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Palabra, literatura y cultura en

las formaciones discursivas


coloniales - Ana Pizarro
Profesor: Diego Alexander Vélez Quiroz
Más allá de la transdisciplinariedad, la problematización de las
concepciones histórico-literarias tiene que ver con el canon, con la
discusión de la posibilidad de pensar la historia en términos de
esquema lineal y unicultural para concebirla más bien como
articulación de series o sistemas que, al yuxtaponerse, enfrentarse,
transformarse o encabalgarse, no pueden ser absorbidas en una única
significación sino en niveles diferentes y formas de relación. (22).
En una primera aproximación, el restringido ámbito de la literatura en su
dimensión de “bellas letras” resulta ampliamente desbordado por la
pluralidad de prácticas discursivas orales y escritas que se pueden observar
en el Nuevo Mundo en la doble línea de tradiciones en donde se inscriben:
por un lado la oralidad, la plasmación pictográfica, ideográfica e
incipientemente fonética, por otro la literatura escrita y en lenguas europeas;
por un lado la gestualidad, el códice, la memoria, por el otro la letra, el libro,
la lectura; por una parte la pluralidad lingüística y cultural en diversos grados
de complejidad, por otra las lenguas europeas apuntando a la
homogenización; por una parte las “palabras pronunciadas con el corazón
caliente”, “la flor y el canto”, por el otro la literatura; por un lado los poetas,
por el otro los dueños del decir. En ambas tradiciones culturales habrá una
reorganización de funciones a partir de 1492, que dará cuenta de su nueva
situación: la de literaturas en relación. (22)
Dominación y subalternidad establecerán el orden de la cultura y
dicatarán el canon de la literatura que desembarca, desplazando hacia
la ilegitimidad a las manifestaciones equivalentes de las culturas
originarias. El canon entonces es dominado por la escritura y las
formaciones discursivas que se construyen a partir de ella; el canon es
el género que se erige de acuerdo al modelo peninsular, el absoluto
estético de la identidad frente al quehacer, desde su perspectiva,
indefinido y menor de la alteridad. (22).
No se trata de “reemplazar el canon del corpus”, sino de considerar a
aquel como parte del corpus. En el caso de las literaturas indígenas se
trata incluso de aceptar una realidad que es propia de la historia de la
región: que existen sistemas paralelos con formas canónicas insertas en
tradiciones simultáneas y con valoración equivalente en las respectivas
culturas.
Al respecto, hay que considerar que muchos de los textos que hacen
parte de la tradición literaria del continente no fueron pensados, al ser
producidos, como obras con vocación estética. Estos textos, incluidos
los que hacen parte de la expresión tradicional literaria peninsular,
desplaza a las expresiones como la oralidad, que se mantiene en el
margen como expresión no reconocida.
En este caso, además del proceso de producción, debemos atender el
de recepción y las relaciones de poder que expresan: los receptores son
diferentes en cada serie. Para los primeros, se trata de textos dirigidos a
un lector identificado: el monarca, el virrey, miembros del poder local.
Por otra parte, son textos dirigidos al público más vasto de la metrópoli:
la aventura de ultramar. Es también la literatura que se lee y tiene su
espacio en las fiestas, la literatura de acontecimiento público. La otra
serie discursiva, producida en los idiomas regionales de la oralidad,
interpela al público masivo de los sectores indígenas así como el relato
de origen africano convoca a otros oídos. Ellos conforman un público
mayoritario, del que conocemos poco sobre la situación de recepción.
(28).
La conquista y la colonización significan el inicio de un orden cultural de
tiempos diferenciados. La reorganización de la sociedad que ellas
implican se proyectará en un sistema complejo. Formas y segmentos de
las estructuras sociales comunitarias preexistentes, trazos feudales y
esclavistas que se articulan en la dirección del mercado naciente con el
rango primario del mercantilismo diseñan desde los comienzos un
carácter a su desarrollo cultural. Desde allí su andadura estará marcada
por las tensiones de una diversidad que no logra su síntesis plena.
También en el ámbito de la recepción, hay que considerar el asunto de
la traducción: En la traducción de los discursos indígenas al español o al
francés nos encontramos con el problema nítido del estudio a través de
fronteras culturales. […] Si no existe la neutralidad de la lectura, ésta
tendrá aún menos posibilidades de existir en condiciones en donde el
discurso que es hablado lo hace a través de una voz que expresa a la
situación hegemónica. Tal es lo que acontece con las traducciones de la
discursividad indígena. Sucede con cada uno de estos textos que su
traducción produce un texto diferente en la medida en que, como
observaba Ángel Rama, reproduce la cultura en la que esta inmerso el
traductor.
En esa línea, debemos tratar de comprender al sujeto colonial
colonizador, en donde el canon metropolitano empieza a mostrar los
intersticios de su inserción en un ámbito en donde el que escribe es un
hombre que ya no vive en la metrópoli, en la expresión de Alfredo Bosi.
Todo esto hace que el discurso genere estrategias específicas que
ponen en evidencia la contradicción, como en el caso de Alonso Ercilla,
autor de la Araucana, el poema épico mayor del período, inscrito en la
tradición europea renacentista en octavas reales, pletórico de
imaginería greco-latina que pretende explícitamente mostrar la hazaña
de García Hurtado de Mendoza en la conquista de Chile.
Finalmente, está la cuestión por el origen de la literatura latinoamericana:
1. La opción de la literatura geográfica, que surge con el diseño de la alteridad
que Colón inicia en su diario.
2. La inserción del imaginario de la literatura europea en el Nuevo Mundo,
paralelamente con el imaginario desarrollado por las formaciones discursivas
de la oralidad indígena y las expresiones africanas.
3. El momento de la fijación y el desplazamiento de las tradiciones amerindias,
donde la textualidad alfabética es impuesta.
4. La fijación del carácter estético occidental, es decir, la fijación del principio
de literariedad.
5. El momento en que empieza a forjarse el discurso de la subjetividad
alternativa al canon metropolitano.
Edouard Glissant llama criollización a esta co-presencia de sistemas,
según el autor:

Los fenómenos de criollización son fenómenos importantes porque


permiten practicar un nuevo abordaje de la dimensión espiritual de las
humanidades. Un abordaje que pasa por una recomposición del paisaje
mental de esas humanidades presentes hoy en el mundo. Porque la
criollización supone que: los elementos culturales colocados en
presencia unos de los otros deban ser obligatoriamente “equivalentes
en valor”, para que esa criollización realmente se efectué. (Glissant,
2009:16).
Transculturación:
“[…] La unidad antropológica y originaria (constitutiva), trasciende en el
etnos toda linealidad temporal y transfigura la significación de factores
humanos de origen diverso, adjudicándoles, en su conexión e
integridad, nuevas dimensiones de sentido (Portuondo, 2000).
La translocalización de las culturas desenraíza los símbolos, actores y
prácticas de sus contextos territoriales, culturales, raciales o étnicos ya
sea porque los pone en circulación a través de redes que los extraen
más allá de sus contextos locales y nacionales; o porque los transplanta
[sic] en otros lugares. Si hasta hace algunos años las etnicidades
estaban inevitablemente inmersas en el territorio, y eran capaces de
establecer fronteras nítidas entre lo propio y lo ajeno, y lo cercano y lo
lejano (Hall, 1991), hoy se formulan y se reinventan en territorios
lejanos, en nuevos cuerpos y culturas contrastantes. (Torre, 2008:51).

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