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10 novelas de aventura de la vida real

Un capitán de quince años, de Julio Verne


A finales del siglo XIX, el barco ballenero Pilgrim zarpa de Nueva Zelanda, con
escasa tripulación (cinco marineros, un grumete, un cocinero y cuatro viajeros
ocasionales) rumbo a California, de regreso después de la mala temporada de
pesca. En el transcurso del viaje los tripulantes se enfrentan a varias sorpresas.
Un barco naufragado y un accidente obligan al grumete Dick Sand, de tan solo
quince años, a tomar el mando de la nave. La travesía se convierte en un viaje sin
rumbo que los transporta al África negra en plena época de la trata de esclavos.
El joven Dick Sand deberá utilizar su ingenio para salvar a los miembros de su
tripulación.

Para empezar, una buena dosis de Julio Verne, el escritor de novelas de


aventuras por excelencia. Elegir entre sus muchas obras cuesta, pero me he
quedado con tres. La primera, sin ninguna duda, es esta, una de las novelas de
aventuras que más me impresionaron, hasta el punto de que con once años la
leí diez o doce veces. ¡No exagero! Pero es que Dick Sand era todo lo que yo
quería ser... ¡capitán de un barco de vela con solo quince años! ¿Podía haber
algo mejor en el mundo?
El faro del fin del mundo, de Julio Verne
En la isla de los Estados, una isla deshabitada de la Patagonia argentina, donde
se confunden los océanos Atlántico y Pacífico, habita una banda de piratas
dirigida por el terrible Kongre. Estos piratas se dedican a atacar embarcaciones
que encallan en la zona. Su modo de vida se ve seriamente amenazado cuando el
gobierno argentino construye y pone en funcionamiento un faro, el llamado
actualmente Faro del Fin del Mundo, que dejan al cuidado de tres fareros.
Los piratas dan muerte a dos de ellos, y dejan con vida únicamente al jefe,
Vázquez, que ha logrado ocultarse. El valeroso Vázquez tratará entonces de
sobrevivir en ese lejano paraje, y al mismo tiempo buscará la manera de
terminar con las fechorías de los malhechores. Posteriormente, un náufrago
estadounidense de origen escocés, John Davis, será el compañero de Vázquez en
su lucha contra los piratas.

La segunda obra de Verne que recuerdo con más intensidad es esta. Una
lectura que me inquietó desde el principio. Por entonces, yo soñaba con ser
farero, me atraía la soledad (consecuencia directa, imagino, de compartir el
limitado espacio de un piso con siete hermanos) y me imaginaba de mayor
viviendo en un lugar como el que describía Verne: un faro en un lejano lugar,
rodeado de mar, gaviotas y libros... Hasta que llegaron los piratas. ¡Menudo
elemento, Kongre! ¡Qué mal me lo hizo pasar!
Miguel Strogoff, el correo del zar, de Julio Verne

El zar de Rusia debe entregar una carta al duque de Irkutsk para prevenirle de la
inminente invasión tártara encabezada por el traidor Iván Ogareff, que quiere
asesinarlo y entregar su ciudad a los tártaros. Miguel Strogoff ha de partir a uña
de caballo para entregar la misiva. En su apresurado viaje conoce a Nadia, una
joven que va a la misma ciudad, Irkutsk, para ver a su padre, que fue desterrado.
Juntos padecerán grandes peligros...

La tercera obra de Julio Verne supuso para mí el descubrimiento de un mundo


hasta entonces completamente desconocido: Rusia, las estepas y los cosacos,
esos asombrosos jinetes y guerreros capaces de las más extraordinarias
hazañas. Por entonces, a mis once o doce años, la historia de amor me
pareceía un tanto insufrible, pero quedaba sobradamente compensada por la
valentía y la lealtad de Miguel Strogoff...
La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson
Al día siguiente de la muerte de su padre, Jim Hawkins descubre casualmente un
extraño mapa en el baúl de un viejo pirata que ha muerto en su posada. El mapa
será el responsable de una emocionante expedición a una isla desconocida en
busca del mítico tesoro del capitán Flint. Pero la aventura será también una
especie de «viaje de iniciación» para Jim, que de huérfano desvalido pasará a
convertirse en adulto, obligado a tomar decisiones por la fuerza de la adversidad
y el deseo del triunfo.

El clásico por excelencia de la novela de aventuras no podía faltar. Una de


esas lecturas que te mantienen enganchado a las páginas irremediablemente.
Recuerdo que terminé de leerla bajo las sábanas, a la luz de la linterna, para
no molestar a mis hermanos y para que no me vieran mis padres, que se
enfadaban de verdad cuando me pillaban leyendo a las tantas (algo que
intentaba casi todos los días...).
La flecha negra, de Robert Louis Stevenson
La novela narra las aventuras del joven aspirante a caballero Richard Shelton,
pupilo de sir Daniel Brackley, señor de Tunstall y defensor interesado y poco
fiable de la causa de los Lancaster en la Guerra de las Dos Rosas contra los York.
Tras haber perdido a su padre en extrañas circunstancias, sirve a las órdenes de
sir Daniel y recorre la agreste región con los mensajes de su señor. Estamos en los
prolegómenos de la batalla de Shoreby, y en la cercana abadía en ruinas de
Holywood se oculta la hermandad de La Flecha Negra, cuyo capitán, el
misterioso John Amend-all (John Arregla-todo), un vengador justiciero tiene
atemorizadas a las autoridades locales, pues sus certeras flechas negras,
acompañadas de un mensaje, prometen cobrarse la vida de cuatro malvados
personajes: «Los cuatro recibiréis lo que es de razón / una flecha negra en
vuestro negro corazón».

¿Cómo no va a gustarme una historia de sed de justicia, venganza y


reparación repleta de asaltos, saqueos y actos bravos y heroicos? Que, por si
no fuera poco, está ambientada en la Edad Media, y por aquel entonces, en mi
ingenuidad preadolescente, todavía creía que los caballeros eran personajes
nobles, honrados y leales, capaces de las mayores proezas para defender al
humilde... Ya, qué bonita es la inocencia, en fin. Además, qué narices,
Stevenson es un maestro y sabe cómo enganchar al lector...
Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain
Las aventuras de Tom Sawyer es el relato de unos meses en la vida de este niño
que vive en una ciudad pequeña del suroeste de Estados Unidos a orillas del
Mississippi. Criado por su tía Polly, que lo quiere de corazón, pero que lo somete a
una disciplina que a él se le hace absurda y desagradable, Tom contempla el
mundo de una manera muy diferente a como lo hacen los adultos con los que tiene
que convivir. Precisamente porque existe ese distanciamiento nos entretiene con
sus reacciones divertidas y nobles. Más agreste y rebelde contra ese universo de
las personas mayores es su inolvidable amigo Huckleberry Finn, que es un chico
que vaga por las calles, que fue abandonado por sus padres y es cuestionado por
la mirada prejuiciosa de los adultos; pero, sin embargo, admirado por los otros
niños que ven en él la imagen misma de la libertad. Juntos vivirán aventuras
humorísticas y dramáticas de las que podrán salir más airosos de lo que hubiera
podido hacerlo cualquier adulto. Al final, al menos en apariencia, tanto Tom
como Huck acabarán siendo conducidos a ese contexto de personas que crecerán
y dejarán de ser niños.

Tom Sawyer, lo recuerdo muy bien, se convirtió nada más leer sus aventuras
en mi héroe particular y, me temo, todo un ejemplo que imitar... para
desesperación de mis padres. La libertad y la imaginación de Tom me
sedujeron justo en un momento en que comenzaba a pensar que mi propia
vida estaba llena de ataduras. Lo leí una y otra vez, tanto este volumen como
su continuación, Las aventuras de Huckleberry Finn. Pocos libros reflejan con
tanto acierto el paraíso y la libertad ingenua de la infancia.
El último mohicano, de James Fenimore Cooper

Ambientada en las luchas entre franceses e ingleses por el control de las colonias
en el territorio de los Grandes Lagos, Cooper nos presenta en esta novela un
mundo caído donde la belleza de la naturaleza ha sido mancillada por la
violencia. Una apasionante historia de lealtades, luchas y venganzas que tiene
como escenario la última frontera del Oeste norteamericano.
La trama se desarrolla en 1757, cuando un grupo formado por Alicia y Cora
Munro, hijas del coronel Munro, el mayor Duncan Heyward, un guía indio
llamado Magua y David Gamut, maestro de música, abandona el fuerte británico
Edward de camino hacia el William Henry. Durante su trayecto se encuentran
con Ojo de Halcón y sus dos amigos indios Chingachguk y su hijo Uncas.
Sorprendidos por una traición, deberán sobrevivir en territorio hostil, atrapados
entre las facciones en guerra y los indios hurones.

Este fue mi primer contacto con el Salvaje Oeste. Y, de paso, con los indios,
los pueblos de las praderas y los bosques de América. Una historia por
momentos oscura, dramática, de traiciones y venganzas, que me arrastró de la
primera a la última página y que me hizo contemplar a los pueblos sometidos
con ojos nuevos. Una obra imprescindible de la literatura universal.
Robinson Crusoe, de Daniel Defoe

Robinson Crusoe naufraga y acaba en una isla desierta. Allí tendrá que hacer uso
de su inteligencia y perspicacia para defenderse de los peligros que esconde el
lugar, deshabitado solo en apariencia. Publicada en 1719, está considerado uno de
los clásicos más leídos de todos los tiempos, y en rigor, se trata de la primera de
las grandes novelas inglesas, un texto fundacional. Además de un libro de
aventuras, lleno de inolvidables personajes, Robinson Crusoe es una de las
primeras reflexiones narrativas sobre la soledad, la sociedad y las relaciones
humanas.

La idea de naufragar en una isla desierta y sobrevivir en ella sin contar con
nada más que nuestro ingenio, alejados durante años de cualquier contacto
con otros seres humanos tiene algo muy atractivo. Y no solo para mí, a juzgar
por el éxito que durante cientos de años ha tenido esta obra de Daniel Defoe. Y
no me extraña: al final, nos habla de la capacidad de superación y de la
fortaleza del espíritu humano, y eso siempre resulta curiosamente
reconfortante.
Kim de la India, de Rudyard Kipling
En las calles de Lahore, en la India colonial, vive, mendiga y se divierte Kimball
O'Hara, conocido por todos como Kim, un muchacho huérfano de padres
británicos pero indio de apariencia y de costumbres. Un día, al conocer a un
anciano lama tibetano que viaja en busca del mítico río de la Flecha, Kim se
decide a acompañarlo en su peregrinaje en condición de discípulo suyo. Pero este
viaje iniciático será para Kim mucho más que un aprendizaje espiritual, puesto
que el azar y su condición de angloindio convertirán al joven en una pieza
importante de los servicios secretos británicos dentro del Gran Juego, la lucha
soterrada que habían establecido Rusia y Gran Bretaña por el dominio de Asia
central. Publicada originalmente en 1901, en un contexto a caballo de dos grandes
culturas como son la india y la británica, Kim es sin duda la obra cumbre del
Premio Nobel Rudyard Kipling y una de las mejores novelas de aventuras que se
han escrito jamás.

Cuando oímos hablar de Rudyard Kipling, lo primero que nos viene a la cabeza
es su magníficoEl libro de la selva, que me gustó muchísimo, pero si tengo que
elegir no lo dudo un segundo: me quedo con Kim de la India, un personaje
fascinante, un chiquillo rebelde (ahora que lo pienso, muy parecido a Tom
Sawyer o Huckleberry Finn), despierto, imaginativo y de gran corazón.
Además, Kim me permitió echar una primera ojeada a un mundo hasta
entonces desconocido para mí, la fabulosa India, cuya cultura me atrapó unos
años después.
Los tigres de Mompracem, de Emilio Salgari
Sandokán, el tigre de Malasia, lleva diez años de lucha encarnizada contra los
ingleses y sembrando el terror junto a su inseparable amigo Yañez de Gomera y
una legión de piratas de los Mares del Sur. Despiadado con sus enemigos y
generoso con los débiles, sus hombres, los tigres de Mompracem, le repetan y
sienten por él una lealtad inquebrantable. Sandokán descarga su furia en la Isla
de Mompracém contra los ingleses, sus eternos enemigos, hasta que oye hablar de
la belleza de la hija del gobernador: la Perla de Labuán. Sandokán quedará como
único superviviente, cuando es atacado cerca de Labuan, donde acudió para
comprobar la belleza de Lady Mariana.

Por supuesto, Salgari no podía faltar en esta relación. ¡Cuántas horas


devorando las aventuras de sus personajes, perdido en mares y tierras tan
extraños como fascinantes! En este caso, el primero de la serie de Sandokán,
reconozco que no recuerdo bien si primero fue el libro o aquella magnífica serie
de 1976 protagonizada por Kabir Bedi. Da igual. Fuera como fuese, Sandokán,
prototipo de noble indio valiente y generoso, se quedó para siempre conmigo.
Y contribuyó no poco a engrosar la leyenda romántica de los piratas...

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