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Un inicio pequeño
Jose Antonio, Parmenio y Ernesto Bastidas decidieron probar suerte
en la capital luego de vivir en Samacá, un municipio de Boyacá. En
1972, José Antonio, quien hoy tiene 60 años, decidió abandonar su
trabajo como cocinero de una pizzería y le propuso a un vecino que lo
dejara vender obleas en un puesto pequeño, resguardado por una
sombrilla.
Buenas ventas
Según los cálculos de Ernesto, las ventas de obleas de la empresa
redondean las 24 mil unidades mensuales. Una oblea sencilla tiene un
valor de $1.900, lo que representa unas ventas al mes que superan
los $45'900.000 si se toma en cuenta las rentas de los demás
productos. “Creo que nuestra fortaleza es tener un producto que
conserva su sabor casero y su elaboración artesanal”, indica.
Un negocio de familia
No solo los hermanos trabajan directamente en la empresa. Las
esposas de ellos hacen parte del negocio, como casi todos los hijos.
En algún tiempo los padres de los hermanos Bastidas también
participaron, cuando estaban comenzando.
“Mi papá trabajó para nosotros. A él le decían que era Jose A. Como
cada uno ha atendido un punto de venta diferente la gente cree que
cada uno de nosotros somos Jose A. y nos confunde. Es una situación
muy curiosa”, indica Parmenio.