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La idea de reflexionar sobre los seres humanos, las relaciones entre ellos y
con las estructuras sociales que han creado, y dentro de las cuales viven, es tan
antigua como la historia de la humanidad. Sin embargo, la idea de ciencia –que
significaba simplemente conocimiento- como un conocimiento sistemático sobre la
realidad con algún tipo de validación empírica y que fuera más allá de la sabiduría
heredada es una empresa del mundo moderno.
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La Revolución Industrial implicó un nuevo modo de producción que trajo consigo enormes cambios en la vida
social ya que dio un giro de la economía agrícola hacia la industrial. Asimismo, otros procesos contribuyen con la
necesidad de contar con nuevos análisis de la sociedad tales como el crecimiento demográfico, la acumulación
de capitales, el aumento de mano de obra desocupada y la incorporación de nuevas técnicas e invención de
máquinas (máquina de hilar, locomotoras, etc).
basada en la explotación, las modificaciones en el plano de lo político dado por las
ideas de la Revolución Francesa (año 1789) y la constitución de nuevas clases
sociales generaron transformaciones y tensiones que requerian ser analizadas. Es
en este contexto que las ciencias sociales pretenden explicar el funcionamiento de
todas las instancias de organización social, pero para ello necesitaron alejarse de
las interpretaciones teológicas sobre el comportamiento de los hombres ymujeres y
aspirar a la elaboración de un conocimiento social verificable.
Es en este contexto cuando la universidad (que en muchos sentidos había
sido una institución moribunda desde el siglo XVI, por haber estado estrechamente
unida a la Iglesia) revivió a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX como
principal sede institucional para la creación del conocimiento. La historia intelectual
del siglo XIX está marcada principalmente por esa disciplinarización y
profesionalización del conocimiento, es decir por la creación de estructuras
institucionales permanentes diseñadas tanto para producir nuevo conocimiento
como para reproducir a los productores del conocimiento. La creación de múltiples
disciplinas se basaba en la creencia de que la investigación sistemática requería un
abordaje fragmentado de la realidad, la cual debía ser racionalmente dividida en
distintos grupos de conocimientos.
En muchos países, y ciertamente en Gran Bretaña y Francia, el trastorno
cultural provocado por la Revolución Francesa impuso cierta clarificación del debate.
La presión por las transformaciones políticas y sociales habían adquirido una
urgencia y una legitimidad que ya no resultaba fácil contener mediante la simple
proclamación de teorías sobre un supuesto ‘orden natural’ de la vida social. En
cambio, muchos –sin dudas con esperanzas de limitarlo- sostenían que la solución
consistía más bien en organizar y racionalizar el cambio social que ahora parecía
inevitable en un mundo en el que la soberanía del “pueblo” iba rápidamente
convirtiéndose en norma. Pero para organizar y racionalizar el cambio social primero
era necesario estudiarlo y comprender las reglas que lo gobernaban. No sólo había
espacio para lo que hemos llegado a llamar ciencia social, sino que había una
profunda necesidad social de ella. Además, parecía coherente que si se intentaba
organizar un nuevo orden social sobre una base estable, cuanto más exacta (o
“positiva”) fuese la ciencia tanto mejor sería lo demás, fue así que se volvieron a las
ciencias naturales como modelo a seguir.
Fue en el curso del siglo XIX cuando las diversas disciplinas se abrieron
como un abanico para cubrir toda una gama de posiciones del conocimiento. En un
extremo, la matemática y las ciencias naturales experimentales (física, química,
biología). En el otro extremo, las Humanidades (filosofía, artes y letras). Entre una y
otra, las ciencias sociales que buscaban leyes generales de la realidad social, más
cerca de las ciencias naturales que de la especulación de las Humanidades.
Políticamente, el concepto de leyes generales parecía ser mucho más útil para los
intentos de control de los movimientos por el cambio. Se proclamó que la ciencia era
el descubrimiento de la realidad objetiva utilizando un método que nos permitía salir
fuera de la mente, mientras se decía que los filósofos no hacían más que meditar y
escribir sobre sus meditaciones. La ciencia positiva se proponía representar la
liberación total de la teología, la metafísica y todos los demás modos de ‘explicar’ la
realidad. Las divisiones dentro de las ciencias sociales se consolida para finales del
siglo XIX como parte del intento de obtener e impulsar el conocimiento ‘objetivo’ de
la ‘realidad’ con base en descubrimientos empíricos (verificables, observables). Se
intentaba ‘aprender la verdad’, no intuirla o inventarla.
Paradigma objetivista
Los analistas sociales van a tomar como paradigma científico el que les
ofrecen las ciencias de la naturaleza, especialmente la Física. El predominio de la
concepción objetivista de la ciencia y su carácter empírico y pragmático ponen su
sello al siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.
El positivismo se caracterizó por dar una explicación causal de los hechos, el
predominio del método experimental y el matiz predictivo del conocimiento con el fin
de dominar la naturaleza. Según Augusto Comte en el positivismo el conocimiento
se construye sobre lo dado, sobre lo puesto y no sobre lo supuesto. El conocimiento
tiene una base empírica y un método: el experimental. Para tener acceso al objeto
de conocimiento debemos acercarnos al mismo con el menor número de supuestos
acerca de él, de lo contrario corremos el riesgo de no ser objetivos en nuestra
explicación del mismo. El objetivo es descubrir las leyes que explican el devenir
histórico, estas leyes universales se constituiran en verdades absolutas.
Para esta corriente en la realidad existe un orden único que tiende al
progreso indefinido de la sociedad. Todo lo que ocurre responde a ese orden natural
que hay que descubrir, conocer y aceptar. Así, el ser humano no es el constructor
de la realidad social, propone una suerte de inmovilismo social, de orden social
descartando la problematización.
En síntesis los estudios sociales desde una óptica positivista considera:
● que la naturaleza es fija y estable.
● que la sociedad está regida por leyes naturales, es decir, por leyes
invariables, independientes de la voluntad y de la acción humana.
● que el método de las ciencias sociales debe ser idéntico al de las
ciencias de la naturaleza al igual que los procedimientos de
investigación y, sobre todo, que la observación debe ser neutra y
objetiva.
Paradigma Subjetivista
A comienzos del siglo XX comienza el cuestionamiento a los principios
objetivistas en las explicaciones científicas. El desarrollo del capitalismo a escala
mundial, las guerras (en especial la segunda guerra mundial) y sus consecuencias
políticas, económicas, sociales, ideológicas y culturales, hicieron que el principio de
la ciencia al servicio del progreso indefinido de la sociedad fuera fuertemente
cuestionado.
Como respuestas a estas inquietudes y frente al positivismo surgieron una
serie de corrientes de pensamiento que se han denominado, en sentido amplio,
subjetivismo. Aunque son muy diversos los autores y perspectivas que se cobijan
bajo este término, todos tienen como rasgo común la comprensión de los problemas
de la realidad social. Dicha comprensión va más allá de la explicación casualista del
positivismo; se acentúa la identidad sujeto-objeto, en tanto el/la investigador/a y el
objeto de investigación pertenecen a un mismo universo histórico y en
consecuencia, se posibilita la comprensión desde dentro de los fenómenos
históricos, sociales y humanos. El sujeto, la sociedad, la historia, no podían ser
estudiados como un objeto, situándose más allá de un aparente observador neutral
donde las valoraciones estuvieran suprimidas. Por el contrario, estos juicios de valor
-basados en la ideología, la experiencias, los saberes construidos y los intereses-
tenían que ser reconocidos, puestos en evidencia, no disfrazados ni disimulados.
Por otro lado, el mundo no puede ser pensado como algo fijo o estático, sino
como continuamente fluyente. La realidad siempre remite a un proceso, a un
desarrollo en el tiempo (historia), a un proyecto que nos ha sido transmitido
(tradición) y que nosotros/as retomamos. Como parte de una determinada realidad
histórica y procesal, nuestra visión del mundo será siempre parcial, relativa y
contingente. A su vez, los/las científicos/as introducen el concepto de totalidad de
los fenómenos sociales, analizar la realidad social es analizarla desde sus múltiples
dimensiones (política, económica, social, ideológica, cultural, entre otras) y
conexiones con otros procesos sociales (tanto diacrónicos como sincrónicos).
Por lo antes dicho, la pretensión de verdad para los subjetivistas es
radicalmente distinta a la de la ciencia positiva. La verdad sólo puede ser parcial,
transitoria y relativa, características que surgen de la pertenencia del sujeto al
ámbito de lo interpretable y de cada ente singular. No hay un método como criterio
de verdad. Los métodos cobran entonces otro sentido y dejan de ser considerados
en las ciencias sociales como garantes de la racionalidad plenamente objetiva del
conocimiento que se produce sobre el mundo de la vida para ser considerados
como dispositivos que permiten poner en juego una aproximación dialógica con la
realidad social que es estudiada.
En este sentido, la reflexión epistemológica en Ciencias Sociales ha
revalorizado el papel del consenso en la aceptación de la verdad en la actividad
científica y, segundo, la intervención localizada de la verdad en los diversos ámbitos
científicos.
En resumen, el paradigma subjetivista puede esquematizarse de la siguiente
manera:
● el sujeto se ha reconocido, y por lo tanto, incorporado como elemento
constitutivo del proceso del conocimiento de la realidad. El sujeto, productor
de significados, forma parte de esas realidades que el investigador analiza y
transmite.
● la concepción de verdad y sus posibilidades de alcanzarla de una vez y para
siempre, independientemente de sus contextos históricos y hasta geográficos
(leyes universales), ha entrado en crisis y ha sido reemplazada por una visión
del concepto de verdad que en virtud de procesos históricos se ha
relativizado y otras voces, las de las “minorías”, las del pensamiento científico
no hegemónico, entre otras, pugnan por construir y legitimar otros modos de
conocer y construir “verdades”;
EL ESPACIO
El espacio es un concepto multidisciplinar, en matemática el espacio es un
conjunto de puntos; en física, se asimila al concepto de campo y hace referencia al
espacio cósmico. En ciencias sociales es el objeto de estudio de la geografía y
encontramos, al menos, dos enfoques diferenciados que se corresponden a los
paradigmas arriba señalados.
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Extraordinariamente egocentrico; los lugares conocidos conectados con la propia casa, icónicos,
inexistencia de escala, dirección, orientación y distancia.
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Mapa coordinado en abstracto y jerárquicamente integrado, preciso y detallado, orientación,
distancia, forma, volumen y escala, apenas símbolos icónicos, leyenda necesaria.
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Actualmente esta reflexión cognitiva de carácter evolutivo está siendo abandonada, si bien se
reconoce la existencia de universales cognitivos de naturaleza evolutiva, es importante reconocer la
importancia que tienen en la competencia espacial, la instrucción, los modelos explicativos, el
contexto cultural, la ayuda o la guía que reciben en su experiencia por el espacio. Por ejemplo,
nuestros/as estudiantes no saben orientarse mediante las estrellas, pero si saben conducirse con
mucha facilidad en los supermercados, subterráneos, etc. El contexto cultural condiciona de forma
muy considerable las representaciones espaciales.
práctico el espacio próximo, por una coordinación sucesiva de movimientos”
(Piaget, 2006, p.12)
● el espacio en la fase preoperacional: “Hacia el año y medio o los dos años,
puede notarse en efecto la aparición de la función simbólica, es decir, de la
capacidad de representar alguna cosa ausente, algún objeto o situación no
presente, por medio de un signo o de un símbolo.” (Piaget, 2006. p. 12)
Los y las niñas de 3 o 4 años ya tienen un concepto ordenado del espacio y pueden
describir la ubicación de los objetos, distancias entre ellos y sus propios
desplazamientos en el espacio con los límites. Ordenan el espacio mediante hitos:
lugares significativos que se toman como referencia para narrar la ruta que han
seguido (o que quieren seguir). esta explicación del espacio en forma de narración
de ruta o itinerario conlleva una percepción lineal del mismo donde la línea es el
camino recorrido y, por lo tanto, una percepción no bidimensional. para el/la niña el
itinerario que ha recorrido y el mapa de ese recorrido no tienen nada que ver, son
cuestiones diferentes.
A diferencia de Piaget, Hannoun (1997) explica la compresión del
espacio por parte de la primera infancia desde el punto de vista del propio niño/a.
sostiene que esa comprensión pasa por tres fases sucesivas: espacio vivido,
espacio percibido y espacio concebido. Las y los niños y educación infantil estarían
en la etapa de espacio vivido, en la que no tienen concepto de espacio más allá de
lo que viven, recorren, explora, se mueven.
“Primeramente, el niño vive el espacio. Vive las distancias y los recorridos. No
percibe la distancia que separa la mano de la cuchara puesta delante de él en la
mesa. Necesariamente no concibe esa distancia. Solo la vive, por su imposibilidad
de alcanzarla. Este hecho, además, explica que a menudo el bebé parece no
comprender que no puede asir un objeto colocado fuera de su alcance. [...] el niño
vivencia ese espacio mediante el movimiento. El niño vive el espacio del patio de
recreo recorriendolo, empezará a apreciar la diferencia entre las distancias que lo
separan de dos objetos, que están ubicados lejos uno del otro, yendo a buscarlos.”
(Hannoun, 1977, p. 76-77)
¿Por qué resulta tan difícil aprender el tiempo histórico? Podemos señalar
diferentes tipos de problemas en la comprensión y enseñanza del tiempo histórico.
Un primer problema es una consecuencia de la indefinición del propio concepto en
la enseñanza o su identificación exclusivamente con la cronología. ¿Qué
entendemos por tiempo histórico? ¿Cómo relacionamos el tiempo vivido, el tiempo
social y el tiempo histórico? Este primer problema es de naturaleza epistemológica y
didáctica, es decir nos remite a la historiografía y a la transposición del saber
científico en saber escolar. ¿Para qué hemos de enseñar el tiempo histórico? Esto
nos remite a las finalidades de las ciencias sociales en la escuela. Otra cuestión a
tener en cuenta es cómo construyen los niño/as y adolescentes su temporalidad.
Desde un enfoque tradicional, para el positivismo, el tiempo es la sucesión de
hechos históricos pasados que se presentan como absolutos, naturales, objetivos,
etc. El tiempo histórico es para el positivismo el tiempo de la medida, de la
cronología.
Para los críticos del positivismo, concepción crítica, el tiempo y el hecho
histórico no existen per se, son objetos construidos por el/la historiador/a, que debe
explicar y probar cómo los construyó. Cada generación podrá, entonces,
reinterpretar y repensar los hechos históricos y su temporalidad.
El tiempo es transcurrir, es el movimiento de las cosas que constituye un
continuum histórico entre pasado-presente y futuro. Por tanto, interesa comprender
el proceso, el devenir histórico, con sus cambios y permanencias.
El tiempo en la niñez
Según Piaget, los y las niñas perciben el tiempo progresivamente en tres
grandes etapas: el el tiempo vivido (de los 2 a los 6/7 años), que corresponde con
las experiencias directas de la vida, el tiempo percibido (de los 8 a los 11 años), en
el que las duraciones se representan en gráficos y relojes y el tiempo concebido (a
partir de los 12 años) pueden comprender la noción de transcurso.
Piaget consideraba que era difícil que los y las niñas de edades tempranas
adquiriesen el concepto de tiempo -pensaba que antes de los ocho años un niño/a
no era capaz de asimilar la noción de tiempo cronológico, ni percibirlo ni medirlo. Sin
embargo, Calvani defendió que los niños/as de edades tempranas podían entender
el tiempo a partir de los tres años y que podían comprender la historia a los cinco y
antes.
b) Cambio y permanencia.
El tiempo histórico, ilustra y torna comprensibles los cambios generados en el
interior de cada sociedad. La aceleración del tiempo que caracteriza nuestra vida es
una consecuencia de la velocidad y rapidez con que se producen los cambios, en
distintos órdenes en especial en el dominio de la tecnología y la información.
Los cambios y las continuidades o permanencias producidos son diferentes
en cada sociedad, cultura, etc. en función de los distintos componentes y relaciones
sociales. Por eso no se puede hablar de un único tiempo social monolítico y
homogéneo, que vaya más allá de su dimensión cuantitativa o cronológica. El
tiempo histórico es el resultado del cambio social. Los cambios no significan la
desaparición de todos los rasgos culturales de una sociedad. Un ejemplo de cambio
y permanencia se da en la tradición porque en ella sobreviven distintos tiempos. En
algunas sociedades, los cambios, se dan aceleradamente y en otras se dan con
mayor lentitud, aquí nos encontramos con la problemática de los distintos ritmos.
Los ritmos en gran parte están determinados por el espacio, la tecnología, las
mentalidades, etc. Hay por ejemplo diferencias entre el ritmo de una ciudad y el
campo y esto no significa que un espacio sea superior al otro.
Para la comprensión del tiempo histórico es imprescindible conocer la
duración de los fenómenos que tienen lugar en el seno de una sociedad Cuando
hablamos de duración nos referimos al transcurrir entre dos acontecimientos
significativos para una sociedad. Según Braudel hay tres tipos de duraciones, cuyas
diferencias no son de tipo cuantitativo ni cronológico, sino cualitativo, aunque tienen
representaciones cronológicas distintas. Las que corresponden a hechos y
fenómenos de corta duración, a los acontecimientos, al tiempo corto de la vida de
las personas. La que corresponden a la larga duración, al tiempo largo de las
sociedades, a sus estructuras, que se escapan de la percepción de los
contemporáneos. Y entre ellas las que corresponden al tiempo medio de las
coyunturas. Unos tiempos más largos que pueden explicar los acontecimientos a los
que incluyen, pero más cortos que los tiempos de las estructuras. La capacidad de
distinguir ritmos y los niveles de la duración se puede considerar como un objetivo
primordial en el aprendizaje del tiempo histórico.
SUJETOS SOCIALES
Son los que participan de la vida social y actúan de acuerdo con el contexto,
con diferente grado de responsabilidad. Hay dos concepciones de sujeto. Una,
positivista-tradicional que entiende que los actores de una sociedad son
protagonistas individuales, “los grandes hombres”, y otra, crítica que considera
además de ellos están los grupos sociales o sujetos colectivos sin los cuales no hay
historia. En forma individual o colectiva, públicos o privados, comunitarios o
institucionales son estos sujetos los protagonistas de las acciones correspondientes
a la construcción de lo territorios. Son los portadores de ideas, puntos de vistas e
intereses que se traducen en acciones y tomas de decisiones que influyen en las
sociedades. Son los sujetos sociales quienes, a través de sus decisiones,
persiguiendo determinados fines, atendiendo a diversos intereses y mediante el
trabajo, la lucha, etc. construyen y transforman la vida social.
Bibliografía utilizada