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Sigmund Rascher, en el centro, estudia a un prisionero sumergido en agua con hielo. UNIVERSAL HISTORY
ARCHIVE/GETTY IMAGES | EPV
El médico nazi Sigmund Rascher hizo el mismo experimento con unas 300 personas.
Las sumergía en un tanque de agua con hielo, con el presunto objetivo de estudiar los
efectos del frío en el ser humano. “En cuanto la temperatura corporal alcanzaba los
28 grados, los sujetos de estudio morían invariablemente, pese a los intentos de
reanimación”, escribió en su cuaderno un día de agosto de 1942. Sus “sujetos de
estudio” eran 300 prisioneros del campo de concentración de Dachau, cerca de
Múnich. Y un centenar de ellos murió en el experimento, uno de los más tétricos de la
historia.
“Los experimentos nazis se parecen mucho más a los experimentos con torturas de
animales que a veces llevan a cabo niños estúpidos que a cualquier tipo de
experimento científico realizado por investigadores serios”, opina Tobias Mattei,
neurocirujano de la Universidad de San Luis (EE UU) y principal autor del nuevo
estudio.
Sigmund Rascher había nacido en Múnich en 1909. Tenía 32 años cuando el dirigente
nazi Heinrich Himmler le encargó la coordinación de los experimentos médicos con
prisioneros en Dachau. En el invierno de 1942, el joven doctor escribió una carta a
Himmler para ponerle al día de sus avances en la búsqueda de métodos para reanimar
a personas sometidas al frío extremo. “Hasta la fecha, he enfriado a unas 30 personas
dejándolas desnudas al aire libre entre 9 y 14 horas, hasta llegar a una temperatura
corporal de entre 27 y 29 grados. Después de un tiempo, correspondiente a un viaje
de una hora, he dado a estos sujetos un baño caliente. Hasta ahora, todos los
pacientes se han calentado por completo en una hora como máximo, aunque algunos
de ellos tenían las manos y los pies blancos y congelados”, resumía Rascher.
En 2003, el biólogo Robert Pozos, de la Universidad Estatal de San Diego (EE UU),
relató en un libro que, en ocasiones, Rascher obligaba a mujeres prisioneras a
desnudarse junto a los hombres pasmados de frío. “En algunos casos, las respuestas
de los sujetos con hipotermia se medían mientras mantenían relaciones sexuales con
mujeres contra su voluntad”, aseguraba Pozos. Sin embargo, el equipo de Tobias
Mattei no ha encontrado los documentos históricos que confirmen la existencia de
esos experimentos.
Rascher probó siete métodos diferentes para reanimar a los prisioneros tras sacarlos
del agua con hielo. Ya en 1988, Pozos defendía emplear estos resultados obtenidos
por los nazis para orientar las modernas investigaciones sobre la hipotermia y salvar
vidas. Al neurocirujano Tobias Mattei, sin embargo, le repugna “la mera idea de
utilizar datos manchados de sangre”. Además, insiste, “la gran mayoría de las
investigaciones nazis con seres humanos no solo eran escandalosamente inmorales,
sino que también se basaban en justificaciones científicas muy pobres y simplistas”.
No hay nada que aprovechar.
En Dachau, el doctor Rascher también llevó a cabo experimentos con una cámara de
descompresión, con la que simulaba alturas de hasta 20 kilómetros. Unos 80
prisioneros, la mayoría de ellos clasificados como “criminales judíos profesionales”,
murieron dentro de la cámara, entre gritos y espasmos. A los supervivientes, si había,
se los sumergía inmediatamente en agua helada.
Sigmund Rascher ayuda a un prisionero a sumergirse en agua helada. USHMM
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