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LA TEORÍA DE LA HISTORIA DE KARL MARX.

UNA DEFENSA
GERALD A. COHEN
APÉNDICE I. KARL MARX Y LA EXTINCIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES
El autor divide su trabajo en cinco partes: la primera de ellas se basa en la interpretación de
una máxima; en la segunda muestra la discrepancia entre la realidad y la apariencia en la
sociedad feudal y en la burguesa; en la tercera demuestra que dicha máxima implica que para
Marx el socialismo y las ciencias sociales son incompatibles y que a raíz de esto, las ciencias
sociales deben extinguirse; en la quinta expone el antagonismo entre el socialismo y las
ciencias sociales en relación con la doctrina de la unidad entre teoría y práctica; y finalmente
crítica también la idea de ciencia en Marx pero defiende su creencia en la necesidad de que
una sociedad no debe depender de ella.
Para iniciar, el autor afirma que Marx elaboró su doctrina sobre la esencia y la apariencia
mientras trabajaba en El capital y a su vez decía que “toda ciencia sería superflua si la forma
de manifestación y la esencia de las cosas coinciden directamente”, advierte también que “las
verdaderas científicas son siempre paradójicas, si se las mide por el rasero de la experiencia
cotidiana, que sólo percibe la apariencia engañosa de las cosas”. Por medio de los ejemplos
del trabajador, las horas que trabaja y su pago, esta imputación está facilitada por el hecho
de que quienes observan sólo las apariencias son incapaces de establecer una distinción
crítica entre el lugar de creación de la ganancia y el lugar de asignación de la ganancia, es
decir, las nociones de que el trabajo humano es plenamente recompensando y de que cada
unidad de capital participa en la creación de ganancia provienen de una errónea percepción
de los mecanismos capitalistas. Además, dice que es una suerte que no siempre percibamos
los fenómenos naturales esenciales y que por ello es que podemos sobrevivir; es entonces ese
abismo entre la realidad y la apariencia algo beneficioso para el ser humano. A modo de
ejemplificar, propone que para Marx la supervivencia de una sociedad de clases, y en
particular del capitalismo, depende también de la disparidad entre lo que realmente es y la
apariencia que muestra a sus miembros, ya sean dominantes o dominados. Se espera entonces
que sea el socialismo quien establezca un orden social en el que las cosas sean lo que parecen,
sin embargo, primero debemos preguntarnos por qué las sociedades de clases se presentan
bajo un disfraz que difiere de la forma que la teoría social les atribuye.
En el segundo apartado responde a esta última pregunta señalando que esas sociedades se
basan en la explotación del hombre por el hombre ya que “si los explotados comprendieran
que están siendo explotados, se resentirían de su sometimiento y amenazarían a la estabilidad
social. Y si los explotadores comprendieran que explotan, perderían la compostura que
necesitan para dominar con seguridad en sí mismos. Por ser animales sociales, los
explotadores tienen que creer que su comportamiento social es justificable”. Se entiende
entonces que como esta creencia es difícil de reconciliar con la verdad, esta debe ser ocultada
en modo de ilusión y se convierte en un elemento constitutivo de las sociedades de clases;
constitutivo en el sentido en el que lo que se afirma no es sólo que los miembros de una
sociedad de clases albergan falsas creencias con respecto a ésta y falsas debido a que esta
falsedad se impregna en el mundo en donde viven y perciben tan sólo una distorsión de la
realidad. Seguidamente, el autor hace una breve exposición de dos construcciones analíticas
que permiten identificar algunas diferencias generales entre las sociedades, en alemán
conocidos como: Gemeinschaft y la Gesellschaft, el primero entendido por “comunidad” y
el segundo por “asociación”. La distinción de estos dos está dada por las diferentes relaciones
entre las personas características de cada uno de ellos, sin embargo, ninguno de los dos
términos tienen necesariamente como finalidad la explotación. Por otro lado, una de las
diferencias entre el feudalismo y el capitalismo es que bajo el feudalismo la extracción del
plusproducto es un hecho evidente puesto que el siervo tiene claro que una cantidad definida
de los frutos de su trabajo va a parar a su amo, mientras que bajo el capitalismo se oculta el
hecho de que el capitalista va a retener una porción del producto del esfuerzo del trabajador;
la segunda diferencia es que bajo el capitalismo, las relaciones de producción son obviamente
utilitarias puesto que los capitalistas no simulan ningún afecto por sus trabajadores, no
obstante, Marx creía que las relaciones señoriales eran distintas sólo en apariencia y que bajo
el feudalismo las relaciones humanas son utilitarias es un hecho encubierto. Finalmente, si
en el feudalismo los siervos supieran que el carácter comunal del señorío era una farsa, no le
entregarían una parte de su producto al señor y si los trabajadores fabriles supieran que no
son recompensados por todo su trabajo, se resistirían a trabajar para los capitalistas. Así,
como no se encuentran entrelazados tradicionalmente con su amo o jefe, estos no están
impedidos a rebelarse en contra del sistema pero cuando son informados de estas verdades,
se rebelan y pueden llegar a ser revolucionarios siempre y cuando vayan más allá del
espejismo de la forma de salario. Otra comparación de ilusiones que hace Marx es entre el
capitalismo y la esclavitud, pues mientras que el trabajador asalariado parece realizar un
trabajo no pagado, el esclavo parece realizar solamente un trabajo no pagado, no obstante,
esto constituye una apariencia falsa ya que tanto el trabajador como el esclavo son pagados
en la medida en que reciben ambos lo necesario para subsistir a cambio de su trabajo.
En la tercera parte, la de que el capitalismo y las ciencias sociales son incompatibles, el autor
afirma que la ciencia sólo puede estudiar una formación social si ésta es mantenida en pie
por mecanismos que disfrazan su anatomía básica. Además, Marx suponía que el socialismo
sería inmune a las ciencias sociales porque el lenguaje que estas utilizaban era
necesariamente insuficiente, porque sólo describía fenómenos superficiales que ocultaban el
verdadero estado de cosas, de igual forma, la economía socialista no es una ciencia para Marx
porque no utiliza conceptos específicamente científicos, que son necesarios para hacer
inteligible el capitalismo y tampoco hace uso del concepto de valor, que está fuertemente
impregnado de teoría. Al unificar la teoría y las prácticas sociales, el socialismo suprime las
ciencias sociales. Cabe agregar que cuando estas ciencias sociales son necesarias, los
hombres no se comprenden a sí mismos y una sociedad en la que los hombres no se
comprenden a sí mismos, es una sociedad defectuosa y como las ciencias sociales le son
ajenas al socialismo, este no es una sociedad defectuosa. En ese orden de ideas, el capitalismo
es oscuro y necesita que la ciencia lo ilumine.
En el cuarto apartado el autor propone una interpretación que sugiere una estrecha conexión
entre su máxima acerca de la realidad y la apariencia, por un lado, y el hincapié marxista en
la unidad de la teoría y la práctica, por el otro. El concepto de la unidad de la teoría y la
práctica admite una serie de significados en la teoría y la práctica marxista. En su uso popular
propone que el revolucionario pase la mitad del tiempo en la biblioteca y el resto en los
muelles o fábricas, pero este estilo de vida no corresponde a una unidad de teoría y práctica.
Es necesario que esas enseñanzas sean llevadas a los muelles y a las fábricas. En esa sociedad
socialista establecida, la integración del trabajo intelectual y manual es uno de esos rasgos,
es decir, se debe asumir la tarea de instituir un mundo racional. Es necesario entonces
establecer una congruencia entre el pensamiento y la realidad porque aunque la teoría esté
bien, hay ciertos problemas que sólo puede resolver la práctica. Por consiguiente, no se debe
conformar con victorias intelectuales, es necesario suprimir la ilusión, sin embargo, Marx se
queja de que la teoría no la suprimirá por sí sola, necesita inevitablemente de la práctica.
Finalmente, en el quinto apartado, ya explicada las tesis de Marx sobre realidad y apariencia,
ciencia y sociedad, y teoría y práctica, el autor procede a criticar la concepción de ciencia de
Marx sin abandonar la creencia de una sociedad inmune a las ciencias sociales. Cohen dice
que la afirmación de Marx en cuando dice que la economía socialista no va en contra de la
creencia preteórica simplemente no implica que no sea una ciencia y que esta máxima debe
ser abandonada, pues si aceptamos su confrontación entre observación y teoría, podemos
decir que la explicación científica descubre siempre una realidad que no está representada en
la apariencia, pero que sólo a veces la refuta.

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