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I.

SOBERANÍA, ESTADO Y GLOBALIZACIÓN

1.1. SOBERANÍA

1.1.1. Definición

La palabra soberanía tiene un significado etimológico el cual proviene del latín y se

conforma por las raíces super y ominia que significa “sobre todo” y de acuerdo a la traducción

es el poder que está sobre los otros poderes y que no admite poder superior a él.

El tomar como base la definición ut supra citada, aunque cierta, resulta incompleta,

ya que, si bien es cierto que la soberanía será aquel poder superior, la definición no nos da

otros elementos que nos ayuden a dilucidad lo que en verdad es la soberanía al arbitrario por

medio de la fuerza, constituya la soberanía.

Es por ello que, a continuación, referiremos algunas de las más destacadas

definiciones que los tratadistas han aportado, para poder resaltar algunos otros elementos de

vital importancia.

La soberanía, según la clásica definición de Jean Bodin en su obra Los seis libros de

la República, es el “poder absoluto y perpetuo de una República”1. También se conceptualiza

como el derecho de una institución política de ejercer su poder.

Como podemos observar, la definición de Bodin, se queda corta por lo menos en la

actualidad, en el sentido de que nos establece qué es el poder absoluto y perpetuo de una

República, pero no nos establece quién es el detentador de ese poder y de donde surge el

mismo y quien lo ejercerá.

1 Bodin Jean. Los Seis Libros de la República. www.juridica.unam.mx (biblioteca virtual).


El también clásico Jean J. Rousseau, establece que “La soberanía consiste en la

voluntad general”, pero ésta no puede ser enajenada ni puede ser representada más que por sí

misma: “… el poder puede transmitirse, pero la voluntad no”. El carácter inalienable de la

soberanía, va acompañado de la indivisibilidad de la misma, pues se trata de la voluntad

general, que es la suma de la voluntad de todos, no de una voluntad parcial o individual. En

consecuencia, la soberanía les corresponde a todos y cada uno de los miembros de la

comunidad, es una soberanía, cuyo ejercicio se delega en funcionarios que son investidos,

mediante el voto, de un mandato imperativo, el cual puede ser revocado por el soberano, el

pueblo, en cualquier momento.2

A partir de esta definición podemos establecer con mayor claridad algunos aspectos

de la soberanía. Es decir, podemos afirmar que la soberanía no se cede ni se enajena, solo se

delega a algunos funcionarios para que la ejerzan, pero no que la detenten, ya que el detentador

en todo momento será el pueblo.

Por su parte, Bertrand de Jouvenel, establece que “La soberanía es una voluntad

suprema que ordena y que rige la comunidad humana, una voluntad buena por naturaleza y a

la cual resulta delictivo oponerse; una buena voluntad divina o voluntad general3”.

De la presente definición podemos rescatar que el autor presenta dos tipos de

voluntades que dan pue a la soberanía, una voluntad general que dimana de la colectividad y

otra la divina que sería por ejemplo de la que gozan los monarcas por virtud de un

mandamiento celestial.

2 Rousseau, J.J. EL contrato Social. Editorial Aguilar. Madrid, Esp. 1981, Pág. 76.
3 El autor Andrés Serra Rojas en su obra “Teoría del Estado”, en el capítulo VII, LA SOBERANÍA, hace referencia a este autor
sin hacer la cita de la obra de este autor.
Para Bureau, la soberanía es una característica, atribución o facultad esencial del

Poder del Estado que consiste en dar órdenes definitivas, de hacerse obedecer en el orden

interno del Estado y afirmar su independencia en la relación con los demás Estados que forman

la comunidad internacional. Por tanto, la existencia de un poder soberano es factor

determinante para caracterizar al Estado y sobre todo la subordinación de todas las fuerzas

sociales internas al poder4.

Esta definición entraña un nuevo elemento, tal y como lo constituye el hecho de que

el autor manifiesta una soberanía interna para con los gobernados y una segunda respecto a

terceros Estados, lo que conforma entres no solo independientes, sino soberanos. Así mismo,

establece la facultad coactiva que el Estado detenta para hacer cumplir sus decisiones,

derivado también de esa soberanía.

Para Hans Kelsen, ilustre positivista, la soberanía es una propiedad del orden jurídico

que se suponga como válida o sea vigente; es decir, la soberanía debe estudiarse como un

problema de relaciones entre dos órdenes normativos, es decir, un orden es supremo o

soberano cuando no es subordinado o sujeto a otro orden. Para el maestro Kelsen, la soberanía

está en el pueblo, que éste nombra un poder llamado constituyente, destinado a crear una

Constitución y, en consecuencia, una vez creada la Constitución, el poder soberano del pueblo

se traslada al orden normativo, cuya cúspide, la Constitución, es una expresión de soberanía

que se encuentra sobre las leyes, autoridades y órganos de un Estado. Kelsen, subordina la

soberanía a la existencia de una ley suprema vigente y que haya surgido a partir de la voluntad

popular.

4 Georges Burdeau, Traité de Science Politique, t. II, Paris Francia. pág. 248
Para Heller, la soberanía cosiste en la capacidad, tanto jurídica como real, de decidir

de manera definitiva y eficaz todo conflicto que altere la unidad de la cooperación social

territorial, en caso necesario incluso contra el derecho positivo, y además de imponer la

decisión a todos, no solo a los miembros del Estado, sino en principio, a todos los habitantes

del territorio.

La soberanía supone, según eso, un sujeto de derecho capaz de voluntad y de obrar

que se impone regularmente a todos los poderes, organizados o no, que existen en el territorio;

lo que significa que tiene que ser un poder de ordenación territorial de carácter supremo y

exclusivo. El Estado es la organización normalmente más poderosa dentro de su territorio5.

1.1.2. Soberanía como Concepto Jurídico

La soberanía, la suprema potestas, no es un factum en el mundo exterior de las

realidades sociales. De ahí que “de la imposibilidad práctica de una actuación soberana no se

derive lógicamente la inexistencia de soberanía”, pues “como concepto jurídico que es no

desea saber cómo es la práctica estatal, sino cómo debe ser ésta en caso de conflicto”. Eso

supone que la soberanía no puede ser atribuida sencillamente al Estado, que tiene a su

disposición los mejores batallones. El problema que plantea la soberanía no es una cuestión

de poder, que pueda ser decidirse con la ayuda de las armas, sino una cuestión que como tal

sólo puede ser resuelta jurídicamente. Entendida como posición jurídica, como la competencia

del Estado para tomar la decisión definitiva y vinculante tanto en asuntos internos como

externos, supone un poder otorgado por el sistema jurídico y por tanto necesariamente

limitado. Es la expresión no de una autoridad sin límites, sino de un poder ordenado

5 Heller, Hermann, Teoría del Estado. Editorial Fondo de Cultura Económica, México D.F.
legalmente. Desde un punto de vista jurídico, la soberanía aparece desmitificada y menos

demoníaca, menos tremenda, menos monstruosa pero no por ello de menor importancia, pues

es literalmente decisiva.

Al juzgar sobre la cualidad legal del poder estatal, es decir sobre su soberanía,

debemos tratar separadamente los aspectos regulados por el derecho constitucional y los

regulados por el derecho internacional público. En el seno de este último debemos distinguir

entre la relación del Estado y los sujetos sometidos a su jurisdicción (la soberanía interna) y

sus relaciones exteriores con otros Estados (la soberanía externa).

1.1.3. La Soberanía del Estado Constitucional

“El Estado es el nexo -cada vez más integrado en el ámbito internacional- mediante

el cual el pueblo, en ejercicio del derecho a la autodeterminación en libertad y sólo bajo una

exigencia de justicia, establece un orden, en concreto un ordenamiento jurídico obligatorio. A

efectos de poder establecer un marco institucional que posibilite la libre autodeterminación

bajo la garantía de paz y orden, se le reconoce al Estado el poder para dictar normas

vinculantes y crear órganos de gobierno.” El Estado constitucional es, por tanto, como otro

Estado cualquiera un poder político organizado y por tanto hacia el interior soberano.

Haciendo uso del monopolio del que goza para establecer derecho obligatorio para todos

aquellos que están sometidos a su autoridad, tanto ciudadanos como gremios, dicta normas

jurídicas vinculantes, cuya aplicación impone, gracias al monopolio de la fuerza que tiene

legal y legítimamente atribuido. Goza del poder para tomar la decisión definitiva en todos los

asuntos públicos, independientemente de que éstos sean competencia del Gobierno, de las
administraciones públicas o –como actualmente es el caso en el Estado jurisdiccional- en la

jurisdicción ordinaria o constitucional.

Es por eso por lo que hay que seguir diferenciando, también en el Estado

democrático, entre Estado y sociedad, aunque sea ésta última la que otorga legitimación

democrática a los órganos estatales y las decisiones que éstos toman. Tras haberse constituido

democráticamente, los órganos estatales se independizan y los actos por ellos dictados obligan

a los ciudadanos, que les deben obediencia civil, sin perjuicio del derecho que éstos tienen en

determinadas circunstancias a atacarlos acudiendo a los Tribunales. La protesta social, basada

en la libertad política protegida por los derechos fundamentales no afecta ni a la entrada en

vigor ni a la legalidad o legitimidad de la toma de decisiones de los órganos estatales, aunque

pueda tener consecuencias mediatas en el proceso político y llevar a una modificación del

derecho, debido a un cambio de sentido en los órganos estatales.

El Estado determina también el alcance de los derechos fundamentales.

Independientemente de la concepción que de éstos pueda tener su titular, es el Estado mismo,

como garante de los derechos, y en concreto su jurisdicción (constitucional), la que determina

de forma vinculante el contenido y alcance de los derechos fundamentales y la que les pone

barreras en nombre del interés general.

1.1.4. Soberanía Nacional en el Derecho Internacional

1.1.4.1. Soberanía interna y externa

Mientras que, en el Estado constitucional, la unidad soberana se diluye y las

competencias se encuentran repartidas entre los distintos “pouvoirs constitués”, en el

derecho internacional público, que se concentra en el Estado en su conjunto y en su


posición en la comunidad internacional, la soberanía del Estado, en tanto que persona

jurídica uniforme y sujeto de derecho internacional, se conserva intacta.

La soberanía como concepto de derecho internacional está apelando a una autoridad

originaria y universal de que gozan los Estados, independientes unos de otros, pero

iguales en derechos, sujetos inmediatos del derecho internacional. La soberanía nacional

significa, desde el punto de vista del derecho internacional dos cosas: Primero el

reconocimiento del derecho exclusivo y universal del Estado a promulgar en su territorio

normas jurídicas que vinculan a sus nacionales (soberanía territorial y personal), es decir

el reconocimiento del poder de tomar la última decisión sobre personas y cosas en su

territorio y de decidir sobre el estatus de las personas físicas y jurídicas (soberanía

interior). En segundo lugar, en las relaciones exteriores la no sumisión a otros Estados,

pues a todos ellos les reconoce el derecho internacional igual autoridad: par in parem non

habet imperium (la llamada soberanía exterior).

La soberanía interior de los Estados incluye su autonomía constitucional, el derecho

de éstos a autogobernarse. La elección del sistema político, económico, social y cultural

forma parte de los asuntos internos de un Estado soberano, de aquellas competencias

tradicionalmente atribuidas al Estado y protegidas por el principio de no intervención. En

este punto convergen la soberanía nacional y la soberanía popular garantizada por el

derecho a la libre determinación de los pueblos; dicho derecho parece ser el motivo por

el que se protege la soberanía nacional. Más adelante analizaré, en detalle, la relación

establecida por el derecho internacional público moderno, entre la soberanía nacional y

la soberanía popular.

1.1.4.2. Soberanía y sujeción de los Estados al derecho internacional público


Se entiende que la soberanía que el derecho internacional reconoce a los Estados no

implica la falta de sujeción de éstos a dicho sistema jurídico. La independencia jurídica

respecto de la voluntad de los otros Estados no supone la independencia respecto de un

ordenamiento que es vinculante para todos ellos. El concepto de soberanía sólo expresa,

que el Estado en cuestión se halla tan sólo sujeto al derecho internacional público y no al

ordenamiento jurídico de otro Estado. La soberanía no supone, por tanto, libertad para

actuar “hors la loi”, sino la autonomía para actuar en el marco de lo legal- en el fondo,

una trivialidad que ya para Bodin, Puffendorf, Vattel y los otros autores del pensamiento

premoderno de la soberanía resultaba evidente20. Por primera vez en el siglo XIX, en las

teorías del derecho internacional se abandona dicho concepto y se parte de la soberanía

como algo “absoluto”. Dicha concepción absurda, que lleva inevitablemente al nihilismo

del derecho internacional, ha sido superada hace tiempo. En todo caso, la comunidad de

Estados, que opera de forma pragmática y es consciente de la necesidad de un orden

internacional nunca hizo uso de dicha concepción de la soberanía. A pesar de todo, la

expresión sujeción de los Estados al derecho internacional puede dar lugar a

malentendidos, pues apunta a la idea de la existencia de una jerarquía. Ésta es sin embargo

ajena al derecho internacional, pues éste es un sistema de coordinación, basado en el

consenso de los Estados. “El derecho internacional regula las relaciones entre Estados

independientes. Las normas, que vinculan a los Estados, se basan en su voluntad, que se

expresa en acuerdos y en usos, que confirman principios jurídicos reconocidos de forma

general y que surgen para regular la coexistencia de dichas comunidades independientes

o para posibilitar la consecución de intereses comunes”.


La igualdad jurídica excluye de forma terminante la posibilidad de que un Estado

tenga más valor jurídico que otro e implica que en la comunidad de Estados, basada en el

principio de igualdad soberana (Art. 2 cifra 1 de la Carta de las Naciones Unidas) sólo

sea posible la creación de normas de forma consensual, pues igualdad de derechos

significa que un sujeto no pueda imponerle a otro que goza de la misma posición, su

voluntad. Los Estados, iguales en derechos, deben ponerse de acuerdo sobre si quieren

vincularse jurídicamente. Un Estado no puede ser obligado contra o sin su voluntad

soberana y en el consenso se topa -también- con su propia voluntad: La heteronimia

debida a la subordinación al derecho internacional tiene así mismo su fundamento en la

autonomía de los Estados.

1.1.5. La creación de normas bajo la condición de la igualdad soberana

Del hecho de que las normas se creen bajo la condición de la igualdad soberana de

los Estados se deriva que la asunción de obligaciones internacionales no suponga ni limitación

ni renuncia a la soberanía, sino, por el contrario, su ejercicio. Es más, debido a la vigente

exclusividad territorial del Estado y a la consiguiente prohibición de “promulgación de actos

estatales” en territorio extranjero, dicha asunción de obligaciones supone para los Estados la

ampliación de su radio de acción hacia el exterior. La soberanía como estatus internacional no

tiene nada que ver con independencia material. Los vínculos internacionales contraídos no

suponen una limitación de la soberanía de los Estados, en tanto y cuanto éstos pueden ser

objeto de renuncia unilateral -bajo las condiciones previstas en las normas internacionales

aplicables- es decir mediante la denuncia, el retiro o la alegación de la clásula rebus sic

stantibus (Art. 54 ss. Convención de Viena). La soberanía, que se ejercita a través del consenso
expresado bien en un tratado, bien en la costumbre internacional, se manifiesta tras la entrada

en vigor de la norma en la facultad de interpretación de las obligaciones contraídas de que

gozan los Estados: Cada Estado juzga por sí mismo, qué obligaciones se derivan para él de un

tratado internacional. Una interpretación de las obligaciones contractuales vinculante para las

dos partes sólo es posible si las partes lo acuerdan o si deciden someter la controversia a un

tribunal arbitral o a la Corte Internacional de Justicia. En caso contrario, cualquiera de las

partes puede sostener su posición jurídica alegando que ésta es la única para ella vinculante.

Lo mismo vale para las obligaciones nacidas de la costumbre internacional. A la soberanía de

los Estados para vincularse mediante el consenso, sigue tras la consecución de dicho consenso,

la soberanía para interpretar autónomamente lo consentido. Aunque es cierto que el margen

de interpretación está limitado materialmente por la cláusula de la buena fe, salvo en el caso

de sometimiento a la jurisdicción internacional u otra instancia competente para decidir de

forma vinculante sobre la interpretación de una norma, procedimentalmente los Estados

permanecen libres en su interpretación y por tanto soberanos.

1.1.6. Soberanía entendida como dominio sobre el procedimiento

Lo que caracteriza a la soberanía no es la falta de vinculación, sino más bien la

facultad de decidir definitivamente. El derecho internacional no conoce una jurisdicción

obligatoria, y debido al principio de igualdad soberana ningún Estado puede juzgar a otro: par

in parem non habet imperium. Como y en tanto que la soberanía supone dominio sobre el

procedimiento, ésta sólo puede ser limitada procedimentalmente. Un intento de esto supone

el Art. 25 de la Carta de las Naciones Unidas, que obliga a todos sus miembros a “aceptar y

cumplir” toda resolución aprobada por el Consejo de Seguridad en el ámbito de sus


competencias, en especial, aquellos adoptados en el seno del capítulo VII. La soberanía de los

Estados miembros queda preservada, porque con su ingreso en las Naciones Unidas éstos

reconocen la competencia del consejo de seguridad para tomar una decisión definitiva y dan

su consentimiento por anticipado a las futuras resoluciones de éste dictadas en el marco de sus

competencias. Salvo los miembros permanentes, que gracias a su derecho de veto tienen una

influencia directa en la toma de decisiones del consejo de seguridad, en lo que respecta a los

otros miembros, éstos ya no son los “señores” del procedimiento previsto en la Carta, a la que

han consentido. La República Federal Alemana debiera, a efectos de salvaguardar la completa

soberanía nacional, negociar un asiento permanente con derecho de veto.

1.1.7. Soberanía y cooperación internacional

Tampoco la creación y participación en Organizaciones Internacionales anula la

soberanía nacional. La subjetividad reconocida por el derecho internacional a las

Organizaciones Internacionales está limitada funcionalmente. Ésta se reduce a la subjetividad

estrictamente necesaria para la realización de sus actividades y la consecución de sus fines.

Las Organizaciones Internacionales sólo pueden dictar normas, concluir tratados y participar

en la creación de la costumbre internacional de forma vinculante para sus miembros y en el

ámbito de actuación que éstos les han atribuidos en los tratados constitutivos. El derecho

secundario de las Organizaciones Internacionales se basa en la autorización otorgada por los

Estados miembros para dictar normas jurídicas y regula sólo la “relación interna” existente

entre éstas y sus miembros. En lo que se refiere a la formación de la voluntad sigue vigente

en prácticamente todas las organizaciones el principio de unanimidad; decisiones orgánicas

no son vinculantes. Así pues, los Estados miembros mantienen su posición como señores del
procedimiento y conservan su libertad de decisión y actuación. Además, las Organizaciones

Internacionales pueden ser disueltas del mismo modo que fueron creadas, es decir mediante

un tratado internacional. Su existencia y continuidad dependen por tanto de la voluntad

conjunta de los Estados. Si una Organización Internacional intentara liberarse de dicha

vinculación y pretendiera independizarse, en tal caso se trataría de un acto sin efectos

jurídicos; desde el punto de vista del derecho internacional supone un intento inútil: La

organización internacional actúa ultra vires, aquellos actos que van más allá de sus

competencias son nulos de pleno derecho.

A pesar de los amplios ámbitos de actuación de las Organizaciones Internacionales y

de la tendencia a la creación de comunidades cada vez más estrechas, el derecho de las

organizaciones internacionales se halla todavía en un estadio en el que las organizaciones

sirven principalmente de foro para fomentar las relaciones entre los Estados soberanos y éstas

actúan apenas como actores independientes. En todo caso, el derecho internacional de la

cooperación no ha sustituido al derecho internacional de la coordinación, sino que se basa en

él.

1.1.8. La subsistencia del principio de soberanía

El principio de la igualdad soberana de los Estados es un principio constitutivo del

derecho internacional vigente. Los Estados son los autores soberanos del derecho

internacional, que en sus estructuras básicas se ha mantenido intacto y que sólo puede ser

modificado con la voluntad de éstos. Sólo éstos pueden crear derecho internacional, establecer

derechos y deberes y después derogarlos. Los Estados son, en este sentido, los sujetos
originarios del derecho internacional, la subjetividad de todos los otros sujetos internacionales

es, por el contrario, una subjetividad derivada de ellos.

Por todo esto, desde el punto de vista del derecho internacional, no tiene sentido

hablar del fin de la soberanía. Los Estados han confirmado su estatus internacional, a pesar de

todas aquellas profecías que auguraban lo contrario, y van a conservar con toda probabilidad

esa posición en el futuro, por mucho que se organicen internacional y supranacionalmente

para la consecución de sus fines. Una constitucionalización del derecho internacional, en el

sentido de un acercamiento estructural al modelo de un orden constitucional, que supondría

una jerarquía normativa y una vinculación de los Estados con independencia de su voluntad

no ha tenido todavía lugar. Es cierto que el derecho internacional es cada vez más compacto

y que regula materias, por ejemplo, el trato de los propios nacionales, que tradicionalmente

han formado parte de los asuntos internos de los Estados, es decir que pertenecían al ámbito

de las competencias no determinadas por el derecho internacional. Pero esa evolución y

enriquecimiento material del derecho internacional, también la protección internacional de los

derechos humanos, se ha consumado con la voluntad de los Estados y a través de los

procedimientos tradicionales y no ha transformado por tanto las estructuras básicas del orden

internacional, que sigue siendo un sistema de coordinación, que depende del consenso estatal.

Del hecho de que los Estados puedan, mediante la adopción de tratados

internacionales, delegar competencias (que luego pueden recuperar) a instituciones

interestatales sin perder por ello la calidad de Estado soberano, se deriva que no es la

titularidad exclusiva sobre un “haz sustancial de poderes específicos” lo que caracteriza al

Estado como soberano, sino la competencia potencial para decidir en toda materia, es decir la

competencia para determinar el alcance de sus propias competencias (Kompetenz-


Kompetenz). Ésta facultad no sólo no excluye ni vínculos internacionales ni la colaboración

institucional, sino que es la que los posibilita, sobre la base del consenso entre Estados

igualmente soberanos.

1.2. ESTADO

1.2.1. Definición

La palabra "Estado" se impuso en la difusión de El Príncipe de Nicolás Maquiavelo.

Recordemos que el pensamiento de este autor encuadra históricamente en el renacimiento,

momento en el cual deja de considerarse que la organización social es un producto natural

(Edad antigua), o que resulta de un gran plan divino de creación (Edad media), y pasa a

definirse como un producto de la acción humana. En este contexto, sobresalen la innovadora

significación que el autor le otorga a la relación entre "política y moral"; el abordaje de una

nueva clasificación de las formas de gobierno; la doctrina de la "razón de estado" y, por último,

el "arte de la guerra" como elemento primordial para la conquista, conservación y

engrandecimiento del estado. (Pericola, 2013).

Kelsen (como se cito en Lozano, 2008) refiere que el Estado es una comunidad creada

por un ordenamiento jurídico; es por esta razón que el estado como persona colectiva no es

algo diverso al orden que lo constituye. La comunidad no es otra cosa que el orden normativo

regulador del comportamiento reciproco de los individuos; estableciéndose con ello el hecho

que la conducta reciproca de estos se halla regulada por un orden normativo.

García (2014) sostiene, “El estado es una sociedad política autónoma y organizada

para estructurar la convivencia, en razón de que se trata de un conjunto permanente de


personas que se relacionan por la necesidad de satisfacer imperativos afines de supervivencia

y progreso común. Para ello requiere de un sistema de relaciones coexistenciales dotado de

fuerza social y basada en relación jerárquica: gobernantes y gobernados”.

Se puede concluir, que el estado es la comunidad que encierra a todos los individuos

de que habitan en un determinado territorio, la misma que está dotada de poder de mando

originario y que fue fundada sobre la base del interés general y común que une entre sí, a pesar

de las diferencias que separan a los hombres que viven juntos en un mismo país.

1.2.2. Naturaleza del Estado

El Estado no existe desde toda la eternidad. A un cierto grado de desarrollo

económico, por fuerza iba acompañado de la división de la sociedad en clases, el Estado surgía

como inevitable resultado de esta división. (Ferrero, 2006)

García (2014) refiere en cuanto a la naturaleza del Estado alude a la esencia que

configura el cuerpo político en sí mismo y que establece los principios de su obrar. Hace

referencia a aquello que describe sus cualidades y propiedades intrínsecas. Es evidente que tal

naturaleza deriva de la sociabilidad humana, desde esa perspectiva, Estado y sociedad son

indesligables en la práctica cuando por razones metodológicas se hace oportuna su separación

conceptual. En razón a lo expuesto, al Estado no se le advierte en forma corpórea, sino a través

de sus manifestaciones para con sus pobladores; es decir, mediante acciones como la

legislación, los servicios públicos, la fuerza armada, etc. En virtud a ello, su naturaleza aparece

imperceptible a los sentidos, y es que el Estado es como ya hemos afirmado fundamentalmente

un concepto, su realidad se concreta o materializa intelectivamente en la sociedad. Siendo


que el Estado surge de la inherente inclinación del hombre hacia la unión por objetivos con

sus semejantes (pp. 70-71).

Rousseau (citado por Espinoza, 2011). (...) los hombres, condicionados por su

naturaleza a vivir en sociedad, se muestran disconformes y en aras de una mejor convivencia

optan por una organización social en que se ceden derechos y se asumen obligaciones.

Insistimos aquí en lo anunciado anteriormente, el hecho de llegarse al momento de un pacto,

puede llevar a la conclusión que el origen de la organización está en tal acuerdo, pero se debe

dejar en claro que la naturaleza de la institución es distinta de su origen, precisa que este pacto

social es la respuesta a un estado de cosas inconveniente, -ya el despotismo, ya la esclavitud,

la sumisión al más fuerte- que justamente se trata de remediar a través de una reflexión que

recoge de las dos vertientes, de la naturaleza- el instinto gregario del hombre y por lo mismo

la necesidad de la asociación- y de la reflexión –creación del pensamiento en un estado

determinado de su desarrollo- las cláusulas en torno a la cuales se reúnen y que conforman el

modo de organización.

1.2.3. La determinación de los fines del estado

"El estado es parte del cuerpo político cuya peculiar finalidad es mantener la Ley,

promover la prosperidad común y el orden público y administrar los asuntos públicos".

(Mariatain, 2002, p.25).

García (2014) sostiene en cuanto a los fines del Estado:

a. El fin de la conservación del grupo social. - El estado tiene la responsabilidad de alcanzar

un nivel de seguridad y defensa a favor de sus miembros. Ello al extremo de considerarlo

como el fin primario por excelencia. Para tal efecto, deberá diseñar y establecer un conjunto
de acciones y previsiones que permitan la supervivencia del grupo social y su propia

permanencia en aras de poder cumplir los fines restantes.

b. El fin de la juridificación de la vida coexistencial.- El estado tiene la responsabilidad de

establecer un orden jurídico que permita definir las relaciones generales del

comportamiento social; la designación de las autoridades para el ejercicio del poder y su

encausamiento dentro de los valores socialmente deseados; y asegurar el restablecimiento

de la armonía y la convivencia frente a actos perturbatorios para la coexistencia.

c. El fin del fomento del bien común. - El estado tiene la responsabilidad de establecer una

comunidad que alcance su propia "bien"; vale decir, que acceda al perfeccionamiento y al

bienestar mancomunado. En ese contexto, apunta que los miembros del conglomerado

social pueden desarrollar a plenitud sus potencias físicas, psíquicas, espirituales e

intelectuales; amen de alcanzar condiciones materiales de vida óptima. Por ende, procura

la prosperidad económica, la defensa de la moral social y la prestación de los servicios

públicos.

1.2.4. Los derechos y deberes del Estado

Siguiendo al mismo autor. Refiere que la primera enumeración de los derechos y

deberes del Estado fue formulada por el abate Henry Gregorie al presentar la Declaración de

los Derechos de los Pueblos ante la Convención Nacional Francesa en 1795. En dicho texto

se exponía el derecho a la independencia, al dominio sobre el territorio, entre otros.

En lo que se relaciona con la especificación detallada de los derechos y deberes

positivos del Estado, estos se sujetan a las referencias del escenario geográfico y del tiempo

histórico en que se verifican.


1.2.4.1. Derechos

a. El derecho a la autonomía y a la independencia. - Plantea la facultad

estadual de decidir libremente acerca de sus asuntos internos y externos, sin ningún

tipo de intromisión intranacional y extranjera. Es decir, dicho derecho se manifiesta

como afirman Novak y García (2000) en lo siguiente:

 Potestad de libre organización política (Constitución, forma de gobierno, etc.).

 Potestad de Legislación.

 Potestad de aplicación de la legislación sobre todo el territorio nacional, sobre las

personas que lo habitan y, sobre los casos que se encuentren dentro de su dominio.

 Potestad de administrar sus servicios públicos.

 Potestad de jurisdicción.

b. El derecho de conservación. - Plantea la facultad de adoptar medidas

tendientes a garantizar su existencia e integridad territorial y la vida de sus habitantes

por la vía pacífica o violenta.

c. El derecho a la exigencia de contribución de sus miembros. - Plantea la

facultad de adoptar medidas tendientes a que cada uno de sus miembros contribuyan

en pro de la realización de los objetivos sociales que justifican la existencia del Estado.

Así cada ciudadano - en función a sus capacidades- puede ser exigido al pago de

impuestos, cumplimiento de carga públicas y hasta de servir militarmente al Estado.

1.2.4.2. Deberes

a. El deber de resguardar la dignidad de sus miembros. - Plantea la

obligación de afirmar la condición humana. Para tal efecto, debe velar por la custodia,
estima y apoyo heterónomo para su realización acorde con la peculiar naturaleza de

los hombres.

b. El deber de promover el desarrollo y el mantenimiento de un orden

basado en la justicia. - Plantea la obligación de promover un proceso sistemático de

cambio en las estructuras de la sociedad, que permitan el crecimiento en el ingreso y

que le producto per cápita redunde equitativamente en un aumento del bienestar

general; así como al establecimiento de un sistema normativo que acondicione la

posibilidad de una coexistencia pacífica y con vocación de justicia.

En suma, el Estado es un instrumento del hombre al servicio del hombre que completa

su dignidad. No cabe ninguna duda de que la sociedad política se constituye para servir

al ser humano y permitir llevar una existencia civilizada en la que puede desenvolver

sus capacidades físicas, intelectuales y morales. Así el Estado es para el hombre y no

el hombre para el Estado.

1.2.5. Elementos del Estado

1.2.5.1. El pueblo

Kelsen (como se citó en Lozano, 2008), es el pueblo, el cual es abordado y

definido en un primer momento desde las teorías tradicionales, al caracterizarlo como

los seres humanos que residen en el territorio estatal y son considerados una unidad; en

consecuencia, así como el territorio es uno, del mismo modo solamente si tiene pueblo.

Atendiendo a este punto de partida y consecuente con su línea de pensamiento, que va

más allá de estas teorías tradicionales, Kelsen considera que el pueblo corresponde a

los individuos cuyas conductas se encuentran reguladas y cobijadas por los ámbitos de
validez del ordenamiento jurídico nacional, y desde la perspectiva coercitiva, ello

implica que conductas contrarias a tal ordenamiento, sean sancionadas como condición

del acto coactivo.

García (2014) sostiene:

Esta noción alude a un conjunto de personas que tienen en común su vinculación

político - jurídica con un cuerpo político soberano. Su génesis hace referencia a un

grupo humano coexistente en una determinada zona geográfica, luego de un proceso

de adaptación y una posterior presencia del fenómeno político. (p.74)

Se hace referencia que la noción del pueblo comprende cinco condiciones

concatenadas:

 El vínculo personal. - El enlace de la persona con el cuerpo político debe atañer

específica y propiamente a esta en sí misma; jamás en modo alguno debe fundarse

en el mero lugar de ubicación de sus bienes, inversiones, etc. la calificación de este

vínculo se refiere única y estrictamente a la persona per se. En este contexto, una

persona puede pertenecer al pueblo de un Estado y simultáneamente poseer bienes

e invertir sus capitales en otro distinto.

 El vínculo principal. - El enlace personal con el cuerpo político debe caracterizarse

por su accionar preferente, prevaleciente, preeminente, efectivo e importante en

grado superior, en relación con el que pudiera tener establecido con otros estados.

 El vínculo permanente. - El enlace personal con el cuerpo político debe ser estable,

constante, persistente, firme y duradero. Por ende, no puede tratarse de una relación

incidental y meramente eventual. Por tal motivo, no puede considerarse en dicha

acepción a aquellos grupos humanos errantes o nómades.


 El vínculo de correspondencia social. - El enlace personal con el cuerpo político

implica una reciproca interacción con los demás integrantes del pueblo de un

Estado. Ahora bien, la calidad de miembro del pueblo de un Estado no implica

necesariamente el ejercicio de los denominados derechos políticos, que se

encuentran reservados a aquellas personas que han adquirido el estatuto de

ciudadanos. A lo sumo, dicha calidad meramente hace constar la existencia de un

vínculo con el cuerpo estatal de naturaleza político - jurídica, cuyos alcances quedan

a merced del criterio de discrecionalidad estatal. Por otro lado, cabe advertir que el

poder estatal no solo es aplicable a aquellas personas que forman parte de su pueblo,

sino que se extiende al caso de los turistas o transeúntes, en tanto permanezcan

dentro del territorio del Estado.

 El vínculo de poder binario. - El enlace binario plantea de un lado que el pueblo

aparezca como objeto del poder estatal, ya que es gobernado a través de decisiones

políticas y normas jurídicas, y, del otro, se manifiesta a través de la figura de la

representación política como gobernante.

1.2.5.2. El territorio

Kelsen (como se citó en Lozano, 2008), refiere que la unidad territorial del

Estado en modo alguno es geográfica, sino que esta unidad territorial del Estado es ante

todo unidad jurídica; en estas circunstancias el territorio del estado es en realidad ámbito

espacial de validez del ordenamiento jurídico. De otra parte, el territorio estatal no

necesariamente coincide con una porción de tierra compacta, sino que muchos de sus

espacios logran disponerse sin contigüidad; para el caso tómense en consideración las
colonias y también los llamados "territorios de enclaves", que pueden estar totalmente

rodeados por territorios estados.

Para Kelsen limitar a un territorio determinado el ámbito de validez del orden

coactivo llamado estado, significa que las medidas coactivas y las sanciones establecidas

por ese orden tienen que ser aplicables únicamente en dicho territorio y ejecutarse dentro

de él. Sin embargo, no necesariamente el territorio del estado es el área en donde los actos

de esté efectivamente se realizan, pueden presentarse actos de un estado en el territorio

de otros estados de manera ilegal, vale decir, en contra del derecho internacional; así, el

territorio del estado es un espacio dentro del cual sus órganos están autorizados por el

derecho internacional para ejecutar ordenes jurídicos nacionales.

García (2014) refiere, que el territorio provine de la voz latina terra, que significa

"tierra". Dicha noción alude aquel espacio físico o porción geográfica sobre la cual el

estado establece la sede del pueblo y en donde ejerce su soberanía a través de la

organización de su gobierno. Alegóricamente representa su manifestación corpórea.

1.2.5.2.1. Funciones del territorio

Bórea (como se citó en Lozano, 2008), señala como funciones del

territorio las siguientes:

a. Brinda la base para la aplicación de las ordenes y normas emanadas del

centro del poder político. - El territorio delimita el ámbito donde debe

cumplirse el ordenamiento jurídico establecido por el estado. Es el espacio

dentro del cual la sociedad política ejerce su potestad de imperio, es decir, el

marco físico de su competencia legal. En este contexto se presenta como un


área delimitada de coacción y soberanía sobre el pueblo que alberga y hasta

para los individuos en tránsito por él.

b. Brinda asiento al pueblo. - En dicha área geográfica del globo terráqueo es

donde el hombre existe y coexiste socialmente, es decir, en donde actúa y se

desenvuelve.

c. Brinda las condiciones para la cohesión y continuidad del pueblo que

conforma el estado. - El territorio es el elemento indispensable para la

subsistencia del cuerpo político, debido a la afinidad histórica que promueve.

De allí que sea observado como el confín material de la patria. A lo expuesto

debe agregarse que la disposición de sus bienes y riquezas permiten la

manutención y bienestar del pueblo.

d. Brinda la base para la determinación de su estructuración política. - El

territorio condiciona el tipo de Estado (unitario o complejo) y el mecanismo de

representación ciudadana (nacional, regional, local, etc.).

1.2.5.2.2. Características del territorio

García (2014) refiere que las principales características del territorio son:

a. La inalienabilidad. - Es la condición de aquello que no puede enajenarse

ni transferirse, que esta fuera del tráfico comercial y que por eso no puede

ser dispuesto por el estado. Dicha condición rompe con la tradición medieval

que permite a un monarca ceder parte del territorio por testamento u otorgar

dote.
b. La inviolabilidad. - Es la condición de aquello sujeto a la soberanía

exclusiva de un estado. Es por eso que dentro del territorio de un estado solo

se ejercen las competencias jurídico - políticas del cuerpo político integrado

a dicha área geográfica, debiendo los estados extranjeros abstenerse de

promover en esa área cualquier acción de similar naturaleza.

c. Dominio eminente. - Condición de aquello que debe utilizarse de

conformidad con los intereses de la nación. Así, el estado tiene la

competencia de disposición del territorio y los bienes en él contenidos.

1.2.5.3. El poder

Kelsen (como se citó en Lozano, 2008), considera como tercer elemento a los

poderes del estado. Articulado su argumento a la lógica precedente se tendrá como

criterio de partida también para este caso, el principio de un estado, un territorio, una

población y por ende un poder; en donde es la soberanía la característica que lo define

y de la cual se deriva tres de sus formas; el legislativo, el ejecutivo y el judicial.

García (2014) sostiene que esta noción alude a la capacidad de una persona o

de un grupo de personas para determinar, condicionar, dirigir o inducir la conducta de

los demás. Expresa una combinación de energía y capacidad al servicio de un fin. El

poder es inherente a la naturaleza humana; es una acción innata del hombre de

anteponer justificadamente una voluntad moral o sus conceptos a los del resto de sus

congéneres. Existe en los hombres la creencia de la necesidad del poder. La realidad

social contiene en sí misma la idea de jefe, guía, autoridad o líder. Por ende, opera

relacional y pluralmente.
1.2.5.3.1. Características del poder

García (2014), refiere que el poder presenta tres características principales:

a. La omniinclusividad. - En razón a que abarca y alcanza a todos los grupos

sociales ascendentes dentro de su territorio. Ninguna otra organización presenta

tal capacidad de decisión y mando sobre los comportamientos sociales.

b. La coercitividad. - En razón que las ordenes que dicta son exigibles por la

fuerza. En este sentido el estado guarda para sí el monopolio del uso de la

fuerza organizada e institucional, en caso de ocurrir resistencia o

desacatamiento.

c. La soberanía. - El poder es soberano en relación con los demás entes

instalados al interior de su territorio, en razón a que su voluntad es suprema,

exclusiva, irresistible y esencial. Como tal, no admite a ninguna otra, ni por

encima ni en concurrencia con ella. La potestad de mando del estado no puede

ser contestada ni igualada por ningún otro poder al interior de la comunidad

política. Ergo, se encuentra exenta de forma alguna de dependencia o

subordinación de ningún ente.

1.2.6. Las formas de estado

García (2014), refiere que las siguientes formas de estado:

1.2.6.1. Estado Unitario


Es aquel donde el poder político se manifiesta desde un solo centro de afluencia

y decisión. Se trata de una única instancia reconocida como detentadora del poder.

Como tal acumula y ejerce la totalidad de las competencias políticas. El estado unitario

conlleva que los órganos de poder político se encuentren concentrados o reunidos en un

solo núcleo gubernamental.

a. Estado unitario stricto sensu. - En esta derivación la autoridad central del estado

"monopolizado" el poder de mando en el ejercicio de las funciones públicas. La

órdenes y decisiones gubernamentales descienden verticalmente desde la cúspide a

la base. Dicho proceso concertador del poder de mando y del ejercicio de las

funciones que caracterizan a la potestad pública, deriva en la absorción de la

conducción, administración, legislación coerción, dirimencia, de las actividades

propias del estado.

b. Estado unitario desconcentrado. - La desconcentración implica el acto de

delegación de funciones, atribuciones y decisiones desde el nivel de una autoridad

superior, hacia autoridades subordinadas a ella dentro del ámbito del mismo sector

público. Plantea la cesión condicionada de un haz de competencias que pasan de un

funcionario de mayor rango a otros de menor jerarquía, y adscritos al mismo sector

público, para que estos últimos los ejerzan.

c. Estado unitario descentralizado. - En esta derivación se produce la traslación de

competencias de la administración central del estado o de nuevos entes jurídicos de

derecho público dotados de autonomía. La descentralización permite establecer

organismos y entidades en diversos espacios-local, departamental, regional- a fin de


que cumplan funciones que anteriormente eran desempeñadas por el propio gobierno

central.

1.2.6.2. El estado complejo

Es aquel que está conformado por una pluralidad de organizaciones político -

jurídico externamente unidas, lo que da origen al denominado "estado de estados".

Alude a una colectividad divisible en partes merecedoras por sí mismas de la

denominación de estados, las cuales se encuentran ligadas por asuntos y materias de

interés mutuo.

a. La confederación. - Alude a la unión permanente de estados independientes - que

descansa en una fuente normativa del derecho internacional público -, cuyo fin u

objetivo consiste en la mutua cooperación en un determinado rubro de materias y

actividades, conservando cada cuerpo político como título principal su "soberanía".

La confederación se encuentra compuesta por unidades políticas que no pierden su

calidad de estados soberanos por mero hecho de su asociación.

b. El estado federal. - Alude a un conjunto de comunidades políticas, primigeniamente

soberanas, que deciden asociarse a efectos de constituir una organización política

superior para alcanzar metas y objetivos comunes. El resultado es un cuerpo estatal

soberano constituido por una pluralidad de estados miembros meramente autónomos.

En esencia, estas colectividades de manera libre y espontánea, acuerdan abdicar a

parte de sus competencias políticas en favor de una voluntad política cenital

denominada estado federal.


c. El estado libre asociado. - Alude a aquel cuerpo político que mediante un acto de

libre determinación y por la vía de un tratado, se liga a otro a efectos que este suma

su defensa y representación internacional. En puridad, dicha asociación nace del

reconocimiento de la debilidad política de una parte y de la acreditación de vigor y

energía suficiente de parte de la otra. Dicha modalidad surgió como consecuencia del

proceso de descolonización gestado a partir de la culminación de la Segunda Guerra

Mundial en 1945. Así surgen nuevas colectividades políticas de escasa dimensión

territorial y no muy numerosa población y que además carecen del vigor y capacidad

mínima para preservar su independencia.

1.3. GLOBALIZACIÓN

JAMES H. MITTELMAN, profesor de relaciones internacionales e investigador en

economía política internacional, considera que “La globalización es una fusión de procesos

transnacionales y estructuras domésticas que permiten que la economía, la política, la cultura y la

ideología de un país penetre en otro. La globalización es inducida por el mercado, no es un proceso

guiado por la política” (Mittelman, 2002, pág. 25).

KLAUS BODEMER, investigador en economía política internacional, considera que

existen dos vertientes de interpretación del fenómeno de la globalización, una versión pesimista y

una optimista. Para los pesimistas, la globalización es la encarnación del mal, es la constatación

de las profecías de Marx y de Hilferding, es decir, del predominio del capital, el imperialismo y el

poder de una minoría sobre las mayorías. Por lo tanto, esta perspectiva percibe a la globalización

como la causante de la competencia de localización, la desocupación creciente y la incapacidad de

la acción estatal para proveer seguridad ante los riesgos sociales. (Bodemer, 1998, pág. 54).
La versión optimista ve en los procesos de globalización el surgimiento de una nueva era

de riqueza y de crecimiento con oportunidades para nuevos actores. De acuerdo con esta

perspectiva, la globalización de la producción y los mercados mejora las oportunidades de

acrecentar las ganancias a nivel mundial, aunque reconoce que agudiza las luchas distributivas a

nivel nacional.

Debido a que el término globalización es utilizado en diferentes sentidos e interpretado de

distintas maneras, BODEMER establece, entre otros, los siguientes elementos comunes al

fenómeno de la globalización:

 Primero, la globalización no es un fenómeno nuevo, sino la continuación e intensificación

de las transacciones transversales que hasta ahora habían sido consideradas dentro de la

categoría de internacionalización.

 Segundo, existe acuerdo en que el núcleo de la globalización es tecnológico y económico.

Es decir, la globalización es en primer lugar la de las finanzas, el comercio, la producción,

los servicios y la información.

 Tercero, existe la convicción de que cualquier intento de desacoplarse o liberarse del

proceso de globalización está condenado al fracaso.

La globalización trata acerca de oportunidades que nacen de la reorganización del

gobierno, de la economía, y de la cultura alrededor del mundo; versa acerca de los desafíos que

emergen de la pérdida de control sobre los flujos económicos y tecnológicos y escapan a los marcos

reguladores; en resumen, la globalización consiste en tratar de resolver un sinnúmero de problemas

relacionados tanto con una economía cada vez más libre de límites territoriales, como con una

sociedad que demanda una mayor democratización a nivel nacional. (Mittelman, 2002, pág. 237).
DIERCKXSENS distingue dos grandes períodos que caracterizan el proceso de

globalización. El primero es de crecimiento sostenido debido al gran impulso que recibieron los

sectores productivos con una clara intervención del Estado. En el segundo, las inversiones tienden

a abandonar la esfera productiva, al tiempo que adquieren carácter transnacional (Dierckxsens,

1999, pág. 77).

1.3.1. ESTADO Y GLOBALIZACIÓN

El concepto de estado-nación es una identidad institucional política que se caracteriza

por tener un territorio determinado, y que ejerce su poder en éste. Además, tiene la misión de

resolver conflictos mediante sus políticas de gobierno que actúan independientemente al resto de

las naciones.

La globalización capitalista se lleva a cabo en, mediante, y bajo la tutela del Estado; está

codificada por ellos y en muchos aspectos hasta llevada a cabo por ellos e involucra un cambio

en las relaciones de poder entre los Estados, que a menudo significa la concentración de los

poderes del Estado. La globalización implica un acomodo del Estado en función del capital.

(Mittelman, 2002, pág. 88).

El proceso de globalización los Estados Nacionales están siendo objeto de una

reestructuración y reconfiguración, perdiendo significativas cuotas de poder y capacidades, como

producto de fuerzas e instituciones que operan desde el plano supranacional, desde el nivel

regional/territorial y desde los poderes del mercado y el capital global. Los factores de pérdida

de soberanía.

i) Regímenes supranacionales y estado nacional. Existe un primer factor de pérdida de soberanía

de los estados nacionales, que dice relación al proceso de globalización y al simultáneo


establecimiento de regímenes internacionales y supranacionales en diversas partes del mundo.

En el caso de la Unión Europea, que constituye la experiencia más desarrollada de integración

política supranacional, sus estados miembros resignan una importante parte de su poder

soberano y capacidad de decisión transfiriéndola a la autoridad supranacional, la que posee

una capacidad mayor de regulación de las fuerzas globales que los estados nacionales. Los

casos de integración regional de carácter estrictamente comercial, tales como el NAFTA, en

América del Norte, el ASEAN, en Asia, y el MERCOSUR, en América del Sur, entre otros,

si bien implican una coordinación sectorial de políticas comerciales no han avanzado hacia la

integración política tipo europeo, por lo que, los estados nacionales conservan una soberanía

mayor respecto de sus decisiones de política económica. No obstante, se trata de una soberanía

relativa puesto que, en muchos casos, como en las economías en desarrollo, los estados

nacionales tienen un poder escaso de coordinación y control de las fuerzas globales.

Una segunda fuente de pérdida de soberanía de buena parte de los estados nacionales está

representada por las instituciones que administran el comercio internacional, tal es el caso de

la Organización Mundial de Comercio, cuyas normas, si bien posibilitan el acceso a la

comunidad internacional de negocios, aplican restricciones sobre las políticas económicas

internas de los países miembros;

ii) Fuerzas de mercado y estado nacional. El segundo factor que afecta el poder de los estados

nacionales es el relativo al avance permanente de los poderes de mercado resultantes de la

movilidad creciente del capital global financiero y de la hegemonía de las políticas de corte

liberal, que significaron, tanto en el plano nacional como regional, la puesta en práctica de un

bloque de políticas caracterizado por la desregulación generalizada de los distintos mercados

y la privatización de los activos públicos.


Relacionado de manera directa a estos fenómenos se encuentra el rol desempeñado por el

Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial que, a partir del llamado “Consenso de

Washington”, han impuesto diversas políticas que reducen los grados de libertad de los

estados nacionales para manejar su política micro y, especialmente, macroeconómica. Los

acuerdos financieros definen compromisos y obligaciones de carácter recíproco que limitan

significativamente las opciones de políticas. Para el caso de los países con problemas de deuda

externa, altamente “dependientes” de los flujos de capitales e inversiones externas, la

problemática es todavía mayor debido al grado alto de “sensibilidad” y “volatilidad” de los

flujos del capital global, sean del tipo especulativo o no. En el mismo sentido operan las

presiones fiscales que los afectan, las cuales reducen los recursos disponibles para el gasto en

política regional; y,

iii)Regionalismo, regionalización y estado nacional. El tercer factor que afecta a los estados

nacionales proviene de las demandas políticas de los regionalismos, así como también por el

desafío institucional que representa la conformación de “nuevos” gobiernos regionales o la

“reinvención” o “refundación” de aquellos existentes previamente en el marco del nuevo

escenario, de la competitividad internacional, del desafío tecnológico y de los nuevos

paradigmas productivos (Viteri Díaz, 2008)

1.3.2. DETERIORO DEL ESTADO NACIÓN

El Estado-Nación de la edad moderna sometió a las identidades nacionales e intentó crear

una identidad única en el territorio dominado sobre el cual ejercía el poder. La estructura de este

estado moderno incluía dos elementos fundamentales: posesión del monopolio legítimo de los

instrumentos coercitivos por medio de la violencia y la organización de una voluntad de


expresión colectiva. Ahora, ante los efectos de la globalización, paradójicamente esta tendencia

se ve subvertida.

El control estatal sobre el espacio y el tiempo se ve superado cada vez más por los flujos

globales de capital, bienes, servicios, tecnología, comunicación y poder. La captura, por parte del

estado, del tiempo histórico mediante su apropiación de la tradición y la reconstrucción de la

identidad nacional es desafiada por las identidades plurales definidas por los sujetos autónomos.

Con esto, lo que se quiere decir es que el Estado-Nación ha visto disminuido su poder y

capacidad de control, aunque no su influencia, pues sigue jugando un papel importante en la

orientación y la definición de estrategias para posicionar la economía del país y por ende en la

búsqueda de competencias para las regiones dentro de su territorio.

Son muchos los ámbitos en los que es evidente la pérdida de control y poder de los estados

nacionales.

 Para empezar, el elemento clave de la legitimidad del estado es la procuración para los

ciudadanos de un estado de bienestar, el cual se ve directamente amenazado por la

globalización ante la cual los gobiernos se ven cada vez más indefensos, pues ante las

presiones y poderes externos no puede aplicar, por ejemplo, políticas proteccionistas.

 Otro elemento clave es la información y los medios de comunicación, los cuáles son cada vez

más independientes gracias a la imposibilidad del estado de vigilar los flujos de información

por la forma y la velocidad con que ésta se genera y se distribuye gracias a las tecnologías

informáticas y de comunicación como el internet, haciendo la censura de noticias, por

ejemplo, cada vez menos efectiva. También son impotentes los estados ante las demandas de

actuar contra la degradación ambiental, convirtiéndose éste en otro elemento de pérdida de

legitimidad, tema sobre el cual los estados actúan discursivamente, como se observa en las
“Cumbres” que se convierten en pura retórica, pues la posibilidad de detener la degradación

ambiental depende de otros poderes de carácter económico.

Ante esta pérdida de confianza de parte de los ciudadanos en sus gobiernos federales,

éstos han tratado de tender puentes por medio de la descentralización del poder hacia los

gobiernos locales, lo cual ha profundizado más, antes que corregir, la pérdida de legitimidad.

Dadas estas circunstancias, el estado ha tenido que aceptar una difusión y división del poder hacia

otras instancias, creándose así una pluralidad de fuentes de autoridad. Las funciones del estado

se han visto reducidas a fomentar la productividad y competitividad de sus economías, pero

teniéndose que aliar para ello a los intereses económicos globales.

La nueva condición del Estado-Nación en el entorno global está determinada por una

“contradicción fundamental” en la que los gobiernos al ganar prestigio hacia el exterior, pierden

aceptación de sus grupos nacionales, los cuales se retraen hacia sus identidades primarias como

medio de defensa ante las desigualdades de la globalización. (Guzmán Díaz, 2006, pág. 26).

Ahora podemos apreciar que "el declive de la autoridad de los Estados se refleja en una

difusión creciente de la autoridad en otras instituciones y asociaciones, en órganos locales y

regionales, y en una asimetría creciente entre los Estados mayores con poder estructural y los

más débiles que no lo tienen". De esta forma, no es sólo el creciente distanciamiento entre el

poder del Estado con el mercado, sino también entre los mismos Estados.

En este gran distanciamiento, los Estados centrales utilizaron mecanismos como el

Consenso de Washington en América Latina para imponer ciertas políticas sobre la forma de

operar de los Estados periféricos, haciendo que éstos perdieran cada vez más la oportunidad de

controlar o establecer ciertos límites al mercado. Lo anterior produjo un doble efecto: por un

lado, ensanchó cada vez más la distancia entre los Estados centrales y periféricos, y, por el otro,
consolidó una élite nacional y trasnacional que se vio beneficiada por este nuevo modelo

(Gonzáles Ulloa Aguirre, 2010, pág. 90).

Finalmente, señalemos que STIGLITZ considera que el Estado debe tener un mayor

papel para lograr que la globalización sea más justa, a través del cumplimiento de varias

responsabilidades:

 Regular y establecer reglas del juego para las empresas.

 Promover la investigación tecnológica y la formación.

 Crear redes de seguridad, redistribuir la riqueza y ser garante en sentido amplio de la

solidaridad social (Stiglitz, 2001, pág. 400).


II. NATURALEZA POLÍTICA Y JURÍDICA DE LA UNIÓN EUROPEA

DEFINICIÓN

2.1. LA CONSTITUCIÓN DE LA UNION EUROPEA

La Unión Europea es el resultado inconcluso y en movimiento de un proceso de construcción

que abarca disciplinas económicas, jurídicas y por supuesto políticas. Está por definirse la

naturaleza del impulso constitucional que ha pretendido dársele a partir de las muy concretas

determinaciones del Acuerdo de Niza2 y de la Declaración de Laeken.

Varios son los interrogantes a responder, debiéndose establecer si existe la posibilidad en el

futuro de una Constitución Europea y si así fuere, qué la forma, haciéndose además necesario

determinar si tal existencia responde a un modelo federal, a una confederación, a una organización

internacional de Estados o en su defecto a un Estado supranacional.

Es por ello, que el derecho constitucional se encuentra en un punto de inflexión cuyo

desenlace aportará nuevas categorías o esquemas jurídico-constitucionales, la trascendencia que

reviste el tema planteado es manifiesta. Sus implicaciones en materia de derecho constitucional e

internacional son más que evidentes pues podríamos estar ante la posibilidad de nuevos modelos

de Estado, nuevos sujetos internacionales, en fin. Así mismo, se presenta una potencial

reorganización político-administrativa de los Estados miembros como producto de un nuevo

reparto de competencias de toda índole. Desde la óptica del Derecho Comunitario Europeo,

Originario y Derivado, la forma (federación, confederación, Estado supranacional etc.) dependerá

necesariamente de la consideración según la cual, para llegar a uno de estos modelos de Estado es

necesaria o no la adopción de una Constitución.


Todo lo anterior impone examinar el modelo de entidad política en que se constituiría la

Unión para determinar a qué tipo de impulsos obedece el proceso de construcción.

La idea de una Constitución europea no es tan reciente como pudiera pensarse, fue durante

la segunda legislatura europea (en el año 1984) y con ocasión de la aprobación del Acta Única,

surgió la primera iniciativa para dotar a la entonces Comunidad Europea de un documento

constitucional. Esta iniciativa, denominada Proyecto Spinelli, llevaba el nombre del

europarlamentario que la presentó.

A continuación, se presenta de manera sucinta el curso que siguió dicho proyecto:

 En septiembre de 1989 la propuesta, bajo la nueva denominación Proyecto Luster, fue remitida

a la Comisión de Asuntos Institucionales del Parlamento Europeo. Subsiguientemente

(noviembre de 1989) y como consecuencia de la remisión referida, el Parlamento (Europeo)

aprobó una resolución para iniciar la elaboración de las bases constitucionales de la entonces

Comunidad, respetando los elementos fundamentales del proyecto de Tratado de Acta Única

Europea aprobado en 1984. En particular se fundamentó en los principios de eficacia,

subsidiariedad y democracia y teniendo en cuenta, además, que ello habría de aplicarse ante

una eventual incorporación de nuevos Estados miembros.

 En enero de 1990, la Comisión de Asuntos Institucionales pidió autorización para elaborar un

Informe sobre las orientaciones del Parlamento Europeo relativas a un proyecto de

constitución para la Comunidad Europea. A este informe se le conoció como el Primer

Informe Colombo, en razón al apellido del parlamentario ponente.

Sometido a votación, logró una aceptación casi unánime, por lo cual se plasmaron las

reflexiones relativas en un documento que versaba sobre la viabilidad de un proyecto

constitucional para la Comunidad, recibiendo el apelativo de Segundo Informe Colombo.


Como resultado final de las sesiones del año 1990, se aprobó en su totalidad otro informe

sobre los fundamentos constitucionales de la Comunidad.

 Tras el período del italiano Colombo (1990-1992) se hizo cargo de la ponencia el señor Oreja

Aguirre, a quien se debe la redacción final del documento. No obstante, en 1993 este conocido

político español dimitió del cargo, nombrándose en su lugar al señor Fernand Herman.

 Finalmente, fue este último parlamentario quien se encargó de someter el proyecto de

constitución a votación ante el pleno de la Comisión de Asuntos Institucionales, órgano que

aprobó el contenido del mismo dándole el nombre de Segundo informe Herman, con cuyo

examen se dio por terminada la legislatura de 1994.

Como se ve el iter de una posible constitucionalización de la actual UE ha sido bastante

escalonado.

La resolución aprobatoria del Segundo Informe Herman de 10 de febrero de 1994

solicitó al Parlamento se prosiguiesen los trabajos tendientes a la profundización de los debates

relativos a la Constitución.

En consecuencia, durante la legislatura transcurrida entre 1994 y 1999 se aprobaron

unas directrices procedimentales para llegar a la misma. Éstas no hicieron referencia al contenido

de la futura carta fundamental, sino que se centraron en cómo podría llegarse a su elaboración.

Así pues, cada estado perteneciente a la unión se ha referido a estas directrices procedimentales

proferidas por el Parlamento Europeo y según las cuales Europa debe llegar a conformar un único

estado. (Barrero Berardinelli & Barrero Berardinelli, 2007)

2.2. LA NATURALEZA POLÍTICA DE LA UNIÓN EUROPEA


L Díaz 2008 refiere que, La Unión Europea nace originariamente como un proyecto

económico con la aspiración ultima de moldear una entidad política a fin de conjurar potenciales

enfrentamientos bélicos más constituyen buenos ejemplos para evidenciar que el deseo de la

unidad política ha existido de antiguo como solución para resolver problemas inherentes a cada

etapa histórica.

La Unión Europea tiene una vocación política que se remonta incluso tiempo atrás la

fundación de las primeras Comunidades , En particular, esta aspiración a constituirse en

comunidad política se ha puesto de manifiesto, mediante diversos conatos e iniciativas, a lo largo

de los últimos cincuenta años, en el marco de la construcción europea , y ha alcanzado su máximo

exponente con los trabajos conducentes a la elaboración y subsiguiente proceso de adopción,

ratificación y entrada en vigor del Tratado constitucional. La constitucionalizacion de la Unión

Europea, el establecimiento de un Tratado constitucional o una Constitución material para Europa

Bajo la forma de un Tratado internacional es un signo contundente de la profundización política.

Comisión Europea Dirección General de Comunicación (2013) refiere que, En el centro de la

Unión Europea, se hallan los Estados miembros (los veintiocho países que pertenecen a la Unión)

y sus ciudadanos. El rasgo distintivo de la UE es que, aunque todos ellos son países soberanos e

independientes, han compartido parte de su «soberanía» a fin de ganar fuerza y disfrutar de las

ventajas del tamaño. Compartir soberanía significa, en la práctica, que los Estados miembros

delegan algunos de sus poderes decisorios en las instituciones comunes creadas por ellos para

poder tomar democráticamente y a nivel europeo decisiones sobre asuntos específicos de interés

conjunto. Por lo tanto, la Unión Europea, se sitúa en un término medio entre el sistema federal

pleno de los Estados Unidos y el débil sistema de cooperación intergubernamental de las Naciones

Unidas.
Corral 2002 Refiere la Unión Europea ofrece dos aspectos a la hora de concebir su naturaleza:

negativo, y positivo.

 La Concepción Negativa

En síntesis, la doctrina se ha ocupado de razonar diciendo, por una parte, que no consiste en

un Estado federal, y por otra, que no tiene tampoco naturaleza de organización internacional.

A) No es un Estado federal como, por ejemplo, lo son los Estados Unidos de América, porque

ese tipo de Estado se caracteriza por tener competencia general o universal. En cambio, la

competencia de la Unión Europea no es general sino parcial o sectorial.

B) Tampoco la Unión Europea es una Organización internacional en su sentido tradicional

como, por ejemplo, la OTAN, porque en ésta los fines convenidos son realizados por los

Estados contratantes en régimen de cooperación, lo que significa que el encargo de esos

fines no se confiere a una Organización distinta de los Estados miembros, los cuales

mantienen intacta su soberanía.

En cambio, los fines convenidos en los Tratados comunitarios no son realizados por los

Estados contratantes en régimen de cooperación, sino de integración. Lo que quiere decir,

que el cumplimiento de esos fines se encomienda a una Organización distinta de los

Estados miembros: la Unión Europea. Lo cual implica una pérdida de soberanía de los

Estados miembros, a causa de la asunción por la Unión Europea de ciertos poderes

propios, soberanos. Esta es la concepción positiva, o sea, lo que es la Unión Europea, que

se explica ahora.

 La Concepción Positiva

Para explicar la naturaleza de la Unión Europea, la doctrina tiene generalmente admitido que

se trata de una comunidad supranacional, de la que no hay precedentes que sirvan de


referencia, y que aún no ha encontrado su forma definitiva porque se está haciendo, siendo

imposible prever su configuración definitiva. En efecto, la Unión Europea no es un Estado.

Solamente ejerce los poderes públicos cedidos por los Estados miembros, que pueden ser

recuperados por la vía de dejar de formar parte de la Unión Europea.

2.3. TRATADOS DE LA UNION EUROPEA

La Unión Europea se basa en el Estado de Derecho, lo que significa que todas las acciones

emprendidas por la Unión Europea se basan en tratados que han sido aprobados voluntaria y

democráticamente por todos los países que la componen. Los tratados son negociados y aceptados

por todos los Estados miembros de la Unión Europea y, a su vez, ratificados por sus parlamentos

o mediante referéndum. Los tratados establecen los objetivos de la Unión Europea, las normas

para las instituciones de la Unión Europea, cómo se toman las decisiones y la relación entre la

Unión Europea y sus Estados miembros. Se han modificado con cada adhesión de nuevos Estados

miembros y, además, también se han ido modificando para reformar las instituciones de la Unión

Europea y darles nuevas áreas de responsabilidad.

La Unión Europea se asienta en cuatro Tratados:

 El Tratado constitutivo de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (Tratado CECA),

firmado el 18 de abril de 1951 en París, que entró en vigor el 23 de julio de 1952 y expiró el

23 de julio de 2002.

 El Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea (Tratado CEE), firmado el 25

de marzo de 1957 en Roma y que entró en vigor el 1 de enero de 1958. Suele denominarse «el

Tratado de Roma».
 El Tratado constitutivo de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Tratado Euratom),

firmado en Roma junto con el Tratado CEE.

 El Tratado de la Unión Europea (Tratado UE), firmado en Maastricht el 7 de febrero de 1992

y que entró en vigor el 1 de noviembre de 1993.

Esta Organización es la responsable de ejercitar los poderes soberanos atribuidos con el fin de

alcanzar los objetivos comunitarios, lo que implica, dice Díez-Moreno, “medios materiales y

personales, por un lado, y normas jurídicas, por otro”.

El Tratado de la Unión Europea dispone que: «La Unión se dotará de los medios necesarios

para alcanzar sus objetivos y para llevar a cabo sus políticas. Esta Organización necesita normas

jurídicas para cumplir sus fines, necesita un ordenamiento jurídico: el Derecho comunitario. Por

tanto, la Unión Europea tiene un ordenamiento jurídico independiente de los ordenamientos de los

Estados miembros. Y entonces se puede decir que desde el momento en que ese Derecho es común

a quince Estados, es supranacional. Lo que significa este carácter supranacional del Derecho

comunitario puede resumirse en tres puntos fundamentales, enseña el Profesor González Navarro:

a) El derecho comunitario es de aplicación directa en cada Estado miembro.

b) Esto implica, entre otras cosas, que es un derecho capaz de crear directamente derechos y

obligaciones para los ciudadanos.

c) El derecho comunitario es, finalmente, un derecho que prevalece sobre el derecho interno de

cada Estado miembro». Este último punto es el llamado principio de primacía del Derecho

comunitario, que tiene un doble fundamento: el recode de competencias que la integración ha

producido en los Estados miembros, por un lado. Y por otro, la propia obligatoriedad,

operatividad, del Derecho comunitario.


Un efecto básico del principio de primacía del Derecho comunitario, es la subordinación a éste

de las Constituciones de los Estados miembros. Es la consideración del Derecho comunitario como

«higher kw», como Derecho más alto. Por eso se ha escrito que la supranacionalidad del Derecho

comunitario viene de su superioridad, lo que significa que está por encima de las Constituciones

de los Estados miembros. Constituyendo una característica que no presenta ninguna otra

organización, se ha dicho también, que la Unión Europea es una Comunidad de Derecho, en el

sentido de que respeta y protege los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos.

MEDINA 2013, La Unión Europea es una nueva forma de organización política que se

encuentra, además, legitimada por un sistema jurídico apoyado en Tratados internacionales, e

incluso en una Carta de los Derechos fundamentales que constituye la parte dogmática de una

incipiente Constitución europea aún no plenamente formalizada. La labor interpretativa del

Tribunal de Justicia, la colaboración con éste de las administraciones de justicia nacionales, la

cooperación de los ejecutivos nacionales con las instituciones comunes, y la colaboración de los

parlamentos nacionales, e incluso regionales, con el Parlamento Europeo y con el Consejo de la

UE en el desarrollo de la normativa comunitaria han forjado una red institucional de base

democrática dirigida a proteger a los ciudadanos con una eficacia que hoy no podrían conseguir

las autoridades estatales por sí solas sin contar con la colaboración exterior.

2.4. LA NATURALEZA JURIDICA DE LA UNIÓN EUROPEA

Para determinar la naturaleza jurídica de una organización, es necesario un estudio jurídico

de la misma en función de sus propiedades características.

Estas se desprenden ya de dos sentencias fundamentales del Tribunal de Justicia de la

Comunidad Económica Europea de los años 1963 y 1964. Aunque las sentencias tienen por objeto
la Comunidad Económica Europea de aquel momento, siguen siendo válidas para la Unión

Europea en su forma actual.

 El asunto Van Gend & Loos

En este litigio, la empresa de transportes Van Gend & Loos interpuso recurso ante un tribunal

de los Países Bajos contra la administración de aduanas del país, que había cobrado un arancel

superior que en otras ocasiones por la importación de un producto químico procedente de

Alemania. Esta empresa consideraba que dicha práctica constituía una infracción del artículo 12

del Tratado CEE, que prohíbe a los Estados miembros la introducción de nuevos derechos de

aduana y el aumento de los ya existentes en el mercado común. El tribunal neerlandés suspendió

la tramitación del juicio y solicitó al Tribunal de Justicia que dilucidara el alcance jurídico de dicha

disposición del Tratado CE.

El Tribunal de Justicia aprovechó este litigio para sentar algunas consideraciones

fundamentales en cuanto a la naturaleza jurídica de la Comunidad Europea. En su sentencia expone

lo siguiente:

«El objetivo del Tratado CEE, que es el de establecer un mercado común cuyo funcionamiento

afecta directamente a los justiciables de la Comunidad, implica que dicho Tratado constituye algo

más que un Acuerdo, que solo crea obligaciones recíprocas entre los Estados contratantes; [...] esta

concepción está confirmada en el Preámbulo del Tratado, que, además de a los Gobiernos, se

refiere a los pueblos, y lo hace, de forma más concreta, mediante la creación de órganos en los que

se institucionalizan poderes soberanos cuyo ejercicio afecta tanto a los Estados miembros como a

sus ciudadanos; [...] por esas razones, ha de llegarse a la conclusión de que la Comunidad

constituye un nuevo ordenamiento jurídico de Derecho internacional, a favor del cual los Estados
miembros han limitado su soberanía, si bien en un ámbito restringido, y cuyos sujetos son, no solo

los Estados miembros, sino también sus nacionales».

 El asunto Costa/Enel

Un año más tarde, el asunto Costa/ENEL dio ocasión al Tribunal de Justicia para profundizar

en su análisis. Los hechos eran los siguientes: en 1962, Italia nacionalizó la producción y el

suministro de electricidad y transfirió las instalaciones de las compañías eléctricas a la empresa

eléctrica ENEL. En su calidad de accionista de la sociedad anónima Edison Volta, afectada por la

nacionalización, el señor Costa consideró que había sido privado de sus dividendos y se negó a

pagar un recibo de luz por importe de 1 926 liras italianas.

Ante el juez de paz de Milán, el señor Costa justificó su actitud, entre otras cosas, alegando

que la Ley de nacionalización violaba una serie de disposiciones del Tratado CEE. Para enjuiciar

las alegaciones del señor Costa, el juzgado de paz presentó ante el Tribunal de Justicia diversas

cuestiones prejudiciales de interpretación del Tratado CEE. En su sentencia, el Tribunal de Justicia

expone lo siguiente acerca del carácter jurídico de la CEE:

«A diferencia de los Tratados internacionales ordinarios, el Tratado de la CEE creó un

ordenamiento jurídico propio integrado en el sistema jurídico de los Estados miembros [...] y que

vincula a sus órganos jurisdiccionales. Al instituir una comunidad de duración indefinida, dotada

de Instituciones propias, de personalidad, de capacidad jurídica, de capacidad de representación

internacional y más en particular de poderes reales derivados de una limitación de competencia o

de una transferencia de atribuciones de los Estados a la Comunidad, éstos han limitado su soberanía

y han creado así un cuerpo normativo aplicable a sus nacionales y a sí mismos».

El Tribunal resume así las conclusiones de estas prolijas explicaciones:


De todo ello se desprende que «al Derecho creado por el Tratado, nacido de una fuente autónoma,

no se puede oponer, en razón de su específica naturaleza original una norma interna, cualquiera

que sea ésta, ante los órganos jurisdiccionales, sin que al mismo tiempo aquél pierda su carácter

comunitario y se ponga en tela de juicio la base jurídica misma de la Comunidad; [...] la

transferencia realizada por los Estados, de su ordenamiento jurídico interno en favor del

comunitario, de los derechos y obligaciones correspondientes a las disposiciones del Tratado,

entraña por tanto una limitación definitiva de su soberanía, contra la que no puede prevalecer un

acto unilateral ulterior incompatible con el concepto de Comunidad».

En vista de estas dos sentencias fundamentales del Tribunal de Justicia, cabe destacar los

siguientes elementos que constituyen en conjunto los rasgos característicos de la naturaleza

jurídica de la UE:

 La estructura institucional, que garantiza que la formación de la voluntad en la UE también

reciba la influencia del interés general europeo, es decir, los intereses de la Unión que se

recogen en los objetivos europeos; transferencia de competencias a las instituciones de la

Unión, que va más allá que en el caso de las demás organizaciones internacionales y se

extiende a ámbitos normalmente reservados a los Estados;

 El establecimiento de un ordenamiento jurídico propio, independiente de los ordenamientos

jurídicos de los Estados miembros;

 La aplicabilidad directa del Derecho de la Unión, según la cual las disposiciones del Derecho

de la Unión surten pleno efecto de modo uniforme en todos los Estados miembros y conceden

derechos e imponen obligaciones tanto a los Estados miembros como a sus ciudadanos;
 La primacía del Derecho de la Unión, mediante la cual se garantiza que el Derecho de la Unión

no pueda ser ni derogado ni modificado por la legislación nacional y que, en caso de conflicto,

el primero prevalezca sobre la segunda.

De esta forma, la UE resulta ser una entidad autónoma de poder con derechos de soberanía propios

y un ordenamiento jurídico independiente de los Estados miembros, al que están sometidos

tanto los Estados miembros como sus ciudadanos en los ámbitos de competencia transferidos a la

UE.

Asimismo, las características de la UE ponen de manifiesto los puntos en común y las

diferencias con otras organizaciones de Derecho internacional de tipo ordinario, por una parte, y

con estructuras estatales de tipo federal, por otra.

La UE no es aún una estructura acabada, sino más bien un «sistema en gestación cuya

apariencia definitiva aún no puede preverse.

Con las organizaciones tradicionales de Derecho internacional, la UE únicamente tiene en

común que también estas han sido creadas mediante un tratado internacional. Pero la UE ya se ha

alejado mucho de estas raíces del Derecho internacional. Los actos fundacionales de la UE, que se

basan igualmente en tratados internacionales, han conducido a la creación de una Unión

independiente, provista de competencias y derechos de soberanía propios.

Los Estados miembros han renunciado parcialmente a su soberanía en favor de dicha Unión.

Incluso el catálogo de funciones transferidas a la UE se diferencia fundamentalmente del de las

demás organizaciones internacionales. Mientras que en el caso de estas últimas se trata sobre todo

de tareas técnicas claramente delimitadas, encomendadas a un órgano internacional, a la UE le

corresponden ámbitos de actividad que en su conjunto determinan la existencia de los Estados.


Estas diferencias entre la UE y las organizaciones internacionales convencionales la asemejan

a una estructura estatal. En particular, la renuncia parcial a la soberanía de los Estados miembros

a favor de la UE se ha considerado un indicio de que la UE ya presenta una estructura de tipo

federal. Esta interpretación no tiene en cuenta, sin embargo, que las instituciones de la UE solo

poseen las competencias establecidas para alcanzar los objetivos que se recogen en los Tratados

de la Unión y tan solo en determinadas materias. Por ello, no pueden escoger sus objetivos

libremente como los Estados y satisfacer todas las necesidades a las que debe hacer frente en la

actualidad un Estado moderno.

La UE carece tanto de la competencia universal que caracteriza a un Estado, como de la

facultad para dotarse de nuevas competencias (la denominada «competencia de competencias»).

Por esa razón, la UE no es una organización internacional «clásica» ni tampoco una estructura

estatal, sino una entidad de poder que hay que situar entre estos dos modelos tradicionales de

organización estatal. En la jerga jurídica se ha acuñado el término de «organización supranacional»

para describir esta posición particular. (Borchardt, 2010).

Sobre la naturaleza jurídica del UE, la doctrina se ha ocupado de razonar diciendo, por una

parte, que no consiste en un Estado federal, y por otra, que no tiene tampoco naturaleza de

organización internacional.

A) No es un Estado federal como, por ejemplo, lo son los Estados Unidos de América, porque

ese tipo de Estado se caracteriza por tener competencia general o universal. En cambio, la

competencia de la Unión Europea no es general sino parcial o sectorial. Afirma Molina del

Pozo, que la causa que impide avanzar en la posibilidad de un Estado federal europeo, está

constituida por «los exacerbados nacionalismos instalados en algunos Estados miembros».

En el polo opuesto se encuentran los llamados federalistas que, como su nombre indica, son
partidarios del Estado federal europeo, que estaría dotado de un considerable poder. Esta

corriente es la que ha promovido el Proyecto de Constitución Europea, que Martínez López-

Muñoz ha calificado de quimera irrealizable, porque supondría que la soberanía de los

pueblos de los Estados miembros se desplazara a un nuevo pueblo europeo, lo que hoy por

hoy es un imposible. Ello requeriría una alteración seria de las Constituciones nacionales, lo

que no parece que pueda llevarse a cabo. Por tanto, considera que ese Proyecto merece ser

rechazado, porque podría dificultar la tarea de construcción europea.

B) Tampoco la Unión Europea es una Organización internacional en su sentido tradicional

como, por ejemplo, la OTAN, porque en ésta los fines convenidos son realizados por los

Estados contratantes en régimen de cooperación, lo que significa que el encargo de esos fines

no se confiere a una Organización distinta de los Estados miembros, los cuales mantienen

intacta su soberanía. En cambio, los fines convenidos en los Tratados comunitarios no son

realizados por los Estados contratantes en régimen de cooperación, sino de integración.

Lo que quiere decir, que el cumplimiento de esos fines se encomienda a una Organización

distinta de los Estados miembros: la Unión Europea. Lo cual implica una pérdida de

soberanía de los Estados miembros, a causa de la asunción por la Unión Europea de ciertos

poderes propios, soberanos. Esta es la concepción positiva, o sea, lo que es la Unión Europea,

que se explica ahora. (CORRAL GUERRERO, 2000)

2.5. NATURALEZA DE COMUNIDAD SUPRANACIONAL

Para explicar la naturaleza de la Unión Europea, la doctrina tiene generalmente admitido que

se trata de una comunidad supranacional, de la que no hay precedentes que sirvan de referencia, y
que aún no ha encontrado su forma definitiva porque se está haciendo, siendo imposible prever su

configuración definitiva.

Por eso, se puede decir con las palabras de Klaus-Oieter Borchardt que la supranacionalidad

representa «una nueva forma de unión entre Estados, a medio camino entre un Estado en el sentido

tradicional y una Organización internacional». Según opinan muchos autores, la supranacionalidad

no es más que una manifestación nueva, basada en la distinción entre cooperación e integración,

de anterior referencia. En el Preámbulo del Tratado de la Unión Europea, TUE, los representantes

de los Estados actuantes declaran que habrá que salvar las ulteriores etapas de la construcción

europea, avanzando «en la vía de la integración europea».

En efecto, la Unión Europea no es un Estado. Solamente ejerce los poderes públicos cedidos

por los Estados miembros, que pueden ser recuperados por la vía de dejar de formar parte de la

Unión Europea. En este sentido se expresa la Sentencia del Tribunal Constitucional alemán de 12

de octubre de 1993~~. Es decir, se trata de que cada Estado miembro conserve plenamente el

derecho de separación.

Es interesante la explicación de Martínez López-Muñiz, que entiende la supranacionalidad

como la continuidad del camino seguido, considerándola como una unión de auténticos Estados

soberanos, de carácter estable y con voluntariedad actual, que se asocian para ejercer en común

una parte muy importante de sus responsabilidades y poderes. Este autor hace una precisión digna

de ser tenida en cuenta. Dice que no ha habido ni hay transferencias de soberanía a la Unión

Europea, porque la soberanía pertenece y permanece en el pueblo de cada uno de los Estados

miembros. Que ha existido un defecto de traducción, y que lo que se transfiere son competencias,

según la terminología de nuestra Constitución.


Molina del Pozo afirma, que la singularidad de la naturaleza de la Unión Europea consiste en

ser una comunidad. Pero «qué clase de comunidad es ésta»

A) Pienso que es posible entender la Unión Europea como una comunidad de Estados,

constituidos en una copropiedad semejante, no a la romana sino a la germánica o en mano

común. Es sabido que esta última se caracteriza porque los copropietarios, al no tener

asignación de cuotas exclusivas, no pueden dividir la comunidad ni transmitir la cuota. Ello

se debe a que se estima que la comunidad romana debe ser transitoria, porque su fin natural

es la eliminación de la proindivisión. Está concebida para proteger el derecho individual de

cada copropietario. Sin embargo, la comunidad germánica debe ser permanente, por lo cual

ha de ser preservada de los peligros que amenacen su existencia como, por ejemplo, la

posibilidad de división o de la transmisión de cuotas o partes. Se ha concebido para proteger,

no el derecho individual, sino el derecho colectivo, el derecho de la comunidad.

B) Ahora bien, si la Unión Europea se considera una comunidad germánica de Estados miembros,

debido a que se ha constituido para establecer la superioridad del derecho colectivo sobre los

derechos individuales de cada Estado, nos preguntamos: «cuál es la misión de esta

comunidad». La respuesta al interrogante puede estar próxima a esta idea: la misión de dicha

comunidad es la de gestionar el presupuesto comunitario. La cual es semejante al mandato

conferido constitucionalmente a la Administración del Estado, respecto de su patrimonio

financiero. (CORRAL GUERRERO, 2000)

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