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EL VALOR DE LA MUJER, UN MARAVILLOSO RECORRIDO A TRAVÉS DE LAS

ESCRITURAS…

1. ¿POR QUÉ DIOS HA CREADO AL HOMBRE COMO VARÓN Y MUJER?


Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del
mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra.
Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les
dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves
del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.
Quisiera reflexionar con ustedes acerca de tres enseñanzas de este texto. Una de ellas es que Dios creó al ser humano.
La segunda, es que Dios nos creó a su imagen. La tercera, es que nos creó hombre y mujer.

Es posible creer estas tres verdades y no ser cristiano. Después de todo, se enseñan justamente aquí, en las Escrituras
Judías. Por consiguiente, un judío que cree en las Escrituras aceptaría estas verdades. Pero aunque se puede creer estas
verdades y no ser cristiano, todas apuntan al Cristianismo. Todas ruegan por la consumación que surge del trabajo de
Cristo. Eso es de lo que quiero hablar, especialmente en relación con la tercera verdad –que fuimos creados a imagen y
semejanza de Dios, como hombre y mujer.

1.1. SERES HUMANOS FUERON CREADOS POR DIOS

Tomemos la primera verdad: Que los seres humanos fueron creados por Dios. Creo que esto necesita clarificarse. ¿POR
QUÉ nos creó? Cuando uno hace algo, tiene una razón para hacerlo. Pero, el mundo de hoy, ¿da una respuesta adecuada
a esta pregunta? El Antiguo Testamento habla del hombre poniendo al mundo ante Su dominio. Habla de que ha sido
creado para mostrar la gloria de Dios (Isaías 43:7) Habla de toda la tierra siendo llenada con el conocimiento de la gloria
del Señor.

Pero, ¿qué vemos nosotros? Vemos un mundo en rebeldía contra el Creador. Vemos a las Escrituras Judías llegando a
un final con la historia de la creación totalmente incompleta, y la esperanza de gloria está aún por llegar. Así que, solamente
creer que Dios creó al ser humano de la forma que las Escrituras Judías nos enseñan que lo hizo, ruega porque se cuente
el resto de la historia, es decir, el Cristianismo. Sólo en Cristo puede lograrse el propósito de la creación.

1.2. DIOS NOS CREÓ A SU IMAGEN

O tomemos la segunda verdad, por ejemplo: Dios nos creó a su imagen. De seguro, esto debe tener algo que ver con el
motivo por el que estamos aquí. Su propósito para crearnos debe tener que ver en forma maravillosa, con el hecho de que
no somos ranas, lagartijas ni pájaros, ni tampoco monos. Somos seres humanos a imagen de Dios, sólo nosotros y ningún
otro animal.

Pero cómo hemos estropeado esta increíble dignidad. ¿Somos como Dios? En realidad, si y no. Sí, somos como Dios, aún
siendo pecadores e incrédulos, hay una semejanza. Lo sabemos porque en Génesis 9:6 Dios dijo a Noé: “El que derrame
sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios hizo El al hombre”. En otras
palabras, aún en un mundo donde abunda el pecado (hasta el punto de asesinato), los seres humanos todavía son a
imagen de Dios. No se los puede matar como a los ratones y mosquitos. Pierdes el derecho a la vida si asesinas a un ser
humano. (Ver Santiago 3:9).

Pero ¿somos la imagen que Dios quiso que seamos? ¿No está esa imagen tan estropeada que a veces es casi imposible
de reconocer? ¿Sientes que eres como Dios en la forma que deberías serlo? De modo que aquí nuevamente, la creencia
de que fuimos creados a imagen de Dios ruega por ser completada – en este caso por una redención, una transformación,
una forma de re-creación. Y eso es exactamente lo que conlleva el Cristianismo. “Porque por gracia habéis sido salvados

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por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviéramos en ellas... y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y
santidad de la verdad” (Ef. 2:8-10; 4:24). Dios nos creó a Su imagen, pero nosotros lo hemos echado a perder
completamente y Jesús es la respuesta. Él viene a través de la fe, perdona, limpia y comienza un proyecto de recuperación
llamado santificación, que terminará en la gloria que Dios tenía preparada para el ser humano al principio. Por consiguiente,
ya que sabemos que fuimos creados a imagen de Dios, nuestro pecado y corrupción ruegan por una respuesta. Y Jesús
es la respuesta.

1.3. DIOS NOS CREÓ HOMBRE Y MUJER

La tercera verdad en estos versos es que Dios nos creó hombre y mujer. Y esto también apunta al Cristianismo y ruega
por la consumación de Cristo. ¿Cómo? De dos maneras, por lo menos. Una proviene del misterio del matrimonio. La otra,
de la histórica fealdad de las relaciones masculino-femeninas en pecado.

El Misterio del Matrimonio


Tomemos el misterio del matrimonio. En Génesis 2:24, justo luego de la explicación de cómo fue creada la mujer, Moisés
(el escritor de Génesis) dice: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola
carne”. Ahora bien, cuando el apóstol Pablo cita este verso en Efesios 5:31 dice: “Grande es este misterio, pero hablo con
referencia a Cristo y a la iglesia”. Y utilizando esto como indicio, desarrolla el significado del matrimonio: Es un símbolo del
amor de Dios por la iglesia, representado en el amor del esposo hacia su mujer; y es un símbolo de la feliz sumisión de la
iglesia a Cristo representada en la relación de la esposa hacia su marido.

Él llama a Génesis 2:24 un “misterio” porque Dios no reveló claramente en Génesis todos Sus propósitos para el matrimonio
del hombre y la mujer. Habían referencias en el Antiguo Testamento de que el matrimonio era como la relación de Dios
con Su pueblo. Pero sólo con la venida de Cristo el misterio del matrimonio queda explicado en detalle. Intenta ser un
reflejo del pacto de Cristo con Su pueblo, Su compromiso con la iglesia.

Se puede observar entonces, cómo Dios al crear al ser humano hombre y mujer y luego al ordenar el matrimonio como la
relación en la cual el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su esposa en compromiso y pacto, se observa cómo
este acto de creación y este mandato del matrimonio ruegan por la revelación de Cristo y Su iglesia. Imploran por el
Cristianismo como la revelación del misterio.

Este es un pensamiento muy extraño para muchos, incluso para la mayoría de los cristianos, porque el matrimonio es una
institución secular tanto como cristiana. Se lo encuentra en todas las culturas, no sólo en sociedades Cristianas. Entonces,
no creemos que los matrimonios no Cristianos que conocemos sean símbolos misteriosos de la relación de Cristo con la
iglesia. Pero lo son, y nuestra misma existencia como hombres y mujeres en el matrimonio pide por que Cristo se haga
conocer en Su relación con la iglesia. El Cristianismo completa nuestra comprensión acerca del pacto de matrimonio.

Permíteme presentarte una situación y darle un giro que quizá no hayas pensado antes. Cristo vendrá nuevamente a la
tierra. Así como lo vieron irse, vendrá nuevamente, según dijeron los ángeles. Entonces imaginemos ese día. Se abren los
cielos y suenan las trompetas y el Hijo del Hombre aparece sobre las nubes con poder y gloria y con miles de ángeles
brillando como el sol. Él los envía a reunir a Sus elegidos por todo el mundo y resucita de entre los muertos a quienes
murieron en Cristo. Él les da cuerpos nuevos y gloriosos como el Suyo propio y transforma al resto de nosotros en un abrir
y cerrar de ojos, para que estemos listos para la gloria.

La preparación por siglos de la esposa de Cristo (¡la iglesia!) finalmente se ha completado y Él toma su brazo,
figurativamente, y la conduce a la mesa. La cena del Cordero del casamiento ha llegado. Él está a la cabecera de la mesa

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y un gran silencio cae sobre los millones de santos. Y Él dice: "Éste, mis amados, era el significado del matrimonio. Esto
es hacia lo que todo apuntaba. Este es el motivo por el cual los creé hombre y mujer y les ordené celebrar el pacto del
matrimonio. De aquí en adelante, no habrá más matrimonio, porque la realidad final ha llegado y la sombra puede
desaparecer". (Véase Marcos 12:25; Lucas 20:34-36)

Ahora, recuerda lo que estamos haciendo: Estamos tratando de ver que la tercera verdad, Dios nos creó a su imagen,
hombre y mujer, apunta al Cristianismo como su consumación. Y yo dije que lo hace de dos formas. La primera fue por el
misterio del matrimonio. La creación del ser humano como hombre y mujer da el marco necesario en la creación, para la
ordenanza del matrimonio. No podría haber existido el matrimonio sin el hombre y la mujer. Y el significado del matrimonio
no es conocido en su esencia o plenitud, hasta que uno lo ve como una parábola de la relación de Cristo con la iglesia.

Entonces, la creación del ser humano como hombre y mujer apunta al matrimonio, y el matrimonio apunta a Cristo y la
iglesia. Consecuentemente, la creencia de que Dios nos creó a Su imagen como hombre y mujer no está completa sin el
Cristianismo, sin Cristo y Su trabajo de salvación para la iglesia.

La Histórica Fealdad de las Relaciones Entre el Hombre y la Mujer


Ahora bien, dije que había otra forma en que la creación como hombre y mujer apunta al Cristianismo como consumación
necesaria; esta es, de su distorsión en la histórica fealdad de las relaciones entre el hombre y la mujer. Déjame que trate
de explicar.

Cuando el pecado entró al mundo, el efecto sobe nuestras relaciones como hombre y mujer fue devastador. Dios se
presenta a Adán, luego de que éste comiera del fruto prohibido, y le pregunta qué ha sucedido. Adán contesta en Génesis
3:12, “La mujer que tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”. En otras palabras, es culpa de ella (¡o tuya
por dármela!), ¡entonces, si alguien debe morir por comer el fruto es mejor que sea ella!

Allí tenemos el comienzo de toda violencia familiar, todo el abuso hacia la esposa, toda violación, toda difamación sexual,
todas las formas de denigración de la mujer que Dios creó a Su imagen.

Génesis 3:16 pronuncia la siguiente maldición sobre el hombre y la mujer caídos: Dios le dice a la mujer, “En gran manera
multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos; y con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio
sobre ti”. En otras palabras, el resultado del pecado y la maldición de nuestra era es el conflicto entre los sexos. Este
verso no es una descripción de cómo deberían ser las cosas. Es una descripción de la forma en que serán las cosas
mientras reine el pecado. Hombres dominantes y mujeres engañosas. Este no es el significado de hombre y mujer a
imagen de Dios. Es la fealdad del pecado.

Ahora bien, ¿cómo apunta esa fealdad al Cristianismo? Apunta al Cristianismo porque ansía la curación que el Cristianismo
trae a la relación entre hombres y mujeres. Si Dios nos creó a Su imagen COMO HOMBRE Y MUJER, ello implica igualdad
en la condición de persona, dignidad, respeto mutuo, armonía, complementariedad, un destino unificado. Pero ¿dónde
está todo esto en la historia del mundo? Está en la curación que trae Jesús.

1.4. DOS OBSERVACIONES ACERCA DE LA CURACIÓN QUE TRAE JESÚS

Hay tanto para decir aquí. Pero permítanme mencionar sólo dos cosas.

3.1. El Destino del Ser Creado Hombre y Mujer


Primero, Pedro dice en 1 Pedro 3:7, que los esposos cristianos son “coherederos de la gracia de la vida”. ¿Qué significa
esto? Significa que en Cristo los hombres y mujeres recuperan el sentido por el que fueron creados hombre y mujer a

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imagen de Dios. Significa que juntos, como hombre y mujer, deben dar la imagen de la gloria de Dios y juntos como
coherederos, deben heredar la gloria de Dios.

La creación como hombre y mujer a imagen de Dios (cuando lo vemos con el pecado) ruega para que sea consumada la
curación que surge del trabajo de transformación de Cristo, y la herencia que Él dejó para los pecadores. Cristo recupera
del pecado la realidad de que el hombre y mujer son coherederos de la gracia de la vida.

3.2. El Significado de la Soltería Como Hombre y Mujer


El otro aspecto para mencionar sobre la forma en que Cristo da vuelta las cosas y supera la fealdad de nuestro conflicto,
y además cumple el destino de ser creados hombre y mujer a imagen de Dios, se encuentra en 1 Corintios 7. Allí, Pablo
dice algo increíblemente radical para esos días: “A los solteros y a las viudas digo que es bueno para ellos si se quedan
como yo... el soltero se preocupa por las cosas del Señor, cómo puede agradar al Señor…la mujer que no está casada y
la doncella se preocupan por las cosas del Señor, para ser santas tanto en cuerpo como en espíritu… Esto digo…no para
poneros restricción, sino para…asegurar vuestra constante devoción al Señor” (1 Corintios 7: 8, 32-35).

¿Puedes ver lo que esto implica? Implica que la curación que Jesús brinda al hombre y la mujer, creados a imagen de
Dios no depende del matrimonio. En realidad, la experiencia de Pablo como hombre soltero (y el modelo de Jesús como
soltero) le enseñó que hay cierta devoción resuelta al Señor, que es posible para el hombre o mujer solteros, que no es
usualmente la porción de los santos casados.

En otras palabras: El matrimonio es una institución temporaria en esta era, hasta la resurrección de los muertos. La esencia
de su significado y propósito es representar la relación de Cristo con la iglesia. Pero cuando venga la realidad, la
representación que conocemos será dejada de lado. Y no existirá el matrimonio en la era que viene. Y aquellos que han
sido solteros y consagrados al Señor, se sentarán en la cena matrimonial del Cordero, como herederos plenos del don de
la vida. Y según su devoción al Señor y sus sacrificios serán recompensados con afecto, relaciones y alegrías más allá de
toda imaginación.

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2. EL HOMBRE NO PUEDE EXISTIR SOLO. (GN. 2,18)

El Señor Dios se dijo:

- No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le acompañe.
Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y
se los presentó al hombre para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el
hombre le pusiera. Así, el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del
cielo y a las bestias del campo; pero no se encontró ninguno como él, que le sirviese de ayuda.
Entonces, el Señor Dios dejó caer sobre el hombre un letargo y el hombre se durmió. Le sacó una
costilla y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre,
haciendo a la mujer, y se la presentó al hombre. Y el hombre dijo:
- ¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!
Su nombre será "mujer" porque ha salido del hombre. Por eso abandonará el hombre a su padre y
a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.

Se recoge la narración de la creación del varón y la mujer del capítulo segundo, el de la tradición Yahvista.

No estará de más recordar que estos primeros capítulos del Génesis pertenecen al género literario de "relatos teológicos",
es decir, ideas expresadas por medios de narraciones inventadas, que no informan de cómo sucedieron las cosas sino de
qué sentido y valor tienen las cosas. El mensaje de estos primeros capítulos del Génesis acerca de la pareja humana es
extraordinariamente "moderno" para la mentalidad de la época (y de muchos siglos más tarde). El capítulo primero ya ha
subrayado la igualdad de hombre y mujer. El capítulo segundo subraya que la mujer es "carne de mi carne y hueso de mis
huesos", precisamente en contraposición con los animales. Esto se está escribiendo en una época en la que en muchas
culturas la mujer se equipara a los animales, es decir, perteneciente al varón y sin derechos como persona.

Además, el texto, al hablar de "dejar al padre y madre y ser los dos una sola carne", está defendiendo la importancia y
diferencia de la pareja dentro o en contra del clan, en el cual todos los derechos y poderes son de los varones, que
aseguran la descendencia por medio de varias mujeres. Esto nos muestra también que estos textos del Génesis son
posteriores a las narraciones de los patriarcas, en que aparece claramente el clan, el dominio masculino y la multiplicidad
de esposas.

2.1. El hombre y la mujer como seres en sociedad y el matrimonio.

Israel ha ido progresando en su valoración y respeto de la mujer y del matrimonio, y a esa valoración se une Jesús de
manera contundente, contra la interpretación retrógrada de los fariseos.

Creo que, cuando dijo eso, el Señor estaba pensando en lo que significaría hacer a otra criatura para completar a la
primera. A pesar de que ambos hubieran sido creados con perfección, aun así, sin la unión serían incompletos.

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El casamiento caracteriza a la alianza del Creador con la criatura. El hombre representando al SEÑOR y la mujer a Su
Iglesia.

Al asumir una alianza con Dios, el ser humano y Dios se convierten en un solo Espíritu. De la misma forma, cuando hay
unión del hombre con la mujer, los dos se convierten en una sola carne.

Por lo tanto, la criatura humana fue hecha para asumir dos casamientos: el primero, del espíritu humano con el Espíritu de
Dios, resultando en UN Espíritu con Él.

El segundo, entre el alma de él y el alma de ella, resultando en una sola carne.

De acuerdo con el Eterno, el casamiento es la unión más sagrada en la faz de la Tierra porque da inicio a la Familia, que,
a su vez, representa al Casamiento con Dios, iniciando así la Santísima Familia de Dios.

Es decir: el casamiento del ser humano tiene que ser un espejo del casamiento con el Dios Altísimo.

El SEÑOR considera a los Suyos como Marido. O sea, Redentor, Proveedor y Protector. El recibimiento del Espíritu Santo
significa el Sello del Casamiento con Dios. Pero ese casamiento depende de la entrega total de la criatura humana.
El Sello de Dios solo es posible después de la entrega de la otra parte con todas sus fuerzas, con todo su entendimiento
y con toda su alma.

No hay otra forma: quien quiera casarse con el Todopoderoso tiene que divorciarse del mundo. De lo contrario, no ocurre
nada.

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3. ¿EXISTE UNA PRIMACÍA DE UN SEXO SOBRE EL OTRO?

No. Dios ha concedido a hombres y mujeres la misma dignidad como personas.

Los hombres y las mujeres son personas creadas a imagen de Dios e hijos de Dios redimidos por Jesucristo. Es tan poco
cristiano como poco humano el discriminar o postergar a alguien por ser varón o mujer. La igualdad en dignidad y en
derechos no significa sin embargo uniformidad. Un falso igualitarismo, que ignore la peculiaridad propia del varón y de la
mujer, es contrario a la idea creadora de Dios.

Dios creó al hombre varón y mujer por amor y para amar. Todos estamos llamados al amor, en sus diferentes formas.
Continuando con la reflexión en torno al catecismo profundizamos en torno al 6º mandamiento que invita a “no cometer
actos impuros”, pero sobretodo, a amar en plenitud.

El hombre y la mujer han estado desde siempre vinculados por razones fuertes y altamente determinantes: la perpetuación
y la supervivencia de la especie; el hombre y la mujer se han vinculado para reproducirse. Esta unión, de una gran fuerza,
como principio y fundamento de la perpetuación de la especie, ha sido enorme y ha condicionado el resto de las relaciones
exigidas para su supervivencia.

Destacan entre otras relaciones, de manera muy especial, la división del trabajo, las relaciones de tipo político, educativo,
familiar y, en fin, todas las que en su conjunto conforman la estructura social, que se apoya en ciertos principios para
sostenerse y garantizar la supervivencia de sus integrantes. Estos principios son conocidos como el mandato social o
“desideratum”, que se entiende como la noción colectiva de lo que cada sociedad considera bueno o malo, deseado o
repudiado, aceptable o reprochable.

Diversas condiciones histórico-sociales han contribuido a la construcción del ser hombre-mujer, que se remonta a la época
de las cavernas, del hombre troglodita, cazador, y la mujer cuidadora de la caverna y de la vida familiar. En la cultura
judeocristiana, la noción del sujeto estaba atravesada por la del hombre religioso; por el contrario, a la mujer se le asignaba
la noción de objeto, en el orden de la naturaleza, que debía ser dominado. No fue sino hasta el Concilio de Trento cuando
se le “adjudicó” alma a las mujeres, que antes eran consideradas humanas sólo en su tarea de reproducción: una condición
sólo alterada por aquellas glorificadas como vírgenes o estigmatizadas como perversas, por “salirse” del papel tradicional
de objeto que se les asignaba.

Hemos pasado a lo largo de la historia por diferentes etapas evolutivas de la sociedad humana, pero interesa resaltar que
esos papeles establecidos para la mujer-objeto se adquieren a partir del mandato social y se perpetúan de manera casi
inconsciente, por medio de la familia, la escuela, la religión, los medios de comunicación y otros más.

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En muchas culturas, la mujer aún continúa segregada en espacios de la educación, y su presencia en las actividades
científicas e incluso artísticas y profesionales se mantiene al margen. Esto representa una pérdida de las potencialidades
del saber y del conocimiento de estas mujeres, las cuales no logran crecer y desarrollarse de manera igualitaria en la vida
social.

Hoy en día la mujer ha roto con muchos tabúes y mandatos sociales del pasado, y de una manera progresiva ha pasado
a ocupar un lugar importante y de gran relieve en la sociedad. En nuestro tiempo, algunas personas consideran los estudios
de género como algo encauzado a destruir familias o promover la competencia y la lucha encarnizada entre hombres y
mujeres. Muy por el contrario, los estudios de género promueven acciones encaminadas a la revaloración de las relaciones
entre hombres y mujeres, en busca del desarrollo responsable igualitario y equitativo entre ambos, basando sus principios
en una cultura que promueve valores universales como el respeto a las diferencias.

Asimismo, es necesario resaltar los valores de la mujer y participar de lleno en todos sus procesos de inclusión e integración
social y económica como un ser humano plenamente incorporado al diario quehacer de la vida; no tan sólo del hogar, sino
en el desarrollo de ella misma y por sí misma en todos aquellos escenarios de la cotidianidad, en los cuales lado a lado
con su fortaleza y presencia, de manera conjunta, ella y el hombre sean productivos y participativos.

Reflexión: cuando tomas de la mano a una mujer o a un hombre, sea tu esposo o esposa, novio o novia, hermano o
hermana, amigo o amiga, ¿por qué no quedarse en silencio?, ¿por qué no cerrar los ojos y sentir la presencia del otro?
Somos iguales, debemos aceptarnos y vivir con respeto mutuo a las diferencias.

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4. EL VALOR DE LA MUJER.

con el paso del tiempo y la lucha incesante de la mujer va alcanzado lentamente importantes espacios de poder que
contribuyen al desarrollo de las políticas de la equidad generacional, saliendo del cascaron hacia los espacios públicos
gracias a su esfuerzo y capacidad que antes no le fue reconocida.

La mujer es un ser sublime, tan fuerte y a la vez tan vulnerable y sensible siendo amiga, hija-, esposa, madre, trabajadora
y emprendedora por excelencia desempeña diferentes roles en la sociedad teniendo siempre presente su condición de
mujer, ha logrado sellar las pautas ante tanta injusticia y desigualdad social gracias al nuevo sistema político y las leyes
que por el machismo muchos años ha sido relegada.

Más que recordar u homenajear a la mujer este debe ser un espacio para valorar y tomar conciencia sobre el rol importante
que desempeña la mujer en las distintas facetas de la vida esforzándose día a día para erradicar la discriminación y
alcanzar condiciones de igualdad social, política, económica, civil, y cultural en los ámbitos nacionales e internacionales.
Porque la mujer actual se hace respetar gracias a su esfuerzo y superación que le ha llevado a alcanzar sitiales
inimaginables en la sociedad por su valentía, liderazgo y potencialidad defendiendo ante todo los derechos que Íes
corresponden, no callando las injusticias y el sometimiento es hora de acabar con todo tipo de violencia sexual, física y
psicológica hacia la mujer, a través del compromiso de la comunidad para respetar los derechos de la mujer en los
diferentes sectores de la sociedad.

4.1. DIOS RESPETA Y VALORA A LA MUJER

MIENTRAS Jesús estuvo en la Tierra, reflejó a la perfección la personalidad y la forma de actuar de su Padre celestial.
“No hago nada por mi propia iniciativa; sino que hablo estas cosas así como el Padre me ha enseñado”, explicó. Y añadió:
“Yo siempre hago las cosas que le agradan” (Juan 8:28, 29; Colosenses 1:15). Así pues, si queremos hacernos una idea
de lo que Dios piensa de las mujeres y de cómo desea que las traten, nada mejor que analizar el ejemplo de Jesús.

Diversos estudiosos de los Evangelios han concluido que la actitud de Jesús hacia la mujer es, como mínimo, innovadora.
¿En qué sentido? Y más importante aún, ¿es posible que sus enseñanzas tengan algún efecto liberador en las mujeres
de la actualidad?

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4.2. CÓMO TRATÓ JESÚS A LAS MUJERES

Jesús no las consideraba objetos sexuales. Para muchos líderes religiosos judíos, las mujeres eran una peligrosa
fuente de tentaciones y cualquier contacto con ellas podía llevar a la lujuria. De ahí que les prohibieran hablar con hombres
en público o salir sin cubrirse la cabeza. Sin embargo, Jesús nunca insinuó que había que excluirlas de la vida social. Más
bien, enseñó que los hombres tenían que controlar sus deseos carnales y tratarlas con respeto (Mateo 5:28).

En otra ocasión dijo: “Cualquiera que se divorcie de su esposa y se case con otra comete adulterio contra ella” (Marcos
10:11, 12). Obviamente, Jesús no concordaba con la idea rabínica tan común entonces de que los hombres podían
divorciarse “por toda suerte de motivo” (Mateo 19:3, 9). La mayoría de los judíos tenían un concepto equivocado del
adulterio. No creían que un hombre fuera adúltero por acostarse con una mujer que no fuera su esposa. Según los rabinos,
solo las mujeres eran infieles, nunca los hombres. Como explica cierto comentario bíblico, “Jesús, al poner al esposo bajo
las mismas obligaciones morales que su esposa, elevó el nivel y la dignidad de la mujer”.

Beneficio para las mujeres actuales: En las congregaciones de los testigos de Jehová, las mujeres se relacionan con
los varones seguras de que no las mirarán de forma inapropiada ni las tratarán con excesiva familiaridad. Los hombres
cristianos se esmeran por tratar “a las mujeres de más edad como a madres, a las de menos edad como a hermanas, con
toda castidad” (1 Timoteo 5:2).

Jesús dedicó tiempo a instruirlas. Los rabinos de aquel entonces abogaban por mantener a las mujeres en la ignorancia.
En contraste, Jesús dedicó tiempo a enseñarles la verdad y las animó a expresar lo que pensaban. Además, no creía que
hubiera que relegarlas a trabajar en la cocina. Lo demostró cuando en cierta ocasión no le negó a María la oportunidad de
aprender (Lucas 10:38-42). Y las respuestas bien pensadas que Marta —la hermana de María⁠ — dio a Jesús tras la
muerte de Lázaro revelan que ella también sacó provecho de las enseñanzas cristianas (Juan 11:21-27).

Jesús se preocupaba de educar a las mujeres. La mayoría de las judías de su tiempo daban mucho valor a tener un
hijo que se convirtiera en alguien importante, sobre todo un profeta. Por eso, cuando una mujer le dijo “feliz es la matriz
que te llevó”, él aprovechó para enseñarle que es más valioso ser obedientes a Dios (Lucas 11:27, 28). Así demostró que
las mujeres tenían tareas más importantes que las que les imponía la tradición (Juan 8:32).

Beneficio para las mujeres actuales: En la congregación cristiana, los comentarios de las mujeres durante las reuniones
son muy bien recibidos. Los maestros respetan a las mujeres con madurez cristiana que, en público y en privado, son
ejemplares, “maestras de lo que es bueno” (Tito 2:3). También cuentan con ellas para anunciar las buenas noticias sobre
el Reino de Dios (Salmo 68:11; véase el recuadro “¿Prohibió el apóstol Pablo que hablaran las mujeres?”, en la página 9).

Jesús valoraba a las mujeres. En tiempos bíblicos se valoraba más a los hijos varones. El propio Talmud decía: “Dichoso
del que tiene hijos varones, y desdichado del que tiene mujeres”. Una hija era una pesada carga para algunos padres:
tenían que encontrarle cónyuge y pagar la dote, y no podían contar con que los cuidara en su vejez.

En cambio, Jesús valoraba tanto la vida de una niña como la de un niño. Tal como resucitó al hijo de la viuda de Naín,
resucitó a la hija de Jairo (Marcos 5:35, 41, 42; Lucas 7:11-15). En otra ocasión curó a una mujer que sufría debido a “un
espíritu de debilidad desde hacía dieciocho años”. Hasta la llamó “hija de Abrahán”, una expresión casi desconocida en
los escritos judaicos (Lucas 13:10-16). Con este apelativo digno y cariñoso demostró que, además de reconocer a las
mujeres como miembros plenos de la sociedad, respetaba su profunda fe (Lucas 19:9; Gálatas 3:7).

Beneficio para las mujeres actuales: Según cierto dicho asiático, criar una hija es como regar el jardín del vecino. Sin
embargo, el padre cristiano amoroso no se deja llevar por esa forma de pensar. Al contrario, cuida bien de todos sus hijos,
sean niños o niñas, y se asegura de que reciban la educación y la atención médica debida.

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Jesús confiaba en las mujeres. En los tribunales judíos, el testimonio de una mujer valía tan poco como el de un esclavo.
De hecho, el historiador del siglo I Josefo decía: “No valdrá el testimonio de mujeres por la frivolidad y temeridad propias
de su sexo”.

¡Qué diferente fue Jesús! Él eligió a mujeres para que anunciaran su resurrección (Mateo 28:1, 8-10). Es interesante que,
aunque estas fieles mujeres habían presenciado la ejecución y el entierro de su Señor, hasta a los apóstoles les costaba
creer lo que ellas decían (Mateo 27:55, 56, 61; Lucas 24:10, 11). Sin embargo, al escoger como primeros testigos de su
resurrección a unas mujeres, Jesús probó que las consideraba tan dignas de ser sus testigos como a cualquier otro
discípulo (Hechos 1:8, 14).

Beneficio para las mujeres actuales: Los varones que tienen responsabilidades en la congregación cristiana muestran su
consideración a las mujeres tomando en cuenta lo que tengan que decir. Los esposos, por su parte, honran a sus esposas
escuchándolas con atención (1 Pedro 3:7; Génesis 21:12).

4.3. LOS PRINCIPIOS BÍBLICOS HACEN MÁS FELIZ A LA MUJER

Quienes imitan a Cristo dan a la mujer la libertad y el respeto que Dios se había propuesto para ella cuando la creó
(Génesis 1:27, 28). Los esposos cristianos no promueven actitudes machistas. Más bien, se guían por principios bíblicos
que hacen más felices a sus esposas (Efesios 5:28, 29).

Testimonio: Cuando Yelena empezó a estudiar la Biblia, sufría en silencio el trato duro e insensible de su esposo. Él se
había criado en un entorno violento, donde eran comunes el rapto de la novia y el maltrato físico de la mujer. “La Biblia me
dio fuerzas —explica ella⁠—. Aprendí que había un Dios que me amaba de verdad, me valoraba y se preocupaba por mí.
Me di cuenta de que mi esposo podía cambiar si él también estudiaba la Biblia.” Este sueño suyo por fin se hizo realidad
cuando, con el tiempo, su esposo se bautizó y se convirtió en testigo de Jehová. “Pasó a ser un ejemplo de autodominio
—dice Yelena⁠—. Y ambos aprendimos a perdonar.” Ella reconoce lo siguiente: “Los principios bíblicos han contribuido a
que me sienta más querida y protegida en mi matrimonio” (Colosenses 3:13, 18, 19).

El caso de Yelena no es una excepción. Hay millones de cristianas como ella que son felices porque, junto con sus esposos,
se esfuerzan por aplicar los principios bíblicos en su relación de pareja. Además, reciben consuelo y se sienten respetadas
y libres entre sus hermanos en la fe (Juan 13:34, 35).

Todos los cristianos —tanto hombres como mujeres⁠— reconocen que son imperfectos y pecadores y que son parte de
la creación “sometida al fracaso”. Sin embargo, están convencidos de que, acercándose a su amoroso Dios y Padre,
Jehová, serán liberados “de la esclavitud de la corrupción” y disfrutarán de “la gloriosa libertad de los hijos de Dios”. ¡Qué
maravillosa perspectiva para los hombres y mujeres que están bajo el cariñoso cuidado de Dios! (Romanos 8:20, 21, La
Biblia de Nuestro Pueblo.)

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Tatiana Díaz
3er Año
U.E.P. Andrés Bello

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