivir hasta las últimas consecuencias,
me encanta. Aplaudí eso.”
Internet puede ser vista como un nuevo espacio de conquista en el
que para atraer a alguien y seducirlo no siempre es imprescindible tener cuerpo
de modelo ni de atleta, ni vestir a la moda, ni tener ojos hermosos o una
sonrisa de estrella de cine, tampoco es necesario beber alcohol ni tomar
pastillitas o cualquier otra sustancia para desinhibirse. El anonimato que
proporciona la pantalla desvela todos los pudores. Según la consultora IDC los
internautas utilizan el 40% del tiempo que pasan conectados para comunicarse.
Aproximadamente la mitad de este tiempo se dedica a actividades relacionadas
con la conquista amorosa o el sexo virtual.

64
Amores en red

Vivimos atornillados a nuestra apariencia y además se nos pide que


seamos desenvueltos y solicitos. Internet quiebra con estos valores, al menos
en parte. En una sala de chat de texto o de audio el atractivo físico no es en el
momento del primer contacto la mejor carta de presentación para atraer a
alguien. Cada uno se muestra como es, o como desea ser, sin ningún
condicionante corporal. No importa ser gordo o flaco, joven o viejo, bello o feo,
derribada la barrera de los prejuicios, en una sala de chat somos sólo lo que
dicen las palabras que escribimos. El chat de texto nos invita a hacer de
nosotros personajes de ficción para participar en un simulacro de relación
interpersonal con interlocutores que ineludiblemente se presentan asimismo
como una ficción.
Llevar o no llevar puesta una máscara es totalmente irrelevante pues el
sólo hecho de que exista la posibilidad de que los disfraces pase desapercibidos
hace que se disuelva la distancia entre lo verdadero y lo falso. De hecho, el
anonimato permite que a veces el mejor disfraz sea nuestra verdadera
personalidad. En un chat nunca podemos saber si quien está detrás de la
pantalla es quien dice ser, sólo sabemos lo que nos muestra ser, que no es
necesariamente lo mismo.
Todas las transgresiones son imaginables, todas las suplantaciones son
posibles, todas. Incluso cabe la posibilidad que la sensual jovencita con la que
nos encontramos cada noche en una sala chat erótico o el galante caballero
que ocupa los sueños amorosos de una mujer solitaria sean en realidad un
programa de inteligencia artificial preparado para interactuar con personas,
desarrollado por un laboratorio de ciencia cognitiva para el estudio del
comportamiento humano en la Red o diseñado especialmente por una empresa
de software de entretenimiento con el objeto de animar la participación en
chats. Aunque muchas personas no lo sepan (o no lo asuman), desde los años
ochenta es común encontrar programas de este tipo en chats y en otras
comunidades de conexión basadas en la comunicación textual.

65
Diego Levis

Recuerdo la reacción de estupor e incredulidad de un grupo de


alumnos míos del último año de la carrera de periodismo en una universidad
privada de Buenos Aires cuando comenté en clase la existencia de este tipo de
aplicaciones, especialmente entre quienes eran aficionados al chat. Sin
embargo, un programa avanzado que produce textos para una comunidad
virtual puede parecernos tan real como una persona. La noción central a la
que deben responder los participantes, sean humanos o artificiales, en un
entorno basado en el texto es la credibilidad y esta depende de que se consiga
proporcionar la ilusión de vida, afirma Sherry Turkle (1997), psicóloga
norteamericana especializada en la problemática de las relaciones que las
personas establecemos con las computadoras.
La clave reside en la capacidad de expresar emociones. En cualquier
caso me pregunto si cabe hablar de relaciones con una máquina. ¿Certezas que
se desmoronan?
Hasta que el amor nos una... o no
Los encuentros y desencuentros amorosos surgidos a través de
cualquiera de las herramientas de Internet empiezan a formar parte de las
pequeñas historias ciudadanas que alimentan los mitos urbanos
contemporáneos, lo comentamos antes.

Cada vez es más difícil encontrar a alguien que no conozca a nadie que
esté o haya estado metido en una relación afectiva o sexual nacida o
desarrollada en la Red. Como aquella historia que me contaron de una mujer
joven argentina de origen judío, hija de un empresario textil y una psicoanalista
de prestigio, que entabló una relación a través de Internet con un hombre
israelí del que se enamoró sin haberlo visto nunca, tanto como para decidir
viajar a Israel para casarse con él. Lo malo fue que su prometido había obviado
que formaba parte de un grupo religioso ultraortodoxo. Pequeño detalle. Así
fue como la mujer, a la que llamaremos Ofelia, se encontró recluida en una
casa de la parte vieja de Jerusalem, cumpliendo los estrictos hábitos de vida
que prescribe una tradición que su familia, si alguna vez la siguió, había

66
Amores en red

abandonado generaciones atrás. Suplicó y lloró ante su marido por su suerte


pero él, sin atender a argumento alguno, la regañó con inclemente cólera.
Meses después Ofelia, con el hijo que había tenido de ese hombre cruel en sus
brazos, consiguió escapar de aquella casa, de aquella vida que no sentía suya
y se refugió en la Embajada Argentina. Esta historia podría haber acabado con
la vuelta de ella y su bebé a Buenos Aires, pero sucedió algo difícil, quizás, de
imaginar. De regreso en la casa de su mamá, Ofelia recuperó su afición a
conocer gente a través de Internet y no habían transcurrido ni siquiera seis
meses cuando creyó volver a enamorarse de alguien del chat, esta vez de un
canadiense. Nunca llegaron a conocerse personalmente pues al cabo de unas
pocas semanas se encontró en un bar cerca de su casa con otro de sus
conocidos de la Red que resultó vecino de ella. No tardaron en ir a vivir juntos,
para alegría de todos quienes la quieren.
Muchas de las parejas nacidas en la Red que viven en ciudades o
países distintos lugares distantes arreglan un primer encuentro en territorio
neutral. Esto fue precisamente lo que hizo Betty, una chica de veintisiete años
con quien coincidí hace algún tiempo, cuando aún yo vivía en España, en un
memorable viaje de 42 horas en avión entre Barcelona y Buenos Aires,
incluyendo una escala no programada en Nueva York.
Cuando nos conocimos Betty estaba atravesando un momento difícil.
Viajaba con su mamá y su tía que venían de visitar a su familia en España por
primera vez desde que emigraron a Argentina con sus padres, siendo aún
niñas. Desde los veinte años, Betty convivía con un hombre que por entonces
casi la doblaba en edad. El tipo había sido profesor de ella en la escuela
secundaria, lo cual no contribuyó demasiado a que la relación, ya de por sí
compleja, fuera bien aceptada por su familia y amigos. Durante los últimos
tiempos la convivencia se había ido resquebrajando a causa de la sistemática
resistencia de él a formalizar la relación. Ella deseaba tener casarse y tener
hijos, él ni siquiera lo consideraba .

67
Diego Levis

Por lo que me contó, aunque seguían juntos, estaban en los últimos


estertores de un amor que debió ser muy intenso. Pensarse sin él la inquietaba
y al mismo tiempo le daba espacio para fantasear irse a vivir a España, que
más que un deseo parecía una determinación. “ Antes quiero conseguir la
nacionalidad” me dijo.
Un año y pico después, a los pocos días de mi regreso definitivo a
Buenos Aires, la llamé por teléfono a casa de sus papás. Hacía tiempo que se
había separado, en su momento me lo había contado por email. Desde
entonces vivía con sus padres, lo cual le estaba resultando especialmente difícil.
Cuando hablamos esa vez me comentó que se estaba yendo a México de
vacaciones. A su regreso fuimos a tomar algo juntos. Fue entonces cuando me
contó el verdadero motivo de su viaje. Había ido a México para pasar unos días
con un chico de Almería al que había conocido muy de pasada durante su viaje
a España y con quien se había estado carteando vía email desde entonces.
Al contármelo se le iluminaron los ojos. La alegría la embellecía.
“Cuando recibí su primer email, como al mes y días de volver de
España, me costó ubicarlo. Después me acordé. Estaba en el grupo de amigos
de mi primo, alguna vez salió con nosotros pero la verdad es que no me había
llamado para nada la atención. Por email fue muy diferente, me encantó.
Cuando unos meses después me propuso que nos encontremos en cualquier
parte del mundo, aunque me moría de ganas de estar con él, me dio bastante
miedo. Fui posponiendo el viaje todo lo que pude, incluso alguna vez, con las
reservas hechas y todo, lo anulé a último momento. Esta vuelta también estuve
a punto de no subirme al avión. No sé, me daba miedo porque que no lo
conocía para nada. Cuando llegué fue horrible. Al verlo me pregunté que carajo
estaba haciendo ahí. No sé que paso, pero después de un primer día terrible,
las cosas cambiaron como por arte de magia y la pasamos bárbaro, tanto que
decidimos que me iría a vivir con él a España. Al principio nos quedaremos por
un tiempito en Almería y después vamos a tratar de irnos a Barcelona o a
Madrid. Me voy a finales del mes que viene.”

68
Amores en red

Fue la última vez que la vi. Algunos meses más tarde me escribió
desde España contándome que las cosas le estaban yendo muy bien, que la
relación con su ciber novio no había funcionado pero que tenía un nuevo amor
con quien era muy feliz. Mejor final tuvo la historia de Rolfi, un antiguo
compañero mío del colegio que es funcionario de las Naciones Unidas en Roma.
En uno de sus frecuentes viajes por cuestiones de trabajo estuvo en
México. En las oficinas de la delegación del organismo para el que trabaja
conoció a una de las secretarias, una chica muy atractiva casi veinte años
menor que él. Salieron un par de veces y cuando él tuvo que volver a Italia se
mantuvieron en contacto a través del email y del teléfono. La fuerte atracción
física que Rolfi había sentido por ella se fue transformando con el tiempo en un
amor apasionado. Adriana, que así se llama ella, viajó de vacaciones a Italia, él
volvió a México un par de veces hasta que finalmente comprendieron que no
podían seguir viviendo separados. Hacia abril de 2000, aproximadamente un
año y medio después de conocerse, Adriana viajó a Roma para quedarse.
Desde entonces viven juntos, amándose. A finales de 2003 se casaron y en
enero de 2005 tuvieron su primer hijo.
Diferente es el caso de Vicky, una mujer argentina de treinta y tantos
años, de origen europeo y residente en la próspera zona norte del Gran
Buenos Aires, quien en plena crisis laboral y afectiva entró un día en un canal
de chat de Dinamarca y atraída por la foto de un hombre cuyo aspecto le
recordaba a Mick Jagger comenzó una ciber relación que pronto fue derivando
en romance. “La verdad es que yo estaba muy sola y él también. Era muy
dulce y simpático. Me hacía matar de risa. Pronto el tema se fue poniendo
serio. Él aparecía todos los días en el messenger hasta que al final me la creí.
No parecía un tipo mentiroso y me divertía.” A los cuatro meses de iniciada la
relación, él viajó a Buenos Aires.“El encuentro personal estuvo bien. Me
gustaba fisícamente, y eso es muy importante. Hubo onda. Todo fue muy
rápido Fuimos juntos a Punta del Este y las tres semanas viajé con él a
Dinamarca. Vivía con su madre en plena campiña, a 8 km de un pueblo de

69
Diego Levis

menos de cinco mil habitantes. Yo estaba contenta pero no me pregunté como


iba a ser mi vida ahí.” Esto fue a finales de marzo de 2003. En septiembre de
ese mismo año Vicky se casaba con su ciber novio danés, “un poco por el tema
de mi residencia” me explicó. En ese momento poco le importó la precariedad
laboral y económica de su pareja, quien trabajaba como simple empleado
administrativo. “El amor es así” afirmaba ella. Con la llegada del duro invierno
nórdico, la falta de una actividad en la que ocupar su tiempo, las dificultades de
comunicación, la soledad y la distancia de sus seres queridos “la fantasía de
este cuento de hadas empezó a venirse abajo ” admitía Vicky cuando la
entrevisté en marzo de 2004. Estaba en Buenos Aires de visita. Había venido
con su marido que hacía un mes había regresado a su país . Ella tenía pensado
viajar a Dinamarca a mediados de abril. ”yo por él tengo ganas de volver por el
lugar no” me dijo sin demasiada convicción. El deterioro de la relación fue
rápido y en septiembre, justo al año de su boda, Vicky volvió definitivamente a
la Argentina, sola, dispuesta a reiniciar su vida sin pareja.
El encuentro
La fantasía del encuentro está casi siempre presente en las relaciones
que se mantienen a la distancia a través de Internet. Alicia y Horacio no
dejaron nunca de fantasear con un encuentro. No importaba el lugar, sentían
que necesitaban estar juntos para abrazarse, para amarse. Hacía poco más de
diez días que Horacio se había ido de Buenos Aires cuando Alicia, en uno de
sus emails, nombró por primera vez su deseo de estar con él.
Es raro pensar que hoy ya son más los días de distancia entre nosotros
que los días compartidos, pero igual te recuerdo. Si ninguno de los dos se pone
de novio con otra persona, cosa que bien podría ocurrir, sería bueno irnos dos
o tres días a Colonia o a algún otro lugar que podemos descubrir juntos. ¿Qué
tal? Te beso y te quiero. Aunque casi no te conozca y aunque ya seas más un
sueño que una realidad, te quiero mucho. Besos, Alicia
A Horacio la idea pareció agradarle, más como fantasía que como
posibilidad.

70
Amores en red

Estar juntos. Jugar a estarlo a través de esta máquina. Una manera de


aproximarnos. De acariciarnos con palabras. Buscar el modo de expresar lo que
siento. Es difícil. Quisiera abrazarte. Quedarnos abrazados sin decir nada. Sólo
sintiéndonos. Pasear con vos. Estar con vos. Esos tres días en los que
piensas....en los que pienso. ¿Cómo transmitirte mi presencia? Acá estoy
pensando en ti, queriéndote. Te doy un beso grande. Que tengas buenos
sueños. Hasta mañana.
La relación entre Horacio y Alicia siguió creciendo, afianzándose bajo la
sombra de este invocado, fantaseado encuentro en el cual íntimamente no
creía ninguno de los dos.
Horacio hermoso, acabo de escuchar la música que me enviaste.
Divina. ¡Gracias!.
Estas relaciones por email a la distancia son engañosas porque son
casi perfectas. No hay conflicto, sólo hablamos cuando lo deseamos y si bien
tienen algo de aséptico y distante, al mismo tiempo mitigan la lejanía de los
cuerpos y nos dan un calorcito. Creo que son muy para mí estilo. Podría
convertirme en adicta a relaciones por e-mail. Relaciones para fóbicos.
No sabés las ganas y la impotencia que me da lo del viaje a Lisboa o a
España con vos. Ojalá me curara de mis fobias. Quiero hacerlo. La vida es tan
corta... ya es hora de hacer lo que no pude hasta ahora. Pero no es tan fácil. O
sí. No sé. De cualquier manera ya veremos. Algo inventaremos para vernos,
eso te lo aseguro.
Un beso enorme.
Te cuento , me llamó X. Todavía no lo llamé, pero después de su
llamado me pregunté a mí misma ¿con quién me gustaría estar acá, ahora? Y
la respuesta, increíble, absurda e inesperada era que tengo ganas de estar
con vos, por eso le tengo miedo a los enamoramientos, tanto a los propios
como a los ajenos. Tienen casi todo de fantasía y poco de realidad y un día
hacen ¡ puf! y se esfuman y no queda nada. No se qué va a pasar con X ni

71
Diego Levis

con vos , pero me gustó y me gusta tu ternura y la forma respetuosa y a la vez


persistente con que te acercaste a mi vida. Un beso. Alicia”
Esperando un amor y cuando aparentemente llega, juntar una canasta
de miedos y no saber muy bien que hacer. La imprevista ayuda de la distancia
para alimentar una ilusión de amor que no requiere el compromiso que
necesitan e imponen los cuerpos. Un amor hecho de fantasías y de ausencia,
de promesas de encuentros siempre postergados, de sonrisas y miradas
imaginadas, de abrazos y besos idealizados.

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Amores en red

73
Diego Levis

6
Sexnautas y otros navegantes

El sexo es, sin duda, uno de los grandes motores impulsores de


Internet y también está en el origen de gran parte de las controversias que se
originan a su alrededor. Los sitios webs de contenidos pornográficos, los
espacios de contacto y los canales de chats con objeto exclusivamente sexual
representan según diferentes estimaciones alrededor del 25% del tráfico de la
Red. Los sitios porno, a diferencia de otro tipo de webs, no acostumbran a ser
gratuitos (según diversos estudios, los internautas en general, muestran poca
disposición a pagar por los contenidos y servicios que se ofrecen en la Red,
resistencia que disminuye notablemente cuando se trata de contenidos de
sexo). Así, mientras la mayoría de las empresas de Internet se enfrentan a
graves problemas de rentabilidad, derivada en gran medida de la imposibilidad
de generar ingresos directos, los sitios de sexo acostumbran ser muy
rentables.
Aunque sean pocos los cibernautas que no se muestran reticentes a
reconocer abiertamente su afición a recorrer páginas eróticas o a participar en
chats de contenido sexual, distintos estudios indican que un alto porcentaje de
las palabras claves rastreadas por los sistemas de búsqueda en Internet están
relacionadas de un modo u otro con el sexo (el 25% referidos directamente a la
búsqueda de sitios pornos). El número de páginas webs relacionadas con la
pornografía creció de 14 millones en 1998 hasta 372 millones en 2005 (4,2
millones de sitios web pornos) Según un estudio de una consultora
especializada, en 2003 las ganancias de las empresas dedicadas a la
pornografía en la Red alcanzaron los dos mil quinientos millones de dólares,
cifra que no ha deja de aumentar 8. El éxito del sexo en la Red no debe

8 Fte.Internet Filter Review, 2005

74
Amores en red

sorprender, no olvidemos que ya en su momento las películas porno fueron


uno de los principales disparadores del éxito inicial de las videocasseteras.
Mirar, hacer, conocer
La Web ofrece a los aficionados a mirar cuerpos desnudos y
prácticas sexuales de otras personas una variedad casi inabarcable de
oportunidades. En la Red hay espacio para todos los gustos, para todas las
fantasías, incluso las más perversas y reprobables. Se encuentran
contenidos para los más recatados que se conforman con fotos eróticas de
mujeres insinuantes, hay fotos de hombres dirigidos a mujeres y fotos de
hombres dirigidos a hombres, hay fotos de actos sexuales entre parejas de
distinta conformación (de hombres con mujeres, mujeres con mujeres y de
hombres con hombres) en diferentes posturas y modos. Hay también
imágenes de actos de sexo en grupo e imágenes de todas las perversiones
sexuales, a veces de una extrema crueldad. En ocasiones se atraviesa la
línea de la legalidad - y de lo éticamente aceptable -, como en los casos de
sitios para pederastas, dramático testimonio vivo de la terrible explotación
sexual a la que son sometidos miles de niñas y niños en todo el mundo.
Los sitios porno ofrecen asimismo una gran variedad de imágenes de
video y hay páginas conectadas a webcams que permiten contemplar en
directo a hombres y mujeres manteniendo relaciones sexuales,
desnudándose, duchándose o participando en un show erótico. Los
sexnautas menos pasivos encontrarán en la red sitios en los que hombres y
mujeres dedicados al viejo oficio de la prostitución ofrecen sus cuerpos en
alquiler para encuentros carnales en espacios físicos. Quienes no desean
poner el cuerpo y prefieren mantenerse detrás de la pantalla de la
computadora pueden contratar desde su casa los servicios de una mujer a
su gusto y elección para que haga ante la cámara web -y en su pantalla- lo
que él guste y decida. Los usuarios de la red tienen además la posibilidad de
participar de forma gratuita en videochats eróticos, una de las modalidades

75
Diego Levis

del tecno-onanismo al que se le ha dado el mediático nombre de sexo


virtual. De esto último me habló Nati.
“El desmadre es total en los videochats. Allí la gente no sólo se pasa
de palabra sino que se ponen en pelota viva a hacer todo tipo de guarradas
delante de la cámara.”
Nati es hermana de una antigua compañera mía de la facultad que
cuando le comenté que estaba trabajando sobre cuestiones relacionadas con
el amor y el sexo en Internet no dudó en presentármela. “Tienes que
conocerla, ella es fan del chat”, me dijo por teléfono. Ahí mismo quedamos
para almorzar junto con su hermana unos días después. La hermana
de mi amiga trabajaba de secretaria en un estudio de abogados de
Barcelona. Es una mujer de edad media, simpática y físicamente agradable
aunque no bella, su sonrisa transmite vitalidad y, detrás de las gafas, en sus
ojos se adivina picardía.
Nos encontramos un mediodía lluvioso de invierno de 2001 en el
primer Café Internet que se abrió en Barcelona. Fue casi por casualidad.
Queda a la vuelta del lugar de trabajo de mi amiga y se come bastante bien
y barato.
Nati tenía por entonces 38 años y hacía cuatro o cinco que se había
separado. Su ex marido la había dejado por una chica de poco más de 20.
Una historia, por repetida, tristemente trivial. Empezó a chatear porque se
sentía sola y quería encontrar pareja.
“Cuando pasas de los treinta resulta difícil encontrar hombres
disponibles que valgan la pena. Los que no están en pareja pareciera que sólo
andan a la búsqueda de carne fresca. Al principio pasaba horas y horas
conectada al chat, siempre en canales de más de treinta. Te encuentras de
todo, aunque enseguida me di cuenta que la enorme mayoría, sean hombres o
mujeres, van a la mismo, a buscar a alguien con quien follar. La charlas
enseguida derivan hacía el sexo guarro. Durante un tiempo resulta divertido,
pero llega un momento que te agota. Ahora me conecto poco. A veces quedo

76
Amores en red

en el chat con alguien que conozco y nos divertimos un rato, pero sino ya me
aburre. Conocí personalmente a varios tipos del chat. Vas a lo que vas, a
pasarla bien un rato y listo. En general tuve buen rollo con ellos. De tanto en
tanto nos seguimos viendo con alguno pero no pasamos de ahí. En todo este
tiempo, de amor, nada de nada.”
Merece algo mejor que esto, pensé. Triste sociedad la que confunde el
amor con el espectáculo de la belleza de cuerpos y rostros jóvenes, la
comunión sexual y emocional de dos cuerpos amándose con una placentera y
eficaz forma de hacer gimnasia, como explícitamente expresaba un mensaje
que leí en un servicio de búsqueda de parejas y amigos
“Dejate llevar... del resto me encargo yo!!! Eso sí, conmigo tienes que
volar, fumar y beber, sino perdemos el tiempo. Busco hombres y mujeres de
no más de treinta años, para tener contacto, con tacto. Atléticos/as como yo,
con experiencia en el tantra y prácticas afines... en fin que no se agoten a los
cuarenta y cinco minutos. A mí me gustan mucho los deportes y el mejor para
mantenerse en forma es, por lejos, el SEXO.. Los demás abstenerse. Las
mujeres tenemos muchos defectos... los hombres sólo dos, todo lo que hacen
y todo lo que dicen. PD: Sólo contestaré a quien me envíe una foto y se ajuste
al perfil descripto.” Su autora, que declaraba tener 24 años, era una mujer
muy atractiva, al menos en la foto que había incluido en su ficha de
presentación en un sitio de relaciones personales
La mecánica de funcionamiento de este tipo de sitios es sencilla. Para
inscribirse, los interesados deben rellenar una ficha con su perfil personal, una
presentación y sus preferencias y si lo desea puede incluir una o más fotos. Los
demás miembros del sitio acceden a las fichas mediante búsquedas a través de
diferentes patrones (edad, sexo, localidad de residencia, etc) y pueden
contactar con quienes deseen a través de un mensaje escrito. Si bien
inicialmente, la práctica totalidad de sitios de búsqueda de contactos personales
eran de acceso y uso gratuito, en los últimos años, en numerosos casos han
comenzado a cobrar una suscripción, sin cuyo pago no es posible comunicarse

77
Diego Levis

con el resto de participantes. Además de los sitios especializados, la mayor


parte de los portales más populares ofrecen este tipo de servicios que en
muchas ocasiones reúnen a comunidades muy numerosas de usuarios9.
Sexpulsión en los sitios de contactos personales
Recuerdo a una compañera chilena de doctorado que recién llegada a
Barcelona se le ocurrió buscar amigos por medio de un anuncio en la Guía del
Ocio, una revista que ofrece información sobre la oferta de espectáculos,
discotecas bares y restaurantes de la ciudad. Un día me contó muy enojada
que había salido con un tipo que la había llamado por el anuncio y que a los
diez minutos de conocerse ya se le andaba insinuando con cama y que cuando
ella no le siguió el juego poco le faltó para insultarla.
La atracción física no es un elemento a desdeñar en el análisis de los
comportamientos humanos y mi amiga es una mujer muy bella. Lo curioso es
que años después cuando volvió a Chile conoció a un novio que tuvo a través
de otro anuncio, esta vez en Internet, y el mismo día en que se encontraron
por primera vez se acostó con él y se quedó embarazada. El bebé no lo
tuvieron pero estuvieron juntos algo más de un año, incluso en un momento
llegaron a pensar en casarse.
Las cosas en Internet no parecen ser muy diferentes en lo que se
refiere a la búsqueda de relaciones afectivas y partenaires sexuales, salvo que
es más fácil encontrar anuncios explícitos de hombres y mujeres revelando
abiertamente sus preferencias sexuales, lo cual hace pensar acerca del efecto
máscara de la pantalla. No es habitual encontrar en una revista o en un diario
de circulación general de América Latina o de España anuncios del tenor de las

9 Amigos.com ,que se define como un sitio dedicado a la búsqueda de relaciones


personales (amigos, romance, amor), en abril de 2005 tenía 3,722,991 usuarios en
todo el mundo. El costo de suscripción varía entre 100 y 70 dólares anuales según
el nivel de acceso (20 US$ o 10 US$ pagando por mes). Contactos Sex, un sitio
gratuito dedicado a los contactos sexuales, en abril de 2005 declaraba tener 162
mil usuarios activos. En general, las fichas de mujeres son mucho más visitadas
que las de los hombres. En ocasiones, se encuentran fichas de mujeres que han
sido vistas decenas de miles de veces. Otros servicios de relaciones personales
son Cupido Net (El Sitio/AOL) Te Busco (Ciudad) y Match.Com que en abril de
2005 afirmaba tener 12 millones de usuarios.

78
Amores en red

presentaciones que se pueden leer en los sitios web dedicados a los contactos
personales. La edad es lo de menos, desde los dieciocho hasta pasados los
cincuenta, mujeres y hombres de distinta condición y preferencias sexuales
reclaman sexo, a veces, con desespero 10.
“Me llamo Andrea, me gusta el sexo en todas sus formas, chicas,
chicos, gente grande, parejas, todos son bienvenidos quiero pasarla bien sin
rollos ni histeriqueos: SOLO SEXO!!! pajeros y boluditos abstenerse!!! y sin
fotos tambien!!!” 11
escribe con desenfado una chica de veinte años, de
hermoso cuerpo y rostro velado electrónicamente en las fotos que ilustran su
perfil en un sitio argentino dedicado a la búsqueda de este tipo de encuentros.
Son muchas las mujeres que ponen como condición excluyente que
quienes les escriban tengan fotos en su ficha sin considerar la posibilidad de
que las imágenes presentadas en la web no sean verdaderas 12
.
Paradójicamente, tal como sucede en el caso de la chica del rostro velado, en
repetidas ocasiones las personas que exigen fotos a quienes desean
contactarse con ellas, colocan en sus fichas imágenes en las que no se les ve la
cara. Para esto recurren a diferentes medios, hay quienes en lugar de tapar el
rostro publican sólo primeros planos de zonas pudientes presuntamente
propias (en general de los órganos sexuales en imágenes de apabullante
naturalismo), otros incluyen fotos de un formato tan pequeño que es imposible
distinguir los rasgos.
De estas últimas características son las imágenes incluidas en el perfil
de una mujer argentina de 22 años que, a pesar de la práctica inutilidad de las
imágenes que muestra de ella, cierra su presentación escribiendo en
mayúsculas “Excluyente con foto, sólo con foto, únicamente con foto. Sin foto

10 Los sitios de contactos sexuales impiden la participación de profesionales del


sexo.
11 La ortografía de los textos citados fue corregida, no así la sintaxis.
12 Ante la posibilidad de que las fotos expuestas en la ficha sean falsas es cada
vez más frecuente encontrar personas que ponen como condición excluyente para
establecer el primer contacto que el otro disponga de una webcam. El uso de estos
dispositivos dificulta (cuando no impide) la utilización de máscaras en las relaciones
en la red.

79
Diego Levis

no contesto ¡¡¡Please!!!” Ver sin ser visto como oposición del exhibicionismo de
tantas y tantos otros.
Otra veinteañera, que dice tener 23 años y ser de Buenos Aires, de
profundos ojos negros y silueta estilizada según muestran las diez fotos en
posiciones insinuantes que se pueden ver en su ficha en el mismo sitio de
contactos sexuales, advierte sobre el contenido de los mensajes que recibe y,
una vez más, remarca con fuerza la exigencia de foto.
“Hola chicos!! estoy buscando diversión y espero encontrarla acá,
quiero que me escriban chicos con buen físico y lindos (TOTALMENTE
EXCLUYENTE) de entre 20 y 30, que no anden con vueltas y quieran pasar un
momento sexual muy agradable. Solo eso, SEXO, nada de compromiso(...) Los
que escriban por favor pongan cosas coherentes!!!! Nada de boludeces ni se
zarpen porque van a la basura directamente...Y escriban!!! no manden
mensajes vacíos ni tontos. De lo que escriban dependerá de a quien contacte,
tengo muchas ganas de coger pero daría para charlar un rato también, pero
con huecos e inmaduros es medio difícil. SÓLO PERFILES CON FOTO”.
Se trata de una mujer casada que dice tener 47 años y publica cinco fotos
retocadas, pretendidamente de ella, que muestran a una bailarina de cabaret
semidesnuda.
“Amigos: no doy abasto. Son más de mil mensajes y he dado citas por
lo menos por un mes. Ahórrense el trabajo durante septiembre, porque no
podré responderles. Un besito y gracias.
Soy una señora casada, con hijos, seria, culta, distinguida, de
apariencia bastante conservadora, que a esta altura de la vida espera
encontrar aventuras como las que tuvo en la juventud. Busco un hombre,
incluso mas de uno, para vivir a pleno toda mi insaciable capacidad para el
sexo.¡OJO! Histéricos, bebés y otras yerbas, abstenerse. ¡¡SÓLO HOMBRES!!.
Please”
Las palabras y las imágenes con las que se visten muchos de los
participantes en estos sitios de contacto sorprenden por su crudeza. No hay

80
Amores en red

espacio para la sutileza y mucho menos para el romanticismo. Es habitual


encontrar mensajes de mujeres que, independientemente de su edad, se
caracterizan a sí mismas como “putas” por su afición al sexo. “Tengo 35 años,
soy de Capital Federal, 95-60-95. Estoy casada hace 5 años por conveniencia.
Soy muy yegua, muy puta. Terriblemente puta. Mi marido es impotente y me
permite buscar en otro lo que él no puede darme. Quiero sexo. Mucho sexo. Y
del bueno. Disfruto mucho del sexo oral. (...)No quiero romanticismo, no quiero
enamorarme ni ponerme de novia. Quiero coger!!!!!!!! No quiero que me
invites a tomar un café ni a cenar a la luz de las velas. Quiero que me lleves de
una a un telo o a tu casa y me cojas hasta dejarme exhausta. No me importa si
sos soltero, casado, de novio o divorciado. No me importa nada. Si sos casado
y cogés conmigo, es problema de tu mujer. No mío. (...) Nada de msn ni mails,
ni cámara ni esas boludeces. Si te gusto, si me gustás, nos cogemos y punto”
Cuando de lo que se trata es de buscar sexo, sólo sexo, a muchos y
muchas les es lo mismo estar con mujeres, hombres o travestis, con uno o con
varios amantes al mismo tiempo. La seducción y el erotismo aparecen como
inútiles perdidas de tiempo. De lo que se trata es de ir al grano. Sexo en
cualquiera de sus formas, mucho y rápido, en algunos casos con afán de
coleccionista.
“Busco chicas y chicos para sexo. Me gusta probar de todo. (...)
También pueden ser grupos. Soy muy activa tengo sexo todos los días. 4 de
Marzo: Anoche fue el número 500 ” precisa una jovencita de 19 años que utiliza
su ficha de presentación a modo de bitácora de sus “hazañas” .
Las mujeres – mucho más numerosas- buscan, los hombres (se)
ofrecen, así como lo hace José, mostrando primeros planos de su órgano
sexual en erección (o el de otro, pues la posibilidad de la mentira siempre está
presente así como la de la ocultación), quien escribe en su perfil: “Treinta
años, activo, dotado, calentón, fogoso, en busca de solas, solos (pasivos) y
parejas. Esto es para vos que no encontras, también para vos que buscas una

81
Diego Levis

aventura, me gusta dar y recibir placer (...) p.d.: mujeres de más de


cuarenta...muy bienvenidas”
Para algunos y algunas no existen límites e invitan animales a sus
festejos sexuales.
“ Hola, soy la pelirrojita adicta al sexo, me encanta el sexo a full, me
gustan las experiencias raras, tuve sexo con más de un hombre a la vez en
alguna orgía por ahi, con hombres y mujeres juntos, y ahora ando con ganas
de probar con animales, así que si alguno tiene algún perrito bien limpio o
algún caballo o algún otro animalito que lo quiera volver adicto al sexo con
mamita, sólo tienen que llamarme y arreglamos algo” escribe en su ficha quien
dice ser una mujer de 21 años, de un metro setenta de altura y ojos verdes.
En ocasiones, mujeres buscan hombres para cumplir algún tipo de
fantasía sexual en la que participen también sus maridos o novios. Una mujer
que declara tener treinta y cinco años (viendo las fotos que acompañan su
perfil no es difícil imaginarla de mayor edad) lo explica así:
“Hola a todos soy una mujer casada fanática del sexo, que junto a mi
marido (hetero), busco algo grande de verdad, y bien masculino.....para
conformar junto a mi marido un trío hetero. Me encantaría contactarme con
varones de entre veinticinco y cuarenta y cinco años, que no tengan rollos con
sus tiempos ni de ningún otro tipo. Varones heteros amables sin
complicaciones que estén completamente alejados de las drogas, violencia o
cosas bizarras; de contextura grande, no gordos ni flacos, bien parecidos y de
más de un metro ochenta de altura muy bien dotados y que al igual que yo
sean de larga duración” Las advertencias en contra de las a las drogas y a la
violencia se reiteran en muchas ocasiones.
Poder elegir y desear son las condiciones exigidas. Los casos se
multiplican, mujeres que buscan sexo como elección vital para dejar de
sentirse sólo como un objeto bello y deseado (y tantas veces profundamente
temido y por ello, despreciado). Mujeres pidiendo ternura de otras mujeres

82
Amores en red

para sanar las heridas dejadas por el resentimiento, por el profundo dolor que
se adivina en sus palabras.
“Sólo existe un hombre en mi vida y ya casi es una carga. ¡HOMBRES
NO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! A pesar de estar con mi pareja (hombre), quisiera
compartir mis fantasías con MUJERES, les pido que me escriban aquí y luego
les daré mi dirección de correo electrónico. Tengo muchas ganas de intentarlo,
es en lo único que pienso y deseo....HOMBRES NO, HOMBRES NI PIENSO
CONTESTAR ¿¿LEYERON????”, advierte a los “gritos” (en la red las palabras en
mayúscula se leen como gritos) una joven y hermosa mujer de cabellos rubios
y ojos verdes que dice desear tener hijos, mientras otra casada de 29 años
reclama placer lanzando un desafío:
“Verás muchas incógnitas en mi perfil. Hay una que no está, un
estigma en mi vida: hasta hoy nunca tuve un orgasmo con mi marido. Él no lo
sabe, siempre fingí. Mi lucha se plantea entre no herirlo y seguir con esta
frustración. Soy muy tímida y fui educada en un ambiente riguroso. Por eso no
me animo a conseguirlo con otro hombre......y lo deseo febrilmente. Sé que no
me faltaría con quien hacerlo porque la naturaleza me dotó gratamente. Por
eso antes que nada, necesitas ser muy especial, porque quiero elegir YO”
Reservados y románticos en los sitios de contactos amorosos parecen
en ocasiones algunos hombres, más dados al uso de máscaras para el espíritu
o quizás, sencillamente, más necesitados de amor y de compañía. “ Sobrevivo
en San Telmo... en el corazón de una ciudad fría. Busco algo de calor, alguna
señal... alguna magia” confiesa para conmover un porteño de 42 años con
capacidad para la retórica. Otros, más directos en sus mensajes se muestran
igualmente concisos y parcos en la expresión “ Soy una persona que busca lo
que es amar, querer, sentir lo que es dar, no se puede pedir más” revela un
hombre de 37 años que parece pasearse solo por la vida. Más directo, aunque
muy lejos de la rotundidad con la que escriben algunas mujeres, parece ser un
joven de 24 años que dice de sí mismo “ Soy una buena persona, muy

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Diego Levis

creativa, paciente y muy sincero. Me gustan las mujeres que sepan lo que
quieren y que se atrevan”
La red es un buen lugar para revelar preferencias y fantasías sexuales
y también es una posible vía para empezar a materializarlas como el joven de
veinte años que con el rostro todavía oculto presenta públicamente su
confusión “Nene quiere ser mujer. Estoy buscando mujeres o parejas de
mujeres que deseen enseñarme a ser una gata o una mujer en la cama .
A...mmmhhhnnn, en cuanto a los hombres me gustan maduritos para algo
estable.(...) Soy un nene que se encierra en el baño con ropa de mujer y se
masturba pensando de todo (mi familia no sabe nada) a los hombres les digo,
escucho su proposiciones... a pesar de que parece que no soy virgen, nunca
nada, soy re inocente, quien piensa que no es así ,... no sabe lo que se
pierde.”
Un travesti de 31 años solicita su entrada en la “normalidad”
proclamando desde un sitio de contactos sexuales: “Me considero una chica
normal, tranqui , sincera y muy auténtica, trabajo y estudio, llevo una vida
sana y sin vicios, busco un ser que busque una relación que por sobre todas las
cosas se base en la sinceridad , que sea masculino , y buena persona”
Buscar cuerpos a los que amar, cuerpos en los que gozar. El sexo se
mezcla con el amor como escape a la soledad, al desamparo. En la unión
sexual conocemos al ser amado y nos conocemos a nosotros mismos y así
establecemos un puente hacia el resto de la humanidad, pero sin amor el
puente se derrumba en el instante siguiente al placer orgásmico. La confusión
del amor con el sexo hace que “(...) en muchos individuos que no pueden
aliviar de otra manera el estado de separación, la búsqueda del orgasmo sexual
asume un carácter que lo asemeja bastante al alcoholismo o la afición a las
drogas. Se convierte en un desesperado intento de escapar a la angustia que
engendra la separatidad y provoca una sensación cada vez mayor de
separación, puesto que el acto sexual sin amor nunca elimina el abismo que

84
Amores en red

existe entre dos seres humanos, excepto en forma momentánea“ (Fromm


1982:22).
Construir amor
El comienzo del amor es una revelación de carácter casi mágico, en la
que nos descubrimos unidos a otra persona por un indefinible y misterioso lazo
de atracción física y espiritual. El amor establece entre los amantes una
comunión de cuerpos y almas que permite entender el secreto que nos
completa, que nos hace uno con el universo.
En las relaciones puras de Internet el nacimiento del amor prescinde
de la existencia del cuerpo. Dos personas se conocen a través de alguna de las
aplicaciones de la Red y empiezan a intercambiar mensajes. No tardan en
sentirse enamorados. Se envían fotos e incluso, haciendo videochat, pueden
conocer los gestos del otro, su mirada y su sonrisa, tan importantes para el
amor. Y aunque nada podrá reemplazar el palpitar indispensable y aún no
tenido, del encuentro emocionado de las pieles, sienten (desean sentir) que en
el otro, aquel que se halla detrás de la pantalla se encuentra el amor de su
vida.
“Todavía no hemos podido vernos frente a frente , pero es la persona
que más amo en este mundo y él lo sabe. Ya contamos los días y las horas
para poder estar juntos (...) Por lo pronto, ya llevamos un mes de ser novios, y
aunque sea a distancia, sabemos lo que sentimos el uno por el otro. Solamente
espero que muy pronto podamos estar juntos, porque las horas que pasamos
hablando por teléfono no son suficientes, ni tampoco los e-mails que nos
mandamos . No veo el momento de poder estar con él para verlo a los ojos y
decirle "te amo", abrazarlo fuertemente y no dejarlo ir nunca. Soy la mujer más
feliz del mundo” Escribe en un sitio de contactos personales una chica de
veintitrés años acerca de su ciber romance. Testimonios del mismo tono
abundan en la Red. Lo que se promociona menos es el final de las historias,
que como ya sabemos no siempre es feliz sin llegar a ser tan desgraciado como
la experiencia de Ofelia con su marido israelí judío ultraortodoxo.

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Diego Levis

Consumidores
Muchas personas al encontrarse físicamente con conocidos de Internet
se sienten defraudados al comprobar que quien está ante ellas no se parece a
quien esperaban hallar. Los casos se repiten. Una antigua alumna mía me
contó su primera experiencia con alguien que había conocido en un chat.
“Antes de quedar habíamos estado escribiéndonos y hablando por
teléfono durante más de dos semanas. Cuando lo vi, no tenía nada que ver
con la persona a la que esperaba encontrar. Siempre se había mostrado
seguro de sí mismo y resultó un tipo miedoso e inseguro. Incluso parecía
distinto al de la foto que me había mandado. Como no hubo feeling, como no
hubo piel, no paso nada, más que hablar, salir, pasarla bien. Después de esa
noche no lo volví a ver. La verdad que lo que hice fue una locura. El tipo tenía
mi teléfono y sabía adonde vivía porque cuando quedamos paso a buscarme
por casa. Por suerte no volvió a aparecer, pero imagínate, si viene y me busca,
sigue insistiendo, me sigue llamando. Ahí es peligroso. Después de ese día no
volvía dar la dirección de casa” Concluyó Lucía reflejando implícitamente uno
de los temores más extendidos respecto a las relaciones en la Red, la
posibilidad que del otro lado de la pantalla surja un ser oscuro y violento.
Cada tanto la prensa habla de casos de mujeres o niños que fueron
asesinados o violados por personas que habían conocido a través de Internet.
Historias de este tipo forman parte de las tantas leyendas urbanas que
acechan la Red. El riesgo existe, pero muchas veces se exagera su dimensión.
Al fin y al cabo en nuestra vida cotidiana corremos también el peligro real de
sufrir agresiones físicas y en demasiadas ocasiones los agresores son personas
cercanas (el maltrato de mujeres y de niños por parte de parientes es tan
habitual –y escondido - que avergüenza). Los depravados no necesitan de la
Red para buscar a sus víctimas, lo que no quita que sea necesario tener un
mínimo de precaución en las relaciones iniciadas a través de Internet. Pero lo
cierto es que en la Red es mucho más habitual la presencia de otra clase de
depradadores.

86
Amores en red

Consumidores compulsivos de seres humanos que ven a Internet como


una suerte de unión natural entre un gran coto de caza y una gran exposición
de carne humana fresca a su disposición. Merodean al acecho de mujeres y
hombres que respondan a sus expectativas y deseos manifiestos confundiendo
la atracción con la tracción. De espaldas a su desesperado vacío existencial
dibujan una mordaz y sórdida caricatura que no son capaces de ver.
Reveladora resulta la carta que envío un lector de la revista dominical
del diario Clarín de Buenos Aires como replica a un artículo mío publicado a
principios de marzo de 2001.
“Les escribo molesto por la opinión de Diego Levis en su columna
Amores de Internet. Me sentí “tocado”ya que soy un fiel usuario de la Red y
aconsejo a todos a relacionarse con otras personas por este medio. Creo que
las causas que llevan a utilizar la Red para conocer gente son más simples y
menos rebuscadas de las que Levis expone, sí bien su argumento resulta
convincente. Es fácil: en Internet tengo la posibilidad de entrar en contacto con
una cantidad de mujeres por unidad de tiempo tal, que en la calle sería
prácticamente impracticable Y son tantas, que me quedo con la que realmente
me gusta sin demorar una frase más. A eso hay que agregarle la idea principal
de mis relaciones en Internet: elijo a medida con quien entro en contacto. En 5
minutos elegí color de piel, ojos, pelo, contextura física, actividades, lugar de
residencia, años, hasta el signo del Zodíaco. Si no cumple con mis expectativas,
sigo con otra. En 5 minutos. Y nadie (ni ella) se entera. ¿Es posible esto en la
calle? Esto es lo que quería comentarles” (“Viva”, Bs.As.,18-03-2001) ¿Vale la
pena añadir algo?
Espacio para el silencio y la reflexión.

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Diego Levis

7
Jugar, buscar, encontrar a través del espejo

Chat y comunicación
Chatear no es necesariamente sinónimo de ocultamiento, como
tampoco lo es escribirse a través del correo electrónico. La computadora amplía
las posibilidades inmediatas de comunicación. Una comunicación con
características particulares que muchas veces, es cierto, puede resultar nada
más que un simulacro de diálogo, pero que en otras ocasiones puede servir
como puente para vivir una experiencia comunicativa intensa con personas
conocidas o no que viven lejos o están físicamente alejadas.
En sentido estricto, se puede objetar que estamos ante un modo de
comunicación incompleto. La ausencia de índices corporales así parece
sugerirlo. El único indicio que tenemos de los participantes de un chat son sus
palabras , que separadas de cuerpos e historias personales, sirven como
constancia de la presencia (presumible) de alguien tecleando del otro lado de la
pantalla. Sin embargo, más allá de consideraciones teóricas, el chat es para
una gran parte de sus millones de usuarios una poderosa herramienta de
comunicación y de diversión compartida con otros, sin sospechar que en
muchos casos puede ser para cada uno de ellos un incisivo instrumento de
revelación de aspectos ocultos del propio yo. Porque lo cierto es que cuando
uno juega a cambiar de personalidad, a ocultarse en el brillo engañoso de la
pantalla y en la capacidad dialéctica de su escritura para disfrazarse con un
rostro que no es el propio termina, en algún momento, comunicándose consigo
mismo. Los demás participantes sirven como catalizadores imprescindibles
para la continuidad de la búsqueda.
Todos tenemos la necesidad de generar espacios imaginarios. Todos
tenemos la necesidad (poco asumida) de encontrarnos con nuestras fantasías,

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Amores en red

con nuestros deseos y miedos, de abrirnos en algún momento a los aspectos


menos (re)conocidos de nuestro ser.
El valor del juego
Débora, en general, no se permite demasiado lugar para los juegos de
la fantasía, pareciera buscar siempre un anclaje con lo terrenal. En la red, salvo
en lo que se refiere a las cuestiones de sexo, las cosas para ella transcurren de
diferente modo.
“ Una se embala y dice cosas que capaz que no se anima decir cara a
cara. Habla de filosofía, de proyectos de vida sobre los que no se acostumbra a
hablar personalmente. Me acuerdo de una vez, hace poco, que charlando con
un chico que estudiaba sociología en la U.B.A. al que acababa de conocer en
el chat se me ocurrió proponerle escribir una obra de teatro entre los dos .
Cada mensaje que nos mandábamos era una escena. Yo escribía una y la
dejaba con puntos suspensivos para que él la completara. Estaba muy bien
porque yo no sabía nunca lo que iba a añadir él. Era muy interactivo. Fue
divertido, muy divertido, él era muy genial para escribir. Después no volvimos a
hablar nunca. Fue como un juego de mesa para pasar el rato. Lo hice en el
momento porque estaba aburrida.” Mientras me contaba esta historia sus ojos
claros brillaban de alegría y su voz expresaba un entusiasmo
desacostumbrado.
“Esperar su mensaje para ver que había escrito y reírme con la escena
era redivertido. Los protagonistas eran ficticios y nosotros supuestamente
éramos los directores de la obra. Yo por ejemplo le decía: pero bueno, estos
actores son de morondanga, tenemos que contratar a otros . Para poder hacer
cosas así en el chat hay que encontrar a la persona adecuada, no todos son
delirantes. Algunos son demasiado secos, otros son unos guarangos de
porquería que te hacen directamente proposiciones como ‘ ¿te gustaría probar
el cibersexo?’ Yo no les contesto. No vale la pena contestar mensajes de esos
porque es dar pie a que sigan con más. Cara a cara no hago este tipo de
juegos, eso da para el chat. Soy más realista. Yo no ando por la calle,

89
Diego Levis

delirando, saltando, hablando pavadas. Me tendría que encontrar con


personas así que no es el tipo de gente que conocí hasta ahora”.
Una amiga escritora que vivía en Nueva York, con quien alguna vez
había compartido fantasías sexuales, me propuso hace algunos años un juego
similar al que mantuvo Débora con su circunstancial amigo estudiante de
sociología. Se trataba de escribir a través del correo electrónico un cadáver
exquisito de contenido erótico. El resultado fue explosivo. Por pudor y prudente
autocensura no reproduciré más que un extracto de los dos primeros párrafos
del texto que escribimos. Empezaba así:
“Me acerco a vos sigilosamente. Estás sentada escribiendo. Me inclino
sobre tu espalda y con suavidad te rozo el cuello con mis labios.... Hacés como
si no me sintieras. Te acaricio los pechos, mi mano se desliza debajo de tu
camisa mientras te beso el cuello. Sonreís complacida.(... )
Sigo escribiendo mientras sigues acariciándome, (...) notas que no
tengo puesta ropa interior (...) Me pongo de pie y me aproximo a la mesa que
está cerca de la ventana. Te miro...., sabes lo que estoy sintiendo (...) Me ves
desnuda, (...) te acercas (...)”
Dejo abierta a la imaginación del lector la continuación, cuyo desarrollo
no desmerecería a los relatos eróticos de mayor contenido sexual. Sin
embargo, a pesar del altísimo voltaje que conseguimos entonces, cuando
meses después, de regreso ambos en Buenos Aires, nos encontramos
personalmente no sentimos entre nosotros ningún tipo de atracción sexual, al
menos yo no lo sentí por ella.
El chat de texto permite entrar en una escenificación basada en la
construcción de personajes en un juego de suplantaciones en el cual todos los
participantes saben que quien está del otro lado puede ser o no quien dice ser.
Esto es independiente del desarrollo de la charla y en realidad pocas veces
resulta relevante. Nuestra necesidad de creer, de confiar en el otro se encarga
de asegurar la progresión del acto comunicativo.

90
Amores en red

La autora de una tesina de licenciatura de la Universidad de Buenos


Aires que tuve la fortuna de evaluar, señala que en nuestras relaciones con los
otros, “necesitamos que los demás corroboren que somos quienes creemos,
deseamos y expresamos ser, y al mismo tiempo, necesitamos comprobar que
los otros son lo que creemos que son, lo que deseamos que sean y lo que ellos
dicen ser.” (Elizondo 2001)
La red es un espacio para la expresión de todas las fantasías, donde
el compromiso no resulta necesario y las consecuencias de las acciones son
poco visibles. La opacidad de la pantalla genera en muchas personas una
sensación de impunidad que les permite decir-hacer aquello que difícilmente
dicen o hacen habitualmente. Revelador espejo de nuestra alma que deja al
descubierto esos rincones de nosotros mismos, en ocasiones luminosos y otras
veces decididamente tenebrosos, que nos empeñamos, consciente o
inconscientemente, en mantener ocultos. Como aquel personaje de una
historieta de mi infancia que exteriormente se comportaba como un gentleman
mientras en su interior se imaginaba en la misma situación saltándose todas las
normas.
El chat es un ámbito propicio para la transgresión y en donde inhibirse
implica no tener existencia. El “silencio” representa no presencia, lo cual no es
lo mismo que decir ausencia (particular relación entre presencias y ausencias
de cuerpos siempre ausentes), no en vano en las salas de chat es habitual
encontrar merodeadores que se asoman para curiosear sin atreverse a
participar. Forman parte del rito, y como en todo rito colectivo hay quienes
participan y quienes se conforman con mirar. Lo fundamental para una parte
muy considerable de los participantes y espectadores de un chat abierto es la
diversión.
¿Pero de qué tipo de diversión se trata? Sin duda cada uno de ellos
tiene sus propias preferencias e inquietudes, del mismo modo que cada uno de
nosotros le da una significación determinada a nuestras actividades en la red.
Nati, por ejemplo, empezó a usar el chat cuando la dejó su marido, con la

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Diego Levis

fantasía de encontrar una nueva pareja, hablamos de ella antes. Hoy sólo
busca divertirse sin por ello negarse a echar una mirada crítica sobre algunos
aspectos de las relaciones que se establecen en la Red.
“Quizá lo que más me impresiona de toda esta historia de los chats es
su "falsedad"... ¿Cómo te diría? Quizás dentro de unos años el hecho de
conocer gente a través de Internet se verá de otra forma, pero hoy por hoy
parece ser que las personas que se conocen a través del chat (sobre todo las
que se encuentran en grupos... las famosas "quedadas") no quieren mezclar
amistades. Es como si existieran dos mundos paralelos: las amistades que se
han generado por las vías, digamos, convencionales y las amistades que se han
generado por Internet. Para estas últimas tienen locales propios de encuentro y
no acostumbran a mezclar los diferentes tipos de amistades. Es como si el
amigo del chat tuviera que esconderse”.
Pero no siempre es así.
Jugar, casarse
Lucía tiene una amiga que se llama Amparo. Cuando hablé con ellas las
dos tenían 21 años. Son amigas desde que empezaron juntas la facultad hace
ahora unos cinco años.
- Estamos conectadas por email absolutamente toda la tarde desde el
trabajo. Nos pasamos todo el tiempo mandándonos mensajitos - cuenta
Amparo. - Cuando entro en un chat charlo con desconocidos y meto mentiras.
-Ahora lo que me gusta hacer cuando estoy en casa aburrida es
conectarme y, mientras espero que baje un email o cualquier otra cosa, entro
en el chat y veo lo que escribe la gente. Por ahí no chateo con nadie, por ahí
no respondo, pero me gusta ver lo que escriben, como se relacionan, lo que
busca uno, lo que busca el otro - explica Lucía. - Un día conocí a un chico por
chat. Chateábamos todas las noches hasta las tres de la mañana, los fines de
semana... después lo conocí personalmente y se lo presenté a Amparo. De eso
hace un año, y desde entonces están de novios - revela.

92
Amores en red

-Te explico el resto de la situación, que fue muy graciosa - interviene


Amparo - Mi novio de aquel momento trabajaba en una empresa de Internet.
Una noche en la que él estaba de guardia fuimos las dos a hacerle compañía.
Eran como las tres de la mañana, la chica estaba aburrida y se pone a chatear.
Se conecta y aparece un chico, un poco histérico, pidiendo ayuda porque le
habían mandado un virus. Como mi novio era técnico de sistemas le tiró una
ayuda a ella, y ella se la mandó al chico y después siguieron chateando. Así fue
como ellos se hicieron amigos por Internet. Al mes, me lo presentó a mí y a los
veinte días de conocernos nos pusimos de novios.
- Creo que esa fue la primera vez que entré en un chat- precisa Lucía.
- Al principio nos acercamos a él sobre todo porque estudiaba locución,
teníamos mucho en común- explica Amparo que, al igual que Lucía, en esa
época estudiaba comunicación visual - Nos interesó por ese lado, porque
estaba en radio, más que nada le interesó a ella. En realidad, mi primer
contacto con él también fue a través de Internet. Antes de conocernos
personalmente, una vez le había escrito un mail para pedirle una dirección que
necesitaba para mi trabajo. Como ves, al principio todo fue muy cibernético-
concluye Amparo. Lucía continua contando como se fueron dando las cosas.
-Nos mandábamos fotos y un día, al mes más o menos de habernos
empezado a escribir, me invitó a ir a la radio a ver la emisión del programa que
hacía. Ahí fue cuando lo conocí personalmente.
- Y esa misma noche me lo presentó a mí - se apresura a añadir
Amparo.
- Se lo presenté porque yo en ese momento estaba de novia- aclara
Lucía.
- En ese momento estabas peleada con tu novio ¡Bien que te había
gustado!- replica Amparo.
- Es cierto, no sabemos porque se lo presenté- confiesa Lucía con
cierto tono de lamento.

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Diego Levis

- En realidad, él, aquella primera noche, había llevado un amigo para


mí- recuerda Amparo. - Ahora nosotros dos le presentamos un chico a ella.
Es interesante detenernos un momento en esta historia, a primera
vista tan alejada de los juegos de máscaras y suplantaciones que acostumbran
envolver al chat en un manto de suspicacia y menosprecio que hace que
tantas personas se resistan a revelar públicamente que frecuentan sus salas.
Lucía está por casarse con la persona que le presentaron Amparo y Pedro.
Amparo, a su vez, conoció a Pedro porque se lo presentó Lucía que, como
recordaran, lo había conocido haciendo chat. Ahora les propongo un pequeño
juego. Cambiemos los protagonistas: Supongamos que Amparo hubiera sido
quien conoció a Pedro en un chat. Ella antes nos contó que acostumbra a
mentir sistemáticamente en los chats. Se pone sus mejores disfraces y entra en
el escena sin ningún reparo, ni sensación de culpa, lo cual, por cierto, es
indispensable para divertirse en los bailes de máscaras. Lucía por el contrario
dice que ella cuando hace chat se presenta tal cual es, sin mentir. Volvamos a
Amparo y Pedro. Se acaban de conocer, chatean todas la noches, siempre
oculta ella detrás de antifaces y trajes que no son los suyos. ¿Cabe imaginar
que algún día puedan llegar a conocerse personalmente sin provocar, cuanto
menos, desazón en Pedro al encontrarse ante alguien que no es la persona
esperada? ¿No es de suponer que para que se pueda establecer una relación
no pasajera, ella en algún momento previo debería desvelar su personalidad?
En cambio, Lucía, como todos los que entran en el chat a cara descubierta, al
alejarse de la pretensión mistificadora que acompaña a las máscaras, deja
abierta la posibilidad del encuentro. El riesgo emocional asumido es mucho
mayor, pero también las posibles gratificaciones. La pantalla pierde así parte de
su opacidad dejando entrever el perfil desde el cual se apuntan los rasgos de
una ventana abierta a los otros.
Jugar, divorciarse
A veces lo que se inicia en la red como un juego de seducciones y
galanteos retóricos deviene en romances pasajeros o amores verdaderos y en

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Amores en red

otras oportunidades derivan hacia situaciones poco deseadas e inesperadas.


Empiezan a ser recurrentes las referencias a la red como espacio propicio a la
infidelidad conyugal como si del hecho de mantener una relación a través de
chat o correo electrónico, sea cual sea el nivel de intimidad alcanzada y el
contenido erótico de los mensajes intercambiados, representase deslealtad
equivalente a la que significa mantener una relación sexual con amantes
regulares u ocasionales. Renovada y enésima versión de la vieja discusión que
el campo de la fidelidad iguala fantasía y realidad, el desear con el hacer, como
si fuera lo mismo escribirse con un idealizado amor sin cuerpo ni rostro que
citarse en los atardeceres con una persona amada y deseada, acceder a un
sitio pornográfico de Internet buscando “sexo virtual” que tener sexo con
prostitutas.
Diferenciar lo uno de lo otro no implica rechazar el carácter muy real
de las relaciones afectivas nacidas y mantenidas en la red. Más allá de las
fantasías que pueden acompañarlas, del secreto con que se las pueda proteger,
aquel amor surgido de la pantalla satisface necesidades, suple carencias, llena
huecos y espacios que los protagonistas de estas relaciones no alcanzan a
encontrar en sus parejas reales.
Hay quienes huyen del compromiso consigo mismos, e incapaces de
enfrentarse a la mentira en la que viven, perpetúan una situación que nada les
exige, en nada los compromete. En otros casos, turbados, fascinados por una
relación situada fuera del tiempo y del espacio, deciden dejar de lado sus
temores y apostar por su amor de la red. Como no es de extrañar los
protagonistas de estas historias de amor “virtual” pocas veces terminan
comiendo perdices, pues los finales felices acostumbran a ser más habituales
en los cuentos de hada que en los cuentos de Internet. Como pudo comprobar
en su piel Ignacio Cardelli, Nacho para los amigos, un comerciante de cuarenta
y tantos años, de buen pasar económico y habitante de una localidad de la
zona norte del Gran Buenos Aires, casado y con dos hijos, aficionado a chatear
por la noche mientras su mujer veía televisión en la cama.

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Diego Levis

Una noche una mujer española, a la que llamaremos Maite, le envía un


mensaje privado a través del ICQ que él contesta. A partir de entonces la
relación empieza a crecer al mismo ritmo que el sentimiento de culpa de
Nacho. Su matrimonio, deteriorado de antes, hace agua por todos lados, sin
embargo él intenta sostener las apariencias, hasta que un día Maite le anuncia
que viaja a Buenos Aires para conocerlo. Ahí mismo él decide separarse de su
mujer, quien sacando provecho de la situación consigue un acuerdo económico
muy favorable para ella. A Nacho lo único que deseaba en ese momento era
estar libre para recibir a Maite.
El encuentro responde a las expectativas, o eso al menos parece. A los
pocos días de la llegada de ella deciden vivir juntos. Sin embargo, la
convivencia no funciona. El desgaste de la relación es muy rápido y a los pocos
meses Maite lo abandona y se vuelve a España diciéndole que él no es como
esperaba. Un año después Nacho continua enviándole mails que ella no
contesta. Vive sólo y sigue chateando, buscando ....
Diferente, aunque no tanto, es esta otra historia, que no sé si real,
que leí en el sitio de encuentros de un portal latinoamericano, en la que una
mujer argentina contaba su desventura amorosa con un hombre mexicano de
verbo sutil y convincente que le prometió desafiar el mundo por el amor de
ella. Cuando se conocieron ella estaba casada, él le dijo que era soltero y
desde un primer instante le habló de que eran el uno para el otro. Enamorada
de su amante virtual, al poco tiempo ella se separó de su marido. Durante
meses chatearon y hablaron por teléfono varias veces al día haciendo planes
para cuando se encontraran. Él le repetía una y otra vez que era la mujer de su
vida y ella empezó a soñar en ese amor, hasta que un día, al cabo de algunos
meses, se dio cuenta que todo lo que él le había dicho era mentira. Al ver caer
su máscara, él desapareció para siempre sin decir nada.
No se trata de casos aislados, en Estados Unidos y en otros países
empiezan a proliferar los divorcios que tienen como factor desencadenante los
ciber-adulterios, sólo algunas veces (físicamente) consumados.

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Amores en red

¿ Pero qué es la ciber infidelidad? ¿La infidelidad se refiere a una


cuestión de espíritu, de carne, o a una combinación de ambas? Mantener una
relación vía email o vía chat con una persona de la que apenas conocemos
como escribe, lo que quiere contarnos y lo que de esto derivamos, ¿es ser
infiel? ¿En qué momento supuesto una relación virtual implica infidelidad?
¿Basta con escribirse con alguien, o se deben intercambiar palabras cariñosas
y promesas de amor para ser infieles? ¿Quizás soñar con el otro? ¿O será
imprescindible mantener una relación de cibersexo?
Tecnosexo: castidad y onanismo en tiempos del SIDA
El cibersexo no es para tomárselo a la ligera. El uso de Internet como
plataforma sexual está en plena expansión. Los sitios relacionados con el sexo
figuran entre los más visitados y rentables de la Web, lo hemos señalado antes,
y es sólo el comienzo. Las posibilidades de tecnosexo que ofrece actualmente la
Red son apenas un preludio de los sistemas sofisticados de simulación sexual
que prometen los avances tecnológicos.
El uso de técnicas digitales avanzadas, afirman sus promotores,
permite experimentar mediante la simulación sensaciones eróticas o una
comunión física, social y emocional con otra persona sin correr el riesgo de
embarazo o de contraer enfermedades de transmisión sexual. Aspiración que
responde a inquietudes y fantasías caracterizadas por el miedo a la presencia
del otro, como posible fuente de violencia, y por el rechazo y el temor al
cuerpo en estos tiempos de SIDA dentro de una cultura, la judeocristiana,
tradicionalmente propensa a estigmatizar toda expresión de la sexualidad.
En este sentido, algunos autores afirman, a veces con temor y otras
con esperanza mal disimulada, que la simulación sexual avanzada terminará
siendo aceptada como una forma legítima de entretenimiento, educación y
terapia y que los simuladores de sexo podrán ser utilizados para impedir
embarazos no deseados y como medio de prevención de enfermedades de
transmisión sexual.

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Diego Levis

Planteamiento que pone de relieve una de los claves que han


contribuido a desarrollar una gran parte de las fantasías que circulan
alrededor del sexo virtual: la obsesión por la asepsia y la castidad que
caracteriza a la sociedad estadounidense -portaestandarte de la cultura
digital y principal generadora de imágenes emblemáticas de la cultura
popular contemporánea.
“El rechazo de la carnalidad indicado por la preocupación
contemporánea por la higiene, la cirugía plástica y los desórdenes en la
alimentación, representa un deseo de trascender los ciclos de tipo animal
de nacimiento, vida y muerte” (Bukatman 1994). Al fondo, como símbolo
mayor de esta aspiración taumatúrgica de orígenes míticos, aparece la
tecnocultura científica en su camino hacia la reproducción clónica de seres
humanos,
El sexo electrónico es limitado y limitador. Una curiosa y sofisticada
forma de onanismo tecnificado que, contrariamente a lo que pretenden
hacernos creer los autores de muchos de los artículos que se escriben sobre el
tema, se encuentra muy lejos de representar una solución sensible a la soledad
y al aislamiento que nos atormentan.
La simulación digital más perfecta, más completa, cualquiera sea la
sofisticación técnica de los dispositivos de percepción sensorial utilizados para
acceder a ella, no alcanzará nunca a romper los límites que establece la
pantalla, no dejará nunca de ser una ilusión sensorial capaz sólo de generar
sensaciones temporales de plenitud, dejando detrás de sí, una vez terminada la
experiencia, una estela de absoluta desolación .
La aspiración a mantener este tipo de simulacros de relación sexual
responde a la creciente e inequívoca presencia de Narciso en los cimientos de
la sociedad de consumo masivo de este inicio de siglo, quien detrás de su
aparente autoestima esconde su falta de seguridad interior y la carencia básica
de amor hacia sí mismo, carencia que le incapacita para amar a los otros. El
tecnosexo, síntoma de la negación de la animalidad de la carne, del temor al

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Amores en red

propio cuerpo (y al del otro), cualquiera sea la forma que adopte, implica la
abolición del cuerpo de los amantes. La máquina electrónica, incapaz de toda
ternura y de toda seducción, es un imposible sustituto del cuerpo en el juego
amoroso, una compulsiva prolongación de una idea represiva de la sexualidad;
dentro de cierta visión masculina de la intimidad heterosexual constreñida,
como diría Marcuse (1953), bajo la supremacía de la genitalidad.
Pensadores hay que con sutil perspicacia filosofean acerca del atractivo
erótico de la computadora que anuncia la aparición de una relación simbiótica
con la tecnología. Sublimación mucho más profunda de lo que pudiera indicar
el carácter desmesurado y superficial de gran parte de los discursos sobre el
sexo virtual. El mundo reproducido como pura información no sólo fascina a
nuestros ojos y mentes sino que también captura nuestros corazones
aventuran ciertos hacedores de ideas que en su tarea mistificadora repiten una
vez y otra que la computadora nos hace sentir aumentados y más poderosos.
“Nuestros corazones laten en las máquinas. Esto es Eros” concluye el
profesor norteamericano de filosofía Martin Heim (1993:85) en un libro
dedicado a la metafísica de la realidad virtual, publicado por la editorial de la
Universidad de Oxford. El Eros de un sujeto que se ha rendido a su
incapacidad para romper el aislamiento en el que vive, en el cual el otro sólo
existe en cuanto es percibido detrás de una pantalla electrónica, constituida
más que nunca en una barrera insalvable que ahonda la soledad de cada
individuo.
En el (no) espacio digital no existe ni castigo ni contagio, y tampoco
posibilidad alguna de verdadera comunicación erótica. Disueltos los rastros de
toda empatía en sucesiones inacabables de impulsos binarios, apenas perduran
mínimos destellos de una sensualidad imposible, más hija del voluntarismo de
la razón que de la emoción del juego de seducción. A los vínculos les
pedimos, en general, que sean auténticos, calurosos y fuertes, tres condiciones
inalcanzables para cualquier máquina.

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Diego Levis

Al fin y al cabo, los autómatas no están dotados para el amor. Hay


quienes mantienen que en ciertos casos las diferencias entre el espacio físico y
el espacio virtual, entre los cuerpos “electrónicos” y los cuerpos humanos
parecen deberse sólo a una cuestión de ancho de banda. Desde esta discutible
perspectiva, añaden que bastaría incrementar el ancho de banda utilizado en
las comunicaciones para que tales distinciones disminuyan. Completada la
anunciada simbiosis con la máquina, el ser abandona definitivamente la materia
que lo compone, pretendiendo ignorar que toda experiencia vital tiene su
origen y final en el cuerpo. Lo cual no impide que seamos capaces de
enamorarnos de una imagen idealizada del Otro, construida de pequeños
elementos, y porque no, sólo de palabras escritas en la pantalla de una
computadora. Pero ese objeto de amor, para dejar de ser una abstracción,
para adquirir la verdadera intensidad del amor, necesita concretarse en el
encuentro de pieles y miradas, en la fusión de cuerpos y almas. Horacio y
Alicia, durante los meses que duró su romance ciberepistolar, nunca dejaron de
dolerse por la distancia que separaba sus cuerpos
De la cercanía de los cuerpos
“Alicia luz, quisiera pasear con vos. Es lindo escribirte, es más lindo
hablar de tanto en tanto por teléfono, pero me falta tu presencia, tu
luminosidad, tu ternura”
Y otra vez, a pocos días de que se cumplieran dos meses desde que
había dejado Buenos Aires, escribió también Horacio
“(...) Estamos lejos, si estuviéramos juntos, si pudiéramos abrazarnos
y tomarnos de la mano, salir a pasear, mirarnos en silencio sonrientes,
reírnos, besarnos, acariciarnos, hacer el amor y quedarnos unidos largo rato,
entonces sería diferente, iría corriendo hacia ti buscando tu ternura, tu apoyo,
tu sabiduría. Un beso grandote Que tu día sea esplendoroso”
Una vez se dio una curiosa coincidencia en el que deseo de él y el
deseo de ella se encontraron creando un espacio común para el ensueño del
placer.

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Amores en red

“Horacín ¿habrá conexión entre las mentes? Te cuento porqué: en uno


de tus últimos mails de este fin de semana me besás en el cuello y en la
espalda. Debe existir la magia, porque hace uno o dos días tuve la fantasía -¿el
deseo?- de que me besabas muy lentamente el cuello, en los hombros y la
espalda. Lo raro es que no es un recuerdo, porque eso nunca ocurrió en
nuestros cuerpos, pero tuve esa imagen muy vívida y real. Cuando leí tu mail
con tus caricias me sobresalté.”
Alicia y Horacio empezaban a sentir y a manifestar, aunque
tímidamente, la necesidad de unir físicamente sus cuerpos.
Fromm señala que el sexo constituye una forma natural y normal de
superar el estado de separación, fuente de toda angustia, y una solución parcial
y pasajera al aislamiento. “El ser humano, para no enloquecer, necesita
liberarse de la prisión que representa para él su existencia como entidad
separada, en soledad, consciente de sí mismo, de su desamparo ante las
fuerzas de la naturaleza y de la sociedad” (Fromm 1982)
El tecnosexo, última expresión del rechazo a la corporeidad, simboliza
la paradoja existente entre la búsqueda desesperada por escapar de la angustia
de la que habla Fromm y el establecimiento de barreras cada vez más sólidas
entre los seres humanos, dolorosamente encerrados en la caparazón que
impone un narcisismo social que condena a los individuos al aislamiento al
imposibilitarlos para el amor, única vía de encuentro posible entre los seres
humanos.
Los chats de texto aparecen cada vez más como lugares de encuentro.
Espacios simbólicos para conocer gente, para charlar con desconocidos, para
jugar, para escapar de la rutina del trabajo y del estudio, y también, y porque
no, para la conquista amorosa
En ciudades vividas como territorios cada vez más hostiles, reducidos
los espacios públicos de encuentro, disminuyen las posibilidades de acercarse
a personas que no conocemos sin ser vistos con malos ojos, cuando no es con
miedo. Otras veces ni siquiera nos es permitido mirar con interés a un

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Diego Levis

desconocido en la calle. La soledad es un acompañante habitual de muchos


urbanitas que recorren la ciudad sin cruzarse nunca con miradas ni voces
amigas. En algunos casos el ambiente de violencia, factor de aislamiento y de
disgregación social que no podemos dejar de considerar, acentúa las
dificultades, pero no es el único motivo, ni siquiera el principal. Muchos vivimos
atrapados por nuestros miedos e inseguridades que hacen que sintamos que la
presencia del Otro interpela permanentemente nuestro ser. Y no nos gusta.
No es de extrañar entonces que en los chats sea muy frecuente
encontrar personas buscando interlocutores que les permitan librarse del
monólogo interior en el que transcurre una parte importante de sus vidas, de
nuestras vidas. En la Red siempre habrá alguien con quien charlar. No importa
el momento, no importa el lugar.
Buscar, encontrar a otro del que sólo tenemos indicios de su ser a
través de sus palabras, de la belleza o rudeza de su escritura. Voces sin
sonido, conversaciones sin sonrisas ni gestos que aligeran momentáneamente
la angustia provocada por el aislamiento, el dolor por la ausencia de un amor
anhelado aún por conocer. Enamorarse de las palabras del otro, construir con
ellas una imagen imprecisa a la que evocar en los momentos de ensueño.
Idealizar esa imagen, incorporarla a nuestra realidad hasta que adquiere una
presencia casi física, capaz de sustituir el verdadero aspecto, la verdadera
personalidad del ser amado. Bien saben de esto quienes utilizan la red para
sostener y hacer crecer relaciones con personas a quienes conocen
personalmente.
“¿Recibiste la foto? Tengo la sensación que no me parezco demasiado
a la imagen que tenés de mí. Mis últimos mensajes no te hicieron bien, lo
intuyo. Que se le va a hacer. La distancia tiene estas cosas. Chau.
Hasta mañana, me voy a dormir. Un beso, Horacio”
“Aún no vi tu foto porque no sé cómo abrir el archivo. Ya lo
averiguaré. ¿Porqué creés que mi imagen de vos difiere de vos? ¿Cómo creés
que te imagino?

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Amores en red

No me hicieron mal tus últimos mensajes, para nada. Ojalá estés


mejor. A mí no me afecta que me cuentes lo que te angustia. De verdad. Por
momentos pienso que te pasan cosas que no me contás, pero respeto tu
silencio. Alicia”
Celos
En el interior de muchos de los castillos en el aire que se construyen
con la idealización del ser amado acostumbra a rondar también el fantasma de
los celos. A kilómetros de distancia uno del otro, parejas con vínculos que
crecieron al amparo de caricias de palabras se inquietan ante la posibilidad de
que su amado o amada, se entregue al cuerpo de otro, de otra, que bese y sea
besado, que acaricie y sea acariciado, que ame y sea amado por alguien con
una cualidad, la presencia, ante la que, desde la pantalla del ordenador, nada
puede oponer.
“¿Cómo evitar diluirnos en otras voces, en otras caras ,en otros
cuerpos? Demasiado tiempo, demasiado espacio, una pantalla no puede
engañarnos, apenas puede crear una ilusión de proximidad” le escribió Horacio
a Alicia cuando empezaron a hablar de la eventual aparición de otro en la vida
de ellos. La falta de complicidad de sus cuerpos y la distancia que impone la
pantalla contribuyó a que acercaran al tema con aparente tranquilidad. Todo
muy “civilizado”.
“Horacio, lo de la amante, amicosa, amigovia o lo que sea no me
molesta en absoluto. No me produce ningún cosquilleo incómodo la posibilidad,
casi lógica, de un encuentro posible en tu vida. Me apena un poco el larguísimo
tiempo y la distancia que nos separa y que corroe tu recuerdo en mí (y
viceversa). Esta distancia física y temporal que, inevitablemente, como vos
decís, nos diluye en el otro De pronto un mimo o una caricia son necesarios.
No me da celos ni nada. Hacé lo que sientas o lo que puedas. Lo que sí creo
que será mejor que no nos contemos detalles- -ambos-. Yo por el momento no
estoy con nadie pero si lo estuviera creo que no te lo contaría ¿Para qué? No
sé, me parece, salvo que fuera algo importante ¿Qué opinás al respecto?

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Diego Levis

Bueno, me voy a tomar un mate. Yo estoy bien, muy bien. Alicia”.


En aquel momento Horacio no tenía ninguna otra relación afectiva,
vivía pensando en Alicia y se lo dijo. Días o semanas después ella le escribió un
mensaje en el que hablaba un poco de su vida afectiva.
“Te cuento: Ante todo, no creas que soy una mata-hari ni una
seductora empedernida. Nada de eso, pero este año, como nunca antes en mi
vida, y por razones que desconozco (no soy Claudia Schiffer, ni nada que se le
parezca) muchos hombres, quizás demasiados, para mi anhelada tranquilidad
emocional, se me acercaron, trayéndome cierto quilombo interno
Fue a principios de este año, tipo marzo y abril o algo así cuando X
comenzó su seducción (porque antes de que yo me enamorara perdidamente
él hizo todo para lograrlo). Una tarde, en la misma época, me llama Ari, quien
era bastante amigo de mi ex marido. Yo apenas me acordaba de él. Recuerdo
haber salido algunas veces con él y su ex mujer, pero no mucho más que eso.
Según me dijo, después de más de diez años de no vernos tuvo un sueño de
amor conmigo, por eso averiguó mi número para invitarme a tomar un café o
salir a comer. Me insistió tanto que un fin de semana acepté ir a comer con él.
Fuimos a un lugar lindo al lado del río, con velas y toda la escenografía
romántica. Al terminar de comer le pedí que me llevará a mi casa. "Bueno, Ari,
que estés bien” me despedí. “Voy a estar bien, cuando estés conmigo, sos la
mujer de mi vida y lo sabés” me contestó él. Me pareció un poco delirante
porque casi no nos conocíamos. Yo le hablé de presentarle a una amiga, etc,
etc, pero él no se dio por enterado y comenzó a llamarme compulsivamente,
pidiéndome que le diera la oportunidad de conocernos más. Yo me puse
refóbica y él medio obsesivo. En fin. Terminé siendo dura y tratándolo bastante
mal. Al final conseguí que me dejara tranquila. Para mi cumpleaños me mandó
una postal muy romántica, y después, hasta ayer que reapareció, no supe más
nada. Pensé que se había olvidado de mí. Bueno, como verás la situación es
medio delicada y creo que tengo que mantener cierta distancia si no quiero
líos. No me gusta sufrir ni hacer sufrir a nadie. No sé , estas situaciones me

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Amores en red

ponen tensa. Es halagador para el ego, pero incómodo y me da un poco de


pena, porque aunque sé que todo es una fantasía suya, él la debe vivir como
algo real. Bueno, espero no aburrirte o parecerte una pedante contándote de
mis enamorados, pero no tengo porqué ocultártelo.
Escribíme, me siento medio medio”
Horacio en un primer momento no se sintió demasiado inquieto por el
relato de Alicia. y le contestó con una carta en la que intentaba reflexionar
sobre la naturaleza del amor.
“Alicia querida: Enamorados, obsesionados, enamorados... El amor,
¿sabremos alguna vez qué es?¿ Es sentimiento que quema o más bien que
alimenta, que nutre? ¿Cómo reconocemos cuando estamos enamorados?
¿Llegamos a saberlo?
Para alimentar tu ego aunque no conozco a la tal Schiffer , y lo digo
en voz bajita para que no suene a cuento, me gustas más que ella, transmites
una hermosa belleza interior.
Que te puedo decir sobre Ari, salvo que me gustaría estar contigo
ocupando también un espacio físico cerca tuyo (cuestiones de la especie...) no
sólo un espacio en tu alma y en tu corazón. No aceptes los juegos de la
compulsión. Aparentemente halagan pero en realidad son una forma de
intimidación. No sientas pena. Se trata de un intento de intromisión en tu vida.
No me quiero alargar. El tema me inquieta porque son juegos que producen
demasiada ansiedad y angustia.
No me molesta nada que me cuentes de tus "enamorados". Si te
enamoraras sería otra cosa, pero no sentiría molestia, más bien tristeza. Pero
que se le va a hacer, es un riesgo que forma parte de la vida, sobretodo de la
vida "virtual" ( llamativa manera de llamar nuestra relación a distancia, hecha
de palabras escritas, imágenes que surgen de la memoria y de la ensoñación y
algunos, pocos, sonidos, músicas y nuestras voces apuradas en el teléfono).

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Diego Levis

Horacio que te besa con suavidad en los párpados, y te acaricia los


hombros, y después te abraza en silencio mientras te dice en el oído: te
quiero, eres la luz”
La respuesta de Alicia trajo la primera pequeña crisis entre los dos.
“En realidad, no es tan fácil decir que no, creo que ese es el tema.
Alguien que se nos acerque con dulzura, con amor -aunque sea un amor
fantaseado-. siempre nos conmueve un poco. Al menos eso me pasa a mí.
Creo que es eso lo que me produce cierta angustia, por llamar de algún modo
a esta sensación rara de incomodidad. Lo mismo - o algo parecido- me pasa
con Gonzalo Azcona, mi compañero de almuerzos. Lo de él es mucho más sutil,
muchísimo más, pero sospecho que me está seduciendo a su modo. Es casado
y además no me gusta mucho, pero francamente no es fácil. Bueno, a veces
no sé bien que debo hablar con vos. Es difícil, estás lejos, por tanto tiempo y
de pronto volver al amor se vuelve hacer el amor en mi inconsciente, ay... No
me cuentes de tus amigovias, prefiero no saber. Por ahora.
Qué pases un buen fin de semana. Guardá mi lugarcito en tu corazón.
Yo defenderé el tuyo. Te beso”.
Los celos traen dolor.... y también destrucción. Todos lo sabemos pero
¿quién los puede evitar? Horacio sintió la fragilidad de la relación, la dificultad
de mantener vivo un amor sin miradas, sin sonrisas, sin caricias. Desolado,
casi melodramático, le escribió sintiendo que la estaba perdiendo.
“Ay ay, Alicia sol, parece que se acerca la hora del atardecer. Si alguien
te atrae, si volver al amor es hacer el amor con alguien que te atrae y a quien
atraes, así será. Nada de lo que diga, nada de lo que haga hará desviar tu
rumbo, si así lo sientes así será. Es inevitable Estoy lejos, terriblemente lejos y
¿quién soy? palabras y una imagen deslavada por el sol y la lluvia.
Si llega el amor a tu vida por un camino en el que yo no esté, nada
hará que tu imagen en mí se destruya. A veces pienso en los días que
estuvimos juntos y siento que fue una señal del cielo, un milagro. Si no
existiera Internet, si esto hubiera pasado hace sólo tres o cuatro años, quizás

106
Amores en red

menos, nos habríamos escrito largas cartas sobre papel, muy seguidas al
principio y poco a poco cada vez más espaciadas y hubiéramos hablado
algunas veces por teléfono hasta que finalmente hubiésemos sentido al
otro alejarse indefectiblemente hasta convertirse en un casi
desconocido. Internet nos ha permitido mantenernos cerca, de algún modo
mucho más cerca de lo que llegamos a estar en Buenos Aires cuando nuestros
cuerpos sí lo estaban. Nuestra relación no sólo se ha mantenido como si
estuviera en una nevera, sino que siento que ha madurado, se ha solidificado.
Eso sí, nos falta la cercanía del calor de la piel, indispensable, irreemplazable.
¿Y si cometiera la locura de tomarme un avión? ¿Y si te tomarás vos un
avión ? Te pago el billete, te invito. Rompamos la inercia. No nos dejemos
arrastrar. Olvídate de tus miedos al avión. El miedo no existe, lo creamos
nosotros, así que somos nosotros los que tenemos que desprendernos de él,
sin conflicto sin esfuerzo. Ignorándolo. Si no venís, si no voy, si al final te
enamoras de Ari, o de tu compañero de almuerzos, si renace tu amor por X o
aparece tu príncipe azul, me pondré triste por perderte, pero no por eso
dejarás de estar en mí. No quiero ser motivo de malestar para ti, solamente
de bienestar y alegría. Un beso.”
Alicia, enfrentada al dolor de él, sintió un cosquilleo desagradable ante
la posibilidad de perderlo. Le escribió un mensaje que sólo sirvió para aumentar
en Horacio la sensación de pérdida.
“Lo que te conté era algo halagador para vos. Cuando tuve el acto
fallido no pensaba en hacer el amor con cualquiera sino con vos. Es larga mi
historia con el tema de la sexualidad, y compleja , como para hablarlo hoy y
ahora, pero bueno es así.... Resumiendo, te diría que hasta hace muy poco
tiempo yo tenía pocas ganas de hacer el amor. Eso cambió, o está cambiando,
como si mi cuerpo hubiera despertado. Me gustaría estar con vos, pero es
cierto también, que en este momento -y digo en este momento porque tuve
épocas de abstinencia, mucho más prolongadas- me cuesta no hacer el amor.

107
Diego Levis

Pero como vos bien decís, lo que tenga que ocurrir será. ¿Estoy confusa?
Quizás sí, porque es confuso lo que me pasa. Te mando un besito.”
Ella, por entonces, no había traspasado todavía la etapa del deseo
mientras que él en esos mismos días había empezado a corretear con una
antigua compañera de trabajo con la que se había encontrado por casualidad
en una conferencia de prensa, según se enteró Alicia tiempo después. Sea
como fuere, mensaje a mensaje, sentían cada vez más intensamente la
necesidad de verse. En aquellos días la idea de hacer un viaje creció y
empezaron a fantasear con encontrarse en Barcelona o en París.
“Me dio alegría y risa la locura del viaje. De pronto camino por la calle
y fantaseo con el viaje y con la ropa que llevaré y con caminar juntos por
¿Barcelona? Para mí sería como estar en las mil y una noches, algo irreal. Hola,
hola, aquí Alicia” le escribió ella entusiasmada cuando surgió la posibilidad del
viaje, pero cuando él le anunció que había reservado los billetes de avión y un
hotel en el Barrio Latino de París para los primeros días del mes siguiente ella
sintió una ola de pánico. El juego empezaba a tornarse peligrosamente real.
Amar a un ser ausente, idealizado, no es lo mismo que enfrentarse al roce de
una piel no familiar, a una sonrisa y a una mirada ya olvidadas. Alicia prefirió la
distancia.

“Horacio, lo del viaje es así: Yo tengo muchas ganas, hace demasiado,


demasiado tiempo que no nos vemos. Pero se me hace difícil ir por varias
razones: La primera, y -aunque me avergüence, tengo que ser sincera con
vos-, quizás la más poderosa, es el tema del avión. Yo quiero vencer el terror
que me da y estoy segura, segura de que lo conseguiré porque lo deseo
mucho, pero me doy cuenta de que me muero de miedo de sólo pensar en
subir a un avión y sobre todo en hacer un viaje tan largo sola. Me avergüenza
pero es real. La segunda razón es que estoy con mucho trabajo. En realidad,
me gustaría tener un par de días más para pensarlo, pero no lo veo posible . Lo
digo con mucho dolor, internamente estoy madurando la posibilidad de dejar
de escribirnos, al menos durante unos meses. No porque me hayas dejado de

108
Amores en red

importar, sino porque mantener esta relación se me está haciendo difícil.


Quizás sería mejor si nuestros mensajes no fueran tan asiduos. No lo sé, estoy
pensando en voz alta. Creo que todo se nos está yendo de las manos... No
sabés cuánto me gustaría que estuvieras hoy a mi lado, sentados los dos en el
banco del patio, charlando. Recién cuando subí miré el banco y pensé en eso.
Escribime. Un beso grande, grande”.
El viaje nunca se realizo, pero tampoco dejaron de escribirse, ni
disminuyeron la frecuencia de los mensajes, al menos durante el mes y medio
siguiente. Por diferentes motivos los dos estaban atravesando momentos
difíciles y encontrarse diariamente con palabras de ternura y comprensión les
permitía sentirse cuidados por el amor.
Interferencias y deslumbramientos
Internet no sólo es un espacio para encontrar y construir la ilusión de
anhelados amores verdaderos construidos cuidadosamente con caricias
textuales. La armonía, de hecho, es más excepción que regla. En la Red
abundan los desencuentros, la agresiones, los abusos y los acosos, el
desencanto, mucha locura contenida que encuentra una vía de escape sólo en
apariencia inocua, como aquella historia de amor que construyó en la distancia
una adolescente neoyorquina quien en pleno delirio de abstinencia en el inicio
de un tratamiento de desintoxicación a las drogas repetía sin parar el
nickname de un novio virtual argentino con quien se había estado escribiendo
durante muchos meses. La relación se había iniciado en un chat y como tantas
otras prosiguió por email, un poco por teléfono e, inusualmente, también por
correo postal, pues, según me explicó él una noche mientras compartíamos
una pizza con un grupo de conocidos, “la escritura manuscrita sobre papel le
da a la relación una mayor intensidad, un mayor calor” . Comentario que me
llamó la atención viniendo de un ejecutivo de publicidad de unos veinticinco
años, dedicado fundamentalmente al campo de la informática.
Nunca llegaron a conocerse personalmente a pesar de que muchas
veces ella lo invitó a ir a visitarla. Habían alcanzado un nivel de intimidad muy

109
Diego Levis

alto, al menos eso pensaba él. Sin embargo, nada sabía de la adicción de ella a
las drogas como tampoco que tenía diecisiete años ni que vivía en Nueva York
y no en Boston como le había dicho.
“Dejé de chatear durante un año y medio. Quedé muy mal con lo que
me pasó con una chica que conocí en el chat. Hacía un tiempito que no sabía
nada de ella cuando un día abro mi buzón de email y me encuentro con un
mensaje de su madre pidiéndome que la llamara urgente. No sé que carajo
se me cruzó por la cabeza, pero el asunto es que llamé. La mujer me contó
que su hija estaba internada por una sobredosis de coca y no sé que más. El
asunto es que me acusaba a mí de ser el culpable. Yo no entendía nada.
Intenté explicarle que yo no tenía ni siquiera idea de que su hija se drogara,
que yo era un tipo serio, que como se le ocurría pensar que podía tener algo
que ver con algo así, pero ella sin escucharme repetía una y otra vez que por
algo su hija no dejaba de pedir por mí. Cuando mencionó que la piba tenía
apenas diecisiete años me quedé helado, ella a mí me había dicho que tenía
veinticinco. Me di cuenta que todo lo que me había contado sobre ella era pura
mentira. Para colmo, cuando la vieja me comentó que su marido era uno de los
principales empresarios de la construcción de Nueva York sentí que me lo decía
como advertencia. No sé porque pero no podía dejar de asociar al tipo con la
mafia. Me entró un cagazo que para que les voy a contar. Al final, por suerte,
logré convencerla que yo no tenía nada que ver con nada de lo que había
hecho su hija. De la piba no volví a saber nunca nada. Eso sí, como les conté
antes, durante un año y medio no volví a entrar a un chat”.
Idealizados amores de Internet, en los rara vez se filtra la sordidez
cotidiana en la que viven muchos de sus protagonistas, lo cual es de entender
pues de eso mismo se trata, de construir una realidad menos hostil, un espacio
en el que el sueño y la alegría sean posibles. Rumbo equivocado para una
aspiración legítima. Difícil, imposible diría, es que un amor moldeado con
reflejos de nuestra propia imagen sea de utilidad para librarse de la angustia
que nos persigue y nos consume en la soledad del desamor. ¿Cuál es sino el

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Amores en red

efecto de la máscara en el ánimo del otro que el de hacer de él o ella una


marioneta cuyos hilos son movidos de acuerdo a nuestras propias expectativas
y deseos?
Ingenuidad en algunos o perversa forma de autoprotección, a veces
ignorada por ellos mismos, la que lleva a buscar soluciones en el reflejo de
espejos preparados para devolver imágenes falseadas de uno mismo que para
poco o nada sirven cuando el alma se duele. Eso sí, cual un estimulante,
producen una placentera efervescencia de efecto narcotizante que sirve para
ocultarse momentáneamente en una ficción cuyas consecuencias pueden llegar
a ser devastadoras.
Muchos consiguen como la bruja de Blancanieves vivir largo tiempo
escondidos en la ficción de la imagen reflejada por el espejo que, como
profecía autocumplida, reafirma aquello que desean ver. Otros, en cambio, no
consiguen escapar de la verdad no deseada en la que viven y cuando se miran
en el espejo encuentran el reflejo de aquello que les espanta.
Quebrados, sienten que el dolor no les permite continuar y,
escondiéndose de ellos mismos, se dejan vencer por la angustia del
desamparo. “Adán se esconde para no tener que justificarse, para escapar a la
responsabilidad de su vida. Así se esconde cada hombre, pues cada hombre es
Adán y está en la situación de Adán. Para escapar a la responsabilidad de la
vida vivida, la existencia es transformada en máquina de esconder”
(Buber1989:13). Sólo tras reconocer esta renuencia a enfrentar su vida, el ser
humano es capaz de retornar a sí mismo y de este modo comenzar a recorrer
su camino, y este nunca es fácil.
El horror en uno mismo
A veces, el miedo a la angustia conduce a caminos que producen
verdadero escalofrío, al menos a mí. “Suelas” era el sobrenombre con el que
bautizamos a Pablo, uno de los alumnos de la Casa de Oficios para la Ciudad
del Conocimiento de Barcelona, cuando a los pocos días de iniciadas las clases
nos enteramos que se dedicaba a pedirles a sus compañeras que le dejaran

111
Diego Levis

lamer las suelas de los zapatos. Varias de las chicas al recibir tan singular
propuesta, alarmadas, corrieron a contárselo a la coordinadora del curso.
En un primer momento se consideró la posibilidad de solicitar su
expulsión, pensando que podía resultar peligroso. Desde un principio tuvimos
claro que no se trataba de una broma de mal gusto, sino que “Suelas” tenía
cierta, por no decir marcada, tendencia al sadomasoquismo. Sin embargo,
pienso que la decisión que se tomó de no darle mayor trascendencia al tema,
aunque un poco arriesgada, fue correcta.
Hacia fin de año, Pablo había conseguido lamer las suelas de los
zapatos de unas cuantas de sus compañeras, que una vez pasado el choque
inicial, fueron accediendo a sus deseos sin que ello tuviera consecuencias
inmediatas en sus vidas ni en el desarrollo normal del curso, no así en la de él
que, sin duda, debió de sentir un enorme placer.
A “Suelas” le gustaba jugar con el personaje tenebroso que había
construido consigo mismo. Poseía un humor sarcástico de tonalidades oscuras y
no dejaba de manifestar abiertamente sus preferencias sexuales, lo cual no
impedía que detrás de sus alardes se adivinara a un chico cálido, tímido y muy
desvalido que escondía su terror en gestos de estudiado cinismo. Entre todos
los alumnos de la Casa de Oficios, “Suelas” destacaba por su habilidad en el
manejo de los ordenadores, lo cual hacía que muchos de sus compañeros
recurrieran a él para que les facilitara secretos sobre el acceso y copia de
juegos, programas y archivos de uso restringido y otras transgresiones a las
reglas de buena urbanidad informática, muchas de ellas unilateralmente
impuestas por las grandes compañías de software. Tenía un sitio web dedicado
al sadomasoquismo y alardeaba de ser capaz de levantar el código de
seguridad de cualquier juego o programa, aunque siempre sospeché que era
más un hacker de palabra que de hechos.
Charlando con él sentí un fuerte sentimiento de compasión. Quien
estaba adelante mío era un niño apaleado que a los 20 años acumulaba toda la
tristeza del mundo. Casi lo primero que me contó fue que había conocido a su

112
Amores en red

“ama” en una sala de chat de sadomasoquismo “Las únicas que visito. Eso sí,
nunca me encuentro personalmente con gente del chat si no es alguien a quien
conozca algún conocido mío. Puede ser un tanto peligroso” reconoció “Algunos
amigos tuvieron problemas serios con gente del chat. Casi, casi no la pueden
contar. Ella antes había sido la ama de un amigo, por eso acepté encontrarla.
Para mí fue maravilloso conocerla, nunca antes había sido tan feliz”.
Seguimos hablando durante un buen rato. Me contó que nunca había
estado enamorado, que no sabía lo que era el amor, que seguramente debía de
ser algo bueno y que esperaba conocerlo alguna vez. “Yo nunca hice el
amor” me confesó sin inmutarse. Yo le descreí, pero él me aseguró que era
cierto. “Sí tío, créeme, nunca follé, nunca”. Jamás sabré si me mintió, ¿tiene
importancia? Más allá de los hechos puntuales su dolor era verdadero, su
soledad inconmensurable.
A Blanca, a sus 23 años, le atormentaba su virginidad. No sé si
finalmente habrá conseguido su objetivo de encontrar una persona que,
amándola, la libere de lo que ella vivía como un estigma. Supuesto estigma
que, por cierto, los demás conocían porque ella se encargaba de proclamarlo
en todo momento y situación. No destacaba por su inteligencia ni tampoco por
su simpatía. No era especialmente bella, pero tampoco fea. Era rubia, de ojos
azul claro y un poco rellenita, sin llegar a ser gorda. Aunque parecía agradable,
sé que a sus compañeros de estudios y de trabajo les resultaba especialmente
cargosa, rasgo que con seguridad hubo de alejar a lo largo de su vida a varios
posibles pretendientes .
Su relación con Internet era reciente y una de las primeras cosas que
hizo, como tantos otros principiantes fue dedicarle horas al chat. Según quienes
la conocían, se lanzó a la red con un primordial y único fin: Encontrar novio.
Claro que públicamente nunca lo hubiera reconocido. Ella ante todo, hacía
esfuerzos por mostrarse como una chica de principios. A veces no podía evitar
caer en contradicciones, pero ¿quién no?

113
Diego Levis

“Internet para mí es un puente para conocer gente. El chat me llamó


la atención desde el principio. Lo veo como una aventurilla, para variar de vez
en cuando. Siempre entro con mi nombre y mi personalidad, no tengo ningún
problema en contar mi historia. La primera vez que me conecté a un chat me
equivoqué y entré en un canal de ligue. No me gustó mucho pero volví a entrar
porque entable relación con tres personas que me cayeron bien. Aunque sólo
conozco a uno personalmente, me parece gente muy maja. Hablamos de cosas
del trabajo, anécdotas, de lo que nos sucede, del entorno en el que nos
movemos. Ellos no son de aquí. El chico que conocí personalmente es de
Tarragona. Vino especialmente a Barcelona para conocerme. Nos vimos tres
veces. La primera hace un mes. Nos hemos hecho amigos, pero no novios. El
problemilla es que es una persona bastante mayor que yo, y claro, a mí me da
cosa. Es que cuando una persona pasa de los veintinueve años ya tiene otro
modo de ver la vida . Él tiene 32. Cuando nos encontramos la primera vez no
dejo de observarme todo el rato, y yo sé que cuando una persona no para de
analizarme pues....” en ese momento de la charla, Blanca lanzó un resoplido
de fastidio
“ Claro que encontrar una persona que encaje perfectamente con mi
personalidad y mi punto de vista es muy difícil. Yo tengo un carácter bastante
independiente, no suelo colgarme de nadie. Voy mucho a la mía y a veces mi
forma de ser ofende a las personas. Lo que quiero yo a lo mejor él no lo
quiere o, viceversa, lo que le gusta a ellos a mí no me interesa para nada.
Para mí, todos entran en el chat con la idea de ligar. Si cae algo, mejor, esa es
la mentalidad de la gente. La mía no. Conmigo la gente es bastante correcta.
No se pasan. Nadie me hace propuestas abiertamente porque al mostrarme tal
cual soy suelen cortarse. Y a quienes se lanzan directamente a la piscina los
corto sin más, a mí no me interesa tener historias de ese tipo. Si me entra una
chica, una de dos, o es lesbiana o ... yo que sé. Me resulta un poquito
lamentable que viviendo en una era de comunicación la gente esté tan
alejada. La multitud crea muchos solitarios, hay mucha gente que está más

114
Amores en red

sola que la una. Mi problema es que soy muy idealista y claro, hay cosas que
actualmente parecen estar de más. Una persona idealista suele darse
demasiado contra el suelo. Yo no me cuelgo de un chico sólo por su físico. ¿ A
mí de que me sirve estar con una persona guapísima que sea imbécil o muy
mala persona? No sé, creo que lo que más me atrae de una persona es el
carácter. Al fin y al cabo ves a un montón de gente horrible por ahí y nadie se
muere del susto.
Muchas veces con gente del chat nos damos la dirección de email
directamente. En cambio, el número de teléfono se lo doy a muy pocos. Me he
llevado feas sorpresas. He conocido a tres personas del chat”. El pudor había
ido cayendo, así fue como Blanca revivió en su relato el milagro de los peces y
donde dijo uno se hicieron tres.
”Cuando vi al de Tarragona .... ¡guauu ¡ Fue muy fuerte, yo había
pensado que tendría unos 26 años. La verdad es que no sé si lo que me dice es
cierto, lo único que sé seguro es que es de Tarragona. También quedé con
otro chico que no tenía nada que ver a como me había contado que era, no
coincidía ni siquiera el color de ojos. No le comenté nada, no me pareció
necesario. Después me contó montones de cosas, puro rollo.... Cuando la
gente me está mintiendo me doy cuenta, es como si tuviera un sexto sentido.
Aunque de verdad, a mí al fin y al cabo ni me va ni me viene, es problema
suyo. Lo sigo viendo. Es de Barcelona. El tercero me pareció bastante majo.
Viene desde Bilbao. A mi me gusta mucho la gente de Euzkadi y lo enfatice
mucho. Por ahora nos vimos dos veces y hablamos muy seguido por teléfono.
Con el de Bilbao y con el de aquí charlamos de temas un poco escabrosos, con
el Tarragona prefiero no hacerlo. A los tres les dije desde el principio que yo
quería conocerlos sólo en plan amigos.. Mi hermana me dice siempre que
tengo que dejar las cosas muy claras porque sino das paso a que la gente te
interprete de otra manera. También conozco a uno de Madrid, pero todavía no
vino a Barcelona”.
Buscar, encontrar, acercarse, huir, buscar, encontrar, acercarse, huir....

115
Diego Levis

“Todas mis amigas chateaban por la noche y al día siguiente


comentaban entre ellas lo que habían charlado en el chat y yo me quedaba
descolgada. Así que apenas me puse Internet en casa lo primero que hice fue
bajarme el ICQ para poder chatear. Al principio, cuando empecé, buscaba
gente desconocida, de Argentina pero desconocida. No me gustó mucho. A mí
me interesaba chatear con hombres y los hombres siempre te quieren levantar,
tienen otra intención y la verdad que yo lo único que quería era que me
contaran cosas de sus vidas. Me ponía a hablar un tiempo con un chico y a los
pocos días me preguntaba: “¿y cuándo nos juntamos para tomar algo?” y yo
sabía que sus intenciones eran bien diferentes. Cuando aclaraba que
chateaba sólo para conocer gente los tipos siempre me decían “yo tenía otros
planes con vos” o cosas por el estilo. Hasta ahí llegábamos. Nunca conocí
personalmente a nadie del chat. Me lo propusieron muchas veces pero siempre
me dio miedo aceptar. Tengo muchos conocidos que vivieron situaciones
desagradables con gente que conocieron en el chat, aunque también conozco
algunas chicas que se pusieron de novias a partir del chat. La hermana de mi
novio, por ejemplo, está saliendo hace seis meses con un chico con el que
estuvo chateando antes durante tres meses. A mí me da miedo. En realidad no
me interesa hacer nuevos amigos. Quizás el chat sirva para alguien que esté
interesado en hacer nuevos amigos. Yo no confío. No le hago caso a los
mensajes que me llegan. Chateo con mis amigas nada más que para
divertirme” Tiene más de veinte años, vive en Buenos Aires, estudió derecho
en una universidad privada, trabaja de empleada en una tienda de ropa, es
desenvuelta, mira mucha televisión, sale a bailar los fines de semana. Vive con
miedo.
Curiosear, mirar, jugar, negar, soñar.....
Resulta difícil mirarse sinceramente en el espejo, aceptar las fantasías
que nos mueven, los terrores que nos paralizan.

116
Amores en red

8
La ilusión de transparencia

El ayer en el hoy: pudor e hipocresía


“Amigo mío: Su carta, tan cariñosa y demostrando una admiración tan
profunda, ha llegado para mí en un momento sentimental en el que yo me
encuentro también muy predispuesta para el amor, siempre que sea digno,
noble y puro haciendo honor a lo que me indica usted en la suya.

Le agradeceré que antes de intentar conocerme medite mucho la clase de


sentimientos que le impulsan hacía mí. Mi vida hasta ahora se ha deslizado por
un cauce de serena tranquilidad que no tengo necesidad alguna de perturbar
para satisfacer un capricho de un admirador desconocido.
Si lo que siente hacia mí no es más que un mero capricho amistoso, le
estimaré se abstenga de insistir, pero si, por el contrario, le he inspirado un
sincero amor puede acudir el día ... (hora y lugar donde desee) que en
principio entablaremos una amistad sin compromiso alguno, ya que creo, que
por este camino es como se llega a conocer bien a una persona y se puede
comprender si es fácil llegar a la fusión de dos corazones.
Le suplico que reflexione cuanto le digo en esta carta y si no está muy
seguro de sí mismo no acuda. Le saluda con afecto.” (de Olariaga, op.cit: 89)
Cautela, temor, esperanza, distanciamiento. Actitudes y palabras de
otro tiempo para una situación que, en su esencia, se repite miles de veces
por día en todos los lugares en los que existen personas conociéndose a través
de Internet. Una mujer y un hombre mantienen una relación construida y
sostenida en una seducción hecha de palabras, ensoñación e imágenes
idealizadas, hasta que sienten que ha llegado el momento de encontrarse cara
a cara otro, aquel en el que se intuye el amor, y veces, porque no, un cuerpo
en el que encontrar provisorio refugio contra la soledad.

117
Diego Levis

El modelo de carta reproducido al comienzo de este capítulo tiene


alrededor de cincuenta años. El papel y sobre todo la actitud y la mirada de la
mujer consigo misma y de su papel en la sociedad ha cambiado y muchos de
los prejuicios de entonces, afortunadamente, han caído (casi) en el olvido, al
menos en lo que se refiere a las expresiones y comportamientos públicos. Otra
cosa es lo que pueda suceder en la conciencia y en el sentir íntimo de cada
persona.
Si en el pasado, socialmente la mujer, para no ser objeto de
habladurías y maledicencias debía reprimir su sexualidad y mostrarse discreta y
recatada, hoy – en los países occidentales, principalmente en ámbitos urbanos
ilustrados - existe la posibilidad de que una mujer manifieste abiertamente
amor y deseo. Lo cual no quiere decir que siempre sea así. La actitud de
Blanca, su estereotipada pacatería, no parece muy alejada de los propósitos y
recomendaciones de la carta “para ellas” de “contestación a un joven que
solicitó obtener amistad” que acabamos de leer. Pero una cosa son las reservas
que expresa Blanca y otra lo que hace, no en vano, en el momento en que
hablé con ella, salía simultáneamente con tres hombres que había conocido en
el chat.
Del otro lado del espejo. Mirar los ojos del (des)conocido
Al encontrarse personalmente con conocidos, amigos, o amores
virtuales13 se busca reafirmar una fantasía de apariencia borrosa y presencia
concreta, completando con sonrisas, miradas y gestos a aquel de quien sólo se
conoce a pedacitos, las palabras con las que nos escribe primero, y después,
eventualmente, su cara y su cuerpo congelados en una foto y, quizás, su voz a
través del teléfono.
En la Red, cuando se mantiene una relación continuada con alguien, se
genera una sensación de cercanía, de proximidad, de la que van surgiendo los
primeros trazos de lo que no tardamos en identificar con el amor. Al principio,

13 Virtual: Que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de


presente. U. Frecuentemente en oposición a efectivo o real Diccionario Real
Academia Española 21ªedic

118
Amores en red

esta sensación es tan intensa, tan real que se vive como una bendición, hasta
que, poco a poco, imperceptiblemente, a medida que aumenta nuestro amor y
con él la necesidad de la presencia del otro, el desarraigo físico empieza a
hacer estragos en el alma, y el dolor por la ausencia avanza, imparable, hasta
llegar a ser insoportable. En ese momento, se hace imprescindible mirarse,
tocarse, acariciarse, besarse... Entonces, no hay distancia, no hay obstáculo
que pueda impedir el encuentro.
Y cuando al fin llega ese tan esperado momento, raro es que aquel que
esta allí, ante nosotros, no nos resulte un extraño, a quien, sin embargo, en
ocasiones nos obstinamos en amar, al menos provisionalmente. Otras veces, en
cambio, los amantes virtuales huyen despavoridos ante ese desconocido que
los mira con ojos de asombro y descreimiento.
La preparativos que rodean el encuentro intensifican los sentimientos
de los amantes virtuales que en su turbación tienden a construir castillos de
amor desmesurado. Carmen es el nombre supuesto de una mujer joven de
Vigo que, a través del servicio de contactos de uno de los mayores portales en
castellano, conoció al amor de su vida, al menos eso es lo cuenta.
“Me inscribí en el servicio de contactos por simple curiosidad, para
divertirme un rato. Ni se me pasó por la cabeza que encontraría al amor de mi
vida. Los primeros días recibí muchos mensajes, pero sólo contesté unos
pocos. Hubo uno que me llamó especialmente la atención, era de un tal Nando
que me daba su número de ICQ. Durante los primeros mensajes que nos
mandamos, la verdad es que no lo soporté. Después, y no sé bien cómo ni por
qué, empezamos a jugar (o algo así) a preguntas y respuestas, y parecía que
nos estábamos leyendo la mente. Desde ese momento supe que había algo
especial entre nosotros. A partir de entonces seguimos escribiéndonos, ya
fuera por medio de mails o por ICQ. Al principio tuve mis dudas sobre él, ya
que es casi dos años menor que yo, pero al ir conociéndolo vi que tenía la
madurez de un chico de veinticinco años a pesar de tener sólo veintiuno. Eso
me encantó.

119
Diego Levis

Todavía no hemos podido vernos personalmente, pero es la persona


que más amo en este mundo y él lo sabe. Contamos los días y las horas para
poder estar juntos. Desgraciadamente, aunque los dos vivimos en España, yo
no he podido ir a Valencia ni él venir a Vigo, pero ya estamos planeando estar
juntos para siempre. Por lo pronto ya llevamos un mes de ser novios, y aunque
sea a distancia, sabemos lo que sentimos el uno por el otro. Solamente espero
que muy pronto podamos estar juntos, porque las horas que pasamos
hablando por teléfono no son suficientes, ni tampoco los e-mails que nos
mandamos. No veo el momento de poder estar con él para verle a los ojos y
decirle "te amo", abrazarle fuertemente y no dejarle ir nunca. Soy la mujer más
feliz del mundo”.
¿A quién ama Carmen? ¿A quiénes aman todas las Carmenes, todos los
Nando del mundo que, por amor, trasiegan teclados, pantallas y redes
telemáticas en el espacio inmenso, silencioso, fantástico y casi fantasmagórico
de Internet, paradójicamente vacío en su exuberancia de contenidos de todo
tipo? ¿Son las Carmenes, son los Nandos los cuerpos, los corazones y las
almas amadas o son el inquietante resultado de una ilusión de transparencia
que refleja una imagen distorsionada de ellos mismos, de aquello que desean,
de aquello que no alcanzan a ver, a decir, a reconocer? ¿Es este, el de Carmen,
el de las Carmenes y los Nandos que en el mundo son, un amor que puede
expandirse, que puede crecer hasta alcanzar a ser sublime?
Amor globo, amor despojo
El director de cine mexicano Arturo Ripstein afirma que “ nada como el
amor loco rompe, subvierte, trastoca. Los románticos -persuasivos destructores
del orden, subversivos por definición- lo sabían. Y lo usaron. Nada como el
amor loco crea utopías... y las destruye. Nada como el amor loco rasga, rompe
y desordena la casa del orden social. Nada es más irreverente, sacrílego,
herético. Nada, por tanto, más humano. El amor loco -al igual que Prometeo-
se enfrenta a dios para -al igual que Sísifo- consumirse a sí mismo: fracasar. Y
en este continuo fracaso, ir bordando su humanidad. Su fuerza de vendaval

120
Amores en red

pone la carne humana al descubierto. En su mejor, más prístina y portentosa


flaqueza, en su conmovedora mezquindad, en su esperanza desesperanzada
de construir un mundo aparte y perfecto para el objeto amado, lo humano de
lo humano prevalece, se destaca, se ilumina" (en Diario Página 12, Bs.As, 12-8-
1997).
De todos modos, y a pesar de lo “locura” que muchas veces consiguen
provocar, me cuesta asimilar las relaciones nacidas y crecidas al amparo de la
Red a un amor loco. L’amour fou es otra cosa. Quizás me equivoque, pero los
amores virtuales tienen más bien pinta de caricatura.
Muchas veces comprometerse con Otro en una relación afectiva es
vivido como una dejación, una renuncia a la propia individualidad, sin
comprender que sólo alcanzamos nuestra plenitud en la unión amorosa que
nos permite crecer asumiéndonos como parte de un todo. Aquel que surge
entre la luz muda de la pantalla del ordenador aparece como respuesta
tranquilizadora al miedo a establecer verdaderos vínculos afectivos con quienes
nos relacionamos en nuestra vida cotidiana. La Red resulta, en tales casos, un
sustituto superficialmente satisfactorio y de aparente eficacia emocional.
Temerosos a expresar lo que realmente sienten, a hacer lo que
fantasean hacer, miles de personas se lanzan a interminables sesiones de chat
en las que se pierden en mares de palabras con interlocutores intercambiables,
a los que la Red les otorga una dimensión y una personalidad de índole y
dimensión diferente a la conocida acercando a unos con otros en un juego de
transparencias y reflejos cambiantes que terminan por converger en una única
y conocida imagen siempre repetida, cacofonía de mensajes redundantes en la
que importa poco lo que se dice. Lo importante es la ilusión de transparencia
que permite mantener siempre viva la sensación de estar comunicado, para
intentar así romper el cerco que tantas veces imponen la falta de autoestima y
la inseguridad en uno mismo. Eso sí, cuando la relación crece, sea de amistad,
sea de amor, llegado el momento, todos necesitamos encontrarnos, mirarnos a

121
Diego Levis

los ojos, sentir la presencia física del Otro junto a nosotros,¡reírnos juntos!
¡Cómo une la risa compartida!
En las relaciones a través de la Red entre personas que se conocen,
pero por diferentes motivos no se pueden estar juntos, la transparencia
atribuida a la pantalla comienza a separar al individuo real, diluido en la
memoria por el paso del tiempo, de los mensajes que escribe, dando lugar a la
aparición de un inquietante alter ego virtual, que no siempre responde a la
persona que hay detrás de la pantalla.

“Horacio, a veces me pregunto ¿quién serás, cómo serás?


No sé si alguna vez te conté que además de pintar a veces escribo.
Ayer a la noche no podía dormir y empecé a escribir un cuento. El argumento
tiene que ver con las relaciones virtuales. Es algo así:
Una mujer tiene una relación con alguien por mail. Ella siempre le
escribe de noche, cuando todos duermen en su casa, tarde (quizás es casada,
no sé). La relación via email se torna cada vez más asidua, más cercana, más
intensa. Al cabo de un tiempo se conocen personalmente. Al principio sienten
cierto extrañamiento pero de todos modos continúan la relación, que se torna
muy real. En el final que imaginé el tipo está durmiendo a su lado, ella lo mira
largo rato, se levanta tratando de no hacer ruido, (a la misma hora que solía
hacerlo cuando se escribían) y se sienta ante la computadora, la enciende y
escribe en la pantalla la dirección de él.
Creo que terminaría más o menos de esa manera, como si ese hombre
Real no pudiera desplazar al Virtual, ella necesita al Otro, a esa construcción
mental que había hecho, que, como los sueños, siempre es más poderosa y
abarcadora que lo real. Se me ocurrió a partir de un texto de Borges donde el
personaje dice que en "toda promesa hay algo de eternidad".
Por ahora no tengo escritas más que unas pocas líneas, pero la idea
me gusta. Sobre todo tengo una imagen muy fuerte: los dos en la habitación,
durmiendo. Son las dos de la mañana, ella lo mira un largo rato, se levanta

122
Amores en red

sigilosamente (de alguna manera lo traiciona con él mismo) va hasta el


escritorio y enciende la computadora.”
Horacio pareció comprender el sentido del cuento y de algún modo
intuyó que el tiempo y la distancia empezaba a descomponer, quizás
definitivamente, su relación con Alicia. Esperaba llegar a tiempo a Buenos
Aires, adonde tenía planeado volver en menos de dos meses, gracias a una
corresponsalía importante que había conseguido. En ese momento llegaban
casi cuatro meses de relación no física, casi exclusivamente textual.
“Muy buena la idea del cuento. Al leerte me doy cuenta que el ¿quién
serás, como serás? con el que empezaste tu último mensaje no es una
pregunta retórica, al menos no únicamente. Posiblemente como el personaje
del cuento que imaginaste soy, somos, construcciones mentales, una promesa
a realizar, en una palabra: virtuales (es ese precisamente el sentido de la
palabra según dice el diccionario de la real academia).
Pienso que es bueno que el Horacio virtual al que le escribís se parezca
cada vez mal a este Horacio que te escribe. No vaya a ser que cuando nos
veamos te encuentres con un total desconocido y como el personaje de tu
cuento extrañes a horacio@xxxxx.com. Un miedo totalmente comprensible, un
miedo compartido. A veces siento que la imagen que construiste de mí, que yo
te ayude a construir de mí, tiene poco que ver conmigo. Si es así, perdóname
Dentro de menos de dos meses estaré en Buenos Aires y ahí al mirarnos
descubriremos si el que está junto a nosotros es quien esperábamos encontrar.
Nada, ni nadie lo puede garantizar. Esto lo supimos siempre. Pero al fin y al
cabo como en las palabras de Borges que citas, en toda promesa hay algo de
eternidad; y la eternidad nos es grata.
Un beso que se hace luz. “
Ante la cercanía del encuentro, Alicia y Horacio empezaron a sentir
temor a la decepción del vacío. De pronto se les revelaba la posibilidad de que
todo hubiera sido producto de un encantamiento, que aquel amor que sentían
podía disolverse en la nada apenas sus ojos al mirarse no se reconociesen.

123
Diego Levis

“Te quiero mucho. ¿Te lo dije? No importa lo que sentiremos cuando


nos veamos y hasta que punto nos acercaremos. Sé que te quiero mucho y
que sos parte de mi vida. Alicia”.
Nada de lo que pude conocer de esta relación a través de las cartas
que Alica y Horacio intercambiaron por correo electrónico y de lo que me fue
contando ella a través del tiempo, permite inferir el tipo de vida sexual que
mantuvieron durante esos meses. En los emails que leí aparecen pocas
referencias al tema. Comentarios de Alicia en algún mensaje me hacen pensar
que ella sospechaba que Horacio tenía alguna amante. Lo cierto es que él
nunca le contó nada. Resulta sorprendente saber además , y esto me lo
confirmó Alicia, que entre ellos rara vez hablaron de sus deseos y fantasías
sexuales, ni siquiera para decirse que sus cuerpos anhelaban reencontrarse lo
antes posible; y mucho menos mantuvieron algún tipo de relación sexual
virtual. ¿Pudor, visión romántica del amor, protección ante el reconocimiento
del dolor que impone la ausencia o consecuencia lógica de la separación entre
cuerpo y mente que determina la Red?
Dominados por la ilusión de transparencia, los amantes virtuales ( en
realidad ¿cabe hablar de amantes?) pueden sentir la cercanía del deseo, como
si las palabras alcanzaran para transmitir aquello que sólo el contacto de pieles
y miradas puede expresar. Entregados al juego de seducción verbal que
impone la Red, olvidan momentáneamente sus cuerpos, y en ese momento
empiezan a alejarse, sin saberlo, del amor, que se nutre del deseo, de su
reconocimiento, de su satisfacción (o de su insatisfacción).
Lejos y sin embargo cerca
En la Red son muchos lo que quedan atrapados por la cercanía que pa-
rece crearse con interlocutores lejanos, muchas veces desconocidos. Con ellos
establecen lazos de proximidad pocas veces alcanzada en sus relaciones per-
sonales fuera de la Red que les permiten confiar secretos e intimidades rara
vez reveladas; como si la ausencia de la mirada del otro alejara todo miedo de
reprobación o de crítica. Internet se convierte así en un espacio para las confi-

124
Amores en red

dencias ( e indiscreciones) en donde se expresan y relatan aquellos sentimien-


tos y aquellos hechos que no encuentran su lugar en la vida cotidiana.
Mechu tiene veinte y dos años y nació y creció en Salta, capital de la
provincia argentina del mismo situada a 1.600 kilómetros al noroeste de la ciu-
dad de Buenos Aires. Su papá murió cuando ella era todavía un bebé. Su
mamá y su hermana continúan viviendo en Salta. Ella estudió Relaciones Inter-
nacionales en una prestigiosa universidad privada situada en los alrededores de
Buenos Aires. Durante el año lectivo se alojaba en casa de sus tíos que viven a
pocos minutos en tren del centro de estudio. Es una chica muy entradora y de
carácter pasional que esconde su inseguridad en un devastador nivel autoexi-
gencia que acostumbra hacer estragos en su estado de ánimo naturalmente
alegre. Hace chat en sus diferentes variantes. En un ejercicio para la facultad
escribió espontáneamente algunas de sus impresiones acerca de algunas de
las características de las relaciones personales en Internet.
“Tengo un amigo virtual que conocí chateando en el ICQ. Se llama
Tomy, o la menos eso creo. Sabe todo lo que pienso acerca del sexo, las dro-
gas, el amor, la familia, la moral, Dios, y sabe también lo que siento ante dife-
rentes situaciones que se me presentan en la vida.
Por otro lado está mi primo. No sabe porqué lloro cuando lloro, o por-
qué estudio tanto, ni cuales son mis metas, ni que cosas son las que me hacen
feliz. No conoce tampoco cual es mi concepto acerca de la moral ni mis ideas
acerca del amor o de las drogas. Nos resulta más fácil decirnos cada día bue-
nos días e intercambiar comentarios frívolos y seguir con nuestras rutinas sin
interesarnos el uno por el otro. Lo que quiero decir es que nos cuesta menos
comunicarnos (¿??) con otros a la distancia que comunicarnos con nuestros
verdaderos afectos. Cada vez tenemos al alcance más herramientas de comu-
nicación y, sin embargo, nos sentimos más cómodos con el caparazón puesto.
¿Cómo es posible que me resulte más fácil contarle mis cosas a un verdadero
extraño que a mis compañeros de clase, a quienes me cuesta tanto acercar-
me?”

125
Diego Levis

A Mechu le produce perplejidad la facilidad que siente para comunicar-


se con un extraño a través de Internet, sensación compartida por muchos de
los usuarios de la Red. Ahora bien, cabe preguntarse si la relación comunicativa
que se establece con interlocutores virtuales es asimilable en algún aspecto a la
interacción que mantienen dos personas cara a cara. Los vínculos afectivos en-
tre estos amigos sin rostro se sustentan en un juego de complacencias recípro-
cas en las que apenas hay resquicios para cuestionamientos, disensiones o co-
mentarios críticos. Del mismo modo que la madrastra de Blancanieves no espe-
ra la verdad de su espejo, los amigos y amantes virtuales esperan que las pala-
bras que surgen de la pantalla de la computadora les devuelvan una imagen
reforzada de sí mismos. Como Narciso, corren el riesgo de quedar atrapados
por el hechizo de su propia imagen, insensibles al resto del mundo, incapaces
de comprender el verdadero sentido del amor, el placer del encuentro y la en-
trega por el ser amado, comunión de almas, comunión de cuerpos.
Entre los usuarios de Internet es habitual escuchar decir que en la red
es más fácil soltarse, decir cosas que nunca dirían cara a cara. En el chat “uno
vuelca más los sentimientos” explican. La Red, para quienes la viven de este
modo, sirve para acercarse emocionalmente a amigos y familiares con quienes,
antes de empezar a comunicarse a través del ordenador, mantenían una
relación meramente formal, al menos así lo sienten. Otros usuarios, en cambio,
se expresan de un modo distante y frío porque no saben como transmitir lo que
sienten, a veces porque tienen dificultades para expresarse por escrito, otras
porque no pueden sustraerse de la sensación de separación que imponen la
pantalla y el teclado o sencillamente por desconfianza.
La pantalla biombo
Miriam era una de las alumnas más capaces y también mejor
preparada que tuve en la Casa de Oficios para la Sociedad del Conocimiento.
Era una persona inconformista y de carácter decidido, la única de mi grupo que
seguía una carrera universitaria. Tenía veinte años y estaba en segundo año de
criminología en la Universidad de Barcelona Era gordita, de piel clara y pelo

126
Amores en red

corto castaño oscuro, con una única mecha teñida de color que durante el año
fue cambiando, sin ningún orden, del rosa al azul pasando por diferentes tonos
de lila. Buena fumadora de hachís, todas las mañanas, durante las pausas, salía
a fumarse un porro a la explanada de entrada del edificio en donde dábamos
clase. Como todo usuario del chat que se precie cuando entraba en uno se
identificaba con un seudónimo aunque, según me dijo, conservaba su
personalidad.
“Pongo otro nombre pero soy yo. Del chat me gusta que puedes
hablar con la gente de cualquier cosa. De todos modos, tengo siempre la
sensación de que me mienten. Todos son ingenieros o técnicos, gente que
sabe mucho. Hay algunos pesados, empalagosos pero si no te gustan,
cierras la ventana y ya está. Me escribo por email con un chico de Santander,
pero no lo considero mi amigo. A los del chat tampoco los considero amigos
míos. No tengo con ellos ningún tipo de implicación afectiva. Alguna vez me
propusieron de quedar pero yo no acepté. Lo más cerca que estuve fue una
vez que un chico me dijo que se iba a pasar por la facultad una tarde en que
yo iba a una fiesta con unas amigas , pero al final no pasó. Por ahora no tengo
ganas de conocer a gente del chat porque soy muy desconfiada. Cuando estoy
chateando con alguien siempre intento llevar las conversaciones hacia un
terreno en el que no me pueda mentir. No descarto que algún día pueda tener
ganas de conocer a alguna gente del chat. No me cierro. Si veo que es buena
gente aceptaría encontrarme”, concluía entre ingenua y temerariamente
Miriam, mientras yo me decía a mí mismo, sin atreverme a planteárselo a ella,
si es posible evaluar la calidad humana de alguien desconocido sólo a través de
los que nos escribe, cuando además somos conscientes de que todo lo que nos
dice puede ser falso.
Confundida con una diáfana ventana a la realidad a veces y otras con
un dispositivo revelador de almas, con un telescopio hacia el interior de las
cosas y de las personas, con un calidoscopio de mentiras de las que siempre
surgen verdades, con un multiplicador del conocimiento, con un panorama de

127
Diego Levis

lugares y de culturas, con un lugar sin territorio hecho de encuentros y olvidos,


la pantalla del ordenador se constituye ante nuestra mirada como un espacio
en donde son posibles todos los prodigios. Fascinados por la sucesión de luces
y colores que surgen de su brillo, acostumbramos olvidar su incuestionable
opacidad material.
En una primera mirada a la pantalla, superficie que nada esconde,
sentimos que la esencia de aquello que se presenta ante nuestros ojos está
disponible a nuestra sensibilidad y a nuestro conocimiento, sin advertir que
estamos siempre ante una construcción simbólica, y en tanto tal, en última
instancia, ante un simulacro, independientemente de que su punto de partida
sea una simulación, un hecho empírico o una idea o sentimiento auténtico.
Un simulacro que va tomando forma a partir de la interpretación de
huellas y otros indicios que proporcionan los participantes en los actos
comunicativos en la red. Algo que seguramente ni se le pasó por la cabeza a
Miguel cuando empezó a chatear. Después, al menos, fue entendiendo la
importancia del seudónimo con el que uno elige identificarse.
“Cuando empecé a usar el chat todos los que se me acercaban eran
tíos. Me di cuenta que era a causa del nickname que usaba, entonces decidí
probar otros para poder hablar también con tías. Ahora lo voy cambiando
mucho porque dependiendo del nombre que te pongas viene un tipo u otro de
gente. El nick que usaba al principio era “Barna Boy” y todos los tíos que me
hablaban eran gays, me hacían propuestas, me proponían historias. A veces yo
les seguía el rollo, era muy divertido. Pero no quiero estar siempre hablando
con gays, así que ahora uso más “Jimura” y se me acerca gente a la que le
gusta el manga. En general hablamos de manga pero a veces charlamos
también de otras cosas. Si es una chica derivamos hacía temas de sexo. A
veces el que toma la iniciativa soy yo, otras veces ellas”.
En el momento en que lo entrevisté Miguel llevaba aproximadamente
nueve meses conectándose a la Red. Tenía diecinueve años y vivía en Poble
Nou, un antiguo barrio obrero de Barcelona. Era un chico tímido, algo limitado

128
Amores en red

y de aire extraviado, muy delgado, grandes gafas de cegato, pelo cortado al


serrucho, muy aficionado a los videojuegos, algunas dificultades para
expresarse verbalmente y de sexualidad ambigua o quizás sea más preciso
decir de sexualidad ingenua, si es que esta expresión significa algo. De lo que
me caben pocas duda es que Miguelín, más allá de sus aparentes limitaciones
intelectuales, era, es muy buena persona. Como tantos otros con quienes hablé
acerca de su experiencia en la Red a él también le resultaba más sencillo hablar
de sus cosas en el chat que cara a cara:
“Allí nadie me conoce, eso hace que resulte más fácil. En el chat,
normalmente cuento cosas que son verdad, pero no siempre. Algunas veces
me pongo a hablar con alguien en coña y le sigo el rollo, le cuento mentiras. A
veces me dan ganas de conocer a alguien personalmente. Si te cae muy bien
una persona te apetece conocerla, pero nunca quedé con nadie.” Hacia el final
de nuestra charla me aclaró que en general no tenía problemas para
relacionarse. “Me gusta más hablar con gente personalmente que en el chat”.
¿Hace falta decir que no tenía novia y que fantaseaba encontrar una en la Red?
La pantalla escaparate
Débora no habla de novios ni de sus parejas sexuales, pero lo cierto es
que en el ICQ acostumbra buscar hombres y muchas veces sale con ellos. “
Los busco por la edad y a veces por las preferencias. Yo me identifico con
datos reales: edad, sexo, nacionalidad y nombre. Pongo todo salvo el apellido,
la dirección y el teléfono, incluso doy el código postal de mi casa así, si les
interesa, pueden ubicar la zona en la que vivo.” Débora es una mujer de
belleza calma y equívoco aire tímido. Tiene veintidós años, es rubia, de ojos
celestes, cara redonda y sonrisa fresca, y de trato agradable. Como tantísimos
otros internautas, entra en el chat con su verdadero nombre.
“Para mí en el ICQ existe un acuerdo tácito de creer que los datos
facilitados por el otro son verdaderos. Cuando empiezo a chatear se establece
un pacto implícito de que los dos vamos a decir la verdad, a no ser que yo
tenga ganas de molestar a alguien y empiece mentir. No sabes si el otro te

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Diego Levis

dice la verdad, pero yo confió en esta persona que me buscó para charlar.
Cuando veo que la conversación empieza a tergiversarse, que empieza a
haber mentiras o chistes o algo desubicado, entonces ahí empiezo a dudar. Las
relaciones en el chat muchas veces quedan en la nada. Sin ninguna
explicación, la conversación de un día para el otro se agota, se pierde el
encanto. No dejan ninguna huella. No los conocí, no los vi, no hablé con ellos
por teléfono, quedaron en la virtualidad”. La imagen de timidez de Débora no
responde a su verdadera personalidad, no hace falta ser demasiado perspicaz
para darse cuenta. Cuesta imaginar que tenga problemas para relacionarse
según lo que se puede deducir hablando con ella, pero ese es otro asunto.
“Hace como dos años estuve saliendo con un chico que conocí en el
chat. Todo fue muy raro. Una noche que estaba aburridísima busqué a alguien
en el ICQ. La información que había sobre él era muy escueta, no decía nada
más que el nombre y la edad. El asunto es que, intrigada o aburrida, lo
contacté. No tuvimos un enganche de esos de ponerse a charlar horas y
horas. De hecho no hubo nada. Pasaron cuatro días sin que nos volviéramos a
hablar, y después durante las tres semanas siguientes nos encontrábamos de
vez en cuando en el ICQ como si fuéramos amigos de amigos. Teníamos un
trato muy lejano, hasta que un día hablando de cine, que a mí me gusta
mucho y a él aparentemente también, quedamos en ir a ver juntos no me
acuerdo que película. Fuimos al cine y a tomar algo y no pasó nada. Todo fue
en plan amigos. No hubo flechazo por ninguna de las dos partes. A los tres
días, cuatro me llama, volvemos a salir y ahí fue el enganche.
Otra vuelta estaba navegando como a las tres de la madrugada y en la
ventana del ICQ aparece el mensaje de un chico que me buscaba, que me dice
“Débora ¿qué tal?” Yo, bien agresiva, le contesté “no te conozco” . Él se
disculpó contándome una historia que no sé si era o no cierta. Empezamos a
charlar y al ratito andaba proponiéndome que nos conozcamos. Yo primero le
dije que no tenía ganas. Eran como las cuatro de la mañana y de pronto se me
ocurre largarle un desafío. “A ver que tal machito sos, ¿hasta adonde te

130
Amores en red

animás?” Y le pasé mi número de teléfono móvil . Me llamó a los cinco


minutos “Dale, porqué no salimos?” me dijo “Bueno, vamos, pero ¡ahora...!”
le contesté. Al rato me pasó a buscar por la esquina de mi casa en un coche
buenísimo, lo único lindo que tenía, el coche. Eran las cinco y diez de la
mañana o así. Me saludó como si nos conociéramos de antes. Una desfachatez
total, y por mi parte también. Yo no tengo problemas. Compramos facturas en
una panadería y de ahí nos fuimos a la costanera, a la zona en donde están las
carritos y los pescadores, y nos pusimos a comer las facturas. Fue muy loco,
agarradísimo de los pelos”
En cierto momento mientras la escuchaba sentí una desagradable
sensación de vértigo que por lo visto, compartían sus amigas. “ Mis amigas me
dijeron que estaba loca. “Mirá si era un degenerado... Mirá si era ...., bla, bla,
bla.” Una no sabe nunca. Bueno, no importa, yo me jugué. Con ese chico
estaba todo bien, pero a mí no me interesaba. Me jugué pero no me
interesaba. Para él fue al revés. Apenas me conoció quería llevarme
directamente al civil para casarse. Se recontra enganchó. Después me volvió a
llamar. Fuimos a comer una vez. Me llevó a Puerto Madero. Debe ser el único
chico que me llevó a Puerto Madero. Salimos dos o tres veces más pero no
sentía que me pasara nada con él y le dije que para seguir así, mejor nada.
Me odió. Nunca más me habló. Trabajaba en Telefónica y estudiaba una
carrera de economía en la Universidad de Buenos Aires. Tenía mi edad”.
Yo, tú y él
Hay muchos autores que cuando se largan a hacer predicciones sobre
el futuro de la Red parecen ignorar nuestra necesidad natural (vital), que
trasciende el hábito, de relacionarnos físicamente con nuestros semejantes.
Aislados enloquecemos, incluso podemos morir. Es en el encuentro (o el
desencuentro) con los Otros en donde se justifica, se explica nuestra existencia.
Romper con el cerco del aislamiento es lo que nos permite mantenernos vivos,
a nosotros como individuos y a los seres humanos como especie. Condición
primigenia de la vida que parecen ignorar aquellos tecnopredicadores que

131
Diego Levis

como el pensador francés Pierre Lévy (2000) pronostican sin atisbos de alarma
en sus palabras que en las primeras décadas del siglo XXI la mayor parte de la
vida social se realizará en el ciberespacio. Bajo los efectos de los efluvios de la
tecnofascinación, Lévy afirma que Internet es simplemente el estadio que
sucede a la ciudad física en el reagrupamiento social de la humanidad.
Entretanto, lejos de esta televida que propugnan los estrategas de las
empresas del sector de las telecomunicaciones y la informática y sus valedores
intelectuales, los usuarios de Internet, en su inmensa mayoría afortunadamente
no renuncian, por ahora, a mantener relaciones físicas, ni tan siquiera con sus
interlocutores virtuales.
Como alguna vez escribí, las voces, las miradas, las caricias actúan
como protección contra el autismo, insanía que conduce, recordémoslo, a la
muerte prematura, y que tantas veces indirectamente parecen promover algu-
nos mensajes y actitudes públicas. “Cualquiera sea la tecnología a la que se re-
curra, existen diferencias notables entre una comunicación cara a cara y la que
se mantiene a través de la mediación de una máquina. El ser humano trasmite
y recibe información sensorial a través de sus gestos, sus miradas, su olfato,
del tacto, todo el cuerpo convertido en un gran órgano de comunicación.(....)
Las máquinas de comunicar apenas pueden proporcionamos un precario, insa-
tisfactorio sustituto de comunicación interpersonal.” (Levis 1999). Idea que no
siempre parecen compartir algunos estudiosos de la comunicación que preten-
diendo amoldar la realidad a sus reflexiones teóricas son capaces de afirmar,
por ejemplo, que, ante enunciados similares, no existe diferencia notable entre
recibir una carta y hablar por teléfono, entre escuchar un disco y asistir a un re-
cital del cantante en cuestión, que tal despropósito escuché decir en un con-
greso a un profesor de una prestigiosa universidad de Barcelona.
Callo el nombre del autor de tal desatino porque no es intención mía
molestar a nadie, sino, bien por el contrario, contribuir a la comprensión de los
fenómenos de la comunicación. Cierto es, y así se lo supe manifestar en su mo-
mento a mi colega, que para quienes como yo vivimos en el dolor de la distan-

132
Amores en red

cia, bien diferente nos resulta oír la voz de alguien querido en el teléfono que
leer una carta o un email, ¡ y qué decir de la maravillosa alegría de poder mi-
rarse a los ojos después de un emocionado abrazo!
Sin afectividad, sin considerar su existencia, su importancia primordial,
no hay teoría sobre la comunicación humana que pueda sostenerse ante el más
mínimo análisis. Tampoco cuando se trata de explicar la comunicación mediati-
zada por ordenadores. Al fin y al cabo, del otro lado de la Red siempre hay un
ser humano, incluso si nuestro interlocutor es un programa de inteligencia arti-
ficial.
La ilusión de proximidad que ofrece la pantalla de la computadora, la
inmediatez con la que es posible recibir y enviar mensajes, el tono informal y
distendido de la comunicación contribuyen a crear la sensación de frustración
que sigue a la interrupción del acto comunicativo. Es entonces cuando la falta
del Otro, su ausencia, empieza a sentirse de un modo cada vez más intenso
hasta hacerse insoportable. Al principio basta con reanudar la comunicación a
través de cualquier medio técnico que esté al alcance, pero llega un momento
en que la tecnología más sofisticada imaginable es insuficiente, en el que la
necesidad del ser amado, o de aquel en quien intuimos el amor, hace
inconcebible cualquier otro encuentro que no sea el físico. Allí, en el roce de las
miradas y las pieles, en las sonrisas y en los palpitares, en colores, tonos y
almas, es en donde toda relación define su rumbo. Tarde o temprano.

133
Diego Levis

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Amores en red

9
Cuando se rompe el espejo. Aproximaciones y alejamientos

“Alicia quisiera abrazarte. Tengo ganas de abrazarte. A veces me


cuesta creer que estás tan lejos. Me gustaría apagar la computadora, ponerme
los zapatos y un saco, tomar el ascensor, ir corriendo a tomar el metro y
bajarme en Plaza Italia, correr por Uriarte hasta tu casa, tocar el timbre con
urgencia y apenas abras la puerta darte un abrazo largo, largo, sin decir nada,
así, en silencio. Un deseo casi imposible. Para llegar allí necesito un montón de
horas de avión y un pasaje que no siempre es fácil de conseguir. Te quiero
mucho. En estos meses te fui queriendo cada vez más. No siento que te
idealice, ni tampoco te hecho a faltar con nostalgia. No, simplemente te quiero.
Dando tus clases, escribiéndome emails, sintiendo de tanto en tanto tu
maravillosa voz, presintiendo tu sonrisa en la pantalla de mi computadora cada
vez que leo un mensaje tuyo. Cerca a miles de kilómetros: en mi alma, en mi
cuerpo, en mi corazón. Te doy un beso lleno de música. Horacio”.
La presencia ausente del ser amado no deja en ningún momento de
inquietar a los amantes virtuales. La relación crece contenida en los márgenes
que establecen la distancia, la idealización del Otro, la ternura y el amor
germinados en palabras bien tersadas y el deseo renovado del encuentro
siempre postergado. Sin posibilidades de desarrollarse libremente en la
generosidad de la entrega y en las pequeños gestos cotidianos que también
hacen a la construcción del afecto, en las relaciones a distancia se produce una
malformación del amor en la que apenas existe lugar para la duda y el
conflicto.
A medida que se acerca el momento del tantas veces imaginado
encuentro, la incertidumbre paraliza el corazón de algunos amantes virtuales
que ante la mera posibilidad de tener que enfrentarse a una frustración se

135
Diego Levis

entregan (o se abandonan, si se prefiere) a la de-construcción de su amor. Si a


esto le añadimos el desgaste del tiempo y la distancia, los resultados suelen ser
desvastadores. Horacio y Alicia se dejaron arrastrar por estos rumbos de dudas.
Cuando el deseo genera temor
“Tengo ganas de verte, pero no sé si tendremos algo en común , algo
que decirnos. No sé que pasará cuando nos veamos. No sé a quien esperas
ver, si soy el mismo que imaginas, no sé a quien me encontraré, de verdad no
lo sé. No sé que sentiremos, si los dos sentiremos lo mismo. No sé si
quedaremos deslumbrados o si nos decepcionaremos. Quizás yo te resulte
banal, ansioso, tenso, o quizás sea encantador y divertido. ¿Pero tiene algún
sentido ponerse a pensar en eso ahora? Nuestra relación "virtual" fue
tranformándose poco a poco, ha tenido sus altibajos mientras nuestras vidas,
como es lógico, transcurrían fuera de la pantalla”.
Escribió Horacio un día sintiendo que no sabía muy bien quien era de
verdad la mujer con la que hacía meses se escribía, a la que creía amar.
“Cuando nos veamos, nos sentiremos tan cerca como si apenas
hubieran pasado una cuantas horas, vos serás vos y yo seré yo, no tengo
ninguna duda. Hoy te escribo sin música de fondo. Beso los dedos de tus
manos y después nos miramos de mirada sonriente”. Le anunció con más
optimismo en un mensaje posterior. Algo, apenas perceptible al principio,
había empezado a quebrarse, y tanto él como ella lo sabían.
Era tiempo de aproximaciones .... y de alejamientos.
“Alicia, también yo te siento lejos estos días. Quizás sea que hemos
tomado conciencia de la distancia en kilómetros y días que aún nos separa. Es
normal que de pronto sintamos todo el peso de la distancia y del tiempo.
Pienso que debemos guiarnos por lo que sentimos, en este caso lo que vos
sentís. No quiero que nos alejemos. Me entristece pensarlo. Si te hace mal que
nos escribamos, no nos escribamos más. No quiero provocarte ningún
conflicto. Como a vos, tu presencia en mí me paraliza ante la posibilidad de
cualquier otra relación. No importa que estés tan lejos, no lo puedo impedir. No

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Amores en red

es algo que racionalice. Sólo nos falta el contacto de la piel, la mirada, la


sonrisa. Me gusta imaginarte tomando mate sentada en tu patio debajo de las
azaleas. Yo sentado cerca tuyo mirándote. Te quiero Alicia. ¿Pero qué sentido
tiene que te lo repita mensaje tras mensaje?. Cuando cierro los ojos me veo
abrazándote fuerte, los dos contentos, riendo. Sos el sol, y por más nubes que
salgan el sol siempre está ahí. Un beso que empieza en tus dedos sube por la
mano, recorre tu brazo, se detiene en los hombros, y alcanza el cuello antes de
llegar a tu boca. Horacio”
Los mensajes habían empezado a espaciarse. Detrás de las palabras se
adivinaba la ambivalencia que había comenzado a adueñarse de la relación.
Hay varios mensajes de ella reclamándole a él que le escriba más seguido:
“Horacio, cada tanto mándame unas palabritas, me gusta. Este fin de semana
te estoy extrañando mucho (no si extraño al Horacio real o al virtual, pero, en
fin, me pasa eso)”
Hay mensajes de él pidiéndole lo mismo a ella y hay un mensaje de
Alicia que se titula “despedida” pero que no lo fue, en el que, recriminándole el
modo en le había contestado el teléfono el día anterior, le dice:
“(...) No me enoja ni nada, más bien me provocó cierto escalofrío en
la espalda y la sensación, que nunca tuve antes de que tenemos CERO onda.
(...) Si me hubieras dicho que estabas con alguien hubiera entendido más, pero
la explicación de que no lo habías previsto y por eso no pudiste cambiar tu
tono es retrucha No me enojé pero me puso triste y más bien me hizo
aterrizar. Ojalá que no te caiga mal lo que te digo. Te deseo lo mejor, Tu
aparición en mi vida fue imprevista y muy linda, creo que nos hicimos bien
mutuamente, y después compartimos meses de comunicación por cartitas.
Pero... Te deseo que trabajes mucho y bien y no te dejes alterar por mis
palabras, eso es lo que menos quiero. No es momento para que desperdicies
tu energía. Que estés muy bien. Un beso grande.”
El desgaste ya era muy grande, pero la relación continuó durante
algunas semanas más. En su respuesta Horacio escribió “(...) sé que la

137
Diego Levis

distancia borra los matices, es exigente de perfección, no permite un segundo


de alejamiento” .
Alicia dejaba cada vez menos margen a la duda. El camino para ella
aparecía cada vez más despejado y en este camino Horacio, por lo que se
puede adivinar, empezaba a no tener lugar.
“Quiero que me perdones si te causé tristeza. Me puse muy mal el
sábado. No me enojé, tuve un cortocircuito, quizás, algo desproporcionado con
la situación. Ya había tenido ganas de cortar esta relación a la distancia hace
uno o dos meses atrás, ¿lo recordás? Creo que las dos veces me pasó en
momentos en que me acerqué mucho a vos o me volqué demasiado y de
pronto, con tanta distancia, ese ser al que me acercaba se volvía fantasmal,
raro; no sé cómo explicarlo. Lo cierto, es que se me está haciendo cada vez
más difícil mantener esta relación a la distancia. Ojalá que estés bien,
tranquilo. Alicia”
Lo que había aparecido como una nube fugaz empezó a adquirir la
densidad de una bola de plomo. Horacio sintió entonces que no podía
resignarse a perderla. Escribía para conservarla sin intuir en toda su dimensión
lo que estaba sucediendo.
“Alicia: Por un lado va la distancia por otro el distanciamiento. Me
acuerdo de tus dudas, me acuerdo de tu cuento, me acuerdo de mis mensajes
y de mis dudas, me acuerdo de lo que siento, me acuerdo de tus miedos , me
acuerdo de que estás tan lejos, me acuerdo de tu sonrisa y de tus manos, me
acuerdo de ti, me acuerdo de tu casa y de tu patio. Ojalá fuera tu vecino, así
podría estar ahí contigo, mimándote, apoyándote. Ojalá fueras mi vecina, así
ahora podría ir a tocar tu puerta para invitarte a un café o a un té o a un jugo
de naranja.
Hacemos lo que podemos, y a veces no podemos mucho. Dentro de
dos meses justos llego a Buenos Aires, y quien te dice si como en tu cuento
(casi de terror) en la noche correremos a buscarnos en el parpadeo brillante de
la pantalla.”

138
Amores en red

Para Alicia el juego había acabado y no dejaba de repetirlo pero


Horacio parecía no querer oírla. Ella insistía.
“No creo que extrañe para nada nuestra relación por email, ME
CANSÓ. A pesar de que tuvo, y quizás tendrá aún, momentos de
comunicación intensa. No pasará como en mi cuento, sea cual sea el carácter
que adquiera nuestra relación con el tiempo, la preferiré a esto. (¡Me gustó eso
de cuento de terror! Es cierto). La verdad es que esta relación a la distancia me
cansó porque cuanto más nos acercamos más parece encontrarme con un
vidrio o con alguien -o algo- que se aleja. Me resulta muy frustrante. Creo que
eso fue lo que estalló adentro mío, un no poder sostener la relación con este
enorme tiempo y estos mares. Pero..., qué paradoja, estoy escribiéndote. Y
bueno, se ve que ya soy adicta a la máquina o sea que cada tanto creo que te
haré saber de mí.”
Aunque Horacio aparentemente se negaba a aceptarlo, la relación
parecía estar en sus últimos estertores. Días después un nuevo email de Alicia
terminaba de aclarar la situación, al menos nominalmente. En Internet, como
en la vida, las rupturas no resultan sencillas.
“Horacio, hace un tiempito, algo, o mejor dicho, ALGUIEN anda
rondando por mi vida. El otro día estaba hablando por teléfono con él. Apenas
corté me llamaste vos diciéndome que me querías mucho. Me impresionó por
que fue inmediatamente después de que cortara. Sos MUY MUY perceptivo y
sabés cuándo hacerte presente. Ya lo noté en otros momentos. Qué cosa.
Después de tranquilizarme - y quizás tranquilizarte también- diciéndote lo de
no tener expectativas me sentí más tranquila. No es miedo, creo, sino que no
quiero ilusiones ni dolor para ninguno de los dos, porque más allá de lo que
pase te quiero mucho, mucho. Un beso grande y un abrazo”.
Asumir un fracaso nunca es fácil, nunca. Ni siquiera cuando la relación
se construye a través de una computadora y un teléfono. Porque puede ser
que las lágrimas del enamorado, como afirma Saramago, jamás consigan

139
Diego Levis

manchar la pantalla de una computadora como manchan el papel de una carta


de amor, pero el dolor, el dolor es el mismo.
De cuando caen las máscaras
Aproximadamente un mes y medio después de aquel mensaje de
Alicia, que no fue el último, Horacio aterrizó en Buenos Aires. Una nueva
historia se iniciaba. El momento de los cuerpos era necesariamente distinto
como también lo era el ritmo de sus afectos.
Fuera de la protección de la pantalla todo comienza a cambiar. Los
tiempos son otros, los sonidos son otros, las intensidades son otras. Cuando los
cuerpos empiezan a saberse cerca nada puede ser igual. Las máscaras se
recolocan, cambian de densidad y de forma, a veces caen y dejan ver rostros
asustados o desafiantes, dejan ver alegrías y ternuras y no esconden los enojos
a quien sepa verlos, muestran amor y a veces rechazo que en ocasiones quiere
hacerse pasar por indiferencia que es precisamente la cara que quiso poner
Débora la tarde en que se citó por primera vez con un conocido del chat, hace
de esto al menos tres de años.
“Había arreglado una cita a ciegas total, sin foto. No sabía nada de la
persona con quien me iba a encontrar. No sabía si era alto, bajo, gordo o
flaco. Lo único que me había dicho de él es que iba a llevar puesta,
supongamos, una camisa verde y que tenía el pelo largo. Quedamos en
encontrarnos al lado de un kiosco de diarios. Cuando lo vi me quería morir.
¡¡¡Era horrible!! Por una cuestión de cortesía, y ya que estábamos ahí, fui a
tomar un café con él. Después de charlar diez minutos ya me quería ir, no
sabía que decirle. No sólo no me gustaba físicamente. Era renervioso, no
dejaba de mover la pierna debajo de la mesa. Además resultó super tímido. No
hablaba, para arrancarle una palabra tenía que estar haciéndole preguntas
todo el tiempo, era aburrídisimo. En el ICQ era otra persona, era mucho más
abierto. Al final después de bancármelo media hora le dije que me estaban
esperando y que me tenía que ir. Y desde entonces, citas a ciegas ¡¡¡ nuuunca
más !!!

140
Amores en red

Este tipo de encuentros fallidos son los más habituales en la red, como
lo que le pasó a un amigo mío que se estuvo camelando a una mujer a través
del chat y del email durante más de una semana y cuando la vio tuvo ganas de
salir corriendo ahí mismo, y tan poco delicado fue que la pobre, enseguida
comprendió que su cariñoso corresponsal tenía tan sólo existencia virtual pues
el caballero que tenía enfrente sólo deseaba escapar de ella, que había asistido
al encuentro envuelta en los pétalos de rosas y jazmines recibidos en forma de
palabras en la pantalla de su computadora, y a cuyo autor deseaba entregarle
su alma y su cuerpo esa aciaga noche en la que vio el rechazo dibujado en los
ojos azules de ese señor cuarentón que tenía sentado enfrente, mi amigo.
No fue esta la primera ni tampoco la última vez que mi amigo atravesó
los límites de la pantalla para acercarse a una señora o señorita con el único fin
de acostarse con ella, pero si fue esta la única vez en que él se echó para atrás
apenas la vio (o la presintió). Lo cual no quiere decir que el resto de sus
encuentros terminaran en la cama, lo que es seguro es que ninguno terminó
en el amor, ni tan siquiera en el intercambio de una sonrisa cariñosa.
Amar es buscarse en la mirada del otro, encontrarse a sí mismo en los
gestos de ternura, en el encuentro de dos cuerpos, dos almas haciéndose una.
El sucedáneo estéril que construimos en la pantalla nos devuelve una mueca
caricaturesca en la que se refleja el dolor y la tristeza, la angustia de saberse
solo, solo junto a aquel o aquella que acude a la cita con su propia desolación
a cuestas, esperando encontrar un cuerpo disponible en el que ahogar la
tristeza disfrazándola de placer durante el fugaz éxtasis sexual. Después sólo
quedan los despojos. Un revoltijo de lágrimas, vergüenza, culpa, excitación,
esperanza, alegría robada, negación, ropas en el suelo, pieles sudorosas,
sábanas, palabras huecas, promesas incumplidas, y dos personas que seguirán
buscando a la deriva aproximarse a una imagen móvil que cuanto más cerca
parece estar, más se aleja. Identidades diluidas, identidades en permanente
alejamiento.

141
Diego Levis

Cuando el velo protector de la pantalla se desvanece de nada sirven ya


las palabras que con tanto cuidado fueron construyendo la relación. En el
momento de enfrentarse a la presencia apabullante de los cuerpos, el aspecto
físico reaparece en todo su dramatismo, condicionando muy seguido la
viabilidad de las relaciones que crecieron en el ámbito seguro, protegido,
controlado de la computadora. La imagen proyectada, idealizante e idealizada,
en más de una ocasión no responde a las expectativas del otro, que
desilusionado, frustrado por la brecha entre lo esperado y lo hallado se resiste a
aceptar que se trata de la misma persona.
El intercambio de fotografías e incluso el uso de pequeñas cámaras de
video intentan paliar estas disfunciones, que no por habituales dejan de ser
inevitables. Una foto, si es verdadera, es una aproximación superficial que sólo
puede servir para vislumbrar que el aspecto de la persona que se va a conocer
no nos producirá rechazo, que es lo que tantas veces ocurre, aunque no
siempre esto es así.
Sobre esto puede hablar Marta, una psicóloga de 34 años que empezó
a chatear apenas un mes después de separarse, quien vivió un momento poco
agradable cuando tuvo ante sus ojos al solicito galán que había conocido en su
primera incursión en la Red, un argentino que vivía en Alemania y que
casualmente había crecido en el mismo barrio que ella.
Durante dos semanas se habían escrito y también hablado mucho por
teléfono cuando él le anunció que viajaba a Buenos Aires para visitar a sus
hijos, acompañando el anuncio con el envío de un enorme ramo de flores. Ella
estaba deslumbrada. Con enorme ansiedad, fue a recibir en el aeropuerto a su
galante interlocutor esperando encontrar al atractivo hombre que aparecía en la
foto que él le había mandado por email. Pero ella, entre los pasajeros que
viajaban en el avión, no supo reconocer a ninguno. Mayúsculo fue su disgusto
cuando se le acercó un desconocido al que le sobraban uno cuantos kilos que,
saludándola, la besó con inapropiada confianza. Era él, ¿o no?

142
Amores en red

“ Me fue imposible poner las palabras del otro, del que me escribía, en
ese tipo. No encajaba con la imagen que me había construido” me explicó
Marta “Ese mediodía fuimos a comer juntos y no lo pude soportar. Al rato me
escapé y nunca más hablé con él. Tiempo después, una vez me contactó en
el chat y yo me oculté, le dije que yo no era yo sino una amiga que estaba de
visita en mi casa”.
Al reflexionar sobre esta experiencia Marta señala que al enviar una
foto con la que queremos ser identificados uno puede mostrar lo que fue, lo
que es o lo que quiere llegar a ser. “La foto que me mandó el tipo debía tener
al menos diez, quince años que lo pasaron por encima. En ese cuerpo todo lo
que me había escrito y dicho se disolvió en la nada. No tengo dudas, la
imagen es importante, vehiculiza el deseo”.
Los niños y los preadolescentes, tan dados a relacionarse por chat, no
se escapan de vivir decepciones y frustraciones similares a las de los adultos
cuando ven por primera vez a sus colegas del chat. Esto es lo que le pasó a
Gabriela, la hija de 12 años de una conocida mía, también psicóloga de
profesión y muy versada en los entresijos del ciberespacio.
Gabriela chatea por la noche antes de cenar. Se conecta sobre todo
con sus compañeras de colegio El verano pasado, mientras estaba con su
mamá de vacaciones en Pinamar, empezó a chatear con un chico de su
edad, Federico. Durante el año siguieron chateando, él la llamaba por teléfono
todas las noches para arreglar la hora del encuentro en la sala de chat.
Un día la mamá de Gabriela recibió un email de la mamá de Federico
proponiéndole organizar entre las dos un encuentro sorpresa para que sus
hijos se conocieran. Quedaron en ir al cine. Fijaron el día, la hora y el lugar en
donde se encontrarían. La mamá de Federico le había enviado una foto a la
mamá de Gabriela para asegurarse que no se perderían. El día acordado
fueron con sus hijos al multicine de un centro comercial de la zona sur del
Gran Buenos Aires y al encontrarse las dos mujeres se saludaron como si se
tratara de un encuentro casual ente viejas conocidas. Enseguida desvelaron a

143
Diego Levis

sus hijos el motivo del encuentro. Los niños reaccionaron sin saber muy bien
que hacer. Federico, un gordito que no dejaba de comer palomitas de maíz y
de tomar cocacola, se puso rojo como un tomate y Gabriela, muerta de risa,
pellizcó a su mamá y tapándose la cara le dijo : “¡¡ Es un gordo !!” Los chicos
en ningún momento se dirigieron la palabra. La situación no cambió durante la
proyección de la película ni a la salida del cine. El pibe no dejaba de deglutir
pochoclo y cocacola mientras la niña se mantenía inmóvil como una estatua.
Las mamás se hicieron amigas y desde entonces intercambian el relato
de sus experiencias amorosas en la red (sería más apropiado decir “nacidas
en la red”), mientras sus hijos siguen chateando aunque ya no se hablan por
teléfono. La última vez que lo hicieron, Gabriela le pidió a Federico que no la
llame más, “te voy a poner ignore en el msn ¡¡¡¡Eres un gordo ridículo!!!!!!” lo
increpó.
No siempre los encuentros con conocidos de la Red generan
frustración, para esto no hace falta hilar muy fino. Existen también casos en
que se producen sorpresas agradables. Son menos frecuentes pero ahí están.
Me imagino por ejemplo la reacción de los tipos con los que queda Débora
cuando la ven, su rostro transparente de virgen de un cuadro renacentista
debe resultar como un bálsamo para algunos de los afortunados. “En el
encuentro me maravillo de haber hallado a alguien(...). Es un descubrimiento
progresivo (y como una verificación) de las afinidades, complicidades e
intimidades que podré cultivar eternamente (según pienso) con un otro en
trance de convertirse, desde luego, en mi “otro” (...) “ (Barthes 1991:108)
Cuando la atracción genera confusión
La misma Débora tuvo una vez una sensación de este tipo cuando vio
por primera vez a un chico que había conocido a través del chat. Según me
contó la relación empezó cuando un compañero de redacción del diario en el
que trabajaba le comentó que quería presentarle a su cuñado y le dio su
número de ICQ.

144
Amores en red

“Empecé a chatear con él desde Clarín. Como estaba prohibido lo hacía


a escondidas. Trabajar y chatear al mismo tiempo no resultaba nada fácil. Así
estuvimos durante una semana. Una noche que yo tenía franco en el diario y
estaba en casa, chateamos como cuatro horas seguidas, desde la una hasta la
cinco de la mañana. El chico me encantó, me flechó por ICQ. La
conversación era super dinámica. No había silencios incómodos, siempre
teníamos algo que decirnos e incluso llegamos a crear un código común. Fue
ahí cuando surgió la idea de conocernos. Le pedí que me mandara una foto
suya y yo le mandé una mía. Después del fiasco con el chico de pelo largo yo
no quería saber nada más de citas a ciegas. Y este era hermoso, al menos en
la foto, que también puede engañar. Y yo a él también le gusté. Así que
arreglamos para vernos. Me pasó a buscar y fuimos a tomar un café. ¡Era más
lindo que en la foto! Todo estuvo bárbaro. Charlamos como si fuéramos amigos
desde hace mucho tiempo. Después de aquel día terminamos saliendo, pero
enseguida se pudrió todo. Duramos repoco, a los dos meses él me largó. De
un día para el otro, me escribió por ICQ que lo nuestro no caminaba. Te das
cuenta ¡por chat! ¡Ni siquiera fue capaz de dar la cara! Le dije que era un un
basura, así nomás, directamente.! Fue un palo para mi orgullo. Me dolió
muchísimo. Una vez me había dicho que cuando me conoció por el ICQ había
pensado que era otra persona, y yo no lo supe interpretar. La verdad es que
hay cosas que jamás vas a descubrir comunicándote a través de la
computadora. Después de un tiempo de conocer a alguien vas descubriendo
cosas que en el chat no hay modo de ver Para empezar está el tema de la
comunicación no verbal. Una cosa es estar sentado en un café frente a frente y
otra escribirte por computadora. Hablando vas incorporando los códigos
personales del otro: si mira mucho para el costado, si te presta atención
cuando hablas, si te mira a los ojos, los gestos, las manos, las miradas, la
sonrisa. Hay muchas cosas. Por ICQ uno puede escribir, por ejemplo, estoy
sonriendo, e incluso poner un emoticon pero vos no lo vas a ver jamás, al

145
Diego Levis

menos que tengas una cámara y así y todo no es lo mismo. Falta el calor de la
presencia”.
Desde entonces Débora se mueve por la red con cautela desconocida.
Aunque no lo dice, el chat condicionó enormemente el desarrollo de esta última
relación Seguramente ella se sentía enamorada, sentía que había encontrado la
persona con la que compartir su vida, esto explica que lo haya llevado a su
pueblo a conocer a sus padres, en cambio para él la mujer con la que se
besaba y probablemente se acostaba, no era la misma con la que se escribía en
el ICQ, aquella a la que él realmente deseaba, el contorno de la imagen que le
devolvía la pantalla, espectro inexistente construido con mucho deseo y
fantasía.
Tras esta ruptura, muy dolorosa para ella, Débora comprendió que en
la Red podemos expresar nuestras ideas y nuestros sentimientos, transmitir
tristezas, alegrías y miedos y que una foto puede ser una aproximación más o
menos válida de nuestro aspecto físico, pero que todo esto no garantiza que
quien está del otro lado de la pantalla no termine armando con todas estas
piezas un modelo propio amasado con sus prejuicios y estereotipos. Y cuando
esto se produce, ay cuando esto se produce, la relación tenderá casi
indefectiblemente hacia el desencuentro.
Mitos de uso individual
La pantalla produce en nosotros una sensación de extrañamiento con
nuestro cuerpo de la que nos cuesta desprendernos. Alimentada por un
imaginario propio, en Internet nuestra intimidad conforma parte de un
espectáculo del que no siempre es fácil desvincularse. Se establece así una
simbiosis que nos impide separar acciones y fantasías, provocando confusión
en nuestra relación con el principio de realidad. Así, separados físicamente de la
pantalla podemos continuar atrapados por los personajes de la ficción
verdadera (o presuntamente verdadera) que construimos en la red con
palabras y deseo. Verdaderos mitos contemporáneos de uso individual.

146
Amores en red

La voluntad de amar empuja, a numerosos usuarios de la red, a


atribuir cualidades imaginadas a aquel, aquella que viene a nosotros desde la
pantalla, depositando en él o ella expectativas desmedidas que pocas veces
corresponden a la persona de carne y hueso que llegado el momento tan
esperado, un día conocerá físicamente. La figura del otro, idealizada,
fetichizada, el mito construido como incubadora del deseo, se desmorona al
enfrentarse con la realidad. La mirada, la sonrisa, los gestos y los olores del
otro revelan con irrefutable contundencia que allí donde había envolventes
palabras de seducción y desafío existe un cuerpo con sus atractivos y
debilidades, sus necesidades y sus limitaciones. Así, de la misma aproximación
física aparece el primer alejamiento. Si la brecha entre el mito y lo real es muy
profunda el alejamiento será inexorable, definitivo. Pero no siempre es así.
Breves apuntes sobre sexualidad y libertad
Sucede en ocasiones que los enamorados en red se sienten inhibidos
ante aquel extraño que les habla y les sonríe como si se conocieran desde hace
años. Sucede también que la primera mirada revela, otras veces, complicidades
propias de una intimidad larga, venida de muy lejos.
Aproximaciones sólo posibles desde la densidad propia de lo físico. El
cuerpo del otro resulta una aproximación inalcanzable para el más sofisticado
sistema de masturbación artificial, que no se me ocurre nombre distinto para
designar a los modernos, tecnológicos esfuerzos en pos de crear dispositivos
electrónicos destinados a establecer relaciones sexuales a distancia.
Máquinas dispensadoras de placer sexual para una sociedad cada vez
más cercada por Narciso, incapaz de comprender la escasa relación que existe
entre la satisfacción mecánica del deseo sexual y la necesidad de encontrar una
persona a la que amar. Durante siglos, en nombre de mandatos divinos y de la
moral pública, los detentadores del poder (político, religioso, académico, etc.)
pretendieron de diversos modos restringir nuestra sexualidad a su esencial
función reproductora. Cualquier otra forma de vivir la sexualidad era
sistemáticamente estigmatizada y quienes osaban salir del “buen camino”

147
Diego Levis

corrían el riesgo de sufrir severos castigos, en especial si se trataba de mujeres.


Situación que aún hoy está dramáticamente vigente en diversas partes del
mundo (no sólo en los países islámicos).
Lo cierto es que en las sociedades occidentales, más allá de los
esfuerzos de sectores religiosos fundamentalistas, las máscaras de la hipocresía
empiezan a caer. Disociada de su carácter reproductor, la sexualidad,
aparentemente, se vive con menos aprehensión y culpa. Pero aún estamos
muy lejos de vivir nuestra sexualidad con libertad, una libertad que,
inexorablemente, está vinculada con la existencia de amor. El sexo vinculado al
amor debe ser asumido, vivido como el encuentro pleno de cuerpos y espíritus
sin jerarquías de poder.
Amar no es follar, no es joder, no es coger, no es garchar, no es
fornicar, ni es tampoco cualquiera de los otros términos con las que
vulgarmente nos referimos en castellano al acto sexual. Palabras que en su
mayoría denotan una acción que se asocia implícitamente a posesión e
imposición y no al deseo o al placer compartidos, mucho menos al amor.
Una alternativa al onanismo en la que el Otro, en cuanto mero objeto de
placer, puede ser reemplazado ventajosamente por máquinas, al menos en la
imaginación de un diseñador de cibertrajes sexuales propenso a frases
provocativas de carácter profético-publicitario, quien en una entrevista
publicada en una revista argentina afirma que “ algo es claro, si el cibersexo se
convierte en una moda, la especie humana se extinguirá ” (Stahl Stenslie en
“Noticias”, 5-5- 2001:83). Triste visión de la sexualidad, triste visión del ser
humano que no comparto.
La derrota del silencio o el ciclo del desamor
Existe en las relaciones en Internet un temor irreprimible a la pantalla
vacía. Las pausas, las respuestas no inmediatas son percibidas como algo
negativo, como si toda ausencia provisoria en la pantalla anunciara un
alejamiento definitivo. Sin lugar para el silencio, en la Red la comunicación con
el otro pareciera ser proporcional al número de bits (unidad de medida del

148
Amores en red

volumen de información almacenada por una computadora) intercambiados,


indiferentemente al contenido de los mensajes. Perversa traslación de la teoría
matemática de la información a la práctica de la seducción amorosa.
En la Red no hay espacio para el intercambio creativo de silencios
compartidos con el que se construye la magia del amor. Lo cual no tiene por
que constituir un problema. Veamos sino a Débora que sintió el flechazo del
amor después de chatear con un desconocido durante cuatro horas sin
“silencios incómodos”. Esto no sólo no la molestó sino que la sedujo.
Algo parece estar cambiando en nuestra percepción. ¿Consecuencia del
proceso de aceleración del tiempo en el que vivimos llevados de la mano por
las tecnologías de la información y la comunicación?
Una vez escuché decir en un documental de televisión sobre relaciones
personales por Internet que cuando uno se relaciona sólo con palabras, en el
fondo se relaciona con una mente pura y abstracta ¿El alma? ¿Será esta la
razón por la que Débora, y tantos y tantas como ella, se enamoran en la red?
¿Pero que hay del cuerpo? ¿Se puede concebir el amor, la vida sin tener en
cuenta que somos nuestros cuerpos? Soy de la idea que en el amor, como en
el resto de nuestras actos y acciones, hemos de implicar a la totalidad de
nuestro ser corporal, indisolublemente unido a nuestro ser espiritual.
Entre la silueta que dibujan las palabras aparece el misterioso
mecanismo que hace que de pronto entre la multitud surja una persona que
por motivos inexplicables genera en nosotros una energía nueva que la
convierte en objeto y sujeto de nuestro amor. Y quieran los dioses y las
estrellas que aquel amor sea correspondido pues nada hay más doloroso que
un amor sin respuesta. Hablar del amor en cualquiera de sus formas, sin duda
interpela, pues es del amor de donde cada uno de nosotros extrae lo mejor de
su vida.
“No caigo nunca enamorado, si no lo he deseado; la vacancia que he
creado en mí (...) no es otra cosa que ese tiempo, más o menos largo, en que
busco con los ojos, en torno mío, sin que lo parezca, a quien amar.

149
Diego Levis

Ciertamente que al amor le hace falta un desencadenante (...). Sin embargo el


mito del "flechazo" es tan fuerte (cae sobre mí sin que me lo espere, sin que lo
quiera, sin que tome en ello la menor parte), que uno se queda estupefacto al
oír que alguien decide caer enamorado (...)” (Barthes 1991:207). Roland
Barthes, autor francés de notable influencia en el pensamiento contemporáneo,
señala que en la imagen desencadenante de la mecánica sexual lo que nos
impresiona no es la suma de sus detalles sino tal o cual inflexión, algo que se
ajusta exactamente a nuestro deseo (del que ignoramos todo). Construimos
una imagen que consagra al objeto que vamos a amar. Imagen visual pero
también sonora “Puedo caer enamorado de una frase que se me dice , y no
solamente porque me dice algo que viene a tocar mi deseo, sino a causa de su
giro (de su círculo) sintáctico, que me llegará a habitar como un recuerdo" 14

(Barthes 1991:210)
Una palabra que representa a otras palabras que nos persiguen en la
memoria dándole forma a un amor que se percibe pleno pero que no lo es, que
no lo puede ser pues el amor más allá de la atracción física inicial necesita
tiempo para hacerse, tiempo para consolidarse. El engaño de la voluntad, la
necesidad, el ánimo de amar. Buscar, encontrar, aproximarse, alejarse,
dolerse. El ciclo completo del desamor persiguiéndonos en la memoria,
urdiendo en su calor espejismos que terminan por desgastar, en la suma de
desengaños y tristezas, nuestra capacidad para reconocer la cercanía del amor,
confundido este con un frustrante acuerdo de voluntades mendicantes de
compañía, condenando a los amantes a caer en la rutina y el desencanto, y
muchas veces en el olvido al que conduce la ruptura.
El recuerdo de perdidas anteriores pegado a la piel, la culpa que de
pequeños nos enseñan a sentir cuando conseguimos espacios de felicidad
entretejida en nuestro corazón. Adiestrados para creernos redentores de todos
los males, de todas las tristezas, de todas las miserias, las nuestras o
enseñados para ver a nuestros semejantes, a todos nuestros semejantes como

14 Cursivas en el original

150
Amores en red

extraños, como enemigos de los cuales hay que desconfiar siempre, en el


mejor de los casos enseñados para tratarlos como objetos, nos resulta difícil
aceptar con alegría la plenitud del amor.
Muchos refranes y cuentos populares expresan esta desconfianza
radical a la que Eduardo Galeano denomina “Sistema de desvínculo: (...) el
sistema, que no da de comer, tampoco da de amar: a muchos condena al
hambre de pan y a muchos más condena al hambre de abrazos” (1989:62).
Habitual y entendible es en este contexto encontrar personas que sin
saberlo se niegan un lugar para un buen amor. Atrapados por la trampa
construida a lo largo de los años alrededor de ellos, buscan, buscamos
infructuosamente, amar y ser amados. Engañados por la falsa universalidad del
consumismo suplen la carencia de un sujeto de amor, por una sucesión
intermitente y compulsiva de parejas sexuales. Para quienes a esto aspiren,
Internet, sin duda, resulta un instrumento de gran utilidad y eficacia para la
búsqueda de cuerpos “frescos”.
Otros, más conocedores de sus verdaderas necesidades afectivas, se
empeñan en encontrar el amor, pero cuando perciben su cercanía huyen
despavoridos o se encargan de ir colocando obstáculos que terminan por
impedir que la relación crezca. En tales casos Internet resulta también un
medio eficaz, pues la ausencia de todo indicio corporal permite un alto grado
de desinhibición, lo que facilita decir aquello que cuesta decir cara a cara. El
email es, en tal sentido, un medio rápido y efectivo para anunciar decisiones
conflictivas de un modo aséptico y descomprometido, razón por la que
empieza ser muy habitual su uso para anunciar rupturas amorosas entre
parejas que nacieron y se desarrollaron muy lejos de Internet. En sentido
estricto no se trata de una práctica novedosa.. En otros tiempos no era
excepcional el envío de cartas anunciando la decisión de poner fin a una
relación amorosa.
En el manual de “Cartas de amor y Amistad” citado en capítulos
anteriores encontramos distintas cartas modelo para anunciar rupturas y para

151
Diego Levis

aceptarlas, y también hay cartas para intentar la reconciliación, pues para


quien ama es difícil aceptar en silencio el alejamiento del ser amado. No es
intención mía recomendar el uso de estos modelos, es en cambio mi deseo
recordar hoy formas y colores de un pasado no tan lejano en el tiempo ni en el
espíritu, pues al conocerlos nuestra mirada sobre el presente se desprenderá
de parte de su gravedad. Es por este motivo que reproduzco un extracto de
un modelo de carta de ruptura que contiene palabras de interesantes
reminiscencias contemporáneas.
“Querido: Nunca en la vida creí pasar por un momento más amargo
que el presente. Siempre fui contigo una mujer sincera y leal que te habló con
el corazón en la mano, y que no ambicionaba otra cosa que hacer tu felicidad.
Indudablemente te ha faltado el valor para ser franco conmigo y vas
manteniendo esta enojosa situación queriéndome por lástima y
acompañándome cuando no tienes otra cosa que hacer.
Lo siento, pero yo no mendigué tu amor, tú fuiste quien vino a
buscarme y quien se empeñó en adquirir un compromiso formal. Hoy te has
cansado de aquel amor que era para ti la única razón de tu existencia.
Estamos de acuerdo, amigo mío, yo también me cansé de soportar la
forma de proceder tuya tan falsa.
Eres libre para disponer de tu existencia como se te antoje, y aunque
me quedo profundamente dolorida, mi corazón ha recobrado la paz.
Se dichoso, no te guardo rencor” (de Olariaga, op.cit.:122)
Email en similar tono de despecho recibió un amigo mío de quien era
su novia, justo después de lo que para él fue una liviana e intrascendente
discusión telefónica.
“Me juré a mí misma que la próxima vez que una relación me hiciera
sufrir no iba a mantenerla. Este es el segundo martes seguido que cuelgo el
teléfono después de hablar contigo y me pongo a llorar. Si este es el costo para
mantener algo, es muy caro. Necesito a alguien bien especial, a alguien que
quizás no exista en el mundo. Necesito a alguien que sea capaz de amar. Todo

152
Amores en red

estuvo muy bien las primeras semanas, las de la conquista, luego volví a
sentirme sola. Para sentirme así, prefiero estar sola. Eres hombre libre otra vez.
Y yo mujer libre” Al leer estas líneas se tiene la sensación que lo único que ha
cambiado es el medio tecnológico utilizado. Pero ¿es así? Sospecho que no.
Al cabo de pocos días ella le mandó un nuevo mensaje en el que le
decía que lo extrañaba. Paso delicado, el de intentar una reconciliación, que
hoy a casi nadie sorprende ni choca pero que en este caso como en tantos
otros representó un esfuerzo infructuoso. “ No estoy para jueguitos neuróticos”
me comentó él como única explicación de su negativa a reanudar la relación
con aquella mujer.
Incapaces de asumir que el otro no es un objeto sino un sujeto, los dos
seguramente siguen anhelando el amor sin saber que el amor está hecho de la
aceptación del otro, del cuidado y no del capricho, de comprensión y entrega y
no de exigencias, de compañerismo y respeto y no de ofensas, que para el
amor no sirven las pantallas ni los espejos, que nada debe interceder entre las
miradas, las sonrisas y las caricias. Ninguna máscara, ningún disfraz ni antifaz
es útil para amar. A cara descubierta, piel contra piel, así se debe amar, desde
el compromiso con el otro y con uno mismo.
En el amor no hay lugar para el miedo, para ningún miedo, porque el
miedo envenena poco a poco la relación que fue precisamente esto lo que
terminó por desgastar, hasta agotarlo, el amor entre Horacio y Alicia, que
renació efímeramente el mismo día en que él llegó a Buenos Aires, más de un
mes después de haber recibido el último email de ella.
De cuando el deseo vence efímeramente al temor
Horacio había decido no llamar a Alicia, al menos no durante los
primeros días. Quería darse tiempo antes de verla pero no lo tuvo, porque ella
lo llamó la misma mañana en que llegó. Quedaron en encontrarse por la tarde.
Al principio se miraron y se trataron con algo de desconfianza que al poco rato
desapareció. Caminaron largo, charlaron mucho y reaprendieron a reírse
juntos. Por momentos caminaron tomados de la mano pero no se besaron.

153
Diego Levis

Cuando él intentaba mostrarse cariñoso ella se sentía incómoda, él


desconcertado. Ninguno de los dos recuerda si esa tarde hablaron del novio de
ella. Cuando empezó a atardecer ella lo invitó a tomar un mate con bizcochitos
de grasa en su casa. Complicidades en miradas y sonrisas y un vuelco en el
corazón de los dos.
Sentados en el patio de la casa de ella no tardaron mucho en besarse,
primero con mucho cuidado, casi con timidez, tanteando el terreno los dos,
recuperando poco a poco los tiempos comunes de sus cuerpos. Aquella tarde
hicieron el amor con ternura acumulada, cuidadosamente, prolongando cada
gesto, cada abrazo, cada beso, como queriendo conservarlos en la memoria de
sus pieles reencontradas.
Pudo haber sido un gran amor, pero no lo supieron cuidar, no lo
supieron vivir. Alicia se sentía confundida. Quería estar con Horacio pero le
asustaba asumirlo. Todavía hoy, más de tres años después, no sabe explicar lo
que le pasaba, lo que sentía, sólo recuerda que sintió miedo, miedo a que
aquel hombre que había irrumpido en su vida tomara posesión de su alma.
La indefinición deterioró la relación rápidamente. Un día se amaban
con pasión y al otro ella lo obligaba a alejarse. Un día él se acercaba casi
implorante y al otro se negaba a atenderle el teléfono. Ella, entretanto, seguía
con su “novio”, sombra amenazante que los sobrevolaba permanentemente.
Para Alicia, Horacio era el “otro”, al menos así se lo repetía una y otra vez,
mortificándolo.
Un día Alicia le escribió un email en el que le proponía reanudar la
comunicación vía correo electrónico: “Extraño tus mensajes” se justificaba sin
darse cuenta que lo que le estaba pidiendo era la escenificación del cuento que
ella había imaginado algunos meses antes. Él, muy molesto, le contestó que no
tenía sentido escribirse por email viviendo en la misma ciudad. Su negativa no
afectó a la relación que continuo en el mismo tono de sí pero no durante
algunas semanas más. Por un motivo u otro andaban a los trompicones,
bordeando siempre la ruptura. Eso fue así hasta que un día, después de un

154
Amores en red

desencuentro que pareció definitivo, asumieron que querían estar juntos y se


permitieron intentarlo. Parecía que las cosas, al fin, se encarrilaban.
Los días que siguieron fueron espléndidos, los mejores de su corto
romance. Empezaban a conocerse descubriendo que la pasaban bien juntos y
eso los ponía contentos. Por un instante pensaron que seguirían juntos durante
mucho tiempo, pero fue más una proyección del deseo que una posibilidad
cierta. Alicia seguía inquieta y una vez más decidió alejar a Horacio de su
territorio. Fue la última vez.
Esa noche, después de escuchar como Alicia le decía que necesitaba
estar sola durante un tiempo para decidir que hacer con sus afectos, Horacio
salió de la casa de ella con la firme determinación de romper con una relación
en la que sentía que había amplios espacios vedados a él. Cuando una semana
después Alicia lo llamó para invitarlo a cenar se encontró con un Horacio parco,
esquivo, muy lejos ya de ella.
En las semanas siguientes Alicia no dejó de llamarlo ningún día, llegó a
hacerlo hasta tres o cuatro veces en un mismo día. Pero todos sus intentos por
recuperar a Horacio fueron infructuosos. Poco tiempo después, ella comprendió
con tristeza que una vez roto el encantamiento con el que se construye el amor
nada puede volver a ser, y le escribió un último email.
“Horacio: Acepto nuestro desencuentro y aunque me parece un tanto
triste, creo que las cosas se dieron de este modo y bueno, lo acepto, así son
las cosas. Pero lo que me dolería mucho es perder a Horacio. De verdad te
necesito como persona. Hay algo en vos que me da protección (no creas que
no escucho tus consejos ) y alegría y me gusta que estés cerca. Ese día
horrible cuando te dije que quería estar sola y vos te ofuscaste y, entre otras
cosas, me dijiste que sabías que vos no tenías ningún papel importante en mi
vida. Yo te dije que estabas equivocado y supongo que mucho no me creíste,
pero es cierto, siempre vas a ser importante. Creo, espero, que tendremos a
pesar de todo, una relación profunda, no importa la forma. Más allá del enojo

155
Diego Levis

que puedas tener todavía hacia mí, más allá de The other one, escribime, sé
buenito.
El patio esta tarde está sereno y bello como pocas veces. El aire es
celeste y el verde de las hojas tan deslumbrante que hiere los ojos. Y yo aquí,
en la computadora, otra vez, escribiéndote. Me encanta el silencio que hay
hoy en la casa y esta serenidad. Hoy es miércoles y María limpió. La casa
reluce. Durante varios meses no subí a mi estudio y recién hace algunos días
con la preparación de la muestra y cierta paz interna que hace mucho que no
tenía, por suerte, volví. Siento como si hubiera despertado de un sueño, es
muy raro. Como si me hubiera recuperado a mí misma, como si hubiera estado
extraviada. Algún día, cuando nos encontremos, te contaré largamente lo que
me pasó. Fueron muchas cosas.
Fueron meses de crisis y de crecer (ambas palabras se parecen
¿verdad?)
Bueno, me voy a pintar. Escribime, o llamame. Lo necesito.
Un besito. Alicia”
Habían transcurrido cerca de tres meses desde el regreso de Horacio a
Buenos Aires y unas cinco semanas desde la noche en la que él decidió que la
relación había llegado a su fin .
Aproximaciones... alejamientos.

156
Amores en red

10
Soledades en compañía (dos)

“Me pareció que tanto la sabiduría como la vida están hechas de progresos
continuos, de nuevos comienzos, de paciencia”. Marguerite Youcenar en” Alexis o
el tratado del inútil combate”

Máscaras fuera de la red


Las máscaras no están en la Red, las creamos y las llevamos nosotros.
Nos las ponemos voluntaria o inconscientemente. ¿Miedo a ser rechazados?
¿Búsqueda de nuestro verdadero rostro? Necesitamos acercarnos a los demás
para acercarnos a nosotros mismos, para ser nosotros mismos.
Tengo una amiga que una vez me dijo que en la vida existe un tiempo
para acumular cosas y otro para desprenderse de aquello que hemos
acumulado. Se llama Vera y sus padres son alemanes, no sé si esto tiene
alguna incidencia en su personalidad, es posible que sí. Había estado casada
durante unos pocos años, y vivía con sus dos hijos, hoy ya adultos, en una casa
en las afueras de Madrid. Tiene una tienda de regalos en el barrio de
Salamanca de Madrid. Es una tienda particular, de colores intensos y
sensaciones venidas de otro espacio y de otro tiempo
La conocí en una época de mi vida en la que me dedicaba a vender
por toda España muñecas de porcelana y animales de peluche. Entré en su
tienda para ofrecerle mis productos, no le gustaron demasiado. Prefiero no
recordar lo que me contestó, no fue muy amable, más bien estuvo un poco
agresiva, sarcástica sería más preciso decir. No me compró nada, sobra decirlo.
No sé muy bien como ni porque pero el asunto es que terminamos
hablando un poco de todo, de santos y profetas, de las estrellas y desiertos, de
jardines y de ruinas. Estuvimos largo rato charlando. Desde entonces, y han
pasado más de diez años, cada vez que voy a Madrid paso a visitarla.

157
Diego Levis

La última vez fue en enero de 2001. Fuimos a comer a un


restaurante italiano cerca de su negocio. Inesperado e inusual en nuestra
relación, poco dada a hablar de nuestros afectos, fue lo que me contó aquel
mediodía mientras comíamos. Después de mucho tiempo, me dijo, había
encontrado al fin una persona con quien se sentía cómoda, lo cual en sí mismo
no tenía nada de particular. Si refiero aquí esta historia es en virtud de lo
extraordinario de los lances e incidencias en los que este romance nació y
creció.
Todo había empezado ocho años atrás con un llamado que hizo ella a
una emisora de radio pidiendo hablar con uno de los conductores de un
programa que acababa de escuchar. No sabía nada de él, era la primera vez
que lo escuchaba, pero algo que había dicho durante la emisión la cautivó.
Nunca hasta entonces había hecho algo parecido.
A partir de aquel día empezaron a hablar por teléfono varias veces por
semana sin llegar a conocerse personalmente. Con el tiempo la relación
empezó a adquirir un carácter más íntimo. Comenzaron a escribirse cartas
manuscritas y las llamadas se hicieron diarias. Vivían en la misma ciudad pero
seguían sin verse. No deseaban hacerlo. Eso me dijo me ella.
Así fueron transcurriendo los meses. Cuando llegaron las fiestas de fin
de año intercambiaron regalos que pasaron a recoger en lugares prefijados
donde los habían dejado previamente, cumpliendo escrupulosamente los dos
el compromiso de no intentar verse. Por aquel entonces ella ya sentía hacia él
algo que identificó con el amor, pero nunca estuvo segura de que
verdaderamente lo fuera . Un cariño construido con sonidos y textos, hecho de
puras palabras. Los meses se fueron haciendo años que intensificaron esta
relación sin cuerpos, de deseos negados, sacrificados, .
No se piense que en esta actitud había alguna motivación religiosa,
una promesa de castidad, un renunciamiento místico o una sexualidad
conflictuada, pues, según me contó, ella siempre mantuvo una vida sexual más
o menos activa. Es de suponer que él también.

158
Amores en red

Cinco años transcurrieron hasta que se vieron por primera vez. Puede
uno imaginar la dificultad que entrañó para ellos este encuentro tras tanto
tiempo de comunicación no mediada por sus cuerpos. Ella se halló ante un
joven, apenas mayor que su hijo, que a pesar de sus veintiocho años aún vivía
en casa de sus papás. Él descubrió a una mujer alta, poco convencional, no
especialmente bella y con mucha energía interior. Nunca habían hablado de
sus vidas familiares, nunca habían mencionado sus edades y sin embargo,
ninguno de los dos sintió pudor o extrañeza ante la mirada cautelosa, pero
complacida, del otro. Las miradas de Yocasta y de Edipo en ellos.
La corporización de esta relación deserotizada, crecida voluntariamente
al abrigo de cualquier contacto físico, hizo que se acercaran más que nunca.
La relación adquirió nuevos matices pero tuvieron que transcurrir todavía más
de dos largos años antes de que sus pieles se unieran en un primer largo
abrazo amoroso, llevados por un deseo sublimado (o reprimido), contenido,
postergado por años de palabras y de ausencias. Antes, muy pocos días antes,
él había dejado de vivir con su familia.
Al hablar de su joven pareja a Vera en ningún momento se le iluminó
la cara. Tampoco me dijo que estuviera enamorada, ni siquiera lo insinuó.
Simplemente le gustaba estar con él, le hacía bien, le tenía cariño, ¿pero no es
esto amor?.
Si cuento esta historia, entre todas las referidas en este libro la única
que transcurre enteramente fuera de Internet, es para poner de relieve, sin
establecer juicio alguno, que la descorporización de una relación puede ser una
elección voluntaria. Que existen personas que, por los motivos que sean,
viven de espaldas a la velocidad y la aceleración tecnológica y vital que
caracteriza la era Internet, simbolizada por la búsqueda permanente de
instantaneidad (el mal llamado “tiempo real”). Si el relato del romance de Vera
nos choca es en gran medida porque estamos poco acostumbrados a la espera,
movidos tantas veces por la búsqueda casi compulsiva de la satisfacción

159
Diego Levis

inmediata del deseo, en un camino intrincado que nos conduce desde las
cercanías del placer a los alrededores de Tanatos.
Largamente se nos ha repetido que dejarse llevar por el principio del
placer es “inútil y hasta peligroso en alto grado, para la auto afirmación del
organismo frente a las dificultades del mundo exterior” (Freud 1970:86). Como
si el placer fuera ajeno a la dimensión de lo real, solemos atribuir la
consecución de placer a un abandono momentáneo del principio de la realidad
¿Pero es así?
Pienso que la cuestión pasa por saber si el tipo de satisfacciones que
perseguimos nos resultan verdaderamente placenteras. Cabe la posibilidad de
que muchas veces, inducidos por condicionantes sociales y culturales, no
reconozcamos correctamente nuestras necesidades y nuestros deseos íntimos,
aquello que nos permite gozar plenamente. Cuanto de esto hay en aquellos
que merodean las salas de chat, los espacios de encuentro y los sitios
pornográficos en la Red buscando encontrar el modo de satisfacer un deseo
mal identificado.
No en pocas ocasiones, tendemos a pensar que la novedad es siempre
condición para el placer. Este principio malinterpretado, tantas veces convertido
en prejuicio, tiene efectos traumáticos sobre la vida de muchas personas que
abocadas a una búsqueda compulsiva de nuevos objetos de placer, entran en
una sucesión continua de frustraciones que los termina encerrando en su
propio dilema. Aquel del que sólo podemos huir cuando conseguimos unir
armoniosamente nuestro ser interior con el de nuestros semejantes. Para ello
es necesario antes conocer quienes somos. Sólo así estaremos en condiciones
de presentarnos ante los otros sin máscaras de ningún tipo. Poco importa en
donde estemos. Máscaras nos ponemos en la red, máscaras nos ponemos en la
calle. Ocultar quienes somos porque en realidad pocas veces conocemos
nuestro verdadero rostro.

160
Amores en red

Encuentro con la memoria


¿Cuántas veces el placer se encuentra en rincones inesperados, en
pequeñas grandes emociones nacidas de actos de apariencia banal? A veces un
pequeño gesto conlleva en sí mismo una carga de felicidad grande. Sobre todo
cuando se trata de paliar el dolor de la soledad que nos persigue y nos
acompaña. De esto y algo más habla el relato que sigue, testimonio (o si
prefiere fábula) del movimiento que puede generar el simple aleteo de una
mariposa (o del decir de una persona) y que tiene que ver con los afectos más
profundos de su protagonista, con su memoria íntima, con aquello de lo que
está constituido su ser.
Contaba un campesino andaluz con 93 duros años a cuestas que allá
por su juventud, antes de la guerra civil española, estrechó en Madrid la mano
de Carlos Gardel. Emoción tan grande le produjo que decidió gastar seis reales
en comprar un disco del célebre cantor de tangos a sabiendas que no podía
escucharlo, pues en la España rural de entonces sólo los ricos podían comprar
un gramófono. Tras el final de la guerra fue condenado por el franquismo a dos
penas de muerte que fueron conmutadas y cuando tras quince años de cárcel
regresó a su casa no encontró el disco, que como una joya había guardado.
Muchos, muchos años después, anciano ya y residente en un hospital
geriátrico de su Andalucía natal un día descubrió por azar un programa de radio
dedicado al tango, dirigido, como no, por un argentino. Llamó varias veces a la
emisora para pedir que pusieran aquel tango de Gardel que nunca había
alcanzado a escuchar. “¿Te fuiste hermano?” se llamaba la canción que, en su
momento, eligió por aquello que en él evocaba el título.
El director del programa de radio nunca antes había oído de ese tango,
aunque pronto pudo confirmar que Gardel, efectivamente, había grabado un
tema con ese título. Al enterarse que quien lo llamaba lo hacía desde un
geriátrico decidió ir a visitarlo para llevarle un poco de compañía. “Mejor
olvídese de escuchar alguna vez ese tango, es prácticamente imposible de
conseguir” le sugirió en una de sus visitas. Al oírle, el anciano, por dos veces

161
Diego Levis

condenado a muerte y con Gardel en el recuerdo, musitó con lágrimas en los


ojos “Antes de morir sin poder escucharlo, prefiero arder en el infierno”.
Movilizado por la emoción, el responsable del programa de tango
empezó a buscar el tema en Internet. Llegó así a un sitio web argentino
especializado en grabaciones antiguas de tango y milonga (a cuyo director le
debo esta historia) “¿Te fuiste hermano?” no estaba en la lista de temas que
ofrecían. Como último recurso decidió enviar un email al sitio contando la
historia. Un mes más tarde, el apartado de la web dedicado a Gardel incluía la
canción solicitada.
El fin de semana siguiente, en un geriátrico del sur de España, un
hombre de 93 años sentía una enorme, sencilla, alegría.
“Queridos amigos. Estoy demorando el contar las emociones vividas el
sábado por la noche en el geriátrico. El viejo ve poco pero me reconoció a 25
metros. Cuando le di la caja del compacto no entendía de que se trataba. Él
esperaba un disco negro. Cuando le dije que allí estaba la música que él
deseaba tanto escuchar, se puso a llorar ( y con él, yo y todo el personal del
hospital) Quería escuchar el disco pero no quería largar la caja. Aunque
normalmente sólo se levanta de la silla de ruedas cuando lo llevan andando a
bañar o a acostar, se puso de pie y apoyado en la larga mesa del comedor
caminó hasta el equipo de música más rápido de lo que cualquiera que
conozca su estado se pueda imaginar. Había que verle la cara mientras
escuchaba. Me sentí como si estuviese espiando el primer beso de una pareja
enamorada. Todos, médicos, personal y yo, nos quedamos paralizados. En ese
momento podía haberle dado un patatús a cualquiera de los otros internos y se
hubiera muerto sin que nadie le hiciera el más mínimo caso. Creo que no me
dio las gracias, de cualquier modo no hacía falta.
El domingo siguiente al mediodía, paseando, me encontré en la calle
con una de las enfermeras. Me dijo que habían tenido que ponerle auriculares
desde temprano por que el personal se sabía ya de memoria la canción y
estaban aburridos de Gardel”.

162
Amores en red

Soledad en compañía. Apenas una persona, nada menos que una


persona, es decir un mundo, el mundo.
Red de comunicación y no espacio mesiánico
No es intención mía atribuir bondades taumatúrgicas, ni poderes
ilimitados de transformación social y cultural a Internet, y mucho menos me
aventuraré a cantar loas entusiastas e infundadas acerca de todos los usos de
la Red. No, de ningún modo lo haré. Para anunciar la llegada de la buena
nueva digital y predicar sus prodigios es más que suficiente con la grey de
evangelizadores y profetas, y sus acólitos, que con insistencia nos indican el
camino hacia la “salvación”.
Apóstoles de la verdad revelada de un nuevo culto (al que no adhiero)
que hace del ordenador su Mesías y de la Red su tierra prometida (y al dinero
su Dios). No voy tampoco a cuestionar sus creencias, sean sinceras o
interesadas. Función que reservo a los encarnizados apostatas de simétrico
fervor religioso que advierten a los no creyentes de los peligros y calamidades
con las que nos amenazan las tecnologías de la información y la comunicación
digitales. Allá ellos. Unos y otros.
Internet es, sencillamente, un formidable instrumento de comunicación
capaz de establecer puentes cada más amplios y extendidos entre las personas.
Cabe a cada uno de nosotros decidir como nos acercamos a los demás, a sus
dichos, a sus saberes y a sus emociones. Tener voz para huir del silencio de la
soledad. Saber utilizarla.
El chat, el email, las mensajerías electrónicas, los foros de discusión, no
pueden reemplazar una relación cara a cara, pero pueden ser el medio para
empezarla. La Red es pródiga en historias de encuentros. Muchas otras veces
se producen desencuentros. Como fue siempre, como será siempre. En la Red
o fuera de la Red.
Internet abre canales horizontales de comunicación que tejen
voluntades de solidaridad y permiten compartir inquietudes, establecer
estrategias comunes y planificar y diseñar acciones efectivas, escapando de los

163
Diego Levis

límites del tiempo y del espacio convencional. La estructura descentralizada de


la Red, su carácter abierto y reticular (multidireccional), ha contribuido, por
ejemplo, a la gestación y desarrollo de movimientos anti-globalización, difíciles
de concebir sin la capacidad de comunicación y organización que permite
Internet, y de otras redes comunitarias, como también favorece la formación
de comunidades virtuales de lectores de manga, de melómanos aficionados a
Mozart, o de sexópatas, entre tantas otras..
No atribuyamos a las TIC beneficios intrínsicos ni veamos su expansión
como una peligrosa amenaza que se cierne sobre la humanidad 15. No caigamos
en la tentación maniqueísta que nos propone el determinismo tecnológico en
cualquiera de sus formas. La dinámica de los cambios sociales, políticos y
culturales y las transformaciones económicas que se producen bajo el gran
manto de lo que denominamos “sociedad de la información” no tienen su
origen en las innovaciones tecnológicas, factor necesario pero no suficiente de
todo proceso de cambio sociocultural.
Las relaciones afectivas en la Red no son ajenas a estas dinámicas
tecnosociales. Internet ofrece un espacio abierto a múltiples experiencias de
interacción social que están dando lugar, entre otras transformaciones, a la
aparición de nuevos modos de establecer y mantener relaciones afectivas,
cuyos primeros rasgos recién comienzan a tomar forma.
En un primer momento el uso de las herramientas de Internet
responde a necesidades y prácticas ya presentes en la sociedad. A medida que
los medios interactivos van perdiendo el aura que todavía los rodea y empiezan
a ser incorporados a la cotidianidad con la misma naturalidad que el teléfono o
la televisión, las nuevas formas de relacionarse con los otros que se están
gestando en la Red comienzan a aceptarse socialmente como algo banal.
Así, en poco tiempo, quienes se conozcan a través de alguna forma de
comunicación en Red dejarán de ser motivo de comentarios o cuanto menos de

15 En este sentido resulta muy gráfico el francés Paul Virilio cuando refiere a las
TIC como Bomba informática nacida “de la bomba atómica y de la necesidad de
disuasión” (1997:101)

164
Amores en red

sorpresa, del mismo modo que hoy a nadie le resulta extraño que una pareja
se conozca en una discoteca, en el tren, en la universidad o en un parque,
Acrobacias con red
Han pasado más de cinco años desde que volví a Buenos Aires. Desde
entonces he dado clases en diferentes universidades, escrito un par de libros y
unos cuantos artículos periodísticos. He recuperado mi lenguaje y mi paisaje,
he reconstruido relaciones del pasado y conocido nuevos amores y amigos,
pero también he perdido rincones importantes de mi vida y de mis afectos y
con indescriptible dolor me he alejado físicamente, mas no en el alma ni en el
corazón, de mis dos amados hijos.
En todo este tiempo continué pensando e investigando sobre los usos
sociales de Internet. Sin importarme los vaivenes bursátiles de las empresas
tecnológicas ni las idas y vueltas de la propaganda que rodea a las tecnologías
de la información y la comunicación, he seguido usando intensamente los
recursos que nos ofrece la Red. He buscado y encontrado información de
enorme utilidad para mi trabajo académico y para mi vida cotidiana. A través
del chat y del email, he conseguido mantener una comunicación fluida con mis
alumnos e intercambiado conocimientos con personas a las que no conozco
físicamente, me he escrito frecuentemente con amigos que viven en diferentes
lugares del mundo, he resuelto problemas profesionales y personales y me he
sentido más cerca de mis hijos de lo que dicen los mapas.
No soy el único, por el contrario cada vez somos más quienes usamos
Internet sin preocuparnos demasiado por el destino del rey Midas, cuyo reinado
crea la ilusión de que todo lo que toca Internet de oro se hace.
Internet no es el índice Nasdaq, ni las profecías de los tecno-
predicadores o lo que dice la publicidad comercial y gubernamental, sino lo que
con ella hacen sus usuarios. Y millones, decenas de millones de estos usuarios
usan diferentes aplicaciones de la Red para comunicarse con personas
conocidas o no. A veces lo hacen por cuestiones profesionales o de estudio, en
muchos casos, en cambio, el fin es mantener vivas relaciones afectivas nacidas

165
Diego Levis

en otros ámbitos. Hay quienes usan Internet como un espacio de intercambio


comunicativo con amigos y familiares, y también los hay quienes la utilizan
como una plataforma para buscar un amor verdadero, un romance pasajero o
una pareja sexual ocasional.
Siempre ha sido más fácil hablar desde detrás del biombo. Después de
todo, es muy probable que el principal problema de Narciso haya sido de
autoestima. La pantalla y el teclado de la computadora seguramente no son el
mejor camino para buscar el amor o la amistad, pero quizás ofrezcan el
sendero menos escarpado e incluso el único posible para miles, millones de
personas en este mundo de soledades en compañía. Cada uno toma el camino
que elige, o que puede.
“ A veces necesitamos enamorarnos como una forma de sentirnos
vivos, aunque después todo se desvanezca, o comprendamos que fue una gran
proyección de nuestros deseos. Yo no me enamoro muy seguido, intuyo que
mucho menos que vos, pero cada tanto... Por eso yo no creo mucho en los
enamoramientos. Son intensos, sí, a veces muy, muy bellos, pero tienen la
intensidad y la fugacidad de los fuegos de artificio. El amor, creo – sé -, es
otra cosa” le escribió Alicia a Horacio cuando vivían deseando el encuentro de
sus miradas y sus pieles. Mucho tiempo antes del desencuentro final, en
tiempos de ingenuidades compartidas en la distancia.
Camina Alicia por Buenos Aires de la mano de su actual pareja. Un
señor de su edad celoso y malhumorado pero también cariñoso y protector a
quien ama huyendo del mundo sin amor que un día vislumbró.
Caminan por sus ciudades y sus pueblos todos aquellos que han
conocido la frustración del desamor, la excitación del deseo, la ilusión y la
alegría del amor a través de Internet. No se diferencian del resto. Todos
necesitamos amar, todos necesitamos escapar de nuestra soledad, aunque sea
por un momento. Otras soledades, otras personas, otros mundos, el mundo.
Si el círculo virtuoso del amor no termina de cerrar, en la Red siempre
queda el recurso del Espejo de la Bruja de Blancanieves. “Espejo, espejito

166
Amores en red

¿Quién es la más bella y hermosa del Reino?” El único gran riesgo es que,
como en el cuento, algún día el espejo nos responda la verdad y, después,
cuando se apague la pantalla, solos ante nuestra mirada, sintamos la ausencia,
todas las ausencias.

Buenos Aires, enero 2002- abril 2005

167
Diego Levis

168
Amores en red

Emoticones

Los emoticones son símbolos, en su mayor parte con forma de caritas,


creados con el teclado de la computadora mediante una combinación de
caracteres. Se utilizan en los chats, las mensajerías instantáneas y en el correo
electrónico para representar expresiones no verbales, estados de ánimos y
distintas acciones, y para describir rasgos de personalidad y todo tipo de
objetos y situaciones. Los emoticones están dando lugar a la aparición de un
nuevo código de uso general, compartido por millones de usuarios de la Red
en todo el mundo.
En la actualidad diversos sitios webs, servicios de mensajería y
programas de email ofrecen catálogos de gráficos estandarizados que
simplifican la edición y el envío de este tipo de símbolos en los mensajes
electrónicos.
La lista que sigue es una recopilación de los emoticones más
utilizados, clasificados por tipos de expresión.
Para mirarlos es conveniente girar la página .

Estados de ánimo, gestos y expresiones

:-) Sonriendo (I)


:) Sonriendo (II)
:o) Sonriendo (III)
:-1 Sonrisa forzada
:o> Sonrisa tímida
:-} Sonrisa burlona
:-] Sonrisa afectada o sarcasmo alegre
:-D Riendo
X-D Riéndose a carcajadas
XDDDD Muriéndose de la risa

:-( Triste, deprimido o decepcionado


:( Triste, deprimido o decepcionado(II)
:o( Triste III
:-c Muy triste
:-[ Sarcasmo triste

%-) Feliz y confundido


%-( Triste y confundido

169
Diego Levis

:'( Llorando de pena (I)


:'-( Llorando (II)
:'-) Llorando de felicidad o emocionado (I)
:') Emocionado (II)

:-| Serio o indiferente


:o| Serio (II)

'-) Guiñar un ojo (I)


;-) Guiñar un ojo con complicidad (II) / Ligón
;o) Guiñar un ojo con complicidad (III) / Ligón

:*) Un beso (I) (cuanto más asteriscos, más besos)


:* Un Beso (II)

{:-) Sonriente con tupé


:-{) Sonriente con bigote
:<)= Sonriente con bigote y barba
:-):-) Carcajadas (II)

(:( Super triste

>:o( Enojado
:-/ Mosqueado
:-II Furioso
:-X Secreto (labios sellados)
:o& Secreto (II) o tiene la lengua trabada
:-* Silencio (boca tapada con mano)
:-# Boca sellada. Censurado

:-8 Hablar sin parar


:-v Hablando (de lado)
:-O Gritando (I)
:-@ Gritando (II)
:-V Gritando (de lado)
:-W Gritando con lengua viperina (de lado))

|-O Bostezando (I)


8-() Bostezando (II)

Rasgos de personalidad

|-> Orgulloso
:-$ Codicioso
O:-) Inocente, santo
-<:-) Loco de remate
<:-< Loco

170
Amores en red

<:-) Tontorrón
:-r Burlón
:-S Incoherente
(:<) Chismoso
|o -) Cotilla
69:-) Obseso por el sexo

Descriptivos de acciones o estados

[....] Un abrazo
[[...]] Doble abrazo
F[....] Fuerte abrazo

||*( Se ofrece un apretón de manos


||*) Se acepta el apretón de manos

:-~) Resfriado
|-I Profundamente dormido
|-o Durmiendo (resoplando)
:-O Roncando o con la boca abierta

'':-) Sudoroso
:-? Dubitativo
:-m Meditando
:-P Sacando la lengua
;- {) Coqueteo
:_) Mirando de refilón
#-) De fiesta por la noche
:-9 Relamiéndose
<|-( Engañado como un chino
>:-> Matizando un comentario malicioso
|:-r Chupando
:*) Con algunas copas de más
d:-D-\ < Despidiéndose con la mano

:~i Fumando (I)


:-Q Fumando (II)
:~) Fumando y sonriente
:/i No fumar
:-J Fumando en pipa
:-? Pensativo y/o fumando en pipa

>;o> Planeando una maldad


:-B Con los labios mordidos
X-( Fallecido

:-C`` ` Vomitando

171
Diego Levis

:-)'' Babeando (I)


:o}~ Babeando (II)
:-)' Babeando (III)

*-) Despistado (estar en las nubes)


:-% Se ha armado un lío
{:-? Que no te enteras
:-d Chupándose un dedo
<|-( Engañado como un chino

:-o Sorprendido
:-O Muy sorprendido
:-C ¡Increíble !

Elementos identificativos (rasgos, ropa, accesorios, etc)

::-) Llevando gafas (cuatro ojos)


8-) Llevando gafas (II)
B:-) Con las gafas en la frente
@:-) Con boina o barretina
[:-) Llevando un walkman
C=====:-)X Con bastón y pajarita
|:|| Con pasamontañas
?Q:-) Con turbante
q :-) Pañuelo en la cabeza
:-)8 Con pajarita
d:-D Con gorra de beísbol

:-{) Mostachón
:-|) Bigotillo
-) Los pelos le tapan los ojos
=:-) Con los pelos de punta
}}}}}}:-) Mucho pelo
”:o) Mechón de pelo
&:) Pelo rebelde
(:I Cabeza de huevo
:>I Nariz punteaguda
:o[+] Dientes bonitos o sonrisa amplia

Personajes

-:-) Punky
-:-( Punky auténtico
#:-o Yuppy sorprendido
#:-O Yuppy cabreado
#:-) Peinado yuppy
<|-) Chino

172
Amores en red

<|-( Chino cabreado


8:-) Niña pequeña
:-)-8 "Niña" grande
X:) Niño con peinado raro
&;o{) Mujer bonita
[:|] Robot
%o} Borracho (I)
%*} Borracho (II)
(:o{I} Abuelo o hombre calvo
:-[ Vampiro
:-E Vampiro de tres dientes
L:-) Recién graduado
Q:{ Cosaco
-/:-) Baturro
B+) Espía
C|:o) Payaso
*:O) Payaso (II)
*<:O) Clown
}:-) Diablo
P-) Pirata
+-:-) Religioso / Soy católico
+<:-| Monja impasible
3:-) Torero
++++:-) Cocinero con su gorro
c=:-) Jefe de cocina o cocinero (II)
_:-) Piel roja
:(=) Bebé con dos dientes
:-)-|: Skater

Personajes conocidos

/:-| Mr. Spock


:-{ Conde Drácula
[:-) Frankenstein
%\v Picasso
=|:-)= Tío Sam
|:[' Groucho Marx
@@@:) Marge Simpson
B-) Batman
B-| Batman impasible
([( Robocop
+-(:-) El Papa
*<|:-) Papá Noel
{ Alfred Hitchkock (presenta ...)
Z-) El zorro
[:]-) Guerrero ninja

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Diego Levis

Otros

^D ¡Me gusta!
*<S:-D ¡Fiesta!
(:-& Muy cabreado
:-< Sarcástico o desamparado
<:-< Diabólico
<;-< Satánico lujurioso

/ Burlándose de ti
):-) Cornudo/a asumido/a
:-! Con un pie en la boca
:-(=) Dientes largos
:^( Le han partido la nariz
:*( Nariz aplastada
:-=) Dedos en la nariz
:o*o: Dos caritas dándose un beso
80( Carita inflamada por llorar
:/) Eso no es divertido
#-| Anónimo. Banda en los ojos
@:-) Llevando un turbante
...---... S.O.S.

:%)% Acné
:-OWW Vomitando (II)
.-) Tuerto
+3.-) En el país de los ciegos, el tuerto es el rey
%-) Mareado de estar delante del ordenador mucho tiempo,
pero sonriente

@>--->-- Una rosa


\_/ Una maceta
C:-( Un chichón

<*{{{{<> Un pescado
8:] Gorila
}=3 Toro
:8) Cerdito

Recopilación y clasificación realizada por Diego Levis ©2001

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Amores en red

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