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Universidad Nacional del Litoral

Facultad de Humanidades y Ciencias


Carrera de Letras
Literaturas Germánicas
Docentes: Crolla, Adriana
Echagüe, Hugo
Alumna: García, Ma. Celeste
Lo personal político en El lector de Bernhard Schlink

Resumen
En el presente trabajo intentaremos hacer un recorrido de lectura que atraviese el texto de Bernhard
Schlink teniendo en cuenta la correspondencia entre lo público y lo privado conforme avanza la
historia y las generaciones en Alemania post-holocausto. Dentro de esta correspondencia,
tomaremos al poder como el instrumento que se utiliza y se negocia en ambas esferas.

Hay una relación de poder que recorre todo el texto y que decrece continuamente conforme avanza
el relato para invertirse completamente.

El lector es un texto que se construye a través de un procedimiento pandémico (esto es, se extiende
hacia diferentes aristas del cuerpo social) en torno a las relaciones de poder en una sociedad
alemana que se transforma a medida que se suceden las generaciones desde el holocausto en
adelante. Este procedimiento pandémico tiene su inicio (en la diégesis) desde los comienzos de la
posguerra hasta mediados de los años '60, donde la generación llamada “revisionista” recupera la
noción de delito y condena a las personas cómplices activas del régimen del 3er Reich.

Decimos que el poder es pandémico porque se extiende desde la vida social hasta los espacios
privados. A continuación, intentaremos leer el texto desde la noción de poder (siempre presente),
siendo el conocimiento y el refuerzo de las instituciones las herramientas que permiten la inversión.

En términos de construcción temporal, podemos dividir al texto en cuatro grandes partes: el


momento en que Hanna y el narrador (Michael) se conocen, su encuentro en el juicio, el momento
en el que se comunican a través de las cintas mientras ella está en la carcel y, por último, el presente
desde donde parte la narración.

Desde esta óptica, la primera parte del texto tiene dos elementos que priman en relación al poder: la
franja etárea y la dicotomía salud/enfermedad. Como podemos leer, la primera escena se construye
a través de la asistencia (el narrador está enfermo y Hanna lo ayuda), en tanto la franja etárea ya
está marcada:

“Frente alta, pómulos altos, ojos azul pálido, labios gruesos y de contorno suave, sin arco en el
labio superior, mentón enérgico. Un rostro ancho, áspero, de mujer adulta” (Schilink; 2000: Pág.
17)

Al momento que la relación entre ellos se concreta, el paradigma se hace enteramente horizontal,
las escenas de aprendizaje no dejan de sostener esta idea:

“Tenía miedo: del contacto, de los besos, de no gustarle, de no ser bstante para ella. Pero cuando
ya llevábamos un rato abrazados, cuando me empapé de su olor y sentí plenamente su calidez su
fuerza, todo cobró sentido(...) al principio intenté contenerme, pero luego grité tan fuerte que ella
tuvo que taparme la boca con la mano.” (Schilink; 2000: 29)

“Tuve la sensacion de que era la última vez que nos sentábamos todos juntos a la gran mesa
redonda, bajo la gran lámpara de latón de cinco brazos y cinco bombillas, que era la última vez
que comíamos en los viejos platos decorados con zarcillos verdes en el borde(...) Me sentí feliz, y al
mismo tiempo tuve la sensación de que en ese momento la despedida ya se había producido. ”
(Schilink; 2000:34)

En este fragmento notamos cómo la apertura sexual del narrador implica la separación del tiempo
mítico infantil. En este tiempo mítico, se deja atrás la completitud del sujeto, la prueba está en la
nominación misma de la despedida.

Conforme avanza la historia, la relación entre Hanna y el narrador se sigue basando en un estrecho
sentido del poder. Esto es posible, además de lo referido, porque el narrador desconoce el
desconocimiento de Hanna sobre la lecto-escritura1. Además de esto, el texto rescata lo incesante
del carácter hostil del personaje. Lo innegociable tiene lugar por la relación vertical que se
pronuncia a lo largo de la primera parte de la historia:

“Cada vez que ella me amenzaba, me rendía incondicionalmente a la primera. Cargaba con las
culpas de todo. Reconocía errores que no había cometido y confesaba intenciones que nunca había
albergado.” (Schilink; 2000: 51)

Hanna se construye como una mujer bélica, que no negocia el vínculo, que jamas pierde.

La narración avanza, y el primer indicio de quiebre se enuncia en la escena del viaje en bicicleta.
Cito la escena del llanto:

“Dejó caer la mano y el cinturón y se echó a llorar. Nunca la habia visto llorar.(...) Estaba allí de
pie, mirándome a través de las lágrimas.” (Schilink; 2000:55)

“Ahora ya la había visto llorar, una Hanna capaz de llorar me resultaba más cercana que una
Hanna que sólo era fuerte.”

1 Resulta impactante al lector el descubrimiento del analfabetismo de Hanna. A nuestro parecer, el personaje es una
lectora nata, una aficionada a los libros que carece de la herramienta que le permitiría ser su propia narradora.
“De entonces en adelante, empezamos a amarnos de un modo que iba más allá de la simple
posesión.” (Schilink; 2000:57)

El llanto como marca de humanidad es lo que posibilita la cercanía con el otro: es en este episodio
que la relación de poder empieza a voltearse inversamente proporcional a la fragilidad que el
narrador describe. La consecuencia de este vuelvo es el ocaso del amor entre los dos personajes.
Luego de esta escena, creemos que es válido interpretar que es el conocimiento (de la fragilidad del
otro) la que posibilita que las posiciones de poder se pongan en cuestión y permitan la momentanea
desvinculación entre los personajes.

En la segunda parte de la historia, las relaciones de poder se ven invertidas en relación al aspecto
social2. Entrado los años '60, la generación emergente tiene como objetivo desandar el camino
silencioso por el cual habían enterrado el pasado nazi y los cómplices activos del régimen 3, La
primera generación post-holocasto se concentró en la reconstrucción socioeconómica de Alemania,
poniendo en su cuerpo social una “hora cero”, autovictimizándose para no ahondar en la
responsabilidad que como país tuvieron sobre sus propias desgracias. Posteriormente. la generación
del '60, fue la pionera de cuestionar “el discurso que había imperado en los '50 y a comienzos de
los ´60, que había hecho de Hitler y un pequeño grupo de Nazis los ocupadores de Alemania, y
distanciaba a los jerarcas de toda relación con sus padres, sus maestros y quienes pretendían
erigirse como modelos.” (Featherston:;2015:9) En líneas generales, esta generación se autoconvoca
como la encargada de cuestionar “los mecanismos de amnesia y represión que habían funcionado
en la sociedad Alemana.” (Idem)

Es en esta generación donde el narrador ingresa ya tamizado por el poder que genera el
conocimiento, no sólo erudito sino en relación a su posición como “observador” de los juicios que
comienzan como revisión del pasado:

“La palabra clave era “revision del pasado”. Los estudiantes del seminario nos considerabamos
pioneros de la revisión del pasado. Queríamos abrir las ventanas, que entrase el aire, que el viento
levantara por fin el polvo que la sociedad había dejado acumulase sobre los horrores del pasado.
(...) También teníamos claro que la condena de tal o cual guardian o esbirro de este u otro campo
2 Aclaramos que la inversión no significa que la relación se desvanezca. Lo cierto es que, independientemente de los
papeles que se van trastocando a lo largo de la diégesis, el vínculo entre los personajes es indisoluble.
3 Decimos “cómplices activos” porque, como ya tenemos entendido, para que una sociedad viva y haga vivir los
asesinatos de seis millones de personas es necesario que no sólo haya quienes colaboren haciendo sino que también
es necesario el silencio, la complicidad pasiva, aunque ésta sea fundada por el miedo.
de exterminio no era más que un primer paso. A quien se juzgaba era a la generación que se había
servido de aquellos guardianes y esbirros, o que no los había obstaculizado en su labor, o que ni
siquiera lo había marginado después de la guerra, cuando podría haberlo hecho.” (Schilink;
2000:87)

Es en este momento de la narración donde comienzan a cruzarse lo público y lo privado: no es sólo


Hanna quien es juzgada por la presencia de un vínculo del pasado, sino que es toda la sociedad
alemana que intenta redimirse, la que la juzga:

“Me esforzaba por imaginarme a Hanna con toda claridad haciendo las cosas de la que la
acusaban, o evocaba los momentos que el pelo de su nuca o el lunar de su hombro me traían a la
memoria.” (Schilink; 2000:96)

Esta cavilación del narrador, es la misma que se haría toda la generación alemana emergente: todas
las generaciones anteriores, donde había padres, profesores, abuelos, funcionarios públicos, dentro y
fuera de la esfera privada, se cuestionaban la dualidad de las acciones éticas que toda la sociedad
había llevado a cabo sin dejar de ser, por esto, seres humanos vinculados a otros de manera
convencional4. E

Posterirmente, el texto sigue narrando escenas del juicio, donde las acusadas y sus abogados
conspiran contra Hanna, al parecer la más desprotegida, para lograr conseguir la menor condena
posible. De esta manera, es posible sostener que, así como la sociedad alemana purga sus culpas a
través de unos pocos, también unos pocos logran deshacerse de la mayor responsabilidad poniendo
en foco al personaje de Hanna, usando a ésta como chivo expiatorio, y clausurar por fin la historia
de la Alemania Nazi.

En este punto del recorrido, resulta interesante volver hacia atrás en el tiempo diegético para
situarnos en la escena de los primeros encuentros entre el narrador y Hanna descritos en la página 2
del presente trabajo: la impunidad con la que Hanna se maneja, golpea y dirige la relación es la
misma impunidad con la que se maneja en la Alemania pre revisionista. En este sentido, vemos con
mayor pronunciación nuestra idea central desde la que partimos: el texto se articula desde las
relaciones de poder que existe tanto en la vida privada como pública. Ambos circuitos son las caras
de un mismo cuerpo social que regula las reglas de acuerdo a determinadas generaciones post-
guerra.

4 El cuestionamiento sobre la “bestialidad” humana en contextos de represión, genocidio o crímenes de lesa


humanidad es un tópico que ha sido muy estudiado no sólo en el caso de Alemania sino también en el caso de
Argentina, particularmente con respecto a la última dictadura. La pregunta que hace Hanna al juez “¿Y usted qué
hubiera hecho?” es una de las cláusulas más cuestionadas: nos referimos a “punto final y obediencia de vida” en el
gobierno de Alfonsín en el año '83.
En lo siguiente, el texto sigue reforzando la conducta y la postura que toda la sociedad toma en
relación a la complicidad con el nazismo, Hanna admite haber escrito un informe y ésto la hace
responsable de los crímenes:

“la existencia de una cabecilla representaba la coartada perfecta para los habitantes del pueblo:
para ayudar a las prisioneras habrían tenido que plantar cara a un disciplinado comando a las
órdenes de un superior, y no a un puñado de mujeres desconcertadas.” (Schilink; 2000:128)

Como fuimos sosteniendo a lo largo del presente texto, El lector puede leerse en relación a la
articulación de lo personal y lo político con respecto al poder como mediador de las relaciones. El
concepto de dignidad y el de libertad se hacen explícitos en la mitad de la diégesis. Cuando el
narrador descubre que Hanna no sabe leer y escribir, y que ese es en verdad el motivo por el que,
entre otras cosas, se recluta en la SS, queda en sus manos poder aminorar la condena del juicio.

En este punto de nuestra lectura podemos deducir que el poder del destino de Hanna se invierte y
queda en manos del narrador, éste puede decidir, o no, transparentar las condiciones precarias sobre
las que Hanna se encuentra en el momento de defenderse ante un tribunal. Sin embargo, la decisión
es tomada y, pese al poder, el narrador decide resguardar la integridad, la dignidad y la decisión,
sobre la que Hanna se afirma: de lo contrario, estaría volviendo objeto a un sujeto que por su
condición de ser humano tiene la libertad de elegir.5

“Con La Odisea empezó todo”: al leer El Lector podemos pensar que es un texto que, entre otras
posibles interpretaciones, tematiza la lectura (la narración) como uno de sus ejes. Si bien a lo largo
del presente trabajo no hemos puesto especial énfasis en esta tematización es necesrio hacer algunas
menciones al respecto:

“Los griegos, que sabían que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, no creían en el
regreso, por supuesto. Ulises no regresa para quedarse, sino para volver a zarpar. La Odisea es la
historia de un movimiento, con objetivo y sin él al mismo tiempo, provechoso e inútil.” (Schilink;
2000:171)

Como es sabido, la literatura es una práctica que atraviesa toda la diégesis y que configura la
intersubjetividad entre Hana y Michael. Hacia la “vuelta” (que no es sino otro río) el vínculo se
vuelve a materializar en torno a la lectura y a las posteriores notas de Hanna. Como mencionamos
anteriormente, ésta es una lectora nata que ha carecido de las herramientas de alfabetización.
Cuando aprende a escribir, se observa la potencialidad de su afición a la lectura:
5 Es importante destacar esta acción puesto que las noción de cosificación es un rasgo característico del modus
operandi nazi: los judíos fueron, en este contexto, algo menos que animales. El gesto del narrador, que da un paso
más que el resto de su generación, es preservar la sujeto en sus decisiones, incluso a un criminal nazi.
“Sus observaciones sobre la literatura eran asombrosamente acertadas. “Schnitzler es un perro
ladrador y poco mordedor, y Stefan Zweigh lleva el rabo entre las patas”, o “Keller lo que necesita
es una mujer”, o “Las poesías de Goethe son como pequeñas estampas enmarcadas en
oro.”(Schilink; 2000: 177).

En este sentido, podemos pensar al texto como explícitamente metaliterario 6 pues plantea la
extemporaeidad de los textos que nombra. Por otro lado, la escritura como cierre, como
consecuencia de la distancia y el acercamiento del tiempo del relato, como la vuelta de Odiseo, es
parte fundamental del relato:

“Desde hace unos años he dejado de darle vueltas a la historia. He hecho las paces con ella. Y ha
vuelto por sí misma con todo detalle, y tan redonda, cerrada y compuesta que ya no me entristece.”
(Schilink; 2000:203)

Palabras finales

Hemos tratado de aportar una lectura de El lector teniendo presente lo cruces entre lo público y lo
privado, la relación de poder que existe dentro de ambas esferas y cómo se negocian en una
sociedad alemana atravesada por el conflicto post-holocausto. Dos tabus son explorados en el texto:
el analfabetismo y la complicidad de una sociedad.

Bibliografía

SCHLINK, B (2000) El lector. Barcelona: Anagrama

FEATHERSTON, C (2015) “El lector: relaciones entre narración, memoria y trauma” en Trauma,
memoria y relato. Buenos Aires. Editorial de la Universidad de La Plata

6 Decimos “explícitamente metaliterario” porque, como es sabido, todo texto lleva implicitamente una teoría de su
propio procedimiento o su propia naturaleza.

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