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Universidad De San Carlos De Guatemala

Facultad De Humanidades

Departamento de Pedagogía, Sección Ayarza

PEM en Pedagogía y tec. En Admón Educativa

Curso: Psicología del Adolecente

Catedrático: Lida. Amanda Leiva Maeda

Conductas Suicidas

Nombres: Elmer Estuardo Cano Martínez

José Obdulio Alvizures Pérez

Carné: 201850044

2018

Ayarza, Junio 2019


Conductas suicidas

Adolescencia: etapa de cambios

La adolescencia es una etapa llena de cambios y nuevos retos en muchos ámbitos: a


nivel físico, psicológico, relacional, académico, etc. Es un periodo de transformación, de
transición y de resolución de nuevas experiencias.

Los cambios a nivel físico se observan a simple vista con la aparición de los caracteres
secundarios sexuales (crecimiento del vello, ensanchamiento de espalda y caderas…);
los efectos de las hormonas que los impulsan también se reflejan en el estado de ánimo
del adolescente, aunque estas fluctuaciones no son tan evidentes o comprensibles.

Retos del adolescente: La individuación

Autores como Erikson, Perkins y Piaget han conceptualizado los diferentes retos
psicológicos que tiene que resolver el adolescente en su evolución hacia la edad adulta.
Erikson destaca la identidad como el objetivo principal en esta etapa, consiguiendo en
este camino una sensación de independencia y de control. También señala las relaciones
sociales como el elemento más importante durante este periodo, mientras que en etapas
anteriores la escuela y la familia tenían más relevancia. Perkins y Piaget destacan el
tránsito del pensamiento del niño al adolescente como el paso de lo concreto (buenos y
malos, blanco o negro) a lo abstracto (pensamiento más elaborado, integrando estos
conceptos: los buenos no son tan buenos los malos no son tan malos) y plantea cuatro
preguntas básicas que el adolescente tiene que resolver: ¿Quién soy?; ¿Soy normal?;
¿Soy competente?; ¿Puedo amar y ser amado?.

Esta etapa es, por tanto, un escenario de conflicto entre la dependencia que los jóvenes
aún tienen de sus cuidadores y la creciente necesidad de autonomía, libertad y de
construcción de un proyecto vital propio. Una etapa de aprendizaje, desarrollo y
adquisición de estrategias necesarias para afrontar los retos de la vida adulta, en la que
pueden haber cuestionamientos de los valores familiares y sociales antes de acabar de
hacerlos propios.

Concepto de muerte
El concepto de muerte se empieza a adquirir alrededor de los 8 años de edad,
consiguiendo un conocimiento más evolucionado una vez iniciada la adolescencia.
Pensar y reflexionar acerca del concepto de la muerte es una conducta normal, a menudo
motivada por el fallecimiento de algún familiar, conocido o mascota, o a raíz del propio
estudio del ciclo de la vida.

Pensar en la propia muerte es a menudo un pensamiento normal, que puede tener


cualquier persona ante una situación especialmente dolorosa, difícil de afrontar o para la
que no se encuentra salida.

Hipersensibilidad del adolescente

En la adolescencia es habitual vivir estas situaciones difíciles y dolorosas con mayor


intensidad que en la edad adulta, tanto por el momento vital de la persona, como por la
falta de experiencias previas. Es por esto que los pensamientos de muerte en la
adolescencia son más habituales de lo que pensamos. Afortunadamente, la mayoría de
ellos se resuelven en la propia intimidad del adolescente, sin mayor repercusión ni
escalada de gravedad.

Sin embargo, hay experiencias que ponen al adolescente en una situación de


vulnerabilidad, ya sea por la gravedad de la situación, por su condición de larga duración,
o por traer acumuladas una serie de experiencias vitales estresantes o de sufrimiento
durante la infancia. Las situaciones pueden ser variadas y varias al mismo tiempo:
conflictos relacionales con iguales, problemas de vinculación y de aceptación en grupos
de pertenencia, problemas familiares como conflictiva o ruptura familiar, problemas
académicos, problemas relacionados con enfermedades orgánicas o mentales,
fallecimiento de familiares o personas significativas, etc.

Es en estos adolescentes en situación de vulnerabilidad en los que pueden darse con


mayor frecuencia conductas relacionadas con la muerte. Cuando hablamos de conducta
suicida, nos referimos a todo acto que tenga en algún grado una intencionalidad de morir.
Ésta se puede manifestar de distintos formas: ideas relacionadas con la muerte, planificar
la forma de morir, realizar algún tipo de preparativo o incluso llegar al acto con finalidad
suicida.

Factores de protección
Ante estas situaciones, los elementos que han sido identificados como protectores para
evitar que estos pensamientos de muerte empeoren, y su paso a tener deseos de morir
o de acabar con la propia vida, o incluso de realizar algún intento de suicidio son:

La buena comunicación familiar

La participación en las actividades familiares

La vinculación a grupos de pertenencia o a proyectos (aunque estos sean individuales)

Y la sensación de ser útil y valorado por las personas significativas, tanto familia como
grupos de iguales.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), y por extensión para todos los servicios
de salud, la prevención del suicidio es una prioridad.

La mayoría de personas que presentan conducta suicida tienen una buena evolución
con ayuda profesional.

Los profesionales nos tomamos en serio el sufrimiento de los adolescentes, nunca


pensamos que la expresión de este tipo de ideas o intenciones sea una llamada de
atención, siempre lo consideramos una petición de ayuda y les recomendamos que como
padres también se tomen en serio estas peticiones de ayuda.

De acuerdo con La Organización Mundial de la Salud (OMS), el suicidio es la segunda


causa principal de defunción en el grupo etario de 15 a 29 años; por lo tanto, los suicidios
constituyen un problema de salud pública que debe combatirse con actividades que
contribuyan a mejorar la autoestima de las personas.

Marco Antonio Garabito Psicólogo social y catedrático de la Escuela de Psicología de la


Universidad de San Carlos de Guatemala, expreso que “No existe un perfil de una
persona suicida, si no que existen una serie de características y variables que determinan
que una persona pueda llegar al suicido, para salir de una situación difícil”. Además,
agrego que, si existen algunos condicionantes como la frustración, ya que se encuentra
muy en el fondo de los suicidios.

“Cuando no podemos acceder a los recursos básicos para nuestra satisfacción


emocional o material en nuestra vida se genera un fenómeno de agresividad y violencia”
explicó Garabito.
La frustración es un fenómeno que provoca violencia en la persona y sociedad. Lo que
induce violencia hacia otros o una auto agresión, como el consumo de sustancias
psicoactivas teniendo como máximo exponente el suicidio.

Cuando la vida deja de tener sentido la persona muestra señales, como el cambio de
conducta y su forma de comunicación. Garabito declaro que “la comunicación en la
familia y relaciones sociales son importantes, porque si no se tiene un espacio donde
poder expresar lo que se siente; las posibilidades de acción de este tipo crecen”. Además,
agregó que los altos sentimientos de soledad tienden a provocar el consumo de alcohol
o estupefacientes, que ocasionan a la persona pensamientos suicidas.

Sin embargo, el problema del suicidio en Guatemala es todavía un tema del que se habla
poco y se comprende menos.

Es un tema delicado que produce vergüenza y culpa dentro de los familiares y amigos
de la persona suicida. Quienes sobreviven, tampoco buscan hablar mucho de ello;
todavía se encuentran condenas sociales muy fuertes respecto a los suicidas, como la
idea de “castigo eterno” que este acto les depara lo que lo convierte en un tema tabú en
nuestra sociedad.

Los suicidios son, estadísticamente hablando, una preocupación relativamente menor en


este país; por ello República salió a solicitar información y estadísiticas a varias entidades.
En el caso del Instituto Nacional de Ciencias Forenses de Guatemala (Inacif) la vocera
de la entidad, Mirna Zeledón, explico que “no se cuenta con una estadística de suicidios
ya que al Inacif no le corresponde identificar esa parte, únicamente tenemos datos de la
causa, no de la intencionalidad o circunstancias de la muerte”.

La Procuraduría de Derechos Humanos (PDH), tampoco cuentan con cifras que reflejen
el índice de suicidios en el país, sin embargo, esté tiene un departamento de ayuda
psicológica que atiende a pacientes a través del número de ayuda 1555.

Como dato importante resulta que regularmente las personas que llaman a esta línea lo
hacen alrededor del mediodía.
Andrea Martínez Psicóloga de Defensoría explicó que “a esta línea los pacientes dan a
conocer los problemas que atraviesan y se les agenda una cita, es un servicio que trabaja
las 24 horas”.

Según Garabito “el sistema estatal que tienen vinculación con el suicidio no lo registra
de manera adecuada y esto no nos permite entender el impacto que tiene este fenómeno,
si alguien llega a un hospital con las venas cortadas o envenenamiento el médico jamás
reporta esto como un intento de suicidio”.

En 2015 según La policía Nacional Civil se registraron 355 suicidios, mientras que en
2016 se registraron aproximadamente 400 casos, en lo que va del año han matriculado
191 suicidios.

El departamento que presenta mayor índice de suicidios es la ciudad capital, seguido del
departamento de Alta Verapaz.

Según la OMS el 78% de todos los suicidios se produce en países de ingresos bajos y
medianos; en el segmento de la población de altos ingresos la familia intenta cambiar el
dictamen del médico y colocarlo como si fuera un accidente para poder cobrar un seguro
de vida.

Luis Ávila Montt Director del Hospital de Salud Mental manifestó que “Los pacientes con
depresión, que consultan por primera vez, son atendidos en la Unidad de Urgencias, en
la clínica de clasificación; si ameritan ser ingresados, se les trata en dicha unidad, de
acuerdo a los protocolos de tratamiento establecidos; recordando que un paciente con
ideación suicida, es una indicación prioritaria de ingreso”

La ingestión de plaguicidas, el ahorcamiento, lanzase al vacío y las armas de fuego son


algunos de los métodos más comunes.
En Guatemala no existen investigaciones de gran alcance y de buena calidad que
permitan dar explicaciones contextualizadas sobre el tema. Un estudio de esta
naturaleza podría resultar interesante en términos de factores de riesgo o protección
adaptados al país o a diversas regiones y departamentos.

Según calculan algunos expertos 9 de cada 10 personas que hablan de suicidio lo llevan
a cabo o por lo menos lo intentan. Por supuesto que es una tragedia que afecta al suicida,
a la familia y amigos, y expresa la fragilidad de la situación de las personas que optan
por esta vía.

El médico que quiere erradicar esta situación

Hernán Ortiz, médico cirujano en salud mental, expresó que “a la familia hay que educarla
en que el suicido es real, no se puede jugar a demeritar una queja ya que el potencial es
alto y debe tomarse en serio”.

Ortiz cuenta con una línea de prevención del suicidio, que lleva varios años atendiendo
como una labor social.

Los casos por los que frecuentemente es llamado a su número de apoyo y servicio social
dependen del género, pero están vinculados a ideas de muerte, problemas de pareja, en
la escuela, maltrato, trastornos depresivos o ansiedad.

No tiene un horario especifico de llamadas, expresando “Las llamadas no tienen un


horario, pero las personas suelen llamar de madrugada y por lo regular escriben también
vía WhatsApp” exclamo “Todas las llamadas o mensajes son atendidos”.

Guatemala pide a gritos que se cree un plan estratégico para minimizar estos casos.

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