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DANTE

DIVINA COMEDIA
EL CONVITE

ESTUDIO INTRODUCTORIO
por
EDUARDO VILELLA

TRADUCCIÓN Y NOTAS
por
ÁNGEL CRESPO y
JOSÉ LUÍS GUTIÉRREZ GARCÍA

EDITORIAL GREDOS

MADRID
DANTE INFINITO

Pocos autores en la historia de la literatura universal podrán exhibir el aura de Dante Alighieri (1265-1321). Su
nombre despierta fascinación, reverencia y veneración a partes iguales. La envergadura de su apuesta y el
enorme impacto que ha suscitado hasta nuestros días causan una honda impresión. Incluso quien no lo siente
próximo debe reconocerle una condición especial, por la fuerza, amplitud, riqueza y profundidad, en
conjunto, de su obra —y no solo por su obra más importante, la Divina comedia—. Esa condición tan especial
hace que en él puedan reconocerse las más variadas voces desde las perspectivas más dispares, de la filología
más adusta a la cultura popular más despreocupada, pasando por todas las posibles formas más o menos
ideologizadas (incluidas las mistificaciones), de reivindicar su legado.
La lista de méritos que concurren en él es elocuente. Dante es un poeta de excepcional talento, dotado de
una imaginación asombrosa, de una inteligencia fuera de lo común y de una memoria portentosa. Es el autor
de algunas de las obras más leídas y admiradas de la historia de la literatura: desde los poemas de juventud (la
famosa Vita nuova)hasta las obras de madurez, poéticas y no poéticas, canciones y tratados, y la Divina
comedia. Cada una de ellas por separado ya lo situaría en un lugar destacado entre los autores de su época.
Pero, además, puede afirmarse que en Dante se condensa una parte entera de la cultura medieval y que en
pocos autores se perfila como en él el hombre de una pieza que en los vaivenes de la fortuna supo forjarse una
férrea, ética y moralmente distinguida personalidad deintelectual comprometido con las circunstancias que le
tocaron en suerte. La densidad de sus escritos es mayúscula y la diversidad de sus intereses intelectuales,
caleidoscópica.
En definitiva, Dante es el autor que más lejos ha llevado el tratamiento del amor terrenal como realidad
que trasciende el horizonte humano. Es el cantor de Beatriz, el gran amor, que parte de la estela de la
tradición inaugurada por la lírica de los trovadores pero al que luego da el valor de lo absoluto, enlazando el
primer deseo terrenal y el que se revela en la urdimbre del cosmos sin que uno y otro puedan excluirse
mutuamente.
El tono panegírico de esta descripción no responde a un entusiasmo ingenuo, sino que participa del
espíritu de algunos de los más grandes pensadores, críticos, estudiosos y literatos que a lo largo de los siglos
se han acercado a la obra de Dante y se han rendido ante ella, del siglo xiv a nuestros días. En efecto, a
menudo al tratar de Dante aparecen palabras de gran calibre como «milagro» o «infinito». Valga como
ejemplo el lector entusiasta que fue Jorge Luis Borges, quien calificaba la Divina comedia como de totalidad
expresiva, similar a una hipotética y fabulosa lámina en la que todo absolutamente estuviera representado:

Lo que fue, lo que es y lo que será, la historia del pasado y la del futuro, las cosas que he tenido y las que tendré, todo
ello nos espera en algún lugar de ese laberinto tranquilo... He fantaseado una obra mágica, una lámina que también
fuera un microcosmos: el poema de Dante es esa lámina de ámbito universal.

Igualmente ilimitados fueron para él los sentimientos del poeta —«Infinita existió para Dante Beatriz»,
afirmaba—. No parece desafortunado ese tono para referirse a un autor como el que en la Divina comedia nos
lleva de la mano «por el gran mar del ser» (Paraíso, i, 113) y que percibe la totalidad de la existencia,
«sustancias y accidentes», como en un libro que borgianamente contiene compilado «lo que en el orbe se
desencuaderna» (Paraíso, xxxm, 87).
En definitiva, Dante es uno de los clásicos indiscutibles de la literatura universal. Su relevancia es
absoluta, lo que no equivale a decir que su obra sea un bestseller.Aunque a este propósito no deba
menospreciarse que en más de un best selleractual se reivindica su legado, por no hablar de las muchísimas
formas de adaptación, o de alusión de mayor o menor entidad, en diverso formato y con distintos resultados
que pueden rastrearse no solo en siglos de literatura, sino también en el ámbito de la cultura audiovisual:
cine, cómic, videojuego, teatro, ilustración (para no reiterar la importantísima atención que desde la Edad
Media las artes plásticas le han otorgado, con grandes nombres que van de Botticelli a Dalí o Barceló).
El favor actual del público es también el resultado del pósito de muchos siglos de recepción. Se ha dicho
de Dante que es como un río de gran caudal cuya corriente arrastra en su curso materiales de todas las épocas
que ha cruzado, acumulando sedimentos de todas ellas en su cauce; y se lo ha descrito, igual que a
Shakespeare, como un autor que no pertenece a un tiempo, sino a todos los tiempos. La relevancia de la
recepción de su obra reafirma esta dimensión de clásico vigente aún hoy. Otro gran literato del siglo xx, el
poeta ruso Ósip Mandelstam, lo expuso de forma rotunda: «Dante es antimodernista. Su actualidad es
inagotable, incalculable e inextinguible».
A pesar de todo ello, esta actual sintonía no lo convierte en un autor del gran público, si se habla
estrictamente de sus textos, ni asequible a las primeras de cambio. Su obra presenta aspectos complejos y hay
que cumplir ciertas exigencias para acercarse a ella. Pero la recompensa de su lectura es siempre generosa. En
realidad, hay tanto en esa obra y está dicho de forma tan singular, muestra tantas facetas, que solo podría
describirse con las imágenes de la prodigiosa inventiva de su autor. Se han vertido océanos de tinta sobre
Dante, y este es uno de los escollos que aparecen al aproximarse a él: la ingente y variada bibliografía que ha
generado. Sus dimensiones son, literalmente, gigantescas. Pero ello no debe cohibir al lector, puesto que la
entrada al mundo de Dante es perfectamente factible de forma gradual. Es más, no existe una sola clave,
auténtica y única, para descifrar la multiplicidad de su obra, cuyos horizontes son tan insólitamente amplios y
han sido abordados con tal dedicación que ninguna interpretación dejará de ser parcial. No faltan ejemplos de
esta parcialidad en función de un determinado foco de interés. Ello, cuando no se remite, como en ocasiones
sucede, a conceptos reduccionistas acerca de la época en que fue escrita, mucho más heterogénea de lo que
tiende a pensarse. La Edad Media, el contexto histórico que se ha de conocer al estudiar a Dante, es una época
de una inmensa riqueza y solo puede ser abordada en su especificidad y complejidad. Es en referencia a ese
marco como debe leerse a Dante, en cuanto cima incuestionable de la literatura, del pensamiento y de la vida
política y social de Florencia (y de Italia en general) entre de los siglos xiii y xiv.
Por distante que puedan parecer su forma de pensar y su capacidad para poetizar de forma fulgurante
cuestiones últimas como el lugar del hombre en el cosmos, Dante sigue siendo un modelo de poeta
radicalmente humano, y por eso su atractivo y su magnetismo no son solo patrimonio de especialistas. Y ahí
radica una de las razones de su pervivencia, en su maestría para abordar de forma poética realidades que, una
vez dejada atrás la cuestión de los credos, ejercen una incuestionable fascinación: esa época y esas doctrinas
resultan ajenas y distantes, pero al mismo tiempo vagamente familiares, de forma que parece plausible que el
lector se sienta conmovido y partícipe en su desarrollo.
Dante es magmàtico y los esquemas preconcebidos se resisten a amoldarse a él. En lo que se refiere a su
concepción del mundo, en su base parece estar un sincretismo radical, y en lo que se refiere a cómo se plasma
esa concepción, el cuadro es igualmente complejo. El autor, huraño y severo, es también el poeta delicado. El
cantor del Empíreo se perfila también como uno de los poetas que más materialidad han conferido a sus
versos. Este cantor exquisito exhibe una sensibilidad que le permite captar la belleza en el detalle más simple
y cotidiano. Su apego por lo terrenal convive con su interés filosófico por frecuentar los ámljitos más ideales y
su concepción del amor, como fuerza última del universo, es también deseo en lo inmediato.
Desde su concisión explosiva a su sincretismo deslumbrante, son demasiados los aspectos de la obra de
Dante que merecen atención, por lo que la síntesis se revela inalcanzable. Y son innumerables los estudios
que deberían ser mencionados para fundamentarla.
Por otra parte, el cuadro impresionante de conjunto de la Divina comedia no esconde su gestación y
desarrollo. Aunque el edificio resultante aparece como un todo compacto y sin fisuras, en realidad es el
resultado de un proceso arduo de acumulación y asimilación.
Dante avanza, experimenta, indaga y se renueva, sin abandonar ni dejar de lado lo ya «superado», sino
integrándolo en una nueva síntesis cada vez más compleja, hasta obtener esa poderosa imagen final donde
todo parece converger, como si el impulso que lo ha generado hubiera eclosionado de forma simultánea.
Evidentemente, no todo es así, y es posible vislumbrar pequeños desajustes en el relato —incluso para Dante,
es difícil la coherencia autobiográfica—, pero lo excepcional del caso deja los matices en segundo plano.
En efecto, Dante es inconmensurable. En palabras del ya mencionado Mandelstam: «Leer a Dante es ante
todo un trabajo infinito que a medida que lo conseguimos nos aleja de la meta». Pero esto no hay que
interpretarlo como una declaración anticipada de derrota, sino como un estímulo para emprender el camino
de forma libre, cada cual a su ritmo, con las paradas necesarias para tomarse un descanso y el tiempo que
parezca oportuno dedicarle. Nunca será un tiempo perdido. En otro lugar de su memorable Coloquio sobre
Dante, Mandelstam dice: «La Divina comedia no quita al lector su tiempo, por el contrario, lo intensifica,
como una pieza de música que está siendo ejecutada».

UNA VIDA ENTRE LAS OBRAS

Dante fue un personaje que gozó de cierta celebridad en vida, pero aun así hay largos periodos de su biografía
que permanecen en la penumbra. A ello hay que sumar que se movió y viajó mucho, por lo que el trabajo de
rastreo y reconstrucción ha sido arduo y ha exigido enormes esfuerzos a los especialistas. Algunas noticias de
que se dispone proceden de documentos de archivo y otras, de testimonios esparcidos en fuentes
heterogéneas, como las menciones esporádicas o la reconstrucción de su vida hecha por autores con cierta o
notable credibilidad (el Trattatello in laude di Dante, de Boccaccio, es de los más significativos). Finalmente,
en sus obras existen referencias del mismo autor a hechos, relaciones o circunstancias personales, que se
pueden rastrear y muchas veces constituyen una fuente de gran interés. La obra de Dante está profundamente
anclada en su vida, por lo que las circunstancias que la rodeaban no podían dejar de aparecer.Dante avanza,
experimenta, indaga y se renueva, sin abandonar ni dejar de lado lo ya «superado», sino integrándolo en una
nueva síntesis cada vez más compleja, hasta obtener esa poderosa imagen final donde todo parece converger,
como si el impulso que lo ha generado hubiera eclosionado de forma simultánea. Evidentemente, no todo es
así, y es posible vislumbrar pequeños desajustes en el relato —incluso para Dante, es difícil la coherencia
autobiográfica—, pero lo excepcional del caso deja los matices en segundo plano.
En efecto, Dante es inconmensurable. En palabras del ya mencionado Mandelstam: «Leer a Dante es ante
todo un trabajo infinito que a medida que lo conseguimos nos aleja de la meta». Pero esto no hay que
interpretarlo como una declaración anticipada de derrota, sino como un estímulo para emprender el camino
de forma libre, cada cual a su ritmo, con las paradas necesarias para tomarse un descanso y el tiempo que
parezca oportuno dedicarle. Nunca será un tiempo perdido. En otro lugar de su memorable Coloquio sobre
Dante, Mandelstam dice: «La Divina comedia no quita al lector su tiempo, por el contrario, lo intensifica,
como una pieza de música que está siendo ejecutada».

UNA VIDA ENTRE LAS OBRAS

Dante fue un personaje que gozó de cierta celebridad en vida, pero aun así hay largos periodos de su biografía
que permanecen en la penumbra. A ello hay que sumar que se movió y viajó mucho, por lo que el trabajo de
rastreo y reconstrucción ha sido arduo y ha exigido enormes esfuerzos a los especialistas. Algunas noticias de
que se dispone proceden de documentos de archivo y otras, de testimonios esparcidos en fuentes
heterogéneas, como las menciones esporádicas o la reconstrucción de su vida hecha por autores con cierta o
notable credibilidad (el Trattatello in laude di Dante, de Boccaccio, es de los más significativos). Finalmente,
en sus obras existen referencias del mismo autor a hechos, relaciones o circunstancias personales, que se
pueden rastrear y muchas veces constituyen una fuente de gran interés. La obra de Dante está profundamente
anclada en su vida, por lo que las circunstancias que la rodeaban no podían dejar de aparecer.
El cuadro de conjunto presenta una serie de datos bastante sólidos para trazar un itinerario con
fundamento. Nació el 1265 en Florencia, en una familia de la pequeña nobleza sin demasiados recursos. En su
juventud se relacionó con importantes figuras intelectuales de la época, como el erudito Brunetto Latini, en el
que encontró quizá la figura de un maestro, y también el poeta Guido Cavalcanti, con quien compartió
intereses e inquietudes poéticas y filosóficas, singularizándose ambos en el panorama cultural circundante.
De esa etapa data su «relación» con Beatriz,' quien se convirtió en el mito fundamental que vertebró gran
parte de su obra. Una relación que, a tenor de lo que el autor cuenta, fue completamente ideal, platónica y
etérea. Mientras tanto, en 1285, cuando tenía veinte años, Dante se casó con la noble florentina Gemma
Donati, con la que al parecer tuvo cuatro hijos. En todo caso, Beatriz murió muy joven, en 1290, algo que se ha
de tener en cuenta al valorar la importancia de su figura. Gran parte de la obra poética de Dante escrita hasta
este momento quedó recogida en su Vita nuova,ordenada y presentada con un comentario en prosa añadido
por el autor, en el que se relatan en tono autobiográfico las vicisitudes de ese amor, desde la más tierna
infancia hasta algún tiempo después del duro golpe que significó la muerte de la joven. Fue en ese momento
de crisis personal cuando, como explicó en su obra posterior El convite, se acercó de forma seria y sistemática
al estudio de la filosofía. La producción poética reflejó este momento con grandes composiciones que se
integraron en el corpus de las Rimas, donde también encontraron su lugar la experimentación poética
sofisticada y la reflexión teórica acerca del amor, quizá como resultado de una tensión ideológica surgida en
su relación con Cavalcanti, que pasó de ser un inicial interlocutor de privilegio a objeto de una polémica de
largo alcance poético-ideológico, para, finalmente, ya en la Divina comedia, resultar sonoramente ignorado. 1
Entre lo más relevante de esa época se ha de señalar la actividad política del autor, en especial por las
consecuencias que se derivaron de ella. Aunque ya en su juventud se había implicado en la vida ciudadana y
había participado incluso como cavaliereen algunos lances bélicos contra los gibelinos (partidarios del
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico), su dimensión pública no cobró auténtico protagonismo
hasta la última década del siglo. La muy rica, dinámica y relevante (en lo económico, social y cultural)
Florencia de su tiempo se veía agitada en esos momentos por constantes conflictos de orden social y político,
y las ásperas luchas partidistas eran la manifestación más visible de esa efervescencia. Los gibelinos llevaban
ya tiempo expulsados de la ciudad en el momento del auge público de Dante, y el partido vencedor, los
güelfos (próximos al papado y contrarios a la injerencia del Imperio en la vida de las ciudades), se había
escindido en dos facciones, los «negros» (de carácter más aristócrata) y los «blancos» (pertenecientes, sobre
todo, a la naciente burguesía y hostiles al papa). Dante se distinguió como figura de estos últimos y llegó a
ocupar brevemente en 1300 una de las magistraturas rotatorias en el gobierno de la ciudad-estado, la de
prior,2 posición notable desde la que mandó al exilio a un grupo de conciudadanos gibelinos, entre los que se
encontraba el poeta Guido Cavalcanti. Seguramente por la relevancia pública adquirida, Dante fue enviado
como embajador ante el papa Bonifacio VIII, contra cuya política intrusiva en la Toscana —y en particular en
Florencia— el escritor se había manifestado en los órganos de gobierno de su ciudad de forma decidida y
pública. Bonifacio era una de las personas a quien Dante más detestaba: en este sentido, son muy elocuentes
las agrias referencias a él que aparecen en la Divina comedia. En noviembre de 1301, con el escritor ausente de
la ciudad, se produjo en Florencia, por oscuras maniobras de la facción de los güelfos negros en connivencia
con los agentes papales, la toma de poder por ese bando. Los blancos cayeron en desgracia y muchos de sus
miembros fueron asesinados o se vieron obligados a exiliarse ante la amenaza de severas represalias. En enero
de 1302, el nuevo podestà(corregidor) nombrado por lo negros, Cante Gabrielli da Gubbio, condenó a Dante y
a otros gobernantes florentinos blancos a pagar una multa de 5.000 florines, a la confiscación de bienes y al
confinamiento durante dos años, acusados de malversación de fondos y corrupción. Y como Dante no se
presentó al proceso para acatar la sentencia y pagar, se lo condenó a muerte, su casa fue saqueada, incendiada
y, finalmente, demolida, y el poeta no pudo volver jamás a su patria. A partir de ese dramático momento,
debió vivir en el exilio y su biografía se diluyó en numerosos lugares de la geografía del centro y norte de
Italia, adonde fue a encontrar refugio y hospitalidad. Esa experiencia marcó profundamente su actitud
política, su horizonte cultural y su actividad literaria. En un primer momento siguió participando en la esfera
del bando blanco en el destierro, en un intento de regresar a Florencia, e incluso buscó alianzas con las
antiguas familias gibelinas expulsadas hacía décadas de la ciudad, lo que provocó a veces un chocante trasiego
de pactos. Muy pronto, sin embargo, Dante abandonó las banderías para seguir su propio camino. Florencia
fue ora lugar añorado ora nido de bestias vilipendiado. De esos primeros años del exilio datan los tratados De
vulgari eloquentia (1303-1305) y El convite (1304-1307), así como algunas espléndidas canciones. Probablemente
a partir de 1306-1307 empezó a componer el Infierno, primera parte, o cántica, de lo que fue su obra superior,
la Divina comedia, en la que confluyeron todas sus facultades poéticas e intelectuales, y a la que se dedicó
hasta acabarla, poco tiempo antes de morir. En algún momento de ese lapso final escribió en latín el ensayo
político Monarchia(1312-1313), una decidida defensa de orden teórico del poder del Imperio y de la
independencia de este respecto a la Iglesia, donde se sintetiza la concepción culminante de su trayectoria
político-ideológica, claramente reconocible en la Divina comedia, en la que la visión política, y en general del
orden cósmico, remite directamente al equilibrio y la necesidad de mantener separados ambos poderes. El
discurso del Dante maduro ofrece sólidos argumentos de quien había sido un güelfo firme defensor de la
autonomía municipal y partidario del poder laico del emperador. Aunque, en el fondo, su posición es más
compleja y profunda que la de un hombre de partido que se contenta con la victoria de su facción y se
distingue más bien por la aspiración a alcanzar las condiciones políticas que permitan superar los

1 Desde Boccaccio, la tradición identifica a Beatriz (1266-1290) con Bice (Beatrice) Portinari, hija de Folco Portinari, un rico
banquero y mecenas florentino. Se supone que Dante la conoció en 1274, cuando ambos eran todavía niños, y que no la volvió a ver hasta
nueve años después. Beatrice se casó siendo adolescente con Simone de’ Bardi, miembro también de una familia de banqueros y, según
parece, Dante nunca cruzó una palabra con ella. Su figura fue idealizada por el poeta en la Vita nuovay, sobre todo, en su Comedia.
2 En 1295, como consecuencia de la reforma del Ordinamenti di Giustizia y la concesión a que los nobles participaran en los
cargos públicos, Dante se inscribió en el gremio de médicos y especieros para poder acceder al funcionariado del Comune. Aquel mismo
año pasó a ser miembro del llamado Consiglio del capitano del popolo y al siguiente del Consiglio dei Cento, una asamblea de popolanos
que defendían sus intereses económicos frente a la nobleza, los mercaderes y los banqueros. En 1297 entró en el Consigli del podestà y en
1300 ya era uno de los priores de la Signoria, el consejo supremo que regía los destinos de Florencia.
enfrentamientos y ofrecer una existencia pacífica a los ciudadanos. Una postura que lo caracterizó tanto
personal como públicamente en el periodo de estabilidad y reconocimiento que precedió a su muerte, en 1321
en Rávena.3

LA FORMACIÓN DEL INTELECTUAL LAICO

La gloria de Dante se fundamenta en su soberbio arte como poeta, que le otorga un lugar preeminente en la
historia de la literatura universal. El conjunto de su producción ofrece una variedad y densidad intelectuales
de difícil parangón. Pocas figuras reúnen una suma tan completa y profunda del saber de su época. Como dijo
el filólogo y crítico literario alemán Ernst Robert Curtius, en Dante confluye toda la herencia cultural de la
Edad Media, y lo hace esencialmente en una lengua no latina y desde un horizonte alejado a primera vista del
que era común para la alta cultura en su tiempo. La singularidad del autor florentino estriba en haber sabido
integrar múltiples estímulos intelectuales a través de su naturaleza de poeta en lengua vulgar, aunque no toda
su producción fue poética ni escrita en su totalidad en florentino. Sin embargo, es inevitable centrar la
atención en la Divina comedia, punto de confluencia de todos sus esfuerzos precedentes.
La pregunta que surge es dónde y cómo pudo una persona de su condición adquirir una formación de tal
alcance. Aunque a partir del siglo xn se dio en Europa la eclosión de la literatura en lengua vulgar, este
fenómeno ocurrió solo en ciertos ámbitos intelectuales y en la estructura de ciertos géneros literarios —uno
de ellos fue la lírica amorosa, que los trovadores provenzales irradiaron como modelo poético-cultural—. No
obstante, el lugar privilegiado de la alta cultura lo siguió ocupando el latín, patrimonio de la Iglesia durante
siglos. El caso es que a partir de un determinado momento surgieron en la historia medieval una serie de
personajes laicos —como Arnau de Vilanova (hacia 1238-1311), Ramon Llull (hacia 1232-1315) o Brunetto Latini
(hacia 1220-1294/1295)— que se movieron en el espacio de la alta cultura más allá de los círculos estrictamente
teológico-eclesiásticos. Este fenómeno del nacimiento del intelectual laico como nueva realidad cultural en el
horizonte europeo otorgó una dimensión nueva a figuras literarias como Guido Cavalcanti y, en especial,
Dante Alighieri, quien se llamó a sí mismo «filósofo».
No se tienen noticias muy precisas acerca de la formación académica que le permitió a Dante adquirir
estos conocimientos. Por la lectura de sus obras, que delatan un estudio intenso, se sabe que debían de ser
muy completos, pues el espectro cultural visible es muy amplio: de los autores clásicos (Virgilio, Ovidio,
Lucano, Estacio) y las Sagradas Escrituras, a la literatura cortés en lengua vulgar o las obras de filosofía y
teología (Aristóteles, Cicerón, Boecio, san Agustín, Averroes, san Alberto Magno, santo Tomás, san
Buenaventura...); además, Dante demostró poseer competencia en el ámbito de las artes plásticas y la música.
Sin embargo, de sus años de estudio solo se puede inferir que debió de recibir una formación básica en
consonancia con la sensible política educativa del Comune de Florencia. En efecto, en la Divina comedia,
Dante habla al escritor Brunetto Latini4como a un «maestro», aunque parece más verosímil otorgarle un
papel de mentor ocasional o incluso de modelo intelectual: de hecho, la vocación laica y enciclopédica de las
obras de Latini se ha señalado como un claro ejemplo para la actividad dantesca. Pero en sucesivas etapas, esa
inquietud y voracidad intelectual que distinguen a Dante no se limitaron a esa esfera, ni tampoco a su faceta
de poeta lírico amoroso. El punto de inflexión en este sentido lo cuenta él mismo en El convite (II, XII, 7) al
explicar cómo, después del doloroso episodio de la muerte de Beatriz, se volcó en lecturas de tipo filosófico y
asistió a las «escuelas de los religiosos» y los «debates de los filosofantes» durante unos años, probablemente
en las escuelas florentinas de los franciscanos y dominicanos. En cualquier caso, a pesar de ser este un
momento crucial en su evolución, su inquietud intelectual y su altura de miras no dejaron de acompañarle
hasta el fin de su vida. Ya en su primera obra, la Vita nuova, el trasfondo especulativo y la afinidad por el
saber tienen una presencia muy relevante, que permea la expresión lírica, el relato de la experiencia vital y

3 Por motivos que se ignoran, en 1318 Dante dejó su exilio en Verona para pasar los últimos tres años de su vida en la pacífica corte
de Guido Novello da Polenta, en Rávena. Al regresar de una misión diplomática ante el Senado veneciano para interceder en una disputa
entre ambas ciudades, contrajo la malaria al cruzar el delta del Po y enseguida le sobrevino la muerte en Rávena la noche del 13 al 14 de
septiembre de 13:21. Sus restos reposan allí, junto a la basílica de San Francesco, bajo un templete neoclásico construido en el siglo xvm.
4 Escritor, político y notario, Brunetto Latini es una figura fundamental del humanismo medieval italiano, autor, entre otras
obras, de Li Livres dou tresor {Libros del tesoro), primer ejemplo de enciclopedia del saber medieval en lengua vulgar. En la Divina
comedia, Dante lo encuentra entre los sodomitas en el canto XV del Infierno, pero no esconde su admiración por quien fue el primero en
dar una educación laica a los florentinos, enseñándoles la retórica, el arte de la palabra y el gobierno de la república según las reglas de la
política.
poética, así como los elementos de su interpretación. Es reveladora la anécdota del El convite (III, ix, 15-16)
según la cual Dante llegó a pasar un tiempo sin poder leer, debido a una dolencia ocular causada por haberse
fatigado excesivamente la vista «a studio di leggere»:

en mi afán de leer forcé tanto la vista que mis espíritus visivos se debilitaron hasta el punto de que todas las estrellas
me parecían difumina- das por una especie de halo.

La imagen de lector voraz concuerda con los conocimientos exhibidos en ese momento fascinante de la
cultura europea, determinado por los grandes debates que en el siglo xm se crearon en torno a la recepción
del pensamiento de Aristóteles a través de la mediación árabe. Un escenario intelectual vivaz en el que el
polifacético poeta florentino fue uno de los primeros que encarnó esa novedosa figura que tanta importancia
tuvo luego en la historia de Europa: el intelectual laico.

EL DOLCE STIL NUOVOY LA VITA NUOVA

Hay un par de obras de Dante que son motivo de un debate secular entre los dantistas: los poemas II Fiorey el
Detto d’Amore.Ambos son una reescritura, en parte, del poema alegórico francés Roman de la Rose y podrían
formar parte de sus primeros pasos como autor, pero no existe consenso sobre la fecha de su composición ni
sobre su autoría. Dante debió de empezar pronto a componer poesías y lo hizo en sintonía con un grupo de
autores, principalmente florentinos, de afinidades poéticas más o menos evidentes. Se trata de una corriente
poética que se distinguía de la actividad lírica tradicional y que se fundamentaba en la «suavidad» de la
expresión, la elevada exigencia intelectual de los conceptos y una radicalización en la visión superior del
objeto de deseo y en la condición de supeditación del amante: de la clásica dama o midons de los trovadores, a
la que el poeta se sometía, se pasó a hablar de un ser casi etéreo cuyo poder dimanaba de una condición
existencial, casi ontologica, superior a la del amante, la a menudo llamada mujer-ángel (algunos de esos
poetas, Dante incluido, utilizan este parangón). Usualmente se habla del dolce stil nuovopara referirse a su
conjunto, pero es una etiqueta discutida. En primer lugar porque su origen se encuentra en el mismo Dante,
juez y parte, quien en el Purgatorio presenta la idea de que su poética, y la de algunos otros, se distingue de la
de los poetas precedentes en virtud de su adecuación sin mediación al dictado de Amor, que se manifiesta
casi epifánicamente en el verbo lírico de ese «dulce estilo nuevo» (Purgatorio, xxiv, 52-57).5 En segundo lugar,
esta etiqueta también es discutida porque no está claro que pueda hablarse de un colectivo de poetas ni
tampoco de que los elementos que los distinguen sean tan comunes. La afinidad residiría, de hecho, en la
exigencia intelectual y expresiva, en la acotación de la temática lírica a la especulación amorosa y en el
desarrollo de esta dentro de parámetros muy próximos a la teoría filosófica. También se asemejan en su
oposición al resto de poetas, los cuales, según su punto de vista, escriben de forma poco exigente y
descuidada, apegados excesivamente a su inmediato contexto vital, lingüístico y estilístico (demasiado
«municipales»), y con limitadas miras intelectuales y especulativas. Existen una serie de factores que
cimentarían su condición de grupo, casi en su totalidad inferidos de menciones dispersas en las obras de
Dante. Por ejemplo, el precursor, el boloñés Guido Guinizzelli, el autor del amor dulce, pionero en introducir
la especulación en el discurso lírico y la teoría de la nobleza de corazón (opuesta a la nobleza por linaje: una
cuestión que aparece a menudo en la obra de Dante). Por otro lado, está el miembro díscolo: Guido
Cavalcanti (hacia 1258-1300), el poeta-dandi de la patología del amor oscuro y negativo en el que la potencia
superior del ser objeto de deseo se manifiesta como poder aniquilador de las facultades humanas; un poeta
próximo a postulados heterodoxos. También había hermanos menores, como Lapo Gianni, Ciño da Pistoia,
Guianni Alfani o Dino Frescobaldi, y el principal protagonista del grupo: Dante Alighieri. Por último,
garantizaría aún más la cohesión el haber identificado un rival que aglutinaba las esencias negativas de las
demás poéticas y que fue objeto de críticas profundas e incluso sarcásticas: Guittone d’Arezzo (1235-1294),
célebre poeta que dio a la poesía toscana sus primeros modelos de canciones de amor, quien dominaba el
panorama literario anterior al nacimiento del grupo.

5 «Di qua dal dolce stil novo eh’ i’ odo» (Del dulce estilo nuevo que yo oigo), dice en el famoso verso dantesco el poeta
Bonagiunta Orbicciani da Lucca, representante de la escuela toscana tradicional, lo que todavía acentúa más la novedad del estilo poético
que anuncia. Bonagiunta usa la expresión dolce stil nuovopara referirse a la canción «Donne ch’avete intelletto d’amore» («Damas que
tenéis entendimiento de amor»), de Dante, distinguiéndola de la producción poética precedente (como la suya propia), libre del excesivo
formalismo estilístico.
Dejando de lado el debate sobre la consistencia de este conjunto, esa era la atmósfera poética en la que
Dante se atrevió a hacer sus primeros escarceos líricos. Gran parte de esas composiciones convergen en la
Vita nuova(hacia 1293), en la que el mismo autor seleccionó y reordenó sus poemas escritos hasta entonces,
añadiéndoles un texto en prosa como comentario, urdido mediante un tenue hilo argumental por el que se
define el mito clave de la obra dantesca, el de Beatriz. La Vita nuovacuenta el extraordinario amor de Dante
por esa muchacha, a quien vio por primera vez a los nueve años, a la que volvió a encontrar nueve años más
tarde, y que murió joven. Una mujer con la que el autor cruzó apenas algunas palabras, a pesar del poderoso
efecto en todos los órdenes vitales que ella ejercía sobre él. Con la intención de disimular esta tensión
interior, Dante intentó durante un tiempo camuflar su objeto de deseo fingiendo sentir atracción hacia otras
mujeres. Beatriz le retiró entonces el único contacto que compartían: el saludo. La situación, aparentemente
desesperada, se resolvió en un hallazgo poético determinante para la biografía del autor, lo que se ha llamado
la poética de la lode,de la alabanza. Si anteriormente ya le bastaba al poeta el saludo de la mujer, pues en él
alcanzaba la salvación, ahora el mismo acto poético constituye el fin último de su amor. Se explicaba de este
modo que una mujer distante, con la que no era posible entablar relación aun manteniendo intacto su poder
sobre el amante, fuera el objeto de un amor absoluto, y que este amor encontrara resolución en la lírica que lo
expresaba a través de la alabanza de su objeto. En este proceso de espiritualización de los movimientos del
deseo y la palabra poética que lo vehiculaba, la muerte de la mujer significó una ulterior vuelta de tuerca, que
no derivó en un olvido del amor sino en una purificación incluso mayor tanto del deseo como de la poesía. La
muerte de Beatriz causó en el poeta una crisis aguda de la que salió temporalmente gracias al afecto de una
mujer «piadosa», de la que se alejó pronto para volver a su objeto primero de forma distinta. Ahí se cierra la
obra, que termina con la referencia a una visión del autor cuyo escenario está más allá del último cielo y que
le impulsa a manifestar que no dejará de hablar de su amada hasta que esté en condiciones de decir de ella «lo
que nunca fue dicho de ninguna» (Vita nuova, XLII, 2).
La Vita nuovacontiene además algunas de las poesías más célebres de Dante. No obstante, su mayor
originalidad radica en la yuxtaposición del texto en prosa, un texto que no se limita a comentar la poesía, sino
que la interpreta desde una perspectiva biográfica, con lo que se presenta como una autobiografía poética.
Según el relato en prosa, las poesías, lejos de ser gratuitas, responden a las vivencias del protagonista, quien
glosa el relato en razón de los versos que inspiró cada episodio. En otras palabras, la expresión poética está en
estrecha relación con la verdad más íntima del yo que habla y recuerda. Se establece así una ecuación entre el
yo que escribió, el que años más tarde recupera el momento y lo explica, y el origen del acto de creación
literario, por el que queda trascendentalmente fijada la conexión entre la vivencia interior y su expresión
literaria. La Vita nuovase caracteriza, pues, por la sinceridad de la expresión poética. En contraste con la
poesía anterior, el poeta ya no busca la complicidad de un grupo para contarle sus vivencias en relación con
una mujer indeterminada y, por consiguiente, indistinta e intercambiable como objeto poético. En la Vita
nuova, la lírica —y la prosa lo subraya inequívocamente— remite a una vivencia interior que desea ser
expresada sin más, confesada, una vivencia presentada como auténtica y concreta, tal como demuestra el
novedoso hecho de que la mujer sea identificada pública, clara y explícitamente. El fundamento último de
esta circunstancia es el receptáculo más íntimo, es decir, la memoria. Así empieza la Vita nuova(i):

En aquella parte del libro de mi memoria antes de la cual poco podría leerse, se encuentra un título que dice: Incipit
vita nova. Bajo este título están escritas las palabras que tengo intención de transcribir en este librito; y si no todas, al
menos su significado.

La metáfora de este libro de la memoria se desarrolla haciendo referencia a las figuras prototípicas de la
autoría literaria medieval. Dante se presenta como copista, compilador y comentador del texto que lleva
escrito en el libro de su memoria. Empieza en un punto antes del cual, al ser la edad temprana, pocos
recuerdos y de poca consistencia cabría encontrar. El suceso inicial es el primer encuentro con Beatriz a los
nueve años y los primeros episodios del relato son los que más recuerdan a un autor en proceso de
maduración, pues se describen los trastornos causados por la pasión amorosa y sus maniobras de disimulo,
usando fórmulas expresivas que nos sitúan en un horizonte cavalcantiano. En efecto, son frecuentes los ecos
de Cavalcanti en el estilo y en el tratamiento de tintes dolorosos del amor, de los procesos interiores que
caracterizan al deseo. El momento crítico se da cuando el poeta percibe que le es necesario ir más allá, que su
deseo ya no se ve satisfecho mediante una recompensa interpersonal, por mínima que sea, como en el
intercambio del saludo, sino en la pura palabra poética desinteresada, vinculada de forma directa con la
expresión del proceso interior. En ese momento, la poesía surge como expresión inmediata y epifánica. Dice
Dante en el capítulo XIX: «Entonces mi lengua habló como movida por sí misma» para explicar el
surgimiento de la canción «Donne ch’avete intelletto d’amore» («Damas que tenéis entendimiento de amor»),
una de sus más famosas composiciones. La lengua, el estilo y el tratamiento son ya completamente personales
y las eventuales referencias ajenas aparecen integradas en esta nueva dimensión de la experiencia lírica. La
sublimación de la figura femenina es completa: es el momento de sonetos tan famosos como «Tanto gentile e
tanto onesta pare» («Tan gentil y honorable se presenta»), donde la mujer parece venida «del cielo a la tierra
a manifestar un milagro» (Vita nuova, xxvi, 8-9).
La muerte de Beatriz, de hecho, aunque es un episodio dolorosísimo, dramático y determinante en la
biografía de Dante, aparece casi como un tránsito de cierta lógica en cuanto supone la sublimación de la
presencia terrenal de la amada en un objeto de deseo absolutamente puro. Es cierto que existen momentos de
debilidad después de la crisis, pero estos le dan más valor a ese giro final.
La Vita nuovaestá dedicada a Cavalcanti, ese «primer amigo» que aparece mencionado directa e
indirectamente en más de una ocasión, incluso como elemento de complicidad en referencia a los rimadores
estúpidos que no saben exactamente qué intentan transmitir —Guittone d’Arezzo en primer lugar—,
incapaces de controlar sus recursos expresivos. Pero, en realidad, la sintonía no es tan indiscutible y se podría
hablar de distancia. La concepción positiva del amor como potencial fuente de salvación del sujeto en Dante
encaja mal con la visión destructiva y patológica del deseo en la poética de Cavalcanti, una pasión que se
distingue por carecer de sustancia, por resolverse en lo irracional y que implica la destrucción del sujeto.
Incluso en los momentos más apasionados, en la retórica más dolorosa, la Vita nuovainsiste en el potencial
positivo de un amor que, a pesar de caracterizarse por una pasión como pocas, jamás consintió que le
gobernase «sin el consejo fiel del entendimiento» (Vita nuova, n, 9).
El contraste de posiciones parece, pues, bastante evidente. Aunque no se pueda certificar, algunos
elementos avisan de que era un hecho ya en ese momento, o al menos así lo fue para Cavalcanti, como si el
«primer amigo» hubiera reaccionado contra los postulados peculiares de Dante, quien, en cambio, le
dedicaba el libro. Son muchos los que han indicado una posible respuesta en tono polémico por parte de
Cavalcanti en su famosa canción «Donna me prega» («Mujer me ruega»). En esta composición fundamental
de la historia de la literatura medieval, Cavalcanti desarrolla una especulación teórico-filosófica acerca del
amor, altamente compleja en forma y contenido, en la que expone una visión de los mecanismos del deseo
diametralmente opuesta a la mirada positiva presentada en la Vita nuova.Aunque algunos estudios
consideran que no está tan claro el orden cronológico de los hechos, es indiscutible la fuerte oposición entre
los itinerarios arguméntales de ambas obras, en cierto modo paralelos. Hay una serie de indicios que
permiten apuntar a que la canción de Cavalcanti es posterior, y que se trata de una respuesta casi agresiva que
podría haber sorprendido al mismo Dante.

LAS RIMAS

Cavalcanti es una de las presencias de más peso en la obra de Dante, primero como referencia poético-
ideológica y después como ausencia problemática. El desencuentro entre ambos autores debió suponer en su
momento un gran impacto en Dante. Con la Vita nuova,él había propuesto una forma de entender el amor
que superaba la tradición anterior, tanto en su registro cortés-pasional cuanto en su posicionamiento más en
la vanguardia especulativa, y que aquello que ofrecía a su «primer amigo» no fuera recibido como él esperaba,
seguramente debió de repercutir en su obra posterior y llevarlo a reconsiderar sus planteamientos. Pero,
paralelamente a este quiebro en la trayectoria del poeta, hubo otros elementos que confluyeron en su
evolución. Después de la muerte de Beatriz, Dante empezó a frecuentar los estudios filosóficos e intensificó su
actividad política, asumiendo cargos públicos progresivamente más relevantes, hasta la llegada de los
traumáticos sucesos de principios del siglo xiv, con su condena y destierro. Todos estos aspectos marcaron
una época de cambio en su vida (en realidad, siempre agitada), que tuvo su reflejo en la notable producción
literaria de aquellos años. En concreto, creó una serie de grandes canciones oscurecidas de alguna forma por
la relevancia de su obra juvenil y de la Divina comedia, pero que mostraron a un poeta que rayaba la madurez
expresiva y que desplegaba un potencial que por sí solo ya hubiera justificado su lugar preeminente en la
historia de la literatura. Estas composiciones, agrupadas genéricamente en las Rimas, circularon
separadamente, pero, sobre todo a partir de la monumental edición de 2002 del filólogo italiano Domenico
De Robertis, algunas voces proponen que en realidad quince de ellas, las que configuran la parte más
importante de este corpus, podrían haber sido agrupadas ya por el mismo autor de forma estratégica, casi a
modo de cancionero, para que constituyeran una obra en sí, un «libro de canciones» dantescas. La tesis es
controvertida y no está aceptada por todos los dantistas, pero subraya el puesto de estas composiciones en la
biografía literaria del autor.
En todo caso, si existió tal ordenamiento, este debió de producirse más tarde de la fecha de creación de la
mayor parte de estas composiciones de madurez. En efecto, durante la última década del siglo Dante escribió
sus rimas doctrinales, cargadas de contenido filosófico y vehículo de contenido alegórico a través de un
lenguaje primario de lírica amorosa. En ellas hizo una posible alegorización de inicio o sobrevenida, pero no
lo resolvió de forma mecánica, sino por medio de un desarrollo modulado sutilmente, dando fe de su gran
dominio de los medios expresivos y de su aspiración a los más altos logros. La misma exigencia es visible en el
resto de composiciones. En las célebres «rimas petrosas» Dante canta a una mujer fría y distante —a la que,
por la insensibilidad de su corazón, compara con una piedra— y a la desesperación pasional del amante ante
su actitud. Lo hace mediante canciones vistosas y complejas poéticamente, en la estela del trobar clus o del
trobar rie (una poesía áspera, dura, oscura y con predilección por la alegoría, típica de la literatura occitana),
demostrando conocer bien la tradición provenzal anterior y reconocerse en uno de sus más destacados
representantes, el trovador occitano Arnaut Daniel (a quien sitúa en la Divina comedia como protagonista de
otro famoso encuentro en el Purgatorio, aquel en que Guinizzelli señala que Daniel «fu miglior fabbro del
parlar materno», Purgatorio, xxvi, 117). De nuevo, los condicionantes del modelo no interfieren en la
capacidad de asimilación y desarrollo de Dante; a pesar de ser composiciones formalmente muy codificadas,
basta una lectura rápida del ciclo de las «rimas petrosas» para darse cuenta de que el manierismo nunca llega
a tomar las riendas de la expresión, férreamente dominada por el autor.
Otro grupo de poesías de estos años también presenta un ulterior giro en la especulación sobre el amor,
que parece situarse de pleno en el surco del desencuentro con Cavalcanti: como si después de una reflexión
profunda, Dante hubiera propuesto con ellas una reformulación de la cuestión amorosa, que ya no se plantea
en los términos problemáticos que su «primer amigo» habría indicado en lo re- ferente a la Vita nuova.Este
nuevo planteamiento expresado en «Amor, che movi tua vertù dal cielo», canción que a su vez, por diferentes
indicios textuales, conceptuales y formales, parece contestar a «Donna me prega», el amor encuentra
justificación como fuerza cósmica absoluta cuyo poder emana del cielo, tal como el sol irradia su luz por el
universo, permitiendo que el bien pase de potencia a acto (pero sin que deje de regir el deseo concreto del
autor por una muchacha joven). En contraste o no con la propuesta cavalcantiana, lo cierto es que aquí
aparece ya la concepción del amor que estructurará la Divina comedia. Este sistema, que en una mirada
retrospectiva parecería único y granítico, se revela fruto de un intenso proceso. Dante nunca se detiene: sigue
escribiendo, estudiando y teorizando. Sus facetas van madurando, no son dejadas de lado, sino que se
integran en síntesis sucesivas cada vez más complejas y continúan progresando en su intensidad poética.
En esta fase, Dante apuntó más allá del horizonte de preocupaciones de la Vita nuovay dejó atrás sus
rasgos más propiamente estilnovistas. Abordó el amor desde coordenadas cósmicas y desde una perspectiva
exquisitamente elevada, pero extendió el espectro poético al discurso doctrinal e incluso dejó traslucir su
implicación en la vida política. Este es el tono de las canciones que compuso en el exilio, con excepción de
una última, la llamada «Canzone montanina»6(«O montanina mia canzon, tu vai; / forse vedrai Fiorenza, la
mia terra»), en la que Dante parece volver a cantar un amor pasional e irracional que lo ha atrapado
inesperadamente en su madurez cuando se encontraba en las montañas toscanas del valle de Casentino.
En cierto modo, esta fase permite detectar algunas fisuras en la figura monolítica del autor, cuya mención
es útil para neutralizar posibles interpretaciones en exceso tópicas que a veces el canon ha dado de Dante: un
muchacho predestinado a ese amor que lo llevaría directamente al paraíso. Fue el mismo autor quien
contribuyó en parte a crear esta imagen de una pieza, estática, con su tendencia a crear efectos de coherencia
a lo largo y ancho de su dilatada obra. Ya en la Vita nuovaevidenció esa tendencia a volver a lo ya escrito, no
para corregirse ni abandonarlo, ni mucho menos para retractarse, sino para integrarlo en una nueva
perspectiva más amplia y englobadora. Dante se autointerpretó constantemente, y de esa autointerpretación
nace la coherencia de conjunto. Pero, como se ha visto, en realidad su producción es heterogénea y estuvo

6 Esta espléndida canción cierra la producción lírica de Dante y ha traído muchos quebraderos de cabeza a los dantistas por su
naturaleza y su fecha de composición, que poco cuadran con la severa imagen del intelectual prestigioso en el exilio, autor de sesudos
tratados y en ciernes de abordar su magna obra.
guiada por una profunda e incesante inquietud poética e intelectual, que lo llevó a no dejar de experimentar
nunca, con ambición y competencia.
Uno de estos aspectos disonantes es la recurrente aparición, sobre todo en esta fase, de otros personajes
femeninos diferentes de Beatriz. Por ejemplo, en «Amor che movi tua vertù dal cielo». Al conjunto de esta
frase seguramente se refieren los reproches que Beatriz hace a Dante en la Divina comedia cuando ambos se
reencuentran en la cima del purgatorio (Purgatorio, xxxi, 58-60) y ella le recrimina haberla olvidado después
de su muerte y haber sido atraído por una «pargoletta» (una jovencita) u otras «novedades de breve uso».

LOS TRATADOS

El convite, obra de Dante escrita en toscano en los primeros años del exilio, es un tratado de corte filosófico
en el que el poeta propone casi una suerte de summa o resumen en lengua vulgar, quizá como una carta de
presentación bajo una alta dignidad de autor (una posible afirmación literaria y personal en su difícil
situación), quizá como intento de influir favorablemente en la revocación de su condena... Sea como fuere, se
trata de una obra de gran ambición intelectual, caracterizada por la madurez desde la que el autor afirma
escribir, frente a la inspiración férvida y apasionada que había regido la Vita nuova,de la que no tenía
intención de retractarse. La forma de desarrollar el tratado es precisamente la del comentario en prosa a la
propia obra. Así, algunas de las grandes canciones de la última etapa florentina son interpretadas primero de
forma literal y luego en su sentido alegórico, de acuerdo con la clásica división medieval según los niveles de
significado de los textos. En El convite, Dante presenta sus textos en forma de alegoría, con lo que surge la
duda de cuántas de sus composiciones líricas, aparentemente de amor, deberían ser leídas bajo esta clave.
Este tratado propone una lectura según la cual la dama cantada no sería otra que una personificación de la
filosofía. Esta circunstancia plantea problemas, pues la mujer en la Vita nuova había sido considerada una
desviación, mientras que El convite se propone como una invitación al banquete del saber. En este sentido, el
proceso dinámico de ese relato podría abarcar desde el entusiasmo inicial, irreflexivo y excesivo, por la
filosofía hasta un equilibrio razonable y productivo. Por otro lado, Dante deja sus versos abiertos a la
interpretación, como se hacía con las obras de los grandes autores y, por supuesto, con la Sagradas Escrituras.
Esto evidencia que el poeta tenía una aguda conciencia de los mecanismos del significado, que estaba
acostumbrado a un tipo de lectura poliédrica y atentaba a las múltiples implicaciones de cada elemento. Y
esta es una de las características progresivamente más importantes en Dante. En la Vita nuovaplanteaba en
términos retóricos la correcta identificación del contenido tras las figuras literarias, pero aquí profundiza más
y muestra las palabras como susceptibles de contener un pósito de profundo conocimiento al que se puede
acceder a través de un proceso de decodificación literaria. Tal vez de esta concepción del arte literario se
deriva un aspecto trascendental para la lectura de la Divina comedia, cuya condensación estilística tiende a
concentrar calidoscópicamente múltiples planos y posibilidades de significación.
Dante abandonó El convite cuando solo llevaba redactados cuatro de los quince libros programados. En
ellos comenta tres canciones y aborda heterogéneamente varias cuestiones que informan de sus múltiples
intereses y su riqueza temática, así como de su constante, profunda y viva inquietud intelectual. Estos textos
también evidencian el alcance de sus conocimientos y el tesoro de sus estudios y lecturas, dado que todo el
edificio de El convite se levanta a partir de la experiencia poética del autor.
Inacabado y desconocido hasta mucho después de la muerte de Dante, este tratado se considera una obra
de radical interés en la historia del pensamiento y de los primeros pasos de la figura del intelectual laico y
constituye además el proceso de maduración intelectual hacia la Divina comedia. Y mientras que en El convite
planteaba el uso de la lengua vulgar como instrumento de difusión del saber, en otra obra de la misma época,
e igualmente incompleta, De vulgari eloquentia, utilizó el latín, la lengua de la cultura oficial y más
prestigiosa. En este nuevo tratado, el poeta discurre sobre las lenguas vulgares y sus literaturas, y da un buen
repaso a la historia de las lenguas de la humanidad, desde la unidad inicial hasta llegar a su tiempo. Entre las
lenguas europeas, identificadas con notable conocimiento lingüístico, se concentra en la familia románica y
acaba ocupándose del territorio italiano. Con gran precisión, quién sabe si surgida de su experiencia como
viajero forzado por las circunstancias políticas, Dante propone una descripción de las variedades lingüísticas
presentes en la península itálica en la búsqueda de una lengua común de alta cultura. El lugar donde
encuentra plasmada esta lengua ilustre (además de áulica, cardinal y curial) es en la literatura, concretamente
en ciertos poetas líricos (herederos dignos de los trovadores, a los que se dedica destacados comentarios). En
este sentido, el texto de Dante es un testimonio de indudable relevancia porque constituye la primera visión
historiográfica del nacimiento de las literaturas en lengua vulgar. Con cierta recreación y modestia impostada,
él se presenta como autor de referencia de la literatura italiana, junto a Cavalcanti, Guinizzelli y Ciño da
Pistoia. Y en un intento de reivindicación personal, se define a sí mismo como el cantor de la rectitud, no del
amor, subrayando así la dimensión de su figura intelectual más allá de su actividad literaria primera y
afianzando la tendencia emergida en las canciones doctrinales.
Igualmente interesante es un tercer tratado, el Monarchia,este completo y escrito en latín. No hay
acuerdo sobre la fecha de su composición, pero, por la temática y los argumentos empleados, podría haber
surgido de la toma de partido de Dante por el Imperio a raíz de la decisión de Enrique VII de ejercer su papel
de emperador en el territorio italiano y de la subsiguiente situación de ásperos enfrentamientos entre sus
partidarios y adversarios; pero tampoco es imposible que su composición se produjera en otro momento,
incluso cuando la Divina comedia estaba ya casi acabada. En todo caso, la argumentación, abordada de forma
pormenorizadamente dialéctica, corresponde a la perspectiva política propia de su etapa madura.
Monarchiase plantea como una defensa de la monarquía universal, con profusión de argumentos dirigidos a
rebatir a los que, o no la consideran necesaria o piensan que debe estar supeditada a la autoridad del
pontífice. El desarrollo es intricado y muestra a un Dante en sus plenas facultades, un polemizador que
plantea una convincente réplica a los que se oponen a la figura del emperador, con una gran habilidad para
abordar un discurso de tesis, preciso en la expresión y sólido en la estructura argumental y de contraste. El
autor se presenta aquí como un intelectual en su plena madurez, seguro de sus conocimientos y convencido
del poder de sus postulados, dirigidos a subrayar la importancia del esfuerzo de superación moral en íntima
relación con la libertad intelectual. A diferencia de los tratados anteriores, Monarchia(obra de gran interés
histórico en sí misma y en virtud de su originalidad) circuló y fue conocido, aunque a veces tuvo que ser
«mimetizado» para escapar de la censura eclesiástica.
Cabría mencionar aún en el panorama de las obras dantescas el sucinto conjunto de trece epístolas en
latín, conservadas en dos antologías, y las últimas églogas, dos composiciones bucólicas escritas también en
latín en Rávena entre 1319 y 1320. Son una pincelada más de esa larga madurez en la que Dante, ante todo, se
concentró en su obra mayor: la Divina comedia.

SU OBRA CUMBRE: LA DIVINA COMEDIA

Si el florentino hubiera sido solo el autor de los textos hasta aquí descritos, su producción ya destacaría entre
sus contemporáneos, pero aún se debe añadir al listado la que fue una de las obras cumbres de la literatura de
todos los tiempos: la Divina comedia, donde parecen converger todos los caminos hasta ahora transitados y, al
mismo tiempo, se apuntan multitud de caminos nuevos, configurando, como decía Mandelstam, «un poliedro
de trece mil facetas».
La Comedia, que fue «Divina» solo mucho tiempo después de su composición, ya en el Renacimiento, 7 es
una obra de audaz planteamiento y resultados deslumbrantes, una obra que aspira a sumergirse en la
experiencia de lo humano y a desarrollar este propósito enciclopédico en una forma poética exquisita y a la
par expresiva, con una poderosísima fuerza de concreción, de apego a los hechos. Este largo poema se
extiende a lo largo de unos 14.000 versos endecasílabos, estructurados en cien cantos y repartidos en tres
cánticas: Infierno, Purgatorio y Paraíso. La extensión de cada uno de estos cantos no es fija, pero sí regular
dentro de unos márgenes. Fijo y riguroso es, en cambio, el entramado del texto: los versos se desarrollan en
tercetos, cuya rima sigue el esquema aba, que se encadena con la rima de la siguiente estrofa, bcb, la cual a su
vez continúa en otro terceto cdc, y así sucesivamente. Una forma estrófica que combina la pausa con el fluir
constante y sutil del discurso, y cuya combinación constituye una de las claves de la Comedia. El número tres,
el de la Trinidad, es recurrente en esta obra y deviene su armazón último: estrofas de tres versos y tres
cánticas de treinta y tres cantos cada una, más un canto inicial (Infierno, 1) de introducción, para una suma
total de cien, número perfecto. Han de añadirse, en lo compositivo, los múltiples efectos de coherencia que
surgen a cada momento en el texto y que crean una arquitectura suntuosa: simetrías significativas entre
episodios o versos (a veces a distancia de muchos cantos); ecos conceptuales y léxicos; distribución estratégica

7 Con anterioridad, el humanista Giovanni Boccaccio había utilizado el adjetivo, pero no para referirse a todo el texto.
de algunos motivos o personajes; detalles alusivos; precisión léxica incluso en lugares poco llamativos. Se
entiende, por tanto, que se haya dicho repetidas veces que la Divina comedia puede ser vista como el
equivalente de una catedral medieval: forma un conjunto donde todo es armónicamente significativo, desde
la estructura hasta el detalle más recóndito y las múltiples interrelaciones entre elementos. Se ha dicho que
con esta obra Dante buscaba hablar de «todo» a «todos».
El argumento de la Divina comedia es simple, pero, como sostenía el propio autor, «abierto a la
digresión»: el protagonista narra su viaje por el más allá, cuenta lo que allí vio y detalla sus encuentros con las
almas de los difuntos, lo que da pie a amplias ramificaciones del recorrido narrativo. A mitad del camino de la
vida humana (es decir, tradicionalmente, a los treinta y cinco años), Dante recuerda haberse encontrado
perdido en una «selva oscura»; al intentar subir a una colina para escapar de esta selva, unas fieras lo
amenazan y debe volver sobre sus pasos. Así encuentra a quien se identifica como el poeta Virgilio, llegado
para guiarle por otro camino de salida, siguiendo las indicaciones de Beatriz. Tal camino es elmencio- nado
viaje por los tres reinos del otro mundo, en el que Dante adquiere la experiencia de lo humano y del cosmos.
En este trayecto conoce las historias de una variopinta representación de seres humanos: almas condenadas
eternamente de las formas más variadas y terribles en el infierno; penitentes marcados por la esperanza de un
futuro feliz en el purgatorio, y beatos completamente felices en la contemplación del sumo amor en el
paraíso. Virgilio lo acompaña en tan difícil recorrido a lo largo del infierno y del purgatorio, pero al llegar a la
cima del purgatorio, donde se halla el paraíso terrenal o Jardín del Edén, lo abandona, pues dada su condición
de alma noble pero pagana no puede conocer la gracia divina. En los cantos finales de la segunda cántica el
relevo de Virgilio lo toma Beatriz, la amada finalmente reencontrada. Es ella quien lo guía ahora por los cielos
del paraíso antes de llegar al final del trayecto, punto en el que san Bernardo de Claraval se encarga de
acompañar sus últimos pasos, que lo llevan, mediante la intercesión de la Virgen, a la experiencia de la
divinidad.
En los tres reinos, las almas se distribuyen de acuerdo con los rigurosos designios de la providencia divina;
en el paraíso se presentan en relación a las influencias planetarias que distinguieron a cada alma, y en el
infierno y el purgatorio la distribución es física, en espacios concretos para cada culpa, con sus distintos
castigos (basándose en una, por así decirlo, ley del talión). El núcleo del poema se va desarrollando a través de
los muchos encuentros con las almas: una casuística de variados personajes, cada uno con su historia, sus
reflexiones, sus sentimientos y sus recuerdos; esto es, cada uno con su individualidad. Con estas escenas se va
configurando un cuadro por el que, aunque de forma alusiva, Dante parece englobar en una mirada
comprensiva toda la realidad humana y, por ende, la totalidad del orden cósmico. La ambición de la obra es,
por tanto, máxima. En el fondo, se habla acerca de la capacidad de los seres humanos para aprehender los
engranajes de la existencia, un conocimiento al que puede llegarse en gran parte gracias a la razón, pero no
limitándose a ella, puesto que también hace falta la fe, que la complementa. De ahí que de la filosofía de la
razón, encarnada en Virgilio, pase necesariamente por la teología, a la que representa Beatriz y, finalmente,
por una experiencia que escapa a las facultades humanas, más propia del misticismo (de ahí la presencia de
san Bernardo, ese último y fugaz guía). Por supuesto, la dimensión simbólica de estos personajes no los agota,
pues ellos interactúan desde su particular circunstancia. Uno de los aspectos llamativos del relato es que parte
siempre del dato concreto de la experiencia humana. Ciertamente, Dante visitó el otro mundo, pero con los
pies en el suelo, y su forma de narrar y describir este periplo está ligada a la vida terrena.
Muchos lectores se han rendido ante este poder de observación de lo inmediato y de captación de lo
singular, un poder que activa una maquinaria generadora de sentido que no parece tener límites en su
capacidad de referencia, un potencial que se expresa en imágenes, metáforas y giros sintácticos, pero sobre
todo en las famosas comparaciones que pululan por doquier y que se apoyan indistintamente en la historia
sagrada, la antigüedad clásica y la historia cristiana y medieval. Algunas de estas comparaciones impactan por
su potencial referencia a lo absoluto, otras por su complejidad, otras por su precisión al expresar con la
máxima delicadeza... Esta encarnación de la imagen poética arraigada en lo concreto explica el enorme poder
visual del poema, por lo que, desde el siglo xiv, una larga lista de artistas se han sentido empujados a
representarlo plásticamente.
La posición del autor en el relato es determinante para que este desarrollo armonice con el todo. Dante-
autor refiere su periplo como si fuera el relato de un libro de viajes, fundamentando los hechos en la
rememoración racional de una experiencia concreta. Dante-autor es un escritor que recuerda —y es por ello
garante de esta narración— un viaje ocurrido hace un tiempo cuyo protagonista es un Dante-personaje. El
foco de atención va alternándose según requiere el relato, pero siempre con esa instancia aglutinadora del yo
que habla y que recuerda lo que hizo y sintió. Frente a él aparecen todos los aspectos de lo humano
encarnados en los numerosos y heterogéneos personajes de la obra, que parecen infinitos por la sabia forma
de aludir a su masa inconmensurable, centrándose solo en unos cuantos, esbozados con rápidas pinceladas.
Los hay bíblicos, clásicos y medievales; legendarios y literarios... pero todos ellos se presentan en un mismo
plano y en virtud de su condición ejemplar, aunque en algunos casos ya no sea posible captar sus matices,
puesto que al lado de famosos de todas las épocas hay también contempo- ráneos del autor de los que
actualmente apenas se sabe nada. Estos personajes se manifiestan en una amplia gama de comportamientos y
de reacciones ante la vida, la condena y el orden divino; se hace un recorrido que va de la desesperación al
lamento o la arrogante despreocupación, pasando por los tonos más delicados del afecto o del temor, y todos
aparecen vinculados a la experiencia singular e individual. Dante habla del otro mundo, de la situación de las
almas tras la muerte, pero al hablar de ellas se refiere en realidad a los actos de la vida terrenal que los
llevaron allí. Erich Auerbach, un gran filólogo romanista y crítico literario alemán, subrayó en su Dante, poeta
del mundo terrenal, que, al hablar del orden del más allá, el escritor florentino hace digna de tratamiento
literario la vida terrenal. Y esto no es un hecho secundario, porque se trata de una de las primeras irrupciones
sin tapujos de la representación del individuo en la historia de la literatura universal. Esa individualidad se
conserva en las sombras del más allá, que la hacen reconocible porque, aunque intangibles, adoptan la forma
de sus deseos y afectos.
En correspondencia con esta evocación de lo humano terrenal debe abordarse también la lengua del
poema, que emerge a lo largo de la obra con una fuerza arrolladora, sobre todo como adecuación del discurso
a la materia, hecho, lugar o personaje, si no de forma completamente mimeticao naturalista, sí al menos de
forma alusiva, de donde dimana una difusa y sistemática intertextualidad de dimensiones sorprendentes.
Deben resaltarse los múltiples niveles de significado que Dante consigue englobar en su prodigiosa
condensación verbal, la combinación entre lo que el verso sugiere (sea bello o tremendo) y la concisión del
vehículo: ese laconismo que le confiere su enorme poder de seducción. Como corolario, la expresión se
materializa en formas de gran riqueza inventiva, con un amplio abanico de registros y modos. Dante inventa,
mezcla, crea, híbrida, contamina... Su lengua es una fuerza de la naturaleza, creativa y fecunda hasta el
extremo, sin duda uno de los pilares de la gloria del poeta.
En cuanto a la estructura, físicamente el infierno es una enorme fosa con forma de cono invertido y
dividido en círculos concéntricos. Un reino oscuro y sin tiempo en el que los pecadores reciben sus castigos
eternamente, siempre en la desesperación de lo inmutable de su condena. La distribución de los pecadores en
este espacio se aleja de las habituales representaciones medievales del mundo infernal. Los primeros círculos
parecen referirse al usual esquema de los pecados capitales: el primer círculo para el limbo, el segundo para
los lujuriosos, el tercero para los golosos, el cuarto para los avaros y el quinto para los iracundos. Y aquí se
encuentra el punto de inflexión en el desarrollo de la obra, pues, a partir de este momento y hasta el final de
la cántica, se presenta una profusión de nuevas categorías ajenas al esquema mencionado. En el sexto círculo
se encuentran las murallas de la ciudad infernal y, dentro, los herejes. El séptimo círculo está dividido en tres
giros distintos: el de los violentos contra el prójimo, contra sí mismos y contra Dios. El octavo círculo,
separado del anterior por una pendiente vertiginosa, se encuentra ya dividido en diez fosas (las Malasbolsas),
en las que se condena a los fraudulentos en una gran variedad de formas. El conjunto de estas fosas queda
magníficamente aludido en los versos finales del canto XVII, cuando los dos viajeros descienden a ese nivel a
lomos de un monstruo, Gerión, y en su aproximación aérea el poeta describe cómo ve el nuevo espacio, casi
en un plano general de auténtico carácter cinematográfico. El círculo termina en un pozo enorme de donde
surgen los torsos de unos gigantes encadenados, gracias a los cuales se puede salvar el último precipicio y
llegar al centro de la Tierra, que es también el centro del Universo, de acuerdo con la visión cosmológica del
tiempo, el lugar ínfimo de la creación donde quedó atrapado Lucifer en su caída de los cielos (esta es la razón
por la que se creó el enorme agujero que constituye el Infierno). En este preciso lugar, dividido a su vez en
cuatro espacios sucesivos, se hallan condenados los traidores, los que cometieron fraude o daño a personas a
las que estaban unidos por algún vínculo personal. Cuanto más se desciende, mayor gravedad revisten las
culpas y más terribles parecen el castigo y el ambiente. El panorama aquí es espectral, aún más alucinado si
cabe que todo lo anterior: un lago helado y silencioso donde están sumergidos los condenados. En el centro,
Lucifer, imagen terrible e imponente, mastica en sus fauces a los grandes traidores: Judas (traidor de Cristo) y
Bruto y Casio (traidores del emperador). Este complejo conjunto se estructura a partir de una concepción que
se detalla pormenorizadamente en el canto XI: la parte que se encuentra fuera de las murallas infernales está
ocupada por los incontinentes, entes en cierta forma pasivos, pues son los que no supieron dominar su parte
instintiva («someten la razón al sentimiento», se dice en el célebre verso de Infierno, v, 39). Dentro de las
murallas se hallan los que actuaron para hacer el mal: primero quienes lo hicieron con violencia; después los
que utilizaron la razón. Cuanto más implicada está la razón, lo que distingue al ser humano, más grave es el
pecado. El esquema de conjunto se apoya pues, no en los pecados capitales, como parecía al inicio, sino, como
explica Virgilio, en las enseñanzas de la Ética de Aristóteles.
El infierno es un espectáculo verdaderamente asombroso por su torrencial fuerza imaginativa. Son
innumerables los ejemplos de cómo esta fuerza se despliega en un hervidero de imágenes poderosas e
insólitas, y al mismo tiempo profundamente vividas. Un episodio célebre es el desgarrador relato de los
últimos días del traidor conde Ugolino, condenado a morir de hambre encerrado con sus hijos (Infierno,
xxxm, 13-75).La frase lapidaria «más que el dolor pudo el ayuno» encuentra su simetría en el reclamo inicial
del personaje a quien escucha: «muy duro debes ser si no te dueles» al oír mi historia, «¿por qué llorar tú
sueles?». Otros episodios álgidos son el bosque espectral de los suicidas; los sodomitas bajo la lluvia de fuego
y el encuentro allí con el maestro Brunetto Latini; la fosa de los sembradores de discordia, espectáculo de
cuerpos mutilados con el trovador Bertrán de Born decapitado y con la cabeza en la mano «a modo de
linterna»; los herejes con el jefe gibelino Farinata, aún digno y orgulloso como «aquel que al infierno ha
despreciado» (Infierno, x, 36); el espléndido relato del último viaje de Ulises...
Precisamente allí donde Ulises concluye su viaje comienza el purgatorio, y se recalca así una oposición
clara que vertebra la Divina comedia. Cuando Dante y Virgilio, habiendo atravesado el centro de laTierra, salen
a la superficie en el otro hemisferio, aparecen precisamente en el paraje donde Ulises había acabado su vida:
una playa de una isla en el hemisferio austral, a los pies del monte del purgatorio; las imágenes, y en especial
las rimas, remiten directamente al relato de Ulises con que acabó el canto anterior. Pero la oposición es clara:
a pesar de la grandeza que se le confiere a Ulises, alguien no tocado por la gracia no puede tener acceso al
conocimiento de «ese mar sin gente» (Infierno, xxvi, 117).
En su desarrollo tangible, el purgatorio dantesco difiere por sus características e inventiva de la
concepción medieval de tal espacio. Es, antes que nada, un lugar físico, una montaña que surge en medio del
inmenso océano que ocupa completamente el hemisferio sur de la Tierra. Su origen se encuentra en la caída
de Lucifer, que provocó el gigantesco embudo infernal. En el aire flota la esperanza de iniciar un camino por
mejores aguas, y ello da a los versos un nuevo cromatismo. «De zafiro oriental suave tintura» (Purgatorio, i,
13): los primeros pasos por esta playa desierta son los de la persona admirada por la belleza del paisaje, de las
estrellas, de la tenue luz del amanecer y que no puede evitar relatar su experiencia con versos de radiante
belleza. En este reino se encuentran los penitentes, individuos que sufren un castigo pero saben que es por un
tiempo limitado y, por tanto, albergan la esperanza de llegar a la salvación. Es el único de los reinos de la
Comedia donde, en correspondencia, el tiempo transcurre y su paso se deja notar, frente a la eternidad del
infierno y el paraíso. En esta cántica, sensible a la belleza de lo material y lo temporal, abundan las menciones
a las artes: pintores, escultores y poetas. Es aquí donde Dante postula su credo poético y de donde surge la
famosa etiqueta del dolce stil nuovo.Muestra igualmente una aguda conciencia del hecho artístico, tanto al
hablar de fabulosos relieves (en los cantos X y XII) e insinuar una posición personal en referencia a las artes
plásticas, como al mostrarse consciente de lo efímero del favor del público, del sucederse del gusto en
referencia a los artistas, sean pintores o poetas. En el canto XVI, es decir, en la mitad de los cien cantos de la
obra, se desarrolla un discurso de orden político sobre la necesidad de una armónica convivencia de los
poderes de la Iglesia y el Imperio, y, siempre en posiciones centrales, el canto XVIII trata sobre el amor, desde
una concepción global del fenómeno que, partiendo de lo sensible e inmediato, puede llevar al puro,
auténtico, infinito amor divino —su única verdadera naturaleza, de la que el ser humano se desvía si no sabe
discriminar el objeto de deseo adecuadamente—. Se trata de una reflexión sobre dos ámbitos que ya habían
sido objeto de una larga especulación y cuyos frutos, ya como experiencia, se muestran en la cántica del
Paraíso.
El purgatorio culmina en el paraíso terrenal, un ambiente arcadicodonde Virgilio desaparece para dejar su
sitio a Beatriz, que finalmente se encuentra de nuevo con Dante, distante y fría, y le reprocha aquella etapa
inicial de desvío que la llevó a interceder por él. Superado el proceso de purificación del purgatorio, gracias al
cual Dante está al fin preparado, «puro y pronto a subir a las estrellas» (último verso de la cántica), se inicia,
ya con Beatriz al lado del poeta, el viaje por las esferas celestes que configuran el paraíso. Esta es la cántica de
la luz y de las imágenes deslumbrantes, seguramente uno de los textos que con mayor intensidad nos
sumerge en la estética de la luz que dominaba la concepción del cosmos en el pensamiento de la época. Es
también la cántica de la poesía, donde se busca plasmar lo intangible, lo situado fuera del mundo y del
tiempo, pero sin dejar el asidero de la referencia terrenal. Para facilitar la exposición, se dice que las almas,
abandonando momentáneamente su lugar de beatitud completa, salen al encuentro de Dante en su ascenso
por las esferas del cosmos y se sitúan en el ciclo del planeta cuya influencia más las distinguió (Paraíso, iv, 34-
42). Se mantiene así la estructura de sucesivos encuentros distribuidos según sucesivos espacios (en este caso,
las esferas celestes según la concepción del cosmos de la época: los nueve cielos más el Empíreo).
El Paraíso es una cántica conceptualmente prolija y densa, con profusión de argumentos y discursos
teológicos, en los que Dante desarrolla su sabiduría integradora hasta el límite, incluyendo en ese conjunto de
beatos, en general figuras notables de la cristiandad, a personajes heterodoxos (como el filósofo averroísta
Siger de Brabante, en el canto X, un pensador subversivo, al lado de Tomás de Aquino), en un sincretismo
elocuente y casi militante. La cántica engloba y culmina, insertándolas en un amplio contexto,
preocupaciones de Dante. Culminan por ejemplo, ocupando el canto VI casi enteramente, las reflexiones
políticas que cierran la graduación del discurso político que se ha desarrollado en los cantos VI de las dos
cánticas anteriores. Si en ellas el horizonte de referencia eran, respectivamente, Florencia e Italia, en el
Paraíso la cuestión es el Imperio como instrumento providencial y garantía de la paz en el mundo. Se detalla
también el destino personal del poeta mediante las palabras de su ancestro Cacciaguida (cantos XV-XVII),
quien le vaticina un destierro en el que «cómo sabe de sal probar te espera /el pan de otros, y cuán duro es el
arte/de subir y bajar por su escalera» (Paraíso, xvn, 58-60), y donde se desarrolla, además, un análisis
histórico con interesantes detalles acerca de la posición ideológica de Dante en relación a las mutaciones de la
época, la aparente decadencia de las virtudes y la consecuente ausencia de justicia.
El paraíso no se manifiesta de forma transparente ni simple ante los ojos del lector, pero el esfuerzo de
este recompensa con creces cada nueva lectura. Entrar en los recovecos de la Comedia es fascinante, como
también lo es dejarse arrastrar, en una renovada experiencia personal, por ese fluir incesante y cristalino de la
plasmación poética, del torrente creativo del poeta en el punto máximo de madurez. Todo se resuelve,
finalmente, en el encuentro culminante con el Amor, la divinidad que mueve el universo. No hay aquí medias
tintas: Dante, el poeta del amor, cierra su sistema a cualquier objeción. Aquel amor que había cantado tiempo
atrás no es más que, tal como teorizaba en el Purgatorio, la primera fase del que rige el cosmos. Se llega ya al
final del itinerario y del poema. Beatriz desaparece del primer plano y entra san Bernardo, quien, con una
extraordinaria oración que abre el último canto de la obra, intercede ante la Virgen para que a Dante le sea
permitido ver (o sentir) a Dios. Siempre racional, el autor se detiene a discurrir sobre lo difícil que le resulta
recordar aquellos momentos, algo que había sobrepasado sus facultades de percepción y elaboración mental.
En la conclusión, estas se muestran incapaces de gestionar semejante experiencia y, mucho menos, de
recordarla —si no es solo, se apunta, de forma parecida a la impresión que deja al despertar un sueño bello
cuyo contenido no se recuerda—. La «alta fantasía» ya no basta, pero la dicha es máxima. Culmina así no solo
la Comedia sino toda la historia literaria de Dante, cristalizando en este punto: la superación y el abandono de
las facultades humanas en una experiencia sobrehumana, la conciencia de haber sentido movidos su voluntad
y su deseo por la rueda última del universo, por el Amor «que mueve el sol y las estrellas».

1265 Dante nace en Florencia entre el 21 de mayo y el 21 de junio, hijo de Alighiero II di Bellincione, cambista, y de Bella,
su primera mujer. Lo bautizan con el nombre de Durante, nunca usado por el escritor.
1273 Muere su madre y, poco después, su padre se casa de nuevo.
1274 Se encuentra por primera vez con Beatriz, hija de Folco Portinari.
1277 Se concierta, con acta notarial, su matrimonio con Gemma Donati,miembro de una poderosa familia florentina.
1281 Muere Alighiero, su padre.
1283 Se encuentra con Beatriz por segunda vez. Compone sus primeros sonetos. Empieza su amistad con el poeta Guido
Cavalcanti.
1285 Se casa con Gemma Donati, con la que tiene cuatro hijos.
1286 Reside en Bolonia hasta los primeros meses del año siguiente. Trabaja en la composición de II Fiorey del Detto
d'Amore.
1287 Beatriz se casa con Simone de’ Bardi.
1289 Participa en la batalla de Campaldino contra los gibelinos de Arezzo y en la de Caprona contra los pisanos. Compone
«Donne ch’avete intelletto d’amore».
1290 Muere Beatriz.
1291 Inicia estudios filosóficos con los franciscanos y los dominicos.
1293 Comienza a redactar la Vita nuova.
1294 Empieza a componer las «rimas doctrinales», de temática moral, y los sonetos cómico-realistas de la tenzonecon su
amigo Forese Donati.
1295 Se inscribe en el gremio de médicos y especieros, con lo que accede al funcionariado del Comune de Florencia e inicia
así su vida pública.
1296 Compone las «rimas petrosas», sobre el amor a una «mujer-piedra».
1300 Los güelfos de Florencia se escinden en dos facciones en pugna: los«blancos» (bando conservador y autonomista) y
los «negros» (exponentes de la alianza de la alta nobleza con la alta burguesía financiera y mercantil, apoyados por
el papa y el rey angevino de Nápoles). Para pacificar la ciudad, los priores blancos, entre ellos Dante, condenan al
exilio a los jefes de ambas facciones. Entre los blancos expulsados está su amigo Guido Cavalcanti, que muere poco
después.
1301 Dante parte como embajador a Roma para pedir al papa que evite la entrada en Florencia de Carlos de Valois como
pacificador. Cuando el poeta regresa a Florencia, Carlos de Valois ya ha entrado en Florencia a sangre y fuego.
Dante se queda fuera de la ciudad.
1302 El nuevo podestàcondena a Dante y a otros gobernantes blancos a una multa de 5.000 florines y al confinamiento
durante dos años por cargos de fraude y malversación de fondos. Comienza el exilio de Dante, quien es condenado
a muerte.
1303 Dante va a Forlì y luego a Verona en busca de ayuda para la expedición contra los negros; empieza a componer De
valgan eloquentia.
1305 Segunda estancia en Bolonia. Redacta El convite.
1306 Reside en el Véneto: Padua, Venecia y la Marca de Treviso. Es huésped de los condes Malaspina en Lunigiana.
Trabaja en el Infierno.
1307 En Casentino, es huésped de Guido di Battífolle. Envía a Moroello Malaspina la «canción montanina». Reside en
Lucca hasta 1309.
1309 Enrique VII de Luxemburgo sucede a Alberto de Habsburgo y se prepara para restaurar la soberanía imperial en
Italia.
1310 Dante escribe una carta a los señores y pueblos de Italia para que reciban en paz a Enrique VII.
1311 Enrique VII es coronado emperador en Milán. Se concede una amnistía a los exiliados, pero Dante es excluido.
1312 En septiembre, Enrique VII pone sitio inútilmente a Florencia, donde la liga güelfa resiste con el apoyo del papa y el
rey de Nápoles. Dante empieza a escribir Monarchia.
1313 Enrique VII muere de forma imprevista. Dante viaja a Verona, donde permanece hasta 1318.
1314 Con motivo de la muerte del papa Clemente V, Dante escribe a los cardenales en cónclave instándolos a elegir a un
papa italiano.
1315 Se da a los exiliados florentinos la oportunidad de volver a Florencia, pero Dante considera inaceptables las
condiciones y de nuevo es condenado a muerte y a la confiscación de sus bienes.
1316 Dedica el Paraíso, que está escribiendo, a Cangrande della Scala.
1317 Infierno y Purgatorio, ya acabados, empiezan a ser conocidos.
1318 Deja Verona y se establece en Rávena, donde termina el Paraíso.
1319 Escribe las Églogas.
1321 Es enviado a Venecia como embajador por Rávena. De vuelta contrae la malaria y muere la noche del 13 al 14 de
septiembre.

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