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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD PEDAGÖGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR


INSTITUTO DE MEJORAMIENTO PROFESIONAL DEL MAGISTERIO
COORDINACIÓN DE INVESTIGACIÓN Y POSGRADO
MAESTRIA EN GERENCIA EDUCACIONAL 2018 II
TUCUPITA ESTADO DELTA AMACURO

Ética de la Pedagogía en la Educación


Universitaria.

Facilitadora: Msc. Yrela Rivero Participante:

Ledys Marín

CI: 15.908.514

Mayo, 2019
La ética es el núcleo de la libertad humana al permitir modos de
actuación frente a otros, de cara a la supervivencia o vida de un determinado
sistema, de allí, la necesidad de tomarla en cuenta se analiza situaciones
referidas al cumplimiento de los deberes del hombre. Así, la ética está marcada
por actitudes y normas que permiten atacar la objetividad de las acciones.

La ética profesional son los principios, valores, convicciones, actitudes,


reglas y deberes que constituyen la eticidad necesaria para la buena
profesionalidad. La ética de la profesión docente conlleva en sí misma esta
visión integral. La buena docencia mantiene un equilibrio en todas las acciones
que le dan sentido, incluso intersecciones en sus intencionalidades formativas,
ya que la instrucción académica como acto hacia el conocimiento requiere
estar asociado al beneficio humano, lo cual implica eticidad en el conocer; así
mismo, todas las acciones docentes orientadas hacia la formación de valores
sociales como la justicia, la solidaridad y la tolerancia requieren de la
racionalidad académica para su comprensión, tendiente a lograr identidad con
una cultura propia de una sociedad democrática. Esta visión integral y
éticamente articulada constituye una respuesta racional y humanista a la
cultura conservadora del profesorado

La docencia universitaria requiere ser asumida bajo esta visión ética, es


decir, sujetos intelectuales que trabajan con el conocimiento y la formación de
la juventud buscando hacer el bien a la sociedad, teniendo en cuenta los
desafíos que el mundo competitivo, injusto y controvertido está presentando a
la educación superior

La docencia universitaria como profesión tiene el encargo social de


educar bien, entendiendo esto no solo como competencias para el mundo
laboral como suele presentarse desde una visión instrumental, sino poniendo
en juego cualidades profesionales que trasciendan la racionalidad técnica,
como su importancia cuyas características dan cuenta de una profesionalidad
orientada formalmente a ponderar la dimensión académica de su actividad, en
desmedro de su compromiso con la formación crítica y democrática del
ciudadano desde su campo disciplinar.
Las funciones de la formación universitaria es de carácter ético y que no
puede entenderse una formación universitaria de calidad que no incorpore de
forma sistemática y rigurosa situaciones de aprendizaje ético y de formación
ciudadana. Se identifican tres dimensiones formativas en la función ética de la
universidad en la sociedad actual:

 La formación deontológica relativa al ejercicio de las diferentes


profesiones.
 La formación ciudadana y cívica de sus estudiantes,
 La formación humana, personal y social, que contribuya a la
optimización ética y moral de las futuras y futuros titulados en tanto que
personas.

Las finalidades de la universidad no se reducen a la habilitación de los


jóvenes para el mundo del trabajo; siendo esto importante, es pertinente
advertir que con ello se reduce su acción educativa a la esfera técnica-
cognitiva, cuya racionalidad instrumental obedece, al imperativo donde priman
la eficiencia y la eficacia, con las consecuencias culturales que esto trae
consigo en la formación universitaria. Se trata de poner en juego los saberes
profesionales propios de cada campo formativo con las realidades sociales,
económicas y culturales que le dan contexto y sentido humano a cada
profesión.

Los saberes profesionales son recursos culturales para el buen


desempeño en un empleo; sin embargo, no deben tener únicamente este fin,
pues la misma cultura profesional puede servir, desde la perspectiva
ciudadana, para entender y actuar junto con pares de la profesión ante
problemáticas que estén afectando a la vida civil, y cuyas acciones no están
mediadas por contratos laborales sino por la convicción de compensar a la
sociedad el bien recibido a través de la formación. Esta es una vía de
legitimación social imprescindible para reconocer como profesionales a todas
aquellas personas que tienen como fuente legal de ingresos una actividad

Valores éticos en la educación universitaria


La labor educativa se presenta en diversas formas metodológicas
para afrontar los problemas y cumplir así con el espíritu de la ley que pretende
el logro de hombres capaces de superación. Los valores éticos que deben
fomentarse en la educación universitaria son: amistad, creatividad, libertad,
alegría, autoestima, igualdad, humildad, respeto, dignidad, responsabilidad,
puntualidad, lealtad, sensibilidad entre otros. Estos valores éticos marcan un
camino y un proyecto de vida para acentuar el crecimiento del sistema
educativo y del país. Ante esta realidad, cuando el docente como persona y
educador, se percata de la gran misión que tiene entre sus manos, la
educación adquiere una nueva connotación y el docente se considera con una
misión a cumplir, se acaban los discursos y se comparten las propias vivencias.

Izquierdo (2003) plantea que, los valores descubren la


idea del hombre y el conocimiento que este debe tener
de sí mismo. Esta manera de ver la educación, está
enmarcada en una normativa, cuyo conocimiento se
supone, en quien está inmerso en una verdadera
formación docente, ya que las leyes, normas contienen
en sí misma la filosofía que sustenta al sistema
educativo y determinan los valores éticos que configuran
el perfil deseado (P.16).

Valores éticos en el currículo universitario requiere de una serie de


condiciones:

Entre los valores éticos en el currículo universitario se toman en


consideración los siguientes aspectos:

 Formación psicopedagógica de los docentes universitarios. Para nadie


es un secreto que el docente universitario es un especialista en su
profesión pero carece de formación pedagógica. Por tanto es
imprescindible que el docente universitario reciba la preparación
psicopedagógica necesaria para diseñar, ejecutar y dirigir un proceso de
enseñanza-aprendizaje que propicie la educación de valores éticos.
 Concepción del proceso de enseñanza-aprendizaje como un proceso
dialógico, participativo en el que docentes y estudiantes asumen la
condición de sujetos de enseñanza y aprendizaje. En la medida que el
estudiante deja de ser un objeto de aprendizaje que repite
mecánicamente la información que recibe y se convierte en un sujeto
que procesa información y construye conocimientos a partir de sus
intereses, conocimientos previos, sobre la base de un proceso profundo
de reflexión en el que toma partido y elabora puntos de vista y criterios
propios.

 Utilización de métodos participativos en el proceso de enseñanza-


aprendizaje como vía importante para el desarrollo del carácter activo
del estudiante como sujeto del aprendizaje y de la educación de valores
éticos.

 Una comunicación profesor-estudiante centrada en el respeto mutuo, la


confianza, la autenticidad en las relaciones que propicie la influencia del
docente como modelo educativo en la formación de valores éticos en
sus estudiantes.

 Estrategias para la formación de valores éticos en el proceso docente.


Para poder decidir la estrategia a seguir con relación
al trabajo educativo el profesor o profesora deberá tener claridad en los
siguientes elementos:

 Conocimiento del desempeño profesional de la profesión para la que se


debe educar en sus estudiantes.

 Conocimiento general de Plan de Estudios de la carrera.

 Correspondencia de la unidad curricular con respecto al Plan de Estudios.

 Definición de los objetivos y contenidos.

 Formas de docencia y evaluación.

 Conocimiento de las características personales de sus estudiantes.


 Relación de la unidad curricular con los problemas del mundo real,
pertinencia de los contenidos en el contexto social.

 Búsqueda de lo multidisciplinario a través de la relación de los contenidos


que se imparten en otras unidades curriculares.

La educación y formación de valores éticos comienzan sobre la base del


ejemplo, pero éstos no se pueden reducir a los buenos ejemplos y el modelo
del profesor, por lo que la formación de valores es un proceso gradual, donde
es necesario buscar e indagar cuáles valores y por qué vías se deben formar,
desarrollar, afianzar y potenciar en diferentes momentos de la vida, según las
necesidades que se van presentando

La función ética de la formación universitaria

En el contexto sociocultural, la universidad es un óptimo espacio de


aprendizaje, no sólo de carácter profesional y cultural en su sentido más
amplio, sino también de carácter humano, y por ende, ético y moral, es un error
desaprovechar esta función, ya que es un deber promover la potencia
pedagógica de la universidad en relación con el aprendizaje y la formación
relativas a las dimensiones éticas y morales de los estudiantes, como lo es de
toda institución de educación superior con voluntad de servicio público. El
sentido y la misión pública de la universidad no están determinados por el
carácter público o privado de su titulación, más bien lo está en función de un
conjunto de características que permiten concebirla como un espacio de
aprendizaje ético que procura que sus titulados ejerzan las futuras profesiones
con la voluntad de contribuir a la formación de una sociedad inclusiva, digna y
democrática. Tal voluntad no está presente por igual en todas las
universidades, pese a que en sus planes estratégicos así lo expresen.

Las dimensiones de la función ética de la universidad que se pueden


identificar en la sociedad actual son tres:

 La formación deontológica relativa al ejercicio de las diferentes


profesiones; la misma esta aceptada como un signo o indicador de
calidad
 La formación ciudadana y cívica de sus estudiantes, que esta
progresivamente admitida como una necesidad y un reto en los que la
universidad debe colaborar
 La formación humana, personal y social que contribuya a la excelencia
ética y moral de los futuros titulados en tanto que personas, es decir,
integrada en la misión y función de las universidades.

Una universidad de calidad y de servicio público es aquella que hace


más digna la sociedad, convirtiendo a sus estudiantes tanto en excelentes
profesionales, como en ciudadanos y ciudadanas cada vez más cultos y
críticos. Para ello es fundamental que la universidad, el profesorado y sus
responsables políticos tengan presente, de manera permanente, que estos
resultados se logran cuando se vive en contextos donde la búsqueda de la
verdad se practica con rigor; a través de la argumentación, el diálogo y la
deliberación abierta; evitando dogmatismos y fundamentalismos, en interacción
social y en colaboración con otros.

Así mismo, se requiere del profesorado con competencias para


reconocer al otro, en este caso al estudiante, en igualdad de derechos y
condiciones entre las personas, como para diseñar situaciones que les
permitan discernir la intersubjetividad y la cotidianidad de la vida como
elementos claves en su formación como personas para poder luego actuar en
consecuencia.

Esteban (2005), señala: Hoy se espera que la Universidad forme


profesionales competentes y comprometidos con
la mejora de la sociedad, y por ello una formación de
calidad no puede centrarse exclusivamente en la
adquisición de conocimientos y habilidades, sino que
debe lograr una formación en valores que regulen su
actividad profesional futura. (párr.9)
La cultura docente y la calidad en la formación universitaria

Relación con la cultura docente deben posibilitar el planteo de la


formación universitaria no sólo en clave profesional sino también ciudadana, es
decir, que: La relación con el concepto actual de formación universitaria, la del
objetivo de cohesión social, y no sólo de competitividad; y la derivada de las
investigaciones sobre desarrollo moral y aprendizaje ético. Todas están
relacionadas entre sí y con la construcción de ciudadanía en el espacio
universitario.

La cultura del profesorado en la universidad requiere de saberes y


competencias académicas propias de expertos en cada campo disciplinar, sin
embargo, la buena profesionalidad no se reduce a este hecho, ya que la ética
de la docencia universitaria se orienta hacia la búsqueda del sentido humano y
justo del dato académico que se socializa en las aulas. Esta conexión de la
ciencia con su beneficio social es una expresión de la profesionalidad moral de
los docentes

La sensibilidad universitaria en la formación ciudadana

Dado que el mundo de los valores se aprende en la cotidianeidad del


aprender y el convivir, la universidad no puede ser un espacio externo a ello.
De hecho, no todas las formas de enseñar y aprender son adecuadas para la
formación de una apreciación valorativa y la construcción de matrices de
valores personales, orientadas a la consolidación de estilos de vida personales,
activos, comunitarios y democráticos.

En consecuencia se diferencia cuatro ámbitos de educación en valores y


desarrollo moral: el de las relaciones interpersonales, el de las tareas
curriculares, el de la cultura institucional y el comunitario2. En lo que respecta a
la universidad podemos diferenciar cinco esferas, en las cuales es posible
integrar acciones y establecer pautas u orientaciones que favorezcan la
formación en valores y el aprendizaje ético.

Tales esferas son las siguientes: la de los contenidos curriculares, la de


la relación entre estudiantes y profesores, la de las formas de organización
social de las tareas de aprendizaje, la de la cultura participativa e institucional y
la de la implicación comunitaria del aprendizaje académico. Se trata de cinco
ámbitos que en la práctica se interrelacionan e influyen mutuamente y que tan
sólo a efectos expositivos pueden diferenciarse. En todos ellos se puede
identificar procesos de aprendizaje ético por ejercicio o práctica, por
observación, por reflexión y construcción personal.

La selección de contenidos curriculares, mediante los que se pretende


conseguir las diferentes competencias en cada una de las titulaciones
universitarias no es algo exento de valor ético. Así, por ejemplo, enseñar y
aprender contenidos curriculares de aprendizaje profundos y relevantes para
las diferentes titulaciones que comparten contenidos de interés social y ético
equivale a promover la integración del impacto social y ético de los mismos. No
se trata tan sólo de organizar sistemáticamente un conjunto de contenidos de
carácter ético relacionados con el ámbito de conocimiento relativo a cada
titulación. Tampoco de establecer un tiempo y un espacio curricular a los
contenidos de carácter deontológico propios de las diferentes profesiones que
ejercerán los futuros graduados. Se trata, más bien, de un cambio en la mirada
y en la práctica del profesorado cuando planifica su docencia, distribuye el
tiempo para el aprendizaje de sus estudiantes, escoge actividades o sugiere
lecturas de ampliación o complementarias, tanto para trabajos en grupos de
discusión como para seminarios.

Debe integrar la promoción del aprendizaje de dos tipos de


competencias:

 unas de carácter específico, que tenga competencias para el


servicio de la ciudadanía y que puedan desarrollarse a través de
una materia concreta o en contextos específicos de aprendizaje y
pretenden articular coherentemente un conjunto de
conocimientos, aptitudes, valores y actitudes, y movilizarlos para
aplicarlos en el ejercicio cotidiano de la ciudadanía.
Que identifique aquellos contenidos de aprendizaje de carácter
informativo y conceptual que permitan una comprensión de
nuestro mundo en clave política y ética, que relacionen los
desarrollos científicos y tecnológicos con el impacto social y ético
que compartan, y que faciliten la comprensión de nuestra
sociedad en clave económica. Todo ello tiene el propósito de
integrar estos contenidos en las materias más afines a cada
titulación o bien en una específica.
De igual manera que los contextos de aprendizaje en los que se
traten tales contenidos sean aprovechados por los estudiantes
para la práctica de procedimientos y actitudes, para la
construcción de sistemas de valores que supongan un desarrollo
de la comprensión crítica para entender la controversia que su
análisis pueda comportar y para la adquisición de niveles
progresivos de razonamiento moral. Es condición necesaria que
el profesorado actúe con precisión, imparcialidad,
responsabilidad, modestia, veracidad y, de modo permanente,
especifique cuándo da su opinión como experto por la pertinencia
curricular del tema objeto de controversia o cuándo emite una
opinión como ciudadano. En ambos casos, es conveniente que el
profesor sepa mostrarse auténtico y sincero en sus opiniones y, al
mismo tiempo, respetuoso y pro-activo en la promoción de
pensamiento autónomo por parte del estudiante.

 otras de carácter genérico, con competencias éticas, que se dan


en múltiples materias y en contextos de aprendizaje diversos, y
pretenden articular un conjunto similar de saberes, sentimientos y
comportamientos, y movilizarlos para construir un modelo de vida
personal, elaborado de forma autónoma, en situaciones de
interacción social y con la finalidad de constituir también un
modelo de vida buena y justa, que se aproveche los contenidos
informativos para la práctica de procedimientos, actitudes y
valores

La relación entre estudiantes y profesorado


En el ámbito de las relaciones entre el profesorado y los estudiantes
conviene diferenciar dos tipos de situaciones. Una, la relación docente y otra, la
relación interpersonal que se establece al margen de la primera,
simultáneamente o con posterioridad. En la primera categoría de situaciones la
simetría es escasa. El hecho de que al profesorado le corresponda ejercer las
funciones de experto, de seguimiento y tutoría académica, y, por supuesto, la
de evaluación, hacen difícil que la relación de carácter docente pueda ser de
simetría. Y probablemente, no debería serlo.

En cuanto a la segunda, la simetría no sólo es posible sino también


necesaria, en donde el conjunto de relaciones que se genera en este ámbito
es un espacio excelente para la asimilación de aquellas competencias que
facilitan a los estudiantes avanzar hacia niveles progresivos de autonomía, no
sólo en el aprendizaje sino en la construcción de conocimiento en general y en
la forma de diseñar y organizar proyectos profesionales y personales.

Conviene resaltar el potencial carácter pedagógico de este tipo de


relaciones. En efecto, el reconocimiento de competencia comunicativa en el
estudiante debe permitir considerar en la práctica a estas relaciones como
prácticamente simétricas. Ello sin perjuicio de que la función del profesorado
sea la de seguimiento y orientación y que el estudiante reconozca la autoridad
moral de quien ejerce la tutoría.

Las formas de organización social de las tareas de aprendizaje

Este contexto permite identificar una serie de tendencias características


del cambio de cultura docente que conviene promover en la universidad. Tales
propensiones desplazan el centro de interés de la enseñanza al aprendizaje, de
la información unidireccional a la interacción, del conocer al conocer y adquirir
conciencia, del aula a la realidad, de la exposición a la solución de problemas
y, en definitiva, centran su atención en el aprendizaje del estudiante,
destacando la función del profesorado en este nuevo contexto formativo

Las formas de organización social de las tareas de aprendizaje


adquieren una relevancia pedagógica similar a la surgida entre otros niveles del
sistema educativo. Éste es un ámbito en el que la práctica y la observación
permiten, de manera natural, aprender a apreciar algunos valores que nos
hemos planteado como objetivos en la universidad. Se trata de un modelo de
autogestión del aprendizaje para el estudiante en el que el profesor no sólo le
enseña, sino que además lo acompaña. Se hace factible mediante estrategias
propias de un modelo colaborativo, constructivista y contextual el aprendizaje
basado en la resolución de problemas, el análisis de casos y el aprendizaje por
objetivos, son formas de abordar el proceso de enseñanza-aprendizaje en el
contexto de cambio de cultura docente, están demostrando su potencial
eficacia.

Tales modelos son óptimos para la formación en valores. Así como, la


clase magistral o el seminario de lectura, permite al estudiante avanzar en su
proceso de aprendizaje experimentando momentos hermenéuticos y de
razonamiento inductivo, y momentos discursivos, de uso del lenguaje, de
discusión, de elaboración conjunta y de búsqueda de criterios que permitan el
avance deductivo y la elaboración de principios y leyes. Este proceso permite
aprender a pensar a través de la propia experiencia del aprendizaje, y es
óptimo para la práctica de valores como la cooperación, la participación, la
autonomía, el esfuerzo, el compromiso y la responsabilidad
Bibliografía.

https://www.google.com/search?q=caracteristicas+de++la+etica+de+la+pedago
gia+en+la+educacion+universitaria&rlz=1C1CHBF_esVE832VE832&source=ln
ms&sa=X&ved=0ahUKEwi7lPXs76ziAhXOtlkKHUPtACUQ_AUICSgA&biw=115
2&bih=710&dpr=1#

https://www.monografias.com/trabajos89/valores-eticos-educacion-
universitaria/valores-eticos-educacion-universitaria.shtml.

https://rieoei.org/historico/documentos/rie42a05.htm

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