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política
Este trabajo es el resultado de una sistematización cuidadosa del marco teórico de mi tesis
doctoral sobre escritura científica, particularmente sobre el tema de la alfabetización académica
en educación superior. Este artículo se inscribe en el marco del doctorado interinstitucional en
educación de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas en Bogotá – Colombia. Trabajo
asesorado por el Doctor Rigoberto Castillo.
Resumen
Comprender la alfabetización académica, implica una observación más amplia que el proceso de
interpretar y producir textos. En esta línea argumental, el artículo busca desde dimensiones
como la etimológica, histórica y política reflexionar y ampliar la visión de lo que significa la
alfabetización académica como un asunto de práctica social y formación continua en las
instituciones de educación superior.
En esta dimensión se pone de relieve el campo semántico del vocablo alfabetización que es
bastante amplio. Este término toma identidad a finales del siglo XIX y se fue generalizando,
hasta convertirse en una sombrilla conceptual que cobijó un amplio espectro en el ámbito
académico; ejemplo de ello son las diferentes acepciones con las que aparece en los diccionarios
de lengua castellana; por ejemplo, el diccionario de la RAE define “alfabetización” como
“acción y efecto de alfabetizar” y “alfabetizar”, como “poner por orden las letras” o “enseñar a
leer”, y “analfabeto” (del griego “an”: sin y “alphabetos”) como el que “no sabe leer”.
Ahora bien, hay quienes prefieren usar el plural “alfabetizaciones” en tanto que numera varias
definiciones que se refieren a habilidades de leer, niveles de comprensión, niveles de lectura y
escritura, dimensiones funcionales sociales y culturales, la extensión del término para nuevas
competencias y más aún, como estrategia de liberación en la “capacidad de leer el mundo’’,
como lo propone Paulo Freire ( )
Así mismo, se emplea con un sentido metafórico en expresiones como “literacidad científica y
tecnológica”; geográficamente el sentido metafórico de la anterior expresión, se hizo evidente
desde hace algunos años en los países anglosajones y en los países del norte de Europa; la
expresión designa un tipo de saberes, de capacidades o de competencias que corresponderá a lo
que fue la alfabetización en el siglo pasado (Braslavsky, 2003)
En el análisis del campo etimológico de este vocablo “alfabetización” se pueden evidenciar dos
aspectos importantes; en primera instancia, existen bastantes términos que han adquirido un
carácter sinonímico sin serlo y en segunda instancia, las acepciones de cada uno de ellos
resultan ambiguas y un tanto confusas. Esta situación ha sido el resultado de un intento fallido
de buscar equivalencias semánticas que puedan expresar la misma realidad, que en este caso, es
una única realidad adaptada a diferentes contextos.
Igualmente este antropólogo social, identifica un modelo ideológico que reconoce que la
práctica de alfabetización es producto de una cultura, de las estructuras de poder y de las
instituciones en donde se adquiere. En este sentido sugieren como ejemplo, la alfabetización
universal iniciada por la Reforma Protestante en Europa en el siglo XVI a través de la lectura
personal de la Biblia, que en el fondo respondía a los objetivos sociopolíticos de la
internalización de los mecanismos sociales de control político de la moral individual.
Al hablar de culturas y desde el enfoque etnográfico, la lectura y la escritura se han visto como
prácticas sociales, en donde los agentes usan los textos en contextos particulares, situados socio-
históricamente, con el fin de desarrollar funciones concretas.
Después de analizar estas prácticas en el espacio social, podemos hacer evidente en el ámbito
académico, por ejemplo, cómo un trabajo monográfico no es solo un escrito que muestra el
avance investigativo de un futuro profesional y que tiene una forma discursiva preestablecida
(tema, problematización, objetivos, metodología, análisis de resultados); también es un hecho de
escritura en el que un estudiante que finaliza su carrera profesional, debe cumplir con un
requisito para su grado con unos roles determinados (director de tesis de grado, jurados lectores,
tesista, contexto académico, conocimientos compartidos, entre otros) y en unas determinadas
condiciones (limitación temporal, presión social, ceremonia de grado, entre otras).
Es decir que en el ejemplo anterior, cada género discursivo constituye una cultura escrita, cuyas
prácticas de interpretación y producción textual, son particulares tanto académica como
socialmente y precisamente, una de las funciones de los estudios superiores es posibilitar, a sus
estudiantes, el ingreso a esas prácticas y comunidades discursivas.
En este orden de ideas, un ámbito actual y de especial interés “son los llamados Nuevos estudios
de literacidad, que con una perspectiva etnográfica, entienden la lectura y la escritura como
prácticas sociales, en las que las personas utilizan los textos, situados socio históricamente,
dentro de contextos particulares, para desarrollar funciones concretas” (Cassany, 2005, p.2).
Este tema tan trascendental lo trataremos en las dimensiones que siguen pero particularmente,
en la dimensión semántica.
Esta dimensión parte del principio de lo que significa pensar la Literacidad como un asunto de
política pública; en este sentido, hay una valoración social de este fenómeno que intenta
favorecer la capacidad crítica de los estudiantes y en consecuencia, la transformación de la
sociedad.
Cuando la alfabetización aparece por primera vez a finales del siglo XIX en el año de 1950, ésta
surge de la mano con las primeras leyes de educación pública que se gestan a partir de la
declaración de los derechos humanos y en este momento es cuando a nivel mundial, se inicia un
crecimiento de la alfabetización.
Ahora bien, con relación a la alfabetización académica, esta agenda abarca desde el aprendizaje
en la primera infancia hasta la educación y formación de jóvenes y adultos. Una nueva
alfabetización que se centra en la inclusión, la equidad y la igualdad de género y que además
pretende garantizar resultados de calidad en el aprendizaje para todos a lo largo de toda la vida.
También es el caso de la Universidad Edith Cowan, en donde por política, existe un programa
para el mejoramiento del aprendizaje de los estudiantes que ha redundado en beneficios como el
rendimiento escolar y la baja deserción estudiantil.
Con todo este proceso de formación en el ámbito académico, se establecen unas condiciones de
comprensión y producción de conocimientos complejas y diversas en tanto que la universidad se
muestra como un escenario donde confluyen los diversos saberes con sus enfoques teóricos,
metodológicos, socioculturales y, por supuesto, pedagógicos. No obstante, para entender la
magnitud de este espacio, fue necesario descomponerlo y analizarlo en diferentes dimensiones
(etimológica, histórica, semántica, pedagógica y política) que pudieran ampliar la visión de lo
que significa la alfabetización académica, como un asunto de práctica social y por supuesto de
responsabilidad institucional.
Bibliografía
Braslavsky B. (2003) ¿Qué se entiende por alfabetización? Lectura y vida: Argentina, Año 24
(2). Documento recuperado el 18 de agosto de 2016 en
http://www.oei.es/fomentolectura/que_se_entiende_por_alfabetizacion_braslavsky.pdf
Joyce, M (2000) How will literacy be define in the new Millenium En Reading Research
Quarterly, Vol 35. International Reading Association. Documento recuperado el 07 de abril de
2017 en
https://www.academia.edu/14897524/How_Will_Literacy_Be_Defined_in_the_New_Millenniu
m
Vigotsky, L S. (1979). El papel del juego en el desarrollo del niño. En L. Vigotsky (Ed.), El
desarrollo de los procesos psíquicos superiores (pp. 141-158). Barcelona: Editorial Crítica.