KattiA CHico
San José, Costa Rica, 1969. Ha publicado trabajos en
los periddicos: El nuevo dia, Desde el limite, El limite vol-
cado, La jornada semanal y Letras salvajes.
Cancion del ahogado
Bajo el mar
la telarafia de luz se fue elevando
y en el zigzag de los cardimenes
vi un arbol de espejos sueltos
dispersando sus rafagas de plata.
En los fantasmas de coral reconoci
la sangre mas superflua,
la sangre ausente de la ausencia,
la naturaleza esqueletal de todo intento
y toda la nada que no es mar:
toda la Nada.
La breve copula de las estrellas
me record6 una mano latiendo dentro de mi mano
para siempre fugaz.
Probé la tierna carne de los peces
que leyeron en mi lengua su destino de Jonas
para que todas mis visceras
asumieran la armadura de la escama
y ya no dolia Nada.
En medio de mi oscuridad
401las medusas danzaron la escarcha de sus lamparas,
vi la mano de Dios
deslizandose secreta como un calamar gigante.
Y no quise volver.
EI palacio de la luz
Yo estuve en el palacio de la luz, doy fe,
la que me quede,
que sus luciérnagas me recibieron
y cierto firmamento de lunares
se hizo legible en tu espalda
en medio de los flashes de la camara de Dios,
conmovido hasta el relampago.
Doy fe de la poesia de sus rincones
venida de todas partes, de todo parto,
escrita desde lo mas incandescente de la espera
nacida para encender
este esplendor de azucenas y de lirio.
Doy fe de la fosforescencia de tus manos
y de la leve mariposa iridiscente
que alete6 su fulgor entre mis labios
hasta hacerme estallar.
Yo estuve en el palacio de la luz,
comprobando el neon de tus caderas,
402enredada en marfiles
opalescente de ti;
y juro por el laser con que miras,
que eres la mas perfecta escultura del sol
y que ando ciega
venerando la luz,
la luna en tus ventanas,
las chispas, los cometas,
el algodon, los velos,
la sal y la neblina,
los manteles, las paginas,
la cama de los hechos,
los silencios,
lo mas secreto de la llama,
para dar fe de tu imposible oscuridad,
de tu ignicién de alba,
de tu incendiario corazon.
Yo estuve en el palacio de la luz
y estoy
iluminada.
Los habladores
Hay hombres que son muy elocuentes antes del amor,
pero la cama los enmudece.
Tras sus pequeiios textos
suelen sufrir epilogos de nieve.
En fin, la flor de los oximorones.
403También estan los otros,
los que se vuelven narrativos sdlo después de amar,
y van haciendo de dormir un verbo hipotético.
Te insertan en sus improvisadas biografias:
“yo siempre te esperé, para que me adoraras”.
Esos pequefios dioses
cargan su ego ad-herido en un back-pack
como las tortugas terrestres,
son lentos y pesados
y dejan una resplandeciente estela
de baba
tras su andar.
Hay hombres que hablan bien
mientras estan conduciendo.
Te miran a intervalos, pero sus ojos son inatrapables.
Estos hombres nunca se entregan por completo
y no ameritan mas de un polvo o cuatro versos.
Estan los que necesitan un prolegomeno cuadrado
con platos, flores, copas
y discusiones politico-filos6ficas.
Son, por lo general, buenos amantes,
se saben la poesia de Neruda
y conocen técnicas orientales.
En fin, la flor de la cultura.
También existen los que sufren
un sindrome de pelicula francesa.
404Necesitan ser dramaticos, brillantes,
producir las mejores carcajadas, las mejores lagrimas.
Te irradian la tarifa de un poema
si Viajas en su cuerpo.
Son buenos idilios, pero muy fugaces.
Y los malabaristas de la bruma
ejercen los mas extrafios verbos
para (decl)a(m/r)arse feministas,
discursan posmodernos y abusan del paréntesis.
Suelen ser politicamente correctos,
hasta que la abyeccion de la palabra amor
les asalta el desvelo
y pretenden administrarte las acciones
y hasta los pensamientos.
En fin, la flor de la ironia.
Y los poctas, jqué decir de esos
especimenes restimenes de lo que estoy diciendo!
Habiles diccionaristas
pertrechados de palabras como para una guerra,
te toman por asalto, te invaden, te acribillan.
(jSuelen ser tan per-versos!)
Anversos del silencio
te rinden cada célula
hablandote de amor.
En fin, flores de perdicion.
405Un hombre desnudo es un paisaje bienvenido
. es la salud retomando mi cuerpo
que al fin te olvida.
Edgar Ramirez Mella
Los hombres desnudos son criaturas de flama,
erizos que de stbito girar prenden el aire
con voces de su luz cutanea y agil.
Son hologramas del suefio,
generosos abrevaderos,
escarchas que se quedan en las manos.
Los hombres desnudos son medicinales,
antidepresivos, analgésicos
y buenos argumentos en contra del suicidio
o para cuestionarse la Ley de gravedad.
Por sus virtudes igneas le imprimen a las sdbanas
su firma corporal (como en Turin,
Magdalena lo sabe).
Son dulces y angulosos, son archivos historicos,
alfabetos en célula, cisnes de cuello impune,
casas donde vivir,
criminales absueltos.
Nadie se ofenda si digo que son buenas camas,
que no hay almohadas sin su vientre,
que soy toda una victima del terciopelo;
porque un hombre desnudo es como un libro.
Gusto palpar su lomo,
examinar al azar su piel de pagina
letra por beso, abrazo por palabra,
406y respirarlo como si fuera hecho de oxigeno.
Es una dicha estética,
una inevitable filmacion de la pupila,
también una copa de nostalgias previas.
Y sus dedos, sus dedos un incienso
que nunca se consume.
Hermosos son los hombres si desnudos,
si visibles cuando la oscuridad.
Por sus lunares nacen nuevas mitologias
y le ocasionan nombre a las estrellas.
Hermosos si caminan, si estan quietos,
mas atin si dormidos
para mirarte mejor,
querido lienzo.
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