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52 Lamedicina es “arte” o tekhné, cuando quien la practica sabe qué hace y por qué hace lo que hace, y
refiere
este doble saber al conocimiento –también racional– de la “naturaleza” o physis de la enfermedad y
del remedio. La physiología o ciencia de la naturaleza es el fundamento intelectual de la tekhné iatriké.
ETAPA HIPOCRÁTICA: A partir del año 500 a. C., médicos de distintas escuelas –
las más
relevantes Cnido, Cos y Crotona– fueron construyendo una medicina temática,
fundada
sobre la physiologia o ciencia natural de los presocráticos. La figura de Hipócrates de
Cos concurre como la más relevante, aunque destacaron muchos más. Además de la
devoción hipocrática originada en los eruditos alejandrinos, las escuelas médicas de
Cos y de Cnido permanecieron activas aún bajo el Imperio Romano.
ETAPA ENTRE LOS HIPOCRÁTICOS Y LOS ALEJANDRINOS: Durante los siglos IV y III a.
C., periodo
en el que se crearon muchos de los escritos del Corpus Hippocraticum, se entrelazó
con este desarrollo médico el nacimiento y difusión de los tres máximos
movimientos de la filosofía griega: Platón (428-347) y la Academia; Aristóteles (384-
322) y el Liceo; Zenón de Citio (336-263) y sus sucesores, “los estoicos”, en la Stoa o
Pórtico.
ETAPA DE LOS ALEJANDRINOS Y EMPÍRICOS: En Alejandría, ciudad fundada por
Alejandro
Magno, comenzó el periodo “helenístico” de la cultura griega, con su museo y su
célebre
biblioteca, convirtiéndose en el más importante centro cultural de su época. Dos
geniales médicos alejandrinos destacan de manera particular: Herófilo de Calcedonia y
Erasístrato. Educados ambos con las enseñanzas de las escuelas de Cos y Cnido, ambos
imprimieron –en su momento– un espíritu de cambio ante el saber médico que los
formó. Las múltiples causas aludidas como motivos impulsores de tales modificaciones
ejemplifican el espíritu de la joven Alejandría, rival de la vieja Grecia y culturalmente
enfrentada con ella. Tanto Herófilo como Erasístrato acabaron desarrollándose como
antihipocráticos y antiaristotélicos, cada uno a su modo y en ambos surgió la ambición
de crear una medicina científica, fundamentada sobre una nueva experiencia del
cuerpo
humano. Sus respectivas escuelas y seguidores, los herofíleos y los erasistráteos,
perduraron activos hasta el siglo III después de nuestra era.
ETAPA DE LA MEDICINA GRIEGA EN ROMA: El colosal auge político y económico de
Roma,
asociado al creciente prestigio de la ciencia griega y a la posibilidad de acumular
riqueza
y fama, favoreció la paulatina penetración de los médicos griegos de ese tiempo en el
Imperio Romano. Primero con el casi legendario Arcágato y Asclepíades de Bitinia, les
siguió el peripatético Estratón –influido intelectualmente por Epicuro– y, finalmente,
el escéptico Enesidemo. Asclepíades fue un resuelto antihipocrático que construyó una
auténtica ars médica en Roma.
ETAPA DE LA MEDICINA HELENÍSTICA EN EL SENO DEL IMPERIO ROMANO: Los médicos
griegos
siempre fueron considerados como “forasteros” en Roma. Estos profesionales con
tinuaron escribiendo sus tratados de medicina en griego, a modo de manifestación de
su sentir intelectual superior al de sus anfitriones. Por otro lado, los romanos hacían
sentir su ventaja política y económica. Con el tiempo la enseñanza y la práctica médica
se fueron “romanizando”, de tal forma que los romanos acabaron considerando como
propia la medicina que los griegos helenísticos les habían llevado. Es posible distinguir
los siguientes grupos o escuelas romanas de medicina:
1. La “Escuela metódica”. Iniciada por Asclepíades. El metodismo cobró forma
acabada
con Temisón de Laodicea hacia el año 50 a. C.; en el siglo II destacó Sorano de
Éfeso y llegó hasta el siglo IV con el númida Celio Aureliano.
2. En el grupo de los enciclopedistas y los farmacólogos, como compiladores de la
ciencia natural y la medicina, destacan Mario Terencio Varrón, Aulo Cornelio Celso y
Plinio el Viejo. Dentro de los farmacólogos, la figura más relevante de la medicina
romana
fue Pedanio Dioscórides, autor de una importante obra de materia médica, Hylika,
que durante milenio y medio fue la más importante farmacopea médica de
Occidente. Antes de Dioscórides se distinguió en este campo Andrómaco de Creta,
médico de Nerón.
3. La “Escuela neumática”. Derivada del neumatismo hipocrático y la filosofía
estoica.
Destacaron Ateneo de Atalia y Areteo de Capadocia, máximo clínico y nosógrafo de
su época.
4. La “Escuela ecléctica”. La aversión a la unilateralidad de las diferentes doctrinas
médicas, la certeza de que en todas ellas existe alguna parte de verdad y la necesidad
de aplicarlas bajo la insuperable autoridad de la experiencia clínica originaron el
eclecticismo
médico, que se hace presente desde el siglo I hasta el siglo III. Sus representantes
más significativos fueron Agatino de Lacedemonia, Heródoto, Arquígenes de
Apamea, Antilo, Rufo de Éfeso y también el ya mencionado Areteo de Capadocia.
ETAPA GALÉNICA: Galeno es la estrella final de la medicina antigua, por la
importancia
de su obra personal en todos los campos del saber médico –anatomía y fisiología,
semiología,
patología, terapéutica, higiene–, fuera a causa de que en sus escritos recuperó
y expuso casi toda la medicina griega, desde Hipócrates –a quien reverenciaba–,
hasta la segunda mitad del siglo II, o también debido a que supo reconocer y utilizar la
enseñanza filosófica de Platón, Aristóteles y los estoicos.
ETAPA POSTGALÉNICA: Con la muerte de Galeno parece extinguirse la capacidad
creadora
de la medicina helenística-romana. Sólo figuras de escaso relieve lograrían citarse
entre la fecha de su muerte y el inicio de la medicina bizantina. Sin embargo, debemos
imaginar la significativa colisión que en el siglo III se produjo entre el galenismo y el
joven cristianismo romano.
Desde los primeros pensadores presocráticos hasta la muerte de Galeno transcurrieron
casi ocho siglos. Las ideas originarias y fundamentales de aquellos precursores fueron
desarrollándose de una forma homogénea durante esas ocho centurias. Podemos
entender que Galeno sabe “más” que Empédocles o Demócrito acerca del cuerpo
humano, pero eso que sabe lo sabe “del mismo modo”. Todo indica que la idea de
physis
o “naturaleza” fue a la vez el fundamento y el punto de partida de la medicina técnica
griega, que ulteriormente fue asimilada en la medicina de una cultura tan distante
de la helénica como lo fue la de la Roma antigua, en donde se facilitaron las
condiciones
para las bases últimas de su vida intelectual. La medicina antigua terminó cristalizando
en un auténtico paradigma científico técnico: el galénico. Pero este modelo
científico –nacido cuando la creatividad de la cultura antigua estaba extinguiéndose–
operará a través de las diversas culturas medievales como la bizantina, la arábiga, la
judía y la cristiano–europea, posteriores a la muerte de Galeno y, ulteriormente, a
través de la cultura cristiana del Renacimiento.
ALCMEÓN DE CROTONA. La ciudad de Crotona en la Magna Grecia fue en el siglo
VI a. C.
sede de la escuela pitagórica y también de una escuela médica, que si bien era
independiente
de la hermandad pitagórica, sus miembros deben haber tenido contacto con
ella. Una influencia directa sobre la medicina se pudo ejercer desde la escuela de
Pitágoras
o de los pitagóricos: filósofos y matemáticos, místicos y políticos, que vieron en el
conocimiento matemático y en el número el espíritu de rigor y de armonía, cuyo
sentido
místico de pureza de cuerpo y alma impregnaron los conceptos aún vigentes de la
salud como armonía y equilibrio, y la enfermedad como una ruptura o desorden. Al
mismo tiempo, el médico bajo esta influencia asumió funciones de perímetros éticos,
que hoy se encuentran contenidos en el llamado “Juramento hipocrático”, considerado
actualmente de origen pitagórico.
A la escuela médica de Crotona perteneció uno de los médicos griegos más antiguos
conocidos: Demócedes, médico práctico a quien las vicisitudes de la época lo llevaron a
la corte persa de Darío como prisionero, aunque más tarde circunstancias también
especiales
le permitieron regresar a su ciudad natal. Pero, sin lugar a dudas, el más relevante
de sus miembros fue el médico llamado Alcmeón de Crotona. El contraste entre
estos dos médicos –ambos nacidos en el curso del siglo VI a. C.– muestra con cierta
certidumbre el tránsito de la medicina meramente empírica –quizá aún no desprovista
por completo de alguna línea mágica– a la resueltamente técnica, basada sobre la idea
de la physis y el conocimiento científico de ésta (ibid.: 59).
La salud está sostenida por el equilibrio de las potencias (isonomía tön dynameón): lo
húmedo y lo seco, lo frío y lo cálido, lo amargo y lo dulce, y las demás. El predominio de
una de ellas (monarkhía) es causa de enfermedad, pues tal predomino de una de las dos
es pernicioso. En lo tocante a su causa, la enfermedad sobreviene a consecuencia de un
exceso de calor o de frío; y en lo concerniente a su motivo, por exceso o defecto de
alimentación;
pero en lo que atañe al dónde, tiene su sede en la sangre, en la médula
(myelós, parte blanda contenida dentro de un tubo duro) o en el encéfalo. A veces se
originan
las enfermedades por obra de causas externas: por la peculiaridad del agua de la
comarca, por los esfuerzos excesivos, forzosidad (anánke) o causas análogas. La salud,
por el contrario, consiste en la bien proporcionada mezcla de las cualidades (apud
Cortés Riveroll et al., 2003: 30).
LA TEORÍA DE LOS CUATRO HUMORES. Desde el siglo V antes de nuestra era y para
explicar
el origen de las enfermedades, surgió la teoría humoral que se mantuvo con pequeños
cambios, hasta mediados del siglo XIX, cuando fue reemplazada –aunque no del todo–,
por la teoría microbiana.
El cuerpo humano contiene sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra, y esto es lo que
constituye su naturaleza orgánica y lo que sirve de base a la salud y a la enfermedad. El
hombre es, pues, tanto más sano cuanto dichos componentes se hallen entre sí en una
relación de mayor ponderación y equilibrio en lo referente a mezcla, fortaleza y
cantidad.
El ser humano sufre, en cambio, cuando alguna de dichas substancias existe en
cantidades
excesivamente grandes o pequeñas, o ha sido eliminada del cuerpo, no estando
mezclada
con las restantes (Hipócrates: Sobre la Naturaleza Humana).
La diferencia
entre flema y pus se hacía al ponerlas en agua; mientras que el pus se disuelve,
la flema se sumerge al fondo como una masa coagulada. Así se expresa con respecto a
la tos:
La tos, como ahogo o disnea, es sólo un síntoma. Tiene causas diferentes. Puede
deberse
a discrasia, bien caliente o fría, bien seca o húmeda, lo cual a su vez, tiene su causa en la
naturaleza de la materia afluente. Así, pues, como la tos no tiene causa, sino varias,
hemos de procurar, en primer término, diagnosticar la causa de que se trate. Todos los
médicos están conscientes en que, sin una diagnosis escrupulosa, no es posible un
tratamiento
adecuado. (Cortés Riveroll et. al., op. cit.: 173)
Gracias a la teoría de los cuatro humores, cualquier dolor o protuberancia podría ser
explicado como una “hinchazón” o una desarmonía de la mezcla, y en este sentido, los
humores más parecidos al comportamiento malo son la flema y la bilis amarilla. El
tratamiento
en estos casos, se siguió bajo la lógica de su evacuación y se componía de cuatro
preceptos: a) sangría y ventosas, para deshacerse de los humores malos de la
sangre; b) ayuno, para prevenir nuevas formaciones de malos humores; c) purgantes,
vomitivos y lavativas, para deshacerse de los desechos, “de arriba y de abajo”, o de
cualquier otra salida y, d) fomentos, fricciones o masajes, para buscar la difusión de la
materia morbosa.
El Juramento se inicia con una invocación a los dioses y con una especie de
convención,
de apoyo y de reconocimiento entre el médico maestro y el discípulo que se formó
a su lado. Termina señalando que el cumplimiento del juramento atraerá fama y buena
reputación, mientras que su incumplimiento, el destino contrario.
Para Laín Entralgo (1998: 67-71), tres son las exigencias en cuya virtud es
verdaderamente
científico el conocimiento de una cosa y verdaderamente técnico el gobierno
de ella:
La exigencia sistemática: los saberes acerca de la cosa en cuestión deben hallarse
ordenados conforme a principios ciertos y racionales.
La exigencia metódica: esos saberes han debido ser obtenidos mediante un
método que garantice su verdad y permita su incremento.
La exigencia teorética: esa que pide de nosotros una respuesta más o menos
satisfactoria
a la pregunta por “lo que es” en sí misma la cosa estudiada.