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Edificios II

Construir edificios

1. El edificio
1.1. Funciones esperadas de un edificio
1.2. Construcción de un edificio
1.3. Problemas de construcción de edificios
2. Objetivos de construir edificios
2.1. Cuestiones por resolver
2.2. Fases de la construcción
3. Constructividad
3.1. Conocimiento de constructividad
3.2. Integración del conocimiento de constructividad en el diseño
3.3. Principios de la constructividad
4. Secciones de un edificio

1. El edificio

Al inicio del curso de Edificios I realizamos un breve repaso de la historia de las


construcciones, tanto en su origen como refugio como su evolución con el paso del
tiempo en las diversas culturas hasta llegar a su estado actual y sus diversas
implicancias en nuestro medio.

Un concepto fundamental es el denominado habitabilidad, entendido como el


cumplimiento simultáneo tanto de requerimientos ambientales como sociales y que
define el grado de adecuación de una vivienda a las necesidades que debe satisfacer.

Los componentes esenciales para la habitabilidad implican que la vivienda y su


entorno sean saludables, energéticamente eficientes minimizando el consumo de
recursos no renovables. Repasemos entonces los aspectos principales que
pretendemos resolver al proyectar y construir los edificios.

1.1. Funciones esperadas de un edificio

1. Necesidades inmediatas del metabolismo humano:


▪ aire limpio
▪ agua limpia (beber/ cocinar/ aseo/ lavado)
▪ facilidades para preparar y consumir comida
▪ expulsión de desechos
2. Condiciones necesarias para la comodidad térmica:
▪ control del medio de irradiar temperatura
▪ control de la temperatura del aire
▪ control de las superficies en contacto directo con el cuerpo humano
▪ control de la humedad del aire y vapor de agua
▪ control del ingreso de precipitaciones y otras aguas
3. Condiciones necesarias para la comodidad sensorial, eficacia y aislamiento:
▪ condiciones óptimas para la vista
▪ aislamiento visual
▪ condiciones acústicas óptimas
▪ aislamiento acústico
4. Control de ingreso de elementos vivos

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5. Distribución de energía hasta los puntos de uso


6. Medios de conexión y comunicación con el mundo exterior
7. Facilitar la comodidad/ seguridad/ actividad productiva
8. Estructura estable
9. Protección de estructuras/ superficies/ sistemas de la humedad
10. Adaptación a sus propios movimientos
11. Razonable protección contra el fuego
12. Construcción sin dificultades y gastos excesivos
13. Manejo/ mantenimiento/ cambio de manera útil y económica

Comenzamos con demandas propias del hombre rodeado de un medio hostil, pero
luego incorporamos otras creadas por el propio edificio que se relacionan de manera
secundaria con las necesidades humanas.

El curso entonces abordará como un edificio responde a estas expectativas


funcionales. Como se ve, las demandas son complejas y encuentran maneras
también complejas de resolución; un ingeniero adecuadamente informado intentará
darles respuesta, inclusive en edificios muy grandes, con planteos tan sencillos y
directos como los procurados originalmente con los refugios naturales.

1.2. Construcción de un edificio

Un edificio se inicia como un concepto vago de necesidad en la mente de alguien; si dicha


necesidad es simple y la persona hábil, las etapas necesarias para la realización de aquel
concepto son sencillas y directas. Tradicionalmente, se realiza el trazado en el suelo de
un círculo o un rectángulo del tamaño apropiado y se utilizan materiales de los
alrededores —barro, piedras, troncos— para formar un edificio en el lugar; el diseño y
los detalles se resuelven aplicando procedimientos sancionados por la experiencia.

Para los proyectos de edificios más grandes se requieren arreglos más complicados.
Participarán un gran número de individuos y organizaciones: no solamente el
propietario y el inspector de obras, sino que también el profesional, especialistas en
diseño (en campos como las estructuras, fundaciones, calefacción, instalaciones,
acústica), un contratista principal, varios subcontratistas y proveedores de materiales,
además de quienes financian las obras, aseguradoras y abogados.

Con tantos individuos involucrados, tanto dinero que circula entre ellos, y los
constantes riesgos de accidentes, vandalismo, cuestiones climáticas, problemas
laborales, inflación y faltantes de materiales, es necesario establecer acuerdos por
escrito entre varios de los individuos detallando quién es responsable de qué, sobre
todo en el caso de que algo no funcione bien; como base de estos acuerdos se debe
definir, con precisión, qué se va a construir y cómo: estos son los objetivos de las
especificaciones, cómputos y pliegos de condiciones.

Estos documentos son el medio exclusivo para trasladar la idea de diseño del
propietario y el profesional a un edificio real. En base a éstos se concede el
financiamiento de la obra, se tramitan los permisos legales, se contratan los seguros, se
realizan las estimaciones y ofertas de precio, así como los contratos y subcontratos y
compras de materiales.

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1.3. Problemas de construcción de edificios

La construcción de un edificio genera mucha desorganización y alteración en sus


proximidades. Se obstruyen veredas, se obstaculizan los drenajes naturales y los
vehículos pesados suelen romper las calles; también se generan ruidos, suciedad y
humos en torno de la obra. Hay riesgos de lesiones, caídas de herramientas o
materiales; incluso el edificio sin terminar está expuesto a robos o vandalismo
haciéndolo más vulnerable a incendios o accidentes. Esto lleva a que el propio proceso
de construcción requiere mucha atención en el diseño a fin de minimizar su peligro y
molestias, elevando al máximo su eficacia y economía.

Durante la ejecución de los trabajos se requieren servicios temporales: agua,


electricidad, comunicaciones, sanitarios y retiros de escombros. Habrá que
proporcionar un sistema de drenaje temporal para conservar las excavaciones sin agua,
acceso para los camiones que entregan material y una zona de descarga próxima a áreas
secas y seguras para su almacenamiento. Se debe contar con aparatos para levantar y
transportar la carga de los camiones, a la vez de elevar los materiales y trabajadores
hasta los diversos niveles del edificio. También habrá que ejecutar cercos y barreras
para proteger al público de los peligros de la obra, y a ésta de los intrusos.

A medida que el edificio crece en altura, se requieren andamios y escaleras para acceder
a las diversas superficies. Muchos elementos de la estructura necesitan soportes
temporales: puntales y encofrados que luego se irán retirando a medida que ésta se
sostenga a sí misma. Se deben colocar barandas de seguridad en bordes y aberturas, así
como contar con oficinas de obra, vestuarios y comedores.

El rubro de la construcción registra la mayor cantidad de accidentes laborales, por lo


que se requieren muchos artefactos de protección para las diversas tareas: casco rígido,
zapatos de seguridad con puntas reforzadas y suelas antideslizantes, anteojos
protectores de astillas y polvo, guantes, cinturones y cuerdas de seguridad. A su vez,
muchas herramientas eléctricas se construyen con detalles de seguridad, como
protecciones de hojas de corte o interruptores que cortan automáticamente en caso de
caída accidental. Se debe contar con botiquines y extintores adecuados, contando los
trabajadores con un seguro sanitario, todo bajo la supervisión de un encargado de la
seguridad.

Los obreros suelen contar con sus propios pequeños instrumentos de construcción,
perteneciendo el resto de las herramientas al contratista general o a los
subcontratistas; puede que, para no disponer de un gran inventario de equipos, dicho
contratista alquile los que son muy grandes o altamente especializados a empresas
dedicadas a tal fin. Cada partida de material que ingresa en la obra debe ser verificada
para comprobar que se corresponda con las especificaciones correspondientes. Las
chapas de madera o el acero vienen con una identificación que certifica lo referente a
su composición y calidad, así como otros materiales de construcción que vienen
estampados y certificados de fábrica, indicando origen y calidad.

Los materiales como el H° o el mortero, que se colocan húmedos, no pueden tener su


calidad comprobada al momento de su colocación, ya que no hay ningún modo seguro
de saber cuál será su robustez después de endurecido. Usualmente se proyectan
pequeñas muestras de material en cada lote en moldes especiales; se los ubica junto a
los emplazamientos del edificio y se dejan un período normal de endurecimiento.

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En ese momento se los lleva al laboratorio donde se ensayan y se verifica si su


resistencia está por encima de la especificada; de no ser así, habrá que rehacer el
trabajo hecho con este material.

Si bien con los instrumentos de medición actuales los edificios se construyen con un
alto grado de precisión, hay que dar por sentado que aún los mejores elementos —a
causa de su gran tamaño— pueden haber sufrido (ya sea durante la entrega, a causa del
agua absorbida o por cambios de temperatura) variaciones que hagan que dejen de ser
alineados, aplomados o exactos en el momento de su instalación en el edificio. A su vez,
un obrero puede que no mida o coloque siempre exactamente una pieza como tendría
que serlo, especialmente el trabajo con H° y el encofrado de madera. Para el acero existe
una norma que especifica los máximos de deformaciones e inexactitudes de manera
acotada, pero para muchos elementos es esperable una tolerancia mucho mayor, a
veces de centímetros. Las aberturas en espera de puertas y ventanas deberán ser más
grandes que éstas, nivelando y colocando cuñas en su perímetro cubriendo con
elementos específicos la diferencia existente.

Se deberá tener en cuenta que los materiales que deban presentar una buena apariencia
se instalen lo más tarde posible dentro del proceso y estén protegidos de todo daño
hasta que el último obrero haya dejado el edificio. También se deberá determinar con
cuidado qué se dejará expuesto, ya que los materiales de construcción presentan,
además de sus propias imperfecciones, las marcas del proceso constructivo; de
pretenderlo, se requerirán otros que serán seleccionados —y más costosos— y mano
de obra de calidad superior y un mayor tiempo de colocación. Normalmente es más
barato seguir el camino corriente dejar a los gremios su tarea habitual y luego terminar
con sucesivas capas de revoques y pintura.

Examinando cualquiera de los modos tradicionales de levantar edificios en nuestro


medio, se advierte enseguida que existe un principio seguido en la sucesión de la
construcción, de modo que cada uno de quienes intervienen en la obra tapa y allana el
trabajo de los anteriores. Un equipo se encarga de grandes superficies de material plano
(losas, muros, contrapisos); el siguiente, tapa y alisa (revoques, carpetas, cielorrasos),
escondiendo lo más grueso de orificios y canaletas de los materiales planos; luego se
colocan los pisos, revestimientos y molduras; y –por último- los pintores tapan todas
aquellas capas con un fino revestimiento que preserva y embellece, realizan la última
limpieza, finalizando con la inspección final hasta la entrega de las llaves al propietario.
Así, luego de un largo y complicado período de gestación, ha nacido el edificio.

2. Objetivos de construir edificios

La finalidad básica de construir edificios es facilitar las actividades humanas que se


desarrollan en espacios organizados y dotados de un ambiente controlable; es decir, que
el artefacto contenedor de espacios ambientados facilite y potencie estas actividades
permite calificarlo de útil.

A su vez, su presencia en el entorno existencial de las personas los somete a exigencias


estéticas, significativas, simbólicas y comunicativas inherentes a la naturaleza humana.
El construir debe satisfacer las razones prácticas y a su vez las trascendentes propias
del arte para considerarse como bien ejecutado.

El siguiente párrafo ilustra lo expuesto precedentemente:

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Cuenta Illya Prigogine en “Enfrentándose con lo irracional” que paseando Niels Bohr y
Werner Heisenberg —ambos premios Nobel de Física— cerca del castillo de Kronborg (el
lugar donde se desarrolla el Hamlet de Shakespeare), Bohr reflexionaba: “¿No es extraño
ver cómo cambia este castillo cuando se imagina uno que Hamlet vivió en él?

Como científicos creemos que un castillo está formado sólo por piedras y admiramos la
forma en que el arquitecto las compuso. Las piedras, el techo verde de pátina, las tallas de
la iglesia forman el conjunto del castillo. Nada debería cambiar porque Hamlet viviera en
él, pero, de hecho, cambia completamente, inesperadamente, las paredes y las murallas
hablan un lenguaje diferente. El patio se transforma en todo un mundo, un rincón oscuro
nos recuerda la oscuridad del alma... Oímos las palabras de Hamlet: to be or not to be.

Sin embargo, todo lo que sabemos realmente de Hamlet es que su nombre aparece en una
crónica del siglo XIII; nadie puede probar que viviera aquí realmente. Pero todo el mundo
conoce las preguntas que Shakespeare puso en su boca, las profundidades del alma
humana que estaba destinada a revelar, y cada uno sabe que, en consecuencia, también
él tendría que ocupar un lugar en la Tierra, aquí, en Kronborg.

Simultáneamente, los enormes recursos utilizados nos marcan varios condicionantes


de tipo económico: primero, la eficiencia en la materialización del edificio, es decir,
sacar el máximo provecho de los recursos utilizados; segundo, el carácter limitado de
esos recursos, sumado a la economía de los medios energéticos que comporta su uso,
introduce un criterio de compromiso medioambiental; y tercero, el edificio ha de ser
resistente al paso del tiempo, permaneciendo íntegro en un período dilatado e,
inclusive, garantizando la seguridad de los usuarios frente a eventos catastróficos como
incendios o terremotos.

Resumiendo, un edificio —para estar bien construido— debe cumplir con los siguientes
objetivos:

• adecuación de sus espacios a los usos previstos


• adecuación del ambiente de esos espacios a los usos previstos
• conveniencia pública y privada de sus cualidades estéticas y comunicativas
• integridad a largo plazo de sí mismos y de sus ocupantes
• eficiencia directa y medioambiental de sus procesos de materialización

Los puntos primero y tercero se estudiaron en la materia Edificios I; los tres restantes
los analizaremos a lo largo de este curso.

Estos objetivos se traducen en numerosas cualidades —requisitos— que dependen de


una o más variables. La satisfacción de estos requisitos, medidos según sus variables,
exige de los edificios, sus partes y sus elementos, unos modos de comportamiento
genéricos, llamados exigencias.

Para saber si una solución constructiva es la adecuada para esas exigencias, debemos
conocer las prestaciones que aporta, que deberán ser iguales o superiores a las
exigencias.

Dichas prestaciones son consecuencia de las características de las formas y materiales


que constituyen los elementos constructivos, que a su vez dependen de los procesos de
producción que las hacen posibles.

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Por ejemplo, el objetivo general de la adecuación del ambiente se concreta en cinco


requisitos: protección del agua, comodidad térmica, control de iluminación y protección
contra la contaminación y el ruido. Tomando este último, e.g., la comodidad acústica
depende —entre otras cosas— de la variable intensidad del nivel sonoro, que de día no
debe superar los 40 dB(A). Para que esto ocurra, además de otras cuestiones, se deberá
exigir a las paredes que nos separan de los vecinos un aislamiento de 50 dB(A) (ésta es
la exigencia que afecta al elemento constructivo); se puede conseguir mediante una
pared de hormigón que aísla 54 dB(A) —la prestación— de 16 cm de espesor —la
forma— y realizada con un Hº Aº de 2500 kg/m³ —el material— siendo estas dos
características consecuencias de los procesos de producción de los materiales y su
puesta en obra.

Este ejemplo partía de una exigencia que se concreta en variables fácilmente


cuantificables; pero en muchos otros casos son cuestiones cualitativas, como una
determinada forma geométrica o una apariencia concreta, difícilmente convertibles en
números.

Los valores de las exigencias generalmente los fijan las normativas de cumplimento
obligatorio en cada país. En casos específicos, como el aislamiento acústico de aulas de
un conservatorio de música, deberemos acudir a libros de la especialidad o a la
experiencia de casos similares que nos orienten sobre los valores a aplicar.

Una de las mayores dificultades de construir bien es que no existe una respuesta única
a cada exigencia sino múltiples posibilidades y que, además, cada elemento
constructivo tiene que dar respuesta simultánea a varias exigencias, muchas veces
contradictorias entre sí. Las soluciones concretas normalmente dan satisfacción sólo a
unas exigencias y a otras no. En el ejemplo anterior, ampliamente se satisface la
exigencia con paredes de ladrillo común o tabiques dobles de placas de yeso; pero
mientras el ladrillo o el hormigón pueden ser portantes, no lo serán dichos tabiques,
que sin embargo podrán ser movibles y pesan mucho menos.

En definitiva, construir bien es encontrar la solución constructiva óptima, que será la


que tenga un buen cumplimiento de todas las exigencias, aunque no la mejor en cada
una de ellas por separado. El ingeniero se encuentra muchas veces ante la disyuntiva
de satisfacer unas exigencias en detrimento de otras; se trata de encontrar el equilibrio
entre todas ellas.

2.1. Cuestiones por resolver

Vimos entonces que tenemos dos grandes grupos de cuestiones:

• los diferentes modos mediante los cuales se concreta la cadena objetivos/


requisitos/ exigencias, en cada parte y elemento en que se puede
descomponer el edificio;

• las diferentes maneras según las cuales las soluciones de partes y elementos,
aportadas por nuestra actual tecnología edificatoria, concretan la cadena
inversa: producción/ características de los materiales y formas/ prestaciones
que satisfagan las exigencias anteriores.

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El ingeniero ocupado en el proceso de proyecto de un edificio deberá adaptar a su


caso concreto la cadena que —cumpliendo con los objetivos— define las exigencias
de elementos y sistemas, las que constituyen los problemas a resolver; y evaluar las
prestaciones de las soluciones genéricas de los distintos elementos y sistemas
constructivos para elegir y adaptar la más adecuada a dicho caso concreto.

Como no hay dos edificios iguales, las soluciones son genéricas y es necesario
adaptarlas a cada edificio; pero el éxito final sólo se alcanza si, además de adaptarlas
con acierto en la fase de proyecto, luego se materializan correctamente en la fase de
obra.

2.2. Fases de la construcción

El proceso de construir una obra pasa necesariamente por una fase previa donde el
profesional (o grupo de ellos) imagina y plasma su idea en documentos gráficos y
escritos —el proyecto— para que luego pueda ser materializado por un conjunto
numeroso de personas; esta fase de denomina proceso de diseño.

Para concretar dicha idea se precisa del concurso de materiales, herramientas y


operarios hábiles que hagan realidad lo imaginado previamente. Para cumplir los
objetivos, los materiales finales deberán ser los adecuados y las formas elaboradas
coincidir con exactitud con las propuestas. Los diferentes conjuntos de
transformaciones, agregaciones, etc., de los materiales de la naturaleza que
permiten el paso de lo imaginado a lo real, se denominan proceso de producción.

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El éxito de la construcción depende del correcto desarrollo de ambas fases, es decir:

• que lo imaginado sea potencialmente útil en su uso del espacio y del


ambiente previsible, que asegure la integridad del edificio y de sus
ocupantes, que sea estéticamente conveniente, además de ser susceptible de
ser materializado económicamente con los procesos de producción
disponibles;

• que el proceso de producción consiga las propiedades especificadas para los


materiales y configure las formas dibujadas para los elementos y el conjunto
del edificio, de manera que aquellas potencialidades se materialicen
definitivamente.

3. Constructividad

Anteriormente vimos cómo las tareas de diseñar y construir estuvieron reunidas


en las mismas personas durante la mayor parte de la historia, así como a partir del
Renacimiento se fueron separando, surgiendo con la Revolución Industrial la
ingeniería moderna y la definitiva diferenciación de actividades. En la actualidad,
las tareas de diseñar, calcular, construir e incluso coordinar se encuentran
totalmente separadas, y la tendencia aparente es una progresiva, creciente y mayor
especialización.

Dicha especialización de actividades que caracteriza a la industria de la


construcción actual ocasiona dos tipos de problemas: los objetivos de las distintas
especialidades son esencialmente diferentes y semicompetitivos entre sí, y además
los límites de acción y alcance de las distintas especialidades no están complemente
definidos.

Los métodos contractuales habituales en la construcción conllevan diversas


implicancias, ya que al no estar integrados (e.g., por licitación o subcontratación)
impiden al diseñador conocer e incorporar las características propias del trabajo
del constructor; a su vez, la inspección técnica externa (tradicionalmente
responsabilidad del proyectista) desliga parcialmente a los diseñadores del
aprendizaje en obra. Adicionalmente, la presión por los plazos acotados implica que
el tiempo que se destina a estudio y desarrollo se reduce al mínimo y que las obras
se comienzan a construir antes que el diseño esté terminado.

La creciente complejidad técnica de las tecnologías de construcción impide al


proyectista conocerlas en su totalidad, por lo que debe concentrarse en aquel
conocimiento que efectivamente impactará en el diseño; mientras que la industria
exige a éste cada vez mayor calidad y productividad tanto en el producto final como
en el proceso de construcción, el que debe ser rápido, fácil, económico y seguro.

Como consecuencia de lo señalado precedentemente, se iniciaron hace unas tres


décadas en Inglaterra una serie de estudios que resaltaron la fragmentación de la
industria y la falta de conocimiento constructivo de los diseñadores como causas
de pérdida de productividad en la construcción.

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Así apareció el concepto de constructividad, entendido como la manera en la cual


el diseño de un edificio facilita su construcción; el acento estaba colocado en el
diseño y el trabajo de quienes lo desarrollaban. Posteriormente, en EE. UU. se acuñó
el término constructabilidad, con un significado similar, pero con un enfoque
comprensivo de todas las etapas de proyecto y un mayor énfasis en la gestión,
procurando cumplir los objetivos propuestos con los menores recursos posibles. A
partir de entonces diversos investigadores han estudiado el tema, intercambiando
ambos conceptos siempre dentro del campo de la ingeniería.

En definitiva, la constructividad se define como el grado en el cual un diseño permite


una mayor facilidad y eficiencia de construcción, sujeto a todos los requerimientos del
cliente y del proyecto.

Debemos distinguir entre constructividad y factibilidad de construcción, ya que


esta última es un concepto binario (es factible o no) y la primera es un concepto
gradual: un proyecto no factible tiene constructividad nula; el grado de
constructividad es un indicador de calidad.

Entendemos por proyecto de construcción a una empresa altamente compleja que


involucra una serie extensa pero limitada de procesos y actividades coordinadas,
que se desarrollan en forma paralela o secuencial, cada uno con sus propias
tecnologías, participantes y recursos productivos necesarios, con el fin último y
principal de realizar materialmente un edificio concreto.

La importancia de la constructividad —como atributo del diseño— puede


analizarse desde distintos aspectos:

a. desde el punto de vista del proyecto


• cuanto más temprano se tome una decisión de proyecto, mayor impacto
tiene y menor costo implica;
• diseños con mayor constructividad generan obras de mejor calidad,
permiten disminuir el tiempo de construcción, y optimizan el tiempo del
diseñador;
• tienen mayor costo inicial pero menor costo total, disminuyendo además
los costos post-construcción, generando obras con menor riesgo.

b. desde el punto de vista de la industria


• diseños con mayor constructividad están correlacionados con mayor
productividad en obra, mayor rentabilidad en la empresa, que se traducen
en mayor competitividad de la industria y beneficio social por mayor
eficiencia.

c. desde el punto de vista del ingeniero


• beneficios económicos por un trabajo con mayor valor agregado y ahorro
de costos, y no económicos por satisfacción y orgullo profesional.
• es una obligación ética profesional.

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3.1. Integración de la constructividad en el diseño

Analizando las características del conocimiento de constructividad, se observa que


mayormente es de naturaleza tácita, es decir, que principalmente reside en las
mentes de los expertos, estando asociado a experiencias, habilidades, visiones o
intuiciones técnicas y generales; siendo un porcentaje menor explícito, en forma de
documentos escritos y/o gráficos. Ello implica que en general es de difícil
articulación y transferencia, siendo principalmente procedimental (saber hacer
algo) e instrumental (como herramienta que respalda el proceso de diseñar). Nos
sirve para analizar y entender el problema de diseño, proveer alternativas de
solución, comparar opciones y seleccionar la más conveniente.

Relaciona variables de proceso (construcción) con variables de producto (edificio),


y es dependiente de su contexto físico y temporal: una solución particular que
otorga más constructividad a un diseño en un cierto contexto de proyecto puede
restarla en otro. Sin embargo, las variables y relaciones son las mismas en todos los
contextos de diseño, aun cuando se modifiquen los valores específicos en cada
situación.

La constructividad es un saber de especificidad graduable, ya que puede ser general


(asociado a conceptos que son aplicables a la mayoría de los proyectos) o específico
(asociado a aspectos puntuales de cada situación en particular); el conocimiento
general es prioritario durante las primeras etapas del diseño y el específico es
necesario para las etapas de desarrollo. A su vez, es altamente fragmentado y
disperso, dado que no existe conocimiento que sea integral y completo, ni siquiera
sobre un punto específico, y porque reside en las mentes de los expertos, que se
encuentran distribuidos espacial y temporalmente.

El principal método para la creación de conocimiento de constructividad es una


combinación entre experiencia (en la propia acción), reflexión (sobre los resultados
de los propios diseños) y crítica (de pares o de retroalimentación desde la obra). El
proceso de diseño se define como una serie de opciones y decisiones que tienen por
propósito equilibrar distintos objetivos de proyecto, semicompetitivos entre sí, a
fin de proveer una solución efectiva a un conjunto particular de necesidades del
cliente, usuario y del propio proyecto.

El proceso de diseño sigue una organización lineal, secuencial de etapas crecientes


en especificidad y detalle: la segmentación clásica del proceso de diseño divide
linealmente un proyecto en etapas consecutivas, diferentes en naturaleza y
objetivos, crecientes en complejidad y nivel de detalle y que supone el
cumplimiento satisfactorio de una etapa antes de pasar a la siguiente. En nuestro
medio, las etapas son: croquis, anteproyecto, planos generales, planos de detalles y
de construcción y especificaciones técnicas.

Creativamente, el proceso de diseño divide progresivamente un proyecto en una


serie indefinida de iteraciones o ciclos de un mismo mecanismo básico de análisis-
propuesta, creciente en complejidad. Los resultados de cada ciclo no son
independientes, sino que se revisan y reprocesan en el ciclo posterior. Las etapas
básicas del ciclo son: definir objetivos, detectar restricciones, integrar variables,
evaluar posibilidades y hacer elecciones.

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3.2. Principios de constructividad

Se entienden por principios de constructividad a los criterios básicos que orientan


las decisiones de diseño, señalando la tendencia generalmente adecuada,
resultandos prescriptivos en su nivel más general, a modo de estrategia.

Son aplicables a la mayoría de los problemas de diseño en contextos tradicionales, y


resultan útiles en las etapas medias de diseño cuando las principales decisiones ya
están parcialmente tomadas y comienzan a definirse los primeros detalles. Los
cuatro principios fundamentales son:

a. Principio de simplificación de tareas de construcción


b. Principio de reducción de tareas de construcción
c. Principio de reducción de variabilidad de tareas de construcción
d. Principio de flexibilidad de elección de tareas de construcción

A continuación, se desarrolla cada uno de estos conceptos.

a. Principio de simplificación de tareas de construcción

El principio de simplicidad es el más básico y natural de todos: proyectos que


requieran tareas de construcción más sencillas de realizar determinan menor
dificultad total de construcción. La especificación de diseños de geometrías sencillas
y fáciles de comprender y trasladar al sitio, que requieran de un menor grado de
habilidad de la mano de obra, que necesiten herramientas y equipos de uso habitual,
que permitan mayores tolerancias, que utilicen sistemas de montaje simples, que
utilicen materiales conocidos y fáciles de manipular, entre muchos otros ejemplos,
son aproximaciones intuitivas al principio de simplificación de tareas de
construcción.

Por ejemplo, el diseño de un edificio pequeño que por condiciones de carga y


resistencia de terreno requiera de fundaciones profundas, anchas y próximas unas
a otras, define tareas de construcción de alta dificultad unitaria. Los remanentes de
terreno angostos o inestables implican la ejecución de sostenimientos transitorios y
entibaciones, o sea una mayor cantidad de acciones de construcción. Debido al
mayor perímetro lineal de excavación, una mayor superficie de terreno queda
inutilizada para traslado de materiales y personal, disminuyendo la accesibilidad
interior. Los obreros deben ser más prolijos en una excavación de diseño complejo
y probablemente no pueda ser realizada a máquina debido a la proximidad entre
una zanja y la siguiente. El retiro de material se hace más difícil, debido al menor
espacio de circulación y a la falta de lugar para montar rampas para carretillas;
aumenta el tiempo de excavación, al igual que los riesgos de seguridad. En este
escenario es muy probable que, en obra, el constructor decida cambiar ligeramente
el diseño y realizar una excavación total hasta el mínimo nivel especificado,
eliminando todas estas dificultades adicionales, para rellenar los espacios
intermedios (contemplados como terreno natural en el diseño original) con material
de aporte compactado luego de hormigonar las fundaciones. Esto, si bien incluye
nuevas tareas con otras dificultades unitarias —acumulación de material de aporte,
compactación, etc.— es, a fin de cuentas, más simple de construir que el diseño
original.

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Un diseño con alta constructividad y que considere esta situación podría, siguiendo
el principio de simplicidad, contemplar desde el comienzo esta metodología más
sencilla de construir e, incluso, podría aprovechar el espacio entre fundaciones —en
vez de ser rellenado— como espacio útil de diseño, tales como espacio para
instalaciones u otros elementos.

El principio de simplificación es aludido indirectamente por casi toda la literatura


existente existiendo amplio acuerdo en su importancia fundamental. Prácticamente
la totalidad de los autores reclaman una mayor simplicidad en los diseños como el
mecanismo más directo para aumentar la constructividad de los proyectos.

Sin embargo, es también unánime la opinión que el mayor problema de aplicación


de este principio —aparentemente obvio para los constructores— es que los
equipos de diseñadores tienen dificultad para detectar qué es lo que representa una
tarea de construcción simple, siendo frecuente que los diseños más simples sean
malinterpretados como tradicionales, elementales o reduccionistas y resultando por
ende poco atractivos. Diseños más simples son aquellos que consideran los recursos
y condiciones de construcción y que especifican características que se ajustan a ello.
Por lo tanto, no existen reglas universales para definir cuáles son: lo que es un diseño
simple en un proyecto definido, puede ser una solución de alta dificultad en otro
proyecto, debido a que la mano de obra, el terreno o las condiciones climáticas, por
ejemplo, no son las mismas.

Veamos el ejemplo de comparar la dificultad de ejecución de dos soluciones


constructivas para los tabiques divisorios interiores en un edificio de hormigón
armado, una constituida por placas de yeso y estructura de metal galvanizado y otra
de bloques de hormigón celular (asumiendo que las características de desempeño
final que responden a los requerimientos de uso y costo son prácticamente
equivalentes, para centrar el análisis estrictamente en la dificultad de construcción
de ambos diseños). Para ello, primero se procede a identificar cuáles son las tareas
de construcción necesarias requeridas para la realización de cada una de las
soluciones, tanto aquellas particulares de cada una (dimensionado y corte de
perfiles, ensamblado y fijaciones, colocación de aislación y de revestimientos, para
el caso de la tabiquería; o preparación de mezcla adhesiva, tendido de hiladas,
colocación de conectores metálicos y relleno de espacios de encuentro con
elementos estructurales para el caso del hormigón celular) como las que son
comunes a ambas soluciones (transporte y almacenamiento de material, trazado,
terminación final, colocación de instalaciones, etc). A continuación, se debe
identificar en cada tarea los componentes básicos y determinar cuáles son los
indicadores de dificultad relevantes para cada uno.

Es aquí donde las condiciones particulares de trabajo comienzan a definir el


resultado: por ejemplo, para el componente mano de obra, es más difícil encontrar
operarios especializados en albañilería de hormigón celular que para la tabiquería
de yeso; si el proyecto está en una zona de limitación de personal, esta variable es
relevante para la ponderación de dificultad.

En relación con el contexto, la albañilería es un sistema constructivo húmedo,


mientras que la tabiquería se ejecuta en seco; por ello, si el proyecto está en un
contexto de condiciones climáticas extremas, con tiempo ajustado o incluso con
limitado acceso a agua apta, será entonces esta condición la que se vuelva
determinante.

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Este principio —aunque de simple comprensión— es relativamente de difícil


aplicación dado que es, por definición, integrado y ponderado. Es integrado porque
cada decisión de diseño repercute siempre sobre distintos factores, por lo que no se
puede aplicar el principio de simplicidad para un factor sin tener en cuenta a los
demás. Es ponderado, porque cada factor tiene un impacto relativo en la dificultad
de la tarea, dependiendo de las circunstancias propias del proyecto.

Por ejemplo, la modulación —como veremos más adelante— es una técnica común
para simplificar las tareas de construcción. Cuando los diseños están modulados de
acuerdo con las dimensiones de los materiales se simplifican las acciones en obra,
entre otras cosas porque se deben hacer menos cortes, porque las medidas de estos
son constantes, porque todos los elementos son iguales y no existe riesgo de
equivocación de instalación de una pieza incorrecta, entre otras cuestiones.

Supongamos un cielorraso suspendido en el que se tiene la opción de modular los


cortes en la estructura de madera de acuerdo con las dimensiones de las planchas o
modular los cortes de planchas de acuerdo con las dimensiones de la madera.
Asumiendo una equivalencia de desempeño para este caso, la aplicación del
principio de simplicidad obliga a analizar ambas tareas, y en forma integrada
ponderar cual tiene mayor impacto sobre la dificultad unitaria. Luego de analizar
cada uno de los componentes en ambos escenarios, se puede concluir que —en un
contexto tradicional— los cortes en las planchas de yeso, en comparación con los
cortes en madera, requieren herramientas más complejas, mayor precisión en la
acción de corte, mayor tiempo de ejecución, son de mayor fragilidad, mayor costo
por equivocación, obliga a tareas secundarias como la toma de juntas, existen
mayores riesgos de afecciones secundarias como humedad —entre otras razones—
por lo que la optimización integrada y ponderada de dificultad unitaria es mayor.

Se concluye en esta situación supuesta que modular la estructura de madera de


acuerdo con las dimensiones de la placa de yeso genera una tarea de construcción
más simple.

b. Principio de reducción de tareas de construcción

El principio de reducción de tareas es la segunda manera intuitiva de reducir la


dificultad de construcción desde el diseño. La elección de diseños prefabricados (en
todas sus posibilidades: abierta o cerrada, en terreno o en industria, etc.), que
especifiquen materiales discretos y continuos, que privilegien productos
industriales pre-terminados, que mantengan una modulación coherente, que
disminuyan la necesidad de tareas secundarias o auxiliares, que definan detalles y
soluciones de diseño más simples, entre otros muchos otros ejemplos, son
aproximaciones intuitivas al principio de simplificación de tareas de construcción.
En resumen, consiste en preferir aquellos diseños que se construyen con una menor
cantidad de tareas de construcción o —visto de otra manera— optimizar los diseños
para eliminar pasos, etapas y tareas de construcción en obra.

Este principio es sumamente importante porque es el principal argumento analítico


que explica la promoción de industrialización y prefabricación como estrategia de
diseño para aumentar la constructividad. Por ejemplo, un proyecto que deba ser
construido en un terreno rural con poca accesibilidad a recursos productivos, de
difícil topografía e inestable condición de suelo, con clima agreste y dificultades de
comunicación, prácticamente todas las tareas tienen alta dificultad unitaria.

13
Edificios II

A fin de aumentar su grado de constructividad, un diseño podría tratar de eliminar


la mayor cantidad de tareas de construcción en terreno, y sustituirlas por tareas
desarrolladas en un ambiente que cuente con indicadores más favorables en
relación con los factores negativos. El proyecto podría ser prefabricado casi en su
totalidad y luego transportado al sitio, donde las tareas se reducen exclusivamente
al montaje. Menor cantidad de tareas con menor dificultad unitaria implica una
mayor constructividad.

Prefabricación e industrialización son dos términos diferentes, pero usualmente


confundidos. La industrialización es el proceso productivo seriado que utiliza
métodos, sistemas y técnicas racionalizadas, optimizadas, con intenso uso de
tecnología y altamente controlables para la elaboración de productos homogéneos,
de calidad uniforme y de estándares de desempeño certificados. La prefabricación,
en cambio, consiste en el proceso productivo en el cual tareas específicas de una
obra de construcción son parcialmente desarrolladas fuera del sitio definitivo.

Por ejemplo, las puertas son tradicionalmente un producto que se compra


terminado a un proveedor, de dimensiones y características de desempeños
conocidas y seriadas, que es fabricado en una planta industrial con procesos
tecnológicos racionalizados y eficientes; es por tanto un producto industrializado, y
el diseño del edificio debe adaptarse a ella. En cambio, un proyecto de construcción
de un edificio con una cúpula superior que sea fabricada en una industria y luego
trasladada y montada en la torre, representa un ejemplo de prefabricación. En este
caso, la cúpula se realiza específica y únicamente para ese proyecto y su
(pre)fabricación respeta el diseño original. Industrialización y prefabricación
representan dos aproximaciones distintas al mejoramiento de constructividad que
operan bajo la lógica del principio de reducción de tareas de construcción. Tanto la
utilización del conjunto marco/puerta, como la prefabricación de la cúpula en un
lugar distinto al tope del edificio permiten eliminar tareas en obra.

La industrialización y prefabricación como mecanismos de mejora de


constructividad actúan tanto de manera directa como indirecta. Los proyectos con
alto número de elementos y componentes industrializados, o proyectos en que
parcial o totalmente tengan partes prefabricadas trasladan un número de tareas
necesarias fuera del sitio de construcción a uno distinto donde no los afectan los
problemas propios del terreno. Pero estas estrategias de diseño también actúan de
manera indirecta: los componentes industrializados y/o prefabricados no sólo
reducen la cantidad de tareas en obra, sino que además aprovechan las ventajas
comparativas que existen en entornos de producción controlados, con mayores y
mejores recursos productivos; es decir, se agregan las cualidades positivas de un
entorno especialmente preparado para la producción. Por ejemplo, la construcción
de ventanales compuestos, que además del vidrio integran capas de aislación
térmica y/o acústica o dispositivos de control térmico, representan trabajos
extremadamente complejos de realizar en obra; más aún, cuando las fachadas son
complejas geométricamente, con tareas previas de baja confiabilidad como la
ejecución de obra gruesa o cuando los materiales son de naturaleza inestable como
la madera, la baja constructividad puede amenazar directamente la calidad esperada
del proyecto. Soluciones de ventanas industrializadas eliminan todas estas tareas
complejas del terreno, permitiendo además agregar otras que serían imposibles en
obra, como tratamientos químicos, sellados al vacío y control de calidad
instrumental.

14
Edificios II

La eliminación de tareas de construcción debido a la prefabricación e


industrialización existe en varios niveles: se reducen tanto las primarias como las
secundarias. En obras prefabricadas menor cantidad de acciones auxiliares son
necesarias (e.g., construcción de moldes y encofrados, andamios, almacenamiento
de materiales, limpieza, instalación de dispositivos de seguridad para el desempeño
de tareas, etc.) lo que refuerza doblemente el principio de reducción de tareas. Es
más, en general una manera fácil y rápida para conocer el grado de prefabricación
de un proyecto es examinar la cantidad de residuos generados en la obra: a mayor
cantidad de escombros, menor prefabricación.

El principio de reducción de tareas no sólo se materializa en las estrategias de


utilización de componentes industrializados o prefabricación de partes. La
simplificación de detalles o de procesos constructivos por reducción de partes
también representa aplicaciones efectivas de este principio.

Por ejemplo, la utilización de paneles de madera contrachapada en los tabiques


como elemento estructural arriostrante, frente a la solución tradicional de
encofrados elimina las acciones de medición, corte, clavado y ajuste de diagonales,
reducción y encastre de pies derechos y encamisado posterior del tabique para
recibimiento de terminación. Siguiendo el mismo contexto de diseño en madera, el
uso de conectores metálicos en sustitución de ensambles y encastres entre piezas
de madera (e.g., en confección de cerchas o en la unión de piezas en ángulo) reduce
notablemente la cantidad de acciones de corte y ajuste.

c. Principio de reducción de variabilidad de tareas de construcción

El principio de reducción de variabilidad de tareas es el tercer mecanismo de


reducción de dificultad de construcción desde el diseño. La especificación de diseños
con componentes estandarizados, la repetición de un mismo detalle constructivo o
especificación de familias de detalles que compartan características comunes, el uso
de componentes similares, la modulación geométrica y constructiva de los espacios
y componentes, el uso de soluciones de diseño que se adapten a los productos
disponibles en el mercado o la reducción de tipos de materiales, componentes y
elementos dentro de la obra, entre otros muchos otros ejemplos, son
aproximaciones intuitivas al principio de reducción de variabilidad de tareas de
construcción.

En definitiva, la repetición de características de diseño idénticas o similares


disminuye la dificultad total del proyecto: en otras palabras, consiste en preferir
aquellos diseños cuyas tareas de construcción necesarias resultan similares,
repetitivas y con menor variabilidad. Si el principio de reducción de tareas propone
eliminar todas aquellas que son prescindibles y luego el principio de simplificación
de tareas propone concentrarse en aquellas con menor dificultad unitaria, el
principio de reducción de variabilidad propone repetirlas lo máximo posible en el
proyecto a fin de tener el menor número de tareas diferentes posibles.

Por ejemplo, un proyecto de pequeño tamaño en albañilería y estructura de Hº Aº,


la elaboración de armaduras para columnas y encadenados, así como los encofrados
e incluso la preparación del hormigón probablemente serán realizadas a pie de obra
por el equipo de obreros, utilizando métodos manuales y herramientas básicas.

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Edificios II

Para incrementar el nivel de constructividad del proyecto, el diseño podría


estandarizar las secciones de elementos de hormigón armado a fin de reutilizar los
moldes el máximo posible y mantener consistencia en una dosificación de hormigón,
a fin de evitar posibles errores o contaminación del material. Las armaduras podrían
ser idénticas en todas las vigas, encadenados y columnas respectivamente, con sólo
dos dimensiones de hierros (principales y estribos) a pesar de la ineficiencia
estructural que esto puede significar. De esta manera, los armadores, por ejemplo,
pueden construir mesas con guías para la elaboración de estribos sin temor a
equivocarse, y optimizar el tiempo realizando una tarea repetitiva.

Este principio se fundamenta en el paradigma de la curva de aprendizaje, según la


cual tanto las organizaciones como las personas mejoran crecientemente su
desempeño a medida que más tiempo invierten desarrollando la misma actividad.
Esto se da tanto a nivel individual, dado como aprendizaje propio, como a nivel
corporativo, en términos de aprendizaje organizacional y optimización de los
recursos.

Siguiendo el ejemplo anterior, los armadores mejorarán en calidad y velocidad de


desempeño progresivamente a medida que deban continuamente repetir el mismo
diseño de armaduras y, dado que las tareas se mantienen invariables, requerirán
menos supervisión durante el resto de la tarea; a su vez, resulta más fácil detectar
un error por simple comparación. El oficial puede construir guías y plantillas y, dado
que son tareas repetitivas, los ayudantes pueden confeccionar armaduras con la
simple supervisión de éste. Igual situación ocurre con los encofrados, hormigonado
e incluso tareas como el vibrado: al cabo de algunas iteraciones, ya habrán
descubierto cuales son los nudos más complejos y habrán desarrollado una técnica
especial para ellos.

Visto en términos empresariales, se optimiza el uso de la capacidad instalada y la


inspección técnica se hace más eficiente, pues se puede recurrir a sistemas de
control de gestión repetitivos; en general, la obra se hace más fácil de construir. En
la literatura referente al tema se alude a este concepto —entre otras
denominaciones— como estandarización, modulación, normalización, unificación,
las que comparten este mismo principio como base, aunque con algunas diferencias;
resultan todas válidas como estrategias de mejora de la constructividad.

La estandarización o normalización son conceptos que se refieren a lo mismo: la


definición y utilización de normas o estándares que delimiten las características o
condiciones de realización de un producto o proceso en un contexto determinado.
Estandarizar en construcción significa definir con alta precisión las características
de un cierto componente, subcomponente o proceso constructivo y utilizarlo con
intensidad en el proyecto, a fin de homogeneizar y tener un mayor control sobre el
producto final; es una estrategia de mejoramiento de constructividad que se
fundamenta en el principio de reducción de variabilidad.

A mayor cantidad de características de diseño que respeten un mismo estándar o


norma, menor variabilidad en la tarea de construcción asociada. Por ejemplo, si en
un proyecto se define un estándar general para revestimiento de muro según
programa, independientemente de las condiciones de ubicación o geometría de cada
local, en obra las tareas de terminación se reducen a una gama conocida y las tareas
específicas derivadas de las particularidades de cada recinto se eliminan.

16
Edificios II

La modulación se refiere a la definición y repetición de una misma unidad,


denominada módulo, en la construcción o elaboración de una totalidad mayor. En
ingeniería y arquitectura, esto puede tener dos vertientes de significado: una, el
módulo representa una dimensión geométrica, que se toma como unidad de medida
y sirve de base compositiva a través de su simple repetición o combinación con
variantes proporcionales; la otra, el módulo representa un elemento o conjunto de
elementos constructivos, de carácter unitario, que se repite y articula con otros
módulos equivalentes en la construcción de un proyecto.

En ambos sentidos, el concepto esencial es la repetición de un mismo elemento


previamente definido, sea de tipo geométrico o constructivo, que finalmente
ocasiona que las tareas de construcción en obra sean también idénticas y repetitivas.
Por ejemplo, el diseño de la partición interior de un piso para oficinas es típicamente
un ejemplo del uso de modulación geométrica como estrategia de mejoramiento de
constructividad: estos recintos requieren una gran densidad de tabiques, puntos de
iluminación, centros eléctricos, instalaciones de aire acondicionado, tendido de
redes y equipamiento, que en un diseño libre ocasionaría innumerables colisiones,
encuentros no deseados y descoordinación de elementos que llevaría a una
inusitada cantidad de acciones constructivas de cortes, ajustes, extensiones,
desviaciones y correcciones, multiplicando por varias veces la complejidad,
duración y costo de construcción, donde la falta de coordinación resultaría la regla
y no la excepción.

Respecto a la segunda estrategia de mejoramiento de constructividad —la


utilización de módulos constructivos— usualmente se da por prefabricación, es
decir, aquella que forma unidades física y funcionalmente independientes, que se
fabrican en una planta y luego se traslada al sitio de obra donde se montan y
articulan con otros módulos.

Obradores y hospitales de emergencia son ejemplos, así como ocurre en un proyecto


educacional, donde todos los salones de clase son muy similares y perfectamente
podrían normalizarse y constituirse en un módulo de diseño, con todas sus
características idénticas. En obra, los equipos tendrían que ejecutar cierta cantidad
de módulos de salas de clase in situ con todos los beneficios de la repetición, pero
sin acudir a la construcción prefabricada.

d. Principio de flexibilidad de elección de tareas de construcción

El principio de flexibilidad de elección de tareas de construcción es el menos


intuitivo de todos, resultando hasta cierto punto contrario a nuestra percepción,
especialmente en un contexto de formación de diseñadores como controladores
absolutos de todo el proceso de producción de edificios.

Según este principio, proyectos en los cuales la determinación de las tareas de


construcción es flexible para el constructor —entre una cierta gama de posibilidades
que con diferentes procesos constructivos obtienen los mismos resultados de
diseño— tienen mayor grado de constructividad. El principio de flexibilidad no
significa diseñar sin definir las tareas de construcción; significa privilegiar aquellos
diseños que tienen más de una manera de construirse.

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Edificios II

Desde el punto de vista analítico, se parte de que la preferencia de características de


diseño que permitan al constructor mayor cantidad de posibilidades de elección de
tareas para obtener un mismo resultado final, implican finalmente una menor
dificultad de ejecución, dado que éste por definición optimizará la opción que tenga
menor dificultad unitaria, ceteris paribus.

Este mecanismo y consecuente principio de construcción se basa en la presunción


de conocimiento experto, el que reconoce que el saber específico sobre procesos de
construcción es propio del constructor, no de los diseñadores.

A partir de esto, se asume que las decisiones específicas en estas materias son, por
definición, mejores cuando son tomadas por los constructores. Por su propia
naturaleza, los constructores privilegiarán el mejor y eficiente desarrollo de la obra,
anteponiendo estas preocupaciones por sobre otras, como por ejemplo la calidad
arquitectónica de un edificio; por supuesto, es imposible asegurar que esto sea así
en todos los casos, pero se presume que es el criterio general.

Basado en esta presunción, el principio de flexibilidad de elección privilegia aquellas


características de diseño que, salvaguardando el mismo resultado final —y esto es
clave— permiten que la elección de tareas de construcción necesarias sea tomada
por el constructor.

En otras palabras, el principio de flexibilidad de elección de tareas de construcción


reclama que los diseñadores aumenten aquellas características de diseño que
pueden ser construidas de varias maneras posibles y permitan que la elección final
sea tomada por el constructor.

Por ejemplo, en un proyecto de vivienda de paneles de madera, el lugar donde se


fabriquen los paneles es indiferente al resultado final. Entre otras opciones, se
podría (pre)fabricar los paneles en una planta industrial con ambiente altamente
controlado y trasladarlos a obra; prefabricar los paneles en el terreno, en una planta
cercana a pie de obra con ambiente semicontrolado y luego moverlos al punto exacto
de montaje; o fabricar los paneles exactamente en su posición final a través de un
procedimiento constructivo clásico.

Si en todos los escenarios los paneles son fabricados cumpliendo exactamente los
requisitos de diseño y con los mismos estándares de calidad (materiales, geometría,
tolerancias, etc.) la decisión final acerca de dónde fabricarlos depende de las
condiciones y recursos de construcción específicos del proyecto, más que del diseño
mismo o del resultado final.

Así, la opción de prefabricación industrializada permite mayor grado de control


sobre los procesos y mayor eficiencia en la producción seriada, pero requiere
infraestructura especial (espacio para la fabricación, almacenamiento de materiales
y paneles, etc.) y condiciones propicias para el traslado (buenas vías de
accesibilidad, recursos para la carga y descarga, transporte adecuado, etc.). En el
otro extremo, la opción de fabricación en su posición final evita el traslado, reduce
el espacio de almacenamiento y elimina la necesidad de infraestructura para
prefabricación, pero requiere de una mayor supervisión y control para el
aseguramiento de calidad, lo que aumenta el riesgo de demoras y retrasos.

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Edificios II

El constructor seleccionará la opción que mejor se ajuste a su disponibilidad de


recursos y condiciones de obra: probablemente si el proyecto corresponde a una
zona de clima desfavorable donde el tiempo de construcción al aire libre debe
reducirse al mínimo, el constructor optará por la prefabricación industrial; si las
condiciones de accesibilidad al terreno para vehículos grandes son complejas pero
el terreno mismo tiene mucho espacio disponible, probablemente optará por
prefabricación a pie de obra; o si no existen instalaciones industriales disponibles y
la mano de obra calificada para supervisión es abundante, la opción será de
fabricación tradicional. La oportunidad de elegir es lo que hace que la decisión se
optimice y la dificultad de construcción disminuya. Desde el punto de vista del
diseño, la constructividad se aumenta al especificar un panel que pueda ser
fabricado en los tres escenarios y que no tenga características específicas que
obliguen a optar por una u otra opción.

El principio de flexibilidad de elección de tareas de construcción exige a los


diseñadores la renuncia al control total del proyecto, lo que —aunque sensato— es
todavía discutido en ciertos sectores. El profesional ya no es el architekton de la
antigüedad o master maçon del Medioevo, que controlaba desde la elección de
muebles y tapices hasta la dirección de los obreros. En la industria actual, los
constructores pueden tomar mejores decisiones sobre los procesos de construcción,
y la esencia de este principio es darles aquel poder tanto como sea posible, sin
sacrificar las características del producto final. El principio de flexibilidad reconoce
que los ingenieros son los responsables del producto final y de su desempeño, pero
demanda que sean elásticos en las demás decisiones.

No debe malinterpretarse el principio de flexibilización como de falta de


compromiso con la construcción por parte del diseño. La indefinición de tareas y
traspaso de toda la responsabilidad al constructor cae en el equívoco de la división
de tareas sin integración, y significaría diseñar sin tomar en cuenta la realidad del
proceso constructivo ni considerar los factores de construcción y eso es justamente
lo que la constructividad trata de evitar. El principio de flexibilidad exige al
diseñador ser totalmente consciente y comprometido con los procesos de
construcción de sus obras, al punto de ser capaz de definir opciones y dentro de
éstas dar al constructor la posibilidad de optar por la más eficiente según su propio
criterio.

El principio de flexibilización de elección de tareas de construcción puede ser


aplicado en todas las etapas de desarrollo del proyecto con diferente énfasis y nivel
de detalle, pudiendo o no existir participación directa del equipo constructor; en un
escenario ideal, el principio se aplica en un contexto gradual y participativo. Por
ejemplo, en una primera etapa de diseño el proyecto podría oscilar entre utilizar
prefabricación o no: el constructor es requerido para decidir que opción es más
eficiente para el diseño propuesto, considerando los recursos de construcciones
disponibles.

Con el desarrollo del proyecto y llegado cierto punto de avance, nuevamente se


enfrenta un planteo que permite diferentes posibilidades de construcción; así el
equipo constructor es requerido para decidir, e.g., el largo de las vigas principales,
que podrán ser más largas y unitarias (aunque más dificultosas para el traslado) o
más cortas y fáciles de mover (pero implicando más uniones en obra). Esta dinámica
de participación requiere una interacción continua y constante entre un equipo
diseñador propositivo de muchas opciones y otro constructor analítico y resolutivo.

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Edificios II

Sin embargo, como es obvio, no siempre es posible. En muchos casos los equipos
diseñadores deben desarrollar los proyectos en forma aislada o con muy baja
participación de profesionales de obra; es precisamente en este contexto menos
favorable, cuando el principio de flexibilidad se hace aún más crítico.
La tendencia general entre los diseñadores enfrentados a estos encargos es la
definición absoluta de todos y cada uno de los más mínimos detalles de proyecto,
incluyendo la definición de tareas de construcción. No obstante, el precio que ello
implica es la renuncia a la optimización potencial debido a la falta del conocimiento
experto de construcción.

Aplicando el principio de flexibilidad, más opciones de realización pueden


plantearse respondiendo al mismo producto final —sin implicar indefinición— lo
que permitiría al equipo constructor decidir y facilitar el desarrollo de obra. Incluso
en contextos donde tradicionalmente se exige la mayor definición posible, por
ejemplo, en proyectos cuya construcción será licitada públicamente, la aplicación
del principio de flexibilidad acarrearía mayor eficiencia. Si un proyecto licitado
planteara diferentes opciones de construcción, cada postulante podría elegir la más
conveniente según sus propios recursos, experiencia y conocimiento, disminuir la
dificultad de construcción y —consecuentemente— los costos, resultando así una
licitación más efectiva.

4. Secciones de un edificio

Para alcanzar los objetivos propuestos es necesario descomponer la unidad del


edificio genérico en secciones de estudio, dentro de las cuales se pueda hacer con
facilidad la comparación entre exigencias y prestaciones.

Una primera descomposición se realiza en las cinco partes esenciales:

• Exterior
• Estructura
• Compartimentación
• Instalaciones
• Envolvente

La estructura y las instalaciones son campos del conocimiento que cuentan con
ingenieros especialistas; en tanto, la envolvente y la compartimentación, cuya
complejidad es creciente con el desarrollo de la tecnología edificatoria, cuentan con
especialistas en una solución concreta y dependientes comercialmente de la
empresa que la produce, pero no existen profesionales cuya experiencia domine de
manera amplia e independiente tanto los problemas como las soluciones.

El objetivo final será dar criterios de elección y adaptación, entre las soluciones
existentes, de la más conveniente al problema planteado. Previamente, entonces
será menester saber plantear correctamente los problemas (es decir, en cada caso
particular, definir y cuantificar todas las exigencias derivadas de los objetivos
enunciados); y luego, en relación con las soluciones genéricas existentes (definidas
por sus formas, materiales y prestaciones) saber evaluarlas, escoger la más
adecuada y –finalmente- adaptarla a cada caso concreto.

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Edificios II

Una manera de evaluar el peso relativo de cada una de las partes en estudio es
vincularlas con las patologías ocurridas en edificios, para lo que podemos acudir a
las cifras que nos brindan las compañías aseguradoras respecto a su origen:

• 36 % en envolvente (25 % fachadas, 11 % cubiertas)


• 26 % en estructura (15 % cimentaciones, 11 % parte aérea)
• 15 % en compartimentación
• 12 % en instalaciones
• 12 % en el conjunto del edificio

Como se observa, la envolvente es la parte más expuesta a fallas, justamente por ser
la más compleja y donde no encontramos justamente especialistas en su campo de
aplicación; además, es la de mayor peso en la faz estética y la que requiere mayor
creatividad por parte del proyectista.

No debe olvidarse que el objetivo final será la síntesis, imprescindible para concebir
algo tan complejo como un edificio; éste, para estar bien resuelto, será más que la
pura adición de sus partes dado que las interrelaciones entre éstas son decisivas en
el resultado global final.

Como se ve en las estadísticas anteriores, buena parte de los problemas de una parte
se derivan de acciones provenientes de otra: alteraciones en la fachada son
consecuencia de fallas en la estructura o en las cubiertas, o las de la
compartimentación por fallas en las instalaciones, por ejemplo. La gran dificultad
que presenta el trabajo de crear edificios satisfactorios, siguiendo los lineamientos
de los objetivos enunciados al inicio, es conseguir el equilibrio efectivo entre tantos
requerimientos potencialmente opuestos que afectan tanto a la materia como al
espacio.

Surge entonces la pregunta: ¿existe algún método que simplifique y permita abordar
lo antes expuesto con mayor facilidad? Lamentablemente, la respuesta es negativa,
si bien pudo haber sido posible hasta hace unas décadas, cuando se trataba de la
utilización razonable de unos pocos recursos limitados.

Pero tanto los intentos de prefabricación, que no han logrado sustituir a los métodos
tradicionales, como las tendencias opuestas de la arquitectura moderna —desde las
que proponen la racionalidad constructiva y funcional a las que casi postulan la
inmaterialidad de los edificios— nos brindan actualmente un panorama confuso y
que no admite respuestas simples.

En resumen, se debe tender a una formación destinada a manejar críticamente la


información cada vez más extensa, cambiante, compleja —y muchas veces
sesgada— sin pérdida de la visión de la globalidad.

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