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REVISTA FRENOPATICA

ESPAÑOLA
AÑO V » » • • AaosTO DU lüOT « « « « N ú i i . 56

SUMARIO: El faquiriimo indotUaico (coniinuicióni, por el Dr. Wijrtdo Curo-


Itu. — Mitdoi morbotot, por el Dr. D. FtrHando Bravo y Mortno. — La vaDldad
criminal, por el Dr. Joié Ingtgnitrot. — Bolciin del Manicomio de San Baudilio,
por el Dr. Rodrigut^-ttorMl. — Boleiln de los Manccomiot de Ciempozuelot. por
. - . . - . . . - - e l Dr. Francitco Uaravtr. — Sección varia - - - - - . - . . -

E L FAQÜIRISMO IND08TÁNIC0. por el doc-


tor D. WIFREDO COROLBU, Médico-Interno
del Manicomio de la Santa Cruz (Barcelona) (1).

II
Si no lan peligrosa como la inhumución ó samadh, es
por lo menos tan dolorosa la anhtama dandwat ó repla-
ción del cuerpo, aplicando ai suelo la frente, pechó,
manos, rodillas y aún los dodos de los pies. Y nótese
<fue á veces se comprenden de este mmlo largas pere-
grijuaciones. El romero se echa primero de bruces en
el polvo y luego se arrastra hasta tocar con los talones
«I sitio donde antes reclinó la frente. Mr. Campbell
Ornan dice haber visto un sadu que recorrió de este
modo la distancia de Yuggimout á Benares, ó sea, seis-
cientas millati inglesas (2). Los hay que atraviesan de
este modo el Himalaya y asi se comprende que tales
romerías duren meses enteros y aún aflos. Parece que
algunos, queriendo imitar al santo rey Indistera y llegar
como él al paraíso escalando las más altas montañas,
han conseguido sólo no volver más.
El voto de silencio no e» nada raro. ¿Quién no ha
conocido locos que se proponen y consiguen guardarlo?

(I) CoatlaiiMMK Véw« el ñamara anterior.


<a) U n U U iagleM eqaltriU* 6 1,80» metriM.
ti6 El £iquiríia)o indotUnico

En Santa Cruz tuvimos uno, hoy en gerpctuo estado


de moría, que no dijo palabra durante un afto entero
después de haberlo así prometido. No es infrecuente
tampoco el ayuno. Algunos se cargan de cadenas de lo
más pesado. iMr. Cajnpbell-Oman cita un musulmán
cfue llevaba más de quinientas libras de hierro. La
mutilación no es rara tampoco. Pero más frecuente
que ella es acribillarse la lengua, las mejilla.s, los bra-
zos ó el cuello de arillos de hierro. También es cos-
tumbre, en el irles de abril, la parte de las bajas clases en
tales sectas, el marchar sobre carí>ones encendidos ó
el revolcarse en un lecho de espinas.
Otro de los pasatiempos es someterse á una ducha
— i una indicación médica bien hallada! — que les cae
sobre la cabeza y luego les inunda el cuerpo. Los cré-
dulos imlios se fíguran contonplar en aquel chapoteo
al mismísimo dios Siva fertilizando la tierra. Se toma
la ducha generalmente en un armazón de malera que
sostiene un inmenso jarrón agujereado en el fondo, sobre
el que desaguan veinticinco jarros. Es particular que
estos baflos )se tomen por la noche, como ocurría ya en
los misterios de Ceres y Proserpina, ridiculizados por
Aristófanes.
Más pervertido aún es el gusto de traganse ó mascar
carbones ardientes — en el que sospechamos algo de
prestidigitacíón — ó el de beber agua con cenizas.
En cuanto á ayunos y dietas, lo dindl es tgtcoger. Los
farari tío comen mis que frutos, los dudcJiañ viven sólo
de leche y los alnora jam^ se echan sal en los man-
jares. Las abeiraciones del instinto sexual se manifies-
tan de diversa manera en los kara4ingi», que acuden á
medios de restricción mecánica, que en los Bairagis que
•cu^n á seccicMies nerviosos y musculares.
Varioi medios hay auxiliares de la meditación. Ge-
neralmente, son actitudes ó amn» especiales de las que
la m^ «mocida es la padma amn 6 de la flor del loto.
Algunas C(»tonri(mes um tan violetas y forsadan, que
Wifrtdo Coroléu 127

deben aprenderse durante mucho tiempo para llegar


á sostenerlas. No es raro que algunas Ueguea á dis-
locaciones, y así, los libros en que se consignan, están
rigurosamente prohibidos por la policia inglesa. Pero
bien los equivalen los ritos de mortificación que pue-
den agruparse en tres secciones: el neti Karm, ó paso de
un hilo á través de las fosas nasales y fauces, el doH
Karm, ó deglución de un condel ó pi?za de paflo que
luego es retirado con un fiador, y por fin el Brama da-
tan ó limpia de la faringe. Mr. Camlpbell-Oman »e
niega á decimos en qué consiste el brozoli Karm; pero
nos informa que el ganeah Kriya es una especie de lava-
tiva sin instrumentos.' ¿Quién no recuerda las absur-
das prácticas á que se entregan los paranoiacos perse-
guidos?
Lattiejorprueba dex[ue len «1 saduismo hay un fondo
fj*enopático, es el caso extraordinario de un joji ocu-
rrido en Trevandrum. El tal vino, nadie sabe de dónde,
y escogió su habitación sobre un banano en las riberas
del Padmaturtam. Sólo dos veces ó tres por semana
tomaba leche ó algún plátano, hasta que llegó á d«Janie
m«MB enteros sin comer. No dirigió Jamás la palabra
á nadie y pasaba todas las horas ^ t o al fuego. A p^
sar de ser objeto de t^ tropel de visitas, ratre ellas
el Maharyale de Trevancore, no se d^nó dirigirles si-
q^era la mirada. Expuesto al trio y á la humedad,
falleció á los tres aftos, ¿Quié^ no reconoce aqui una
catatonía intermitente en el curso de una locura hipo-
cotidríaca ó melancólica? Afladamos que la criminali-
.dad está lejos de ser desconocida eÉitre los sadus, y así
xuio de ellos, en Amiitsar, enfadado por no haberle
•ocoiTido los comerciantes, p ^ fuego á sus bazares,
<|ue ardían como yesca. OeneralmeiUe sus depreca-
ciones, ke airib«^«i ^ una maldición especial y d
IMÉblico no pmlona meitio de apaciguarles.
Es nnu^o más raro que los isadus efectúen actos de
caridad. En cambio prodigan las escenas de tauíaatiur»
U» El ftqairiwae iml«Mrtiiíco

gia. Cuando en Amrítear no hubo un sólo caso de peste


bubónica en la epidemia de 18tf8, no dejó de atribuirse
á un sadu el milagro. Otros se dedican á trasmutar
metales cual los alquimistas de la Edad Media; Mr. Camp-
beü-Oman dta el caso de uno que volvia plata el cobre
y el de otro que cambiaba en oro el mismo desprecia-
ble metal. En ambos caaos se trataba de una niixtiR-
cación, y así, no insistiremos en este punto. El más
célebre de tales sadus milagreros era el llamado Hassan
Kan, de Calcuta, un musulmán que daba quince y raya
al mismo Canonge. Así, era frecuente que en un círculo
familiar, cualquiera le pidiese nno de esta suerte ó la
otra, y si el sarraceno se hallaba de humor, al instante
se encontraba el b^iéfíco Ucor bajo la mesa ó detrifai
de una puerta, cuidadosamente embotellado. También
proporcioiiaba pasteles y dipurrat por medios maravi-
Uotos. En una ocaiióii, hallándose de fiesta con unos
compaflen», le acabó d dúonpagne, y como todos ma-
láfestáBcn gran diagosto, se levanta y dirigiéndose al
terrado, da órdenes en alta vos á un s«> invisible. A
la tercera voz cayó de los aires una botella que dio en
el pecho al buen Hassan Kan, haciéndose aflicos. «;AhI
di|o éste, he mostrado mi poder, pero el genio (d)inn)
se ha eitfadado por mi ímportonfdad*.
La historia de Hassan Kan, omitada por él mismo,
no puede ser más curioaa. Parece que de muchacho
un sadn le tomó bajo au inoteodón y le confirió poderoi
sobre loa genios de la Natttraleta. Para convencerle
aMmdle que «aa ves «i casa y etm la puerta cerrada
nuuMiase iwdr las i^edhras Ud camino. El muchacho re-
f r i ó tágo ÍiK3^édttk»; ffsto, jcoál acrta su artup«Au>
*Hn mmeáo ti «Un* la eOndia orden vio, en dedo,
tai fria#w i f w pieil Oeade aqad Instante los genios
1* «AütiferMi. «Paro á v«e«i ae «ÉSMlatt, afiadió, f
^"^M 4« émmemm «•§, fdiiiimle, tu fl^po wo te
togad». 1*Müiinkiiua ^pa HaaMUí Kan as, sobre todo,
Wifrcdo CoroUu im

El pueblo mismo conoce la naturaleza frenopsltica


de tales santos y profetas. Hay tma creencia muy
extendida: que cuando el faquir está mast, 6 loco, vive
bajo la influencia directa de la divinidad. Lo que dice
entonces tiene significación profética. Para vencer su
mutinno ó su negativismo, como diríamos nosotros,
hay dos medios: la suavidad ó las amenazas. Cierto
día <un polizonte fué á intímidAr á uno de ellos para que
le dijese la buenaventura. El interrogado no abrió
boca y el poco sufrido consultor le dio un golpe en los
hocicos que le derribó al suelo. «Sois un*ealém,* le dijo
f^iuél, lo que significa tirano. Pero lo bueno del caso
es que al día siguiente, el agrelsor fué ascendido á ins*
pector. Inmediatamente fué á dar las gracias al agre-
dMo y éste le respondió: <¿Y q'ué? os llamé Urano,
(zaUm); ya tenéis el distintivo ofídal».
Excusado os decir que estos sadus, como todos los
que viven del favor popular, no desdeñan las prác-
ticas del curanderismo. Así, ofrecen á los enfermos
las yerbas saludables que han aprendido á conocer en
sus perei^nacioues, ó les ha comunicado un gurú mo-
ribundo. Otras veces voiden ftltroa de amor que hacen
pagar muy caros. Hay m^wQ^M religíoses qué se ga-
nan el sustento como prc^etM ó adivinadoreí de cosas
ocultas. Finalmoite, algunc» «e dedican al acrobatinno
de cinco; así en AUahobad se rió Im faquir que se sos-
tenía sobre una pierna, manteniendo la otra arrollada
sobre la cintura. Ilommtoa después invertía la posi-
ción, colocándose cabeza abajo, apoyadas las ]^mas
ú» las xnanoü en el suelo y cmcando ambas piernas sobre
el OMUO. Uno de estos hábiles contorsionistas, Bava
Sclmso, fué contratado « i el aquarium de Westmins-
tor, donde distrajo varios diM al púbUco londinejise.
Wioi^o de eítos fenómenos — el curanderismo y
el aiat>batf«ao — es para sor|M«ad<»- al que conozca
«an medlaiuanaite la historia de los locos religiosos.
En tA prtmer caso, la oreduUdad popular, viendo en el
230 El b^uiritmo iodoMáoico

infeliz iluminado un favorecido del cielo, busca en él


la curación de todos los males físicos. Muchos des-
equilibrados hay que spn ó resultan curanderos sin
haberlo pretendido. Es el público quien muchas veces
les fuerza á ello. En Santa Cruz obsen'é á un demente
que se ganaba el sustento recitando oraciones para los
enfermos, y tanta era la fe que habia despertado, que
iba siempre rodeado de una caterva de catecúmenos.
Naturalmente que después, al y&ne objeto del halago
popular, acaban por sugestionarse ellos mismos y creer
en sus propias virtudes terapéuticas. No pretendemos
decir que el afán de lucro no entre por algo en la voca-
ción curandera, pues ni aun entre locos aquél se pierde
del todo. Ningún aliébista habrá dejado de observar en
sfti manicomio el ailesado que pretende sanar á los de-
más y pide rranedio para ai propio. Por supuesto,
qoe ni aún hay necesidad de llegarae á la India para
ver en acción el curataderíNno fti-cnopátlco. Recuér-
dese el caso del principe be Hohenlohe y Ais oraciones á
distancia que obraban á modo de telepatía terapéutica.
El acrobatismo es aún más natural. La excitación
nerviosa de los enfermos debe gastarse de un modo ú
otro', y«n la India siempre ha sMo la predilecta las con-
tordones y dislocaciones. Las historia y mitos po-
pulu*es andan llenas de cante» :y héroes, dioses y pro-
fetas que vencen las twaxm de la Naturaleza á copia
de raras mortifícadonM. Los sados no hacen más que
representar al vivo tslss esoraas, como los jansenistas
parodiaban la Cmtc^jEbdite. tPor lo demás, hay aquí
Una de las más claras nuQiifestaeiones del exhibício-
títmo. Creemos finn«ac3ite que si los SIMIUS estuvie-
mm emiTendd»s que iMdie iba á sab«* de sus extra-
fi«i {Mstitras, ao las prodigarían tanto. Pero la popa-
UsxiéadteíOsanade tales espectáculos les perpetúa entre
los ^Ikdo^idos. Hay «|«y[ un v«-dadero «>nt^o como
entre Um vitíamuifm d«l cMehre convento de Boerhaare.
La knlUu^n -cnmfas pr«ttgkM«Ri«ite y al fin a|Mrec«
Wjfredo Coroitu 2S|

una epidemia de contorsionistas. Esto se ha visto en la


Europa del siglo xiv. Pero en la India la enfermedad
es endémica y nadie se preocupa siquiera de su carácter
morboso.

Otitüi oróaie» pvmlmta, «bsoaao MMIICIMO, «plUpti».


En el Bullelin de la Soc. de Méd. mení. refiere el Dr. De-
roitte el caso de un individuo que sucumbió á los 32 aflos de
edad de un absceso del cerebelo; este individuo desde su
más tierna infancia presentatm ataques epilépticos y una oti-
tis crónica purulenta. La epilepsia era seguramente sintomá-
tica, pues se habla observado que cuando se suspendía ,1a
supuración por alguna causa accidental sobrevenía una in-
tensa cefalalgia y aumentaban los accesos convulsivos, des-
apareciendo en cambio éstos cuando la supuración era abun-
dante y salta el pus libremente.
En la autopsia se encontró una supuración de lais células
mastoideas, atrofia del nervio auditivo del mismo lado, un
absceso en el lóbulo izquierdo del ceret>elo (substancia blanca
y gFis) y algunas alteraciones degenerativas de la médula. —
R. MORINI.

OoBtvtlnMite 4 1» Malte i«l Xaoftal y d*l TMTMML —


El Dr. Hermann Opitz (Disertación inaugural de Rottock, IWt)
comparando la acción de k» do» medicamentoa hipnóticos,
afirma que el isopral es un excelente remedio práctico en los
estados de insomnio simpke, pues se le puede administrar
durante gran tiempo sin lemca- á que produzca depresión
cardiaca. En consecuencia, siguiendo la opinión de Selka,
se le puede considerar como un gran medicamento en la
práctica privada para tratar enfermos no alienados, admi-
nistránctole á la dosis de 50 centigramos á 1 gramo, pu-
dieado en algunos casos elevarse la dosis sin ningún peli¿x>.
El «a^k> sobreviene al cabo de media hora y dura de cinco
á nueve horas.
En los aailoB de alienados, para combatir el insomnio de
los estados depresivos y de los periodos de excitación, es
ttreferible usar el veroniü por teiwr una acción hipnótica más
intensa. La dosis generalmente empleada es la de 73 cmnti-
grauos, obrando al cabo de media á una hora y produciendo
un sueflo que dura de 6 á 10 IMM«S ttn efectos s^undarioa.
tti Mielot BorbMM

M IEDOS MORBOSOS, por el doctor


D. FERNANDO BRAVO T MORENO.
Médico forense del Jucgrado de Inctrncción
del dUtrito de It Btreelonett (Bftrcelonn).

Existen sujetos de temperamento nervioso que se


quejan de no poder desechar y desembarazarse de cier-
tas ideas importunas y penosas, que los enajena ó
embarga por su carácter insensato y absurdo. Estas
ideas se confunden y mezclan con ideas conscientes,
lógicas y asociadas, alterando la marcha de éstas y cau-
sándoles pon ello vivas y molestas inquietudes é inci-
tándoles á la impulsión de ciertos actos, que, según su
naturaleza, el enfermo encuentra y juzga ridiculos ó
detestables.
Estas ideas obsesionantes, cuyo origen es espontá-
neo, tienen analogía con algimos hechos de la vida fisio-
lógica. Acontece con frecuencia que nuestros estudios
y reflexiones, aun los más tranquilos, son perturbados
en su marcha por imágenes, representaciones, aires mu-
sicales, etc., etc., que no tienen absolutamente nada de
coman, ni conexión alguna con el asunto, n^ocio ó
estudio que nos preocupa; pero, con tal pertinacia se
adhieren á nuestra mente, desvian la atención, la espar-
cen y nos distraen, que nos inquietan y no pueden ser
rechazadas sino mediante un esfuerzo de energía y de
fuerza de voluntad.
La idea obsesionante, en la imposibilidad de realizar
«m acto por los peligros ó esfuerzos que él requiere,
es U causa del miedo. Esta otMiesión puede ser tam-
bién causóla por un «mtimiento de debilidad muscular,
por el t^Mr ó dei^vdas acaecidas anteriormente y
en circunstancias anatemas.
F«nMado Br*To y Moreno 2N

«Los miedos morbosos'—fobias—consisten en temores


instintivos é irracionales qiie experimentan los enfer-
mos en ciertas situaciones, cuando se ven que van acom-
pañados de un sentimiento de ansiedad más ó menos
vivo.»
¿Quién no ha oído hablar de los accesos febriles
que daban al sabio Erasmo la vista de un plato de
lentejas? A presencia de los berros temblaba Scalígero;
Fierre Bayle se sentía presa de un síncope cuando oía
salir el agua por un grifo; el ilustre Bacon lo experi-
mentaba también, según se afirma, durante los eclipses
de la luna; el Rey Jacobo II, temblaba al ver Una espada
desnuda; la vista de un jumentillo bastaba para hacer
perder el conocimiento al Duque de Epernon, si hemos
de dar crédito á los cronistas de su tiempo. Juhel
Rénoy refiere el caso de un individuo que se angustiaba
por los «ruidos humanos», tales como la tos, el sonarse,
el roncar, etc.; Férc recuerda que Germánico no podía
oír ni ver un gallo; el mariscal d'Albret, se desvanecía
á la vista de una cabeza de jabalí; á Tycho Brahe le
sucedía lo mismo con los ciervos, y Enrique III, lord
Roberto—el vencedor de los boers—y el celebérrüno
músico Meyerbeer, no podían so^rtar la presencia de
im gato; MolUce, las corrientes de aire dentro de una
habitación.
Por modesta y familiar conversación sostenida coa
un ilustre Abogado de esta ciudad, yo mismo he apren-
dido, no hace mucho, que: «una hermosa, elegante y
discreta señorita de distinguida familia, no puede sufrir
U p r i e n d a de una muñeca, de esas grandes ordina-
rias, que se conocen en el comercio con el nombre de
pep(ma$; pu«i á la presencia de una de éstas, la expre-
sóla señorita experimentaba opr^ón, ansiedad, angus-
ttft, temblores, pánico, sudores en las mejillas y con
frecuencia latidos en d corazón (iconofobia.)* Me
honro con la amistad de un sujeto, distin^idfeiaio
por más de un concepto, que no puede subir á un piSQ
9t Micdet a«rb«to«

de cierta altura, no porque sufra el vért^ de ellas,


sino porque al encontrarse, por ejemplo, en un cuarto
fiso, comienza á pensar lo que sería de él sí en aquel
preciso momento se declarase un incendio en el edifi-
cio en que se encuentra ó en cualquiera de los inmedia-
tos: siempre la idea del fuego es la que le subyuga.
Se trata, pues, en todos estos casos y otros muchos,
de varia natoral^a, de un sentimiento de viva angustia
á propósito del cual no imix>rta que, aun sin raz«^
ni motivo, venga á introducirse en la cond^icia del
enfermo, por otra parte normal, desde el punto de vista
de su inteligencia, de sus conocimientos y de su memo-
ria. El enfermo sabe que no tiene motivo suficiente
pora Justificar esta angustia, y, sin embargo, toma gran-
des precauciones para evitar bodas las ocasiones que
de^iiertaii oi él los estados de inquietad iij^endble.
No es lan simple miedo, es un mieito especial ac<mi-
pidbwlo de un s«itimtaito de ansiedad más ó moios
vivo, de un estado de obsesión, de angustia: si es una
sensación mal definida por el tonor de que puede ocu-
rrir alguna c(Ma en perjuicio del individuo, sin que
éste tenga idea ciara del peligro, se llama por algunos
pantofobia.
Por lo común hay síntomas precursores; el sujeto
está intranquilo, anheloso, duerme mal, siente omstric-
dÓB, peso, abombamioito ó dolor de cabexa. El son-
Uante dd rafermo Indica d estado de ra ánimo; mira-
das azmradas ó furtivas dirige por toda la habitación,
los sentt<kM (Mrecen estar atarla Jf tener usa agudeza
Mpedid, y 1M nu><dmi«itos smi UM de quien espera
f teoM US lOaque de cualquier género. La conversa*
tUm gira sobre el asento que ocupa su entmdtaniento.
«ftwwtfiBto que DM va á ocaiTir algo, me decia hace
I^OQoa ékt ima enferma; «s Inátil qae se me traaquMi-
et, poit|lit iKtod np sieme lo que yo. >- >k> puedo
tosirie Aatlid lo ^ w MTÍ, pon» sí q«e va á sor una
tenibi*».
Fernind« Brtvo y Moreno m

En el fondo de estos estados, siempre se descubre


la emotividad excesiva de los individuos que los pade-
cen; algunos se psemejan á esas monedas y medallas
que por la acción del tiempo se hallan borrosas; pero
el verdadero numismático y arqueólogo las descifra é
interpreta con claridad y sin vacilaciones.
Conviene no olvidar que así como no hay combus-
tión sin oxígeno, no existe un estado fóbico sin una
base de debilidad nerviosa; una enfermedad es siempre
un hecho completo, y un síntoma aislado, solo, no tiene
valor por sí si no enlaza é interpreta correctamenj£
fenómenc» que se han de estudiar en conexión con
otros síntomas y con la. personalidad pasada y pre-
sente. Acontece en esto, si queremos parificar mejor,
lo que ocurre con las cifras que representan los núme-
ros; éstos tienen dos valores, según se les considere
por sola su figura (absoluto) ó por el lugar que ocujKín
en la escritura (relativo); así el cero (síntoma), no tiene
valor alguno por sí, pero ese mismo cero adquiere múl-
tiples signifícaciones, según represente las unidades,
decenas ó centenas de diversas cat^orías. Esta noción
noe Ueva de la mano para aceptar, como axioma incon-
cuso, la proposición establ^ida por Schúle de que:
«la esoida de las ñ^nopatias—locura—no está en un
tsolo síntoma, considerado aisladamente, por extraño
»y excéntrico que sea, comparado con el modo de ser
>en el hombre sano». Es preciso repetirlo hasta la
saciedad, para evitar errores de fatalísimas consecuen-
cias, ya en la determinación de estos conceptos psiquiá-
tricos ^ en su apUcadón á la práctica forense, bien en
la dínica cuotidiana, ora en las reiadon^ ó tratos
sodal«».
La larga i « i e de los trastornos fóbieo$, decormios
oon un tmoro nombre gri^o, puede alargarse á volun-
ttd y e m ^ e c o i a poco más ó menos con todas las rai-
cea del (Ucdmuffio; pero eaio sólo sería un entretoit-
•itoito fútU, lUiolói^co médico, por más que útmji^
2X Miedoi morboto*

haya enfermos que no son indiferentes á la acción suges-


tiva de una terminología docta y tan necios como el
grillo, del cfue donosamente se burla Iriarte en sus fábu-
las, que aplauden ese lenguaje y estilo pedantesco de
los ridículos charlatanes, mío por la ratón de que $e
quedan sin entenderlo y juzgar como de mérito el hablar
li»o y Ihno. Citaré, no obstante, los términos emplea-
dos más comúnmente.
Una forma muy extendida, de estos miedos patoló-
gicos ó morbosos, ^ la agorafobia; el enfermo no puede
atravesar una plaza libre sin que á su sola vista sufra
una impresión de vértigo; ejemplo, el oficial referido
por Legrand du SauUe. La claustrofobia, que es el
miedo contrario, ó de los espacios cerrados, es más raro,
pero más penoso. El miedo de dormir en la obscuridad,
nietofohia, tan frecuente en la infancia, es la tiaustro-
fobia en miniatura. La necesidad imperiosa que sien-
ten algunas personas de mirar debajo de la cama antes
de acostarse, se puede considerar como una variedad
de la claustrofobia.
El miedo de las agujas ó de ]os alfileres es otra fobia
muy extendida. Algunos la sufren en un grado increí-
ble; ven por todas partes agujas y alfileres, y si no Im
hay realmente á la vista, pueden estar más ó menos
ocultos; ejemplo, el referido por el doctor Roubino-
vitch (de la Saipétriére), de una s^ora que no puede
comer huevos porque fias gallinas que los han puesto,
muy bien han podido tragar agujas ó alfílores al pico-
tev el trigo que les ha servido de alimento».
Las mayores extravagancias son las de los que tienen
nledo morboso á los perros (emofobia). — Una señora
«B la calle, un perro ha rozado sus vestidos; al ins-
tffiíte se ime^na que este perro está rabioso y ella va
á VMMlr raUando. Entra en su domidlio alocada; en
vano, pari^ttt^ ^ w s o y media» se eshierxan por demcM*
ti'aiie que muU iM^Mba qne el peiro estuviese rabioso
y que aún, y «m todo, para wer inoculada por la rabiai
Feratado Bnvo y Moreno 217

era necesario que el perro le hubiese mordido. Nada


le convence; ella se obstina, es esclava y está subyu-
gada por la idea de que el perro ha podido morder «u
vestido, y razona de esta suerte: «el vestido ha podido
transmitir la rabia á sus enaguas, éstas á la camisa y
la camisa á su piel», y durante cuatro ó cinco meses
esta idea obsesionante no la abandona un mometlto.
El delirio del tacto se caracteriza, en sus más simples
formas, por la aprensión de tocar ciertos objetos deter-
minados, monedas, botones de metal (metalofobia), alfi-
leres (benelofobia), objetos puntiagudos (aichnisfobia),
pedazos de cristal, azabache (cristalofobia), terciopelo,
seda, pelos ó vello de ciertas frutas, melocotones (trico-
fobia), sebo, goma, cal viva, etc.; ejemplo, el del suizo
de la catedral de Rennes, contado por Morel, es cono-
cidísimo.
Los temores morbosos, en suma, se presentan en
muy diversas circunstancias en las alturas ~ aerofO'
bia; attrofobin (á los relámpagos, truenos); antropofobia
(miedo á las muchedumbres); amoxofobia (temor angus-
tioso ea presencia de ios coches); baaofobia (miedo de
caer); cremnofobia (á los precipicios y al vacío); duro-
fobia (á lo» gatos); etitrofóbia (al color rojo ó á enroje-
cer); hematofobia, hidrofobia, iofobia (miedo á los vene-
nos); no80fobia (á las enfermedades); necrofobia (á ia
muerte), y el tníedo á ser enterrado en vida (iafifobia):
en una palabra, es completamente ociosa la preten-
sión de querer designar cada una de las fobiaa con un
nombre especial, Jolly las reúne todas con el título
colectivo de cairofobia 6 estado de angustia.
Ninguna fMa, repitámoslo una vez más, forma una
entidad independiente, ni se manifirata de un modo
aislado, y Morel tenía razón al dejar á un lado, como
no teniendo importancia, todas estas manifestaciones
abigarradas de una actividad cerebral enfermiza para
ceflirse al fenómeno capital que yace en el fondo de
todas las fobia* y manía*; la gran emotividad de I M
2tt Micdot morbMM

d^eneradds. Y Max Nordau agr^a á este propósito:


(Si á la emotividad ó á la excesiva excitabilidad hubiera
afiadido la debilidad cerebral que implica la debilidad
de la perceptción; de la voluntad, de la memoria, del
juicio, la inatención, la inestabilidad habría completa-
mente caracterizado la naturaleza de la degeneración
y quizás impedido que la psiquiatría fuese sobrecar-
gada de una multitud de apelaciones inútiles y pertur-
badoras. Kovalewski está nrucho más cerca de la ver-
dad, cuando en su estudio ha representado todos los
trastornos intelectuales de los d^enerados, como una
enfermedad que ofrece simplemente varios grados de
gravedad y que produce, en su forma más benigna, la
neurastenia; bajo una forma más grave, las obsesiones y
las angustias fuera de razón; bajo su forma más grave,
la locura de la n^ación ó de la duda. Doitro de este
marco oicajan todas las MONIM y fohia» aisladas que
pnhilan actualmoite en la literatura psiquiátrica.»
Por vía de conclusión, y reduciendo á una fórmula
univoca, todo lo expuesto, las ocasiones en que se pro*
dticm las fobias son extremadamente variables; por su
origen son espontáneas, y todas presentan dos caracteres
importantísimos; imposibilidad para el sujeto de vencer
el sentimiento de miedo y temor que sufre en presencia
de i u fenómeno, de un objeto ó de una substancia, y
tí. estado de condcnda completa que acompafla á este
«eatimlento.
Una palabra más, tomada á Kraffl-Ebing: «!•• repr»-
«Matadones obsesioiíantes son alteradones elementa-
»let que aeompidlan, ó á una aifo*medad psíquica (me-
»lliK»]ia, {Mronoia), ó á una neurosis».
loU tagcgnicro* 219

L A. VANIDAD CRIMINAL, por el doctor


JOSÉ mOBQIftBROS, Profesor en la
Universidad de Buenos Aires y Director
del Servicio de Obcervación de Alienados.
Este fenómeno llamó especialmente nuestra atención al
visitar algunas cárceles de Italia.
De pronto, rimando el tono de su voz con el matiz grisáceo
de la tarde sin sol, un catabres con cuello de toro y manos
como garras, conciudadano de Musolino, nos guifló el ojo
picarescamente. Vivia más satisfecho en la cárcel de Roma
que en su montada abrupta. Mirando su cara simiesca, pa-
recía leerse en ^la la satisfacción de un hombre que ha rea-
lizado su ideal. Mientras recomamos los corredores caii-
cientos, cuya penumbra cobija tanta lacra pavorosa y donde
cada alma es una pústula, el calabrés nos tocó el hombro
á hurtadillas para que no le vieran los empleados del esta-
blecimiento.
— ¿Es usted el profesor? — nos preguntó.
— Si, ipor qué?
— ¿No querría publicar mi retrato en algún diario ó libro
suyo como hicieron con el de Musolino?
— Pero usted no cometió crímenes tan grandes...
— Porque no pude. Mas le Juro que cuando vi en un
libro el retrato de Pepe, y tdá» tarde en todos los diarios, sentí
anhelos de ser un gran hombre como él. DMgracladamente
fallaron mis proyectos. Me tomaron en seguida. Porque si no...
Y Junto con la vanidosa «nunaxa el celeste sin brttlo de sus
ojos se iluminó súbitamente, como cuando en la pesadee de
un cielo nublado se desarticula un rayo.
Pocos pasos más lejos, un gandul de veinte aftos nos des-
menuzó la crónica de su adolescencia^ En el prisma de su
vida, aún breve, no fulguraba un solo resf^andor de hoi^ti-
dad nativa. Ninguna claridad habla en su alma, prematura-
BMDtfl empañada por el aimm. Fuera absurdo pedirle trans-
patviKias; nació opaca. Nos exa^ró con inmoderada fanfa-
rronería las pá^nas más abyectas de su historía. Le preguo'
tamos por cuántos años estaba sentotciado.
— iYof Nada: tres afios. Pero advierto á usted que mi
padre está condenado! á treiote y mi hermano á doce. Y de
mi padre hablaron mucho los diaríos, i comprende?
En Nápolee un camorrísU nos puso queja contra Us ini-
«aas antorlifauies, que no le dejaban estafar y acuchillar m pac.
210 La ranidad crimiiul

— Ya hice publicar un lindo suelto en El juicio final. \ Ese


si que es un buen periódico! Siempre nos publica algo con-
tra la policía. Pero le juro que cuando salga voy á hacer ha-
blar ide mí en los demás diarios, porque yo no soy un pillo
vulgar ni un acuchillador como cualquier otro.
Manifestaciones semejantes hemos oído ciento en las cár-
celes de Italia. Un ñengo — no lo era menos de alma que
de piernas — autor de siete ú ocho homicidios, nos pidió
intercediéramos ante el Directbr para que le permitieran
garabatear su autobiograna. < Vale la pena, se lo aseguro;
yo soy un hombre que ha trabajado bien >. Un eminente
punguitta pidió permiso para venir á la dirección y lucir sus
habilidades en presencia de los visitadores; en un santiamén
nos dejó limpios de relojes y alfileres, antes de que autori-
záramos su ensayo. Un homicida, verdadero arquetipo de la
degeneración, con una de esas caras que ilustran los atlas
de Lombrofio ó de Ferrí, reclamó con violencia: c Háganme
lo que quieran. Aguantaré que me maltraten y asesinen; pero
no me impidan hacer conocer de todo el mundo las principa-
k» circunstancias de mi vida y las causas de este crimen >.
Otros, por docenas, nos refirieron sus delitos. Ponían todo*
particular «npdSo en pavonearse de sus hazaflas. Los más
foragidos adornaban sus aventuras cargando la pincelada
roja; los bribonzuelos de segundo orden, avergonzados {mr
la obscura lenidad de sus crímenes, inventaban de planta
imaginarías fechorías. Los avergonzaba la insuficiencia de su
propia infamia.
Lombroso menciona muchos casos semejantes. Un tal Rc»si,
por ejemplo, grítate frente á sus Jueces como ante una pU-
tea: < No ínritaré á mis camaradas que hacen misterio de sus
acciona. Lejos de eso; las mias me morguUecen.- He ro-
bado, es cierto; pero nunca menos de diez mil francos >. Y una
envenenadora célebre, la Busceoi, se carleaba con su amante
firmando < Lucrecia Borgia >; asi denunció los propios crí-
menes por no refraiar su petulante vanidad criminal.
Como « o s casos podrían referirse mülaret. Indudablemente
eaos rwfM psiootó^cos no son exclusivos á los delincuentes
iWlaiwsi en todas las cárceles y «a todos los países obsér-
niOM o » mayor ó menor intensidad. Pero en Italia predo-
miBüa, ÚKBÜo n«>Qoniía á derlas formas de la criminalidad
P»fa»«l«r y «KmMÜtajeado una de sus peculiaridades más
auvetet^ttou.
Ea tama té^f wn^dadotM Qutjotef y Ciranot del cria^n,
como h» hay d^ arle ó de la caliallería. Hay oaa criminal
¡oté iagegnieroi 2U

vanidad que busca el camino de }a gloria; hay una variedad orí-


minal que mira al públicio y á la poSleridad. Son puñales bra-
vios que hienden las carótidas y punzan los corazones bus-
cando el éxito; son fusiles que resuenan en la montafta espe-
rando la repercusión de «u eco en el tiempo y en el espacio.

Eróstrato, el otiscuro é inmortal ciudadano de Efeso, ¿fué


un cobarde, un simple vanidoso, un verdadero megalómano?
Callan los historiadores á este respecto; por eso entonces no
habia alienistas que ahora escudriñan las almas con incle-
mencia y rotulan con sutiles diagnósticos cuantos cerebros
caen bajo su lenfe ó su escalpelo. Vivía, sin duda, obsesionado
por una atroz pesadilla; su nombre no quedaría en la historia.
Necesitaba vincularlo á algún hecho grande, universal. Miró
en su interior y se vio impotente para emprender una gran
obra buena. Recordó entonces que los grandes conquistado-
res se inmortalizan mediante devastaciones y carnicerías en
vasta escala. Una obra grande y mala ¿no valdría lo mismo
ante la posteridad? Con gesto de bárbaro y alma de nihilista
puso fuego al templo de Diana. Quería solamente la gloría;
y la gloría, para él, estaba más allá del bilen y del mal. La
asió c<Mno pudo, cogiéndola por su único garrón vulnerable,
como Tetis á AquUes. Legó su nombre á la posteridad aso-
ciado A una gran obra mala. ¿Acaso Caín es menos célebre
que Abelf
. Algunos poetas griegos han enniaraflado la leyenda de
Eróstrato forjando otras visiones; para nuestro objeto basta
la enunciada. St diremos que «I profesor Lacassapie, con
certero espíritu generalizador, ha denominado ero»lratl$mo i
esa hipertrofia de la vanidad, á ese deseo de exhibición y de
celebridad que en muchos casos, semejantes al de Eróstrato,
suele ser el móvil esencial del delito. Otras veces entra como
factor preeminente en la psicología del criminal.
Eróstrato es, pues, el precursor ilustre de todos los crimi-
nak» vanidosos, su < hombre representativo >, emersionamente.
Max Stinier ó Nietzcbe haln-ían podido mencionarlo como un
mocJblo de hombre exbvsodal, ajeno á la ética y á las con-
veniencias electivas, libre del ^>iritu de ^ y . Su caso moral
ft^ extraordinariamente sw«:ilto; d^bla d i e ^ entre su vida
y la (te una mi^iñcA obra de arte. ¿Para qué le servia d
tenipk> cuando él muriese? Se eligió, pues; destruyó la obra
de arte y él si^bvei^vió en la historia. Fué un gesto del indi-
q u e contra la sodwtad.
tu La vanidad crimiaal

Los • erostratistas > modernos son numerosos.


La nocióB pleonástica de U personalidad propia se exalta
•n los ambientes civilizados. El brillo de la gloria sobre las
(r«ntes elegidas deslumbra i los mediocres, como el hartazgo
del rico encela al miserable. El elogio del mérito es un
estimulo para perseguir la loa. Bajo la obsesión del éxito que
persiguen en vano, los impotentes adquieren una exagerada
noción de los méritos propios; dmpués del fracaso suelen refu-
tarse en la protesta contra éí ambiente social, que no se
decide á admirarlos. Todo hombre entra á la vida constru-
yéndose un escenario, grande ó pequeño, bajo 6 culminante,
mmbtío 6 lurain<wo; cada uno vive con la pc«ocup«dón cons-
tante del juicio ajeno sobre su persona. Asi consumen los
hombres las mejores enei^ías de su existencia, sedientos de
distinguirse en su órbita, de ocupar á su mundo, de cautivar
la atención ajena por cualquier medio y de cualquier manera.
La diferencia, si la hay, es puramente cuantitativa entre el
escolar que persigue diez punto* ea 1<M exámenes, el político
que sueña verse aclamado nünistn» ó |»«sidRite, el novelista
que «•ijrirft á edkáones de cioi mil ejonplares y d delincuente
qiM desea ver su retrato y su btognifia co la sacdón policial
de loe fraodes periódicos.
Tarde he dicho que el amor propio es el mayor estimulo
para la acción; el deseo de brillar en nuestro ambiente inme-
diato, la preocupación del juicio que sugerimos al pequeño
grupo que nos circunda más de cerca, es la más intMisa de
sus formas. Los hombres, ^oeralmente, desean que se les
jMigue sus esfuerzos al contaiki, aunque sea en moneda menor,
eon los pequeños niqueles del éxito sobre tablas. El rol <te
estos sentimientos es grande en todM los hombres, desde el
más humilde hasta el más encumbrado. La vanidad, el <w<-
gafk> y la pretendida megalomanía de ios grandes hombres son
las formas intensas de fenómenos pefüectunente normates;
rara vez son mayores que la vanidad y «1 amor propio de
kM imbéciles. La diferencia cttrÜM en su cantidad; pero
M una difer»cia lógica y twrmaL A un metro y á sim|^
vista nadie ve la pata ó la boca <te una bonni^i, pero todos
fW^cihim la gum de un león y la trompa de un el^adt»;
tmkm son normales, guardan Jwta proporción. Lo propio
9mm* eon el oiigttUo ruictoso ét los gniídas y la desapeí^
Mda ^uaúámá ét kw insigniflcuitM.
LM tpm podríamos Uamar < enfemMdades «te la vanidad »
«•^Mw 4m M|iectos. ¡ ^ aifiinos caaos la hipertrofia pato-
lógica oraviMte al tadlvkiiw m vm extrasocial fimpk>m«m«a;
José Ingeinierot 248

otras veces lo transforma en antisocial. Los primeros se escu-


rren junto á las fronteras de la locura; son millones de megu-
lónianors A medias que fermentan en iodos los ambientes socia-
les, inadaptados por incapacidad, contradiciendo sus flacas
aptitudes con el propio juicio de méritos imaginarios y des-
conocidos, cascabeleando la pompa de su yo enfermizo. Los
segundos reacci<man contra el medio; ruedan al manicomio
ó á la cárcejj, según las circunstancias.
En los criminales la vanidad reviste caracteres mórbidos,
netamente antisociales. Se observan todos los grados: desde
el sim|>le ratero que se jacta de sus golpes audaces, hasta el
anarquista que desea inmortalizarse matando á un rey y can-
tando la carmañola al subir á la guillotina. Todos, en grande
ó en pequeño, buscan la celebridad; todas la persiguen, como
aquel seftor de Gensac, de quien cuentan las crónicas del
siglo XVI que quiso batirse contra dos adversarios al mismo
tiempo, sin más razón que ésta: < ¡Ah, Dios mió, quiero que
hablen de mi en las crónicas!»; Ya habia crónicas, l u e ^
vinieron las gacetas, los diarios, las revistas ilustradas. Todo
un sistema para fomentar la vanidad criminal.
Kl Sr. De Cicnsac no es una excej)ción. De Marat y Ro-
bespierre, dice Lonthroso en an estudio interesante, que fue-
ron tan crímínales por vanidad como )M)r pasión politit-a; la
desproporción entre su valor intelectual y su extraordinaria
vanidad fué una de laa causas de tu fanatismo sanguinario.
En esa misma encrucijada de, la historia coavargen y desfíhuí
kw grandes histéricos de la Revolución, cuya neurosis es
singularmente propicia al d » e o de notoriedad y al afán de
preocupar at público. Hacia la guillotina posa Olimpia de
GougM, amazona de la pluma; sobre los peldaños de la má-
quina siniestra ella sintetiza en una frase toda su psicolo^a:
ti Fatal deseo de la celebridad! jHe querido ser alguien I >.
Y pasa Théroigne de Mérícourt, que los Gonoourt nos pintan
en su precioso estilo, < á caballo, con un penacho rojo, cha-
queta roja, fusta en mano, pistolas en la cintura, cabalgando
«a su tríujndD >; derahogalMi su fiebre de historia y de cde-
Máad peleand» á la cabeza de multitudes criminales, como
la «Gofs» pintada por Francisco Sicardi ea sn novela Hacia
la futíícia. Théroigne guia kw puftales {deberos en las Joi^
nodos de octaibre, t^Mtigaa^ i la masa co>n vociferaciones
de manioonilo; la potare iiiurió loca en efecto. Carlota C(H>
doy toma por asalto la inmortalidad vibrando su arma como
un rayo sobre Mant, que era la tempestad viariente; Rosa
Laoombe, sataolsa de la guíllotma, y muchas, muchas otroa,
ÍU Li Tanidad crimioil

hasta que la hora trágica de la Comuna sonó sobre París su


entrevero de herolsinas y de infamias, volcando del suburbio
sobre el bulecvar < Ja histeria revolucionaria , con esas des-
graciadas petroleras embriagadas por el olor de la sangre y
la chamusquina del incendio, bn esos casos y en otros simi-
lares que ha reunido en una tesis reciente el Dr. Yillette. el
crimen se entrelaza con la locura de la celebridad; cada
una de esas histéricas soflaba legar su nombre á la historia
como heroína de la redención humana.
La vanidad mórbida asoma, pues, en todas partes, como
característica predominante en la psicología criminal, tanto
en el delito individualizado como en las multitudes delin-
cuentes. Este dato científico puede tener valor práctico.
Cuando la lucha contra el delito se funde sobre una
organización racional de los medios preventivos y repre-
sivos, á fin de impedir los actos antisociales de los delin-
cuentes, estas nociones de psicologia criminal tendrán utili-
dad inmediata en las funciones de la policía y de la justicia.
La ciencia criminológica comienza á influir sobre la evofu-
ción del derecho penal metafisico; en cuanto á la prevención
y procedimiento policial, merece admirarse la Iniciativa del
ilustre Ottolenghi, profesor de Medicina legal en Roma, que
dkta un curso de < policía dentifica > á los empleados de
esa repartición. ¿Os imagináis las ventajas que resultarían
de reemplazar al pesquisante compadrito por un técnico que
^nara su empleo en un examen de concurso, relativo á no-
ciones de sociolof^a criminal y de técnica policial* Es la \ia
para que el odiado tbirro latino se convierta en el útil y
simpático policeman sajón. Cualquier discípulo de Ottolen-
ghi encontrará cien ocasiones para explotar la vanidad del
delincuente en beneficio de la defensa social.
Cuando quiera interrogar á un linfardo le bastará elogiar sus
aptitudes delictuosas, tratándolo para ello como á un maes-
tro en su arte; el delincuente, envanecido por el elogio, tra-
tará de connrmar tt» h<mrosa reputaddn y referirá oon pe!o«
y sefiales su propia bi<^|rafía criminal y acaso la de algunns
Capuces ó colegas. Este procedimiento, que también be^
mos visfo usar con éxito por el Comisario de lovestigMiones
d» Buenos Aires, confínna on viejo aserto de Lombroso: < La
anidad j^xifesioiial es mayor en I M delincuentes que en
kM cómio», kM literatos, los médicos y las mujeres elegantes >.
Como bHttee ée la vanMad en los delincuentes itaUanos
basta meBdffiBar ma dos procMos má» ruidosos. El de Tulk»
Murri, cuyo memmlml m nn mi^pnifloo documento de tea-
loti Ingegnierot 2<5

tralidad criminal, y el de José MusoUno, cuya celebridad ex-


cedió ix)r mucho á la de cualquier Presidente de Gabinete
italiano.

En ciertos casos la vanidad criminal suele complicarse


con un vago barniz de teorías filosóficas. Se prefieren las
que están de moda. Así el delito aparece como una misión
y su autor como c el heroico brazo que ejecuta los destinos
de la historia », para usar del cliché ravacholesco. Muchos
regicidas, en todos los ticm|x>s, han sido vulgnres criminales
ó simples ambiciosos, imitadores de Eróstrato. Otros han en-
treverado la filosofía con la abyección, la ciencia con el
delito. ¿No hemos oído el cobarde asesino de una anciana,
Lebiez, pretendiendo justificarse, caricaturando en su bene-
ficio una afortunada fórmula del darwinismo?: tYo había
declarado la guerra á la sotciedad; ella es más fuerte, yo
sucumbiré», una evolución semejante se advierte en to<la
la criminalidad política. El profesor Regís ha demostrado,
y lo confirmó plenamente Fierre "Villette, que los regicidiis
de antafio .son los anarquistas de hoy. Otros tiempos, otras
fórmulas verbales; nada más. Ahora sus discursos reivin-
dicatoríos han adoptado un nuevo esquema: desfacer á dina-
mitazos loa entuertos de la sociedad.
El evidente que esto* anarquistas de acción no debeo ser
confundidM con los sociólogos idealistas á la manera de Ke-
clus y de Kropolliinej los errores del romanticismo político
son siempre respetables, mientru sean sinc«t>s. Ni puede
confundírseles con los literatos que buscan en la mitería
y ia rebeldía inspiraciones concordes o^n su temperamento,
ó simples caminos de éxito fácil, como Richepin ó Laurent
Tailhade. En ciertos casos, sin embargo, la simple insti-
gación literaria al delito es más torpe que el delito mismo;
hay cobardía en aconsejar como óptimo un crimen que
lleva al cadalso, sin tener el valor de realizarlo personalmente.
Los regicidas han adoptado ahora la teoría de la propa-
ganda por el hecho, cjneando la guerra quimica, según la frase
pintoresca de J. Simón. El profesor Regís encuentra en
estos sujetos una hipertrofia enorme de la vanidad que Im
produce una desannonfa del carácter y de lá personalidad,
constituyendo una forma del delirio místico. Bajo los reyes
Francia tuvo misUcos relí^sos; bajo le revolución y el
imperio, místicoa patriotas; Irajo la república surge d mistt»
ctsmo rojo, cuya manifestación extrema es el anarquismo.
tu LA vanidad crimliul

Cuando ese misticismo político-ambicioso brota sobre un tem-


peramento criminal, tenemos al delincuente anarquista. ¿Quién
podría impedir á los delincuentes vanidosos creerse regene-
radores de la humanidad y obrar en nombre de la filosoría
acrática? Muchos de ellos ofracen el cuadro completo del
erostratismo. Lombroso, en un estudio por otros conceptos
deficiente, encuentra que suelen ser desequilibrados y muy
sugestionables, verdaderos <mattoides>, presentando <una com-
binación de insuficiencia mental y megalomania, con una
extraordinaria exageración fiei orgullo y de la ambición'.
En el fondo suelen ser egoístas envidiosos; en su odio al
rico hay edvidia instintiva por su riqueza. Además, como
ol)serva Ganzer (según creo, pues cito de memoria y un océano
me separa de mi tMbliotjBca), tienen im))eríoso deseo de hacer
hablar de sí, son víctimas de ese cabolinaje moderno que
afana á tantos mediocres, fracasados y anormal^es, sedientos
de publicidad malsana é histrionesca. Estos ambiciosos áe
celebridad, íncapaoes de alcanzarla á fuerza de talento y
de trabajo, se adMeren á una forma violenta de la moderna
filowfia política y disfrazan mi vanidad criminal con ese
i)ntifaz anarquista, titulándow «desfacedores de «ntuertot, ven-
gadores de los débiles, castigadores de la sociedad madrastra».
Orsini, su precursor, «quiso mostrar que podía acometer
él solo una «npresa equivalente á la revolución de todo un
pueblo; teñía, además, <la intención de terminar con una
vida que comenzaba á pesarte, mediaiite un acto que le haría
eternamente célebre», como Sice Ixtmbroso. De dtro, de
Fieschi, señala Máxime du Camp <la vanidad constante.
Le complacían los extensiM relatos de los diarios, repartía
autógrafos á sus custodios y firmaba sus cartas: el regicida
Fieschi, Sus memorias temünalMn afirmando que su nom-
bre pasaría á la historia >, Y no es menos curioso Hoe-
dei, que atoitó á la vida del emperador de Alemania, el
etui, antes del atentado, mandó hacer numerosos ejempla-
res de su fotogmfla, asegurando á los fotógrafos «que harían
na boeo ne^icio, paa en breve su nombre correría por
<d iBu^b «Itero en alas de la fama».

M deelor Valette, en una tesis de Lyon, ínsfHrada por el


prt4t»ae LaesMagne, reunió datos muy demostrativos aoirca
del «íáiüagSoabaí» y la vankiad de vmrkm anarquistas <^le-
lff«s^ ReooRtensams a ^ m w de los más sii^ificallvos
En Raneóla se patclte la más h«t«t>géMa rombinarión
JoU lagcgnitroi 247

de infamia y de anarquismo. Los elementos morales propios


de la máü baja criminalidad se escudan tras el manto de reivin-
dicaciones sociales profesadas con petulancia sin par. Et
curioso el jiroceso psicológico de este ladrón y violador de
sepulturas, contrabandista y asesino, que Intenta erigirs*
un pedestal sustentanído ,sus crímenes con la argamasa de
utópicas ñkasKUtlaHi. Antes de recurrir á la dinamita, ha
usa4o todos los .instrumentos vulgares del delito, desde sus
simples manos de vagabundo, hasta el puftal, el retvólver y el
martillo; puede envanecerse cinicamente pensando que «cada
uno de sus dedos ha matado un hombre». Antes del aten-
tado había dicho ,á su compañero Ch'amartín: «¡Si yo qui-
siera contar lo que he hecho, verías mi retrato en 'todos los
diarios!» Y realiró su deseo. Por ese tiempo vimos en
Le Pére Peinará, que recibía en Buenos "Aires un librero
de la calle Esmeralda, la s'iniestra apoteosis del bandido. En
un pésimo grabado, la cabeza de {{avadiol, encuadrada en
el armazón de la guillotina, resaltaba sobre la luz sangrienta
de una gran noche simbólica, como un astro. Después,
durante años, leímos en Buenos Aires un semanario titu-
lado Rmmchol; en el mundo se publicaron más de 30 homó-
nimos. ¿Es celebridad? Lo mismo queda un nombre en
la historia, ya se lo escriba en letras de luz ó en letras de
sangre. La diatriba, cuando es sonora, inmortaliza miU que
el elogio.
Vaillant, envidioso de tanta ^ria, se propuao esoed«* á
Ravachol. Desde las tribuoaa del Palais Bourbon arrojó su
bomba mortifera al heíakáclo de la Cámara de Diputados.
Ese «bello gesto», como lo clasificó el literato Laurent Tail-
hade (cuya megalomanía anarquista vimos derrumbarte en
el manicomio de Santa Ana, en Parts, ¡pobre poeta ú» los
•Vitraux»!), fué teatral en grado sumo. Vaillant dijo orgullo-
sámente que era la sanción final de su lucha contra la socie-
dad. Había preparado la leyenda del crimen para que su
apoteosis fuese rápida y hermosa. Pudo comprobarse que
poco anti» del atentado ravló tu foto^tiffa á Paul Recluí,
á na de que estuviese lista para la publicidad. M. Bertrand
Mt^Umdo su pticologfa, señaló «tu inmen«> orgullo y una
inconmeosurabl» Mtonción del < {^ *.
Un mes después un polMV diablo fiüló un atentado cotitra
el «qr de Sm^a en Perb. E«i inlWíí, llamado Leauthter,
Mcribló previamente un* carta á S^attlán Faure, director
de un diario aiuufiiuiata, excutáadoee de m ofrecer á U
«•osa más que eee mfaimo bolocauato, <carecien<k> de BM-
tu L< Taludad criminal

dios para dar un golpe de efecto, c»rao el sublime compaflero


Ra-va<^K>l >. Fué excesivamente ingenuo para llegar á ser
célebre.
Emilio Henry es un tipo más interesante. Precoz, inte-
ligente, en la escuela había sido muy buen alumno. .Su ins-
tabilidad mental le impedía esa labor asidua que conduce al
éxito. Ambicioso en extremo, sus fracasos le desesperan ai
fin. Su anarquismo es un simple desquite de fracasado.
Joven, de buen talante y casi poeta, no va á la anarquía como
desesperado á quien La miseria hostiga^ que ha perdido la
cabeza y ve todo rojo, no; él busca en el pequeflo escenario
de la secta el éxito que no le aonrCe en d vasto escoiario de
la sociedad entera. Necesita hartar su vanidad; pronto con-
sigue el elogio de sus compañeros y ei aplauso fácil de sus
cfaudmas. El, como todos, prefiere ser primero ea su aldea
y no .segundo en Roma. Durante el proceso, y hasta subir
á la guillotina, vive preocupado por el qué dirán; es un
precavido comedianUe que desempefia el papel de emancipa-
dor de la humanidad t^rimida. Es foota confesar que lo
dnempefia bien, con la po-severanda que cabía esperar de
su vanidad desmesurada. Al terminar los debates escribió
el Dr. Goupil: «Su actividad en la audfencia, su mirada fija,
su mueca impasible, su pérdida atnoluta del instinto de conser-
vación, todo evidencia que padeda una forma de locura de
las grandezas, la locura de la grandeza postuma, la locura de
Eróstrato >.
En el desgradado Caserío se repite esa Ustoria. A pesar
de su ignorancia, pues era casi analfabeto, Micontró en las
teorías anarquistas un excitante de su vanidad semisaivaje.
Comenzó dedicándoee á la propaganda verlMl y escrita. iOs
imagináis d envanedmiralo de esos Ignorantes cuando li^an
á creerse periodistas universales y filósofos reformadores 4«
la BOcieKladf Después enfermó y tuvo su cama en un hos-
pital, por una enfermedad crónica y verfoniosa. So niosoffa
pesimista le influjo al suiddio; pero su yo, lucbo pompa de
J a b ^ no aceptó una muerte vúlfar y modesta. < Su iocon-
BMmsurable vanitfad no podía resignarse á eUo. Resolvió sa-
«riHeane por la causa, vender eara su cal>eta y mostrar ¿
ras oQüipalto-os que era digno de «imiradÓD y de Isgar su
nomhn á las generadmiM venidlas >.
iDs^pnés dguleron los atenladm ée Csolgof, I»ucdi«oú, Ru-
bioo y «^pos, luMla Bread. Piodrían mmdoaarse Junto A
«sas torra» MjfiBim dd «Nm^ttíitmo, otras larvadm é ind«-
dMU. MndMW Mt^os dfc^uru HA «rma sin proysctti, para
¡oti Ingegnieros 2iu

llamar lu atención sobre su persona. Otros arrojan, Á guis;i


(le liuntba, inofensivos legajos de folletos ó reclamaciones.
May, pues, una escala progresiva, desde los débiles mentales
hasta los megalómanos razonadores. La vanidad y la suges-
tión constituyen sus resortes más violentos; son casos de
sim|)le criminalidad política, como ios regicidas en otras épo-
cas. Es tan absurdo reivindicarlos para el anarquismo como
imputárselos sistemáticamente.
*
* *
Sugestión y vanidad: es el binomio psicológico del crostra-
tismo político moderno. En los demás delincuentes esos tér-
. minos conservan su papel preponderante, aunque no exclu-
sivo como en ellos.
¿Por qué son sugestionables los delincuentes?
La musa de la población criminal se recluta entre indivi-
duos anormales. Incapaces de adaptarse á las condiciones de
lucha por la vida propias ide su ambiente social. En muchos
la degeneración es heretlitarla; en su ascendencia lucen delin-
cuentes, alienadots, neuró|)atas, ulcoholistas, artríticos, etc.
En otros la degeneración es ad(|uirida, producto de condicio-
nes |)ropias del metilo, primando entre sus tactores la mise-
ria, el alcoholismo, la mala educación, la falta de higiene, el tra-
bajo excesivo, etc. En todos los degenerados el órgano mjás
expuesto es el cerebro; está «destinado á funciones biológicas
más evolucionadas y, ,por ende, su íntima textura es tofás
sensibUi, más frágil. El .engranaje de un cronómetro se des-
oimpone por un grano de arena ó un golpecüto que no mo-
lestan á un reloj de campanario; se gana en precisión lo que
se pierde en tosca solidez. Así también el cerebro: la dege-
neración mental puede ya observarse en sujetos que aún no
presentan caracteres físicos degenerativos.
To<lo8 los hombres son más ó menos sugestibles; esa con-
dición aumenta con la inferioridad mental, pues ésta impide
oponer resistencias críticas á las ideas sufridas: la creduli-
dad de Cándido y de Cacaseno. Los anormales, desequilibra-
dos y degenerados, tienen disminuido:su poder de control crf-
ttco, por eso aceptan fácilmente sugestiones que un normal
rechaxaría después de analizarías con serenidad. Por eso los
fanáticos de todas las sectas (espiritistas, vegetarianos, fáqui-
ct», socialistas, salvacionistas, antivacunistas, anarquistas) sue-
len reclutane entare suj^os anormalM; éstos aceptan la su-
gestión docb-inaria con caracter^ absolutos y la polarizan
uttilateratmente, por falta de aptitud para la función crítiea.
2M Ui naid«d criniDd

Los delincuentes, por pertenecer en su mayor parte á la


familia de^nerativa (exceptuados los criminales de ocasión y
los criminaloides), son eminentemente sugestionables, no sólo
en cantidad, sino en calidad. Su cerebro está orientado por
ideas y sentimientos .antisociales, fruto del ambiente en que
ellos viven y cuya influencia reciben constantemente; la mo-
ral carcelaria es distinta de la moraljionesta. Un cerd}ro así
preparado es un receptor propicio para todo lo que al delito
se refiera, es una placa sensibilizada, impresionable por suges-
tiones que no actúan sobre un cerebro equilibrado. Por eso
puede afirmarse esta premisa: los delincuentes suelen ser de-
enerados, de sugestibilidad anormal, influenciabies por toda
sugestión armónica con sus tendencias antisociales. Y su lado
flaco, el más vulnerable de sus sentimientos, es la vanidad del
crimen, el orgullo profesional.

Los diarios colaboran eficazmente á esa tarea de sugestión


funesta; son laboratorios de apologías criminales. En rigor
es un mal inevitable; huelgan las frecuentes protestas de los
moralistas y los criminólogos. Kl periodismo contemporáneo,
obligado) á coml^etar su información y á complacer al grueso
público que lo mantiene, necesita descender á estas transac-
ciones con el mal gusto popular; y no son las únicas (1).
La prensa es, indudablemente, el mas importante vehículo
de sugestiones. Cuando se le atribuye una fundón educa-
dpra se presupone su capacidad sugestiva; educar es sugerir.
.'Qué ocurre con la descrípdón detallada de los delitos y la
^rifícación de sus autores?
Los hooMtos, los que piensan y obran dentro de ciertas
normas tendientes á asegurar la existencia y el bienestar de
cada uno, al leer esas artimaOas de los deshonestos sienten re-
pulsión por el delito y por sus artffioes; su conducta es la
resultante de una orientación social de su intdl^enda. La
sugestión del delito cae en terreno infecundo, los gérmenes
mueren sin abrir brecha en las conciencias.
Pero esas mismas sugestiones, llevadas por la prensa á la

(1) DMqprMÍMli«Mit« este grsr* mal. eoMe dJea el ilMtic laiteKBlMM.


M U«M fWM^«. fnáUt*tfiiU<MM!at<tt«n«rto «i lo» OobianiiM |woiiibi«raa
i la fttiMm piUka» M forma BOV«I«M« J Mtaaaeioaal lo» fraadn crfaMM*
4|m «mMUaun A !•• Mnltttiidei, CMM Mardtf por veto «aáuine el CoagNM
latemaeliMid da MMlMna fMmd» m Madrid, afiwbaada la propaaieite
fffWMMUtada par al I^. BaM|maa-ll«H*t, MI la SercMa 4* Mqirtatfte.
Jos<í Ingcgnicroc 2il

población criminal, producen el efecto contrario; encuentran


cerebros dispuestos antisocialmente; inclinados al delito por
la heren/cia ó la educación. Cada crimen es un tema de emu-
lación profesional; cada crónica periodística, un honor envi-
diable; el objetivo fotográfico, un sueflo, un ideal. Leyendo
el relato minucioso de un mismo delito, el tranquilo burgués
excla/na «ilníamia!» y el delincuente comentará: <;Magni-
fico golpe!» ¿Cómo desconocer que la exposición circuns-
tanciada íte esos magníficos golpes debe ejercer una grave in-
fluencia sobre el espíritu vanidoso de los delincuentes? Esas
apologías — pues los dicterios de los periodistas resultan ala-
banzas para los criminales — ¿no estimulan su orgullo pro-
fesional '/
Si pudiéramos adoptar por un momento el alma de un car-
celario habitual; es decir, si enfocáramos nuestro cerebro
para percibir y juzgar como él los hechos exteriores, encon-
traríamos en las crónicas judiciales una cátedra, enseñanzas
para colmar las propias lagunas, estímulos eficaces para per-
feccionar los procedimientos, hermosos ejemplos que Imitar,
nuevos peldaños que subir en la escala de la gloria. Siempre
un imás arriba! en la aristocracia de la infamia. Ponjue el
delincuente, propulsado por su orgullo, quiere adquirir cde-
bridad en su carrera en virtud del mismo proceso psicológico
por el cixell la ansian el político y el poeta, el sabip y el artista.
Como el gascón heroico de Rostand, estos cruzados del
puRaJ y de la ganzúa tienen su penacho, dan su estocada para
completar un soneto .de audaces premeditaciones. Sueñan,
acaso, un rojo y sinieatro San Graal, como soñaba el suyo el
cabuliero Lohengrín. Vállete refiere que Henriot, el agudo
caricaturista parisiense, escribió al pie de una página suya
este profundo tratado .de psicología criminal: Mais, monsieur
te Prí'iidcnl, la Cour d'Aitiie», la Guillofine, ccst notrc Legión
d'lionneur á nout >.

— TftbletM de AatákaaiaU. — Aunque es un medicamento


algo nuevo en EsjMfla, es en cambio muy conocido en los
Estados Unidos, Francia, Alemania é Inglaterra, y ha venido
á producir una verdadera revolución en la terapéutica, pues
viene á ser un substituto de la morfina, teniendo sus mis>
mas aplicaciones sin ninguno de los inconvenientes que tiene
el alcaloide principal del opio. Por esto aconsejamos el uso
de las tabletas de Antikanmia de preferencia á las sales de
iMrfina.
Ht Minicomio de Sao Baudilio de Llobregai

Boi-ETiN DHi, MANICOMIO DE S A N BAUIHI.IO

Julio im 1907
Durante el transcurso del mes ingresaron en el Manico-
mio 18 enfermos ,(9 hombres y 6 mujeres; y causaron baja
18 (13 varones y 6 hembras), no variando, por tanto, la
cifra de la .población vesánica femenina y disminuyendo
en 5 individuos ,1a masculina. La Diputación de' Barcelona
es la que ,ha proporcionado mayor contingente de ingre-
sados (7 hombres y 1 mujer), siguiéndole en el orden de
proporción la de Lérida (1 hombre y 3 mujeres) y conti-
nuando el pensionado particular (2 mujeres) y la jurisdic-
ción militar (1 .oficial). Oe los hombres ingresados pro-
cedían 3 de la prisión celular de Barcelona, donde estaban
detenidos por distintos .delitos: uno por homicidio, otro por
intento de violación ,y el tercero por disparo de arma de
fuego contra un .amigo suyo; los tres han sido declarados
irresponsables por el .Tribunal correspondiente.
A excepción de un hombre que salió curado, de dos que «e
enradieroa y de .otros dos que salieron A petición de sua fami-
lias, las demás bajas (8 hombres y 8 mujeres) corresponden
á las defunciones, en la siguiente forma: 5 por tuberculosis en
sos diversas formas ,(4 hombres y 1 mujer), 1 hombre por
meningitis aguda, 2 ,por uremia (hombre y mujer, 1 mujer
por coma epiléptico, 1 hombre por parálisis general progre-
siva, 2 mujeres ,por caquexia, 1 hombre por fractura de la
bóveda craneana y J mujer por d^eno-acíón cardiaca.
El hombre que murió violentamente era un antiguo sol-
dado repatriado de Cuba, tenia unos 50 aflos de edad y sufría
uaa locura crónica alucinatoria con escasa reacción mor-
bosa i estaba en el departamento de seraitranquilos y gozaba de
cierta libertad, dedicándose en algunas ocasiones á trabajos
manuales. Era un enfermo bastante liablador, muy simpá-
tico, mitff dócil y sin que nunca hubiera presmitado impul-
sos agresivos. A Mte .hombre, que el dia 3 de |niio se levantó
y salió de su pabellón á la hora r^amentaria, se le encon-
tró á los pocos momentos tendido á pocM metros del «U-
ffeio Gon el cráneo destrozado y sta señales de vida; á su
bido l i ^ l ^ un recio azadón manchado de sangre y á pocos
puMc M> paaealM tranquilamente un enfermo de la provincia
át Ji^a, imbécil y de mal carácter, que tenia mancluuloa de
Mngre IM aliMurfatas y U» |Mnt«kmes. Por este dato, por d
testimonio de otros enfenm» y por otnm circunstancias per-
Boletín de loi Manicomios de Cietnpozuelos 2St

sonales se pudo averiguar que dicho individuo había sido el


homicida, sin poder empero prjecisar la causa y la forma de
la agresión. El arma homicida fué indudablemente el aza-
dón manchado de sangre que se encontró al lado del cadá-
ver y que servia para los trabajos de cimentación del nuevo
pabellón que se está construyendo no lejos de donde ocurrió
el triste accidente; quedaría probablemente oculto entre algi'in
rincón de ladrillos ó entre las tierras removidas, escapándose
de esta suerte á la requisa de instrumentos de trabajo que se
hace todas las tardes en las obras que se ejecutan.
Este terrible suceso, que ha costado la vida á un hombre,
ha causado dolorosa y hontda impresión á todo el personal
del Manicomio, y ha servido de estimulo poderoso para extre-
mar la vigilancia de los alienados á fin de evitar en lo suce-
sivo, la repetición de accidentes como el relatado.
En contraposición á esta nota negra hay que registrar la
nota alegre, satisfactoria ,y trascendental de la salida por
curación de un hombre dignísimo, sacerdote ejemplar, que
á su ingreso en el establecimiento pareda condenado indefi-
nidamente á la muerte civil; no ha sido afortunadamente así,;
y la enfcniiedad mental, que en un principio ofrecía carac-
teres de irremcdiabilidad (locura afectiva de involución), evo-
lucionó favorablemente aunque con gran latitud, y el tal
sacerdote ha podido ser devuelto á la sociedad.
DR. RoDRiouEZ-MoRim

BOLETÍN
DH LOS MANICOMIOS DB CIHMPOZUHLOS

Kftjro. Julo y JoUo d« 1007


Durante los meses que arriba se indican, ha sufrido nuestra
población vesánica bastante movimiento, como puede verse
por las cifras que á continuación se expresan.-
Han ingresado 0S enfermo* (53 varones y 45 mujeres), y
han causado baja 47 (29 varones y 18 señoras).
Los ingresos pertenecen 78 (39 y 39 respectivamente) á
Ui Diputación de Madrid, 5 á la de Cuenca (4 y 1), 4 á
la de S^ovia (3 y 1), 1 á 1« de Albacete (varón), I dd
miamo aexo al Ayuntamiento de LiaarM y 9 (5 varones y
4 sefi(M«a) al peiui<Hiado.
Las bajas lo han ai<k> por curadón, por Ucencias con-
cedidas por las Diputadones, por fallecimientos y por fu|^.
su Boletín de lot MaaJcomioi de Cicmpozuclos

Han salido curados 22 (11 pertenecientes al sexo mas-


culino y otros 11 al femeniíio): 3 de depresión mental (2 va-
rones y 1 señora), 2 (varones) de estado maníaco, 4 de exci-
tación maniaca (1 varón, y 3 aefioras;, 3 de lipemanía (1 varón
y 2 mujeres), 2 (varones) de locura alcohólica, 1 (mujer) de
locura histérica, 1 (varón) sin que se haya notado en él trant-
torno mental alguno y 2 (1 varón y 1 mujer) de melancolía).
Las defujiciones lo fueron deoidas á las siguientes causas:
6 (5 hombrds y 1 mujer) de gastroenteritis, 4 de hemorragia
cerebral (3 varones y 1 mujerX 1 (varón) de bronquitis cró-
nica, 1 (varón) de colapso cardíaco, 3 de diarrea trófica de
tos cnajeiuidoc (varones), 2 de tuberculosis intestinal (va-
rones), 5 de congestión cerebral (2 varones y 3 seftoras),
1 (varón) de arterio-esclerosis, 3 de caquexia paralitica (1 varón
y 4 mujeres), I (mujerj de caquexia nerviosa, I (mujer) de
caquexia senil, 2 (varones) de catarro gastrointestinal cró-
táoo, í de uremia (varón), 1 de ataque de asistolía (varón),
y 1 (mujer) de ataques epilépticos sub-intrantes. Total: 35
(^ varones y Í0 mujeres).
Las fu^u k> han sido en 3 alienados (2 varones y 1 }nujer).
Han salido lioeticiadfa(s íi índivkluos (4 varón» y 5 mujeres).
En el patio de San Andrés continúan con gran actividad
tos trabajos del nuevo pabellón que, á semejanza del anterior,
vendrá á hermosear y ensanchar el medio de vivir de los
asilados de las Diputaciones, en el cual, debido al aumento de
enfermos, tienen que vivir en la actualidad algo reducidos.
Con la anuencia de nuestro Prior el K. V. Artsdmo Aniia
continúan dichos trabajos, los cuales una vez terminados
harán que dicho departamento sea uno de k» más háznosos,
higiénicos y bien situados, y en donde los pobres enfermos
podrán disfrutar de la aMnodidad y %-entllación suficiente, asi
como de un departamento adecuado para su estancia y alivio
de sus padecimientos. Merece plácemes esta Orden que no
escatima medio alguno de colocar á mu enfermos en las
mayores comodidades posible y Bus establedraientoa á la
«Ituní de tos primeros.
DR. FKAMCUCO MARAVER

SECCIÓN VARIA
— Ha sido tMHBbndo médico titular «fe
CtemptttuekM y auxiliar de IM Maideomioa de dicha pobla-
CMB, nowtro «i^mady» amigo D. Joaquín Colino y Guerra.
Con ttoa brila^e fai^a de eatudto y con pandes méritos «
Sección vari* Ui

SU práctica viene á ocupar su nuevo puesto en donde, dados


sus antecedentes, sabrá conseguir nuevos triunfos en el ejer-
cicio de nuestra profesión. — E. G. I'IÑKRA.
lastitato iat«nuMÍoiiftl pur» «1 Mtadio d* 1 M oftuaM d*
IMI •iit*ra*d»dM BMntalra y su profilaxia. — Con motivo
del Congreso internacional de t'si(|ui»tría, Neurología y Asis-
tencia de los alienados que se celebrará en Amsterdam en
los primeros días del próximo mes de septiembre, la Presiden-
cia de di<ího Instituto internacional ha convocado á una
reunión á los miembros del Comité internacional, á fin de
que, en unión de los delegados oficiales de los diferentes Go-
biernos, acuenlen definitivamente el programa de los tra-
bajos »|ue se han de emprender para realizar la idea pro-
puesta por el Dr. Frank en el Congreso de la Asistencia de los
alienados, celebrado en Milán en el pasado septiembre.
Los doctores Rodríguez-Morini y Giné, delegado^ espartó-
les en el Comité internacional nombrado {>or el Congreso de
Milán, han recibido una comunicación oficial, firmada ¡wr
los doctores Tamburini y Ferrari, invitándoles á concurrir á
la reunión de .\msterdam, y el Gobierno espaftol ha rotnbitlo,
asimismo, del ministro de Hclacioiies exteriores de Italia otra
invitación para que aquél nombre un representante oficial
que asista á la conferencia de Amsterdam.
La reunión del Comité tendrá gran importancia y gran
trascendencia, y entesidiéhüolo así los delegados ^pañoles en
el Comité internacional han acordado en principio asistir á la
misma, y aunque el Dr, Rodríguez Morini no pueda tal vez
acudir á causa de recientes desgracias de familia, irá á Ams-
terdam el I)r. (iiné, quien representará á los delegados espa-
ñoles y al Comité Nacional constituido hace algunos meses.
Del delegado que nombre el .Gobierno español no tenemos
aún la menor noticia, iKsro es de esperar que recaiga el nom-
bramiento en persona muy prestigiosa, tal vez el Dr. Cajal,
que pueda llevar á Amsterdam la digna representación oficial
de la ciencia espaflola.
El Dr. Giné, que concurrirá .también al Congreso inter-
nacioaal de Psiquiatría, presentará al mismo una comuni-
ción litu^da: «L'organisatfon de la direction des asiles
d'aii¿toés «t linspection des asiles par lEtat*, cuyo trabajo se
publicari en el número próximo de la REVISTA FRENOPATICA.
— a«riad*»to te Mmetía*. — Con el presente númer» te-
parUinos un folleto que trata de dicho medicamento, publi-
cado por la cata Federico Bayer y C", de Barcelona.
IV Sipleaeito á LA OFICINA DE FAilACIA
Acaba de publicarte el tomo correspondiente i este affo de esta
imporunte obra, que inmoruliaó al sabio Donrauli y que tan gran
aceptación tiene entre las clases farmacéutica j m<dica.
£1 tomo actual ha sido redactado por los doctores 1). Joaquin O l -
medilla y D. Joaauln Mis y Guindal, Quienes han llevado á cabo un
notable trabajo de recopilación, no solamente de cuantos adelantos
ha hecho la ciencia farmacéutica, tino de cuantas disposiciones,
leyes, etc., con la misma se relacionan.
Entre los numerosos trabsjot que llaman nuestra atención en este
Tolumen citaremos los que tratan de la preparación del cacodílato de
guayacol, formiato de cocaína,acetamida,meuno yozigeno; un nuevo
mitodo para la obtención del voduro mercurioso y deihidrógeno; las
observaciones que hace sobre la tintura de guayaco, considerada como
reactivo; el examen microscópico de las pomadas; la reacción micro-
qvtmica del cobre; un nuevo método para la esterilización de las
•guas potables; el análisis de las emulsiones, y otros artículos muy
cariosos é interesantes sobre la esterilización en fícneral.
Como enumerar el contenido de ene Suplemento serla largo y la
obra es sobradamente conocida, terminamos esta nota haciendo cono-
ctr que unto en el recetario como en la sección legislativa y en todas
las que contiene, el farmacéutico y el médico encontrarán motivos
constantes para apreciar lo macho que vak y enseña este libro.
Véndese, al precio de T pctaas en rústica v •*•• cncuaderDado «a patu, en
la librería de sus ediiorea, BailIr-BalUttre i Hilos, plaza da Sanu Ana, 10. Ma-
drid, y en l«das las d« EapaOa j Aoiárica.

PRONTUARIO DE DISPOSIQONES LEGALES


ftadtaftem. ttdaáim

AROTAius ron

tt. j « s t a i a t a í z VKRA
Secretario'da la Direccióa d«l Maitícoaie da San Baudilio
Folleto de grao utilidad para laa Alcaldiaa, Mádicot v particulares qut tea-
gaa que ioitruir esta daat de capadiaatet. Los pcdidoa acoapafladoa da t a
importe (Dudiéadosa caviar ca tallos de corraos), á la Sacralaria i M i f i M l -
e o a t e á * S a - a»m4Uioát Uo^rmt, iéU AérnthOlrteté» é*«M K*rl$t»,
RambUdaCauUuAa.41-Karc^oaa.-anecio: UHlk l>SSKTA

jKMI W I » 9 I < I ^ M M A O A L . t MciorqBeScottyrimilarct.


OSca e M W por iWacciM bacalao todo asiaulabie. Xtaado aceite tolo, te uritia mal
y pieida ^aa Intastlaaics. RacoasiitaftaM aiios. aduhot, vicfot; coosuoclAa, coava-
laMadaa,Gi»rMis,aaibara«e,laciaacia,ws, tisis. cscr«<alas. raquitismo, anemia. Cv-
tAsa» amlMaHa Metoraa, C^4«i«s Mádicea y raraacásiicoa. — Madau* « • pUia

• f r i n r o » M A O A f U t Ttaico.rc-
BtuiuyeaM. •SaM¡M«b*Í j «•!, stMiriaa. Mam, autatM*. i d S u , teta. («uta.
ttKSMiM (fóiAMro e^Mooi y
wtiaia Biitcttter; Mtiw d i ~ lastsa. Aacnita cerebral.(afermcdadcs medulares,
dMleaa eadaodadMVtaic». — M M a U * « • ¡M***
AMiiUabético MtilMc da «LiaMa de BNUT*.
_ _ _ - _ > . - . l i t t T i f i M M t . — Tam^aaa
%
J/ianicomios
dt

Gtempozueios
(Provincia de J^adrid)
' ' II I

J)t hombres, á cargo ti» I J)e mu/eres, á eargroeltla»


l»t i(trmanos ffotpffala- ' f(«rmana$ i(o»pltalarltt* d»l
río» d* San Juan dt piot ¡ Sagrado Coragón dt J»tús

J^éd/co ' ])irecfor: 2fr, fr, JAaravr


JAidicos-inUrnos: 3>rts. £. pteó y Q. ptñtra
/líédicos-auxiliarts: 9n$. J. QoUltO ffutlTO!/J(. dtí ^U*Jf

farmacéuiieo: 9. 3>tmtMo d§ SttnfítMan


pensiones
primtra elan tto ptstlat al mes
Stgunda » '" » »
C*retra •« » »
J)fttingu/det: precios convtnídot ton lot Suptriorts dt le»
rtsp*ciivos €slabl*cimi*nto$.

JHnararío: Situado Citmpogutlot tn la Unta férrta dt


Madrid á jtranjutz, próximo é tsit último punte, hay qut
tomar los Irtnts Cfut parttn dt la tslaciin dtl Jñtdiodía dt
/Kadrid, rtcorriéndost ti trayecto tn hora y cuarto. - Jfay tsta-
cióa ttltffrdfica tn Ciempotutios.
A N E IVI I A :
HEMOGLOBINA LÍQUIDA DR. GRAU
L« Bémoi^oblBft liqnld» J>r. Orko, n no incdtauBcoto ioEilible ptra
c«nr la aaemia, palidez, clorosis j pobrtza da sangre. Favoracc moy eficazmeau
d desarrollo de las lATenet.
L* B a m e g l o b l a * UquldA Dr. Oran, es inalterable por so manera especial
j eleganu de estar enrasada en tubitos asterilUados j perfeciaaMou cerrados.
iM HamoKlobia» UquM* Dr. Orna, es de rcsuludos POSÍÜTM J constto-
tts en la aaeinia, clorosis, linbtismo, escrdfalas, meosiruadoocs difíciles y doloro-
•M T en UMU* las enfermedades cnTO arigca «s la debilidad j pobreza de sangra.
L» Homogloblaa Uquldn Dr. Oran, usándola en la edad del credmieoto. Ah
ittta 7 regulariza los ptriodos de las iÓTeacscoatriburcodo i so completo desarrolle.
hm HMaociobin* Uquid» Dr. Orao, por su poder tónico y ezcitante sobre
loa aerrios, es de iamejorables resoltados ca la nenrasuaia, insomnio. Tábidos,
dolores de cabeza, etc.
La Homo^oDlna liquida Dr. Orait, tiene ooa acción pronta, cn<rgica f
ripida, y por su poder nuiriüvo, tonilka y fbrulece las funciones da la vida, no
unicado rival para aormaUsar las pérdidas da sangra por bcmorragias en las
•artarientas. _
hm KomogloblMk Uqolda H*. Oraa, c* de resallados admirablas ea al
desarrollo y eradoiicato de loa nlfios cuya coosdlactón es d(bU y raquítica.
l A Kamogloblaa Itqulta Dr. Orao, no prodocc penorbaelonesal estómago,
ni irritaciones ni estrefiimientos, como acontece catisiemprecon los demás prepara-
dos ferruginosos. Es el principio ferruginoso natural de la sangre contenido en los
glóbulos rojos de la misma, á los cuales imprime el color y la acción fisiológica. Sa
toma antes de las comidaa, disolrieodo d contenido del tubo en dos cucharaditas
de agua azucarada.
t a Kamogloblaaliqíitda Dr. Oraii, ha tidoaprobadspor la Real Academia
de Medicina y Cirugía de Barcelona. Premiada con Medalla de plaia por el Colecio
de Farmacéuticos de Barcelona. En la Exposición Internacional de Viena de 1905,
lia obtenido la más alta recompensa, ó sea: Medalla de Oro i Insignia de Honor.
tüsasttrtnmUsy Bisgitite—flUV T i o n u i . s s g . ; Caa^stagialt, U-B«twl«»

MANICOMIOS DE FALENCIA
DE Hombrea DE Mn|ere«
HERMANO* HOWITALAIUO* HEIUIANA* HOSPITALARIA*
DE SAN JUAN DS DIOS DEL SAORADO CORAZÓN

tmot'Wm: Ir. L UfífH ISttm

l*rte«r» ^ M * I M p«s«ut nien«uilct


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11 Precio* eonvtnidos con lo* Supcriore* dt lo* rt»-
'pectiTM EMaUcdmicDto*.
t« laBaa Í M U M O S asios aNfaM^s Frcaocaailos. ca los aattpios «é^itío^ Oa.
• « • * • • loaa ds maa. iaMMatc adcoito atrtti<l« •^>*rtMs cMstriiceiOMa
IS*i»«5S*l"r?wi«i tfijtelMr
siitria daftüaada.par m Mía lainoaidad y M»>-
ttiarsMJkBi^i I poco» MtirM de la Estadóa dai PwtocamL
•tiMsspmieda d« lai itoaas da Aaiariaa. CalM*. SMHMidcr y Madrid

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