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Lectura 1 La relación Poli-Psi: tres fases de una larga relación William

J.McGuire – Universidad de Yale

La fertilización cruzada interdisciplinaria, nunca por sobre un nivel modesto, ha

sido tan sostenida entre la ciencia política y la psicología como entre dos ciencias

sociales cualesquiera, lo cual es sorprendente, considerando que cada discipina

tiene más bordes en común con otros campos –la ciencia política con la historia y

la economía, la psicología con la sociología y la antropología. La colaboración ha

persistido a través de tres eras de 20 años sucesivas, variando en los tópicos de

estudio preferidos, explicaciones teóricas, y métodos mayormente aprobados.

Para uniformidad y clarificación, cada era será llamada aquí por sus tópicos

populares de estudio: así, el primer florecimiento interdisciplinario de los 1940s

y 1950s será llamado “era de la personalidad y la cultura”; la segunda ola, de los

1960s y 1970s, la “era de las actitudes y el comportamiento electoral; y el tercer

florecimiento, que dominó os 1980s y 1990s, la “era de la ideología y la decisión”.

Nombrar a cada una de las tres por sus tópicos preferidos es conveniente, pero

no debería oscurecer el hecho de que, en algunas eras, una teoría o un método

compartidos constituyó un lazo más fuerte que cualquier tópico en común.

Durante cada una de las tres eras hubo contribuciones tanto de los abordajes

humanísticos como de los científicos, dentro de los niveles micro y macro. La

investigación “humanística” usa los conocimientos idiográficamente, para dar

cuenta de las peculiaridades en la trama gruesa de casos concretos complejos, en

tanto que la investigación “científica” usa estos conocimientos nomotéticamente,

para estudiar una relación general abstracta, tal como se manifiesta a lo largo de

un amplio rango de casos, cuyas peculiaridades tienden a cancelarse entre sí. El

abordaje idiográfico humanístico lleva a confrontar la teoría con observaciones

empíricas, para entender mejor el caso específico; el abordaje nomotético

científico los confronta para desarrollar mejor la teoría. Cada uno tiene sus usos.

Dentro de cada abordaje cierto trabajo se da a nivel micro, investigando las

variables de interés en sus relaciones a través de personas individuales como las

unidades medidas; otro trabajo es a nivel macro, investigando estas relaciones a


través de colectivos (e.g., naciones, clases sociales, épocas históricas) como

unidades de medida. La Tabla 1.1. da un resumen de este medio siglo de

colaboración inter- disciplinaria. Sus tres filas listan las tres eras sucesivas de 20

años, focalizadas en personalidad, en actitudes y en ideología en cada caso.

Las siete columnas definen cada era: las tres columnas de la izquierda

brindan una definición connotativa de cada era en términos de sus tópicos

característicos, teorías y métodos; y las cuatro columnas de la derecha proveen

una definición denotativa de cada era, citando algunas de sus más importantes

contribuciones, repartidas primero entre los abordajes idiográficos

humanísticos versus los nomotéticos científicos, subdivididos cada uno de

estos entre estudios a los niveles micro versus macro. Mi descripción es

provocativamente simétrica, e impone contornos precisos a un cuerpo amorfo

de investigación que, en la realidad, tiene más continuidad y menos orden

que el aquí representado:

Definición connotativa: características distintivas

Eras Tópicos preferidos Teorías preferidas Métodos preferidos

1.1940s& 1950s Personalidad política (en Determinación ambiental Análisis de contenido de


líderes y masas) (psicoanálisis, conductis- registros y entrevistas
mo E-R, marxismo)

2.1960s&1970s Actitudes políticas y Persona racional (maximi- Investigación de encues-


conducta electoral zación subjetiva de utili- tas con cuestionarios;
dad, cognición-> senti- observación participante
miento->acción)

3.1980s&1990s Ideología política Procesamiento de infor- Manipulación


(conteni-dos y procesos mación (heurísticos cogni- experimental
de siste-mas de tivos, teorías de decisión)
creencias)

Definición denotativa: contribuciones notables dentro de cada uno de cuatro abordajes

Abordajes Humanísticos Abordajes Científicos

Micro Macro Micro Macro

Psicohistoria, psicobio- Carácter nacional: Dollard et.al. 1939), Sorokin (1937-41),


grafía; Fromm (1941), Benedict (1946), Mead Adorno et.al. (1950), Kluckhohn & Murray
Langer (1972), George (1942), Gorer (1948), Smith, Burner & White (1948), HRAF
& George (1956), Riesman (1950) (1956), McClosky (Murdock, Ford),
Erikson (1958) (1958) Whiting & Child (1953)
Lane (1959, 1962), Ariès (1960), Annales Estudios de elección: Lipset (1960),
Goffman (1959), 1961) (Bloch), Foucault Campbell et.al. (1954, McClelland (1961),
(1961, 1984) 1960, 1966), Roper ICPSR (1962), Rokkan
Center (1962), Almond &
Verba (1963), Russett
et.al. (1964), Inkeles &
Smith (1974)

George (1980), Larson Lebow (1981), Jervis Tetlock (1981), Archer & Gartner
(1985), Doise (1986) et.al. (1985, 1986), Simonton (1984) (1984), Tetlock (1985)
Radding (1985)

La Era de la personalidad y la cultura de los 1940s-1950s

En la primera era, de la personalidad y la cultura, la base común entre los

investigadores era un entusiasmo teórico compartido por la explicación de

pensamientos políticos, sentimientos y acciones en términos de determinantes

del entorno (en lugar de hereditarios), usando conceptos explicativos recogidos

del psicoanálisis, el conductismo y el marxismo, en orden decreciente de

importancia, enfatizando a menudo determinantes de las experiencias en la

infancia. Describiré esta era de la personalidad y la cultura, primero connotati-

vamente, en términos de sus tópicos teóricos y sus características metodológi-cas

distintivas; luego denotativamente, en términos de las contribuciones

significativas a la investigación en cada uno de los cuatro abordajes, el micro y

macro humanístico y el micro y macro científico.

DEFINICIÓN CONNOTATIVA DE LOS 1940S-1950S ERA DE LA

PERSONALIDAD Y LA CULTURA: TEORÍAS PREFERIDAS

Un supuesto detrás de este florecimiento interdisciplinario de los 1940s-1950s es

que la personalidad política y el comportamiento de los líderes y las masas se

forman por experiencias de socialización, en especial aquellas enfatizadas por la

metateorización ambientalista de las teorizaciones psicoanalítica, conductista y

marxista. La era del ambientalismo fue una exagerada reacción antigenética a los

excesos del darwinismo social de Spencer y otros más temprano en el siglo, y

abrigaba la esperanza de mejorar las perturbadas condiciones económicas y

políticas dejadas por la Primera Guerra Mundial. Otra orientación ideológica

compartida era la aversión por la personalidad fascista, un síndrome difícil de

definir, pero (al menos en esos días) uno lo conocía cuando lo veía. Esas
repugnancias, contra el darwinismo social y el fascismo, estaban probablemente

relacionadas (Hofstader, 1944; Stein, 1988). La teoría psicoanalítica tuvo gran

impacto en la ciencia social de Europa Occidental y América del Norte durante

la parte media del siglo veinte. Detrás de la introyección del freudianismo por

parte de muchos estudiantes de política, se alza la figura fundadora de Harold

Lasswell (1930, 1935), que popularizó el uso de las nociones freudianas de

pulsión sexual inconsciente (si bien suprimiendo, típicamente, lo tanático), de

mecanismos de defensa que canalizan adaptativamente la expresión de estas

pulsiones, y de las nociones de desarrollo psicosexual de Freud, acerca de cómo

las frustraciones orales, anales y fálicas de la temprana infancia modelan los

aspectos elloicos, yoicos y superyoicos de la personalidad. Estas ricas nociones

provocaron una mina de oro de hipótesis acerca del desarrollo y la operación

de pensamientos, sentimientos y acciones políticamente relevantes, en el

público y en sus líderes, aunque unos pocos críticos en ese momento

(Bendix, 1952) objetaron el reduccionismo de tal psicologización. El

determinismo ambiental en las teorizaciones sobre la personalidad política de

estos 1940s-1950s derivó también del materialismo histórico marxista, en su

atribución de una conciencia política de la sociedad a sus instituciones sociales y

políticas, moldeadas sucesivamente por sus modos y relaciones de producción,

y estas, a su vez, por realidades físicas. Los marxistas aceptaron la baja opinión

de Engels (1884/1972) sobre la familia (el Manifiesto Comunista [1848] llamó a su

abolición), pero, a diferencia de los freudianos, no detallaron los efectos malignos

del hogar de la infancia temprana en la personalidad política adulta. La teoría

conductista del E-R (estímulo-respuesta) o aprendizaje (refuerzo) también

proporcionó inspiración para el movimiento de la personalidad política, en

particular a través del círculo de trabajadores interdisciplinarios en torno al Clark

Hull del Instituto de Relaciones Humanas de Yale. Estos teóricos dieron vida a

un conductismo “liberado”, con una generosa rociada de teoría psicoanalítica y

una pizca de marxismo, como se ilustra en sus trabajos sobre frustración y

agresión, aprendizaje social, personalidad y psicopatología


TÓPICOS PREFERIDOS EN LA ERA DE LA PERSONALIDAD Y LA CULTURA

Un foco de unificación secundario de estos investigadores interdisciplinarios de

los 1940s y 1950s fue el interés temático compartido en la personalidad como una

variable mediadora explicativa, en cómo es afectada por las experiencias

culturales individuales, y en cómo, a su tiempo, afecta los pensamientos,

sentimientos y acciones políticamente significativos de las masas y sus líderes.

La “personalidad” se usó ampliamente para incluir motivaciones y valores,

percepciones y estereotipos, estilos cognitivos e interpersonales, y modos

característicos de afrontamiento. Las variables independientes populares a tener

en cuenta para estas variables mediadoras de la personalidad fueron las

experiencias de socialización culturales en la temprana infancia, elegida por la

teoría psicoanalítica como crucial. Otros determinantes populares de variables

independientes, reflejando el conductismo y el marxismo de los teóricos de la era,

fueron las instituciones de la sociedad en vista de los estímulos que presentaban,

las opciones de respuesta que dejaban disponible, las pulsiones que hacían

surgir, y los programas de refuerzo que administraban. Por ejemplo, la política

exterior agresiva de un líder nacional o la belicosidad de una población podría

ser atribuida: a) al desplazamiento cultural de la ambivalencia edípica,

relacionando al padre con el exogrupo al que se apunta; o b) a la frustración

causada por la privación económica (absoluta, o relativa a la de otros, o a la de

las propias expectativas); o c) a la sensación de falta de control debida a la

burocratización; o d) a la alienación de los trabajadores con respecto a los

productos de su labor; o e) a la toma como modelo y el refuerzo social de las

respuestas agresivas en la infancia.

MÉTODOS PREFERIDOS EN LA ERA DE LA PERSONALIDAD Y LA

CULTURA

Los investigadores en esta primera era no tenían tanta conciencia sobre

las metodologías como tuvieron quienes trabajaron en las dos eras

siguientes. Los académicos de la rama humanística usaron análisis

secundario de registro textual, suplementado ocasionalmente por


observación participante, entrevistas y análisis de artefactos. Estos

procedimientos siguieron siendo populares en la rama humanística también

durante las dos eras siguientes; las variaciones metodológicas entre las tres

eras son menos pronunciadas en los abordajes humanísticos que en los

científicos. Los trabajadores científicos en esta primera era usaron,

típicamente, datos de cuestionarios, o provenientes de análisis de

contenidos de archivos. Sus estadísticas descriptivas preferidas fueron

medidas de simple asociación, adecuadas para sus propósitos, pero

ineficientes para el estudio de relaciones no repetitivas, mediacionales y de

interacción.

DEFINICIÓN DENOTATIVA DE LA ERA DE LA PERSONALIDAD Y LA

CULTURA DE LOS 1940S-1950S: ESTUDIOS MICROHUMANÍSTICOS

La definición connotativa dada más arriba sobre la era de la cultura y la

personalidad, en términos de sus tópicos, teorías y métodos característicos,

puede suplementarse brindando su definición denotativa en términos de las

publicaciones más importantes publicadas, en cada uno de cuatro abordajes,

micro y macrohumanístico y micro y macrocientífico. La ciencia política, a pesar

de su nombre, ha dependido siempre ampliamente de abordajes humanísticos,

con el uso de análisis descriptivos “gruesos” (Geertz, 1973, 1983) para demostrar

cómo una teoría o combinación de factores puede dar cuenta de un caso concreto

en profundidad. Los estudios humanísticos en el nivel micro usan personas

individuales como unidades de observación, y en el nivel macro usan colectivos

(tales como naciones o épocas históricas). La rama microhu-manística de esta era

de la personalidad política llegó a ser conocida como “psicobiografía” o

“psicohistoria”, y a su rama macro se le dio el nombre de estudio del “carácter

nacional”. El propio maestro contribuyó con una de las más tempranas

psicobiografías microhumanísticas en su análisis de Leonardo da Vinci (Freud,

1910). Se hacen ocasionalmente psicobiografías sobre personajes no políticos,

tal como Martín Lutero (Erikson, 1958), pero los líderes políticos se tornan los

sujetos más populares (Greenstein, 1969; Glad, 1973; Runyan, 1993). Una
contribución seminal fue el análisis de George y George (1956) sobre cómo las

experiencias de niñez de Woodrow Wilson con un padre exigente produjo un

estilo de personalidad que condujo a su comportamiento malhumorado y

díscolo en posteriores situaciones de autoridad, como está ilustrado en sus

problemas recurrentes al tratar con los miembros del consejo de

administración de la Universidad de Princeton, la legislatura de Nueva

Jersey, y el Senado de los EEUU. El propio Freud fue coautor de una

psicobiografía de Wilson, si la crítica feroz de “Freud y” Bullit (1967) es

auténtica (Erikson & Hoftstadter, 1967). Los teóricos neo-freudianos, marxistas

y psicólogos del yo contribuyeron con psicobiografías políticas de Hitler

(Erikson, 1950; Fromm, 1973) y otros. Este movimiento ganó prestigio entre

quienes definían políticas para su uso en la Segunda Guerra Mundial, tal

como se ilustra, del lado de lo micro, en la psicobiografía de Hitler de Langer

(1972) y, del lado de lo macro, en en análisis del carácter nacional japonés de

Benedict (1946).

ESTUDIOS DE CULTURA Y PERSONALIDAD DEL CARÁCTER NACIONAL

MACROHUMANÍSTICOS

La rama macro se ilustra por estudios influyentes tales como la representación

del carácter nacional japonés de Benedict (1946) y la representación de la

orientación de la personalidad como una evolución, primero dirigida por la

tradición, y luego, a través de una orientación dirigida desde el interior, a una

dirección hacia el otro de Riesman (1950). La mayor parte de la investigación

sobre el carácter nacional en la línea microhumanística de los 1940s fue

explícitamente psicoanalítica. Los teóricos de orientación psicoanalítica

demostraron que el carácter nacional japonés era oral (Spitzer, 1947), y anal

(LaBarre, 1945) y fálico (Silberpfenning, 1945), ilustrando la calidad proteica, al

mismo tiempo admirable y un poco preocupante de la teoría psicoanalítica.

Análisis concurrentes del carácter nacional norteamericano tendieron a ser

menos freudianos (Mead, 1942; Gorer, 1948). Un trabajo notable en la tradición

humanística continuó más allá de sus inicios de los 1940s y 1950s, en particular
en su rama micro psicobiográfica, como lo reseñaron Runyan (1982, 1988,

1993) y Cocks y Cosby (1987). El desafío presentado por la personalidad de

Richard Nixon (Brodie, 1981) alcanzó en sí mismo para reavivar la iniciativa. La

rama macro ha estado inactiva (Patai, 1973, 1977) después de su popularidad en

los 1940s y 1950s, tal vez porque la atribución de características distintivas a

grupos nacionales o de otro tipo puede ser políticamente peligroso, tal como

fue ilustrado por las reacciones hostiles al bienintencionado uso del concepto

de “cultura de la pobreza” de Oscar Lewis (1961). El shock para Europa y

América del Norte por la revuelta juvenil a fines de los 1960s popularizó los

microanálisis de personalidades epocales en sucesivas olas de jóvenes

cohortes, que asignaron etiquetas pintorescas, tales como “teddy boys”,

“skinheads”, “beats”, “flower children”, “punks”, “baby- boomers”, “yuppies”,

“dincs”, “yucas” y “generación X”, mostrando que el concepto de

generaciones adolescentes políticas es firme (Mannheim, 1923/1952; Jennings &

Niemi, 1981; Jenning, 1987).

ESTUDIOS MICROCIENTÍFICOS DE CULTURA Y PERSONALIDAD

Los abordajes científicos suponen el muestreo de casos de un universo

determinado, que uno desea generalizar, y la medición de cada caso, tanto sobre

la variable independiente (en esta primera era, habitualmente sobre alguna

dimensión psicoanalíticamente relevante de la experiencia en la temprana

infancia) como de la variable dependiente (aquí, habitualmente alguna

dimensión políticamente significativa de la personalidad). Luego, la relación

entre distribuciones de valores de las variables independiente y dependiente es

calculada a través de los casos (unidades de observación), que son personas

individuales en el micronivel y compuestos sociales multipersonales (e.g.,

naciones o épocas) en el macronivel. Ambos ejemplos, micro y macro científicos,

están presentes en el volumen inaugural de la era de Dollard et.al. (1939)

sobre frustración-agresión, con sus apoyos freudianos, aunque no explota

completamente la riqueza de las tres teorías de la agresión de Freud

(Stepansky, 1977). Los microestudios del volumen de Dollard et.al. manipulan


sistemáticamente los niveles de frustración de ratas individuales y miden luego

la agresividad de estas ratas hacia objetivos disponibles no asociados con su

frustración; los macroestudios de volumen (Hovland & Sears, 1939)

correlacionan fluctuaciones anuales en la frustración económica en los EEUU

(medidas por el PBI o por el precio del algodón) con cifras de episodios donde

se toman “chivos expiatorios” (medidas por el número de linchamientos anuales

en los EEUU). Un estudio microcientífico comparativamente importante en la

era de la personalidad política fue la investigación sobre personalidad

autoritaria de Adorno et.al. (1950), derivada de las orientaciones freudiana y

marxista, que postulaba que el síndrome de personalidad autoritaria-fascista –

(caracterizada por hostilidad hacia judíos y otros exogrupos, junto a la

idealización de grupos e individuos con alto poder)– resultaba de una situación

edípica en la cual el padre punitivo de un niño castigaba severamente cualquier

hostilidad dirigida hacia él, resultando en el crecimiento de sentimientos

agresivos en el niño, rigurosamente reprimidos hacia su padre (y, por extensión, a

cualquier otra figura de autoridad), y librando la hostilidad reprimida,

vicariamente, a exogrupos a los cuales su demografía o su estilo de vida

pusieran en oposición a, o al menos fuera de, la estructura de poder

establecida. Otros estudios microcientíficos en la era incluyen el de Almond

(1954) sobre el atractivo del comunismo, el de Srole (1956) sobre anomia y

prejuicio, el de Smith, Bruner y White (1956) sobre las bases funcionales de

las actitudes políticas, y el de McClosky (1958) sobre conservadurismo político y

personalidad.

ESTUDIOS MACROCIENTÍFICOS DE CULTURA Y PERSONALIDAD

Los macroestudios científicos tempranos (discutidos más adelante en este

capítulo) fueron el formidable análisis de Sorokin (1937-41) de la civilización

occidental en el milenio, y el trabajo publicado póstumamente de Richardson

(1960) sobre estadísticas de peleas mortales. Estos pioneros tuvieron que hacer

una tarea Stajanovista (antes de la disponibilidad de grandes becas de

investigación, o computadoras, o bancos de datos universitarios asociados) para


ensamblar personalmente, con una pequeña ayuda de sus amigos y estudiantes,

grandes archivos históricos de datos. La investigación macro-empírica sobre la

personalidad tuvo un ímpetu mayor en los 1940s por el desarrollo de archivos de

datos sociales, que comenzó cuando el grupo de Yale dio lugar al Área de

Archivos de Relaciones Humanas antropológica de datos culturales cruzados

(Kluckhohn & Murray, 1948; Whiting & Child, 1953). En definitiva, esta era de la

personalidad y la cultura de los 1940s-1950s fue un tiempo excitante durante

el cual una pequeña universidad invisible de investigadores

interdisciplinarios, que compartían objetivos de explicación superpuestos,

creció hasta una masa crítica. Operando a lo largo de las fronteras de las

disciplinas, y usando teorizaciones psicoanalíticas (suplementadas por

conductismo y marxismo) estudiaron cómo las prácticas ocultas hacia la infancia

de una sociedad o las instituciones socioeconómicas dominantes afectan

políticamente síndromes relevantes de la personalidad, de consecuencias

políticas significativas. Los participantes vinieron de más allá de la psicología y

la ciencia política (e.g. Benedict y Whiting eran antropólogos, y Adorno, un

filósofo y musicólogo). La investigación interdisciplinaria tiende a ser un deporte

participativo excitante, pero es un juego para una persona joven, que atrae a

pocos espectadores y aún menos participantes de entre los líderes de las

disciplinas originales, que tienden a estar preocupados por los tópicos

tradicionales con los cuales su disciplina se ha vuelto más o menos confortable.

Dado que los trabajadores de los bordes interdisciplinarios son relativamente

pocos, su estrecha focalización en la atención a tópicos, teorías y métodos de una

era puede ser necesaria, si tienen que lograr una masa crítica de trabajo

mutuamente estimulante. Tal estrechamiento dentro de una era tiende a ser

corregido por cambios medibles de foco de una era a la siguiente.

La Era de las actitudes y la conducta electoral de los 1960s-1970s

En el segundo florecimiento interdisciplinario de psicología política, de los 1960s

y 1970s, el foco de los tópicos cambió de la personalidad política y la conducta


patológica a las actitudes políticas y la conducta electoral. Como se muestra en la

segunda fila de la Tabla 1.1., esta segunda era, como la primera, tiene su tópico,

teoría y método preferidos, pero el énfasis relativo en las tres características se

revierte entre las dos eras. La primera característica en común entre estos

trabajadores de las actitudes políticas de los 1960s y 1970s era una preocupación

compartida por los tópicos de actitudes políticas y conducta electoral; mientras

la teoría, en la forma de una visión centrada en autointerés, elección racional,

utilidad subjetiva esperada, y maximización de costo/beneficio, proveía sólo un

débil vínculo terciario, a menudo usado sólo implícitamente. Describiré esta

segunda era de las actitudes políticas primero connotativamente y luego

denotativamente. CARACTERÍSTICAS CONNOTATIVAS DE LA ERA DE

LAS ACTITUDES DE LOS 1960s-1970s: TEORÍAS PREFERIDAS

Los investigadores interdisciplinarios en esta segunda era de las actitudes

políticas no estaban preocupados por una doctrina en particular en cuanto a sus

propias explicaciones teóricas, ni le imputaban al público sistemas de

pensamiento altamente organizados (Converse, 1964), como era conveniente a

una era de “fin de la ideología” (Namier, 1955; Mills, 1959; Bell, 1960), aún si

ahora parece que esa ideología no estaba muerta, sino escondida en París y

Frankfurt (Skinner, 1985). Subyacente a mucha de la investigación estaba la

suposición implícita de que las personas operan hedonísticamente, de acuerdo

con el modelo de autointerés y maximización de la utilidad subjetiva.

Suplementando esta conceptualización de utilidad-esperada estaba otra

suposición sobre la racionalidad, el concepto “cognitivo->afectivo->conativo” de

la persona como poseyendo creencias que daban forma a las preferencias y

canalizaban acciones (Krech y Crutchfield, 1948). Un tercer supuesto subyacente


era el concepto de la consistencia con el “grupo de referencia”, de que la persona

maximiza la homogeneidad endogrupo y el contraste exogrupo adoptando

actitudes y conductas normativas y distintivas de su grupo social o demográfico

(Newcomb, 1943). Estos tres postulados de la racionalidad de la era de las

actitudes políticas de los 1960s y 1970s iban casi sin ser nombrados, en contraste

con la firmeza beligerante de las teorizaciones psicoanalíticas, conductistas y

marxistas durante la era de la personalidad política de los 1940s y 1950s anterior.

Un determinismo ambientalista fue el puente entre las dos eras: la renovada

apreciación en las disciplinas biológicas de las contribuciones evolutivas y

genéticas a las proclividades humanas tenía aún poca influencia en estos

investigadores en política y psicología.

TÓPICOS PREFERIDOS EN LA ERA DE LAS ACTITUDES / VOTACIÓN

Al menos tanto como lo hicieron los psicólogos y los cientistas sociales,

sociólogos como Lazarsfeld en Columbia, Berelson en Chicago y Lipset en

Berkeley jugaron roles fundamentales, desde el principio, en el estudio de cómo 15

la conducta electoral y las actitudes hacia temas políticos, partidos y candidatos

eran predecibles desde la pertenencia a grupos, las interacciones personales y los

medios masivos. Antes de la Depresión de los 1930s, las elecciones políticas se

habían visto como un gran juego Americano (Farley, 1938), un deporte

interesante de espectadores toscos, como los campeonatos de boxeo y el béisbol.

Los eruditos de clase alta, en la academia (e.g. Frederick Jackson Turner) y fuera

de ella (e.g. Henry Adams), estaban deseosos de dejar estas prácticas a los

sectores en ascenso del interior de las provincias y a los inmigrantes proletarios

de las ciudades. Como algunos de esos outsiders se metieron, empujando o

deslizándose por un costado, en los salones de la academia (Orren, 1985), y como

la Gran Depresión, la perspectiva de socialismo internacional y el terror del

Nacional Socialismo captaron la atención hacia la política de los académicos, el

estudio de actitudes políticas y conducta electoral se volvió respetable en las


naciones relativamente democráticas. Los cientistas políticos del cambio de siglo

(e.g. Acton, 1907) habían encontrado de mal gusto el poder, pero hacia mediados

de siglo los estudiantes de política se habían vuelto seguros, incluso fascinados,

con el poder y su estudio (Leighton, 1945; Lasswell, 1948; Hunter, 1953; Dahl,

1961; Winter, 1973; McClelland, 1975), tal vez por haber visto el poder

gubernamental ejercido tanto para perpetrar genocidio como para derrocar a los

perpetradores en una guerra que, de paso, enjauló al lobo feroz de la depresión

económica. De hecho, muchos de estos estudiantes de política posteriores a 1940

habían tenido participación en los roles de Doctor Gane-la-Guerra. MÉTODOS

PREFERIDOS EN LA ERA DE LAS ACTITUDES / VOTACIÓN Fue la

metodología compartida del “hacé encuestas, que vas a viajar” la que unió

especialmente a estos investigadores de las actitudes políticas y votación de los

1960s-1970s, más de lo que lo hizo su orientación teórica hacia la persona-

racional, o incluso su interés temático compartido en actitudes políticas y

votación. Diseñaron cuestionarios preguntando a una muestra representativa de

cierta población acerca de su demografía, consumo medio, información política,

u otras características personales (como medidas de variables independientes) y

acerca de sus actitudes políticas e intenciones o conductas electorales (para medir

partidismo político y participación como variables medias e independientes).

Tales métodos de investigación formal basada en encuestas caracterizaron el

trabajo sobre actitudes políticas de la rama científica, mientras que la rama

humanística a menudo usó entrevistas menos formalizadas, que permitieron

respuestas abiertas a sondeos generales. Secundariamente, la observación

participante pasó de la antropología a la sociología, con uso fértil por parte de


Whyte (1943, 1949) en sus estudios de “la sociedad de la esquina” y la “sociedad

del restaurante”, y por Goffman (1959, 1961) en su análisis de la auto-

presentación en escenarios variados (e.g. casinos de juego, asilos).


16

MAPEO DENOTATIVO DE LA ERA DE LAS ACTITUDES DE LOS 1960s-

1970s: ABORDAJE MICRO-HUMANÍSTICO

Para proporcionar una definición denotativa de esta era de las actitudes políticas

y la conducta electoral de los 1960s y 1970s, se describirán contribuciones

prototípicas en cada uno de los cuatro abordajes. A lo largo del siglo de progreso

que siguió a las entrevistas microhumanísticas de Henry Mayhew (1861) a los

pobres en la Londres del período victoriano temprano, hasta los sofisticados

programas actuales de entrenamiento en investigación basada en encuestas en

universidades como Michigan y Chicago, los estudiantes de la sociedad y la

mentalidad han hecho un uso reflexivo del método de la entrevista,

desarrollándolo desde un arte hasta un oficio, si no del todo aún una ciencia.

Como arte, requería virtuosos tales como Henry Mayhew y Studs Terkel (1967,

1970), que usan técnicas intuitivas difíciles de verbalizar. La entrevista

evolucionó hacia el status de oficio porque los profesionales con experiencia se

volvieron capaces de articular reglas de oro enseñables a los aprendices. Está

recién comenzando a adquirir el status de ciencia, con un cuerpo organizado de

teoría del cual nuevas relaciones verificables puedan derivarse y puedan

evolucionar, asimilando nuevos hallazgos. Robert E.Lane (1959, 1962) hizo

contribuciones tempranas de este tipo en sus investigaciones sobre actitues

asociadas con participación política, y luego sobre los orígenes de estas actitudes.

Los archivos de historia oral prometen expandir la recopilación y disponibilidad

de cuerpos útiles de materiales de entrevistas para académicos en el futuro.


ESTUDIOS MACROHUMANÍSTICOS DE ACTITUDES

Precursor de los estudios macrohumanísticos en colectivos fue el análisis de

Myrdal (1944) de un dilema norteamericano, constituido por las actitudes


17
igualitarias, en desacuerdo con la conducta racial discriminatoria. Los estudios

regionales, a menudo centrados en una comunidad arquetípica (“Jonesville”,

“Yankee City”, “Middletown”, etc.) describieron las mentalidades políticas del

Sur, de Nueva Inglaterra y del corazón de los EEUU; sólo el Lejano Oeste se

descuidó (tal vez porque en esos días anteriores al jet los investigadores

académicos odiaban viajar cuatro mil quinientos kilómetros desde el océano para

hacer sus observaciones). Paradójicamente, esta investigación

macrohumanística, preocupada originalmente con las pequeñeces del

comportamiento evidente y los datos físicos objetivos, se metamorfoseó en una

representación de valores modales de la mentalidad de grupo. Observadores

participantes como Goffman registran la conducta externa en bruto como dato,

pero sus interpretaciones habitualmente describen la mentalidad más de la

cuenta para los investigadores de encuestas, aún cuando el material verbal de sus

últimas entrevistas promete un acceso más directo a los mundos subjetivos de los

entrevistados.

ESTUDIOS MICROCIENTÍFICOS DE ACTITUDES Y VOTACIÓN

Prototípicos de la investigación microcientífica acerca de las actitudes politicas

fueron los estudios tempranos sobre votación de Lazarsfeld, Berelson y sus

colegas (Lazarsfeld et.al., 1944; Berelson, Lazarsfeld & McPhee, 1954), asociados

con la Universidad de Columbia y la Universidad de Chicago. El programa más

sostenido de tal investigación estuvo en la Universidad de Michigan, que

involucró a A.Campbell, Converse, Miller y sus colegas (Campbell et.al., 1954,

1960, 1966). Los 1960s y 1970s fueron grandes décadas de esta investigación
microcientífica en actitudes políticas y votación, como compendian Kinder y

Sears (1985), pero el inerés ha permanecido alto, debido a la importancia práctica

del tema.
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ESTUDIOS MACROCIENTÍFICOS DE ACTITUDES POLÍTICAS

Los estudios macrocientíficos usando conglomerados (naciones, épocas, etc.) son

más escasos que los estudios microcientíficos. Un estudio macrocientífico

transicional entre la era de la personalidad de los 1940s y los 1950s y la era de las

actitudes políticas de los 1960s y 1970s es la investigación de McClelland (1961)

acerca de cómo las prácticas de las sociedades en la crianza de los niños afectan

a los logros, poder y motivaciones de afiliación de sus ciudadanos, y son

afectadas por éstos, y cómo esto, a su tiempo, afecta el ascenso y la caída de la

dominancia política de la sociedad, su influencia cultural y su abundancia

económica. Los mediadores motivacionales de McClelland tienen elementos

tanto de la primera era, de la personalidad, como de esta segunda era, de los

mediadores actitudinales.

Dado que las naciones han sido calificadas más frecuentemente en relación con

sus acciones modales de lo que lo han sido en relación con sus actitudes modales,

muchos macroestudios se han focalizado en conductas evidentes, tales como

votación o actos de violencia, en vez de hacerlo en las actitudes que se presume

subyacen a aquellas (aunque acumulaciones crecientes de archivos de datos

sociales están facilitando gradualmente el trabajo en este último aspecto). Mucho

del trabajo macro se concentró en los 1960s en la conducta políticamente

disruptiva, tal como guerra, revolución y crimen (Davies, 1962; Feierabend &

Feierabend, 1966; Gurr, 1970; Singer & Small, 1972; Naroll, Bullough & Naroll,

1974). Otros estudios macrocientíficos se focalizaron en características


constructivas, por ejemplo, el de Lipset (1960) sobre estabilidad política, los de

Rokkan (1962) y de Almond y Verba (1963) sobre diferencias en actitudes y

participación poltíca entre naciones, el de Inkeles y Smith (1974) sobre actitudes


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de modernización, y los de Cantril (1965) y Szalai y Andrews (1980) sobre

diferencias diferencias entre naciones en sensación de calidad de vida y usos del

tiempo libre. La viabilidad de tales estudios se incrementará a medida que

crezcan los archivos de datos sociales y que el análisis causal multivariante con

series de tiempo mejore.

La Era de la cognición política y la decisión de los 1980s-1990s

CARACTERÍSTICAS DE LA ERA DE LA IDEOLOGÍA POLÍTICA DE LOS

1980s-1990s

El cruce de límites interdisciplinario preferido cambió entonces a una tercera

frontera, la cognición política, de nuevo con su temática, método y teoría

distintivos. Se define mejor por el foco de su temática, el contenido y las

operaciones de los sistemas cognitivos que afectan la toma de decisiones en el

terreno político. Orientaciones teóricas y metodológicas compartidas proveen

sólo vínculos débiles en esta tercera era, y están en gran medida confinadas al

uso de la computadora como metáfora y herramienta. La representación de la

persona como una máquina de procesamiento de información es el modelo

teórico dominante, con detalles sacados de los postulados de la ciencia cognitiva

en relación con cómo la información es almacenada en la memoria y de

postulados de la teoría de la decisión en relación con los heurísticos de

recuperación y ponderación selectiva de la información para llegar a un juicio

(Axelrod, 1976; Tversky & Kahneman, 1983). Hastle (1986) resume aspectos de la

teorización de la ciencia cognitiva particularmente pertinentes a la psicología

política. Sintomático de la inspiración en la computadora de esta tercera era es el

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