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El Barroco es un extenso período de ciento cincuenta años de la

historia de la música (entre 1600 y 1750), resulta de muy compleja


valoración, pues la evolución musical ya no es tan unívoca y se
acentúan las diferencias entre los países y entre los diferentes
géneros y estilos musicales. Se trata de una época de cambios:
dificultades para las monarquías, malas cosechas que empobrecen al
pueblo, ansias de poder por parte de la nobleza donde la Iglesia y la
burguesía tienen el control de Europa, conflictos religiosos y
hegemónicos que derivan en la Guerra de los Treinta Años. El arte,
como parte de la vida, refleja éstos desórdenes, pero el sentimiento y
el deseo de expresión posiblemente a causa de la abundancia de
conflictos, está más presente que en ninguna época.
Cabe consignar que el calificativo barroco (en portugués significa
<<perla irregular>>) es más bien peyorativo, y lo divulgó la generación
posterior (el Clasicismo) que, al revalorizar las características
fundamentales de la antigüedad, con sus formas claras y
proporcionadas, rehusó toda la grandilocuencia y complejidad barroca.

Así, los neoclásicos de la segunda mitad del siglo XVIII consideran el


Barroco como una complicación excesiva, casi malévola, de los
principios del Renacimiento, con el resultado de un estilo ostentoso,
cargado, poco natural y desigual, y con una música armónicamente
confusa y llena de disonancias.
Una vez adentrados en el siglo XIX (asentado del Romanticismo,
evolución natural del Clasicismo), se revaloriza el Barroco y sus
compositores se veneran nuevamente. Éste período ya no se
contempla como una degeneración del Renacimiento ni como
anticlasicismo, sino como una etapa con un lenguaje propio,
técnicamente complejo y lleno de simbologías.

El Barroco alcanzó su momento de madurez en Italia hacia 1630 y se


desarrolló en los cuarenta años siguientes. A partir de ese momento
se difundió por todas las naciones de Europa, adquiriendo particular
importancia en España y las ciudades hispanoamericanas.
Entre las características del Barroco están su sentido del movimiento,
la energía y la tensión. Fuertes contrastes de luces y sombras realzan
sus efectos escenográficos de muchos cuadros, esculturas y obras
arquitectónicas. Una intensa espiritualidad aparece con frecuencia en
las escenas de éxtasis, martirios y apariciones milagrosas. La
insinuación de enormes espacios es frecuente en la pintura y
escultura; tanto en el Renacimiento como en el Barroco, los pintores
pretendieron siempre en sus obras la representación correcta del
espacio y perspectiva. El naturalismo es otra característica esencial de
este período; las figuras no se representan en los cuadros como
simples estereotipos, sino de manera individualizada, con su
personalidad propia. Los artistas buscan la representación de los
sentimientos, la pasión y los temperamentos, magníficamente
reflejados en los rostros de sus personajes.

El Barroco jugó un papel importante en los conflictos religiosos de éste


período. Frente a la tendencia protestante a construir los edificios para
el culto de manera sobria y sin decoración, la Iglesia Católica usará
para sus fines litúrgicos la grandiosidad y complejidad barroca. En este
sentido se puede afirmar que el Barroco es la expresión estética de la
Contrarreforma.
La Contrarreforma (donde sus objetivos fueron renovar la Iglesia y
evitar el avance de los protestantes) fue la respuesta a la reforma
protestante de Martín Lutero, donde éste desafió a la autoridad del
papado al afirmar que la Biblia era la única fuente de autoridad
religiosa. Lutero creía que la salvación solo se podía adquirir a través
de la fe en Jesucristo y no requería necesariamente de la asistencia
de la Iglesia. Esta reforma avivó el descontento entre los católicos de
todo el mundo.
En 1516 y 1517, Johan Tetzel, un fraile domínico que sirvió como
comisionado de indulgencia de papeles, fue enviado por la Iglesia
Católica hasta Alemania con el fin de vender indulgencias para
conseguir dinero para la reconstrucción de la Basílica de San Pedro en
Roma. Las indulgencias se referían a la reducción de la pena por el
perdón de los pecados.
Lutero protestó por la práctica de la venta de indulgencias en un
escrito enviado a Alberto, arzobispo de Maguncia y Magdeburgo.
Martín adjuntó una copia de controversias que para él suscitaban
dichas indulgencias, lo que luego se convirtió en las famosas 95 tesis.
Su tesis 86 era toda una declaración de intenciones: ¿Por qué no el
Papa, cuya riqueza es hoy mayor que la de cualquier rico, no
construye la Basílica de San Pedro con su propio dinero en vez de con
el dinero de los pobres creyentes?

Para Lutero el perdón era solo una prerrogativa de Dios. La venta de


las indulgencias y las absoluciones no eran aceptables. Los cristianos
debían ganarse su salvación en el seguimiento a Cristo, no por la
compra de indulgencias.
Una serie de guerras religiosas se libraron durante la Reforma, que
concluyeron con la Guerra de los Treinta Años. Desde 1618 hasta
1648, los seguidores católicos de los de Habsburgo hicieron guerra
contra los príncipes protestantes de Alemania. El período de la
reforma católica en Francia termina cuando se rompen los lazos con
los Hasburgos, y lucharon al lado de los protestantes. Ambas partes
firmaron La Paz de Westfalia, concluyendo así con la Reforma
Protestante.

Con la consolidación de los estados modernos, y la desaparición de


los distintos reinos feudales de la Edad media, que habían originado la
fragmentación del poder entre numerosos señores feudales, surgió un
régimen político caracterizado por la concentración del poder en la
persona del rey, donde los poderes no están separados, para su
control, sino, por el contrario, unidos para robustecer la capacidad de
mando del monarca, que puede de ese modo, elaborar las leyes,
aplicarlas, administrar el estado, y ejercer el poder militar.
Esta forma de gobierno encontró sustento en las ideas de Bodín en el
siglo XVI y Bossuet o Hobbes en el siglo XVII.
Para Hobbes, los primeros hombres que vivían libres sin autoridad ni
leyes, lo hacían en un estado de guerra permanente para lograr su
subsistencia. Según sus palabras “el hombre es un lobo para el
hombre”. Para garantizar la seguridad y el bienestar de todos, los
hombres renunciaron a todos sus derechos, salvo el de la vida, por un
pacto irrevocable, para que el Estado les garantice a todos que vivirán
en paz. Así nació para este autor el estado absolutista, que es para él
el único posible. Puede observarse que para Hobbes son los propios
hombres, mediante un contrato quienes le otorgan al monarca el poder
absoluto, y no hace provenir esta autoridad de Dios.
El francés Jacques Bossuet (1627-1704) se mostró partidario del
absolutismo con las siguientes características: ‘’la monarquía debía
ser sagrada, absoluta, paternal y sometida a la razón”. El único límite a
la autoridad del rey lo halla en la ley divina.

El origen de tan inmenso poder, en la mayoría de los pensadores,


salvo Hobbes, estaba en Dios, teoría que se veía sustentada, además,
por el antiguo Derecho Romano. La divinidad se lo había concedido
para que pudieran gobernar libremente y sin ataduras, que en la
práctica significaba que debían ejercer su autoridad sólo sujeta a los
mandatos de la ley divina, lo que los obligaba a ser justos y dignos de
tan gran privilegio. Sólo algunos monarcas lo fueron.

Un límite a tan vasto poder lo representaban los miembros de


la nobleza, que gozaban de amplios privilegios sociales y económicos,
estando integrados a la burocracia (como funcionarios) y a la milicia.
El clero también constituía una clase privilegiada y gozaba de amplios
derechos.
Con el convencimiento de la utilidad de la aplicación de la teoría
económica del mercantilismo, que aseguraba que los países serían
ricos y poderosos con una balanza comercial favorable, o sea, que las
exportaciones superaran a las importaciones, se vieron obligados
durante el siglo XVII, a fomentar el desarrollo industrial, favoreciendo
así a una clase social, que pertenecía al conjunto de la población no
privilegiada, el estado llano o tercer estado, que pagaba los impuestos
con los que el resto de los estados se beneficiaba, y que se dedicaban
a las actividades comerciales e industriales.
Sin embargo, el fortalecimiento económico de este sector social, sería
en definitiva, el que pondría fin al sistema de monarquías absolutas,
cuando considerándose dueños del poder económico, estas personas,
llamadas burgueses, decidieron que debían participar del poder
político, y no sólo obedecer en un estado que ellos económicamente
sostenían. Esto ocurrió a partir de mediados del siglo XVIII, siendo su
máxima expresión la Revolución Francesa.

Entre los valores civiles que favorecieron la suntuosidad barroca, hay


que considerar la institución monárquica y el lujo que los príncipes
creían necesario para su prestigio. Con el afianzamiento del
absolutismo, el arte barroco se erigió en el mejor representante de los
reyes europeos, pues sirvió como instrumento de vanagloria y
propaganda de sus monarquías; la ciudad, el palacio y los edificios
reales serán las enseñas del nuevo régimen.
El lujo y la ostentación de sus obras artísticas serán los encargados de
crear en el ciudadano la sensación de omnipotencia de su rey (existió́
la convicción de que el poderío solo es perfecto si se manifestaba ante
los ojos de todos mediante el brillo del escenario en que se
ejercía). Existe, por lo tanto, el propósito de deslumbrar, la voluntad de
parecer fastuoso, por razones de conveniencia política.
Incluso los Estados protestantes se acercaron a las nuevas formas,
bien para la realización de obras constructivas o simplemente para
expresar, a través de la plástica, el verdadero sentido de su sociedad
burguesa.

Como ya se mencionó con anterioridad que en éste perído es el


momento de las monarquías absolutas en Europa, en el que la Iglesia
y la aristocracia tienen mucho poder y para demostrarlo, se convierten
en grandes mecenas. Es también un momento de oro en el arte y en la
cultura, en el que destacan por ejemplo Calderón, Lope de Vega,
Moliére, Velázquez, Rubens, Galileo, Newton, Rembrandt, etc. Se
busca el razonamiento científico y la lógica. Se recarga la decoración y
se expresa el sentimiento, que se verá reflejado en la aparición de la
ópera. Otro factor que contribuye a la difusión de la música, es la
proliferación de teatros a partir del siglo XVII, a los que pueden acudir
las clases medias, pagando una entrada, sin esperar a ser invitados a
una velada en casa de aristócratas o en una iglesia. Los teatros más
importantes estarán en el Palacio de Versalles, en la ciudad de
Londres, en Venecia y en España, el Teatro de La Granja, el Coliseo
del Buen Retiro o el Teatro de Caños del Peral, situado donde ahora
se encuentra el Teatro Real de Madrid.

En música se van a crear nuevas técnicas para expresar mejor los


sentimientos. En este período se desarrollarán nuevas formas y
grandes avances técnicos tanto en la composición como en
el virtuosismo; así tenemos: cromatismo, expresividad, bajo cifrado y
bajo continuo, intensidad, ópera, la danza, oratorio, cantata, sonata,
tocata, suite, fuga y la sinfonía. Jean Philippe Rameau es el más
importante teórico musical de esta época y junto con Bach estableció
el sistema tonal que perdurará hasta el siglo XX. Sus obras son la
cumbre del Barroco francés.

Así, las características principales de la música del Barroco serán:

-La monodia acompañada: esto es una única melodía con un


acompañamiento instrumental.

-El bajo continuo: Acompañamiento que consiste en notas graves


que se interpretan ininterrumpidamente desde el principio al final de la
obra. La ejecución del continuo requiere dos instrumentistas: un
instrumento melódico grave (viola, gamba, violoncelo, contrabajo,
fagot, etc.) aunque los instrumentos que interpretan el bajo cifrado
continuo, que contiene números, normalmente son polifónicos, como
el clave, el órgano o el arpa, que dan pie a los otros instrumentos o a
los cantantes para realizar su melodía.
-Aparece la tonalidad tal y como la conocemos hoy y se generaliza la
música utilizando compases, desapareciendo así el ritmo libre.

-Aparición del estilo concertato para la música orquestal. Contrapone


distintos planos sonoros y timbres de un grupo de instrumentos: tutti,
concertino, soli, etc.

El Barroco se divide en tres períodos:


El Barroco Temprano: Del 1600 al 1650, en el que predomina la
música vocal frente a la instrumental. Comienza en Italia y se busca el
máximo esplender artístico. La sprezzatura italiana daba paso a lo que
sería el más grande espectáculo de la voz humana: la ópera. Los
castrati juegan un papel extravagante y grotesco preponderante
durante el Barroco. En Italia destacan Claudio Monteverdi, que
potencia la ligadura por prolongación y expresión; y Jacopo Peri que
se asoció con Jacobo Corsi (1561-1602). Ambos creían que el arte
‘’contemporánea’’ era inferior al de la Grecia Clásica, obra asumida por
la Camerata Florentina (grupo de humanistas, músicos, poetas e
intelectuales de Florencia de finales del Renacimiento que discutían y
guiaban las tendencias de las artes, especialmente en la música y el
drama). Posteriormente se trabajó el Recitativo (Siglo XVIII-XIX), que
era la forma musical concebida para la voz que se caracteriza por
tener inflexiones. Se usó en la ópera, el oratorio y la cantata.
Emplearon el Bel Canto, es un término de la ópera que legitima y es
legitimado por el sistema, la burguesía. Sus técnicas son:

Recitativo: Canto de uso común complementado con una forma


musical y un contexto. Deriva del madrigal.

Arioso: ‘’Aireado’’. Sección intermedia vocal e instrumental. Puente


entre recitativo y aria.

Aria: Es la voz solista, la sección expresiva. Tiene forma binaria (A-B),


forma ternaria (A-B-A, Aria Da Capo), forma binaria extendida (A-B-
B), forma rondo (A-B-A-C-A).

El Barroco Medio: De 1650 al 1710. Se va imponiendo la música


instrumental. Se recupera el contrapunto del Renacimiento. Aparece
en Italia una nueva forma llamada Concerto Grosso. Destacan Jea
Baptiste Lully, Henry Purcell y Alessandro Scarlatti.

El Barroco Tardío: De 1700 a 1760. Predomina totalmente la música


instrumental. Se establece totalmente la tonalidad. La música alemana
se convierte en la más relevante en este período. Destacan
compositores como Vivaldi en Italia, J. S. Bach y Telemann en
Alemania, Haendel en Inglaterra, Rameau en Francia y Doménico
Scarlatti en España.

Y sin más ni menos, he de destacar a Johann Sebastian Bach, que


constituye sin duda la cumbre del arte musical barroco. No es extraño
que Anton Webern dijese que toda la música se encontraba en Bach.
El mismo Arnold Schönberg subrayó que las audacias tonales del
compositor alemán abrieron el camino a la disolución de la tonalidad,
acontecida dos siglos después. A Igor Stravinski, la personalidad
artística del maestro de Eisenach le pareció un milagro, algo
sobrenatural e inexplicable. Y, sin embargo, en su época Bach fue un
músico poco conocido, en comparación con maestros como Georg
Philipp Telemann o Georg Friedrich Haendel. Sus composiciones, de
profundo carácter especulativo, en las que la técnica y la ideación de
nuevos procedimientos se combinan con las soluciones armónicas y
melódicas más bellas, resultaban a oídos de sus coetáneos
demasiado "intelectuales", por decirlo de algún modo. El público
estaba acostumbrado a un arte menos denso, influido por el
melodismo y la sencillez armónica de los compositores italianos y por
el surgimiento de la ópera italiana, de la que la música instrumental
adquirió no pocos elementos.
Bach fue prácticamente autodidacta: aparte de las lecciones que
recibió como instrumentista, adquirió por sí mismo su formación
compositiva a base de reflexión personal y del estudio y transcripción
de partituras de compositores célebres como Vivaldi o Buxtehude. Así,
en las obras de su primera etapa intentó ampliar las formas musicales
al uso entre los instrumentistas alemanes de su época por medio de la
tensión interna de temas que se yuxtaponen unos a otros. Es a partir
de las composiciones para órgano de la época de Weimar cuando, con
la inspiración de modelos extranjeros, comienza a fijar un estilo propio
aplicando a estas influencias su talento para las combinaciones
temáticas.
Admirador de la tradición organística del norte alemán, en especial de
la representada por Dietrich Buxtehude, aunque también de los
músicos italianos, sobre todo los venecianos Antonio Vivaldi y
Tommaso Albinoni, Bach fue capaz de amalgamar en su obra las
ideas estéticas más antagónicas y de combinarlas magistralmente,
aunque sería inexacto no reconocer también las muchas influencias de
los músicos franceses, que enriquecieron, y de modo muy sustancial,
su concepción armónica. Se puede decir sin temor a errar que Bach
logró fusionar los tres principales estilos de la música barroca europea:
el italiano, el francés y el alemán. En sus cantatas, por ejemplo, siguió
los modelos italianos, incorporando melodías y recitativos al estilo de
la ópera. Muchas de estas obras están repletas de símbolos y de
ideas musicales que se refieren al texto que las acompaña, como en el
caso de los cromatismos en espiral que se utilizan para representar a
la serpiente (símbolo del pecado).
Autor de una ingente producción para tecla y de una obra vocal
incomparable, con pasiones, cantatas y misas que constituyen
verdaderos modelos de perfección, a Bach se le debe además un
repertorio de cámara e instrumental prodigioso. En
sus Sonatas y Partitas para violín solo y en las Suites para violoncelo
solo encontramos infinitos hallazgos, ya sean armónicos o
contrapuntísticos, terreno este último en el que Bach se erigió en
maestro indiscutido y donde el Barroco concluye con su muerte.

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