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HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA
UNIVERSIDAD DE EXTREMADURA
1998
Cemy, Ji í
Título de la versión original checa: D jiny lingvistiky, Editorial Votobia, Olomouc 1996
© 1996, Ji í erný
© 1996, Votobia, Olomouc, República Checa
Diseño de Cubierta: J. Vaclová. Cedida por Editorial Votobia.
LINGÜÍSTICA COMPUTACIONAL
Y CIBERNÉTICA
publicación los conceptos de mayor importancia, los cuales se codifican, es decir, se les
atribuye cierto índice que, en la mayoría de los casos, tiene carácter mnemotécnico. Este
método automático es muy interesante desde el punto de vista lingüístico y en el futuro
próximo podría sustituir el trabajo de una gran cantidad de hombres. Desde luego, la plena
automatización de esta tarea exige cierta preparación lingüística, necesaria p. ej. para que
las expresiones terminológicas queden diferenciadas entre sí, sin la intervención humana,
exclusivamente a base del sistema automático previamente preparado, basado en el
trabajo con la morfología y con cierta parte del léxico.
Mucho más complicada es la segunda tarea, es decir, la información sobre el conte¬
nido de la publicación localizada, ya que se trata de una actividad exigente realizada
tradicionalmente por los especialistas de la disciplina respectiva en forma de reseñas,
informes, etcétera.
Al experimentar con la confección automática de informes, no se ha llegado hasta
ahora a resultados completamente satisfactorios, ya que semejante actividad encuentra
considerables dificultades. Uno de los ensayos, p. ej., aprovecha los métodos estadísticos.
Para la disciplina respectiva primero se fija el conjunto de los términos de mayor impor¬
tancia y, a base de ello, del artículo respectivo se seleccionan automáticamente aquellas
oraciones que contienen el mayor número de dichos términos. El inconveniente consiste
en que justamente las oraciones o párrafos de mayor importancia no siempre contienen
el mayor número de dichos términos, hasta pueden no contener ninguno. En este caso,
por supuesto, la elaboración automática los omitirá y no aparecerán en el informe.
Las dificultades aún más graves aparecen en los ensayos que tratan de aplicar el
punto de vista semántico. Esto está relacionado con el hecho de que el significado léxico
(a diferencia del gramatical) apenas es susceptible a la formalización, sin la cual no es
posible trabajar con los ordenadores.
A pesar de todas estas dificultades, para algunas disciplinas hoy ya existen -sobre
todo en el inglés- sistemas automáticos capaces de almacenar en la memoria del ordena¬
dor los textos completos o sus extractos, así como ofrecer, si es necesario, las informacio¬
nes correspondientes. Desde luego, el inglés, por causa de su morfología poco desarro¬
llada, es muy apropiado para semejantes sistemas, mientras que p. ej. las lenguas de tipo
sintético apenas pueden aprovechar semejantes métodos. Por otra parte, Z. Kirschner, de
la Universidad Carolina de Praga, elaboró en 1977 el método llamado MOZAIKA, que
toma en consideración justamente la riqueza morfológica del checo.
Los complejos sistemas teóricos que sirven para almacenar y localizar las informa¬
ciones de ciencia y técnica suelen denominarse lenguajes informativos. Son las lenguas
artificiales creadas para los objetivos de la informática. Tienen algunas características de
las lenguas naturales, pero al mismo tiempo, como todas las lenguas artificiales, difieren
de ellas. Como su rasgo más característico puede considerarse el hecho de que los nombres
sustantivos en ellas son más importantes que los verbos. Hoy día ya existen varias decenas
de lenguajes informativos que difieren entre sí por el grado de complejidad, por su tipo,
etc. Los detalles hay que buscarlos en la literatura especializada.
322 Lingüística computación al...
Desde antaño, el hombre facilitó sus cálculos con ayuda de los dedos, y más tarde
aprovechando el abaco y otros contadores mecánicos primitivos. En 1642, el matemático
y filósofo francés B. Pascal construyó la primera máquina aritmética (a base de ruedas
dentadas) con que fue posible sumar y sustraer, y con ayuda de tablas también multiplicar;
los resultados aparecían en unas ventanillas. En 1671, el filósofo y matemático alemán
G. W. Leibniz perfeccionó la máquina de manera que era capaz de multiplicar. Más tarde,
con ciertos arreglos, se ha llegado a las calculadoras mecánicas de mesa que ya son capaces
de realizar las cuatro operaciones aritméticas fundamentales. Estas siguen utilizándose
hasta nuestros días, aunque en los últimos años se ven desplazadas por los calculadores
electrónicos, que son capaces de realizar numerosas operaciones aritméticas y lógicas y,
además, su tamaño es muy reducido y trabajan prácticamente sin ruido alguno.
Todas las máquinas construidas a base del principio mecánico son capaces de realizar
automáticamente un solo paso, una sola operación matemática. Terminada esta, hay que
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introducir nuevos datos. Sin embargo, ya en 1812, el matemático inglés Ch. Babbage
propuso un mejoramiento considerable relacionado con las necesidades de la navegación
marítima. Como es notorio, el polo magnético de la Tierra es móvil, por lo que en
Inglaterra cada año se confeccionan y publican las tablas de navegación, detalladas y de
una gran extensión, utilizadas por los buques de todo el mundo. La confección de las
tablas es un trabajo sumamente monótono y muy exigente en cuanto al tiempo necesario
para su elaboración. El mejoramiento propuesto por Babbage consistió en la unión de las
máquinas calculadoras mecánicas de aquel entonces con las fichas perforadas que se
empleaban para dirigir en los telares la fabricación de los tejidos con diseños complicados.
De esta manera introdujo por primera vez la memoria en una máquina calculadora,
tratando de aplicar por primera vez el principio que actualmente es común y corriente en
los ordenadores, es decir, su capacidad de realizar infalible y rápidamente operaciones de
cálculo de cualquier extensión. Sin embargo, con estas ideas sobrepasó su época, ya que
su invento no fue realizable todavía desde el punto de vista técnico.
Tan sólo durante la segunda guerra mundial -o sea, más de cien años más tarde- la
idea de los ordenadores volvió a aparecer, esta vez en relación con extensos cálculos de
carácter militar. En esta ocasión, el resultado ya fue positivo, sobre todo gracias a la
existencia de la electrónica y de la técnica de fichas perforadas. Fue probablemente
K. Zuse, inventor alemán, quien tuvo la primacía en la investigación, pero en vista del
desarrollo de la guerra se impusieron las construcciones americanas.
El primer ordenador ENIAC fue construido en Philadelphia y presentado al público
poco después de terminar la guerra, en 1946. Dejaba todavía mucho que desear y su
funcionamiento sufría de muchos defectos y perturbaciones. Contenía 18.000 válvulas
que tenían que reemplazarse con frecuencia. Antes de ponerlo en marcha, se necesitaban
largos trabajos preparativos, y terminada la tarea, extensos trabajos de control.
Los primeros ordenadores alcanzaron dimensiones extraordinarias, ocupando a ve¬
ces varios pisos de una casa grande. Sin embargo, fue sorprendente la velocidad con que
realizaron sus cálculos. En 1953, p. ej., se le confió a un ordenador una tarea que contenía
850 ecuaciones y cuya solución exigiría el trabajo de varios matemáticos durante varios
años, ya que suponía la realización de 250 millones de operaciones aritméticas. El
ordenador tardó poco menos de veinte horas en solucionarla.
A pesar de esta velocidad, los ordenadores basados en válvulas -o sea, los de la
primera generación- pertenecen hoy día al museo. Se vieron sustituidos primero por la
segunda generación, en que fueron los semiconductores los que constituyeron el elemento
fundamental de construcción, y iás tarde por las dos generaciones siguientes, en cuya
construcción se emplearon los transistores y los circuitos integrados respectivamente.
Con cada uno de los cambios de generación de los ordenadores se alcanzó un
progreso considerable, sobre todo en la disminución de sus dimensiones y la elevación
de su velocidad operativa. Así, p. ej. en 1953, el ordenador soviético ST ELA, de la
primera generación, realizaba 3.000 operaciones por segundo, el ordenador MINSK-32,
de la segunda generación, realizaba en los años sesenta ya 65.000 operaciones por
326 Lingüística computación al...
segundo, y los más modernos ordenadores actualmente son capaces de realizar hasta
varios millones de operaciones por segundo. En la solución de la tarea mencionada arriba,
que contenía 850 ecuaciones, tardarían entonces apenas uno o dos minutos.
La aceleración de la velocidad operativa pronto alcanzará límites que con la actual
situación técnica sería imposible sobrepasar. Por lo tanto, los constructores actualmente
cuentan con la posibilidad de emplear para la transmisión de las informaciones el rayo
luminoso en lugar de la corriente eléctrica; con el rayo luminoso, probablemente en forma
de láser, se alcanzaría la mayor velocidad posible, ya que la velocidad de la luz ya no
puede superarse.
Otro objetivo importante a que se dedican ya en nuestros días considerables recursos
financieros consiste en instruir los ordenadores para que comprendan la lengua natural,
incluso varias lenguas naturales. Es que hasta hoy todas las instrucciones, informaciones
y preguntas deben transmitirse a los ordenadores en forma codificada, ya que sólo así son
capaces de comprenderlas. Se trata, en este caso, ante todo de los llamados lenguajes de
programación y algoritmos (—> 15.7). Desde luego, la lingüística juega un papel impor¬
tante en la elaboración de los lenguajes de programación; y todavía mucho más impor¬
tante será su participación en la preparación de los proyectos cuyo objetivo será facilitar
la comunicación entre el hombre y el ordenador mediante la lengua natural, sin la
necesidad de codificarla.
La constante aceleración y perfeccionamiento de los ordenadores, así como su radio
de acción siempre creciente son motivo de que alguna gente empiece a preocuparse por
el futuro de nuestro mundo, lleno de técnica y autómatas. Semejantes preocupaciones nos
parecen exageradas e injustas. Hay que darse cuenta de que los ordenadores sufren
también de varios defectos, cometen errores inesperados y, sobre todo, desconocen la vida
emocional, el ansia del poder, dicho en breve: no saben ni sabrán nunca toda una serie
de cosas que son comunes y corrientes entre los hombres. Y aunque no podemos excluir
la posibilidad de que en el futuro alguien pueda -sirviéndose, por supuesto, de ordena¬
dores- lanzar un satélite artificial de la Tierra perfectamente armado y desde allí -otra
vez con la ayuda de los ordenadores- mandamos una bomba que sea capaz de dar en el
blanco, no debemos tener miedo de los ordenadores, son sólo máquinas. Mejor sería
prestar atención a la gente que dispone de ellos.
La construcción técnica del ordenador exige que los números, palabras o instruccio¬
nes complejas con que se trabaja sean representados en el sistema binario. Es porque el
lugar respectivo de la cinta perforada está o no está perforado, la parte respectiva de la
cinta magnética o de la memoria ferromagnética está o no está magnetizada, el impulso
eléctrico pasa o no pasa por la vía respectiva, etc. Vamos a dedicamos al principio del
sistema binario con más detalle, porque está estrechamente ligado a uno de los conceptos
fundamentales de la teoría de la información, es decir, al concepto y término bit (ver
también 13.9) y parcialmente también a la teoría lingüística de las llamadas oposiciones
binarias (—» 7.6).
En la vida cotidiana estamos acostumbrados a contar en el sistema decimal. Es una
mera convención, un fenómeno en gran medida casual, motivado por el hecho de que
tenemos diez dedos y de que los empleamos a veces al contar. Para representar cualquier
número en el sistema decimal son suficientes diez cifras, 0-9. Si queremos escribir diez,
ponemos 0 en el orden respectivo y 1 en el orden más alto, ya que éste corresponde a los
valores diez veces más grandes. Así, p. ej., el número doscientos cuarenta y tres, en el
sistema decimal, tiene la forma 243, lo que significa: (2 x 100) + (4 x 10) + (3 x 1). En el
último lugar, pues, están las unidades y en los lugares a la izquierda siempre los valores
diez veces mayores (de allí el nombre: sistema decimal).
Si empleáramos p. ej. el sistema basado en el número cinco, nos contentaríamos con
las cifras 0-4; en el último lugar otra vez aparecerían las unidades, pero en el penúltimo
los valores cinco (en lugar de diez), en el anterior los valores veinticinco (en lugar de
ciento), en el cuarto lugar los ciento veinticinco, etc. (en cada posición aparecerían los
valores cinco veces mayores que los anteriores. En este sistema, el número escrito como
243 significaría (2 x 25) + (4 x 5) + (3 x 1), o sea: 50 + 20 + 3, designando, por tanto, el
valor de setenta y tres, al cual le corresponde la notación 73 en el sistema decimal. Por
el contrario, el valor doscientos cuarenta y tres en el sistema basado en el número cinco
tendría que esribirse como 1433, lo que significaría: (1 x 125) + (4 x 25) + (3 x 5) + (3 x 1).
En el sistema binario sólo disponemos de dos cifras: 0 y 1 (en muchos países se
prefiere la forma I en lugar de 1). En la notación de cualquier número, la última cifra
designa otra vez las unidades, pero la penúltima ya el valor dos, la antepenúltima el
cuatro, la siguiente el ocho, etc., es decir, siempre el doble del valor anterior. Por lo tanto,
en el sistema binario no existe la notación 243, ya que no disponemos de ninguna de las
cifras mencionadas. El valor doscientos cuarenta y tres, en el sistema binario, tendrá la
notación IIII00II, lo que significa: (1 x 128) + (1 x 64) + (1 x 32) + (1 x 16) + (0 x 8) +
(0 x 4) + (1 x 2) + (1 x 1). El valor doscientos cuarenta y tres, por tanto, puede tener
distintas notaciones de acuerdo con el sistema empleado: 243 - eventualmente 14335
o también IIII00II2, donde los índices inferiores designan el sistema respectivo.
En la vida cotidiana, el sistema binario apenas nos convendría; para la notación del
mismo valor, como hemos visto, son suficientes tres cifras en el sistema decimal, mientras
que en el binario necesitamos ocho cifras seguidas. Sin embargo, para el ordenador -que
realiza millones de operaciones por segundo- semejante desventaja es insignificante;
328 Lingüística computacional...
mucho más importante, por el contrario, es el hecho de que en el sistema binario sólo
trabajamos con dos cifras diferentes (0 I), que pueden aprovecharse para distinguir
dos elementos fundamentales de la información lógica (o también booleana, según
G. Boole), es decir, para distinguir la relación: es válido (I) - no es válido (0), o también:
sí (I) - no (0).
Hemos visto que también la información numérica puede representarse en el sistema
binario; y falta añadir que también la información alfabética -tercero y último género de
informaciones, cadenas de letras u otros signos- es capaz de ser representado en el sistema
binario.
Dejamos aparte las reflexiones sobre si la diferencia media de edad entre dos gene¬
raciones de veras se aproxima a veinticinco años, cuáles pueden ser las diferencias entre
los padres y las madres, que todos somos parientes en realidad, que la misma persona
puede aparecer varias o muchas veces en nuestra lista de antepasados, etcétera.
En este lugar nos interesa ante todo el hecho de que mediante sólo diez pasos de tipo
binario podemos determinar perfectamente a cualquiera de nuestros 1.024 antepasados de
la décima generación. Si designáramos a la madre con la cifra I y al padre con la cifra
0, entonces p. ej. en el número 0II00I00II la última cifra se referiría a nuestra madre, la
penúltima a su madre y nuestra abuela, la tercera desde la derecha al padre de esta última,
etc.; hay que subrayar que se trata de personas concretas y que de esta manera de veras
podríamos determinar cualquiera de las 1.024 personas de la décima generación, aunque
sería difícil fijar su identidad en el registro civil.
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las quinielas recibidas). Por estas razones, el algoritmo suele ser relativamente corto
(conteniendo, p. ej. veinte instrucciones), facilitando con frecuencia la realización de un
número considerable de operaciones (p. ej. cientos de miles).
Las tareas para cuya solución existe un algoritmo se llaman resolubles. El algoritmo,
dicho en otras palabras, es también el método efectivo que lleva a la solución de cierta
tarea. Cuando el algoritmo ya está elaborado, es necesario comunicarlo de alguna manera
al ordenador. Sin embargo, los ordenadores aún no son capaces de recibir las informa¬
ciones, instrucciones o prescripciones en la lengua natural (—> 15.5). Por esta razón se
construyen los llamados lenguajes de programación, es decir, las lenguas artificiales que
hacen posible transformar el algoritmo a una forma que sea comprensible para el orde¬
nador.
Hasta ahora han sido elaborados varios cientos de tales lenguas, de las cuales la
mayor parte se construyen teniendo en cuenta las tareas que quieren encargarse al
ordenador. Algunas de estas lenguas son relativamente simples y constan de un número
reducido de reglas y símbolos, ya que son destinadas a solucionar tareas simples. De
ejemplo puede servir, en este caso, el lenguaje de programación alfanumérico TROLL,
que está representado con más detalle en la fig. 81.
1. Observación: La lengua TROLL originalmente fue construida para las necesidades de la Caja de
Ahorros Checa. El Ministerio de Educación la empleó, en los años setenta y ochenta, para actualizar
los planes de enseñanza de las escuelas superiores.
2. Ejemplo: X,FAK,1521; X,RUP,4; X,RAD; I,SLO,22,”16''; D,RAD,11; X,RAD,13;
I,SLO,14,16,20,”13,2,26''; D,RUP,8; etcétera.
4. Símbolos: Al lado de los símbolos numéricos y los simples símbolos alfabéticos empleados se
aprovechaban además: C - copiar, D - día, T - semana, ZK - examen, N - no se realiza, Z - grupo
básico, así como la denominación de la asignatura de hasta veinte letras. Se trataba, entonces, de
un código alfanumérico.
Otros lenguajes de programación pueden ser mucho más complejos. Entre los más
conocidos mencionemos por lo menos FORTRAN, que sirve ante todo para solucionar los
problemas de ingeniería, COBOL, elaborado ante todo con miras a la contabilidad,
y PL/I, que combina las propiedades de varios lenguajes de programación, pudiendo servir
para solucionar tareas de índole bastante variada.
Sin embargo, el más conocido entre los lenguajes de programación es ante todo
ALGOL, muy apropiado para solucionar las tareas de matemáticas y física, aunque capaz
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de servir para otros objetivos. Existen dos variantes: ALGOL-60 y ALGOL-68. La segunda
versión corregida, de 1968, fue elaborada dentro de una amplia cooperación internacional
y su objetivo consistió en construir un lenguaje de programación verdaderamente univer¬
sal, que fuera capaz de sustituir a todas las demás. Sin embargo, en la práctica se demostró
que era un objetivo muy difícil de alcanzar. Por lo tanto, en el futuro probablemente se
seguirán empleando varias lenguas artificiales especializadas, que estarán orientadas
a ciertos problemas, adaptándose exactamente a su respectivo tipo de tareas. Desde luego,
con ello se va a repetir en el nivel de las lenguas artificiales parcialmente la dispersión
conocida dentro de las lenguas naturales, con todos los problemas de la traducción de una
lengua a otra, etc. Ya en nuestros días, p. ej., los grandes ordenadores deben «aprender
a dominar» varias lenguas de programación.
La lingüística está colaborando con las demás disciplinas en la confección de los
lenguajes de programación, que con frecuencia contienen también varios elementos de
las lenguas naturales. Así, p. ej., cada una de las lenguas artificiales tiene su sintaxis
y muchas de ellas contienen también las expresiones de alguna lengua natural, ante todo
del inglés (p. ej.: put, get, go to, list, end, not, if, then, add, declare, insert, etc.). Los
lingüistas colaboran también en la elaboración y aprovechamiento de los lenguajes
especiales orientados a los problemas lingüísticos. De ejemplo puede servir la lengua Q,
que fue elaborada en Québec (Canadá) con destino a la traducción automática (ver
también la parte siguiente del presente capítulo).
El primer período, que duró desde los mediados de los años cincuenta hasta el
comienzo de los años sesenta, se caracterizaba por grandes esperanzas. Tanto el público
como los especialistas esperaban que los ordenadores solucionarían el grave problema de
la diferenciación lingüística y, ante todo, la tarea de traducir automáticamente la cantidad
siempre creciente de textos científicos, técnicos y publicitarios en las más diversas
lenguas del mundo. Aparecieron muchas traducciones automáticas elaboradas con ayuda
de varios métodos. Sin embargo, todas estas traducciones se caracterizaban por contener
muchos errores, no alcanzando, por lo general, ni siquiera el nivel de una traducción
mediocre hecha por el método tradicional, «a mano».
Este fracaso se debía a varios motivos. Por una parte, fue un problema de orden
técnico, motivado p. ej. por la capacidad reducida de la memoria de los ordenadores de
aquel entonces. Sin embargo, la causa principal consistía sin duda en el hecho de que la
lengua natural era un sistema extraordinariamente complejo y que entre dos lenguas
diferentes había siempre profundas diferencias en cualquiera de sus niveles.
Así, p. ej., aquellos métodos de la que se basaban en el análisis del vocabulario,
y en los que el ordenador traducía una palabra tras otra, sin haber analizado bien la
construcción de la oración, dieron como resultado las traducciones llenas de graves errores
relativos tanto al orden de palabras como al significado de las expresiones. Es notorio que
en cualquier diccionario para cualquier expresión de la lengua de entrada encontramos
siempre varios equivalentes de la lengua de salida. El traductor experto, en la mayoría de
los casos, escoge sin problemas aquel equivalente que puede considerarse como adecuado
al caso particular. El ordenador, por el contrario, no tiene la posibilidad de escoger por
sí solo el equivalente adecuado, y tampoco el criterio estadístico puede solucionar este
problema de una manera satisfactoria. Suministrar al ordenador las informaciones e ins¬
trucciones exhaustivas es muy difícil y puede tener éxito sólo en algunos casos y a base
de una extensa investigación, que ha'sta entonces no había tenido lugar en la lingüística.
Otra clase de problemas está relacionada con la realidad extralingüística descrita en
el texto traducido. En este contexto suele citarse con frecuencia el ejemplo mencionado
en 1964 por los lingüistas soviéticos 1.1. Revzin V. Y. Rozentsveig. Al traducir la oración
rusa en que se habla sobre el hijo del zar Fedor a las lenguas que distinguen el artículo
definido e indefinido, es indispensable que el traductor sepa si el zar Fedor tenía un solo
hijo (artículo definido) o si tenía más hijos (artículo indefinido). El traductor o lo sabe
o puede buscar la información correspondiente en el diccionario enciclopédico. El orde¬
nador, por el contrario, no tiene semejante posibilidad, a menos que hayamos introducido
previamente en su memoria la información sobre la familia de Fedor.
Uno de los problemas más complicados es también el de la llamada lengua de
transferencia. Se suponía que para la sería necesario y conveniente crear una lengua
artificial que fuera capaz de describir mediante símbolos la estructura de significado de
cualquier oración. Semejante estructura se encuentra a una gran distancia debajo de la
estructura formal de la oración, siendo idéntica, en sus rasgos principales, para todas las
lenguas. Si se lograra construir semejante lengua de transferencia, esto facilitaría consi¬
derablemente la , ya que mediante el análisis de cualquier lengua de entrada se
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2. Sistema de la mediante el transfer (las líneas rectas con flechas representan cómo los
elementos particulares de la lengua de entrada se analizan sólo hasta la profundidad indispensable para
la síntesis de la lengua de salida):
nivel de la forma
(de una lengua natural)
lengua de entrada lengua de salida
análisis transfer síntesis
dos, por una parte, por la lingüística cuantitativa y, sobre todo, la algebraica, y por otra
parte, por algunas otras disciplinas, tales como la cibernética, informática, etcétera.
La cooperación de los lingüistas con estas disciplinas es multilateral y de doble
carácter. Por una parte, los lingüistas ayudan a crear sistemas que puedan servir como
base adecuada para el estudio de las propiedades de las lenguas de programación, etc. Por
otra parte, otra vez en colaboración con los matemáticos, lógicos, ingenieros y progra¬
madores, aprovechan los ordenadores para la propia labor lingüística, es decir, para el
análisis automático de las lenguas y para su síntesis automática. En este sentido, la
actividad de la mayor importancia es la , la cual, después de los períodos de entusias¬
mo y desilusión, persigue hoy unos objetivos menos ambiciosos que en el comienzo, pero
en el futuro próximo probablemente jugará un papel importante, suministrando rápida¬
mente y con precisión informaciones sobre las publicaciones de las más variadas disci¬
plinas científicas y técnicas. Muy importantes desde el punto de vista práctico son
también los sistemas de la localización automática de las informaciones textuales (siste¬
mas que enfocan las tareas de indagación o el campo del control), así como los sistemas
de contacto con las bases de datos en la lengua natural, sin la necesidad de que el usuario
tenga que familiarizarse con los procedimientos especiales de codificación.
La lingüística computacional, junto con la cuantitativa y la algebraica, es importante
también por descubrir nuevos aspectos de las lenguas naturales y por presentar las
preguntas que dentro de la lingüística tradicional ni siquiera se plantearon.