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Los descendientes de los Mayas continuaron con el juego, por ejemplo, en Mixco
Viejo, antigua capital del reino Pok’omám (1100 D.C.), se descubrieron 2 campos
de juego de pelota, y 2 marcadores con un acabado extraordinario.
El juego se jugaba con dos equipos, una cancha y una pelota. El número de
jugadores era de 2 a 5 jugadores por equipo. Los equipos jugaban en la cancha o
campo de juego el cual era en forma de doble T. Las canchas variaban en tamaño
dependiendo del lugar y la época. Es evidente que el juego de pelota fue
cambiando y creciendo con el tiempo.
El hacer pasar la pelota por el aro era uno de los objetivos principales del juego,
también si la pelota tocaba el aro era bueno para el equipo y para el jugador. La
pelota tenía que mantenerse rebotando por medio de los jugadores quienes
utilizaban diferentes partes del cuerpo para golpear la pelota. A lo largo de la
cancha, en los costados, se construían paredes inclinadas para rebotar la pelota.
El juego era peligroso porque que la pelota era pesada, dura y de mucho rebote,
por esto los jugadores utilizaban protección. La protección para la cabeza era
llamada Pix’om, para las caderas Tz´um, y para las rodillas y codos Kipachq’ab’,
estos elementos utilizados para jugar eran hechos de cuero de venado o jaguar.
En el Popol Vuh, el juego de pelota se menciona en una leyenda que cuenta que
el juego simbolizaba las batallas entre los dioses del cielo y los dioses del
inframundo, la pelota representaba al Sol. La leyenda cuenta que Hunahpú e
Xbalanqué, (gemelos héroes) eran grandes jugadores de pelota y que los sonidos
incesantes de sus juegos molestaban a los dioses del inframundo, Xibalbá. Los
dioses del inframundo enviaron a un mensajero, quien era un búho, para retarlos a
un juego.
Cada vez que los gemelos jugaban contra los dioses de Xibalbá se las ingeniaban
para no perder, ya que esto les costaría la vida. Los hermanos lograban escapar
los peligros con astucia y la ayuda de sus nahuales, hasta que una noche en la
casa del Murciélago, Camazotz asesino a Hunahpú. Al día siguiente, los dioses
de Xibalbá celebraron la victoria, pero Xbalanqué en el ultimo juego los venció.
El Memorial de Sololá fue escrito durante el siglo XVI por el maya Francisco
Hernández Arana, nieto de uno de los reyes de su nación y, más tarde, por
Francisco Díaz, de la misma familia, quien llevó la historia hasta el año 1604, ya
entrado el siglo XVII. Este libro tiene un alto valor histórico, más que literario,
sobre todo porque en su primera parte confirma gran parte de la información que
brinda el Popol Vuh acerca del origen de los linajes de la región y las migraciones
de las tribus.
CHILAM BALAM
Estas palabras compuestas aquí son para ser dichas al oído de los que no tienen
padre y de los que no tienen casa.2 Estas palabras deben ser escondidas, como
se esconde la Joya de la Piedra Preciosa.
Son las que dicen que vendrán a entrar el cristianismo, a Tancáh de Mayapán y a
Chichén Itzá, y será arrollado Suhuyuá, y será arrollado el Itzá. Despertará la tierra
por el oriente, por el norte, por el poniente y por el sur.
POPOL WUJ
Este es el primer libro escrito en la antigüedad, aunque su vista está oculta al que
ve y piensa. Admirable es su aparición y el relato (que hace) del tiempo en el cual
acabó de formarse todo (lo que es) en el cielo y sobre la tierra, la cuadratura y la
cuadrangulación de sus signos, la medida de sus ángulos, su alineamiento y el
establecimiento de las paralelas en el cielo y sobre la tierra, en los cuatro
extremos, en los cuatro puntos cardinales, como fue dicho por El Creador y El
Formador, La Madre, El Padre de la Vida, de la existencia, aquel por el cual se
respira y actúa, padre y vivificador de la paz de los pueblos, de sus vasallos
civilizados. Aquel cuya sabiduría ha meditado la excelencia de todo lo que hay en
el cielo y en la tierra, en los lagos y en el mar.
Esta es, pues, la primera palabra y el primer relato. No había aún un solo hombre,
un solo animal; no había pájaros, peces, cangrejos, bosques, piedras, barrancas,
hondonadas, hierbas ni sotos; sólo el cielo existía.
No había nada que formara cuerpo; nada que se asiese a otra cosa; nada que se
moviera, que produjese el más leve roce, que hiciese (el menor) ruido en el cielo.
No había nada erguido. (No había) sino las tranquilas aguas; sino el mar en calma
y solo, dentro de sus límites, pues no había nada que existiera.