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VIRTUDES?
En el pasado adquiríamos virtudes humanas, como la sinceridad y la obediencia,
en el hogar, mientras la escuela suscitaba hábitos de laboriosidad y disciplina.
Luego nos hacíamos más solidarios en una sociedad que, todavía, era
educadora. Se asumía que esos hábitos eran necesarios en el proceso de
maduración personal y en la preparación para la vida.
Hubo que esperar a que lo educativo fuera influido (y, en algunas ocasiones,
instrumentalizado) por lo ideológico, para que surgieran las llamadas “crisis de
valores”, algunas de ellas artificiales. Ahora mismo se nos repite como un
mantra, que estamos en una de esas crisis que, a pesar de la frivolidad con que
se denuncia, admito que existe. Nadie negaría los males que ha causado el
permisivismo moral, convertido después en permisivismo educativo.
Cuando los valores dejan de ser algo externo y teórico para transformarse en
principios internos de actuación, adquieren el nombre de virtudes.
Para los latinos las virtudes (virtudes) significaban modos de conducta estables
que nos capacitan tanto para madurar como personas, como para realizar todo
tipo de encuentros interpersonales, como se ve, por ejemplo, en la amistad.
Para Carlos Llano, en la sociedad actual no existe crisis de valores, sino pérdida
de virtudes. Es necesario dar prioridad a los valores positivos, pero es aún más
importante tener la convicción y voluntad de llevarlos a la práctica para generar
virtudes. No son los conceptos los que engendran virtudes, porque una
transformación hacia un mayor desarrollo compete a las personas reales.
Educar es, esencialmente, educar en virtudes. Desde Sócrates sabemos que las
virtudes no se pueden enseñar; no se transmiten como los conocimientos, por
medio de la instrucción, sino que se descubren y contagian como por ósmosis,
en ambientes formativos y en encuentros con personas íntegras que son
modelos de identificación.
López Quintás señala que los valores no nos arrastran, sino que nos atraen; se
ofrecen a nuestra inteligencia y nuestra libertad, y esperan a que los acojamos
de manera activa para proyectar nuestra vida.