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fernando del Carpio Z./Democracia Directa
El proceso autonómico avanza de manera satisfactoria en Bolivia hace una década. “No es lo que hubiésemos querido,
pero la realidad nos está marcando el ritmo”, admitió el viceministro de Autonomías, Gustavo Vargas Rivas.
Para la autoridad es difícil porque se pasa de un modelo centralista de más de 180 años a implementar, en 10 años, una
nueva ruta con la vigencia de estrategias distintas al modelo departamental y municipal.
Las autonomías indígenas, por ejemplo, “nos señalan que las normativas deben adecuarse a nuevos contextos que no se
resuelven de inmediato”.
La Ley Marco de Autonomías, vigente desde 2010, estableció un plazo de 360 días para la elaboración de un estatuto o
carta orgánica, y excepcionalmente una ampliación de 360 días más. “Pero transcurrieron 10 años y la mayoría no cuenta
con carta orgánica. Los que se animaron tropezaron con intereses políticos, los referendos fueron convertidos en
plebiscitos, cuando no se trataba de eso, sino de aprobar el estatuto o carta orgánica”, sostuvo.
En todo caso, Vargas destaca el esfuerzo de la ciudadanía para construir una cultura autonómica que recién se está
adquiriendo y también de asumir que en Bolivia “nos hemos cargado sobre las espaldas una transformación institucional
de grandes dimensiones”.
En ese marco, el modelo autonómico que se lleva adelante tiene que ver con que en el país se tienen cinco niveles de
gobierno: nacional, departamental, municipal, regional y autonomías indígenas. Cuatro tipos de autonomías departamental,
municipal, regional e indígenas, y cuatro tipos de competencias.
PROCESO GRADUAL
Hay toda una arquitectura muy compleja para el sistema institucional y administrativo del modelo autonómico que está
siendo asimilado por los actores políticos y por la propia ciudadanía.
El viceministro Vargas reconoce que el proceso de implementación de las autonomías es gradual, que no se logra de la
noche a la mañana y que la propia población está dando los ritmos.
“La ley no la hemos impuesto como cabeza de sector, no podíamos decirles que en 360 días terminan la carta orgánica, la
población asume cómo impulsa y desarrolla ese proceso”, sostuvo.
Mencionó que, por ejemplo, en España, su modelo autonómico les llevó más de 30 años, lo cual no quiere decir que el
proceso está cerrado, sino que se le hacen ajustes.
“Mi conclusión es que en el marco de las transformaciones estructurales en el Estado, creo que en 10 años el modelo
autonómico adquirió mayoría de edad en términos de que las gobernaciones, municipios y autonomías indígenas están
haciendo gestión pública en el marco de su autonomía”.
Sin embargo, lo que está faltando es construir su institucionalidad, que significa normas, cartas orgánicas, leyes
departamentales, municipales y el nivel central tener una Ley de Gestión Pública que controle la administración a partir de
las autonomías.
En esa dirección se necesitan leyes que tengan un carácter más intercultural, de acuerdo con el Estado Plurinacional, y eso
significa nuevos modelos de gestión pública en manos de las autonomías indígenas.
Vargas considera que falta una cultura autonómica. Recordó que en 2012, en un evento en Cochabamba, más de 300
personas reclamaban por el excesivo centralismo del Estado, que se debía implementar el modelo autonómico, y
preguntaban qué hace el Ministerio de Autonomías que no envía por lo menos un técnico para que ayude a redactar la
carta orgánica.
Hace tres años una movilización potosina llegó a La Paz para reclamar al Estado, cuando la mitad de los puntos le
correspondía atender a la Gobernación y a la Alcaldía.
En medio de esa situación ocurre que los contenidos de las cartas orgánicas (estatutos autonómicos) se politizaron, cuando
les permite organizarse mejor, viendo las características culturales y territoriales del municipio.
“Más que la población, se enquistan intereses de tipo político, partidos que tratan de obstaculizar e impiden la aprobación
de la carta orgánica. Se invierten recursos públicos y se los reprueba”, explicó.
Es lo que ocurrió por ejemplo en La Paz, donde la oposición votó abiertamente contra el estatuto departamental de La Paz,
cuando esta norma, al igual que la carta orgánica, es como una Constitución.
DIAGNÓSTICO
Evaluar el impacto de las cartas y estatutos vigentes en sus jurisdicciones es complicado.
“En la medida en que una mayor cantidad de municipios tengan su carta orgánica aprobada se evaluará y ver si mejoró su
gestión”, aseveró.
En todo caso, su vigencia tiende a modular de mejor manera la aplicación de sus competencias, a generar espacios de
planificación para la gestión pública y criterios de distribución de recursos públicos a partir de una organización territorial
más adecuada.
Este 25 de noviembre, cinco municipios irán a referendo para la aprobación de sus cartas orgánicas, y Vargas espera que
se aprueben, ya que “ahora hay más interés y un ambiente menos tensionado”.
PUEBLOS INDÍGENAS
La situación es parecida en los pueblos indígenas. En Totora Marka fueron a referendo y no se aprobó. Cuando se elaboró
el estatuto autonómico, el alcalde era del MAS-IPSP, pero no apoyó, y la alcaldesa que lo sustituyó, que era de otro frente
político, tampoco, además estaban en abierta oposición algunos mallkus.
Vargas contó que un periodista extranjero le preguntó por qué se oponen a la autonomía indígena, y le dijo que el Estado
republicano, desde que se fundó, de manera permanente se esforzó por eliminar todo vestigio del modelo comunitario, la
misma Iglesia, el sistema educativo.
El libertador Simón Bolívar antes de la Constitución sacó tres decretos, el primero que anula toda relación económica que
no sea retribuida en moneda, sin entender que en el modelo comunitario hay mecanismos de intercambio donde no
interviene la moneda, sino el trueque.
El segundo decreto desconocía a las autoridades de los pueblos indígenas y el tercero eliminaba el modelo de la propiedad
comunitaria de la tierra.
Hay grupos que se beneficiaron del Estado o de las ONG en detrimento del modelo comunitario.
“Segmentos indígenas se oponen a la autonomía indígena porque algunas familias y líderes ven en el modelo comunitario
un riesgo para sus privilegios personales, por lo que no quieren subordinarse al modelo comunitario, que recrea un
conjunto de instituciones que regulan un nivel económico horizontal. Son alcaldes, concejales los que se oponen porque
revitaliza el modelo comunitario”, afirmó.