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Personajes:
1. Catalina, la fiera, hija de Bautista
2. Bautista Minola, rico caballero
de Padua.
3. Petruchio, de Verona, galán de
Catalina.
4. Blanca, hija de Bautista, hermana
menor.
5. Lucencio, galán de Blanca.
Lugar:
ACTO PRIMERO.
CUADRO PRIMERO.
ENTRAN BAUTISTA, CATALINA Y BLANCA MIENTRAS VIENEN SEGUIDOS A
DISTANCIA DE LUCENCIO
BAUTISTA.- Que esos señores no me importunen más. Estoy decidido: no
concederé a nadie la mano de Blanca, que es mi hija menor, sin antes haber
encontrado marido para Catalina, que es la primogénita. Si alguien ama a
Catalina, pues lo autorizaré a cortejarla.
CATALINA.- (A BAUTISTA) Por favor, señor ¿es tu deseo convertirme en la
hazmerreír de mis pretendientes?
BLANCA.- ¡¿Pretendiente, hermana?! No habrá pretendiente para ti hasta que
no seas más amable, dulce y cariñosa.
LUCENCIO.- ¡Vaya! Catalina está loca de remate, o es asombrosamente mala.
En las pocas palabras de la otra adivino la conducta y la modestia de la virgen
BAUTISTA.- Que los hechos respondan pronto a lo que he dicho... Blanca,
enciérrate en la casa y no te molestes, que no por ello te amo menos, hija mía.
CATALINA.- ¡Linda niña mimada! Pínchale un ojo y ya verán cómo responde.
BLANCA.- Disfruta, hermana. Señor, me someto humildemente a tu voluntad.
Mis libros y enseres me servirán de compañía, en ello me ocuparé. (SALE)
BAUTISTA.- No quiero ser injusto como padre…y como sé que la mayor delicia
de mi hija Blanca la constituyen la música y la poesía, traeré a casa profesores
aptos para instruir su juventud y se distraiga mientras caso a esta otra.
Catalina, quédate, pues es con Blanca con quien deseo conversar (SALE)
CATALINA.- ¡¿Cómo?! Pues yo creo que puedo también marcharme. ¡Cómo si
yo no supiera lo que hay que tomar y lo que hay que dejar! (SALE)
LUCENCIO.- ¡Oh, sucumbo, si no consigo el amor de Blanca. ¡Todo lo que he
visto en ella era dulce y sagrado!. Su hermana mayor es tan mala, que hasta
que su padre se quiere deshacer de ella antes de permitir que Blanca se case;
Por eso la ha encerrado, a fin de que no lo importunen los pretendientes. Qué
padre tan cruel! Pero como buscaba profesores para instruirla, yo seré su
profesor en todo.
ACTO PRIMERO.
CUADRO SEGUNDO
PADUA. UNA PLAZA PÚBLICA., ANTE LA CASA DE LUCENCIO.
PETRUCHIO.- Según esta dirección es aquí la casa de LUCENCIO, si no me
engaño. ¡Ah de la casa!
LUCENCIO.- ¿Qué hay? ¿Qué ocurre? (LOS RECONOCE) ¡Mi buen amigo
Petruchio en Verona! Bienvenido. Y ahora dime, querido amigo, ¿que feliz
viento te ha traído a Padua, desde la antigua Verona?
PETRUCHIO.- El viento que dispersa a los jóvenes, a través el mundo a buscar
novedades lejos de su hogar, donde se adquiere poca experiencia. Antonio, mi
padre acaba de morir y he decidido casarme y probar fortuna. Poseo coronas
en mi bolsa y bienes en mi casa y así salí a ver el mundo, aunque todavía no
encuentro doncella
LUCENCIO.- ¿Petruchio, quisieras que te presentara a una mujer brava y mal
encarada? Puedo asegurarte que es rica. Pero eres mi amigo y mejor no.
PETRUCHIO.- Señor LUCENCIO, si conoces a una mujer lo bastante rica
como para convertirse en la esposa de Petruchio, sea fea, vieja, abominable o
brava, nada de eso embotará el filo de mi pasión. Vengo a casarme ricamente;
y si en Padua me caso, me habré casado con toda felicidad.
LUCENCIO.- Petruchio, pues si es de ese modo, continuaré lo que por burla he
comenzado. Puedo proporcionarte una mujer bastante opulenta, joven,
hermosa y educada como conviene a una dama de su calidad. Su único
defecto –y de consideración- consiste en ser una fierecilla indómita, retrechera
y voluntariosa, tan fuera de toda medida que aunque mi situación fuera peor de
lo que es, ni por una mina de oro me casaría con ella.
PETRUCHIO.- No conoces la virtud del oro. Dime el nombre de su padre, y
será suficiente. Yo la abordaré, así chille tan fuerte como el trueno.
LUCENCIO.- Su padre es Bautista Minola, un caballero afable y cortés. Ella se
llama Catalina Minola, célebre en Padua por su mal carácter y mala lengua.
ACTO SEGUNDO.
BAUTISTA.- ¿Ha existido jamás un caballero tan desdichado como yo? Pero
¿quién viene aquí?
ENTRA PETRUCHIO CON LUCENCIO DISFRAZADO DE MÚSICO.
PETRUCHIO.- Buen día caballero, vengo a responderte por lo que veo.
BAUTISTA.- ¿A que te refieres, hidalgo?
PETRUCHIO.- ¿No tienes una hija llamada Catalina, bella y virtuosa?
BAUTISTA.- Tengo una hija llamada Catalina.
LUCENCIO.- Creo que comienzas con demasiada brusquedad, Petruchio.
PETRUCHIO.- ¡No me fastidies, maestro! Déjame hacer. Señor, soy un
caballero de Verona y he oído hablar de tal modo de su hermosura e ingenio,
de su afabilidad y extrema modestia, de sus raras cualidades y de la dulzura de
sus modales que tengo la osadía de presentarme aquí, en su hogar, como un
huésped descarado, para que mis ojos sean testigos de lo que he escuchado.
Y como introducción a mi acomodo, me presento ante ti, señor, con uno de mis
servidores (PRESENTANDO A LUCENCIO) versado en música y en
matemáticas, quien instruirá a tu hija en estas ciencias. Acéptalo, o, de otro
modo, me ofenderás. Su nombre es Licio, nacido en Mantua.
BAUTISTA.- Sed bienvenido, señor, y él también, por respeto a ti. En cuanto a
mi hija Catalina, estoy seguro que no te convendrá y eso me aflige.
PETRUCHIO.- Veo que tu intención entonces es no separarte de ella, a menos
que mi compañía te degrade.
BAUTISTA.- No cambies mis palabras. Digo lo que siento ¿De donde eres,
señor? ¿Qué nombre debo darte?
PETRUCHIO.- Petruchio es mi nombre, hijo de Antonio.
BAUTISTA.- Le conozco mucho. Sé bienvenido en consideración a su persona.
(A LUCENCIO) Toma tu instrumento y pasa a aquel recinto pues vas a ver
inmediatamente a las discípulas. (LUCENCIO ENTRA) Vamos a pasear un
poco por el jardín, y después comeremos. Eres bienvenido.
PETRUCHIO.- Signior Bautista, mis asuntos no admiten dilación, y yo no puedo
venir todos los días a hacer mi corte. Conociste a mi padre. Soy el único
heredero de sus tierras y de sus bienes, y, menos de menospreciarlos, los he
hecho valer. En estas condiciones, si me hago amar de tu hija, dime: ¿qué dote
me corresponderá al tomarla por mujer?
ACTO CUARTO.
SALÓN DE LA CASA DE PETRUCHIO. ENTRAN CATALINA.
CATALINA.- Cuanto peor me trata, más finge quererme. ¿Se ha casado
conmigo para hacerme morir de hambre? Y yo, que nunca he necesitado nada,
que jamás me ha faltado nada, estoy privada de alimento y falta de sueño. Y lo
que más me enfurece es la manera de hacerlo, todo bajo el pretexto de que me
ama. Se diría, escuchándolo, que el alimento y el sueño me van a causar una
enfermedad mortal o una muerte repentina. Por favor, buscadme algo de
comer; cualquier cosa, siempre que sea conveniente.
ENTRA PETRUCHIO
PETRUCHIO.- ¿Cómo se encuentra mi Cata?
CATALINA.- A fe, tan fría como conviene.
ACTO QUINTO
PRIMER CUADRO
CASA DE BAUTISTA LLEGA BAUTISTA ACOMPAÑADO DE PETRUCHIO,
CATALINA.
tan altanero. No te muestres orgullosa, que no servirá de nada y pon tus manos
a los pies de tu esposo en señal de obediencia. Si el mío lo manda, mis manos
están prontas para que en ello halle placer.
PETRUCHIO.- ¡Bravo! ¡Eso es lo que se llama una señora! ¡Ven acá y bésame,
Cata!
LUCENCIO.- Bien, pues sigue tu camino, camarada, pues has logrado tu fin.
PETRUCHIO.- Anda, Catalina, vamos al lecho. ¡En calidad de vencedor, ruego
a Dios nos conceda una feliz noche!
BAUTISTA.- Que así sea para siempre, pues mi hijo Petruchio ha domado a
una fiera.
CATALINA.- Y yo soy por él...
TODOS.- La fierecilla domada.
DESPEDIDA MUSICAL (FIN DE FIESTA)
Fin.
Versión libre de César Eduardo Rojas
Márquez Para
El Galpón de San Fidel.
Caracas, 21 de Octubre 2016.