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La novedad se desprende de la integración de las provincias y de los provinciales en el sistema

estatal y social romano, y tuvo como consecuencia que el llamado modelo social “ROMANO”
fuese exportado también a las poblaciones de la mayoría de las provincias, lo que significo la
consolidación de una aristocracia ampliamente homegenea a escala de todo el imperio y la
unificación de las elites romanas aunque ciertamente la asimilación de capas mas amplias de
población.
Si las relaciones sociales durante el imperium rumanun sufrieron cambios, ésto fue debido a
que el modelo romano de sociedad se extendió paulatinamente a la mayoría de los países
dominados.-
La integración de la provincias fue estimulada mediante el trazado de una extensa red de vías,
mediante una administración unitaria, mediante la atracción de los provinciales al servicio
militar y sobre todo la concecion del derecho de ciudadanía romana, para lo cual era necesario
el conocimiento del latin, y prosupuesto el papel que juega la urbanización.

SPQR
Una historia de la antigua Roma : Mary Bread

Las relaciones entre Roma y los otros pueblos itálicos habían avanzado en distintas direcciones
desde el siglo III a. C. Sin duda, los aliados habían recogido hermosas recompensas de sus
campañas conjuntas con Roma, en forma del botín que acompañaba a la victoria y de las
oportunidades comerciales que se les abrían. Una familia de la pequeña ciudad de Fregellae,
técnicamente una colonia latina a unos 100 kilómetros al sur de Roma, se sentía tan orgullosa
de estas campañas que decoró su casa con frisos de terracota que representaban las lejanas
batallas en las que algunos de sus miembros habían servido.
A una mayor escala, el espectacular desarrollo arquitectónico de muchas ciudades italianas
proporciona evidencias concretas de los beneficios obtenidos por los aliados. En Praeneste,
por ejemplo, a solo 32 kilómetros de Roma, se construyó un nuevo e inmenso santuario de la
diosa Fortuna, una obra de arte de alarde arquitectónico, con un teatro, terrazas, pórticos y
columnatas, capaz de rivalizar con cualquier otro edificio en cualquier parte del Mediterráneo.
La romanización no solía ser algo impuesto directamente desde arriba. Fue más una
consecuencia de la opción de las élites provinciales por una versión de la cultura romana. Fue
de abajo arriba más que de arriba abajo. Tácito, sin duda, lo habría rebatido diciendo que no
era exactamente una elección libre, puesto que la balanza del poder militar y del poder político
se decantaba abrumadoramente en favor de Roma. Es verdad. Sin embargo, a nivel práctico
del día a día, la población urbana relativamente acomodada de las provincias se convirtió en el
agente de su propia romanización, no en el objeto de una campaña romana concertada de
reprogramación cultural o de misión civilizadora.
Los testimonios arqueológicos ponen de manifiesto que las élites optaron por nuevas formas
romanas en todos los ámbitos, desde la arquitectura y planificación urbanas, pasando por la
vajilla y los utensilios de cocina, hasta los tejidos, la comida y la bebida.
Había una combinación dinámica de fuerzas en marcha: por un lado, el poder de Roma hizo
que la cultura romana fuera un objetivo al que aspirar; por el otro, la tradicional apertura de
Roma significaba que aquellos que quisieran «hacerlo al estilo romano» eran bien acogidos y,
por supuesto, resultaba conveniente para el mantenimiento estable del gobierno romano. Los
principales beneficiarios (o víctimas, como lo veía Tácito) fueron los ricos, pero no los únicos
que se crearon una identidad romana para sí mismos.
Los distintos testimonios de dicha amalgama abarcan desde imágenes de emperadores
romanos en la provincia de Egipto, todos presentados como si fueran auténticos faraones
egipcios tradicionales, hasta la llamativa escultura de la fachada del templo de Sulis Minerva
en la ciudad romana de Bath, en el sur de Inglaterra. En algunos aspectos, este es un caso de
romanización de lo más evidente. Era parte de un templo clásico construido siguiendo un
diseño desconocido en Britania antes de la conquista romana. Fue erigido en honor a una
deidad celta, Sulis, hoy en día considerada el equivalente de la Minerva romana, e incluye
varios elementos, desde los círculos de hojas de roble hasta las figuras sustentantes de la diosa
Victoria, inspiradas directamente en el repertorio romano tradicional. No obstante, al mismo
tiempo es un ejemplo notorio de una cultura provincial que o bien no consigue o bien, mejor
dicho, se niega a ser romana.
El caso más impresionante de este tipo de interacción se encuentra en las provincias del
mundo griego, donde el resultado de lo que hoy denominaríamos «encuentro colonial» fue un
extraordinario renacimiento literario y cultural. A comienzos del período de expansión militar
romana al otro lado del mar, que comenzó en el siglo III a. C., la literatura y el arte visual
romanos se desarrollaron estableciendo un diálogo con los modelos y los predecesores
griegos. El poeta Horacio exageraba cuando, a finales del siglo I a. C., resumió el proceso como
una simple absorción cultural: «La Grecia cautiva cautivó a su salvaje conquistador y llevó las
artes al agreste Lacio» (mejor en latín: «Graecia capta ferum victorem cepit et artes intulit
agresti Latio»). Fue una relación mucho más complicada que esto, como bien muestra la
propia poesía de Horacio, que es una combinación con claridad romana de homenaje a la
cultura griega, una ambiciosa transformación de los modelos literarios griegos y una
celebración de las tradiciones latinas. Pero, de todas formas, tenía razón.
En el Imperio Romano de los dos primeros siglos de nuestra era, el encuentro dio un giro
diferente. No fue simplemente que muchos griegos, como muchos britanos, adoptasen hábitos
romanos como el baño y las luchas de gladiadores. La transformación de la cultura local en
Oriente no fue tal radical como en Occidente, pero los griegos sofisticados no necesariamente
miraban por encima del hombro a los brutales y sangrientos deportes romanos. Hay sólidas
evidencias de que los teatros griegos y los estadios se adaptaron para gladiadores y cacerías de
bestias salvajes. Un claro indicio son las marcas de sujeción de las redes para proteger al
público de los animales. Sin embargo, el acontecimiento más sorprendente fue una efusión de
literatura en griego, en la que el poder de Roma o bien planea en el trasfondo o se la menciona
directamente en una sátira jocosa, resistencia pasiva, curiosidad o admiración. Este material
abunda en ingentes cantidades. La inmensa mayoría de la literatura griega antigua que se ha
conservado procede de este período de gobierno imperial.
Crean desolación y la llaman paz
Sin duda había una fuerte oposición en algunos aspectos del gobierno romano. La integración,
la movilidad, los lujos y los beneficios comerciales solo eran una cara de la historia del imperio.
La otra incluía la desobediencia y la evasión de impuestos, la resistencia pasiva y las protestas
populares, a menudo dirigidas tanto a las élites locales como a los romanos.
Algunos rebeldes arrojados, aunque en última instancia siempre condenados al fracaso, que se
lanzaron contra el invencible poder de Roma se han convertido en héroes y heroínas
legendarios de naciones modernas, como «Hermann el germano» o Boudica, cuya estatua real
en bronce se yergue orgullosa en el exterior del Parlamento en las márgenes del río Támesis.
En cierto modo, esta impresión podría conducir a engaño. Las autoridades romanas, como
muchos estados modernos, tenían un interés particular en calificar de traición, insurrección o
simple delincuencia a la rebelión política de principios.

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