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Halloween: la brutal fiesta con sacrificios humanos y brujería que fue prohibida por Roma

La «noche de brujas» está basada en la antigua Samhain (o Samagín), una celebración milenaria en
la que los hechiceros trataban de apaciguar al señor de la muerte y pedir por las almas de los
fallecidos

Manuel P. Villatoro
@ABC_HistoriaSeguir31/10/2016 00:53hActualizado:31/10/2016 12:05h43

Calabazas, disfraces y jolgorio. Lo que hoy en día se conoce como Halloween (las costumbres que
nos han llegado empaquetadas desde Estados Unidos gracias a las películas) poco tiene que ver
con la fiesta de la que proviene Y es que, el origen de esta celebración se encuentra en
el Samhain o Samagín. Una conmemoración celta milenaria en la que los druidas de la antigua
Britania pedían por las almas de los fallecidos al dios de la muerte; se encendían gigantescas
fogatas para ahuyentar a los espíritus malvados y, además, se llevaban a cabo sacrificios
humanos para ver el futuro. La barbaridad a la que llegó fue tal que, cuando los romanos arribaron
a las islas, prohibieron parte de las actividades.

Con todo, los orígenes de la fiesta se han difuminado en el tiempo provocando que las
interpretaciones sobre qué diablos se hacía en aquella celebración sean muchas. De hecho, se
desconoce el momento exacto en el que se empezó a suceder.

Tan solo se sabe que tenía como protagonistas a los hechiceros britanos y que ya se practicaba
antes de la conquista romana de las islas. Una campaña militar que comenzó con Julio César en el
año 55 a.C. y que se empezó a materializar definitivamente en el 43 con Claudio.
Independientemente de la fecha concreta, todas las fuentes coinciden en que el Samagín giraba
alrededor de los druidas, los sacerdotes del pueblo celta.

Druida-
Wikimedia
«El pueblo céltico vivió en el norte de Francia y las Islas Británicas. Practicaba las artes ocultas y
adoraba a la naturaleza, a la que atribuía cualidades animísticas o sobrenaturales», explican los
autores John Ankerberg y John Weldon en su libro «Facts on Halloween».

Por su parte, el arqueólogo e historiador decimonónico Henri Hubert explica en su obra «Los
celtas y la civilización céltica» que este pueblo se mantenía unido gracias -entre otras tantas
cosas- a los druidas, a los que se daba gran importancia como encargados de contentar a los
dioses. «Eran una clase de sacerdotes expresamente encargados de la conservación de las
tradiciones», determina el experto.

Samagín y Belenus

Como pueblo que basaba una buena parte de su existencia en la naturaleza, los celtas daban una
importancia suma a los ciclos estacionales. Para ellos, el año se dividía en dos grandes épocas: el
invierno y el verano. La primera, asociada con la muerte; la segunda con la vida. Y, para
conmemorar el paso de una a otra, celebraban dos fiestas en honor a los respectivos dioses a los
que asociaban cada una de ellas. «Los celtas adoraban al dios sol (Belenus) especialmente
en Beltane, el primero de mayo. Y adoraban a otro dios, Samagín, el dios de la muerte o de los
muertos, el 31 de octubre», determinan los autores en su obra.

Stonehenge-
ABC

De la segunda fiesta que se llevaba a cabo en honor de esta deidad es de la que proviene el actual
Halloween. Según afirman la mayoría de las fuentes, el festival de Samagín duraba tres días y tres
noches y en él se conmemoraba el «inicio de la estación muerta del año, en la cual campos y seres
vivos dormían a la espera de la próxima primavera» (tal y como explica la doctora en
historia Margarita Barrera Cañellas en su tesis «Halloween, su proyección en la sociedad
estadounidense»).

Podría parecer que esta fiesta era entendida una celebración de segunda categoría, pero nada más
lejos de la realidad. Al fin y al cabo, los propios druidas consideraban a su civilización y al pueblo
britano descendientes del dios de la muerte. Con todo, tan cierto como esto es que existen
autores partidarios de que Samagín era únicamente el nombre que se le dio a la festividad, y no el
de ninguna deidad. «De los 400 nombres de dioses celtas conocidos, el que más se menciona es el
de Belenus. Samagín, que es nombre específico del señor de la muerte, es incierto. No obstante,
es posible que fuera la principal deidad druídica», explican Ankerberg y Weldon.

Las creencias

Las creencias de los druidas afirmaban que, en la noche del 31 de octubre, Samagín convocaba a
los muertos para que pasasen «al otro lado». Es decir, del mundo de los fallecidos, al de los vivos.
Sin embargo, estos espíritus podían llegar al «más acá» de dos formas diferentes atendiendo a si
habían sido «buenos» o «malos» durante los últimos meses.

«Los celtas creían que, el 31 de octubre, el velo existente entre el presente, el pasado y el futuro
caía»

Si el dios consideraba que no habían cumplido con sus deberes, hacía que se reencarnasen en
animales tras el ocaso. Por el contrario, aquellos que habían obrado acorde a lo que quería la
deidad eran libres de visitar a sus familiares con su forma humana y pasar unas horas en sus
antiguos hogares antes de regresar al limbo.

Además, la noche del 31 era considerada especialmente esotérica por los druidas. «Creían que el
velo existente entre el presente, el pasado y el futuro caía, siendo esta la razón de que se
considerase como el momento más propicio para todas las clases de artes mágicas y, en especial,
las adivinatorias y de predicción sobre el nuevo año», completa la experta en su tesis. Era, en
definitiva, una jornada mágica en el sentido más literal de la palabra en la que el miedo a los
muertos se mezclaba con la esperanza de recordar a un familiar que hubiese dejado este mundo.

Sacrificios y hogueras

Durante las celebraciones, los celtas practicaban varios rituales. Uno de los más básicos era apagar
todos los fuegos que hubiese encendidos en las casas con dos objetivos. El primero era evitar que
los espíritus errantes (los malvados) entrasen en las viviendas al considerarlas frías. El segundo,
simbolizar la llegada de la estación «muerta» y oscura del año. De esta forma, los diferentes
pueblos se quedaban totalmente a oscuras y solo eran iluminados por una cosa: las hogueras
gigantescas que los druidas encendían en las colinas.

«Los druidas o clase sacerdotal celta encendían nuevos fuegos centrales en las colinas como
símbolo del renacimiento de la Naturaleza y de la vida durante la noche de Samhain. En estos
nuevos fuegos se quemaban principalmente ramas de roble, árbol sagrado para los celtas, y
ofrendas de frutos, animales e incluso seres humanos. Al día siguiente en las cenizas y restos de
huesos calcinados los druidas leían el futuro de la comunidad en el nuevo año que comenzaba»,
completa la doctora en historia en su obra
Conquista
romana de Britania- Wikimedia

Estas fogatas eran encendidas con todo tipo de objetos que los jóvenes reunían en los días previos
a la celebración. ¿Cómo lo hacían? Mediante una tradición que se mantiene en la
actualidad: pidiendo materiales de casa en casa para la gran hoguera.

Los fuegos eran un elemento central de la celebración, pues se creía que con ellos se lograba
espantar a los espíritus malignos que, enfadados por haber sido castigados por el dios de la
muerte, se dedicaban a hacer tretas a los vivos. «La gente se ponía grotescas máscaras y danzaba
alrededor de la gran fogata pretendiendo que eran perseguidos por los malos espíritus»,
completan los autores ingleses.

Con todo, las gigantescas fogatas y las máscaras no era lo único que primaba durante esta
festividad. Además de todo ello, esta fiesta era considerada un momento propicio para pedir por
los espíritus de los fallecidos y para practicar la magia y las artes adivinatorias. Esta última praxis
era realizada por los druidas, quienes consideraban que podían averiguar el futuro usando
vegetales... o sacrificando seres humanos a los dioses. Una barbaridad que, a día de hoy, ha caído
en el olvido durante la noche de Halloween.

Prohibida y cambiada

La barbarie de Samagín continuó hasta el siglo I d. C., cuando los romanos llegaron hasta Britania
de manos de Claudio y sus legiones Augusta, Hispana, Gemina y Valeria Victrix. Después de pisar
tierras isleñas, estos «civilizaron» la festividad erradicando los sacrificios humanos. En su lugar,
cambiaron a los condenados por efigies. Posteriormente, y en un intento de romanizar todavía
más la celebración, la cambiaron por el festival de Pomona (en honor de la diosa de las manzanas
y el otoño). La fiesta aceptada, pero el pueblo jamás olvidó sus creencias.

«La gente se ponía grotescas máscaras y danzaba alrededor de la gran fogata pretendiendo que
eran perseguidos por los malos espíritus»

Con el paso de los años, y usando como vía de entrada la civilización romana, la Iglesia Católica
trató de dar una vuelta de tuerca más al festival para acabar definitivamente con las creencias
celtas. Así fue como, en el año 610, el Papa Bonifacio IV instauró la fiesta de los «Mártires
Cristianos» el 13 de mayo.

«Esta medida no tuvo mucho éxito, por lo que en el siglo VIII d.C. el Papa Gregorio III, implantó la
fiesta de los Mártires Cristianos el día 1 de Noviembre, haciéndola coincidir de esta forma con la
fecha de la celebración de Samhain, y más adelante, el Papa Gregorio IV amplió esta celebración a
todos los santos del panteón cristiano», añade la experta. En esos años fue cuando se cambió el
nombre del festival a «All Hallow's Eve», término que derivaría posteriormente en el actual
Halloween.

http://www.abc.es/historia/abci-origen-halloween-halloween-brutal-fiesta-sacrificios-humanos-y-
brujeria-prohibida-roma-201610310053_noticia.html

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