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siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.


crnRo oei- nou,q 248. DELEGAo|óN coYoAcÁN, 04310 MÉxco. D.F.

siglo veintiuno de españa editores, s.a.


CALLE PLAZA 5, 28043 MADRID ESPAÑA LA POSTERIDAD DEL LIBRO DE BARTHES, por JAIME MORE-
NO VILLARREAL
siglo veintiuno argentina editores
siglo veintiuno editorcs de colombia,.s.a. PRELIMINAR 43
oALLE ss t'tú¡¡. lo-¿¿. BocorÁ, D.E.. coLoMBlA

I. EL HOMBRE RACINIANO 47

1. r-e EsrRucruRA 47
La Cámara, 47;Los tres espacios exteriores: la muerte, la huida,
el acontecimiento,49; La horda, 51; Los dos Eros, 53; La turba-
ción, 58; La "escena" erótica, 60; Lo tenebroso raciniano, ó3; La
relación fundar¡ental, 66; Técnicas de agresión, 70; La división,
78; El padre,79; El cambio brusco, 82; La falta, 86; EI "dogma-
tis¡no" del héroe raciniano, 87; Esbozos de soluciones, 90; El
Confidente, 92; El n-riedt-¡ a los signos, 95; Logos y Praxis, 97

2. us oBRAS 100
La Tebaida, 100; Andrón-raca, 109; Británico, 118; Berenice,
125; Bayazeto, 130; Mitrídates, l3ó; II'igenia, 140, Fedia, 147;
E.sther, 154; Atalía, 158

II. DECIR A RACINE 1ó5

IIi. ¿HISTORIA O LITERATURA? 174

ü tr.Eq A -.
edición al cuidado de martí soler
portada de germán montalvo

primera edición en español, 1992


@ siglo xxi editores, s.a. de c.v.
isbn 9ó8-23-1799-1

primera edición en francés, 19ó3


@ éditions du seuil
título original: sur racine

derechos reservados conforme a la ley


impreso y hecho en méxico
printed and made in mexico tsl

l
!l
IIi. ¿HISTORIA O LITERATURA? ¿HISTORIA o LITERATURA?
175
cajarlos uno en e.l otro, un poco
como Wegener volvió a unir
el continente africano ."" ;i;;;;i.;"".
Desgraciadamente,
no es más que un sueño: las formas
- ^."rirt".r,áiñ;";;;r.,
-v¡elvr¡' v rv qus .,b Pt
no cambian al mismo ritmo.
A decir verdad, hasta el dÍa de hoy
este problema sólo se
Hace un tiempo se trasmitía en la radio francesa un progra- ha dado como resuelt" u tul*
a-"'iii"r"rias constituidas, la
ma cándido e inquietante: inquietante porque deseaba suge- de Hegel, la de Taine, la de M;;;
F"".a
rir al gran público que había no solamente una historia de mil aproximaciones d" .oro.i*i""io . de los sistemas, hay
la música, sino también relaciones entre la historia y la mú-
l:l:"" qilipor u.n último pudor son ingenio siámpr"
admirables,
f*g*;r._
sica; cándido porque esas relaciones parecían agotarse en la rras, ya que er historiador de
rá riteratura concruye su traba_
jo precisamente cuando ."
simple fecha. Se nos decía: " 1789: Convocatoria de los Esta- up.r*i*"; f, hist.ria verdadera:
de un continente al otro.li;;;;;i.,
dos Generales; regreso de Necker; concierto núm. IV, en do ." intercambian, al-
menor, para cuerdas, de B. Galuppi", sin que supiéramos si gunas complicidades. se ,.rt.uyur,
pero en cuanto a lo esen_
el autor del programa quería persuadirnos de que existe una cial, el estudio de cada uno se á.r"ñ"if"
de modo autónomo:
relación analógica entre la vuelta de Necker y el concierto de dos geografías que se comunican
Tomemos una histo¡ia de la
mal. :

Galuppi, o bien sugerirnos que ambos forman parte de una ii,".u,,rru (cualquiera que
sola unidad causal, o por el contrario ponernos al tanto de sea: no estamos estableciendo
un urt"..d*t.,'l;ii;;";"
una interesante coexistencia, como si hubiera que hacernos mos sobre un régimen); de histori,
una serie de monografías, cada
,álo tiene el nombre: es
medir toda la distancia que hay entre un concierto y una re- ,* d" 1." .""1;, ;;.;;¡;"
volución; a menos que se tratara de presentarnos pérfida- casi solamente a un autor y to
po. ri mismo; la histo_
mente, so color de historia, el desbarajuste de las produccio- ria ahí no es más que una sucesión
"rt,rJL áe h;ñ;;;i;;."
nes estéticas, la inutilidad de la historia general, dejando resumen, no es una.historia, es
una crónica. Cl..áá""ü, .l
que hablara por sí misma la ridiculez de un método que vin- esfuerzo de generaliru.i¿.,
cad,a vez)y está sus_
cula la derrota naval de Hougue con las sonatas de Corelli, tentado en géneros y escuelas, "*ir;6;;,
p.;;i;-pre
teratura en sÍ; es un cortés saludo se rimita a Ia ri_
la elección del presidente Doumer con los Gritos del mundo ofrecido .i p;;;;;;;"
de Honneger. a la trascendencia hirtOricu,'rn"";;;.
Pero dejemos esta emisión que en su candidez no hace p ri n cip al : ;l ;;;;;. roda hi sioÁ li; #,"j ;#".:ff
L:i T:
más que plantear ante el gran público de la radio el viejo este modo por una secuencia de
críticas cerradas: no hav di-
problema de las relaciones entre la historia y la obra de ferencia entre historia. y crítica,;" ;;;;, ,;;;.;;;;i
arte, problema que se discute intensamente, con refinamien- método, pasar del Racine a"ffrí...y'ü"rulnier ;:;
A. Adam sobre Racine en su al capítulo de
tos teóricos y fortunas diversas, desde que hay una filosofía llisro ¡i de la littérature
del tiempo, es decir desde el siglo pasado. He aquí dos conti- se au XVIp siécle: es. el lenguaje-lo franqai_
que cambia,.ro.i;;;;
nentes: por un lado el mundo con su profusión de hechos po- de vista; en uno v otro.urá,_tádo
pá.i" a" Racine e iiradia
líticos, sociales, económicos, ideológicos; por otro lado la de.manera diverÁa, aquÍ haáia-rrJp"lr¡.,
psicologÍa trásica: noniendo y allá hacia una
obra, en apariencia solitaria, siempre ambigua porque se este asJntá de la mejor manera,
presta a \a vez a multitud de significados. El sueño sería, Ia historia litJrariá no es
_más que Ia historia de las obras.
desde luego, que ambos continentes fueran formas comple- ¿Pq{rí4 ser de otro modo? Sí;., ;;,
mentarias, que distantes sobre el mapa se pudiera sin em- ria literaria es posible fr".l d; ü;;;;; medida; una histo-
bargo, por medio de una traslación ideal, aproximarlos, en- en seguida) p".., ;;
cuarquier .,,oü
de los historiadore, de Ja'ltie.;;;;""'o;."
j;".§Hi:,9
;::"'.""1
menre de la literatura a la historia pasar especifica_
Lt7 4)
noIi"f"._, ir;r-;;;;;, l

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J
¿HISTORIA O LITERATURA? t77
t76 ¿HISTORIA O LITERATURA?

que hay una condición particular de la creación literaria; la historia nunca nos dirá qué pasa en el fuero interno de un
que no sólo no se puede tratar la literatura como cualquier autor cuando escribe. Sería mucho más eficaz invertir el
otro producto histórico (cosa que nadie razonablemente problema y preguntarnos qué es lo que una obra nos da de
piensa) sino que además esa singularidad de Ia obra contra- su época. Tomemos resueltamente, pues, la obra como un
dice en cierto rnodo a la historia. En síntesis: que la obra es documento, como trazo particular de una actividad de la
esencialmente paradójica, que es al mismo tiempo signo de que, por el momento, nos interesará sólo la vertiente colecti-
una historia y resistencia a esa historia. Esta paradoja fun- va; veamos, en síntesis, aquello que podría ser una historia
damental se abre paso, con mayor o menor lucidez, en nues- no de la literatura sino de la función literaria. Para este exa-
tras historias de la literatura; hay un sentimiento generaliza- men disponemos de una guía cómoda aunque visiblemente
do de que la obra escapa, que es otra cosa díferente de su apresurada: algunas anotaciones de Lucien Febvre comuni-
historia, de la suma de sus fuentes, de sus influencias o de cadas por Claude Pichois en un trabajo sobre el problenra
sus modelos: que es un núcleo duro e irreductible, inmerso que nos concierne.2 Bastará confrontar los puntos de este
en la masa dudosa de los acontecimientos, de las condicio- programa histórico con algunos trabajos recientes de la crí-
nes que la rodean, de las mentalidades colectivas; he aquí tica raciniana, una de las más encendidas del momento (se
por qué nunca hemos dispuesto de una historia de la litera- ha dicho que, en materia de literatura, la historia y la crítica
tura, sino sólo de una historia de los literatos. En suma, hay están confundidas una vez más), para demarcar Iagunas ge-
dos planteamientos de la literatura: uno histórico, en tanto nerales y definir tareas.
que la literatura es institución; otro psicológico en tanto que La primera proposición de Lucien Febvre es el-estudio del
es creación. Por consiguiente, para estudiarla hacen falta medio. A pesar de estar en boga la crítica, está éxprésión
dos disciplinas diferentes, con objetos y métodos diferentes. §üána incierta. Si se trata del grupo humano bien restringi-
En el primer caso, el objeto es la institución literaria y el do que rodea al escritor, cada uno de cuyos miembros es
método es el método histórico en su desarrollo más actual; más o menos conocido (sus padres, sus amigos, sus enemi-
gos), el medio de Racine ha sido descrito muchas veces, por
en el segundo caso, el objeto es la creación literaria y el
método es la investigación psicológica. Es preciso decirlo de lo menos en sus aspectos circunstanciales, puesto que los es-
una vez: estas disciplinas no tienen, de ningún modo, los mis- tudios del medio muchas veces no han sido más que reseñas
mos criterios de objetividad, y la enorme desgracia de nues- biográficas menores, la historia anecdótica de algunas fre-
tras historias literarias es haberlas confundido al encumbrar cuentaciones, o incluso de ciertas "camarillas". Pero si se
incesantemente la creación a partir de recetas extraídas de la concibe el medio de un escritor de una manera más orgáni-
historia, y al mezclar con el escrúpulo histórico más altivo ca, más ánónima, como ámbito de las costumbres de pensa-
postulados psicológicos rebatibles por definición.l Frente a miento, de los tabúes implícitos, de !q.t valores "naturales",
de los intereses materiales de un grupo de hombres asocia-
estos dos quehaceres, sólo se exigirá aquí un poco de orden.
doi reálmente por funciones iguales ó complementarias, gn
resumen- como porción de una clase social, los estudios son
No exijamos de la historia más de lo que ella puede darnos: mucho más raros. En cuanto su carrera, Racine participó
esencialmente de tres medios (con frecuencia de dos de ellos
lMarc Bloch decia ya a propósito de ciertos historiadores: "¿Se trata
a la vez): Port-Royal, la Corte y el Teatro. Acerca de los dos
de asegurarse de si tuvo verdaderamente lugar un acto humano? No saben primeros, o más precisamente acerca de su intersección (y
cómo extremar los escrúpulos. Ahora bien, si pasan a las razones que moti- eso es lo que cuenta tratándose de Racine), tenemos el estu-
varon ese acto, se satisfacen con cualquier apariencia, fundada de ordina-
rio en uno de esos apotegmas de psicología trivial, ni más ni menos ciertos 2 Cl. Pichois, "Les cabinets de'lecture á Paris durant la premiére moitié
que sus contrarios." Métier d'historienÍIntroducción a la historia, México,
du xrxe siécle", Annales, julio-septiembre de 1959, pp. 521--534.
Fondo de Cultura Económica, 1952, p. 149).
178 ¿HISTORIA O LITERATURA? ¿-HISTORIA O LITERATURA? 179

dio de Jean Pommier sobre el medio jansenista y mundano conocer la función del teatro a sus ojos: ¿distracción?, ¿sue-
de la condesa de Gramont: conocemos por otro lado el aná- ño?, ¿identificación?, ¿distancia?, ¿esnobismo? ¿Cuál era la
lisis, a la vez social e ideológico que hiciera Lucien Gold- dosis de cada uno de estos elementos? Una simple compara-
mann sobre el ala "derechista" del jansenismo. Pero acerca ción con los públicos más recientes pone de relieve los ver-
del medio teatral, que yo sepa hay muy poca información, es daderos problemas históricos. Se nos dice al pasar que Bere-
básicamente anecdótica y nohay ninguna sintesis. Aquí, más nice obtuvo un entusiasta éxito de lágrimas. ¿Quién llora
que en ninguna otra parte, el hecho biográfico eclipsa el he- hoy día en el teatro? Uno desearía que las lágrimas de Bere-
cho histórico: ¿tuvo Racine una hija con la señora Du Parc? nice informaran tanto sobre quienes las derramaban cuanto
Este problema exime de tratar las costumbres del medio tea- sobre quienes las hacían derramar, que se nos concediera
tral, y con mayor razón, de buscar en él significaciones his- una historia de las lágrimas, que se nos describiera a partir
tóricas. De este balance numéricamente modesto, aislemos de ello, y capitalizando poco a poco otros aspectos, toda una
de una vez el vicio: lo muy difícil que es alcanzar la generali- afectividad de época (¿ritual o realmente psicológica?), exac-
dad del medio a través de una obra o de una vida. Tan pronto tamente al modo como Granet reconstituyó las manifesta-
se exige al grupo estudiado una consistencia, el individuo ciones del duelo en la China clásica. Tema mil veces subraya-
recula; en el lÍmite, el individuo apenas si se necesita, y a me- do, pero jamás explotado, a pesar de que se trata del siglo
nos que no estorbe. En su Rabelais, L. Febvre enfocó real- estrella de nuestra literatura.
mente un medio. ¿Y está en el centro Rabelais? De ningún Otro objeto histórico (señalado también por L. Febvre): la
modo; Rabelais es más bien un punto de partida polémico (la formación intelectual de ese público (y de sus autores). Aho-
polémica es el demonio socrático de L. Febvre), el pretexto ia bien, las noticias que nos llegan sobre la educación clási-
pasional para corregir una interpretación demasiado mo- ca están dispersas, no permiten reconstituir el sistema men-
derna del ateísmo del siglo xvl; en una palabra, es un crista- tal que toda pedagogía supone. Se nos dice, siempre de paso,
lizador. Pero que alguien conceda demasiado al autor, que el que la educación jansenista era revolucionaria, que se ense-
genio pase a ser observado con lujo de complacencia, y el ñaba el griego, que la clase se daba en francés, etc. ¿No se
medio se desperdigará todo en anécdotas, en "paseos" lite- puede ir más lejos, ya sea en el detalle (por ejemplo, la "re-
rarios.3 creación" de una clase), o en la profundidad del sistema, en
Acerca del público de Racine (e.l púb" ti"co es el segundp su relación con la educación común (pues no todo el público
punto de Lucién Febvre), hay much6lniótivos incidentales, de Racine era jansenista)? En resumen, ¿no podría intentar-
cifi᧠preciosas, por supuesto (especialmente en Picard), se una historia, aunque fuera parcial, de la enseñanza fran-
pero ninguna sintesis reciente,* por 1o que el fondo del asun- cesa? En todo caso, la laguna es particularmente sensible en
to permanece en el misterio. ipuién asistía al espectáculo? el plano de esas historias literarias cuyo papel debiera ser
Según Io que se lee en la crítica raciniana, Corneille (escon- precisamente poner a nuestro alcance información sobre
dido en un palco) y Madame de Sevigné. Pero ¿quién más? todo 1o que, en el autor, no es el autor mismo. En verdad, la
La corte, la c-iudad, ¿qué era eso exactamente? Y aún más crítica de las fuentes parece ser de un interés risible al lado
que la configuración social de ese público, nos interesaría del estudio del verdadero medio formativo, el de la adoles-
cencia.
3 Por discutible que sea su Port-Royal, Sainte'Beuve tuvo el admirable Quizás una bibliografía exhaustiva nos proporcionaría,
mérito de describir en él un verdadero medio, en el que no se privilegia nin- sobre cada uno de estos puntos, lo que esencialmente reque-
guna figura.
* El mismo Raymond Picard reprochará a Barthes (en Nouvelle critique rimo§. Creo que el tiempo de la síntesis ha llegado, pero esta
ou noupelle imposture, París, Pauvert,1966, pp. 80-81) que Pase por alto la síntesis jamás podrá llevarse a cabo si nos atenemos a los
obra de M. Lough, Paris theatre audiences in the seventeenth and eighteenth marcos actuales de la historia literaria. Detrás de las lagu-
centuries, Londres, Oxford University Press, 1957. [r.] nas hay, en efecto, un vicio que aunque sea de punto de vista,
180 ¿HISTORIA O LITERATURA? ¿HISTORIA O LITERATURA? l8l
y no de información, no es por ello menos fundamental: el que una contribución, la historia para él es de nuevo, fatal-
g privilegio "centralizador" conferido al autor. por doquier, mente, el material de un retrato; ha examinado el tema en
es Racine quien hace comparecer la historia frente a él y en profundidad (su prefacio es categórico al respecto),
torno suyo; no es la historia la que cita a Racine. Las causas otra vez no es más que una tierra prometida. Obligadof"ro por
de esto, por lo menos las materiales, son claras: los trabajos la primacía del autor a darle igual átención al urrrr-to de los
racinianos son esencialmente trabajos universitarios; por lo Sonetos como al de las rentas de Racine, picard compele
mismo no pueden transgredir, sino mediante limitados sub- a su
terfugios, los marcos propios de la enseñanza superior: de lgclor abuscar aquí y allá esa información social cuyt interés
él ha advertido. De nuevo, sólo nos informa sobre la
un lado la filosofía, del otro la historia y, más allá,la litera- ción de Racj¡s, pero ¿es ella realmente ejemplar?, "orrái_
tura; entre estas disciplinas hay intercambios, cada vez más otros,
¿y los
entre los que se comprende sobre todá n ü,
numerosos, cada vez más y mejor reconocidos; pero el obje- "u..'iio.",
menores? En vano Picard rechaza sin cesar la interpretación
to mismo de la investigación queda determinado por un mar- psicológica (¿era Racine un ,.arribista,,?), pues la pársona de
co anticuado, cada vez más opuesto a la idea qr" lu, nuevas Racine sin cesar reaparece y lo pone en situaciór, ¿ifi.it.
'-'ciencias humanas
se hacen del hombre.a Las consecuencias Quedan, en torno a Racine, muchas otras actitudes por ex_
son de peso: al instalarse sobre el autor, al hacer del ,,genio,, plorar, las que constituyeron último pgnto
literario el lugar del emplazamiento mismo de Ja observa- .ql {et p.og.uoiu
ción, se relega a los objetos propiamente históricos al rango
{9_!, Febvre:eso que podríamós llamarió;t"ót o, dáíu -a-
t-erialidad colectiva. Los racinianos más ávisarios lós han se-
de zonas nebulosas, lejanas; no se les toca más que por azar náta¿o de paso a la espera de que, algún dÍa, mucho más allá
y de paso; en el mejor de los casos, se les señala dejando a de Racine, se les explore. Es Jean ñommier quien reclama
otros el cuidado de abordarlos alguna vez;1o esencial de la una historia del mito raciniano, historia de la que sin gran es-
, historia literaria cae así en la desposesión, en el abandono fuerzo podemos imaginar las preciosas luces q". upoi,uriu u
por parte del historiador y del crítico. Diríase que en nues- la psicología. Digamos para simplificar: burgués, de Voltai.e
tra historia literaria, el hombre, el autor, tiene el lugar que a Robert Kemp. Después, A. Adam, R. Jasinski y J. Orcibal
corresponde al acontecimiento en la historia historizante: lla-
man la atención sobre el gusto, er empreo po, uií decirlo insti-
esencial para ser estudiado en otro plano, obstruye sin em- tucional de la alegorÍa en el siglo xvi: heáho típico de menta-
bargo toda la perspectiva; verdadero en sí, induce a una vi- lidad cole.cti11a, a mi entender mucho más importu"Tó'1".1u
sión falsa. verosimilitud misma de las claves, y es de ,r...ro ¡"u, po*_
Sin hacer mayor referencia a temas desconocidos, vastos mier quien reclama una historia de Ia imaginación en el siglo
territorios en espera de colonos, véase un tema ya desbroza- xvII (y especialmenté del tema de la metJmorfosis).
do de modo excelente por Picard: la condición del hombre de
letras en la segunda mitad del siglo xvtI. partiendo de Raci- - Puede verse que las.t3reas de esa histo-ria !-igera-1ia cuyos
deberes aquí se examinán,';ó falián. Por mi páitá vislumúro
ne, obligado a detenerse ahí, Picard no pudo aportar más que me sugiere la simple experiencia de lector. Féi éj¿m-
"91_Is
plo ésta: no disponemos de ningún trabajo moderno sobie la
4 Es muy evidente que los marcos de la enseñanza siguen la ideología de retórica clásica;* de o-rdinario relegamoi las figuras de pen-
su tiempo, aunque con retardos que son variables. En los tiempo. qr. samiento al museo del formalismo pedant., ióff- s1sól;hu_
Michelet comenzaba a dar su curso en el Collége de France, el recorte, ", o üieián eiistido en algunos tratadás Ér".ito. por jesuitas;s
más bien la confusión de las disciplinas (particularmente de la filosofía y
la historia), estaba muy cerca de la ideología romántica. ¿ y hoy dia? El mar-
co estalla, como puede apreciarse según algunos signos: la anexión de las
"_Barthes emprenderá este trabajo en su seminario de 19ó4-19ó5 en la
cie,cias Humanas con las Letras en el nombre de una nueva facultad [el au- -Ecole Pratique des Hautes Études. ti.l
tor se refiere a la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de Nanterrel y s
la enseñanza en Ia Ecole des Hautes Études. .167 5.Véase, por ejemplo, el del padre Lamy, La rhétorique ou l,art de parler,
182 ¿HISTORIA O LITERATURA? ¿HISTORIA O LITERATURA? 183

sin embargo, Racine está lleno de ellas, él que ha sido repu- municación, consumo) donde la historia puede emplazarse,
tado comoel más "natural" de nuestros poetas' Así pues' es y no en el plano de los individuos que han ejercido esas fun-
todo un recorte del mundo lo que el lenguaje impone a tra- ciones. Dicho de otro modo, la historia literaria sólo es posi-
vés de esas figuras retóricas. ¿Depende esto del estilo?, ¿o bie si se"hace sociológica, si se ocupa de las actividades y las
de la lenguaZÑi de uno ni de la otra; en verdad se trata de instituciones, no de los individuos.6 ya se ve a qué hisioria
una instiiución verdadera, de una forma del mundo, tan im- nos conduce el programa de Febvre: a la antÍtesis de las his-
portante como la representación histórica del espacio en la torias literarias que conocemos. Ahí encontraríamos los
pirtr.,ru, desgraciadámente, la literatura aún está a la espera mismos rnáteriales, al menos parte de ellos, pero la organi-
de su Francastel. zación y el sentido serÍan los opuestos: en ella los escritores
,,r La siguiente pregunta, que no deseo formular en ningún serían considerados sólo como participantes de una activi-
') otro coñtexto (nl siquiera en el.del programa de Febvre) que dad institucional que los rebasa en tanto que individuos,
no sea el de los filósofos -lo cual es suficiente para desacre- exactamente como en las sociedades llamadas primitivas el
ditarla a los ojos del historiador de la literatura- es ¿qué es' brujo participa en la función mágica; esta funcibn que no ha
la literatura? Ño pido otra cosa que qna respuesta histórica: sido fijada por ninguna ley escrita, sólo puede se. iomprer-
de por dida a través de los individuos que la ejercen; sin embárgo,
i4ué era la litéralura (el solo vocablo es anacrónico
Iiiputu Racine y sus contemporáneos,, 9¡q9 fpción se le con- sólo la función es el objeto de la ciencia. Se trata entonces
ordeñ de los valores' etc' ? de lograr en la historia literaria, tal como la conocemos, una
fería exacta-"rrt", qué lugar en el
En rerdad Lstá mal rirto [r" alguien emprenda una historia conversión radical análogá a la que pudo hacer pasar de las
de la literatura sin preguntarse primero sobre su ser mismo'
crónicas reales a la historia propiamente dicha. Si completa-
Y aún más, ¿qué póa.á ser, literalmente, una his-toria de la mos nuestras crónicas literarias con algunos ingredientes
liiéiátura rino Iá historia de la idea misma de literatura? hi§tóricos nuevos
-aquí una fuente inédia, allá uira biogra-
fÍa- rénováda- no nos serviría de nada: es el marco lo que
Pues bien, esta especi e de ontologia histórica sustentada en
uno de los valores menos naturales que hay, no se halla en debe estallar, y e! objeto lo que debe transformarse. ¡Cerce-
ninguna parte. Y esta carencia no parece ser del todo inocen- nar la literatuiá del individuo! podemos ver el desgarra-
te: ;i ha, quien se pregunta minuciosamente acerca de los miento, la paradoja que esto implica, pero una historia de la
accidentls de 1a literatura, es porque su esencia no Ie ofrece literatura no es posible más que a ese precio; libre de tener
que precisar de qué es historia, al tiempo que devuelta nece-
ninguna duda; escribir parece ser, en suma, algo tan natural
como comer, dormir o reproducirse, cosas que no merecen sariamente a sus límites institucionales, la historia de la lite-
una historia. De consideráciones así proceden, en la obra de
ratura será historia a secas.T
tantos historiadores de Ia literatura, tal frase inocente, tal
inflexión del juicio, tal silencio destinados a testificar sobre
Pero dejemos por lo pronto la historia de la función para
este postulado: que debemos descifrar a Racine no por cier-
to en función de nuestros problemas, sino por lo menos a los
abordar la de la creación, que es el objeto constante dá las
historias literarias de que disponemos. Racine deió de escri-
ojos de Ia literatura eterna, de la cual podemos y -debemos
discutir los modos de aparición' pero no el ser mismo' bir tragedias después de Fedra. Eso es un hecho, pero ¿remi-
Ahora bien, el ser de la literatura devuelto a la historia ya
no es más un ser. Desacralizada, pero a mi entender mucho 6 Véase al respecto I. Meyerson, Les lonctions psychologiques et les
más rica, la literatura vuelve a ser una de esas grandes acti- oeuvres, París, Vrin, 1948, 223 pp.
7 Goldmann vio bien el problema:
intentó someter a pascal y a Racine a
Febvre no ha cesado de reclamar la historia' Es pues sola- una visión única, y el concepto de visión del mundo es en él expresamente
mente en el plano de las funciones literarias (producción, co-
sociológico.
184 ¿HISTORIA O LITERATURA? ¿HISTORIA O LITERATURA, 185

t€ a otros hechos históricos? ¿Puede extenderse? Muy poco, car, universitaria?) permanece aún en lo esencial fiel a la
su desenvolvimiento será, eminentemente, en profundidad. idea (orgánica, no estructural) de génesi.s, sucede precisa-
Para darle un sentido, el que sea (y se han imaginado los más mente que la exégesis raciniana tiende a descifrar a Racine
diversos), hay que postular el fon«io de Racine, el ser de Raci- como un sistema de significaciones. ¿Por medio de qué rodeo?
ne, el ser que fuera en el mundo, en resumen hay que echar Por el de la alegoría (o el de la clave, o el de la alusión, según
mano de una materia sin prueba,la subjetividad. Es posible el autor). Es bien conocido que Racine suscita'hoy día toda
aprehender objetivamente el funcionamiento de la institu- una reconstrucción por "claves", históricas (como Orcibal) o
ción literaria en Racine, pero es imposible lograr la misma biográficas (como Jasinski): ¿Es Andrómaca Ia señora Du
objetividad cuando se quiere extraer de él el funcionamiento Parc? ¿Orestes es Racine? ¿Mónima era la señora Champmes-
de la creación. Es una lógica distinta, son otras exigencias, lé? Las jóvenes judías de Esther representaban a las Filles de
es otra responsabilidad; se trata de interpretar la relación l'enfance de Toulouse? ¿AtalÍa es Guillermo de Orange?, etc.
entre una obra y un individuo: ¿cómo hacerlo sin referirse Ahora bien, ya sea vista con rigor o con ligereza, la alegoría
a una psicología? ¿Y cómo no va a ser esta psicología elegida es esencialmente significación, aproxima un significante a
por el crítico? En resumen, toda crítica de Ia creación litera- un significado. No deseo referirme al asunto de si sería más
ria, por objetiva o parcial que se pretenda, no puede ser más interesante estudiar el lenguaje alegórico como un hecho de
que sistemática. No hay por qué lamentarse, sólo hay que época que examinar la probabilidad de tal o cual clave. Re-
exigir la franqueza del sistema. tengo de la exégesis raciniana sólo lo siguiente: la obra es
Es casi imposible abordar la creación literaria sin postu- considerada como el lenguaje de otra cosa, aquÍ de tal hecho
lar la existencia de una relación entre la obra y otra cosa di- político, allá del mismo Racine.
ferente de ella. Durante mucho tiempo se creyó que esa rela' Lo enfadoso es que el desciframiento de un lenguaje des-
ción era causal, que la obra era un producto: de ahí el uso conocido, desciframiento para el cual no existe documento
en la crítica de nociones tales como la de fuente,la de géne' testigo análogo a la piedra de Roseta, es literalmente impro-
sis, la de reflejo, etc. Ese modo de representarse la relación bable salvo si se recurre a postulados psicológicos. Cual-
creadora parece ser cada vez menos sostenible porque o quiera que sea la clase de rigor o de prudencia que se impon-
bien la explicación no atañe más que a una ínfima parte de ga la crítica de la significación, el carácter sistemático de la
la obra, y es ridícula, o bien porque propone una relación lectura se vuelve a hallar en todos los niveles. Por principio,
masiva cuya ordinariez levanta mil objeciones (Plejánov, la en el plano mismo del significante. ¿Qué es exactamente lo
aristocracia y el minué). AsÍ pues, la idea de producto ha que significa?, ¿una palabra?, ¿un verso?, ¿un personaje?,
dado lugar, poco a poco, a la idea de signo: la obra sería el ¿una situación?, ¿una tragedia?, ¿el cuerpo entero de la
signo de un más allá de ella misma; la crítica consiste enton- obra?8 ¿Quién puede decretar nada sobre el significante si
ces en descifrar la significación, en descubrir sus términos, no es por una vía propiamente inductiva, es decir postulan-
y principalmente el término oculto, el significado. En la ac- do de entrada el significado antes que el significante? Y lo
tualidad es Lucien Goldmann quien ha dado la teorÍa más que es más sistemático aún: ¿qué hacer con las partes de la
avanzada de eso que podría llamarse la crítica de la significa' obra de cuya significación no se dice nada? La analogía es
ción, al menos mientras se aplique a un significado histórico;
porque si nos atenemos al significado psíquico, Ia crítica psi- 8 El que Carlos I haya confiado sus hijos
a Enriqueta de Inglaterra con
estas palabras: "No puedo darte más preciadas prendas", y que Héctor
coanalítica y la crítica sartreana eran ya críticas de la signi-
confíe el suyo a Andrómaca con estos versos: "Te doy a mi hijo en prenda
ficación. Se trata, pues, de un movimiento generalizado que de mi fe", es para R. Jasinski una relación significante; él concluye que hay
consiste en abrir la obra, no como efecto de una causa sino una fuente, un modelo. Para apreciar la probabilidad de tal significación,
como significante de un significado. que puede muy bien ser sólo una coincidencia, hay que remitirsá a la discu-
Aunque la crítica erudita (¿debería decir, para simplifi- sión de Marc Bloch en Métier d'hístoien, pp. ó0 ss. [op. cit. pp.92 ss.].
18ó ¿ H ISTORIA O LITERATURA? ¿HISTORIA O LITERATURA? 187

una red muy holgada: tres cuartas partes del discurso raci- son eternamente ambiguos, el desciframiento siempre es
niano la atraviesan. Una vez que se emprende una crítica de una elección. En Esther, ¿quiénes son los Israelitas oprimi
las significaciones, ¿dónde detenerse? ¿Habrá que remitir dos?, ¿los protestantes, los jansenistas, las Filles de linfan-
todo lo insignificante a una misteriosa alquimia de la crea- ce o la humanidad privada de redención? "La tierra que
ción, gastando primero los tesoros del rigor científico sobre bebe la sangre de Erecteo",* ¿es colorido mitológico, trázo
un verso, para después, en cuanto al resto, abandonarse pe- estilistico precioso o fragmento de un fantasma propiamen-
rezosamente a una concepción propiamente mágica de la te raciniano? ¿Qué representa la ausencia de Mitrídates, el
obra de arte? ¿Y qué pruebas dar de una significación? ¿El exilio de tal rey temporal o el silencio amenazador del pa-
nombre y la convergencia de los índices factuales (Orcibal)? dre? ¡Cuántos significados para un signo! No digo que sea en
Así no se obtiene 1o probable, solamente lo plausible. ¿ El vano sopesar la verosimilitud de cada uno de ellos, digo que
acierto de una expresión (Jasinski)? Es un postulado señala- finalmente no se puede elegir más que tomando partido por
damente común el inferir la cualidad de un verso a partir de un sistema mental completo. Quien decida que Mitrídates es
la "vivencia" del sentimiento que expresa. ¿La coherencia el Padre, está haciendo psicoanálisis; pero quien decida que
del sistema significante (Goldmann)? A mi parecer, ésta es la es Corneille, se estará refiriendo a un postulado psicológico
única prueba aceptable ya que todo lenguaje es un sistema igualmente arbitrario, por trivial que sea. por otra partá, la
fuertemente coordenado; pero entonces, para que Ia cohe- decisién de detener el sentido de la obra en tal lugar y no en
rencia quede bien manifiesta, hay que extenderla a toda \a tal otro es igualmente comprometida.e La mayor parte de
obra, es decir hay que aceptar la aventura de una crítica to- los críticos cree que un corte tajante garantiza una mayor
tal. De este modo, por doquier las intenciones objetivas de objetividad: que permaneciendo en la superficie de los he-
la crítica de la significación serán frustradas por el estatuto chos se ies respeta mejor; la timidez, la trivialidad de una hi-
esencialnrente arbitrario de todo sistema lingüístico. pótesis sería prenda de su validez. De ahí el inventario en ex-
Arbitrario también en el plano de los significados. Si la trerno cuidadoso de los hechos, finísimo por lo común, pero
obra significa el mundo, ¿en qué nivel del mundo debe dete- en el que se corta prudentemente la interpretación en el pre-
nerse la significación? ¿En la actualidad (la Restauración in- ciso momento en que sería clarificadora. por ejemplo,
glesa para el caso de Atalía)? ¿En la crisis política (la crisis alguien observa en Racine una obsesión por los ojos, pero de
turca de 167 I para el caso de Mitrídates) ? ¿ En la "opinión co- ningún modo se permite hablar de fetichismo; alguien seña-
rriente"? ¿En la "visión del mundo" (Goldmann)? Y si la la aspectos de crueldad, pero no quiere convenir en que se
obra significa el autor, vuelve a aparecer igual incertidum- trata de sadismo, bajo el pretexto de que tal palabra no exis-
bre: ¿en qué nivel de la persona hay que fijar el significado?, tía en el siglo xvrr (es un poco como si uno rehusara re-
¿en la circunstancia biográfica?, ¿en el plano pasional?, ¿en construir el clima de un país en una época pasada bajo el
una psicología de la edad?, ¿en una psique de tipo arcaico pretexto de que entonces la dendroclimatología no existÍa);
(Mauron)? En cada uno de estos casos se trata de elegir un alguien señala que alrededor de ló75 la ópera suple a la tra-
descanso en la escalera, menos en función de la obra que de gedia, pero tal cambio de mentalidad es reducido al rango de
la idea preconcebida que uno tiene de la psicología o del circunstancia: como una de las posibles causas del silencio
mundo. de Racine después de Fedra. Pues bien, esta prudencia es ya
La crítica de autor es, en suma, una semiología que no se
* "El hierro segó todo y la tierra
atreve a decir su nombre. Si se atreviera a hacerlo, conoce- empapaba / una sangre que sangre de
Erecteo llevaba" tFed. II, 1l tr.l
ría por lo menos sus límites, ostentaría públicamente sus e
elecciones; sabría que debe contar siempre con dos tipos de - Sartre demostró que Ia crltica psicológica (la de p. Bourget, por ejem-
plo) se detenía demasiado pronto, precisamente ahí donde la expliiaci¿n de-
arbitrariedad, y los asumiria. Por una parte, para un signifi- bería comenzar (L'étre et le néant, París, Gallimard, l94g,pp. OCI ss.lEl ser
cante siempre hay muchos significados posibles: los signos y la nada, Buenos Aires, Iberoamericana, 19491.
r88 ¿HISTORIA O LITERATURA? ¿HISTORIA O LITERATURA? r89

una mirada sistemática, puesto que las cosas no significan te mágica de Ia obra: por un lado, todas las desconfianzas del
más o menos: significan o no significan. Decir que significan positivismo más exigente; por el otro el recurso complaciente
superficialmente es ya tomar partido acerca del mundo. Y si a la eterna tautología de las explicaciones escolásticas. AsÍ
toda significación se reconoce como presunta, ¿cómo no pre- como el opio adormece por una virtud dormitiva, Racine crea
ferir las que se plantan resueltamente en lo más profundo de por una virtud creadora: curiosa concepción del misterio que
la persona (Mauron)o del mundo (Goldmann), ahí donde por se las ingenia sin cesar para hallarle causas estúpidas, y cu
lo menos hay oportunidad de esperar una unidád verdade- riosa concepción de la ciencia, que hace de celosa guardiane
ra? Aventurando un cierto número de claves, R. Jasinski su- de lo incognoscible. Lo excitante es que el mito romántico de
giere que Agripina representa a Port-Royal. Muy bien; pero la inspiración (porque, en suma, el impulso generador de Ra
¿no es evidente que una equivalencia tal es aventurada pre- cine no es otra cosa que el nombre profano de su musa) st
cisamente en la medida en que se queda corta? Mientras más alÍa aquí con todo un aparato cientificista. Así, de dos ideolo
adelante se lleva una hipótesis, mejor aclara, se hace más ve- gías contradictoriasl0 nace un sistema bastardo, y quizé
rosímil; pero no se puede hallar a Port-Royal en Agripina también una cómoda bisagra, pues la obra es racional o irra
más que infiriendo de ambos un arquetipo amenazador em- cional según las necesidades de la causa:
plazado en lo más profundo de la psique raciniana: Agripina
es Port-Royal sólo si una y otro son el Padre, en el sentido Je suis oiseau; voyez mes ailes. . .

plenamente psicoanalítico del término. Je suis souris; vivent les ratslx

Soy razón, constatad mis pruebas. Misterio soy, prohibidc


De hecho, el corte tajante impuesto por la crítica a la signifi- acercarse.
cación jamás es inocente, revela la situación del crítico, in- La idea de considerar la obra como una síntesis (misterio
troduce fatalmente a una crítica de los críticos. Toda lectura sa) de elementos (racionales) probablemente no es ni falsa n
de Racine, por más impersonal que se reclame, es un /¿sl verdadera; es tan sólo una manera
-muy sistemática y per
proyectivo. Algunos declaran sus referencias: Mauron es psi- fectamente fechada- de representarse las cosas. Es una ma
coanalista, Goldmann es marxista. A los otros, uno querría nera particular de hacerlo, como lo es también aquella qut
preguntarles. Ya que son los historiadores de la creación li- identifica fatalmente al autor, a sus amantes y amigos en l¿
teraria, ¿cómo se representan esa creación? ¿Qué es exacta- figura de sus personajes . Racine es Orestes a los veintiséi:
mente una obra a sus ojos? años, Racine es Nerón. Andrómaca es la señora Du Parc; Bu
En primer lugar es esencialmente una alquimia. Por un rro es Vitard, etc., cuántas proposiciones de este género ha1
lado están los materiales históricos, biográficos, tradiciona- en la crítica raciniana que justifica el excesivo interés qur
les (las fuentes), y por el otro (porque es perfectamente evi- concede'a las amistades del poeta esperando encontrarlat
dente que un abismo se tiende entre esos materiales y la transfigtrradas (de nuevo una palabra mágica) en los perso
obra), hay un no sé qué que recibe los nombres más nobles najes de las tragedias. Nada se crea de la nada; esta ley de lz
y vagos: es el impulso generador, el misterio del alma, la sín-
tesis, en resumen la Vida. De esta parte se ocupan muy poco, l0 Karl Mannheim ha demostrado el carácter ideológico del positivis
acaso sólo para respetarla púdicamente; pero al mismo mo, carácter que, por lo demás, no le ha impedido ser fecundo (ldéologit
tiempo se prohíbe tocarla: sería abandonar la ciencia por el et utopie, Riviére, 195ó, pp. 93 ss.lldeología y utopía, Madrid, Aguilar, 19731)
* En la fábula "El murciélago y las dos comadrejas" de La Fontaine, e
sistema. Así, se observa a los mismos espíritus agotarse en murciélago se hace pasar alternadamente por pájaro y por ratón para sal
el rigor científico sobre un detalle secundario (¡cuántos ra- var su vida:
yos y truenos por una fecha o una coma!), y entregarse, en "Pájaro soy, miren mis alas. . .

cuanto a lo esencial, sin combatir, a una concepción puramen- Yo soy ratón, ¡vivan las ratas!"
190 ¿. HISTORIA O LITERATURA? ¿HISTORIA O LITERATURA? 191

naturaleza orgánica pasa sin sombra de duda a la creación autor no conoce, lo que no ha vivido? No es necesario ser psi-
literaria:,el personaje sólo puede nacer de una persona. Si coanalista para concebir que un acto (y sobre todo un acto
tan sólo se supusiera cierta indiferenciación de la figura ge- literario, que no espera sanción alguna de la realidad inme-
neradora, de manera que se intentara asir la zona fantasmá- diata) puede muy bien ser el signo invertido de una inten-
tica de la creación; pero por el contrario, son imitaciones de ción; que, por ejemplo, en.ciertas condiciones (cuyo examen
lo más circunstanciales las que se nos propone, como si fue- debería ser la tarea propia de la crítica), el Tito fiel pueda
ra un hecho inamovible que el yo lmoil sólo conservara los a fin de cuentas significar el Racine infiel, que quizás Ores-
modelos que no puede deformar; del modelo a la copia, se tes es precisamente quien Racine cree no ser, etc. Hay que
exige un término común cándidamente superficial: Andró- ir más lejos, hay que preguntarse si acaso el esfuerzo princi-
maca reproduce a la señora Du Parc porque ambas habían pal de la crítica no debe conducir hacia los procesos de de-
quedado viudas, eran fieles y tenían un hijo; Racine es Ores- formación mucho más que a los de imitación. Suponiendo
tes porque sufrían el mismo género de pasión, etc. He aquí que se pusiera a prueba un modelo, el interés consistiría en
una visión absolutamente parcial de la psicología. Por prin- mostrar cómo se deforma, se niega o se desvanece. La imagi-
cipio, un personaje puede nacer de cualquiera otra cosa que nación es deformadora; la actividad poética consiste en des-
no sea una persona: de una pulsión, de un deseo, de una re- hacer imágenes: esta proposición de Bachelard aún suena a
sistencia, o aun simplemente de un tipo de organización en- herejía en la medida en que la crítica positivista continúa
dógena de la situación trágica. Y aún más, si ha habido un confiriéndole un privilegio exorbitante al estudio de los orí-
modelo, el sentido de la relación no es forzosamente analógi- genes.12 Entre la muy apreciable obra de Knight, que enume-
co: hay filiaciones invertidas, antifrásticas podría decirse; ra los préstamos que tomó Racine de Grecia, y la de Mauron,
no se necesita mucha audacia para imaginar que en la crea- que intenta comprender cómo esos préstamos se deformaron,
ción los fenómenos de denegación y de compensación son yo me permitiría pensar que el segundo se acerca más al se-
tan fecundos como los fenómenos de imitación. creto de la creación.l3
Nos acercamos ya al postulado que rige toda representa- Y tanto más cuanto que la crÍtica analógica es finalmente
ción tradicional de la literatura: la obra es una imitación, tan aventurada como la otra. Obsedida, me atrevo a decir,
tiene modelos, y la relación entre la obra y sus modelos sólo por el "desentrañamiento" de las semejanzas, la crítica ana-
puede ser analógica. Fedra pone en escena un deseo inces- lógica no conoce más que un modo de proceder: la induc-
tuoso; en virtud del dogma de la analogía, deberá buscarse ción. De un hecho hipotético extrae consecuencias inmedia-
en Ia vida de Racine una situación incestuosa (Racine.y las tamente ciertas, y construye un sistema particular en
hijas de la señora Du Parc). Incluso Goldmann, tan preocupa- función de una lógica particular: sl Andrómaca es la señora
do por multiplicar las relaciones entre la obra y su significado, Du Parc, entonces Pirro es Racine, etc. Si, escribe R. Jasins-
cede al postulado analógico: puesto que Pascal y Racine perte- ki, guiado por la Folle Querelle, pudiéramos creer en una d.es-
necen a un grupo social políticamente decepcionado, su visión ventura amorosa de Racine, la génesis de Andrómaca se clari-
del mundo reproducirá esa decepción, como si el escritor no
tuviera otro poder que el de copiarse literalmente a sí mis-
mo.1l Pero ¿qué tal si la obra fuera precisamente lo que el
Acerca del mito de los orígenes, véase Bloch, Métier d'historien, pp. 6
. 12
1l Infinitamente menos flexible que Goldmann, otro marxista, George y cit., pp. lO y 221.
15 fop.
13 No hay razón válida para que
Thomson ha establecido una relación brutalmente analógica entre el trastó- la crítica tome a las fuentes literarias
camiento de los valores en el siglo v a. C. huella él cree encontrar de una obra, de un personaje o de una situación como hechos en bruto: si
-cuya
en la tragedia griega- y el tránsito de una economía rural a una economía Racine elige a Tácito, es quizá porque hay ya en Tácito fantasmas racinia-
de meróado, caracterizada por una violenta promoción del dinero (Marxism nos: Tácito nos conduce también a una crítica psicológica con sus dilemas
and poetry lMarxismo y poesía, La Habana, Instituto del Libro, 19ó91). e incertidumbres.
l
f:

192 ¿HISTORIA O LITERATURA? t


¿HISTORIA O LITERATURA? 193
ri

ficaría. Se le busca y, naturalmente, se le encuentra. Las se- naba en el nacimiento del sistema lansoniano,* que consin-
mejanzas'proliferan, un poco como las coartadas en el len- tiera en renovarse un poco, que siguiera un poco menos de
guaje paranoico. No hay por qué lamentarse, la demostra- cerca a Théodule Ribot.** Pero no le pedimos ni siquiera
ción de una coherencia siempre será un bello espectáculo eso, simplemente Ie pedimos que exhiba sus elecciones.
crítico; pero ¿no es evidente que si el contenido episódico de La literatura se ofrece a la investigación objetiva con toda
la prueba es objetivo, el postulado que justifica su investiga- su faz institucional (aun cuando aquí, como en el campo de
ción es perfectamente sistemático? Si ese postulado fuera la historia, el crítico no tenga ningún interés en enmascarar
admitido por el crítico como tal, si el hecho que su propia situación). En cuanto al reverso de las cosas, en
-y nodedigo
haya que renunciar a las garantías tradicionales su esta- cuanto a ese vínculo sutil que une la obra con su creador,
blecimiento- cesara por fin de ser la coartada cientificista ¿cómo tocarlos si no en términos comprometidos? De todas
de una opción psicológica, entonces, por un rodeo paradó- las aproximaciones al hombre, la psicología es la rnás impro-
jico, la erudición se harÍa por fin fecunda en la medida en bable,la que está más marcada por su tiempo. Esto se debe
que abriría paso a significaciones manifiestamente relati- a que el conocimiento del yo profundo es ilusorio: no hay
vas, y no adornadas con los colores de una naturaleza eter- más que distintas maneras de enunciarlo. Racine se presta
na. R. Jasinski postula que el "yo profundo" es modificado a muchos lenguajes: el psicoanalítico, el existencialista, el
tanto por situaciones cuanto por circunstancias, es decir por trágico, el psicológico (se puede inventar otros; se inventará
datos biográficos. Pues bien, esta concepción del yo estátan otros); ninguno es inocente. Pero reconocer la impotencia de
alejada de la psicología tal cual los contemporáneos de Raci- decir la verdad sobre Racine es, precisamente, reconocer
ne podían irnaginarla como de las concepciones actuales, por fin la condición especial de la literatura que se sostiene
para las cuales el yo profundo está definido precisamente sobre una paradoja: la literatura es ese conjunto de objetos
por una fijeza de estructura (psicoanálisis) o por una liber- y de reglas, de técnicas y de obras cuya función en la econo-
tad que hace la biografía, en vez de estar condicionada por mÍa general de nuestra sociedad es, precisamente, ia de ins'
ella (Sartre). De hecho, R. Jasinski proyecta su propia psico- titucionalizar la subjetividad. Para seguir ese movimiento, el
logía sobre Racine, como cada uno de nosotros; como A. crítico debe él mismo hacerse paradójico, exhibir esa apues-
Adam, quien tiene todo el derecho de decir que tal escena de ta fatal que le hace hablar de Racine de una manera y no de
Mitrídates mueve "lo mejor de nosotros", juicio expresa- otra: él también forma parte de la literatura. Aquí, la prime-
mente normativo, muy legítimo a condición, sin embargo, de ra regla objetiva es dar a conocer el sistema de lectura, en
no llamar más adelante "absurda y bárbara" la interpreta- el entendido de que la neutralidad no existe. De todos los tra-
ción que hace Spitzer del relato de Teramenes. ¿Osará bajos que he citado,14 no contradigo a ninguno, puedo decir
alguien decirle a Jean Pommier que lo que complace de su
* Gustave Lanson (1857-1934), autor de una célebre Historia de la litera'
erudición es que marca preferencias, que presiente algunos
temas y no otros, y en resumen que es la viva máscara de al- tura lrancesa (1894) represenla por antonomasia a la crÍtica erudita france-
sa. [r.]
gunas obsesiones? ¿No será más sacrílego, algún día, psicoa- n* Filósofo y psicólogo francés, profesor de la Sorbona a la vuelta del si-
nalizar a la Universidad? Y para volver a Racine, ¿habrá glo. [r.]
quien piense que se podría desmontar el mito raciniano sin raObras citadas: A. Adam, Histoire de la littérature lranqaise au XVIIe
que comparezcan ahi todos los críticos que han hablado de siécle, Domat, 1958, tomo rv, 391 pp.; M. Bloch, Apologie pour I'histoire ou
Racine? Métier d'historiem, Armand Colin, 1959, 3a ed., xvll-l11r pp. llntrodttcción a
la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 19521 L. Goldmann, /¿
Dieu caché, Gallimard, 1955, 454 pp. [E/ hombre y Io absoluto, Barce]ona,
Península, 19681; M. Granet, Etudes sociologiques sur la Chine, pur, 1953,
Estaríamos en pleno derecho de exigir a esta psicología que xx-303 pp.; R. Jasinski, Vers Ie vrai Racine, Armand Colin, 1958, 2 vols',
funda la crítica erudita y que es, en buena medida, la que rei- xxvur-491-563 pp.; R.C. Knight, Racine et la Gréce, París, Boivin, 1950, 467
t94 (.HISTORIA O LITERATURA?

que entre tantos títulos diversos admiro todos. Lamento so-


lamente que se haya destinado tanto cuidado al servicio de
una causa confusa, pues si de hacer historia literaria se tra-
ta, hay que renunciar a Racine el individuo, y dirigirse deli-
beradamente al plano de las técnicas, de las reglas, de los
ritos y de las mentalidades colectivas. Y si uno desea insta-
larse en Racine, sea a título de lo que sea, si uno desea
hablar no sea más que una palabra- del yo raci'
-aunque
niano, deberá asumir el que el más humilde de los saberes
se haga, de golpe, sistemático, y el que el más prudente de
los criticos se revele, él mismo, un ser plenamente subjetivo,
plenamente histórico.

compuesto en aster 10/12


por carlos palleiro
pp.; Ch. Mauron, L'inconscient dans I'oeuvre et la vie de Rocine, Gap,
impreso en cuadratín y medio, s.a.
Ophrys, 1957, 350'pp.; J. Orcibal, La genése d'Esther et d'Athalie, París,
dr. vértiz 93l-a
Vrin, 1950, 152 pp.; R. Picard, La carriére de Jean Racine, Gallimard, 195ó,
col. narvarte - 03020 méxico, d.f.
708 pp.; J. Pommier, Aspects de Racine, Nizet, 1954, xxxvilt-465 pp.;
dos mil ejemplares y sobrantes
Thierry Maulnier, Racine, Gallimard, 43a ed., 1947, 311 páginas.
I de junio de 1992

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