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Esto requiere:
- Comprender el texto: que se entienda el vocabulario, y si no es así, se
buscarán en el diccionario las palabras cuyo significado se desconozca.
- Que la lectura sea buena, tanto en comprensión como en velocidad. Hay
una manera de mejorar la lectura: LEYENDO.
- Utilizar ciertas técnicas de subrayado: lápices de colores, hacer
anotaciones al margen del texto, plantearse dudas según se va leyendo para
luego darle respuesta...
TIPOS DE SUBRAYADO
El subrayado es personal: cada uno, además de tener su código, encuentra
unas ideas o aspectos a destacar cuando estudia. En general, se suelen utilizar los
siguientes tipos de subrayado:
- Lineal: utiliza líneas de cualquier tipo para captar información de un
“vistazo” y facilitar su localización en el texto (una línea para la idea
principal y dos líneas para la palabra clave; un círculo para resaltar las fechas,
rectángulos para los nombres, etc.). También suelen utilizarse lápices de
colores, cambiando el color según la importancia del párrafo.
- Estructural: algunos textos vienen perfectamente estructurados, señalando
el tema del cual trata, los apartados que tiene, destacando en letra negrita los
diferentes puntos o aspectos, etc.; pero otros muchos, no.
El subrayado estructural consiste en ir haciendo anotaciones al margen
del texto para darle una estructura al mismo.
- De realce: consiste en ir destacando al margen del texto las dudas que
surgen, los comentarios que nos sugiere, aspectos a aclarar, etc.
Lo normal es utilizar a la vez los tres tipos de subrayado.
¡VAMOS A PRACTICARLO!
Recuerda que el subrayado es una técnica personal. Ahora lee y subraya el
texto “La Célula” y después compáralo con el de tu compañero/a.
LA CÉLULA
El descubrimiento de la célula
En el siglo XVII, Robert Hooke logró perfeccionar algunos instrumentos
ópticos, entre ellos el microscopio. Este aparato le permitió observar cuál era la
estructura de los seres vivos. En un trozo de corcho vio una disposición en celdillas
que él denominó células.
Actualmente existen microscopios muy potentes mediante los cuales se ha
podido estudiar la estructura y los elementos que integran las células.
Hoy sabemos que todos los seres vivos están compuestos por células, y que
son las unidades básicas de la vida. La célula es capaz de nutrirse, de reproducirse,
y, en ocasiones, de moverse; es decir: es capaz de realizar las funciones propias de
los seres vivos.
Estructura de la célula
La forma de las células es muy distinta según se trate de células animales o
de plantas y según la función que desempeñen dentro del ser vivo. No obstante
todas tienen tres partes fundamentales: membrana, citoplasma y núcleo.
LA CÉLULA
El descubrimiento de la célula
En el siglo XVII, Robert Hooke logró perfeccionar algunos instrumentos
ópticos, entre ellos el microscopio. Este aparato le permitió observar cuál era la
estructura de los seres vivos. En un trozo de corcho vio una disposición en celdillas
que él denominó células.
Actualmente existen microscopios muy potentes mediante los cuales se ha
podido estudiar la estructura y los elementos que integran las células.
Hoy sabemos que todos los seres vivos están compuestos por células, y que
son las unidades básicas de la vida. La célula es capaz de nutrirse, de reproducirse,
y, en ocasiones, de moverse; es decir: es capaz de realizar las funciones propias de
los seres vivos.
Estructura de la célula
La forma de las células es muy distinta según se trate de células animales o
de plantas y según la función que desempeñen dentro del ser vivo. No obstante
todas tienen tres partes fundamentales: membrana, citoplasma y núcleo.
LA CELESTINA
SEMPRONIO.- ¿Qué dices de sirvientes? Parece por tu razón que nos pueda venir a nosotros daño de
este negocio, y quemarnos con las centellas que resultan de este fuego de Calisto. ¡Aun al diablo daría
yo sus amores! Al primer desconcierto que vea en este negocio no como más su pan. Más vale perder
lo servido que la vida por cobrarlo. Si te parece, madre, guardaremos nuestras personas de peligro (...)
Ninguna llaga tanto se sintió que por luengo tiempo no aflojase su tormento, ni placer tan alegre fue
que no lo amengüe su antigüedad. El mal y el bien, la prosperidad y la adversidad, la gloria y pena,
todo pierde con el tiempo la fuerza de su acelerado principio. Pues los casos de admiración y venidos
con gran deseo, tan presto como pasados, olvidados. Cada día vemos novedades y las oímos y las
pasmos y las dejamos atrás. ¿Qué tanto te maravillarías si dijesen: la tierra tembló, u otra semejante
cosa que no olvidases luego? Así como: helado está el río (...), la puente es llevada, aquél es ya obispo,
a Pedro robaron, Inés se ahorcó. Cristóbal fue borracho. ¿Qué me dirás, sino que a tres días pasados, o
a la segunda vista, no hay quien de ello se maraville? Todo es así, todo pasa de esta manera, todo se
olvida, todo queda atrás. Pues así será este amor de mi amo: cuanto más fuere andando, tanto más
disminuyendo. Que la costumbre luenga amansa los dolores, afloja y deshace los deleites, desmengua
las maravillas. Procuremos provecho mientras pendiere la contienda; (...) y si no, poco a poco les
soldaremos el reproche o menosprecio de Melibea contra él. Donde no, más vale que pene el amo que
no peligre el mono. (Acto I, escena VII).
2.- Personajes.
En todos destacan el egoísmo y la independencia, así como el realismo de sus
actitudes y la evolución que experimentan a lo largo de la obra.
Calisto, exaltado y voluble, ya no es el amo medieval y paternalista que se
preocupa por sus criados: olvida rápidamente la muerte de éstos mientras teme
que sus amores con Melibea se descubran y le acarreen algún mal.
Melibea es un personaje muy bien construido que evoluciona desde el modelo
virtuoso de mujer hasta el de mujer apasionada por amor. Finalmente, al
suicidarse, renuncia a su posición social y se enfrenta a las convenciones
morales de la época, sin importarle el estado en que puedan quedar sus padres.
La fuerza del personaje de Celestina, uno de los más logrados, ha convertido
su nombre en sinónimo de alcahueta, y ha hecho que se conozca la obra por ella.
Su antecedente es la Trotaconventos del Libro de Buen Amor. Su vejez le ha
dado conocimientos prácticos sobre las enfermedades y gracias a su elocuencia
es muy seductora. A cada uno le dice lo que quiere oír y sabe improvisar y
aprovecharse de sus debilidades. También es muy codiciosa, lo que la llevará a
la muerte.
Pleberio, padre de Melibea, que representa a la nueva clase burguesa, expone
al final de la obra su desengaño con el mundo.
3.- Lenguaje.
El realismo de los personajes se evidencia también en su forma de hablar, pues
adecuan su habla al interlocutor y a la situación. Calisto y Melibea utilizan al
comienzo de su relación un lenguaje culto y retórico, latinizante, que luego será
coloquial y directo. Incluso en los criados aparece esta diferencia si se dirigen a sus
amos (correctamente) o a un igual (con espontaneidad y vulgarismos).
MELIBEA.- Por Dios, que sin más dilatar, me digas quién es ese doliente, que de mal tan perplejo se
siente, que su pasión y remedio salen de una misma fuente.
CELESTINA.- Bien ternás, señora, noticia en esta ciudad de un caballero mancebo, gentilhombre de
clara sangre, que llaman Calisto.
MELIBEA.- ¡Ya, ya, ya! Buena vieja, no me digas más, no pases adelante. ¿Ese es el doliente por quien
has hecho tantas premisas en tu demanda, por quien has venido a buscar la muerte para ti, por quien
has dado tan dañosos pasos, desvergonzada barbuda? ¿Qué siente ese perdido, que con tanta pasión
vienes? (...). ¡Quemada seas, alcahueta falsa, hechicera, enemiga de honestidad, causadora de secretos
yerros!
CELESTINA.- (¡En hora mala acá vine, si me falta mi conjuro! (...))
MELIBEA.- ¿Aun hablas entre dientes delante de mí para acrecentar mi enojo e doblar tu pena?
¿Querrías condenar mi honestidad por dar vida a un loco? ¿Dejar a mí triste por alegrar a él y llevar tú
el provecho de mi perdición, el galardón de mi yerro?
PLEBERIO.- ¡Oh duro corazón de padre! ¿Cómo no te quiebras de dolor, que ya quedas sin tu amada
heredera? ¿Para quién edifiqué torres? ¿Para quién adquirí honras? ¿Para quién planté árboles? ¿Para
quién fabriqué navíos? ¡Oh dura tierra!, ¿cómo me sostienes? ¿Adónde allará abrigo mi desconsolada
vejez? ¡Oh fortuna variable, ministra y mayordoma de los temporales bienes!, ¿por qué no ejecutaste
tu cruel ira, tus mudables ondas, en aquello que a ti es sujeto?; ¿por qué no destruiste mis
grandes heredamientos? (...)
¡Oh vida de congojas llena, de miserias acompañada; oh mundo, mundo! Muchos mucho de ti dijeron,
muchos en tus cualidades metieron la mano, a diversas cosas por oídas te compararon; yo por triste
experiencias lo contaré. (...) Yo pensaba en mi más tierna edad que eras y eran tus hechos regidos por
alguna orden; agora, visto el pro y el contra de tus bienandanzas, me pareces un laberinto de errores,
un desierto espantable, una morada de fieras, juego de hombres que andan en corro, laguna llena de
cieno, región llena de espinas, monte alto, campo pedregoso, prado lleno de serpientes, huerto florido
y sin fruto, fuente de cuidados, río de lágrimas, mar de miserias, trabajo sin provecho, dulce ponzoña,
vana esperanza, falsa alegría, verdadero dolor. (...)
¡Oh amor, amor, que no pensé que tenías fuerza ni poder de matar a tus sujetos (...) ¿Quién te dio tanto
poder? ¿Quién te puso nombre que no te conviene? Si amor fueses, amarías a tus sirvientes; si los
amases, no les darías pena. Si alegres viviesen, no se matarían, como agora mi amada hija. ¿En qué
pararon tus sirvientes y sus ministros? La falsa alcahueta Celestina murió a manos de los más fieles
compañeros que ella para tu servicio empozoñado jamás halló. Eellos murieron degollados. Calisto,
despeñado. Mi triste hija quiso tomar la misma muerte por seguirle. Esto todo causas. Dulce nombre te
dieron; amargos hechos haces. (...)
Del mundo me quejo, porque en sí me crió; porque no me dando vida, no egendra en él a Melibea; no
nacida, no amara; no amando, cesara mi quejosa y desconsolada postrimería. ¡Oh mi compañera
buena, oh mi hija despedazada! ¿Por qué no quisiste que estorbase tu muerte? ¿Por qué
no hobiste lástima de tu querida y amada madre? ¿Por qué te mostraste tan cruel con tu viejo padre?
¿Por qué me dejaste, cuando yo te había de dejar? ¿Por qué me dejaste penado? ¿Por qué me dejaste
triste y solo in hac lacrhymarum valle?
ACTIVIDADES:
1.- Lee el texto detenidamente y haz un subrayado lineal (destacando la idea principal
y las secundarias), estructural y de realce (haciendo anotaciones en los márgenes).
LA CELESTINA
SEMPRONIO.- ¿Qué dices de sirvientes? Parece por tu razón que nos pueda venir a nosotros daño de
este negocio, y quemarnos con las centellas que resultan de este fuego de Calisto. ¡Aun al diablo daría
yo sus amores! Al primer desconcierto que vea en este negocio no como más su pan. Más vale perder
lo servido que la vida por cobrarlo. Si te parece, madre, guardaremos nuestras personas de peligro (...)
Ninguna llaga tanto se sintió que por luengo tiempo no aflojase su tormento, ni placer tan alegre fue
que no lo amengüe su antigüedad. El mal y el bien, la prosperidad y la adversidad, la gloria y pena,
todo pierde con el tiempo la fuerza de su acelerado principio. Pues los casos de admiración y venidos
con gran deseo, tan presto como pasados, olvidados. Cada día vemos novedades y las oímos y las
pasmos y las dejamos atrás. ¿Qué tanto te maravillarías si dijesen: la tierra tembló, u otra semejante
cosa que no olvidases luego? Así como: helado está el río (...), la puente es llevada, aquél es ya obispo,
a Pedro robaron, Inés se ahorcó. Cristóbal fue borracho. ¿Qué me dirás, sino que a tres días pasados, o
a la segunda vista, no hay quien de ello se maraville? Todo es así, todo pasa de esta manera, todo se
olvida, todo queda atrás. Pues así será este amor de mi amo: cuanto más fuere andando, tanto más
disminuyendo. Que la costumbre luenga amansa los dolores, afloja y deshace los deleites, desmengua
las maravillas. Procuremos provecho mientras pendiere la contienda; (...) y si no, poco a poco les
soldaremos el reproche o menosprecio de Melibea contra él. Donde no, más vale que pene el amo que
no peligre el mono. (Acto I, escena VII).
2.- Personajes.
En todos destacan el egoísmo y la independencia, así como el realismo de sus
actitudes y la evolución que experimentan a lo largo de la obra.
Calisto, exaltado y voluble, ya no es el amo medieval y paternalista que se
preocupa por sus criados: olvida rápidamente la muerte de éstos mientras teme
que sus amores con Melibea se descubran y le acarreen algún mal.
Melibea es un personaje muy bien construido que evoluciona desde el modelo
virtuoso de mujer hasta el de mujer apasionada por amor. Finalmente, al
suicidarse, renuncia a su posición social y se enfrenta a las convenciones
morales de la época, sin importarle el estado en que puedan quedar sus padres.
La fuerza del personaje de Celestina, uno de los más logrados, ha convertido
su nombre en sinónimo de alcahueta, y ha hecho que se conozca la obra por ella.
Su antecedente es la Trotaconventos del Libro de Buen Amor. Su vejez le ha
dado conocimientos prácticos sobre las enfermedades y gracias a su elocuencia
es muy seductora. A cada uno le dice lo que quiere oír y sabe improvisar y
aprovecharse de sus debilidades. También es muy codiciosa, lo que la llevará a
la muerte.
Pleberio, padre de Melibea, que representa a la nueva clase burguesa, expone
al final de la obra su desengaño con el mundo.
3.- Lenguaje.
El realismo de los personajes se evidencia también en su forma de hablar, pues
adecuan su habla al interlocutor y a la situación. Calisto y Melibea utilizan al
comienzo de su relación un lenguaje culto y retórico, latinizante, que luego
será coloquial y directo. Incluso en los criados aparece esta diferencia si se dirigen
a sus amos (correctamente) o a un igual (con espontaneidad y vulgarismos).
MELIBEA.- Por Dios, que sin más dilatar, me digas quién es ese doliente, que de mal tan perplejo se
siente, que su pasión y remedio salen de una misma fuente.
CELESTINA.- Bien ternás, señora, noticia en esta ciudad de un caballero mancebo, gentilhombre de
clara sangre, que llaman Calisto.
MELIBEA.- ¡Ya, ya, ya! Buena vieja, no me digas más, no pases adelante. ¿Ese es el doliente por quien
has hecho tantas premisas en tu demanda, por quien has venido a buscar la muerte para ti, por quien
has dado tan dañosos pasos, desvergonzada barbuda? ¿Qué siente ese perdido, que con tanta pasión
vienes? (...). ¡Quemada seas, alcahueta falsa, hechicera, enemiga de honestidad, causadora de secretos
yerros!
CELESTINA.- (¡En hora mala acá vine, si me falta mi conjuro! (...))
MELIBEA.- ¿Aun hablas entre dientes delante de mí para acrecentar mi enojo e doblar tu pena?
¿Querrías condenar mi honestidad por dar vida a un loco? ¿Dejar a mí triste por alegrar a él y llevar tú
el provecho de mi perdición, el galardón de mi yerro?
PLEBERIO.- ¡Oh duro corazón de padre! ¿Cómo no te quiebras de dolor, que ya quedas sin tu amada
heredera? ¿Para quién edifiqué torres? ¿Para quién adquirí honras? ¿Para quién planté árboles? ¿Para
quién fabriqué navíos? ¡Oh dura tierra!, ¿cómo me sostienes? ¿Adónde allará abrigo mi desconsolada
vejez? ¡Oh fortuna variable, ministra y mayordoma de los temporales bienes!, ¿por qué no ejecutaste
tu cruel ira, tus mudables ondas, en aquello que a ti es sujeto?; ¿por qué no destruiste mis
grandes heredamientos? (...)
¡Oh vida de congojas llena, de miserias acompañada; oh mundo, mundo! Muchos mucho de ti dijeron,
muchos en tus cualidades metieron la mano, a diversas cosas por oídas te compararon; yo por triste
experiencias lo contaré. (...) Yo pensaba en mi más tierna edad que eras y eran tus hechos regidos por
alguna orden; agora, visto el pro y el contra de tus bienandanzas, me pareces un laberinto de errores,
un desierto espantable, una morada de fieras, juego de hombres que andan en corro, laguna llena de
cieno, región llena de espinas, monte alto, campo pedregoso, prado lleno de serpientes, huerto florido
y sin fruto, fuente de cuidados, río de lágrimas, mar de miserias, trabajo sin provecho, dulce ponzoña,
vana esperanza, falsa alegría, verdadero dolor. (...)
¡Oh amor, amor, que no pensé que tenías fuerza ni poder de matar a tus sujetos (...) ¿Quién te dio tanto
poder? ¿Quién te puso nombre que no te conviene? Si amor fueses, amarías a tus sirvientes; si los
amases, no les darías pena. Si alegres viviesen, no se matarían, como agora mi amada hija. ¿En qué
pararon tus sirvientes y sus ministros? La falsa alcahueta Celestina murió a manos de los más fieles
compañeros que ella para tu servicio empozoñado jamás halló. Eellos murieron degollados. Calisto,
despeñado. Mi triste hija quiso tomar la misma muerte por seguirle. Esto todo causas. Dulce nombre te
dieron; amargos hechos haces. (...)
Del mundo me quejo, porque en sí me crió; porque no me dando vida, no egendra en él a Melibea; no
nacida, no amara; no amando, cesara mi quejosa y desconsolada postrimería. ¡Oh mi compañera
buena, oh mi hija despedazada! ¿Por qué no quisiste que estorbase tu muerte? ¿Por qué
no hobiste lástima de tu querida y amada madre? ¿Por qué te mostraste tan cruel con tu viejo padre?
¿Por qué me dejaste, cuando yo te había de dejar? ¿Por qué me dejaste penado? ¿Por qué me dejaste
triste y solo in hac lacrhymarum valle?
EL SUBRAYADO
¿En qué consiste?
El subrayado tiene tres objetivos fundamentales:
Subrayar demasiado complica la labor de síntesis. Hay que tener en cuenta los
objetivos que tenemos, la importancia del texto y de cada párrafo en particular y los
conocimientos previos que ya tenemos sobre la materia. Como consejo, el texto
subrayado no debe superar la cuarta parte del texto entero.
Técnica de subrayado.
Errores a evitar
El descubrimiento de la célula
En el siglo XVII, Robert Hooke logró perfeccionar algunos instrumentos
ópticos, entre ellos el microscopio. Este aparato le permitió observar cuál era la
estructura de los seres vivos. En un trozo de corcho vio una disposición en celdillas
que él denominó células.
Actualmente existen microscopios muy potentes mediante los cuales se ha
podido estudiar la estructura y los elementos que integran las células.
Hoy sabemos que todos los seres vivos están compuestos por células, y que
son las unidades básicas de la vida. La célula es capaz de nutrirse, de reproducirse,
y, en ocasiones, de moverse; es decir: es capaz de realizar las funciones propias de
los seres vivos.
Estructura de la célula
La forma de las células es muy distinta según se trate de células animales o
de plantas y según la función que desempeñen dentro del ser vivo. No obstante
todas tienen tres partes fundamentales: membrana, citoplasma y núcleo.