Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Redúcese así de
hecho la soberanía nacional á la elección de esos representantes,
mandatarios, diputados, etc., elegidos por el
voto de todos, por el sufragio que llaman universal
129.
Si tal sucediera
no habría más sociedad necesaria que la doméstica, y en
tohees salvando siempre la intención, ortodoxia y la eminente
ciencia de los tratadistas escolásticos, no discreparían
en este punto de algunos autores protestantes de derecho
natural que no llevan el pacto hasta las últimas
consecuencias de suponer nacida del contrato la misma
sociedad doméstica, ni extreman la supuesta igualdad humana más allá de la que suponen falsamente y en
todo
respecto social entre los paterfamilias.
225.
Ya se ha visto en los anteriores capítulos de este l i bro
(I y ÍI) cual es la esencia del naturalismo filosófico y jurídico:
razón independiente, voluntad autónoma, derecho
de origen absoluta y exclusivamente humano, ó sea liberalismo.
La libertad, seg"un el naturalismo, no tiene, pues,
otra norma que la que le traza la voluntad del hombre
(moral independiente), sin que pueda afirmarse que esta
norma sea racional, porque para serlo necesitaba conformarse
eon una razón objetiva de bien y de orden, y
fuera de Dios no hay bien íntegramente propio de la naturaleza
humana, al cual se dispongan los actos humanos
y que sea razonable motivo de movimiento para las
potencias específicas del hombre. Resulta que la libertad
naturalista ó liberal es puro arbitrio, ó mejor dicho, arbitrariedad
notoria, gobernada por motivos prácticos, sensibles,
desordenados, no humanos (pragmatismo lalo el
¿trteto $ensu{l).
……..
Lo
que no debe omitirse, aunque también sea acaso un
tanto prematuro, es la insinuación de que la acción de
la naturaleza, ó sea, de causas independientes de la acción
humana en la concreción de la soberanía, tiene
Preferente influjo en el primer origen de aquélla, esto
es» en la determinación del primer soberano; en la de
los sucesores son más bien la acción del hombre y de
la ley, pero no el libre arbitrio y consentimiento prévio,
los que confieren el derecho al supremo imperante.
porque, para
que éste residiera en la colectividad, recibiéndolo
por derecho divino natural de Dios, causa primera del
ser social y de las propiedades consiguientes, era preciso
que todas las personas tuvieran la soberanía como
derecho nativo, error sustentado por Rousseau,…
Ni Dios, por
derecho divino natural, la comunica, á quien naturalmente
no puede ser sujeto de ella, ni quien no tiene ese derecho pùede cederlo a otro: nemo dat quod
non habet.
Y entonces en los que, por razón y título de la capacidad
de que en el anterior capítulo se ha tratado, son
sujetos potenciales de la autoridad civil, debe concretarse
y tenderá á concretarse ésta, fuera y aparte de
toda traslación de la sociedad, debiendo ser el consentimiento
de ésta consentimiento debido y necesario, no
libre, á la manera que tampoco lo es la conformidad y
aquiescencia con que los hijos deben, (necesitan), consentir
en la autoridad del padre; y el consentimiento así
de los ciudadanos como de los hijos, subditos unos y
otros de las autoridades respectivas, es sinónimo de reconocimiento
y acatamiento de ellas.
en el supuesto
de que sea derecho nativo de todos, no hay sociedad
civil posible, puesto que todos son independientes en
el concepto de soberanos, y así, se incurre en la doctrina
del estado presocial, al menos en lo que á la sociedad
civil respecta;
impracticable
en sociedades civiles que no sean muy reducidas.
En este último supuesto, y en el de la soberanía co mo
derecho nativo de todos, se viene á parar al absurdo,
que más adelante notaremos, de soberanía que no pueda
en ningún caso ejercerse sino mediante representación
de la totalidad de sus funciones, siendo así que la
representación de toda la soberanía, lejos de ser de esencia
de ella, es un accidente de la forma monárquica.
La contradicción que encierra un derecho natural, que no
puede retener nunca ni ejercer el sujeto natural de este
derecho, queda señalada en la referencia hecha anteriormente
á la doctrina de Belarmino, de la cual se vió
que solo difiere la del P. Suárez en que la retención de
la soberanía, que, para aquél, es imposible, para éste no
es conveniente, y apenas puede ejercerse la autoridad
mientras no se traslade.
Suponiendo que fuera la soberanía derecho nativo
^e toda la comunidad, en cuanto de todas y cada una
de las personas componentes de ella, sería contra naturaleza
la enagenación perpétua ó temporal de ese derecho,
y dado caso que una generación lo trasfiriera.
Ja traslación no obligaría á las siguientes, ni en su perjuicio
adquirirían nunca la suprema autoridad ninguna
monarquía ni poliarquía.
El dilema es claro y concluyente: si los padres
de familia son los aptos, los capaces de ejercer la soberanía,
es esta deber y derecho de ellos, y la comunidad
poliárquica no puede ni debe trasferirlo; si lo trasfiere á
otros, por más aptos, es que estos son los soberanos
por derecho propio, y no por consentimiento ni trasferencia,
y que, por lo tanto, el cuerpo ó colectividad de
patres-familias no puede jurídicamente tener ni ejercer
la autoridad civil.
En su
sentido más amplio consentimiento es volición, es acto de la voluntad, no siempre libre, sino
debido, como ya se ha insinuado en los números precedentes. Solo en
esta acepción más extensa es como puede decirse que
U autoridad civil se tiene y se ejercita con, y no sin el
consentimiento, de la nación;
Otras veces, con el nombre de consentimiento tácito
é implícito, que bien puede ser libre y anterior á
las relaciones jurídicas que engendre, designan un consentimiento
necesario y posterior, una aquiescencia y
conformidad racionales y debidas con la posesión y
ejercicio de soberanía por otros hechos y de otros modos
concretada legítimamente, resultando esta confusi6n
de palabras una contradicción efectiva de dos
principios tan opuestos como el del origen de la autoridad
por libre trasferencia, y el de su determinación
P0r títulos justos independientes del consentimiento
social.
Pero, por antonomasia, y en sentido estricto, se llama derecho
divino, al derecho que pudiéramos en cierto modo llamar
más divino en cuanto establecido directa y personalmente
por Dios, como causa próxima, y no en cuanto autor de la
naturaleza, de sus inmediatas propiedades y de sus respectivos
órdenes y leyes, esto es, como causa primera y remota.
A su vez, antonomásticamente, y en acepción propia, se llama
derecho natural al derecho, en cuanto Dios no es autor
próximo, preter y sobrenaturalmente autor de él, sino únicamente
como causa primera, y por el concurso de los hechos
y de las causas segundas, justificándose esta acepción antonomástica,
***GENIAL