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Motivo de su demanda
Dice que tiene ansiedad, fobia social. Le pregunto el porqué de ese diagnóstico, y me confirma que
leyó mucho por internet.
Le pregunto cuáles son los síntomas que ella se nota. Y especifica: huye de las relaciones sociales,
lo pasa mal en el contacto con los compañeros de trabajo, suda y se pone “mala” en reuniones
familiares tipo bodas, fiestas… siente que los demás le rehúyen
Su historia personal
Margarita, 34 años, ingeniera. Vive en pareja desde hace 5 años.
Es la tercera de cuatro hermanos. Sus padres siempre se llevaron mal. Cuando ella tiene 12 años,
descubre a su madre siéndole infiel a su padre. Y ella se lo cuenta a él. Su padre la toma de paño
de lágrimas, y critica duramente a su madre durante años. Nunca se separan.
Le pregunto por los primeros años (antes de los 12) y no recuerda nada especial, “todo normal”.
No tiene relación con sus hermanos. Siempre fue “especial y distinta”. Se refugiaba en su mundo
interior. Era muy inteligente, destacaba mucho en el colegio, hasta que se aburrió y decidió dejar
de estudiar en la adolescencia. Entonces se metió en grupos de rock y vestía de negro.
A los 19 años se aburrió de ser “mala” (palabras de ella) y empezó de nuevo a estudiar y
“empezaron mis problemas de socialización, desde entonces no sé relacionarme con la gente”.
Ha cambiado varias veces de trabajo, siguiendo a su pareja en sus traslados laborales. Cuando
llega a consulta está en un trabajo no cualificado, que le aburre.
Lectura corporal
Muy delgada, pero con una musculatura fuerte (dice que no hace deporte), lo que
muestra el alto grado de tensión y contración muscular (para contener todo su mundo
emocional)
Aspecto desaliñado (y continúa vistiendo exclusivamente de negro)
Fuerte tensión en la zona ocular y craneal
Pelvis hacia delante (como un “perro apaleado”)
Brazos desconectados, languidos
Poco enraizamiento, sus pies y piernas no la sostienen, poco equilibrio
En movimiento: escasa coordinación, movimientos descompensados
Destaca un fuerte mal olor corporal
Primeras resistencias:
1. Discurso confuso, es difícil “seguirle el hilo”, y si pregunto demasiado para intentar
comprenderla, se aburre y me desprecia. Y siempre dejo que pase toda la secuencia:
discurso confuso-mis preguntas-su aburrimiento-su desprecio. Para devolverle al final
“siento que me desprecias cuando me intereso por ti”.
2. Hiper-colaboración, se presta a cualquier cosa que le proponga, sin cuestionar nada (un
día, por ejemplo, le dije “ponte a saltar sobre esa colchoneta”, y estuvo más de 15 minutos
saltando hasta caer agotada, finalmente pudo atreverse a preguntarme “¿para qué
saltaba?”. Yo le contesté “para nada”. Y ella “esto me pasa continuamente en la vida…” Y
ahí pude intervenir “sin resistencias”, dando apoyo y soporte a su profundo dolor y
frustración).
3. Mal olor corporal, es complicado acercarse a ella, abrazarla cuando llora…debido a su mal
olor (es un mecanismo parecido al que usan las mofetas para atacar a sus enemigos).
Nunca jamás le dije nada de su olor, todo lo contrario, más profundamente respiraba
cuando estaba a su lado. Ella necesita verificar que me quedo con ella aunque me eche de
su lado.
Defensas caracteriales
1. Negación de sus sentimientos: hostilidad, furia “asesina”…
2. Disociación de su percepción de sí misma y de la realidad
Drama vital
(Si no tienes claro el concepto de Drama Vital, lee aquí)
¿Qué es el drama vital?
El drama vital es la herida que cada uno de nosotros tiene. Lógicamente, en la mayoría de las
personas este drama no es visible, está escondido bajo capas de protección para poder sobrevivir
y alcanzar las metas individuales.
Pero cada vez que una persona se enfrenta a una situación complicada de su vida, o ante una
relación dificultosa, quien dirige su comportamiento en esos momentos “críticos” siempre es su
“drama vital “.
Y esto implica que la persona se queda permanentemente en un bucle, desde donde le resulta
muy difícil salir.
Y por supuesto, es situaciones de psicoterapia, el terapeuta tiene que ser capaz de observar ese
drama vital de su cliente y poder hacérselo consciente.
Para comprender su drama vital o bucle, hay que comprender que es una estructura de
personalidad que se movilizó desde muy niña para paralizar la furia y el terror de una situación
traumática de rechazo. Por lo que su forma de relacionarse es bajo la “ley del mínimo esfuerzo”,
donde una mezcla de “culpa” y “vergüenza” dirigen su vida. Necesita un máximo nivel de control.
Debe aprender a sustituir el “control aférrimo” por la “regulación” de sus emociones.
Transferencia y contratransferencia
Durante los primeros meses su transferencia fue negativa: me recriminaba continuamente que la
terapia no le servía, y me “amenazaba” con irse.
Por mi carácter, mi contratransferencia era de dar una respuesta excesiva, preocupada, y hacer
muchas cosas por y para ella. No lo hice, me contuve. Ante sus “reproches”, reconocía su enfado y
la animaba a expresarlo hasta quedar extenuada (con técnicas de expresión de la rabia), para
después “recogerla” y “contenerla”.
A partir del año, comenzó una transferencia positiva, de dependencia, de “quererlo todo de mi y
ya” (como un bebé recién nacido).
De nuevo en este momento mi labor fue de contención, de poner “palabras” a lo que ocurría
(como el ejemplo de un bebé recién nacido y su necesidad inmensa e contacto con su mamá y
cómo el sistema límbico necesita reprogramarse llevando al cuerpo a situaciones y experiencias
que le permitan a su cuerpo tener la experiencia de “quedar satisfecha”, para así poder calmar el
miedo irracional que la invadía en su día a día como adulto).