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Vidas y ópiniones
de los filósofos ilustres
Traducidas y comentadas por
Luis-Andrés Bredlow
Diógenes Laercio
Vidas y opiniones
de los filósofos ilustres
Prolegómenos ...................................................................................................... 13
LIBRO PRIMERO:
Proemz'o:
Los sabios:
PRIMERA PARTE:
LA TRADICIÓN JÓNICA
LIBRO SEGUNDO:
LIBRO TERCERO:
PLATON
LIBRO CUARTO:
LOS SUCESORES DE PLATÓN
LIBRO QUINTO:
ARISTÓTELES Y SU ESCUELA
LIBRO SEXTO:
LIBRO SÉPTIMO:
LOS ESTOICOS
SEGUNDA PARTE:
LA TRADICIÓN ITÁLICA
LIBRO OCTAVO:
LIBRO NOVENO:
LIBRO DÉCIMO:
EPICURO YSU ESCUELA
Bibliografia .......................................................................................................... 5 17
INDICE
f
DE SIGLAS
12 S
Lei _
n AR NI M: Sto z'c oru m veterum fragmenta, 3 Vols,,
SVF = H. vo Pag,
1903—1905.
DT: Tragz'corum graecorum frag.
TrGF = B. SNELL, R. KANNICHT, S. RA
menta, 4 vols.,Gotinga, 1971-1985.
Vors. = V. DK.
PROLEGÓMENOS
Parece que fue, ante todo, en el interior de las mismas escuelas de filosofía 0
de ciencias —el Perípato, por delante de todas— donde se juzgaba útil, para
los fi.
nes de la enseñanza y la discusión interna, proceder a una recopilación sistemática
de las doctrinas anteriores, convenientemente esquematizadas y reducidas a los
términos técnicos al uso de la propia escuela; con ello se originó el consabido gé-
nero de la doxografía o relación de opiniones filosóficas o científicas. Las Opz'm'o_
nes delos fiïzbgsjejggfrasto, el discípulo predilecto de Aristóteles, eri dieciochá
libros ordenados por temas, son la primera obra del género que, en cierto modo
conocernos, (meras
. sombras. o conjeturas son, para_ nosotros, la*__
Synagogé del sof'lstal
Hipias de Eltde y otras posrbles doxografías anterlores a Teofrasto que, COWIQ
esfuerzohde imaginación yagudeza, han tratado de reconstruir algunos estudiosos
de los últimos decenios‘); de ella se conservan el l_a_rgo_fragmento Soérejas sensacio—
nes y un puñado de otros muy breves —recogidos por Diels enfisus Doxograpïáï
gíaea', de 1879—, cuya procedencia de la misma obra parece, con todo, más bien
conjetural o dudosa (véanse los prudentes reparos de P. Steinmetz, Dz'e Pbysz'k de;
Tbeopbrastos von Eresos, pp. 334-351).
De Teofrasto son deudoras, en lo esencial, y a través de varias refundiciones
intermedias —-—minuciosamente reconstruidas por Diels en los Prolegómenos a los
D0xograpbz'—-, las dos principales colecciones antiguas de opiniones filosóficas qye
han llegado hasta nuestros días: losHPZagzÏZ—¿Eézíoïqgjgm del siglo segundo de
nuestra era, que antaño ‘30Iíañ‘atribuirse a Plutarco (y de los que es a su vez un
mero extracto, en su mayor parte, la Historia pbz'losopba del Seudo-Galeno, redac-
tada en fecha incierta entre los siglos V y VII), y, al menos en la parte física del libro
primero, las Eklogaí de Juan Estobeo, del siglo quinto. La fuente común de ambos
fue, según la reconstrucción de Diels, la'ólïra —perdida—- de un tal Aecio, titulada
Synagogé tán areskónton o Colección de doctrinas, escrita a finales del primer siglo
post y conocida por alguna cita del obispo Teodoreto de Cirro (muerto en 457); la
cual a su vez parece haber sido mayormente una refundición ligeramente actualiza-
da de algún manual doxográfico de principios del siglo primero ante, al que Diels
dio el nombre de Vegqstn placz'ta, obra de un autor desconocido de tendencia estoi-
ca, cuya parte más valiosa provenía, en fin, de la compilación de Teofrasto. Pode-
mos suponer que algún extracto de las Opiniones parecido a éstos —pero que no
se puede identificar con ninguno de los que conocemos por otras fuentes— debió
de traer entre manos también Diógenes Laercio al redactar algunas de las seccio-
nes doxográficas de las Vidas.
Otro género o subgénero de doxografía, que, en lugar de la ordenación te-
mática seguida por Teofrasto, prefería la exposición de conjunto de cada doctrina,
[Nota de 2009.]
Prolegómenos
15
-
y”3:18:3l sucesiv'os’
de filósofos, enristradas en largas secuencras de ïaïïoïïo
la manera de las crónicas de dinastlas reales, aca a t enlazadas un mimo arbol
bienenLÏdSl por tela.
genealógico de las diversas escuelas, esquetnaltfcameri’riïual Si 'b
P d H t P e ser QUe a
ciones —-a veces un tanto forzadas— de f1hac10_n,€S o, escrlto Alrede.
_ Registro de los fl1050f05 e . lpo o
este esquema obedeci era ya el
dor del 200 ante, suele conSI derarse fund
ador de est};I variedad al perlpatetlco So-
y posterior, cuya Su’ceszon de lorfi’lósofosim
ción de Alejandría, de fecha no mu )
1502930 SdÏóL/Zdï d}? Sátirf
compendiada, un siglo después, por Heraclides 1469doc ML
att e;mtís t ny :1 ¿”
enCIa. lín las Dm
y otros materiales de diversa proced
se insp irar on luego, aún en el mis mo stglo segl un 0 ¿m 6’, b . ._C__É—‘_S_ 37951.38,
des cron df: la
l bé nos es conocida solo por una reye men
toico Jasón (cuya Dz'adoc
Alejandro Pollhistor, el CPlCureo
É És) S ' rates así como en el siglo sigulente,
bon aparecreron allgunos capi-
Filoíleinoocsll: Gádara (de cuya Sintaxis tón pbz'loróp ano) y el Ya
rulos sobre académicos y estoicos entre los restos de paptros de Hercu
losop/aon o Brevzarzo de 123
mencionado Diocles de Magnesia, en su Epzdrome pbz
filósofos.
ÉHÉiIJÉEÏBro-
Disculpe el paciente lector esta agobiante ristra d? ÍÏÉULQSM
compen-_
pios: el hecho es que (casi) tOdos ellos confluyen en este Compen lo e
en
dios que son las Vidas y opz'm'ones de los filosofos de Dlogenes Laerc10, y pervw
doro,
en sus citas. Casi todos, y muchos más: cronólogos como Eratostenes y Apolo
ación;
autor de unos Cbromká en verso (trímetros yámbicos), para más fácil record
colecciones de epigramas y de apotegmas; catálogos de obras de los filósofos,
como los que habían confeccionado Calímaco y su discípulo Aristófanes de Bizan-
cio, bibliotecarios de Alejandría (pero también el desconcertante Lobón de Argos,
inventor de bibliografías imaginarias); autores de misceláneas, como Pánfila de
Epidauro o Favorino de Arelate, y aun manuales de consulta tan especializados
como el De los poetas y escritores homónimo; de Demetrio de Magnesia; sin omitir
los documentos originales (genuinos o no): testamentos, decretos, cartas, desde
burdas falsificaciones, como la correspondencia de Heraclito con el rey Darío, has-
ta verdaderas joyas como las tres epístolas de Epicuro del libro décimo, o los frag-
mentos de Epicarmo, insospechadamente embutidos en un larguísimo extracto de
un oscuro panfleto antiplatónico. _
En fin de cuentas, los diez libros de Diógenes Laercio vienen a ser la suma
de las citas que contienen, sin las cuales (como solía decirse de las obras del estoico
Crisipo: pero el hecho es acaso más disculpable en el historiador dela filosofía que
en el filósofO) apenas quedaría más que el papel en blanco. En total, suman unas
17186 refgtgqqíap_egpficit_as a 365 libros de unos 250 autores, sin contar más de 350_
refeï?9<;ias anónimas, según el recuento dé‘"Ri6háï-d"Hope. Es imposible saber—a
cuantos de entre ellos había leído o consultado directamente Dióg
I
enes Laercio, Y a
cuantos c1taba de segunda o tercera mano, que tal vez fueran
los más. En todo
l‘n ‘viíït ¡ "Ir"fl lï
17
,
continuadores Meliso y Zenón de Elea; luego los atomistas Leucipo y Dem .Io
discípulo, salvándose así el esquema, sin que importe .mucho. que el resto de la El;
sofia “itálica” acabe floreciendo en Abdera de Tracra, las islas iónicas y Atenas
bastante lejos de Italia); y con la dzkzdocbé abderita de Demócrito. en fin, emmncalj
a su vez Protágoras, los escépticos pirronianos y Epicuro (libro X).
No faltan indicios elocuentes de que la obra dÉ-Qíégm-Lagggw
inacabada, llegando a publicarse (acaso yavditunto el autor) sin haber pasado al es.
x ü—C'flfi
tadio de redacción definitiva: el más vistoso es, sin duda. el que nuestro autor se
dirija, en un pasaje del libro tercero. interrumpiendo el curso de la exposición a
cierta dama enamorada de Platón. cuyo nombre desconocemos (pero que debió de
ser la misma cuya benevolencia y buen juicio invoca en la Vida de Epicuro, X, 29,,
lo cual sólo se entiende si suponemos que tenia previsto dirigirle a esta señora, se-
gún era uso, una dedicatoria formal al inicio de la obra, que no alcanzó finalmente
a escribir.
Otros pasajes hay que ostentan los rastros de una o varias reordenadogg
del plan de la obra, que no fueron borrados luego, como debieran, por ninguna re-
visión mínimamente atenta del texto ya escrito: así, en II, 47, el autor anuncia su
propósito de tratar, tras Jenofonte, a Antístenes y los cínicos, después a los demás
socráticos y a Platón, quedando luego, sin embargo, Antístenes y su escuela para el
libro VI, en donde, por cierto, introduce la sección sobre los cínicos (VI, 19) como
si ésta siguiese inmediatamente a los capítulos sobre “los sucesores de Aristipo y
Fedón”, tratados, en realidad, en el libro II.
No hace falta enumerar las incontables incongruencias, cogígsiones de?
nombres propios y demás rebabas que dejan patente laa—falta de acabamiento y re-
dacción final de las Vzklásï Hecho que, en todo caso, explica (y acaso disculpa) la
impresión de confuso revoltijo o collage desordenado de citas y noticias que en
muchas de sus páginas asalta aun al más benévolo de los lectores; constatarlo debi-
damente quizá sirva para librar a Diógenes, autor de obra inconclusa, de la fama
de ineptitud y estulticia a que el juicio secular de la crítica lo había condenado.
Pues lo cierto es, como yafidgciamos (y no hay introducción aQiógeges La-
ercioque SCitenga—de repetir esta 52;;q que nada, o casi nada, sabemosÉÏ
la, Vida 791 de las OPÍHÍOHCS— dehquienwsïályó para el rec‘uerdo las de tantos 'oïtr__9_8__
Infijluitres que él. El non—¡bre mismo de ‘Laercio’ bien puede ser indicativo de
que era originario de Laerte, villa de Cilicia, en el Asia Menor, de mediana impOÍ'
tancia durante la época itnperial (según entendía ya, al parecer, el lexicógrafo Esté-
lane de BIZÉHCÍO’ en El siglo VI, y tras él los estudiosos hasta finales del siglo XIX!
:ïïgïtïgï 556221: .Szíglgfindicada recientemente por O. Masson, Maseum He]:
’ - , pero tambien podla ser nada más que un szgnum 0 5°
,- ïl notrHLJp{
-'" LA (”Ahh
í . 19
ProlegómenO-í ' L' .. fee-n.
"‘ Sql) Getfl‘wut
eliljáeit‘“
brenombre, (26105 gue Siusalïan entre los hombres de letras griegos a partir del si-
lo terceros orma o SO re ÉÏ aPelatlvo hOmél‘ico de Odiseo dz'ogenés Mertz'áde,
_.---. o— .
mento
que Apolónides escribiera. un comentario a los Barlescos de Timón funda
muy seguro para creerlo miembro de la escuelaesceptlca) y a los esq-¡tos eXCelem
Prodiga
tes” de Sexto Empírico (siendo de recordar, sm embargo, due Dlogenes
análogas alabanzas a Aristóteles [V, 22] y Teofrasto, cuyos libros “abundan en t0_
dos los méritos” w, 42]); otros, como Maass, Wilamowuz y Gigon, lo creyeron
(¿gg-go, recordando la apasionada defensa del maestro de Samos contra sus ca.
lumniadores (X, 9-11), así como la decisión de erigir las Máxzmas capitales del mis.
mo, “principio de la felicidad”, en coronamiento de su obra entera (X, 138).
Pero, en fin de cuentas, la misma ausencia de todo comentario o dÍSCusión
de las diversas teorías por él reseñadas debería bastar para convencernos de que
Diógenes, después de todo, no fue un filósofo, sino, un historiador y erudito 31€l
lgalejagdrino, cuya pasión era la minuciosa acumulación de noticias Ïiï'éuïiósidáL
dem la defensa o crítica de doctrina alguna (por más que sea palpable su simba.
tía por las enseñanzas de Epicuro).
Sabemos, en cambio, que Diógenesfuelo, a lo menos, se creyó) poeta: él
mismo nos trasmite, en las páginas de Iís’ Vidas, unos cuarenta Pepigramasex‘tiaí-
dos de su Pdmmetros o Libro de todos ios metros, en el cual, según nos informa
había “discurrido acerca de todos los ilustres difuntos en todos los metros y rit:
mos, en epigramas y canciones” (I, 63). En efecto, lasgla virtud innegable de sus
versos es el raro dominio de los esqutïfjlafimétrícos máscxttavagantes; pero la id,
discutible habilidad técnica—de lla—versificación no alcanza a redimir lo indecible-
mente prosaico e insulso de sus bromas sobre los variopintos modos de morir de
sus ilustres.
Escaso o nulo parece haber sido el éxito de las Vidas en su tiempo y entre la
posteridad inmediata: no hay traza alguna de su lectura a lo largo de los dos o tres
siglos que siguen a su composición, excepto el mencionado extracto de Sópatro,
en el siglo IV. Algo mayor atención le prestaron los lexicógrafos bizantinos: en el si-
glo VI, Estéfano de Bizancio, en el repertorio de topónimos de sus Etimica, nombra
tres veces a Diógenes Laercio; Focio, en el siglo IX, tuvo conocimiento de su obra a
través de Sópatro, el “sofista”; los anónimos redactores del léxico enciclopédico
conocido por el nombre de la Sada, al terminar el primer milenio de la era cristia-
na, extraen de sus páginas —sin nombrarlo, y probablemente a través de algurl'íl
Jr‘
fuente intermedia— unas 180 citas sobre filósofos antiguos y personajes hotïtófll'
mos. También la Antologia palatina acoge, en su libro séptimo, numerosos eplgfíj'
mas de los compuestos o transcritos por Diógenes; en el siglo XII, lo citan, mas
ta:
bien distraídamente, Juan Tzetzes (Cbii. II, 995-1000) y Eustacio, en su comen
rio a la Ihada, cuya familiaridad con la obra no debió de ser muy íntima, ya que es
cribe: “Laertes, en las Vidas delos sofistas”. . 3-
r seggílalgln-Éa
Sólo envsgsfigostrimerías parece la Grecia bizanti na habe._._,
' res
37,911 curiosidad por láEWaas laercian‘as," segrü'ñ'fiafésfigïa la lenta pero prog
_____
-o.
alrededor
.
23
-
Aun asi, las Vidas seguían carecien
v fidedigna: ni la ambiciosa ed
do de una e dición verdad
eramente crítica
ición de HG. Huebner, public
“es, seguidos de otros dos de comentarios, entre 182 ada en dos volúme-
8 y 1833, que “no discrimina-
ba entre los códices antiguos, los
más recientes y los apóg‘rafos” (M
XVII), ni menos la de arcovich, p.
_ C.G .‘Co
,___ EN? bet (185
_ 0)_ , sin introducción ni aparato crítico, al-
canzaron a sat isfacer las ex1genc1as de los estudiosos;
manes del siglo XIX, que tantos doctos y minucio ni tampoco los filólogos ale-
sos trabajos dedicaron a Diógenes
Laercio (desde la larga serie de artículos publica
dos, entre 1846 y 1870, por Gott-
lieb Roeper en la revista s'lologus, hasta Herman
n Usener, quien, en el prefacio a
sus Epz'curea_ de _1887, ofreció el primer estudio
sistemático de la tradición manus-
crita de las Vticfas), llegaron a producir una nue
va edición de su obra.
Noi—faltaron ciertamente proyectos y buenas inte
nciones: en su juventud
consagrada a los desvelos filológicos, el mismo Nietzsche
H—cuyos artículos sobre
las fuentes de Diógenes Laercio, publicados entre 1868 y 1870
, inauguraron toda
una etapa de la Quellenforsc/aung laerciana, inspirando de
rechazo los estudios
de Maass, Usener y Gercke y, con mayor distancia crítica, los de
Wilamowitz y
Schwartz— se presentaba, en carta_a Ejohde del 16 de junio de
1869, como
“futurus editor Laertii’ïÏLa edicit’imnie—tz—scheana quedó en proyecto; tamp
oco llegó
a realizarse la que anunció en 1922, en la introducción a sus Epz'curz' Epz'stulae,
el
filólogo suizo Peter von der Mühll, en la que continuaría trabajando
hasta su
muerte en 1970, a los ochenta y cinco años. Laedición bilingüe de RD.
Hicks (1925)
se limita a reproducir, con diversas correcciones, el texto de Cobet; la largamente
CSperada edición crítica de HMS Long (Bibliotheca OXOI'llenSlS, 1964),
n‘eggh
que se apoya en los tres manuscritos más acredltados,
___.__—.
o acog1
M a muy
M poco
favorable entré"áïúdiosos y críticos. ' .
HHH—EnfreÉ—t—a—nto, a lo largo delTJÍtimo siglo, los pormenortzados estudios de A.
Delatte (en su edición de la Vie de Pytbagore, 1922), I. Durmg (Arzstotle m the .An-
cz-ent Biograpbz’caz Tradition, 1957), G, Basta Donzelll (i958 y 1960:], A. Biedl
(1955), L, Tartaglia (1974) y D, Knoepfler (199i) han arrolado luces ca a vez mas
Claras sobre el laberintgjelamdición manuscrita de nuestro te_x_to; muestra, entre
24 L ms' _Andres, Bre¿1%
'k flr ‘k
2 A estas ediciones ha venido a añadirse ahora la versión íntegra delas Vidas del Dr. C. Gaf-
cía Gual (Mim-ZÜÓÜ, mmm, pero realizada mayormente scÉre la hoy amglfi
——-_'-.../
mente desacreditada edición del texto griego de H. S. Long (Üxford, 1964), a más de carente, o C351!
de notas exp 'catiifi's (excepto en la versión del libro VI, ya previamente publicada), lo cual reduce
considerablemente su posible utilidad para el lector. [Nota de 2009.]
pmka’m‘
1 "' l” 05
25
dann von neuem gespart” (“Aristóxeno... afirma que se dedicó también a ganar dl-
nero, recogiendo las moneditas que otros habían dejado caer y guardándolas, y, una
vez agotada la reserva, volviendo a ahorrar”); en la traducción de Gigante leemos:
“Aristosseno... afferrna che egli riusci a diventare ricco: impiegava il capitale e ne ri-
cavava degli interessi; spendeva solo le rendite e investiva di nuovo la somma”.
Para semejantes casos dudosos, pues, he optado, en general, por mantener
una separación rigurosa entre el texto y sii—interpretación, Wndome cuidado-
samenteïle uerer intr ducir en la traducción más clarÉlad de la que el original de
PQLSÏ contiene (y reservando, por tanto, las aclaraciones__yúparáfrasis interpretati-
v__a_s_, donde fueran i'rïdïs—pïisïblesB—ararel comentario):_ así las incertidumhrgíygp;
'- ——_—-
Posdata
PROEMIO.
LOS SABIOS
PROEMIO
(1) La obra de la filosofía dicen algunos que empezó entre los bárbaros,
puesto que entre los persas fueron los magos, entre los babilonios y
asirios los cal-
deos y los girnnosofistas entre los indios, así como entre los celtas y galos los
llama-
dos drúidas y semnoteos, según dicen Aristóteles en el Mágico y Soción en el
libro
vigésimo tercero de la Sucesión; y en fin, que Oco era fenicio, tracio Zamolxis y
li-
bio Atlante.
Los egipcios dicen que de Nilo nació un hijo, Hefesto, el que dio comienzo
a la filosofía, cuyos adalides fueron sacerdotes y profetas; (2) y que de éste hasta
Alejandro de Macedonia transcurrieron cuarenta y ocho mil ochocientos sesenta y
tres años, durante los cuales hubo trescientos setenta y tres eclipses del Sol y, de la
Luna, ochocientos treinta y dos.
Y desde los magos, a quienes dio comienzo Zoroastro el Persa, dice Hermo-
doro el platónico en el libro De las matemáticas que hasta la conquista de Troya
transcurrieron cinco mil años (y Janto el Lidio dice que seis mil desde Zoroastro
hasta la travesía de Jerjes), y que después de aquél hubo muchos magos por suce-
sión, los Ostanes, los Astrampsico, los Gobrias y los Pazates, hasta la destrucción
de los persas por Alejandro.
(3) Y es que pasan ellos por alto las hazañas de los helenos, con las cuales
empezó no ya la filosofía sino el mismo género humano, atrrbuyendolas alos bárba-
ros. Lo cierto es a lo menos que entre los atenienses naCIOCMUSCO y entre los teba-
nos Lino. De aquél dicen que fue hijo de Eumolpo y el prlmero que compuso una
Teogom'a y una Esfera; decía que de una sola se hacen todas las cosas y qilefm esta
misma se disuelven. Según se cuenta, murlo en Falero y se le dedlco este dlstlco:
Por el padre de Museo reciben su nombre también los Eumólpidas entre los are-
nienses.
32
Libro I
(4) Y Lino dicen que fue hijo de Hermes y de la musa Urania; que com-
puso una Cosmogom'a, el Camino del sol y de la luna, y el Origen de los animales y
de los frutos. El comienzo de su poema es éste:
De ahí tomó Anaxágoras lo que decía de que todas las cosas nacieron juntam
ente,
hasta que viene la Inteligencia a disponerlas en orden. Lino murió, según
dicen, en
Eubea, alcanzado por las flechas de Apolo, y se le dedicaron estos versos
:
A Lino de Tebas aquí recibió en su seno la tierra
muerto, de Urania la Musa hijo, la biencoronada.
(6) Pero los que dicen que la filosofía empezó entre los bárbaros exponen
también el modo peculiar que ésta tiene entre unos y otros: dicen que los gimnoso-
fistas y los drúidas filosofan proclamando por enigmas que hay que honrar a los
dioses, no hacer nada malo y ejercitarse en la hombría. Por ejemplo, el que los
gimnosofistas desprecian aun la muerte, lo dice Clitarco en el libro duodécimo; y
que los caldeos se ocupan de la astronomía y de la adivinación; que los magos se
dedican al culto de los dioses, a los sacrificios y a las plegarias, como si éstos a ellos
solos los escuchasen. Que opinan acerca de lo que son los dioses y cuál su origen, Y
que por tales tienen al fuego, a la tierra y al agua, mientras condenan las imagenes,
y especialmente las que indican que hay dioses masculinos y femeninos: . l
(7) Que componen discursos acerca de la justicia y tienen por impledaccil 2
sepultura por el fuego, y que juzgan lícito yacer con la madre o la hija, como fii-
Soción en el libro vigésimo tercero; que ejercen la mántica y la ad1v1nac10n, a
Proemz'o 33
mando que se les aparecen los dioses, y aun que el aire está lleno de imágenes que,
a modo de efluvio de una exhalación, se introducen en los ojos de quienes tengan
la vista aguda. Prohíben los aderezos de la frente y los adornos de oro. Su vesti-
menta es blanca, una yacija de paja su lecho, su alimento la verdura, el queso y el
pan barato; su bastón, una caña que usan, según dicen, a modo de pincho para ser-
virse el queso y comerlo.
(8) En cuanto a la magia de los charlatanes, ni la llegaron a conocer, según
dicen Aristóteles en el Mágico y Dinón en el libro quinto de las Hz'storzkzs; éste dice
también que Zoroastro es, traducido, “el que sacrifica a los astros”; también lo dice
Hermodoro. Y Aristóteles, en el libro primero De la filosofia, afirma que son más an-
tiguos aún que los egipcios, y que hay dos principios, un espíritu bueno y un espíritu
maligno, el primero de nombre Zeus y Oromasdes, el segundo Hades y Arimanio.
Lo dicen también Hermipo en el primer libro De los magos, Eudoxo en el W221? alre-
dedor de la tierra y Teopompo en la octava de las Fz'lz‘pz'cas. (9) Este último dice asi-
mismo que, según los magos, los hombres volverán a vivir y serán inmortales, y que
las cosas permanecerán gracias a sus nombres. Lo mismo dice también Eudemo de
Rodas. Y Hecateo, que los dioses son engendrados, según ellos. Y Clearco de Solos,
en el libro De la educaa'ón, dice que también los gimnosofistas son descendientes de
los magos; y para algunos también los judíos descienden de ellos. Además censuran a
Heródoto quienes escriben acerca de los magos: pues no podía Jerjes haber dispara-
do flechas contra el Sol ni haber arrojado prisiones al mar, considerados dioses por
los magos; en verdad, probablemente derribó sus estatuas.
(10) La filosofía de los egipcios acerca de los dioses y de la justicia es, se-
gún dicen, la siguiente. Declaran que principio es la materia, y que de ésta se segre-
garon luego los cuatro elementos y se formaron algunos animales. Que son dioses
el Sol y la Luna, llamados Osiris aquél y ésta Isis; y hablan por enigma del escara-
bajo, de la serpiente, del halcón y de otras cosas, como dicen Manetón en el Com-
pendio de fisica y Hecateo en el libro primero De la filosofia de los egzpa'os. Levan-
tan estatuas y santuarios, por no conocer la forma de la divinidad.
(11) Sostienen que el mundo es engendrado, perecedero y de forma esfé-
rica; que los astros son fuego, y que conforme a su mezcla suceden las cosas sobre
la tierra; que los eclipses de la Luna se producen cuando ésta entra en la sombra
de la Tierra. Que el alma permanece y trasmigra; que las lluvias se forman por alte-
ración del aire, y otras cosas tocantes al estudio de la naturaleza, según refieren
Hecateo y Aristágoras. También dictan leyes acerca de la justicia, las cuales hacen
remontarse a Hermes, y creen que los animales útiles son dioses. Dicen también
que ellos inventaron la geometría, la astronomía y la aritmética. Así están las cosas
en lo que toca al descubrimiento.
(12) El primero que usó el nombre de filosofía y se llamó a sí mismo ffló-
sofo fue Pitágoras, cuando discutía en Sición con Leonte, el tirano de Sición o de
l ¿bm l
34
Fliunte, según dice Heraclides del Ponto en La exám'me: pues nadie es sabio cx-
cepto la divinidad. Muy pronto se la llamaba sabiduría y sabio al. que la daba a co-
nocer, cual sería el que haya alcanzado la perfección del alma, srendo, en cambio,
filósofo el aficionado a la sabiduría. A los sabios también se los llamaba solistas, y
no sólo a ellos sino también a los poetas: por lo cual Cratino en el Arquz'loco, ala-
bando a Homero, Hesíodo y sus seguidores, los llama así.
(13) Sabios fueron juzgados éstos: Tales, Solón, Periandro, Cleobulo, Qui-
lón, Biante y Pítaco. A éstos se les agrega a Anacarsis el Escita, Misón de Quena,
Ferecides de Siros, Epiménides de Creta, y algunos añaden a la cuenta también al
tirano Pisístrato. Éstos son, pues, los sabios.
En cuanto a la filosofía, tuvo dos orígenes: uno a partir de Anaximandro y el
otro a partir de Pitágoras, dado que aquél habia sido discípulo de Tales, mientras
que de Pitágoras fue maestro Ferecides. Una se llamaba jónica porque Tales, sien-
do jonio, pues era de Mileto, fue maestro de Anaximandro; la otra, itálica, por Pi-
tágoras, porque ejerció la filosofía mayormente en Italia.
(14) La primera acaba en Clitómaco, Crisipo y Teofrasto; la itálica, en
Epicuro. Pues a Tales siguió Anaximandro; a éste, Anaxímenes; a éste, Anaxágo-
ras; a éste, Arquelao; a éste, Sócrates, el que introdujo la ética; a éste, los otros so-
cráticos y Platón, quien instituyó la Academia Antigua; a éste, Espeusipo y Jenó-
crates; a éste, Polemón; a éste, Crántor y Crates; a éste, Arcesilao, quien introdujo
la Academia Media; a éste, Lacides, quien inventó la Academia Nueva; a éste, Car-
néades, y a éste, Clitómaco. Así, pues hasta Clitómaco.
(15) En Crisipo acaba corno sigue: a Sócrates siguió Antístenes, a éste,
Diógenes el Perro; a éste, Crates de Tebas; a éste, Zenón de Cicio; a éste, Cleantes,
y a éste, Crisipo. Y en Teofrasto, como sigue: a Platón siguió Aristóteles; a éste, Te-
ofrasto. De este modo acaba la jónica.
Y la itálica, así: a Ferecides siguió Pitágoras; a éste, su hijo Telauges; a éste,
Jenófanes; a éste, Parménides; a éste, Zenón de Elea; a éste, Leucipo; a éste, De-
mócrito; a éste, muchos, pero en cuanto a renombre, Nausífanes [y Naucides], y a
éstos, Epicuro.
(16) De los filósofos, unos fueron dogmáticos, los otros suspensivos: dogma-
ticos, los que opinan acerca de las cosas, teniendolas por comprensibles; suspensivos,
los que suspenden el juicio acerca de las mismas, por incomprensibles. Unos han de-
jado escritos, otros no escribieron nada en absoluto, como, según algunos, Sócrates,
Estilpón, Filipo, Menedemo, Pirrón, Teodoro, Carnéades y Brisón; según algunos, Pi-
tágoras y Aristón de Quío, exceptuando unas pocas cartas; otros dejaron un solo es-
crito, como Meliso, Parménides y Anaxágoras; muchos Zenón, más Jenócrates, más
aún Demócrito, más aún Aristóteles, más aún Epicuro y más todavía Crisipo.
(17) De los filósofos, unos se designaban por ciudades, como los elíacos,
los megáricos, los erétricos y los cirenaicos; otros por lugares, como los académicos
Proemz'o 35
y los estoicos, o bien por circunstancias fortuitas, como los peripatéticos, o por
burla, como los cínicos; otros por sus inclinaciones, como los eudemónicos o di-
ChOSOS; algunos por sus opiniones, como los amigos de la verdad, los refutacionis-
tas o los analogéticos; otros según sus maestros, como los socráticos y los epicúre-
os, y otras cosas semejantes; y los unos se llaman, por tratar de la naturaleza
(P1938119), naturalistas (pbysz'koz'); los otros, por ocuparse de las moralidades (¿t/9€),
moralistas (etbz'koz'); y dialécticos los que se ocupan de la sutileza de los razona-
mientos.
(18) Las partes de la filosofía son tres: física, ética y dialéctica. La física
trata del mundo y de las cosas que hay en él; la ética, de la vida y de las cosas que
tienen que ver con nosotros; y la dialéctica es la que se consagra a los razonamien-
tos de una y otra. Hasta Arquelao se daba la especie física; desde Sócrates, como
ya se dijo, la ética; desde Zenón de Elea, la dialéctica. En ética ha habido diez es-
cuelas: la académica, la cirenaica, la elíaca, la megárica, la cínica, la erétrica, la dia-
léctica, la peripatética, la estoica y la epicúrea.
(19) Encabezó la Academia Antigua Platón; la Media, Arcesilao; la Nue-
va, Lacides; la escuela cirenaica, Aristipo de Cirene; la elíaca, Fedón de Élide; la
megárica, Euclides de Mégara; la cínica, Antístenes de Atenas; la erétrica, Menede-
mo de Eretria; la dialéctica, Clinómaco <de Turios o Dionisio> de Calcedonia; la
peripatética, Aristóteles de Estagira; la estoica, Zenón de Cicio; y la epicúrea se lla-
ma así por el mismo Epicuro.
Hipóboto dice en el libro De las escuelas que hay nueve escuelas y tenden-
cias: la primera, la megárica; la segunda, la erétrica; la tercera, la cirenaica; la cuar-
ta, la epicúrea; la quinta, la de Aníceris; la sexta, la de Teodoro; la séptima, la zeno-
niana o estoic_a; la octava, la Academia Antigua, y la novena, la peripatética;
(20) sin mencionar ni la cínica ni la elíaca ni la dialéctica. La mayoría tampoco
añaden la de Pirrón, debido a la poca claridad de la cuestión: algunos dicen que en
cierto sentido es escuela, pero en otro, no. Y ciertamente parece ser escuela: sin
duda llamamos escuela ——-dice— a una tendencia que sigue o que parece seguir
cierto razonamiento respecto a los fenómenos; por lo cual con razón habríamos de
llamar escuela a la tendencia escéptica. Pero si por escuela entendemos la toma de
partido por unas doctrinas que se siguen unas de otras con necesidad lógica, ya no
podría llamarse escuela, puesto que no tiene doctrina alguna.
Éstas son, pues, los orígenes y las sucesiones, y tales las partes y las escuelas
de la filosofía.
(21) Además, hace poco ha sido introducida también cierta escuela ecléc-
tica por Potamón de Alejandría, que elige lo que le plazca de cada una de las es-
cuelas. Y es que a él le place, por lo que dice en su curso elemental, que criterios
de la verdad sean, por un lado, aquello por lo cual se produce e 'uicio, esto es, la
facultad directiva, y por otro, aquello a través de lo cual se produce, como es la
kríow
r F
36 Libro I
Ip? \
percepción más exacta. Principios de todas las cosas son la materia y lo hacedor, la
cualidad y el lugar; o sea el de qué, el por qué, el cómo y el en qué. La meta hacia
la cual tienden todas las cosas es la vida perfecta conforme a toda virtud, no sin lo
que por naturaleza corresponde al cuerpo y a lo exterior.
Pero ya toca hablar de esos varones mismos, y primero, desde luego, de Tales.
TALES
(22) Tales, pues, como dicen Heródoto, Duris y Demócrito, tuvo por pa-
dre a Examias y por madre a Cleobulina, de la estirpe de los Télidas, que eran feni-
cios, los más nobles de entre los descendientes de Cadmo y Agénor. <Era uno de
los siete sabios>, según dice también Platón, y el primero que fue llamado sabio,
siendo arconte de Atenas Damasio, bajo el cual también recibieron su nombre los
siete sabios, como dice Demetrio de Falero en la Lista de los arcorztes. Fue inscrito
como ciudadano en Mileto cuando llegó T ..........T desterrado de Fenicia; pero a lo
que dicen los más, era milesio nativo y de estirpe ilustre.
(23) Tras haberse dedicado a la política, se ocupó del estudio de la natura-
leza. Según algunos, no dejó ningún escrito; pues la Astronomía náutica que se le
atribuye se dice que es de Foco de Samos. Calímaco lo conoce como descubridor
de la Osa Menor, diciendo en los Yumbo; lo que sigue:
Según otros, sólo escribió dos, Acerca del solrtzcz'o y Acerca del equz'nocczb, juzgan-
dolo demás incomprensible. Parece, según algunos, que fue el primero que cultivó
la astronomía y predijo los eclipses del Sol y los solsticios, como dice Eudemo en la
Hz'storzc de la astronomía; de ahí que lo admiren Jenófanes y Heródoto. Y atesti-
guan a su favor también Heraclito y Demócrito.
(24) Algunos dicen además que fue el primero en afirmar que las almas
son inmortales, entre ellos el poeta Quérilo. Y descubrió por primera vez el reco-
rrido <del Sol> de un solsticio a otro, y declaró el primero, según algunos, que el
tamaño del Sol es <respecto a la órbita solar, como el tamaño de la Luna respecto>
de la lunar, una septingentésima vigésima parte. También fue el primero en llamar
trigésimo al último día del mes, y también el primero que discurrió acerca de la na-
turaleza, según algunos.
Aristóteles e Hipias dicen que hacía participar de alma también a las cosas
inanimadas, conjeturándolo a partir de la piedra imán y del ámbar. Habiendo
'l alm-
37
e los egipc
bir el triángulo rectángulo en un cír iosl --dice Pánfila
. 1 ), f r' .
tng I ¡tago as, entre ellos esta' cu o y Sacrif' , a fue el ri
Apolodoro el C lCo un buey. (25)p Otro
mero en Inscri- ' '
s ¿ken que
hlZO avanzar cuanto dice Cal'lmaco en lo alcula or. Pues aquél fue uien
como los escalenos y los trian
1 más
gulos
I o ¿g
forbo el Frigio
libr
- I '
(27) Suponía que principio de todas las cosas es el agua, y que el mund
o
está animado y lleno de espíritus. Dicen que fue él quien descubrió las estaciones
del año y las dividió en trescientos sesenta y cinco dias.
Nadie fue su maestro, excepto que, cuando fue a Egipto, frecuentó a los sa-
cerdotes. Jerónimo dice también que midió las pirámides a partir de la sombra,
observándola cuando su tamaño es igual al nuestro. Vivió junto a Trasibulo, el tira-
no de Mileto, según dice Minias.
Notorio es lo del trípode que fue hallado por los pescadores y enviado a los
sabios por el pueblo de Mileto. (28) Y es que dicen que unos jóvenes jonios habí-
an comprado una redada de peces a unos pescadores de Miletoiy al haber sacado
el trípode, se entabló una disputa que duró, hasta _que los mlleSIOS mandaron una
embajada a Delfos, y el dios pronunció el oraculo srgmente:
Febo preguntas?
Retoño milesio, ¿conque por el trípode a
trlpode sea.
Del primero de todos en sabiduría el
su vez a otro, hasta llegar a So-
Así pues, se lo dieron a Tal es y éste a otro, y éste a lfos. ,
lón: y éste dijo que el primero, en sa biduría era el dios, y lo envro a De
., era, toman-
los Yhmbos lo cuen ta de otra man
_
' '
rto, Callm aco ' esbde AÁcszítdlñe
enque un tal Batlcl heren
o eendad
' Ïelfu Ta-
a a c1a
do] dEslo , par ricg ede Mil etO o Dic e
UnaofíaÏa Ïíienando que se la diera al mej or (1610523: 12m la Envió a Apolo Didi—
o a Tales,
a, de nuev y
leS y tras haber dado la. vuelt , alímaco:
meo, diciendo lo que Sigue, segun C
38 Libro I
Lo cual en prosa reza como sigue: “Tales de Mileto, hijo de Examias, a Apolo Del-
finio, habiendo recibido dos veces el premio de los helenos”. El que puso en circu-
lación la fíala, el hijo de Baticles, se llamaba Tirión, según dicen Eleusis en el libro
Acerca de Aquiles y Alexón de Mindo en el libro noveno de las Mz'tz'cas.
Eudoxo de Cnido y Evantes de Mileto dicen que uno de los amigos de Cre-
so recibió del rey una copa de oro para que la diera al más sabio de los helenos, y
que éste la dio a Tales. (30) Y que dio la vuelta hasta llegar a Quilón, quien pre-
guntó al Pitio quién era más sabio que él; y éste respondió que lo era Misón, de
quien hablaremos más en adelante. (A éste, Eudoxo y quienes lo siguen lo colocan
en el lugar de Cleobulo, Platón, en cambio, en el de Periandro.) Acerca de él,
pues, respondió Apolo Pitio lo siguiente:
Y el que preguntó fue Anacarsis. Sin embargo, Daímaco de Platea y Clearco dicen
que la fíala fue enviada por Creso a Pítaco y que así se puso en circulación.
Andrón dice, en el Tn’pode, que los argivos pusieron por premio de excelen-
cia al más sabio de los helenos un trípode, y que fue elegido Aristodemo de Espar-
ta, quien renunció a favor de Quilón. (31) A Aristodemo lo menciona también Al-
ceo como sigue:
Algunos dicen que Periandro envió a Trasibulo, tirano de Mileto, una nave
cargada, y que, habiendo zozobrado ésta en el mar de Cos, el trípode fue hallado
luego por unos pescadores. Pero Fanódico dice que fue hallado en aguas de Ate-
nas y llevado a la ciudad y, tras reunirse la asamblea, enviado a Biante: el porqué 10
diremos al tratar de Biante.
(32) Otros dicen que era obra de Hefesto y fue regalado por el dios a Pé-
lope cuando se casó; que luego pasó a Menelao y, tras haberle sido arrebatado iufl'
to a Hélena por Alejandro, fue arrojado al mar de Cos por la Laconia, quien deCÏa
que iba a ser causa de discordia. Al cabo de un tiempo, habiendo algunos lebediOS
comprado ahí mismo una redada de pescado, cayó en su poder también el trípode;
Tales 39
y tras haber llegado a las manos con los pescadores, emprendieron el regreso a
Cos. Como nada se consiguió, dieron aviso a los de Mileto, que era la metrópoli; Y
éstos, como a sus embajadores no se les hiciera caso alguno, declararon la guerra a
Cos. Y habiendo caído muchos por ambos lados, se emitió un oráculo ordenando
darlo al más sabio; y ambos bandos acordaron dárselo a Tales. Éste a su vez, tras
haber dado la vuelta el trípode, lo consagró a Apolo Didimeo. (33) A los de Cos se
les vaticinó de esta guisa;
Y alos de Mileto:
L0 escrito por él dice Lobón de Argos que se aproxima a unos doscientos versos, y
que en su retrato está inscrito lo siguiente:
Decía que la muerte en nada difiere del vivir. Alguien le preguntó: “Y en-
tonces tú, ¿por qué no te muereSP”. Y respondió: “Porque en nada difiere”.
(36) A quien le preguntó qué fue antes, la noche o el día, contestó: “La noche fue
un día antes”. Preguntóle alguien si podía pasar desapercibido a los dioses el hom-
bre que comete injusticia: “Ni el que la medita”, dijo. Al adúltero que le preguntó
si podía jurar que no había cometido adulterio, respondió: “No es peor el perjurio
que el adulterio”. Preguntado qué es difícil, contestó: “El conocerse a sí mismo”; y
qué es fácil: “Darle consejos a otro”; y qué lo más dulce: “Tener suerte”; y qué lo
divino: “Lo que no tiene principio ni fin”. Qué era difícil que se viera: “Un tirano
anciano”, dijo. Cómo podía uno soportar fácilmente la desgracia: “Si viera que sus
enemigos lo pasan todavía peor”. Cómo viviríamos de la manera mejor y más justa:
“Si no hacemos nosotros mismos lo que reprochamos a los demás”. (37) Quién es
dichoso: “El que tenga el cuerpo sano, el alma bien dotada y el natural bien forma-
do”. Decía que hay que acordarse de los amigos presentes y ausentes; no embelle-
cer lo exterior sino ser bellos en las costumbres. Decía: “ No te enriquezcas de mala
manera”; “Ni dejes que el decir de las gentes te malquiste con quienes participaron
de tu confianza”; “Las ayudas que hayas aportado a tus padres, las mismas recibe
también de tus hijos”. XM si
Decía que el Nilo crece al ser rechazadas sus corrientes por los vientos ete-
sios, que soplan en sentido contrario.
Dice Apolodoro en su Crónica que nació en el primer año de la trigésima n0-
vena Olimpiada. (38) Y murió a los setenta y ocho años (o, como dice Sosícrates, a
los noventa): pues murió en la Olimpiada quincuagésima octava, viviendo en tiern-
pos de Creso, a quien prometió cruzar el río Halis sin puentes, desviando sus aguas.
Hubo también otros Tales, según dice Demetrio de Magnesia en los Hamá-
m'mos, cinco: un orador de Calátide, de estilo afectado; un pintor de Sición, d€
Tales
41
Tumb
, a pequeña, es verdad , mas su gloria los cielos abarca
esta del milsagaz T3168, ,
aquí: mírala.
Tamblen de nosotros hay, en el libro primero de los Epz'gramas o Líbrode todos los
metros, este eplgrama dedicado a él;
en esto decra:
Era el sabio Quilón el de Esparta qui
bello vendra .
“Nada en exceso: en sazón todo lo
Sn lugarÉ? (31'69-
Se disputa también acerca de su número. Pues Leandrio agmite,
bulo y Misón, a Leofanto de Léb edo o de Efeso, hljo de dorgla esáy aÉfpllmen;
des de Creta; Platón, en el Protágom’ a M150“ en lugar inenagitlaobra: Si;-
Cambio, a Anacarsis en lugar de MiSón; y otros agregan tar}:-lant
1ene,aP't o ,y
8 y Siolln
1 aco
e a cuatro generalmente aceptados: Tales,
arco nos trasmit
42 Libro I
nombra a otros seis, de los cuales se eligen tres: Aristodemo, Pánfilo, Quilón de
Esparta, Cleobulo, Anacarsis y Periandro. Algunos añaden a Acusílao de Argos,
hijo de Caba o de Escabra.
(42) Hermipo, en Acerca de los sabios, habla de diecisiete, entre los cuales
los siete se eligen de varios modos; y éstos son Solón, Tales, Pítaco, Biante, Quilón,
<Misón>, Cleobulo, Periandro, Anacarsis, Acusilao, Epiménides, Leofanto, Fere-
cides, Aristodemo, Pitágoras, Laso de Hermione, hijo de Carmántides o de Sisim-
brino (o, según Aristóxeno, de Cabtino), y Anaxágoras. En cambio, Hipóboto, en
el Catálogo de los filósofos, nombra a Orfeo, Lino, Solón, Periandro, Anacarsis,
Cleobulo, Misón, Tales, Biante, Pítaco, Epicarrno y Pitágoras.
Pasan por ser también de Tales estas cartas:
Tales a Perecides.
(43) Sabido be que tu, primero entre los jonios, estás para dar a cono-
cer a los belenos unos discursos acerca de los asuntos divinales. Y tal vez sea
justo tu acuerdo de poner el escripto al alcance del comun, más bien que fiar el
asunto a quienquiera, sin provecbo ninguno. Si te pluguiere, quiero bacerrne tu
tertuliano sobre cuanto escribas; y si tu lo permitieres, cabe ti be de llegarme a
Siros. Pues ¿no seriamos acaso gente sin juicio yo y Salón Ateniense si, babien-
do navegado a Creta a indagar las cosas de aquellas partes, y a Egipto, para tra-
tar con cuantos sacerdotes y astrónomos en aquellas tierras bubiese, luego a
verte a ti no navegdsenzos? Pues ira' también Salón, si lo consintieres.
(44) Desde luego que tu, con tan grande afición que tienes a tu tierra, pocas
veces vienes a la Ionia, ni aprié'tate cuita de tratar con varones forasteros, sino
que vives, segun me figura, aplicado al solo menester de la escriptura. Pero
nos, que nada escribimos, andamos de unas partes a otras de la He'lade y el
Asia.
Tales a Salón.
43
SOLÓN
Y luego:
añadió:
(50) Los versos en los que predecía la tiranía de Pisístrato son éstos:
Y cuando aquél iba ya triunfando, Solón, como no lograba convencer a nadie, de-
puso las armas ante el Departamento de la Guerra, diciendo: “Patria mía, te he de-
fendido con palabras y con obras”. Se embarcó a Egipto y a Chipre y visitó a Cre-
so; preguntándole éste: “¿Quién te parece dichoso?”, dijo: “Telo de Atenas,
Cléobis y Bitón”, y lo consabido.
(51) Cuentan algunos que Creso, fastuosamente engalanado y sentado en
el trono, le preguntó si había visto espectáculo más bello; y él dijo: “Si: los faisanes
y los pavos; pues ellos se engalanan de adornos naturales y mil veces más bellos”.
Tras haber partido de ahí, fue a Cilicia y fundó una ciudad que llamó de su nom-
bre Solos, y asentó ahí a unos pocos atenienses, los cuales, por habérseles con el
tiempo extranjerizado el habla, se decía que solecz'zaban. Y son los de allí solenses,
los de Chipre solios. Cuando supo que Pisístrato era ya tirano, escribió a los ate-
nienses lo que sigue:
(53) NZ. 503’ el 3010 ¡346110 que se ba alzado con [a tiranía, ni me falta a
ello derecbo, siendo como soy del linaje de los Códridas. Cobrado be yo lo que
los atenzenses les tenian jurado otorgar a Codro y a su linaje y les babian arre-
batado. En lo demás, en nada estoy agraviando ni a dioses ni a bombres, mas
según las leyes que tú les pusiste a los atenienses consiéntoles gobernarse. Y de
cierto que de mejor modo se gobiernan que bajo la democracia, pues yo a nadie
consiento engreirse. Y yo mesmo, con ser tirano, no recibo ma's precio ni bonra
de cuanto por regali'a se [es tenia acordado antaño a los reyes. Y aparta cada
uno de los atenienses el diezmo de sus bienes, no para mz; sino para que baya
do tomar las dispensas para los sacrificios públicos y otros menesteres de! co-
!-._
..
n. Restrmgtó
so a la tribuna de oradores a quienes hubiesen ejercido la prostttucm
también los honorarios de los atletas que participaban en las ct)'11_|’0"'("‘?'105 depor-
cten para los
tivas liiandolos en quinientas dracmas para los vencedores olimpicos,
HI’OSCt‘la
de los juegos istmicos. y asi proporcionalmente para los ot‘t‘OS: PUCS CS
en las guerras, cuyos
exaltar el honor de estos; cosa que solo conviene a los caídos
hijos se habian de tttatttenct‘ y educar a costa del el'at‘to publico.
‘ res' valerosos y
(56) De ahi que muchos se esl'orzaran por llegar a ser homb
giro, como (fallmkicof como
de provecho para la guerra. como l’olicclo, como (iine
, MllClades y
todos los combatientes de Maratón, y aun llarmodio, Aristogtton
an y,
otros incontables. Los atletas. en cambio, son costosos mientras se entren
de
cuando vencen. perniciosos: ganan sus coronas a expensas de la patria mas que
los adversarios: y cuando se hacen vicios, como dice liurípides,
Comprendiendo lo cual Solón los acogía con mesura. Excelente es también esto:
que el tutor no debe cohabitar con la madre de los huérfanos, ni puede ser tutor a
quien vaya a parar la hacienda de los huérfanos a la muerte de éstos. (57) Y esto:
que al grabador de sellos no le estuviera permitido guardar el molde del anillo que
hubiera vendido. Y que al que a un tuerto le sacase el ojo que le queda, se le saca-
sen los dos. Lo que no hayas depositado, no lo retires: y si no, sea la muerte el cas-
tigo. Para el arconte, si fuere hallado ebrio, sea la muerte su castigo.
Escribió que los cantos de Homero debían recitarse por orden sucesivo, de
modo que ahí donde acabara el primero, ahí había de comenzar el siguiente. Cier-
tamente Solón arrojó más luz sobre Homero que Pisístrato, como dice Diéuquidas
en el libro quinto de los Mega'rz'cos; y fueron sobre todo estos versos: “Los que en
Atenas moraban...”, y lo que sigue.
Solón llamó por primera vez viejo y nuevo al día treinta del mes, (58) y por
primera vez convocó la reunión de los nueve arcontes a fin de que deliberasen jun-
tos, como ÏHCC Apolodoro en el libro segundo De los legzsladores. Cuando estalló la
uerra civi
5011105 de la, no se alineó ni con los de la ciudad ni con los de la llanura, nl' tampoco
costa.
Decía que la palabra es imagen de las obras; que es rey el más fuerte en po-
der; y que las leyes son semejantes a las telarañas: pues también éstas, si les cae en-
ctma algo ligero y debil, lo atrapan; Sl algo más grande, se rompen y se arruinan. Y
23:51:25:tí::ï::;°:t::::;:”::r¿sata se "enen.198
decta que sella a la palabra el silencio, y al silencio la sazón. (59) Y decla
ró que los
los tiranos a cada uno de aquéllos ora lo hagclóbIZZrom mds’ Oila menOS, aSI tamblf—‘n
do. Preguntado por Qué no había dictado nin gunagran e e uStre, oradespreCla-
ley contra los parrtctdas, res-
Salón
47
Salón a Periandro.
Soión a Epiménzdes.
He aqui que mis leyes no parescen baber sido de gran pro a ios atenien-
ses, nz ma's ies aprovecbaste tu purzfi'cando la ciudad. Y es que lo divino y 105
Salón
49
-
(65). Ni tampoco las mias son mejores y cuanto
yo be legi slado, mas los que
:lflí’lïaftï;ÉEÏn’ZZZnaíommj? los aue no fueron estorbo a sistrato codician-
_ I . . pre 11€, fut persuasor: mas persuasorfue e'l balagando
a ÍOS at6122871565 que yo dzaóndoles verdad. Luego yo, deponiendo las armas ante el
Departamento de la Guerra, ¿{te ser ma's discreto que quienes no se percataban de
que PZSZSÍMÏO iba para tirano, y ”24,5 €5f072ado que quienes no osaban defenderse;
mas ellos condenaron el desvario de Solón. Al cabo declaró: “Ay, patria mia, Salón
esta' presto a socorrerte con palabras y con fecbos; mas a ellos parésceles que desva-
rio. Ansi que a medias be de dejarte yo, el solo enemigo de Pisistrato: que ellos, si
gustan, se bagan sus alabarderos”. Pues bas de saber; amigo, que el bombre se alzó
tirano con mucbisima maña. (66) Comenzó adulando a la plebe; luego, tras baber-
sefecbo unasferidas a sipropio, comparesaó ante el tribunal de losjurados decLa-
rando a grandes voces baberlas recebido de sus enemigos, y pretendió le otorgasen
de guardias a cuatrocientos mozos. Y e'stos, sin oirme, le otorgaron a los bombres; e
iban ellos armados de mazas. Tras dello, disolvió la asamblea popular. De cierto
que en balde puse afán en libertar a los pobres de entre ellos de su condición de asa-
lariados, conque agora a lafin son todosjuntos esclavos de sistrato solo.
Soñn a Pisistrato.
Bien fio en que tuerto ninguno be de sufrir de ti, pues que antes de la ti-
ranía era tu amigo, y agora no soy ma's desavenido contigo que cualquiera otro
ateniense al que no le place la tirania. Mas si mejor les conviene estar subjetos
a uno solo o si debe gobernar el pueblo, desto juzguemos tú y yo cada cual por
lo que conosce. (67) Y digo yo que tu' eres de todos los tiranos el mejor,- mas
veo que no me estaria bien que me tornase a Atenas, no sea se me queje algu-
no de que, luego de baberles ordenado a los atenienses la igualdad de ciudada-
nos, y no babiendo tenido porjusto alzarme tirano yo mesmo mientras abi e}
tuve, al tomarme agora me complaczese en tus fecbos.
Solón a Creso.
QUILÓN
(68) Quilón, hijo de Damageto, de Lacedemonia. Compuso unas elegías
de unos doscientos versos, y decía que la previsión delo por venir, asequible al cál-
culo, es virtud del varón. A su hermano, que soportaba mal no haberse hecho éfo-
ro, siéndolo él, le dijo: “Es que yo sé sufrir las injusticias, y tú no”. Y fue éforo en
la Olimpiada quincuagésima sexta (aunque Pánfila dice que en la sexta, y que fue
el primer éforo), bajo Eutidemo, como dice Sosícrates. E introdujo el primero que
los éforos estuviesen asociados a los reyes; aunque Sátiro dice que fue Licurgo.
Como dice Heródoto en el libro primero, cuando Hipócrates estaba ofre-
ciendo un sacrificio en Olimpia y las calderas se pusieron a hervir por sí solas, él le
aconsejó que no se casara o bien, si tuviera mujer, la repudiara y no reconociera a
los hijos. (69) Dicen que también le preguntó Esopo qué es lo que hace Zeus, y que
él dijo: “Humilla a lo altivo y enaltece a lo humilde”. Preguntado en qué se distin-
guen los cultos de los incultos, dijo: “Por las buenas esperanzas”. Y ¿qué es difícil?
“Callar lo que no se debe decir, disponer bien del ocio, y ser capaz de soportar la
injusticia”. Daba también los siguientes preceptos: Dominar la lengua, y sobre todo
en los banquetes. No hablar mal de los prójimos; si no, uno escuchará cosas que le
disgusten. No amenazar a nadie, pues es cosa mujeril. (70) Acudir más de prisa a
los infortunios de los amigos que a sus éxitos. Celebrar las bodas con sencillez. No
hablar mal de los difuntos. Honrar a los ancianos. Precaverse de uno mismo. Elegir
el daño antes que la ganancia deshonrosa: pues aquél entristece una sola vez, ésta
por siempre. No reírse del desgraciado. Siendo poderoso, ser afable, para ser más
respetado que temido por los prójimos. Aprender a administrar bien la propia casa.
Que la lengua no tome la delantera a la inteligencia. Dominar el coraje. No aborre-
cer la adivinación. No desear lo imposible. No apresurarse en el camino. No mover
la mano al hablar, pues es cosa de locos. Obedecer a las leyes. Armarse de sosiego.
(71) De sus cantos, el más celebrado es éste:
LVOÜS
Qut'lón
51
breve carta:
Quz'lón a Perzkmdro.
PÍTACO
(74) Pítaco, hijo de Hirradio, de Mitilene. Dice Duris que su padre era
tracio. Junto con los hermanos de Alceo, derribó a Melancro, el tirano de Lesbos;
y cuando los habitantes de Atenas y de Mitilene guerrearon por la tierra de Aquilé-
tide, mandaba él <a los de Mitilene>, a los atenienses Frinón, vencedor olímpico
en el pancracio. Entonces se convino que se enfrentara a éste en combate singular;
y guardando una red oculta bajo el escudo, atrapó a Frinón y, matándolo, recobró
el territorio. Luego, sin embargo, dice Apolodoro en la Crónica que entablaron jui-
cio los atenienses por el territorio contra los de Mitilene, juzgando la causa Perian-
dro, quien lo adjudicó a los atenienses.
(75) Por entonces, en todo caso, los mitilenenses honraron sobremanera a
Pítaco y pusieron el poder en sus manos. Y él, tras detentarlo diez años y haber
puesto orden en el Estado, renunció al poder y vivió diez años más. Los mitilenen-
ses le asignaron un terreno, y él lo consagró como tierra sagrada, la cual ahora se
llama Pitácea. Y Sosícrates dice que, habiendo apartado para sí una pequeña parte,
dijo que la mitad era más grande que el todo. Y cuando Creso le dio riquezas, no
las aceptó, diciendo que tenía el doble de lo que quería; pues al haber muerto sin
hijos su hermano, había heredado sus bienes.
(76) Y Pánfila dice en el libro segundo de los Recuerdos que a su hijo Ti-
rreo, estando sentado en una barbería de Cime, un herrero lo mató arrojándole un
hacha. Cuando los de Cime entregaron al homicida a Pítaco, éste lo interrogó y lo
absolvió diciendo: “La indulgencia es mejor que el remordimiento”. Heraclides,
sin embargo, dice que fue Alceo a quien, habiéndolo apresado, absolvió diciendo:
“La indulgencia es mejor que la venganza”.
Y promulgó leyes: que al ebrio, si cometiera una falta, se le aplicara el casti-
go doble, para que no se embriagasen, pues había mucho vino en la isla. Y dijo:
“Es difícil ser bueno”; lo que menciona también Simónides diciendo: “Hacerse un
hombre de bien es de veras difícil, como Pítaco dijo”. (77) Lo menciona también
Platón en el Protágoms. “Contra la necesidad no luchan ni los dioses”. Y también:
“El poder muestra al hombre”. Preguntado una vez qué es lo mejor, dijo: “Hacer
bien lo presente”. Y preguntándole Creso cuál es el poder más grande, respondió:
“ El del madero más pintado”, refiriéndose a la ley. Y decía también que las victo-
rias hay que ganarlas sin sangre. Y al foceo que decía que había que buscar a un
hombre capaz, dijo: “Si buscas mucho, nnmllarásÏ. Y a quienes le preguntaron
qué es agradecido, dijó: “El tiempo”; qué invisible: “Lo por venir”; qué es de fiar:
“La tierra”; y qué no es de fiar: “El mar”. (78) Decía que es de varones prudentes,
antes que surjan las dificultades, procurar que no surjan; de los valientes, afrontar
bien las que hayan surgido. “Lo que pienses hacer, no lo anuncies: pues si fracaSaSa
se reirán de ti”. No reproches a nadie su desgracia, temiendo la venganza. Si has
Pz'taCO
53
amistad y diligencia.
De sus cantos, el más ce
lebrado es éste°
Es deber armado de
arco y de flechas repl
contra el malvado m eto carcaj
archar:
pues nada cierto por
su boca la len u
dice que doble designio
en su g a
s adentros lleva.
(81) Y parece que lo decía por experiencia, pues siendo su mujer de mejor Casa
que él, ya que era hermana de Draconte, el hijo de Pentilo, lo trataba con mucha
altivez.
Alceo lo apoda “pie barredor”, porque tenía los pies muy grandes y los arras-
traba al caminar; y “pie estriado”, por las hendeduras en los pies que se llamaban
estrías; y “fanfarrón”, por enorgullecerse vanamente; “tripudo” y “panzón” porque
era gordo; y aun “oscuricenante”, por falto de lámpara, o “tiradonazo”, por lo desa-
seado y sucio. Su gimnasia era moler trigo, como dice Clearco el filósofo.
De él es también esta breve carta:
Pz'taco a Craro.
Exbórtasme a z'r a Lidia para veer tu riqueza; mas yo, sin veerla, bien
creo
que el bz'jo de Alz'ates es el más rico en oro entre los reyes. De ningú
n pro me
sería z'r a Sardes, pues que oro no be menester; bastándome con
lo mío aun
para los amigos. Vz'sz'tarte voy todavía, a hacerme campaña de varón
tan hospe-
dero que eres.
BIANTE
_
vió pactar y env10 un mensa'e
na y cubrirlos de trigo Porle
de a,
Blame
rrliirïercj OS hombar
trasal levant
enSe’ ñó re-unosllem onáones d e are-
Aliates concluYó un tratado n los de Pr iene. Pe ro ¿0:1 San o a saberlo,
lo ¿3 2 co
dara invitar a Biante a que °_ muy pronto man-
nsejo a
a Ver, éste dj' . a
Alla3 tesg‘ac; cosma cebollas [es decir, que 110m]
,, era lo. Yo, por m1 parte, aco
. e cuenta que tambi' .'
se aba
fue Para bierïzulïzgunq uno,s djScursos judiciales formi-
. les; y Clertamente
'
dab
mientos. A lo cual alude también Demódoc 0rdla
e Edemas delado:
fuerza de los razona-
eros dicien
Sl en pleitos has de andar, pleite
a pleito prienés
e Hiponacte:
Y por c1erto que fue también así como murió: pues al defender a al uien
ante un tribunal, Slendo ya muy anciano, tras acabar el discurso recostó la cÏbeza
en el regazo del hijo de su hija; y cuando había hablado el defensor de la arte
contraria y los jueces habían votado a favor del defendido de Biante al levanïarse
la sesión fue hallado muerto en el regazo de su nieto. (85) La ciudad lo enterró
con magnificencia, y se inscribió en su tumba:
suavemente
A Biante aquí lo encubro que al Hades llevó
vejez.
Hermes, luciendo ya nieve de blanca
después recostado en
Tanto alegaba a favor del amigo, y
brazos de un niño al fin sueño más largo durmió.
56 Libro I
A2308
CLEOBULO
¿Quién que en su juicio esté le daría razón al que en Lindo vivió, Cleobulo,
el que a los ríos sin fin, la primavera en flor,
al arduo fulgor del sol y la luna de oro,
las trombas y furias de la mar, opuso el fervor de una lápida?
Pues todo es menor que los dioses; y la piedra
aun el humano arte quebranta: de necios
es pensar tal cosa.
Pues no es de Homero el epigrama, que es muchos años anterior a Midas, según di—
cen. Y pasa por ser suya también, en los Recuerdos de Pánfila, la siguiente adivinanza:
(91) Uno es el padre y doce los hijos, de los que cada uno
hijas tiene dos veces treinta, de doble figura:
blancas las unas de ver, y las otras, en cambio, negras;
las que, aun siendo inmortales, muriéndose van todas ellas.
Es el año.
Y de sus cantos, el más celebrado es éste:
Dijo que hay que casar a las hijas mientras sean mozas por la edad, pero mu-
jeres por entendimiento, dando a entender que hay que educar también a las mo-
zas. Y decía que al amigo hay que hacerle favores para que sea más amigo, y al ene-
migo, para que se haga amigo. Cuidarse del reproche de los amigos y de las
insidias de los enemigos. (92) Y cuando uno salga de casa, que examine lo que va
a hacer; y cuando entre, que examine lo que haya hecho. Aconsejó ejercitar bien el
58
Libro I
cuerpo, ser amigo del escuchar más que del hablar, y dado a aprender más que ig.
norante; tener lengua de buen agüero; ser íntimo de la virtud y extranjero a la Inal-
dad; rehuir la injusticia; aconsejar a la ciudad lo mejor; dominar el placer; no hace;
nada a la fuerza; educar a los hijos; hacer cesar la enemistad. A la mujer, ni mimaln
la ni reñirla en presencia de extraños: pues lo uno es señal de necedad, lo otro de
locura. Al criado, no castigarlo mientras se está bebiendo, pues parece uno
tener
mal vino. Casarse entre iguales; pues si tomas mujer de casa mejor —decía——-,
te
ganarás por dueños a los parientes. (93) No reírse de aquellos de quien
es se hace
burla; pues se hace uno odiar por ellos. Gozando de buena suert
e, no seas sober-
bio; estando en apuros, no te rebajes. Aprende a sobrellevar con
nobleza las alter-
nancias de la fortuna.
Murió anciano, a los setenta años; y se le dedicó este epigrama:
Muchos por amigos tiene; y casa do quiera; mas digo yo que lo más [ene
a
Salón le será Lindo gobernada por el pueblo. Y comoquz'era que es ¡mula
en el
alta mar; mamando en ella ningún tuerto te fara' Pz'sz'strato, y los amigos ocurri-
rán a verte de todas partes.
PERIANDRO
De él es también lo de “No hacer nada por dinero; pues hay que ganar lo
que no trae ganancia”. Compuso también unas Máxz'mas, de dos mil versos. Decía
que quienes quieran establecer una tiranía segura han de escudarse de benevolen-
cia y no de armas. Y preguntado una vez por qué gobernaba de manera tiránica,
dilo: “Porque tanto la renuncia voluntaria corno la forzosa conllevan peligro”. Dijo
también lo siguiente: Bella es la tranquilidad; peligrosa la precipitación; el lucro
v‘ïl'gonzoso; la democracia mejor que la tiranía. Los placeres son perecederos, los
honores inmortales. Si la suerte te es favorable, sé comedido; si adversa, sensato.
(93) Sé el mismo para los amigos dichosos que para los desdichados; lo que hayas
acordado, mantenlo; de lo dicho en secreto, no hagas divulgación; reprende no
Sólo a los que cometan faltas sino también a quienes se dispongan a cometerlas.
60 Libro I
Gracias doy a Apolo Pitio por ballaros juntos, y traeros ban mis cartas
basta Corinto. Recebiros be, según bien sabeis, del modo más liberal. Sabido
be nueva que el año pasado habéis tenido juntamiento cabe el Lidio en Sardes.
Asi pues, no dilate'is ya venir a mi; el tirano de Corinto; pues con gran conten-
teza os vera'n los corintios ocurrir a la casa de Periandro.
Periandro a Procles.
(100) Sin mi querer acaesció el mal fecbo que sufrió mi mujer, mas tu
adredemente haces agravio, babie'ndome apartado del corazón de mi bijo. Ansi
que o bien bara's cesar la crueza de mi hijo, o cobrartelo be, comoquiera que ba
mucho fice desagravio de tu hija, abrasando <junto a ella> los vestimentas de
las corintzas todas.
Trasibulo a Periandro.
ANACARSIS
pudendas”. Preguntado si en Escitia había flautas, dijo: “Ni viñas tampoco”. Pre-
guntado qué naves eran las más seguras, dijo: “Las que están puestas en seco”. Y
declaró que lo más asombroso que había visto entre los helenos era que dejaban el
humo en el monte y llevaban la leña a la ciudad. Preguntado quiénes eran más, los
vivos o los muertos, dijo: “Y a los navegantes, ¿dónde los poneSP”. Afeándole un
ateniense que fuera escita, dijo: “Para mí, mi patria es una vergüenza; pero tú eres
una vergüenza para tu patria”. (105) Preguntado qué es en los hombres bueno y
malo, dijo: “La lengua”. Decía que es mejor tener un amigo que valga mucho que
muchos que no valgan nada. El mercado dijo se definiría como lugar para engañar-
se y defraudarse unos a otros. Insultado durante la bebida por un jovencito, dijo:
“Jovencito, si siendo joven no soportas el vino, cuando seas viejo habrás de sopor-
tar el agua”.
E inventó para la vida el ancla y la rueda de alfarero, según algunos. Y envió
esta carta:
Aaacarsz's a Creso.
Yo, 0/9 rey de los Zz'dz'os, venido be a la tierra de los belenos para aprender
sus costumbres y usaazas. El oro no be menester. mas ba'stame con tomarme a
los escz'tas siendo hombre mejor. Todavía pasaré a Sardes, teniendo en mac/Jo
gozar de tu estima.
MISÓN
(106) Misón, hijo de Estrimón, como dice Sosícrates citando a Hermipo,
de una familia de Quena, aldea del Eta o de Laconia, es contado entre los siete.
Dicen que era hijo de un tirano. Además hay quien dice que, al preguntar Anacar-
sis si había alguien más sabio que él, la Pitia le respondió lo que ya se dijo en la
Vida de Tales al tratar de Quilón:
EPIMÉNIDES
(109) Epiménides, según dicen Teopompo y muchos otros, tuvo por pa-
dre a Festio; según otros, a Dosiades o a Agesarco. Siendo cretense, de una familia
de Cnosos, la cabellera suelta le daba un aspecto distinto. Una vez, enviado al cam-
po por su padre a cuidar un rebaño, hacia el mediodía se desvió del camino, y en
cierta cueva pasó durmiendo cincuenta y siete años. Cuando al fin despertó, buscó
el rebaño, creyendo haber dormido poco rato. Como no lo encontró, volvió al
campo, y encontrándolo todo transformado y la heredad en manos de otro, se
marchó a la ciudad muy aturdido. Y allí, al entrar en su casa, topaba con quienes
le preguntaban quién era, hasta que halló a su hermano menor, a la sazón ya ancia-
no, y por él supo toda la verdad. Una vez reconocido, quedó para los helenos
como quien era el más amado por los dioses.
(110) Como luego a los atenienses, por entonces azotados por la peste, les
ordenara la Pitia purificar la ciudad, ellos enviaron a Nicias, hijo de Nicérato, con
una nave a Creta para llamar a Epiménides. Y éste, al llegar en la Olimpiada cua-
64
I ¿bro I
dragésima octava, purificó la ciudad y de este modo hizo cesar, la peste. Tomando
unas ovejas negras y blancas, las arreó hacia el Areópago y tllll las dejo Ir adonde
quisieran, ordenando a sus acompañantes que, ahi donde se recostara cada una, la
sacrificasen al dios correspondiente; y así el mal cesaría. De ahi que aun hoy en dia
se puedan encontrar en los pueblos de Ática muchos altares sin nombre, recuerdo
de la expiación que se llevó a cabo en aquel entonces. Otros ahrman que dijo que
la causa de la peste era el sacrilegio de Cilón e indicó la salida; y que por eso se dio
muerte a dos jóvenes, Cratino y Ctesibio, y quedó resuelto el caso.
(lll) Los atenienses votaron darle un talento y una nave que lo llevara a
Creta; y él no aceptó el dinero, pero estableció la amistad y alianza militar entre los
cnosios y los atenienses. Tras regresar a casa, al cabo de no mucho tiempo falleció,
como dice Flegón en el libro De los longevos, a la edad de ciento cincuenta y siete
años, o, como afirman los cretenses, de trescientos menos uno, o bien, como decla-
ra haber oído decirJenófanes de Colofón, de ciento cincuenta y cuatro.
Compuso el Origen de los curetes y los coribantes y una Teogonia, de cinco
mil versos; la Construcción de la nave Argo y travesia de jasón a la Cólcide, de seis
mil quinientos versos. (112) Escribió además en prosa Acerca de los sacrzfi'czos, De
la constitución de Creta y Sobre Minos y Radarnantis, de cuatro mil lineas. Erigió
también en Atenas el santuario de las Venerables Diosas, como dice Lobón de Ar-
gos en Acerca de los poetas. También se cuenta que fue el primero que purificó ca-
sas y campos y erigió santuarios; y hay quienes dicen que no había dormido, sino
que se había retirado cierto tiempo para dedicarse a la recogida de plantas medici-
nales.
Pasa por ser suya también una carta a Solón el legislador, que incluye la
constitución que Minos dictó a los cretenses; pero Demetrio de Magnesia, en su
obra De los poetas y escritores del mismo nombre, intenta demostrar que la carta es
reciente y que no está escrita en lenguaje cretense sino en ático, y por añadidura
moderno. Pero yo he encontrado también otra carta, que es como sigue:
Epiménz'a’es a Salón.
(113) Buen ánimo, amigo: que de baber conquerido sístrato a los ate-
nienses seyendo ellos aún siervos y faltos de buenas leves, tuviera el dominio
por siempre, babiena’o reducido a servitud a los ciudadanos; mas agora no vie-
ne a subjuzgar a bombres sin valia: que ellos, membrando los consejos de .5?-
lón, dué'lense de vergoña, y sufrir no ban la tiranía. Mas comoquiera que Pms—
trato se mantuviere dueño de la ciudad, fio, de cierto, en que el señorío no ba
de pasar basta sus bijos: pues arduo es que se tomen semi/es unos hombres 4“"
antes fueron libres con las mejores leyes. Pero tu cesa de andar vagante y t’t’" d
Epjme'm'a’es. Fereez'des 65
Creta, junto a mz, onde ningún mal puede faeerte el monarca; mas si en tus an-
dadas te ballares con sus anos, temo que algún traba/b bayas de sufrir.
(114) Eso, pues, escribió. Y dice Demetrio que algunos refieren que reci-
bió de las ninfas cierto alimento que guardó en la uña de un buey; y como lo inge-
ría poco a poco, no evacuaba ningún excremento ni fue visto nunca comiendo. Lo
menciona también Timeo en el libro segundo. Cuentan algunos que los cretenses
le ofrecen sacrificios como a un dios; pues dicen que fue también un adivino emi-
nente. Así, por ejemplo, al ver Muniquia, en Atenas, declaró que los atenienses ig-
noraban de cuántos males sería causa aquel sitio para ellos, pues de saberlo lo des-
truirian, aunque fuese con los dientes; y eso lo dijo tanto tiempo antes. Y se cuenta
también que afirmaba que antes había sido Éaco, que predijo a los lacedemonios
su conquista por los arcadios, y que pretendía haber resucitado muchas veces.
(115) Teopompo dice en los Portentos que, cuando estaba construyendo el
santuario de las ninfas, surgió una voz del cielo: “Epiménides, no a las ninfas, sino a
Zeus”. Y a los cretenses les predijo la derrota de los lacedemonios por los arcadios,
como ya decíamos; y en efecto, fueron vencidos en Orcómeno. Y envejeció en tan-
tos días como años había dormido; eso es, en efecto, lo que dice Teopompo. Miro-
niano dice en los Semejantes que los cretenses lo llamaban Curete; y guardan su
cuerpo los lacedemonios, conforme a cierto oráculo, como dice Sosibio de Esparta.
Hubo además otros dos Epiménides, el genealogista y, tercero, el que escri-
bió en dórico acerca de Rodas.
FERECIDES
(116) Ferecides, hijo de Babis, de Siros, según dice Alejandro en las Suce-
siones, fue discípulo de Pítaco. Teopompo dice que fue el primero que escribió so-
bre la naturaleza y <el origen de> los dioses para los helenos.
Muchos hechos portentosos se cuentan de él. Así, cuando un día estaba pa-
seándose por la playa de Samos y vio un barco que navegaba con viento favorable,
dijo que se hundiría dentro de poco; y se hundió ante sus ojos. Y bebiendo agua
que se acababa de sacar de un pozo, predijo que al tercer día habría un terremoto;
y así fue. Y subiendo de Olimpia a Mesene, aconsejó a su huésped Perilao que
abandonara aquel lugar con los suyos; éste no le creyó, y Mesene fue conquistada.
(117) Y dijo a los lacedemonios que no honrasen ni el oro ni la plata,
como dice Teopompo en los Portentos; pues se lo ordenó en un sueño Heracles,
quien en la misma noche mandó también a los reyes obedecer a Ferecides. Algu-
nos, sin embargo, atribuyen esos hechos a Pitágoras.
66 Libro I
También hay unos versos nuestros, que son como sigue, en metro ferecraclot
Ferecides el grande,
del que Siros fue cuna,
(121) por los piojos se cuenta
Perea-tlf?
67
Ferea'des a Tales.
Éstos son, pues, los llamados sabios, a los que algunos añaden también al
tirano Pisístrato. Pero ya toca hablar de los filósofos, y primero, desde luego, em-
Pezando por la filosofía jónica, que inauguró Tales, del que fue discípulo Anaxi-
mandro.
PRIMERA PARTE:
LA TRADICIÓN
JONICA
LIBRO SEGUNDO:
LOS jÓNICOS,
SÓCRATESÍ’LOS
SOCRATICOS
ANAXIMANDRO
(l) Anaximandro, hijo de Praxíades, de Mileto, Declaró principio y ele-
mento lo infinito, sin definirlo como aire ni agua ni otra cosa; y que las partes se
transforman, mientras que el Todo es inmutable; que en medio está la Tierra, ocu-
pando el lugar del centro y siendo de forma esférica; que la Luna es de falsa luz, y
es iluminada por el Sol; y además, que el Sol no es menor que la Tierra y que es
fuego purísimo.
Y también fue el primero que descubrió el gnomon, y lo colocó sobre los re-
lojes de sol en Esparta, según dice Favorino en la Hzlrtorzlc varía, de modo que se—
ñalara los solsticios y los equinoccios, y construyó relojes. (2) Y dibujó primero el
contorno de la tierra y del mar, y aun construyó una esfera.
De sus opiniones hizo una exposición sumaria, que halló por azar en alguna
parte Apolodoro de Atenas, quien dice además en su Crónica que en el segundo
año de la Olimpiada quincuagésima octava tenía sesenta y cuatro años, y que mu-
rió poco después, habiendo florecido más o menos en tiempos de Polícrates, el ti-
rano de Samos. Se cuenta que, cuando cantaba, se reían de él los niños, y que él,
cuando lo supo, dijo: “Entonces habremos de cantar mejor, para los niños”.
Hubo también otro Anaximandro, historiador y de Mileto también él, que
escribía en jónico.
ANAXÍMENES
(3) Anaxímenes, hijo de Eurístrato, de Mileto, oyó a Anaximandro, y al-
gunos dicen también que a él le oyó Parménides. Declaró pr1nc1plo el aire y <que
éSte es> infinito, y que los astros no se mueven por debajo de ia Tlerra srno alrede-
dor de la Tierra. Usaba un lenguaje jónico sencillo y sm npio. V1v10, según dice
APOIOdoro, por los tiempos de la conquista de Sardes y murió en la Olimpiada
sexagésima tercera.
72 Libro n
Anaxz'menes a Pitágoras.
(4) Tales, que de buena suerte llegó a la vejez, mala la tuvo alfinar: en
saliendo de noche, como solia, de la casa con su criada, iba observando los as-
tros, y como no metia mientes en ello, de tan embebecido en la observación
que andaba, en llega'ndose al derrumbadero se despeiió. Conque para los mile-
sios fue ésa la fin de su astrónomo; mas nos, sus tertulianos, guardamos la me-
moria de aquel varón asi nos mismos como nuestros bijos y tertulianos, y salu-
demos todavia sus razones. ¡Vaya dedicado a Tales el principio de todo
razonamiento!
Y otra:
Anaximenes a Pitágoras.
ANAXÁGORAS . N 013 g
(6) Anaxágoras, hijo de Hegesibulo o de Eubulo, de Clazómenas. Oyó a
Anaxímenes y fue el primero que aplicó la Inteligencia a la materia, empezando
como sigue su escrito, que está dulce y magnímexpuesto: “Todas las cosas
estaban juntas; luego vino la Inteligencia y las ordenó”. Por lo cual fue apodado
también Inteligencia, y dice de él Timón en los Burlescos lo que sigue:
73
Anaxzïwener. Andxagorar
Por thaber
t A dicho
. que el Sol noes mas' que un hier
' ro ardi'ente,
M [lnvo ntïalgoras ya caSI en la tumba un
pie.
as o saco e. apuro el amigo Pericles, y él mismo
puso a su Vlda fm, flo¡o de tanto saber.
Hubo tambien otros tres Anaxágoras, de los cuales [en ninguno se hallan
todas las cosas, smo que] uno fue orador isocrático. otro un escultor al que men-
ciona Antígono, y el otro gramático zenodotiano.
ARQUELAO
(16) Arquelao, de Atenas o de Mileto, tuvo por padre a Apolodoro o, se-
gún algunos, a Midón; fue discípulo de Anaxágoras y maestro de Sócrates. Fue el
primero que llevó la filosofía natural de Jonia a Atenas. Y fue llamado físico, por lo
que con él se acaba la filosofía natural, habiendo introducido Sócrates la ética. Y
parece que también él mismo había abordado la ética, ya que filosofó acerca de las
leyes, de lo bueno y lo justo; tomándola de él Sócrates, por ampliarla hasta <la cul-
minación> pasó por haberla inventado. Decía que hay dos causas de la generación,
lo caliente y lo frío; que los seres vivientes se formaron del barro, y que lo justo y lo
vergonzoso no lo hay por naturaleza sino por convención.
iré} os mzonamienges el siguiente. (17) Afirma que, cuando el agua se eva-
pora por efecto de lo caliente, en cuanto se solidifica en lo <bajo a causa de lo> íg-
neo, forma la tierra; pero en cuanto fluye en derredor, engendra el aire. De ahí que
la tierra sea sujetada por el aire, y éste por la rotación del fuego. Afirma que los se-
res vivientes surgieron de la tierra caliente, que rezuma un légamo parecido a la 1e-
che, a modo de alimento; y que así justamente produjo también alos hombres. Fue
El Primero que dijo que el origen de la voz es la percusión del aire; que el mar se
junta en las profundidades, filtrándose a través de la tierra; que el más grande de
los astros es el Sol, y que el Todo es infinito. _ _ .
Hubo también otros tres Arquelaos: el geógrafo que descnbló las t1erras re-
C(”'l‘idals por Alejandro; el que compuso las Curiosidades naturales, y el otro un
Orador que redactó un manual de retórica.
____________
SÓCRATES
(18) Sócrates, hijo del escultor Sofronisco y de la comadrona Fenareta,
como dice también Platón en el Teeteto, ateniense del distrito de Alopece. Se creía
que colaboraba con Eurípides; por lo cual dice Mnesíloco:
Sin duda, era diestro también en la oratoria, como afirma también Idomeneo, a tal
punto que los Treinta le impidieron enseñar las artes del razonamiento, como dice
Jenofonte. (20) Y Aristófanes hace burla de él corno de quien hace más fuerte la
razón más floja. Y lo cierto es que fue el primero —-como dice también Favorino
en su Historia varz'a—, junto a su discípulo Ésquines, que enseñó retórica; y eso lo
dice también Idomeneo en el libro De los socrátz'cos. También fue el primero que
discurrió sobre el modo de Vivir, y el primer filósofo que murió condenado. Aristó-
xeno, hijo de Espíntaro, afirma que se dedicó también a los negocios: por ejempk}
que hacía préstamos y juntaba los dinerillos que le caían, y luego, cuando los habla
gastado, volvía a prestar.
" '
50c ¡es 77
78
Oh, tú que eres hombre con tanta justeza de grandes saberes ansioso,
¡qué vida feliz gozarás en Atenas y entre los otros helenos!
Con lo memorioso que eres y cavilador, y las penas afrontas
con temple acerado, ni nunca te cansas marchando ni estando parado,
ni el frío te importa gran cosa, ni echas en falta tu desayuno,
y desdeñas el vino y las comilonas y las demás tonterías.
Ese aire que tema de desdenoso y altanero lo muestra también Aristófanes diciendo-
Te las das de senor cuando vas por la calle, mirando el mundo de reojo;
descalzo y sufrldo, a nosotros nos pones cara de hombre importante.
Sin embargo, a veces se amoldaba a las circunstancias y vestía con elegancia, como
en el Banquete de Platón-cuando va a la casa de Agatón. ’¿ O j (r (ya “A S
(29) Era tan habll para persuadir como para disuadir: Así, por ejemplo, a
Teeteto, tras haber conversado con él acerca del lo despidió divinamente
inspirado, según cuenta Platón; pero a Eutifrón, que aoía denunciado a su padre
por haber matado a un huésped, lo disuadió conversando acerca de los deberes de
la piedad. Y a Lisis lo hizo hombre de las mejores costumbres persuadiendo; pues
era hábil para hallar las razones a partir de los hechos. Hizo mudar de ánimo tam-
bién a su hijo Lámprocles, que se encolerizaba con su madre, como en algún lugar
decía Jenofonte; y a Glaucón, el hermano de Platón, que quiso dedicarse a la polí-
tica, lo disuadió, por lo inexperto que era, como dice Jenofonte; a Cármides, por el
contrario, que tenía aptitud para ello, lo alentó.
(30) Incitó a la valentía al estratego Ifícrates, mostrándole los gallos del
barbero Midias, que batían las alas frente a los de Calias; y Glaucónides juzgó que
aportaba a la ciudad tanto como un faisán o un pavo. Dijo que es extraño que cada
uno sepa decir fácilmente cuántas <cabezas de ganado> posee, pero que no sepa
nombrar a todos los amigos que tiene, de tan poco caso que les hace. Viendo a Eu-
clides aplicándose a los razonamientos erísticos, le dijo: “Oh Euclides, podrás tra-
tar con sofistas, pero con hombres, de ninguna manera”. Pues creía inútil gastar
sutilezas en esas cosas, como dice también Platón en el Eutz'demo.
(31) Cuando Cármides le ofreció unos esclavos para que sacara alguna ga-
nancia de ellos, no los aceptó; y desdeñó la belleza de Alcibíades, según algunos. Y
elogió el ocio como la más bella de las posesiones, según dice también Jenofonte
en el Banquete. Dijo también que uno solo es el bien, el saber, y uno solo el mal, la
ignorancia; mientras que la riqueza y la nobleza de nacimiento nada tienen de ve-
nerable, y todo, por el contrario, de malo. Así, por ejemplo, cuando alguien le dijo
que Antístenes era hijo de madre tracia, respondió: “¿Pero acaso crees tú que al-
guien tan noble puede ser hijo de dos ateniensesE’”. Y a Fedón, que, en condición
con-
de prisionero de guerra, residía en un burdel, mandó a Critón rescatarlo, y lo
virtió en filósofo.
ndo que
(32) Por otra parte, aprendió, ya anciano, a tocar la lira, dicie
nada hay de absurdo en que uno aprenda lo que no sabe. Además bailaba constan-
temente, considerando tal gimnasia provechosa para el bienestar del cuerpo, como
por ve-
dice también Jenofonte en el Banquete. Decía que su genio le anunciaba lo
nir; que el bien no es poca cosa, pero que se logra poco a poco; Y que no sabia
80 Libro”
nada, excepto eso mismo que nada sabía. De 105 que pagan caro por comprarlas
frutas fuera de sazón, dijo que desesperaban de llegar a la estacron en que estuvie_
sen maduras. Preguntado una vez cuál es la virtud del ÍOVCH, dÍÍOI “Nada en dema.
sia”. Y decía que hay que dedicarse a la geometría hasta que uno Sépa adquirir y
entregar la tierra en la medida justa.
(33) Cuando Eurípides decía en la Auge ace
rca de la virtud:
mejor,
Ya que se fue, dejar que vaya es lo
encuen tra a un es-
se levantó y se fue, diciendo que era ridículo que, cuando no se
la deja echarse a
clavo, se jnue conveniente buscarlo, mientras que a la virtud se
casarse o no, decía: “Ha-
perder de este modo. Cuando le preguntaban si convenía
los fabricantes de es—
gas lo que hagas, te arrepentiras”. Decía maravillarse de que
de lo más parecida, no
tatuas de piedra se preocupaban de que la piedra les saliera
as. También
teniendo ningún cuidado, en cambio, de no parecerse ellos a las piedr
constantemente en el espejo, para
juzgaba conveniente que los jóvenes se mirasen
ularan la deformi-
que, si eran hermosos, se hiciesen dignos de serlo, y si feos, disim
dad mediante la buena educación.
(34) Habiendo convidado a comer a unos hombres ricos, y como Jantipa
án, y si son in-
se avergonzara, dijo: “Animo, pues si son morigerados, se conformar
decentes, nada habrá de importamos a nosotros’ ’. Decía que los
otros hombres vi-
a> la mu-
ven para comer, mientras que él comía para vivir. Contra <el que teme
una
chedumbre insignificante, decía que se parece a quien rechazara por falsa
moneda de un tetradracmo y diera por bueno un montón de ellas. Cuando Ésqui-
nes le dijo: “Soy pobre y no tengo otra cosa, pero te doy a mí mismo”, respondió:
“¿Acaso no te das cuenta de qué regalo más espléndido me estás haciendo)”. A
uno que estaba disgustado por haber sido pasado por alto cuando se sublevaron
los Treinta, le dijo: “¿Acaso tienes algo de que arrepentirteP”.
(35) A1 que le dijo: “Los atenienses te han condenado a muerte”, respon-
dió: “Y a ellos la naturaleza”. (Otros afirman que fue Anaxágoras quien lo dijo.)
Diciéndole su mujer: “Morirás una muerte injusta”, respondió: “¿Acaso quisieras
tú que fuera justaP”. Pareciéndole que en un sueño le dijera alguien:
.. “ (3 6 ) , Com o Antlste
’ nes llevaba a -
la VISt a la parte rota de su vie' l
duo: A traves del capote veo tu vanidad ” A uno 1 d" u ]0_capote, e
1),, le res ondi“ “N que e 1102 ¿No te esta insultando
aque - ,. a Pd b 0- 0,d porque yo no soy como '1 d' n , .,.
que exponerse e
e ICC . Decra tambien que hay
uen gra o a las burlas de los cómicos pues si aciertan a
, _ i “‘31 ar
SCI] - al
uno de nuestros rasgos nos haran me or ' -
en nada nos afecta. Cuando Janu-
injurió
na luegolohará
Pga primero y luego
llover?” A]led arro'ó]
_ l] ¡189: dlo.nc‘)‘,(No
CS, iii]
dec1a yo que, cuando Jantipa
t rue b} 1 d' 2. “P
. . ec1r e c1 1a
' es que los - .
insultos de_Ïant1pa .
porta es, e respon l10. . ero yo estoy acostumb
eran inso-
rado, lo mismo que si estuviera oyen-
do Sonstantemente e ruido de una‘polea; y tu también soportas el graznido de los
gan-
sos , (37) Y como aquel repuso: Pero a mí los gansos me dan huevos y polluelos”
9
manto en medio de la plaza y los amigos le aconsejaron la castigara con las manos, dijo:
“Sí, ¡por Zeus! , para que nosotros andemos a puñetazos y vosotros os pongais a gritar
cada uno: ‘¡Bravo, Sócrates! , ¡Bravo,Jant1pa! . Decna que trataba a una mujer desa-
r 1 ¡_ - v1) , I .
brida como tratan los buenos jinetes a los caballos indómitos: “Pues mira —decía—:
asi como ellos, una vez hayan domeñado a éstos, dominan fácilmente a los otros, así yo,
teniendo que sufrir aJantipa, soporto muy a gusto a los demás hombres”.
Diciendo y haciendo, pues, esas cosas y otras por el estilo, fue celebrado por
el testimonio de la Pitia, que dio a Querefonte la consabida respuesta:
(38) Por supuesto que con eso, sobre todo, se ganó muchas enemistades;
y también, desde luego, porque con sus refutaciones contundentes ponía en evi-
dencia la necedad de quienes tenían muy elevada opinión de sí mismos; lo que, sin
duda, sucedió también a Ánito, como consta en el Menón de Platón. Pues éste,
que no sufría que Sócrates lo pusiera en ridículo, primero soliviantó contra él a la
gente de Aristófanes, y luego instigó a Melero a presentar denuncia contra él por
impiedad y corrupción de los jóvenes. Así que Meleto presentó la denuncia, y Po-
lieucto pronunció el discurso de acusación, como dice Favorino en la Hz'storfe va-
ría, aunque lo había redactado el sofista Polícrates, según dice Hermipo, o Anito,
según otros; pero el que lo preparó todo fue el demagogo Licón.
(39) Antístenes, en las Sucesiones de los filósofos, y Platón, en la Apologz'kz,
dicen que fueron tres sus acusadores, Ánito, Licón y Meleto: Ánito, encolerizado
en nombre de los artesanos y los políticos; Licón, en nombre de los oradores, y
Melero, en nombre de los poetas: de todos ellos se había burlado Sócrates. Favori-
no, sin embargo, afirma en el primer libro de los Recuerdos que el discurso de Polí-
crates contra Sócrates no es auténtico, pues en él se menciona —dice—— la recons-
trucción de las murallas por Conón, que tuvo lugar seis años después de la muerte
de Sócrates; y, en efecto, así es.
82
Libro U
Dionisodoro, sin embargo, afirma que no es suyo el peán. Compuso también una
fábula a la manera de Esopo, no muy lograda, que empieza:
(43) Así pues, Sócrates ya no estaba entre los hombres; pero los atenienseS
muy pronto se arrepintieron hasta tal punto que cerraron las palestras y los gimna'
sios. Y a unos los desterraron, a Meleto, en cambio, lo condenaron a muerte; pero
a Sócrates le dedicaron una estatua de bronce que colocaron en el Pompeio, ha-
biéndola labrado Lisipo. A Ánito los habitantes de Heraclea lo expulsaron pOÍ' VOZ
‘ ’ Tales
,SOL 83
Lo cual es muy cierto. Filócoro, sin embargo, afirma que Eurípides murió antes
que Sócrates.
Este nació, según dice Apolodoro en la Crónica, bajo el arcontado de
Apse-
fión, en el cuarto año de la septuagésima séptima Olimpiada, el día sexto del mes
de Targelión --cuando los atenienses purifican la ciudad y los delios dicen que na-
ció Artemis—, y murió en el primer año de la Olimpiada nonagésima quinta, a la
edad de setenta años. Eso mismo dice también Demetrio de Falero. Algunos, sin
embargo, afirman que murió a los sesenta años.
(45) Y ambos oyeron a Anaxágoras, tanto él como Eurípides, quien nació
en el primer año de Olimpiada septuagésima quinta, bajo el arcontado de Calias.
Por otra parte, me parece que Sócrates discurrió también acerca de las cuestiones
físicas, a lo menos ahí donde habla de la providencia, según lo que dice, por cierto,
Jenofonte, aunque afirma que sólo hacía sus razonamientos acerca de las cuestio-
nes éticas. Pero cuando Platón en la Apologz'a hace mención de Anaxágoras y algu-
nos otros físicos como de algo que Sócrates rechaza, es él mismo quien habla de
esas cosas, por más que lo ponga todo en boca de Sócrates. Dice Aristóteles que
cierto mago, que había venido de Siria a Atenas, predijo a Sócrates, entre otras tri-
bulaciones, que moriría de muerte violenta.
(46) Hay también unos versos nuestros dedicados a él, que son como
sigue:
cho Jenófanes; y contra Píndaro, Anfímenes de Cos; contra Tales, Ferecides; con-
tra Biante, Sálaro de Priene; contra Pítaco, Antiménides y Alceo; contra Anaxágo_
ras, Sosibio, y contra Simónides, Timocreonte. _ .
(47) Entre sus sucesores, los llamados socráticos, los más principales fue-
ron Platón, Jenofonte y Antístenes; de los diez que conoce la tradición, los más no-
tables fueron cuatro: Ésquines, Aristipo, Fedón y Euclides. Por tanto, habrá que
hablar primero de Jenofonte, luego de Antístenes, entre los cínicos, después de los
socráticos, y luego asimismo de Platón, ya que con él dan comienzo las diez escue-
las, y fundó él mismo la primera Academia. Sea, pues, éste el orden a seguir.
Hubo también otro Sócrates, historiador, que escribió una guía de Argos;
otro, peripatético de Bitinia; otro, poeta epigramático; y el de Cos, que escribió so-
bre los nombres de los dioses.
JENOFONTE
(48) Jenofonte era hijo de Grilo, ateniense del distrito de Erquia, modesto
y sobremanera hermoso. Cuentan que Sócrates, al encontrárselo en un callejón es-
trecho, tendió el bastón y le impidió pasar, preguntándole dónde se vendía cada
uno de los alimentos; y cuando le había contestado, volvió a preguntar: “¿Y dónde
se hacen los hombres buenos y nobleSP”. Y como el otro no supo qué contestarle,
dijo: “Entonces Sígueme y aprende”. A partir de ese momento fue discípulo de Só-
crates y el primero que, tomando nota de lo que decía, lo dio a conocer a los hom-
bres, titulándolo Recuerdos; y también fue el primero de los filósofos que escribió
una obra de historia.
Aristipo, en el libro cuarto De la lujurza antigua, dice que estaba enamorado
de Clinias, de quien llegó a decir: (49) “Ahora me es más grato contemplar a Cli-
nias que todas las demás bellezas que haya en los hombres. Antes bien quisiera
quedarme ciego a todo lo demás que dejar de verlo a él solo. Me entristecen la no-
che y el sueño, porque no lo veo; al día y al sol agradezco, por encima de
todo, que
me iluminen a Clinias”.
Se hizo amigo de Ciro de la siguiente manera. Tenía un amigo íntimo Hama-
do Próxeno, de origen beocio, discípulo de Gorgias de Leontinos y amigo de
Ciro.
Este, que residía en Sardes, en la corte de Ciro, le envió a Jenofonte una carta a
Atenas, invitándolo para que se hiciera amigo de Ciro. Jenofonte mostró la carta a
Sócrates y le pidió consejo; (50) y éste lo mandó a Delfos, para que consultara
al
dios. Obedeció Jenofonte; llegó ante el dios; le preguntó, no si debía visitar a Ciro
o no, sino cómo; lo que Sócrates no dejó de reprocharle luego,
si bien le acot15<ïló
que partiera. Jenofonte llegó a la corte de Ciro y se hizo no meno
s amigo de él que
jenofonte
85
222;?ita:33:13:22:;52:22?“la
por tiem pos de la exp
los que tenía amant d
rándolo,
edi ció n ¿ra cld
yel lo
‘: E¿SE—‘Il‘llstgdo con Menon de Farsalo,
an ante e mercenarlos, pues dice, deni-
que
na, pero cuando supo que había muerto luchando valerosamente, se la volvió a po-
ner. (55) Algunos afirman que ni lloró, sino que dijo: “Ya sabía yo que había engen-
drado a un mortal”. Dice Aristóteles que fueron incontables los que compusieron
elogios y epitafios para Grilo, en parte también para congraciarse con el padre. Por
lo demás, dice Hermipo en el libro Sobre Teofrasto que también Isócrates escribió
un elogio de Grilo. Y Timón escarnece a Jenofonte en estos versos:
Ésta fue, pues, su vida. Floreció por el año cuarto de la nonagésima cuarta Olim-
piada, y tomó parte en la expedición de Ciro bajo el arcontado de Jenéneto, un
año antes de la muerte de Sócrates.
(56) Falleció, según dice Estesiclides de Atenas en la Lista de los arcontes
y de los vencedores olímpicos, en el primer año de la Olimpiada centésima quinta,
bajo el arcontado de Calimedes, el mismo año en que Filipo, hijo de Amintas, co-
menzó a reinar en Macedonia. Murió en Corinto, como dice Demetrio de Magne-
sia, sin duda ya muy anciano. Fue varón de provecho en todo, y de cierto también
muy aficionado a los caballos y a la caza, además de diestro en el arte de la guerra,
como evidencian sus escritos; piadoso y amigo de sacrificios, capaz de leer en las
entrañas de las bestias sacrificadas, y émulo esmerado de Sócrates.
Escribió unos cuarenta libros, diversamente divididos por unos y otros:
(57) Auábasz's (de la que compuso un prólogo para cada libro, pero no para la
obra entera),
Ct'ropedz'a,
Hele'm'cas,
Recuerdos,
Banquete,
Económico,
De] arte ecuestre,
Cz'uegétz'co,
De! mando de la caballería,
Defensa de Sócrates,
De las rentas,
Hz'eróu 0 de la tz'ram'a,
Agesz'lao, y
Constitución de los espartauos y de los atem'euses (la cual dice Demetrio de
Magnesia que no es de Jenofonte).
jenofonte. Ésquz'nes
87
ÉSQUINES
desde
(60) Ésquines, hijo del salchichero Carino o, según otros, de Lisanias: de-
por lgficual este
joven fue muy aplicado; de ahí que nunca se apartaba de S’ocrates,
ero . Idomeneo. rma que fue
cía: “El único que sabe honrarme es el hijo del salchich
de la prison), per: que.P,la-
él, y no Critón, quien aconsejó a Sócrates acerca dela fuga n_
, puso esas palabrasdenh (¿ca he Cnto
tón, como Ésquines era más amigo de Aristipo
mo de Eretna, e EL Ï' echo Pa-
ÉSquÍnes ha sido acusado, sobre todo por Menede
sar por suyos unos diálogos que eran mayormente de Socrateá, y¿326d a 1a recrbldo
de Jantipa. De entre éstos, los llamados acéfalos son bastante És a os y no mues-
squmes.
tran el vigor socrático; Perístrato de Efeso afirma que no son de
88 Libro u
(61) Y de los siete dice Perseo que la mayoría son de Pasifonte de Eretria,
quien los colocó entre los de Ésquines. Además apañó también, de los diáIOgos de
Antístenes, el Ciro menor, el Heracles menor, el Alcz'bzïzdes, y los de los otros. De
los de Ésquines, en todo caso, los que llevan la impronta de la manera de ser de
Sócrates son siete: Mz'lalzdes, el primero (y, por eso, un tanto endeble), Calz'as, Axi-
oco, Aspasz'a, Alcíbíades, Telauges, Rz'nón.
Se cuenta que, por estar falto de recursos, fue a Sicilia, a la corte de Dioni-
sio, y que Platón lo trató con desdén, mientras que Aristipo lo recomendó; y que
recibió regalos a cambio de dar algunos de sus diálogos. (62) Luego, tras su regre-
so a Atenas, no se atrevió a establecerse como profesor, gozando a la sazón de mu-
cha fama la gente de Platón y Aristipo, pero impartía clases cobrando; luego redac-
taba discursos forenses para los agraviados, por lo cual dice de él Timón:
Se cuenta que Sócrates le dijo, como estaba abrumado por la pobreza, que tomara
prestado de sí mismo, escatimándose la comida. De sus diálogos sospechaba inclu-
so Aristipo; a lo menos se cuenta que, una vez que los leía en Mégara, le dijo en
broma: “¿De dónde has sacado eso, so ladrónP”.
(63) Polícrito de Mendes afirma, en el primero de los libros dedicados a
Dionisio, que vivió con el tirano hasta su caída y hasta el retorno de Dión a Siracu-
sa; y dice, que con él estaba el poeta trágico Cárcino. Corre por ahí también una
carta de Esquines a Dionisio. Era diestro también en el arte oratoria, como eviden-
cia su defensa del padre del estratega Feaco, en donde imita mayormente a Gor-
gias de Leontinos. Incluso Lisias escribió contra él un discurso, titulado De la dela-
cz'órz, del que resulta patente que fue también un orador de valía. No se le conoce
más que un solo discípulo, Aristóteles apodado “El Mito”.
(64) Por otro lado, de todos los diálogos socráticos Panecio Opina que son
verdaderos los de Platón, Jenofonte, Antístenes y Ésquines; duda de los de Fedón
y Euclides, y los otros los rechaza todos.
Hubo ocho Ésquines: el primero, él mismo; el segundo, el que escribió los
manuales de oratoria; el tercero, el orador rival de Demóstenes; el cuarto, un áï'
cade discípulo de Isócrates; el quinto, un mitilenense al que llamaban “azote de
los oradores”; el sexto, de Neápolis, filósofo académico, discípulo y amante de
Melancio de Rodas; el séptimo, un tratadista político de Mileto; el octavo, un 65'
cultor.
¿»quines Aríslípo
89
ARISTIPO
, (6?) Aristlpo era ctrenaico de origen y había llegado a Aten
as, según afir-
ma Esquines, atraldo por la fama de Sócrates. Habiendo ejercido de sofista,
como
dice el pertpatétrco Fanias de Ereso, fue el primero de los socráticos que cobraba
honorarios y env1aba el dinero al maestro. Cuando una vez le había mandado vein-
te minas, las recibió de vuelta, diciéndole Sócrates que su genio no lo permitía; sin
duda estaba disgustado. Jenofonte lo trató con hostilidad; por lo cual el razona-
miento contra el placer lo pone en boca de Sócrates contra Aristipo. Y lo cierto es
que de él hablan mal también Teodoro, en el libro De las elecciones, y Platón, en
Acerca del alma, como decíamos en otro lugar.
(66) Era hábil para adaptarse al lugar, al tiempo y a las personas, y para
representar su papel en toda circunstancia; por lo cual fue estimado por Dionisio
más que los otros, siempre arreglando para bien los eventos; pues gozaba del pla-
cer de las cosas presentes, y no se molestaba en afanarse por el goce de las ausen-
tes. De ahi que Diógenes lo llamara el perro regio, mientras que Timón lo mordió
por blandengue, diciendo más o menos así:
Cuentan que una vez mandó comprar una perdiz por cincuenta dracmas; y
como alguien se lo reprochara, dijo: “¿Acaso tú no la comprarías por un óbolo?”.
Concediéndolo el otro, repuso: “Pues lo mismo valen para mi las cincuenta
dracmas”.
(67) Cuando Dionisio una vez le mandó escoger a una de entre tres cor-
tesanas, se llevó a las tres, diciendo: “Tampoco a Paris le fue de ningún provecho
preferir a una sola”. Cuentan, sin embargo, que, tras haberlas llevado hasta el ves-
tíbulo, las despidió: a tanto llegaba en el tomar y en el desdeñar. Por eso le dijo
una vez Estratón (o, según otros, Platón): “A ti solo te es dado llevar lo mismo un
manto de fina lana que andrajos”. Cuando Dionisio le escupió a la cara, lo sopor-
tó Pacientemente; y a uno que se lo reprochaba, dijo: “Los pescadores aguantan
que El mar los salpique de agua salada cuando quieren pescar un gobio, ¿y yo no
he de soportar unas salpicaduras de vino aguado cuando quiero pescar a un ba-
oso?”_
(68) Una vez que pasaba delante, Diógenes, que estaba lavando verduras,
Se bUrló de él diciendo: “Si tú hubieras aprendido a comer esto, no andarías adu-
ando alos tiranos ”_ Y é] contestó: “Y si tú supieras tratar con la gente, no estarías
35:33: :Éídura”. Preguntándole alguiendquí Péïíïihoolïgga‘i: Ïgïjïïïíïóïï
Cara su. ' saber tratar sm temor con to OS - al h , l f’
Vlda derrochadora, ¿1101 “81 esto fuese algo rn o, no se aria en as restas
90 Libro II
se qui-
de los dioses”. Preguntado una vez qué ventaja llevan los filósofos, dijo: “Si
ahora”.
tasen de en medio todas las leyes, seguiríamos viviendo igual que
(69) Preguntándole Dionisio por qué los filósofos acuden a las puertas de
los ricos, pero no los ricos a las de los filósofos, contestó: “Porque ellos saben qué
necesitan, y los otros no lo saben”. Cuando Platón le reprochó una vez su vida de-
rrochadora, dijo: “¿Acaso Dionisio no te parece un hombre de provecho)”. Como
aquél lo admitiera, prosiguió: “Y bien, pues ciertamente vive con más magnificen-
cia que yo: así que nada impide vivir una vida a la vez magnífica y noble”. Pregun-
tado qué diferencia hay entre los hombres instruidos y los incultos, dijo: “La mis-
ma que entre los caballos domados y los indómitos”. Entrando una vez en la casa
de una cortesana, como uno de los jóvenes que iba con él se sonrojara, le dijo: “Lo
malo no es entrar, sino no saber salir”.
(70) Cuando uno le propuso un acertijo, diciendo: “¡A ver si desatas este
nudol”, respondió: “¿Para qué quieres desatar, so necio, lo que ya estando atado
nos trae de cabezaP”. Decía que más vale ser mendigo que inculto; pues aquéllos
carecen de dinero, pero éstos de humanidad. Siendo una vez insultado, se retiró; y
como el otro lo siguió y preguntó: “¿Por qué huyeSP”, dijo: “Porque tú eres libre
de hablar mal, pero yo de no escuchar”. Cuando alguien le dijo que siempre veía a
los filósofos ante las puertas de los ricos, dijo: “Pues lo mismo que los médicos es-
tán siempre ante las puertas de los enfermos; pero no por eso nadie preferiría ser
enfermo antes que médico”.
(71) Cuando una vez iba en barco a Corinto y se levantó una tempestad,
sucedió que se sobresaltaba. Alguien le dijo: “Nosotros, el vulgo ignorante, no te-
nemos miedo, pero los filósofos estáis asustados”; le respondió: “Es que no esta-
mos temiendo por la misma clase de vidas”. A uno que se jactaba de su erudición.
dijo: “Así como los que más comen no están más sanos que los que comen lo nece-
sario, así los hombres de provecho no son los que leen mucho, sino los que leen
cosas útiles”. A un abogado que lo defendió con éxito en un proceso y luego le
preguntó: “¿Y para qué te ha servido Sócrates)”, le contestó: “Pues para eso, para
que sea verdad lo que has dicho en mi defensa”.
(72) A su hija Arete le ofreció lo mejor, ejercitándola para despreciar 10
superfluq. Preguntándole alguien en qué mejoraría su hijo una vez instruido, res-
Pondlo: Aunque no sea en otra cosa, a lo menos cuando vaya al teatro, nO Será
una piedra sentada sobre otra piedra”. A uno que quiso confiarle a su hijo, le pidió
qmnlen’tas dracrnas;.y como éste le dijera: “Por este dinero puedo comprarme Un
ÏCIÏVOI v le reSPOHCÏHÏ): “Cómpralo, y tendrás dos”. Decía que cobraba dinero fl sus
¿221: 851i:ïeïaÏeuzïrlo el, srno Para que ellos supieran para qué hay que usar Í
nero” ’ l
dl o: o
Arz'rtzjvo
9l
uién es el
(76) Cuando Carondas le preguntó (o, según OÍI‘OS, FEdÓn):I“¿Q do
que anda erfumado?” res ondió: “SOY yo, desgraCIa do de
mi; y mas desgraCIa
.
p ’ p 'nguno de los otros animales
aun que YO es el rey de los persas. Pero, mira, como nl d ala muerte todos
Plerde nada con eso, así tampoco el hombre. ¡Que mueran e m
esos malditos degenerados Que andan por ahí desprestrglandcs)[nuetsgsrodlirzrniïsï
Vienikj a las
Llnz‘áüentol”. Cuando alguien le preguntó como habiamuegtï), 0Com
ElmUere?" me” “10"“
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es, Z I O Ï É ): a: ÏIÏÏM
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áíhe?’ij y como el otro le hlzo sena de12:25:11;
“6 lo (¡Sui/ej: 2212281331232:nh
món, dijo; (77) “Y entonces, ¿qué criticabas? Pues parece que ¿jo 2515€] dinero
comida sino el dispendio”. A su criado, agobiado al caminar por p
92 Libro H
que llevaba, como cuenta Bión en las Dz'atrz'bas, le dijo: “Tira lo que sobra, y lleva
10 que puedas”. Navegando una vez, al darse cuenta de que la nave era de piratas,
tomó su dinero y se puso a contarlo; luego, como quien no qulere lafosfa’ lo dejó
caer al mar y, como es natural, rompió a dar gritos. Otros dicen que anadió que era
mejor que el dinero pereciera por Aristipo que no Aristipo por el d1nero.fPregun-
tándole una vez Dionisio a qué venía, respondió que venía a dar lo que tema y a re-
cibir lo que no tenía; (78) aunque algunos dicen que contestó aSI: “Cuando necesi-
taba sabiduría, me dirigí a Sócrates; ahora que necesito dinero, me dirijo a ti”.
Reprobaba que los hombres, antes de comprar una vasija, la pusieran a prueba ha-
ciéndola resonar, pero que sus vidas las dieran por buenas a la ligera (otros afirman
que fue Diógenes quien lo dijo). Cuando una vez, durante un festín, Dionisio orde-
nó que cada uno se pusiera a bailar vestido de púrpura, Platón se negó diciendo:
contestó: “También de las mucosidades y de los piojos sabemos que nacen de no-
sotros y, sin embargo, por inútiles los arrojamos lo más lejos que podamos”. Ha-
biendo escogido, como regalo de Dionisio, una suma de dinero, mientras que Pla-
tón había tomado un libro, a uno que se lo reprochaba dijo: “Es que yo necesito
dinero, y Platón necesita libros”. A uno que le preguntó por qué se dejaba refutar
por Dionisio, dijo: “Por lo mismo por lo que los otros lo refutan a él”.
(82) Pidió dinero a Dionisio, y éste le dijo: “¿Pero no decias tú que al sa-
bio nunca le faltan recursos?”. Y él respondió: “Dámelo, y luego examinaremos la
cuestión”. Se lo dio; y él dijo: “¿Ves cómo no me han faltado recursos?”. Dicién-
dole Dionisio:
le respondió:
Eso lo cuenta Diocles en el libro De las vidas de los filósofos; otros lo atribuyen a
Platón. Habiéndose enfadado con Ésquines, al poco rato le dijo: “¿No vamos a
reconciliarnos ni a dejar de decirnos estupideces? ¿O hemos de esperar hasta
que venga alguien a reconciliarnos con una copa de vinOP”. Y el otro dijo: “Con
mucho gusto”. (83) “Entonces —dijo Aristipo— recuerda que, aun siendo más
viejo, he rendido las armas antes que tú”. Y Esquines: “Muy bien, ¡por Hera! Lo
que dices es bien razonable; se ve que empiezas mucho mejor que yo: pues yo
empiezo las hostilidades, y tú la amistad”. Esas son, pues, las cosas que se le atri-
buyen.
escribió so-
Hubo cuatro Aristipos: el de que estamos hablando; otro, que
bre Arcadia; el tercero, el Metrodidacto, hijo de la hija del primero; y el cuarto, el
de la Academia Nueva. . ' . . . .
, de-
Al filósofo cirenaico se le atribuyen tres llbl‘OS sobre la hlStOl‘la de L1bia
dicados a Dionisio y uno que contiene veinticinco dialogos, unos escritos en ático,
,
(34) Artabazo,
A los náufmgos,
A los exz'lados,
A zm mendigo,
A Láz'de,
A Paro,
94 .
Libro H
Algunos dicen que escribió también seis libros de diatribas, otros, en cambio, que
no escribió nada; entre ellos está Sosícrates de Rodas.
(85) Según Soción, en el libro segundo, y Panecio, sus escritos son éstos:
Deia educación,
De la virtud,
Protréptico,
Artabazo,
Los na'ufragos,
Los exilados,
Diatribas, seis libros,
Dic/90s, tres libros,
A La'ide,
A Poro,
A Sócrates,
De la fortuna.
placer deseable por sí mismo, las causas fastidiosas que provocan ciertos placeres a
menudo se le oponen; de modo que lo más desagradable les parece ser la acumula_
ción de placeres que no produzca felicidad.
(91) Y sostienen ellos que ni el sabio vive del todo dulcemente ni del todo
penosamente el malvado, pero lo más a menudo sí. Basta con disfrutar los placeres
uno por uno, conforme vayan llegando. Afirman que la prudencia es un bien, aun-
que no sea deseable por sí misma, sino por sus resultados. El amigo lo es por los
servicios que nos presta; pues también a un miembro de nuestro cuerpo le tene-
mos apego mientras esté presente. De las virtudes, algunas asisten aun a los insen-
satos. El ejercicio del cuerpo contribuye a la adquisición de la virtud. El sabio no
envidiará, ni se enamorará, ni será supersticioso, pues esas cosas nacen de la vana
opinión; pero sí sentirá tristeza y temor, ya que eso sucede de manera natural.
(92) La riqueza es causa de placer, y no algo deseable por sí mismo. Las
afecciones son aprehensibles; en todo caso, hablaban de las afecciones mismas, no
de las cosas de las que se originan. Prescindían de los estudios físicos, por su ina-
prehensibilidad patente; en cambio, se dedicaban a los estudios de lógica por su
utilidad. Meleagro, en el libro segundo De las opiniones, y Clitómaco, en el libro
primero De las escuelas, afirman, sin embargo, que ellos juzgaban inútiles tanto la
parte física como la dialéctica; pues tanto sabe hablar bien como estar por encima
de la superstición o salvarse del miedo a la muerte aquel que haya aprendido el ra-
zonamiento acerca de los bienes y de los males.
(93) Que nada es por naturaleza justo ni bello ni feo, sino por convención
y costumbre (sin embargo, el hombre virtuoso no hará nada indecente, debido a
los castigos y la opinión que lo amenazan), pero que lo que es el sabio, lo hay. Ad'
miten el progreso tanto en filosofía como en las demás cosas. Dicen que algunos se
entristecen más que otros, y que las sensaciones no siempre dicen la verdad.
LOS HEGESÍACOS
Los llamados hegesíacos tenían los mismos propósitos: el placer y 61 dolor.
N0 hay para ellos ni gratitud, ni amistad, ni buenas obras, ya que esas cosas no las
elegimos por SÍ mismas, sino por el provecho que nos reportan; ausente éste, tam'
poco subsisten aquéllas. de
(94) La felicidad es de todo punto imposible; pues el cuerpo es presa o
múltiples padecimientos, el alma compadece al cuerpo y se conturba, y 31.3“?
contraría muchas de nuestras esperanzas: así que, por tanto, la felicidad CS "ree'
tanto cabe elegir la vida como la muerte. Suponían que por naturaleza H3 a n
agradable ni desagradable: la necesidad, la novedad, la hartura a unos complace i
L0; begeszbcos. Los am'cerzánor Teoría
.. n ro
97
LOS ANICERIANOS
TEODORO
-
ción de
minatotal l mencionado Teo
tomaron su d en odor ' acerca
de las creenc1as
d . .
oro Y adoptaron sus optnlones- Teo
98 Libro II
de los dioses: hemos dado por azar con un libro suyo titulado Acerca de los dioses,
que no es nada desdeñable; dicen que de él tomó Epicuro la mayor parte de lo que
decía.
(98) Teodoro oyó a Aníceris y a Dionisio el Dialéctico, según dice Antíste-
nes en las Sucesiones de los filósofos. Como extremos del bien y del mal postulaba
la alegría y la tristeza, debidas la una a la sensatez, la otra a la insensatez; como bie-
nes, la sensatez y la justicia, como males, las actitudes contrarias a éstas, y como in-
termedios el placer y el dolor. Negaba también la amistad, por no encontrarse ésta
ni en los insensatos ni en los sabios: pues para aquéllos, una vez se acaba el prove-
cho, se acaba también la amistad, mientras que los sabios, como se bastan a sí mis-
mos, no necesitan amigos. Decía también que era conforme a razón que el hombre
de bien no exponga su vida por la patria, pues no hay que renunciar a la sensatez
para provecho de los insensatos.
(99) Decía que la patria es el mundo; y que el sabio podrá robar, cometer
adulterio o saquear los templos en la ocasión justa, pues nada de eso es deshonroso
por naturaleza, una vez se elimine el concepto que de ello se tiene convenido para
refrenar a los insensatos. El sabio gozará de sus amores en público, sin miramiento
alguno; lo que razonaba preguntando corno sigue: “¿Acaso una mujer instruida en
letras no es útil en tanto que instruida en letraSP”. — “Sí”. — “Y un mozo o un jo-
ven <instruido en letras>, ¿no es útil en tanto que instruido en letrasE’”. — “Sí”. —-
“Entonces, ¿una mujer hermosa no será útil también en tanto que es hermosa? ¿Y
un mozo o un joven hermoso no será útil en tanto que es hermoso?”. -—- “Sí”. —-
“Luego, ¿el mozo o el joven hermoso no será útil para aquello para lo cual es her-
moso?”. —- “Si”. (100) “¿Y no es útil para ayuntarseP”. Admitido lo cual prose-
guía: “Luego, si alguien goza del ayuntamiento en tanto que es útil, no comete nin-
guna falta; ni tampoco, por tanto, cometerá falta ninguna si goza de la belleza en
tanto que es útil”. Interrogando de esta manera, fue un razonador
poderoso.
Parece que fue llamado Dios desde que Estilpón le preguntó como
sigue:
“¿No es cierto, Teodoro, que aquello que uno dice que es, eso es lo que él eSP”.
Teodoro asintió. “.¿Y no dices tú que Dios eSP”. Como el otro consintió,
dijo: “En-
tonces eres Dios”. Y como Teodoro lo admitía de buena gana
, dijo riendo: “Pero
por ese mismo razonamiento, so desgraciado, habr
ás de admitir también que eres
un grajo y mil cosas más”.
(101) Una vez Teodoro, hallándose sentado al lado del hiero
fante EurÍCli’
des, le preguntó: “Dime, Euriclides, ¿quiénes son los que profanan
los misterios?”'
Fespondlendoleoéste: “Aquellos que los dan a conocer a los
no iniciados”, le dijo:
Entonces tu mismo los estas profanando cuando inici
as en ellos a los nO inicra'
dos . Poco falto, por Cierto, para que lo llevasen ante
el Areópago, de no haberlo
amparado Dem etrio de Falero; aunque Anfícrates afirma, en el libro
De los para!“
zlustres, que fue condenado y bebió la cicu
ta.
Teodoro
99
, H‘allandose en la corte de Tolomeo, el hijo de Lago, fue enviado una vez por
68.“? a 14181111399 Came embalador. (102) Como le hablaba con mucha franQueza,
11151123“) ¡le 31101, Dime, Teodoro, ¿no eres tú el que ha sido expulsado de Ate-
nas? . Y el: Estas bien enterado; pues como la ciudad de Atenas no me podía su-
írir, al igual -que Semele a Dlonlso, me expulsó”. Diciéndole a su vez Lisímaco:
Pues ten cu1dad0 de no volver a aparecer delante de mi”, dijo: “No volveré, a me-
nos que me mande Tolomeo”. Mitras, el tesorero de Lisimaco, que se hallaba pre-
sente, dijo: “Parece que desconoces no sólo a los dioses, sino también a los reyes”.
Teodoro repuso: “¿Cómo he de desconocerlos, si a ti justamente te tengo por ene-
migo de los dioseSP”.
Cuentan que una vez se paseaba por Corinto, acompañado de numerosos
discípulos, cuando Métrocles el Cínico, que estaba lavando perifollos, le dijo: “Tú,
sofista, no necesitarías tantos discípulos si te pusieras a lavar verduras”. Y él res-
pondió: “Y tú, si supieras tratar a la gente, no necesitarías esas verduras”. (103) Lo
mismo se atribuye, como ya decíamos, a Diógenes y Aristipo.
Así era, pues, Teodoro, y ésas fueron sus enseñanzas. Al final regresó a Cire-
ne, donde vivió junto a Magas y pasó la vida colmado de honores. Cuando fue por
primera vez desterrado de allí, cuentan que dijo algo gracioso; pues dijo: “Hacéis
muy bien, ciudadanos de Cirene, desterrándome de Libia a la Hélade”.
Hubo veinte Teodoros: el primero, samio, hijo de Reco. Es el que aconsejó
colocar carbones bajo los fundamentos del templo de Efeso; pues siendo el lugar
muy húmedo, decía que, en cuanto los carbones hubiesen perdido sus propiedades
leñosas, lo sólido mismo se volvería impermeable al agua. El segundo fue el geó-
onado; el
metra de Cirene, con el que estudió Platón; el tercero, el filósofo menci
105 de la voz;
cuarto, aquel a quien se le atribuye un bellísimo libro sobre los ejerc1c
o por Terpandro; el
(104) el quinto, el que estudió a los compositores, empezand
o, Siracu-
sexto, estoico; el séptimo, el que escribió acerca de los romanos; el octav
rsos poll-
sano, escribió sobre táctica; el noveno, bizantino, conoc1do por sus discu
los ora-
ticos, al igual que el décimo, al que menciona Aristóteles en el resume-nde por
dores; el undécimo , un escultor tebano; el duodec1mo, un plntor mencronado
bio Menodoto;
Polemón; el decimotercero, un pintor ateniense, sobre el que escri
en el libro Pe la pmtu-
el decimocuarto, un pintor efesio al que menciona Teofanes
sobre los
ra; el decimoquinto, poeta epigramático; el dectmosexto, el que escrrblo
octavo, d?
POCtaS; el decimoséptimo, un médico diselplflo de Ateneo; .el dec1m y el v1-
co tamb1en;
Quío, filósofo estoico; el decimonoveno, mileSIO, filosofo est01
8€Simo, poeta trágico.
Libro II
100
FEDÓN
(105) Fedón de Élide, de los Eupátridas, perdió la libertad junto a su pa-
tria y fue obligado a residir en una mancebíaípero despues de cerrar la puert? fm-
cuentaba a Sócrates, hasta que éste convenc1o a la gente de Alc1b1ades y Crlton de
rescatarlo, y desde entonces pudo filosofar en libertad. Jerónlmo, en el libro De la
suspensión deljuz'cz'o, lo ataca llamándolo esclavo.
De los diálogos que escribió, son auténticos Zópz'ro y Simón; dudoso, Nz'czlas;
Medio, que unos dicen que es de Esquines, otros que de Polleno; Antz'maco o lo;
ancianos, dudoso también, y los Diálogos del zapatero, que también éstos dicen al-
gunos que son de Esquines.
Su sucesor fue Plisteno de Élide, y terceros a partir de él los
del círculo de
Menedemo de Eretria y Asclepíades de Fliunte, tránsfugas
de Estilpón. Hasta lle-
gar a éstos, se llamaban elíacos, pero a partir de Menedemo, erétr
icos; de él habla-
remos más en adelante, ya que también él fundó una escu
ela.
EUCLIDES
EUBÚLIDES
Entre los sucesores de Euclides está tambié
n Eubúlides de Mileto, que usó
muchos razonamlentos dialécticos o interrogativos:
el Mentiroso, el Oculto, la
Electra, el Velado, el Sorites, el Cornudo y el Calvo. De
él dice algún cómico:
Eubúlides, discutidor del razonar cornudo
,
ufano y mentiroso que embromaba a los oradores
,
llevóse de Demóstenes la verborrea sin erres.
ALEXINO
Entre los otros sucesores de Eubúlides estuvo Alexino de Élide, varón muy
aficionado a polemizar, por lo cual fue llamado también}Elenxino. Discrepaba
so-
bre todo de Zenón. Dice Hermipo que se trasladó de Elide a Olimpia y que allí
mismo ejerció de filósofo; y que, cuando sus discípulos le preguntaron por qué ha-
bitaba allí, dijo que quería fundar una escuela que se llamara olímpica. Pero cuan-
do les escasearon los recursos y se dieron cuenta de lo insalubre del lugar, los dlscí-
Pulos se fueron, y Alexino pasó el resto de sus días en soledad, acompanado de un
único criado. Luego, mientras estaba nadando en el Alfeo, fue herrdo por una
caña, Y así murió. _ ' _
(110) Hay también unos versos nuestros dedlcados a el, que son como Sigue:
Escribió no solamente contra Zenón, sino también otros libros, entre los cuales
hay también uno contra el historiador Éforo.
EUFANTO
DIODORO
El mismísimo Momo
en las paredes pintó: “Crono es sabio, si”.
Fue dialéctico también él, el primero, al parecer, que descubrió el razonamiento del
Velado y el del Cornudo. Hallándose en la corte de Tolomeo Soter, Estilpón le pI’O-
puso algunos razonamientos dialécticos; y no sabiéndolos resolver al instante, fue
reconvenido por el rey, quien entre otras cosas lo llamó Crono, en son de burla
(112) Tras salir al fin del banquete, escribió un discurso sobre el problema y acabó
su vida vencido por el desánimo Hay también unos versos nuestros dedicados a él
Entre los secuaces de Euclides están también Ictias, hijo de Metalo, nobl‘í
varón para el que Diógenes el Cínico compuso un diálogo; Clinómaco de TUÍÍOS’ e
Bufanto. Dz'odoro. Estz'lpón 103
ESTILPÓN
(113) Estilpón de Mégara de la Hélade estudió con algunos de los segui-
dores de Euclides; otros afirman que oyó incluso al mismo Euclides, y además a
Trasímaco de Corinto, que fue discípulo de Ictias, según dice Heraclides. En facili-
dad de palabra y en el arte sofística aventajaba a los otros en tal grado que poco
faltó para que la Hélade entera se pusiera a megarizar, fijando los ojos en él. De él
dice textualmente Filipo de Mégara: “De Teofrasto arrancó a Metrodoro el Teore-
mático y a Timágoras de Gela; de Aristóteles Cirenaico, a Clitarco y a Simias; de
los dialécticos, a Peonío, de Arístides, y a Dífílo del Bósforo, <de ; a ....> hijo de
Eufanto, y a Mirmex, hijo de Exéneto, que habían venido a refutarlo, los convirtió
a ambos en partidarios suyos”.
(114) Aparte de éstos, supo ganarse además a Frasidemo el Peripatético,
experto en física; al orador Álcimo, el primero de todos los oradores de la Hélade,
a Crates y a muchos otros que conquistó; y entre éstos, sobre todo, se llevó a Ze-
nón de Fenicia. También era muy versado en política.
Aun estando casado, vivía con la cortesana Nicárete, como dice en alguna
parte Onétor. Además tenía una hija de costumbres relajadas, a la que desposó
cierto amigo suyo, Símias de Siracusa. Como ella levaba una v1da poco decente,
dijo alguien a Estilpón que era un deshonor para él; a lo que repllco: No mas de
10 que yo soy un honor para ella”. ,
(115) Lo recibió también, según cuentan, Tolomeo Soter; y cuando este se
había adueñado de Mégara, le ofreció dinero y lo invitó a embarcarse con él a
rcho a
Egipto. Pero él sólo aceptó algún modesto dineriJJo, rehusó el Vlaje y serna
Egina, hasta que aquél se hiciera a la mar. Luego, cuando Demetrio, el h1]o de An-
y se le de-
t¡80110, tomó Mégara, dispuso que se dejara a salvo la casa ¡de Estilpon
volviera cuanto se le hubiese quitado. Pero cuando le pll una lista de las cosas
Que había perdido, Estilpón le dijo que no había perdido nada de sus propiedades,
a la razon y el
pues nadie se había llevado cuanto él tenía aprendido, y aun posel
hacer el blen a los
conOCÍmiento. (116) Y conversando con él acerca de lo que es Zonamiemo
. t
OmÜS, lo cautivó hasta el punto de ganarse su confianzla. .
de Fld las hlZO e Sigulen e ra ,
Cuent an que ace rca de la Ate nea
dlos. .,
pI'Eguntándole a uno' a 'No es cierto que Atenea, la hlja de Zeus, es un
o. ' D”
' C. .. -- . a _ de
’sta no es lllja Comde
dios” smo
ún Zeus, F1-
o fue
_0mo el Otro le respondió que Sl, dljo. Pero e -
no es ning
las”- Admitido lo cual concluyó: “Entonces esta
’
104 Libro H
citado por ello ante el Areópago, no se retractó, sino que declaró haber discurrido
rectamente, puesto que aquélla no era un dios sino una diosa, y que dioses son los
masculinos. Aun así, los areopagitas le ordenaron que abandonara inmediatamente
la ciudad. En ésas Teodoro, apodado el Dios, se burló de él diciendo: “¿Y cómo
sabe eso Estilpón? ¿Acaso le ha levantado la falda y le ha visto el huerteciHOP”. Y
es que aquél era de veras muy insolente, y Estilpón muy agudo.
(117) Así, por ejemplo, cuando Crates le preguntó si los dioses se alegran
de las prosternaciones y las plegarias, cuentan que dijo: “Sobre esas cosas no me
preguntes en la calle, so necio, sino cuando estemos a solas”. L0 mismo dijo Bión
cuando le preguntaron si hay dioses:
Y fue Estilpón ciertamente hombre llano y sin remilgos, y de talante jovial para con la
gente corriente. Así, cuando una vez Crates el Cínico, en lugar de responder alo que le
preguntaba, soltó una ventosidad, le dijo: “Ya sabía yo que me ibas a soltar cualquier
cosa menos lo que debías”. (118) Luego, cuando en otra ocasión Crates le puso delan-
te un higo paso a la vez que le proponía una pregunta, tomó el higo y se lo comió.
“¡Por Heracles! —dijo Crates—, ¡He perdido el higo! ”. Y Estilpón le contestó: “No
sólo perdiste el higo, sino también la pregunta cuya prenda era el higo”. Otra vez,
viendo a Crates pasando frío, le dijo: “Oh Crates, me parece que te falta un abrigo
nuevo” (que es decir “un abrigo y seso”). Crates se ofendió y le dedicó esta parodia:
(119) Se cuenta que en Atenas llamó la atención de tal manera que la gente salía
de los talleres para verlo; y como alguien le dijera: “Estilpón, te están admirando
como a un animal fabuloso”, le contestó: “Ni mucho menos, sino como a un hom-
bre verdadero”. Como era muy diestro en las disputas, negaba también las ideas:
afirmaba que el que habla del Hombre no habla de nadie, ya que no habla de ¿Ste
ni de aquél; pues ¿por qué de aquél más bien que de éste? Así que de éste tamPO'
co. Y luego, que la verdura no era eso que se le mostraba: pues la verdura ya 85“"
ba ahí hace miles de años; por tanto, esto no es verdura.
Cuentan que, en medio de una conversación con Crates, salió corriendo a
comprar pescado; y como aquél quiso retenerlo diciendo: “¿Abandonas el razonfl'
mientOP”, le dijo: “En absoluto: el razonamiento me lo llevo; a quien abaqflono
eres tú: pues el razonamiento puede (W la comida se vende pronto '
Ïxdoï
Estilpón. Crz'tón
l 05
CRITÓN
cto le tenía a Sócrates y lo CUI-
(121) Critón de Atenas. Fue quien más afe fuera nïesarlo. ÉÍÏEÏ; 2115
daba de tal modo que jamás le faltó nada de lo que,
s sieïiieïites-
hÏÍOS oyeron a Sócrates: Critobulo, Hermógenes, Eplgeflesly
bió diecisiete diálogos, que circulan en un solo libro, Y son 0 g '
De la ley,
De lo divino,
De las artes,
De la convivencia,
De la sabiduria,
Protágoras, o Politico,
De las letras,
De poética,
Dei aprender,
Del conocer; o de la ciencia,
Qué es el saber.
SIMÓN
(122) Simón de Atenas, zapatero. Cuando Sócrates iba a su taller y con-
versaba con él, tomaba apuntes delo que recordaba; de ahí que sus dlalogos se lla-
men los del zapatero. Son treinta y uno, reunidos en un solo hbro:
De los dioses,
Del bien,
De lo bello,
Que' es lo bello,
De lojusto, libros primero y segundo,
De la virtud, y que no se enseña,
De la bombria, libros primero, segundo y tercero,
De la ley,
De la demagogia,
De! bonor,
[De la poesia],
Dei placer,
De! amor,
De la filosofia,
Del conocimiento,
De la música,
De la poesia,
[Qué es lo bello],
(123) De la enseñanza,
De! conversar,
Simón. Glaacón
l 07
Del/maz),
De lo que es,
De] número,
Del cuidado,
De! trabajar,
De] coa’z'abso,
De la jactaneza,
[De lo bello].
De la deliberación,
De! razonamiento, 0 De la convenz'ena'a,
De las malas obras.
Se dice que fue el primero que se puso a conversar ala manera de los razo-
namientos socráticos. Cuando Pericles se ofreció a hacerse cargo de su sustento y
lo invitó a visitarlo, respondió que no estaba dispuesto a vender su libertad de
hablar.
Hubo también otro Simón, que escribió manuales de retórica; otro, que fue
médico bajo Seleuco Nicánor; y uno que fue escultor.
GLAUCÓN
ulan nueve diálogos en un
(124) Glaucón de Atenas. También de él circ
solo libro:
13221270,
Eurz'pzdes,
Amin tz'co,
Eatías,
Lzlta‘za’es,
Arz'stófanes,
Cefalo,
Anaxzfenzo,
Men éxeno.
- . s es urios.
CeUIan también otros treinta y dos, conSldem p
108
Lzbro II
SIMIAS
De la sabiduria,
Del razonamiento,
De la música,
De los versos,
De la bombria,
De la filosofía,
De la verdad,
De las letras,
De la enseñanza,
Del arte,
Del gobernar,
De lo conveniente,
De lo que bay que elegir y lo que bay que recbazar,
Del amigo,
Del saber,
Del alma,
Del bien vivir,
De lo posible,
Del dinero,
De la vida,
Qué es lo bello,
Del cuidado,
Del amor.
CEBES
MENEDEMO DE ERETRIA
Menedemo, que era de los seguidores de Fedón, fue hijo de Clístenes, de los
llamados Teoprópidas, varón de noble nacimiento, pero arquitecto y pobre; otros
afirman que fue también decorador de teatro, y que Menedemo aprendió ambos
oficios: de ahí que, cuando éste propuso algún decreto, cierto discípulo de Alexino
lo atacó diciendo que a un sabio no le conviene fabricar decorados de teatro ni de-
cretos. Cuando los eretrienses enviaron a Menedemo como soldado de guarnición
a Mégara, visitó a Platón en la Academia, quedó cautivado por él y abandonó la
mmda
(126) Pero Asclepíades de Fliunte lo encaminó por otra vía, y se presentó
en Mégara ante Estilpón, del que ambos se hicieron discípulos. Desde allí se em-
barcaron a Elide, donde se acercaron a Anquípilo y Mosco, seguidores de Fedón.
Hasta llegar a éstos, como ya decíamos al hablar de Fedón, ésos se denominaban
elíacos; luego pasaron a llamarse erétricos, por la patria de aquel de quien estamos
hablando.
Parece ciertamente que Menedemo era un personaje bastante imponente;
de ahí que Crates diga de él, en son de parodia:
Y Timón:
(127) Tal era el respeto que imponía que Euríloco de Casandrea, al ser in-
vitado por Antígono junto a Cleípides, un jovencito de Cícico, declinó la invita-
ción, temiendo que Menedemo se enterase. Y es que además era cáustico en los re-
proches y franco en el hablar. Así a cierto mozalbete que se pasaba de atrevido no
le dijo nada, sino que tomó una astilla y dibujó en el suelo la figura de uno que es-
taba siendo sodomizado, hasta que lo vieron todos y el joven, comprendiendo el
insulto, se retiró. A Hiérocles, que estaba al mando del Pireo y, mientras iban dan-
do vueltas por el santuario de Anfiarao, le habló largamente de la conquista de
Eretria, sin decir nada más le preguntó para qué abusaba de él Antígono.
sabes
(128) A un adúltero que se jactaba de sus hazañas, dijo: “¿Acaso no
. Y a un joven qLÏF
que no sólo la col tiene buen jugo, sino también los rábanOSP”
no te enteres .
gritaba mucho, dijo: “ ¡Ojo!, no vaya a ser que tengas algo detrás y
Cuando Antígono le pidió consejo si había de asistir o no a un banquete, por. sola
n-
respuesta le mandó decir que era hijo de un rey. A un nec10 que le estaba explica
as; y contestándole aquel que aun
do al80 sin ton ni son, le preguntó si tenía tierr
Libro II
l 10
gente de la villa”_
En cierto modo e "
una vez Clue estuvo con 11:1?bílecrll un tanto SUperStiCÍOSO: (132) así, por ejemplo,
abandonada, n cu to lo s pla
es en una fonda Comiendo sin saberlo Came
Clepíades lo reconvino dicieuïjo e entr aron náuseas y se puso piïlido hasta due As-
ca de ella. Por lo demás ern o que no lo molestaba
la carne sino la, creencia acer-
a varon magnánimo y lib
eral. En, cuanto a disp
osición
111
La cita es del drama satírico Ónfale de Aqueo: (134) así que yerran quienes dicen
que no había leído nada más que la Medea de Eurípides (dela que algunos afirman
que es de Neófrono de Sición).
Entre los maestros, detestaba al círculo de Platón yJenócrates, así como a
Parébates de Cirene, y admiraba a Estilpón: cuando le preguntaron una vez qué
pensaba de él, no dijo otra cosa sino que era un hombre verdaderamente libre.
Menedemo era difícil de entender y de una coherencia inatacable, de ingenio om-
nímodo y facundo; y fue, según dice Antístenes en las Suceszbnes, un disputador
eximio. En particular, solía hacer preguntas como éstas: “¿Lo distinto es distinto
de aquello de que es distintOP”. —— “Sí”. — “¿Y lo útil es distinto del bien)”. —
“SÍ”. -- “Entonces el bien no es útil”.
negativas, aceptando las
(135) Eliminaba —dicen—— las proposiciones las
afirmativas; y de éstas, admitía las 51m ples y elirninaba las no simples, es decrr,
rlnco enlsus opmiï:
condicionales y las conjunciones. Heraclides dice que fue platg o pregun
ro qu e se tom ab a a bro ma la dialéctica. A51, cuando exmo e
nes, pe ni lo ,he maltrata—
una vez - ’ . maltratar a su padre, ¿110- . si yo
" ° “Pero
deja
habia de do de e respondtera que habra que resol-
do ni he Sldeíado maltratarlo” . Y como aquel}, .. “S , ridículo que siguiera
ver el dilema contestando con “Sí” o con “No , dllo: d en; cuan d 0 Bión dio en
. . ”,
YO Vuestras reglas, pudiendo resrstlrme desde la entrïjoaa muertos
arremeter contra los adivinos, dijo que estaba rematan r bien sería alcanzar todo
(136) Oyendo decir una VCZ 3 uno que el mayo hace falta” l’lntígono de
0 Que uno desea ’ dijO'' “Mucho mejor es desear lo queestancarse en doctrina al-
Carlsto afirma que no escribió ni redacto ngda, Pïa n que salía con los ojos hin-
. l O
guna; si bien en los debates era tan aguel‘l'l 0 '"d e más afable en las obras:
, era de 10
C ados_ Con todo, un siendo aSl en las palabras,
ÉhIÁGQW\
l 12
Libro H
al mismo Alexino, por ejemplo, al que tanto cubrió de burla y escarnio cruel, le
hizo, sin embargo, un gran favor, mandando acompanar de Delfos a Calelde a su
mujer, que temía ser asaltada por los bandidos en el camino.
(137) Era un excelente amigo, como resulta patente de la concordia en
que vivía con Asclepíades, en nada distinta del tierno afecto de un Pílades; aunque
Asclepíades era de más edad, de modo que solía decirse que él era el poeta y Me-
nedemo el actor. Se cuenta incluso que, habiéndoles asignado Arquípolis tres mil
dracmas, porfiaron tanto acerca de quién sería el segundo en tomar su parte que fi-
nalmente ninguno de los dos cobró la suya. También se cuenta que desposaron
a
dos mujeres, Asclepíades a la hija, Menedemo a la madre. Cuando luego a Asclep
í-
ades se le murió la mujer, tomó a la de Menedemo, y éste, cuando se hizo
gober—
nante de la ciudad, se casó con una rica señora; no obstante
lo cual, como vivían
en la misma casa, Menedemo encomendó la administración de ésta
a su primera
mujer.
(138) Asclepíades murió el primero, en Eretria, siendo ya ancia
no, tras ha-
ber llevado con Menedemo una vida muy frugal, a pesar de sus
medios abundan-
tes. Cuando, al cabo de un tiempo, acudió a un banquete el amad
o de Asclepíades
y los jóvenes no lo quisieron admitir, Menedemo mandó dejar
lo entrar, diciendo
que Asclepíades, aun estando bajo tierra, le abría la puerta.
Socorrieron a su sus-
tento Hiponico de Macedonia y Agétor de Lamia, aquél dánd
oles treinta minas a
cada uno de los dos, e Hiponico dotando con tres mil dracm
as a las hijas de Mene-
demo, que eran tres, según dice Heraclides, y las había tenid
o de una mujer de
Oropo.
(139) Los banquetes los organizaba de la siguiente man
era: primero al-
morzaba con dos o tres amigos, hasta que el día declinaba; luego
alguien llamaba a
los que habían llegado, que también ellos habían ya com
ido; de manera que, si al-
guien llegaba temprano, se ponía a dar vueltas, preguntando a
los que salían qué se
estaba sirviendo y hacía cuánto tiempo: si era, por ejemplo, verd
ura o cecina, se re-
tiraban; si era carne, entraban. Los triclinios estaban cubiertos
de esteras de junco
en verano y de pieles de oveja en invierno; el cojín tenía que lleva
rlo uno mismo.
La copa que se iba pasando en torno no era mayor que una cótila
; de postre se ser-
vían altramuces o habas, y a veces también fruta del tiempo, peras
, granadas, gar-
banzos y, ¡por Zeusl, higos pasos. (140) Todo eso lo refie
re Licofrón en el drama
satírico que tituló Menedemo, compuesto en loor del filóso
fo, al que pertenecen
también estos versos:
T
tre dan
el cuerdo aviso a los que quieran escuch
¡ fi ar.
C \., ¡A
o GwQvxtn KMS Ceámjcáox; A2305
Menedemo
l 13
nes:
Eso es obrar cual erétrico, sí, pero inchgno de varo
Haqueza fue tu espuela y tu consejo.
7': 1% "k
el
Éstos fueron, pues, los socráticos y sus sucesores; y toca pasar a Platon,
fundador de la Academia, y a cuantos llegaron a hacerse famosos entre sus suce-
SO I'CS.
LIBRO TERCERO
PLATÓN
1' . (l) " de Anston
Platón de A tenas, l'll]0 -
' , y de Perictíone (o de Potone) cu o
1na1e se remontaba a Solon: pues de éste fue hermano Dró ides h" d ' ’ Y.
d de
c1as; C'Calescro;
, éste, 'd f éste , Cricias
hijos. de .. es“: (En-
l ¡no ye Glaucon;
, q u e fue uno de plos Tremta,
y] e este;l atrlnl es y Perictione; e l’ll]0 de ella y de Aristón fue Platón el sexto
¡3:11:23 e So on. Ïl lanaje deISolon se remontaba a Neleo y a Posidón. Se dice
.que su pa te ¡escendla de Codro, el hl]0 de Melanto, que pasan por ser
descendientes de P031don, según Trásilo.
(.2) Espeusipo, en el. libro titulado Banquete fúnebre de Platón, Clearco, en
¡JS Ü sel Elogzo de Platon, y Anaxdldes, en el libro segundo De los filósofos, dicen que en
>\ Atenas era fama que, estando Perictíone en la flor de la edad, Aristón quiso forzar-
la y no lo logro; y que, renunciando al uso de la fuerza, vio aparecérsele a Apolo,
por lo cual la guardó pura de unión marital hasta que dio a luz.
‘ Y nació Platón, como dice Apolodoro en la Crónica, en la Olimpiada octo-
gesnna octava, el día séptimo del mes de Targelión, el mismo que dicen los delios
un banquete de bodas-—
que nació Apolo; y murió —como dice Hermipo, durante
en el primer año de la Olimpiada centésirna octava, a los ochenta y un años. (3)
Era, por
Neantes, por otra parte, afirma que murió a los ochenta y cuatro años.
s éste nació bajo el arcontado de Lisí-
“WO, seis años más joven que Isócrates; pue
les.
maco y Platón bajo el de Aminias, bajo el cual murió Peric
, com o dice An ti] eonte en el libro segund.. o de la
Era del dis trito de Co lito
Cronoíogzía; y nació, según algunos, en Egina ——en la casa de Fidiades, l'll]0 de Ta-
su padre, Junto a otros, ha-
les, como dice Favorino en la Historia varz' —-—, ya que
cuando fueron, expulsados por
bía sido enviado allí de colono y regresó a Atenas en
qu e acud ían en so co rro de los eginetas. Por lo demas, fue corego
los esI¿>«'=lrtanos, o dic e Ate no doro en hel libro octPavo de
o con los gas tos Dió n, com
AtenaS, corriend manto y Glaucon, y una ermana, otone,
los Paseos, (4) Tuvo dos hermanos, Adi
que fue llamado así por la amplitud de su elocuencia, o porque tenía la frente an—
cha, como afirma Neantes. Hay quienes dicen que también participó como lucha-
dor en los Juegos Ístmicos —así Dicearco en el libro primero De las vz'das—, (5) y
que se dedicó a la pintura y escribió poemas, ditirambos primero, luego también
versos líricos y tragedias. Era de voz flaca, según se cuenta, como dice también Ti-
móteo de Atenas en el libro De las vidas. Se dice que Sócrates vio en un sueño que
tenía en el regazo un polluelo de cisne, que en seguida se cubrió de plumas y le-
vantó el vuelo cantando dulcemente; y cuando al día siguiente conoció a Platón,
dijo que éste era el ave.
jardín
Se dedicó a la filosofía, en un principio, en la Academia, luego en el
próximo a Colono, como dice Alejandro en las Sucesiones, siguiendo a Heraclito.
Luego, sin embargo, estando a punto de presentarse a un certamen con una trage-
dia suya, ante el teatro de Dioniso, tras haber escuchado a Sócrates, quemó sus po-
emas diciendo:
(7) También Homero decía que todos los hombres egipcios son médicos.
s, pero debi-
Platón, por cierto, estaba decidido a conversar también con los mago
, Se
do a las guerras del Asia tuvo que renunciar a su propósito. De vuelta a Atenas
de la ciudad Y
puso a enseñar en la Academia, un gimnasio situado en las afueras
rodeado de bosques, que recibe su nombre de cierto héroe Hecademo, según dice
Éupolis en Los bz’soños:
“Es patente que Platón está diciendo muchas cosas recibidas de Epicar—
mo. Veamos: Platón afirma que lo sensible es lo que jamás permanece igual ni
en cualidad ni en cantidad, sino que siempre esta' fluyendo y transformándose,-
(10) de suerte que, si uno eliminase de esas cosas el numero, e'stas ya no serian
iguales ni serian algo, ni poseerian cantidad ni cualidad alguna. Son estas las
cosas a las que es propio siempre el devenir y nunca la entidad. Inteligzble, en
cambio, es aquello de lo cual nada se quita ni nada se le anade; y es esta la na-
turaleza de las cosas eternas, a la que corresponde ser semejante y la misma
Siempre. Pues bien; Epicarmo decia muy claramente, acerca de las cosas sensi-
bles y las inteligibles:
par)
-—Si a un número impar de piedras (o, si quieres, uno
quiere uno añadirles una, o quitar de las que hay,
¿crees que es el mismo aún que fue? —— Claro que no.
—Y si a medida de un codo uno le quiere añadir
más largura, la que sea, o cortar de la anterior,
¿es la medida la que fue? — Pues no. - Así que mira, pues,
a los hombres: uno crece, y otro descaeciendo va,
y en mudanza a todos ellos todo el tiempo ves andar.
Y lo que muda por natura y en lo mismo nunca está,
ya no es lo que ha mudado, sino que otro habrá de ser.
Tú y yo, pues, somos otros que los que fuimos aún ayer,
y otros siempre ya, jamás los mismos, por igual razón.”
“Afirman los sabios que el alma percibe unas cosas a traue's del cuerpo,
por ejemplo, oyendo o viendo, mientras que las otras las llega a conocer ella
por sz misma, sin usar para nada del cuerpo: por lo cual entre las cosas que bay
unas son sensibles, las otras inteligibles. Por eso Platón decia que quienes de-
sean comprender los principios del Todo, primero deben distinguir las ideas en
sz; como la semejanza, la unidad, la pluralidad, la magnitud, el reposo y el m0-
vimiento; en segundo lugar, suponer lo bello en si, lo bueno en si, lo justo en si
y las dema's cosas por el estilo; (13) y tercero, comprender cuales de entre las
ideas son relativas unas a otras, como el conocimiento, la magnitud o la domi-
nacion (entendiendo que las cosas que bay entre nosotros, por participar ¿16’
w
aquéllas,“ llevan los mismos nombres que éstas: es dea'r, por ejemplo, que lla-
mamos justas las cosas que participan de lo justo, y bellas las que partiapafl de
lo bello). Cada una de las formas es eterna, objeto de intelección e impasible;
Por eso afirma que en la naturaleza las ideas están establecidas a modo de ”70'
delos, y que las otras cosas se les parecen, presentándose como
imagem’S de
aquellas. Pues bien: Epicarmo decia sobre el bien y las ideas lo siguiente:
"Y luego:
(17) Esas cosas y otras por el estilo ensarta en sus cuatro libros Álcimo,
Temterpretándolas como muestras del provecho que sacó Platon de la lectura de
pICHMO_ Que Epicarmo mismo no dCSCOHOCía SU propia sablduna, cabe apren-
122
amnïiïrztgzzfsz :‘¿irïoïgzïïlaevovea a
tanto vagar como para acordarse de Dion.lSlO .
(23) La tercera vez fue a reconciliar a Dión con Dionisio; pero al no lo-
grarlo, regresó a su patria sin haber conseguido nada. Allí no se mezcló en los
asuntos públicos, aun siendo entendido en política, como se desprende de lo que
escribió. Causa de ello es que el pueblo estaba ya acostumbrado a otro régimen
político distinto. Dice Pánfila, en el libro vigésimo quinto de los Recuerdos, que los
árcades y los tebanos, cuando fundaron Megalópolis, lo llamaron a ser su legisla-
dor; pero cuando supo que no querían Vivir en igualdad, renunció al viaje. Tam-
bién es lhm____a que asumió la defensa del estratego Cabrias, amenazado de pena capi- A los
tal, cuando no se prestaba a ello ningún otro ciudadano. (24) Mientras estaba
subiendo con Cabrias hacia la Acrópolis, lo abordó el delator Cróbilo y le dijo:
“Así que vas a hacer de abogado. ¿No sabes tú que a ti también te espera la cicuta
de SócrateSP”. Y él contestó: “Cuando salí a luchar por la patria, he sabido arros-
trar los peligros, y sabré arrostrarlos también ahora que estoy cumpliendo mi de-
ber con un amigo”.
Fue el primero que representó el razonamiento por interrogación, como
dice Favorino en el libro octavo de la Historia varia, y el primero que introdujo el
método de indagación por análisis <y lo trasmitió> a Leodamante de Taso; y el pri—
mero que usó en filosofía los términos ‘antípoda’, ‘elemento’, ‘dialéctica’, ‘cuali-
dad’, ‘número oblongo’, ‘superficie plana', entre las delimitaciones, y ‘divina proví-
dencia’.
(25) También fue el primero de los filósofos que replicó al discurso de Li-
sias, hijo de Céfalo, exponiéndolo palabra por palabra en el Pedro, y el primero
que contempló el poder de las letras. Y siendo el primero que respondió a casi to-
dos sus predecesores, uno se pregunta por qué no mencionó a Demócrito. Dice
Neantes de Cícico que, cuando fue a Olimpia, todos los helenos se volvieron hacia
él; por entonces encontró también a Dión, que estaba a punto de emprender su
campaña contra Dionisio. En el primer libro de los Recuerdos de Favorino se refie-
re que Mitridates el Persa mandó colocar en la Academia una estatua de Platón,
124 Libro UI
Y Anaxándrides, en el Teseo:
Y en el Ancz'lz'ón:
Anfis, en el Anfi'crates:
(28) Y en el Dexz'démz'des:
Oh Platón,
que sólo sabes, con esta faz de justo juez,
fruncir el ceño, grave como un caracol.
Platón 125
Cratino, en El seudobastardo¡
Alexis, en el Olz'mpz'odoro:
Y en el Parász'to:
Y otro:
Y otro:
Y otro:
Y éste:
Y otro:
(34) P01” 10 demás, Molón, que lo odiaba, dijo: “Lo asombroso no es que
DÍOHÍSÍO €3té en COYÍHIO, sino que Platón estuviera en Sicilia”. Parece que tampo-
co Jenofonte le tenía mucho aprecio; a lo menos escribieron, como si estuviesen ri-
valizando uno con el otro, obras parecidas: un Banquete, una Defensa de Sócrates,
unos recuerdos morales; luego el uno escribió su República, y el otro su Educación
de Ciro; y por cierto que en las Leyes dice Platón que esa educación es pura fic-
ción, pues no era tal el carácter de Ciro. Ambos recuerdan a Sócrates, pero nunca
se mencionan el uno al otro, excepto Jenofonte a Platón, en el libro tercero de los
Recuerdos.
(35) Se cuenta que también Antístenes, queriendo dar lectura a alguno de
sus escritos, le pidió que asistiera; y preguntándole Platón qué iba a leer, dijo que
trataría acerca de que es imposible contradecir. Diciéndole aquél: “Y entonces,
¿cómo puedes escribir tú sobre eso?”, y enseñándole que se refutaba a sí mismo,
escribió Antístenes un diálogo contra Platón titulado Salón, a raíz de lo cual pasa-
ron el resto de sus Vidas enemistados uno con otro. Se dice también que Sócrates,
tras escuchar a Platón leyendo el Lz'sz's, dijo: “¡Por Heracles, cuántas mentiras dice
de mí ese jovencito! ”. Pues no pocas cosas escribió ese hombre que Sócrates nun-
ca dijo.
(36) Y andaba reñido Platón también con Aristipo: así, en Acerca del alma
lo denigra diciendo que no estaba presente al morir Sócrates, sino que se hallaba
en Egina, que está muy cerca. También a Ésquines le guardaba cierto rencor, según
dicen, ya que también él gozaba de la estima de Dionisio; y cuando fue <a Sicilia>,
empujado por la penuria, Platón lo trató con desdén, mientras que Aristipo lo re-
comendó. Y los razonamientos que pone en boca de Critón, aconsejando <a Só-
crates> en la prisión acerca de la huida, dice Idomeneo que son de Esquines, y que
Platón los puso en boca de aquél por la malquerencia que le tenía a éste.
(37) De sí mismo Platón no hace mención en ningún lugar de sus escritos,
eXCGpto en Acerca del aíma y en la Apologz'a. Dice Aristóteles que la forma de sus
razonamientos está a medio camino entre la poesía y la prosa. De él dice Favorino
en algún lugar que fue el único que permaneció junto a Platón cuando éste dio lec-
tura a su libro Acerca del alma, y que todos los demás se habían levantado. Algu-
nos afirman que Filipo de Opunte puso en limpio las Leyes, .que se hallaban en es-
tado de borrador; y de él dicen que es también la Epz’aomzs. Euforlon y Panec10
decían que el principio de la República fue encontrado rebecho varias vecCSïde la
República dice Aristóxeno que está casi toda entera escrita en las Antzlogzas de
Libro 1]]
128 . u,
tïia
Protágoras, (38) Big—[93 que primero escribió el Pedro, y lo Cierto :1: qdue el
tiene algo de pue-ril. Dicearco incluso tilda de vulgar su entero mg) . e :SCl‘l lr.
De Platón, por cierto, se cuenta que, Viendo a uno que estal a (¡ju-galïlp a los
dados, se lo afeó; y como aquél le dijera que era por poca cosa, de 110. ero la
costumbre no es poca cosa”. Preguntado si de él quedarlan recuer los como de ¡Sus
predecesores, respondió: “Primero hay que hacerse un nombre; uego vendra 1,0
demás”. Una vez que lo visitó Jenócrates, le dijo que azotara a su esclavo, pue: el
mismo no podía, por estar enojado. (39) Incluso dIJO a uno de sus esclavos: Te
daría de azotes, si no estuviera enojado”.
Montado una vez a caballo, al punto desmontó, diciendo temer que se le su-
biesen a la cabeza los aires de caballero. A los ebrios les aconsejaba mirarse en el
espejo, pues así se abstendrían de semejante indecencia. Decía que beber hasta
embriagarse nunca es decente, salvo en las fiestas del dios que nos dio el vino.
También el mucho dormir lo repugnaba; pues en las Leyes dice: “El que duerme
nada vale”. Decía que lo más dulce de escuchar es la verdad; o, según otros, que
decir la verdad es más dulce que escucharla. Acerca de la verdad dice en las Leyes;
(40) “Cosa hermosa es la verdad, oh forastero, y duradera; pero parece que no es
fácil conseguir que sea creída”. Por lo demás, deseaba dejar un recuerdo de sí, en
los amigos o en los libros; y lo más a menudo se mantenía apartado, según dicen
algunos.
Murió del modo que decíamos, en el decimotercer año del reinado de Filipo
—-según dice Favorino en el libro tercero de los Recuerdos—,
de quien recibió
también los honores fúnebres, según afirma Teopom
po. Mironiano, en los Seme-
jantes, dice que Filón menciona unos proverbi
os ac erca de los piojos de Platón,
como 51 hubiese muerto él de esa manera. Fue enterrad
o en la Academia, donde
habla pasado la mayor parte del tiempo filosofando,
(41) por lo cual se denomina
tamblén académica la escuela que a él se remonta
. Fue acompañado por toda la
gente del lugar, habiendo testado de est
e modo:
tóln y33216536L
Febo engendró para bien del mortal a Pla
a éste, a que al cuerpo salud dlera, a as
s gano" la Ci' udad 322:n“.día
DeSde un festejo de boda
ó sobre la tierra
Para sí mismo fund
13° Lz'bmm
Y para ti, que eres digna amiga de Platón y más que nadie te afanas por examinar
las enseñanzas del filósofo, juzgué necesario esbozar también la naturaleza de sus
razonamientos, el orden de sus diálogos y el método del razonamiento inductivo,
del modo más elemental y sumario que pueda, para que no vayan a faltar tampoco
sus enseñanzas en esta recopilación acerca de su vida: pues sería llevar, como di-
cen, lechuzas a Atenas, si tuviera que explicarte a ti los pormenores.
7k 72' 7%
Lo que son diálogos, de cierto que se cuenta que por primera vez los escribió Ze-
nón de Elea; (48) aunque Aristóteles, en el primer libro De los poetas, afirma que
fue Alexámeno de Estira o de Teo, según dice Favorino en los Recuerdos. A mí me
parece que Platón, al haber perfeccionado la forma, con justeza debe llevarse la
palma, así como de la belleza, así también de la invención. Un diálogo es un razo-
namiento que consta de preguntas y respuestas acerca de alguna cuestión filosófica
o política, con la debida caracterización de los personajes participantes y de la
construcción en estilo directo. Dialéctica es el arte de los razonamientos, por me—
dio del cual refutamos o demostramos algo a partir de las preguntas y respuestas
de los interlocutores.
(49) Del diálogo platónico hay dos tipos principales: el expositivo y el in-
quisitivo. El expositivo se divide a su vez en otros dos tipos, el teórico y el prácti-
CO; y de éstos, el teórico, en el físico y el lógico, y el práctico, en el ético y el políti—
co. Y también del diálogo inquisitivo son dos los tipos principales, el gimnástico Y
el agonístico; del gimnástico, el mayéutico y el tentativo, y del agonístico, el demOS'
trativo y el refutatorio. Y no se nos oculta que algunos afirman que los dialogoS 5€
dividen de otra manera, (50) pues dicen que unos son dramáticos, otros narrativos
13 l
Platón
Y otros mIXtOS; pero es que éSÏOS le Ponen nombres a la distinción de los diálogos
más bien alo teatrero que a lo filósofo.
Y [619180 CS que son unos del tipo físico, como el Tz'meo; del lógico, el Políti—
c0, El (Eran/0, el Parmemdeg Y el Sofísta; del ético, la Defensa de Sócrates, el Crz'tón,
el Fedon, el Pedro Y el. Banquete, el Menéxeno, Clz'tofonte, las Cartas, el Fz'lebo, Hí-
parco Y 105 fimontes "04185; del político, la República y las Leyes, el Minos, Epíno—
mii y el Atlantzco; (51) del mayéutico, los Alcz'bzízdes, el Teager, Lísz'r y Laques; del
tentativo, Eutífrón, Menón, Ión, Cármz'des y Teeteto; del demostrativo, como el Pro-
tágoras, y del refutatorio, el Eutz'demo, Gorgzas y los dos Hípica. Acerca del diálogo,
de qué es y cuáles son sus diferencias, bástenos, pues, con lo dicho.
Y como hay mucha disputa, y unos dicen que Platón dogmatiza, los otros
que no, vamos pues a tratar también de eso. De por sí, el dogmatizar es establecer
dogmas, como el legislar es establecer leyes; y dogmas se llaman ambas cosas, lo
opinado y la opinión misma. (52) De éstas, lo opinado es una proposición, y la
opinión, una suposición. Y lo cierto es que Platón, acerca de las creencias que ha
hecho suyas, se manifiesta con toda claridad, refuta las falsas, y acerca de las incier-
tas suspende el juicio. Acerca de las que a él mismo le parecen ciertas, se manifies-
ta por medio de cuatro personajes: Sócrates, Timeo, el forastero de Atenas y el fo-
rastero de Elea; y los forasteros no son, como algunos suponen, Platón y
Parménides, sino personajes ficticios y sin nombre, ya que también cuando hace
hablar a Sócrates o a Timeo, Platón está dogmatizando. En cuanto a las creencias
falsas, introduce a personajes que van siendo refutados, como Trasímaco, Cálicles
y Polo, Gorgias y Protágoras, o Hipias, Eutidemo y otros parecidos.
AS 5 os (53) Al componer las demostraciones, las más de las veces se sirve del
I modo de la inducción, y no de un solo modo, sino de dos. Pues la inducción es un
razonamiento que, por medio de algunas cosas verdaderas, infiere debidamente
(Wero lo que les es semejante. Hay dos modos de inducción, uno por
oposición y otro por consecuencia. El modo por oposición es aquel por el cual al
interrogado de toda respuesta le resultará por consecuencia lo opuesto; por ejem-
plo: “Mi padre o bien es otro que el tuyo o bien es el mismo. Ahora bien, si tu pa-
dre es otro distinto del mío, siendo distinto de un padre, no puede ser que sea pa-
dre; y si es el mismo que mi padre, siendo el mismo que ”ii padre, será m1 padre”.
(54) O bien: “Si el hombre no es viviente, habrá de ser piedra o madera. Pero no
es Piedra ni madera, ya que está animado y se mueve POI’ Sí mismo: por tanto,'es V1”
Viena; Y si es viviente, y viviente es también el perro Y el buey, el hombre, 5’16q
VÍViente, habrá de ser también perro Y buey ”- ESIC 65’ pues, el modo de induccion
por Oposición y por incompatibilidad, del que se serv13’ no para dogmatlzar, 8a
para refutar.
uno, el que demuestra lo
El modo de inducción por consecuencia es dob le:
pal'tÍCular que es objeto de indagación por medio de lo particular; y otro, el que
132
Libro III
asienta lo universal por medio de los casos particulares. ’El PïlmÉI‘O es r‘ÉïQTlCO, el
segundo dialéctico. Por ejemplo, en el primer modo se 1ndaga sr tal 1nd1v1duo ha
cometido un homicidio: la demostración es que ha sido hallado por aquel ÜÉmPO
manchado de sangre. (55) Este modo de inducción es retórico, porque también la
retórica tiene por objeto lo particular y no lo universal, ya que no 1ndaga acerca de
lo justo en sí mismo, sino acerca de lo que es justo en cada caso particular. El OÏI’O
es dialéctico, por haberse previamente demostrado lo universal ponmedlo de los
casos particulares. Por ejemplo, se indaga si el alma es inmortal y Sl los. v1v1entes
vienen de los muertos, como se demuestra en Acerca del alma por medio de una
proposición universal, la de que los contrarios provienen de los contrarios. Pero
esa proposición universal misma se establece a partir de ciertos casos particulares:
por ejemplo, que el dormir procede del estar despierto y viceversa, y lo más grande
de lo más pequeño y viceversa. De este modo se servía para establecer lo que a él
mismo le parecía cierto. .. g _
(56) Así como antaño en la tragedia sólo actuaba el coro, luego Tespis dio
en la ocurrencia de introducir un actor, para dejarle algún descanso al coro, Esqui-
lo añadió al segundo y Sófocles al tercero, y con ello dio acabamiento cabal a la
tragedia, así también el discurso de la filosofía fue primero de una sola forma
,
como es el físico; en segun-do lugar, Sócrates añadió el ético, y, tercero,
Platón el
dialéctico, dando así a la filosofía su forma madura. Trásilo dic
e que incluso publi-
caba los diálogos a la manera de la tetralogía trágica, así com
o los poetas trágicos
competían con cuatro dramas —en las Dionisias, las Lene
as, las Panateneas y la
Fiesta de las Ollas—, de los cuales el c uarto era un
drama satírico; y esos cuatro
dramas se llamaban tetralogía.
(57) Ahora bien ——dice——, todos sus diálogos
auténticos son cincuenta y
seis, estando d1v1d1da la República en diez libros (de
la que dice Favorino en el li-
bro segundo de la Hz'storza varía que se encuentra casi toda entera
de Protágoras) y las Leyes en doce. Y las en las Antílogz'as
tetralogías son nueve, ocupando la Repú—
blica el lugar de un solo libro y de uno solo tam
bién las Leyes. Así pues, como pri-
ha de ser la vida del filósofo. Y em
plea títulos dobl es para cada uno de
uno por nombre propio y otro por el los libros,
asunto.
., (58) Esa tetralogía, que es la primera
, la encabeza Eutzfrón 0 de la piedad:
el dialogo es tentatlvo; segundo, Defensa de
Sócrate
que se alebe hacer, etl
, . , S, ético; tercero, Crz'tón 0 de [o
co; y cuarto, Fedon o acerca del alm
a ético
3 o
vocablos con significados diferentes: a51, por ejemplo, dice vulgar (ein Iell sentlldo de
a 0 C ’ o
(64) Pero a veces Platón emplea esa palabra también con la acepción de
‘malo’, y otras veces incluso en el sentido de lo que es ‘poca cosa’. Y muchas veces
emplea también vocablos diferentes con el mismo significado: así, la idea la deno-
mina también ‘forma’, ‘género’, ‘modelo’, ‘principio’ y ‘causa’. Incluso emplea vo-
ces contrarias para hablar de lo mismo: así, lo sensible lo llama ‘lo que es’ y ‘lo que
no es’: ‘lo que es’ porque es lo suyo el hacerse, ‘lo que no es’ por su continua mu-
danza; y la idea la llama ni móvil ni quieta, y a lo mismo tanto uno como mucho
s; y
lo mismo acostumbra hacer también en muchos otros casos.
(65) La interpretación de sus razonamientos es triple: primero, hay
que
explicar qué es cada una de las cosas que se dicen; luego, con qué
propósito está
dicho, si en sentido propio o a modo de imagen, y si para esta
blecimiento de doc-
trinas o para refutación del interlocutor; y tercero, si está
dicho rectamente.
Como a sus libros se les añaden por los márgenes
algunos signos, vamos a
decir algo también acerca de éstos. La letra jz' se emp
lea para las expresiones, las fi-
guras y, en general, el uso platónico; (66) la dzp
lé para las doctrinas y las opiniones
de Platón; la jz' puntada para los pasos selectos
y las bellezas de la escritura; la dzplé
puntada para las correcciones de algunos; el óbe
lo puntado para las atétesis infun-
dadas; la antisigma puntada para las repetic
iones y las trasposiciones de lo escrito;
el ceraum'o para la tendencia de la filosofía; el
asterisco para la concordancia de los
dogmas; el óbelo para la atétesis. Estos
son, pues, los signos y tantos los libros,
los
entrelazados, delos cuales el Clrculo interior, partido seis veces, forma en total siete
ClI'CulOS. Este ultimo se mueve en dlrección de la diagonal por dentro hacia la izquier-
da, y el otro Siguiendo Iel lado hacia la derecha. Por eso es éste el que domina; pues el
otro ha quedado lldldO por dentro. Y uno es de lo Mismo, los otros de lo Otro; es
dec1r, el mov1m1ento del alma es el del Todo y las traslaciones de los planetas.
(69) Estando así la partición desde el centro ajustada al alma por los ex-
tremos, ella conoce las cosas que son y las armoniza, por tener en sí los elementos
según armonía. Y SE da el parecer según el círculo delo Otro, estando éste en recta
condición, el conocimiento, en cambio, según el círculo de lo Mismo.
Proclamaba dos principios de todas las cosas, la materia y el dios, al que de-
clara también inteligencia y causa. Y es la materia de lo más informe y sin cualidad,
de la cual se hacen los compuestos. Como ésta iba moviéndose por entonces sin
orden ni concierto ——-dice———, el dios la reunió en un solo lugar, considerando que
el orden es mejor que el desorden. (70) Y se trocó esa sustancia en los cuatro ele-
mentos: fuego, agua, aire y tierra, de los cuales se hizo el mundo mismo y las cosas
que hay en él. Dice que sólo la tierra es inmutable, creyendo que la causa es la dife-
rencia de las figuras de las que constan. Pues dice que las figuras de los otros ele-
mentos son del mismo género, ya que todos ellos constan de una sola, el triángulo
escaleno, mientras que la figura de la tierra es propia y peculiar de ella: y es que el
elemento del fuego es la pirámide, el del aire el octaedro, el del agua el icosaedro,
pero el de la tierra el cubo; por lo cual ni la tierra se transforma en los otros ele-
mentos, ni éstos en tierra.
(71) No están separados en sus lugares propios cada uno, porque el movi-
miento circular, al comprimirlos y reunirlos en el centro, junta los pequeños y se-
para los grandes; por lo cual las formas al trasmutarse mudan asimismo de lugar.
El mundo es uno solo y engendrado, ya que ha sido dispuesto como sensible
por el dios; y está animado, porque lo animado es mejor que lo inanimado, y este
mundo se supone que es obra de la mejor causa. Y ha sido dispuesto como uno
solo y no infinitos, porque también era uno solo el modelo a partir del cual lo la-
que lo engendró: pues
bl'Ó; (72) y como esférico, por tener tal figura también el
aquél contiene a los otros vivientes, y éste las figuras de todos. Es liso y no tiene
Ade-
Ningún órgano en su circunferencia, por no tener ninguna necesidad de ellos.
más permanece también incorruptible el mundo, por no poder disolverse en el
dios. Y que de la génesis entera es causa el dios, porque el bien es por naturaleza
benefactor, y la causa de la génesis del cielo es <......>; pues de la mas hermosa de
las cosas engendradas es causa la mejor de las cosas intellglbles: A51 que, dado que
tal es el dios, y que el cielo es semejante a lo mejor, Siendo lo mas hermoso, no pue-
de ser semejante a ninguna de las cosas engendradas, smo al dios.
, para que
(73) Y consta el mundo de fuego, agua, aire y tierra: de fuego
sea visible; de tierra, para que sea sólido; de agua y aire, para que sea proporciona—
Libro HI
136
do (pues las potencias de los sólidos son proporcionales entre sí por via de dos tér-
minos medios, de modo que se haga uno el Todo); y de tOdOS 61108, a fm de que sea
perfecto e incorruptible. _
Que el tiempo se hizo como imagen de lo eterno, que Slempfre permanece,
mientras que la traslación del cielo es el tiempo; pues la noche, el dia, el mes y to-
das esas cosas son partes del tiempo. Por lo cual justamente sm la realidad de]
mundo no puede haber tiempo, pues van juntos el que haya mundo y el t1empo.
(74) Que para la génesis del tiempo se hicieron el Sol, la Luna y los plane-
tas. Y para que fuera del todo evidente el número de las estaciones y los vivientes
participasen del número, encendió el dios la luz del Sol. Y está en el círculo sobre
la Tierra la Luna, en el siguiente el Sol, y en los de más arriba los planetas, anima-
dos enteramente, porque la traslación está vinculada a lo animado. Y para que el
mundo acabara de hacerse semejante a lo animado inteligible, se hicieron los otros
vivientes; pues como aquél los tiene, debe tenerlos también el cielo. Por tanto, tie-
ne dioses, que son mayormente ígneos; y son de tres géneros los otros: alado, acuá-
tico y terrestre.
(75) Que la Tierra es el más antiguo de los dioses que hay en el cielo; que
se hizo para que por obra suya se hicieran la noche y el día; y que, estando en el
centro, se mueve alrededor del centro. Y como las causas son dos —dice——, hay
que afirmar que unas cosas son debidas al intelecto y otras a una causa necesaria.
Estas son el aire, el fuego, la tierra y el agua, que no son, en rigor, elementos, sino
receptáculos. Estos están compuestos de los triángulos y se disuelven en ellos; sus
elementos son el triángulo escaleno y el isósceles.
(76) Principios y causas son, pues, los dos susodichos: uno, el mode
lo, el
dios, y <el receptáculo>, la materia, el cual es forzoso que sea informe, como suce-
de también con los otros receptáculos, y es causa de esas cosas por
necesidad, pues
al recibir de alguna manera las ideas, engendra las sustancias; y debido a la dispar
i-
dad de la fuerza, se mueve y, al moverse, mueve en sentido contr
ario a las cosas
por él engendradas. Estas primero se movían
sin orden ni razón, pero desde que
empezaron a constituir el mundo, por obra del dios
se volvieron, hasta donde Pu'
dieran, proporcionadas y ordenadas.
(77) Las causas estaban ya ahí, en número de dos, antes de
hacerse el Cie'
lo,yl a tercera la génesis, <y también las fuerzas
o potencias de los elementos,>
pero no eran manifiestas, sino meras huellas
y sin orden; pero desde que Se hizo el
mun do, adquirieron un orden también ellas. Y
de todos los cuerpos que hay Se
hizo el cielo.
Y le pare.ce que el
. dios, como también el alma, es incorpóreo: pues así resul'
ta ser del todo 1nasequ1ble a la corrupción y a los padecim
ientos. Las ideas Supone
que son, como ya dec1amos, ciertas causas y principios de
que las cosas constitul'
das por naturaleza sean tal como son.
Platón
13 7
,
Luego dividía —dice Aristóteles— las cosas de este modo.
: asr, por
De los bienes, unos están en el alma, otros en el cuerpo, otros fuera
rdas estan
ejemplo la justicia, la sensatez, la hombría, la moderación y otras parec
, en el cuerpo; mien-
’
del recto obrar; la justicia, del obrar justo en los tratos y los convenios; la valentía,
de no cejar ante los peligros y terrores, sino resistir a pie firme; la moderación, de
dominar los deseos y no hacerse esclavo de ningún placer, sino vivir morigerada—
mente. De la virtud, por tanto, una especie es la sensatez, otra la justicia, la tercera
la valentía y la cuarta la moderación.
El poder de gobierno se divide en cinco partes: una que es por ley, una por
naturaleza, una por costumbre, la cuarta por el linaje, y la quinta por fuerza. (92)
Así pues, los que gobiernan en las ciudades, cuando han sido elegidos por los ciu-
dadanos, gobiernan por ley; otros por naturaleza, como los varones, y no sólo en-
tre los hombres, sino también entre los demás vivientes, puesto que poco menos
que en todas partes los machos mandan sobre las hembras. El poder por costum-
bre es como aquel por el cual los preceptores gobiernan a los niños y los maestros
a los discípulos. Y poder por el linaje se llama el que sea tal como aquel por el cual
gobiernan los reyes espartanos, pues la realeza les viene de cierto linaje. También
en Macedonia gobiernan del mismo modo, pues también allí la realeza reside en el
linaje. Otros hay que gobiernan mediante la represión o el engaño, contra la volun-
tad delos ciudadanos: semejante poder se dice que es por fuerza. Poder de gobier-
no, por tanto, lo hay por ley, por naturaleza, por costumbre, por el linaje o por la
fuerza.
(93) Las especies de la oratoria son seis: y es que, cuando exhortan a gue-
rrear y hacer frente contra alguien, se llama a esa especie persuasión; cuando, en
cambio, lo que piden no es guerrear o hacer frente, sino vivir en paz, esa especie es
la disuasión. La tercera especie de oratoria se da cuando alguien declara haber sido
lesionado en sus derechos por otro y lo proclama culpable de muchas maldades:
entonces esa especie se denomina acusación. La cuarta especie de oratoria, cuando
uno proclama no haber perpetrado ningún delito ni haber incurrido en otra inde-
cencia alguna: a esa especie la llaman defensa. (94) La quinta especie de oratoria
se da cuando alguien habla bien de otro y lo proclama hombre de bien: esta espe-
cie se llama alabanza. La sexta especie, cuando uno declara malvado a otro: esa eS-
pecie se llama vituperio. Las especies de la oratoria son, por tanto, la alabanza, el
vituperio, la persuasión, la disuasión, la acusación y la defensa.
El bien decir se divide en cuatro puntos: uno, qué hay que decir; uno, cuán.
to hay que decir; tercero, a qu1énes hay que decírselo, y cuarto, cuándo decirlo. ASÍ
pues, lo que hay que decir es lo que vaya a ser de provecho para el que dice y para
el que escucha; y cuánto hay que decir, ni más ni menos de lo suficiente. (95) Y lo
de a quiénes dec1rselo, cuando uno habla a personas mayores [que hayan cometido
alguna falta), debe ¡emplear las palabras que les correspondan como a personas
mayores; y st a mas jovenes, las que les correspondan como a más jóvenes. Y cuán-
do hay que dec1rlo, nl demaSIado pronto ni demasia
do tarde; y si no uno yerf a y
no dice blen.
’
Platón _ __,
14 1
/\
do salen de otro modo y no tal como uno suponía. El fin de las cosas, por tanto, es
por ley, por naturaleza, por arte o por azar.
oder se divide en cuatro especies: una, lo que podemos hacer mediante
el intelecto como calcular y conjeturar; otra, mediante el cuerpo, como caminar,
dar, ¡y cosas semejantes; tercero, lo que podemos gracias a una masa de sol-
dados o de dinero: por eso se dice que un rey tiene mucho poder; y la cuarta d1v1-
sión del poder es el sufrir y el hacer bien o mal, como podemos, por ejemplo, en-
fermar o ser educados o recobrar la salud y todas las demás cosas-por el estilo: El
poder, por tanto, puede residir en el intelecto, en el cuerpo, en el ejercuo y el dine-
F0, 0 en el hacer y el sufrir.
(98) De la amabilidad hay tres especies: una se da en el saludo, como en
aquellos que a cualquiera que encuentren lo saludan y, ofreCIéndoCIie la diestira, le
dan los buenos días. Otra especie es cuando uno se muestra socorri o con to o 1:;
fortunado. Otra especie de amabilidad es aquella en la cual algunos son amlgosal e
convidar a comer. De las especies de ama
dar, otra por las buenas obras, y otra porbilid
losada por tanlt
conv1tes y O’a alfins-1
1c10n,3e a ÍosPC?"raÍ osS so
u
. . .
Ciales.
la agudeza
La felicidad se divide en cinco partes: una es el buen 1u1c1o, otra
de los sentidos y la salud del cuerpo, la tercera el éxito en las empresas, la cuarta,
o y de
la buena reputación entre los hombres, y la quinta, la abundancra de diner ha-
las cosas útiles para la vida. (99 ) El buen juicio proviene de la educación y de
ber adquirido experiencia de muc has cosas; la agudeza de
los sentidos, de las par-
tes del cuerpo, como cuando uno ye con los ojos, oye con el oído, y con la nariz y
la bOca siente lo que haya que sentlr: CSO
es agudeza de los sentidos. El éxito, cuan-
do alguien ejecuta rectamente los propósitos que debe ejecutar el hombre de pro-
vecho Ha buena reputación CUando se oye hablar bien de uno; y abundancia,
CUando algliiien tiene de las cosas útiles de la Vida tanto que pueda ayudar también
142 Libro 1]]
.
‘ ' n en tres; ast, dec1m
Los contrari os se dmde
al l . . _ _ j _ _ os que los b'lenes son contrarios ' a
l
osalm es, como
. a just1c1a ala Injustl l '
a, a sensatez a la insen sa t ez, etc. L uego h ay
m es contrarlos
_ _ a otros males,
_ como el desen freno a l a tacanerta,
" ’ o el sufrir' tor-
mento En
males Injustamente ' a otros
d merecido, y esa s cosas son males contrarlos
cambio loa sufrtrlo
-
10 blanco com , p esa o es contrarlo -
' a lo hgero, » . a lo lento y lo negro
lo rapldo
a on C t - por tanto,
0. cos as neptrasa otras neutras. (105) De los contrarios,
unos s , o n rarlos como os bienes a los males,. otros, como males a otros males; y
los demas, como cosas neutras a otras neutras.
Los generos de btenes son tres: unos son poseídos, otros participados y
otros subSIStentes. Los poseídos son los que se pueden tener, como la justicia y la
salud; los part1c1pados, los que no se pueden tener, pero de los que se puede parti-
él.
c1par, como, por ejemplo, el bien mismo no se puede tener, pero sí participar de
sub-
Y subsistentes son los que no cabe tener ni participar de ellos, sino que deben
cho y el ser justo
sistir por si mismos, como, por ejemplo, el ser hombre de prove
, sino que deben subsistir
son bienes, y éstos no cabe tenerlos ni participar de ellos
unos son poseldos, otros participa-
por sí mismos. (106) De los bienes, por tanto,
I
7% 7': ‘k
LOS SUCESQRES
DE PLATON
ESPEUSIPO
bién el cuerpo, mandó llamar ajenócrates para que fuer:3 a SUCCderlo en la direc-
ción de la escuela. Cuentan que, mientras lo iban lleyan olen un cago camino a
la Academia, se encontró con Diógenes y.le dlloz, Que o patsïseleurir’vilviïl:
éSte le respondió: “No puedo decirte lo mismo a tli guefópor a sogvommaria-
do en semejante estado”. Finalmente,
meme fin a su vida, siendo ya anciano.vencrdo poli? unos
Hay tambien esanlm o, PUnu estros dedi-
versos
cadOS a él:
148 Libro IV
(4) Plutarco, en cambio, dice en la Vida de Lisandro y Sila que murió de-
vorado por los piojos; pero tenía ya el cuerpo deshecho, como dice Timoteo en
Acerca de las vidas, donde cuenta también que, a un hombre rico que amaba a una
mujer fea, le dijo: “Pero ¿para qué la quieres? Pues yo por diez talentos te encon-
traré a otra más guapa”.
Dejó muchísimos tratados y diversos diálogos, entre ellos:
Aristipo de Cirene,
De la riqueza, en un libro,
Del placer, en un libro,
De la justicia, en un libro,
De la filosofia, en un libro,
De la amistad, en un libro,
De los dioses, en un libro,
Elfilósofo, en un libro,
A Ce'falo, en un libro,
Ce'falo, en un libro,
Clinómaco o Lisias, en un libro,
El ciudadano, en un libro,
Del alma, en un libro,
A Grilo, en un libro,
Aristipo, en un libro,
Relación de las artes, en un libro,
(5) Diálogos recordatorios,
Del arte, en un libro,
[Diálogos],
Doctrina de las semejanzas, 1, 2, 3, 4, 5, 6,7, 8, 9 y 10,
Divisiones y suposiciones acerca de los semejantes,
De los modelos de los géneros y de las formas,
Contra el ‘Sin testigos’,
Elogio de Platón,
Cartas a Dión, Dionisio y Filipo,
De la legislación,
Matemático,
Mandróbolo,
Espc’WPO- jeno'crates
149
Lisias,
Definiciones,
Disposiciones de los tratados.
JENÓCRATES
(6) Jenócrates, hijo de Agaténor, de Calcedonia. Oyó desde joven a Pla-
tón, y también lo acompañó a Sicilia. Era de natural tardo; de ahí que cuenten que
dijo Platón, comparándolo con Aristóteles: “A uno le hacen falta aguijones, al otro
frenos”; y también: “¡Contra qué corcel estoy azuzando a semejante asno! Por lo
demás, era Jenócrates hombre serio y malhumorado siempre, por lo que solía de-
cirle una y otra vez Platón: “Jenócrates, ¡sacrifica a las Graciasl”. Pasaba en la
Academia la mayor parte del tiempo, y cuando alguna vez se decidía a salir a la
ciudad, cuentan que todos los gritones y los mozos de cuerda se apartaban a su
paso.
(7) Una vez también Frine, la cortesana, quiso tentarlo, y siendo persegui-
da, según aparentaba, por algunos hombres, buscó refugio en su casita. El, por hu-
manitario, la acogió y, como no había ahí más que un solo camastro, accedró a sus
ruegos y se acostó junto a ella. Al final ella, tras haber porfiado mucho, se levanto
sin haber logrado nada, y contó a quienes le preguntaran que no habla dejado a un
hombre, sino a una estatua. Algunos dicen que sus discípulos h1c1eron acostarse
junto a él a Láide, pero que él era tan dueño de sí que repetidas .veces soporto 1n-
clusos cortes y quemaduras en las partes pudendas. Ademas 1nsp1raba mucha con-
fianza, a tal punto que, no estando permitido declarar como testlgo sm haber pres-
, _
tado juramento, a él solo se lo consentían los atemenses.
(8) Y por cierto que era también sobremanera capaz de bastjrse a sr mls:
mo: cuando Alejandro, por ejemplo, le envro una fuerte suma de inero, tomo
Para sí tres mil dracmas áticas y devolvió el resto, declarando que aquel necesrtaba
más, teniendo que alimentar a más bocas. N1 tampoco acepto el dinero que le
mandó Antípatro, como dice Mironiano en los Semejantes. Y hablendo srdo galar-
Onado con una corona de oro como premio de un certamen de bebedores que se
Libro l V
l 50
151
De la riqueza, un libro,
El drcade, un libro,
De lo indefinido, un libro,
Del nino, un libro,
Del dominio de si, un libro,
De lo aut, un libro,
De la libertad, un libro,
De la muerte, un libro,
De lo voluntario, un libro,
De la amistad, 1 y 2,
De la equidad, un libro,
De lo contrario, 1 y 2,
De la felicidad, 1 y 2,
Del escribir, un libro,
De la memoria, un libro,
De lo falso, un libro,
Ca'licles, un libro,
De la sensatez, 1 y 2,
Económico, un libro,
De la moderación, un libro,
Del poder de la ley, un libro,
Del Estado, un libro,
De la santidad, un libro,
libro,
Que la virtud se enseña, un
De lo que es, un libro,
Del destino, un libro,
De las pasiones, un libro,
De los géneros de vida, un libro,
De la concordia, un libro,
De los discípulos, 1 y 2,
De lajusticia, un libro,
De la virtud, 1 y 2,
De las formas, un libro,
Del placer, un libro,
Del placer, 1 y 2,
De la vida, un libro,
De la bombria, un libro,
De lo uno, un libro,
De las ideas, un libro,
Del arte, un libro,
152
LZZJro I V
Además de eso, quince libros y otros dieciséis sobre lecciones acerca del
lenguaje,
153
., _
Sucedlo a EspeuSIpo y pre ' " ' s seme antes.
. _ , nte veíriti i ..
zand
f _ o bajo el arco ntad o de LlSl máquides, en el
c nco anos, comen-
d' , M _ , al segu
teslma emma. urlo trope zar de noche co n unando año de la Olimpiada cen-
jofaina, a los ochen ta y dos
anos.
(15) Le dedicamos estos versos:
POLEMÓN
(16) Polemón era hijo de Filóstrato, ateniense del distrito de Ea. Pe joven
fue descomedido y relajado, al punto que llevaba dinero encnnalparaaílnas pïlonta
satisfacción de sus caprichos, y aun llegó a tenerlo escondido en as cb eíjas. a“:
en la Academia se encontró, en cierta columna, una moneda de tres o o os [qtclle e
había colocado allí por un motivo parecido al menc1onado. Una vez, thabíen (¿se
puesto de acuerdo con los jóvenes, irrumpió ebrio y con una como? so. Ire a ca e-i
za en la clase de Jenócrates; pero éste, sin inmutarse, prosiguitï su ericsotn :ïmgcï)
nada Pasara: y trataba de la decencia. Luego al 1rlo oyen O’be' moza 6:21.31”: los
rato Quedó cautivado, y llegó a hacerse tan aplicado que acia o polr av t, ji d -
demás Y sucederle en la dirección de la escuela, comenzan o por a cen es ma e o
ClITlOs - .
ono
Polemón fue demandado en justicia por su mujer, que 10 acusaba de aband
comenzado a de-
alegando que tenía trato con jovencitos; pero que, una vez hubo
dó siempre el mismo
dicarse a la filosofía, adquirió tal fuerza de carácter que guar
lo que también quedó
continente. Incluso en el tono de la voz era inmutable, por
perro rabioso 1€ destrozó el ja-
cautivado de él Crántor. De cierto que, cuando un ciu-
rrete, ni tan sólo mudó de color; y en medio del alboroto que se formó en la
ió impasible.
dad al saberse lo ocurrido, Polemón permanec
Así es que, cuando una vez
En los teatros era de todo punto insensible. (18)
del Poeta a él y a Crates, éste es—
Nicóstrato, llamado El Clitemestra, les leyó algo a, tal
si ni lo oyera. Era, pues, en sum
cuchó con honda conmoción, pero él, como
Melancio en su libro De la pintura: pues dice
como aquel del que habla el pintor
y sequedad, lo mismo que en los
que ha de lucirse en las obras una cierta altivez
que hay que ejercitarse en los
temperamentos. Y es que decía justamente Polemón
o quien hubiese aprendido de me-
hechos y no en las cavilaciones dialécticas, com
erlo en práctica, de modo que uno
moria un manual de armonía y no supiera pon
s y las respuestas, pero que, en lo
causará admiración en el vaivén de las pregunta
sigo mismo.
que es el modo de portarse, estará reñido con
entado y vinagroso”, que de-
Era de veras fino y noble, rehuyendo lo “salpim
cual, como el mismo dice,
cía Aristófanes acerca de Eurípides, (19) lo
. o lo ves.p
¿N Que aqul' Polemon
.. reposando
está, que lo trajo
el morbo, tan tremendo mal para los hombres
.
No es Polemon: es su cuerpo que, cuando él mismo alos astro
s
se puso en marcha, aquí en tierra lo dejó.
CRATES
(21) Crates era hijo de Antígenes, del distrito de Tría, y fue oyente a la vez
que amante de Polemón; además le sucedió en la dirección de la escuela. Y tanto
se amaban el uno al otro que, mientras vivieron, no solamente se dedicaron a las
mismas ocupaciones, sino que más o menos hasta el último suspiro iban asemejan-
dose uno al otro de más en más, y una vez muertos compartieron la misma sepul-
tura. De ahí que Antágoras compusiera para los dos estos versos:
oso
Dí, caminante, por donde pasares que a Crates piad
este sepulcro encerró, junto al fiel Polemónzi
os labios
varones magnánimos en la concordia, de cuy
santa palabra voló, como por boca de dlos,
s les enderezaba
y vida sin tacha en sapiencia sus día
ión sm mudar.
a lo divino, por fiel a convicc
, , , , ellos,
(22 ) Por ello decía también Arcesrlao, que se habla pasado. de TEOfraztzoaera
Pues 0 crertpdezlcl: una vez lo
el
que eran dioses o supervivientes de la raza de oro.
cue:ie las ¿abia oído ni
suyo adular al vulgo, sino más bien aquello que, segun se .
cmnes na . , ,
flautista Dionisodoro 'actándose de que sus composn
’l o las de Ismenlo. Solla compartir
di ellos Arcesi
a bordo de un trirreme ni junto a una fuente, com d
-
,
la mesa ——dice Antígono— con Crantor, conyrvre
' l món con aCratesyen la de
' n (I?) en concor
que habremos de hablar —pues también siguió sus lecciones—, y Bión de Boríste—
nes, luego apodado el Teodoriano, por la escuela, del que hablaremos también, a
seguida de Arcesilao.
Hubo diez Crates: el primero, el poeta de la Comedia Antigua; el segundo,
orador isocrático de Trales; el tercero, un ingeniero militar que acompañó a Ale—
jandro; el cuarto, el cínico, del que hablaremos; el quinto, filósofo peripatético; el
sexto, el académico del que acabamos de hablar; el Séptimo, de MalO, gramático; el
octavo, que escribió sobre geometría; el noveno, poeta epigramático; y el décimo,
de Tarso, filósofo académico.
CRÁNTOR
(24) Crántor de Solos, admirado en su patria, marchó a Atenas y oyó ajenó—
crates, siendo compañero de estudios de Polemón. Dejó unas treinta mil líneas de no-
tas, parte de las cuales algunos atribuyen a Arcesilao. Se cuenta que, cuando alguien le
preguntó qué le había cautivado de Polemón, dijo que fue el no haberle oído hablar
nunca ni más alto ni más bajo. Habiendo enfermado, se retiró al santuario de Ascle-
pio y por allí se iba paseando; pero de todas partes venía gente a verlo, creyendo que
no era por la enfermedad, sino por querer instaurar allí una escuela. Entre ellos estaba
también Arcesilao, deseando que lo recomendara a Polemón, por más que estuviera
enamorado de él, como diremos al tratar de Arcesilao. (25) Pero también el propio
Crántor, una vez había recobrado la salud, acudió a las lecciones de Polemón, lo cual
despertó muchísima admiración. Se cuenta que también legó a Arcesilao su hacienda,
que era de doce talentos. Cuando éste le preguntó dónde quería ser enterrado,
dÍÍ0¡
Se cuenta que escribió también poemas y que en su patria los depositó sellados en
el templo de Atenea. Y dice de él Teeteto el poeta com
o sigue:
Caro a los hombres fue, y más caro aún a las
Musas,
Crántor, que a la vejez ni la llegó a rozar.
Tierra, tú acoge difunto al santo varón en tu
seno,
el que aún allí vida feliz llevará.
. ¡ . , .
lAy. Pero ¿y que? Humanas culta s nos tocó sufrir.
Dicen tambien que pasaban por ser de Crántor estos versos a Eros
del poeta Antá-
goras:
Era además un hábil forjador de palabras: así, de algún actor trágico dijo que tenía
la voz mal desbastada y llena de descortezaduras; de cierto poeta, que sus versos
estaban apolillados; y que las tesis de Teofrasto estaban escritas con púrpura. Lo
que más se admira de él es el libro De! duelo. Falleció antes que Polemón y Crates,
enfermo de hidropesía. Nuestros versos a él son éstos:
ARCESILAO
_ (o de Escites, como dice Apolodoro en el li-
(28) Arcesilao, hijo de Se utes
Eólide. Es él quien dio principio a la
bro tercero de la Crónica), era de Pitana dela lo contradlc-
pendlo el IUIÏIÏZÏÉÏIÏÍ);
Academia Media, siendo el primero que sus
torio de los razonamientos, Fue también el pnmerO qufh:redado de (i312?”por am-
Desde entonces vivieron unidos uno al otro; (30) por lo que se cuenta que Teofras-
to dijo, apesadumbrado: “¡Qué bien dotado, y de ingenio tan vivaz, era ese mozo
que ha abandonado la escuela! ”. Lo cierto es que, habiéndose hecho poderoso en
los razonamientos y muy amante de las letras, se dedicó también al arte poética, y
pasa por ser suyo un epigrama dedicado a Atalo, que es como sigue:
. Apreciaba, por enc1ma de todos, a Homero, del que, cuando iba a dormir»
Slem
C d pre solla leer algo
, , Y tamblen al amanecer, diciendo que iba a ver a su amado
a a vez que querla leer. De Pmdaro decía que era formidab
le para ensanchar los
.
recu .
rsos del leng
, uaje
. . y ofrecer una abundancia de nombre
s y de verbos; Y Siendo
Joven, Intento deflnlr el estilo de Ión.
(32) Asistió también a las lecc10nes del
geómetra Hiponico, del que Se
mofaba, entre otras cosas, por ser
i Pddeme y bostezador, pero muy versadO en su
arte, d1c1endo que la geometr
ía, mientras bostezaba, se le había entrado V013“ O
Amar/ao
159
cubierto corri-
giendo c1ertos escrttos <de Crántor>, los cuales dice
n urios que los editó otros
que los entregó al fueg o. Parecía, desde luego, admirar también a Platón
sus libros; (33) pero también a Pirrón, según algu poseía
nos, lo imitaba, y se dioyal estu-
dio de la dlalectlca y frecuentó los razonamientos erétricos; por
lo cual dice de él
Aristónz-
De ahí que dijera a un jovenzuelo demasiado atrevido al conversar: “¡Pero ¿es que
“0 hay nadie que lo agarre del cogoteP”. A uno que tenía fama de dejarse SOdOITll-
Zar, como le venía con que no parece una cosa ser más grande que otra, le pregun—
tó si tampoco una de diez dedos le parecía más grande que una de sets. Cuando un
tal Hemón de Quío, que era feo y se tenía por lindo, paseándose Siempre con ro-
pas elegantes y vistosas, declaró que, a su parecer, el sabio no debía enamorarse, le
”o: u¿Ni tampoco cuando uno es tan hermoso como tú y lleva ropa tan precro—
saP”. Y cuando uno, que era un pervertido entrado en años, le dijo a Arcesrlao,
co -
m0 a qu1en presume de severo:
le respondió:
A otro que decía muchas sandeces, le dijo que no le había caído en suerte ni si-
quiera una nodriza rigurosa; y a algunos ni les respondió. A un usurero aficionado
a las letras que declaró desconocer algo, dijo:
56195 prestó adrede y, estando por devolverlos el otro, como era pobre, se los re-
, )
galo. , _
P955313, por c1erto, una granPl‘OPiedad en Pitana, de la cual su hermano Pí—
lades le iba enVIando parte de los Ingresos; pero también le financiaba muchas co-
sas Eumenes, el hljo de Filetero, por lo cual a éste solo entre todos los reyes le de-
dicaba sus libros. (39) Y mientras muchos le hacían la corte a Antígono y, cada vez
que venía, corrían a su encuentro, Arcesilao no se movía de su sitio, no queriendo
dar el primer paso para conocerlo. Era muy amigo de Hiérocles, el que estaba al
mando de Muniquia y del Pireo, y en las fiestas bajaba cada vez a su casa; y éste,
desde luego, iba insistiéndole mucho en que fuera a saludar a Antígono, pero él no
se dejó convencer, sino que, al llegar a la puerta, se volvió atrás. Y cuando, tras la
batalla naval de Antígono, muchos lo fueron a ver o le escribían cartas adulatorias,
él callaba; pero aún así, representó a su patria en Demetríade, en una embajada
ante Antigono, y no logró nada. Desde entonces pasó su vida en la Academia,
rehuyendo el compromiso político. (40) Así es que una vez en Atenas, en el Pireo
justamente, se alargó mucho discutiendo ciertas proposiciones, debido a su amis-
tad con Hiérocles, lo cual dio pie a las habladurías de algunos. . _
Siendo muy derrochador —-pues ¿qué otra cosa era sino un segundo Arlsn-
p0?—, acudía a los banquetes de los que eran de su misma condición, pero, con
todo, acudía. Convivía abiertamente con Teódota y Fila, cortesanas de Ellde, y a
quienes se lo afeaban les citaba las máximas de Aristipo. Era dado al amor de los
mancebos y se dejaba llevar por los placeres; de ahí que los estorcos del Circulo de
y s1nveri
Aristón de Quío lo tildaran de corruptor de los jóvenes, maestro de v1c105
o sobre todo lde áfique
güenza, (41) Y en efecto, se cuenta que estuvo enamorad
Demetrio que navegó a Cirene y de Cleócares de M1rlea, de (11111?“ ¿631? 35:12:):
jadores que él mismo quería abrirla puerta, perolque ¿“efe do ¡Epi 1:1 r ren-
arnaban también Demócares, hÍÍO de LaqueS, y PHOCIES’ hllo e use 0d ds: liie o
derlos, declaróresignado que renunciaba a favor de ellos. (Ï’qr580216163111 o 8.21€,
de a u a or g y
haCÏan burla de él los antes mencionados, y lo tacharon . , . , _
,
Sus Opinion es. imo,
s del Circulo del perlpatetlco Jeron
Pero mas que nadle lo atacaban lgbrar el cumpleaños de Halctoneo, el l'll]0
disfrálte: SOlfílIÏCÉ: f3;
de Antisono, a lo que el propio AntigOHO, para mayor
entre COpas,dea dinero.
tes sumas quien
Arídices(42) propon
Allí,le pues, ía alguna
como cuestto
execraba pl q uee]la saber
to lae OFÏÏ
en ny el
coïnen-
No obstante lo cual era tan modesto que alentaba a sus alumnos a que fueran a oír
también a otros; a cierto joven de Quío, que no estaba satisfecho con su enseñanza
y prefería al susodicho Jerónimo, él mismo lo acompañó y lo presentó al filósofo,
recomendándole que se portara bien.
(43) Gracioso es también lo siguiente que se cuenta de él: a uno que le
preguntaba por qué de las otras escuelas pasaban los seguidores a la epicúrea, pero
jamás de la de los epicúreos a las otras, le respondió: “Es que los hombres pueden
hacerse eunucos, pero los eunucos no pueden hacerse hombres”.
Cuando se le acercaba el fin, legó todos sus bienes a su hermano Pilades,
por haberlo llevado a Quío, sin saberlo Méreas, y por haberlo acompañado desde
allí hasta Atenas. A lo largo de su vida, no había tomado mujer ni engendrado hi-
jos. Habiendo hecho tres testamentos, depositó uno en Eretria, ante Anfícrito,
otro en Atenas, ante algunos de sus amigos, y el tercero lo envió a su casa, a nom-
bre de Taumasias, uno de sus familiares, rogándole que lo guardara; a él escribió,
además, como sigue:
Y falleció, según dice Hermipo, tras haberse hartado de vino sin mezcla y
enloquecer, alos setenta y cinco años, estimado por los atenienses como nadie.
(45) Hay también unos versos nuestros dedicados a él:
Arresz'lao. Bión
163
BIÓN
(46) Bión era nativo de Borístenes, y de qué padres y por que c1rcunstanc1as
arribó a la filosofía, él mismo se lo aclaró a Antígono, pues cuando este le pregunto.
, _ , . , ?
¿Quién eres tú y de donde? ¿De que Ciudad y que padres ,
guntame a m1 mismo .
I z - 3"
164 Libro IV
Que a los amigos hay que conservarlos, sean de la cualidad que sean: no vaya a pa-
recer que habíamos tenido trato con malvados, ni que hemos repudiado a los hon-
rados.
En un principio, Bión había seguido las enseñanzas de la Academia, por el
tiempo en que oyó a Crates; más tarde adoptó el modo de vivir cínico, tomando el
capote y el mortal, (52) pues ¿en qué otra cosa podía convertirse a la impasibili-
dad? Luego se pasó a las enseñanzas teodorianas, habiendo oído a Teodoro el Ateo
discurriendo toda clase de razonamientos; después de lo cual siguió las lecciones
de Teofrasto el Peripatético.
Por lo demás, era dado a lo teatral y muy diestro en llevarlas cosas a lo ridí-
culo, Hamándolas por sus nombres vulgares. Por usar de toda clase de razonamien-
tos, cuentan que dijo de él Eratóstenes que Bión fue el primero que vistió a la filo-
sofía de un manto de flores. Pues era apto de natural para la parodia, como que
son suyos también estos versos: J, x.
. . . í í ’* ’ L I
- \' U “É li”
Dulce Arqultas, de acordes nac1do, el rico en humos,
3 uoÑ
varón más experto en disputas sobre la última cuerda. 3 (iÉ p4* kV’cun: w N‘
¿ 1x;x“!
Era derrocha-
(53) Y, en general, se burlaba de la música y la geometría.
ostentaciones fan-_
dor, y por eso se mudaba de ciudad en ciudad, a veces ideando
ropa de estu-
tásticas; así por ejemplo, en Rodas persuadió a los marineros a vestir
o de todas las
diantes y seguirlo; entrando con ellos en el gimnasio, fue blanc
miradas. Solía adoptar a ciertos jóve ¿3%to para servirse de ellos para los place-
egorsta
res como para estar protegido por u afecto, pero tambien era sobremanera
e insistía mucho en aquello de “Todoesïómún entre amigos”.
Por lo cual nadie se
él; aunque a algunos
reclama discípulo suyo, de tantos que habían estudiado con
íntlmos, cuentan que duo
los indujo a la impudicia. (54) Así, de Bitión, uno de sus
una vez a Menedemo: “Yo, por cierto, amigo Mene
demo, por las noches me enre-
bien soltaba muchas 1m-
0 r .
nanzas de Teodoro.
piedades al conversar, aprovechando con ello las ense
ntan los de Cálcide —pues
Luego, cuando había caído ya enfermo, según cue
allí falleció—, se dejó persuadir de usar amuletos y arrepentirse de haber ofendido
a la divinidad. Además, por carecer de quien lo cuidara durante su enfermedad
ntes; y lo cierto es
PaSÓ grandes penas, hasta que Antígono le mandó a dos sirvie
a la
que lo siguió en litera, según dice Favorino en la Hm‘orz'a varía. Y en cuanto
manera cómo falleció, también nosotros se lo hemos censurado como sigue:
a.
oí decir que en realidad no hay dioses para nad
diría: ”
Si en tal creencia aun tenaz porfiara, se
pero suya .
“Será, en fin, su convicción: perversa,
que se muera,
Pero ahora que tan grave está, temiendo
ni miraba,
el negador de dioses ya, que el templo
rito,
(56) que tantas burlas endilgó a quien cumpliera el
,
no sólo encima del hogar, por mesas y por aras
es las narices,
de incienso y humo hinchando está a los dios
no sólo dijo: “¡Perdonad que antaño yo pecara! ”,
sino que manso la cerviz a ensalmos de la meiga
dobló, de cuero en buena fe ciñéndose los brazos,
(57) de espino y ramos de laurel ornando los dinteles,
a todo menos a morir resuelto a conformarse.
El necio que haya dios o no creyó cuestión de pago,
habiendo dioses cuando a Bión le da por creer en ellos.
Inútil fue su devoción: hecho carbón, la mano
tendió diciendo: “Don Plutón, me encanta conocerlo”.
LACIDES
CARNÉADES
en
ades , hij o de Ep ico mo o de Filo como, según dice Alejandro
(62) Carné libros de los estoicos,
laS Sucesiones, de Cirene . Tras haber leído atentamente los
Cri sip o, les con tra dijo cor tes m en te y acertó de tal modo que
<y sobre todo> los de
llegó a decir:
seria nada yo.
Pues sin Crisipo, no
no m uy ve rs ad o en física, pero tanto mas
donde los hubiera, tan ocupado que anda-
Fue hombre aplicado - ecer los pe lo s yll ,
as ña
ue s
in }: de
' '
en en“; deahi que se dejara cr luso los oradores abando-
oroso en filoso la qu
ba en los estudios. Era tan vig
naban sus escuelas e iban a escucharlo- o que el director del gimnasio
(63) Además tenía VOZ tant pUT “Pues dame la medida de la
muy {ECÍÏI’ a taltest
irle que no grit ara o; y el con o.
mandó dec
que aqué l supo replicar atina dam ente , PUC s le dijo: “Tienes por medida
VOZ”. A 10
ble en las controversiai Por
perio e lnexpuglfla . as a dichas. Era discí-
a tus Oyentes”. Era temible en el vitu nvrtes, por as caus
y
de asistir a los co
o demás; Se excusaba
Ïh‘tïx“ Em
| (,8 Í ,1e I V
pulo suyo Mentor de Bilinia, y una vez que asistía a su clase, CUIT!" Mentor VChía
tratando de seducir a su concubina, según dice l'avormo en la storza vana, Car-
néades le dijo a media lección, en son de parodia:
(64) Anda por ahí un anciano del mar, que es hombre verldtco,
muy parecido en todo a Méntor en voz y figura:
a él declaro yo expulsado de esta escuela.
A la muerte parece que andaba dándole vueltas como más bien con temor, como
que de continuo iba diciendo: “La naturaleza que lo compuso también lo disolve-
rá”. Cuando supo que Antípatro había muerto bebiendo veneno, se sintió animado
a encarar con arrojo el último trance y dijo: “Dádmelo, pues, a mí también”; y
como le preguntaran: “Pero ¿qué?”, les dijo: “Vino con miel”. Cuando murió,
cuentan que se produjo un eclipse de la Luna, por seña de compadecerse, como
acaso diría alguien, el más bello de los astros después del Sol.
(65) Dice Apolodoro en la Crónica que se fue de entre los hombres en el
año cuarto de la centésima sexagésima segunda Olimpiada, tras haber vivido
ochenta y cinco años. Se le atribuyen unas cartas a Ariarates, rey de Capadocia.
Sus demás obras las escribieron los discípulos; él mismo no dejó nada.
También sobre él hay unos versos nuestros, en metro logaédico y arquebúleo:
Se cuenta también que tenía los ojos cubiertos de noche y no lo sabía: man:
dó al sirviente encender una luz, y cuando éste la trajo diciendo: “Aquí está”, le
dijo: “Bien, pues lee”. Tuvo también muchos otros discípulos, pero el más célebre
fue Clitómaco, de quien habrá que hablar.
1 , Í Ïómat‘o 169
(,arflf’ddm' ( h
CLITÓMACO
(67) Clitómaco de Cartago. Se llamaba Asdrubas, y en su patria filosofaba
años, oyó a
en su idioma. Habiendo llegado a Atenas cuando tenía ya cuarenta
y lo instruyó; y él
Caméades; éste, apreciando su celo, le hizo aprender las letras
s libros. Sucedió
llegó a tal extremo de aplicación que escribió más de cuatrociento
tos, varón que se ha-
a Carnéades, y sus enseñanzas sobre todo dilucidó en sus escri
a.
bía dedicado a las tres escuelas: la académica, la peripatética y la estoic
'k 11' 'k
ARISTÓTELES
Y SU ESCUELA
ARISTÓTELES
(l) Aristóteles, hijo de Nicómaco y de Féstide, de Estagira. Nicómaco era
descendiente de Nicómaco, el hijo de Macaón, hijo de Asclepio, según dice Her-
mipo en el libro Acerca de Arzstóteles, y vivió con Amintas, el rey de los macedo-
nios, en calidad de médico y de amigo. Aquel más noble de entre los discípulos de
Platón fue de voz balbuciente, según dice Timóteo de Atenas en De las mdas, de
piernas flacas, según se cuenta, y ojos pequeños, usando a modo de seña distintiva
la vestimenta, las sortijas y el corte del pelo. Tuvo también un hijo, Nicómaco, de
Herpílide, su concubina, como dice Timóteo.
(2) Se apartó de Platón aún viviendo éste; así que se cuenta que dijo:
“Aristóteles nos ha dado de coces, como los potrillos a la madre que los dio a
luz”. Dice, en cambio, Hermipo en las Vidas que, estando él de embajador ante
Filipo en nombre de los atenienses, llegó a ser escolarca de la escuela que había
en la Academia Jenócrates; luego, llegando él y viendo laescuela bajo la direcc10n
de otro, eligió el paseo (perz'patos) del Liceo y, yendo y,v1n1endo hasta la hora del
ungüento, iba filosofando junto a los discípulos: de ahi que fue llamado el Pase-
ante (perzpatetikós); aunque otros dicen que, acompatnandcc)l g .bpasear
(perzpatoántz) a Alejandro, que estaba recobrandose de una en erme a , 1 a con-
versando con él. _ . ' '
sentado, d1c1endo,
(3) Cuando se hicieron más numerosos, se av1no a estar
Deshonra es
callar y a Jenócrates dejarlo hablar,
raba
Y Se ejercitaba con los discípulos en la disputa por te51s, a la vez que los adiest
,. ’
en la oratoria
co, que era t1-
Luego i sin embargo se marchó a la corte de Henmas el eunu
rano de Atariieo y del que algunos afirman que llego a ser su amado, y otros que
Í
,
? o a
Demetrio de Magnesia en los libros De los poetas y mentores del mzsmo nombre,
174 Libro V
quien afirma además que Hermías fue esclavo de Eubulo, que era bitinio de origen
y que había asesinado a su amo. Aristipo, en el primer libro De la [aymara antigua,
dice que Aristóteles se había enamorado de una concubina de Hermías (4) y que,
con el permiso de éste, la desposó y, no cabiendo en sí de gozo, ofrendó a aquella
mujercita unos sacrificios como los que los atenienses ofrecen a Deméter Eleusina;
y que a Hermías le escribió un peán, que está trascrito más adelante. Desde allí se
dirigió a Macedonia, a la corte de Filipo, y recibió de él como alumno a su hijo
Alejandro. Le pidió que hiciera reconstruir su ciudad natal, arrasada por Filipo, y
lo consiguió; y a ellos también les dictó leyes. Pero también en la escuela ejercía de
legislador, emulando a Jenócrates, nombrando un arconte cada diez días. Cuando
le pareció que había convivido lo bastante con Alejandro, se marchó a Atenas, tras
haberle recomendado a su pariente Calístenes de Olinto, (5) a quien, como que le
hablaba al rey con demasiada franqueza y no le obedecía, le dijo, según cuentan,
en son de reprimenda:
Y así fue: pues como parecía haber participado con Herrnolao en la conjura contra
Alejandro, fue llevado de un lugar a otro en una jaula de hierro, lleno de piojos y
sin cuidado alguno, y finalmente arrojado a un león; y así pereció.
Aristóteles, entre tanto, tras haber vuelto a Atenas y dirigido su escuela du—
rante trece años, se retiró a Cálcide, habiéndolo demandado en justicia por impie-
dad el hierofante Eurimedonte (o Demófilo, como dice Favorino en la Histon'a va—
ría), porque había compuesto el himno al susodicho Hermías, (6) y por añadidul'ál
un epigrama a la estatua del mismo que se hallaba en Delfos:
Allí también murió, bebiendo acónito, como dice Eumelo en el libro quinto de las
Historias, a los setenta años de su vida. El mismo afirma que conoció a Platón 3 los
treinta años, en lo que yerra: pues vivió sesenta y tres años, y conoció a Platón a 05
diecisiete. El himno es el que sigue:
Hay también unos versos nuestros dedicados a él, que son estos:
imedonte,
Quiso acusar de impío a Aristóteles Eur
quien de la Madre Deó Mística fue serv1dor;
ónito:. así sm es.,fuerzo
mas aquél se evadió toman do ac
detraccron.
supo al final triunfar sobre la v1!
mocuarta y murió de enfermedad sobre los sesenta y tres años, cuando falleció
también Demóstenes en Calauria, bajo Filócleo. _ , . .
Se cuenta que con la recomendación de Calístenes a ¡[Melandro haora irrlta-
do al rey y que éste, para causarle disgusto, favoreció a Anax1menes y env10 regalos
a Jenócrates. ,
(11) Se burló de él en un epigrama también Teócritoide Qu10, compo-
niendo lo que sigue, como dice Brión en el libro Acerca de Teócrzto:
Ésta fue, pues, la vida del filósofo. Hemos dado también con su testamento,
que reza más o menos como sigue:
“Confía en que todo vaya bien; pero, por si algo pasara, dispone Aristóte-
les lo siguiente. Que sea Antzpatro el apoderado de todo y a todos los efectos;
(12) y, basta que Nicanor se haga cargo de ello, que Aristómenes, Timarco,
Hiparco, Dióteles y Teofrasto -—si es que quiere y puede— cuiden de los niños,
de Herpilide y de las cosas que dejo. Y cuando la niña alcance la edad debida,
que sea dada en matrimonio a Nicanor; pero si a la niña le pasare algo ——l0
que bago votos que no suceda ni sea— antes de casarse o después que se baya
casado, no habiendo loijos todavia, que Nicanor sea dueño, en cuanto al niño y
lo demas, de mandar de un modo digno de e'l y de nosotros. Que cuide Nicánor
de la nina y del niño Nicómaco, según lo juzgue mejor para ellos, como un pa-
dre y hermano a la vez. Pero si antes le pasare algo a Nica
'nor —lo que hago
votos que no suceda—, antes de desposar a la niña o después que la
desposarú,
no ¡sabiendo hijos todavia si e'l hubiere dispuesto algo, que ello tenga
plena
autoridad; (13) pero sz Teofrasto quisiere vivir con la
niña, valga para él lo
mzsmo que para Nica'nor;
__ y 5‘ ”02 que ¡05 tutores, de común acuerdo con Anti-
PátrO, acerca de la nina y del nino di
lzde Que cu 'd 1 . spongan lo Que mejor les parezca.
or l J: en os tutoresiy Nicanor; acordandose de mi, tamb
ién de HefP!‘
ma;¿501 pgcuïena que ba Sid; Cjamigo; y aparte
e” ”OSeáCása a eunm d . .
lo demás, si quisiere tomar
r de lo que ya se le 0 0 ¡”dzg no de nosotros. Que
ademas le den)
. . ba dado) un talent0 de plata de lo que dejo'
vzentas, las que quiera, y la mu y "
tres 5”.
cbacbita que tiene, y el mozo
quie re vzv' zr' en Ca'lczd' e, la casa de huéspe Pirreo; (14) y Si
des al lado deljardin, pero si pffflere
Amtóteles
177
18) D e la educacron
y ' 'i deCIa
' q ue las raíces 8011 maigas, pero e ru 0 ' C6.
regun f _ .. . “La ratr tud , Preguntado que es la
tado clue envejece rápldamente, duo. g
Libro V
1 78
esperanza, dijo: “El ensueño del que está despierto” É. Ofreciendole Diógenes un
higo paso, como entendía que, si no lo tomaba, aquel tendrla preparada alguna
agudeza, lo tomó diciendo que Diógenes, junto a la agudeza, habla perdido tam-
bién el higo. Como le ofreció otro, lo tomó y lo alzó como sr fuera un nino, dicien-
do: “¡Qué grande, Diógenes!”, y se lo devolvió. Tres cosas decía que requiere la
educación: el natural, la instrucción y el ejercicio. Habiendo oído decir que había
sido injuriado por alguien, dijo: “Mientras yo no esté, que me dé de azotes si quie-
re”. La belleza —decía— es mejor recomendación que toda carta. (19) Otros di-
cen que así la definía Diógenes, y que él llamó la hermosura un regalo <de la natu-
raleza>; Sócrates, una tiranía que dura poco; Platón, un privilegio de nacimiento;
Teofrasto, un engaño silencioso; Teócrito, un azote de marfil; Carnéades, una rea-
leza sin guardias.
Preguntado en qué se distinguen los hombres cultos de los incultos, dijo:
“Tanto como los vivos de los muertos”. La educación —decia— es en la prosperi-
dad realce, en las adversidades, refugio. Decía que los padres que saben educar a
sus hijos son más dignos de respeto que los que sólo los engendran; pues éstos les
dan el vivir, pero aquéllos el vivir decentemente. Al que se jactaba de ser de una
gran ciudad, dijo: “No es eso lo que se debe mirar, sino si uno es digno de una
gran patria”. (20) Preguntado qué es la amistad, dijo: “Una sola alma habitando en
dos cuerpos”. Entre los hombres —decía—, los unos ahorran como si fuesen a vi-
vir siempre, y los otros gastan como si hubiesen de morir en seguida. A uno que le
preguntaba por qué con los hermosos tratamos tan largo tiempo, dijo: “De un cie-
go es la pregunta”.
Preguntado qué provecho había sacado de la filosofía, dijo: “El hacer sin
que nadie me lo mande lo que algunos hacen por temor a las leyes”. Preguntado
cómo podian avanzar los alumnos, dijo: “Siguiendo a los adelantados y no espe-
rando a los rezagados”. A un gárrulo que le dijo, después de haberse andado mu-
cho por las ramas: “¿No te habré incordiado con mi plática, verdadP”, le contestó:
“Para nada, ¡por Zeus!, si ni te estaba escuchando”.
(21) A uno que le reprochaba haber socorrido a un hombre indigno ——pu€5
también así lo cuentan—, le dijo: “ No he dado al hombre, sino a lo humano”. Pfe'
guntado cómo hemos de tratar a los amigos, dijo: “Asi como quisiéramos que 61105
nos traten a nosotros”. La justicia decía que es la virtud del alma que reparte sv‘i‘gún
el mérito. Decía que el mejor viático para la vejez es la educación. Y dice Favorinoa
en el libro segundo de los Recuerdos, que decía una y otra vez: “Quien tiene ami‘
gos, no tiene ningún amigo”; pero eso está también en el séptimo libro
de la En”
Esos son, pues, los dichos que se le atribuyen.
. Escribió muchísimo
. s llbl‘OS, que he jnado conveniente enumerar aqul por
escrito, por los merectmlent os de aquel varón en todo
género de estudios:
Aristóteles
179
(22) De lajusticia, 1, 2, 3 y 4,
De los poetas, 1, 2 y 3,
De la filosofia, 1, 2 y 3’
Politico, 1 y 2,
De la retórica, o Grilo, 1,
Nerinto, 1,
El sofista, 1,
Menéxeno, 1,
Amatorio, 1,
El Banquete, l,
De la riqueza, 1,
Protréptico, 1,
Del alma, 1,
De la plegaria, 1,
De la nobleza, 1,
Del placer, l,
Alejandro, o En defensa de los colonos, 1,
De la realeza, 1,
De la educaa'ón, 1,
Acerca del bien, 1,2 y 3,
Extractos de las ‘Leyes’ de Platón, 1, 2 y 3,
Extractos de la ‘Republica’, 1 y 2,
Económico, l,
De la amistad, 1,
Del padecer o haber padecido, l,
De las ciencias, 1,
De los razonamientos eristicos, 1 y 2 ,
Soluciones eristicas, 4,
Divisiones sofisticas, 4,
De los contrarios, 1,
De las especies y los géneros, <1>,
De las propiedades, 1, _
(23) Apuntes para las argumentaczones, 3,
Proposiciones acerca de la virtud, 1 Y 2,
Objeciones, 1,
De los términos que se dicen de varias maneras o segun apo
szczon, 1,
De las pasiones, o de la cólera, 1,
Ética, 1,2, 3,4 y 5,
De los elementos, 1,2 y 3,
De la ciencia, l,
180 Libro V
Del principio, l,
Division es, 17,
De las divisiones, 1,
De la pregunta y la respuesta, 1 y 2,
Proposiciones acerca del movimiento, 1,
Proposiciones eristicas, 1,
Silogismos, 1,
Analiticos primeros, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9,
Grandes Analiticos segundos, 1 y 2,
De los problemas, 1,
Cuestiones de método, l, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8,
De lo mejor, 1,
De la idea, 1,
Definiciones preliminares a los ‘Tópicos’, 1,
<Tópicos,1,> 2, 3, 4, 5, 6 y 7,
Silogismos, 1 y 2,
Silogistico y definicion es, l,
(24) De lo preferible y del accidente, 1,
Preliminares a los lugares comunes, 1,
Tópicos para las definiciones, 1 y 2,
Pasiones, 1,
De la división, 1,
De las matemáticas, 1,
Definiciones, 13,
Epiqueremas, l y 2,
Proposiciones acerca del placer, 1,
De lo voluntario, 1,
De lo bello, 1,
Tesis epzauerema'ticas, 25,
Tesis acerca del amor, 4,
Tesis acerca de la amistad, 2,
Tesis acerca del alma, 1,
Cuestiones politicas, 2,
Curso de politica, como el de Teofrasto, l, 2, 3, 4,5, 6, 7 y 8,
De las obrasjustas, 1 y 2,
Compendio de artes, 1 y 2,
Arte oratoria, 1 y 2,
Arte, 1,
Otro arte, 1 y 2,
Del método, 1,
Aristóteles 181
Problemas ordinarios, 1 y 2,
Mecánica, 1,
Problemas de los escritos de Demócrito, 2,
De la piedra ima'n, 1,
Parábolas, 1,
Miscelánea, 12,
Exposia'ones por géneros, 14,
Reivindicaciones, 1,
Vencedores olimpicos, 1,
Vencedores de los Iuegos Piticos, 1,
De la música, 1,
Pitico, 1,
Lista de vencedores de los Iuegos Pz'ticos, 1,
Victorias dionisiacas, 1,
De las tragedias, 1,
Didascalias, 1,
Proverbios, 1,
Usanzas de los convites, 1,
Leyes, 1, 2, 3 y 4,
Categorias, 1,
De la interpretación, 1,
,,
' ¡a
Aristóteles 183
Suman esos escritos, en total, 445 270 líneas. Tantos son, pues, los libros
que escribió.
(23) Y propugna en ellos lo siguiente: que es doble el estudio según la fi-
losofía, práctico y teórico; y dentro del práctico, el ético y el político, en lo cual se
exponen los asuntos de la ciudad y de la casa; dentro del teórico, el físico y el lógi-
co, y lo lógico no como parte del todo, sino como un instrumento que se ha de do-
minar previamente. Y suponiéndole dos fines, dilucidó lo verosímil y lo verdadero,
y para cada uno se sirvió de dos facultades: la dialéctica y la retórica para lo verosí-
mil, y la analítica y la filosofía para lo verdadero, sin omitir nada de lo que atañe a
la invención, el juicio y el uso. t Í ¿s N
(29) Para la invención, dejó los Tópicos, las uestz'ones de método y nume-
rosas Proposiciones, en las cuales puede uno surtirse bundantemente de modos de
ataque verosímiles a los problemas; para el Egg, los Analíticas primeros y segun-
dos (y es que por los primeros se juzgan las premisas y por los segundos se estable-
ce la conclusión); y para el uso, los escritos agonísticos y erísticos, sobre la interro-
gación, las refutaciones sofísticas, los silogismos y otros semejantes. Criterio de la
verdad, para las operaciones de la imaginación, proclamó la sensación, para las éti- ,
cas —las que atañen a la ciudad, a la casa y a la ley— el intElectoÏm Q L v Z ds 0‘ \ of. V
(30) Un solo fin expuso, el ejercicio de la virtud en una vida cumplida y
cabal. Dice que la felicidad es resultado de tres bienes: los del alma, los cuales, des-
de luego, llama los primeros en importancia; en segundo lugar, los del cuerpo: sa-
lud, vigor, belleza y otros parecidos, y los externos: riqueza, nobleza, fama y otros
semejantes. Que la virtud no basta por sí sola para la felicidad, pues necesita ade-
más los bienes del cuerpo y los externos, siendo infeliz el sabio cuando padezca
dolores, o cuando se halle en la pobreza y cosas semejantes. La maldad, por otro
lado, sí se basta a sí sola para la desdicha, por más que abunde en bienes externos
Y del cuerpo. (31) Las virtudes decía que no se siguen unas de otras: pues bien
Puede ser que uno, siendo sensato y a la vez justo, sea indisciplinado e incapaz de
c¡Ominarse a sí mismo. Decía también que el sabio no es hombre sin pasiones, sino
de pasiones mesuradas.
La amistad la definía como igualdad de bienquerencia recíproca; y de ésta,
una es congénita, otra amorosa y otra hospitalaria. Luego, que el amor no es pro-
Pio tan sólo de la coyunda, sino también de la filosofía. Que el sabio se enamorará
Y Se dedicará a la militancia política y, por cierto, se casará y vivirá en las cortes de
108 reyes. Siendo tres los géneros de vida, la contemplativa, la activa y la hedonista,
Prefirió la contemplativa. Que son provechosos además los estudios generales para
alCanzar la virtud.
(32) En las cuestiones físicas, fue indagador de causas más que nadie, al
Punto que aun de las cosas más ínfimas indicaba las causas, por lo cual escribió no
Pocos libros de apuntes físicos. Al dios lo proclamó incorpóreo, al igual que Pla-
184 Libro V
tón, y que se extiende su providencia hasta las cosas celestes, y que es inmóvil
mientras que los asuntos terrestres se gobiernan por simpatía con aquéllas. Qué
hay, además de los cuatro elementos, también otro quinto, del que constan las co-
sas del éter, y que es distinto el movimiento de éste, pues es circular.
Que el alma es incorpórea, siendo entelequia primera de un cuerpo natura]
y orgánico que en potencia posee vida. Y llama entelequia aquello de lo cual hay
una cierta forma incorpórea; (33) y ésta es doble, según él: una, en potencia, como
el Hermes está en la cera que posea la capacidad de recibir las improntas, y en el
bronce la estatua; “por disposición”, en cambio, se llama la entelequia del Hermes
o de la estatua acabados. Y “de un cuerpo natural”, porque de los cuerpos los
unos son manufacturados —como los que hacen los artesanos, tales como una to-
rre o un navío— y los otros por naturaleza, como las plantas y los de los animales.
Y dice “orgánico”, esto es, construido para algo, como la vista para ver y el oído
para oír; y “que en potencia posee Vida”, dejando claro en ello (34) lo de “en po-
tencia”, <porque también el “tener vida”> es doble, o bien por disposición o bien
en acto: en acto, como del que está despierto se dice que tiene alma, y por disposi-
ción, como el que está durmiendo: así pues, para que también éste caiga bajo la de-
finición, añadió lo de “en potencia”.
También se pronunció por extenso acerca de muchas otras cosas, las cuales
sería excesivo enumerar; pues a todas ellas se dedicó con un celo y una inventiva
sin par, como evidencian los escritos que hemos hecho constar, cuyo número llega
a cerca de cuatrocientos, contando solamente los incontrovertibles; pues también
se le atribuyen muchos otros escritos y donaires o aciertos de la voz sin letra.
Hubo ocho Aristóteles: (35) el primero, él mismo; el segundo, el que se de-
dicó a la política en Atenas, al que se le atribuyen unos discursos forenses gracio-
sos y de buen tono; el tercero, estudioso de la Ilíada; el cuarto, un orador siciliano,
que escribió contra el Panegz'rz'co de Isócrates; el quinto, el llamado Mito, discípulfï
del socrático Ésquines; el sexto, un cirenaico que escribió sobre poética; el séptl-
mo, un profesor de gimnasia al que menciona Aristóxeno en la Vida de Platón; el
octavo, un gramático insignificante, al que se le atribuye un manual Acerca del pié"
onasmo. ,
El de Estagira tuvo muchos discípulos, entre los cuales se dÍStlnn mas
que nadie Teofrasto, del que vamos a hablar.
TEOFRASTO
(36) Teofrasto, hijo del cardador Melantas, de Éreso, como dice Atïlïoid‘;
ro en el libro octavo de los Paseos. Oyó primero en su patria a su paisano C p
Anstóteles. Teofrasto
l 85
aflojado
O
Analíticas primeras, 1, 2 y 3,
Analíticas segundas, 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7,
Análisis ¿le las silogismas, 1,
Compendio ¿le las Analíticas, 1,
Las lugares comunes reducidas <a las esquemas del silagzsma>, 1 y 2,
Escritas aganísticas, <o> Teoría de las razonamientos erísticas, <1>,
De las sensaciones, 1,
Contra Anaxa'garas, l,
De las enseñanzas ¿le Anaxa'garas, l,
De las enseñanzas (le Anaxímenes, 1,
De las enseñanzas ¿le Arquelaa, 1,
De la sal, del natrón y del alumbre, 1,
De la petrzfi'caa'a, 1 y 2,
De las lineas indiaisibles, 1,
Lecciones, 1 y 2,
De las vientos, 1,
Diferencias entre las virtudes, l,
De la realeza, 1,
De la educación del rey, 1,
De las géneros de vida, 1, 2 y 3,
Teoffd 5'to
187
De la vejez, 1,
(43) De la astronomia de Demócrito, 1,
<De la> meteorología, 1,
De las imágenes, 1,
De los sabores, los colores y las carnes, 1,
De la ordenación del mundo, 1,
Sobre el tratado ‘De los bombres’, 1,
Colección de las enseñanzas de Diógenes, 1,
Definiciones, 1, 2 y 3,
Amatorio, 1,
Otro sobre el amor, 1,
De la felicidad, 1,
De las formas, 1 y 2,
De la epilepsia, 1,
De la posesión divina, 1,
De las enseñanzas de Empe'docles, 1,
Epiqueremas, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 12, 13, 14, 15, 16,17 y 18,
Objeciones, 1, 2 y 3,
De lo voluntario, 1,
Compendio de la 'Repúblzca’ de Platón, 1 y 2, .
De la diversidad de voces entre los animales de la misma especie, 1,
De los que aparecen en manadas, 1,
De los que muerden y hieren, 1,
De los animales llamados envidiosos, l,
De los que permanecen en lo seco, 1,
(44) De los que cambian de color, 1,
De los que se esconden, 1,
De los animales, l, 2, 3, 4, 5, 6 Y 7’
Del placer; como Aristóteles, 1,
Del placer, otro, 1,
Tesis, 24,
De lo caliente y lo frzb, 1,
De los vértigos y los desmayos, 1,
De los sudores, 1,
De la afi'rmaa'ón y la negación, 1,
Calistenes o del duelo, 1,
De los sufrimientos, 1,
Del movimiento, 1, 2 y 3,
De las piedras, 1,
De las pestes, 1,
Libro V
1 88
Del desmayo, 1,
Megá'rico, 1,
De la melancolía, 1,
De las minas, 1 y 2,
De la miel, 1,
Colección acerca de las enseñanzas de Metrodoro, 1,
Meteorológicos, 1 y 2,
De la ebriedad, 1,
Leyes, por orden alfabético, 24,
Compendio de las leyes, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10,
Para las definiciones, 1,
De los olores, l,
(45) Del vino y del aceite, <1>,
Proposiciones primeras, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17
y 18,
<Politicas> de los legisladores, 1, 2 y 3,
Politica, 1, 2, 3, 4, 5 y 6,
Politica, según las ocasiones, 1, 2, 3 y 4,
Usanzas politicas, 1, 2, 3 y 4,
De la mejor constitución, 1,
Colección de problemas, 1, 2, 3, 4 y 5,
De los proverbios, 1,
De las coagulaciones y las licuefacciones, 1,
Delfuego, 1 y 2,
De los vientos, 1,
De la parálisis, 1,
Del sofoco, 1,
De la demencia, 1,
De las pasiones, 1,
De los signos, l,
Sofismas, 1 y 2,
Del ana'lisis de los silogismos, 1,
Tópicos, 1 y 2,
Del castigo, 1 y 2,
De los cabellos, 1,
De la tiranía, 1,
Delagua, 1,2 y 3,
Del sueño y de los ensueños, 1,
De la amistad, 1, 2 y 3,
De la ambición, 1 y 2,
Tgofrasto
189
De la naturaleza, 1, 2 y 3,
(46) De losfisicos, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15 16 17 y 18
Compendio de los fisicos, 1 y 2,
Fisica, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8,
Contra los fisicos, 1,
Investigaciones sobre las plantas, 1, 2, 3, 4, 5, ó, 7, 8, 9 y 10,
Causas de las plantas, 1, 2, 3, 4,5, 6, 7 y 8,
De losjugos, 1, 2, 3, 4 y5,
Delfalso placer, 1,
Tesis acerca del alma, 1,
De la adulación, 1,
A Casandro, acerca de la realeza, 1,
De la comedia, 1,
De los cuerpos celestes, 1,
De la expresión, 1,
Colección de razonamientos, 1,
Soluciones, 1,
De la musica, 1, 2 y 3,
De los metros, 1,
Mégacles, 1,
De las leyes, 1,
De la improcedencia legal, 1,
Compendio de las enseñanzas de jenócrates, 1,
De la sociabilidad, 1,
Deljuramento, 1,
Preceptos de retórica, 1,
De la riqueza, 1,
De poética, 1,
Problemas politicos, fisicos, eróticos y morales, 1,
(48) Proemios, 1,
Colección de problemas, 1,
De los problemas fisicos, 1,
Del ejemplo, 1,
De la exposición y la narración, l,
De poética, otro, 1,
De los sabios, 1,
Del consejo, 1,
De los solecismos, 1,
Del arte oratoria, 1,
De las artes oratorias, <por> géneros, 17,
De la declamación, l,
Apuntes de Aristóteles y Teofrasto, l, 2, 3, 4, 5 y 6,
Opiniones de losfi'sicos, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15 Y 16’
Compendio de fisica, 1,
De la gratitud, 1,
[Caracteres morales,]
De lo falso y lo verdadero, l,
Historia de la teologia, 1, 2, 3, 4, 5 y 6,
De los dioses, 1, 2 y 3,
191
Teofrasto
1,2, 3 y 4,
Investigaciones geométricas,
males, 1, 2, 3, 4, 5 y 6,
(49) Compendios de Aristóteles, Acerca de los ani
Epiqueremas, 1 y 2,
Tesis, 3,
De la realeza, l y 2,
De las causas, 1,
Sobre Demócrito, l,
[De la calumnia, 1,]
De la génesis, 1,
de los animales, 1,
De la inteligencia y del cara’cter
Del movimiento, 1 y 2,
De la visión, 1, 2, 3 y 4,
Para las definiciones, l y 2,
De la concesión, 1,
De lo mayor y lo menor, 1,
De los musicos, 1,
, 1,
De la bienaventuranza divina
Contra los académicos, l,
Protre'ptico, 1,
ciudades, 1,
Cómo mejor se gobernarian las
Apuntes, 1,
ilia, 1,
De la erupción que bubo en Sic
Del consenso, 1,
[De los problemas fisicos, 1,]
er, 1,
Cuáles son los modos del sab
Del ‘Mentiroso’, 1, 2 y 3,
Preliminares a los Tópicos, 1,
Contra Ésquilo, 1,
5 y 6,
(50) Historia de la astronomia, 1, 2 , 3, 4,
sobre el crecimiento, 1,
Investigaciones aritméticas
Acicaro, 1,
De los discursos forenses, 1,
[De la calumnia, 1,]
Cartas a Asticreonte, Fanias y Nicanor,
De la piedad, 1,
Evias, 1,
De las ocasiones, 1 y 2,
De los enunciados propios, 1,
De la educación de los niños, 1,
Libro V
192
Otro distinto, 1,
de la sensatez, 1,
De la educación, o de las virtudes, o
[Protréptico, 1,]
De los numeros, 1,
os, 1,
Definiciones sobre la formulación de los silogism
Del cielo, 1,
Politico, 1 y 2,
[De la naturaleza,]
De los frutos,
[De los animales].
Suman en total 232 850 líneas. Tantos son, pues, sus libros.
(51) He hallado también su testamento, que reza como sigue:
“Confio en que todo vaya bien; pero, por si algo pasara, dispongo lo si-
guiente. Lo que bay en casa, se lo doy todo a Melantes y Pancreonte, los bijos
de Leonte. De lo prestado por Hiparco, quiero que se baga lo siguiente: prime-
ro, que se acaben las obras del Museo y las estatuas de las diosas, y que a e'stas
se les añada todo lo que se pueda para bacerlas más bermosas; luego, que la efí—
gie de Aristóteles se coloque en el santuario, asi como las demás ofrendas que
antes se ballaban en el santuario; luego, que se reconstruya el portiquillo de-
lante del Museo, no peor de lo que fue antes, y que se coloquen también las ta-
blas en las que figura el orbe terrestre en el pórtico de abajo; (52) y que se re-
construya también el altar; de manera que quede acabado y decente. Quiero
que se acabe también la efigie de Nicómaco, del mismo tamaño. Lo que para
esculpirla bace falta lo tiene Praxiteles; el resto de los gastos pa'guese de lo ¿11"
cbo. Colóquesela alli donde bien les parezca a los que cuiden también de lo de-
ma's que esta' escrito en el testamento. Lo que ataiie al santuario y a las of’€”'
das ba'gase, pues, de este modo.
La finca que tenemos en Estagira se la doy a Calino, y los libros todos a
Neleo; eljardin, el paseo y las casas junto aljardin las doy todas, de entre ¡05
amigos que pongo aqui por escrito, a los que quieran seguir estudiando y filo-
sofando JuWOS en ellas (53) (ya que no es posible siempre a todos los bombré’ï
residir alli), sin enajenarlo ni apropz'árgelo nadie, sino que, cual si fuese ü”
santuario, lo posean en comun y lo disfruten como compañeros y amigos ””05
i:02322121716032; cgieveniente y justo. Sean, pues, los cofrades H¡104750! N;
1 _ ' , , motzmo, Demarato, Calistenes, Melantes, Pancró’O”
y NZCÏPO' Y p”7”?¿”el“? también, si es que quiere dedicarse a la filosofía; (.1
Arzstote135; el ¡91/9 de Metrodoro y Pitiade, que participe en ello, y que le dedl'
quen todos los cuidados y atenciones los mayores, de modo que 177037656 e”
sto
Teofrd 193
Este es, pues, el testamento. Hay quienes dicen que le oyó también el medi-
co Erasístrato; y es verosímil.
ESTRATÓN
(58) Le sucedió en la dirección de la escuela Estratón, hijo de Arcesilao,
de Lámpsaco, al que mencionaba también el testamento: varón preclaro y apodado
el Físico, por haberse dedicado a esa ciencia con más celo que nadie. Además fue
maestro de Tolomeo Filadelfo y recibió de él, según cuentan, ochenta talentos.
Como escolarca, según dice Apolodoro en la Crónica, comenzó a ejercer en la
Olimpiada centésirna Vigésima tercera, y dirigió la escuela durante dieciocho años.
Se le atribuyen:
De las enfermedades,
De las crisis, ...—. 0 t: ¿i L, f ,5, ¿¡ .
De las facultades, i i
De los metales,
Mecanica,
Del vértigo y los desmayos,
De lo ligero y lo pesado,
De la inspiración divina,
Del tiempo,
De la nutrición y del crecimiento,
De los animales dudosos,
De los animales fabulosos,
De las causas,
Soluciones de aporias,
Prólogo a los lugares comunes,
Del accidente,
De la definición,
(60) Del mas y del menos,
De lo injusto,
De lo anterior y lo posterior,
Del ge'nero anterior,
De lo propio,
De lo venidero,
Relaciones de descubrimientos, dos,
Apuntes (de autenticidad controvertida),
Cartas, que empiezan: “Estratón a Arsínoe, suerte”.
196 Libro v
Ceos. Estraton
I mismo,
. como ya quedoI patente, fue varon
I digno
. “lima-
de mucho [es e 0!
197
cuidadosamente- Doy a Siro Ӄ" ttos se OS de]0.a Calma, para que [05.edm
, ya zberto, cuatro minas y a Menodora; y sz algo
me debe, se lo perdono. Y a Hilara, cinco
minas, una alfombra lanuda, tm cu-
br65‘77”“) dos 6013.7265 y una cama, la que quiera. Dejo libres también a la ma-
dre de Micro, a Noemón, Dión, Teón, Eufra'nor y Hermias. Y
a Agatón, al
cabo de dos años que permanezca, de'jenlo libre, y a ios siiieteros Ofelió
n y P0-
sidonio, al cabo de cuatro años. (74) Y doy también a Demetrio, a Critón y a
Siro una cama a cada ano, y unas mantas de la berenaa, las que le parezcan
bien a Licón. Sea esto, pues, para ellos, que se lucieron cumplia’amente en lo
que a cada cual se le asignara.
En cuanto al entierro, sea que aqui mismo quiera Licón enterrarme, ya
sea en casa, asilo haga: pues confio en que e'l sepa no menos que yo apercibirse
de lo que es decente. Una vez baya llevado a termino todas esas gestiones, que
le pertenezcan de pleno derecho los bienes que aqui dejo. Testigos son Calino
de Hermione, Aristón de Ceos y Eufronio de Peania”.
Así, pues, él que con tanta discreción sabía obrar en lo que atane a la educa-
ción y a todas las ciencias, en no menor medida tambien en su testamento, en Cier-
n
to modo se muestra esmeradísimo y competente administrador: asr que tambie
’
DEMETRIO
a Teofrasto; orador pú-
(75) Demetrio, hijo. de Fanóstrato, de Falero. Oyó
y fue honrado con tresc1entas
blico en Atenas, dirigió la c1u dad durante diez años
sobre-el
sesenta estatuas de bronce, de las cuales la mayoría lo mostraban a caballo,
. badas en menos de trescientos dias: tan grande fue su preStlglo.
“Frío la biga, aca l'tica según dice Demetrio de MagneSIa en los Homónzmos,
In1c10 su carrera po} Átenas huyendo de Alejandro. Con muchas y bellas obras
cuando Harpaio llego : tanto en ingresos como en edificios hizo crecer la ciudad,
SIMO a 1.a las“? flog]: cuna; (76) pues era de la casa de Conón, como dice Favori-
2:12:18 l¡Ïi-imDer Ello de los Rectterdos, percíéonvivoía con una ciudadana noble, La-
mia, su querida, según dice el mlsmo en el 1 ro[primera aunque en til segundo re-
fiere que sufrió también el amor de Cleon. Y “ 1 imo, en lo‘s Convnnales, cuenta
que también fue llamado, P0_1' c1erta.cortesaÁ11a,i 014,m Y EliResplandeCIente”.
Cuentan que, habiendo perdido la VlSta en elanjdrla, la recobro grac1as a Sarapis;
de ahí que le compusiera los peanes que hasta el dla de hoy se Siguen cantando,
Libro V
200
Pero por más lustre que tuviera entre los atenienses, noddejó dle hacerle
sombra también a él la envidia que todo lo corroe. (77) Y es que, e resu tas de las
asechanzas que contra él tramaron algunos, fue condenado ¡a muerte en .rebeldla,
Lo cierto es que no pudieron apoderarse de su persona, smo que vomltaron su
ponzoña sobre el bronce, derribando sus efigles y vendiendo algunas, arrolando al
mar otras; otras más, en fin, fueron destrozadas y convertidas en ortnaJes (que has-
ta eso se cuenta); una sola se salvó en la Acrópolis. Favorino dice, en la Historia va—
ria, que eso lo hicieron los atenienses por orden del rey Demetrio; pero también el
año de su arcontado lo registraron en sus documentos como año de ilegalidad y
desorden, según Favorino.
(78) Dice Hermipo que, tras la muerte de Casandro, temiendo a Antígo-
no, fue a la corte de Tolomeo Soter, y que, pasando allí largo tiempo, aconsejó a
Tolomeo, entre otras cosas, transferir el poder real a los hijos que había tenido de
Eurídice; pero como éste no accedió, sino que traspasó la diadema al hijo que le
había dado Berenice, tras su muerte éste juzgó conveniente ponerlo bajo vigilancia
en el sitio donde estaba, hasta que tomara alguna resolución acerca de él. Desde
entonces pasó sus días sumido en el abatimiento; y como durmiendo, mordido en
la mano por una serpiente, partió de esta vida. Fue enterrado en el distrito de Bu-
siris, cerca de Dióspolis.
(79) También a él le hemos dedicado un epigrama:
De la legislación de Atenas, 1, 2, 3, 4 y 5,
De las constituciones de Atenas, 1 y 2,
Demetrio
201
De la demagogia, 1 y 2,
De politica, 1 y 2,
De las leyes, 1,
De retórica, 1 y 2,
Estratégico, 1 y 2,
(81) De la Ilzada, ly 2,
De la Odisea, 1, 2, 3 y 4,
Tolomeo, 1,
Amatorio, 1,
Fedondas, 1,
Medón, 1,
Cleón, 1,
Sócrates, 1,
Artajery'es, 1,
Home'rico, 1,
Aristides, 1,
Aristómaco, 1,
Protréptico, 1,
Por la constitución, 1,
Del decenio, 1,
De losjonios, 1,
Diplomático, 1,
De la buena fe, 1,
De la gratitud, 1,
De la suerte, 1,
De la magnanimidad, 1,
Del matrimonio, 1,
De la opinión, 1,
De la paz, 1,
De las leyes, 1,
De las costumbres, 1,
De la sazón, 1,
Dionisio, l,
Calcidico, 1,
Acusación de los atenienses, 1,
Sobre Antzfanes, 1,
Prólogo histórico, 1,
Cartas, 1,
La asamblea jurada, 1,
De la vejez, l,
202 Libro V
L0 justo, 1,
Esópz'co, 1,
Dichos, 1.
HERACLIDES
(86)
Herachdes, h110 de Eutifrón, de Heraclea d l P
'
(3,. d _ b l _
d En Atenas se acercó primero a E SpfïuS'Ipo, pero tamble ó conacaudala-
estudivaron
e nonto, los pita-
goncos y a mlra a os escrltos de Platon; mas tarde oyó a Aristóteles como dice
Soc1on en las Suceszones. Vestla ropa exquISIta y era de enorme estatura, por lo
. f ' Í O G
,
cual los atenlenses no lo llamaban Póntico sino Pórnpíco. Era de andar sereno y
grave. Clrculan de el unos escritos bellísimos y excelentes: diálogos, entre los cua-
les los hay éticos:
De la justicia, 3 ,
uno De la decencia,
De la piedad, 1, y
De la bombria, 1,
(87) De la virtud en general, 1, y otro
De la felicidad, 1,
Del poder de gobierno, 1, y
Leyes y asuntos afines, 1,
De los nombres, 1,
Contratos, 1,
Inuoluntario, 1,
Amatorio, y
Clinias, 1;
físicos:
por separado,
De la inteligencza <y> del alma, y,
Del alma,
De la naturaleza, y
De las imagenes,
Contra Demócrito,
De lo que bay en el Cielo, 1,
De lo que bay en el Hades,
De los géneros de vida, 1 Y 2,
Causas de las enfermedades, 1,
Del bien, 1,
Contra Zenón, 1,
Contra Metrón, 1;
204 Libro V
gramaticales:
musicales:
retóricos:
e históricos:
De esos escritos, unos los compuso al modo cómico, corno Del placer y De la
decencia, otros al modo trágico, como De lo que bay en el Hades, De la piedad y Del
poder de gobierno.
(89) Le pertenece también cierta medianía coloquial, propia de filósofos,
estrategos y hombres políticos al conversar entre sí; pero también hay de él escrít0_5
geométricos y dialécticos. Por lo demás, en todos ellos muestra ser estilista hab. 1'
doso y de altos VUCIOS, bien apto para cautivar los ánimos.
205
o.
——A mono viejo no se coge con el laz
ra.
—-Se coge, sí: andando el tiempo, cae
nza”.
Y además: ‘Heraclides no sabe leer, y no le da vergüe
no
Hubo catorce Heraclides: el primero, él mismo; el segundo, un paisa
de Cumas, que
suyo, que compuso danzas guerreras y frivolidades; (94) el tercero,
un
escribió Sobre Persia, en cinco libros; el cuarto, de Cumas, orador que escribió
manual; el quinto, de Calátide o de Alejandría, que escribió la Sucesión, en seis li-
bros, y un Discurso lembe'utz'co, por lo cual fue llamado también Lembo; el sexto,
de Alejandría, que escribió sobre las peculiaridades de los persas; el séptimo, un
dialéctico de Bargilia, que escribió contra Epicuro; el octavo, un médico de la es-
cuela de Hicesio; el noveno, un médico de Tarento, empírico; el décimo, un poeta
que escribió exhortaciones; el undécimo, un escultor de Focea; el duodécimo, poe-
ta epigramático de verso melodioso; el decimotercero, de Magnesia, que escribió
sobre Mitridates; el decimocuarto, autor de un tratado de astronomía.
LIBRO SEXTO
ANTÍST/ENES
Y LOS CINICOS
ANTÍSTENES
embargo, que
(l) Antístenes, hijo de Antístenes, de Atenas. Se decía, sin
lo echaba en cara: “Tam-
no era ciudadano legítimo; por lo que dijo a uno que se
to, por ser hijo de madre tra-
bién la madre de los dioses es frigia”. Pasaba, en efec
lla de Tanagra, diera pie a que Só-
cia; de ahí que, a] haberse distinguido en la bata Y él mismo,
ser hijo de dos atenienses.
crates dijera que alguien tan noble no podía
aba a los ateniense s que se jac tab an de ser hijos de la tierra, decía que
que desdeñ
el de los caracoles y las langostas.
en nada era más noble tal nacimiento que que
ipi o oy ó a Go rgi as , el ora do r; de ahí también la forma retórica
A1 princ
en los diá log os, sob re tod o en la Ver dad y los Protre'ptzcos. (Zl Dice Hermi-
exhibe
as am ble a so lem ne de los Ju egos Istmicos, Vltuperarjy ala-
PO que planeaba, para la SU
a los aten iens es, los teb ano s y los esp artanoS, pero que luego renuncro a
bar esas Ciudades. . ,.
ultitudes que iban llegando de
PÏOPÓSÍtO, Viendo a las m , y de tan to provecho le fue que ammo
a sus
erc ó a Só cra tes
Más tarde se ac
se co nd isc ípu los suy os jun to a So crates. Como VlVla en el.P1reo,
discípulos a hacer tes ; y tom andoYde el lal firmfueza
esta dios par a o ír . a _ Só
_ cra . _
subía cada día los cuarenta l c1nlsm0. que e es er-
el primer m1c1ador de
y emulando su impasibilidad, fue
mplo del gran Heracles y de Ctro, sacan-
ZO CS un bien lo mostraba mediante el eje , . ,, .
do lo uno de los helenos y lo otro de los barbaros .’ o es lo
ado , d1c 1en do: En unc 1ad
Fu e el rim ero qu e de fin ió el enunc1
(3)
u p n Y decía de con _
tinuo: “Pre
l
fiero estadr locon anteA s que
_
q e muestra lo que era o es . n agra ec er _ un 10 '
tar con aque llas muleres que 0 sepa
gozar”. y. “Hay que tra
y le preguntaba que cosas le hac1an falta,
ven del pomo que quería estudiar con él ten-
nu ev o un piz arr ín nu evo y una tabhlla nueva , dando a en
le diio' “Un librito jer habla que desposar, dijo; “Si
der el seso , e de. mu 'bli _ .
i . A1 que le pregiunta b a a q ué clas mal
, tendras un b1e n pu co, 51 con una fea, un
te Casas con una mujer hermosa
I. . n
_ _ ‘
un o .
H
inic ia miste
do una vez en' los en el H ades, ¿110. tonces, (p que'
)
(4o o . S ie nd o
n de muchos b1enes
Que los 1n1c1ados gozara
z
210 Libro VI
ma
Í
'
Libro V1
.-
mismo fue apodado El Simpleperro. Fue el primero que dobl
-‘-"'M‘“"-
ó el capote, se '
dice Diocles, no gastando más prenda que ésta, y que tomó el
“d‘un-Imuw-
bastón y la alforja.
También Neantes afirma que fue el primero en
doblar el manto (Sosícrates, en
cambio, dice en el tercer libro de las Sucesiones que fue
¡“M
Diodoro de Aspendo), de-
jarse crecer la barba y usar el bastón y la alforja.
(14) A él solo entre todos los socráticos
lo alaba Teopompo: cuenta que
era hombre imponente y que por su atin
ado trato sabía ganarse a cualquiera; lo
cual, por lo demás, resulta patente de
sus escritos y del Banquete de Jenofon
Asimismo parece que preludió a la virilísim te.
a secta del Pórtico; de ahí que Ateneo
el epigramático diga de ellos:
De la naturaleza de los
animales,
De la procreación o de
l matrimonio (amator
De los sofistas (fisiognóm io),
ico),
(16) De injusticia y la bombria (protréptico
), primero, segundo y tercero:
Sobre Teognis, <1 , 2, 3,> 4 y 5_
Antisle‘flé’S
213
Tomo tercero:
Tomo cuarto:
Ciro,
Heracles mayor, o De la fuerza.
Tomo quinto:
Ciro, o De la realeza,
Aspasza.
Tomo sexto:
La verdad,
Del conversar (contradictorio),
Satón, o Del contradecir, l, 2 Y 3’
De la conversaa'ón.
T0mo séptimo:
mbres, 1, 2, 3, 4 y 5,
(17) De la educación, o De los no
Del uso de los nombres (61‘ÏStO)»
De la pregunta y la respuesta, 4
De la opinión y el saber, 1, 2, 3 y ,
Del morir,
De la vida y la muerte,
De lo que bay en el Hades,
De la naturaleza de las cosas, 1 ylzs I
Interrogación acerca de la naturaleza, Ii
a eza, ,
Interrogación acerca de la natur
214 Libro VI
Opiniones (erístico),
De la comprensión de los problemas.
Tomo octavo:
De la música,
De los intérpretes,
Sobre Homero,
De la injusticia y la impiedad,
Sobre Calcante,
Del explorador,
Del placer.
Tomo noveno:
De la Odisea,
Atenea, o Sobre Telémaco,
Sobre He'lena y Penelope,
Sobre Proteo,
El Ciclope, o Sobre Odisea,
(18) Del uso del vino, o De la embriaguez, o Del ciclope,
Sobre Circe,
Sobre Anfiarao,
Sobre Odiseo y Penélope,
Acerca del perro.
Tomo décimo:
Heracles y Midas,
Heracies, o De la cordura y la fuerza,
Ciro, o El amado,
Ciro, o Los exploradores,
Menéxeno, o Del mando,
Alcibiades,
Arquelao, o De la realeza.
. . - , ' . l zahler' e
Estos son, pues, los llbros que escrlblo, por cuya multltud Tlmon giógefles‘
,
Hubo además otros tres Antístenes, heraclitano el uno, otro efesio, y cierto
historiador de Rodas. ,
Tras haber tratado, pues, de los sucesores de Arlsnpo y de Fedon, habremos
de pasar ahora a los de Antístenes, los cínicos y los estorcos; y 351 sea.
DIÓGENES
(20) Diógenes, hiio del banquem ,H‘Fesmi] Ï- 5133353333?¿ÏÁÏ
que, estando SU padre a cargo de la banca pUbhÏ yDíió 1:63 afirma que fue Dió-
da, se dio a la fuga; EUbúlideS’ en cambloïílïfl SO re. l gcon su Padre. Y
lo que es
genes mismo quien lo hizo, y que compartlo el (1681:1630 falsificado la moneda. A1-
más, incluso él mismo dice de sí en el Pordaio que abiïldo supervisor, fue rogado
or los en
gunos, cambio, afirman
funcionarios qu?" hdbíïj(13:13:33 ri).:):11]Delos,, en la patria de Apolo,
, encamlnan , , ., le el dios ue altera-
:Teguntó si debía hader lo que se le piïdla; perod collgs lïlttlïód ï; ley de la Crlnoneda, y
se la ley de la CÍUdad: Y no acertando el a enten der a ’destierro; según otros, huyó
al ser descubierto, según algunos fue Condtmaniiéís dicen Que, habiendo recibido
atemorizado Y por deCiSión propia. (21) Ot'IiOS urió en prisión, mientras Que él se
¿El Padre
., la moneda, la falsificó, Y que aguebIITI f lsificar la moneda, sino qUé ha-
, regunta
Eladio l); llego a Deïïsnïáï famosor’que
no nadie,
Sl d? 1aY Que
a asr' recibió a quella res uesta
P
a e acer para s
del oráculo. as se acerCÓ a Antístenes, y aunque éste lo recha-
Habiendollegadq a Meliá con ¡a suya a fuerza de lrloasedlando. Una vez
Zara, por no sufrlr a nadie, se S , le ofreció la cabeza Y C1110: Golpea, que no
clue lo amenazaba alzando el bast0;,_ rme de ti, hasta que no me Parezcas decir
hallarás leño tan duro como para es; í ulo Y como fugit
p ’ ivo que era, se dio a la
algo sensato”. Desde entonces fue su lSC
Vida frugal.
Libro VI
216
(22) Observando a un ratón que corría de arriba abajo -——según dice Teo-
anhelar ninguna
frasto en el Megárz'co—, sin buscar reposo ni temer la oscuridad Hi
Fue el
de las cosas que pasan por deseables, descubrió la salida de su situación.
primero que dobló el manto, según algunos, por la necesidad que tenía también de
dormir sobre el mismo; se puso a llevar una alforja, en la que guardaba los alimen.
tos, y se servía de cualquier lugar para cualquier cosa, almorzando, durmiendo y
conversando. Así decía, señalando el Pórtico de Zeus y el Pompeo, que los ate-
nienses los habían construido para que él los habitara.
(23) En el bastón se apoyaba estando enfermo; luego, sin embargo, lo lle-
vaba por todas partes, no en la ciudad, por cierto, pero sí por los caminos, con el
bastón y la alforja, según refieren Olimpiodoro, el que fue gobernador de Atenas,
el orador Polieucto y Lisanias hijo de Escrión. Habiendo escrito a alguien para que
le procurase una casita, y como éste tardara, tomó por vivienda el tonel que habia
en el santuario de la Diosa Madre, como lo explica también él mismo en sus cartas.
Además, en verano se revolcaba en la arena ardiente, y en invierno abrazaba las es-
tatuas cubiertas de nieve, aprovechando toda ocasión para ejercitarse.
(24) Era diestro en tratar con arrogancia a los demás. A la escuela deÉg;
clides la llamaba “la que bilis Ciglalï y_l_o_s ejercicios de Platón,—desperdicios; los
Juegos Dionisíacos, maravilla de necios, y a los demagogosÏacayos de] popa—adw-
Decía además que, cuando veía en la vida a pilotos, médicos y filósofos, creía al
hombre el más inteligente de los animales; pero que, viendo a los intérpretes de
sueños, a los videntes y a quienes se fiaban de ellos, y a otros henchidos de orgullo
de su renombre y sus riquezas, nada juzgaba más vano que el hombre. Decía de
continuo que en la vida hay que tener lista la razón o bien la soga.
(25) Observando una vez en un opíparo banquete a Platón ateniéndose a
las olivas, dijo: “¿Cómo? ¿Tú, el sabio que se embarcó a Sicilia en pos de estos
manjares, ahora que los tienes delante no los disfrutaSP”. Aquél contestó: “Pero,
por los dioses, Diógenes, también allí me alimentaba mayormente de olivas Y cosas
así”; Y él: “Entonces, ¿para qué te hacía falta viajar a Siracusa? ¿O es que F’Or en-
tonces el Ática no producía olivaSP”. Favorino, en cambio, afirma en la Historia ”4’
rzia que eso lo dijo Aristipo. En otra ocasión, mientras estaba comiendo higos Ba-
sos, se encontró con Platón y le dijo: “Puedes participar”; y como el otro tomoy
comió, dijo: “Participar, dije, no zampártelos”.
. (26) Pisando una vez las alfombras de Platón, que había invitado a “nos
Platón”; y éste res:
amlg‘ïf (1:18 venían de Dionisio, dijo: “Pisoteo la vanagloria de
POHdIS: Ay, Diogenes, ¡cómo se te nota la vanidad cuando aparentas nO “Wan:
:2ï::ï:::“t:=¿23:22:14: en enel
cette! . Otros cpentan que Diógenes decía: “Pisoteo la vanidad de Platón”, y qu?
a qulen
18m0P3508;
Pidió vino y’ a la vez r un OS h'1805 duole eso
aquel el Perr0._
mandó una jarra entera,unY Dióge‘
Dlogenes
Dfógem’s
217
22]
H ”(47) A' los oradores y a {00105163 que perseguían la fama mediante la elo-
.4
-_a-
cuencia, los llamaba “tres veces hombres”, por “tres veces mlserables”. A un rico
inculto lo llamaba “un animal con lana de oro”. Viendo escrito en la casa de un
juerguista: “Se vende”, dijo: “Ya sabía yo que con tanta borrachera acabarías vomi-
tando a tu dueño”. A un jovencito que se quejaba de los muchos que lo molesta-
ban, dijo: “Pues deja tú también de pasear por todos lados las muestras de tu de-
seo”. Ante un baño mugriento, dijo: “Y los que se bañan aquí, ¿dónde se bañanP”.
A un citaredo fornido al que todos denostaban, él sólo lo elogiaba; cuando le pre-
guntaron por que, contestó: “Porque, con lo corpulento que es, se dedica a tocar
la cítara y no a robar por los caminos”.
(48) A un citaredo al que siempre abandonaba el público, lo saludó di-
ciendo: “¡Buenos días, gallol”; y como aquél le preguntara por qué, contestó:
“Porque con tu canto haces que todos se levanten”. Mientras un jovencito estaba
pronunciando un discurso de aparato, se llenó el regazo de altramuces y se puso a
devorarlos delante de él; y como las miradas de la multitud se fijaron en él, se de-
claró sorprendido de que abandonaran a aquél para mirarlo a él. Diciéndole un
hombre muy supersticioso: “De un solo golpe te partiré la cabeza”, replicó: “Y yo
te haré temblar estomudando a la izquierda”. Cuando Hegesias le pidió que le
prestara alguno de sus escritos, dijo: “¡Mira que eres necio, Hegesias! Tratándose
de higos, no los quisieras pintados sobre papel, sino de los de verdad; pero lo que
es el ejercicio, dejas de lado el de verdad y te lanzas sobre el que está escrito en
pape ”.
(49) A uno que le echaba en cara su destierro, respondió: “¡Pero gracias a
eso, so desgraciado, empecé a filosofarl”. Y en otra ocasión, diciéndole alguien:
“Los de Sinope te han condenado a destierro”, replicó: “Y yo a ellos a quedarse”-
Viendo una vez a un vencedor olímpico apacentando un rebaño, dijo: “Qué fáPi'
do, amigo, pasaste de los Juegos Olímpicos a los de Nemea”. Preguntado por qué
los atletas son tan brutos, contestó: “Porque están hechos de carne de cerdo y de
buey”. Una vez pidió limosna a una estatua; preguntado por gue lo hacía, 16599”
dig: “Esmiïando_me en el fracaso”.fiPidiéndole limosna a alguien (cosa que
en un principio hacía por falta de recursos), decía: “Si has dado ya a otro, dame a
mí también; y si no, empieza conmigo”.
(50) Preguntándole un tirano cuál era el mejor bronce para las estan/135:
dijo: “Aquel de que se hacen los Harmodio y los Aristogitón”. Preguntado como
trataba Dionisio a los amigos, respondió: “Como a los sacos de harina: a 105 que
, , vamos
, los abandona”. Como un fe-
estan llenos, los manda colgar, y a los que estan
cién casado había escrito en la pared de su casa:
Dz'ó ene;
g 223
escribió debajo: “A guerra pasada, alianza de armas”. Diga que el amor al dinero
es patria de todos los males. Viendo a un crapuloso comiendo-olivas—en una fonda,
dijo: E‘Si así hubieras desayunado, no estarías cenando así”.
(51) A los hombres de bien los llamaba imágenes de los dioses; el amor,
negocio de ociosos. Preguntado qué hay de miserable en la vida, dijo: “Un anciano
indigente”. Preguntado cuál es el más dañino de los animales, dijo: “De los salva-
jes, el delator; de los domésticos, el adulador”. Viendo una vez a dos centauros pé-
sirnamente pintados, dijo: “¿Y cuál de los dos es QuirónP”. La palabra del adula-
dor — decía— es una soga untada de miel. El vientre lo llamaba la Caribdis de la
vida. Oyendo que había sido apresado el adúltero Dídimo, dijo: “Merece que lo
cuelguen de su nombre”. Preguntado por qué el oro es pálido, dijo: “Porque tiene
muchos perseguidores”. Viendo a una mujer en litera, dijo: “No cuadra tal jaula a
tal bestia”.
(52) Viendo a un esclavo fugitivo sentado junto a un pozo, dijo: “Cuida-
do, joven, no te vayas a caer”. Viendo en los baños a un joven ladrón de ropa, dijo:
“¿Vienes a por ungüento de aromas o por un tiento de ropaSP”. Viendo una vez a
unas mujeres colgadas de un olivo, dijo: “¡Ojalá todos los árboles llevasen tales
frutos! ”. Viendo a un ladrón de vestidos, dijo:
Preguntado si tenía algún sirviente o una criada, dijo que no; y d1c1endole el otaroí
“Y cuando te mueras, ¿quién va a sacarte de la casa y enterrarte? , respondio. E
1! 0 r _
sana, dijo: “¡Mirad a ese carnero aguerrido, cómo una chiquilla cualquiera lo aco—
gota! ”. De las bellas cortesanas decía que eran semejantes al aguamiel envenenada,
Mientras estaba almorzando en la plaza, la gente que estaba a su alrededor no pa-
raba de llamarlo “perro”; y él replicó: “¡Perros vosotros, que me incordiáis mien-
tras estoy comiendo! ”. A dos afeminados que se ocultaban de él, dijo: “ No temáis,
el perro no come verdura”. Preguntado, acerca de un muchacho que se había
prostituido, de dónde era, contestó: “Es burdelés”.
(62) Viendo a un púgil inepto ejerciendo de médico, dijo: “¿Qué es eso?
¿Acaso vas a acabar ahora con los que una vez te vencieron?”. Viendo al hijo de
una cortesana arrojando una piedra a la muchedumbre, dijo: “¡Ojo, no vayas a
darle a tu padre! ”. Al enseñarle un muchacho el cuchillo que había recibido de su
enamorado, dijo: “El cuchillo es hermoso; lo feo es el agarradero por el que lo co-
ges”. Cuando algunos alabaron a uno que le había dado algo, dijo: “¿Y no me ala-
báis a mí, que fui digno de recibirlo?”. Como alguien le reclamaba su capa, dijo:
“Si me la regalaste, es mía; y si me la prestaste, la estoy utilizando”. Como uno que
era hijo putativo le dijo que llevaba oro en su manto, dijo: “Sí, por eso me acuesto
con el manto metido debajo”.
(63) Preguntado qué provecho había sacado de la filosofía, dijo: “Aunque
no sea para nada más, por lo menos me sirve para estar preparado para cualquier
eventualidad”. Preguntado de dónde era, c_ljj_o: “Soyciudadano del mundo”. Como
algunos ofrecían sacrificios alos dioses por tener un hijo, decía: “Pero ¿6% clase de
hombre será, ¿eso no os merece ningún sacrificio?”. Invitado una vez a contribuir
para una comida a escote, dijo al que presidía el convite:
De las cortesanas decía que son las reinas de los reyes, pues les piden lo que les pa-
rezca. Cuando los atenienses votaron honrar a Alejandro con el nombre de Dioni-
so, dijo: “Y a mí hacedme Sarapis”. A uno que le reprochaba que entrase en luga-
res impuros, le contestó: “También el sol entra en los retretes y no se mancha”.
(64) Cuando estaba comiendo en un santuario y de pronto le pusieron de-
lante unos panes que no eran de harina pura, los tomó y los arrojó, diciendo que
en lugar sagrado no debe entrar nada impuro. A uno que le dijo: “Estás filosofan-
do sin saber nada”, replicó: “Aunque sólo esté fingiendo la sabiduría, también eso
es filosofar”. A uno que le presentó a su hijo, diciendo que era un chico muy dota-
do y de excelente carácter, le contestó: “Y entonces, ¿para qué me necesitaP”. De
los que predican la virtud y no la practican, decía que en nada se distinguen de la
cítara, pues tampoco ésta oye ni siente nada. Solía entrar en el teatro cuando“lOS
demás estaban saliendo; cuando le preguntaban por qué lo hacía, contestaba: ES
lo que procuro hacer en mi vida entera”.
Diógffles
227
A uno que lo empujó con una viga y luego dijo: “ ¡Cuidado! ”, lo golpeó con el bas-
tón y dijo: “¡Cuidado!”. A uno que asediaba con súplicas a su querida, dijo: “¿A
qué buscas tener éxito, so desgraciado, allí donde es mejor fracasarP”. A uno que
se estaba perfumando, dijo: “Cuida que el buen olor de tu cabeza no dé mal olor a
tu vida”. Decía que los criados están sometidos a sus amos y los hombres malos a
sus apetitos. , .. a
(67) Preguntado por qué a los esclavos se los llamo andrapoda ( lo que
tiene pies de hombre”), dijo: “Porque tenían pies de hombre, pero el alma la tern-
an como ahora tú que lo preguntas”. Pidió una mina a un manlrrotooippfeguntaál-
dole éste por qué a los demás les pedía un óbolo y a el una mlna: (1110., oque e
108 otros espero volver a recibir otras veces, pero tratandose de t1, esta en a mano
de los dioses si volveré a recibir algo”. Como alguien le reprocharaíjue estuv1era
' -
pldlendo -
llmosna -
mlentras , no pedia,
que Platon ' rephco.
' '- “El tambien pide, solo
que
.
junto al oído la testa, no vayan a orrlo los otros
”
Viendo a un arquero inepto, se sentó junto al blanco d1c1endol: No vaya a ser que
. - “
que se puso a curarle el ojo a una muchacha, le dijo: “Ten cuidado que, al curarle
el ojo a esta doncella, no vaya a malearse la niña”. Diciéndole alguien que sus ami-
gos estaban tramando asechanzas contra él, dijo: “¿Y qué hay que hacer, si habrá
que tratar del mismo modo a amigos y enemigos)”.
(69) Preguntado qué es lo más bello entre los hombres, dijo: “La libertad
de palabra”. Al entrar en una escuela y viendo muchas estatuas de las Musas, pero
pocos alumnos, dijo: “Gracias a las diosas, maestro, tienes muchos alumnos”.
Acostumbraba hacerlo todo en público, lo mismo las obras de Deméter que las de
Afrodita; y de preguntas en respuestas, tramaba razonamientos como éste: Si el al-
morzar no es nada indecente, tampoco es nada indecente hacerlo en la plaza; aho-
ra bien, no es indecente almorzar: por tanto, tampoco es indecente hacerlo en la
plaza. Haciendo de continuo indecencias en público, decía: “¡Ojalá pudiera apla-
car también el hambre frotándome el vientrel”. [Al anunciarse que Filipo iba a
atacar Corinto, y estando todos para las faenas y trajinando, él iba haciendo rodar
su tinaja. Preguntándole algunos: “Y eso, ¿para qué, DiógeneSP”, dijo: “Es que, al
estar todos trabajando, sería absurdo que yo no hiciera nada. Así que voy haciendo
rodar la tinaja, pues no tengo otra cosa que hacer”. Viendo a un joven hermoso
que iba continuamente arriba y abajo y saltando sin ton ni son, dijo:
Se le atribuyen también otros dichos, que sería largo enumerar, ya que son
muchos. q ¿y (NIW‘ \
(70) Doble ecía que es el ejercicio, el del ánimo y el del cuerpo, por el
cual los pensamientos que se forman en el entrenamiento continuo procuran la sol-
tura para las obras de la virtud. Es inútil, sin embargo, el uno sin el otro, ya que el
buen temple y el Vigor están entre las cosas que convienen tanto al alma como al
cuerpo. Y expuso pruebas de lo fácil que es afianzarse en la virtud mediante el en-
trenamiento: y es que veía, en las artes manuales y en las otras, que los que de ellas
entendían alcanzaban, gracias a la práctica, una destreza fuera de lo común; que
los atletas y los flautistas sobresalían unos y otros por la ejercitación constante en
su oficio, y que los mismos, si aplicasen el ejercicio también al ánimo, no se afana-
rían inútilmente ni sólo a medias.
(71) Afirmaba que, a buen seguro, nada en absoluto se alcanza en la vidal
sin ejercicio, y que éste es capaz de vencerlo todo. Siendo forzoso, pues, que quie-
nes en lugar de los esfuerzos inútiles hayan elegido los que son conformes a la Ha'
turaleza vivan felices, a causa de la insensatez son desgraciados. Y, en efecto, el
desprecio del placer mismo es de lo más placentero si adquirido por el ejercicio; Y
así como quienes están acostumbrados a la vida placentera de mala gana la cam-
" ene:
Drag
229
de lo que mandan
las leyes y costumbres, Sa de lo que manda la naturaleza; y decía llevar el
mismo
genero de v1da que Heracles, no prefiriendo nada a la libertad.
(72) Afirmaba que todo les pertenece a los sabios, y lo sostenía, entre pre-
guntas y respuestas, mediante razones tales como las que antes hemos menciona-
do: Todo les pertenece a los dioses; los dioses son amigos de los sabios; los bienes
de los amigos son comunes: por tanto, todo les pertenece a los sabios. Acerca de la
ley decía que sin ella no es posible vivir en sociedad: pues sin la ciudad —dice—
no es de ningún provecho la civilización; ahora bien, la civilización es la ciudad, y
la ley sin la ciudad no es de ningún provecho: por tanto, la ley es civilización. La
nobleza de cuna, la fama y todas las demás cosas por el estilo se las tomaba a burla,
diciendo que eran adornos del vicio; y que 133013- constitución recta es la que hay‘
en el universo. Decía también que las mujeres deben ser comunes, no reconocien-
0 para nada el matrimonio, sino que el enamorador conviva con la enamorada; y
que comunes habían de ser, por tanto, también los hijos. .
(73) Decía que no hay nada indecente en llevarse algo de un santuario m
en comer cualquier animal, y que ni siquiera es impío alimentarse de carne huma-
na, como resulta patente de las costumbres extranjeras; y afirmaba que, segun el
razonamiento recto y evidente, todo está en todo y por todo atravresa: pues en el
pan hay algo de carne y en la verdura algo de pan y algo (16198 demas CUCFPPS en
tOdas las cosas, por cuanto que, a través de ciertos poros invi51bles, unas particulas
Se les entremezclan y se impregnan, según aclara en el Tierras, s1 esflque son suyas
las tragedias y no de Filisco de Egina, su discípulo, o de Pasrfonte, lujo de Luc1ano,
e quien dice Favorino en la Historia varzkz que las escribió despues de sumuerte.
s e 1n-
La múSÏCa, la geometría, la astronomía y demás las dejaba de lado por inutlle
necesarias_
los leones, ya que lo propio de esclavos es temer, y las fieras son temibles para los
hombres.
Verdaderamente asombrosa fue la persuasiva de aquel varón, a tal punto
que fácilmente se ganaba con sus palabras a quien fuese. Así se cuenta, por ejem-
plo, que un tal Onesícrito de Egina mandó a Atenas a uno de sus hijos, Andróste-
nes, quien, tras oír a Diógenes, se quedó allí. El padre mandó a buscarlo a su otro
hijo, el mayor, que era el susodicho Filisco; (76) y del mismo modo también Filisco
que
quedó cautivado. En tercer lugar llegó, en fin, él mismo, y no hizo nada menos
ponerse a filosofar junto a sus hijos: tal era el hechizo que ejercían las palabras de
ay
Diógenes. Lo oyeron también Foción, apodado el Honrado, Estilpón de Mégar
muchos otros hombres políticos.
n
Se dice que murió sobre los noventa años; acerca de su muerte se cuenta
ó de
versiones discrepantes: unos afirman que comiendo un pulpo crudo enferm
Cér-
cólera, y que así murió, otros que por contener la respiración. Entre éstos está
cidas de Megalópolis [o de Creta], quien dice en los Melz'ambos:
Otros dicen que, queriendo repartir un pulpo entre unos perros, recibió un mor-
disco en un tendón del pie y falleció. Sus discípulos, sin embargo, según dice An-
tístenes en las Sucesiones, conjeturaron lo de la contención del aliento. Pues el caso
es que estaba viviendo en el Craneo, el gimnasio que está cerca de Corinto; y como
de costumbre, llegaron los discípulos y lo hallaron envuelto en su manto, y no se fi-
guraron, por cierto, que estuviera durmiendo, pues no era hombre soñoliento ni
dormilón; así que, al alzar la capa, lo hallaron exánime, y supusieron que lo hiciera
queriendo escurrirse de lo que de vida le quedaba.
(78) Se trabó entonces, según se cuenta, una disputa entre los discípulos
acerca de quiénes habían de enterrarlo, y aun llegaron a las manos; pero al presefl'
tarse los padres y los notables de la ciudad, lo enterraron ellos cerca de la puerta
que da al Istmo, y levantaron en su honor una columna, y sobre ésta un perro de
mármol de Paros. Luego también los ciudadanos lo honraron con una estatUIa de
bronce, en la que inscribieron estas palabras:
Dfigenfl
231
Diálogos:
Cefalz'ón,
Ictz'as,
El grajo,
Párdalz's,
El pueblo de Atenas,
República,
Arte moral,
De la riqueza,
Amatorz'o,
Teodoro,
Hz'psz'as,
Arz'starco,
De la muerte.
Cartas.
Siete tragedias:
Hélemz ,
Tz'estes,
Heracles,
232 Libro v1
Aquiles,
Medea,
Crisipo,
Edipo.
De la virtud,
Del bien,
Amatorio,
El mendigo,
Tolmeo,
Pa'rdalo,
Casandra,
Cefalión,
Filisco,
Aristarco,
SzÍsifo,
Ganinzedes,
Dic/90s,
Cartas.
MÓNIMO
(82) Monlmo
f .
de Siracusa,
o
dlsc1pulo
' "
de Dlogenes
' r
y cnado
'
de ciefïoba
O
e-
ban‘
quero de Corinto, según dice Sosícrates. Como a éste muy a menudo lo Vlsna
Dz'ógefles' Mamma. Oneszcrzto
233
ONESÍCRITO
CRATES
(85) Crates, hijo de Ascondas, de Tebas. También él fue uno de los discí-
pulos famosos del Perro. Hipóboto afirma, sin embargo, que no fue discípulo de
Diógenes, sino de Brisón de Aquea. Se le atribuye este divertimento:
(86) Luego está la cuenta tantas veces citada, que es como sigue:
o.
Arrastróme del pie cogido a través del divino aposent
arrastró fue Menedemo de
(91) Diocles, en cambio, dice que quien lo
te hacía favores a As-
retria; pues como éste era un mozo apuesto y supu estamen
' entra, do Asclepíades? ”,
ClePÏades de Fliunte, lo agarró de los muslos y dljo: “ ¿Ha
l hizo el comenta-
por l0 cual montó en cólera Asclepíades y lo arrastro, mientras e
236
Libro VI
rio citado. Zenón de Cicio, en los Dic/903, dice que una vez llegó a coserse una piel
de oveja a su capote, sin inmutarse. Era además feo de cara y blanco de las risas
cuando hacía gimnasia; solía decir, alzando las manos: “¡Ánimo, Crates, que eso
hace bien a los ojos y al resto del cuerpo! (92) A esos que se ríen de ti, pronto los
verás postrados por la enfermedad, celebrando tu dicha y reprochándose a sí mis-
mos su pereza”.
Decía que hay que filosofar hasta el punto de que los generales nos parezcan
ser arrieros de acémilas. Solos están -—decía— los que andan rodeados de adula-
dores, como los corderos cuando están entre lobos: pues ni a éstos ni a aquéllos los
acompañan sus allegados, sino quienes traman asechanzas contra ellos. Cuando
presentía que iba a morir, se consoló cantándose a sí mismo:
Sus discípulos:
MÉTROCLES
(94) Métrocles, hermano de Hiparquia, que primero oyó a Teofrasto el
peripatético, era tan trmldo que, cuando una vez en medio de un ejercicio oratorio
se le escapó un pedo, fue presa de tal desesperación que se encerró en su casa, r6-
suelto a dejarse morir de hambre. Al saberlo Crates, llamado en auxilio, fue a V61“
lo, tras haberse hartado adrede de altramuces, y trat Ó de persuadirlo mediante l’a'
zones de que no había hecho nada vergonzoso: pues maravilla sería que los vientOS
no saliesen por donde la naturaleza les manda; y al final, soltando unos pedos, le
Crates. Métrocles. Hr'parquz'a
237
Decía que unas cosas se compran por dinero, como las casas, y otras a costa
de tiempo y esfuerzo, como la educación. Que la riqueza es dañina si no se usa dig-
namente. Murió anciano, ahogándose.
Discípulos suyos fueron Teómbroto y Cleómenes; de Teómbroto3 Demetrio
de Alejandría, y de Cleómenes, Timarco de Alejandría y Équecles de Efeso, aun-
que Equecles oyó también a Teómbroto, y a él Menedemo, de quien hablaremos; y
también Menipo de Sinope destacó entre ellos.
HIPARQUIA
(96) Cautivada por esos razonamientos quedó también la hermana de Mé-
trocles, Hiparquia. Eran ambos de Maronea, y ella estaba apasionadamente ena-
morada de Crates, de sus palabras y de su vida, sin importarle ninguno de sus pre-
tendientes, ni su propia riqueza, ni su noble nacimiento, ni su hermosurarCrates lo
era todo para ella. Incluso llegó a amenazar a sus padres con matarse Sl no se la
diesen en matrimonio a él. Y Crates, por cierto, llamado en auxilio por .los padres
de ella para que disuadiera a la muchacha, hizo todo lo que pudo, y al final, como
no lograba convencerla, poniéndose de pie y quitándose la ropa. delante de ella, le
dilo: “Éste es tu novio, y sus bienes son éstos, y según esto .dSCIÓC: pues tampoco
será tu compañero si no te avienes a su misma manera de_v1v1r . . ,1
(97) Eligió la moza, y adoptando la mlsma vestlmenta, anduvo justo a;
Por todas partes, se ayuntaba con él en público y lo acompanaba a las comi as. da-
asistió también al banquete de Lisímaco, donde puso a prueba a Teodoroá apo sin
do el Ateo, proponiéndole el siguiente sofisma: lo que pueda hacer "icod 020 ‘ -
- - puede hacerlo sm ser tac ainaustida.
Que lo tachen de injusto, también Hiparqula em
justa; ahora bien, Teodoro, pegándose a sí mismo, no comete ninguna j -
Libro VI
238
MENIPO
(99) Menipo, cínico también él, era fenicio de origen y esclavo, como dice
Acaico en los Morales. Diocles afirma que su amo era del Ponto y se llamaba Ba-
tón. Sin embargo, rogando obstinadamente, por avaricia, consiguió hacerse teba-
no. Lo cierto es que no ofrece nada serio; sus libros rebosan de chanzas, al igual
que los de su contemporáneo Meleagro.
Dice Hermipo que era usurero, de los que prestan a plazo de un día, y que
lo cual
así fue llamado, pues prestaba a interés marítimo y exigía prendas, con
amasó muchísimas riquezas, (100) pero que al final fue víctima de intrigas, perdió
e. Le hemos
todos SUS bienes Y, presa del desespero, puso fin a su vida ahorcándos
dedicado este divertimento:
y otros.
MENEDEMO
vamos la
(103) Éstas eran, pues, las vidas de los cínicos. Acontinuación
eXponer además las doctrinas que les eran comunes, admitiendo “que esa filosofia
es asimismo una escuela y no, como dicen algunos, un genero de Vida. Asr leáipare—
ce bien rechazar la lógica y la física, a la manera de Ariston de Qulo, y de , carse
nes
únicamente a la ética. Y como algunos a Sócrates, así Drocles atribuye a Dioge
el haber dicho: “Hay que indagar
a pasado”.
lo que de bueno y de malo en la casa te hay
240
Libro VI
Repudian también los estudios generales: así, por ejemplo, Antístenes decía
que no habían de estudiar letras quienes hubiesen alcanzado la cordura, para no
descarriarse por causa de asuntos ajenos.
(104) Rechazan asimismo la geometría, la música y todo lo que se les pa-
rezca. Así, por ejemplo, decía Diógenes a uno que le enseñaba un reloj: “Es útil
este chisme para no llegar tarde a almorzar”. Y a uno que hacía alarde ante él de su
talento musical, dijo:
Sostienen que el fin supremo es vivir conforme a la virtud, como dice Antis-
tenes en el Herades, de modo parecido a los estoicos, pues hay cierta afinidad en-
tre las dos escuelas. De ahí que al cinismo lo hayan llamado el camino más corto
para llegar a la virtud; y así vivió también Zenón de Cicio.
(105) Sostienen que hay que vivir frugalmente, bastándose a sí mismos en
el uso de los alimentos y del mero capote, despreciando la riqueza, la fama y la no-
bleza de cuna. Algunos, en efecto, se alimentan de hierbas y, en cualquier caso, de
agua fría, sirviéndose de los refugios que les caigan en suerte, incluso de toneles,
como Diógenes, quien decía que propio de dioses es no tener necesidad de nada,
pero propio de quienes se asemejan a los dioses necesitar poco.
Sostienen además que la virtud se puede enseñar, según dice Antístenes en
el Heracles, y que es imposible de perder; que el sabio es digno de estima, sin falta,
amigo del semejante, y que nada deja al acaso. Las cosas intermedias entre la vir-
tud y el vicio las llaman indiferentes, de igual manera que Aristón de Quío.
Éstos eran, pues, los cínicos; toca pasar a los estoicos, a los que dio princi-
pio Zenón, que fue discípulo de Crates.
LIBRO SÉPTIMO
LOS ESTOICOS
ZENÓN
(1) Zenón hijo de Mnáseas
o d e Déme as, de Cicio de
que había acogido a colonos fenicios. Chipre, ciudad iega
Tenía el cuello torcido hacia un lado, grcomo
dice Timóteo de Atenas en De
las vidas, y Apolonio de Tiro dic
guirucho y de piel morena (de ah e que era flaco, lar-
í que alguien lo llamara el “sarmien
gún dice Crisipo en el primer libro to egipcio”, se-
de los Refranes), de gruesas piernas,
mizo; por lo cual dice Perseo en los flojo y enfer-
Recuerdos convz'vzkzles que excusaba las
más de
3 'n dicen, de los higos verdes
y los baños de sol.
(2) Siguió, según ya quedó dicho, las leccion
es de Crates, y luego se cuen-
ta que oyó también a Estilpón y a Jenócr
ates durante diez años, como dice Timó-
crates en el Dz'ón, y además a Polemón. Cue
ntan Hecatón y Apolonio de Tiro, en
el primer libro Sobre Zenón, que, habiendo él con
sultado al oráculo, preguntando
qué había de hacer para vivir de la mejor manera posi
ble, le respondió el dios que
debía entablar trato con los muertos, lo que él entendió
que era leer los escritos de
los antiguos.
A Crates, por cierto, lo conoció de la siguiente manera: transportando ¡púr-
Pura de Fenicia, naufragó cerca del Pireo, y subiendo a Atenas, cuando tenia ya
treinta años, se sentó en la tienda de un librero; (3) y como este estaba
leyendohel
libro segundo de los Recuerdos de Jenofonte, le halló gusto y pregunto gonge
a-
bia hombres como aquéllos. Y como justo en ese instante estaba llegaál o Crates,
el librero, señalándolo, dijo: “Síguelo a éste”. Desde entonces fue oyen o a ratzs,
Y estaba en lo demás lleno de vigor para la filosofía, aunque un tinto ÏSZÏ: 1:
ante la impudicia cínica. De ahí que Crates, queriendo cuiiaÉo Eïlrilc(1:31! el: co;n0
i0 una olla de puré de lentejas para que la llevara porfle d e: bastbfiazo y hu-
Viera qUe aquél se avergonzaba y la OCUItÓ, l? rompio la CÏ a e di'o Crates
: ¿ic-Qué
Yendo el otro, corriéndole el caldo de lentejas por las P161235, l
estás huyendo, feniciecillo? ¡Sino te ha pasado nada grave. i o or entonc
(4)
es escri-
Durante algún tiem po, pues, oyo
a Cratesé}; CO
bió la República, algunos dijeron en broma que la hay: es. E-it: en la cola del Pe“
"0- Y escribió, además de la República, tambien estos 1 1‘05-
l ¡ibm V] l
244
Arte retórica, y
Soluciones, y
Refutaa'ones, dos libros,
Recuerdos de Crates,
Ética.
Éstos son, pues, sus libros. Al final, sin embargo, desertó y oyó a los susodi-
chos durante velnte anos; y en esas tambien cuentan que dijo: “¡Buen viaje he teni-
do cuando naufrague. ; sr bien otros afirman que eso lo dijo cuando estaba estu-
diando con Crates, (5) y otros mas que supo del naufragio estando en Atenas y
duo: ¡Que bien hace la fortuna empulándome a la filosofía! ”. Algunos, en fin, di-
cen que, tras haber colocado en Atenas su cargamento, así se pasó a la filosofía.
Dando vueltas, al fm3 por el Portlco pintado, llamado también el de Pisia-
nacte, y plntado por las lm‘as de POhE-IÜOÍO, impartía sus lecciones, queriendo
que el lugar estuv1ese poco concurndo; y lo cierto es que, bajo los Treinta, unoS
. ientos ciudadanos habí
mil' cuatroc. , an Sldo . .
' muertos en aquel Slt. ,
Por lo demas, al
punto acudieron <muchos> a orrlo, y por eso fueron llamados estoicos (“los del
1 0 ,9 ' ' ' ' ' o
Portlco.), y 38.1m15m0 quienes 10 SIgUlel'Ol'l, que primero se llamaban zenonianos,
segun dlce Eplcuro en las cartas. Antes, por ClEI‘tO, se llamaba estoicos a los poetas
que pasaban los dias en aquel porttco, según dice Eratóstenes en el libro octavo De
la Comedia antzgua. los cuales también dieron mayor lustre a ese nombre.
(6) Lo cierto es que los atenienses tributaron grandes honores a Zenón, 3
tal punto que le h1c1eron entrega de las llaves de la ciudad y lo honraron con una
zm”
245
Por lo demás me pareció justo transcribir tamblen el decreto que acerca de él V0-
’
DECRETO.
Era, por lo demás, según cuentan, de trato afable y bonachón, como que a
menudo el rey Antlgono, cuando iba de parranda, recalaba en su casa, y <una vez>
fue con él a un festín en casa de Arístocles el citarista, aunque lo cierto es que se
escurrió en segu1da. (14) Rehuía, según dicen, a las muchedumbres, como para
sentarse en un extremo del banco, ahorrándose por lo menos la mitad de la moles-
tia; ni tampoco, por cierto, se paseaba con más de dos o tres acompañantes. A ve-
ces hasta cobraba una moneda de cobre a quienes lo rodeaban, de modo que, te-
miendo que hubiesen de pagar, no incordiaran, según dice Cleantes en Acerca del
cobre. A unos cuantos que se habían parado en derredor de él, les señaló, en la
punta del Pórtico, el maderaje que rodeaba el altar, diciendo: “Esto estuvo una vez
en el medio, pero como estorbaba, lo pusieron aparte; así que también vosotros, si
os quitáis de en medio, nos vais a estorbar menos”.
Como Demócares, el hijo de Laques, lo saludó y le aconsejó decir y escribir-
le a Antígono de qué cosas pudiera tener necesidad, como que éste todo se lo iba a
procurar, tras escucharlo ya no lo trató más. (15) Cuentan también que tras la
muerte de Zenón dijo Antígono: “¡Qué público he perdido! ”. De ahí que, por in-
termedio de su representante Trasón, pidiera para él a los atenienses la sepultura
en el Cerámico. Preguntado por qué lo admiraba, dijo: “Porque con las muchas y
cuantiosas dádivas que de mí recibió, jamás se envaneció ni se le vio rastrero”.
Era, por lo demás, indagador y minucioso en todo; de ahí que Timón, en los
Burlescos, diga así:
mirase cuál de ellos dos era más sinvergüenza. Estando enamorado de Cremóni_
des, que se había sentado junto a él y Cleantes, se levantó; y como se admirara de
ello Cleantes, dijo: “A los buenos médicos he oído dec1r que el mejor remedio con.
tra la fiebre es el reposo”. Cuando entre dos que estaban recostados a su lado en
un banquete, el más próximo le dio con el pie a su vecino, él le dio con la rodilla; y
como aquél se diera vuelta, le dijo: “¿Y qué crees tú que ha de soportar de ti el que
está del lado de tus pies?”. (18) A uno que andaba en amores de mancebos, dijo
que los maestros que siempre tratan con niños no tienen más seso que éstos. Decía
que los <bellos> y pulidos discursos de los casticistas se asemejaban a las monedas
de plata de Alejandro, pues eran vistosos, redondos y de buena ley, mas no por ello
mejores; a los que eran lo contrario los parangonaba a los tetradracmas áticos, tro-
quelados a bulto y groseramente, pero de mucho más peso que las frases cincela-
das. Como su discípulo Aristón discurría muchas cosas sin tino, y aun alo temera-
rio y atolondrado, le dijo. “Tu padre, desde luego, debió de estar borracho cuando
te engendro”. Por eso también lo tildó de gárrulo, con lo parco de palabra que
era él.
(19) Delante de un glotón que nada dejaba a sus comensales, una vez que
se estaba sirviendo un pescado gordo, lo agarró como si fuera a zampárselo <ente-
ro>; y mirándolo el otro, le dijo: “¿Y qué crees tú que soportan tus compañeros
cada día, si tú no puedes soportar mi glotonería <ni una vez>?”. A un jovenzuelo
que le hacía preguntas poco acordes a su edad, lo llevó ante un espejo y le pidió se
mirase; luego le preguntó si le parecía que tales averiguaciones condecían con tal
aspecto. A uno que dijo que Antístenes, por la mayor parte, no era de su agrado, le
preguntó, citándole un dicho de Sófocles, si no le parecía tener también algo de
bueno; y como aquél declaró no saberlo, le dijo: “¿Pero es que no te da vergüenza?
Si Antístenes ha dicho algún disparate, lo rebuscas y te lo aprendes de memoria,
pero si ha dicho algo bueno, no lo retienes ni aunque h ayas tropezado con ello”.
(20) A uno que dijo que le parecían muy breves los dichos de los filósofos,
le respondió: “Dices verdad; lo cierto es que hasta sus s flabas
deben ser breves, si
cabe”. Diciéndole uno acerca de Polemón que anunciaba una cosa y hablaba
de
otra, puso ceño y dijo: ¿Y en cuanto estimabas lo que
se lP”. Decra que el
{c i t o
que
o 1
Co—
el razonamiento del Segador siete formas dialécticas, le pregunto que precio le
braba; al oírle decir que ci en, le dio doscientos: a tal extremo llevaba el afán de
aprender. Cuentan también que fue el primero que uso el nombre de “deber” y
compuso un discurso acerca de ello. Los versos de Hesrodo los traspuso ast:
(26) Pues aquel que es capaz de escuchar bien lo que se dice y de sacarle
provecho, aventaja al que todo lo concibe por sí mismo, ya que a éste le pertenece
sólo el entendimiento, pero al que bien atiende también el hecho.
Se cuenta que, cuando le preguntaron por qué, con lo serio que era, en las
francachelas se portaba con desenfado, dijo: “También los altramuces, que son
amargos, se endulzan cuando están remojados”; y dice también Hecatón, en el li-
bro segundo de los Dic/905, que se desempachaba en semejantes reuniones. Decía
que es mejor tropezar con los pies que con la lengua. Que el bien se alcanza poco a
poco, pero que no es poca cosa (otros dicen que el dicho es de Sócrates).
Era perseverante y frugal en extremo, usando alimentos sin cocer y una capa
ligera, de modo que se decía de él:
(Otros dicen que es de Posidipo). Muy pronto pasó a hacerse proverbial, pues se
dCecra (g mas moderado que Zenon el filósofo”. Pero también lo dice Posidipo en los
z z
anversos:
Zefló” 25 1
Lzbro de todo;
(31) Hemos contado cómo murió Zenón también nosotros en el
los metros, de este modo:
ques
Zenón el de Cicio muriendo, se cuenta, de tantos acha
de la vejez se libró por el ayuno;
otros, que dijo al caerse y dando de manos en tierra:
“ ¡Ya me voy por m1 mismo! ¿A que me llamas? .
.- 1 J?
Pues algunos también afirman que murió de esta manera. Valga, pues, esto
acerca de su muerte.
Dice Demetrio de Magnesia en los Homóm'mos que su padre, Mnáseas, como
mercader que era, había viajado muchas veces a Atenas y le había llevado a Zenón
muchos de los libros socráticos cuando aún era niño; (32) de ahí que ya en su país
había recibido alguna instrucción, y así, al llegar a Atenas, encontró a Crates. Parece
—dice— que también el fin lo había definido él, donde los otros erraban en sus afir—
maciones. Juraba, según cuentan, por la alcaparra, como Sócrates por el perro.
Algunos, sin embargo, entre los cuales están Casio el Escéptico y los suyos,
levantan muchas acusaciones contra Zenón, diciendo, en primer lugar, que al ini-
cio de la República declara inútiles los estudios de cultura general; segundo, que
afirma que son adversarios, enemigos, esclavos y extranjeros los unos para los
otros todos aquellos que no sean hombres de bien, incluso los padres para los hi-
jos, los hermanos para los hermanos y los parientes para los parientes. (33) Luego,
en la República, presenta como amigos, parientes y hombres libres solamente a los
hombres de bien; de modo que, según los estoicos, padres e hijos son enemigos,
puesto que no son sabios. Asimismo enseña en la República, ahí por la línea dos-
cientos, que las mujeres deben ser comunes, y que no han de construirse en las ciu-
dades ni santuarios, ni juzgados ni gimnasios. Acerca de la moneda escribe así:
“No es de creer que la moneda haya de fabricarse ni para el intercambio, ni para
los viajes al extranjero”. También recomienda que hombres y mujeres usen la mis—
ma ropa, y que ninguna parte quede oculta.
(34) Que es de él la República lo dice también Crisipo en Acerca de la R6-
páblz'ca. Sobre las cuestiones amorosas discurría al principio del intitulado Arte
amatorz'a, pero también en las Plátz'cas escribe cosas parecidas. Cosas de esa laya Se
encuentran en CaSIO, pero también en el orador Isidoro de Pérgamo, quien dice
tambien que fue expurgado de sus libros cuanto estaba, según los estoicos, mal di'
cho, por obra del estoico Atenodoro, que era director de la biblioteca dé Pérgamo;
aunque luego esos pasajes fueron restituidos, cuando Atenodoro había sido descu-
bierto y procesado. Esto, pues, sobre los pasos suprimidos de él.
(352 Hubo ocho Zenones: el primero, el de Elea, del que hablaremos; Cl
segundo, el mlsmo; el tercero, de Rodas, que escribió una historia de su tierra, en
Zeaó”
253
De la realeza,
Constitución de Esparta,
De! matrz'mom'o,
De la z'mpz'edaa’,
Tz'estes,
De los amores,
Protré'ptz'cos,
Plátz'cas,
Dic/aos, cuatro libros,
Recuerdos,
Sobre las ‘Leyes’ de Platón, siete libros.
los muchos libros suyos que habíamos hecho constar, y en los cuales hablaba Como
ningún otro estoico lo hizo; y las enseñanzas que ellos tienen en común son éstas
(ateniéndonos a los puntos capitales, como solíamos hacer también al tratar delos
otros):
(39) Dicen que es tripartito el estudio de la filosofia, pues son sus partes la
física, la lógica y la ética. Así lo dividía, por primera vez, Zenón de Cicio en Acerca
del razonamiento, y luego también Crisipo, en el primer libro Acerca de! razona
miento y en el primero de la Física, Apolodoro, Silo, en el primer libro de las Intro-
duccz'ones a las enseñanzas, Éudromo en el Curso elemental de e'z‘z'ca, Diógenes de
Babilonia y Posidonio. Esas partes Apolodoro las llama lugares, Crisipo y Éudro-
mo especies, otros géneros.
(40) Comparan la filosofia a un ser vivo, equiparando a los huesos y ner-
vios la lógica, a las partes más carnosas la ética, y al alma la física; o también a un
huevo: la cáscara es la lógica, la clara la ética y la yema la física; o a un campo fértil,
cuyo cercado es la lógica, el fruto la ética, la tierra y los árboles la física; o también
a una ciudad bien amurallada y administrada conforme a razón. Ninguna parte
está separada de las otras, según dicen algunos de ellos, sino que van mezcladas, y
también la enseñanza la hacen mixta. Otros colocan en primer lugar la lógica, en el
segundo la fisica y en el tercero la ética; entre ellos están Zenón, en Acerca del razo-
namiento, Crisipo, Arquedemo y Éudromo.
(41) Y es que Diógenes de Tolemaide, por su parte, empieza por la ética;
Apolodoro coloca en segundo lugar la ética, mientras que Panecio y Posidonio em-
piezan por la fisica, según dice Fanias, el discípulo de Posidonio, en el primer libro
de las Lecciones posz'donzanas. Cleantes, en cambio, menciona seis partes: dialécti-
ca, retórica, ética, política, física y teología. Otros afirman que éstas no son partes
del estudio, sino de la filosofía misma, como Zenón de Tarso. La parte lógica dicen
algunos que se divide en dos ciencias, en retórica y dialéctica. Hay quienes añaden
el género definitorio, <y> el que trata de las reglas y los criterios; otros suprimen el
definitorio.
(42) La parte que trata de las reglas y los criterios la emplean para encon-
trar la verdad, ya que mediante ella ajustan las diferencias entre las percepciones, e
igualmente la definitoria, para el reconocimiento de la verdad, puesto que los lïe'
chos se aprehenden a través de las nociones. Que la retórica es la ciencia delibren
hablar en discurso seguido, y la dialéctica la del recto disputar en el razonamlfïf1to
por pregunta y respuesta; de ahí que también la definan como ciencia de lo verda-
dero, delo falso y de lo que no es ni lo uno ni lo otro.
También la retórica misma dicen que es tripartita, pues son sus partes la de—
liberativa, la forense y la encomiástica. (43) Luego está la división de la miS'ma en
invención, elocución, disposición y actuación. El discurso oratorio se divrde en
exordio, exposición, refutación de la parte contraria y epílogo.
Filosofia estoz'ca: Lógica 255
256
o, Sagaz
y o tro m od o de q u e el sabio se muestre agud
o ha pertenece el recto discurrir y
tar las percepciones. N razonamIe ' ntos,' p ues a él
en loels di
y, en suma, di'lestro
mbién
utar sobre lo qu
e se le prOPOHga Y responder a lo
sp - ente propias del varon experto en
razonar, y a e ta sas son justam
eg un te, las cu al es co
que se le pr
dialéctica. tas las op1n10nes que ellos sostienen, en
“t,
gi ca vi en en a se r es
Así, pues, en ló
mbién las tra temos parte por parte, veamos aho-
Fly-xt...
tos cap itales; y pa ra qu e ta
los pun al-
n lo que ata ñe a su ma nu al in trod uctorio; y eso lo hace constar textu
ra tambié os, diciendpaw ALE. 0V
S
e mente Diocles de Magnesia en el Brew'arz'o
de los filósof . . 1L
el estudio ela perce Clon L
“Decidido está por los estoicos anteponer
‘ “o
(49)
>53 y de la sensación, por cuanto el criterio
por el cual la verda e los hechos se co-
si
nto el estudlo del asennmtento, de a
noce es, en general, la percepción, y por cua
x»
kr“ \ aprehensión de la inte 10n, que prece de a los otros, no se sostiene sin la
Ïleccr“
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e el pensamlento enuncmn-
“¿S cepción. Primero está, pues, la percepción; luego Vien
je lo g ueE recibe de la—percepción’í\ S, . Lv MQ"
l 6‘”
“DN vo, que da a conocer mediante lel lengua I 1
m acron, ya que laH1mag1nac10n es una t‘“
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re la percepción de la imag
I
t) ik;
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St KV ., s, mientras que la
f1gurac1on del pensamiento, como la que se pro uce en los sueno
. .
¡V1
CV“// percepción es una impronta en e l alma, esto es, una alteración, como supon
e Crisi-
“y“ po en el libro segundo Acerca del alma. Pues no hay que tomar la impronta al
modo de la marca del sello, puesto que es inadmisible que se produzcan muchas
Si
ay roses
F170¡afl‘kz estoz'ca: Lógica 257
COHCCbIdaS’ ¡unas se conciben por experiencia, otras por semejanza, por analogía,
<por traslac1on,? por combinación o por contrariedad.
(¡Ü- . (53) ASI, por experiencia se conciben las cosas sensibles; por semejanza, a
mi? partlr de algo presente, como Sócrates a partir de la efigie; por analogía, de modo
aumentatlvo, como Ticio o el Cíclope, o diminutivo, como el pigmeo; también el
centro de la Tierra se concibe por analogía con las esferas más pequeñas. Y por
traslación, como los ojos en el pecho; por combinación se concibe el centauro, y
or contrariedad, la muerte. Concíbense también algunas cosas por transición,
como D. el lugar.,De modo natural se concibe lo justo y lo bueno; y por
privación, como el manco. Esta es más o menos la doctrina que enseñan acerca de
la percepción, la sensación y la intelección. __.___\l í tqm S
(54) Criterio de la verdad dicen que es la percepción aprehensiva, esto es,
la que proviene de un objeto real, según dicen Crisipo, en el libro segundo de la
Física, Antípatro y Apolodoro. Lo cierto es que Boeto admite varios criterios: la in-
teligencia, la sensación, la ®y la ciencia; pero Crisipo, discrepando de sí
mismo, en el primer libro Acerca del razonamiento dice que criterios son la sensa-
ción y la antecepción; y antecepción es el conocimiento natural de los universales.
Algunos otros de entre los estoicos antiguos admiten como criterio el recto razona-
miento, como dice Posidonio en Acerca del criterio.
(55) La teoría dialéctica concuerdan los más en comenzarla por el lugar
de la voz. La voz es aire percutido, o lo sensible propio del oído, como dice
Diógenes de Babilonia en el Manual acerca de la voz. La voz del animal es aire
percutido por impulso, la del hombre, articulada y emitida por el pensamiento,
como dice Diógenes, y alcanza la madurez desde los catorce años. También es
cuerpo la voz, según los estoicos, como dicen Arquedemo en Acerca de la voz,
Diógenes, Antípatro y Crisipo en el libro segundo de la Física. (56) Pues todo
lo que actúa es cuerpo; y actúa la voz, al proceder de quienes la emiten a quie-
nes la escuchan. X38 05
La dicción es, según los stoicos, como dice Diógenes, la voz articulada en
letras, como “día”. La ació es una voz significativa emitida por. el pensamiento,
<como “Es de día”>. Dialecto es la dicción de cuño peculiar, nac10nal o helénlco,
o la dicción de cierta región, esto es, tal o tal otra según el dialecto, como en ático
tbá'latta o en jónico bemé're.
Los elementos de la dicción son las veinticuatro letras. De tres maneras se
dice la letra: <el valor del elemento>, el signo escrito del elemento y el nombre,
como “alfa”. (57) Entre los elementos, las vocales son siete: a, e, ee, 2', 0,.a, 00; 121.8
mudas seis: b, g, al, k, p, t. Distínguese voz y dicción, porque voz es tamblen el rul-
do, dicción, en cambio, solamente lo articulado. Ademas la drcc10n se distingue de
la oración, porque la oración es siempre significatrva, mientras que la dlccron lgue-
tam ren
de también carecer de sentido, como blz’tyrz', pero la orac10n jamas. D1f1ere
25 8 Libro V11
el decir del proferir, pues se profieren las voces, pero se dicen las frases, las Cuales,
por ende, resultan ser también degiblg. . .,
Las partes de la oración son cinco, como dicen Dlogenes en Acerca de la voz
y Crisipo: el nombre, la denominación, el verbo, la conjunción y el artículo; Antí-
patro añade también el adverbio, en De ia dicción y de io que se dice.
(58) La denominación es, según Diógenes, la parte de la oración que sig-
nifica una cualidad común, como “hombre” o “caballo”; el nombre es la parte de
la oración que declara una cualidad propia, como “Diógenes” o “Sócrates”; el ver-
bo es la parte de la oración que significa un predicado simple, según Diógenes, o,
según algunos, un elemento indeclinable de la oración que significa algo construi-
ble acerca de uno o de algunos, como “escribo” o “digo”. La conjunción es la par-
te indeclinable de la oración que vincula entre sí las partes de la oración; el artículo
es una parte declinable de la oración que define los géneros de los nombres y los
números, como “el”, “la”, “lo”, “los”, “las”.
(59) Las virtudes de la oración son cinco: la casticidad, la claridad, la con-
cisión, la conveniencia y la elaboración. Casticidad es la expresión correcta en el
uso elaborado y no vulgar; claridad es la dicción que presenta lo concebido de
modo comprensible; concisión es la dicción que se ciñe a cuanto es preciso para la
aclaración del hecho; conveniencia es la dicción propia para el hecho; la elabora-
ción, la dicción que rehuye la vulgaridad. El barbarismo es, entre los vicios, la dic-
ción que se aparta del uso de los helenos asentados en su tierra; el solecismo es una
oración construida de modo incongruente. ,
(60) Poesía es, como dice Posidonio en la Introducción a la dicción, una dic-
ción métrica o rítmica que por su elaboración se aparta de lo prosaico; rítmico es:
Poema es una poesía significativa que contiene una imitación de asuntos di-
vinos o humanos.
Definición es, como dice Antípatro en el primer libro De las definiciones,
una oración expresada con justeza y por análisis, o, según Crisipo en De las defini-
ciones, la explicación <de lo propio>. Un bosquejo es una oración que introduce
someramente a los hechos, o una definición más simple que expone el sentido de
la definición. El género es el conjunto de varias nociones inseparables, como “vi-
viente”, pues éste comprende a los vivientes particulares.
(61) Una noción es una imaginación del pensamiento, que no es algo ni CS
cualidad, y, sin embargo, es como si fuese algo y cualidad, como cuando se produ-
ce la figuración de un caballo, no estando presente ninguno.
Especie es lo comprendido bajo un género, como bajo el viviente está com-
prendido el hombre.
Filosofia estoz'ca: Lógica 259
(OI)
(68) Hay también cierta frase dubitativa, diferente del juicio, tal que, si al-
guien la dice, estará dudando:
Entre los 1u1c105, unos son simples, otros no simples, como dicen
Crisipo, Ar-
quedemo, AtenodOto, Antípatro, Crinis y sus seguidores. Simples son los que <no>
constan de un juicio repetido o de varios juicios, como “Es de día”; no simples son
los que constan de un juicio repetido o de varios juicios: (69) de un juicio repetido,
como: “Si. es de día, <es de día>”, o de varios juicios, como: “Si es de día, hay luz”.
Entre los ju1c1os SImples están el negativo, el denegativo, el privativo, el categórico, el
categoréuttco y el indefinido; entre los no simples, el condicional, el paracondicional,
el conjuntivo, el disyuntivo, el causal, el que declara el más y el que declara el menos.
Un juicio negativo es, por ejemplo: “No es de día”. Una especie de éste es el
supranegativo: un supranegativo es la negación de una negación, como: “No es
que <no> sea de día”; lo que pone que es de día.
(70) Denegativo es el formado por una partícula denegativa y un predica-
do, como “Nadie está paseando”.
Ptivativo es el formado por una partícula privativa y un juicio potencial,
como “Este es inhumano”.
Categórico es el formado por un caso recto y un predicado, como “Dión
está paseando”; categoréutico es el formado por un caso recto mostrativo y un pre-
dicado, como “Éste está paseando”.
Indefinido es el formado por una partícula indefinida o varias <y un predi-
cado>, como “Alguien está paseando” [o “Aquel se mueve”].
(71) Entre los juicios no simples, el condicional es —como dicen Crisipo
en las Definiciones dialéctica; y Diógenes en el Arte dzkz/éctz'ca— el que está forma-
do mediante la conjunción conectiva “si”. Esa conjunción anuncia que lo segundo
se sigue de lo primero, como: “ Si es de día, hay luz”.
Paracondicional es, como dice Crinis en el Arte dzcléctz'ca, el juicio unido
mediante la conjunción “ya que”, empezando por un juicio y concluyendo en un
juicio, como: “Ya que es de día, hay luz”. La conjunción anuncia que lo segundo se
sigue de lo primero, y que lo primero es el caso.
(72) Conjuntivo es el juicio conjuntado por algunas conjunciones conjun-
tivas, como: “Es de día, y hay luz”.
Disyuntivo es el disyuntado por la conjunción disyuntiva “o bien”, como:
“O bien es de día, o bien es de noche”. Esta conjunción anuncia que uno de los
dos juicios es falso.
Causal es el juicio formado mediante <la conjunción> “porque”, como:
“Porque es de día, hay luz”; pues lo primero es como la causa de lo. segundo.
El juicio que declara el “más” es el formado mediante la conjunclon declara-
dora del “más” y el <“que”> colocado entre los juicios, como: “Es mas de dia que
es de noche”. . ,
(73) El juicio que declara el “menos” es el contrario del anterior, como:
uES menos de noche que es de día”.
Libro VII
262
Se introdujo el razonam
d iento
_ lpor modo, en las construcciones más largas de razo-
namlen
' tos1’ _P ara _no ec1r YM
a a premls
' a menor, cuando .,
es larga, y la conclus1on,
sa conc u1r suc1ntamente: Y lo primero; por tanto, lo segu
ndo”.
Entre los razonamientos, unos son no concluyentes, otros concluyentes.
No concluyentes son aquellos en los que la contradictoria de la conclusión no
está reñida con la conjunción de las premisas, como los del tipo: “Si es de día,
hay luz; y es de día: por tanto, Dión está paseando”. (78) Entre los razonamien-
tos concluyentes, unos se llaman, con el mismo nombre que el género, conclu-
yentes, los otros silogísticos. Así son silogísticos los que o bien son indemostra-
bles, o bien pueden reducirse a los indemostrables mediante una de las reglas
de deducción o varias, como los del tipo: “Si Dión está paseando, <Dión se
mueve; ahora bien, Dión está paseando>; por tanto, Dión se mueve”. Conclu-
yentes, en sentido específico, son los que concluyen de modo no silogístico,
como los del tipo: “Es falso que sea de día y que sea de noche; y es de día: por
tanto, no es de noche”. Asilogísticos son los que están insinuantemente próxi-
mos a los silogísticos, pero no concluyen, como: “Si Dión es un caballo, Dión es
un ser Vivo; ahora bien, no es cierto que Dión sea un caballo: por tanto, Dión
no es un ser Vivo”.
(79) Además, entre los razonamientos unos son verdaderos y otros falsos.
Así son verdaderos los razonamientos que concluyen a partir de lo verdadero,
como: “Si la virtud aprovecha, el vicio daña; <ahora bien, es cierto que la Virtud
aprovecha: por tanto, el Vicio daña>”. Falsos son los que tienen una premisa falsa
o que no son concluyentes, como: “Si es de día, hay luz; y es de día: por tanto,
Dión está vivo”. Además, hay también razonamientos posibles e imposibles, y ne-
cesarios y no necesarios.
También hay algunos indemostrables, por no requerir demostración alguna,
diversos según los autores; para Crisipo son cinco, mediante los cuales se traba
todo razonamiento; éstos están supuestos en los concluyentes, los silogismos y los
esquemáticos.
(80) El primer indemostrable es aquel en que el entero razonamiento se
construye de un condicional y del antecedente por el que empieza el condicronal, y
del cual concluye el consecuente, como: “Si lo primero, entonces lo segundo; aho-
ra bien, es cierto lo primero: por tanto, lo segundo”.
. . -
El segundo indemostrable es el que, mediante un condicional y el contradlc-
torio del consecuente, tiene por conclusión el contradictorlo del antecedente,
como; “Si es de día, hay luz; ahora bien, no hay luz: por tanto, no es de dia“: Pues
la premisa menor resulta del contradictorio del consecuente, y la conclus1on del
cOntradictorio del antecedente.
El tercer indemostrable es el que, a partir de una conjunción negada y uno
de los miembros de la conjunción, concluye el contradictorio del miembro restan-
Libro VII
264
.
muerto: por tanto, Platón no está vivo”. drsyunc10n y uno
(81) El cuarto indemostrable es el que, a partir de una
n el contradictorio del miem-
de los miembros de la disyunción, tiene por conclusió
bien, es cierto lo
bro restante, como: “O bien lo primero, o bien lo segundo; ahora
primero: por tanto, no lo segundo”.
ru-
El quinto indemostrable es aquel en que el entero razonamiento se const
ción,
ye de una disyunción y el contradictorio de uno de los miembros de la disyun
de noche; y
y que concluye el miembro restante, como: “O bien es de día o bien es
no es de noche: por tanto, es de día”.
De lo verdadero se sigue lo verdadero, según los estoicos, como de “Es de
día” se sigue “Hay luz”, y de lo falso lo falso, como de “Es de noche”, siendo falso,
si-
se sigue “Está oscuro”; y de lo falso lo verdadero, como de “La Tierra vuela” se
de
gue “La Tierra existe”. De lo verdadero, sin embargo, no se sigue lo falso: pues
“ La Tierra existe” no se sigue “La Tierra vuela”.
(82) También hay ciertos razonamientos aporéticos, como el Velado, el
El
Oculto, el Sorites, el Cornudo y el Nadie. El Velado es algo como esto: <........ .
Sorites :> No es cierto que dos sean pocos y que no lo sean también tres; ni
tampoco que lo sean éstos y no también cuatro; y así hasta diez; y dos son pocos:
por tanto, también lo son diez. <........ > El Nadie es un razonamiento condicional
formado por una parte indefinida y otra definida, y que tiene una premisa menor y
una conclusión, como: “Si alguien está aquí, éste no está en Rodas; <ahora bien, al-
guien está aquí: por tanto, no es cierto que alguien esté en Rodas>”.
(83) De tal guisa se presentan, pues, en lógica los estoicos, para asegurar
con toda firmeza que el sabio es siempre dialéctico, ya que todos los hechos se con-
templan mediante la teoría de los razonamientos, lo mismo si atañen a la física que si
a la ética. Pues en cuanto a la lógica, ¿a qué hablar de la rectitud de los nombres, si
no se supiera decir de qué manera las leyes los han dejado asignados a los hechos? Y
siendo dos las costumbres que caen bajo la virtud, una examina qué es cada una de
las cosas que hay, la otra cómo se llama. Tal es, pues, para ellos la lógica.
1': a”: 7':
(84) La parte ética de la filosofía la dividen en el lugar que trata de los im-
pulsos, el de los bienes y los males, y el de las pasiones, las Virtudes, el fin y el Pri'
mer valor, las acciones, los deberes, las exhortaciones y las disuasiones. Así subdi'
viden Crisipo, Arquedemo, Zenón de Tarso, Apolodoro, Diógenes, Antípatro’
POSIdonlo y sus seguidores; pues Zenón de Cicio y Cleantes, como eran más anti'
guos, dlstlnguían los hechos de manera más sencilla, aunque ellos en cambio, dÍVÏ'
d1eron en partes tanto la lógica como la física. ’
Fz‘losofz’a estoíca: Ética 265
(98) Además, entre los bienes del alma, unos son hábitos, otros disposi-
ciones, otros ni hábitos ni disposiciones. Disposiciones son las virtudes, hábitos las
costumbres, ni hábitos ni disposiciones las obras. En general, entre los bienes Son
mixtos los buenos hijos y la buena vejez; un bien simple, en cambio, es la ciencia; y
bienes que siempre están presentes, las virtudes, y otros que no siempre lo están,
como la alegría o los paseos.
Todo bien es conveniente, necesario, rentable, gozoso, de buen uso, bello,
provechoso, deseable y justo: (99) conveniente porque viene con ello lo que nos es
de provecho cuando viene; necesario porque nos necesita a lo que es debido; ren-
table porque rinde lo que en él se haya gastado, de tal modo que el beneficio que
resulta del negocio sobrepasa en provecho a los gastos; gozoso porque procura el
goce de lo provechoso; de buen uso porque hace que el uso sea digno de alabanza;
bello porque guarda la justa proporción con su disfrute; provechoso porque es de
tal condición que nos aprovecha; deseable porque es tal que puede razonablemen-
te desearse, y justo porque es acorde a la ley y creador de comunidad.
(100) Y dicen que el Bien perfecto es bello porque abarca todos los nú-
meros a los que la naturaleza aspira, o lo perfectamente proporcionado. Las espe-
cies de lo bello son cuatro: lo justo, lo valeroso, lo morigerado y lo científico; pues
en éstos se cumplen las bellas obras. Por analogía, también las especies de lo feo
son cuatro: lo injusto, lo cobarde, lo desordenado y lo insensato.
Llámase lo bello, en un solo sentido, lo que hace loables a quienes lo pose-
an, <o> el bien digno de elogio; de otro modo, lo que está bien dotado para la la-
bor que le es propia; de otro, en fin, lo que es honra y ornato, cuando decimos que
sólo el sabio es bello y hombre de bien.
(101) Afirman que sólo lo bello es bueno, según dicen Hecatón en el libro
tercero De los bienes y Crisipo en Acerca de lo bello, y que eso es la virtud y lo que
participa de la virtud; o, lo que es lo mismo, que todo bien es bello y que el bien
equivale a lo bello, que es lo mismo. Pues porque es bueno, es bello; y es bello: por
tanto, es bueno. Y <les> parece <a ellos> que todos los bienes son iguales, y que
todo bien es deseable en grado sumo, y que no admite ni mengua ni acrecenta-
miento.
Entre las cosas que hay, dicen que unas son buenas, otras malas, y otras ni 10
uno ni lo otro. (102) Así son buenas las virtudes -—la sensatez, la justicia, la valen-
tía, la decencia y demás—, y malos sus contrarios: la insensatez, la injusticia y de—
más. Ni lo uno ni lo otro es cuanto ni aprovecha ni daña, como la vida, la salud, el
placer, la belleza, la fuerza, la riqueza, la fama y el buen nacimiento, y lo que es
contrario a éstos: la muerte, la enfermedad, el sufrimiento, la fealdad, la debilidad,
la pobreza, la mala reputación, el bajo nacimiento y semejantes, según dicen HCCQ'
tón en el libro séptimo Acerca delfi'n, Apolodoro en la Ética y Crisipo. Pues estas
cosas no son bienes, sino indiferentes, de la especie de los preferibles.
Filosofia estoz'ca: Ética
269
(.103) Pues 381 como ¿:3 propio de lo caliente el calentar y no el enfriar, así
es pl'OPÏO de 10 P116510 el rendir provecho y no el dañar; pero la riquez a y la salud
110 ocasmnan'mas provecho Clue daño: por tanto, no son bienes ni la riqueza ni la
SÉIUd' Ademas afirman que aquello de lo que cabe hacer buen y mal uso no es un
blel}; Y (1€ la rlqueza Y la salud cabe hacer buen y mal uso; por tanto, no son bienes
la riqueza y la Sfillld. POSIdOIllO, SlI'l embargo, afirma que también éstas son bienes,
Y que tampoco el placer es un bien lo dicen Hecatón en el libro noveno De los bz'e-
nes y Cnsipo en Acerca del placer, puesto que hay también placeres indecentes, y
que nada indecente puede ser un bien. (104) Ser de provecho es actuar o compor-
tarse conforme a la virtud, dañar es actuar y comportarse conforme al vicio.
De dos maneras se dicen los indiferentes: por un lado, las cosas que no con-
tribuyen ni a la felicidad ni a la infelicidad, como la riqueza, la fama, la salud, la
fuerza y semejantes, ya que cabe también sin ellas ser felices, siendo el modo de
usarlas lo que tengan de felices o infelices. De otra manera, se llaman indiferentes
las cosas que no provocan ni el impulso ni la repulsión, como es el tener un núme-
ro par de pelos en la cabeza o uno impar, o extender el dedo o doblarlo; lo que de
los primeros indiferentes, en cambio, no puede decirse, ya que éstos provocan el
impulso o la repulsión, (105) por lo cual algunos de ellos se eligen y <otros se re-
chazan>, mientras que los otros se prestan lo mismo a la elección que al rechazo.
Entre los indiferentes, a unos los llaman preferibles, otros desdeñables: pre-
feribles los que tienen valor, desdeñables los que no lo tienen. Y llaman valor, por
un lado, cierta ayuda a la vida armoniosa, que todo bien trae consigo; por otro,
cierta potencia media o utilidad que ayuda a la vida conforme a la naturaleza, es
decir, la que aportan a la vida conforme a naturaleza la riqueza y la salud; y, en fin,
es valor el cambio de lo examinado, el que fijaría el experto en esos tratos, cuando
se dice, por ejemplo, que el trigo se cambia por cebadaa razón de uno. por uno y
medio. ,
(106) Así que son preferibles, en suma, las cosas que tlenen valor, como
son, entre las del alma, el talento, el arte, el progreso y semejantes; entre las COI‘PO-
rales, la vida, la salud, el vigor, el bienestar, la integrldad fisica, la belleza y seme-
jantes; entre las externas, la riqueza, la fama, el buen nac1ml€ïlt0 Y semejantes. Dís-
deñables son, entre las del alma, la inepciaïla mhabllidad Y semelanitlesfmrlea fas
la mut sicllpn, e-
corporales, la muerte, la enfermedad, la debilldad, el malestar,
tlacmn, e a3): 11112510
aldad y semejantes; entre las externas, la pobreza, la mala repu
se desdenan as que no s
miento y semejantes; en cambio, ni se prefieren n1
. . _
uno ni lo otro.
s, unos se prefieren por sr mismos,
(107) Además, entre los_ preferlble, . , í se refie- a
por Sl mlsmos y por otras cosas 1:5 ia riquez
otros por otras cosas, y otros, en fm,
ren por sí mismos el talento, el progreso Y semejantes; por otras (losfluerza la sen:
el buen nacimiento y semejantes; por Sí mismos y por otras cosas, a i
Libro VU
270
lida d, la'in teg rida d físic a: por sí mis mos , porque son conjormes a naturaleza;
sibi
s cos as, por que pro cur an no poc as ven tajas. De mo o semejante sucede
por otra _ _ . .,
.
también con los desdeñables, en razón mversa. ho, tlene justificacmn
Luego dicen que el deber es aquello que, una vez hec b1en a las
vida, lo cual se extlencle tam
razonable, como lo que es consecuente en la El. deber
plantas y los animales, puestambién en ellos se observan deberes. (10.8)
por Zenon, con desrgnacron to-
(tó katbékon) fue denominado así por primera vez
a' tinas bé/Éez'fl); y es ello la acción
mada del hecho de que a algunos concierne (kat
za.
apropiada a las disposiciones conformes a naturale
eberes, otras con-
Pues entre cuantas cosas se obran por impulso, unas sond
son deberes cuantas
trarias al deber, <otras ni deberes ni contrarias al deber>. Así
hermanos, a la
la razón nos convenza de hacer, como son honrar a los padres, alos
las que la razón de-
patria, o compartir la suerte de los amigos; contrarias al deber
idar a
saprueba, que es el caso de cosas tales como abandonar a los padres, descu
antes;
los hermanos, no compadecerse de los amigos, despreciar a la patria y semej
(109) ni deberes ni contrarias al deber cuantas la razón ni nos convence de hacer
ni lo prohíbe, como levantar una brizna de paja, coger un lápiz o un cepillo y cosas
semejantes a éstas.
Además, unos son deberes independientes de las circunstancias, otros cir-
cunstanciales. Independientes de las circunstancias son éstos: cuidar la salud y los
órganos de la sensación y semejantes; según las circunstancias, en cambio, lisiarse
uno mismo o derrochar la hacienda. Lo mismo vale, por analogía, para las cosas
contrarias al deber.
Luego, entre los deberes unos son debidos siempre, otros no siempre: siem—
pre es debido el vivir conforme a la virtud, no siempre el preguntar y responder, el
pasear y semejantes; el mismo razonamiento se aplica también a lo que es contrario
al deber. (110) Hay también en lo intermedio cierto deber, como el de obedecer
los niños a los preceptores.
Dicen que el alma es de ocho partes; pues son partes suyas los cinco órganos
de la sensacrón, el órgano vocal, el del pensamiento -—que es el pensamiento mis-
mo— y el de la generación. .
De las falsedades sobreviene el descarrío del pensamiento, del que brotan
muchas pasrones y causas de desorden. Y es la pasión misma, según Zenón, un
garrafa-¿23:43:22:2:ïnpszíïalgg. en el ï‘"
giovrmlento del alma, 1rrazonable y contrario a la naturaleza, o bien un impulso
generos: la afl.lC.C1.On’
el miedo, _ , y el P lac e r- (lll
, _ el deseo . l COHSIderan ellos Cuatro
P 0’185, ayque las pa510nes son micros,
e quedlïïlpmlp
Segun o en De las Www“: Y es Que el amor al dinero es la supñn
e mero es cosa buena, y de modo semejante la embriaguez, el desenfreno
ydemás.
warm
1:¡[0soft?! estoz'ca: Ética 271
cuer_
bo es la creencia en algo que parece sumamente deseable; y así como para el
po se dice que hay ciertas enfermedades fáciles de contraer, como los catarros o las
diarreas, así también para el alma hay pendientes por las que es fácrl caer, como la
envidia, la dureza, las discordias y semejantes.
Por otra parte, dicen que hay también tres afectos buenos: la alegría, la cau-
tela y la voluntad. (116) La alegría dicen que es opuesta al placer, siendo una exal-
tación razonable, y la cautela al miedo, siendo una evitación razonable, puesto que
el sabio no será en modo alguno miedoso, sino precavido. El deseo dicen que es
opuesto a la voluntad, siendo ésta una apetencia razonable. Por tanto, así como
bajo las pasiones primeras caen otras, del mismo modo también bajo los primeros
buenos afectos: bajo la voluntad, la benevolencia, la bondad, el afecto y el aprecio;
bajo la cautela, el pudor y la pureza; bajo la alegría, el gozo, el buen humor y el
buen ánimo.
(117) Dicen además que el sabio es impasible, por estar inmune (aunque
hay también otro impasible, el malvado, así llamado como equivalente de duro e
inmisericorde), y que el sabio es libre de vanidad, pues tiene por igual lo célebre y
lo ignorado (aunque hay también otro sin vanidad, clasificable de vulgar, que es el
malvado); y dicen que todos los hombres de bien son austeros, por no entregarse
ni ellos mismos al placer ni recibir de otros cuanto al placer sea propicio; aunque
hay también otro austero, así llamado de modo semejante al vino austero, que se
toma como remedio y no para bebienda.
(118) Que los hombres de bien son rectos, atentos a disponer del mejor
modo posible cuanto a ellos atañe, teniendo cuidado de ocultar las fallas y hacer re-
lucir lo que tengan de bueno; y sinceros, pues se han despojado de todo fingimiento
en la voz y en el porte. Que son ajenos a intrigas y enredos, pues rehúsan hacer algo
que sea contrario al deber. Tomarán vino, pero no se embriagarán; y por demás,
tampoco enloquecerán, si bien pueden a veces asaltarle a uno percepciones extrava-
gantes, debidas a la melancolía o al desvarío, y no por cuenta y razón e o que sea
ser la
deseable, sino contra natura. Ni tampoco, por cierto, se afligirá el sabio, por
aflicción un apocamiento irrazonable del alma, como dice Apolodoro en la Ética.
(119) Y que son divinos, pues tienen en sí mismos algo así como a un
dios; el malvado, en cambio, es ateo. De dos maneras cabe ser ateo: el que así se
llama por oposición a lo divino, y el que tiene por nada a lo divino, lo cual no es el
caso de todo malvado. Y que son piadosos los hombres de bien, pues son sabedo-
res de los usos que a los dioses atañen, y es la piedad la ciencia de la veneración de
los dioses. Y lo que es más, ofrecen sacrificios a los dioses y se mantienen puros,
pues rehuyen las faltas contra los dioses; y los dioses se complacen en ellos, put?S
son santos y justos para con lo divino. Que los solos sacerdotes son los sabios, pues
han estudiado atentamente los sacrificios, las edificaciones, las purificaciones y de-
más cosas debidas a los dioses.
FilosofíaF estoz'ca: Ética 273
El que trata del mundo dicen que se div“? en _dOS partes; pues 1dF836 un
n e cua 1n agan
d ista toman parte en ello también los c1ent1f1cos, segu
V i s fijas
sobre lase estrella
punto ’
.. y los planetas, por elemp ., el Sol es, tan
l 0, si _ como pa-
_ dgrande
rece, y lo mismo acerca de la Luna, y sobre la rotacion Y demas ml agÉÏionfes Same-
jantes a éstas; (133) pero que hay otro punto de VlSta que 5010 a OS OSO OF e la
SOI
naturaleza incumbe, y según el cual se indaga la substanc1a del inmidf)’ [Y .31 el
y los astros están hechos de materia y forma,] SÍ CS generado 0 mgenlto, Sl anima-
enCIa y lo
do o inanimado, perecedero o imperecedero, si gobernado por la provrd
demás. S RE “(NV
El estudio de las causas onsta también de dos partes: pues desde un punto
de vista, participa en la investigación de los médicos, en la que indagan sobre la fa-
se-
cultad directiva del alma y lo que en el alma sucede, y sobre las semillas y cosas
mejantes a éstas; pero el otro lo vindican también los científicos, por ejemplo,
cómo vemos, cuál es la causa de la imagen en el espejo, cómo se forman las nubes,
los truenos, el arco iris, los halos, los cometas y cosas semejan ET (Q ¿VI Ms “i h
(134) Consideran ellos que los principios de todas las cosas son dos, lo
agente y lo paciente. Lo paciente es la substancia sin cualidades, la materia, y lo
agente la razón que hay en ella, el Dios; y éste, siendo eterno, <extendiéndose> a
través de toda la materia, produce cada una de las cosas. Establecen esa doctrina
Zenón de Cicio, en De la substancia, Cleantes en De los z'ndz'vz'sz'bles, Crisipo en el
libro primero de la Física, hacia el final, Arquedemo en De los elementos, y Posido-
nio en el libro segundo del Estudio de la naturaleza. Dicen que difieren los princi-
pios y los elementos, pues aquéllos son ingénitos e imperecederos, mientras que los
elementos perecen en la conflagración; además, los principios son cuerpos sin for-
ma, mientras que los otros poseen forma.
í \a°\\V (135) Un cuerpo es, como dice Apolodoro en la Física, lo triplemente ex-
3 ”¿SK tenso: en largura, anchura y profundidad; eso también se llama cuerpo sólido. Su-
perficie es el límite del cuerpo, o lo que sólo tiene largura y anchura pero no pI‘O-
e“ fundidad; Posidonio, en el libro quinto De los fenómenos celestes la, admite como
concepto como realidad. La línea es el límite de la superficie o largura sin ancho
o lo que tiene solament largura. El punto es el límite de la líriea y es el signo más
i
pequeño. ¿+6 ‘bníV’C a-ss ¡V i
Uno y lo mismo es el Dios, la Inteligencia, el Destino
' y Zeus, y aun con mu-
chos otros nombres se le llama. (136) En el pr1nc1plo, estando en sí mismo, trocó
toda la substancia en aire y luego en agua; y asr como en el semen está contenida la
Éemlllal, a: tambien el, razón seminal que es del mundo, como
tal persistía en 10
ume o, ac1endo docrl la materla para la génesis inminent
m r e. Luego engendro prí-
e o los cuatro elementos._ fuego, agua, alre
. .
y tlerra. Hablan de ellos Zenón, en
Acerca del Todo, Cri i ' - , ,
elementos_ S P0, en el libro prlmero de la Fzszca, y Arquedemo en De los
1:1!'osofia estoica: Fisica 277
nio en el libro segundo del Estudio fisico. (141) Que son incorporeos también, pa-
rejamente, <el lugar y> los decibles. Además, también el tlempo es incorpóreo,
siendo el intervalo del movimiento del mundo; y de éste, el transcurrido y el veni-
dero son infinitos, el presente, en cambio, finito.
Sostienen ellos además que el mundo es perecedero, lo mismo que engen-
drado, en razón de lo que se concibe por sensación: pues aquello cuyas partes son
perecederas, también lo es todo entero; y las partes del mundo son perecederas
(pues se transforman unas en otras): perecedero es, por tanto, el mundo. Y ade-
más, si algo es susceptible de cambiar para peor, es perecedero; y tal es el mundo,
puesto que se deseca y se hace agua: <perecedero es, por tanto, el mundo>.
(142) Que nace el mundo cuando de fuego que fue la substancia se torna,
pasando por el aire, humedad; luego lo más espeso, consolidándose, queda hecho
tierra, mientras que lo sutil se enrarece y, aún más aligerado, engendra el fuego.
Luego, por mezcla de éstos, se forman las plantas, los animales y los otros géneros.
De la generación y la destrucción del mundo hablan, por cierto, Zenón, en Acerca
del Todo, Crisipo, en el primer libro de la Física, Posidonio, en el primer libro Del
mundo, Cleantes y Antípatro, en el libro décimo De! mundo. Panecio, en cambio,
declara imperecedero el mundo.
Que el mundo es, además, un ser vivo, racional, animado e inteligente, lo di-
cen tanto Crisipo, en el primer libro De la provz'dena'a, como Apolodoro en la Fiti-
ca y Posidonio. (143) Siendo, pues, un ser vivo, <posee> una substancia animada y
sensible. En efecto, el ser vivo es mejor que el no vivo; y nada es mejor que el mun-
do: por tanto, el mundo es un ser vivo. Y animado, como es patente por nuestra
alma, que es un fragmento arrancado de allí. Boeto, sin embargo, dice que el mun-
do no es un ser vivo. Y que es uno, lo dicen Zenón, en Acerca del todo, Crisipo,
Apolodoro, en la Física, y Posidonio, en el libro primero del Estudio físico. Lláma-
se el Todo, según dice Apolodoro, el mundo y, en otra acepción, el conjunto del
mundo y del vacío exterior; así pues, el mundo es finito y el vacío infinito.
(144) Que entre los astros las estrellas fijas comparten la rotación del Cie-
lo entero, mientras que los planetas se mueven con movimiento propio. Que el Sol
recorre una trayectoria oblícua al círculo del zodiaco, y parejamente la Luna, cuya
trayectona es he11c01dal. Que el Sol es fuego puro, según dice Posidonio en el libro
septimo De los fenómenos celestes, y más grande que la Tierra, según el mismo, en
el libro sexto ¡del Estudzo fzsz'co, y además esférico, como afirman sus seguid
ores, de
manera semejante al mundo. Y que es, en efec
° to fuego, porque hace todo 10 que
es propio del fuego; y más grande que la Tierra, por estar toda ella iluminada pOr
’
antorcha inteligente; la Luna, de las aguas potables, como resulta estar mezclada
con aire y más próxima a la Tierra, como dice Posidonio, en el libro sexto del Estu-
dio fisico, y los otros de la tierra. Consideran ellos que son esféricos tanto los astros
como la Tierra, que es inmóvil; y que la Luna no tiene luz propia, sino que la toma
reflejada del Sol.
Que se eclipsa el Sol al colocarse la Luna delante de él, por la parte que da
hacia nosotros, como escribe Zenón en Acerca del Todo; (146) pues aparece clara-
mente que se desliza por debajo de él en las conjunciones, lo oculta y de nuevo se
aparta de él; y se observa eso a través de un bacín que contiene agua. La Luna, en
cambio, se eclipsa penetrando en la sombra de la Tierra; de ahí que se eclipsa sola-
mente en los plenilunios, a pesar de que esté en posición opuesta al Sol cada mes,
porque, moviéndose oblicuamente al Sol, se aparta de él en latitud, quedando si-
tuada o bien más al Norte o bien más al Sur. Cuando, sin embargo, su latitud coin-
cide con el círculo solar y el mediano, y luego viene a quedar en posición opuesta
al Sol, entonces se eclipsa; y coincide su latitud con el mediano en Cáncer, Escor-
pión, Aries y Tauro, como dicen Posidonio y los suyos.
(147) Que el Dios es un viviente inmortal, racional, perfecto e inteligente
en bienaventuranza, inasequible a todo mal, providente del mundo y delo que hay
en el mundo; no es, sin embargo, de forma humana. Que es el artífice del mundo
todo y como el padre de todas las cosas, en general y por la parte de él que se ex-
tiende a través de todas las cosas, la cual se denomina con muchos nombres según
los poderes: así lo llaman Zeus (ac. Día) por ser a través de quien (df bón) todo se
hace, y Zé‘n por cuanto es causa del vivir (zén) o porque a través de lo vivo está di-
fundido; Atenea, porque se extiende por el éter (az’t/Jé'ra) su facultad directiva;
Hera, porque se extiende al aire (aérea), Hefesto, porque al fuego artífice, Posición,
porque a lo húmedo, y Deméter, porque a la tierra; y parejamente, también las
otras denominaciones se le dieron ateniéndose a alguna de sus propiedades.
(148) La substancia del Dios dice Zenón que es el mundo entero y el Cie-
lo; de modo parecido también Crisipo, en el libro primero D610: dioses, y Posido-
nio, en el libro primero De los dioses. Antípatro, en el libro séptimo De! mundo,
afirma que su substancia es aérea; Boeto, en cambio, en De la naturaleza, dice que
la substancia del Dios es la esfera de las estrellas fijas.
Y naturaleza declaran a veces a la que mantiene unido al mundo, a veces a la
que cría a las cosas de la tierra. Y es naturaleza una disposición que S_e mueve P01"
Si misma, según las razones seminales, llevando a término y manteniendo unidas
las cosas que de ella surgen en tiempos definidos y hac1endolas de tal 1ndole como
aquello de 10 cual se separaron. (149) Ella apunta tanto a lo provechoso como al
placer, como es patente de las producciones del hombre. . _ _
Que todas las cosas suceden conforme al destino lo dicen Cr131po, en De!
destino, Posidonio, en el libro segundo De! destino, Zenon y Boeto, en el llbl‘O prl-
Libro VU
280
tino . Y es el des tino la cau sa ent relazada de las cosas que hay, o la ra-
mero De! des está
zón por la que se gob ierna el mundo. Y, por cierto, afirman que la adtvmación
ran un
bien fundada toda ella, si es cierto que hay PrOVIdeflCÏa; Y tambén la decla
arte, juzga ndo por algunos aciertos, como dicen Zenon y CI'ISlpO, en el llbro se—
gundo del Estudio ¡2.51.60 y en el quinto De la adz'w'nacz'ón. Panec1o, por su parte, la
declara infundada.
(150) Substancia llaman a la materia primera de todas las cosas que hay,
como dicen Crisipo, en el libro primero de la Física, y ZEHÓH- Materla €8.3quello
de que se hace cualquier cosa que sea; y SC llaman de dos maneras SUbStanÜa Y ma-
teria, la del mundo todo y la de cada parte. En efecto, la del mundo todo no se
hace ni más ni menos, la de las partes, en cambio, tanto más como menos. Y es
cuerpo, según ellos, la substancia, y finita, según dicen Antípatro, en el libro se-
gundo De la substana'a, y Apolodoro en la Física. Y es pasible, como dice el mis-
mo: pues si fuese inmutable, no se generarían de ella las cosas generadas. De ahí
que diga que la división <del cuerpo> es al infinito; la cual dice Crisipo que es infi-
nita, <y no al infinito,> (151) puesto que no hay algo infinito a lo que arribe la di-
visión, sino que es interminable.
Y que las mezclas se hacen de todo en todo, según dice Crisipo en el libro
tercero de la Física, y no dentro de un límite y por yuxtaposición: pues, en efecto,
un poco de vino vertido al mar hasta cierto punto irá expandiéndose y luego se
fundirá.
Afirman que hay también ciertos genios que tienen compasión con los hom—
bres y velan por los asuntos humanos; y que los héroes son las almas que quedan
de los hombres de bien.
Entre las cosas que suceden en el aire, dicen que el invierno es el aire enfria-
do por encima de la tierra por el largo alejamiento del Sol; la primavera, el buen
temple del aire al paso <del Sol> hacia nosotros; (152) el verano, el aire por enci-
ma de la t1erra recalentado por el paso del Sol hacia el Norte; el otoño se produce
cuando el Sol, desandando lo andado, se aleja de nosotros. <Que los vientos son
corrlentes de alre, gue mudan de nombre> según los lugares de donde soplan. La
causa de su formac1on es el Sol que hace evaporarse las nubes.
_ Que el arco lrls son rayos de luz refractados por nubes húmedas o, como
dtce Posrdonlo en la Meteorología, la imagen de un segmento del Sol o de la Luna
en una nube roc1ada, hueca y continua en a ariencia, como apareciendo en un CS'
pejo en forma de circunferencia de un círculo. 0 0‘ b g (Q .LV'UJ' {Ñ J
Y
r5
que ha subido al lugar etéreo; (153) la estrella f ,‘r
ugaz, una 1nflam ac10n de un fuego “a
o o ¡p b
ARISTÓN
Aristón de Quío, el Calvo, apodado Sirena, dijo que el fin es el Vivir indife—
rentes alo que está en medio entre la virtud y el vicio, no admitiendo en esas cosas
diferencia alguna, sino tratándolas todas del mismo modo; pues el sabio es seme-
jante al buen actor, que, lo mismo poniéndose la máscara de Tersites o la de Aga'
menón, representa debidamente a uno y a otro. El lugar físico y el lógico los supl’Í'
mió, diciendo que el uno está por encima de nosotros y el otro en nada nos atañe,
y que únicamente nos atañe el ético.
(161) Comparaba los razonamientos dialécticos a las telarañas, que, aun-
que parezcan mostrar cierto arte, son inútiles. En cuanto a las virtudes, ni introdu'
cl? ,mUCh‘j‘S, como Zenón, ni una sola llamada con muchos nombres como los me-
gancos, smo que la consideraba diversa según los casos. Filosofandd de este modo
Y conversando en el Cinosarges, logró ser reputado fundador de una escuela; en
Aristón 283
todo caso, a Milcíades y a Dífilo se los llamaba aristonianos. Era hombre persuasi—
vo y hecho para el vulgo; de ahí que Timón diga de él:
Panecio y Socíscrates, sin embargo, dicen que sólo son suyas las cartas, y
que lo demás es de Aristón el Peripatético.
(164) Es fama que, siendo calvo, fue abrasado por el sol y así falleció. Le
hemos dedicado este divertimiento en coliambos:
Libro VU
284
,
qu é, tan vi ej o y ca lvo que crlasp, Arrston
¿A aríaiïd
pusiste la mollera al sol a tost
lor de lo e 1 o,
Así buscando más ca .
querer el frío del Hades
hallaste sin
peripatetlco; clatercero, m1 usrco de
Hubo también otro Aristón, de Júlide, I
HÉRILO
(165) Hérilo de Calcedonia dijo que el fin es la ciencia, que es vivir refi-
riendo siempre todas las cosas al vivir conforme a la c1enc1a, no enganado por la 1g-
norancia. Que la ciencia es un hábito de la admisión de las pÉI'CCpCIOIÉÉ que no
sucumbe al razonamiento. A veces decía que no hay fin alguno, sino que éste
muda según las circunstancias y los hechos, como también del mismo bronce pue-
de hacerse una estatua de Alejandro o de Sócrates. Difieren el fin y los subfines,
pues éstos también los que no son sabios los tienen en cuenta, pero aquél solamen-
te el sabio. Que lo que haya en medio entre la virtud y el vicio es indiferente. Sus
libros son breves pero rebosantes de vigor, y contienen objeciones contra Zenón.
(166) Se cuenta que, cuando era adolescente, muchos se enamoraron de
él; queriendo apartarlos, Zenón obligó a Hérilo a raparse la cabeza, y se apartarofl-
Sus libros son éstos:
De! ejercicio,
De ias pasiones,
De la suposición,
El legislador,
Maye'utico,
El adversario,
El maestro,
El revisor,
El corrector,
Hermes,
Medea,
DZ'CÍÍOgos,
Tesis éticas.
285
Hén'lo. Dionisio. Cleanter
DIONISIO
Dionisio el Tránsfuga dijo que el fin es el placer, debido a la circunstancia
de que padecía una inflamación de los ojos; pues como sufría fuertes dolores, no se
atrevía a decir que el sufrimiento es indiferente. Era hijo de Teofanto, de la ciudad
de Heraclea, y oyó, según dice Diocles, primero a su compatriota Heraclides, lue-
go a Alexino y Menedemo, y finalmente a Zenón.
(167) En un principio, siendo aficionado a las letras, probó suerte en toda
clase de poesías; luego dio acogida también a Arato, tratando de emularlo. Tras se-
pararse de Zenón, se desvió hacia los cirenaicos, se puso a frecuentar los lupana-
res, y también en lo demás se dio sin rebozo a la buena vida. Puso fin a su vida
ayunando, cuando tenía cerca de ochenta años.
Se le atribuyen los libros siguientes:
Éstos eran, pues, los disidentes. Sucedió a Zenón Cleantes, del que hay que
hablar.
CLEANTES
(168) Cleantes, hijo de Fanias, de Aso, fue primero boxeador, como dice
Antístenes en las Sucesiones. Llegó a Atenas llevando cuatro dracmas, según cuen-
tan algunos, y habiendo encontrado a Zenón, se dedicó con ahínco a la filosofía y
se mantuvo fiel a las mismas doctrinas. Corrió la voz de su celo, pues como era
muy pobre, se esforzó trabajando a sueldo, y de noche sacaba agua en los jardines,
pero de día se ejercitaba en los razonamientos; de ahí que fuera llamado también
Freantles. Cuentan también que fue llevado a juicio para que diera cuenta de dón-
de sacaba los medios de vida para estar tan lozano; luego fue absuelto, habiendo
presentado como testigos al jardinero para quien sacaba agua y a la harinera para
Libro VII
286
itas, votaron
la que preparaba la harina. ( 169) Oyéndolo con agrado los areopag
Cuentan que también Antígo-
darle diez minas, pero Zenón le prohibió aceptarlas.
no le dio tres mil.
le
Una vez que estaba llevando a los efebos a algun espectaculo, el viento
aplausos
alzó el manto y se vio que no llevaba túnica, por lo cual fue honrado con
Homóm'mos; y a buen
por los atenienses, según dice Demetrio de Magnesia en los
siendo
seguro que fue admirado también por eso. Cuentan también que Antígono,
“Pero ¿es que
oyente suyo, le preguntó por qué se dedicaba a sacar agua; y él dijo:
lo hago por la fi-
sólo saco agua? ¿Acaso no cavo? ¿Acaso no riego también, y todo
losofíaP”. Y es cierto que Zenón le ayudaba a ejercitarse en eso, y le mandó traerle
medio
un óbolo de su paga. (170) Luego una vez juntó los dinerillos, los puso en
tes, si quisie-
de sus discípulos y dijo: “Cleantes aún podría alimentar a otro Clean
ra; pero los que tienen de qué a limentarse tratan de conseguir de
otros lo que ne-
que a
cesitan, aun cuando dedican poco esfuerzo a la filosofía”. De ahí, sin duda,
poco dota-
Cleantes se le llamara también el segundo Heracles. Era aplicado, pero
do y sobremanera tardo; por lo cual dice de él Timón:
res?
¿Quién es éste que como un carnero repasa las líneas de homb
El fatigapalabras, la lápida de Aso, el mortero menguado.
Sufría las burlas de sus condiscípulos sin rechistar, y aun al oírse llamar asno
.
lo aceptaba, diciendo que sólo él era capaz de cargar con el bagaje de Zenón
(171) Censurado una vez por miedoso, dijo: “Por eso cometo pocas faltas”. Prefi-
, él la—
riendo su vida a la de los ricos, decía que, mientras ellos jugaban a la pelota
o; oyéndolo
braba la tierra dura y árida cavando. A menudo se reprendía a si mism
“A un viejo
Aristón, le preguntó: “¿A quién estás reprendiendOP”; y él dijo riendo:
debe-
con canas y sin seso”. Diciéndole alguien que Arcesilao no cumplía con los
res, dijo: “¡Calla! No hables mal de él; pues aunque de palabra elimine el deber,
gastes hala-
con sus obras, sin embargo, lo afirma”. Y Arcesilao dijo: “Conmigo no
que dices
gos”; a lo que Cleantes le respondió: “Sí, estoy halagándote cuando digo
una cosa y haces otra”.
(172) Preguntándole alguien qué debía enseñarle a su hijo, respondió!
“Lo de la Electra:
De! tiempo,
De la fi'siologia de Zenón, dos libros,
Exegesis de Heraclito, cuatro libros,
De la sensación,
Del arte,
Contra Demócrito,
Contra Aristarco,
Contra Hérilo,
De! impulso, dos libros,
Antigüedades,
(175) De los dioses,
288 Libro VU
De los gigantes,
Del matrimonio,
Del poeta,
Del deber, tres libros,
Del buen juicio,
De la gratitud,
Protré'ptico,
De las virtudes,
Del talento,
Sobre Gorgipo,
De la envidia,
Del amor,
De la libertad,
Arte de amar,
Del bonor,
De la fama,
Politico,
Del consejo,
De las leyes,
Deljuzgar,
De la educación,
Del razonamiento, tres libros,
Delfin,
De lo bello,
De las obras,
_. De la ciencia,
De la realeza,
De la amistad,
Del banquete,
De que es la misma la virtud del varón y de la mujer,
De que el sabio usa sofismas,
De las necesidades,
Pla'ticas, dos libros,
Del placer,
De las propiedades,
De las dificultades,
De la dialéctica,
De los modos,
De los predicados.
Cleantes. Esfera 289
ESPERO
blado una disputa sobre si el sabio tiene creencias, y Esfero decía que no las tiene, “Ó
el rey, queriendo refutarlo, mandó servir unas granadas de cera; y como Esfero se \“" Í Fi
dejara engañar, el rey proclamó a voz en grito que había asentido a una percepción 'Ü ¡5
falsa. Le contestó certeramente Esfero, diciendo que no había admitido que aqué- k x:
llas fuesen granadas, sino que era verosímil que lo fuesen; pues difiere la ercepÏ/ “L
sión aprehensiva de lo verosímil. A Mnesístrato, quien lo acusó de negar que ÏoIo-
meo fuera {6.37, le dijo: “No es <rey, si no es sabio además>; pero siendo tal,
Tolomeo es también rey”.
(178) Escribió los siguientes libros:
CRISIPO
(179) Crisipo, hijo de Apolonio, de Solos o de Tarso, corno dice Alejandro
en las Sucesiones, discípulo de Cleantes. Primero se ejercitó en la carrera de fondo;
luego, tras haber oído a Zenón o a Cleantes, como dicen Diocles y los más, aún VÍ-
Viendo éste, lo abandonó y llegó a ser filósofo de no poca monta: varón bien dota-
do y agudísimo en todo, a tal punto que en la mayor parte de las cuestiones discre-
paba de Zenón y también de Cleantes, a quien decía a menudo que a él sólo 1€
hacía falta la enseñanza de las doctrinas, y que las demostraciones ya sabría hallar—
las él mismo. Aun así, se arrepentía cada vez que se había enfrentado con él, de
modo que andaba diciendo de continuo:
(180) Llegó a gozar de tal renombre entre los dialécticos que les parecía a
los más de entre ellos que, si entre los dioses había dialéctica, no podía ser otra que
la de Crisipo. Sin embargo, abundando en las materias, no cuidaba el estilo; y fue
más laborioso que nadie, como resulta patente de sus escritos, que en número son
más de setecientos cinco. Los multiplicaba volviendo una y otra vez sobre las mis-
mas doctrinas, escribiendo todo lo que se le venía a las mientes, corrigiéndose re-
petidamente y usando abundantes citas de testimonios, a tal punto que, como una
vez en alguno de sus escritos por poco citaba la Medea de Eurípides toda entera,
uno que traía entre manos el librito, al que le preguntó qué estaba leyendo, le res-
pondió: “La Medea de Crisipo”.
(181) Apolodoro de Atenas, en la Colección de las doctrinas, queriendo
dejar sentado que los libros de Epicuro, escritos por sus propias fuerzas y sin ci-
tas, son mil veces más que los de Crisipo, dice textualmente: “Lo cierto es que,
si alguien quitara de los libros de Crisipo todo lo que cita de otros, sólo queda—
ría el papel en blanco”. Eso dice, pues, Apolodoro. La anciana que le servía, se-
gún refiere Diocles, afirmaba que escribía quinientas líneas diarias; y Hecatón
dice que arribó a la filosofía al serle confiscado su patrimonio para el tesoro
real.
(182) Era corto de estatura, como queda patente por la estatua que hay en
el Cerámico, casi oculta por el caballo vecino; de ahí que Carnéades lo llamara
“Cripsipo”. Reprochándole alguien que no estuviera estudiando con Aristón como
la mayoría, dijo: “Si me fiase de la mayoría, no me habría dedicado a la filosofía”.
A un dialéctico que estaba incordiando a Cleantes y le proponía sofismas, le dijo:
“Deja ya de distraer al anciano de sus asuntos, que son más serios, y proponnos
esas cosas a los jóvenes”. En otra ocasión, cuando alguno, mientras discutía a solas
con él, conversaba serenamente, pero al ver llegar una multitud se puso a porfiar,
le dijo:
(183) En las borracheras, por otra parte, permanecía sereno, aunque las
piernas le temblaban; de modo que dijo la sirvienta: “A Crisipo sólo se le emborra-
chan las piernas”. Tan elevada opinión tenía de sí mismo que, cuando alguien le
preguntaba: “¿A quién he de confiar a mi hijo?”, le respondía: “A mí; pues si cre-
yera que hay alguien mejor que yo, ya me habría ido yo mismo a estudiar filosofía
con él”. Por eso cuentan que se decía de él:
rtico habrla.
De no haber Crisipo, ni Pó
y Lacidesïsegún dice Soción en el
Al final, habiendo encontrado a Arcesílao
la Academla; (184) lo que es causa
libro octavo, se dedicó a la filosofía con ellos en magnitudes y las
, y acerca de las
de que escribiera en contra y a favor de la usanza
n de los académicos.
cantidades, usando el modo de exposició
invitado por los es-
Cuando enseñaba en el Odeón ——dice Hermipo—, fue
y se mareó, y al quinto día
tudiantes a un sacrificio; allí tomó vino dulce sin mezcla
años, en la Olimpiada
partió de entre los hombres, tras haber vivido setenta y tres
ca. Nuestros
<centésima> cuadragésima tercera, según dice Apolodoro en la Cróni
versos a él son éstos:
un carro: por tanto, te sale un carro de la boca”. Y luego: “Lo que no hayas perdi-
do, lo tienes; y no has perdido los cuernos: por tanto, tienes cuernos”. Otros dicen
que eso es de Eubúlides.
Hay quienes arremeten contra Crisipo por haber escrito muchas cosas obs-
cenas y nefandas; y es cierto que, en el tratado Sobre los antiguos estudiosos de la
naturaleza, rehace a lo obsceno lo de Hera y Zeus, diciendo, por la línea seiscien-
tos, lo que nadie puede decir sin ensuciarse la boca. (188) Pues rehace esa historia,
según dicen, de la manera más obscena, y si bien la ensalza como cosa natural, es
más propia de rameras que de dioses; además, tampoco la registran quienes escri-
ben sobre pintura: pues ni en Polemón ni en Hipsícrates se encuentra, ni tampoco
en Antígono, sino que él mismo la inventó.
Y en De la república habla del comercio carnal con madres, hijas e hijos; lo
mismo dice también en De lo que no es deseable por si mismo, justo al principio. En
el libro tercero De lojusto, por la línea mil, aconseja comer a los muertos; y en el li-
bro segundo De la vida y sus medios, donde dice atender a cómo el sabio ha de ga-
narse el sustento, <añade>: (189) “Pero ¿para qué habría de ganarse el sustento?
Pues si es para vivir, el vivir es indiferente; si es por el placer, es indiferente tam-
bién éste; y si por la virtud, bástase ella a sí misma para la dicha. Risibles son tam-
bién los medios de procurarse el sustento, pongamos por caso, al servicio del rey;
pues a éste habrá que someterse. ¿Y vivir de los amigos? ¡A buen seguro que será
mercadería y medio de ganancia tal amistad! ¿Y de la sabiduría? ¡Mercenaria ha-
brá de ser, desde luego, tal sabiduría! ”. Eso era, pues, lo que se le reprocha.
Y como sus libros son celebérrimos, me pareció bien insertar la lista de los
mismos, ordenada por especies; y son éstos:
Tesis lógicas,
Consideraciones delfilósofo,
Definiciones didácticas, para Metrodoro, seis libros,
De los términos de la dialéctica, para Zenón, un libro,
(190) Arte dialéctica, para Arisz‘ágoms, un libro,
Condicionaies persuasivos, para Dioscárides, cuatro libros.
Serie primera:
Serie segunda:
Serie tercera:
Serie cuarta:
Serie quinta:
Serie primera:
Serie segunda:
Serie tercera:
Serie primera:
.
Comparación ¿le losjuicios esquema'ticos, un libro,
un llbro,
De los razonamientos reversibles y los condicionales,
, .
Contra Agatón, o delos problemas en general, un libro
s, un llbro,
De cua'les son silogisticos en conjunción con otro u otro
De las conclusiones, para Arista'goras, un libro,
,
Del establecer un mismo razonamiento ¿le varios modos, un libro
lecerse de
Contra los que niegan que un mismo razonamiento puecla estab
modo silogistico y asilogistico, dos libros,
Contra las objeciones a los ana'lisis ale los silogismos, tres libros,
Contra el ‘De los modos’ ¿le Filo'n, para Timóstrato, un libro,
Colección de materiales para Timócrates y Filómates, a manera ¿le introduc-
ción a los razonamientos y los modos, un libro.
Serie tercera:
Serie cuarta:
Serie quinta:
Serie sexta:
Serie séptima:
Contra los que afirman que el razonamiento del “Mentiroso” tiene las premi-
sas falsas, un libro,
De! “Negador”, a Aristocreonte, dos libros,
Razonamientos negadores, a manera de ejercicio, un libro,
De! razonamiento del “poco a poco”, para Estesa’goras, dos libros,
De los razonamientos que concluyen en sugosiciones y los “quiescentes”, para
Onétor, dos libros, r; \ 7 \
(198) De! “Velada”, para Aristobulo, dos libros, 3 ,3 ¡- A S Í, noxe/{1; “j
Del “Oculto”, para Até’nades, un libro.
Serie octava:
Serie novena:
. . .
De los sofismas, para Heraclides y P055, dos llbI‘OS,
razona mie nto s dialécti cos apo re'ti cos , par a Dzoscnrzdes, ClnCO llbrOS,
De los
, un libro.
Contra el método de Arcesiiao, a Esfero
Serie décima:
Serie primera:
Serie segunda:
Serie tercera:
. . , . . . .
De las oibjeczones erradas a ias Definzczones’, para Laodamante, siete libros,
(200) Persnaszoos para las definzczones, para Diosczirides, dos libros,
De las especies y los géneros, para Gorgipides, dos libros,
De las divisiones, un libro,
De los contrarios, para Dionisio, dos libros,
Crisipo 299
Persaasivos para las divisiones, los géneros y las especies, y sobre los contra-
rios, un libro.
Serie cuarta:
Serie quinta:
(201) Lugar ético, sobre la razón común y las artes y Virtudes que a partir
de ella se constituyen:
Serie primera:
Serie segunda:
De que los antiguos admitian la dialéctica, con las demostraciones, para Ze-
nón, dos libros,
(202) De la dialéctica, para Aristocreonte, cuatro libros,
De las objeciones a los dz'alé'ctz'cos, tres libros,
De la retórica, para Diosczirides, cuatro libros.
Serie tercera:
tro llbros,
De la diferencia entre las virtudes, para Diodoro, cua
De que las virtudes sou cualidades, un hbro,
De las virtudes, para Polis, dos libros.
Serie primera:
<........................................................................................................ >
SEGUNDA PARTE:
LA TRIADICIÓN
ITALICA
LIBRO OCTAVO:
PITÁGORAS
Y SUS SEGUIDORES
PITÁGORAS
(1) Después de haber tratado de la filosofía jónica, que viene de Tales, y
de los varones memorables que en ella hubo, vamos, pues, a ocupamos también de
la itálica, a la que dio principio Pitágoras, hijo del grabador de anillos Mnesarco,
como dice Hermipo, de Samos, o, según Aristóxeno, tirreno, de una de las islas
que dominaron los atenienses, expulsando a los tirrenos. Algunos, sin embargo,
afirman que era hijo de Mármaco, hijo de Hípaso, hijo de Eutifrón, hijo de Cleóni-
mo, exilado de Fliunte, pero que Mármaco vivió en Samos, por lo cual Pitágoras
fue llamado samio.
(2) Llegando a Lesbos, fue presentado a Ferecides por su tío Zoilo; y ha-
biendo preparado tres vasos de plata, se los llevó a Egipto como regalo para cada
uno de los sacerdotes. Tuvo también hermanos —el mayor, Eunomo, y el segundo,
Tirreno— y un esclavo, Zamolxis, al que los getas ofrecen sacrificios, tomándolo
por Crono, como dice Heródoto. Oyó, según decíamos, a Ferecides de Siros, y tras
la muerte de éste fue a Samos y oyó a Hermodamante, el descendiente de Creofilo,
ya anciano. Siendo joven y ansioso de aprender, abandonó su patria y se hizo ini-
ciar en todos los misterios helénicos y bárbaros.
(3) Así llegó a Egipto, cuando Polícrates lo recomendó mediante una car-
ta a Amasis, y aprendió la lengua de ellos, según dice Antifonte en Los primeros en
virtud. Visitó a los caldeos y a los magos; luego, en Creta, descendió con Epiméni-
des a la cueva del monte Ida, y en Egipto a los sagrarios, y aprendió en los secretos
lo tocante a los dioses. Luego volvió a Samos, y hallando la patria oprimida por la
tiranía de Polícrates, marchó a Crotona de Italia; y allí, dándoles leyes a los italio-
tas, fue celebrado junto a sus discípulos, los cuales, siendo cerca de trescientos, ad-
ministraron muy bien los asuntos políticos, de manera que su constitución era casi
una aristocracia.
(4) Afirma Heraclides del Ponto que decía de sí mismo que había sido
una vez Etálides, a quien se tenía por hijo de Hermes, y que Hermes le había dicho
que eligiese todo lo que quisiera, menos la inmortalidad. Así pues, le había pedido
tener memoria, vivo y muerto, de lo que sucediera; y lo cierto es que en vida guar-
Libro V111
304
oria. En un tiem-
dó recuerdo de todo, y después de morir conservó la misma mem
po posterior pasó a ser Euforbo y fue herido por Menelao; y Euforbo contaba que
había sido una vez Etálides, y que de Hermes había recibido aquel don y la trasmi—
gración del alma, y cómo había trasmigrado y en cuantas plantas y cuantos anima-
les había entrado, y cuanto su alma había sufrido en el Hades y lo que las demás
soportaban.
(5) Después que Euforbo muriera, su alma traspaso a Hermotimo, quien,
queriendo dar fe también él, subió al templo de los Bránquidas, y, al entrar en el
santuario de Apolo, mostró el escudo que había consagrado Menelao (pues decía
que éste, cuando partió de Troya, había consagrado el escudo a Apolo), del todo
estropeado ya, y sólo quedaba el rostro de marfil. Y después que Hermotimo mu—
riera, llegó a ser Pirro, el pescador de Delos, y de nuevo lo recordaba todo, cómo
antes había sido Etálides, luego Euforbo, luego Hermotimo y luego Pirro. Y des-
pués que Pirro muriese, llegó a ser Pitágoras y recordaba todo lo dicho.
(6) Algunos, por cierto, dicen, burlándose de él, que Pitágoras no dejó ni
un solo escrito. Heraclito el físico, por ejemplo, por poco se pone a gritar y dice:
“Pitágoras, hijo de Mnesarco, ejerció la investigación más que nadie entre los hom-
bres, y, escogiendo, se compuso estos escritos: ‘Sutileza’, ‘Pedantería’ y ‘Malas ar-
tes’”. Así dice porque, al empezar Pitágoras su tratado físico, se expresa así: “No,
por el aire que respiro, no, por el agua que bebo, nunca jamás temeré reproche al-
guno por este discurso”. Y fueron escritos por Pitágoras tres tratados: Educativo,
Politico, Fisico. (7) En cambio, lo que pasa por ser de Pitágoras es de Lisis, el pita-
górico de Tarento que se refugió en Tebas y enseñó a Epaminondas.
Y dice Heraclides, hijo de Sarapión, en el compendio de Soción, que escri-
bió también Acerca del Todo, en verso; segundo, el Discurso sagrado, que comienza:
tercero, Acerca del alma; cuarto, De la piedad; quinto, Helotaies (el padre de Epi-
carmo de Cos); sexto, Crotona, y otros. Del Discurso mistico dice que es de Hípaso,
escrito para calumnia de Pitágoras, y que también muchos escritos de Astón de
Crotona fueron atribuidos a Pitágoras. (8) Y dice también Aristóxeno que la ma-
yor parte de las doctrinas éticas las tomó Pitágoras de Temistoclea, la sacerdotisa
de Delfos. Ión de Quío, en los Trz'agmos, afirma que algunas cosas que él había
compuesto las atribuyó a Orfeo. Suyas dicen que son también las Arguczus, que
empiezan: “No faltes al pudor con nadie ”.
Sosícrates, en las Sucesiones, cuenta que, preguntado por Leonte, el tirano
de Fliunte, quién era, dijo: “Un filósofo”. Y comparaba la vida a una verbena: puffS
así como en ésta unos acuden para competir, otros para hacer negocios, pero 105
mejores como espectadores, así en la vida unos nacen esclavos, perseguidores dela
Pitágoras 305
Se cuenta también que fue el primero que entrenó a los atletas con carne, y
primero de todos a Eurímenes, según dice Favorino en el tercer libro de los Re.
cuerdos, mientras que antes habían ejercitado el cuerpo con higos secos, queso
fresco y granos de trigo, según afirma el mismo Favorino en el libro octavo de la
Hzlstorz'a varía. (13) Otros, sin embargo, sostienen que fue cierto entrenador llama-
do Pitágoras quien los alimentó de este modo, y no él; pues él prohibía matar, y
más aún comer a los animales, que tienen en justicia común con nosotros el alma.
Éste a lo menos era el pretexto: en verdad prohibía comer a los seres animados
para ejercitar a los hombres y acostumbrarlos a la vida frugal, de modo que las
provisiones les fuesen de lo mas fáciles de conseguir, llevándose a la boca alimen-
tos crudos y bebiendo agua pura: pues de ahí proviene la salud del cuerpo lo mis-
mo que la agudeza del alma. Huelga decir que no se arrodillaba ante otro altar que
el de Apolo Progenitor, en Delos, que está detrás del altar del Cuerno, porque en
él se ofrendaba únicamente trigo, cebada y bollos, sin fuego, pero no se sacrificaba
ningún animal, como dice Aristóteles en la Constitución de Delos.
(14) Dicen que fue el primero que declaró que el alma, recorriendo el ci-
clo de la necesidad, queda encadenada a cada vez distintos animales; el primero
que introdujo entre los helenos las medidas y los pesos, según afirma Aristóxeno el
Músico, y el primero que dijo que el lucero vespertino y el matutino son el mismo
(según dice <Favorino, fue> Parménides).
De tal modo fue admirado que a sus discípulos más íntimos se les llamaba
las varias voces del dios; por lo demás, él mismo, en su obra escrita, dice que des-
pués de doscientos siete años había vuelto del Hades a los hombres. Así es que le
fueron fielmente adictos y por sus enseñanzas se unieron a él lucanos y peucecios,
mesapios y romanos.
(15) Hasta Filolao, no había manera de conocer doctrina pitagórica al-
guna; sólo éste publicó los famosos tres libros, que Platón mandó adquirir por
cien minas. No menos de seiscientos oyentes asistían a sus lecciones nocturnas; y
cuando algunos eran hallados dignos de verlo, escribían a los suyos que les había
tocado en suerte algo grandioso. Los metapontinos, por cierto, llamaban su casa
el santuario de Deméter, y el callejón el templo de las Musas, como dice Favori-
no en la Historia vana. Decían también los otros pitagóricos que no a todos pue-
de decírseles todo, según afirma Aristóxeno en el libro décimo de los Preceptos
educativos.
(16) De ahí que también Jenófilo el Pitagórico, preguntado cómo se edu-
caba de la mejor manera a un hijo, dijera: “Criándolo en una ciudad bien goberna-
da”. A muchos otros, en Italia, logró convertirlos en varones de provecho, entre
31108 a Zaleuco y Carondas, los legisladores; pues era un eximio hacedor de amista-
dies, y, entre otras cosas, cuando se enteraba de que alguien había adoptado SUS
Slmbolos, al punto hacía de él su compañero y amigo.
P116220"m 307
(17) Y eran sus símbolos éstos: no atizar el fuego con el cuchillo; no pasar
por encima de la balanza; no sentarse sobre el cuartillo; no comer corazón; ayudar
a aliv1ar la carga, y no a aumentarla; tener las mantas siempre atadas; no llevar la
hnagen del dlos en el anillo; borrar la huella de la olla en la ceniza; no limpiar el re-
trete con la antorcha; no orinar de cara al sol; no caminar por la carretera; no ten-
der la diestra con ligereza; no vivir con golondrinas bajo un mismo techo; no criar
animales de garras corvas; no orinar sobre las uñas y los cabellos cortados, ni pisar-
los; apartar el cuchillo afilado; al abandonar la patria, no volverse atrás en la fron-
tera.
(18) Quería decir, para él, lo de “no atizar el fuego con el cuchillo”, no ex-
citar la ira y el henchido coraje de los poderosos; “no pasar por encima de la ba-
lanza”, esto es, no pasar por encima de lo que es equitativo y justo; “no sentarse
sobre el cuartillo”, tener cuidado por igual de lo presente y de lo venidero, pues el
cuartillo es alimento para un día. Con lo de “no comer corazón” daba a entender
el no derretir el ánimo con disgustos y cuitas; por lo de “al ir de viaje, no volverse
atrás”, aconsejaba a los que parten de la vida no estar ansiosos de vivir ni dejarse
llevar por los goces de acá. Los otros, en vista de éstos, está de más interpretarlos,
para no extendernos más sobre ello.
(19) Por encima de todo, prohibía comer salmonete y cola-negra, y man-
daba abstenerse del corazón y de las habas, y Aristóteles dice que también de la
matriz y del mújol. A veces se contentaba sólo con miel —dicen algunos—, con
panales o pan, y el vino de día no lo probaba; para merienda, las más de las veces
comía verduras cocidas o crudas, y raras veces pescado. Su vestimenta era blanca y
limpia, las sábanas blancas de lana, pues las de lino aún no habían llegado a aque-
llos lugares. Jamás se le vio ni defecando, ni entregado a las obras de Afrodita, ni
ebrio.
(20) Absteníase de las burlas y de toda jocosidad, como son las chanzas y
los relatos groseros. Estando airado, no castigaba a ningún esclavo ni hombre li-
bre. El amonestar lo llamaba “enderezar”. Ejercía la adivinación por los agüeros y
el vuelo de las aves, pero en modo alguno quemando ofrendas, salvo las de incien-
so. Ofrecía sacrificios inanimados, aunque otros dicen que sólo sacrificaba gallos,
cabritos y crías de animales, los llamados lechones, pero nunca corderos. Aristóxe-
no, sin embargo, dice que permitía comer a todos los demás seres animados, y que
ordenaba abstenerse solamente del buey labrador y del carnero. (21) El mismo
afirma también, como decíamos, que tomó sus doctrinas de Temistoclea, la sacer-
dotisa de Delfos.
Dice Jerónimo que, al bajar al Hades, vio al alma de Hesíodo atada a una
columna de bronce y chillando, y ala de Homero colgada de un árbol y serpientes
a su alrededor, por las cosas que decía acerca de los dioses, y castigados también a
los que no quisieron cohabitar con sus mujeres; y sin duda también por eso fue
308 Libro VIII
honrado por los de Crotona. Y dice Aristipo de Cirene, en De los estudios de la na-
turaleza, que fue llamado Pitágoras porque declaraba (egóreuen) la verdad no me-
nos que Apolo Pítico.
(22) Se cuenta que ordenaba a los discípulos decir, cada vez que entraban
en casa:
su“ Dice Alejandro en las Sucesiones de los filósofos haber hallado también lo si-
JÏ'
cosas es
guiente en los Comentarios pz'tagórz'cos : (25) Que el principio de todas las
la unidad, y que de la unidad procede la dualidad indefinida, subordinada, a modo
indefinida,
de materia, a la unidad, que es la causa; de la unidad y de la dualidad
las figu-
los números; de los números, los puntos; de éstos, las líneas, de las cuales
ras planas; de las planas, las figuras sólidas, y de éstas los cuerpos sensibles, cuyoS
elementos son cuatro: el fuego, el agua, la tierra, el aire, los cuales se transforman .Y
esférl-
se cambian de todo en todo. De ellos nace el mundo, animado, inteligente,
co, teniendo por centro la Tierra, también ella esférica y habitada por todos lados.
Que hay antípodas, y que lo que para nosotros es abajo es para ellos arriba.
tiniebla, lo calíente
(26) Que de partes iguales son en el mundo la luz y la
caliente nace e
Y lo frío, lo seco y lo húmedo, de los cuales bajo el dominio de lo
Pitágoras
309
verano
_ , bajo Jel de lo frío, el__, invierno ; pero cuando las partes se igualan, se dan las
estacron
l .., es. mas
l bbellas
A del
. _ ano, cuya 1 ozanla es la saludable primavera y cuyo declive
e otono 11183 u re. 81mlsmo el lozanear del día es el alba, y su decliv
e el ocaso; de
fïhl que es talïlblen mas Insalubre. Que el aire alrededor de la Tierra es estanco e
msalubre, Y todo lo que hay en él es mortal; el de más arriba, en cambio, es siem-
pre-mov1do, puro Y S81110, y todo lo que hay en él es inmortal y, por eso mismo, di-
v1no. (27) Que el Sol y la Luna y los demás astros son dioses, pues predomina en
ellos lo cal1ente, que es la causa de la vida. Que la Luna es iluminada por el Sol. Y
que hay parentesco de los hombres con los dioses, por participar el hombre de lo
caliente, por lo cual también provee la divinidad por nosotros. Que el Destino es
causa dela administración del mundo todo y de cada parte.
Propáganse desde el Sol unos rayos a través del éter frío y espeso (y llaman
el aire éter frío, el mar y lo húmedo, éter espeso); este rayo penetra también en las
profundidadesy con eso da vida a todas las cosas. (28) Y vive todo aquello que
participa de lo caliente, por lo que también las plantas son seres vivos, aunque no
todos ellos tienen alma. El alma es un pedazo de éter caliente y frío; y por partici-
par también del éter frío, difiere el alma de la vida; y es inmortal, porque también
aquello de lo que fue arrancado es inmortal.
Los vivientes nacen unos de otros desde el semen, y es imposible que naz-
can de la tierra. El semen es una gota de seso que encierra en si un vapor caliente;
y ésta, introducida en la matriz, lleva del seso linfas, humedad y sangre ——de las
que se componen las carnes, los nervios, los huesos, los cabellos y el cuerpo ente-
ro—, y del vapor el alma y la sensibilidad. (29) Toma forma lo que primero se soli-
difica en cuarenta días, y, según las proporciones de la armonía, en siete, nueve o, a
lo más, diez meses, sale cumplidamente a luz la criatura, y lleva en sí todas las pro-
porciones de la vida que entrelazadas la mantienen unida, conforme a las propor-
ciones dela armonía, añadiéndose cada una a la sazón establecida.
Que la sensación en general y, en particular, la vista es cierto vapor muy ca-
liente; por eso dice que vemos a través del aire y del agua, pues lo callente resiste a
lo frío, ya que, por cierto, Si estuviese frío el vapor que hay en los Ojos, <“no> esta-
ría separado del aire semejante. Luego hay un paso donde llama los ojos las puer-
tas del Sol”. Lo mismo enseña también acerca del oído y delas demas sensacrones.
(30) El alma del hombre se divide en tres partes: la 1nteligenc1a,’el enten-
dimiento y el coraje. La inteligencia, en efecto, y el coraje se hallan tambren en los
otros vivientes, pero el entendimiento solamente en el hombre: El prmcrplo del
alma se extiende desde el corazón hasta el seso, y la parte que esta en el corazon es
el coraje, el entendimiento y la inteligencia la que’esta en el seso; y gotas de estas
son las sensaciones, La parte del entendimiento es Inmortal, las otras mortales. Nu-
trese el alma de la sangre, y las razones del alma son Vientos. InVISIbles son ella y
las razones, ya que también el éter es 1nv131ble.
310 Libro VIH
(31) Ataduras del alma son las venas, las arterias y los nervios, pero cuan-
do ella se hace fuerte y descansa en sí misma, sus ataduras vienen a ser las razones
y las obras. Una vez arrojada, anda errante por el aire encima de la t1erra, semejan-
te al cuerpo. Hermes es el guardián de las almas, y por eso se le llama el Guía, el
Portero y el Soterraño, porque conduce a las almas lejos de los cuerpos, desde la
tierra y el mar; y son conducidas las almas puras al lugar altísimo, mientras que las
impuras no se acercan ni a aquéllas ni entre si, sino que las Erinias las encadenan
con prisiones inquebrantables.
(32) Todo el aire está lleno de almas; a éstas se las tiene por genios y héro-
es, y ellas envian a los hombres los ensueños, los presagios y las enfermedades, y no
solamente a los hombres, sino también a las ovejas y demás bestias: a ellas se ende-
rezan las purificaciones, las expiaciones, las adivinaciones todas, las invocaciones y
semejantes.
Dice que lo más grande que hay en los hombres es persuadir al alma del
bien [o del mal]; que los hombres son dichosos cuando los acompaña un alma
buena; que nunca reposan ni dominan la misma corriente. (33) Que lo justo es ju-
ramento, y que por eso a Zeus se le llama el dios del juramento. Que la virtud es
armonía, y asimismo la salud, el bien todo y el dios, por lo cual también el mundo
todo está constituido conforme a la armonía. Que la amistad es una igualdad ar-
mónica. Que se debe rendir honores a los dioses y a los héroes, no por igual, sino a
los dioses siempre, con palabras de buen agüero, vestidos de blanco y tras haberse
purificado, pero a los héroes a partir del mediodia. La pureza se logra con purifica-
ciones, abluciones y aspersiones, manteniéndose uno limpio de todo roce con
muertos, puérperas y toda mancha de impureza, y absteniéndose de la carne de
animales muertos por enfermedad, de los mújoles, del colanegra, de los huevos, los
animales ovíparos, las habas y todo lo demás que prohíben también los que cele—
bran los misterios en los templos.
(34) Dice Aristóteles en Acerca de los pz'tagórz'cor que Pitágoras ordenaba
abstenerse de las habas porque son semejantes a las vergüenzas, o bien a las puer-
tas del Hades (pues son la única planta sin nudos), o porque corrompen, o porque
son semejantes a la naturaleza del Todo, o bien por oligárquicas, puesto que se uti-
lizan en los sorteos. Y mandaba no levantar lo que cae de la mesa, por acostum-
brarse a no comer inmoderadamente, o porque señala la muerte de alguien; Aristó-
fanes afirma que lo que cae es de los héroes, diciendo en los Héroes:
grados, pues no se debe asignar las mismas cosas a los dioses y a los hombres, así
como tampoco a los hombres libres y a los esclavos. (35) No romper el pan, por-
que en torno a un solo pan se reunían antaño los amigos, como todavía hoy hacen
los bárbaros, y, por supuesto, no hay que dividir lo que los une; aunque otros di-
cen que es por el juicio en el Hades,¿tros más, que porque produce cobardía en la
guerra, y otros, enTfii, porque con Él comienza‘erl‘ó‘doï‘fir ’ïv if ó ov l‘ 4? Ï 5‘
Que de las figuras sólidas la más bella es la esfera, y entre las planas el círcu-
lo. Que la vejez y todo lo que mengua son semejantes, y que lo mismo son el creci-
miento y la juventud. Que la salud es la persistencia de la forma, y la enfermedad
su corrupción. En cuanto a la sal, hay que ponerla sobre la mesa como recuerdo de
lo justo, pues la sal conserva lo que acoge, y viene de las aguas más puras del mar.
(36) Eso, pues, dice Alejandro haberlo hallado en los Comentarios pz'tagó-
ricos, y lo que seguía, Aristóteles. El digno y grave continente de Pitágoras incluso
Timón en los Burlescos, poniéndolo en solfa, no lo pasa, sin embargo, por alto, di-
ciendo así:
Y que había sido una vez uno, otra vez otro, lo atestigua Jenófanes en una
elegía que empieza:
Y Mnesírnaco, en el Alcmeón:
Y en la misma pieza:
Y comen ellos
verduras, que acompañan de agua de beber.
Pero los piojos, el capote y la cochambre
no queda hoy ya quien los pueda soportar.
(41) Otra cosa más cuenta Hermipo acerca de Pitágoras, pues dice que,
tras llegar a Italia, se construyó un habitáculo bajo tierra y encargó a su madre es-
cribirle en una tablilla lo que sucediera, apuntando también las fechas, y luego ba-
jarle la tablilla hasta que volviera a subir. La madre así lo hizo; y Pitágoras, al cabo
de un tiempo, volvió a subir, flaco y demacrado. Presentándose ante la asamblea,
dijo que acababa de llegar del Hades, y, desde luego, les leyó lo que había sucedi-
do. Los presentes, engañados por lo que decía, prorrumpieron en lágrimas y sollo-
zos, y creyeron que Pitágoras era un dios, a tal punto que le entregaron a sus muje-
res para que aprendieran algo de él; se las llamaba las pitagóricas. Eso dice, pues,
Hermipo.
(42) Pitágoras tenía también una mujer, de nombre Téano, hija de Bronti-
no de Crotona; según otros, fue la mujer de Brontino y discípula de Pitágoras.
Tuvo también una hija, Damo, como refiere Lisis en la carta a Hípaso, diciendo
acerca de Pitágoras: “Dicen muchos que tú hablas de filosofía también en público,
lo que Pitágoras juzgó indigno, quien, por cierto, al confiar los Comentarios a su
hija Damo, le ordenó no revelarlos a nadie de fuera de la casa. Y ella, pudiendo
vender los discursos por mucho dinero, no quiso: juzgaba la pobreza y los encare-
cimientos de su padre de más valor que el oro, y eso que era mujer”.
(43) Hubo también un hijo de ambos, Telauges, que sucedió a su padre y,
según algunos, enseñó a Empédocles. Hipóboto, por cierto, refiere que Empédo-
cles decía:
Otro:
(45) Y otro:
“Pitágoras a Anaximenes.
Ta también, ola excelso, si en nada fueras ma's que Pitágoras por linaje y
fama, hubieras dejado ya la patria Mileto partie'nclote a otras tierras; mas te re-
tuvo la gloria que bereclaste de tus padres, y a mi también me babria retenido
si yo fuese par de Anaximenes. Y es que, si los más valiosos os partis de las ciu-
dades, perderáse de ellas el orden y decoro, corriendo éstas más grande peligro
ale los medos. (50) Ni es siempre bueno el estudio de las cosas celestes, siendo
a veces mejor velar por la patria. Yo, por mi parte, no de todo en todo ando
ocupado en mis enseñanzas, sino también en las guerras que se bacen mutua-
mente los italiotas”.
EMPÉDOCLES
(51) Empédocles era, como dice Hipóboto, hijo de Metón hijo de Empé-
docles, de Acragante. Lo mismo también Timeo, en la decimoquinta de las Histo-
rias, <lo refiere, diciendo> que fue varón insigne aquel Empédocles, el abuelo del
poeta. Además, también Hermipo dice lo mismo; y parejamente Heraclides, en De
las enfermedades, <dice> que era de una casa ilustre, y que su abuelo había sido
criador de caballos. Afirma Eratóstenes, en los Vencedores olímpicos, que en la sep-
tuagésima primera Olimpiada venció el padre de Metón, citando el testimonio de
Aristóteles. (52) Apolodoro el Gramático dice en la Crónica que
Y más adelante:
Pues Aristóteles dice (y Heraclides también) que murió a los sesenta años. Y
el que venció en la septuagésima primera Olimpiada
así que a la vez también el tiempo en que vivió <éste> queda indicado por Apolo-
doro.
(53) Sátiro, en cambio, dice en las Vidas que Empédocles era hijo de Exé-
neto, y que dejó él mismo un hijo llamado Exéneto, y que en la misma Olimpiada
vencieron él en la carrera de caballos y su hijo en la lucha, o, según Heraclides en
el Compendio, en la carrera. Yo halle en los Recuerdos de Favorino que Empédo-
cles sacrificó a los delegados un buey de miel y harina, y que tenía un hermano,
Calicrátides. Telauges, el hijo de Pitágoras, dice en la carta a Filolao que Empédo'
cles era hijo de Arquínomo. _
(54) Que era de Acragante de Sicilia, él mismo lo dice al inicio de las Pur:-
ficacz'ones:
Empédocles 3 17
Valga, pues, esto acerca de su linaje. Que oyó a Pitágoras lo refiere Timeo
en el llbro noveno, afirmando que, convicto por entonces de robar sus discursos
(como también Platón), se le prohibió asistir a las lecciones; y que menciona tam-
bién él mismo a Pitágoras diciendo:
(60) Dice Timeo, en el libro decimoctavo, que de muchos modos fue ad-
mirado aquel varón. Así, una vez que los vientos etesios soplaban muy fuertes,
como para echar a perder las cosechas, mandó desollar unos asnos y fabricar unos
odres, y los tendió en derredor de las alturas y las cimas para detener el viento; y
como éste, en efecto, amainó, fue llamado el Paravientos. Heraclides, en De las en-
fermedades, dice que enseñó también a Pausanias lo tocante a la exánime; y era
Pausanias, como dicen Aristipo y Sátiro, su amado, al que, por cierto, dedicó tam-
bién el poema De la naturaleza, diciendo así:
Volviendo a la exánime, dice Heraclides que lo que le pasaba era que per-
maneció durante treinta días sin respirar y sin corrompérsele el cuerpo; de ahí que
lo llamara médico y profeta, tomándolo a la vez de estos versos:
(63) Y dice que llama vasta Acragante porque tenía ochocientos mil habi-
tantes; de ahí que Empédocles dijera, por el lujo en que vivían: “Los acragantinos
viven con tal fasto como si hubiesen de morir mañana, pero levantan casas como si
fuesen a Vivir todo el tiempo”. Esas mismas Purífibaabnes se cuenta que las recitó
en Olimpia el rapsodo Cleómenes, como dice Favorino en los Recuerdos. Y dice
también Aristóteles que fue hombre liberal y hostil a todo poder, si es cierto que
rehusó la realeza que se le ofrecía, según cuenta Janto en su escrito sobre él, eviden-
temente porque estimaba en más la vida sencilla. (64) Lo mismo refiere Timeo, ci-
tando a la vez el motivo de que aquel varón fuese afecto a la causa del pueblo. Pues
cuenta que, siendo convidado por uno de los magistrados, como la cena iba avan-
zando y no se servía nada de beber, mientras los demás callaban, él se indignó y
mandó traer bebida; pero el convidador dijo que estaba esperando al secretario de
la Asamblea. Cuando éste llegó, fue nombrado presidente del convite, evidente-
mente por orden del convidador, y amagó un principio de tiranía, pues ordenó be-
ber o bien verterse el vino sobre la cabeza. Por el momento, Empédocles calló; pero
al día siguiente, los llevó ante el tribunal e hizo condenar a muerte a los dos, al con-
vidador y al presidente del convite. Tal fue, pues, el inicio de su actividad política.
(64) En otra ocasión, cuando el médico Acrón (“Alto”) pidió a la Asam-
blea un lugar para erigir un monumento sepulcral a su padre, por sus altos mereci-
mientos entre los médicos, Empédocles tomó la palabra y lo impidió, discurriendo,
entre otras cosas, acerca de la igualdad y preguntando: “¿Y qué epitafio le pondre-
mos? ¿Acaso éste?:
sino también de los partidarios del pueblo. Timeo, por cierto, en los libros primero
y segundo (pues lo menciona muy a menudo), dice que había mostrado una acti-
tud contraria a su militancia política, puesto que en su poesía ciertamente parece
hombre más bien vanidoso y pagado de sí mismo; así dice, por ejemplo:
y lo que sigue. Por el tiempo en que demoraba en Olimpia, se le tenía por merece-
dor de las mayores atenciones, de modo que a ningún otro se mencionaba tantas
veces en las conversaciones como a Empédocles. (66) Luego, sin embargo, cuando
quiso establecerse en Acragante, se opusieron a su regreso los descendientes de sus
enemigos, por lo cual murió exilado en el Peloponeso.
Tampoco a él lo pasó por alto Timón, sino que la emprende con él diciendo:
y Empédocles, el que
pregonaba en las plazas sus versos, y todo entendió cuanto pudo;
el que sentaba principios que otros principios pedían.
Acerca de su muerte discrepan los relatos; pues Heraclides, tras haber refe-
rido con pormenores el caso de la exánime, y cómo fue honrado Empédocles tras
haber devuelto viva a la mujer muerta, cuenta que ofreció un sacrificio cerca de la
finca de Pisianacte. Había convidado a algunos de los amigos, entre ellos Pausa-
nias. (68) Luego, tras el banquete, los otros se retiraron a descansar, unos bajo los
árboles que rodeaban el campo, los otros donde quisieran; él mismo se quedó en el
sitio en donde se había sentado a comer. Cuando se hizo de día, se levantaron; él
solo no fue hallado. Tras haberlo buscado, e interrogados los criados, que decían
no saber nada, uno dijo haber oído a medianoche una voz enorme llamando a Em-
pédocles, y que luego, poniéndose de pie, había visto una luz celeste y resplandor
de antorchas, y nada más. Como los otros se quedaron sobrecogidos de espanto
ante lo sucedido, Pausanias, en fin, envió a algunos a buscarlo; pero luego prohi-
bió seguir hurgando en el asunto, declarando que había sucedido algo digno de sú-
plicas, y que debían ofrecérsele sacrificios como a quien se ha convertido en dios.
(69) Hermipo dice que había curado a una mujer de Acragante, llamada
Pantea, desahuciada por los médicos, y que por ello ofreció el sacrificio; los invita-
dos fueron cerca de ochenta. Hipóboto afirma que se levantó y se puso en camino
hacia el Etna, y que luego, habiendo llegado a los cráteres de fuego, se arrojó aden-
tro y desapareció, queriendo confirmar el rumor que corría de él de que se hablal
convertido en dios; pero que más tarde fue descubierto, al ser arrojada fuera una
de sus sandalias, pues solía calzarlas de bronce. A eso contradijo Pausanias.
Empédocles 321
Y otro:
(76) Sus opiniones fueron éstas: que hay cuatro elementos, el fuego, el
agua, la tierra y el aire, más el Amor que los junta y el Odio que los separa. Y dice
así:
llamando Zeus al fuego, Hera ala tierra, Aidoneo al aire y Nestis al agua. Y éstos,
dice,
(77) Y dice que el Sol es una gran masa de fuego y más grande que la
Luna; que la Luna tiene forma de disco, y que el cielo mismo es cristalino. Que el
alma va revistiendo las formas de toda clase de animales y de plantas, pues dice:
Empe'docles. Ept'carmo. Arquz'tas 323
EPICARMO
Dejó unos Recuerdos, en los que habla de física, ética y medicina; y, por cier-
to, compuso acrósticos en la mayor parte de los Recuerdos, con los que muestra
claramente que son suyos los escritos. Murió a los noventa años de su Vida.
ARQUITAS
ALCMEÓN
Alcmeón de Crotona. También él fue discípulo de Pitágoras. Habla mavor-
mente de medicina, pero a veces trata también de ciencia natural, cuando dice:
Arquz'tas. Alcmeón. Hípaso. Filolao 325
“Dobles son la mayor parte de los asuntos humanos”. Parece que fue el primero
que escribió un tratado de física, según dice Favorino en la Hz'storzkz varía. Sostenía
que la Luna <y>, en general, <lo que hay encima de> ella, es de naturaleza eterna.
Era hijo de Pirítoo, como él mismo dice al empezar su tratado: “Alcmeón de
Crotona, hijo de Pirítoo, dijo esto a Brotino, Leonte y Batilo: Acerca de las cosas
invisibles, acerca de las perecederas, certeza tienen los dioses, pero a los hombres
se les muestran por indicios”, y lo que sigue. Decía también que el alma es inmor-
tal y que se mueve de modo continuo, como el Sol.
HÍPASO
(84) Hípaso de Metaponto, también él pitagórico. Decía que el tiempo de
la transformación del mundo está definido, y que el Todo está limitado y en perpe-
tuo movimiento. Dice Demetrio en los Homóm'mos que no dejó ningún escrito.
Hubo dos Hípasos, éste y otro que escribió una Constitución de Esparta en cinco
libros; era espartano también él mismo.
FILOLAO
(85) Sostiene que todo sucede por necesidad y armonía, y fue el primero
en afirmar que la Tierra se mueve en círculo; otros dicen que fue Hicetas de Sira-
cusa.
Escribió un solo libro, el cual, según Hermipo, afirma alguno de los trata-
distas que Platón el Filósofo, al llegar a Sicilia para visitar a Dionisio, lo compró a
los allegados de Filolao por cuarenta minas de plata alejandrinas, y que de ahí co-
pió el Tz'meo. Otros dicen que Platón lo recibió por haber logrado, intercediendo
ante Dionisio, liberar de la cárcel a un joven discípulo de Filolao.
Libro VI[1
326
EUDOXO
(86) Eudoxo, hijo de Ésquines, de Cnido, astrónomo, geómetra, médico y
legislador. Estudió geometría con Arquitas y medicina con Filistión de Sicilia, según
dice Calímaco en los Catálogos. Soción, en las Suceszbnes, afirma que oyó también a
Platón; pues habiendo alcanzado los veintitrés años y viéndose reducido a la mise-
ria, atraído por la fama de los socráticos se embarcó a Atenas junto al médico Teo-
medonte, quien lo mantenía (otros dicen que fue también su amado); y desde que
desembarcó en el Pireo, subía a diario hasta Atenas y, tras oír a los sofistas, volvía.
(87) Habiendo pasado allí dos meses, regresó a casa y, tras hacer una co-
lecta entre los amigos, se embarcó a Egipto con el médico Crisipo, llevando una
carta de recomendación de Agesilao a Nectanabis, quien a su vez lo recomendó a
los sacerdotes. Pasó allí un año y cuatro meses, se afeitó la barba y las cejas y, se-
gún algunos, compuso el Octem'o. Desde allí se dirigió a Cícico y a la Propóntide,
ejerciendo de sofista, y aun llegó a la corte de Mausolo. Así volvió luego a Atenas,
rodeado de muchísimos discípulos, según dicen algunos, para fastidiar a Platón,
que al principio lo había tratado con desdén.
(88) Algunos cuentan que, en un banquete que daba Platón, introdujo la
disposición de los asientos en semicírculo, por ser muchos los invitados. Dice Ni-
cómaco, el hijo de Aristóteles, que sostenía que el bien es el placer. Fue recibido
luego en su patria con grandes honores, como evidencia el decreto votado a su
propósito; pero también entre los helenos se hizo celebérrimo, tras haber escrito
leyes para sus conciudadanos, como dice Hermipo en el libro séptimo De los siete
sabios, a más de obras de astronomía, geometría y algunas otras no menos nota-
bles. Tuvo tres hijas, Áctide, Délfide y Fíltide.
(89) Dice Eratóstenes, en Com‘m Batón, que compuso también unos Diá-
logos de perros; otros afirman que los escribieron unos egipcios en su lengua, y que
él los tradujo y los publicó para los helenos. Con él estudió Crisipo, hijo de Erineo,
de Cnido, lo tocante a los dioses, al mundo y a los fenómenos celestes, mientras
que en medicina fue discípulo de Filistión de Sicilia. Dejó también unos excelenteS
Comentarios. De él fue hijo Aristágoras, y de éste, Crisipo, discípulo de Aetlio, al
que se atribuye un tratado De la curación dela vista, ya que su pensamiento abarca-
ba los estudios de la naturaleza.
Filolao. Eudoxo 327
(90) Hubo tres Eudoxos: éste mismo; otro de Rodas, que escribió unas
Historias; el tercero, de Sicilia, hijo de Agátocles, poeta cómico que obtuvo tres
victorias en su ciudad y cinco en las fiestas Leneas, según dice Apolodoro en la
Crónica. Encontramos también a otro, médico de Cnido, del que dice Eudoxo en
el W211? alrededor de la Tierra que recomendaba mover siempre sin parar los miem-
bros con toda clase de gimnasia, y parejamente los sentidos.
El mismo dice que Eudoxo de Cnido floreció por la centésima tercera
Olimpiada, y que descubrió la teoría de las líneas curvas. Murió a los cincuenta y
tres años. Cuando estaba en Egipto en compañía de Conufis de Heliópolis, Apis le
lamió el manto; por eso, los sacerdotes dijeron que iba a ser famoso, pero de corta
vida, según dice Favorino en los Recuerdos.
(91) Hay también unos versos nuestros a él, que son éstos:
Tras haber tratado de los pitagóricos famosos, ahora vamos a tratar de los,
como dicen, aislados; y habrá que hablar primero de Heraclito.
LIBRO NOVENO
LOS/USLADOS
Y LA TRADICIÓN
I TÁ L I C A (continuación)
ELEATAS,
ABDERITAS,
ESCÉPTICOS
HERACLITO
(l) Heraclito, hijo de Blosón o, según algunos, de Heraconte, de Éfeso.
Floreció por la sexagésima novena Olimpiada. Era más orgulloso que nadie y so-
berbio, como resulta patente también de su escrito, en el que dice: “El saber mu-
chas cosas no enseña inteligencia; pues habría enseñado a Hesíodo y a Pitágoras, y
además a Jenófanes y a Hecateo”; pues es “buen juicio conocer lo sabio solo, y lo
que era gobernar todas las cosas por medio de todas”. De Homero dijo que mere—
cía ser expulsado de los certámenes y azotado, y lo mismo Arquíloco.
(2) Dijo también que “la soberbia hay que apagarla más que un incen-
dio”, y que “el pueblo debe luchar por la ley [que se va haciendo] como por un
baluarte”. Arremete también contra los efesios por haber desterrado a su amigo
Hermodoro, donde dice: “Merecerían los efesios mayores de edad ahorcarse to-
dos y dejar la ciudad a los niños, ellos que desterraron a Hermodoro, el mejor de
ellos, diciendo: Que entre nosotros nadie sea el mejor; y si alguien lo fuese, que
lo sea en otra parte y entre otros”. Y cuando le pidieron que estableciera leyes
para ellos, lo desdeñó, por estar dominada ya la ciudad por una constitución vi-
ciosa.
(3) Retirándose al templo de Ártemis, se puso a jugar a los dados con los
niños; y a los efesios que lo rodeaban, dijo: “¿Qué os admiráis, villanos? ¿Acaso no
es mejor esto que hacer política con vosotros)”. Al final, llegó a odiar a los hom-
bres y se retiró a vivir en los montes, nutriéndose de hierbas y plantas; pero como
de resultas de ello enfermo de hidropesía, bajó a la ciudad y preguntó a los médi-
cos, hablando por enigma, si sabían hacer de una inundación sequía; como ellos no
lo entendieron, se enterró en una boyera, esperando que el calor del estiércol hi-
ciera evaporarse el agua. Pero como tampoco así consiguió nada, concluyó su vida
a los sesenta años.
Hay también unos versos nuestros sobre él, que son éstos:
(4) Más de una vez me admiró cómo es que Heraclito, el que antes
tal soportaba vivir, luego murió infeliz:
L'
332 ¡bro IX
Hermipo, en cambio, dice que preguntó a los médicos si alguien podía evacuar
la humedad rebajando las tripas; y como le dijeron que no, se puso al sol y ordenó a
los criados embadumarlo de estiércol; así tendido, murió al segundo dia y fue enterra-
do en la plaza. Neantes de Cícico dice que, no pudiendo quitarse de encima el estiér-
col, allí quedó y, hecho irreconocible por tal mudanza, fue pasto de los perros.
(5) Fue personaje singular desde niño; pues siendo joven, decía no saber
nada, pero habiéndose hecho hombre maduro, aseguraba saberlo todo. No fue
discípulo de nadie, sino que decía haberse indagado a sí mismo y haberlo aprendi-
do todo por sí mismo. Soción, en cambio, dice que algunos afirmaban que había
sido discípulo de Jenófanes, y que Aristón, en Sobre Heráclito, cuenta que se curó
de la hidropesía y que murió de otra enfermedad. Eso lo dice también Hipóboto.
El libro que se le atribuye trata, por su tema general, de la naturaleza, pero
se divide en tres discursos: uno acerca del Todo, otro político y otro teológico. (6)
Lo depositó en el templo de Ártemis, según algunos, habiéndose esforzado por es-
cribir del modo más oscuro posible, para que accedieran a él <solamente> los que
estaban capacitados para ello, y que no por vulgar fuese blanco fácil de irrisión.
Eso también lo suscribe Timón diciendo:
Teofrasto, por su parte, dice que por melancolía escribió dejando unas par-
tes a medio acabar, otras diciendo una vez una cosa, otra vez otra. Como muestra
de su soberbia, Antístenes cuenta en las Sucesiones que cedió a su hermano la rea-
leza. Tal fama tuvo su escrito que con él se formaron algunos adeptos, los llamados
heraclitanos.
(7) Sostenía, en general, lo siguiente: que de fuego están constituidas to-
das las cosas y que en él se disuelven; que todo sucede conforme al destino, y que
por conversión en contrario se ajustan armoniosamente las cosas que hay; y que
todo está lleno de almas y espíritus. Habló también de todos los acontecimientos
que se juntan en el mundo, y dijo que el Sol es del tamaño que aparenta. Y dice
también: “Los límites del alma andando no los hallarías, ni aun recorriendo todos
los caminos: tan profunda razón tiene”. La opinión la llamó enfermedad sagrada, Y
dijo que la vista engaña.
A veces en su escrito suelta frases luminosas y claras, de manera que hasta el
más obtuso puede entenderlo fácilmente y sacar de ello elevación del ánimo; 13
concisión y el vigor de su verbo son incomparables.
Heraclíto 333
(8) Y, por menudo, son éstas sus doctrinas: que el fuego es el elemento, y
que cambio del fuego son todas las cosas, haciéndose por rarefacción y condensa-
ción; pero nada expone claramente. Que todas las cosas se hacen por contrarie-
dad, y que todo fluye a manera de un río. Que el todo es finito y que hay un solo
mundo; que éste se forma del fuego y de nuevo se consume por el fuego, por cier—
tos periodos, en alternancia, durante toda la eternidad; y que eso sucede conforme
al destino. De los contrarios, el que lleva a la generación lo llama guerra y discor-
dia, y el que lleva a la conflagración, acuerdo y paz; la mudanza, camino arriba y
abajo, y dice que el mundo se genera conforme a ella.
(9) Pues al condensarse, el fuego se vuelve húmedo, y espesándose se hace
agua, y al solidificarse el agua se torna tierra: éste es el camino hacia abajo. Al re-
vés, a su vez la tierra se derrite, de la cual se hace el agua, y de ésta lo demás, pues
casi todo lo atribuye a la evaporación del mar; y éste es el camino hacia arriba. Hay
evaporaciones de la tierra y del mar, unas luminosas y puras, las otras oscuras; y
acreciéntase el fuego por las luminosas, lo húmedo por las otras.
En cuanto a lo circundante, no aclara en qué consiste, aunque dice que hay
en ello unos cuencos, con el hueco vuelto hacia nosotros, en los que se concentran
las evaporaciones luminosas y producen llamas, que son los astros. (10) La más lu-
minosa es la llama del Sol, y la más cálida, pues los otros astros están más distantes
de la Tierra y, por ello, iluminan y calientan menos, mientras que la Luna, estando
más próxima a la Tierra, no se mueve a través de la región pura. Por el contrario,
el Sol se mueve en la región transparente y sin mezcla, y guarda una distancia bien
proporcionada de nosotros; por consiguiente, calienta e ilumina más. se' eclipsan el
Sol y la Luna cuando los cuencos se vuelven hacia arriba; las fases mensuales de la
Luna se producen al ir girando su cuenco poco a poco sobre sí mismo.
El día y la noche, los meses, las estaciones y los años, las lluvias, los vientos y se-
mejantes, se producen según las diferentes evaporaciones. (11) Pues la evaporación
luminosa, al incendiarse en la órbita del Sol, hace el día, y la contraria, cuando predo-
mina, produce la noche; cuando por lo luminoso aumenta el calor, hace el verano, y
cuando por lo oscuro abunda lo húmedo, produce el invierno. Consecuentemente a
éstas, explica las causas de las demás cosas. Acerca de la Tierra, nada declara, ni en
qué consiste, ni tampoco acerca de los cuencos. Y éstas eran, pues, sus opiniones.
De lo de Sócrates y lo que dijo al topar con el librito, que le había prestado
Eurípides, según cuenta Aristón, hemos hablado ya en el capítulo sobre Sócrates.
(12) Por otra parte, Seleuco el Gramático afirma que un cierto Crotón
cuenta, en el Buzo, que fue un tal Crates quien primero trajo a la Hélade el libro, y
que él dijo que hacía falta un buzo de Delos para no ahogarse en él. Por título le
ponen unos Las Musas, otros De ¡a naturaleza, Diódoto, en cambio,
todas
otros más “Conocimiento de caracteres, sola ordenación del modo de ser de
las cosas”. Cuentan que, preguntado por que callaba, dilo; Para que vosotros po-
I " . ü
I
(13) “El rey Dario, hijo de Histaspes, saluda a Heraclito de Éfeso, varón sabio.
Cuantos por ventura están vivos sobre la tierra andan lejos de la verdad y
la justicia, entregados a la insaa'abilidad y el afán de honores, debido a su ruin
necedad. Pero yo, que ecbo en olvido toda maldad y rebuyo el fasto, allegado
de toda suerte de envidias, y por evitar la vanidad, no puedo irme a la tierra de
los persas, contenta'ndome con poco, según mi convicción”.
(15) Así se portaba aquel hombre incluso con un rey. Y Demetrio dice en
los Homónimos que despreciaba también a los atenienses, aun teniendo muchísima
fama entre ellos, y que, pese a la poca estima en que lo tenían los efesios, prefería
vivir en su tierra. Lo menciona también Demetrio de Falero en la Defensa de Sócra-
tes. Muchos son los que comentaron su escrito: Antístenes, Heraclides del Ponto,
Cleantes, Esfero el Estoico, además de Pausanias, llamado el Heraclitista, Nicome-
des y Dionisio, y, entre los gramáticos, Diódoto, quien dijo que no trataba de la na-
turaleza el escrito, sino de política, y que lo que dice acerca de la naturaleza figura
allí a modo de ejemplo.
(16) Jerónimo dice que Escitino, el poeta yámbico, se lanzó a poner en
verso su enseñanza; y corren muchos epigramas sobre él, entre ellos éste:
Herudito. Ienófanes 335
Y otro:
(17) Hubo cinco Heraclitos: el primero, éste mismo; el segundo, poeta lí-
rico, de quien es el Elogio de los doce dioses; el tercero, poeta elegíaco, de Halicar-
naso, a quien Calímaco compuso este poema:
JENÓFANES
(18) Jenófanes, hijo de Dexio o, según Apolodoro, de Ortómenes, de Co-
lofón. Fue elogiado por Timón, pues dice:
sus propios poemas. Se dice que fue de opiniones contrarias a las de Tales y Pigi-
goras, y que atacó también a Epiménides. Fue de larga Vlda, como en alguna parte
lo dice también él mismo:
Dice que cuatro son los elementos de las cosas que hay, y los mundos infini-
tos, pero sin variación. Que las nubes se forman del vapor que el Sol levanta y lleva
a lo circundante. Que la substancia del dios es de forma esférica, no teniendo nin-
gún parecido con el hombre; que todo él ve y todo él oye, pero no respira; y que es
todo entero inteligencia y sabiduría, y eterno. Fue el primero en declarar que todo
lo generado es perecedero, y que el alma es aliento. Dijo también que las más de
las cosas están por debajo de la inteligencia; y que con los tiranos hay que tratar lo
menos posible o, sino, del modo más placentero que se pueda.
(20) Diciéndole Empédocles que el sabio es inhailable, respondió: “Así
parece: es que hay que ser sabio para reconocer al sabio”. Dice Soción que fue el
primero que dijo que todas las cosas son inaprehensibles, pero yerra. Compuso
también la Fundaczón de Coiofón y la Colonización de Bien de Italia, en dos mil ver-
sos. Floreció por la sexagésima Olimpiada. Dicen Demetrio de Falero, en Deia ve-
jez, y Panecio el Estoico, en Dei buen ánimo, que enterró a sus hijos con las pro-
pias manos, igual que Anaxágoras. Parece que fue vendido como esclavo <y
rescatado> por los pitagóricos Parmenisco y Orestades, según dice Favorino en el
primer libro de los Recuerdos. Hubo también otro Jenófanes, de Lesbos, poeta
yámbico. Y éstos eran, pues, los aislados.
PARMÉNIDES
(21) De Jenófanes fue discípulo Parménides, hijo de Pires, de Elea (de
aquél dice Teofrasto en el Compendio que oyó a Anaximandro); pero lo cierto es
que, aun habiendo oído a Jenófanes, no lo siguió. Anduvo en compañía también
de Aminias, hijo de Dioquetas, el pitagórico, como dice Soción, hombre pobfe
pero de excelentes prendas, al que siguió más que a nadie, y una vez muerto, le
erigió un monumento como a un héroe, siendo como era de familia ilustre y
acaudalada; y fue Aminias y no Jenófanes quien lo encaminó a la vida contem-
plativa.
]enófanes. Parmém'des. Melisa 337
MELISO
ign ora ban , al igu al que Hip ócr ate s recomendó a Demócrito a los abde-
sios, que lo
gran estima entre los Ciudadanos; de
ritas. Fue también hombre político y gozó de
que fuer a eleg ido alm iran te, y fue aún más admirado por la pericia que mostró
ahí
en el desempeño de su cargo. mis-
ovible, uno, igual a sí
Sostiene que el Todo es infinito, inalterable, inam
que parezca haberlo. Ade-
mo y pleno; y que no hay movimiento ni cambio, aun
no hay conocimiento de
más, acerca de los dioses dijo que no hay que opinar, pues
cuarta Olimpiada.
ellos. Dice Apolodoro que floreció por la octogésima
ZENÓN
hijo por naci-
(25) Zenón de Elea. Apolodoro, en la Crónica, dice que fue
Parménides de Pires.
miento de Teleutágoras, pero por adopción de Parménides, y
Acerca de él y Meliso dice Timón:
según
Zenón fue discípulo de Parménides y su amado. Era de estatura alta,
lo menciona
dice Platón en el Parménz'des; éste también en el Sofi'sta <y en el Pedro
tor de la dialéc—
y> lo llama el Palamedes eleático. Dice Aristóteles que fue el inven
tica, como Empédocles lo fue de la retórica.
y lo cierto es que
Fue varón excelso tanto en filosofía como en política; (26)
car al tirano Nearco
corren de él unos libros repletos de agudeza. Queriendo derro
clides en el compen-
(o, según otros, Diomedonte), fue apresado, según dice Hera
y de las armas que
dio de Sátiro. Interrogado para que hablara de sus cómplices lo
del tirano, queriendo dejar
había llevado a Lípara, denunció a todos los amigos
tenía algo que
solo y sin defensores; luego, alegando que acerca de algunos de ellos ladas,
fue muerto a puña
decirle al oído, le mordió la oreja y no la soltó hasta que
sufriendo la misma suerte que Aristogitón el tiranicida.
que le arrancó la
(27) Demetrio, en cambio, asegura en los Homóm'mos
que, tras haber de-
nariz de un mordisco; y Antístenes, en las Sucesiones, cuenta
o más; Y
nunciado a los amigos del tirano, fue interrogado por éste si había algun
ntes dijo:
respondió: “Tú, que eres la peste de la ciudad”. Y a los que estaban prese
yo estoy soportando
“Me asombra vuestra cobardía, si por miedo a sufrir lo que
a 13
ahora estáis sirviendo al tirano”. Al final, se mordió la lengua y se la escupió
pedradas al tí-
cara; los ciudadanos, animados por el ejemplo, al punto mataron a
339
Melz'so. Zenón. Leucipo
rano. Eso más o menos cuentan los más; aunque Hermipo dice que fue arrolado a
un mortero y machacado. Nuestros versos a él son éstos:
También en lo demás fue hombre de valía Zenón, y trataba con desdén a los
más poderosos, al igual que Heraclito; así es que a su patria, llamada primero Hie-
le y luego Elea, que era colonia de los foceos, ciudad modesta y que sólo sabía
criar hombres de bien, la estimaba en más que la arrogancia de los atenienses, y de
ninguna manera se fue a vivir entre ellos, sino que pasó la vida en su tierra.
(29) Fue el primero que usó el razonamiento del “Aquiles” (aunque Favo-
rino dice que fue Parménides) y otros muchos. Sus opiniones eran éstas: que hay
mundo, y que no hay vacío; que se forma la naturaleza de todas las cosas de lo ca-
liente y lo frío, de lo seco y lo húmedo, sufriendo éstos la transformación de unos
en otros; que el origen de los hombres fue de la tierra, y que el alma es una mezcla
de los antes mentados, sin predominio de ninguno de ellos.
Cuentan que, siendo injuriado, se enojaba; como alguien se lo reprochaba,
dijo: “Si cuando me insultan no hiciera caso, tampoco gozaria cuando me alaban”.
Que hubo ocho Zenones ya lo hemos explicado al tratar del de Cicio; éste floreció
por la Olimpiada <septuagésima> novena.
LEUCIPO
DEMÓCRITO
(34) Demócrito, hijo de Hegesístrato (según otros, de Atenócrito, y hay
quienes dicen que de Damasipo), de Abdera o, como afirman algunos, de Mileto.
Estudió con ciertos magos y caldeos, habiéndole dejado el rey Jerjes a su padre al-
gunos preceptores cuando fue su huésped, según cuenta también Heródoto; de
ellos aprendió teología y astronomía siendo aún niño. Más tarde encontró a Leu-
Fa-
cipo y, según algunos, a Anaxágoras, siendo cuarenta años más joven que éste.
que nO
vorino cuenta, en la Historia varía, que Demócrito decía de Anaxágoras
que él se las
eran suyas las opiniones acerca del Sol y de la Luna, sino antiguas, y
había apropiado; (35) y que ridiculizaba sus teorías sobre la ordenación del
ue no lo había ad-
mundo y la Inteligencia, tratándolo con odio y hostilidad porq
Leua'po. Demócrz'to 341
mitidO entre los suyos. ¿Cómo entonces pudo ser su discípulo, como afirman al-
gunos?
Demetrio, en los Homóm'mos, y Antístenes, en las Sucesiones, cuentan que
viajó a Eglpto, de cuyos sacerdotes aprendió geometría, que visitó en Persia a los
caldeos y que llegó hasta el Mar Rojo. Algunos aseguran que frecuentó a los gim-
nosofistas en la India y que viajó a Etiopía. Siendo el menor de tres hermanos, re-
partió la hacienda, y dicen los más que eligió para sí la parte más pequeña, que
consistía en dinero, del que tenía necesidad para viajar, tal como los otros alevosa-
mente suponían que haría. (36) Demetrio afirma que su parte era de más de cien
talentos, y que lo gastó todo. Cuenta que era tan trabajador que se había hecho
con una casita en el jardín y allí se encerraba; cuando una vez su padre llevó un
buey al sacrificio y allí mismo lo ató, durante un buen rato no lo advirtió, hasta que
el padre lo hizo levantarse, so pretexto del sacrificio, y le contó lo del buey. “Pare-
ce —dice—-—-—- que viajó a Atenas y no hizo ningún esfuerzo por darse a conocer,
pues despreciaba la fama. Conoció a Sócrates, pero Sócrates no lo conocía a él.
‘Llegué a Atenas, y nadie me conocía’, dijo”.
(37) Si es cierto que los Amantes rivales son de Platón —dice Trásilo—, él
podría ser el personaje anónimo, uno de los dos <jóvenes que disputan> sobre
Enópides y Anaxágoras, el que participa en la conversación con Sócrates sobre fi-
losofía, y al que dice que el filósofo se parece al gimnasta del pentatlon. Y era de
veras un luchador de pentatlon en filosofía: <cultivó> la física y la ética, pero tam-
bién las matemáticas y los estudios generales, y poseía toda pericia en las artes. De
él es también el dicho: “La palabra es la sombra de la obra”. Demetrio de Falero,
sin embargo, en la Defensa de Sócrates, asegura que nunca fue a Atenas, lo cual es
más notable todavía, si es cierto que desdeñó semejante ciudad, pues no quiso re-
cibir del lugar su fama, sino que prefería darle fama al lugar.
(38) También es patente de sus escritos cómo era. “Parece -——-dice Trasi-
lo— que fue émulo de los pitagóricos, y también a Pitágoras mismo lo menciona
con admiración en el escrito que lleva su nombre. Todo parece haberlo tomado de
él, y aun diríase que fue su discípulo, si no las fechas lo contradijesen”. En todo
caso, que oyó a alguno de los pitagóricos lo dice Glauco de Regio, que Vivió por
los mismos tiempos que él, y Apolocloro de CÍCÍCO afirma que frecuentó a Filolao.
Se ejercitaba —dice Antístenes“ en poner a prueba las ima inacionmas más
variadas maneras, viviendo a veces en soledad o pasando el tiempo entre las tum-
bas. (39) Luego cuenta que, al regresar del viaje, vivió en extrema estrechez, por-
que había gastado toda su fortuna, y que, a falta de recursos, era mantenido por su
hermano Dámaso. Pero prediciendo algunos sucesos venideros ganó notoried ad, y
al fin mereció ante la muchedumbre la reputación de gozar de inspiración divin
a.
Siendo ley que el que dilapidase la hacienda paterna no merecía entierro en
suelo
patrio --dice Antístenes—q y dándose cuenta él, a fin de no ser llamado a r
endir
Libro IX
342
n del mando,
cuentas por ciertos envidiosos y delatores, les leyó la Gran ordenació
s talentos, y no
que sobresale entre todos sus escritos, y fue honrado con quiniento
rado a expensas
sólo eso, sino también con estatuas de bronce; y al morir fue enter
Demetrio
del erario público, tras haber vivido más de cien años. (40) Sin embargo,
del nznndo, y
afirma que fueron sus parientes quienes leyeron la Gran ordenación
Hipóboto.
que sólo recibieron cien talentos por recompensa; y lo mismo dice
ar to-
Aristóxeno, en los Recuerdos históricos, relata que Platón quiso quem
s Amiclas
dos los escritos de Demócrito que pudiera reunir, pero que los pitagórico
pues
y Clinias se lo impidieron, como que ningún provecho iba a sacarse de ello,
pues
andaban ya en manos de muchos aquellos libros. Por lo demás, es evidente:
cri-
Platón, que menciona a casi todos los antiguos, en ninguna parte alude a Demó
to, ni siquiera allí donde debiera replicarle algo, evidentemente porque sabía que
tendría que habérselas con el mejor de los filósofos, al que incluso Timón elogiaba
de este modo:
(41) Como él mismo dice en la Pequeña ordenación del mundo, fue joven
éste.
en los tiempos en que Anaxágoras era viejo, y era cuarenta años más joven que
Dice haber compuesto la Pequeña ordenación del mando a los setecientos treinta
años de la conquista de Troya. Nació, según Apolodoro en la Crónica, en la octogé-
sima Olimpiada; según Trásilo, en el escrito titulado Preliminares a la lectura de ios
libros de Demócrito, en el tercer año de la Olimpiada septuagésima séptima, siendo,
Arque-
según dice, un año mayor que Sócrates. Sería, por tanto, contemporáneo de
lao, el discípulo de Anaxágoras, y de los del círculo de Enópides, pues, en efecto,
los menciona. (42) Y menciona también la opinión acerca del Uno de Parménides,
de
Zenón y los suyos, que en su tiempo gozaban de la mayor fama, y a Protágoras
Abdera, al que todos concuerdan en tenerlo por contemporáneo de Sócrates.
Cuenta Atenodoro, en el libro octavo de los Paseos, que, al visitarlo Hipó-
”;
crates, mandó traer leche, y al ver la leche dijo: “Es de cabra primeriza y negra
lla que
por lo que Hipócrates quedó admirado de su exactitud. Además, a la donce
os días, señori-
acompañaba a Hipócrates, el primer día la saludó diciendo: “Buen
sido co—
ta”, y al día siguiente: “Buenos días, señora”; y es que la doncella había
rrompida aquella noche.
manera:
(43) Murió Demócrito, según cuenta Hermipo, de la siguiente
siendo ya viejísimo, estaba a punto de fallecer, por lo cual su hermana se afligió,
cum-
porque iba a morir durante la fiesta de las Tesmoforias, y ella no iba a poder
traerle pan calien-
plir su deber para con la diosa; pero él le dio ánimos y le mandó
y
te cada día. Y, en efecto, llevándose los panes a la nariz, logró sobrevivir la fiesta;
343
Demócrt'to
una vez pasados los días de fiesta, que eran tres, abandonó la vida sin sufrimiento
alguno, como dice Hlparco, a los ciento nueve años de su vida. Sobre él hemos
compuesto, en el Lzbro de todos los metros, lo siguiente:
Tal era, pues, la vida de nuestro hombre. Sus opiniones fueron éstas: (44)
Que principios de todas las cosas son los átomos y el vacio, y que todas las demás
cosas son mera creencia. Que son infinitos los mundos, generados y perecederos.
Que nada nace de lo que no es ni en lo que no es se deshace. Que los átomos son
infinitos en tamaño y en número, que se mueven en torbellino en el Todo, y que así
se generan todos los compuestos: el fuego, el agua, el aire, la tierra; pues también
éstos son agregados de ciertos átomos, los cuales son impasibles e inalterables de-
bido a su dureza. Que el Sol y la Luna están compuestos de semejantes cuerpos li-
sos y redondos, y parejamente el alma, que es lo mismo que la inteligencia. Que ve-
mos debido al impacto de los simulacros.
(45) Que todo sucede según necesidad, siendo causa de la generación de
todas las cosas el vórtice, al que llama necesidad. Que el fin es el buen ánimo, que
no es lo mismo que el placer, como algunos que lo entendieron mal supusieron,
sino aquello por lo cual el alma pasa la Vida sosegada y firme, no inquietada por
ningún miedo ni superstición ni otra pasión alguna. Lo llama también bienestar y
con muchos otros nombres. Que las cualidades son por convención; por naturale-
za, los átomos y el vacío. Éstas eran, pues, sus opiniones.
Sus libros los registró Trásilo,, ordenandolos, al igual que los de Platón, por
tetralogías. ' , .
estos:
(46) Sus escr1tos etlcos son
Pitágoras, .
(1)
De la disposición del sabzo,
s,
De lo que bay en el Hade n de ella, que abarcan todos los
que tre s cos as na ce
Trz'togenz'a (esto es,
),
asuntos humanos
la virtud,
(2) De la bombrz’a de bien 0 de
tea,
El cuerno de Amal
Del buen animo,
os.
Comentarios etzc
Libro IX
344
Estos son, pues, los escritos sobre la naturaleza; los no ordenados son éstos:
Causas celestes,
Causas aéreas,
Causas terrestres,
Causas tocantes alfuego y a lo que bay en elfuego,
Causas tocantes a los sonidos,
Causas tocantes a las semillas, las plantas y los frutos,
Causas tocantes a los animales, tres libros,
Causas diversas,
De la piedra.
Geome'trico,
Námeros.
Estos eran los matemáticos; los que tratan de las bellas artes son:
(12) Prognóstico,
De la dieta, o Dietética,
La concepaón médica,
Causas tocantes a los momentos desfavorables y favorables,
Tales son, en fin, éstos; algunos colocan por separado también éstos, extrai-
dos de los Comentarios:
Libro IX
346
Los otros escritos que algunos le atribuyen, en parte son meras recopilacio-
nes de los suyos, en parte generalmente reconocidos como espurios. Valga esto,
pues, acerca de sus libros.
Hubo seis Demócritos: el primero, él mismo; el segundo, un músico de
Quío, contemporáneo suyo; el tercero, un escultor al que menciona Antígono; el
cuarto, el que escribió sobre el santuario de Éfeso y la ciudad de Samotracia; el
quinto, poeta epigramático, luminoso y amable; el sexto, de Pérgamo, <famoso>
por sus discursos oratorios.
PROTÁGORAS
(50) Protágoras, hijo de Artemón o, como afirman Apolodoro y Di<n>ón
en el libro quinto de los Pérsicos, de Meandrio, de Abdera, según dice Heraclides
del Ponto en Qe las leyes, quien asegura también que escribió leyes para Turios;
aunque según Eupolis, en los Aduladores, era de Teos, pues dice:
no los hay; pues muchas cosas impiden saberlo: la incertidumbre y lo breve que es
la vida del hombre”. ’
(52) Por este inicio de su escrito fue expulsado de Atenas, y sus libros fue-
ron quemados en la plaza, tras haber sido recogidos por el pregonero de cada uno
de quieneslos habían comprado. Fue el primero que cobró un sueldo de cien mi-
nas, y el prlmero que distinguió las partes del tiempo, expuso el poder del momen-
to justo, organizó competiciones de razonamientos y abastecía de sofismas a los
discutidores. Prescindiendo del sentido, discutía sobre palabras, y engendró el gé-
nero superficial de erística que se usa hora; por lo que Timón dice de él:
<0. ¿Lv ul 0L
Protágoras luego, mezclado en todo, en porfías experto.
Arte erística,
De la inc/9a atlétzca,
De las ciencias,
Deia república,
De la ambición,
De las virtudes,
De la condición primitiva,
348 Libro IX
Éstos son, pues, sus libros. También Platón escribió un diálogo sobre él.
Cuenta Filócoro que, cuando se había embarcado a Sicilia, el barco naufragó, y
que a eso alude Eurípides en el Ixz'ón; y algunos afirman que murió en el viaje, tras
haber vivido noventa años. (56) Apolodoro, sin embargo, dice que vivió setenta
años, ejerció de sofista durante cuarenta y floreció en la Olimpiada octogésima
cuarta. También sobre él hay unos versos nuestros, que son éstos:
DIÓGENES DE APOLONIA
(57) Diógenes, hijo de Apolótemis, de Apolonia, físico muy célebre. Oyó,
según dice Antístenes, a Anaxímenes, pero vivió en los tiempos de Anaxágoras. De
él dice Demetrio de Falero, en la Defensa de Sócrates, que, debido ala mucha envi-
dia que le tenían, por poco corría serio peligro en Atenas.
Sus opiniones fueron éstas: que el elemento es el aire, que los mundos son
infinitos y el vacío infinito; que el aire, al condensarse y enrarecerse, es engendra-
dor de los mundos; que nada nace de lo que no es ni se pierde en lo que no es; que
la Tierra es redonda y que está fija en el centro, habiendo recibido su constitucion
de la rotación debida al calor y el endurecimiento resultante del frío. El principlo
de su escrito es éste: “Al comenzar cualquier razonamiento, me parece ser de rigor
establecer un principio indudable, en un lenguaje sencillo y digno”.
Protágoras. Diógenes de Apolom'a. Anaxarco. Pirrón 349
ANAXARCO
Plutarco asegura que Alejandro mismo les había contado eso a sus amigos.
En otra ocasión, bebiendo a su salud, Anaxarco le mostró la copa y dijo:
PIRRÓN
(61) Pirrón de Élide era hijo de Plistarco, según refiere Diocles; como
cuenta Apolodoro en la Crónica, fue primero pintor y oyó a Brisón o a Estilpón,
350 Lzbro lX
como dice Alejandro en las Sucesiones, y luego a Anaxarco, al que acompañó a to-
das partes, como que incluso conversó con los gimnosofistas en la India y con los
magos. De ahí que parece haber filosofado nobilísimamente, introducrendo el gé-
nero de la inaprehensibilidad y de la suspensión del juicio, como dice Ascanio de
Abdera. Pues decía que nada es bello ni feo, ni justo ni injusto, y parejamente
acerca de todas las cosas, que nada es de verdad, sino que por convención y cos-
tumbre hacen los hombres todas las cosas: pues cada cosa no es más esto que
aquello otro.
(62) Fue consecuente con ello también en la vida, sin esquivar ni cuidarse
de nada, sino arrostrándolo todo: carros, si se terciaban, precipicios, perros y todo
lo demás, no fiándose en nada de las sensaciones; aunque lo salvaban, según dicen
Antígono de Caristo y los suyos, los amigos que lo acompañaban. Enesidemo, en
cambio, asegura que filosofaba según la razón de la suspensión del juicio, pero que
en realidad no obraba al descuido; y vivió noventa años.
Antígono de Caristo dice, en Sobre Pirrón, lo siguiente acerca de él: que al
principio era desconocido, pobre y pintor; se conservan de él, en el gimnasio de
Élide, unos portadores de antorchas mediocremente pintados. (63) Vivió retirado
y solitario, mostrándose raras veces a los de casa; obraba así tras haber oído a cier-
to indio echándole en cara a Anaxarco que no lograría enseñar a otro a ser bueno
mientras él mismo sirviera en las cortes de los reyes. Guardaba siempre el mismo
continente, de modo que, aun cuando alguien lo abandonaba en medio de la con-
versación, él concluía para sí mismo su razonamiento, pese a que en su juventud se
excitaba fácilmente. Muchas veces —-dice— partía de viaje sin avisar a nadie y an-
daba vagando con gente cualquiera. Cuando una vez Anaxarco cayó en un panta-
no, él siguió adelante sin socorrerlo; algunos le hicieron reproches, pero Anaxarco
mismo alabó su indiferencia y desapego. N165 ¿mv
(64) Siendo sorprendido una vez hablando consigo mismo, preguntado
por el motivo, dijo que estaba ejercitándose en ser bondadoso. En los debates no
era despreciado por nadie, pues hablaba pormenorizadamente y ciñéndose a la
cuestión; de ahí que ya de joven cautivó a Nausífanes. Éste decía, por cierto, que
hay que seguir la actitud de Pirrón, pero los razonamientos de uno mismo; y con-
taba a menudo que Epicuro, que admiraba su modo de vivir, venía preguntándole
por él constantemente. Tanto fue honrado por su patria que lo nombraron sumo
sacerdote y por él votaron eximir de impuestos a todos los filósofos. Tuvo, por su-
puesto, también muchos imitadores de su retraimiento; de ahí que Timón diga de
él, en el Pz'tón, <...... >, y en los Burlescos:
Los atenienses lo honraron con la ciudadanía, según dice Diocles, por haber
dado muerte al tracio Cotis.
(66) Convivió piadosamente con su hermana, que era partera, según dice
Eratóstenes en De la riqueza y la pobreza; entonces llevaba él mismo pollitos y lecho-
nes al mercado a vender, si hacía falta, y hacía limpieza en la casa indiferentemente.
Se cuenta también que lavó él mismo un puerco, por indiferencia. Y habiéndose en-
colerizado por algo con su hermana, que se llamaba Filista, a uno que se lo afeaba
dijo que no es con las mujeres donde hay que demostrar la indiferencia. Habiendo
repelido una vez a un perro que lo estaba atacando, dijo al que se lo censuraba que
es difícil despojarse enteramente del hombre, pero que hay que afrontar los aprie-
tos, hasta donde sea posible, primero con obras y, sino, con razones.
(67) Cuentan también que, cuando a alguna herida le aplicaban remedios
sépticos, cortes y quemaduras, ni tan sólo fruncía las cejas. También Timón descri-
be claramente su actitud en su escrito a Pitón. Además, Filón de Atenas, que fue
su discípulo, decía que citaba sobre todo a Demócrito, y luego a Homero, a quien
admiraba, y andaba diciendo de continuo:
y que comparaba a los hombres a las avispas, las moscas y los pájaros. Solía citar
también estos versos:
(68) y cuantos insisten en lo que hay de incierto, vano y pueril en los hombres.
Posidonio relata de él algo como lo siguiente: que, cuando los que se habían em-
barcado junto a él se amedrentaban ante una tempestad, él permaneció sereno y
les levantó los ánimos, señalándoles un cerdito que estaba comiendo en el barco, y
diciéndoles gue con pareja imperturbabilidad debe comportarse el sabio.
Sólo Numenio dice de él que dogmatizaba. Tuvo, entre otros, también algu-
nos discípulos famosos, entre ellos Euríloco, del que se cuenta la flaqueza siguiente:
Lzbro IX
352
y es que una vez montó en tal cólera que, agarrando el asador con la carne y todo,
persiguió al cocinero hasta la plaza. (69) Y en Elide, fastldlado de las preguntas que
le hacían en la conversación, se quitó el manto y atravesó a nado el río Alfeo. Era,
en efecto, enemigo acérrimo de los sofistas, como dice también Timón. En cuanto a
Filón, conversaba las más de las veces <consigo mismo>; por lo cual dice de él:
y Eurípides:
y antes:
Dedicábanse los escépticos a echar abajo todas las doctrinas de las escuelas;
ellos mismos, en cambio, nada declaraban a modo de doctrina, hasta el punto de
exponer las de los otros y explicarlas, sin definir nada, ni siquiera eso mismo. Así
es que eliminaban también el no definir, como de quien dijera: “Nada definimos”,
pues con ello ya estarían definiendo algo. “Pronunciamos —dicen— esas afirma-
ciones como manifestación de cautela”, como si tal cosa pudiera darse a entender
también moviendo la cabeza. Por tanto, mediante la expresión “Nada definimos”
se manifiesta el estado anímico del equilibrio, y parejamente con la de “No más
que” y “A toda razón se opone otra” y semejantes.
(75) Dícese lo de “no más que” también en positivo, indicando que cier-
tas cosas son semejantes, por ejemplo: “El pirata no es más vil que el mentiroso”;
pero los escépticos no lo dicen en sentido positivo sino negativo, como quien, para
desechar tal cosa, dice: “No hubo más Escila que hubo Quimera”. El mismo “más
que” a veces se emplea de modo comparativo, como cuando decimos: “La miel es
más dulce que las pasas”, a veces de modo positivo o negativo, como cuando deci-
mos: “La virtud aprovecha más que daña”, pues significamos que la virtud aprove-
cha y no daña.
(76) Pero los escépticos eliminan aun la misma expresión “no más que”:
pues así como no hay providencia más de lo que deja de haberla, así también el
“no más que” no es más cierto de lo que deja de serlo. Esa expresión, por tanto,
significa —según dice Timón en el Pz'tón— “ el no definir nada, sino abstenerse del
asentimiento”. También la expresión “A toda razón...” conduce ala suspensión del
juicio: pues como los hechos no concuerdan, y las razones tienen igual fuerza, se
sigue la ignorancia de la verdad. Y aun a este razonamiento se opone otro, que es
que también éste, tras haber anulado los otros, al volverse sobre sí mismo se des-
truye, al igual que los purgantes, que, tras haber eliminado la materia, acaban sien-
do ellos mismos expelidos y erradicados.
(77) Contra lo cual dicen los dogmáticos que ellos no eliminan el razona-
miento, sino que lo refuerzan. Lo cierto es que ellos sólo se sirven de las razones
como de criados; pues no era posible destruir razón alguna si no es con otra razón.
Según este modo de razonar, acostumbramos decir que no hay lugar, y es de todo
punto preciso mentar el lugar, pero no dogmáticamente, sino para los fines de la
demostración; o que “nada sucede conforme a necesidad”, y hay que nombrar la
necesidad. Tal venía a ser más o menos el modo de hablar que usaban: pues tales
cuales parecen las cosas, no lo son por naturaleza, sino que solamente lo parecen; y
decían indagar no lo que se piensa —pues lo que se piensa es evidente—, Sa
aquello de que se participa mediante las sensaciones.
(78) Por lo tanto, el razonamiento pirroniano es cierta recordación de las
apariencias o de cualesquiera cosas pensadas, mediante la cual todo se confronta
con todo y, al compararlo, se descubre que contiene mucha irregularidad y confu-
Pirrón 355
z
LL alt-LA Vl “05"“
(ekutawfü‘
f‘
Pz'fiófl \l (30 S 359
‘ \ . , , . .
por la mente, _ la lieéte es tornadrza: 1ncognosc1ble es, por tanto, el criterio, y, por
eso mismo, a verda .
(96) Y que no hay indicio: pues si hay indicio -—dicen—, o bien es sensi-
ble o bien inteligible; y sensible, desde luego, no es, ya que lo sensible es común y
el indicio, propio; y lo sensible pertenece a las cosas diferenciadas, el indicio a las
relativas. Tampoco es inteligible: pues si es inteligible <.....>, o bien es apariencia
de lo aparente, o inapariencia de lo inaparente, o inapariencia de lo aparente, o
apariencia de lo inaparente; pero nada hay de eso: por tanto, no hay indicio. Pues
apariencia de lo aparente no es, porque lo aparente no precisa indicio alguno; ina-
pariencia de lo inaparente no es, porque debe aparecer lo que sea revelado por
algo; (97) inapariencia de lo aparente no puede ser, puesto que debe aparecer lo
que a otro le procura el medio de ser aprehendido; y no es apariencia de lo inapa-
rente, porque el indicio, siendo de las cosas relativas, debe ser aprehendido junto a
aquello de que es indicio. Y si no hay tal cosa, ninguna de las cosas ignotas puede
ser aprehendida, pues se dice que a través de los indicios se aprehende lo ignoto.
Y eliminan la causa de este modo: la causa es de las cosas relativas, pues es
relativa a lo causado; y las cosas relativas sólo son pensadas, pero no existen: por
tanto, también la causa será solamente pensada. (98) Además, si hay causa, debe
tener aquello por lo cual se llama causa, puesto que, si no, no será causa. Y así
como el padre, faltando aquel respecto a quien pueda llamarse padre, ya no sería
padre, así también la causa; y no se da aquello respecto a lo cual se concibe la cau-
sa: ni generación, ni destrucción, ni otra cosa alguna; por tanto, no hay causa.
Por lo demás, si hay causa, o bien un cuerpo es causa de otro cuerpo, o algo
incorpóreo de algo incorpóreo, <0 algo incorpóreo de un cuerpo, o un cuerpo de
algo incorpóreo>: y no hay nada de eso; por tanto, no hay causa. En efecto, un
cuerpo no puede ser causa de otro cuerpo, porque ambos tienen la misma natura-
leza. Y si a uno de ellos se le llama causa, en tanto que es cuerpo, también el otro,
siendo cuerpo, se convertirá en causa; (99) y siendo causas ambos en común, nin-
guno será lo causado. Y algo incorpóreo no puede ser causa de algo incorpóreo,
por la misma razón; ni es algo incorpóreo causa de un cuerpo, porque nada incor-
póreo produce un cuerpo. Y un cuerpo no puede ser causa de algo incorpóreo,
porque lo generado debe ser de la materia paciente; y como nada padece, por ser
incorpóreo, tampoco puede ser generado por nada: por consiguiente, no hay cau-
sa. De lo cual se concluye que son insubsistentes los principios de todas las cosas;
pues debe ser algo lo hacedor y agente.
Además, tampoco hay movimiento: pues lo que se mueve o bien se mueve
en el lugar en que está o bien en el que no está; pero nada se mueve ni en el lugar
en que está ni en el que no está: por tanto, no hay movimiento.
(100) Y eliminaban también el aprendizaje. Pues si algo se enseña ——-di-
cen—, o bien se enseña lo que es, por medio del ser, o bien lo que no es, por me-
Libro IX
360
delas
dio del no ser. Y ni se enseña lo que es por medio del ser (pues la naturaleza
cosas que son es patente y conocida por todos), Ill 10 que no es PONI' mCdIO dEl no
ado.
ser; pues a lo que no es, nada le sucede, aSI que tampoco el ser ensen
Ni tampoco hay generación, dicen: pues nl se genera lo que es, puesto que
es, ni lo que no es, puesto que no existe, y lo que no existe nl es nada, tampoco al—
canzará a generarse.
(101) Y que por naturaleza no hay bien ni mal: pues si algo es por natura-
leza bueno o malo, debe ser bueno o malo para todos, como la nieve es fría para
todos; y nada es bueno o malo para todos en común: no hay, por tanto, nada bue-
no ni malo por naturaleza. Pues o bien hay que llamar bueno todo lo que alguien
cree tal, o no todo; y todo no puede llamarse bueno, ya que lo mismo cree uno que
es bueno, como Epicuro el placer, y otro que es malo, como Antístenes. Resultará,
por tanto, que la misma cosa es buena y mala. Y si no todo lo que alguien cree
bueno lo llamamos tal, nos será preciso discernir entre las opiniones, lo cual no es
posible, debido a la equipotencia de las razones. Incognoscible es, por tanto, lo
que sea bueno por naturaleza.
(102) Cabe también hacerse una idea general de todo el modo de pensar
de esa escuela por los escritos que dejaron; pues si bien Pirrón mismo nada dejó, sí
lo hicieron sus amigos Timón, Enesidemo, Numenio, Nausífanes y otros.
Les contradicen los dogmáticos diciendo que ellos mismos aprehenden y
sientan doctrina: pues allí donde parecen refutar, están aprehendiendo algo y, por
ende, con eso mismo afirman y sientan doctrina. Y, en efecto, cuando dicen no de-
finir nada, o que a toda razón se opone otra razón, eso mismo lo están definiendo y
estableciéndolo como doctrina.
A éstos les replican ellos: (103) “Acerca de lo que nos afecta como a hom-
bres, estamos de acuerdo; pues ciertamente, el que es de día, que estamos vivos, y
muchas otras cosas que en la vida se nos aparecen, bien las discernimos. Pero de
las cosas que los dogmáticos afirman en sus disquisiciones, diciendo que las han
aprehendido, sobre ésas suspendemos el juicio, por ignotas, y sólo conocemos las
afecciones. Pues acerca de que vemos, estamos de acuerdo, y también sabemos que
estamos pensando esto o aquello; pero cómo vemos y cómo pensamos, no lo sabe-
mos. Y que tal cosa parece blanca, lo decimos a modo de explicación, sin afirmar
que lo sea realmente. (104) Y en cuanto a la expresión ‘Nada defino’ y semejantes,
no las profesamos como doctrinas; y lo cierto es que no se parecen al decir que el
universo es esférico: pues eso sí que es cosa ignota, mientras que aquéllas son me- .
ros actos de confesión. Así pues, allí donde decimos no definir nada, ni eso mismo
lo estamos definiendo”.
Luego dicen los dogmáticos que ellos destruyen la vida, por cuanto dese-
chan todo aquello en que la vida consiste. Pero ellos replican que están mintiendot
pues ellos no niegan que veamos, sino que desconocen cómo se ve. “Admitimos lO
Pirrón 361
que aparece, pero no que ello además sea realmente lo que parece. Que el fuego
quema, lo sentimos; pero si tiene naturaleza combustiva, sobre eso suspendemos el
juicio. (105) Y que algo se mueve, lo vemos, y también que se destruye; pero cómo
es que eso suceda, no lo sabemos. Sólo nos oponemos, por tanto -—dicen——, a las
cosas ignotas que se sobreañaden a las que aparecen. Pues cuando decimos que un
cuadro tiene relieve, estamos declarando lo que aparece; pero cuando decimos que
no tiene relieve, ya no estamos diciendo lo que aparece, sino otra cosa”.
De ahí que también Timón, en el Pz'tón, diga que no se había apartado de la
costumbre; y en las Imágenes dice:
TIMÓN
(109) Nuestro Apolónides de Nicea, en el primer libro de los Comentarios
a los Burlescos, que dedica al emperador Tiberio, dice que Timón tuvo por padre a
Timarco y era originario de Fliunte; que, ya de joven abandonado a sí mismo, dan.
zaba en los coros, pero que luego recapacitó y viajó a Mégara, para ver a Estilpón;
y tras haber pasado algún tiempo con él, regresó a su tierra y se casó. Luego visitó
a Pirrón en Élide, junto con su mujer, y allí se quedó viviendo hasta que nacieron
sus hijos, al mayor de los cuales llamó Janto, le enseñó medicina y lo dejó heredero
de su género de vida (110) (y fue celebérrimo, como dice también Soción en el li-
bro onceavo). Careciendo, sin embargo, de medios, se trasladó al Helesponto y a la
Propóntide; en Calcedonia, donde ejercía de sofista, empezó a adquirir cada vez
mayor renombre; de allí se dirigió, ya bien provisto de recursos, a Atenas, donde
residió hasta su muerte, excepto una breve temporada que pasó en Tebas. Fue co-
nocido del rey Antígono y de Tolomeo Filadelfo, como atestigua él mismo en los
yambos.
Era además, según dice Antígono, aficionado a la poesía, y cuando descan-
saba del estudio de los filósofos, escribía poemas: lo mismo piezas en verso épico
que tragedias y dramas satíricos —treinta comedias y sesenta tragedias——, poemas
burlescos y procacidades. (lll) Corren de él también algunos libros en prosa, de
unas veinte mil líneas en total, mencionados por Antígono de Caristo, que también
escribió una biografía de Timón. Los libros de Burlescos son tres, en los cuales,
como escéptico que era, cubre de insultos y de burlas a todos los dogmáticos, en
forma de parodia. El primer libro está escrito en primera persona, el segundo y el
tercero en forma de diálogo. Allí aparece, pues, él interrogando a Jenófanes de Co-
lofón acerca de cada uno, y es éste quien le da explicaciones, en el libro segundo
sobre los más antiguos, y en el tercero sobre los más recientes; de ahí que algunos
lo titulen también Epílogo. (112) El primero abarca los mismos asuntos, sólo que
es pieza de un solo personaje, y empieza así:
Murió a los casi noventa años, como dicen Antígono y Soción en el libro un-
décimo. He oído decir también que era tuerto, ya que él mismo se llamaba el Cl-
clope. Hubo también otro Timón, el misántropo. _ .
Nuestro filósofo, por cierto, fue muy aficionado a los jardines y solitarlfx
como dice también Antígono; y es fama que Jerónimo el Peripatético dijode el:
“Así como entre los escitas unos disparan flechas huyendo y otros persiguiendo,
aSl entre los filosofos unos cazan disc1pulos persrgulendolos y otros huyendol ,
z . x . , . . , 2 OS
como Timón”.
Timón 3 63
(113) Era de ingenio agudo y mordaz, aficionado a las letras, y aun capaz
de escribir argumentos para los poetas y ayudarlos en la composición de sus pie-
zas; y colaboró en las tragedias de Alejandro y Homero. Cuando lo interrumpía el
alboroto de las criadas o de los perros, no lograba escribir nada; su mayor aspira-
ción era la tranquilidad. Cuentan que Arato le preguntó cómo conseguir un texto
fiable de los poemas de Homero; le respondió: “Habrás de encontrar las copias
antiguas, y no las que ya están corregidas”. Tenía sus poemas revueltos al azar, a
veces medio agusanados; (114) así es que, cuando quiso leerle algo al orador Zópi-
ro, desenrolló un libro y se puso a leer lo que le venía a mano; pero cuando iba ya
por la mitad, dio con el trozo que hasta entonces no había podido encontrar, de
tan indiferente que era. Pero también fue acomodadizo, como para pasarse sin de-
sayunar.
Cuentan que, Viendo a Arcesilao pasando por la plaza de los Cércopes, le
dijo: “¿Qué haces tú aquí donde estamos los hombres libreSP”. Solía decir de con-
tinuo, contra quienes admitían las sensaciones corroboradas por el intelecto:
Tales bromas solía gastar; así, por ejemplo, a uno que se asombraba de todo,
dijo: “¿Y por qué no te asombra que, siendo tres, tengamos cuatro ojos?”. Pues él
mismo era tuerto, y también su discípulo Dioscúrides, y aquel a quien lo dijo era
sano. (115) Preguntándole una vez Arcesilao por qué había venido de Tebas, dijo:
“Para reírme de ver a unos sinvergüenzas como vosotros”. Pero, no obstante haber
escarnecido a Arcesilao en los Burlercos, lo ensalzó luego en el libro titulado Ban-
quete fúnebre de Arcerz'lao.
Según afirma Menódoto, no tuvo sucesor, y la tradición de la escuela quedó
interrumpida hasta que Tolomeo de Cirene la restauró; según dicen, en cambio,
Hipóboto y Soción, fueron discípulos suyos Dioscúrides de Chipre, Nicóloco de
Rodas, Eufránor de Seleucia y Praílo de la Tróade, cuya fortaleza de ánimo era tal
que, según cuenta el historiador Filarco, aguantó a pie firme un castigo injusto por
traición, sin dignarse ni dirigir la palabra alos ciudadanos.
(116) De Eufránor fue discípulo Eubulo de Alejandría; de éste, Tolomeo;
de éste, Sarpedón y Heraclides; de Heraclides, Enesidemo de Cnoso, que escribió
ocho libros de Razonamz'emos pz'rromkmor; de éste, Zeuxipo, su paisano; de éste,
Zeuxis, llamado el Patituerto; de éste, Antíoco de Laodicea del Lico; de éste, Me-
nódoto de Nicomedia, médico empírico, y Teodante de Laodicea; de Menódoto,
Heródoto hijo de Arieo, de Tarso. De Heródoto fue discípulo Sexto Empírico, al
que debemos los diez libros de Ercéptz'cor y otros escritos excelentes; de Sexto fue
discípulo Saturnino Citenas, empírico también él.
LIBRO DÉCIMO
EPICURO
Y SU ESCUELA
EPICURO
Junto a él filosofaban, persuadidos por él, también sus hermanos, que eran
tres, Néocles, Queredemo y Aristobulo, según dice Filodemo el Epicúreo en el li-
bro décimo del Sumario de los filósofos, y también un esclavo, de nombre Mis, se-
gún dice Mironiano en los Capítulos históricos semejantes.
Diotimo el Estoico, quien lo aborrecía, lo calumnió de lo más despiadada-
mente, divulgando bajo el nombre de Epicuro cincuenta cartas obscenas, lo mismo
que aquel que editó como escritas por Epicuro las cartas atribuidas a Crisipo, (4) y
asimismo el estoico Posidonio y sus secuaces, Nicolao, Soción, en el libro duodéci-
mo de las Refutacz'ones de Dz'ocles (que constan de veinticuatro), y Dionisio de Ha-
Libro X
3 68
Pero lo veremos aún mejor más adelante en sus doctrinas y sus dichos. En-
tre los antiguos —dice Diocles— apreciaba sobre todo a Anaxágoras,
aunque en
Libro X
370
“Por la presente, doy todo lo mio a Aminómaco, hijo de Filócrates, del dis-
trito de Bate, y a Timócrates, bijo de Demetrio, del distrito de Pótamo, conforme
a la donación bee/9a a cada uno de ellos que consta escrita en el santnan'o de la
Diosa Madre, (17) a condia'ón de que pongan el ]ardin y sus dependencias a ¿13‘-
posición de Hermarco, hijo de Agemorto, de Mitilene. de los que se dedique" a
Epicuro: Testamento 371
la filosofia junto a e'l y de los que Hermarco deje como sucesores en filoso
fia,
para ww" alli conforme a la filosofia. Y a los continuadores de mifilosofia, para
que dentro de lo posible asistan en sus cuidados a Aminómaco y Timócrates,
les
confio para Siempre la escuela del Jardin, y a los berederos de e'stos, de la manera
que 560 la ”7655 segura, para que también ellos velen por el Iardin, al igual que
aquellos a quienes los continuadores de mi filosofia se lo trasmitan. La casa de
Melite la entregarán Aminómaco y 'Hmócrates, para que en ella babiten, a Her-
marco y a quienes con e'l se dediquen a la filosofia, mientras Hermarco viva.
(18) De las rentas que generen los bienes que be donado a Aminómaco
y Timócrates, dentro de lo posible began reparto, de consuno con Hermarco,
para las ofrendas fúnebres a mi padre, a mi madre y a mis bermanos, y a mi
para el dia que se acostumbra celebrar mi cumpleaños cada año, diez dias antes
de terminar el mes de Gamelión, asi como para la reunión, el dia veinte de
cada mes, de los que se dedican conmigo a la filosofia, destinada a mi <recuer-
do> y al de Metrodoro. Celebren también el dia de mis bermanos, en el mes
de Posideón, y celebren también el de Polieno, en el mes de Metagitnio'n, igual
que bacz'a yo mismo.
(19) Cuiden también Aminómaco y Timócrates del bijo de Metrodoro,
Epicuro, y del bijo de Polieno, <Polieno>, mientras cultiven la filosofia y con-
vivan con Hermarco. Asimismo, dediquen sus cuidados a la bija de Metrodoro,
y cuando alcance la edad, ca'senla con quien Hermarco eligiere entre los que fi-
losofan con e'l, siendo ella morigerada y obediente a Hermarco. Entréguenles
Amznómaco y B’mócrates de mis rentas para su educación y sustento lo que a
ellos cada ai'io les parezca conveniente, de acuerdo con Hermarco. (20) Otór-
guenle también a Hermarco pleno poder sobre las rentas, a igual titulo que
ellos mismos, para que cada cosa se baga de acuerdo con e'l, que ba envejecido
conmigo en el ejercicio de la filosofia y al que dejo como guia de quienes con-
migo ban filosofado. La dote para la mucbacbita, cuando alcance la edad, asig-
nensela Aminómaco y Timócrates, retirando de los baberes cuanto sea conve-
niente, según el parecer de Hermarco.
Cuiden también de Nicanor igual que bice yo mismo, para que cuantos
de entre los que filosofan conmigo, babié'ndome prestado servicios en los asun-
tos privados y mostrado todo afecto amistoso, decidieron envejecer conmigo en
el ejercicio de la filosofia, no se ballen faltos de nada necesario, dentro de lo
que está en mi poder. .
(21) Que todos los libros que poseo le sean dados a Hermarco. Y sz
algo de lo que es bumano le sucediere a Hermarco antes que los bijos de Me-
trodoro bayan alcanzado la edad adulta, que les den Aminómaco y socrates,
con tal que lleven ellos una vida decente, cuanto les vaya siendo necesaria.
dentro de lo posible tomándolo de las rentas que les be legado. De todo lo de-
372 Libro X
más, cuiden tal como be dispuesto, a fin de que cada cosa resulte según sea ba-
cedero. De los esclavos, dejo libres a Mis, a Nicias y a Licón; y dejo libre tam-
bie'n a Fedrita”.
(25) Epz'stolarz'o,
Sobre Empédocles, veintidós libros,
De los discípulos,
Contra Platón,
Contra Aristóteles.
De elecciones y evitaciones,
Delfin,
Del criterio, o Canon,
Queredemo,
De los dioses,
De la santidad,
Hegesianacte,
De los géneros de vida, cuatro libros,
(28) Del obrarjusto,
Ne'ocles, a Ternista,
Banquete,
Euríloco, a Metrodoro,
De la vista,
Del ángulo del a'torno,
Del tacto,
Del destino,
Opiniones sobre las pasiones, para 'Hmócrates,
Prognóstico,
Protréptico,
De los simulacros,
-=' De la percepción, “a
Aristobulo, i
De la musica,
De lajusticia y las otras virtudes,
De los regalos y la gratitud,
Polinzedes,
Timócrates, tres libros,
Metrodoro, cinco libros,
Antidoro, dos libros,
Opiniones sobre las enfermedades, para Mitres,
Calz'stolas,
De la realeza,
Anaxirnenes,
Cartas.
2
das las ideaciones se forman a partir de las sensaciones, por experiencia, analogía,
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EN“ de confimac@”: por ejemplo, cuando nos mantenemos a la espera, nos acerca-
mos ala torre y averiguamos cómo parece de cerca.
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Dicen que las afecciones son dos, el placer y el dolor, presentes n todo,1 Vi-
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viente, siendo amistosa la una y hostil la otra; por ellas se juzgan las elec iones y las
ass-er vitaciones. De las indagaciones dicen que unas versan sobre
los hechos, las otras
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nos de los sentidos, ya sea de una forma o de atributos, ésta misma es la forma
del sólido, que se constituye segun la condensaczón sucesiva o la traza dejada
por la imagen.
El engaño y el error; en cambio, esta'n siempre en lo añadido por la opi-
nión de que ello será confirmado o no sera' refutado por pruebas, no siendo
confirmado luego, en virtud de cierto movimiento que hay en nosotros mis-
mos, afin a la aprehensión perceptiva, pero que admite distinción, por la cual
se produce el engaño. (51) Pues la semejanza de las visiones recibidas como en
un retrato, ya surjan en los ensueños, ya en ciertas otras aprehensiones del
pensamiento o de los demás criterios, con las cosas llamadas reales y verdade-
ras no se presentaria nunca si no fuesen algo también esas mismas cosas con
las que topamos. El error; por otra parte, no se presentaría si no recz'bie'semos
también algun otro movimiento en nosotros mismos, afin, ciertamente, pero
que admite distinción (y en virtud de e'sta es afin a la aprehensión perceptiva);
pero al admitir distinción, si no es confirmado o es refutado por pruebas, surge
el engaño; pero si es confirmado o no es refutado por pruebas, la verdad.
(52) También esa doctrina, pues, hay que retenerla muy firmemente, a
fin de que ni se eliminen los criterios fundados en evidencias, ni el error; pare-
jamente consolidado, confunda todas las cosas.
Pero además también el oir se da por cierto soplo que procede de lo que
suena, resuena, hace ruido o de cualquier modo que sea ocasiona una afección
auditiva. Este flujo se dispersa en particulas de composición similar, que a la
vez guarda cierta correspondena'a recíproca y unidad peculiar; la cual se extien-
de hasta la fuente emisora y produce, las más de las veces, la apercepción sensi-
ble que a e'sta corresponde, y si no, tan sólo deja patente que viene de fuera.
(53) Pues sin alguna correspondencia trasmitida desde alli no se daria
semejante apercepción sensible. No hay que creer, por tanto, que el aire mismo
quede configurado por la voz emitida o cosas de taljaez —-pues mucho habria
de cederle en fuerza si sufriera tal cosa por parte de ella—, sino que sin más la
palpitación que se origina en nosotros al emitir la voz provoca semejante ex-
pulsión de particulas que van conformando un como flujo en forma de soplo,
la cual nos procura la afección auditiva.
Y además, también de la olfacción es de creer que, igual que la audición,
nunca producirza ninguna afección si no hubiese ciertas particulas desprendi-
das del objeto, proporcionadas para afectar este órgano de la sensación, unas
de manera perturbadora y hostil, otras de manera tranquila y amistosa.
(54) Ademas, es de creer asimismo que los a'tomos no presentan ningu-
na cualidad de las cosas aparentes, excepto la figura, el peso, el tamaño y máfl'
tas por fuerza son congénitas a la figura. Pues toda cualidad cambia, per? ¡0‘
átomos en nada cambian, si es que algo ha de permanecer en las disoluciones
Epicuro: Carta a Heródoto 381
(58) Por otra parte, lo minimo en la sensación bay que entender que
no es tal como lo que admite progresiones, ni tampoco del todo desemejante,
sino que tiene algunas cosas en comun con los susceptibles de progresión, pero
sin admitir distinción de partes, sino que cuando, en razón de la similitud de
esos rasgos comunes, demos en pensar que vamos a distinguir algo de él, una
parte por aca', otra ma's allá, bemos de tropezar con lo igual. Y uno tras otro los
observamos, empezando por el primero, y no en el mismo sitio, ni tocando par-
tes con partes, sino tan sólo en lo que es propio de ellos, que es que vayan mi-
diendo los tamaños, los ma's el mayor y los menos el menor.
Esta proporción es de creer que la guarda también el minimo que bay en
el átomo: (59) pues en cuanto a pequenez es evidente que este difiere de lo ob-
servado por sensación; pero guarda la misma proporción, ya que también el
que tiene tamaño el a'tomo lo babiamos declarado en virtud de la proporción
que alli babia, con sólo proyectar a lo grande algo que era pequeño.
Ademas, los minimos sin mezcla bay que considerarlos limites de las
magnitudes, que por si mismos ofrecen la unidad de medida primera de las
magnitudes mayores y menores a la contemplación por raciocinzo de los invisi-
bles. Pues los rasgos que ellos tienen en común con los inalterables son sufi-
cientes para dejar concluido lo que basta aqui llevamos dicbo; pero una agrega-
ción de ellos, como estando dotados de movimiento, no bay modo de que se
produzca.
(60) Y además, a lo infinito no es en el sentido de “lo más alto” y “lo
más bajo” como bay que atribuirle el “arriba” y el “abajo”. Sabemos, por cierto,
que, si aquello que está por encima de nuestra cabeza, desde el sitio donde es-
tamos, puede prolongarse basta lo infinito, jama's nos parecerá que esto, por
cuanto sea lo que está por debajo de la prolongación ideal al infinito, esté a la
vez arriba y abajo respecto a lo mismo,- pues eso es imposible concebirlo. Asi
que cabe tomar como un solo movimiento el ascendiente, idealmente prolon-
gado al infinito, y como uno solo asimismo el descendiente, por ma's que diez
mil veces vaya a parar a los pies de los de arriba lo que, desde donde estamos
nosotros, se mueve bacia los lugares que esta'n por encima de nuestras cabezas,
o sobre las cabezas de los de abajo lo que para nosotros se mueve bacia abajo;
pues el movimiento en conjunto no por ello se concibe menos como opuesto
cada uno al otro basta lo infinito.
(61) Además, también de igual velocidad es forzoso que sean los ato-
mos, siempre que se muevan a través del vacio sin nada que les contracboquf-
Pues ni los pesados se movera'n ma's rápidamente que los [pequeños y] ¡12€r05’
a lo menos, desde luego, mientras nada les salga a su encuentro, ni los peque-
n'os más que los grandes, teniendo todo paso proporcionado, mientras "¿dí?
tampoco a ellos les contracboque, ni tampoco el movimiento bacza arriba m ó’
Epic-aro: Carta a Heródoto 383
baya en unos y en otros no los baya, si de veras es de creer que todos ellos pareja—
mente> se ban separado de lo infinito. Pues tampoco podria demostrar nadie
cómo es que en uno de tal clase podrian no baber estado comprendidas las semi-
llas tales de las que se forman animales y plantas y todo lo demás que se observa,
y que en uno de tal otra clase no podrian igualmente ya también baberse criado
de la misma manera que es de creer que bicieron sobre la tierra.
(75) Pero ademas es de suponer también que la naturaleza recibió mu-
cbas y variadas enseñanzas y constricciones de los becbos mismos, y que el ra-
ciocinio luego fue afinando lo que ella le entregaba y añadiéndole descubri-
mientos, en unos casos más deprisa, en otros ma's despacio, y en ciertos
periodos y tiempos, en algunos casos rigie'ndose por otros menores.
De abi es también que las palabras en un principio no se formaron por
convención, sino que las mismas constituciones de los bombres, como en cada
pueblo padecian unas afecciones suyas propias y peculiares y recibían unas im-
presiones tambie'n peculiares, a su manera propia y peculiar expulsaban el aire
puesto en movimiento por cada una de las afecciones e impresiones, tal como
puede ser acaso la diferencia entre los pueblos según los lugares; (76) y que
más tarde se establecieron convencionalmente y en común para cada pueblo
los usos propios, a fïn de que las declaraciones se biciesen menos ambiguas en-
tre unas y otras y significasen de modo ma's conciso; y también al introducir
ciertos becbos no comprendidos los enterados trasmitian ciertos sonidos: los
<primeros, por tanto,> forzados a dar voces, y los otros eligiendo por racioci-
nio, segun la causa preponderante, asi se bacian entender:
Por lo demás, en los asuntos celestes, el movimiento, solsticio, eclipse, sa-
lida y puesta y lo que conllevan, ni bay que creer que se producen por atender-
los alguien que los estuviera ordenando o los bubiera de ordenar; y que a la vez
gozara de entera bienaventuranza unida a la inmortalidad (77) (pues no con-
dicen trabajos, cuidados, afanes y favores con la felicidad, sino que en debili-
dad, miedo y dependencia de los prójimos se originan esas cosas), ni tampoco
que, siendo a la vez fuego conglomerado y poseedores de bienaventuranza, ad-
quieran por su voluntad esos movimientos, sino guardar toda la majestuosidad
divina y, en toda palabra, abandonar lo que lleve a semejantes concepciones, y
no, a partir de ellas, opinar bajo el influjo de pensamientos contrarios a la ma-
jestuosidad; de lo contrario, la contradicción misma deparara' la mayor inquie-
tud en las almas. De abi que, en fin, bay que juzgar que en virtud de las reten-
ciones que desde el principio se daban en aquellas aglomeraciones durante la
génesis del mundo quedaron constituidos también esa necesidad y el mov!-
miento circular:
(78) Además, también el precisar por menudo sobre la causa de 145
cuestiones capitales bay que creer que es tarea del estudio de la naturaleza, y
Epicuro: Carta a Heródoto 387
res— y a toda la evidencia presente segun cada uno de los criterios. Pues si a
eso atendemos, explicaremos rectamente por sus causas aquello por lo cual la
zozobra y el temor se producen, y nos libraremos, dando razón de las causas de
los asuntos celestes y de los demás que en cada caso intervengan, de todo aque-
llo que espanta sobremanera a los otros.
Éstos, Heródoto, son los puntos ma's principales acerca de la naturaleza
del universo, compendiados para lt, (83) de manera que acaso llegue a ser este
discurso apto, de baber quedado retenido con exactitud —creo—, aun cuando
no pase uno a todas las precisiones de detalle, para que e'ste alcance un vigor
incomparable frente a los otros bombres; pues de cierto que ya por si mismo
dejará en limpio mucbas cuestiones de las que ban sido tratadas en detalle con-
forme al conjunto de la materia por nosotros, y estos mismos puntos, metidos
en la memoria, vendrán constantemente en socorro. Pues son tales éstos que
aun los que en las cuestiones de detalle ya saben precisar bastante o basta cum-
plidamente, con reducirlas a unos modos de aprebensión como e'stos, puedan
llevar a cabo la mayor parte de los recorridos acerca de la naturaleza en con-
junto de las cosas; y por cuanto se les baya juntado de no enteramente incluido
entre las mismas cuestiones que se resuelven a partir de éstos, baciendo sin voz
el recorrido, a la velocidad del pensamiento, de los puntos capitales para la se-
renidad. ”
Esta es, pues, su carta acerca de los hechos físicos; la que trata de los asun-
tos celestes es ésta:
ellos a lo que concuerda con las apariencias, sin temer los serviles artificios de
los astrónomos.
(94) Las menguas de la Luna y los crecimientos sucesivos tanto puede
que se produzcan por el giro de este cuerpo como igualmente por las configura-
ciones del aire, y aun por interposiczones y de todas las maneras de las cuales
también las apariencias que se dan entre nosotros invitan a dar cuenta de ese
fenómeno, con tal que no por apego a un modo unico desdeiie uno vanamente
los otros, no babiendo contemplado que' es posible al bombre contemplar y que'
imposible, y queriendo por ello contemplar imposibles.
Ademas, puede que la Luna tenga luz por si misma, y puede que la tenga
del Sol; (95) pues de cierto que también entre nosotros se observan mucbas co-
sas que la tienen por si mismas y mucbas que de otras. Y en efecto, no es obs-
táculo a ello ninguna de las apariencias que se dan en las cosas celestes, con tal
que uno siempre guarde el recuerdo del modo variado y abarque con la visión
teórica las suposiciones que se siguen de aquéllas a la vez que las causas, y que
no, fijando la mirada en las suposiciones que no se siguen, las bincbe vana-
mente y se venza, ya de una manera, ya de otra, bacia el modo único.
La imagen de la cara en la misma puede formarse tanto por la diferencia
entre las partes como por interposición, y de cuantos modos puedan acaso con-
templarse que posean concordancia con las apariencias. (96) Pues en todos los
asuntos celestes, el rastreo de esa clase no es de desperdiciar; ya que, si uno está
en pie de guerra con las evidencias, jamas podra' obtener la imperturbabilidad
genuina.
Un eclipse del Sol o de la Luna puede producirse por extinción, tal como
también entre nosotros tal cosa se observa que sucede, y también por interposi—
ción de otros cuerpos, sea de la Tierra o <de la Luna o> de algun otro cuerpo
celeste de esa clase. Y asi se ba de contemplarjuntamente los modos afines en-
tre si, y que también las coincidencias simultáneas de algunos no es imposible
que se produzcan.
(97) Luego el orden de las revoluciones celestes concibase tal como
también entre nosotros se producen algunos acontecimientos, y no se traiga a
cuento jamás a la naturaleza divina para esos asuntos, sino mante'ngasela exen-
ta de servicios y en toda felicidad. Asi que, si esto no se bard, toda la indaga-
ción de las causas de los becbos celestes sera' en vano, tal como ya les sucedió a
algunos que no se adbirieron al modo posible y cayeron en la vanidad por creer
que se producen de un solo modo y desecbar todos los otros conformes a lo po-
sible, viéndose llevados a lo impensable e incapaces de contemplarjuntamente
las apariencias, que deben entenderse como indicios.
(98) Las longitudes cambiantes de las nocbes y los dias puede que se
produzcan por los movimientos rápidos y luego lentos del Sol por encima de la
392 Libro X
Tierra, o porque la longitud de los espacios cambia, o porque recorre ciertos es—
pacios más deprisa o ma's despacio, como también entre nosotros se observa en
algunas cosas, de acuerdo con las cuales bay que bablar de los becbos celestes.
Los que se aferran, en cambio, a lo uno esta’n en guerra con las apariencias y
acaban descarriados de lo que al bombre le es posible conocer.
Los pronósticos pueden producirse tanto por coincidencia de ocasiones,
como en los que se muestran entre nosotros en los animales, o por alteraciones
o transformaciones del aire, pues ambas cosas no están reñidas con las aparien-
cias; (99) pero en cua'les casos se producen por esta causa o por aquella, no bay
modo de concebirlo.
Las nubes pueden formarse y juntarse tanto por concentraciones del aire
a causa de la presión de los vientos, como por entrelazamientos de a'tomos es-
pesamente trabados entre si y aptos para efectuar tal cosa, o por una reunión
de efluvios de la tierra y de las aguas, y aun de varios otros modos no es impo-
sible que las composiciones de tales cosas se produzcan. Luego ya de e'stas, ya
por apretadas, ya por mudarse, pueden producirse lluvias, (100) y también por
la descarga de los vientos que desde lugares adecuados se mueven a través del
aire, volviéndose ma's violenta la precipitación desde ciertas conglomeraciones
aptas para tales emisiones.
Los truenos puede que se produzcan bien por la contracción de los vien-
tos en los buecos de las nubes, igual que en nuestras vísceras, bien por el zum-
bido del fuego atizado en aquéllas por el viento, o por desgarramientos y rup-
turas de las nubes, o por frotaciones de nubes y quebrantos de las que bayan
adquirido una consistencia como de biela: que, asi como el todo, también este
detalle se produce de varios modos invitan a decirlo las apariencias.
(101) Y los relámpagos asimismo se producen de varios modos: pues de
cierto que porfrotación y entrecboque de nubes la configuración productora de
fuego al escaparse engendra el relámpago, y por atizamiento desde las nubes,
por obra de los vientos, de cuerpos tales como son los que ocasionan esa relum-
bre; y por estrujamiento, babiendo apretura de las nubes entre si o por los
vientos; y por contención de la luz difundida por los astros, luego comprimida
por el movimiento de las nubes y de los vientos y descargada a través de las
nubes; y por la filtración a través de las nubes de la luz que consta de las parti-
culas más finas, en cuanto la nube es incendiada por elfuego y se producen 105
truenos por el movimiento de éste; y por la conflagración del viento que se pro-
duce debido al ímpetu de la traslación y a una presión violenta; (102) y por
desgarramientos de nubes a causa de los vientos y de átomos que provocan una
expulsión de fuego y producen la aparición del relámpago; y también de diver-
sos otros modos fácilmente podrá entenderlo quien se atenga siempre a las áPa'
riencias y sepa colegir lo que a éstas se parece.
Epjcuro: Carta a Pitocles 393
debido a que la distancia es percibida por la visión como desde todos lados
igualada, o bien a que, al adquirir tal compresión los átomos de igual ímpetu
en el aire o en las nubes cuando vienen llevados desde un mismo sitio, ese
compuesto deja tras de si una cierta redondez.
El balo en torno a la Luna se forma del aire transportado desde todos la-
dos bacia la Luna, o bien porque éste recbaza uniformemente los efluvios que
emanan de aquélla, basta disponer en circulo esa nubosidad sin apartarla del
todo; o bien porque recbaza proporcionalmente desde todos los lados el aire
que bay en derredor de ella, como para disponer la redondez y espesura en tor-
no a ella; (111) la cual se forma por ciertas partes, bien forzada desde fuera
por alguna corriente, bien al dar el calor con los poros idóneos como para lle-
var a cabo tal cosa.
Los cometas se forman o bien al producirse una acumulación del fuego
que se cria en ciertos lugares y por ciertos periodos en las regiones celestes, o
bien por tener cierto movimiento peculiar por fases el cielo encima de noso—
tros, de modo que los tales astros aparezcan, o bien porque ellos mismos en
ciertos momentos se ponen en movimiento por alguna circunstancza, entran en
los lugares próximos a nosotros y se bacen visibles, y que su desaparición se
produce por las causas opuestas a éstas.
Algunos astros giran sobre un mismo punto, (112) lo que sucede no tan
sólo por estar fija aquella parte del mundo sobre la que gira lo dema's, segun
afirman algunos, sino también por rodearlos un torbellino de aire circular que
viene a serles impedimento para ir dando vueltas como los otros; o bien por no
baber en las proximidades materia adecuada para ellos, pero si en el lugar en
donde se los ve permaneciendo. Y también de otros varios modos es posible
que tal cosa se lleve a término, siempre que uno pueda inferir lo que concuerda
con las apariencias.
El que algunos astros anden errantes, si es que resultan tener de este
modo los movimientos, y otros no, (113) puede que sea debido a que, movién-
dose en circulo desde el principio, quedaron constreñidos a moverse de tal
modo que unos son arrastrados por el mismo vórtice, siendo este uniforme, los
otros, en cambio, por aquel que a la vez posee ciertas irregularidades; pero pue-
de ser también que, segun los lugares adonde sean transportados, baya por aca'
extensiones de aire uniformes que los empujan juntamente en la misma direc—
ción uno tras otro y los incendian uniformemente, y por alld las baya desigua-
les como para llevar a cumplimiento las alternancias observadas. Indicar una
sola causa de esos becbos, pidiéndolas de vario modo las apariencias, es desva—
rio e indebido proceder de los secuaces de la buera astronomia, que explican al
tuntu'n las causas de algunas cosas, como que a la naturaleza divina de ningun
modo la eximen de prestar servicios.
396 Libro X
(114) Si se observan algunos astros dejados atras por otros, ello sucede
ya por girar aquéllos más despacio al recorrer la misma órbita, ya por moverse
en dirección opuesta, arrastrados en sentido contrario por el mismo vórtice, ya
por recorrer unos un espacio mayor y otros uno menor; girando sobre un mis-
mo vórtice. Mostrarse decidido de una vez por todas acerca de esos asuntos es
propio de quienes quieren embaucar con milagrerias a la mucbedumbre.
Las llamadas estrellas fugaces ya pueden constituirse en parte por abra-
sión de si mismas, ya por preapitación, alli donde se produzca la erupción del
viento, tal como deciamos también acerca de los relámpagos; (115) ya por con-
gregación de átomos constituyentes de fuego, al baberse formado una afinidad
tal como para lograr tal cosa, y por el movimiento, alli donde el impulso se
baya formado desde el principio, acorde a la congregación; ya por acumulación
de vientos en ciertas espesuras nebulosas, abrasamiento de e'stos debido a la
compresión, y subsiguiente quebranto de lo circundante, siendo llevados al lu-
gar bacia el cual se baya formado el impulso de traslación; y aun bay otros mo-
dos incontables de efectuarse eso.
Los presagios que se dan en ciertos animales se producen por coincidencia
de sazón: pues no traen los animales necesidad alguna de que se formen bo-
rrascas, ni interviene en ello ninguna divinidad que esté vigilando las salidas
de esos animales y luego baga cumplirse los tales anuncios: (116) pues ni a un
animal cualquiera, por poco dotado que esté, se le ocurrir-za semejante necedad,
y menos a quien goza de una bienaventuranza perfecta.
Todo eso, pues, Pitocles, recue'rdalo bien: que en mucbo te apartara's de la
fabulación y sabrás comprender otras cosas del mismo género que éstas; pero
sobre todo entre'gate a la contemplación de los principios, de la infinitud y de
las cuestiones emparentadas con éstas, asi como de los criterios, las afecciones y
aquello por mor de lo cual meditamos estos asuntos: pues éstos, cabalmente
abarcados en visión de conjunto, fácilmente te bara'n comprender las causas de
cada parte. Aquellos, en cambio, que a esas cuestiones no se afi'a'onen lo más
que puedan, ni e'stas mismas sera’n capaces de abarcarlas decentemente, ni de
lograr aquello por mor de lo cual es preciso comprenderlas. ”
la sabiduría. Ni ciertamente con toda condición del cuerpo cabe hacerse sabio, ni
en todo pueblo. (118) Aun cuando sea torturado el sabio será feliz, y sólo guarda-
rá gratitud por sus querencias, así presentes como ausentes, parejamente y a lo lar-
go del camino, si bien ciertamente, mientras sufra el tormento, gemirá y se lamen-
tará. Y no se juntará el sabio con mujer que las leyes prohíban, como dice
Diógenes en el Compendio de las doctrinas éticas de Epicuro. Ni castigará alos cria-
dos, sino que se compadecerá y tendrá indulgencia para alguno de los diligentes.
Que vaya a enamorarse el sabio no lo creen ellos, ni que se preocupe de su entie-
rro; ni tampoco que venga enviado por los dioses el amor, como dice Diógenes en
<....>, ni que vaya a gastar bellos discursos. El trato carnal dicen que nunca ha sido
de provecho, y que hay que estar contentos si no ha causado perjuicio.
(119) Y, por cierto, que se casará y engendrará hijos el sabio, según dice
Epicuro en las Dzfi'cnltades y en De la naturaleza, si bien según cuál sea cada vez la
circunstancia de la vida se casará o desistirá de ello. Ni, por cierto, desvariará en
estado de embriaguez, como dice Epicuro en el Banquete, ni se dedicará ala políti-
ca, como dice en el primer libro De los géneros de vida; no será tirano, ni cínico, se-
gún el libro segundo De los géneros de vida, ni mendigará. Además, aunque esté
privado de vista, tomará parte en la vida, como dice en el mismo libro. Y se afligirá
el sabio, según Diógenes, en el libro quinto de las Lecciones escogidas; sostendrá
pleitos y dejará escritos, pero no se dedicará al comercio.
(120a) Velará por la hacienda y el porvenir, será aficionado a la vida cam-
pestre, resistirá a los vaivenes de la fortuna, y no abandonará a ningún amigo. De
la reputación se cuidará lo justo para no ser despreciado; y más que otros gozará
con las fiestas.
(121b) Levantará estatuas; que él mismo las reciba le es indiferente. Sólo
el sabio discurrirá rectamente sobre música y poesía, aunque no componga efecti-
vamente poemas. No hay sabio que lo sea más que otro. Sacará ganancia, pero de
la sabiduría sola, si está en apuros; servirá a un monarca, en el momento oportuno;
y se complacerá de otro por su enmienda. Fundará escuela, pero no para Juntar
muchedumbres; y leerá ante multitudes, pero no. porque, se .lo proponga.}Sentara
doctrina, y no dudará. Aun en el sueño será semejante a sr mlsmo, y morlra por un
am1 go Lu5
si e 812122213:
' .rece l‘ de ellOS (120b) que las faltas son desiguales; la salud para
Unos es un bien, para otros, indiferente; que la valentla no se. da por nacnmento,
sino por la consideración de lo que es provechoso. Que la amistad es debida a los
tratos: hace falta ciertamente entablarla, pues también la tierra la sembramos, pero
se hace sólida en la mutua compañía de quienes están colmados de goces. (1213)
QUe la bienaventuranza se concibe de doble manera: la guprema, que es PÏOPIÉ‘ de
la divinidad y no tiene incremento, y la que se da <en VlI‘tllCl de> la adlcron y sus-
traCCióI1 de goces.
398 Libro X
(122) Ni por ser uno joven postergue el filosofar; ni por viejo se canse
de estar filosofando; pues nadie es demasiado joven ni demasiado viejo para la
buena salud del ánimo. Y el que diga que au'n no ba llegado la sazón de filoso-
far; o que ya pasó, es semejante a quien dijera que para la felia'dad no es sazón
todavia o dejó de serlo. Asi que es preciso filosofar al joven y al viejo: a uno
para que, al ir envejeciendo, se rejuvenezca con los bienes de la gratitud por lo
pasado; al otro para que sea joven y a la par anciano en la impavidez ante lo
venidero. Hay que cuidar; pues, de las cosas que producen la felicidad, si es
que, estando presente ella, todo lo tenemos, y faltando ella todo bacemos para
alcanZarla.
(123) Y las cosas que te venia de continuo recomendando, e'stas ponlas
por obra y ejercitate en ellas, discerniendo que son los elementos del bien vivir
Primero, creyendo al dios un viviente imperecedero y bienaventurado, tal
como la noción comun del dios viene trazada, nada le atribuyas que sea ajeno a
la incorruptzbilidad ni impropio de la bienaventuranza; pero todo lo que pueda
salvaguardarle la bienaventuranza que sigue a la incorruptibilzdad, tenlo por
opinión cierta sobre él.
Lo que son dioses, de cierto que los bay: pues es evidente el conocimiento
sobre ellos; pero tales como los cree la muchedumbre no son, pues no los salva-
guarda tales como los cree. Por lo demós, impio no es aquel que niega a los
dioses de la muchedumbre, sino el que atribuye las opiniones de la mucbedum-
bre a ¡05 (11.0365. (124) PWones, sino suposiciones erróneas
las confesiones¿le la mucbedumbre acerca de los dioses: de abi que los mayores
daños cual culpas se les imputan a los males que vÉnen de los dioses [y tam-
bién los beneficios}; pues avezados que están en todo a sus propias excelenciaít
admiten a quienes les son semejantes, juzgando extraño todo lo que no sea de
tal condición.
Acostumbrate a reconocer que nada es para nosotros la muerte: pues todo
bien y todo mal está en la sensación, y la muerte es privación de sensación. Así
el recto conocimiento de que la muerte no es nada para nosotros bace gozoso lO
mortal de la vida, no añadiéndole un tiempo infinito, sino quitando el ansia (16’
inmortalidad. (125) Pues nada bay de temible en el vivir para quien tenga rec-
tamente comprendido que nada temible se balla en el no vivir: Asi que 85
”e”
cio el que diga temer la muerte, no porque vaya a dolerle estando ella presente,
sino porque le duele estando por llegar: pues lo que, estando presente, no ”30'
lesta, vanamente duele esperado. El más aterrador; por tanto, de los males, la
Epica”: Carta a Meneceo 399
de ellos se sigue mayor molestia para nosotros; y mucbos dolores los juzgamos
mejores que los placeres, tan pronto como un mayor placer ba de seguirse para
nosotros tras baber durante largo tiempo soportado los dolores. Por tanto, todo
placer, por ser de indole provecbosa, es un bien, aunque no todo placer merece
ser elegido, asi como todo dolor es un mal, pero no todo dolor es de tal índole
que baya de evitarse siempre. (130) Conviene, pues, juzgar todas esas cuestio-
nes por ca'lculo comparativo y consideración de ventajas y desventajas; pues te-
nemos el bien en ciertos tiempos por un mal, y el mal, al revés, por un bien.
También el bastarse uno a si mismo lo consideramos un gran bien, y no
para usar a todo trance de pocas cosas, sino para que, cuando no tengamos mu-
cbo, lo poco nos baste, sinceramente convencidos de que lo más dulcemente
disfrutan la abundancia los que menos la necesitan, y que todo lo natural es fa.
cil de conseguir, y lo vano dificil. Los sabores sencillos procuran el mismo pla-
cer que un manjar suntuoso, siempre que se nos quite de encima el dolor de la
carencia,- (131) y el pan de cebada y el agua dan el supremo placer cuando los
deguste quien los necesita. Asi pues, el acostumbrarse a un régimen sencillo y
no dispendioso es coadyuvante a la salud, bace al bombre presto para los me-
nesteres de la vida, nos pone en mejor disposición al acercarnos de vez en
cuando a la abundanaa, y nos bace impertérritos ante la fortuna.
Cuando decimos, pues, que elfin es el placer; no estamos bablando de los
placeres de los disolutos y los que están en el consumo, como opinan ciertos ig-
norantes disconformes o malpensados, sino de no sufrir dolor del cuerpo ni
turbación del ánimo. (132) Pues no son borracberas y parrandas sin tregua, ni
el goce de mancebos y mujeres, ni de los pescados y dema's que trae una mesa
opipara, lo que engendra la dulce vida, sino el sobrio razonamiento que indaga
las causas de toda elección y evitación, y destierra las creencias de las que ma-
yor alboroto les viene a los ánimos.
El principio de todo ello y el mayor bien es la sensatez; por lo cual más
noble y precioso aun que la filosofia es la sensatez, de la que nacen todas las
demás virtudes, enseñándonos ella que no cabe vivir dulcemente sin vivir de
modo juicioso, decente y justo, <ni vivir juia'oso, decente y justo> sin vivir
dulcemente. Pues son congénitas las virtudes al vivir dulcemente, y el vivir
dulcemente es inseparable de ellas.
(133) Pues ¿quién crees tu que aventaja al que opina piadosamente de
los dioses, que ante la muerte se mantiene de todo punto impá'vido, que ¡9d
considerado elfin de la naturaleza y comprende que el limite de los bienes frí-
cilmente se colma y se alcanza, y que el de los males tiene breves o los tiempos
o las penas? El que se toma a risa a la que algunos introducen como dueña y
señora de todas las cosas, <la ley del Destino, afirmando ma's bien que algunúS
cosas suceden por necesidad, > otras por fortuna, y otras por nosotros mismos,
Epfiuro: Carta a Meneceo 401
(138) Que por el placer se eligen también las virtudes, no por sí mismas,
como la medicina por la salud, según dice también Diógenes en el libro veinte de
las Lecciones escogidas, quien llama “guía del vivir” a la educación. Epicuro, por su
parte, dice que inseparable del placer es tan sólo la virtud; lo demás se separa,
como los alimentos.
Y así vayamos pues, en fin, a ponerle ya la corona, como quien dice, a toda
la obra y a la vida del filósofo, transcribiendo sus Ma'ximas capitales y concluyendo
con ellas la obra entera, tomando por fin el principio de la felicidad.
AL LIBRO PRIMERO
l magos: Los sacerdotes mazdeístas de los medos y persas. — caldeos: Nombre
que daban los griegos, desde Heródoto (I, 181), a los sacerdotes de Babilonia, expertos en
el “método caldaico”, la astrología. — gz'mnosofz'stas (“sabios desnudos”): Los ascetas de
la India, conocidos por los griegos desde la expedición de Alejandro Magno al Indostán
(327-325), en la cual lo acompañaron los filósofos democríteos Anaxarco y Pirrón (v. IX,
61 y 63) y el cínico Onesícrito (Plutarco, Alejandro, 64-65); cf. VI, 75 y com.
semnoteos: oeuvoeéoug, vocablo desconocido; según Roeper (s'lologus 1846, p.
652), corrupción de oauowaiovg, los “samaneos” de la Bactriana que menciona Clemente
de Alejandría (Strom. I, 71, 4, p. 45 ed. Stahlin) en su catálogo de filósofos bárbaros, noto-
riamente parecido al de D.L.: “Entre los egipcios los profetas, entre los asirios los caldeos,
entre los galos los drúidas y los samaneos entre los bactrianos y entre los celtas los filosofan-
tes...”, con cierta ambigüedad sintáctica que, de haber estado presente ya en la fuente co-
mún de ambos, pudo fácilmente provocar, en un descuido del copista, el traslado de los sa-
maneos —-probablemente ascetas budistas (cf. páli samana, tocario samá‘ne)—— desde el Asia
Central a las Galias. —
Aristóteles fr, 35 Rose. El Mágico o tratado de los magos (e. 32-36 Rose) es obra
perdida y de autoría dudosa; otros la atribuían al peripatético Antístenes de Rodas o a su
homónimo ateniense (Sada, s.v. 'Avuoeévng). Aristóteles nombra a los magos en Met. XIV,
4, 109lb10. -— Soa'ón fr. 35 Wehrli. —- Oca (Tog): Probablemente Moco (Mñxog)
0 Mosco de Sidón, quien, según Posidonio (cit. por Estrabón, XVI, 2, 24), había concebido
a t'ï‘OI‘Ía atomista en tiempos anteriores a la guerra de Troya; Cf- la cosmosoma atribulda a
M- en Damascio, De prim. prz'nc. III, p. 166, ed. Westermk. -— Zamolxzs (Zalmoxrs): Of.
H, 2 Y Corn. -— Atlante: El mítico titán hermano de Prometeo, al que las interpretado-
nes racionalizadoras de la Antigüedad tardía convirtieron en astronomo (cf. Cice'ron, Tusc,
'.3)' —__ Hefesto: Según Manetón (Aeg. I, frs. 1, 3, 4), el primero de los reyes dwmos que
remamn en Egipto, descubridor del fuego; el nombre griego corresponde al demlurgo
egipdo Ptah (cf. N. Grimal, Historia del antiguo Egz'ptO, Madrid, 1996’ p. 52)’
408 Comentan},
2 Hermodoro fr. 6 Isnardi Patente. -—— cinco mil años: Cf. Plutarco, De Is. 369€
— Jauto: FGrHist 765 F 32. — la travesía de Iery'es: Del Helesponto, en 480/479, duran-
te la segunda guerra médica. —- Gobrz'as: Cf. el seudo-platóntco soco, 371a.
3 Museo: Según diversas tradiciones, discípulo, hijo o maestro de Orfeo; su origen
—tracio o eleusino— era controvertido ya en el siglo IV a.C. (Aristóxeno, fr. 51 = 2 A la DK);
testimonios en Vors. 2 y Colli, La sabiduría griega, I, cast. Madrid, 1995, pp. 297-325. ___
Eumolpo: Héroe legendario, considerado fundador de los misterios de EleuSIS y contempo-
ráneo del rey Erecteo de Atenas, a quien declaró la guerra (Tucídides, II, 15; Platón, Me-
uex. 239b). Según la Suda, no era padre de Museo sino su hijo; Andrón de Halicarnaso
(FGrHist 10 F 13 = 2 A 3a DK) distingue a Eumolpo hijo de Museo de un homónimo que
era tatarabuelo de éste (v. los testimonios reunidos en Bernabé, Orp/y. fr. 1096—1098). -
Teogom'a: Frs. en Vors. 2 B. Sobre la Esfera, atribuida también a Lino (fr. 77 Bernabé), v.
Kern, Orpb. fr, pp. 314 s., y Bernabé, Orpb. fr. 408. — dz’stíco: Aut/J. pal. VII, 615. —
Eumólpídas: Familia de sacerdotes atenienses, que dirigía la celebración de los misterios
eleusinos.
4 Lino: Cantor y músico legendario, supuesto inventor del ritmo y de la melodía. La
lista de sus escritos parece ser obra del falsario Lobón de Argos (fr. 6 Crónert); el Camino
del Sol y de la Luna cita también Censorino, De die nat, 18. — Anaxágoras: Cf. II, 6. —
versos: Amb. pal. VII, 616.
5 Orfeo: Poeta legendario, al que se atribuían diversos textos místicos y teogónicos;
testimonios y frs. en Kern, Orpbz'corum fragmenta, Diels y Kranz, Vors. 1 y Colli, La sabidu-
rz'a griega, I, pp. 123-295. La colección más exhaustiva de materiales órficos ofrece ahora A.
Bernabé en la segunda parte de sus Poetae Epz'a' Graea', Munich-Leipzig, 2004-2005; una
selección en versión castellana en A. Bernabé, Híeros logos. Poesía órfz'ca sobre los dioses, el
alma y el mas allá, Madrid, 2003. — que fue filósofo: Así, Plutarco, De Pytb. or. 402i,
nombra a Orfeo entre los filósofos antiguos que publicaban sus discursos en forma de poe-
mas. — acerca de los dioses: La impiedad de los poetas, que atribuyen a los dioses los pe-
ores vicios humanos, es tópico corriente entre los griegos (v. Jenófanes, 21 B 11-12 DK;
Platón, Rep. 377d—e; Eurípides, Her. 1341-1345, etc.); Isócrates, Busz'rz's, XI, 39, nombra a
Orfeo como al más detestable de todos ellos. -— vz'lezas... con el órgano dela voz: Cf. VII,
187-188 y com.; el cotejo con este pasaje sugiere que se refiere al poema órfico Sobre Zeus y
Hera (Orpb. fr. 115 Kem = fr. 287 Bernabé): v. F. Casadesús Bordoy, “Diógenes Laercio I
5: ¿Por qué Orfeo no puede ser considerado un filósofOP”, en Actas del I Congreso Interna-
a'oua! de Filosofía Griega, Palma de Mallorca 2008. —- que perecz'ó a manos de mujeres:
Orpb. fr. 1073 III Bernabé; cf. Platón, Bauq. 179e. — enrama: Am‘b. pal. VII, 617. -'
fulmz'nado por el rayo: Según cierta tradición, por haber revelado a los mortales los miste—
l’ÍOS divinos (Pausanias, IX, 30). Otras versiones sobre la muerte de Orfeo en Bernabé, 0P-
cit., frs. 1032-1051.
6 C113”CO: FGrHist 137 F 6- —' ¿”llega a la tz'erra...: Cf. Heródoto, I, 131, sobre
las creencias religiosas de los persas. 7 que juzgan lícito”: Long conjeturó púdicamente
“que juzgan no lícito” (oúx ómov); sin embargo, la opinión acerca de las usanzas incestuo-
sas de los persas debió de gozar de cierta difusión entre los griegos: la comparten, entre
otros, Sexto Empírico, Pyrrb. byp, III, 205, Y el anónimo sofista autor de los Razouamíeflm‘
A! libro I 409
dobles (90.2, 15 DK); la noticia se remonta, al parecer, al tratado De los magos de Janto de
Lidia (FGrHist 765 F 31 = Clemente, Strom. III, 11, 1). — Soción fr. 36 Wehrli.
8Mágico: v. com. a I, 1. — Diao'a: FGrHist 690 F 5. — Aristóteles fr. 36
Rose. — Hermipo fr. 3 Wehrli. -— Eudoxo fr. 341 Lasserre. — Viaje alrededor de
la tierra (Hspioñog tñg yñg) era, desde el siglo V a.C., título habitual de las descripciones de
la tierra y los mapas que incluían, antes de que Eratóstenes, en el siglo III a.C., introdujera
el término ‘geografía’. — Teopompo: FGrHist 115 F 64.
9 gracias a sus nombres: taïg ainfi'w émxlñoeo't MSS, “lo que querrá decir: Puesto
que las denominaciones de los entes permanecen, lo mismo valdrá también de éstos; indica-
ción de por sí (...) acertada, justificada aquí además por la fe en los nombres, que se en-
cuentra también en el Avesta (p. ej., Y. 36, 3)” (Clemen, “Mazdaismus”, RE Suppl. V,
1931, col. 704). Entiendo que esta explicación del pasaje, debida a un conocedor de la religión
persa, hace innecesarias las diversas correcciones que se han intentado. — Eudemo fr. 89
Wehrli. —- Hecateo: FGrHist 264 F 3; 73 B 6 DK. — Ciearco fr. 13 Wehrli. — iosju-
dios: “Porque su antepasado Abraham era caldeo”, añade el Excerptum Vaticaaum. -—- Heró-
doto V, 105; VII, 35 (en el primer pasaje, no se trata de Jerjes sino de Darío). 10 Manetóri:
FGrHist 609 F 17. —- Hecateo: FGrHist 264 F 1. ll Aristágoras: FGrHist 608 F 5.
12 Pitágoras: Cf. VIII, 8, y Cicerón, Tusc. V, 3. Los estudiosos modernos discrepan
acerca de la credibilidad de esta noticia. Notoria es la semejanza con Platón, Pedro 278d,
donde Sócrates dice: “Llamar a uno sabio, Fedro, me parece que queda grande y que sólo
conviene a la divinidad; decir ‘filósofo’ o algo así acaso le cuadre mejor y sea de mejor gus-
to”. Se puede concluir que Platón fue aquí, una vez más, deudor inconfeso de la tradición
pitagórica, o bien, por el contrario, que Heraclides pone en boca de Pitágoras los pensa-
mientos de Platón: en fin de cuentas, semejante rasgo de modestia parece más propio de
Sócrates y su discípulo que de Pitágoras, quien se hacía adorar como Apolo Hiperbóreo (v.
Burkert, Hermes 1960, pp. 159-177). — Heraclides fr. 87 Wehrli. Sobre La exa'nime,
probablemente otro título del escrito Acerca de las enfermedades (frs. 76-89 Wehrli), cf.
VIII, 60-61 y 67; comentario y reconstrucción del argumento en Wehrli, Die ScbuZe des
Aristoteles, VII, pp. 86-90. —
A los sabios... sofistas: Cf. Heródoto, I, 29; Plutarco, De E ap. Delpbos 385d; sobre los
usos más antiguos de la palabra ‘sofista’, v. Kerferd, “The First Greek Sophists”, Cla55_
Rev. 64, 1950, pp. 8-10. — Cratino fr. 2 Kassel-Austin.
13 Una... la otra: Sobreentiéndase “filosofía” (cf. I, 122). El esquema de las sucesio-
nes se remonta, en lo esencial, a la Sucesión de los filósofos de Soción (siglo II a.C.), si bien
con algunos añadidos, incluyendo a los filósofos posteriores a Soción, y posibles modifica-
ciones. 14 Academia nueva: Según Sexto Empírico (Pyrrb. byp. I, 220), fundada por
Carnéades. 15 jeaófanes: La sucesión. TelaugesJenófanes-Parménides (que Schwartz,
col. 756, juzgaba ajena al esquema prim1t1vo de Soción), discrepa de IX, 20, donde se pre-
senta a Jenófanes como filósofo “aislado”. — [ l Diels (“Naucides”, nombre que no vuel-
ve a aparecer en parte alguna, parece un mero doblete de “Nausífanes”). —- y a éstos (los
“muchos” antes nombrados): c’óv MSS: oi) (“a éste”) Marcovich.
16 suspensivos (écpaxtucoi): Los escépticos; cf. IX, 69-70, y Sexto Empírico,
Pyrrb. byp. I, 7_ ___ según algunos: No lo suscribe el propio D.L., quien asegura conocer,
410 Comentario
por cierto, los escritos de Estilpón (II, 120), Teodoro (II, 97), Pitágoras (VIII, 6) y Aristón
(VII, 163). — Fz'lz'po (MSS): Desconocido; acaso el —igualmente desconocido— F, de
Mégara (II, 113; v. K. von Fritz, RE XIX. 2, col. 2367) o el platónico F. de Opunte (Piqué
Angordans, n. ad loa), autor, sin embargo, de diversos escritos filosóficos, matemáticos y
astronómicos: “Aristipo” Nietzsche (cf. II, 84); “Filón” (de Mégara) Roeper; “Filisco”
H. Schmidt. — Zenón: Probablemente Z. de Cicio (v. VII, 4). -—— jenócrater Ritschl:
“Jenófanes” MSS.
17 eudemóm'cor: D.L. no vuelve a mencionar esta escuela; según el Seudo-Galeno,
Hz'st. pbz'l. 4 (72 A 14 DK), se trata de la de Anaxarco de Abdera (cf. IX, 60). — refuta-
a'omlrtas (éléyxtucm): Probablemente los megáricos, también llamados dialécticos o erísti-
cos, esto es, “amigos de la disputa” (II, 106). —-— analoge'tz'cos: Desconocidos. 19 Cli-
rzo'maeo <de Turz'or o Dz'om'sz’o> de Calcedom'a: Klewóuaxog <®oúptog ñ Atovúolog>
Xahcnñóvrog Rossi (cf. II, 106, 112; Sada, s.v. mpámg = Meg. fr. 34 Doring): Kleuóuaxog
Kapxnñóvtog (“Clitómaco de Cartago”) MSS. —— Hz'póboto fr. l Gigante. Gigon (“Das
Prooemium des Diogenes Laertios”, p. 60) sugiere que el esquema de nueve escuelas se ins-
piraba en el número de las Musas.
20 la de Pz'rrón... en cierto sentido es escuela: Cf. la discusión, en términos muy pare-
cidos, de la misma cuestión en Sexto Empírico, Pyrrb. byp. I, 8. 21 Potamóa: Acaso el
comentarista de la Republica platónica, contemporáneo de Augusto (Sada, t. IV, p 181 ed.
Adler); una inscripción de Éfeso, de fecha incierta, menciona a “P[.. .] Alejandrino, del
[Museo], filósofo eclec[t1co] ” (Inrcr p. III, 789; v. D.T Runia, Zeztscbnfl fu’r Papyrus-
kunde und Epz'grapbz'e 72, 1988, pp. 241-243).
22 Heródoto I, 170 = Tales, 11 A 4 DK (de hecho, se limita a decir que Tales era de
estirpe fenicia). — Duris: FGrHist 76 F 74. — Demócrz'to 68 B 115a DK. — < >
Diels. — Platón: Prot. 343a. — siendo arcoate... Damasio: 582-580. — Demetrio fr.
149 Wehrli; FGrHist 228 F 1. —
cuando llegó... desterrado de Fem'cza: En los MSS se lee: Ó‘L'E 1119€ ouv veúuaíto (__B_:__
vetlaim P: vnlim F: Neileqo edd. ) exneoóvn (Dowi Kng, lo que suele traducirsez“ ...cuando
llegó con Nileo, que había sido desterrado de Ermua”; absurdo evidente, pues, para empe
zar, no hay noticia alguna de que Nileo (Neleo), el legendario fundador de Mileto, hijo del
no menos legendario rey Codro de Atenas (y, por tanto, varios siglos anterior a Tales), haya
estado alguna vez en Fenicia (como observó ya Menagio, ap. Huebner, vol. III, p. 174), ni
de que fuera desterrado de sitio alguno. Diels anotó, no sin razón, que el paso, tal como ha
sido trasmitido, “está compilado con tal estulticia que el sentido primitivo no se puede ni
siquiera adivinar” (Arc/9. fÏ Gescb. d. s'lor. 1888, p. 166 n. 4); sólo que me parece estulticia
un tanto excesiva como para que pueda atribuirse buenamente a D.L. —-—hombre culto, des-
pués de todo, que por lo menos debió de saber quién era Neleo— y no más bien a una c0-
rrupción posterior del texto.
Poco se gana, por cierto, entendiendo que el sujeto gramatical no es Tales, sino el li
naje de los Télidas (Roeper, slologus 1870, p 563, quien corregía las dos formas verbales
de sg. en otras de pl.) o su ancestro Agénor (Kirk, en KRS, p. 121): en cualquier caso,Ssi 10
que se dice es que algún antepasado de Tales “llegó con Nileo” , y, por tanto, debía contar
con pleno derecho entre los fundadores de la ciudad, ¿cómo hemos de entender que esa
Al libro I
41 l
a de ambos testimo_
25 Pitágoras: Cf. VIII, 12. Para una escrupulosa valoración crític
matb. works, I, p. 168 n. ___
nios, v. Heath, Hist. of Gr. Math, I, p p. 136 5., y Thomas, Gr.
(como entiende
aquél: Pitágoras (Diels-Kranz, Marcovich), más probablemente que Tales
Apelt). —-— Caiimaco fr. 191, vv. 124 s. Pfeiffer; 11 A 3a DK. -”— Citto fr..3 (FHG II,
333): Klúrog Menagio, Cobet, Marcovich: Kai ainóg (“él mismo l M55: lecc10n que de—
fienden Diels-Kranz, n. a Vors. I, p. 68, 19 (Tales como personaje de un dialogo de Heracli-
des). — Herria/idas fr. 45 Wehrli. — solitario y retirado: Heraclides se muestra defen-
sor de la “vida contemplativa” del filósofo, que se esfuerza por ver ejemplificada en los
sabios antiguos (v. Jaeger, Aristóteles, p. 504 n. 63).
26 Cibisto: Cf. Plutarco, Salón, 7. -— jeróm'mo fr. 39 Wehrli. — < > Marco-
vich; cf. la versión más detallada de Aristóteles, Pol. I, 11, 1259a6-19 (= 11 A 10 DK).
27 el mundo... lleno de espiritus (Baiuoveg): Cf. Tales, 11 A 22 (= Aristóteles, De an.
I, 5, 411a7) y 23 DK. —- jeróm'mo fr. 40 Wehrli. — cuando su tamaño es igual al
nuestro: Es decir, en el instante en que la longitud de la sombra es igual a la altura del cuer-
po que la proyecta, suponiendo que se da la misma proporción para cualquier otro cuerpo
(v. Plinio, Nat. bist. XXXVI, 82, y Plutarco, Corta. sept. sap. II, 147a; ambos pasajes en 11 A
21 DK). — Mim'as: FHG II, 335,3. —— NM (pavepo't MSS: 01') «pavepá Richards,
Marcovich. — trzjooa'e: Era objeto de valor convencional utrllzado en las ofrendas votivas
y los intercambios comerciales; en Homero, un trípode equivale a doce bueyes (Ii. XXIII,
702 8.).
28 Caiimaco fr. 191 Pfeiffer (cf. I, 23 y 25). -— Leandrio: FGrHist 492 F 18. —
fiaia: Vasija o taza, objeto de valor convencional. 29 Didimeo: Epiclesis o sobrenombre
bajo el cual era venerado Apolo en el santuario de Dídimos, cerca de Mileto. — Nileo
(Neleo): El fundador legendario de Mileto, hijo del rey Codro de Atenas. — Eleusis:
FGrHist 55 F 1. — Alexón (Alejandro) de Mindo: FGrHist 25 F 1. — Eudoxo fr. 371
Lasserre. —— Evantes: FHG III, p. 2 n. 30 Platón: Prat. 343 a. -—— Daimaco: FGrHist
65 F 6. — Ciearco fr. 70 Wehrli. -— Andrón fr. 1 (FHG II, 347); FGrHist 1005 F2.
31 Alceo fr. 360 Lobel-Page. — < >: Completo el verso tal como se lee en la ed. de
Lobel-Page, aunque es bien posible que D.L. lo citara incompleto. — Fanódico: FGrHist
397 F 4a. 32 la Lacom'a: Helena. 33 lo que se deal: antes: v. I, 28. —— Hermipo ff-
11 Wehrli. Plutarco (Mario, 46) atribuye un dicho parecido a Platón.
34 Se cuenta...: Cf. la versión de Platón (Teet. 174a = 11 A 9 DK), donde en lugar
de la anciana figura una agraciada muchacha tracia, y otra que refiere el mismo D.L. (11,4),
en la que el sabio muere a raiz de la caída. Un detallado repaso de los ecos de la anécdota
ofrece H. Blumenberg, La risa de la muchacha traa'a. Una proto/aistorta de la teoria, cast. V3-
lencia, 2000. — Timón B 23 Diels. Ver en este verso burlesco una alabanza de Tales eS un
claro malentendido de D. L., según advertía ya Wachsmuth (Corpuscuium poesis epicae grae-
cae iudibundae, II, Leipzig, 1885, p. 101; cf. G. Cortassa, Riv. Filo]. Class. 1976, p. 321 n.), Se"
ñalando lo “ridicule fictum” del término dotpovóunua (que vierto por el no menos estraf‘a-
lario invento “astronomaje”). -—
Lobón de Argos fr. 8 Croenert. A Lobón se debe probablemente la invención tanto
de los escritos de Tales como del epigrama citado a continuación, lo mismo que de la m3-
YOI' parte de los supuestos escritos de los siete sabios y de casi todos los epigramas sepula'
A! libro Í 413
les y estatuarios dedicados a ellos ( V. Híller, Rbein. Mus. 1878, p. 521, y Kroll, RE
XIII. 1,
col. 932)-
35 cantos (áóóueva) o escolios (mcólta): Breves composiciones poéticas, de metro
variado, que se cantaban o recitaban durante los banquetes. Los cantos atribuidos a Tales y
a los otros sabios (v. I, 61, 71, 78, 85, 91) son apócrifos, procedentes, según Wilamowitz, de
un Banquete de los siete sabios del siglo V a.C.; D.L. parece haberlos tomado de Lobón de
Argos (v. Kroll, RE XIII. 1, col. 932), _
L0 rna's SábÍO, ei tiempo: Eudemo (ap. Simpl. In Pbys. p. 754, 9 ed. Diels) pone este di-
cho en boca del poeta Simónides. Aristóteles (Pbys. IV, 13, 222b17-19) se adhiere al pare-
cer contrario, manifestado por cierto pitagórico, quien declaró el tiempo lo más ignorante,
ya que es también en el tiempo donde se olvidan todas las cosas.
37 el alma... formado: Texto de BP‘. — Decia que bay que acordarse... de tus lanas:
Las mismas máximas se encuentran también en la colección de Apotegmas de los siete sa-
bios que Estobeo (III, 1, 172) atribuye a Demetrio de Falero (Vors. I, p. 64). — Nilo:
Contra esta teoría y algunas otras se pronuncian Heródoto, II, 20, y Diodoro, I, 38 ss. —
Apoiodoro: FGrHist 244 F 28. — Oi. 39,1: 624/623 (“01. 35,1” = 640/639 MSS; corr.
Diels). 38 Sosicrates fr. 10 (FHG IV, 501). —- Oi. 58: 548—544. —- Creso: Cf. He-
ródoto, I, 75. — Demetrio fr. 8 Meier. — Dnris: FGrHist 76 F 31.
39 se inscribió: Antb. pal. VII, 84; Lobón, fr. 8 Crónert, aunque Hiller (Rbein.
Mus. 1878, p. 529) lo consideraba el único epigrama del libro I que no fue inventado por
Lobón. —— epigrama de D.L.: Ant/9. pal. VII, 85.
40 Antistenes (de Rodas): FGrHist 508 F 3. — Fernónoe: Según la leyenda, hija
de Apolo, primera Pitia del dios en Delfos; se le atribuye también la invención del hexáme—
tro. — Danzón: FHG IV, 377. — Anaxirnenes (de Lámpsaco, historiador del siglo IV
a.C.); FGrHist 72 F 22, —- Dicearco fr. 30 Wehrli. Nótese que Dicearco, de tendencia
opuesta a la de Heraclides (cf. I, 25 y com), ve encarnado en los sabios antiguos el ideal
aristotélico de la “vida práctica”. Sobre Dicearco y los siete sabios, v. Jaeger, Aristóteles,
pp. 502-505. -— . _ _
Arquetirno: FHG IV, 318. La noticia de que Arquettmo ——htstortador de época in-
cierta, probablemente alejandrina— decía haber asistido personalmente a la reunión de los
siete sabios, parece debida a una mala interpretación de alguna obra de ficción literaria, al
estilo del Banquete de ios siete sabios atribuido a Plutarco, en la cual el narrador se introdu-
cía a sí mismo como personaje (v. Roeper, Pbilologus 1848, pp. 36-39, y Schwartz, “Arche-
titnos”, RE II. 1, col. 460), —— Éforo: FGrHist 70 F 181. —— Panjonio: Santuario de Po-
Siclón, cerca de Mícale, en donde solían reunirse los jonios para celebrar la fiesta de las
Panionias (Heródoto, I, 141 y 143)-
41 Leandrio: FGrHist 492 F 16. —- Platón: Prot. 343a; el testimonio más antiguo
que menciona el número de siete sabios. -— Éforo: FGrHist 70 F 182. — Dicearco fl;
32 Wehrli.
42 Hermipo fr. 6 Wehrli (Scbuie des Aristóteles, Suppl. I, 2‘ ed. 1974); otra edición
de los frs_ de Hermipo ha sido publicada por J. Bollansée, en FGrHist (cont.) IV A, fasc. 3,
1999, __ < > Casaubon. -—- Aristóxeno fr. 86 Wehrli. —- Hipóboto fr. 6 Gigante
:: Orph. f1; 887 I Bernabé. -— cartas: Las cartas (apócrifas) de los siete sabios transcritas
414 Comentario
por D.L., junto a la correspondencia entre Anaxímenes y Pitágoras (II, 41-5 y VIII, 49-50),
tienen traza de provenir de un mismo corpus, en el que Dührsen ha creldo reconocer los
rastros de una verdadera “novela epistolar”. En todo caso, más que de falsrficaciones pro-
piamente dichas, parece tratarse de un mero ejercicio literario, acaso un divertimeuto de al-
gún docto gramático alejandrino: así lo sugieren la imitación minuciosa de los antiguos dia-
lectos propios de cada uno de los corresponsales ——que sin duda requería una notable
erudición filológica— y el “arcaísmo artificioso, con su rebuscamiento a veces casi manie-
rista de los usos lingüísticos” (Dührsen, p. 114). Nuestra versión de estas cartas trata de re-
producir, hasta donde se pueda, ese estilo de pastiche arcaizante, acaso la sola gracia que
para el lector griego podían tener estos textos, cuyo valor documental “tiende hacia cero”
(Dührsen, p. 84).
45 alivio de carga (ostoáxüem): La índole exacta de esta medida —anulación de las
deudas contraídas o su mera reducción ocasionada por la reforma monetaria de Solón—
era objeto de disputa ya entre los antiguos: v. Plutarco, Salón, 15; Aristóteles, Court. ath.
VI, 1-3, y los estudios de WJ. Woodhouse, Salou the Liherator. A Study of the Agrarian
Problem in Attica iu the Seventh Century B.C., Londres, 1938; N.G.L. Hammond, jour.
Hell. Stud. 81, 1961, pp. 76-98; F. Cassola, Par. Pass. 19, 1964, pp. 26-68, y M.I. Finley,
Rev. hist. de droit fraugais et étrauger 43, 1965, pp. 159-184. — tablas giratorias: Cf. Aris-
tóteles, Coust. ath. VII, 1; Plutarco, Salón, 25.
46 Sulamiua: Cf. Plutarco, Salón, 8-10. 47 versos: Solón, frs. 2-3 West (= fr. 2
Diehl). 48 Homero: Ii. II, 557-558; cf. Plutarco, Salón, 10. Otros testimonios atribuyen
esa interpolación a Pisístrato (v. I, 57 y com.). Sobre las manipulaciones políticas del texto
homérico, v. M. Fernández-Galiano, en L. Gil (ed.), Introducción a Homero, I, Barcelona,
1984, pp. 96-98.
49 Pero e’i no aceptó...: Cf. Plutarco, Salón, 14; Aristóteles, Court. ath. VI, 3-4. ——
su pariente: Cf. Plutarco, ib., 1. — Sosicrutes fr. 11 (FHG IV, 501). — armado de lanza
y escudo: Contrariamente a la usanza de los helenos y, en particular, de los atenienses, que
en tiempos de paz no acostumbraban “portar armas como los bárbaros” (Tucídides, I, 6). —-
“Soy más sabian”: Cf. Aristóteles, Court. ath. XIV, 2; Plutarco, Salón, 30_ _ Mostrará mi
iocura...: Solón, fr. 10 West; fr. 9 Diehl.
50 Los versos...: Solón, fr. 9 West; fr. 10 Diehl. — Y cuando aquél...: Según Hetó—
doto, I, 29, Aristóteles, Court. ath. XI, 1, y Plutarco, Salón, 25, Solón se exiló para no seguir
escuchando las constantes críticas y consultas que se le hacían acerca de sus leyes, y aun las
peticiones de cambiarlas, sin que nada tuviera que ver en ello la tiranía de Pisístrato, instau-
rada en 561/560, cuando Solón —arconte y legislador en 594/593 y seguramente ya por en-
tonces hombre de edad madura— debió de ser bastante mayor para tantos viajes y aventu-
ras. — Se emhurcó...: Sobre el viaje de Solón a Egipto, cf. Platón, Tim. 21c-25d, Y
Plutarco, Soióu, 26. —— lo comahido: v. Heródoto, I, 30-33, y Plutarco, Salón, 27.
51 solecizahau: Esta derivación del verbo ooloucígetv, ‘hablar (o escribir) de mane-
ra incorrecta’ —del cual proviene nuestro vocablo ‘solecismo’— del nombre de la ciudad
cilicia de Solos ha sido generalmente aceptada por los antiguos (cf. Estrabón, XIV, 2, 28) y
aun por 105 CSÍUdÍOSOS modernos, aunque los detalles resulten poco claros: v. P. Chantrai'
ne, Dict. e'tym., pp. 1029 s., s.v. ooloucigtn.
A! libro Í
41s
61 Si todavia...: Solón, fr. 22, 1-4 Diehl; fr. 20 West. — Mira atento...: Solón, ft
42 Bergk; fragmento apócrifo, debido tal vez a Lobón de Argos (fr. 9 Crónert). 62 La
que del Medo...: Lobón, fr. 9 Crónert. -— Sosicrates fr. 3 Andria. —— Murió... a [05
ochenta años: Según Fanias de Lesbos (cit. por Plutarco, Salón, 32), bajo el arcontado de
Hegéstrato, en 561/560. Plutarco rechaza por enteramente fabulosa la historia del esparci-
miento de las cenizas, referida a continuación. — Cratino fr. 246 Kassel-Austin.
63 epigrama: Ant/9. pal. VII, 87. — polvo que espigas criaba: Los atenienses acos-
tumbraban sembrar sobre las tumbas cereales y legumbres (V. Cicerón, De leg. II, 25, 63),
pues según la creencia antigua, “de los muertos vienen los alimentos, los crecimientos y las
semillas” (así el seudo-hipocrático De victu, IV, 92, 4-5). —— las ruedas o “ejes” (óéoveg),
es decir, las tablas giratorias en las que Solón hizo inscribir sus leyes (v. I, 45 y com.). —_
cartas: v. com. a I, 42. 66 Sobre el ascenso de Pisístrato a la tiranía, cf. Heródoto, I, 59
ss.; Aristóteles, Const. atb. XIV, 1-2, y Plutarco, Salón, 30.
68 elegias de Quilón: Muy probablemente uno de los inventos de Lobón de Argos
(fr. 10 Crónert). -— OZ. 56: 556-552. -—- Pa'nfila fr. 2 (FHG III, 520). — OI. 6: 756-
722. — bajo Eatidenzo: 556-555. —- Sosz'crates fr. 12 (FHG IV, 502). —— Sa'tiro fr. 8
(FHG III, 162) = fr. 9 Schorn. — Heródoto I, 59. —— Hipócrates: El padre del tirano Pi-
sístrato de Atenas. 69 le preguntó Esopo: airtoñ Kai A’ioamov Reiske, Apelt (cf. Gnom.
Vat. 553): aínóv Kai Aioa'mov (“preguntó él a Esopo”) MSS. — “Humilla a lo a!tiao...”:
Cf. Hesíodo, Trab., 3-8. — preceptos: Cf. Estobeo, III, 1, 172 (10.3 DK, Vors. I, p. 63).
71 De sus cantos...: Lobón, fr. 10 Crónert (cf. com. a I, 35). — y el oro: xpuot'ó
MSS: Katpq'ñ Marcovich. — Se cuenta...: Cf. Aulo Gelio, I, 3. — Cz'terazïíñerócña
VÏI, 253. 72 Nicias: Cf. Tucídides, IV, 53-57. -— Arzstágoras: FGrHist 608 F 11. -—
<....> Laguna; tal vez se haya de entender que Quilón era hijo o descendiente de Branco
(Escher, RE III. 1, col. 814). — El santuario de Bra'nquidas —localidad que recibía su
nombre de la estirpe sacerdotal de los Bránquidas— es el de Dídimos, cerca de Mileto (cf.
I, 29). — Ol. 52: 572-568. — Hermipo fr. 12 Wehrli. — epigrama: Antb. pal. VII,
88. 73 La coronada...: Lobón, fr. 10 Crónert; Ant/J. pal. IX, 596. ——- Su sentencia: Es-
tobeo (III, 1, 172 8 1 = Vors. I, p. 64, 2) la atribuye a Tales. — carta: v. com. a I, 42.
74 Daris: FGrHist 76 F 75. — Aquile’tide: Región de la Tróade en la que se supo—
nía estaba enterrado Aquiles; sobre el episodio, cf. Estrabón, XIII, 1, 38. — < > Casau-
bon. — Apolodoro: FGrHist 244 F 27; cf. Heródoto, V, 95. 75 Sosicrates fr. 13
(FHG IV, 502). — que la mitad era más...: Cf. Hesíodo, Trab, 40; Platón, Rep. V, 466c.
76 Pánfi'la fr. 3 (FHG III, 521). — Heraclides (Lembo) Roeper: “Heraclito” MSS.
— Alceo: El poeta lírico de Lesbos, compatriota y enemigo político de Pítaco, al que ataca
en sus versos con un odio encamizado (cf. la lista de insultos en I, 81); sobre el episodio, cf-
Diodoro, IX, 12, 3. — que al ebrio”; Cf. Aristóteles, Pol. II, 9, 1274b18-23; Rbet. II, 25,
1402b13. — Simónides fr. 5 Bergk; fr. 542 Page.
77 Platón en el Protagoras: 339b-c. — “Si buscas mac/90...”: ¿Wv
liav “Aun mucho...” Ri ' Wreovïch. 78 “Lo que piensa
bacer...”: Para esta máxima y las siguientes, cf. Estobeo, III, 1, 172 e = 10.3 DK, Vors. I, p»
64. — ni del enemigo tampoco (MSSI; “ni bien del enemigo” Estobeo. —— De sus can-
tos...: Lobón, r. 11 Crónert; Suppl. Hell, fr. 524.
417
Ai libro l
Estin-
la Hélade a raíz del crimen de Pélope, quien había asesinado a traición al rey arcadio
falo (Apolodoro, Bibi. III, 12, 6, 159).
115 Teopompo: FGrHist 115 F 69. — Mironiano fr. 1 (FHG IV, 454). -— Cn-
rete: O “nuevo Curete” (Plutarco, Salón, 12). Los Curetes eran unos genios que oficiaron
de guardianes de Zeus durante su infancia en Creta; algunas tradiciones les atribuyen el
don profético. — Sosibio: FGrHist 595 F 15.
116 bijo de Babis: BáBvog Aldobrandini (cf. Ferecides, 7 A 2-3 DK): Báóvog (“de
Badis”) MSS. — Alejandro: FGrHist 273 F 85. — Teopompo: FGrHist 115 F 71. ——
< > H. Gomperz, Wiener Stud. 1929, p. 15 n. 4 (cf. 7 A 2 y 5 DK). De todos modos, pare-
ce sumamente inverosímil que Teopompo considerase a Ferecides el primero que escribió
sobre naturaleza y origen de los dioses, siendo éste notoriamente posterior a Hesíodo, sin
mencionar la fabulosa antigüedad de los supuestos escritos de Orfeo y Museo, generalmen-
te admitida por los antiguos: más bien debió de decir que fue el primero que escribió en
prosa sobre esas materias (Kirk, en KRS, p. 85; cf. la Sada, en 7 A 2 DK), o bien que fue el
primer jonio que redactó tales escritos (cf. I, 43).
117 Teopompo: v. com. a I, 116. —— atribuyen esos becbos a Pitágoras: Probable-
mente los tres vaticinios referidos en I, 116, que, según Porfirio (ap. Eus. Praep. ev. X, 3, 6
= 7 A 6 DK), Andrón de Éfeso, en su Trípode (cf. I, 30), atribuía a Pitágoras; siempre según
Porfirio, Teopompo había plagiado este relato, cambiando nombres propios y lugares para
disimular el plagio. — Hermipo fr. 17 Wehrli. — “Entonces arrastrame...”: El sentido
del procedimiento resulta poco claro; tal vez se trataba de que la impureza que suponía la
presencia del cadáver insepulto de Epiménides en su territorio provocara la derrota de los
magnesios (H.S. Schibli, Pberecydes ofSyros, Oxford, 1990, p. 8).
118 Aristóxeno fr. 14 Wehrli. — < > Marcovich. -- enterrado por Pitágoras
en Delos: Cf. VIII, 40; Diodoro, X, 3, 4 (7 A 4 DK); Porfirio, V. Pyth, 56. — devorado
por los piojos: La supuesta enfermedad pedicular; cf. Aristóteles, Hist. an. V, 31, 556b30-
55733 (donde se menciona a Ferecides como víctima prominente de este mal, originado, se-
gún el Estagirita, por un exceso de humedad en el cuerpo, conforme a la teoría de la gene-
ración espontánea de los piojos y otros parásitos que se defiende en este capítulo), Y
Plutarco, Sila, 36.
119 Andrón fr. 5 (FHG II, 347); FGrHist 1005 F 4. — Eratóstenes: FGrHist
241 F 10. — “Zas y Crono...”: Ferecides, 7 B 1 DK (cf. ib. A 8-9); v. Kirk, en KRS, pp. 91—
112, y Schibli, Pberecydes ofSyros, pp. 140-175. —- Crono: Xpóvoc (“el Tiempo” personi-
figWWmowitz, Fránkel; cf. Kirk, en KRS, p. 93 y
n. 1. —— beliotropio: Un cuadrante solar o marcador de solsticio; v. Kirk, en KRS, pp. 88-
91, y Schibli, op. cit., p. 5. — Duris: FGrHist 76 F 22. —- Estaciones: "ow Cobet:
iegt'ñv MSS. — epigrama: Antb. pal. VII, 93. -——--*’ —’_‘-
120 Ión de Quio fr. 30 West; 36 B 4 DK. H. Gomperz (Wiener Studien 1929, p. 14
n. 3) conjeturó, con desconfianza tal vez excesiva, que la entera tradición antigua acerca de
la amistad entre Ferecides y Pitágoras no tuvo más fundamento que estos versos de Ión, en
los cuales, de hecho, se dice únicamente que, si es cierta la enseñanza de Pitágoras, el alma
de Ferecides debe de estar gozando de una Vida de ultratumba que corresponda a sus méri-
tos. 121 Oi. 59: 544-540; según la Sada (7 A 2 DK), Ol. 45 = 600-597, Sobre la cronolo-
’
Al libro II
421
AL LIBRO SEGUNDO
1 prz'napzo... m' otra cosa: Cf. Anaximandro, 12 A 9 DK = Teofrasto, Pbys. op. fr. 2
Diels. —— la Tierra... de forma esférica: En IX, 21, D.L., siguiendo a Teofrasto (cf. VIII,
48), atribuye este descubrimiento a Parménides; según los testimonios más fidedignos, Ana-
ximandro sostenía que la Tierra tiene forma cilíndrica, parecida al segmento de una colum-
na de piedra (v. 12 A 10-11 DK). — que la Luna... es fuego purirímoz Según Diels (Par-m,
p. 111; cf. n. a Vors. I, p. 81, 11-12), este paso, tomado probablemente de Teofrasto, se re-
fiere a Anaxágoras (cf. 59 A 77 DK) y sólo por error quedó incluido en la doxografía de
Anaximandro. —
gnomon: Instrumento astronómico antiguo, que consiste en una varilla vertical cuya
sombra señala la dirección y la altura del Sol. Según Heródoto (II, 109), los griegos apren-
dieron el uso de este artilugio de los babilonios; con más justeza, por tanto, dice la Sada (v.
12 A 2 DK) que Anaximandro lo “introdujo” (en Grecia). —- sobre los relojes de sol: In-
dicación un tanto oscura; un intento de explicación ofrece Kirk, en KRS, p. 158. — Favo-
rz'no fr. 28 Mensching. Sobre la determinación de los eqm'noccz'os por Anaximandro —juz-
gada imposible por Dicks, jour. Hell. Stud. 86, 1966, pp. 315.—, v. ahora Graham,
Explaz'nz'ng the Cosmos, Princeton, 2006. — relajesz Probablemente el mismo gnomon,
que cumplía también el oficio de reloj de sol (v. Kirk, loc. dt. ).
2 dzbujó... el contorno dela tierra: El primer mapamundi griego (v. 12 A 6 DK), lue-
go perfeccionado por Hecateo. -— esfera: Es dudoso si se trataba de un globo celeste, ins-
pirado en modelos babilónicos (así Gigon, Orígenes ¿le la filosofih griega, p. 95, para quien
la obra escrita de Anaximandro “no era más que la explicación de este globo celeste”; Mad-
dalena, Ionz'a', pp. 108 s., y, con más reserva, Classen, RE Suppl. XII, col. 34), o de un
mapa de los cielos (Kahn, Anaxz'mander, p. 89, y —aunque juzgando improbable la noti-
cia—— Kirk, en KRS, p. 159). Cabe recordar que Anaximandro intentó por primera vez cal-
cular el tamaño y la distancia relativa de los astros (12 A 11 y 21 DK). —
exposición sumaria: Probablemente el tratado De la naturaleza que menciona la Sada
(12 A 2 DK), el texto científico-filosófico griego más antiguo del que se conservan algunos
fragmentos literales (Vors. 12 B). La brevedad del escrito y la concisión apotegmática del
estilo debieron de merecerle la caracterización de “exposición sumaria”; por lo cual parece
poco fundada la sospecha de Kirk (en KRS, p. 156) de que se tratara de un “compendio
posterior” (v. Burkert, Rbet'n. Mus. 1963, p. 133 n. 102). —- Apolocloro: FGrHist 244 F
29. _...
Ol. 58,2: 547/546, Puede ser que la conjunción de datos astronómicos y autobiográfi-
cos contenidos en el escrito de Anaximandro haya permitido a Apolodoro este cálculo
insó-
litamente preciso. Anaximandro habría nacido, por tanto, en 611/610; fecha que
concuerda
422 Comentario
y la Cróm;
aproximadamente con la que dan Hipólito (Oi. 42,3 = 610/609; v. 12 A 11 DK)
ea de Eusebio (v. n. a Vors. I, p. 81, 19). -—- Pol/cráter: Tirano después de 540; anacronis-
mo debido acaso a una confusión de Anaximandro con Pitágoras (Dlels; otras interpreta-
ciones en Classen, RE Suppl. XII, col. 31). —— otro Aneximaná’ro, bzlvtorz'ador: Llamado
A. el Joven, autor de una Herooiogia; vivió alrededor de 400 a.C. (FGrHist 9).
3 lo oyó Parménides: Hapueviñnv cpao‘w dxoüoat aútoñ Volkmann (Iabresberic/n
Gymn. Breslau, 1890, p. 10); cf. IX, 21 y com.: Hapueviñov... aúróv (“oyó a Parménides”)
MSS. -— Declaró principio...: De Teofrasto, Pbys. op. fr. 2 Diels; cf. Anaxímenes, 13 A 5—
7,1 DK. — < > Diels. — que los astros... alrededor de la Tierra: Cf. Anaxímenes, 13 A
7 DK. —
Apolodoro: FGrHist 244 F 66. — la conquista de Sardes: 546/545. — Oi. 63: 528-
524. Texto establecido por Simson (v. Diels, Rbein. Mus. 1876, p. 27; cf. Anaxímenes, 13 A
2 y 7,9 DK). En los MSS se lee al revés: “Vivió... enla_9_1__63_y murió ¡Er los tiempos de la
conquista de Sardes”; lección que defendía Kerferd (Mus. Heiv. 1954, pp. Illimé
dïñyévntat en el sentido más habitual de “nació” (en lugar de “vivió”), y suponiendo que
no se está aludiendo a la conquista de Sardes por Ciro, en 546/545, sino a la toma dela ciu-
dad por los rebeldes jónicos, en 498, la vida, breve pero esplendorosa, de Anaxímenes que-
daria comprendida entre los años 528 y 498 (en contra, v. Kirk, en KRS p. 213 n. 1). —
carte: v. com. a I, 42. 4 Tales... a la ¿ejezz Texto__de Marcovich. — se ¿espe/ió: Cf. I, 34
y com. 5 los hijos de Éaeesz Polícrates y sus hermanos Paniagnoto y Silosonte, que en un
primer tiempo compartieron con él la tiranía (Heródoto, III, 39).
6 oyó a Anaxz’menes: Anacronismo: Anaxímenes murió entre 528 y 524 (v. II, 3 y
com.); Anaxágoras nació en 500/499 (v. II, 7). Como a menudo sucede, la pertenencia a
una misma tradición de pensamiento se convierte, para los doxógrafos, en relación personal
de maestro a discípulo. — su escrito: Frs. en Vors. 59 B. -— “Todas las coses estaban
juntas...”: Anaxágoras, 59 B 1 DK; las palabras que siguen tienen más de paráfrasis que de
cita literal (cf. ib. B 12). — Timón B 24 Diels; fr. 24 Di Marco.
7 la travesia de jery'es: En 480/479 (v. com. a I, 2). — Apoiodoro: FGrHist 244 F
31. — Oi. 70: 500-496. -- Oi. 88,1: 428/427 (Texto de F3 edd.: “Ol. 78,1” = 468/467
BP). -—- calm Arconte en 456. Meursio (Attzcarum lectionum libri VI, Leyden, 1617, pp-
159 ss.) y otros corregían “Calíades”, arconte en 480/479, cuando Anaxágoras tenía, en
efecto, veinte años; en contra, v. Mansfeld, Mnenzosyne 1979, pp. 47-52. —- a los veinte
añosuzgtñv eïxootv div Máeddn éttïiv eïxootv <é1<eï Statoifi>mv (“y- asando ' '
añ'o?) Mansfeld, ib. p. 57. — Demetrio de Falero fr. 150 Wehrli; FGrHist 228 F 2. '—
nk treinta años: Es dci-oir, aproximadamente de 480 a 450, si es cierto que Anaxágoras lle-
gó a Atenas a los veinte años; lo cual concuerda con la noticia de Sátiro (v. II, 12) según la
cual el juicio que condujo a la expulsión del filósofo fue incoado por Tucídides, sometido a
su vez a ostracismo en 443 (versión que juzgan la más verosímil Taylor, Class. Quart. 19'11
pp. 81-87; Woodbury, Phoenix 1981, pp. 295-315, y Raven, en KRS, p. 496). Ahora bien,
como varios otros testimonios sitúan el juicio de Anaxágoras en fecha próxima al comienzo
de la guerra del Peloponeso (431; así Plutarco y Diodoro: v. com. a II, 12), y aun muy POFO
antes de su muerte en 428 (Hermipo yJerónimo, cit. en II, 13-14), se han ensayado Vanas
explicaciones distintas, sea dando por buena la lección ms. “Calias” y, por ende, la ”883 a
At libro II 423
de Anaxágoras a Atenas en 456, aun a costa de desechar por errónea la indicación de que el
filósofo tenía a la sazón veinte años (así C. Diano, Studi e saggi difilosofza antica, Pádova,
1973, pp. 192-204; Mansfeld, Mnemosyne 1979, pp. 51-57, y Giannantoni, en ANRW II,
36, 5, pp. 3604-3607), sea suponiendo que los treinta años que éste pasó en Atenas se dis-
tribuyeron entre varios periodos, interrumpidos por ausencias más o menos prolongadas
(Guthrie, Hist. Gr. Pb. II, p. 323), ya sea, en fin, corrigiendo el texto y leyendo “cincuenta
años” (Marcovich).
8 que el Soi es una masa... incandescente: Cf. Anaxágoras, 59 A 42 DK (“los astros
son piedras incandescentes”). — mas grande que el Peioponeso: Cf. ib. A 42 y 72. —
Tántalo: El héroe legendario, convertido en físico por un malentendido de los doxógrafos
(cf. 59 A 20a DK), ocasionado tal vez por la alusión a la teoría de Anaxágoras que cierto es-
coliasta quiso ver en los versos de Euripides, Orestes, 4-7 y 982 ss., acerca de Tántalo y la
piedra que, según la leyenda, pende eternamente sobre su cabeza, o por una broma análoga
de algún cómico desconocido (así F. Schwenn, “Tantalos”, RE IV A 2, 1932, col. 2227).
— que la Luna... y abismos: Cf. Anaxágoras, ib. A 42 y 77.
bomeomerias (óporouépetat): Sustancias homogéneas o “de partes semejantes”; tér-
mino que Aristóteles aplica, con cierta inexactitud, a lo que Anaxágoras (59 B 4) llamaba
“semillas”; de ahí el vocablo, mal comprendido por los doxógrafos, pasó a denominación
fija de los elementos de Anaxágoras (p. ej., Lucrecio, I, 830-844 = 59 A 44 DK). Sobre la
historia del término, v. Raven, en KRS, pp. 526-528; cf. Ross, Arist. Plays, pp. 483 s., y
Cherniss, Crit. arist. presocr., p. 18. — Inteligencia (voüg): Cf. II, 6 y com. —— principio
del movimiento: Cf. Aristóteles, Met. I, 3, 984b15-22. — entre los cuerpos... por efecto del
Sol: Cf. Anaxágoras, 59 B 15-16 y A 42.
9 Que los astros...: Cf. Anaxágoras, 59 A 67 DK. — Via Láctea: Cf. ib. A 42 y 80. —-
cometas: Cf. ib. A 81. — estrellas fugaces: Cf. ib. A 42 y 82. -—- del éter: aiGépo Roe-
per: dépog (“del aire”) MSS. — Que los vientos... el izquierdo: Cf. W
¿En derecña“ eZ izquieigó: De los genitales paternos, así como del útero fecundado (cf. ib.
A 107 = Arist. De gen. an. IV, 1, 763b30 ss.).
10 la piedra de Egospótamos: Cf. II, 11 y com. —- Eurzpides fr. 783 Nauck. __
el sepulcro de Mausolo: Anacronismo flagrante: Mausolo, sátrapa de Catia, murió en 353.
11 Fauorino fr, 29 Mensching. —— Metrodoro de Lámpsaco fr. 61.2 DK. —
los estudios fisicos del poeta (Homero): Es decir, Metrodoro interpretaba los poemas homé-
ricos en clave de alegoría naturalista (v., P- 61.-, 61.4 DK), procedimiento inaugurado ya en
el siglo VI por Teágenes de Regio. _"
e” rosa: a .— M ' KO-lztí (PZÉCkeisen’S Iiiífb. 133,
bió de servir en su origen para difundir las obras de los trágicos, copcliadas Zn rollos de Papi-
ro (cf. A. Lesky, La tragedia griega, cast. Barcelona, 1966, P- zi“); e mo o (1:: descaro
de Anaxágoras bien pudo ser el primer libro en prOSa que 802° de 539351311te 1 USIOH pu-
blica y comercial. , _
Sz'leno: FGrI-Iist 27 F 2. — el arconte Démz'lo: Desconoc1d0; a modo de conjetura,
se han propuesto los nombres de Dífilo (Roeper, Marcovich), Democion (Did?) Y LÍSÏStrato
(Panzerbieter), arcontes respectivamente en 442, 470 y 467, fecha mas prox1ma a las que
dan para la caída del meteorito de Egospótamos el Mármol de Paro (468, arcontado de Te-
agénides), Plinio (Ol. 78,2 = 467) y la Crónica de Eusebio (año 1551 de Abraham = 466; v.
los textos en 59 A 11 DK).
12 que el cielo... se desplomarz'a: Cf. Plutarco, Lisandro, 12. — Socz'ón fr. 3
Wehrli. — Cleón: El líder de la corriente democrática radical que se oponía a Pericles
durante los últimos años de su gobierno; según esta versión, por tanto, Anaxágoras habría
sido procesado poco antes del inicio de la guerra del Peloponeso (431; cf. Plutarco,
Pericles, 32, y Diodoro, XII, 39; ambos pasajes en 59 A 17 DK). -— Sátz'ro fr. 14
Müller
(FHG III, 163) = fr. 16 Schorn. —
Tuatiz'des: El líder de la oposición oligárquica a Pericles, desterrado por ostracismo
de 443 a 433; de modo que, de ser cierta la noticia de Sátiro, el juicio de Anaxág
oras habria
tenido lugar antes de 443 (como suponen Raven y otros: v. com. a II, 7) o bien
después de
433 (así C.M. Bowra, La Atenas de Pericles, cast. Barcelona, 1996, p. 165).
Un examen mi-
nucioso de las fuentes sobre el juicio de Anaxágoras —concluyendo que éste
tuvo lugar en
437/436— ofrece Mansfeld, Mnemosyne 1980, pp. 17-89
.
13 ]enofome: Cf. II, 55. — Demetrio de Falero fr. 82 Wehrli;
FGrHist 228 F 38.
— Hermzjvo fr. 30 Wehrli. —- puso... fín a su mdd: Versión
difícilmente conciliable con
la noticia, generalmente aceptada, de que Anaxágoras pasó los último
s años de su vida en
Lámpsaco (v. II, 14-15), ni con la fecha de su muerte (428/427; cf. II, 7),
un año posterior a
la de Pericles. 14 jeróm'mo fr. 41 Wehrli. 15 inscrzpcz'ón
: Amb. pal. VII, 94. —-
versos nuestros: ib') VII, 95- -- l ] Diels. — Antígono: De Caristo; v. Wilam
owitz, An-
tz'gonos, p. 10.
16 de Mz'leto: Acaso un malentendido debido a la formación jónica
de Arquelao. --
Fue el primero que llevó la filosofia... a Atenas: Según Menagio, Volkmann y
Marcovich,
glosa referida a Anaxágoras; aunque tal vez haya de entenderse que Arquelao
fue el primer
ateniense que cultivó la filosofía natural a la manera jónica. -— < > Diels.
17 Cf. Ar-
quelao, 60 A 4 DK (= Hipólito, Ref. I, 9, 2 y S). ——. < > Diels.
18 Teeteto 1493. -— Mnesz'loco: Atribución errónea de estos versos de
TeleclideS
(frs. 41 y 42 Kassel-Austin), en otra versión de los cuales aparece
nombrado Mnesíloco. --‘
Galli” fr. 15 Kassel-Austin. -— Arzktófanes fr. 392 Kassel-Au
stin. Los versos, que no
figuran en el texto de las Nubes que Se nos ha trasmitido, acaso pertenecían a una primera1
versión de la pleza, a menos que D.L. la confunda con alguna obra homónima de otro au—
tOI'.
19 Alejandro (Polihístor): FGrHist 273 F 86. —_ An‘stóxeno fr. 52a Wehrli. —-
Durz's: FGI'HÍSt 76 F 73. —- Timón B 25 Diels. Una interpretación de estos versos ofre—
ce G. Cortassa, Rz'v. Filo]. Class. 106, 1978, pp. 140-145. —-— Idomeneo: FGrH
ist 338 F
'
Al llb II
425
quete: II, 16-20. —— que no sabia nada: Cf. Platón, Apol. 21d. — dedicarse a la george-
trz'a...: Cf. Jenofonte, Mem. IV, 7, 2.
33 Eurz‘pides: Electra, v. 379. No sabemos si el verso figuraba también en la tragedia
perdida Auge, según la lección del ms. N —en los otros se lee év Tñ aúrñü), “en la mis-
ma”—, o si se trata de un mero error. 34 <> Marcovich (cf. Jenofonte, Mem. III, 7, 5.
7). 35 Al que le daa..: Otras variantes refiere]enofonte,Apol., 27. —— Anaxdgoras: Cf.
II, 13. — Dia'e'ndole su mujer...: Cf. Jenofonte, Apol, 28. — A los tres dias”: Il. IX,
363; cf. Platón, Critón 44a-b. 37 que trataba a una mujer desabrida...: Cf. Jenofonte,
Banq. II, 10. — la Pitia... a Qaerefonte: Cf. Platón, Apol. 20e-21a; Jenofonte, Apol, 14.
38 Menón 89e-95a. -— Favorino fr. 31 Mensching; fr. 63 Barigazzi. -— Her-
mipo fr. 32 Wehrli. 39 Antistenes (de Rodas): FGrHist 508 F 4. — Platón, en la
Apologia: 23e-24a. — Favorino fr. 3 Mensching; fr. 34 Barigazzi. 40 La declaración
jurada: Cf. Platón, Apol. 24b; Jenofonte, Mena. I, 1, l. -—- Lisias: Cf. Cicerón, De orat. I,
231. 41 Iusto de Tiberiades: FGrHist 734 F 1. --—- 281 votos: Según Platón, Apol. 36a,
la diferencia era sólo de treinta votos. -- Enbúlides fr. 66 Dóring, Meg. (con dudas so-
bre la identidad de este autor con el filósofo megárico, ib. p. 114).
42 que se me mantenga... en el Pritaneo: Cf. Platón, Apol. 36d-e. Con esta especie de
pensión vitalicia se honraba a los ciudadanos que se habían distinguido en la guerra o en las
competiciones deportivas, y a veces aun a sus descendientes. — peón: Cf. Platón, Fed.
61b, sobre los intentos poéticos de Sócrates. — Dionisodoro: FHG II, 84. 43 Heracli-
des: ¿H. del Ponto (fr. 169 Wehrli) o H. Lembo (fr. 13 Müller)? — Astidarnante... una es-
tatua de bronce: En 340, más de un siglo después de la muerte de Ésquilo.
44 Enrigttides fr. 588 Nauck. -— Filócoro: FGrHist 328 F221. — que Enrzpzdes
murió antes que Sócrates: En 407/406. — Apolodoro: FGrHist 244 F 34. — Ol. 77,4:
469/468. —-— Ol. 95,1: 400/399. -——- a la edad de setenta años: Cf. Platón, Apol. 17d; Crit.
52e. -— Demetrio de Falero fr. 153 Wehrli; FGrHist 228 F 10. 45 Ol. 75,1: 480/479.
— jenofonte: Mem. I, 4, 6. — aunque afirma...: ib. I, 1, 16. —— Platón en la Apologzía:
26d-e; cf. Fed. 97b-99c. — Aristóteles fr. 32 Rose. 46 ”WHQL-VL
96. —— Aristóteles fr. 75 Rose. — Antiloco: Cf. VIII, 49. — Cercope: Orph. fr. 1101
I Bernabé. 47 otro Sócrates, bistoriador: FGrHist 310 T 1. — el de Cos: FHG IV, 499 s.
48 Aristipo: FHG II, 79. 49 “Abora me es ma's grato...”: Jenofonte, Banq. IV, 12;
son palabras de Critobulo, uno de los personajes del diálogo. -— Ciro el Joven, príncipe
persa, hijo del rey Darío II, intentó, apoyándose en un ejército de mercenarios griegos,
arrebatar el poder a su hermano Artajerjes II; murió en la batalla de Cunaxa, en 401. El re-
lato de D.L. sobre Jenofonte, Ciro y Próxeno proviene de Jenofonte, Ana’basis III, 1, 4-8.
50 Menón de Farsalo: Es el mismo personaje del diálogo platónico que lleva su nom-
bre, donde aparece, sin embargo, a una luz bastante más favorable que en el siniestro retra-
to que traza de él Jenofonte, Anab. II, 6, 21-28; contraste advertido ya por Ateneo, XL
SOSa-b. —— Apolónides: Cf. Jenofonte, Anab. III, 1, 26-31; la interpretación de D.L. nO
delata, desde luego, una lectura muy atenta de este pasaje.
51 Por esas fecbas... lo condenaron al destierro: En 399 (como sugiere Anab. VII, 7,
57) o 394 (cf. ib. V, 3, 7); sobre el problema cronológico, v. Natalicchio, pp. 5364. -'
por colaborar con los espartanos (¿sti MKCÜVLG‘HÓ): Más verosímil parece que el motivo de la
Al libro U 427
61 Perreo de Cicio, estoico (cf. VII, 36, y, sobre sus relaciones hostiles con Menede-
mo, II, 143-144). — Pasifonte Ere'trico (es decir, “seguidor de la escuela filosófica de los
erétricos”, más bien que “originario de Eretria”) parece ser el mismo al que Favorino acu-
saba de haber falsificado las tragedias de Diógenes el Cínico (cf. VI, 73). — apañó
(écxeuópntat): Cabe entender “plagió” (así Giannantoni, SSR IV, pp. 236-238) o bien
“falsificó” (M.-O. Goulet-Cazé, en su traducción, p. 363 n.), siempre en el supuesto de que
el sujeto gramatical sea el susodicho Pasífonte; aunque también puede entenderse que fue
Ésquines el autor de falsos diálogos antisténicos (así Susemihl, Iabrb. f Class. Pbilol. 135,
1887, pp. 207-210, y A. Patzer, Antistbenes der Sokratzker, tes. doct. Heidelberg, 1970, pp.
131-133). La traducción que propongo procura ser fiel a estas ambigüedades. —
Amistenesz Cf. VI, 18. — Diálogos de Érquines: frs. ed. por H. Krauss, Leipzig,
1911, y H. Dittmar, Aiscbines von Spbettor, Berlín, 1912. — Aspasza: Una reconstrucción
de este diálogo intentó P. Natorp, Pbiloiogus 1892, pp. 489 ss.; un conciso resumen ofrece
J. Gil, en el extenso estudio introductorio a su ed. de Jenofonte, Económico, Madrid, 1967,
pp. 65 s.
62 Timón B 26 Diels; cf. II, 55. 63 Policrito: FGrHist 559 F 1. — Lirios fr.
lThalheim; cf. Ateneo, XIII, 611d-e. — Aristóteles... “El Mito”: Cf. V, 35. 64 Panea'o
fr. 126 Van Straaten; fr. 145 Alesse.
65 Fania; fr. 31 Wehrli. — ]enofonte: Mem. II, 1. — Teodoro: No sabemos a
ciencia cierta de quién se trata; acaso uno de los tres filósofos estoicos de este nombre enu-
merados en II, 104: uno de ellos, según sospechó W. Capelle (“Theodoros (33)”, RE V A 2,
1934, col. 1831) debió de ser el autor del libro Contra Epicuro que D.L. cita en X, 5; lo cual
concordaría muy bien con un ataque análogo enderezado a Aristipo, el otro gran teórico
del placer. De ser así, tal vez se haya de leer, como título de la obra, Hepï aipeu’óv (“De lo
deseable”, por Uep‘t aipéoemv MSS: recufie’rdïse que la cuestión de lo aipsróv era crucial
tanto para los cirenaicos --v. II, 88, 90, 91, 92— como para los estoicos: VW
etc.l, o, en todo caso, habrá de entenderse Hepi aipéoecov como sfiicando “De las elec-
ciones (morales)” (cf. el escrito de Epicuro Hep‘t aipéoetov Kai cpuyt'óv, cit. en X, 27), y no
“De las escuelas”, como se suele traducir: una polémica contra el hedonismo de Aristipo
sería, en efecto, más verosímil en un tratadillo de ética estoica, incluso como tema principal
del escrito (lo que justificaría su mención por D.L. en este pasaje y en ningún otro), que en
una obra doxográfica sobre escuelas de filósofos (obra que, por lo demás, ningún otro au-
tor antiguo menciona) (¿Hermes 135. 2007, D. 370); -— Platón, en Acerca del alma: Fe-
dón 59b-c. - en otro lugar: III, 36. 66 Timón B 27 Diels.
67 baboso: Blévvog, nombre del pez llamado baboso o budión, evoca Blewóg, ‘ba—
boso’, en el sentido de ‘simple’, ‘idiota’, ‘necio’. 74 Soción fr. 5 Wehrli. 76 Polz'xe-
no: Mencionado repetidamente en las cartas atribuidas a Platón (II, 310c-d y 314c-d; XIII,
360b-c); según algunos, el inventor del argumento del “Tercer hombre” (Fanias, cit. pOr
Alejandro, In Met. 8%, 16-2l ed. Hayduck = fr. 220 Dóring, Meg): v. Baeumker, “Über den
Sophtsten Polyxenos ’, Rbem. Mus. 34, 1879, pp. 64-83, y Dóring, Megarzker, frs. 211-220 y
com. pp. 166-170. 77 Bión (de Borístenes) fr. 40 A Kindstrand.
?8 Dionisio ordenó...: Sexto Empírico (Pyrrb. byp. III, 204) refiere la misma anécdo-
ta, a tltLllO de muestra de que ni siquiera los sabios están de acuerdo entre ellos acerca de
Al libro H
429
los que sobrevive un por Séneca, Ep. XCIV, 41, y algún rastro en las
solo fragmento, Cltado SSR IV, pp. 119_127_ __ Nieiasz Tal vez el
apócrifas cartas socráticas), v. Giannantonl,
(fiome
J ma rn' J
430
113 Heraclides (Lembo) fr. 14 (FHG III, 170) = Soción, fr. 8 Wehrli. —_ 13,]p
de Me'gara: Desconocido. — Aristóteies Cirenaico: Probablemente Aristóteles de Cirene
, PGP
(Giannantoni, SSR IV E 5). -— Ciitarco: Acaso el historiador de Alejandro Uacoby
Hist 137 T 3). — Simias: Presumiblemente, el amigo y yerno de Estilpón (v. II, 114), .__
K0-
Dzjfilo: Tal vez el estoico discípulo de Aristón (VII, 161; v. G.H. Gerhard, Pboim'x von
interpreta-
lopbon, 1909, p. 215 n. 3). — <....>: Laguna según Dóring, Meg, p. 145; otra
ción del pasaje propone Gigante, Par. Pass. 1974, pp. 292 s. — Eufanto: v. II, 110. ——
Nada sabemos de los demás personajes mencionados (excepto, evidentemente, Teofrasto).
114 Frasidemo: Desconocido. -— Álcimo: La identificación de este personaje con el au-
tor del escrito Para Amintas, que D.L. cita en III, 9-17, o con el historiador de Sicilia (FGr
Hist 560) es del todo incierta. -— One’tor. Cf. III, 9.
115 Tolomeo... se habia adueñado de Me’gara: En 308/307. —- Demetrio I Políor-
cetes, rey 306-285, hijo de Antígono I Monoftalmo, conquistó Mégara en 307/306. La anéc-
dota se encuentra también en Plutarco, Demetrio, 9, Séneca, Ep. IX, 18; De coast. sap. V, 6,
y otros (Dóring, Meg, frs. 151 A-I). 117 Bión (de Borístenes) fr. 25 Kindstrand. El verso
—cuya primera parte citan también Ateneo, I, 4b, y Filodemo, De piet., p. 150 ed. Gom-
perz— pertenecía probablemente a una de las epopeyas del ciclo homérico.
118 “... un abrigo nuevo” (iua'tiou Katvoñ) es homófono, en griego, de “un abrigo y
seso” (iuatiov Kai voii). — Crates... le dedicó esta parodia: Crates, B 1 Diels. Se trata de
una parodia de versos homéricos; el primer verso evoca Od. XI, 582 (“Luego a Tántalo he
visto sufriendo el arduo tormento”), el segundo, Ii. II, 783 (“en Árimos, donde...”), el ter-
cero, Il. II, 417 y VIII, 537. — a la virtud... por letras: Parece un juego de palabras en que
la “virtud” (arete') evoca el nombre de Nicárete, la cortesana y amante de Estilpón (v. II,
114). 119 no habla de nadie: ¿2'1t unóéva Roeper edd.; gïym unfiéva MSS.
120 diálogos de Estilpón: Sólo se conserva un brevísimo fr. del Métrocies (Meg. fr.
190 Dóring) y algunas noticias indirectas (ib., frs. 191-201). — Heraclzdes (Lembo) fr.
14 (FHG III, 170 s.) = Soción, fr. 9 Wehrli. — Hermipo fr. 35 Wehrli. El que el mismo
Hermipo responsabilice al vino también de la muerte de Arcesilao (IV, 44), Lacides (IV,
61) y Crisipo (VII, 184), no otorga más credibilidad a la noticia. — versos nuestros: Ant/J.
pal, App. V, 42 Cougny. ——- < > Marcovich. — Sófilo fr. 3 (PCG VII).
121 Critón: Amigo y aproximadamente coetáneo de Sócrates, nativo del mismo
demo de Alópece; asistió al proceso del maestro (Platón, Apot. 33d-e) y a su muerte (Fe—
dón 59b-c). Es el personaje que da nombre a uno de los primeros diálogos de Platón; 50'
bre su amistad con Sócrates, v. también Eutid. 304a-306c, y Jenofonte, Mem. II, 9, 1-3;
testimonios reunidos en Giannantoni, SSR II, pp. 635 s. —— Critobuio: Aparece como
interlocutor de Sócrates en los seis primeros capítulos del Económico de Jenofonte y
como personaje del Banquete jenofóntico. Nada sabemos de los otros supuestos hijos de
Critón; la mención de Hermógenes acaso se deba a una confusión con el conocido socrá-
tico, hijo de Hiponico (v. III, 6 y com.; Natorp, “Hermogenes (21)”, RE VIII, 1, 1912,
col. 865). ——
diálogos: Nada se ha conservado de estos escritos, al parecer, falsificaciones de la épo-
ca helenística, lo mismo que los supuestos diálogos de Simón, Glaucón, Simias y Cebes que
se citan a continuación. La Sada atribuye a Critón una Apologia de Sócrates.
[l 'bro H
A ' 433
122
Simón... zapatero: Personaje destaca
do de las a pocrlfas cartas so
mencionan, sm embargo, ni Platón ni Jenofonte, cráticas, no lo
lo que h
existencialháfïïl'lcaíwflïflmOWÍta, Hermes
14: 1879, p. 187, lo consideraba un persona
f1ct1c10 de 1a Ïgo Nomolnlmo atrlbmdo a Fedon je
(v. II, 105)—-, disípadas, con todo, por la
excavac10n, en os anos cmcuenta, delos restos de
una zapatería aten
glo V a.C. que parece haber pertenec1do a un tal Simón (v. D. Burr iense de finales del si-
Thomas “The House of
Simon the Shoemaker”, Arcbaeology 13, 1960, pp. 234-240).
,
124 Glaucóa: El hermano de Platón (cf. II, 29 y III,
4) , personaje de la Repúblzca
platónica, mencionado también en el Parme'm'des y la Apologz'
, asi como por Jenofonte,
Mem. III, 6, 1 ss.; testimonios en Giannantoni, SSR II, pp. 637
s. —
Sz'mz'as de Tebas: Mencionado como amigo de Sócrates por
Platón, Crz'to’a 45b, Fedro
242b, y Jenofonte, Mem. I, 2, 48 y III, 11, 17; personaje del Fedóa
platónico y de Plutarco,
De gem'o Socratz's.
125 Cebes de Tebas: Según Platón (Fed. 61d ss.), discípulo de Sócrates y del pitagó-
rico Filolao; estuvo presente al morir Sócrates. También Jenofonte lo menciona entre los ín-
timos del círculo socrático (Mem. I, 2, 48 y III, ll, 17). — El cuadro (flivaé): Obra seu-
doepígrafa de época helenística tardía, que se ha conservado integra (Cebetz's Tabula, ed. C.
Praechter, Leipzig, 1893); nada queda de los otros dos diálogos citados por D.L. —
Menedemo... visitó a Platón: Menedemo, nacido alrededor de 345 o más tarde, no
pudo haber conocido a Platón, muerto en 347; el error se debe quizá a una confusión de
Platón con Estilpón, o de Menedemo de Eretria con el académico Menedemo de Pirra (Wi-
lamowitz, Antz'goaos, p. 86; Knoepfler, p. 171).
126 Crateg B 2 Diels. — Timón B 29 Diels. — discurso: Myov MSS: óxlOVJ
BYWater, Marcovich. 127 Hz'e'rocles: Cf. IV, 39. 128 recibas a cambio: dnolafiíïy
Mm MSS. ,_
129 que los bienes eran muchos: Menedemo sostenía, a la manera de los megaricos
(Cf' H, 106), que la virtud “es una sola, llamada con muchos nombres: pues lo mismo se dice
que es la decencia, la hombría y la justicia” (Plutarco, De vzrt. mor. II, 440c). .— Nzcocre-
“te, Sátrapa de Alejandro y posteriormente rey de Salamma de Chipre, fue el tirano qu9e, sle-
gún la tradición, hizo moler en un mortero al filósofo Anaxarco de Abdera (dv. lXÉISS-S ), o
que sugiere que el peligro al que se expuso Menedemo no era del todoldes ena d: osÍtaba
132 came abandonada (KpEáTmV ÉITCTOWÉVCPV): Probablement: afl‘ïuïe) P
en las encrucijadas como ofrenda a Hécate y a los dioses del inframun o cali; Fenóme-
133 Arato de Solos, Poeta del siglo III a.C-¡ amor del poÉnïa asjrïnde un drama sa_
a. . 21311130 oesía helenística
"05 “Mies. —- Lz'cofróa de Cálcide, poeta Y erudito (Sigo III
tirico Menedemo (cf. II, 140) y de Aiejzzndra, la Obra mas extensjal :i lopm a C, amor de
e g . ,
que ha llegado hasta nosotros. __ Antagoras de Rodas: Poeta IV,
una Tebazda
' (perdida), de un himno
- '
a Eros y ¿(13532381111106 5a.; cita
s; D.L. unos versos
frs. -—-cerca mitadenpro-
de lasuyos
27- '-- A ueo de Eretria, poeta trágico, _ 59 _... 'Acaso
es...?:
cedentes de loqs dramas satíricos— en Nauck, Trag- Gr PFr.,t 7::
7¡codel siglco IV a.C., au-
Aqueo, fr. 34 Snell (TrGF I). 134 Neófroao de Szaoa: oe Ï-iorÏ la de Eurípides; frs. en
tor de 120 obras entre éstas una Medea, probablem€n_te pág
;6
Nauck, Trag_ Cr.,Fr.,729-732. —- Aatz'steaes: FGTHÍSÚ '
434 COMentan’o
con “ j” O CO”
135 Heraclzdes (Lembo): FHG III, 167 -—- Soción, fr. 12 Wehrli. —
“No”: Era una regla de juego de los diálogos erísticos, y resorte esencial de muchas de sus Ham.
pas argumentativas; v. Aristóteles, Sap/J. el. 17, 175b8-10, y Aulo Gelio, m, 2, 1: “Dicen que
pregun_
es ley del arte dialéctica que, cuando se indaga o se disputa acerca de algun asunto y te
tan algo, no respondas ni digas nada más que ‘sí’ o ‘no’ a lo que se te pregunta”. El dilema de
Alexino es del tipo del “Cornudo” (v. II, 108 y VII, 187). Más notable es que Menedemo con-
travenga también sus propios principios (v. el inicio del párrafo), respondiendo con una con-
junción de dos proposiciones negativas. -— Bión (de Borístenes) fr. 32 Kindstrand.
138 Heraclides (Lembo) fr. 15 (FHG III, 171) = Soción, fr. 11 Wehrli. 139 una
cótila: Un cuarto de litro. 140 Licofrón fr. 3 Snell (TrGF I); cf. II, 133 y com. Otros
frs. de la misma pieza cita Ateneo, X, 4ZOa-b. — Lisz'maco: v. com. a II, 101. — Deme-
trio (Poliorcetes): v. com. a II, 115. 141 embajada ante Demetrio: En 292/291. -- Eu-
fanto (cf. II, 110): FGrHist 74 F 2 = fr. 71 Dóring. — Antígono II Gonatas: v. com. a II,
110. — Lisimaquia: Victoria de Antígono sobre los celtas, en 278/277. 142 Hermzpo
fr. 38 Wehrli. 143 Heraclides fr. 15 Müller (FHG III, 171) == Soción, fr. 10 Wehrli. —
Perreo: Filósofo estoico, discípulo de Zenón de Cicio, enviado por éste a la corte de Antígo-
no (V. VII, 6). 144 versos nuestros: Amb. pal, App. V, 40 Cougny.
AL LIBRO TERCERO
l Potone: La hermana de Platón (v. III, 4); su madre se llamaba, según todos los tes-
timonios, PCI‘ÍCtíone. — Glaucón era hermano de Calescro, no su hijo (cf. Cárm. 153c-
154b). —- Cria'as... uno de los Treinta: El político y literato que, en 404-403, encabezó el
régimen dictatorial de los llamados Treinta tiranos, muerto en la batalla del Pireo en 403;
frs. de sus escritos en Vorr. 88. Personaje de los diálogos platónicos Cármider, Prota'gorar y
del (apócrifo) Enhczlas; más dudoso es que sea también el interlocutor de Sócrates en el
Timeo y el Cricias, que más bien parece ser otro Cricias, abuelo del tirano y nieto a su vez
de Cricias hijo de Drópides: v. Nails, Tbe People of Plato, pp. 106-111, y L. Brisson, “Cri-
tias”, Diet. pbilos. ent. II, pp. 512-520. — Neleo: Héroe mítico, hijo de Posidón y Tiro;
rey de Mesenia, luchó contra Heracles. — Codro, Melanto: Reyes legendarios de Atenas,
descendientes de Neleo Ys P0r tanto, de Posidón; según la tradición, Melanto, de origen
mesenio, sucedió en el reinado a Timetes, el último descendiente de Teseo. -- Trásilo
fr. 6 (FHG III, 505).
2 Espeuszpo fr. 147 Isnardi Patente = fr. 1 Tai-án, ..... Clearco ft 2 9%d __..
Anaxilz’des (“Anaxilaides” Cobet): Desconocido. —— Apolodoro: FGrHist 244 F 37_ _..
OZ. 88: 428-424. - Hermzpo fr. 41 Wehrli. —-— OZ. 108,1: 348/347. — a los 81 años:
Noticia dudosa; un examen crítico de los testimonios ofrece Nails, op. cit., pp. 243-247.
concluyendo que Platón nació probablemente en 424/423 y murio, por tanto, a los 76 años,
.
en 348/347.
3 Neam‘es: FGÏHÍSt 84 F 20- -- arcontado de Lisiirzaco: 436-435. —- de Ami-
mln: 429-428. La diferencia de edad entre Platón e Isócrates no sería, por tanto, de 5615
t'b 111
A! t m 435
Álcimo: FGrHist 560 F 6. No sabemos si el autor de Para Amimas (¿o Contra Amin-
tasP), el historiador siciliano y el discípulo de Estilpón mencionado en II, 114, fueron el
mismo personaje. A su grotesco libelo difamatorio debemos, en todo caso, además de algu_
nas precisiones útiles sobre la teoría platónica de las ideas (v. III, 15 y com), la conserva.
ción de los frs. de Epicarmo (Vors. 23), el comediógrafo siciliano que, para Platón (Teet
152e), fue el más excelso de los poetas cómicos. Sus bromas sobre los filósofos dieron pie a
una amplia tradición apócrifa, apoyada en numerosas falsificaciones, que lo convertía en fi-
lósofo pitagórico (cf. el breve capítulo de D.L. sobre Epicarmo, VIII, 78, y com.). ——.
Amintas de Heraclea, matemático y discípulo de Platón.
10 Pero siempre bubo dioses...: Epicarmo, 23 B 1 DK. — Caos: Cf. Hesíodo,
Teog., 116. ll Si a un número...: Epicarmo, ib. B 2. Una breve alusión de Plutarco (De
sera num. md, 559b) permite entrever el lance en que se insertaba este fragmento de diá-
logo: un deudor, dialéctico habilidoso, convence a su acreedor de que él ya no es el mismo
individuo al que había prestado y, por tanto, nada le debe; el otro se da por persuadido, al
punto de mandar expulsar de su convite al moroso sofista, alegando que éste tampoco es el
mismo al que había convidado el día antes (v. J. Bernays, Rbem. Mus. 8, 1853, pp. 286 3.).
Es ésta la formulación más antigua que se ha conservado del llamado añfióuevog lóyog o
razonamiento creciente, conocido por Platón (Bdflq. 207d-208b), utilizado por los escépti-
cos (Sexto Empírico, Pyrrb. byp. III, 82 -84) y discutido por los estoicos (SVF II, 762) y aca-
démicos (Plutarco, De comm. not, 44, 1083b-c). Plutarco dedicó a este argumento un breve
tratado, que no se conservó (Quaest. conviv. 741c); en otro lugar escribe: “Tememos ridícu-
lamente una sola muerte, con tantas veces que hemos muerto y estamos muriendo (...). El
hombre de ayer ha muerto para dar en el de hoy, y el de hoy muere para dar en el de maña-
na; nadie permanece ni es el mismo” (De E ap. Delpbos, 392c-d).
14 Epicarmo, ib. B 3. 15 si es que bay memoria... de la misma especie: El pasaje
es un precioso testimonio de uno de los argumentos que se usaban en la Academia platóni-
ca para demostrar la teoría de las ideas (v. Ueberweg-Krámer, pp. 134-139), mencionado
también por Alejandro de Afrodisias, In Met, p. 78, 15 ed. Hayduck. No se encuentra este
argumento como tal en los diálogos platónicos, aunque sí la formulación del p'roblema al
que responde (Benq. 207e-208a).
16 Lo inteligente, Eumeo...: Epicarmo, B 4. — en uno solo: La broma alude, al pa-
recer, a Heraclito, para quien es “uno solo lo inteligente” (22 B 32 y 41); la afirmación de
que todo “cuanto vive tiene juicio también” (v. 2) y lo que sigue, puede ser parodia de Par-
ménides, quien enseñaba que “lo mismo son inteligencia y alma”, por lo cual “no puede ha-
ber ningún viviente propiamente irracional” (28 A 45 DK). —-— No es nada raro...: Epicar-
mo, B 5. 17 Pues yo creo...: Epicarmo, B 6. Entre los frs. aquí citados, es el úniCO
juzgado espurio P01” Diels Y Kranz (Vars. I, p. 193); nótese que, a diferencia de los otros,
D.L. no dice haberlo tomado del libro de Álcimo.
18 SOÍÏÓ” de Siracusa (Siglo VI o V a.C.), el primer autor conocido de mimos 0 Pie"
zas teatrales cómicas en prosa (e. en Kaibel, Com. Graec.Fr. I, 152-181, y D.L. Page, Greek
Literary Papyri, I, 1942, PP- 328-331). Platón alude a su distinción entre mimos masculinos
y femeninos en Rep. V, 451b-c; la condenación de la mz’mesis, en las páginas de la misma
República, bien puede exlicar por qué ocultaba esos libros bajo la almohada.
Al libro HI
437
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”GPH' VEYKev): Entiendo napacpep
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épmrr‘iv aplicada a Parménides), sino el primero que, por asr dec1r, dramatrzo
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en escena” esta forma de dralogo ’ . — Favorm
en o B ras escritas ' - ir.
' o fr. 2 5 Mens Ching,
Sñarigaïm. _ . ' , .
el método de indagación por análisis: El srgnlficado exacto del termino no es del todo
claro (cf. Untersteiner, Posiciom'o, pp. 107-109); en un ÍCXtO neoplatónico leemos: “El mé-
todo analítico o resolutivo lo utilizó [Platón] en el Timeo, resolviendo (cumbia?!) 108 entes fi-
sicos todos en el receptáculo y la forma (llamando receptáculo a la materia), la forma a su
vez en figuras, las figuras en triángulos, y diciendo que lo que está más allá de éstos sólo el
dios lo sabe y el amigo de éste” (Anónimo, Proleg. in Piar. XI, 27, p. 51, 19-22 ed. Weste-
rink). — < > Marcovich; cf. Proclo, In Euclid, p. 211, 19 ed. Friedlein.
Leodamante de Taro: Matemático relacionado con la Academia platónica, menciona-
do por Proclo, loc. aiii, y por Eudemo, fr. 133 Wehrli; el destinatario de la (apócrifa) Carta
XI de Platón (cf. VIII, 61); testimonios en F. Lasserre, De Léodamas de Tbasos á Philippe
d’Opom‘e, Nápoles, 1987. — ‘galz’dad’: norómta Menagio edd.: norfiuata C‘commsicio-
nes poéticas”) MSS, lección que defiende Untersteiner4 Pos:'aÜm'0,pp. 110 s.
25 Fedró-Ï3_Oe-234c. — Neantes de Ci'cic‘o: FGrHist 84 13—23: — cuando fue a
Olimpia... encontró también a Dión: En los juegos olímpicos del año 360; cf. Ep. VII, 350b-
d. —— su campaña contra Dionisio: Dión logró, en el otoño de 357, libertar Siracusa de la
tiranía de Dionisio II, pero murió asesinado en 354 (Plutarco, Dión, 22 ss.). — Favorino
fr. 5 Mensching; fr. 36 Barigazzi. — Mitridates el Persa: Desconocido.
26 Heraclides fr. 16 (FHG III, 171); Soción, fr. 13 Wehrli. —— Teopompo fr. 16
Kassel-Austin (PCG VII). —— Pues ni amo es uno...: “El verdadero enigma del número es
éste: que uno más uno sean dos, sin que ninguno de ellos, por sí solo, sea dos, y sin que el
dos sea uno (...). Lo que significa el conocer se comprende tan sólo cuando se haya com-
prendido también cómo sea posible que uno más uno sean dos y que ‘el dos’ sea uno”, co-
menta estos versos H.G. Gadamer, Studi platom'ci, vol. II, Casale Monferrato, 1984, p. 130,
señalando que el problema, aparentemente trivial, sale a relucir repetidas veces en los diálo-
gos platónicos (Hip. may. 301d-e; Fed. 96e-97b; Rep. VII, 524b-c). Por su parte, G. Reale,
Per una nuova z'izterpretazione di Platone, Milán, 4al ed. 1986, p. 323 y n. 85, percibe en
el
fragmento de Teopompo una alusión a las enseñanzas no escritas de Platón y ala “doctrina
de la estructura numérica del mundo ideal”. Recordemos que sobre el Uno y los números
justamente versaba la lección pública de Platón Acerca del Bien, aquel malogrado intento
divulgativo que con tanto escarnio e incomprensión fue recibido por los oyentes no inicia-
dos (v. Aristóxeno, Harm. elem. II, 39-40 Da Rios). —— Anaxándrides fr. 20 Kassel-AUS'
tin; sobre Platón y las Olivas, cf. VI, 25. — Timón B 19 Diels.
27 Alexis, en la Merópide: fr. 151 Kassel-Austin. —- en el Ana'lz'ón: fr. l K.-A. ""
Anlr fr. 6 K.-A. 28 Dexzdémides: Anfis, fr. 13 K.-A. — Cratino fr. 10 K.-A. -- Ah”
9613, en el Olimpiodoro: fr. 163 K.-A. — en el Parásito: fr. 185 K.-A. — Anáxilas ffs-
5, 14 y 26 K.-A.
' lII 439
Al lrbro
29 Arz'stz'po: FHG II, 79. -— epz'gramas: Ant/9. pal. VII, 669 y 670 (sobre los epi-
gl-amas amatorios de Platón, v. Ludwig, Greek Rom. Byz. Stud. 1963, pp. 59-82). 30 ib
VII, 99. 31 Abora...: ib. VII, 100. -— Mzía es Arquearzasa...: ib. VII, 217 donde este epi:
grama se atribuye a Asclepíades de Samos, poeta del siglo III a.C. 32 Citando bese'...: ib.
V, 78, —- Una manzana te laazo...: ib. V, 79 (cf. Virgilio, Bac. III, 64). -- Una manzana
soy...: ib. V, 80. 33 Somos de Eubea...: ib. VII, 259. —— Cz'prz's les dz'ce...: ib. IX, 39. —
Oro balló...: ib. IX, 44, donde estos versos se atribuyen a Estatilio Flaco, poeta por lo de-
más desconocido.
34 Molón: Apolonio Molón de Alabanda, maestro de retórica, vivió entre los si-
glos II y I a.C.; Cicerón asistió a sus lecciones en Rodas, en el año 78; autor de un libro Cort-
tra los filósofos (perdido). — Platón, en las Leyes: III, 694c. — jenofonte: Mem. III, 6,
1.
35 que es imposible contradecir: Cf. IX, 53 y com. — Satán: Cf. VI, 16-, “Satán”
(Záümv, el “rabudo”) es una deformación burlesca y harto grose-ra del nombre de Platón.
— Sóïates: No fue el único personaje de los diálogos platónicos al que se atribuyó sem;-
jante desacuerdo: cf. Gorgias, 82 A 15a DK = Ateneo, XI, 505d. 36 Acerca del alma: Fe-
dón, 59€. —-— Ésqm'nes: Cf. II, 61. —— < > Marcovich (cf. II, 61). — Idomeneo: FGr-
I-Iist 338 F l7b (cf. II, 60).
37 Acerca del alma: Fedórz, 59b. — Apologz'a 34a, 38b. —— Aristóteles fr. 73
Rose. -— Favorz'no fr. 52 Mensching. — Euforz'ón fr. 52 Scheidweiler. — Panect'o
fr. 130 Van Straaten. —— Arz'stóxerto fr. 67 Wehrli. — Prota'goras: 80 B 5 DK; cf. III,
del pri-
57 y IX, 55. Si esta acusación de plagio se fundaba en la discusión sobre la justicia
s sobre la cuestión
mer libro de la República (Th. Gomperz) o acaso en ciertas coincidencia
quien conjetura que
de la igualdad de las mujeres (G. Murray, Rz'se of the Greek Epic, p. 20,
s del Abderi-
Aristófanes, en la Lz'st’strata y las Asambleístas, ponía en solfa los razonamiento
ervado dela obra de Prptá-
ta), es imposible saberlo con certeza, dado que nada se ha cons
rac1ón de Platon y
goras. Sobre las Antz'logz'as de Protágoras como posible fuente de 1nsp1 . .
y 222. . .
Aristófanes, cf. Rankin, Sopbzsts, Socratz'cs, and Cym'cs, pp.'86, 1735:
quiza .por el tono “drtirambi-
38 que primero escribió el Fedro: Conjetura sugerida
a los juveniles Intentos poeti-
co” de este diálogo (Pedro, 238d, 241€), próximo, por tanto,
suelen colocar eloFea'ro
cos de Platón (v. III, 5). Los estudiosos modernos, por el contrario,
co
en fecha posterior a la de la República, en el periodo de madurez del filósofo. — Drcear
Leyes VII, 807e-808c. .—— Acerca de la verdad...: lb. II, 663c. 40
f1; 42 Wehrli. 39
Favorz'no fr. 13 Mensching; fr, 43 Barigazzr. ——. Él'eopompoz FGrHist 115 F 294. -—
sta enfermedad pe-
Mz'rom'ano f1; 2 Müller (FHG IV, 454). -— los PZOjOS: Sobre la supue
d-“flag; _ :SZraïfláfi
. I, 118. . 63, 1942, pp. 272—293, y L. Ta-
v. J A. NOÍOPOulOS’ Am. jour. slol.
rán Greek Rom Byz. Stud. 25, 1984, pp. 63-82. — el pnmero: Amb. pal. VII, 60, donde
’ ' , . probablemente
Simias; . l .
una mera conjetura de algún , bi-
erudito
este epigrama se atribuye a
n ser anteriores a la epoca
zantino El nombre ‘Arístocles indica que 03 Vel'SOS 110 puede
e emjïc
h l I '
agse_ gund m Antb. pal. VII, 61. En la antologla
con], a III, 4)
.-
de Planudes (IIIb 26.7) figura el
primer dístico solo, con algunas variantes, a nombre de Espeusipo (frs. 389-390 Isnardi Pa-
440
Comentario
rente), atribución que ha sido aceptada por algunos estudiosos modernos; incluso se ha cre-
ído ver en estos dos versos el epitafio genuino que estuvo inscrito en la tumba de Platón
(LA. Notopoulos, “Plato’s Epitaph”, Ani. jour. Pbilol. 63, 1942, pp. 279-293); sin embargo,
L. Tarán (Gr. Rom. Byz. Stud. 1984, pp. 63-82) ha demostrado que la atribución del distico
al sobrino de Platón es, con toda probabilidad, una conjetura medieval, acaso del mismo
Planudes o poco anterior. —- otro más rca'ente: Ant/9. pal. VII, 62. 45 ib. VII, 108
y 109.
45 Filipo ¿le Opunte: Cf. III, 37; frs. y testimonios en F. Lasserre, De Léoclainas de
Tbasos a‘ Philippe d’Oponte, Nápoles, 1987. —-- Hcstieo: v. Lasserre, op. cit., n. 9. -——
Dión de Siracusa: Cf. III, 19-25 y com. —— Amiclas ¿le Heraclea: Desconocido; tal vez
Amintas de H. (cf. III, 9 y com.). —- Erasto y Coriscoz Destinatarios de la (apócrifa) Carta
VI de Platón; v. Lasserre, op. cit., n. 10. — Timolao: Mencionado por Filodemo, Hist.
Acad., col. 6, 12 Mekler. -—-
Calipo de Atenas: Amigo de Dión y, tras haber tomado parte con él en la liberación
de Siracusa (v. III, 25 y com.), instigador de su asesinato (Plutarco, Dión, 54-57), con lo que
logró erigirse por pocos meses en tirano de la ciudad (354-353). Platón (Ep. VII, 333€) in-
siste en que la amistad que unía a Dión con este siniestro personaje y su hermano era del
todo ajena a las inquietudes filosóficas de aquél; de modo que la calificación de “discípulo”
de Platón ha de tenerse por errónea. —- Dicearco fr. 44 Wehrli. —- Teo/rasta: Cf. V,
36. — Cameleonte fr. 45 Wehrli. -—- Polemón fr. 9 (FHG III, 117). —- Demóste-
nes: Cf. Plutarco, Demóstenes, 5 (citando a Hermipo, quien dice haber tomado la noticia de
un escrito anónimo); Cicerón, De ofi‘. I, 1, 4; De orat. IV, 15; Aulo Gelio, III, 13; Quintilia-
no, Inst. XII, 2, 22 y 10, 24.
47 Sabino: Sofista de la primera mitad del siglo I d.C. — Mnesistrato: Descono-
cido. —
Y para tz, amiga ¿le Platón: La desconocida destinataria de la obra, a la que D.L. di-
rige la palabra aquí y en X, 29, y de la cual, por lo demás, no sabemos nada más de lo que
puede colegirse de estos dos pasajes (v. Von der Mühll, Pbilologns 1965, pp. 313-315). Una
dedicatoria formal al inicio de la obra debió de estar prevista por el autor, pero, por lo que
parece, no llegó a redactarse: uno de los indicios más claros del estado inacabado en que las
Vidas se publicaron (v. Schwartz, RE V. 1, cols. 759-760). —
dialogos... Zenón de Elea: Ningún otro testimonio corrobora esta afirmación, que se
debe probablemente a algún malentendido (no necesariamente del dudoso pasaje de Aris-
tóteles, Sap/9. el. X, 170b19, al que remiten Diels y Kranz, Vors. I, p. 251; otras explicacio-
nes en Untersteiner, Zenonc, pp. 62-64): recuérdese la fama que tenía Zenón de haber sido
el “inventor de la dialéctica” (cf. VIII, 57; IX, 25).
48 Aristóteles fr. 72 Rose (cf. Ateneo, V, SOSb-c). — Alexa'menoz Desconocido
(v. Natorp, “Alexamenos”, RE I, col. 1375). — Favorino fr. 17 Mensching; fr. 47 Barl-
gazzi. 50 Atlántico: El diálogo Cricias, o ¿le la Atlántida. 53 inducción: énaywyñ, tef‘
mino aristotélico (v. Anal. pr. II, 23, ó8b15). Sobre 53-55, v. el estudio de F. Caujolle-Zas-
lawsky, “Note sur l’ énoymyf] dans le Sopbirte. A propos de Diogéne Lae'rce III 53-5526?
P. Aubenque (ed), Études sur le ‘Sopbiste’ ¿le Platon, Nápoles, 1991, pp. 509-534. —— MÍ
padre...”: Cf. Euticl. 297e-298c. 55 Acerca del alma: Fedón, 70d-72a.
' III
A! I'm 441
que no sea, en fin de cuentas, más que una compilación tardía, representación idealizada de
lo que debía ser el trabajo de la Academia (como sospecha L. Brlsson, en la Introducción al
libro III de D.L., Vies et doctriries..., p. 384).
82 Del régimen politico... cinco especies: Cf. Platón, Pol. 291d-292a; Rep. VIII, 5443-
e; Aristóteles, Pol. II, 7-11. 84 especies del saber: Aristóteles, Etb. Nic. VI, 1, 1139a6-15;
2, 1139a27-b4. Es posible que esta clasificación se remonte a Jenócrates (fr. 6 Heinze = fr.
259 Isnardi Parente); Platón se limitaba a distinguir entre saberes prácticos y teóricos (p,ej,,
Pol. 258e). 86 ley escrita... no escrita: Cf. Aristóteles, Rbet. I, 15, 1375a27-b25. 88 La
nobleza: Cf. Aristóteles, Rbet. I, 5, 1360b30-38, y el diálogo perdido De la nobleza (e. 1-3
Rose = frs. 68-71 Gigon).
89 utilidad, provecho: Sobre este distingo, cf. Hipzkzs may. 295a ss., donde se aclara
que algo puede ser útil (xpñotuov) para hacer el bien o el mal, mientras que lo provechoso
(tbcpéltuov) es “lo que es útil para hacer el bien” (ib. 296c-e). 90 El alma se divide ev
tres: Cf. Platón, Rep. IV, 439d-e; Tim. 69c-7la (cf. III, 67). -— De la virtud... cuatro espe-
cies: Cf. Rep. IV, 427e, donde aparecen enumeradas por primera vez las que luego se Hama-
rán las cuatro virtudes cardinales. En número de cuatro figuran las virtudes de la vida hu-
mana ya en Pindaro, Nem. VII, 74, aunque sin especificar cuáles son. 91 El poder de
gobierno..: Cf. Leyes III, 690a-c.
93 Las especies de la oratoria: Cf. Aristóteles, Rbet. I, 3, 1358b6-1359aó. Según
Quintiliano (Inst. orat. III, 4, 9), esta división provenía de Anaxímenes de Lámpsaco. 94
El bien decir...: Cf. Pedro, 271d-272a. 95 [ ] Menagio. 96 Elfin...: Cf. Leyes X, 888€
ss. 97 El poder (Súvautg): División notoriamente distinta de la que ofrece Aristóteles,
Met. V, 12. 98 La felicidad: Cf. Aristóteles, Rbet. I, 5, 1360b14-1362314; Etb. Nic. VII,
13, 1153b17-19. 102 malas, buenas, ni lo uno ni lo otro: Cf. Platón, Lisis 216d; Gor. 467e;
Benq. ZOZa-b. Esta tripartición fue sistematizada luego por los estoicos (cf. VII, 101-102).
104 Los contrarios... a otras nevtras: Gaiser y Kramer ven en este pasaje un testimo-
nio de las enseñanzas orales de Platón (H. Kramer, Platone e i fondamenti della metafisica,
Milán, 1982, pp. 414-417, App. III, 30 = Test. Plat. 44b Gaiser); cf. Aristóteles fr. 124 Rose
= fr. 628 Gigon. 107 El som'do...: Cf. Aristóteles, De an. II, 8, 420b5-10. 108 por si
mismas... relativas: Kramer, Platone..., App. III, 27, pp. 412 s. = Test. Plat. 43 Gaiser; cf.
Platón, Sof. 255€; Rep. IV, 438a-c.
109 Pertecio fr. 157 Van Straaten. — Seleuco: FHG III, p. 500. —— Praxij‘aneí
fr. 6 Wehrli. -— el poeta de la comedia antigua: Platón llamado el Cómico, contemporá-
neo de Éupolis y Aristófanes; frs. en Kassel-Austin, PCG VII, frs. 431-548, y J.M. Ed"
monds, Fragments ofAttic Comedy, I, 488-565.
AL LIBRO CUARTO
l Ypresidió... octava: Apolodoro, FGrHist 244 F 344a; cf. Filodemo, Acad. bist. Vi,
30'38 (FGÏHÏSt 328 F 224). — Ol. 108: 348-344. —— Casandra: Estratego macedOFHO
(h. 355-297), hijo de Antípatro, uno de los diádocos de Alejandro, desposó a Tesalófllcai
Al libro IV
445
inlplica, por
tanto, un flagrante anacronismo. Espeusipo: la noticia
2 Dionisio II de Siracusa, tirano 367-357
y 347-344; por enton
to, donde murió. Lo que se ha conservado de la correspondencia ces exilado en Corin-
no destronado (Socr. epist. 35-36 Orelli, 33- de Espeusipo con el tira-
34 Kóhler) es de muy dudosa autenticidad
(v
com. a I.v’ 5). _ Dzoaloro: Desconoado; no parece que pueda identificarse con nin
de los diversos personajes de este nombre que conocemos ' guno
f - al d l , , ' , -_ - seoretos ¿le Isocrates: Los
secretos pro e810n es e arte retorlca, cf. el titulo del escrito (perdido)
Relación delas ar-
tes (sall‘retorlcas) in IV’ 4° —‘ CMC’O (Katveúg): Desconocido; tal vez transcripción erró-
nea de Idomeneo Uacoby, FGI’HÍSt 338 F 18) 0 “Afareo”, nombre del ahijado de Isócra-
tes (Gigante, Par. Pass. 24, 1969, PP- 47-49). 3 versos: Ant/9. pal. VII, 101.
4 Plutarco: En el pasaje aludido (Sz'la, 36) no menciona a Espeusipo. — Timoteo:
FHG IV, 523. -— tratados y... diálogos: Perdidos; frs. ed. por P. Lang, De SpeuszppiAca-
demici scriptis, Bonn, 1911, reimpr. Hildesheim, 1965; M. Isnardi Parente, Speuszppo.
Frammenti, Nápoles, 1980, y L. Tarán, Speusippus of Athens, Leyden, 1981; cf. Ueberweg-
Kramer, pp. 22-38, con amplia bibliografía, pp. 39-43. — De los dioses: Espeusipo, frs.
38-40 Lang = frs. 89-91 y 96-97 Isnardi Patente. — Elfilósofo: fr. 1 Lang = fr. 118 Isnar-
di Parente. — Clinómaco o Lisias: KMtvóuaxoc ñ AuoiagMSS: Kktvóugxogji—nspi
V0l10980'iag (“Clinómaco, o de]; l—e—gi-s—lación”)_L_ang, pp. 42-46. -- Del alma: fr. 40 Lang
= Mi Parente. — filación ze las artes (texvc'óv ékuog): Es decir, de los ma-
nuales de retórica.
5 l] Tarán. — Doctrina de las semejanzas (Tó'w nepi tñv npayuateíav óuoímv):
Del libro segundo de esta extensa obra, los manuales posteriores nos han trasmitido las cla-
sificaciones de unas sesenta especies de plantas y animales (frs. 5-26 Lang = frs. 123-14615-
nardi Parente), cerca de un tercio de los frs. conservados de Espeusipo, cuyo método clasi-
ficatorio influyó vigorosamente en la biología del Perípato (v. Ueberweg-Krárner, p. 27).
Los dos escritos que siguen en la lista debieron de contener los principios conceptuales y
metodológicos en que se fundaba este vasto ensayo de sistematrzacson de la realidad entera.
ESpeusipo, como es sabido, sostenía que la definición de cada ente particular redmere el
previo conocimiento de todas las diferencias que lo distinguen de todos los demas entess
= frs. 38-44 Isnardl
por ende, no se sabe nada hasta que no se sepa todo (frs. 31a-e Lang
Patente)_ __ “Sin testigos” (.Auápwpog); Título de un discurso de Isocrates. _ .
J.K. Orelll, Socratzs et
Cartas: Conservadas, aunque de muy dudosa autent1c1dad (ed. 18g}, y
moran-60mm.” epistolae, Leipzig, 1315, ns. 30-37; R. Hercher, Epistolograpbz grfia,
L- Kóhler, Die Briefe des Sokrates und der Sokratiker (¿19511010836 SUPPL 22,. - 2), ‘ÉIP'
Zig, 1928, ns. 28-35; la carta a Filipo también en E. Bickerrnanflny l- SktIIZ, ¿PÚÉSÍZPS
Brief an Kó'm'g Pbilipp = 3€”.c über die Verbandlungen der .Saclaszscben A a emee , er
-
- - slosopbtscb
W'Issenscbaflen zu Leipzig, ' ' ¿be Klasse 80, Le1pzrg, 1928).
- _bzstorzs — Timom-
C M"ll FHG
T 3h (“Simónid
des: FGrHist 561Favorino es” MSS;_- corr- Westerme;nnl- — [1, - I,u17.er (
II, p, 83), __ fr. 9 Menschi l’lg . — fr. 39 Barigazzs cf. Aulo Gel1o,.Il
6 a Platón... lo acompañó a Sicilia: Probablemente ya en el segundo “ale (367365 )y
seguramente en el tercero (361—360; v. Ueberweg-Kriimer, p. 45). —- Pasaba... a la aZdÉd:
Cf. Plutarco, De exilio, 10, 603b-c. 8 Mirom'ano fr. 3 (FHG IV, 45). --- fiesta e os
446 COMeman-ü
jar-ros (xóeg): En Atenas, el segundo día de las Antesterias o fiestas de las Flores que se cg
lebraban en honor de Dioniso, en el mes de Antesterión (febrero / marzo). Muy poco sabe.
mos, sin embargo, de esas fiestas fuera del ámbito ático (v. Nilsson, Griecbiscbe Peste, pp
267-271), y casi nada acerca de lo que podía corresponderles en la dórica Siracusa; acaso
haya alguna relación con las procesiones dionisíacas que en dicha ciudad se celebraban __.
no sabemos en qué fecha—, mencionadas por Hesiquio, s.v. Atovvoocpópm (v. Nilsson, ibu
p.311)
9 guerra lamiaca: La sublevación de las ciudades griegas, encabezadas por Atenas,
contra la dominación macedónica, tras la muerte de Alejandro (323-322); fue reprimida por
Antípatro, gobernador de Macedonia. La embajada de Jenócrates ante Antípatro tuvo lugar
al poco tiempo de concluir la guerra, en 322 (cf. Demetrio de Falero, frs. 158 y 159 Wehrli).
ll dedicaba una bora al silencio: Según Filodemo (Rbet., col. LV ed. Sudbaus), Je-
nócrates había escrito incluso un Arte de callar, a modo de propedéutica del arte de hablar
u oratoria, conforme al principio académico de que los contrarios son objeto de una misma
ciencia.
escritos: No se conservan frs. literales; testimonios en R. Heinze, Xenokrates. Darste—
llung der Lebre und Sammlnng der Fragmente, Leipzig, 1892, reimpr. Hildesheim, 1965, pp.
157-202, a completar con los enumerados en Ueberweg-Krámer, p. 44; sobre lo que podía
ser el contenido de esas obras perdidas, v. ib., pp. 46-65.
13 De los dioses: Un escueto y hostil resumen de la obra ofrece Cicerón, De nat.
dear. I, 34 (= Jenócrates, fr. 17 Heinze). — Curso de fisica (Cbuoucfi dóamg): Es la mis-
ma obra citada al inicio de la lista (IV, 11) con el título De la naturaleza (Ueberweg-Krámer,
p. 54). —- De los géneros y las especies (Hepï yevr’óv Kai eiótïw): La tesis esencial de este
escrito -—-la primacía ontológica de la especie respecto al género— puede reconstruirse
aproximadamente a partir del intento de refutación que le dedicó Alejandro de Afrodisias,
conservado en una versión árabe del siglo IX (ed. por A. Badawi, Arista inda’ l-Arab, vol. I,
El Cairo, 1947, pp. 281-282; trad. inglesa por S. Pines, Trans. Am. Plailos. Soc, N.S. 51,
1961, pp. 4-5; trad. francesa por A. Badawi, La transmission de la pbz’losopbie grecque au
monde arabe, París, 1968, pp. 143-144).
Estudio sobre el dialogar (Hep‘r to Stahéyeoem npaypateia): Sin duda, los “libri... de
ratione loquendi multi et multum probati” (“los muchos y muy estimados libros sobre el
método de hablar”) de Jenócrates que menciona Cicerón, Acad. II, 46, 143; cf. en el fr. 13
Heinze la definición de Blakéyeoflm como “tomar y dar razón con brevedad”, a diferencíiEl
del Aéyerv o hablar por extenso de la retórica.
14 A Alejandro, acerca de la realeza: Cf. Plutarco, Ada. Col, 32, 1126d. -—- Miro-
niano fr. 4 (FHG IV, 455). — Ol. 110,2: 339/338. Jenócrates murió, por tanto, en
314/313, habiendo nacido en 396/395. 15 versos: Ant/J. pal. VII, 102. —— Arsin0€ IL
reina de Egipto, esposa de su hermano Tolomeo II, murió en 270. -— Arz'sto'xeno fr. 126
Wehrli.
16 Ol. 116: 316-312 (Apolodoro, FGrHist 244 F 346a); más exactamente, el eSCO'
larcado de Polemón debió de iniciarse en 314/313, año en que murió Jenócrates (V- IV! l4)’
18 algo del Poeta (si 1:01") nosnroñ): Es decir, de Homero; von Fritz (RE XVII.1, col- 544)
y Gigante entienden “algo de sus poesías” (del propio Nicóstrato). — Melancio: FH
AHÍMV 447
tin_
IV, 445. —— Arz'sto'fanes fr. 128 Kassel-Aus 19 Arz'stz'po: FHG II, 79. 20
elpoe-
ta cómico: Aristófanes, fr. 958 Kassel-Austin_ -— Frz'm'cofr. 68 Kassel-Austin.
21 Antágoras fr. 2 Powell; ft 1 GoW-Page; Ant/J. pal. VI
I, 103. 23 < > Ja-
coby. -—- Apolodoro: FGrHist 244 F 14. 24 Arcesz'lao: Sobre los escritos atribuido
sa
Crántor y Arcesilao, v. los testimonios reuni
- n dos por H-J- Mette, “Zwei Akademiker heute:
Krantor und Arkesrlaos ’ Lustrum 26’ 1984: PP- 7-94. 25 Quien yace...: Verso trágico de
autor desconocido (TrGF II, fr. 281). -—- Teeteto fr. 2 Gow-Page. 26
Be/erofonte:
Eurípides, fr. 300 Nauck. — Antágoras fr. l Powell; cf. Acusilao de
Argos, 9 B 3 DK;
sobre Antágoras de Rodas, cf. II, 133 y com. 27 Nuestros versos: Am‘b. pal,
App. II,
381. Sobre el metro (cuatro asinartetos compuestos de dímetro yámbico catalé
ctico e itifáli-
co), v. Palumbo Stracca, Rív. Cult. Class. e Medz'oev. 23, 1981, pp. 155-158.
28 Apolodoro: FGrHist 244 F 15. 29 Autólz'co de Pitana, matemático y astróno-
mo, contemporáneo mayor de Euclides, autor de dos libros Sobre la esfera en
rotación y So-
bre la salida y puesta de las estrellas fiyas (ed. F. Hultsch, Leipzig, 1885, con traducción lati-
na), así como de otra obra (perdida) en la que criticaba la teoría de las esferas
homocéntricas de Eudoxo. —— Eurz'pz'des fr. 129 Nauck. -—— Contigo, amigo, llévame...:
Eurípides, fr. 132 Nauck.
30 Átalo Filetero, fundador de la dinastía de los Atálidas; desde 301, gobernador de
Pérgamo en nombre de Lisímaco; desde 282 hasta su muerte, en 263, dinasta bajo la tutela
de los Seléucidas. Su ahiiado y sucesor Éumenes I (263-241) se rebela contra la soberanía
seléucida; el sucesor de éste, Átalo I Soter, se proclama rey en 240. —- epz'grama: Amb.
pal, App. III, 56; Suppl. Hell. fr. 121 Lloyd-Jones y Parsons.
31 Lejos la Frz'gz'a queda...: Amb. pal, App. II, 382; Suppl. Hell. fr. 122 Lloyd-Jones
y Parsons. — Tiatz'ra: Ciudad importante de Lidia, en el valle del Lico; hoy Akhisar. -—-
intentó definir el estilo de Ión ("Igya se. Kai ¿xapaKTñplCElï Frase un, tanto eligica y ambi
Ñe entender que Arcesilao se dedicó a la exegesis del Ión platonlco (asr Aldobrandt-
ni: “Ionem descrmatonis dialogum, in quo multus de Homero sermg
), o blen,
tÍvez—con más probabilidad, que interpretó al poeta Ion de Qulo (as1, despues de Longo-
lio, en 1739, Huebner, Wilamowitz, Apelt, Hicks, Glgante y Dorandl; v. Glgante,
p. 503 n.). 32 < > Wilamowitz, Antígonos, p. 62; cf. Pap. Hero. .102], col. XVIII.
33 también a Pz'rrón... lo z'mz'taba: De ahí que Sexto Emptrtco (pyrr¡91,3343 L 232)
considere la Academia Media, fundada por Arcesilag, la mi: PfOlísi alteSÉptlflïmO 51H“:-
-
23,1101; 22:1. Aís.to;1
, , . fr, 343; c1ta o tam ren por ex o mplr co, yrr .
.;:l;Q1;03).1 SyÏZIlDÍCIS- 34 ’ Timón B 33
Dielspr—f fr.d33 PioMarco;
texto de Diels. 35 ¿Se puede preguntar... P, Mujer, ¿50” que rudeza.... - rs. ° e tragrco des-
. ht-Snell). — Sm freno charla... Eurtpldes, fr.
Conoc1do
976 Nauck.(TrGF
— IL ffs. 282 y 283 1::Ïalibcbién ‘interés’ o ‘ganancia’. -— Sófoder fr 477
la cría: TÓKOG, que '
AL LIBRO QUINTO
’ ' . e tesalio que asistió como médico a la expedición de los
u l Macao”. El legemlïfmy; fr_41Wehr1i. — Amz'mas: Rey de Macedonia 393-
a3306
::(61:1? ¿"Els-H“ Timóteo f, 41 (FHG IV, 523). 2 Hermz'po fr. 45 Wehr-
a e ° —_
450 Comentario
rece citada también como Cuestiones de método (según la hipótesis de Moraux, pp. 66-68),
dg
y a la que probablemente pertenecen asimismo los titulos .De lo mejor (Top. III), Defim
nes preliminares..., Silogistico y definiciones, 24 Preliminares a los lugares comunes (títu-
los diversos del libro I de los Tópicos, aunque el último ha sido atrlbuldo también a las Ca-
tegorz’as: v. Moraux, pp. 58-65), De lo preferible y del accidente (Top. II-IH) y Tópicos para
las definiciones (Top. VI-VII). En el libro De la idea (23) podemos reconocer el tratado De
las ideas, crítica de la filosofía platónica de la que sobreviven numerosos fragmentos en el
comentario a la Metafísica de Alejandro de Afrodisias.
Poco o nada sabemos de los títulos siguientes (Pasiones, Tesis acerca del alma), tras
los cuales el catálogo pasa a los escritos políticos (la Politica parece ser el aquí citado Curso
de politica, entre dos escritos desconocidos), retóricos y poéticos: el Compendio de artes
(e. 136-141 Rose), admirado por Cicerón (De invent. II, 2), el Arte oratoria (los libros I y
II de la Retórica), el enigmático Arte de Teodectes (¿o para TeodectesP), el Tratado del arte
poética (los dos libros de la Poética, de los que se ha salvado solamente el primero), el De la
magnitud (uno de los lugares comunes de la oratoria: v. Rbet. II, 18, 1391b32 ss.) y Del esti-
lo (Retórica, libro III), junto a otros apenas conocidos.
25 Entre los escritos físicos, el título De la naturaleza parece corresponder a tres de
los cinco primeros libros de la Fisica. Nada nos queda de las monografías sobre diversos fi-
lósofos anteriores (Arquitas, Espeusipo...), excepto los frs. ——numerosos pero de autentici-
dad discutida— de Contra los pitagóricos y Sobre los pitagóricos (frs. 190—205 Rose); no se
sostiene ya hoy la identificación de los títulos Contra Melisa, Contra Gorgias y Contra fenó-
fanes con el tratado Sobre Melisa, Jenófanes y Gorgias, incluido en el Corpus Aristotelzcum,
de cuya autoría casi lo único que sabemos con certeza es que no es de Aristóteles (v. el re-
sumen del debate en Zeller-Mondolfo, I, 3, pp. 2-55).
En la obra Acerca de los animales reconocemos fácilmente los nueve primeros libros
de la Historia de los animales; el libro X figura luego con el título De la esterilidad. Las Di-
secciones (perdidas) están bien atestiguadas por las citas del propio Aristóteles, lo mismo
que el tratado De las plantas, inhallable ya en los tiempos de Alejandro de Afrodisias; el es-
crito que figura bajo este título en el Corpus Aristotelicum no es sino una retraducción al
griego de la traducción latina de una versión árabe de una obra debida probablemente a
Nicolao de Damasco, peripatético de la edad de Augusto. Espurios son también el tratado
De fisiognomia y las Cuestiones de medicina.
Apenas más que conjeturas caben acerca de los títulos siguientes, desde De la unidad
hasta 26 Memorz’stico; Del movimiento podría ser una parte de la Fisica. Abundantes frs.
se conservan de las Dificultades bome’ricas (frs. 142-179 Rose); <sicultades> poéticas 65
conjetura de Bernays y Rose. La Mecánica será, presumiblemente, el tratado que con este tí"
tulo figura en el Corpus, obra probablemente de Estratón o algún discípulo suyo. Sobre 135
Reivindicaciones, v. frs. 612-614 Rose; sobre las diversas listas de vencedores de competicio-
nes deportivas y teatrales, Moraux, pp. 123-127; Didascalias: frs. 618-630 Rose.
Nada se conserva de la colección de Proverbios; sabemos, de todos modos, que Ar15
tóteles, en De la filosofia (fr. 8 Walzer), veía en los refranes populares un residuo de la afltf'
gua sabiduría que había sobrevivido las catástrofes periódicas de la humanidad. Leyes (VO’
um) parece ser corrupción de vóutua, “usanzas y costumbres”, título que figura en a
‘ V 453
Al libro
anónima Vita Aristotelis editada por Menagio (Moraux, p. 130) . Las Categorias y De la in-
¡erpretación son los bien conocidos tratados del Órganon, aun que su presencia en la lista
parece debida a una interpolación posterior.
27 De las Constituczones se ha encontrado, en 1891, gran parte de la Constitución de
los atenten-‘65, conservada en un papito egipcio (Pap. Lond. Mus. Brit. 131 L, editado por
F,G. Kenyon, Londres, 1891; luego, junto con los frs. ya previamente conocidos, por Kaibel
y WilamowitZ, Berlín, 1898, F. Blass, Leipzig, 1892, y A. Tovar, Madrid, 1948, entre otros).
Algunos frs. se conservan de las Cartas a Filipo, el rey de Macedonia, Alejandro (algu-
nos frs. espurios, otros dudosos) y Antzpatro, el general macedonio que será albacea pleni-
potenciario del Estagirita (v. V, 11); nada, en cambio, de la correspondencia con Mentor de
Rodas, el aventurero y mercenario que entregó a los persas a Hermías de Atarneo, el amigo
y protector de Aristóteles (cf. com. a V, 6: el “hombre mendaz” del epigrama aristotélico),
con Aristón —del que nada sabemos—, Olimpia, primera esposa del rey Filipo y madre de
Alejandro, Hefestión de Pela, amigo íntimo de Alejandro que, junto a él, asistió a las clases
del filósofo, Temista'goras (desconocido), Filóxeno, nombre de varios personajes macedo-
nios, y Demócrito, probablemente el embajador ateniense ante Filipo durante el conflicto
de Selimbria, en 340 (v. Demóstenes, De con, 76 s.). - Un poema: fr. 671 Rose. —
Una elegía: fr. 672 Rose.
28 práctico y teórico: Cf. Met. II, 1, 993b20-33. — la dialéctica y la retórica: Cf.
Rbet. I, 2, 1356a25-26; I, 4, 1359b5-16. 29 Criterio... el intelecto: Cf. De an. III, 3,
428b18 ss.; Etb. Nic. I, 4, 1096b29. 30 tres bienes: Cf. Etb. Nic. I, 6, 1098b12-15; Rbet.
I, 5, 1360b19-29. — Que la virtud no basta...: Cf. Etb. Nic. I, 8, 1099a3l-b6. 31 Las
virtudes...: Cf. Etl). Nic. VI,13, 1144b33-34. — La amistad...: Cf. Etl). Nic. VIII, 3,
1156331, b3; VIIL 14, 1161b12. ._ SMfilosofla: cptlooocpiag MSS: writing
(“dela amistad”) Davies, Long, Marcovich.
n: Epin. 981b-c. —
32 Al dios... incorpóreo: Cf. Plays. VIII, 10, 267b25. -— Plató
entelequia primera... posee vida: Cf. De an. II, 1, 412327-b1: “Por tanto, el alma es entele-
, ico”.
, .vida; tal es el, 'orgán
., cia _posee 33
quia primera de un cuerpo nat ural que en poten
nologrca, por KaTTSVtïpYí-laï,
a
en
Por disposición: KaB’ éáw, evidente confusron termr
acto”. — dejando claro en ello 34 esfile: El texto. de los MSS: orov ev antro (3.4)
truccron muy fia-
tó óvváuat Bittóv es demasiado corrupto como para permrtrr una recons
34,1 debieron
ble. De todas maneras, me parece evidente que (1) el'final de 33 y el micro de
51“solo otov
de pertenecer a una misma frase —-pues no fe ve (¿ue sentrdo podra tener por
ser, desde luego, lo de 1en
év aütt‘ó (o (¡1315) D)__., y que (2) lo que es. doble no puede
de leerse aqui a go
potencia”, sino, en todo caso, el “tener v1da ; de manera que debia
35 Aristóxeno: v.
como ¿nlt'óv év aúq‘ó 1:6) váut-ZL, <á1t8ï Kai TÓ Cmñv óxew> BIT‘EÓV”.
fr. 66 Xehrolli 114: En 323. ___ Pómpiloz Cf. Aulo Gelio, II, 18.
-— Mironzano“ fr. 5
Casandra: Hljoidel CllaClOCO
(FHG III, 522). -—— Pánflla fr. 10 (FHG HI, 522). 37 Antrgono I; mu-
Gil—¡dades griegas, con el apoyo de
Anti'Pfiltl‘O; ocupó en 317 Atenas Y otras 0.4-‘
rió en 297. —.— Tolomeo I Soter, general de Alejandro, sátrapa (desde 323) y rey (305/3
V, 9. -— Fama:
283/282) de Egipto. —-— Hagnónzkles... de impieclad: Cf. Cicerón, Tasa.
6. 40
fr. 4 Wehrli. 39 Ang-”po fr. 157 Giannantoni. — como ya hemos referido: IV,
454 Comemürio
Nuestros versos a e'l: Antb. pal. VII, 110. 41 Favorino fr. 53 Menschlng; fï- 92 Barigaz-
', -- Hermi o fr. 53 Wehrli.
21 42 librcïs: De los escritos de Teofrasto (ed. F. Wimmer, Tbeopbrasti Eresii Opera
quae supersunt omnia, Leipzig, 1854-1862; sobre la lista de D.L., v. Regenbogen, “Thmph-
rastos”, RE Suppl. VII, 1940, cols. 1363-1370) se conservan, entre otros, De las sensaciones
(ed. en Diels, Doxograpbi graeci; ed. bilingüe gr./cast. J. Solana Dueso, Barcelona, 1989),
De las lineas indivisibles (de autoría dudosa; ed. M. Timpanaro Cardini, Milán, 1970), De
los vientos, 43 De meteorología (frs.), 44 De los vértigos y los desmayos, De los sudo-
res, De las piedras; un fr. del Megá'rico (= D.L. VI, 22); De las minas, De los olores, 45
Del fuego, De los vientos, Del agua (frs.), 46 Investigaciones sobre las plantas (Historia
plantarum, ed. A. Hort, 1916), Causas de las plantas, 47 Caracteres morales (ed. P. Stein-
metz, 1960), 48 frs. de las Opiniones de los fisicos (ed. Diels, Dox. gn, 475-527; de la
atribución de los frs. a esta obra duda P. Steinmetz, Die Pbysik des Tbeopbrastos von
Eresos, Berlín / Zurich, 1964, pp. 334-351), la misma obra, al parecer, que se cita en 46 con
el título De los fisicos (v. Regenbogen, art. cit., cols. 1395-1398), 50 frs. de las Cartas a
Fanias (v. V, 37).
51 Hiparco: Cf. V, 12 y com. 52 Neleo: El hijo de Corisco, amigo de Aristóteles.
Según Estrabón, XIII, 608, esta donación tuvo la nefasta consecuencia de privar al Liceo de
los manuscritos de los tratados de Aristóteles: Neleo los llevó a su Escépside natal, ciudad
de la Tróade, en donde, guardados en una cueva por los herederos, permanecieron sumi-
dos en el olvido, hasta que, a comienzos del siglo I a.C., fueron adquiridos por Apelicón de
Teos, tras cuya muerte pasaron, a través de Sila, a Tiranión de Amisos y Andronico de Ro-
das, quienes los ordenaron y publicaron por primera vez. La veracidad de esta historia
con-
tinua, de todos modos, siendo controvertida entre los estudiosos. 53 Metrodoro Nun-
nesio edd. pl. (cf. Sexto Empítico, Adv. mat/9. I, 258): “Medias” MSS, Marco
vich. -—
Pitiade: La hija de Aristóteles. 57 el médico Erasistrato de Ceos; según Sexto Empírico
(Adv. matb. I, 258), el tercer marido de Pitíade, la hija de Aristóteles.
58 Tolomeo II Filadelfo: Rey de Egipto 283-246. —- Apolodoro: FGrHist 244 F
40. -— Ol. 123: 288-284. -— De los dioses: Estratón, frs. 32-39 Wehrli. 59 Deia rea-
legde la filosofia: l'Iepi Bamlaiag (piloo'ocpiag MSS: Hepi Bamlémg
cptlooócpov (“D‘ífiL
16M) Cobet: I'Iepi Bamleíag, <Hepi> gema-Qu; (De la realeza, De lam
Wehrli. -— Del vacio: frs. 54-67 Wehrli. —— Del cielo: frs. 84-91 W. —— De la
genera-
ción de los animales: frs. 94-99 W. —— Del sueño, De los colores: frs. 107-131 W- “'
De lo ligero y lo pesado: frs. 50-53 W. — Del tiempo: frs. 70-83 W. 60 De lo anterior)?
lo posterior: frs. 27-30 W. —- Relaciones de descubrimientos:
frs. 144-147 W. —— NW"
tros versos: Antb. pal. VII, 111. — por más que gasta
ra remedios: si Kai npooexpúoaw
xpaioumg Patillon; texto incierto. 61 Erasistrato: v. VI, S7 y com.; cf. Galeno, XI, 196”
197. —- el sexto, poeta epigrama'tico: Estratón de
Sardes, contemporáneo del emP‘ï’WdOr
Adria no (117-138); v. Ant/J. pal. XI, 117. —- Aristóteles
fr. 374 Rose. -' e
testamento: Estratón, fr. 10 Wehrli. 64 Aris
tón fr. 31 Wehrli.
65 Antigono de Caristo (cf. VI, 67). 66 anteponian una G a su nombre: Glicólfl
= “Dulzón”. 67 Hermipo fr. ‘57 Wehrli.
-— Éumenes I, dinasta de PérgamO 263124
-— Átalo I Soter, rey de Pérgamo
241-197. —— Antioco: Probablemente A. IL
rey seleuCI
['boV
A! t r 455
AL LIBRO SEXTO
) Reis
pom?0:ï GrHlSt
I
Ï4 leo
P41. IX, 496. —- las [mas 6’
Poesía lírica y amorosa.
458 Comentario
15 de la ciudad: nóket MSS: noltteig (“de la República”) Reiske: oxoxñ (“dela es.
cuela”) K.D. Georgoules, Platon 5, 1953, p- 172: npawmeía (“dela doctrina”) Gigante.
.__ escritos: Frs. editados por F. Decleva Caizzi, Amistbem's Fragmenta, Milán, 1966. ____
< > Casaubon. Isógrafes y Desias, o Isócrates <y Lisias>: ’Iooypácpn<g> Kai Aeoiag,
-
ñ ‘Iooxpórng <Kai Auoiag> (’Iooypácpng Pohlenz: iooypacpñ MSS; Kai Decleva: ñ, f] Msg;
mi. Auoíag suppl. Patzer). Como ha visto Pohlenz (Hermes 42, 1907, pp. 157-159), “Isó-
grafes” y “Desias” son deformaciones burlescas de los nombres de los célebres oradores fo.
renses Isócrates y Lisias, aproximadamente algo así como “_P_lagiócrates LPie'rdepleitos”.
16 Aspasia: Acaso una respuesta al diálogo homónimo del socrático Esquines (cf. II,
61 y com.), según conjeturó H. Dittmar, Aescbines von Spbetros, Berlín, 1912, pp. 15 s. ——
Satán: Cf. III, 35 y com. 18 Heracles, Ciro, Ala'biades: Sobre las dudas acerca de la au-
tenticidad de estos escritos y de los demás del tomo X —cuestionada por Susemihl y Pat-
zer—, cf. II, 61 y com. — Timón fr. 37 Di Marco. 19 versos: Amt/9. pal. VII, 115. ——
Amisteaes, beraclitano: Cf. IX, 15; estos dos pasos de D.L. son las solas noticias que tenea
mos del personaje (Vors. 66.1). — y cierto historiador de Rodas: FGrHist 508. Tal vez el
mismo Antístenes cuyas Sucesiones cita repetidamente D.L.
20 falsificado la moneda: La historia de Diógenes falsificador de moneda suele con-
siderarse hoy mera leyenda, inspirada en su confesión de “alterar la ley” (v. Diels, Arcb. f
Cesc/9. d. Philos. 1894, pp. 313 ss., y Von Fritz, Pbiiologus, Suppl. 18, pp. 19 5.); Von der
Mühll (Mus. Helv. 1966, p. 239) conjetura que Diógenes pudo ser condenado a destierro
por motivos políticos, cuando Sinope estaba dominada por el sátrapa persa Datames (entre
370 y 360). —— Eubúlides: Es dudoso si se trata o no del megárico (v. Dóring, Meg, p. 114
y bibl. ib.). — Pórdalo: év tq‘í Hopóálq) MSS: algo así como “el pedorrero” (cf. Epicteto,
111,22); como anoÏaÏÏarcía Gual (La secta (El perro, p. 109 n. 24), “un título tan pintoresco
no parece inapropiado para una obra de Diógenes”, si bien parece tratarse del mismo escri-
to que luego, en la lista de las obras de Diógenes (VI, 80), aparece citado dos veces como
Hápóaiug (“La pantera”) o Hápóalog (“Párdalo”): por tanto, se puede corregir el texto en
uno u otro sentido (Cobet prefiere “Pórdalo”, Marcovich 1Ï’árdalo”); a__f_alta de criterio E213
firme para dirimir la cue—stión, opto por transcribir el tTtulo tal comofigura en cada ocasión
en los MSS. —- la ley de la ciudad (to nohtucóv vóutoua): El malentendido deriva de la
polisemia de vóutoua, ‘ley’, ‘costumbre’, ‘institución’, y ‘moneda’.
21 basta que no me parezcas decir algo sensato: ¿img áv u cpuivn Aéytov. Ortiz traduce
“con tal que—enseñes algÑÏA—pelt, “solange ich dich noch reden hóre" ¡“mientras te oiga
hablar todavía”); García Gual, “mientras yo crea que dices algo importante”; M.-O. Gou-
let-Cazé, “tant qu’il est clair que tu as quelque chose a dire”. Ahora bien, ¿“(og (iv (con VCF
bo en subjuntivo), a_d_iferencia del simple Eme, suele emplearsgraras veces en el senti o;
Mi" 7““"e‘raí,
“mientras”, “solange” o “tant que” (excepto cuaildcïla acción indicada por 91W
__—
concebida como futura), sino más bien'c—on eI valor de “ha¿ta__gue”ÏÉs decir, como remitien-
¡Li/(0‘
favor de justificar su rechazo mediante algún argumento razonable (Aéïew tïÏdecir 5.11840.“JE
L peso’, ‘terÏéÏ razón’); los bastonazos no Ie valen por razones (v. Hermes 135, 2007, p. 71 '
Al libro VI
459
Arriano,
genes se encuentra asimismo en Cicerón, Tusc. V, 92, Valerio Máximo, IV”, 3,
y
Anáb. VII, 2, y otros. —- que tenía cuernos: Sobre el sofisma del “Cornudo , v. II, 108
com.; cf. II, 111 y VII, 187. , . .
39 aquel que afirmaba que no bay movimiento: Probablemente el meganco Drodoro
Crono, que retornó y amplió (v. frs. 121-129 Dóring) las aporías del movimiento de Zenón
de Elea (29 A 25-28; B 4 = D.L. IX, 72). 40 < >: <áML’> e76) 7’ <0ÚK> Marcovich (cf.
Eliano, Ver. bist. XIV, 33): ¿37(3) yop MSS. — ‘Ün animal bz'pedo sin plumas... y de M
plan—ras”: La definición, con su añadido, figura efectivamente entre las Defim'czorzes seudo-
platónicas (415a), con otro añadido, más pertinente: “El único capaz de conocimiento ra-
cional delas cosas”.
41 las ovejas abrz'gadas con pieles: Procedimiento que se usaba para evitar que se en-
suciara la lana (v. Varrón, De re rusa, 2). 42 Mz'dz'as: El acaudalado ciudadano de Atenas
que, por haber agredido a Demóstenes, fue condenado a pagarle una indemnización de tres
mil dracmas (Plutarco, V. dee. orat. 844d). — Teodoro: Cf. II, 102. 43 Dz'om'sz'o el Es-
toz'co: De identificación incierta; acaso aquel a quien Crisipo dedicó dos de sus escritos
(VII, 192 y 200). — batalla de Queronea: Victoria de Filipo II de Macedonia sobre Ate-
nas y sus aliados (338). 44 Perdz'cas de Oréstide, general macedonio bajo Filipo II y Ale—
jandro, tras cuya muerte fue regente; murió asesinado en 321. — que los dioses ban rega-
lado...: Cf. Hesíodo, Treo, vv. 42 ss.
45 “...acabarás por dar en el”: Esto es, en el patíbulo. — piel de león: Alude a la
piel del león de Nemea que llevaba Heracles, héroe predilecto de los cínicos. — Calz‘kte—
nes: El historiador Calístenes de Olinto, sobrino-nieto de Aristóteles (cf. V, 4, 10, 39). 46
cótabo: Juego de origen siciliano, muy de moda entre los jóvenes atenienses: una especie de
oráculo amoroso, que consistía en volcar el resto de una copa de vino a una fuente metálica,
pronunciando a la vez el nombre de la amada; si el metal hacía oír un sonido vibrante, se
tomaba por augurio de un amor correspondido ( v. Ateneo, Dez'pnos. XV, 665b; Pólux, Lé-
xico, VI, 109; Suele, s.v. KettaBiCew). 48 Hegeszas: Probablemente H. de Sinope, llama-
do “el Collar del Perro”, discípulo de Diógenes (v. VI, 84); menos probable es, por razones
cronológicas, que se trate de H. de Cirene. 49 Nemea: El juego de palabras alude a vé-
uew, ‘apacentar’, ‘pastorear’.
50 Harmodz'o, Arz'stogz'tón: Los célebres tiranícidas que, en 514, dieron muerte a Hi-
parco de Atenas, hijo y sucesor de Pisístrato junto a su hermano Hipias. — Dionisio II de
Siracusa, tirano 367-357 y 347-344. — “A guerra pasada, alianza de armas”: Es decir, el
morador de la casa ha concluido la alianza de armas con Heracles, héroe emblemático del
ascetismo cínico, cuando el mal (esto es, el matrimonio) ha ganado ya la guerra y entrado
triunfalmente en la casa (v. Hermes 135, 2007, p. 371). 51 Quz'rón: Juego intraducible
con la homofonía de xeipmv, ‘peor’, y Xeípcov, Quirón, nombre del mítico centauro hijo de
Crono y Fílira, preceptor de Aquiles, Jasón y Asclepio. -— “... que lo cuelguen de su nom-
bre”: Sióuum, ‘testículos’.
52 ungú’ento de aromas... un tz'ento de ropas: dleruuánov, ‘ungüentillo (perfuma-
dO)’, 61M.” iuúuov, ‘otro vestido’. — ¿A que' vz'enes...?: Il. X, 343 y 387. 53 No vaya á
ser que en durmz'endo...: Parodia de Il. VIII, 95 (“en huyendo”). -- Corto destino ten-
drás...: Parodia de Il. XVIII, 95 (“según lo que dices”); cf. V, 5. 54 [ ]: El pasaje, tras-
‘-- . -—_-
' h
I'bro VI
461
A] 1
nio era la alforja y el bastón. ¡Ojalá tuviera yo tal fuerza de ánimo como para no necesitar
nada más que esos utensilios y llevar dignamente ese ornato que Crates estimaba por enci-
ma de las vulgares riquezas! Crates, digo —lo creas o no, Emiliano—, que era hombre rico
y noble entre los grandes de su tierra de Tebas, por amor de esos hábitos que a mi me re-
prochas, hizo donación al pueblo de un vasto y rico patrimonio (...); cambió sus magníficas
casas de campo por una alforja, a la que luego, una vez había caído en la cuenta de Io útil
que era, incluso alabó en una canción, a imitación de aquellos versos de Homero en los que
éste celebra la isla de Creta. Citaré el principio; no vayas a creer que me lo he inventado
para los fines de mi alegato: ‘Hay una villa... y rica’; y lo demás es igual de maravilloso, que
si tú lo hubieses leído, te daría más envidia mi alforja que mis bodas con Pudentila”.
86 Díez minas al cocz'nero...: Crates, fr. 78 Giannantoni. — Mío es cuanto be
aprendz'do...: Crates, fr. 74 Giannantoni; Amb. pal. VII, 326. Los versos son parodia del su-
puesto epitafio de Sardanápalo (Amb. pal. VII, 325): “Mío es cuanto he comido y bebido, y
la de amores / grata enseñanza; las grandes riquezas atrás se quedaron”. — zm martillo
de altramuces...: Crates, fr. 83 Giannantoni. -— De amor te cura el bambre...: Crates, fr. 79
Giannantoni; Ant/9. pal. IX, 497.
87 OZ. 113: 328-324. — Antz'stenes (de Rodas): FGrHist 508 F 8. — Te'lefo:
Hijo de Heracles y Auge, es el príncipe de Misia que, según cierta tradición posthomérica,
sirvió de guía a la expedición de los aqueos contra Troya, a trueque de que Aquiles le cura-
se la herida que le había infligido durante una correría por tierras misias. La vida de T. fue
materia de varias obras, hoy perdidas, de los poetas trágicos: los Mz'sz'os de Ésquilo, los Alé-
vadas y los Mz'sz'os de Sófocles; pero el atuendo harapiento del personaje sugiere que la tra-
gedia en cuestión debió de ser el Télefo de Eurípides, igualmente perdido. Un vivaz recuer-
do de esa obra y de la impresión que causó sobrevive en la escena de Aristófanes, Acum.
415-479, en la que el protagonista Diceópolis, para dar lástima a sus acusadores, se hace
prestar por Eurípides el disfraz de Télefo, el más desgraciado de todos los personajes trági-
cos. — Filemón fr. 134 (PCG VII). — asz’de duro quiso ser: 'iv’ é'ylcparñg ñ MSS: 'iv’
(ix; Kpámgñ (“igual que Crates quiso ser”) Cobre—¿g
W <....>: Laguna en el texto. Menagio propone suplir “fue destruida” (cf. VI, 93);
Diels y Wilamowitz, por el contrario, “fue conservada”; Apelt y Gigante, “fue habitada”. -—
Demetrio de Magnesio fr. 21 Meier. — Eratóstenes: FGrHist 241 F 21. 89 Favorino
fr. 12 Mensching; fr. 42 Barigazzi. 90 Demetrio de Falero fr. 58a Wehrli. — guardias
urbanos: áo'ruvópOt, los inspectores encargados, en Atenas, de velar por el orden en las ca—
lles (v. Aristóteles, Const. Atb. 50, 2). —- Arrastróme del pz'e...: Parodia de Il. I, 591 (He-
festo recordando su castigo por el padre Zeus). 91 Zenón de Ciao: SVF I, 272. -— LOL,
ojos:QOGMGN MSS: óíptnv (“los hombros”) Marcovich. 92 Ay, jorobado amz’go...: Cra*
tes, IOÏÏÏ) Diels (PPP); Suppl. Hell. 356. — [Ñïïñg Marcovich. 93 Menarzdro f1"-
104 Koerte.
95 Hecatón fr. 23 Gomoll. — [] Cobet. — Acude, ob Hefesto...: Il. XVIII,
392. — Dísa’pulos suyos: No está del todo claro si se trata de discípulos de Métrocles,
como da a entender el texto, o más bien de Crates, como sostiene M.-O. Goulet-Cazé, H6"
mes 1986, pp. 247-252. 96 Mi. BPFgïñ. 97 Lz‘símaeo de
Pela (360 ca. —281), general macedonio; tras la muerte de Alejandro, gobernador de Tra-
A los libros VI-VU 465
cia; se proclamó rey en 306. 98 la que dejó la lanzadera...: Eurí id es, B61€- 1236.
___ No
p
es una torre...: TrGF 90, fr. 1 Snell.
99
¡0342510 obstr’nadamente: Leo átm
pótepov ( dtnpótepov BP‘Q) 6.33
(¡3?n — su contemporáneo Meleagro: Error evid aittñv
ente de D.L.: Meleagro de Gándara-
si bien compatriota y émulo declarado de Menipo (v. Ant/J. pal. VII, 417,
4), vivió entre los
siglos Il y I a.C., mientras que Menipo floreció en la primera mitad del siglo III a.C. ——
Hermipo fr. 39 Wehrli. 100 Fem'a'o nato...: Ant/9. pal, App. V, 41 Cougny. —— Dio-
nisio y Zópz'ro: Discípulos de Arcesilao (Ind. Acad. col. XX, p. 155 ed. Dorandi). 101 el
primero: FGrHist 765. — Janto de Sardes, contemporáneo de Heródoto, escribió una
obra sobre origen e historia de los lidios (cf. I, 2; VIII, 63). - el tercero: Menipo de Es-
tratonicea, uno de los maestros de Cicerón (v. Brut, 316) en el arte de la oratoria.
Apolodoro: FGrHist 244 F 81.
102 Colotes de Lámpsaco: El epicúreo, nacido hacia 325. Menedemo abandonó la
escuela epicúrea, pasándose al cínico Équecles de Éfeso (v. VI, 95). La ruptura dio pie a
una extensa polémica entre ambos; algunos restos de los escritos de Colores contra Mene-
demo se han conservado en los papiros de Herculano (v. W. Crónert, Kolotes und Menede-
mos, Leipzig, 1906; reimpr. Amsterdam, 1965). —- Hz’póboto fr. 9 Gigante. La noticia
acerca del estrafalario disfraz de Menedemo parece poco verosímil; tal vez D.L. lo confun-
da con Menipo (así Crónert, op. cit., pp. 1-4, y J. Meier, Dz'ogenes [genius and bis Hellem'r-
tic Background, p. 22).
103 lo que de bueno...: Od. IV, 392. -— Antzktenes (de Atenas) fr. 161 Giannan-
toni (SSR V A). 104 Con sesos de bombrer...: Eurípides, fr. 200 Nauck. -— Antártenes
fr. 98 Giannantoni. —- el camino más corto...: Cf. Plutarco, Amat. 759d. 105 Amista-
nes fr. 99 Giannantoni. -- Arz'stón de Quío: Cf. VII, 160.
AL LIBRO SÉPTIMO
l Tz'móteo: FHG IV, 523, —— Apolom'o de Tiro: Autor del siglo I a.C.; compuso un
catálogo de los filósofos estoicos y de sus escritos. —- Crz'sz'po: Cf. VII, 200. —— Perseo:
SVF I, 453. 2 Crates de Tebas, el cínico (v. VI, 85-93). — Hecaton fr. 26 Gomoll.
3 un tanto reservado ante la ímpudz'cz'a cz'm'afli APUICYO (1:10" 162 cuenta que, cuando CI?-
H1-
tes se dispuso a consumar, en lugar público y en plena luz del cita, su matnmomo con
to a las mtraclas curiosas de la mula-
parquia (V. VI, 96-97), Zenón los encubrió con su man
al periodo
tud espectadora. 4 República: v. VII, 32-34 y com. La adscrrpcmn de la obra
cínico de Zenón ha sido puesta en duda por Erskme, Hellemstzc Stoa, pp..9-15. — De!
deber: Cf. VII, 25. 5 y otros...: Cf. Sfenec9aá,3 3€ tranq. an. 14, 2; otras vers¡ones en SVF I,
__ ._.. 'curo r. l sener.
277. 6 1:22:22oÏIeaonataÏprzey de Macedonia 283 —239 (cf; com. a Il, 110 y VII, 13). —
OZ. 130: 260-256, _ carta de Antígono: Probablemente apocnfa, al igual que la respuesta
de Zenón (v. referencias en Erskíne, 14811€”?t Stoa, P- 80 11- 15). 9 Epzcuro fr; 119
USCI‘ICI‘ = fr. 45 Arrighetti; sobre Perseo y Filomdes, cf. IV, 47. 9-12 el decreto: Segun H.
Comenzado
466
gica de los estozcos, p. 220, s.v. nepaivm, sobre el sentido técnico de este término. -— per— . -. l ï‘
cepa'ón: (paviggíggérmino CSÍOÍCO que suele vertersggor ‘representación’ o, de modo algo l ó
menos inexacto, ‘impresión’ (impresion, en los intérpretes anglosajona;Cicerón (Ac. I, , Ïï
4Widamtraducía uz'sum. ' t o ak"
puede ser de índole sensible como puramente intelectual (v. VII, 51); por otra parte, no ha (Í
dtícíïiifundirlsï la ïpavtaoia estoica con el uso que del—mismo vocablo hace Aristóteles (De
an. , 427b ss. .
49-53 Dz'ocles de Magnesz'a: Sobre este documento doxográfico, v. los estudios de
U. Egli, Das Dz'oklesfragment bei Diógenes Laertios, Constanza, 1981, y V. Celluprica,
“Diocle di Magnesia fonte della dossografia stoica in Diogene Laerzio”, Orpbeus 10, 1989,
pp. 58-79.
50 Pues no bay que tomar la z'mpronta...: Crisipo impugna, con este argumento, la
versión primitiva de la teoría estoica de la impresión, tal como la habían enseñado Cleantes
y, probablemente, Zenón: cf. Sexto Empírico, Adv. mat/J. VII, 227-229 y 373-374. 51
z'ncorpóreos: Cf. VII, 140-141. 52 Pues de las cosas concebz'das...: SVF II, 87; cf. Aecio,
IV, 11 (SVF II, 83), Cicerón, De fin. III, 33 (SVF III, 72), y el comentario de Sandbach,
Class. Quart. 1930, pp. 46-49; cf. también la clasificación epicúrea en X, 32. — por expe-
rz'encz'a: ¡card napimtootv = usu Cicerón, loa. a't.; cf. Sandbach, art. cit., p. 46 n. 4: “direct
experience”; Bailey (Epz'curus, p. 415) entiende “by the fitting of one experience to ano-
ther”. -— < > Estéfano.
53 Tz'a'o: Gigante legendario, hijo de Zeus y Elara, precipitado por Zeus a los infier-
nos por haber intentado violar a Leto. Según la leyenda, su cuerpo cubría nueve hectáreas.
— el pz'gmeo: Llamábase pigmeos a un pueblo de enanos que supuestamente vivía al sur
de Egipto o en la India; Homero (Il. III, 3) evoca su guerra contra las grullas. -—- por tran-
sición (ica‘tá ”¿Táfiaotvk “Se refiere -—sugerimos— a la capacrda’cl de la mente de abstraer,
por ejemplo, la idea de lugar a partir de los cuerpés Pémcïlaref (Ijong-Sedley, I, P- 241)-
_ De modo natural: cpuoucc'óg, es decir, “propria u1 sua (Ciceron, De fm. III, 33) o
. ' ¡‘\ \S
“through the force of its own nature” (Sandbafl’l, C1455. Quart.) 19.30, P- 48): (v. (W fill
reo
54 antec
X 33).?ara epaón (npólnv: Termino de ongen epicu
Epicuro, la prólepsíS sólo surge por yia de la memoria, por cometdencia de
1 - l ntaciones del mismo objeto: los est01cos, aun aceptando este metodo, intro-
multlp es prese 'bles maneras de formar las prolepsezs las otras operac10nes men-
'o
du¡cr0tl acllemïs comlo [13:81 demás” (Sandbach, Class. Quart. 1930, p. 50). ——- Posz'dom
i312; Éïgsïzlinaáildílof Ira/460 Theiler. 55 Diógenes de Babilonia frs. 17-18 (SVF III).
a?“ '— ÍbáÍdÍM, ‘mar', y be-
56 Dz'ó enes (de Babilonia) fr. 20. --' < > (335
, ‘d' , ngotros dialectos griegos, se decía tbalassa y bemera. -— <6! valor del elemen-
mere,P 1a 11; e la evidente ¡a una delos MSS, pW
to>. ara Nienar m ong MarCOVÍCh)’ W101) ororxerou: cf. Prisciano, e ms .
(Galesm, el 0 , , 'teraé’ nome”, figura, potestas. 57 blz'tyrz': Onomatopeya
gram-m: I» 6;? p . 7,
ido26deed. Hertz:____Í! lasfrúS6’53 ta. npawara,
la lira - -
lo que, en griego -
corriente, -
quie-
e son ' ° ", ' " ' '
quzlnlltíl hechOS”' en la terminologla estOtca, EPGYHG es smonimo aprox1mado de letr-
re ec1r os ,
Comentario
470
82 Velada, Oculta, Sarz'tes: Cf. II, 108 y com., y, sobre la discusión estoica del Sori-
tes, VII, 197 y com; además, Sexto EmPÏTÍCO: Py‘rrb. byp. .II, 253i {Mi}: mail). VILÍÏÓ (==
SVF II, 175 y 176), y el estudio de M. Mignucc1, The Store AnalySIS of tbe Sorltes , Proa,
Arz'st. Sac. 93, 1993, pp. 231-245. — Camada: v. VII, 187. -—— No es caería que das sean
paea...: Cf. Aristóteles, Sapb. el. 179b33. — El Nadze es'zm raraaarfzerzta' aorzdzczana];
ouvarmxóg B: ovvatcmcóg (“concluyente”) PlQF: ovv<nuttevov uev> ( condtcronal”) von
Arnirn. —-— < > von Arnim (SVF II, 274).
83 siempre: dei PF: uóvov (“que sólo el sabio es dialéctico”) BZD. —- Pues en
cuanta a la lógz'ca...: LECLEÍSJMSS: si von Arnim) pév yáp tó loyucóv, tí 681" Léïew mi
ya (Macvich: 1:8 MSS: del. von Arnimï óvonátmv ótfiimtog, ñamg 6’ ¿tafiav (LCEÜJO:
¿tétaáav MSS) oí vóum éni toïg épyovg, O'ÚK‘. ó‘tv ¿Latvfl/lSS: Í—Í 01 von Arnim: é v
Mai‘covñh) eineïv; —— [a vzrtud: La dialéctica (cf. VII, 46). 84 Pasz'dam'a F 89 Edels-
tmefler.
85-88 Una interpretación pormenorizada ofrece G. Schónrich, “Oikeiosis — Zur
Aktualitát eines stoischen Grundbegriffs”, s'lasapbz’sc/Jes jabrbucb a’er Górres-Gesellscbaft
(Freiburg) 96, 1989, pp. 34-51. 85 < > Coraes (Praleg. ad Epz’ctet., 61). — la can-
cz'eacz'a: ouveíñnow MSS: Govaioflncnv (“la sensación conjunta”) Pohlenz (Die Staa, II, p.
65); cf., en todo caso, Séneca, Ep. 121, 9 y pass. 87 Paszdam'a F 186 Edelstein-Kidd.
—- Hecatóa fr. 1 Gomoll. 88 Diógenes (de Babilonia) fr. 45 (SVF III). — Arque-
a’ema fr. 19 (SVF III). 90 <> Marcovich. —— <....>: Von Arnim suplía: “... y, por
otra, cierta perfección de la razón propia del hombre”. — Hecatón fr. 6 Gomoll. 91
. Pasz'dam'a en el... Estudia e'tz'ca: F 29 Edelstein—Kidd = F 403 Theiler. -— en los Pratrép-
ticas: F 2 Kidd = F 435b Theiler. -—— Hecatóa fr. 8 Gomoll. ——- < > Marcovich. 92
Paaecz'a fr. 108 Van Straaten; fr. 67 Alesse. -— Pasz'dom'o F 180 Edelstein-Kidd = F
424 Theiler. — Aatzpatra fr. 60 (SVF III). — < >: Sigo la reconstrucción del texto
propuesta por Sten Ebbesen, acogida por Marcovich. 93 < > Marcovich (cf. SVF III,
264 y 275).
94 El Brea“: Cf. Sexto Empírico, Ada. matb. XI, 22 ss.; Pyrrb. byp. III, 169 ss. —-
<el pravecba...> Heine (cf. Sexto Emp., Ada. mat/9. XI, 22). -—— y en cuanta partz'a'paa
<ale ella>: (bg <8é> petéxovw <aürñg> Marcovich: fic; td patáxovm Reiske: ¿Sota u. von
Arnim. 97 <Zas aírtudes> Lipsio. —- <las vz'a'as> Cobet. 100 abarca: dprtéxew
Marcovich: óatéxew MSS: neptéxew Usenet. -—- < > von Amim.
101 Hecatóa fr. 4 Gomoll. ——- Pues parque es buena, es bella...: Marcovich corri-
ge el texto de modo que habría que entender: “Pues si <algo> es bello, es bueno; y <la vir-
tud> es algo bello: por tanto, es buena”. — < > Marcovich. 102 Hecatóa fr. 2 G0-
moll. -— Apaladara fr. 14 (SVF III). 103 Pasz'dam'a F 171 Kidd = F 425a Theiler.
--- Heeatóa fr. 5 Gomoll. 105 < > von Arnim. 108 < > Menagio. 110 Hé"
catan fr. 9 Gomoll. lll jamas: Kpíoetg. 113 < > Estéfano (cf. Sada, cp 559). ""
desea de refataa'órz: neptatpéoemg Madvíg: nap‘t aipáoemg MSS. — que no atañe a ¡05
hombres de bien: 08x f1 nep‘t ortovñaíovg MSS: of) napi ononñaíoo npáyu
atog (“que no
obedece a un móvil honrado”) Sada, E 2341: <twog> óíonap onouSaíov (“de alguien en
cuanto hombre de Bien”) Madvig. 114 <> Marcovich. — versos: Il. I, 81-82. --'
dz'vertz'mz'enta, z'nvertz’mz'eata: tápwtg / TpÉWIg. 118 Apaladara fr. 16 (SVF III). 119
A] [ibm VU
473
r’” (cf. Sex to Em píri co, Adv . ma tb. VII, 416; Epicteto, Dz'ss. II, 18, 18). 198 “Ve_
reposa et. -— Te-
lada”, “Oculto”:Cf.II,108ycom. -— “Nadie”: Cf. VII, 82. 199 <> Cob
propone “Teómoro”. 201 figuraczoae;
óporo: Croenert (Kolotes und Menedemos, p. 84)
espectalmente a 135 fantasras
(dvaCmypocpñoag): Término estoico; parece que se apllcaba
lascivas (v. Epicteto, Dz'ss. II, 18, 16). _
parte del libro
202 <.........>: El texto de los MSS se interrumpe aquí; falta la última
s físicos
VII, que contenía el resto del catálogo de las obras de Crisipo (con todos los escrito
es se
y parte de los éticos), así como las vidas de otros veinte filósofos estoicos, cuyos nombr
han conservado en el índice del ms. P (cod. Parisinus graecus 1759, de finales del siglo XIII)
y de sus apógrafos:
Zenón de Tarro (el escolarca sucesor de Crisipo: SVF III, 209),
Diógenes (de Seleucia, llamado el Babilonio: SVF III, 210-243 l,
Apolodoro (de Seleucia, discípulo de Diógenes: SVF III, 25 9-261),
Boeto (de Sidón: SVF III, 265-267),
Mnesárquz'des, Muesa'goras (acaso Mnesarco, nombre de dos estoicos, de Atenas y de
Alejandría de la Tróade: V. SVF II, 34, III, 11),
Néstor (de Tarso: SVF III, 244 y 262),
Basz'lz'des (de quien sólo sabemos, gracias a Sexto Empírico, Adv. mat/J. VIII, 258 =
SVF III, 268, que negaba la realidad de los “decibles” y, en general, los incorpóreos),
Dárdano (de Atenas, mencionado en el Ind. Stoz'e. Here, col. LIII = SVF III, 245),
Antz'patro (de Tarso, discípulo y sucesor de Diógenes de Seleucia como escolarca:
SVF III, 244-258),
Heraclz'des (de Tarso, finales del siglo II a.C., discípulo de Antípatro: cf. VII, 121; es-
cribió sobre cuestiones de música: SVF III, 1482, fr. 88.2),
Sosígenes (discípulo de Antípatro, influido por Aristóteles: v. SVF III, 258),
Panecz'o (de Rodas, 180-110 aL, sucedió como escolarca a Antípatro en 129),
<He>catón (de Rodas, 160-90 ca, discípulo de Panecio),
Posz'dom'o (de Apamea, 135—51 6a., discípulo de Panecio),
Atenodoro (de Tarso, 75 ca. a.C.-7 d.C., amigo de Cicerón y Estrabón, maestro del
emperador Augusto),
otro Atenodoro,
Antzpatro (de Tiro, muerto 45 ca. a.C., maestro de M. Porcio Catón, el Uticense),
Arz'b (probablemente A. Dídimo, contemporáneo del emperador Augusto, historiador
de la filosofía de tendencia ecléctica; frs. en Diels, Dox., 447-472),
Comuto (de Léptide, siglo I d.C., maestro del poeta Persio).
Sobre la segunda parte perdida del libro VII, v. V. Rose, Hermes 1866, pp. 366—397;
J. Mansfeld, Elencbos 1986, pp. 310-312, y T. Dorandi, Prometbeus 1992, pp. 121-126.
A los libros VII-VIII 477
AL LIBRO OCTAVO
1 Hermípo fr. 19 Wehrli. -— Arz'stóxeno fr.11a We
hrli. 2 Heródoto IV, 95-
96, donde SC SOSPECl‘la ya el caráctermeramente legendario del personaje: Zamolxi
s (Zal-
moxis, Salmoxis). era una divinidad de los getas de Tracia; el que fuer
a esclavo de Pitágoras
debio de ser un mvento de los helenos vecmos, destinado a explicar la creenc
ia en la inmor-
talidad que los getas profesaban. —— Creofi'lo: Poeta épico
, supuesto discípulo de Homero
(Platón, Rep. X, 600b); se le atribuye la Conquista de Ecalz'a, epopeya
del ciclo de Heracles
(frs. en Kinkel, Epz'corurn graec. Fragm. II, 60-62). 3 Polz’crates: Tirano
de Samos 538 ca.
__522. — Amasz's: Rey de Egipto de la XXVI dinas
tía, 570-526; cf. Heródoto, III, 39-43,
sobre las relaciones entre A. y Polícrates, sin mención alguna de Pitágo
ras. — caldeos,
magos: Cf. I, 1 y com. —— la cueva del monte Ida: Según la leyenda, el lugar de
nacimiento
de Zeus.
4 Heraclides fr. 89 Wehrli. Sobre las variantes de esta leyenda, v. Burkert,
Lore
and Science, pp. 138 ss. — Etálz'des: Héroe legendario, hijo de Hermes y Eupole
mia; par-
ticipó en la expedición de los argonautas. Según otra tradición, obtuvo el privilegio de
que
su alma pasara parte del tiempo en el Hades y otra sobre la tierra (Ferecides, 7 B 8 DK).
—
Euforbo: Héroe troyano, hijo de Pántoo, muerto por Menelao, quien consagró su escudo a
Apolo (o, según otros, a Hera; v. VIII, 5 y com.). No sabemos por qué razón Pitágoras se
consideraba una reencarnación de este más bien oscuro personaje homérico. Karl Kerenyi
(Pytbagoras und Orpbeus, Zurich, 1950, p. 19) creyó haber hallado la clave del enigma en el
problema aritmético que proponen los versos de Homero, Il. XVI, 8495., en los que el mo-
ribundo Patroclo dice a Héctor: “Pero el hado atroz me mató y el hijo de Leto, / y entre los
hombres Euforbo, y tú el tercero me vences”. El hado, el hijo de Leto ——Apolo— y Eufor-
bo son tres: Héctor, por tanto, sería el cuarto responsable de este homicidio colectivo, no el
tercero. El problema desconcertó a los escoliastas antiguos; Kerenyi sugiere una hipótesis
ingeniosaz. Euforbo no es sino una epifanía humana de Apolo mismo, y Patroclo, secreta-
mente, lo sabe o lo adivina; Pitágoras —a quien sus secuaces llamaban Apolo Hiperbóreo
(VIII, 11)—, al proclamarse encarnación del malogrado guerrero dárdano, alude enigmáti-
camente a su propia divinidad.
5 Bránqm'das: v. I, 72 y com. — el escudo: Pe Euforbo (v. VlH, 4 y com). Según
Porfirio, Vita Pytb. 17, yjámblico, Vita Pytb. 63, fue Pitágoras rmsmo quien reconocró el escu-
do de Euforbo, en el templo de Hera Argiva de Micenas. 6 burla'ndose de ¿[2’ ¿tamigovnsg
PFD: ¿rangoóvrag Reiske, Marcovich. — Herachto B 129 DK; para la Interpretación
del fr” v. García Calvo, Razón común, pp. 88 s. — “Alo, por el az're...”: Se trata patente-
mente de una torpe imitación del antiguo jura’rnento PltanÏO (58 B _15 DK): “No, por
¿[Quel Que al género nuestro le dio la Tetract'is... : como habla viSÍO ya, DICIS, Arc/9’. f- ‘Gf’fC/J.
d- s'los. 1890, p. 457. —— nunca ternera: ouxot moto Dtels: ou ¡carmona MSS: omc avowm
Delatte. __ ”¿,5 tratados: Al parecer, una falstficacron de finales del stglo III a.C. (Burkert,
P5510108“ 1961, pp. 24-26), de la que D.L. luego ofrece. algun extracto (v. YIII, 9 ss.). Son
los “famosos tres libros” que Platón, según Clerta tradlClOl'l apocrtfa, mando a Dtón adqui-
rir de Filolao al precio exorbitante de cien rmnas; sobre la falsa carta platomca a Dión ——
que no se ha conservado—, v. III, 9, VIII, 15, 84 y com.
Comentan'o
478
7 lo que pasa por ser... de Lisis: Alude probablemente a. los Hypomne'mata o Comen-
tarios pitagóricos, falsificación anterior a los tres escrltos menc1onados, que se amparaba en
la autoridad de la —-—asimismo apócrifa— carta de Lisis a Hiparco o Hípaso (v. VIII, 24, 42
y com.); lo que pudo dar pie a que el falsario de los tres tratados (de quien parece provenir,
directa o indirectamente, esta afirmación de D.L.) introdujera su obra denunciando, astuta-
mente, a su predecesor, declarando a Lisis mismo autor de los Hypomne'rnata, aunque sin
llegar a percatarse, desde luego, de que la supuesta carta de éste era otro embuste (Burkert,
s'lologus 1961, p. 25 y n. 1). — Heraclides (Lembo) fr. 8 Müller (FHG III). —— 50-
ción fr. 24 Wehrli.
8 Aristóxeno fr. 15 Wehrli; 14 A 3 DK. — Ión de Quio fr. 116 H Leurini = 36
B 2 DK = Orph. fr. 506 I y 1144 I Bernabé. — Argucias: Kai tótg Konióag Diels (cf. He-
raclito 22 B 81; sobre el significado técnico de Konióeg, v. Diels, Arc/9. f. Cesc/7. d. Plailos.
1890, p. 454 n. 9: “Los trucos con los que el orador instruido derriba al inocente adversario,
como el hacha al cordero de sacrificio”): Kai rd; Kontáóag PF: tout; Encomáóag Cobet. —
“No faltes al pudor con nadie”: Mi] dvaióev unóeví Frobenio: ávaatóeu MSS: dvaóióeu
Diels. -—— Sosicrates fr. 17 Müller (FHG IV, 503); cf. I, 12 y com. — nacen: tpúovmt
MSS: (pGÍVOVTal (“parecen”) Reiske, Marcovich. 9 los tres escritos: Cf. VIII, 6 y com. —
sobre todo, la llama daño: 'év d’ evóg [3161a BPD edd.: év ávfleot Bláfinv í“ un daño co-
ronado de flores”) propone la bella, aunque inútil, conjetura de Immisch, Pbilol. Wo-
cbenscbr. 1927, col. 482. 10 Timeo: FGrHist 566 F 13b. — Hermipo fr. 23 Wehrli.
ll su muslo... de oro: Una explicación verosímil de esta tradición propone Burkert,
Lore and Science, p. 160: los iniciados a los cultos de la Gran Madre recibían un tatuaje que,
una vez muertos, se les cubría con una placa de oro; Pitágoras, al lucir su muslo dorado, se
daba a conocer como resucitado de entre los difuntos. — Timeo: FGrHist 566 F 17. ——
nombres de diosas... doncellas (KÓpal, ya que Kópn, “la Doncella”, era sobrenombre de Persé-
fone), novias (vúucpat o Ninfas), madres: “Madre” era nombre dado a Rea y a Deméter. ——
Anticlzdes: FGrHist 140 F 1. 12 Apolodoro el Calculador: Cf. I, 25; tal vez Apolodoro de
Cícico (IX, 38). -— epigrarna: Antb. pal. VII, 119. —-— Favorino frs. 17 y 26 Men-
sching. 13 Aristóteles fr. 489 Rose.
14 Aristóxeno fr. 24 Wehrli. — < > Karsten (cf. IX, 23 y com.; Parménides 28
A 40a DK). — que a sus discípulos... voces del dios: (Bore éheyov IO‘ÜQ yvmpíuoug aútoÜ
navroiag Beoü cpmvág MSS: dicte MYSLV TO‘Ü; yvmpíuong «a Aeyóueva> autoñ navrekóíg
ÜEO‘Ü cpmvág (“...que decían sus discípulos que sus dichos eran de todo punto voces de la dí—
vinidad”) Marcovich (cf. Eliano, Varia bist. IV, 17, yJámblico, Vita Pytl). 82); otras conjetu-
ras en Gigante, p. 544 n. 38. — 207 años MSS; 211 Rohde (Kl. Scbriften II, p. 106 n. 1),
Marcovich (cf. Tlaeol. miriam, p. 40); 216 según Burkert, Lore and Science, p. 140 n. 110. —-
romanos: Plutarco (Numa, 1) refiere cierta leyenda que hacía a Numa Pompilio, segundo
rey de Roma, amigo de Pitágoras (lo cual es, desde luego, imposible por razones de crono-
logia).
15 los famosos tres libros que Platón mandó adquirir: Al parecer, los tres falsos trata-
dos de Pitágoras (v. VIII, 6 y com.), a los que la falsa carta platónica a Dión (cf. VIII, 34)
debió servir de justificación (v. III, 9 y com.). — Favorino fr. 41 Mensching. —- A”?
tóxeno fr. 43 Wehrli. 16 Zaleuco de Locros (siglo VII a.C.), según la tradición, el Prl'
Al libro VllI 479
mer griego que promulgó un Cédigo de leyes escritas. —- Carondas de Catania (siglo VI
a.C-) unificó las leyes consuetudinarias de su patria en un código legal que sirvió de modelo
a muchas otras c1udades grlegas. La relación de ambos con Pitágoras es, desde luego, cro-
nológicamente imposible.
17 simbolos: oúufiolov es, primitivamente, una señal de reconocimiento, en particu-
lar, un objeto quebrado en dos, del que los dos confidentes guardan una mitad cada uno.
Los oüufiola pitagóricos servían, pues, en un principio de santo y seña entre los miembros
de la cofradía, aunque el sentido alegórico que encerraban permite entenderlos también
como “símbolos” propiamente dichos. Sobre los símbolos pitagóricos, v. Jámblico, Protr.
21; Vita Pyth. 82-86 (= 58 C 4 DK); Porfirio, Vita Pyth. 42; sobre el significado del término,
Burkert, Lore and Science, pp. 175 s. — no orinar...: Cf. Hesíodo, Trah. 727. — no
volverse atrás en la frontera: Jámblico añade: “Porque las Erinias te perseguirán”.
19 Aristóteles fr. 194 Rose. 20 “enderezar”: rteñaptáv Hemsterhuis (cf. Jámbli-
co, Vita Pyth. 101, 197, 231): Relapyüv MSS. — Aristóxeno frs. 29a y 15 Wehrli. 21
]erónirno (de Rodas) fr. 42 Wehrli. 23 < > Cobet (cf. Jámblico, Vita Pyth. 37).
24 Alejandro (Polihístor): FGrHist 273 F 93. — Comentarios pitagóricos (25-33):
Escrito del siglo III a.C. —que probablemente circulaba, sin embargo, a nombre de Pitágo-
ras mismo (v. com. a VIII, 7 y 42)—, con patentes influencias platónicas y peripatéticas (v.
AJ. Festugiére, “Les mémoires pythagoriques cités par Alexandre Polyhistor”, Rev. Él. Gr.
58, 1945, pp. 1-65, y Burkert, Philologus 1961, pp. 26 s.). 25 unidad, dualidad
indefinida: Términos platónicos, según Aristóteles (Met. I, 6, 987b25); también el resto del
párrafo es una exposición, sumaria y no del todo exacta, de las enseñanzas no escritas de
Platón, recogidas por diversos autores antiguos (v. los testimonios 6-23 en Kramer, Platone
e i fondarnenti della metafi'sica, pp. 374-409); cf. las doctrinas que Sexto Empírico, Adv.
math. X, 261-283, atribuye a “Pitágoras” y los pitagóricos. —-— En los párrafos que siguen
(26-33), Festugiere percibe la influencia del peripatético Estratón de Lámpsaco y de Erasís-
trato de Ceos, médico y fisiólogo del siglo III a.C. 29 < > Marcovich; otras conjeturas en
Gigante, p_ 547 n. 66, 32 [ ] Reiske. 33 Que se debe rendir honores... en los templos:
Orph. fr. 628 I Bernabé.
34 Amtótezeg fr, 195 Rose. —— habas: Las razones de este precepto siguen sien-
do no menos enigmáticas para los estudiosos modernoS; V. ¡el balance de la cuestión en M.
Detienne, “La cuisine de Pythagore”, Archives de Soaologze des Religions n. 29, 1970, pp.
141-162; cf Onians, Origins of European Thought, p. 112, t’urkert, Lore and :S‘cience, pp.
183-185. — Aristófanes fr. 320 (PCG 111,2); _' al SOI: T1112” Sada,”Marcov1ch (Cf- Jám-
blico, Vita Pyth. 147; Protr. 21); unvóg (“al mes ) BPF (D: 5109 ( a Zeus ) D, Casaubon. -—
[lMÉZagl%t'mófl B 57 Diels. ___ Jegófafes 21 B 7 DK. Es el testimonio más antiguo
IV); 58 Eacerca
(PCGposeemos
que doctrina PltagorlFa dela metemPSlCPÏls' 37 04”.”0 fï- 7
la pitagori
3 DK.deLos zdme‘ o‘pztagorzstas son p1tagor1cos o seudo-vprtagóricos
tardíos —-de mediados del siglo IV a.C.-f, ¡herederos del pitagorism’o acusmatico privado
de la originaria dimensión política y radicalizado en sentido ascetlco (JB: Centrone, Intro-
duzione ai pitagoria} p. 141), con patente 1nfluenc1a'del modo de Vida cmico, cuyo desaliño
“blanco de las burlas de la comedia——— contrasta vwamente con el decoro de los pitagóri-
480 Comentario
cos genuinos, por entonces ya extintos o casi. — Mnesinzaco fr. 1 (PCG VII); 58 E 3
DK. 38 Aristofonte fr. 12 (PCG IV); 58 E 3 DK. _ .
39 Sobre las diferentes versiones, sumamente confusas y contradlctorlas entre si,
que circulaban acerca de la muerte de Pitágoras y los sangrientos sucesos que pusieron fin a
la comunidad por él fundada, v. el examen critico de B. Centrone, Introal nz pztagorici, pp_
32-49, y bibliografía ib. — del atleta: ‘L'OÜ <á97m>toü Cobet (cf. Porfirio, V. Pytb. SS);
toútou MSS. — Lisis: Cf. VIII, 7. La versión referida hasta aquí es, en lo esencial, la de
Aristóxeno (fr. 18 Wehrli). 40 Dicearco fr. 35b Wehrli. — Heraciides (Lembo) fr. 6
Müller. -- Sátiro fr. 10 (FHG III, 169) = fr. 11 Schorn. — Ferecides: Cf. I, 118. -—
Hermipo fr. 20 Wehrli.
41 Hermipo fr. 20 Wehrli; cf. Tertuliano, De an. 28, y Escolio a Sófocles, Electra,
62. Sobre el origen de esta historia, v. Corssen, Rbein. Mus. 1912, pp. 23-25 y 43, quien la
juzga una mera trasposición del cuento referido por Heródoto (IV, 94-96) sobre el tracio
Zamolxis (cf. VIII, 2 y com.); por el contrario, Burkert (Lore and Science, pp. 156-159) la
considera parodia irreverente de una antigua tradición sagrada, en la que el habitáculo bajo
tierra era un santuario y la “madre” no era otra que Deméter misma, la Madre Divina.
42 Brontino: Orph. fr. 1100 V Bernabé; cf. VIII, 55 y 83. —— Lisis, carta a Hipaso
(o Hiparco, según todos los demás testimonios): Probablemente una falsificación del siglo
III a.C., urdida a fin de dar mayor credibilidad a los, asimismo falsos, Hypomnéinata o C0-
nzentarios pitagóricos (cf. VIII, 24-33 y com.; v. Burkert, Pbiloiogus 1961, pp. 17-28). Se
han conservado dos versiones del texto íntegro del escrito Üámblico, V. pytb. 75-76, pp.
43-45 ed. Deubner; Hercher, Epistolograpbi Graeei, París, 1871, pp. 601-603), que gozó de
amplia difusión. Lo citan San Clemente y San Gregorio Nazianceno; Copérnico quiso re-
producir esta carta, en traducción latina, en un epílogo al libro I del De revolutionibus, que
no apareció en la versión finalmente publicada; la ed. de la Academia Polaca de las Ciencias
la incluye como Apéndice I de las Opera omnia, vol. II; C. Mínguez Pérez, en su versión
castellana de Sobre las revoluciones (Madrid, 1987; 2“ ed. Barcelona, 1997) la traduce en la
p. 448 n. 64.
43 Hipóboto fr. 14 Gigante. — Empe'docles 31 B 155 DK (espurio).
44 H?-
raciides (Lembo) fr. 6 Müller (FHG III, 169). -—- No sólo tú...: Ant/9. pal. VII,
121. --
Era Pitágoras...: Antb. pal., App. V, 34 Cougny. 45 Side Pitágoras”; Amb.
pal, App. V,
35. — Ay, ¡'ay, Pitágoras! ...:Antb. pal. VII, 122. —- Oi. 60: 540-537. 46 Aristóxe
flo
fr. 19 Wehrli; 14 A 10 DK. —— < > Rossi. 47 sobre las bernias: nepi ¡(1')a
MSS: rc.
oKiMng Mureto, Marcovich. —- Dionisio: ¿de Halicarnaso? —- < >
Marcovich (cf-
VIII, 49). —- Eratóstenes: FGrHist 241 F 11. -— Favorino fr. 27 Mensching. —-— O]-
48: 588-585. 48 Teeteto: Ant/J. pal. III, 35. -— Favorino fr. 27 Mensching. —- < >
Marcovich. — la Tierra, redonda (otpoy'yúlnv): Expresión ambigua,
que lo mismo puede
referirse a la forma de un disco plano ——como debió de conc
ebir la Tierra Hesíodo— que a
la de la esfera. Si fue Pitágoras (o alguno de sus seguidores) o Parmé
nides el primero En
idear una Tierra esférica sigue siendo cuestión controvertida (cf. com. a IX, 21). La priori-
dad de la escuela pitagórica ha sido vindicada recientemente por L. tud, Wirsens
cbdfly
Religion und Pbiiosopbie im friiben Pytbagoreismus, Berlín, 1997, pp. 2115.,
aunque sin in-
validar, a mi entender, las concluyentes razones en sentido contr
ario de Burkert, Lore ¿"7d
Al libro VIII 481
AL LIBRO NOVENO
-B gif—¿0
: 2: zo
del alía.”cam e u :Léfoïgmggo,
- . —— por rarefaccz'ón y condensación: Es interpreta-
" .. , sin ningún apoyo directo en el texto de Heracli-
ne} ”72.1010 us 1855 p. 389). ___ todofluye: La mas consablda de las supnestas opiniones
de lleraclití que pol- vez primera aparece en Platon (Cr¿”- 440°), aunque 5m apenas funda-
mento algunb en los fm literales (cf. B 12, 49a, 91, que debierfon de inspirar esta mterpreta:
o artr-
Ciónl- -— un solo mundo...: Cf. B 30. -- guerra... y P421 Ch. B 67 Y 80- 1 —' canzzn
bd y nba “0- Cf B 60_ Los frs., de hecho, no ofrecen muc o apoyo a a Interpretacron
cO‘smolóáica de D.L., que se desarrolla en 103 parrafos Sigmentes (9-11), de remota ascen-
484 comWnb
dencia peripatética y trasmitida a través de los manuales d'oxográficos al uso (v. Reinhardt,
Parmem'des, pp. 171-173). 9 cam-no hacia abajo... baaa arriba: La noción de labajo’ y
‘arriba’ corresponde aquí al orden aristotélico de los elementos, según observa Kerschens-
teiner, cit., pp. 401-403. 10 se mueve: K<1v>eï06a1 Reiske.
ll Arl’stófl fr. 29 Wehrli. -- en el capitulo sobre Sócrates: v. II, 22. 12 ¿j ¿Úbz
¿El susodicho Crates (así Gigante y otros) o Sócrates (como entienden, entre otros, Mon-
dolfo y Marcovich)? — “Conocimiento de caracteres... ”z yva'mnv fiGo'ív, tpóuou Kóouov Eva
(Küster: évóg MSS) ta‘ív ¿uunávrmv (texto e interpretación inciertos). — Dario 13.14;
La correspondencia de Heraclito con el rey Darío es, evidentemente, pura ficción, al igual
que las otras siete cartas trasmitidas a nombre del Efesio (v. Mondolfo-Tarán, Erac/ito, pp_
286 s. y 300 55.).
15 Demetrio (de Magnesia) fr. 27 Meier. — Demetrio de Falero fr. 92 Wehrli. ——
Antistenes: El “heraclitano” (cf. VI, 19). —— Heraclides de! Ponto fr. 19 Wehrli (cf. V,
88, donde se menciona su Exegesis de Heráclito en cuatro libros). -—- Cieam‘es: El estoico;
cf. VII, 178. -—— Esfera: Cf. VII, 178. —— Pausam'a's, Nicomedes, Dionisio: Desconoci-
dos. — Diódoto: Cf. IX, 12. 16 jeróm'mo (de Rodas) fr. 46 Wehrli. — Escitino 6
A 2 Diels (PPF); cf. 22 C 3 DK. — eptgramas: Ant/9. pal. VII, 128 y IX, 540. 17 Cali-
maco: Epigr. 2 Pfeiffer; Anti). pal. VII, 80. De Heraclito de Halicarnaso ha sobrevivido un
solo epigrama (Amb. pal. VII, 465). — el cuarto: FGrHist 167 T l.
18 Dexis o Dexino, según otras fuentes (21 A 6 DK). — Timón B 60, 1 Diels Ue-
nófanes, 21 A 35 DK); sobre Timón yJenófanes, cf. IX, 111. — medio modesto (imáwcpov
BP‘Q, cf. Sexto Emp. Pyrrb. byp. I, 224; en los otros MSS se lee ímórucpov, “medio vanido-
so”): Para el escéptico Timón, Jenófanes es “modesto” —es decir, escéptico (cf. IX, 72 )—-,
pero sólo a medias, por cuanto a su vez dogmatiza acerca de Ia divinidad (v. el comentario
de Sexto Empírico, Zoe. cit.). — Zancle: Nombre antiguo de Mesina. — Botón de Ate-
nas: Cf. Sendo-Plutarco, Vit. dee. orat. 8373. La mención de Botón y Arquelao se debe pro-
bablemente a una confusión de Jenófanes con Jenofonte (v. Untersteiner, Senofane, p. 4).
— Soción fr. 28 Wehrli.
contemporáneo de Anaximandro: Según Teofrasto, su discípulo (cf. IX, 21); noticia
dudosa, si bien, dadas las incertidumbres de la cronología de ambos, tampoco se puede ex-
cluir muy terminantemente que Jenófanes, de muy joven, haya podido conocer todavía a
Anaximandro ya anciano (v. Untersteiner, Senofane, pp. 16 5.); en todo caso, es patente la
familiaridad de Jenófanes con la física jónica. — regitgba (éppawótóet): No hemos de en-
tender ciertamente quejenófanes haya sido un rapsodo homérico profesiorfil, 92112553112.
¿WWWÏÍmaginando al poeta de Colofón
como “un anciano juglar que caminaba recianïnte, seguido por un esclavo que Reg-1:3
gún—aim y unos pobres bártulos”. Recitar, durante los banquetes, versos de composlgígg
propia era, en efecto, usanza corriente tambien entre Bs griegos ¿He elevada posscron social.
. p ¡a ¡«FF—' . "'— c o p
-_.__'_....—---'"_—
Una minuciosa discusrón del problema ofrece Untersteiner, benoflme, pp. CCÍXXV-
admira-
CCLXXX. — Tales: Cf. I, 23 (donde Jenófanes aparece, por el contrario, como
dor del Milesio). — Pitágoras: Cf. VIII, 36.
19 Ya uan sesenta y siete veranos...: Jenófanes, 21 B 8 DK. -— cuatro... los elemen-
teoría de los cuatro
tos: Noticia dudosa; Aristóteles (Met. I, 4, 98438 y 985331) atribuye la
A! libro 1X
485
35 Porque no lo babz’a admitido...: Cf. II, 14. :— Demetrio fr. 29 Mejer. -— An-
tz'stenes: FGrHist 508 F 12. 36 “Llegué a Atenas... : Cf. CICCI'OI‘I: Tusc.‘V,’36, 104 (De-
mócrito, 68 B 116 DK). 37 Tra'silo: FHG III, 504.. — < >: nov TEEpl Otvomónv mi
‘AvaáaYÓPÜV (¿ptgóvwv veavu‘óv> étepoc, Marcov1ch (cf. Platon, Amat. l32b-c): ___
pentatlon: Lucha de cinco ejercicios (carrera, lucha, pugilato, salto, lanzamiento del dlSCO);
cf. Plat. Amat. 135e-136a. — < > Casaubon edd. — Demetrio de Falero fr. 93
Wehrli. 38 Tra'sz'lo: FHG III, 504. ——- Giauco fr. 5 Lanata (FHG II, 24). —- Apolo-
doro de Cicico: Según Plinio (Nat. bist. XXIV, 167), un seguidor de Demócrito (74, 1-3
DK), de la época de Tiberio, autor de un tratado de botánica afín a la magia, inspirado,
más que en Demócrito, en los escritos seudo-democríteos de Bolo de Mendes (v. n. a Vors.
II, p. 212, 11). — Antistenes: FGrHist 508 F 13-14. 40 Demetrio fr. 30 Mejer. ——
Hipóboto fr. 21 Gigante. -— Aristóxeno fr. 131 Wehrli. — Timón B 46 Diels. Ver
en estos versos un elogio de Demócrito parece ser un malentendido de D.L. o de su fuente,
según arguye convincentemente G. Cortassa, Ria. Filoi. Class. 104, 1976, pp. 312-321.
41 Pequeña ordenación del mundo: Demócrito, 68 B 5 DK. — la conquista de Tro-
ya: Según Apolodoro (fr. la Jacoby), en 1184/1183 a.C.; Demócrito habría redactado, por
tanto, su escrito en 454/453, fecha bastante precoz para haber nacido en 470 (Trásilo) o
460/456 (Apolodoro). Mansfeld (en sus Varsokratiker, II, pp. 254 s.) propone corregir rpía
K<ai áfiñx>ovra Kai énmxooioug, “a los 763 años”, es decir, en 421 / 420. -— Apolodo-
ro: FGrI-Iist 244 F 36. — OZ. 80: 460-456. -—— Tra'siio: FHG III, 504. — OI. 77,7:
470/469, fecha de nacimiento más probable según D. O’Brien, Dz'ct. Pbitos. Ant. II, pp.
655-677 (en cambio, Mansfeld, Vors. II, p. 231, prefiere la de Apolodoro). Según Diodoro
(XIV, 11, 5 = 68 A 5 DK), Demócrito murió a los 90 años, esto es, en 380/379, si damos
por buena la fecha de nacimiento según Trásilo.
43 Hermipo fr. 31 Wehrli. -— Tesmoforzas: Fiesta que celebraban las mujeres
griegas en honor de Deméter y Perséfone, en Atenas, entre los días 9 y 13 del mes de Pia-
nopsión (octubre / noviembre); ignoramos en qué fecha la celebraban las abderitas (v. Nils-
son, Griecbz'scbe Peste, Leipzig, 1906, pp. 313-325). — Hiparco: Autor pitagórico, cuyo
tratado Del buen ánimo cita por extenso Estobeo, IV, 44, 81 (68 C 7 DK). -— Libro de to-
dos los metros: Antb. pal. VII, 57. 45 el buen ánimo: eÚBuuia. Cicerón (De fin. V. 8, 23
= Demócrito, 68 A 169 DK) traduce “animi tranquillitas”; cf. Séneca, De tranq. an. II, 3-4.
-— Que las cualidades son por convención: norórntag (Menagio edd.) Sé vóuqo (Zeller edd.)
eïvm: nom'cd 5%: vóutua eïvm (“que las leyes y costumbres son artificiales”) MSS; lección
que defiende Onodera, Pbilologus 1993, pp. 104-109. — Tra'silo... por tetralogias: La or-
denación por tetralogías de los escritos de Demócrito parece ser, en realidad, anterior a
Trásilo, que fue contemporáneo del emperador Tiberio (Kranz, n. a Vors. II, p. 90, 17).
46 Pitágoras: Cf. IX, 38; escrito no conservado. Diels (Vors. II, n. a p. 130, 10) sos-
pechaba una falsificación de época pre-alejandrina. — De lo que bay en el Hades: Demó-
crito, 68 B l-la DK. — Tritogenza: ib. B1b-2. Tritogenia, “la de triple nacimiento”, es so-
brenombre de Atenea; en Demócrito, designa la sensatez (pbrónesis): las tres virtudes que
nacen de ella son el bien pensar, el bien hablar y el hacer lo debido. -— El cuerno de
Ama/tea: Según Aulo Gelio (Praef., 6), este escrito —del que nada se ha conservado— de-
bió de ser una especie de miscelánea o tratado de asuntos diversos. — Del buen ánimo:
t 'bro IX
A! t
489
se le
o
aparecen por sensacron las mismas cosas {tropo 4°}. Así pues, qué
será de eso verdadero o
falso es incierto”. Gorgias, en su tratado De lo que no es, arguía: “Y aunqu
e esté {la impre-
sión de un mismo objeto} en varios, siendo lo mismo, nada impide que deje
de parecerles
igual a éstos, no siendo del todo iguales ellos ni estando en lo mism
o: pues si en lo mismo
estuviesen, serían uno y no dos {2° tropol. Por otra parte, está claro
que ni siquiera uno
mismo para sí mismo experimenta cosas iguales al mismo tiempo, sino cosas
distintas con el
oído y con la vista {tropo 3°}, y de modo diferente ahora y antes {tropo 4°}” (Seudo-Arist.
De MX. G. 980b11-16). La aportación de los escépticos fue, ante todo, la organi
zación sis—
temática de esos argumentos; también lo fue el haberlos entendido como otras tantas razo-
nes que imponían la suspensión del juicio. Estudios pormenorizados de los tropos ofrecen
A.E. Chatzilysandros, Gescbz'cbte der skeptz'scben Tropen, Munich, 1970; G. Striker, “The
ten tropes of Aenesidemus”, en M.F. Burnyeat (ed.), Tbe séeptz'cal tradz'tz'on, Berkeley / Los
Ángeles, 1983, pp. 95-115, y J. Annas y J. Barnes, Tbe modes of Sceptz'a'sm, Cambridge,
1985.
81 poros: Según Empédocles (31 A 86-92 DK), la diferencia entre los sentidos se
debe a las distintas proporciones de los poros o cauces receptores. La misma teoría parece
haber defendido Gorgias (82 B 4 DK = Plat. Men. 763 88.), y aun es posible que haya influi-
do en su intento de demostrar que el ser de las cosas es incognoscible (ib. B 3 = Sexto Emp.
Ada. malla. VII, 81), que preludia el escepticismo. 82 los locos: El razonamiento provie-
ne, al parecer, de Demócrito: “Si todos estuviesen enfermos o fuera de juicio, mientras que
dos o tres estuviesen sanos y en sus cabales, parecería que están enfermos y fuera de juicio
éstos y no los otros” (Arist. Met. IV, 5, 1009b4-6). —— por la azotea: év tq'ñ únepóqo Diels:
év 163 i'qn (“en el sueño”, con flagrante pleonasmo) MSS.
83 morales: éOtKág Menagio, Marcovich (cf. Sexto Emp. Pyrrb. byp. I, 145): sexu-
Kótg MSS: éflvmág (“étnicos” o “peculiares de cada pueblo”) Cobet. — para unos bueno,
para otros malo: El argumento se encuentra ya en el sofista anónimo de los Razonamientos
dobles (90, 2, 8-17 DK). — los persas... con la propia bz'ja: Cf. I, 7 y com. —— masagetas:
Pueblo iranio, al este del mar Caspio; sobre la usanza aquí aludida, v. Heródoto, I, 216. —
Budoxo fr, 2783 Lasserre; cf. com. a I, 8. 84 peones (naioveg): Pueblo ilirio o tracio, al
norte de Macedonia, mencionado ya por Homero (Il. II, 848). ——- < > Kühn. 85 < >
Kühn, 87 Favorz'noz FHG III, 583. -— <€l quínto> como décimo: <‘tÓv náurttov> dé-
Katov Hirzel, Unters. III, p. 116 n. 1; cf. Sexto Emp. Pyrr/J- byp; 1114: 36 (donde, ademas,
el séptimo tropo de D.L. aparece como quinto, el octavo como septimo). .
88 otros a'ncoz Cf. Sexto Emp. Pyrrb. byp. I, 164-177, donde estos cmco tropos se
atribuyen a “los escépticos más recientes”, sin mencionar a Agripa. ”90 cosas que no re-
quieren demostrado": Alude a la teoría estoica de los “indemostrables ; cf. VI}, 79-81. 92
conforme a la naturaleza: Kata cpúmv MSS: napá cp. (“contrario a la naturaleza ) Barnes, a};
Brunschwig, p. 1127 n. —- < > Reiske. 95 que el CWÏE’flO es el hombre: Protagoras, Í.
IX, 51_ ___ las sensacz'0 fles: Los epicúreos; cf. X, 31. -— ...la razon: Opinlon que so la
494 Comé’ntarz'o
ofAtbens de Shakespeare. Algunos de sus dichos refiere Plutarco (Antonio, 69-70; Aia'bía-
des, 16); Calímaco le dedicó un epigrama (3, 4). — Iero'nz'mo fr. 7 Wehrli. 113 Ale-
jandro de Etolia y Homero de Bizancio, poetas trágicos. —— Arato de Solos, poeta del siglo
III a.C., autor del poema didáctico Fenómenos celestes. — las copias antiguas, y no... corre-
gz'das: Timón expresa con ello su desconfianza ante la labor de revisores y editores de Ho-
mero, ya multitudinarios en su tiempo; v. M. Fernández-Galiano, “La transmisión del texto
homénco”, en L. G11 (ed.), Introduca'ón a Homero, I, Barcelona, 1984, p. 104.
114 como para pasarse sin desayunar (al); unó‘e óptcm'iv mryxmpeïv B: owxpoveïv PF):
Pasaje incierto, diversamente corregido: (i); unó’ óptotáv ouxvóv (“como para no desayunar
mucho”) Diels; áppmoteïv (¡by xpóvq) (“como para no decaer de salud con los años”)
Apelt; ápio'tq) Guyxwpeïv (“que ni al mejor le iba en zaga”) Jürss. — Atagas y Numenz'o:
Dos bandoleros famosos. 115 Banquete fúnebre de Arcesr'lao: Timón B 73 Diels. — Me-
nódoto: FGrHist 541 F 4; cf. IX, 116 y com. -— Tolorneo de Cirene; v. IX, 116. — Hzpó-
boto fr. 22 Gigante. — Soa'ón fr. 33 Wehrli. —— dz'sa'pnlos suyos: La discrepancia en-
tre este testimonio y el de Menódoto acaso se explique por el hecho de que, tras la muerte de
Timón, la escuela se extinguió en Atenas, aunque tuvo continuadores en otros lugares, sobre
todo en Alejandría (Hirzel, Unters. III, p. 2 n.). — Fz'larco: FGrHist 81 F 67.
116 Tolorneo de Cirene; V. IX, 115. — Enesidemo: El renovador del escepticismo,
contemporáneo de Cicerón o algo posterior; enseñó en Alejandría. Un extracto de sus Ra-
zonanzz'entos pr'rronz'anos ha sido conservado por Focio, Bz'bl. 212; v. K. Janácek, “Zur In-
terpretation des Photius-Abschnittes über Aenesidemus”, Ez'rene 14, 1976, pp. 93-100, y
del mismo, “Ainesidemos und Sextus Empiricus”, Ez'rene 17, 1980, pp. 5-16, además de P.
Natorp, “Untersuchungen über die Skepsis im Alterthum: Aenesidem”, Rbez'n. Mus. 38,
1883, pp. 28-91. — Zenxz'po, su paisano (ó nokímg): También cabría entender “Z. de Po-
lis”, villa de Lócride.
Menódoto de Nz'cornedza, médico empírico: Del siglo II d.C., bastante bien conocido, al
igual que su condiscípulo Teodante, gracias a las críticas que les enderezó Galeno. De los
demás personajes de la lista, excepto Enesidemo y Sexto Empírico, no conocemos apenas
más que los nombres. Poca aceptación ha encontrado la identificación, propuesta por Kud-
lien (Rbez'n, Mus, 1963, pp. 251 ss.), de Heródoto de Tarso con cierto médico de la época de
Trajano (98-117), lo que situaría a Sexto Empírico a principios del siglo II d.C. y al propio
Diógenes Laercio algunos decenios después, es decir, más de medio siglo antes de las fe-
chas habitualmente aceptadas. — Escéptz’cos: Verosímilmente, la obra hoy conocida
como Adversns matbernatr'cos. —- otros escritos: Además de los Esbozos pz’rronz'anos, las
obras médicas de Sexto, hoy perdidas. —— Cz'tenas (KUOnvóig): Sobrenombre de significa-
do incierto, diversamente corregido.
AL LIBRO DÉCIMO
l Fílaz'des: Célebre estirpe ateniense a la que pertenecieron, entre otros, los dos Mil-
Cíades y Cimón (Tucídides fue pariente lejano); según la tradrcron, descendlan del ultimo
496 Comentario
rey de Salamina, Fileo —hijo del gran Ayante hijo de Telamón—, que unió la isla a Atenas, _.__
Metrodoro fr. 1 Koerte. — Heradides (Lembo) fr. 9 (FHG III, 170). — Socio'rz ft
34 Wehrli. — coiom'zado Salmos: Tras la conquista de la isla en 365. — Aristóteles por
Cdlade: 323-322; Epicuro nació en 341 (cf. X, 14). -—-— expulsados: De la isla de Samos
(322/321); de ahí el traslado de la familia de Epicuro a Colofón. —- Perdicas: Regente del
imperio tras la muerte de Alejandro, 323-321. 2 arcom‘ado de Anaxicrates: 307/3 06. __
Apoiodoro: El apodado “Tirano del Jardín” (cf. X, 25). — Caos de Hesiodo: Cf. Sexto
Empírico, Adv. mada. X, 19: al explicar el maestro que “primero se hizo Caos” (Hesíodo,
Teog. 116), el joven Epicuro pregunta de qué se hizo, si era lo primero en hacerse; respon-
diéndole el maestro que enseñar tales cosas no es tarea suya sino de los llamados filósofos,
Epicuro contesta: “Entonces habré de dirigirme a éstos, si es que ellos saben la verdad acer-
ca de las cosas”. — Hermipo fr. 60 Wehrli. 3 Timón B 51 Diels. —-- Filodemo
T 7 Sider. — Mirom'arzo fr. ó (FHG IV, 455). — Diotimo: Cf. Ateneo, Deipnos. XIII,
611b (“Teotimo”). 4 Posidom'o F 288 Edelstein-Kidd = fr. 290b Theiler. —- Nicoiao
de Damasco, filósofo e historiador, siglo I a.C. — el libro duode'a'mo... de veinticuatro:
Pasaje incierto; sobre las dificultades de interpretación, v. Festugiére, Epicuro y sus dioses,
p. 51, y Laks, Vie d’Épieure, pp. 39s. Traduzco, a falta de solución más convincente, el tex-
to establecido por Marcovich. — Dionisio de Haiicarnaso fr. 37 Usener-Radermacher.
— “nuestro Salvador” y “mi señor”: Fórmulas convencionales de invocación de los dioses,
que los detractores toman maliciosamente como referidas al destinatario de las cartas (cf.
“¡Señor mío!” en la carta a Leoncio, citada a continuación).
5 secretos: Probablemente las enseñanzas esotéricas de la escuela (cf. Clem. Strom.
V, 58,1). — a Leoncio: Epicuro, fr. 143 Usener. — a Temista: fr. 125 Usener. — so-
bre tres ruedas (P): tptKúltotog, alusión harto oscura; un intento de explicación ofrece De
Witt, “Epicurus’ three wheeled chair”, C1ass.P/9il. 35, 1940, pp. 18355. — a Pítocles: fr.
165 Us. — a Temista: fr. 126 Us. — acostumbra enderezarle exhortaa'ones: vouiget
aüt'ñ napatveïv MSS. La ofensa consiste, para los detractores, sea en destinar a una mujer
una parénesis o exhortación filosófica (Laks, op. cit., p. 46) —en el sentido más o menos en
que todavía Lactancio, Dio. imt. III, 25,7 (= fr. 227a Us.), escribe que Epicuro “rudes om-
nium litterarum ad philosophiam invitat”—, sea en el trato familiar con la mujer de otro
(De Witt, art. cit., p. 185), aunque los editores, por lo general, se han afanado en hallar aquí
alguna Obscenidad mayor (v. las correcciones reseñadas por Gigante, p. 569 n. 17). ——
Teodoro: Desconocido; posiblemente uno de los tres filósofos estoicos de este nombre cita-
dos en II, 104, según conjeturó W. Capelle (“Theodoros(33)”, RE V A 2, 1934, C01- 1831);
previamente, Usener (Epicurea, ind. nom. 408) había sospechado ya que se tratara de. un es-
toico. Añado a estas conjeturas que acaso podría tratarse del mismo Teodoro menc1onado
en II, 65 como crítico de Aristipo (v. com. ib.).
. No
6 Acerca delfin: Epicuro, fr. 67 Usener. — carta a Pítocles: fr. 163 Usener
reproducida
es ésta, desde luego, la célebre carta a Pítocles sobre los fenómenos celestes,
10n yla c1encdla
luego en X, 84-116. —— cultura (natóeia): Epicuro juzga inútll'la erud1c
los CllOSCS yz:
en la medida en que no sirvan para librarnos del temor superst1c1080. de
DISS- III! ’
la muerte (v, X, 85, 142-143; Cf. Cicerón, Defin. . I, 27,7188.). , —— Epzctetor
. es
. ..._.._ __.._..
lto ——— -r
verte r a51 los alus1vos sobrenombr
37 . 7 Mamaria, Plácido, Amorczila : Me perm
1 l
T YW‘JU (k iÚ/ñ
/Ïh
uff,
A1 libro X
497
texto incierto.
8 Epicuro fr. 113 Us. —- me trató de
maestro: aludiendo probablemente al ofic
de Epicuro. Traducir “...y io
se proclamó mi maestro” (Apelt, Arrighe
tti, Gigante) acaso
ofrezca un sentido más satisfactorio (cf. X, 14), pero
se concilia difícilmente con el sentido
de ónoxaleïv ‘tratar (a alguien) de...’, ‘apodar’
(v. Laks, p. 56 n. 29). —— Medusa:
naaúpmv, pulmón mar ino, “por insensato”, glosa Sexto Emp.,
Adv. mat/9.
I, 4 = Epic. fr.
114 Us. — “aduladores de Dioniso”: ótovvooxólmcag,
nombre despectivo que solía darse
a los aduladores de Dionisio el Joven, tirano de Sirac
usa 367-357 y 346-344 (v. Sedley,
“Epicurus and his professional rivals”, p. 134); sobre sus relaciones
con los filósofos de la
Academia, cf. IV, 2, 5, 8, VI, 58, etc. —- “el Dorado”:
Proba ' las tres
razas —de oro, plata¿bronCSL—dexlaLem’M_platón_ig
g_(415a ss.; v. B. Farrington, Scien-
ce and Politics in the Ancient World, 1939, pp. 98 y 130).
—— Aristóteles: Las afirmaciones
de Epicuro (fr. 171 Us.; cf. Ateneo, VIII, 354a-c), aunq
ue inconciliables con los testimonios
más creíbles sobre la vida del Estagirita, acaso no hayan
de tomarse forzosamente en senti-
do denigratorio, sino tal vez como episodio de una historia
de conversión a la filosofía (se-
gún arguye Sedley, op. cit., pp. 125-127). -— Protá'goras
: Cf. IX, 53. —- revolvedor
(Kulcntñg): Probable alusión al revoltijo (Kuxeoícósmico de
Heraclito (22 B 125 DK). —
LemAnpóKpttog, “juez W . — Antidorm,
o casi: sólo sabe-
móïcíue dio nombre a dos libros (perdidos) de Epicuro (X, 28) y
que contra él polemizó el
epicúreo Colotes (Plutarco, Adv. Col. 1126a); acaso un renegado
de la escuela, si cabe iden-
tificarlo con el epicúreo Antodoro mencionado en V, 92 (v. Cróne
rt, Kolotes und Menede-
mos, pp. 24-26). — Sanidoroz Apodo denigratorio, _r_<_=:lacionado con oawimv, ‘imbéc
il’, o
bien con oavviov, ‘mie_nÏbro viril’, o, en fin, cggoaívw, ‘adglar’. T —
m-
nïé‘úíé una escuela de astrónomos seguidores de Eudoxo que se había establ
ecido en Cíci-
co, ciudad vecina de Lámpsaco, uno de los centros de la escuela epicúrea (v. Sedley,
op.
cit., pp. 137-144, y “Epicurus and the mathematicians of Cyzicus”,
Cronacbe Ercolanesi 6,
1976, pp. 23-54). — los didácticos, “aniquiladores de lo mua/90”: ¡tolucpfló ong J. Bake,
Marcovich (cf. Plutarco, Non posse..., 1086e), por nolucovepobg (“muy envidlosos”)
MSS. En efecto, los dialécticos —esto es, los megáricos, o tmguna escisión de su es-
cuela——, herederos del monismo eleático, para los epicúreos no son solamente “destruc-
teurs de nombreuses choses” (Balaudé, p. 1244 n. 3, anotando que tal calificativo “convien-
drait mieux appliquée aux sceptiques”), sino “aniquiladores de 1.0 mucho” o “de
lo
múltiple”, es decir, de la vasta variedad de lo real, en aras del Ente unico y d1v1no: es, resu-
mida en una palabra, la misma acusación que el epicúreo Colotes endereza a los eleatas (a-
Vüípem rav 1to w, Plut. Ada. Col. 1114e). .
109 z'ntertnktïtodble: ¿ilnxtog F: filamog cett. edd. ll Diocles (de Magnesta): Cf.
VII! 48- -—— Él mismo dice...: Epicuro, frs. 181-182 Us. -— enrantn: Antb. pal, A'pp.
IV, 43 Cougny. 13 Apolodoro: FGrHist 244 F 41. — Praxzfanes (fr. 5 Wehrlr): Perlpa-
498 Comeman'o
tético discípulo de Teofrasto; contemporáneo o algo más ÍOVCD que EPICUIO, dificilmente
pudo ser su maestro (v. el comentario de Laks, pp. 66-68, y M. Capasso, “Prass1fane, Epi-
curo e Filodemo”, Elena/aos 5, 1984, pp. 392-407)- -- que ”0 ¿””0 P07 maestro 55W a si
mismo: Epicuro, ciertamente, no negaba haber asistido a las clases de Nausífanes, sino más
bien haber recibido de él los fundamentos de su propia filosofía: “Y aun me creerán discí-
pulo de la Medusa, por haber oído sus lecciones junto con algunos jovenzuelos borrachos”,
escribe en la carta a los filósofos de Mitilene, citada por Sexto Empírico, Adv. mat/9. I, 4 (-_:
fr. 114 Us.); cf. Cic. De nat. deor. I, 73. — Hermarco fr.12 Krohn. — Demetrio de
Magnesia fr. 31 Meier. -- jenócrates: Acaso su teoría (en cierto modo, atomista) de las
líneas indivisibles (frs. 41-49 Heinze) pudo dar pie a esta construcción doxográfica. Sobre
las “magnitudes indivisibles” de la Academia y su relación con el atomismo, v. Furley, Two
Studies, pp. 104-110. — Aristófanes (de Bizancio) fr. VII Nauck = fr. 404 Slater. — De
la oratoria: Epicuro, fr. 54 Us.
14 En las cartas...: fr. 95 Us. — en lugar de “,‘Salud.”’, “,‘Bt'enandanza."’: ávti TOÜ
xaipetv ei) TCPÓTTSIV MSS. “¡Bienandanza!” (si) npáttetv) es la fórmula de saludo de las
cartas platónicas (v. III, 61 y com.; VIII, 80); Epicuro, en las cartas conservadas (v. X, 34,
83, 121), usa ciertamente el habitual xaipsw (“¡Salud!”): lo cual, sin embargo, no parece
razón suficiente para invertir, en nuestro texto, el orden de los dos saludos (como propone
Gigante, p. 571 n. 38, seguido por Arrighetti y Marcovich), pues sabemos que Epicuro, en
su abundante correspondencia, empleaba también otras varias formas de salutación (v. III,
61, y Luciano, De lapsu inter salutandurn, 6), ni tampoco parece hecho muy digno de espe-
cial mención el que a veces haya usado el vulgar y corriente xaipatv y no la fórmula casi
personal de Platón. — Aristón (de Ceos, fr. 32 Wehrli): ’Apiotmv 815: cpnotv Cobet: ¿ipta-
10v. oi 811: cpaoiv MSS. Nada sabemos de esta Vida de Epicuro de Aristón, obra un tanto in-
sólita para un peripatético; Usener proponía leer “Antígono” (de Caristo). — Apolodoro:
FGrHist 244 F 76. — OZ. 109,3: 341.
15 Ol. 127,2: 271-270. —- Hermarco fr. 47 Krohn. —- Hermipo fr. 61 Wehr-
li. 16 versos: Ant/9. pal. VII, 106. —- el santuario de la Diosa Madre: Mntpq'íov, el tem-
plo de Cibeles, edificio que albergaba los archivos de Estado de Atenas. 17 a condition
de que pongan el Jardin... a disposición de Hermarco: Hermarco, sucesor de Epicuro en la
dirección de la escuela, al no ser ciudadano ateniense, no pudo ser nombrado heredero le-
gal de sus bienes. 18 diez dias antes de terminar el mes de Gamelz'ón: tf] ttporápq ósxárn
toñ Faunltú'ivog, es decir, el día 20 de dicho mes (enero/febrero); v. Alpers, Mus. Help.
1968, pp. 48-51. — < > Aldobrandini edd. 19 < > Vogliano, Arrighetti, Marcovich
(cf. Pap. Herc. 176, fr. 5, col. 22,7 s.).
22 a Idomeneo: Epicuro, fr. 138 Us. —— ultima: teleutaiav Davies edd. (cf. Cic.
De fin. II, 30, 96, y Epicteto, D135. H, 23, 21), por talanttñvteg MSS, lección que defienden
Laks y Balaudé (“Pasando y, a la vez, acabando la feliz jornada de la vida...”). —-— Metro-
doro, a quien Timócrates... en lugar de ”lampsaqueño”: Texto incierto (cf. Pbilologus 152;...—
ZWn el mejor manuscrito, B, se lee: untpóñmpov áGnvaïo-v—ñ qKP‘Ïmg
¡cai oávñn Muwaxtvóv, embrollo ininteligible (pero, por eso mismo, presumiblemente más
próximo del texto original, según el principio de impossibilis lectio verae propior) del que
parecen intentos más bien torpes de corrección las variantes de los demás MSS: HTITPÓM‘
Al libro X
499
reos, se halla todavía en Epicteto, Diss. II, 23, 385.); cf. Plutarco, Non posse..., 1098c-d;
“Ninguna falta nos hace salvar a los helenos (...), sino comer y beber vino, mi Timócrates”,
escribe Metrodoro a su hermano; la cita ——genuina o no— proviene, al parecer, de un escri-
to del mismo Timócrates (v. Sedley, op. cit., p. 129).
23 en el tercer libro, Timócrates: Ttuoxpámg MSS (cf. X, 6): TruOKpátoug Usenet,
Long, Marcovich, e.e. “en el tercer libro del Timócrates” (de Epicuro, cf. X, 28). — Epi-
curo en el primer libro del Metrodoro: fr. 37 Us. 24 Los libros de Metrodoro: frs. editados
por A. Koerte, “Metrodori Epicurei Fragmenta”, jabrb. f. Klass. P192701, Suppl. 17 (1890),
pp. 531-597. — el que le sucedió: scil. a Epicuro (cf. X, 15). —— unos libros excelentes:
frs. editados por A. Longo Auricchio: Ermarco. Frammenti, Nápoles, 1988. 25 Epístola-
rio, Sobre Empe'docles: Según estudios papirológicos recientes, se trata efectivamente de dos
obras distintas (v. Longo Auricchio, pp. 123-125, y Balaudé, p. 1255 n. 5). —-- De los dis-
czpulos: uaGnrc‘óv MSS: ua0n<uá>tmv (“De las ciencias”) Casaubon. —- Dionisio: Escolar-
ca 220/219-201/200. — Basz'iides: Escolarca 201/200-175. —— Apolodoro, ei Tirana del
Jardin: Escolarca 150-110. —— los dos Toiomeos: Desconocidos. — Zenón de Sidón: Es-
colarca a principios del siglo I a.C., maestro de Filodemo; polemizó contra Carnéades y los
estoicos. 26 Demetrio Lacón: Vivió entre 150 y 75 a.C.; se conservan diversos frs. de sus
obras, de los que no hay todavía edición de conjunto; bibliografía detallada en T. Dorandi,
“Démétrios Lacon (ou le Laconien)”, Dict. Pbilos. Ant. II, pp. 637-641. — Diógenes de
Tarso: De fecha incierta; D.L. lo cita repetidamente. — un cuarto: tétaptog MSS (el pri-
mero era Epicuro mismo, el filósofo). --— Crisipo: Cf. VII, 180.
27 escritos de Epicuro: Para más referencias en los autores antiguos, v. Usenet, Epi-
curea, pp. 91-130. — De la naturaleza: Los frs. encontrados en los papiros de Herculano
han sido editados por G. Arrighetti: Epicuro, Opere, Turín, 1960, ns. 23-39. — Máximas
capitales: v. X, 139-154. — Canon: Cf. X, 31-34. — Queredemo: Hermano de Epicuro;
cf. X, 3. — Hegesianacte: Un discípulo de Epicuro (cf. fr. 120 Us.). 28 Ne'ocles: Nom-
bre del padre (v. X, 1) y de un hermano de Epicuro (X, 3). — Enrz'loco: Cf. X, 13. -—
Prognóstico: No sabemos si se trataba de un escrito sobre meteorología (Usenet, p. 119; cf.
X, 98, 115) o contra la adivinación (Bollack, La pense'e du plaisir, pp. 117 ss.; cf. X, 135). -—
Aristobuloz Hermano de Epicuro (v. X, 3). -— Polimedes: Desconocido. —- Antidoro:
Cf. X, 8, V, 92, y com. — Opiniones sobre las enfermedades y [a muerte era el título ín-
tegro, según Demetrio Lacón, P. Herc. 1012, col. XXII ed. Puglia (= 18 Arrighetti). ——
Mitres: Cf. X, 4. — Calistoias: Desconocido. — Anaximenes: Probablemente el orador
A. de Lámpsaco (Usenet, Index nominnm, p. 400). -— Cartas: Además de las cuatro car-
tas de Epicuro transcritas en este libro (X, 22, 35-116 y 122-135), se conservan numerosos
fragmentos, editados por Arrighetti (ns. 40-133). 29 tú: La destinataria anónima de la
obra de D.L.; cf. III, 47 y com. — < > Usenet edd.
30 Canon (Kavdw): Literalmente, ‘regla’ o ‘vara de medir’. La “canónica” es la epís-
temología o teoría del conocimiento que, en la filosofía de Epicuro, ocupa el lugar que 108
estoicos reservaban a la lógica o dialéctica: a diferencia de ésta, la canónica de Epicuro 65
indisociable del estudio de los procesos físicos de la percepción y, por tanto, de la física
misma. 31 criterios: La enumeración de los tres criterios de la verdad anuncia el orden
temático de los párrafos siguientes: sensaciones (31-32), antecepciones (prenociones, antici-
'
A1 libro X
501
v. Kleve, Symb. Osl. 46, 1971, pp. 90-95; sólo que entiendo 1013t ——-con García Calvo,
la
Emerita 1972, p. 77— como referido a ellos, es decir, “los que están famfllarlzados con
investigación física”, mejor que a “the things mentioned ” (Kleve, p. 95). — <b€ compues-
to>: ovvéemcu Diano. — lo que subyace a las palabras: La prólepsis o antecepción corres-
pondiente; cf. X, 33.
38 luego: ¿ita Gassendi: eïte MSS: En 1:8 Arndt, Marcovich. —— lo pendiente... lo
no evidente: cf. com. a X, 34. -—— asi todo... ni semillas: Cf. Lucrecio, I, 159-214. 39 Y
si... se disuelven: Cf. Lucr. I, 215-264. — Pero además...: Escolio: “Eso lo dice también en
el Gran compendio, al principio, y en el primer libro De la naturaleza” (fr. 24 Usenet). —
que el Todo es <cuerpos y vacio>z TÓ rtó'tv con <oo'Juata Kai Kevóv> Gassendí (oóua' [tú
BP‘D), alii aliter. El cotejo de Plutarco, Adv. Col. 1114a (fr. 74 Us.), donde leemos que
Epicuro, al inicio de su tratado De la naturaleza —esto es, en el mismo pasaje al que remite
el escolio citado—, dice que “la naturaleza de las cosas que hay es cuerpos y vacío”, justifi-
cala correción de Gassendi; cf. además Lucrecio, I, 4195.: “Omnis... natura duabus / cons-
titit in rebus: nam corpora sunt et inane”. -— según dije antes: Cf. X, 38. 40 Fuera de
éstos, nada...: Cf. Lucr. I, 430-458. — incidencias o atributos: v. X, 68-71 y com. —- Por
lo demás...: Escolio: “Esto lo dice también en el primer libro De la naturaleza, y en el XIV y
el XV, y en el Gran compendio” (frs. 25, 77 y 89 Us.); cf. Lucr. I, 483-598. 41 el
extremo: tó se óncpóv <éxov> (“lo que tiene extremo”) Gassendi, Marcovich (cf. Cic. De
div. II, 103). — en relación a otra cosa: Usener y Arrighetti añaden, por si hiciera falta:
“Pero el Todo no se concibe en relación a otra cosa” (cf. Cic. ib.). Sobre la infinitud del
Todo, cf. Lucr. I, 958-1007.
42 Además de eso...: Cf. Lucr. II, 478-580. El argumento puede parafrasearse como
sigue: las figuras de átomos, por las que éstos se distinguen entre sí, no pueden ser infinitas
—-como enseñaban Leucipo y Demócrito (67 A 9 DK)—, sino tan sólo indeterminables en
número (dnepilnma); pues si bien la inmensa variedad de los fenómenos visibles requiere
ciertamente una cantidad de constituciones atómicas que sobrepasa la humana imagina-
ción, tampoco cabe, por otra parte, que esas variedades de átomos sean verdaderamente in-
finitas en número, lo que traería consigo una variación asimismo infinita en la magnitud o
tamaño de los átomos, hasta el punto de hacerse éstos visibles para nosotros, extremo al
que contradicen los hechos observables (cf. X, 55-56). — tan sólo indeterminables: Esco—
lio: “Pues dice luego que tampoco puede ir al infinito la división; y lo dice porque las cuali-
dades se transforman” (cf. X, 56-5 8).
43 Se mueven continuamente los a'tomos...: Escolio: “Dice luego que se mueven a
igual velocidad, ofreciendo el vacío similar falta de resistencia a lo más ligero y a lo más pe—
sado” (cf. X, 61-62). -- unos alejándose a gran distancia: Bignone (Epicuro, 1920, seguido
por Bailey, Krautz y Marcovich) conjeturó que aquí se habían perdido algunas palabras to-
cantes al famoso clinamen o deflexión de los átomos —profusamente descrito por Lucrecio
(H: 167-293), pero del que no se halla rastro en los textos conservados de Epicuro— y SU-
plia, e. gr.: “... unos <en caída vertical, otros en deriva horizontal (RapÉ'YIÚLIO’lg o clina-
men), otros por vibración; y de éstos, unos se mueven> alejándose...”. Con todo, Bignone
mismo acabó por abandonar esta conjetura (en “La dottrina epicurea del clinamen”, Atene
e Roma 18, 1940, pp. 163 55.), sugiriendo que Epicuro pudo haber concebido la teoría ¿Cl
A] libro X
503
pato; MSS: óaúuatog Gassendi. 53 habria de ceder/e en fuerza si...: Leo ép<tnf1
ai>ií9 ei: ep ......¿81 B1: Épóemv Eget BZP‘: évóe v (iv
wv éfiet P2 edd.: époíemv dv eilíe (“pues
sería demasiado el repliegue en que tendría que
haber cedido”) García Calvo, p. 87. ——
expulsión: «¿ÍKÜMWIV Brieger edd.: éKliGnv, éKlña MSS
. 54 que no cambian en esas
trasposia'ones: tú ui] naraneéueva MSS (v. Long-Sedley,
II, p. 52): tó: uév u. Kochalsky,
Bailey, Marcovich: tú 8h u. Usener.
55 cualquier tamaño... en los átomos: Demócrito,
según cierto testimonio (68 A 47
DK = Aecio I, 12, 6), había afirmado que puede haber átomos incluso
del tamaño del uni-
verso; de todos modos, la variación infinita de los tamaños de átom
os se le presenta a Epi-
curo como una consecuencia ineludible de la variedad infinita de
figuras atómicas que De-
mócrito postulab a (cf. X, 42 y com). 56 particulas infinitas ni... de cualq
uier tamaño: Cf.
los “infinitos tanto en cantidad como en pequeñez” de Anax
ágoras (59 B 1 DK). —— divi-
sión al infinito: La tesis de Anaxágoras: “Pues ni de lo pequ
eño hay algo que sea lo mínimo,
sino algo más pequeño siempre...” (59 B 3). —— a debilitar...
a no ser nada: Cf. Lucr. I, 628-
634. — la progresión...: Aristóteles enseñaba que todo
continuo es “divisible en elemen-
tos siempre divisibles” (Phys. VI, l, 23lb15), en una prog
resión potencialmente infinita (cf.
ib. VIII, 8, 263b4 ss.). Epicuro distingue esta infinitud mera
mente potencial -—división que
nunca puede estar hecha, sino tan sólo estar haciéndose etern
amente— de la división infini-
ta actual que enseñaba Anaxágoras.
57 Pues de alguna magnitud... el tamaño total: Texto de los mss.
PFD, con la pun-
tuación de Long-Sedley, II, pp. 32 s. —- y que... tienen (seil.
las partículas): Exovu—zg MSS:
Éxowog Gassendi edd. pl. — no se baya de considerarlo...: Becop
méov BPFD (-tóv Co,
Schneider edd. pl.): Hemos de entender probablemente que no hace
falta someter también
al extremo o límite mismo a la operación de división sucesiva, postu
lando un límite del lí-
mite, etc. —- lo que sea de esta condición (scii. la de ser partícula): Kai to ‘L’OIOÜTOV Von
der Mühll (¡card TOlOÜTOV MSS), lo que convierte el argumento
en un “mere restatement”
(Long-Sedley, II, p. 33) del anterior sólo si, al inicio de la misma frase, se acepta
la correc-
ción de éxovreg en éxovtog, sin ver que aquí se está hablando
de la infinitud necesaria ——
una vez admitida la divisibilidad ad infinitum de la materia— de cada una
de las infinitas
particulas de las que, por hipótesis, constaba un cuerpo finito (cf. la versión del argume
nto
que da Lucrecio, I, 615-622). Como el razonamiento de Zenón de Elea (29 B 1
DK) en el
que parece inspirarse (con las debidas modificaciones y refinamientos que requería el inten-
to de rebatir la teoría aristotélica del continuo), el de Epicuro pasa de
la hipótesis inicial so-
bre las partes de una cosa cualquiera, enunciada “una sola vez”, a la consideración de las
partes de las partes y la reiteración indefinida del procedimiento (pues “igual es haberlo dr-
c o una vez que estar diciéndolo siempre”, según razonaba Zenon, ib.); solo que aqui,
1n-
tl'Oducida ya de entrada la divisibilidad infinita de la cosa misma, con la paradOJa consr-
Enieflt'c‘, en el primer paso del razonamiento, de la infimtud tambien del tamano total de las
lnfinitas partes sumadas (que, en la versión zenoniana, era la conclusmn final), en el segun-
° Paso se arriba ahora a la paradoja adicional de que cada una de las particulas ha de
Consult de igual número ——a saber, infinito— de partes y, por tanto, ser de igual tamano --
asimismo infinito— que el todo del que era parte. Recordemos .qu'e la Igualdad de as (partes
y del tOd0 -——absurdo intolerable para Epicuro— es una peculiaridad de lo mfimto a mltl-
506 Comentario
da por la moderna teoría de conjuntos y, previamente, por los estoicos (a los que Plutarco,
De comm. not. 1078e ss., opuso un argumento análogo al de Epicuro).
58 Por otra parte...: Tras la reductio ad abrurdum de la división infinita, Epicuro
pasa, a partir de aquí, a exponer en positivo su propia doctrina de los mínimos. — lo mi-
nimo en la sensación: La parte mínima que nuestros sentidos pueden discernir en las cosas
visibles; noción que sirve aquí (como en Lucrecio, I, 749-752) para introducir, por analogía,
los mínimos verdaderos y últimos de los que consta el átomo. A la misma analogía recurrirá
David Hume en su refutación de la divisibilidad infinita, en el Treatise of Human Nature I,
II, 1; v. el pormenorizado cotejo de ambas argumentaciones en Furley, Two Studies, pp.
136-147. — lo que admite progresioues (ueraBáoerg): Las magnitudes continuas, en las
que siempre cabe la progresión hacia el más o el menos (cf. X, 56 y com.). -— lo igual: Es
decir, tal como la propia noción de ‘mínimo’ requiere, cada una de las partes que tratamos
—en vano— de distinguir dentro del mínimo resulta ser, necesariamente, igual al mínimo
mismo. — no en el mismo sitio ui... partes con partes: Aristóteles (Pbyr. VI, 1) había ar-
guído que ninguna magnitud continua puede estar compuesta de unidades indivisibles, ya
que el contacto entre éstas debería ser necesariamente o bien del todo con el todo (y, en
este caso, estarían sin más “en el mismo sitio” y no podrían ya distinguirse entre sí), o bien
de partes con partes (lo que prohíbe el hecho de que los indivisibles carecen, por defini-
ción, de partes), o bien, finalmente, de partes con todo (posibilidad excluida por la misma
razón, y que Epicuro ni siquiera menciona, dado que sus ‘mínimos’ son todos de igual ta-
maño). Los mínimos sensibles —y, por analogía, los subatómicos— de Epicuro tratan, a su
manera (“en lo que es propio de ellos”), de eludir esa disyuntiva (v. el comentario de Long-
Sedley, I, pp. 42 s., y Furley, Two Studies, pp. 18-20 y 114-116). — el minimo que bay en
el átomo: Cf. Lucr. I, 599-614. La divisibilidad —ya no física, sino meramente lógica o ide-
al——— de los átomos en partes mínimas da cuenta de la diferencia de tamaño entre unos áto-
mos y otros; los mínimos son la unidad de medida con la que se mide la magnitud de los
átomos.
59 primera: itpóí'tov BFD: npa'rttnv P edd. — los inalterabies: duatáfiola MSS, es
decir, los átomos; inútil corregir ue'táBoha (“alterables”, Furley, Long-Sedley), ueráBata
(“susceptibles de progresión”, von Arnim) o dueráBata (Usener): los mínimos subatómi-
cos vienen a ser, por así decir, los átomos del átomo, los elementos últimos e irreducibles
de los que está constituido cada uno de los átomos, de modo análogo a como los átomos
mismos son los elementos últimos que constituyen los cuerpos compuestos; sólo que la con-
junción, eterna e indisoluble, de las partes mínimas que forman un átomo no puede ser, evi-
dentemente, del orden de una agregación (ouucpópncng, el conuentum de Lucrecio, I, 611)
de partes separables y dotadas de movimiento propio. (La imposibilidad de un movimiento
propio de los indivisibles había sido demostrada por Aristóteles, Pbyr. VI, 10, 240b8 ss.)-
60 “arriba”, “abajo”: Epicuro se enfrenta aquí a la tesis de Aristóteles (Pbyr. III, 5,
205b31-35) de que en lo infinito no puede haber ‘arriba’ ni ‘abajo’; lo que cuenta a su favor
con el argumento (que se desprende de la refutación que le dedica Epicuro) de que, en un
espacio infinito, cada punto se hallaría tanto “arriba” como “abajo” respecto de un mismo
sitio. "- P07 031471101 Leo i] (fi MSS edd.), con lo cual resultan innecesarios los arreglos del
texto que proponen Hicks, Marcovich y otros (v. Harvard Stud. Class. Pbiloi. 104, 2008, PP-
'
A1 ltbro X 507
ficación paleográfica) de Bignone (bg ¿iv dei ouuBeBnKóta y Long-Sedley 05g dei...——, pero
adelantando primero una como explicación etimológica del sustantivo verbal a partir del
verbo mismo del que deriva (igual procedimiento que sigue con (¡minimal / ouumrbuam
en X, 70). Así se aclara, por lo demás, el uso un tanto extravagante de ouuBeBnKóta (en gr,
corriente, ‘circunstancias accidentales’; los ‘accidentes’ aristotélicos) en la terminología epi-
cúrea, en el sentido general de ‘atributos’, incluyendo los ‘atributos permanentes o esencia-
les’ (diñtov ouuBeBnKóta): para Epicuro, ouuBeBnKóra no son lo que a algo le sucede o so-
breviene (ouuBaivet), sino las cualidades ‘fijadas o establecidas juntamente con la cosa
misma’ (obv aútq‘i Befinxóta), como rasgos inherentes a su esencia o constitución (cf. Harv.
Stud. Class. Pbiiol. 104, 2008, pp. 173-175).
69 ni otras entidades incorpóreas...: oÜG’ 0'); (Gassendi) érep’ firm (Usener) npoou—
núpxovw toúttp dotóuata: (bg 01’39’ Etapa ra... MSS. — constitución permanente: Según el
epicúreo Demetrio Lacón (cit. por Sexto Emp. Adv. mat/3. X, 221-223), Epicuro dividía los
atributos (ouuBeBnKóta) en ‘inseparables’ —los ‘atributos permanentes’ (áiótov ouuBeBn-
Kóta, X, 71) o ‘concomitancias permanentes’ (diótov napaxolovGoÜvw) de nuestro texto,
esto es, los rasgos que forman parte integrante de la cpúotg o constitución del objeto al que
pertenecen— y ‘separables’ (= ‘incidencias’ o ‘accidentes’, ouumrbuata, atributos no esen-
ciales o estados transitorios de un objeto); Lucrecio (I, 449-458) distingue coniuncta y euen-
ta. 70 Además... ni incorpóreor: Texto establecido por García Calvo, Emerita 1972, pp.
100 5.: Kai uñv ¡cai toïg atóuaot o'uunimer <nolkd> ROWKIQ Kai OÚK áiñtov napaxó-
AooB’ év <toïg óparoïg> 0138” év toïg dopátmg, Kai. <oüte ocóuata> oiite áotóuata. —
incidencias (o ‘accidentes’, ouumróuaw): Los atributos transitorios, no esenciales de las co-
sas (cf. com. a X, 69); los euenta (‘sucesos’) de Lucrecio, quien cita como ejemplos la rique-
za y la pobreza, el ser siervo o libre, la guerra y la paz (I, 454-458). 71 < >: návra
(¡catch tú ocóuatu Bignone.
73 a su vez como una incidenaa propia de esas cosas: Según Demetrio Lacón (Sexto
Emp. Adv. matb. X, 219), Epicuro definía el tiempo como ‘incidencia de incidencias’ o ‘ac-
cidente de accidentes’ (oúummua ouuntmuátmv), esto es, de los días y las noches, los movi-
mientos y reposos, etc., que son a su vez incidencias o accidentes de los cuerpos a los que
acontecen. (Sobre la teoría epicúrea del tiempo, v. Caujolle-Zaslawsky, Études pbiios. 3,
1980.) — el nombre de tiempo: Escolio: “Dice eso también en el libro segundo De la na-
turaleza y en el Gran compendio” (frs. 26 y 79 Usener). — sufriendo: náoxovra FDP‘
edd.: oxoa B1: oxóa BZP‘Q: ox. (rail. oxíón o oxiótov) óa (“página 71”) García Calvo (art.
cit., pp. 104-108), entendiendo que mediante esta referencia el copista indicaba que aquí
debía insertarse algún pasaje olvidado al copiar, que se hallaba en la hoja 71 del ms. en
cuestión (v. com. a X, 75).
74 Escolio: “Es evidente, pues, que dice que los mundos son perecederos, al cam-
biar las partes; y en otro lugar, que la Tierra está montada sobre el aire” (fr. 348 Us.). -—-
sino que, siendo diferentes”: Escolio: “Éstos dice, en el libro XII De la <naturaieza>, que
son esféricos unos, otros ovoides”. La delimitación exacta del escolio es bastante incierta:
Usener, Marcovich y otros expulsan del texto todo el pasaje “sino que... separado de lo infi-
nito”, suponiendo en su lugar una laguna bastante extensa en la que debía leerse, e. gr.: “Y
además hay que suponer que en todos los mundos se encuentran animales, plantas y 10 de—
A! abro X
509
otros, menores” (cf. X, 124 y fr. 385 Us.). García Calvo entiende esas palabras (“desde ‘a
partir de lo infinito”) como indicación por parte del copista de que el entero pasaje “en
unos casos... por otros menores” debía figurar después de “... a partir de lo infinito”, en X,
73 (v. com. ib.). —
en un principio... 76 más tarde: Epicuro dirime así imparcialmente la pugna sobre
el origen, natural o convencional (cpúoet / Beast), del lenguaje: si en la etapa más primitiva
la emisión de sonidos más o menos articulados obedecía sin más a las presiones del entorno
sobre la constitución o pby'sir, diversa según los lugares, de los incipientes humanos (de ma-
nera no esencialmente distinta de lo que se observa en los animales: cf. Lucr. V, 1056-
1090), en una fase posterior, sin embargo, esos sonidos recibidos de la rerum natura misma
fueron sometidos a un proceso —ya enteramente convencional o GÉO'EL— de racionaliza-
ción o, por así decir, estandarización, obra del raciocinio o loytouóg, y particular para cada
grupo de hablantes. —
¡verbos no comprendidos (01') ouvopo’aueva npáyua'ta): “Abstruse or theoretical enti-
ties” (Long-Sedley, I, p. 100); “choses que l’on saisit par le regard de l’esprit, celles que
nous qualifierions d’abstractions” (Bollack-Wismann, p. 238). Dado, sin embargo, el uso
epicúreo de ouvopóiv ‘comprender’, ‘abarcar de una ojeada (de la mente)’ —por ejemplo en
X, 38, referido justamente a rá üónla, ‘los asuntos no evidentes’ (para la aprehensión sensi-
ble u observación meramente empírica)—, los 01') ovvoprbueva deberían ser más bien lo que
la mirada del espíritu no capta o no comprende adecuadamente: por ejemplo, las causas de
los fenómenos celestes (delos que pasa a ocuparse la carta en el párrafo siguiente), de cuya
mala interpretación derivan la mayor parte de las supersticiones que atribulan a los huma-
nos (cf. Lucr. V, 1183 ss.). No sorprende que esa cuestión, tan vital para Epicuro y los su-
yos, se mencione a propósito de las usanzas idiomáticas: pues también la posibilidad del
desvarío y de la superstición debía ser de alguna manera inherente al lenguaje desde el ini-
cio; y, en fin, según cierta teoría que acaso el propio Epicuro había sostenido en sus prime-
ros tiempos, por lo que se desprende de algún resto de papiro de Herculano, la forma o
manera de ser propia de todo error humano no era otra que la de las variopintas convencio-
nes de lenguaje (Epicuro, De nat. XXVIII, 31.10.2-12 Arr.). ——
los <primeros...>: toi); <uév oñv> Sedley. Texto incierto; lo más probablemente, los
hombres del periodo más primitivo, forzados a dar voces por las circunstancias y presiones
de su entorno (cf. X, 75, y Lucr. V, 1028 s.: “At uarios linguae sonitus natura subegit / mit-
tere...”); los otros serán, por tanto, los que luego, en la segunda etapa, establecen mediante
raciocinio unos lenguajes ya convencionales.
77 sino guardar toda... y 220...: ana náv 'L'Ó oéuvmua mpeïv Kara nt‘iv t’ óvoua tú
cpepóueva ¿ni za; tomútag évvoíag áüv, uh 6’ García Calvo (cit., p. 113): ¡card návra
óvóuata... éów jmó’ MSS: iva unó’ Usener, Bailey, Long, Marcovich. — bajo... contra-
rios: Leo im’ évavrimc; (scil. évvoíoug): {mevav'tiatg BP‘Q: -iou cett. Marcovich. —- en
virtud de: ¡card Kuehn: Kai MSS. -—— aglomeraa'ones: Cf. X, 73. La regularidad de los mo-
vimientos astrales —viene a decir Epicuro— no se debe a voluntad divina ninguna (ni 3
unos dioses que los estén regulando, ni a que sean dioses los astros mismos, según era doc-
trina de pitagóricos y platónicos: creencias inconciliables ambas con la majestuosidad divi-
na), sino que es resultado puramente mecánico de la disposición en que se encontraron los
A1 libro X
511
Y, sobre todo, obtenemos un sentido claro y coherente con lo que precede: tras la
mayor parte de los recorridos o repasos cíclicos de Genera natural, para los que son del todo
suficientes los puntos de doctrina resumidos en el compendio, se mencronan --como era
de esperar— las eventuales dificultades a las que esos pnncrplos elementales no ofrezcan
solución suficiente. Y para estos casos, Epicuro recomienda el repaso mental de los “pun-
tos capitales para la serenidad”, es decir, no ya los de ciencia natural solamente, sino el con-
junto de principios -—físicos, éticos y epistemológicos, inseparablemente— de la filosofía
epicúrea: “Pues éstos —dice Epicuro al final de la Carta a Pítocles—, cabalmente abarcados
en visión de conjunto, fácilmente te harán comprender las causas de cada parte” (X, 116;
cf. X, 36: lo particular se entiende a partir de lo universal, y 79: las perplejidades que susci-
tan los problemas físicos hallan solución por el dominio de los puntos capitales); repaso
que precisamente los discípulos ya avanzados, a los que se dirige esta carta, saben llevar a
cabo sin articular palabra y “a la velocidad del pensamiento”.
87 elucubración personal: iStoloyiag Estéfano: iótaloyiag BP‘Q: ñón áloyiag cett.
88 disuelto... en algo que: del. Usener, Marcovich. — termina en: ¡tfwovoa Gassendi: -
oav MSS. — < > Usener. 89 como afirman algunos: Los atomistas antiguos; cf. IX, 31
y Leucipo, 67 A 10 DK. 90 alguno de los llamados fisicos: Cf. Demócrito, 68 A 40 DK. -—
habiéndose formado...: Aldobrandini y la mayoría de los edd. corrigen “<no> habiéndose
formado... ; cf., sin embargo, Lucr. V, 453 s. (v. Bollack-Laks, Épicure a‘ Pytbocles,
’J
pp. 142 s.). — (y asi... guarda) y parejanzente... el mar: Pasajes suprimidos por Usener,
Marcovich y otros.
91 El tamaño del Sol: Cf. Lucr. V, 564-613. — tal como parece ser: Escolio: “Eso
está también en el libro undécimo De la naturaleza: ‘Pues si el tamaño hubiese disminuido
en razón de la distancia —dice—-, mucho más aún le habría sucedido eso al color (¿o “al
brillo”?); pues otra distancia más proporcionada para ello no hay ninguna’” (fr. 81 Us.).
Bollack-Laks (pp. 149-151) y Balaudé adjudican las últimas palabras (“pues otra...”) al tex-
to de Epicuro. —- o igual: En los MSS se lee a continuación: “No al mismo tiempo” (oúx
fina), evidente glosa marginal (así Kochalsky, Bailey, Marcovich, entre otros), pese a los es-
fuerzos interpretativos de Barigazzi (Studi it. filol. cl. 23, 1949, pp. 184 s.), Bollack-Laks
(pp. 153 s.) y Balaudé (p. 1294 n. 1 ad loa).
92 movimientos (de los astros): Cf. Lucr. V, 509-533. 93 luego por...: ¿ira rñh)
FDP“. — Las vueltas del Sol...: Cf. Lucr. V, 614-649. — en este punto: rfióe Balaudé:
‘rñg 6€: MSS. -— serviles artificios (ávópanoóóóerg rexvtreiag): Acaso una alusión a los ar-
tilugios técnicos que empleaban los astrónomos de la escuela de Eudoxo (Sedley, “Epicu-
rus and his professional rivals”, p. 143). 94 Luna: Cf. Lucr. V, 705-736. 96 eclipse:
Cf. Lucr. V, 751-771. — < > Bailey. -— cuerpo celeste: oúpav<i>ov Barigazzi: oúpavoü
(“del cielo”) MSS. -—- que se produzcan: Escolio: “En el libro duodécimo De la naturaleza
dice eso mismo y, además, que el Sol se eclipsa cuando la Luna le hace sombra, y la Luna
por la sombra de la Tierra, pero también por alejamiento; (97) lo mismo también Diógenes
el Epicúreo en el primer libro de los Selectos” (Epicuro, fr. 83 Us.).
98 Las longitudes...: Cf. Lucr. V, 680-704. —- Los pronósticos (émonuaoiat): Pro-
bablemente los indicios meteorológicos (cf. X, 115 s.). 99 Las nubes: Cf. Lucr. VI, 451'
494. —- espesamente trabados entre si: állnkoúxmv; cf. Epicuro, De nat. II, 23, 49 Arrigh'
A1 libro X 513
100 descarga de los vientos: nveuuátmv Katacpopá Usenet: nveúuata ¡rato ánocpopáv
MSS- ——- truenos: Cf. Lucr. VI, 96-159. 101 relámpagos: Cf. Lucr. VI, 160-218. —
en cuanto la nube... los truenos: Glosa según Usener y otros. — incendzada: ouvscpláxeat
Usener (cf. Lucr. VI, 150 5.): onveúáxBat MSS. 103 vistos a distanaa: Cf. el leñador de
Lucrecio, VI, 164-172. ——- Los rayos: Cf. Lucr. VI, 219-422. — (lo más a menudo... los
rayos): Glosa según Usenet. 104 Las trombas: Cf. Lucr. VI, 423-450. — en forma de
columna: owloetüó'ig Usener (cf. Lucr. VI, 426 y 433): dlloañó‘íg MSS. — de costado:
si; tó nlú'ytov Usenet: ...1t7moí.ov MSS.
105 según resulte... del viento: Glosa según Usenet. —— Los terremotos: Cf. Lucr.
VI, 534-607. La explicación de los temblores de tierra por el viento se halla también en
Aristóteles, Meteor. II, 9, 3702125. — < > Gassendi. 106 < > Usenet. -- Y los vien-
tos... de éstos: Escolio según Von der Mühll; el texto, algo incierto, se refiere a los vientos
subterráneos, mencionados en el párrafo precedente. 107 debido a... un viento recio: 51d
uópmv (Usenet: ¿torpopt'óm Stacpópwv MSS) ouuuetpíag Kai Olíwemg émmñeímv vacprñv
dei (Bignone: Kai MSS) {mo nveúuatog (Casaubon: imouvñuatog MSS) ocpoópág (Usenet:
onopüg MSS). — primavera: i—íapt Usenet: áépt MSS. 108-109 < > Gassendi. --- con-
figuración redonda: Entre los átomos de agua prevalecen los de forma lisa y redonda; cf.
Lucr. II, 451 ss. —-- el arco iris: Cf. Lucr. VI, 524-526. -- por una agregación: trató:
ttpóocpuotv Apelt: Kat’ áápog cpúotv MSS. — a partir del cual: soil. del aire.
110 de igual ímpetu: Leo <ioo>tóvtnv (touc‘óv MSS: <Ó>TÓ|10W Meibom), entendien-
do que tóvog, ‘ímpetu’ o ‘tensión’, se refiere, en la terminología de Epicuro, a la velocidad
relativa de los compuestos en un medio determinado (cf. X, 101 ouwovíav cpopiig, y X, 103
táxet ouvtovo'tépm). — cuando vienen... desde un mismo sitio: duró ‘L'O‘Ü aútoí‘) [npoocpe-
pouévou npóg tñv oelfivnv] ánocpepouévmv útópmv B1, [ ] Gassendi edd. (aírcoñ dépog
BZFP, bajo lo cual sospecho una lección primitiva upooanocpepouévmv, que explicaría asi-
mismo la inserción de upoocpepouévou mk): Equidistantes de su punto de común origen,
el Sol, del que se alejan a la misma velocidad (iooróvcov) todos ellos, los átomos de luz com-
P0nentes del arco iris se ordenan en forma semicircular.
lll Algunos astros giran...: two: ó'tmpa O‘TpécpETal Bailey: t. dvaotpérpetat MSS. Se
refiere probablemente a las estrellas circunpolares (Bailey; cf. Il. XVIII, 487-489, 0d. V,
273-275). 112 si es que resultan... los movimientos: Es decir, si la irregularidad de los
mOVÍmientos planetarios es real y no meramente aparente, como sostenían los pitagóricos y
platónieos_ 115 animales: Según Hamelin y otros, los signos del zodíaco; en contra, v.
Conche, n. 4 ad loa, y, sobre todo, los pertinentes argumentos de Festugiére, Epicuro y sus
dioses, p. 72 (n. 31 al cap. V).
118 Aun cuando... se lamentara': Texto de DP“; para la interpretación del pasaje, v.
García Gual, Athlon, vol. II, pp. 279-287. —— <....>: Laguna en los MSS. 119 Y, por
Cierto, que se casará-n: ¡(ai pfiv ¡cai yaufloatv Kai... MSS. Según otros testimonios, Epicuro
dESaconsejaba el matrimonio (Epicteto, Diss. I, 23, 3 Y 7; HL 7, 19; Séneca, fr. 45 Haas;
Clemente, Strom, II, 23, 138; Teodoreto, Graec. afiï XII, 74), 10 que ha motivado varias co-
rrecciones (“que no se casará...”). Cabe entender, sin embargo, que las prevenciones del fi-
lÓSOfO ante el matrimonio no equivalen a una ocondena 'abSOÏUta n1 dogmática: la vida fami-
.
sunt nuptiis”, Séneca, loc. cit., ánóiag te Kai dcpolxág en el texto de Clemente), pero éstos
pueden ser de mayor o menor peso, según los casos. El hecho mismo, en f1n,de que la cua
provenga de un libro titulado Dzfl'cultades sugiere que, para Epicuro, la cuestion no admitía
una respuesta única ni muy tajante (como observa juiciosamente Bollack, La pensée du plaisz'r,
p. 40 n. 1). — se casará o desz'stz'rá: yauñoatv Kai Statpanñoeoüaí nvag (3627. yáuoug) MSS.
— desvarz'ara’: lnpfioew C.F. Hermann: mpñoetv MSS. — tomará parte: ueeefietv D, Fro-
benio. — al comercio: navnyupteïv (v. Bailly, s.v. navnyupiCm, 4), sign1f1cado más verosí-
mil, en este contexto, que el de “pronunciar un elogio público en una fiesta nacional” (ib.,
3), preferido generalmente por los traductores.
1202 fiestas (Bempiatg): También podría traducirse “los estudios científicos” (“ri-
cerca scientifica” Gigante); cf., sin embargo, el testimonio de Plutarco, Contra Ep. beat.
1095c (fr. 20 Us.): Epicuro “declara en las Dificultades que el sabio es amante de fiestas y
espectáculos (cptloeémpov), y que goza más que nadie con los conciertos y las funciones de
teatro”. El gozo del sabio no carece de justificación teológica: las festividades griegas eran,
por lo general, de índole religiosa, y “en las fiestas, sobre todo, entrando en la conciencia de
esta [naturaleza divina], por llevar continuamente su nombre en los labios, con más viva
pasión llega a comprender la inmortalidad de los dioses” (Filodemo, De pz'et., p. 106 Gom-
perz = fr. 386 Us.). 121b Trasposición de Bignone (Epz'curo, 1920, p. 214), aceptada por
todos los editores subsiguientes. 121a < > Usener.
122 aljoven y al viejo: Epicuro se opone, por un lado, a quienes pretenden reservar
los estudios filosóficos a los hombres maduros (mayores de cincuenta años, propone Pla-
tón, Rep. VII, 5403), y, por otro, a quienes los juzgan un mero devaneo juvenil (así, por
ejemplo, Isócrates, XV, 268: “Aconsejaría, pues, a los jóvenes que se entretengan algún
tiempo con esas materias, pero que no permitan que en ellas se les marchite el natural ni se
extravíen en los razonamientos de los antiguos sofistas”; análogo parecer expresa, con más
contundencia, el Cálicles platónico, Gor. 484c-485e).
124 de abz' que los mayores daños...: évBev ai uéytotat [3101601 aitiat (Von der
Mühll: orinar MSS) toïg Kaxoïg éx Geo'ív ÉTCÓYOVTGL [Kai (bcpéíustatl Pasaje dificultoso, di-
versamente corregido e interpretado. Entiendo que Epicuro reprocha a los hombres la im-
piedad de acusar a los dioses, casi como presentando denuncia legal contra ellos (aiúav é-
náyew es término del lenguaje jurídico), de los daños que ellos sufren; la fórmula es
de
resonancias homéricas: cf. 0d. I, 32 ss. (Zeus hablando a la asamblea
de dioses): “¡Am
cuantas quejas levantan contra los dioses los hombres! / Que de nosotros les vienen —di-
cen—— los males, cuando ellos / mismos, por necios, contra el destino sus cuitas se buscan”.
—- Las últimas palabras, y también los beneficios, que no veo cómo puedan buenamente
encajar con el sentido y la sintaxis de la frase tal como la presentan los MSS, se explican fá-
cilmente como glosa del escoliasta, buen conocedor de la doctrina: los hombres, ciertamen-
te, yerran también al creer recibir de los dioses beneficios y favores (xdprre
g, X, 37); pero
no es éste, desde luego, el sacrilegio mayor que aquí interesa. — avezados que están:
Los
“muchos” (o't nolkoí), la masa o muchedumbre, los hombres en general; otros lo entienden
referido a los “buenos” (Festugiére, op. cit., pp. 36 y 65 n.), los sabios
(Gigante) y aun a
los dioses mismos (W. Schmid, RAC V, col. 692). — infinito: únetpov Aldobrandini:
(’ircopov MSS.
'b X
A“: r0 515
[125 < > Usenet. 126 “Bueno es...”: Teognis, v. 427. 128 < > Gassendi, 130
por calculo"; (WHHEÏMFFI): Cf. Platon, Prat. 356a-b, Fed. 68e-69b. Los críticos del epicu-
reísrnPPOdfan “81111“ fafflmente que también para Epicuro la instancia última de la deci-
sión etica Viene a ser asr la razón y no el sentimiento, contrariamente a lo que su doctrina
pl'OCksïl'ml (P- e]. ArlStOCleS, Cit. por Eusebio, Praep. en. XIV, 21, 3 = fr. 442 Us.; cf. Epicte-
to, DÍSS. H, 23, 20-22). — el bastarse uno a sz' mismo (G‘ÚTÓPKELG): Cf. Lucr. V, 1117-
1119.
131 ignorantes... malpensados: Los detractores de la escuela (cf. X, 3-8), de los que
se hace eco, por ejemplo, Carnéades (cit. por Plutarco, Non posse..., 1089c), cuando imagi-
na a Epicuro dedicado a “hacer balance, como quien repasa el libro de cuentas, de ‘Cuán—
tas veces me he acostado con Plácida o con Leoncio’, o ‘Dónde he tomado vino de Taso’, o
‘En qué fiesta del día veinte he comido lo más espléndidamente’”. Otras voces, sobre todo
de la Comedia Nueva, recoge Sedley, “Epicurus and his professional rivals”, pp. 130 s., sos-
pechando que la mala reputación de los epicúreos se debía en gran parte a la campaña de
difamación organizada por Timócrates. 132 que la filosofía: tptloooqaiag FPZ: -ia BP‘Q.
— enseñn'ndonos ella: ¿tóózmcouoa Dulac: «son MSS. — < > Estéfano.
133 que se toma a risa: éyyeh‘óvrog Bailey: áyyelt'óvrog P1: áyyélovtog cett. —
< > Usenet, nlz'z' alz'ter; Von der Mühll suprime, como escolio, todo el pasaje hasta “... y su
contrario”. 134 <no> cree: Usenet edd. pl.; al revés lo entienden Apelt y Balaudé: la for-
tuna acarrea bienes y males, pero no dependen de ella los principios de éstos. 135 < >
Madvig. 136 cz'renaz'cos: Cf. II, 86-93. — Metrodoro fr. 29 Koerte. — De las elec-
ciones: Epicuro, fr. 2 Us. 137 mordz'endo, aullando...: Sófocles, Traqnz'nz'as, vv. 787 s.
138 Diógenes: fr. 504 Us.
139 I. Escolio: “En otra parte dice que los dioses son observables por raciocinio,
unos subsistiendo según número, otros por semejanza de forma, a partir de la continua
afluencia de imágenes semejantes que en un mismo punto han quedado cumplidas, de as-
pecto humano” (Epicuro, fr. 353 Usener). Este breve y harto oscuro fragmento, junto con
el paso paralelo de Cicerón, De nat. dear. I, 49, viene alimentando, desde hace más de un
siglo, una intrincada controversia sobre la teología de Epicuro. Un conciso resumen crítico
ofrece Bollack, La pensée du plaz'sz'r, pp. 217-238; con más pormenores, D. Lemke, Die Tbe—
ologz'e Epz'kurs (Serie Zetemata, 57), Munich, 1973. — II. Cf. Lucr. III, 830 ss.: “Nil igi-
tur mors est ad nos...”. 140 V. < > Gassendi; cf. Diógenes de Enoanda, fr. 37. —
Por lo cual...: <él';> oi) (,ñv Bignone: of) C1] MSS. Von der Mühll y Marcovich suprimen las
Palabras “por lo cual... y justo”, que faltan también en la formulación paralela de Sent.
Vat. S,
141 VII. Cf. Lucr. V, 1120-1135. 142 IX. < >: t<ótr>tp Kai xpóvtp Diano
(Studi z't. filo]. cl. 12, 1935, p. 243), Gigante, Marcovich: t<óv>tp... Bignone: Kat {pow‘o
FDP'Ï -— X. Cf. Cicerón, De fz'n. 2, 21. — de los deseos <y de los dolores> anaden
MühllïMus. Help.
Bignone y otros (cf. Diógenes de Enoanda, fr. 27 Chilton; v. Von der
osw Lachelier
1965, pp. 229-231). —— XI. y por lo demás el no saber: ón 1:8 tó ui] Katav
(Revue de pbz‘lologz'e 1, 1877, p. 85) edd.: En tatóMmKa voeïv MSS. 143 XI’V- firme;
”lente asentado: éfiapemmcfi H, Croenert: éáarptottxfi, áfiaptoflKñ COdd- CCÏt—ï ÉÉOPIGTIWH
MeÍbom, Bailey, 144 XVII. eljusto: O “la vida justa” (Sent. Val. 19; asr corrigen Von
Comentario
516
der Mühll y Marcovich). 148 XXVIII. Cf. Cicerón, De fín. I, 20, 68. —— reconocer:
1‘ . “N t l
Karetóévm Bollack: Kareïvat MSS: ¡careïóe Madvrg edd.
—— Esco lO. a ura es y
149 XXIX. < > Estéfano; cf. X, 127 y Sent. Vat. 13.
necesarios considera Epicuro los que hacen cesar el dolor, como la beblcla a'la sed; lnztlïra-
e. oor,
les y no necesarios los que tan sólo hacen variar el placer, pero no suprlmlendo
como los manjares suntuosos; y ni naturales ni necesarios, como las coronas y‘ la dedrcacron
de estatuas”. 150 XXXII. unos a otros: áM<n7L>a Gassendi: aller NlSS. ‘152
XXXVII. ley: vóuov Usenet: uóvov MSS. -— sino... lo más que puedan: alla 10.810“!
MSS: úM’ únl<fóg> sig tú Kochalsky, Marcovich.
154 XXXIX. se apoya: éfinpeioaro Croenert: elinpíoato MSS ( “ha luchado por”,
lección que defiende Bollack, La pensée du plaz'sz'r, pp. 395 s.): éfimpíoato (“ha desterrado”) Es-
téfano. —- XL. de lo más dulcemente... más firme: ñóto'ta ró BeBatóIatov níormpa Exovreg
Usenet: ññto'cov róv... B, 1'18. Kai P‘Q, ñótorov FD. Acaso se haya de leer fiówtov 16...,
“teniendo por más dulce la prenda más firme”. — gozando: dnokaúovreg F: dnolufióvreg
cett. edd.
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en las ediciones de Estéfano (1570) y Meibom (1692).
Sobre la traducción latina de Tomás Aldobrandini, v. Ediciones. De los siglos XVI-XVIII, tenemos
noticia, además, de diversas otras versiones latinas, alguna italiana (Venecia, 1545), varias traducciones
al francés (la primera, por F. de Fougerolles, Lyon, 1601) y una versión inglesa de finales del si-
glo XVII, obra de un colegio de diez traductores.
Los diez libros de Diógenes Laercio sobre las Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos ma's
ilustres, traducidos del griego e ilustrados con algunas notas por José Ortiz y Sanz, 2
vols., Imprenta Real, Madrid, 1792; reeds. (= Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos
más ilustres) Hernando, Madrid, 1887; Perlado, Madrid, 1905, 1910; Barbazón, 1925;
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P. Manin, Venecia, 1826, incompleta) y al francés (por Ch. Zévort, París, 1847).
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Bucarest, 1963), checo (A. Kolár, Praga, 1964), polaco (K. Lesniak, Varsovia, 1968), ruso (M.L. Gas-
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