“Y en vez de la plegaria que el hechizo ahuyente, “(…) sentí que las campanadas se desplomaban

enloquecido siente que prendido en la boca una a una, como enormes lágrimas de
tiene, como una brasa, un nombre de mujer..." pesadilla, sobre mi corazón.”
Gabriela Mistral. Eduardo Barrios.

“Hice un esfuerzo y le sonreí. Me respondió él con la
carcajada triturante de los locos y, convulso de risa, se
tendió en la cama, hundiendo la cara entre las ropas”
Eduardo Barrios.
“Un momento, su mirada se encontró con la
mía, y el fulgor metálico de aquellos ojos
perturbados me apuñaleó las entrañas como
una daga fría.”
Eduardo Barrios.

“… y el tiempo va pasando y yo me voy poniendo peor.
Me acuesto temprano y me hago el dormido
inmediatamente para que me apaguen la luz y me
dejen solo y poder llorar, porque es tan bueno llorar
cuando uno está así”
Eduardo Barrios.
“Y ella se ha puesto seria un rato y luego me ha
hecho cariños. Pero siempre tengo pena… y
quisiera tener más…”
Eduardo Barrios.

“Tanto como deseo verla, y oírla, y tocarla, y sentirla “Y por eso no quiero alegrarme, porque cada
bien cerquita de mí, y luego pierdo así el tiempo... ¡Me vez que espero contento alguna cosa me resulta
da más rabia!... ¿Por qué seré tan nervioso? Pero en mal.”
cuanto sé que ha llegado de visita, me confundo todo.” Eduardo Barrios.
Eduardo Barrios.

“A veces no quería llorar más, de pena de ver a mi
mamá tan afligida, pero no podía sujetar el llanto, era
imposible...”
Eduardo Barrios.
“Una insufrible congoja me oprime aún al
recordar la penumbra en que todos nos
desdibujábamos como espectros, la ventanita
en alto por donde se veía un trozo de cielo azul
gris y asomaba de rato en roto un volantín
silencioso”
Eduardo Barrios.

“Los atardeceres son todos melancólicos en los cuartos
de los enfermos; pero mi memoria conserva el de
aquella estancia, como una llaga en carne viva,
siempre irritada y sangrante.”
Eduardo Barrios.
“Aquella mujer había llorado ya mucho. Ahora,
un secreto instinto de distracción, o acaso una
vaga esperanza de amparo, arrastraba al
contar los desgarradores episodios. Yo atendía,
no sé si por educación o porque no hiriese mis
oídos el monólogo terriblemente plácido del
loquito.”
Eduardo Barrios.