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La ideología sarmentina en Diálogo de muertos y los

movimientos de la tradición literaria.


Por Mailén Cielo Urrutia

“También las piedras quieren ser piedras para siempre – dijo Quiroga – y durante
siglos lo son, hasta que se deshacen en polvo. Yo pensaba como usted cuando entré
en la muerte, pero aquí aprendí muchas cosas. Fíjese bien, ya estamos cambiando
los dos”
Diálogo de muertos, Jorge Luis Borges (1960)

En este trabajo analizaremos cómo aparece representada la ideología sarmentina en el cuento


de Borges, Diálogo de muertos; particularmente, a través de la representación de las figuras
de Rosas y Quiroga que se hace en el relato, en relación al Facundo de Sarmiento, para poder
reflexionar sobre cómo se construye la tradición literaria. Empecemos por la representación
de Rosas en el cuento de Borges: un tirano que genera el repudio del pueblo, repudio que sin
embargo es un grito ahogado por el terror que genera la figura de Rosas, aún después de
muerto, aún entre los muertos. Entre las primeras descripciones del cuento, encontramos:
“Fueron cercando al forastero y, desde el fondo, alguno vociferó una mala palabra, pero un
terror antiguo los detenía y no se atrevieron a más”. El Rosas borgeano no es sino una réplica
del Rosas sarmentino. Rosas, en Facundo, se nos presenta, en el mismo sentido, como un
tirano que “organiza lentamente el despotismo con toda la inteligencia de Maquiavelo.
Tirano sin rival hoy en la tierra (…)”

Lo mismo ocurre con la descripción que hace de Quiroga. “Diez o doce heridas mortales le
surcaban el cuerpo como la raya en la piel de los tigres”. Borges recupera, en estilo
indirecto, el epíteto de Quiroga al que alude Sarmiento como el Tigre de los llanos: “También
a él le llamaron Tigre de los Llanos, y no le sentaba mal esta denominación, a fe.” Borges
no sólo marca una alusión implícita al texto de Sarmiento, que es, a saber, la obra en la que
se relata la hazaña de Quiroga con el tigre y por la cual se gana éste su temerario epíteto, sino
porque a través de ella, reactualiza uno de los aspectos más interesantes de Facundo, aspecto
que podría responder la pregunta de por qué sigue siendo leída e incluida la obra en la
tradición literaria: y es que Quiroga, además de representar la barbarie, y toda la red de
significantes que se desprenden de ella - caudillo, gaucho, campo, interior – representa algo
más, algo que en Rosas, el del “corazón helado” es inconcebible: sangre en las venas, pasión
y coraje. Y a través de la figura de Quiroga, Borges desarrolla uno de los tópicos más
característicos de su literatura: la cuestión del coraje. El coraje de Quiroga es una de las
hendiduras en el esquema civilización/barbarie, Sarmiento ve en aquel Facundo
“provinciano, bárbaro”, un cierto heroísmo que complejiza la figura del caudillo. Noé Jitrik
analiza esta dualidad del personaje de Quiroga explicando que hay dos imágenes sucesivas
en él, la primera, como mencionábamos, la del Quiroga “provinciano” y “bárbaro”, irracional
y vicioso, y en cualquier caso, siempre determinado por su medio, sin posibilidad de ser otro;
y la otra, es la de su individualismo positivo:

“(…) la soledad debe ser vencida por el hombre, el desierto por el heroísmo, la noche
por la audacia. Mundo imperfecto y monstreico, vacío y solitario en el cual nada puede
preverse, sino que todo debe hacerse. Este es un mundo magmático, el caos mismo, en el
cual se agita Facundo y en el cual todo depende su brazo, de su instinto, de su
espontaneidad” (Jitrik, 1983).

Pensando en Quiroga como en un espejo, si quienes se paran delante de él son los Sarmientos
civilizados, el reflejo, en contraposición, va a devolver la primera imagen de Quiroga. Pero
si quien está en frente es “hijo de la culta Buenos Aires, sin serlo él, el reflejo que devolverá
el espejo será la segunda imagen, porque lo que se refleja es el coraje y el heroísmo que
justamente, el otro no tiene. Esta última opción es el escenario de Diálogo de muertos, donde
hay un Quiroga imponente y temerario que genera que Rosas se demude al verlo. Es un
Quiroga, que, a la manera del héroe épico, acepta, conocidos los acontecimientos de su
muerte, su destino trágico; y agradece a su asesino por ella, porque puede ver ahora el lugar
que ocupó para la posteridad, a partir de la muerte, pero, sobre todo, a partir de la
significación que le dió Otro: Domingo Faustino Sarmiento. Es un Quiroga-réplica de aquél
construido por el Sarmiento poeta, quizás a pesar del Sarmiento político – “(…) el poeta se
ha ido de boca y le está saliendo demasiado atractivo el retrato (...)” (Gamerro, 2015). Es
un Quiroga borgeano, en síntesis, que toma la tradición sarmentina y la reconstruye, la
reafirma más como la segunda imagen que como la primera. Porque, si Quiroga es un gaucho
inculto, la muerte bien se pudo encargar de eso y borrar cuanta marca haya en él de barbarie,
e insuflarlo de sabiduría y alta cultura: nos encontramos con un Quiroga existencialista que
le da cátedra a Rosas sobre coraje “(..) el destino, que es generoso o que quería sondearlo
hasta el fondo, le ofreció una muerte de hombre, en una batalla. Usted de mostró indigno de
ese regalo, porque la pelea y la sangre le dieron miedo”, “A usted le debo este regalo de una
muerte bizarra, que no supe apreciar en aquella hora, pero que las siguientes generaciones
no han podido olvidar”. y a todos nosotros, podríamos pensar, sobre la evolución de la
tradición literaria. En este punto será necesario retomar el epígrafe con el que iniciamos
este análisis. Borges construye un Facundo Quiroga como sujeto de su propia enunciación,
y explica el movimiento – siempre de rescate, siempre de pérdida, de transformación y
resignificación – de la tradición literaria. Son las nuevas generaciones, y en particular, las
instituciones de una determinada sociedad, las que imponen formas de lectura y de vínculo
con la obra literaria y con ese contexto de producción, a partir de elecciones políticas
deliberadas y de operaciones de recorte y selección. Una sociedad siempre necesita darse
identidad a sí misma, y para poder hacerlo, debe resignificar su propia historia. Por eso la
selección de obras y las formas en que son leídas, es a su vez siempre una acción política e
ideológica. Implica siempre una frontera, un contorno cerrado, un adentro en donde se ponen
a determinadas obras - y a su vez, un afuera, donde se deponen otras. Por eso una obra no es
nunca la misma, cambia con las nuevas formas de leer. Por eso la historia no se mantiene
quieta en sí misma, y todo lo que la conforma cambia constantemente, como aquellas piedras
que parecen, se mantienen fijas, pero que, pasado el tiempo, se desvanecen en polvo. Rosas
o Quiroga van a hacer muchos otros, ellos mismos y todas sus posteriores reconstrucciones,
el Quiroga post mortem borgeano ya lo augura: “Y ahora voy a que me borren, a que me den
otra cara y otro destino (…).” Podemos afirmar entonces, que Borges es un continuador de
la segunda imagen de Facundo Quiroga al ser el coraje el nudo central en la construcción del
personaje, presente también en el Facundo, particularmente en la reivindicación del caudillo
en el capítulo XIII, ¡¡¡Barranca Yaco!!!, y, por otro lado, rompe con la tradición en la
construcción de Quiroga desde la primer imagen, como un “bárbaro provinciano” a partir
de la voz de un caudillo filósofo y existencialista.

Para finalizar, cabría preguntarnos, ¿qué es lo que hace que Facundo hoy por hoy sea parte
de nuestra tradición literaria. Podríamos pensar que es debido a la valoración doble que
plantea la obra, ideológica, por un lado, estética por el otro. Pero también podríamos pensar,
y nos sirve para reflexionar también esta idea en clave de red que envuelve tanto el
pensamiento de Sarmiento como el de Borges, que Facundo es leído, valorado y reescrito en
su posteridad, porque plantea problemas existenciales inherentes al ser humano, y en ello
radica su actualidad. En los agujeros que se generan en la aparente sólida dicotomía
civilización/barbarie, en esas “incongruencias”, está todo el mérito de Facundo:

“No se casa con su propio sistema, y lo estira, retuerce u olvida cuando aparecen realidades
que no se ajustan a él. De ahí las contradicciones internas que muchos deploran en su libro,
y que constituyen su mayor mérito. Puede que el mejor legado intelectual de Facundo no sea
tanto un esquema viable para interpretar la realidad argentina y sudamericana, sino la
tensión entre su esquema y dicha realidad, el fracaso de su sistema” (Gamerro, 2015)

En otras palabras, Facundo sigue siendo parte de nuestra tradición porque permanece en un
presente continuo la dicotomía civilización/barbarie, pero inherente a ella, también, todas las
tensiones y conflictos que amenazan desde dentro con hacer pedazos y finiquitar este
pensamiento dicotómico 

Bibliografía:

 GAMERRO, Carlos: El nacimiento de la literatura argentina y otros ensayos, El


nacimiento de la literatura argentina, Bs As, Ed. Norma, 2006. Facundo o Martín
Fierro. Los libros que inventaron la Argentina, Facundo, Bs As, Ed. Sudamericana,
2015.
 JITRIK, Noé: Muerte y resurrección de Facundo, Capítulo 2: Imagen de Rosas.
Capítulo 3: Imagen segunda de Facundo, Bs As, Ed. CEAL, 1983.
 SARLO, Beatriz y ALTAMIRANO, Carlos: Conceptos de sociología literaria,
Tradición, Bs As, Ed. CEAL, 1980.
 SARLO, Betriz: Borges, un escritor en las orillas, Capítulo IV: Tradición y conflictos,
Bs As, Ariel, 1995.

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