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LA PASIÓN

ASÍ MURIÓ JESÚS

LA PA SIÓ N
Según la medicina, la arqueología, la historia,
la jurisprudencia y los evangelios

Dr. Constancio Cabezón Martín


3 a edición, Octubre de 2004
4 a edición, Febrero de 2010
© E dicel, C entro B íblico Católico
© Constancio Cabezón Martín
Foto portada: fragmento delfresco “Descendimiento de Jesús”en el techo
del Calvario ortodoxo

Editorial: Edicel, Centro Bíblico Católico


C /. Bustamante n° 35, 28045 M adrid
Tel.: 902 44 45 50 / www.edicel.com e-mail: edicel@edicel.es

ISBN: 84-932728-2-5

D epósito legal: M -42746-2004

Realización y producción: Alba, S.A.

Prohibida la reproducción total o parcial de este libro en cualquier form a o por


cualquier medio, sea electrónico (incluyendo fotocopia), mecánico o bien otro
tipo de almacenamiento de información, sin autorización escrita de los editores.
A Jesús de N azaret, Dios hecho hombre,
y a su Madre, María.
Am bos me han enseñado
a saber sufrir y a valorar el sufrimiento.
¿Dónde podrá hallar nuestra debilidad un descanso seguro y
tranquilo, sino en las llagas del Salvador? En ellas habito con
seguridad, sabiendo el él puede salvarme... Así reflexiona San
Bernardo. Y El Padre Constancio Cabezón ha querido, siguiendo el
consejo de San Juan de Ávila, medicinar las llagas de nuestra vida con
la medicina de la pasión del Señor. Jesucristo es en la cruz como una
hierba medicinal triturada, que hay que poner sobre las llagas...

La pasión y muerte del Señor no puede quedarse en una piadosa


contemplación que impresiona, sino que ha de llevar a ese sabei
adentrarse en lo más profundo de los sentimientos de Cristo. Es el
amor del mismo Jesús el único que hace posible creer, con toda la
fuerza del alma, lo que desborda nuestro entendimiento. Es otra
sabiduría, son otros razonamientos. Es un amor inmenso que todo lo
explica, que allana todas las dificultades.

Enhorabuena al P. Constancio por esta nueva edición de "Así


murió Jesús". Y que al leer este libro, muchos sean los que den
gracias a Dios por la pasión, muerte y resurrección de Cristo, pero
también por el autor que nos acerca, con tan interesante estudio, a la
santa humanidad del Señor.

i~yf,

Carlos Amigo Vallejo


Cardenal Arzobispo de Sevilla
PRÓLOGO
El autor de este libro es sacerdote y médico. Durante más de una
década ha ejercido su especialidad de Cardiología en Mequínez, en
los centros del Ministerio de Sanidad Pública marroquí.
El padre y doctor Constancio Cabezón no ha querido separar su
ministerio sacerdotal del ejercicio de la medicina, pues ambas acti­
vidades no son independientes, aunque sean distintas. Como discí­
pulo de Cristo e hijo de san Francisco, ha consagrado su vida al anun­
cio de la Buena Noticia de un Dios Padre de todos. En una y otra ac­
tividad quiere vivir y ser testigo del evangelio. ¿O es que Jesús no
daba testimonio de la misma manera en su amor a Dios cuando cu­
raba a los numerosos enfermos que le traían, como cuando se dirigía
a la multitud o predicaba a la gente en la montaña, o enseñaba a los
apóstoles?
El padre Constancio ha querido cuidar a los enfermos entre los
musulmanes de Marruecos, no con el poder milagroso de la curación
como lo hacía Jesús, sino simplemente con los conocimientos mé­
dicos adquiridos con el esfuerzo. Con esta presentación de la Pasión
de Jesús, lo que hace es poner de nuevo sus conocimientos médicos
al servicio del anuncio del Evangelio.
La m uerte y la resurrección de Cristo forman parte esencial de la
fe cristiana. San Pablo no duda en decir: N unca entre vosotros m e
precié de saber otra cosa sino a Jesucristo y este Crucificado (1 Cor
1,23).
Los evangelios dan una importancia especial a la descripción de
la detención, condena, sufrimientos y muerte de Jesús. Es más, la
Resurrección no hace olvidar la Pasión y la Cruz. A Tomás, el incré­
dulo, Jesús le muestra las llagas de las manos y de su costado, nos dice
san Juan. Sin embargo, estos relatos no son informes policiales ni
apuntes de historiadores; y si los evangelistas relatan claramente la
realidad de los acontecimientos, más que hacer una descripción mi­
nuciosa de los hechos, buscan sobre todo que el lector comprenda
el mensaje de salvación de los hombres.
En la actualidad, hay quienes tienden a resaltar el significado sim­
bólico de los hechos de Cristo y de los acontecimientos de su vida, de­
jándolos ensombrecidos, e incluso hasta ponen en duda su realidad

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histórica. He aquí el mérito del padre Constancio: ayudarnos a com­
prender mejor su realidad histórica, utilizando para ello los elemen­
tos contenidos en los evangelios, a los que ha añadido otros datos in­
teresantes sobre el desarrollo de los juicios, las sanciones previstas
en cada momento, la ejecución de las penas en tiempos de Jesús en
el Imperio romano y, de manera especial, en Palestina. Para ello ha
reunido una amplia documentación que poca gente tiene la posibi­
lidad y tiempo de buscar en obras y estudios especializados.
Es llamativo que, cuando trata de los aspectos médicos de los su­
frimientos y m uerte de Jesús, su experiencia y sus conocim ientos
médicos le perm iten esclarecer y completar aquello que otros han
escrito antes que él. En toda la obra se manifieste la curiosidad inte­
lectual y el deseo de ser preciso, como consecuencia de una forma­
ción científica que yo he podido apreciar personalmente en el autor
durante su estancia en Marruecos, por lo que estoy seguro de que
este estudio interesará a muchos cristianos. Aquí encontrarán no
solo una invitación a conmoverse, reflexionando sobre los sufri­
mientos físicos y morales de Jesús de Nazaret, sino también una lla­
mada a “tomar la cruz”y seguirle, es decir, a aceptar como Él las con­
secuencias de una solidaridad con los hombres y de una entrega a
su servicio, animados por el verdadero amor.

DR. MICHON HUBERT,


médico y arzobispo de R abat

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INTRODUCCIÓN
Este libro no quiere ser un trabajo de investigación sino de divulga­
ción. Es el producto de muchas lecturas y reflexiones médicas, jurídicas,
históricas y bíblicas, hilvanadas todas ellas en momentos de soledad.
Desde siempre, me ha impresionado y atraído el aspecto humano
de Jesús de Nazaret; y esto al margen de mi fe como creyente. Im­
presión y admiración que se han acrecentado conforme he ido pro­
fundizando en su mensaje.
He admirado supersonalidad sin ambages ni fisuras. Inconformista
con el corrompido aparato oficial de su tiempo, al que desenmasca­
ró a pesar de saber a lo que se exponía; nunca rehuyó el peligro. In-
conformista con aquellos francotiradores de la virtud, los fariseos,
que se creían focos únicos de la perfección para iluminar a los demás,
al mismo tiempo que odiaban a los que no pensaban como ellos. A
estos también les fustigó, desenmascaró e hizo frente, a sabiendas de
que ponía en peligro su existencia. Inconformista, en fin, con la fal­
sedad, la mentira y el engaño.
Esta personalidad tan acusada y única la reflejó en su enseñanza,
tan diferente a la de los filósofos griegos y pensadores latinos: una en­
señanza que, si se sigue, da solución a todos los problemas, incluidos
los más incomprensibles para la razón humana, como la desigualdad,
el sufrimiento y la muerte.
Lo poco que sabemos de su vida, impresiona por su sencillez su­
blime.
La fuerte atracción de esa personalidad única, de su enseñanza in­
superable y de esa sencillez extraordinaria, nos ha impelido a pro­
fundizar más, en otro aspecto de su vida que, junto con la muerte, es
el más difícil de comprender: el sufrim iento, aspecto este en el que
también superó lo habitual, pues aceptó y padeció el peor de todos
ellos,la crucifixión,con todas las circunstancias especiales que, como
veremos, la acompañaron.
Este es el motivo de un trabajo que comenzó en los años ochenta
y tuvo su primera expresión años más tarde en Tánger, en donde, in­
vitado por el arzobispo monseñor Peteiro, dimos las primeras con­
ferencias en el Instituto Español de esta ciudad. Era en el transcurso
del año 1986.

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El impacto causado en los oyentes me animó a seguir con el tra­
bajo. Posteriormente, ampliadas y perfeccionadas, se dieron unas 150
conferencias en diversas ciudades, como Madrid, Jerusalén, Ceuta,
Cádiz, Marbella, San Fernando, Jerez de la Frontera, Sanlúcar de Ba-
rrameda, Chipiona, Gibraltar etc.Ahora, tratamos de ampliar, profun­
dizar y exponer por escrito aquellos primeros pasos iniciados hace
veinte años.
Para llevar a cabo esta obra, además del trabajo personal como mé­
dico, he utilizado los evangelios, datos y estudios de otros compañe­
ros de profesión que trataron el tema con autoridad, en especial los
del doctor Pierre Barbet que, en su obra Pasión d u Christ selon le
chirurgien, hace un relevante estudio basado en sus muchas expe­
riencias. Me han proporcionado datos interesantes los clásicos lati­
nos, próxim os a la época de los acontecimientos, como Cicerón,
Plutarco,Tito Livio, Quintiliano,Tácito, Suetonio y otros. Finalmente,
he enriquecido el estudio con las costumbres privadas, sociales y ju­
rídicas de la época, en Palestina, tomadas de la Misná, el Talmud y las
obras literarias de Flavio Josefo.
He omitido explicaciones más extensas sobre ciertos aspectos, re­
lacionados con la primera parte, que podrían diluir el objeto princi­
pal del libro “Así murió Jesús”.
También he evitado el excesivo número de notas para no inte­
rrum pir demasiado el curso de la lectura, que debe hacerse seguida,
con pausa y sosiego. Las que he considerado interesantes están co­
locadas al final del libro.
He creído oportuno, además, incluir un pequeño resumen sobre
el lienzo deTurín, porque hoy, no puede hablarse de la Pasión de Jesús
sin hacer mención de esta representación de un crucificado “more
rom ano”, en la que está plasmado,hasta en sus mínimos detalles, todo
lo que nos dicen los evangelios sobre la Pasión.
Finalmente, lo único que nos ha movido a llevar a cabo este tra­
bajo ha sido dar a conocer de forma más profunda a Dios hecho hom­
bre, Jesús de Nazaret, sobre todo, en el aspecto que tanto cuesta com­
prender al ser humano y que no puede eludir: el sufrimiento, para
que el lector sepa, como Él, llevar con gallardía y hasta el final la cruz
de cada día.

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Han colaborado en este libro:
DR. MICHON HUBERT, médico, arzobispo de Rabat
MANUEL CRUZ FERNÁNDEZ (Madrid),periodista
REGLI SÁEZ GARCÍA (Chipiona),pintora
CLARISAS DEL MONASTERIO DE SANTA CLARA (Zamora)
FOTO JOSÉ LUIS (Chipiona),fotógrafo
FRANCISCO IGLESIAS ESCUDERO (Zamora), bellas artes
JOSÉ ANTONIO MOCHÓN BERNAL (Chipiona), inform ática
GUADALUPE JURADO Y HERMANAS (Chipiona), inform ática
ANABEL SERRANO CASTRO (Chipiona),pintora
MARÍA MORENO DEL MORAL (Chipiona), estudiante
MANUEL MIRANDA NAVARRETE, dibujante
LA V ID A
M IN IS T E R IO D E J E S Ú S ^ “0" D am asco
S a re ftá

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(A s h d p d ^ y.
A s h k e ló n */ B e lé n I·
Hebrón
rreus

M a sa d a 1

E lusa j

M a m p s is 1

Eboda1
PRIMERA PARTE

P or qué J esús es condenado a muerte

La condena y muerte de Jesús se comprenderán mejor, si conoce­


mos, aunque sea someramente, las circunstancias que las rodearon y
las personas o entidades que intervinieron en su ejecución.
Esta gran menorah, regalo del gobierno británico al Parlamento de Israel en
1956, está adornada con bajorrelieves que evocan la historia delpueblo hebreo.
EL PUEBLO JUDÍO
La Palestina del tiempo de Jesús era un pueblo sometido a Roma,
aunque no del todo. En él se producían constantes revueltas que, ha­
bitualmente, terminaban en un baño de sangre. Sus fronteras no es­
taban bien definidas. Sus moradores vivían en un ambiente de ten­
sión constante debido a la ocupación extranjera. Esta tensión, unida
a la manera de ser y de pensar del pueblo judío, repercutía seriamente
en todos los aspectos de la vida social.
Si la unión del pueblo judío contra la invasión era unánime, no su­
cedía lo mismo a propósito de otros asuntos entre las diferentes re­
giones que la componían, como tampoco entre los numerosos gru­
pos existentes en cada zona. Entre sus habitantes había disensiones
constantes y podríamos decir que todos estaban contra todos. Así,
Judea se llevó siempre mal con los idumeos; desde tiempo inmemo­
rial no podían ni verse. Judea sentía igualmente odio obsesivo con­
tra los habitantes de Samaría, hasta el punto de que uno de los ma­
yores insultos que un judío podía decir a otro consistía en llamarle
“samaritano”(l).A su vez, los samaritanos respondían con la misma
moneda. Afirmaban que eran ellos los verdaderos descendientes de
los antiguos Patriarcas, no los judíos; y que solo en el monte Garizín
podía darse culto al verdadero Dios.
Estas discusiones sobre el Templo y creencias les condujo a odiar­
se de tal manera que más de un judío perdió la vida a manos de los
samaritanos al transitar por Samaría, y también otros muchos fueron
maltratados (2).
No escapaban al desprecio general los galileos, por ser considera­
dos de raza mestiza, alborotadores, pendencieros, testarudos y de or­
todoxia sospechosa; además de que en sus ciudades habitaba multi­
tud de paganos.
A su vez, estas diversas regiones no podían ver a los habitantes de
la Decápolis, diez ciudades diseminadas por tierras de Palestina, de
régimen autónomo, directamente dependientes de Roma, y en las
que sus moradores eran casi todos paganos helenizados.
La propia Jerusalén, núcleo principal y capital de la nación, me­
nospreciaba a los que no fueran nativos de la ciudad, y los conside­
raba como “fellah” y pueblerinos.

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Si en las diferentes regiones que constituían la nación se vivía este-
ambiente, no era más halagüeño el que existía entre los diversos gru­
pos de la zona. Así, los fariseos despreciaban a todo el que no fuera
de su bando; los llamaban “am-ha-res”, esto es,“pueblo de la tierra”,
en un sentido despectivo; aunque peor que el desprecio, era el tra­
tamiento que se les daba.
Los que no eran fariseos, criticaban y se mofaban de ellos, p o r pun­
tillosos en cuestiones de la Ley y de las tradiciones, y se burlaban de
las actitudes que adoptaban para demostrar su “santidad”.
Los mismos levitas del Templo estaban enfrentados a los grados
superiores, porque estos se apropiaban de parte de los diezmos que
les correspondían a ellos.
Los piadosos, fueran fariseos o no, rechazaban y despreciaban a los
que ellos llamaban “pecadores”. Entre estos se hallaban los trabaja­
dores de buena parte de los oficios, además de las numerosas pros­
titutas y recaudadores de impuestos.
Los pastores de Judea eran odiados por los propietarios de los re­
baños, porque los primeros, siempre echaban la culpa de la desapa­
rición de ovejas a los chacales.
La intransigencia de los miembros de cada grupo se transmitía a la
sociedad en general y hacía que la gente se sintiese herida por el menor
motivo .Así, llegaron incluso a “bombardear”con limones al Sumo Sacer­
dote por diferencias mínimas de interpretación en un acto litúrgico.
En este ambiente, los judíos se sobresaltaban con gran facilidad y
sin motivo alguno.A este problema, se sumaba la idiosincrasia espe­
cial de la raza, las circunstancias especiales de la invasión romana y
la pobreza de un mundo rural del que formaba parte un alto por­
centaje de la población; de ello se aprovechaban los grandes terra­
tenientes, muy exigentes sobre sus derechos, pero poco escrupulo­
sos a la hora de explotar al trabajador.

G ra n des g r u p o s p o lític o -re lig io so s d e la é p o c a (3 )


La mayor parte de la sociedad judía, de una manera u otra, estaba
relacionada con una serie de grupos político-religiosos. Unos perte­
necían a estos grupos: podían ser “socios con carné”. Otros eran sim­
ples simpatizantes o estaban influidos de alguna manera p or los gru­
pos en cuestión. Eran los siguientes:
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F ariseos: “demócratas”. Era el grupo más numeroso e influyente
de la época merced al talante democrático de sus afiliados. Su nú­
mero no se conoce con certeza, pero no debían superar los quince
mil militantes, a los que había que añadir sus familias y gran número
de simpatizantes que seguían sus discursos y sus consejos.
Respecto a la venida del Mesías, tenían la idea clara de que sería
su jefe religioso y que expulsaría a los invasores romanos. Por ello,
pasaban de la política.
Como queda dicho, en relación con la sociedad, trataban a todo el
que no era fariseo o simpatizante, de “am-ha-res” o “pueblo de la tie­
rra”. Ello conllevaba un com portam iento despectivo e insultante
hacia los demás, tanto con sus obras como con sus palabras hasta el
punto de decir: Es lícito herir a alguien del pueblo de la tierra in­
cluso en el día delkippur, a im q u e coincida en Sábado (rabi Eleazar).
Acerca de sí mismos, por dedicarse constantem ente al estudio de
la ley de Moisés, se creían superiores al Templo, al sacerdocio e in­
cluso a la misma realeza. Además de la Ley, creían en las tradiciones,
de las que habían sacado hasta seiscientos trece preceptos (4), unos
positivos y otros negativos que, a su vez, desmenuzaban en otros mu­
chos preceptos menores que había que cumplir para ser, según ellos,
un buen israelita, algo que significaba un insoportable martirio moral.
Muy dados al formulismo externo en la observancia de la Ley y las
tradiciones, dejaban mucho que desear en la observancia del espíritu
de esa Ley; de ahí que aparentaran lo que no eran. Adoptaban postu­
ras ridiculas que provocaban la risa, por lo que la imaginación del pue­
blo les fue catalogando según esas posturas en diversas categorías.
Ahí estaban los siken o aprovechadores; eran los que se hacían fa­
riseos por provecho propio material, haciendo alusión al Gn 34.
Los niqpi o renqueantes, quienes con su fatigoso modo de andar,
hacían ostentación de supuesta humildad.
Los ensangrentados, que se causaban frecuentes hemorragias al
golpearse la cabeza contra la pared por no mirar a las mujeres.
Los alm irez o “alcayatas”, que caminaban encorvados y encogidos,
con la cabeza entre los hombros como un almirez en un mortero.
Los decidm e m i deber p ara que lo cumpla, es decir, los que no
solo estaban dispuestos a cumplir todos los deberes, sino que, ade­
más, querían demostrar que no tenían tiempo para hacer otra cosa.

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Los por amor, que obraban por interés y deseo de recompensa,
no por devoción hacia Dios.
Los p o r temor, que obraban por tem or a Dios, o sea, por verdade­
ro sentimiento religioso (Sotah 22b, Ba).
A pesar de todo, este fue el único grupo de aquel tiempo que so­
brevivió después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 de nues­
tra era, llevada a cabo por las legiones de Tito. En el actual estado de
Israel, están representados por los extremistas llamados “ultraorto-
doxos”, que tantos problemas están dando a los diversos gobiernos
del país.
Saduceos: “conservadores”. Era un grupo menos numeroso; no
superaba el millar de miembros, pero era el más poderoso e influ­
yente de la nación. Elegían siempre entre ellos al Sumo Sacerdote y
a todos los altos cargos de la Magistratura y la Administración del
Templo.
Ello les confería autoridad sobre los dieciocho mil obreros (5) que
en esos tiempos trabajaban en el Templo, así como sus familias. Bajo
su jurisdicción estaban también los miles de sacerdotes, levitas y en­
cargados del recinto sagrado, que llevaban a cabo los sacrificios dia­
rios, la guardia y limpieza de todas las dependencias, como guardia­
nes del lugar; formaban una auténtica policía, aunque no llevaban
armas cuando estaban en su interior.
Respecto a sus creencias, se limitan a los cinco libros de Moisés
-laTorá-, No admitían ningún otro libro sagrado, como tampoco cre­
ían en las tradiciones, la inmortalidad del alma y, en consecuencia, la
existencia de los ángeles.
Encerrados en sí mismos, no tenían relación alguna con el pueblo,
ya que formaban casta aparte. Recelaban de todo movimiento me-
siánico que dimanara del sentimiento del pueblo; de ahí su actitud
respecto a Jesús.
Las relaciones con los invasores romanos eran de condescenden­
cia. A cambio de esta tolerancia, y alguna suma de dinero dada a los
Prefectos, los romanos protegían sus privilegios. Ellos fueron los que
gritaron: No tenem os otro rey que el César (6).
Ifero dian os: “m onárquicos”. Constituían un pequeño grupo de
nostálgicos, sobre todo del tiempo de Herodes el Grande. Su nombre
aparece solamente dos veces en los evangelios. No ejercían influen­
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cia alguna en la sociedad por no tener personalidad propia definida.
Habitaban principalmente en Galilea, donde reinaba entonces He-
rodes Antipas, hijo de Herodes el Grande.
Zelotes: “republicanos”. Eran unos revolucionarios que aspiraban
a cambiar la sociedad para que Yahvé fuera su presidente de honor;
tenían como única constitución y reglamento de vida la Torá o ley
de Moisés. Se les podía considerar como el ala dura de los fariseos
debido a su intransigencia. No admitían la dominación romana ni au­
toridad alguna. Su juramento era: /Yo a d m itir com o Señor m ás que
a Dios. Flavio Josefo dice de ellos que no vacilaban en sufrir la
m uerte m ás dolorosa, con tal de no reconocer com o Señor a h o m ­
bre alguno.
No superaban los tres mil afiliados, pero cuando provocaban re­
vueltas, se les unían muchos más. De entre ellos surgieron los sica­
rios o portadores de la sica, una especie de pequeño puñal muy afi­
lado, que camuflaban entre la ropa y usaban ladinamente durante las
revueltas.
Unos años más tarde (entre los años 66-70) serían los grandes pro­
tagonistas de la rebelión contra los romanos, que terminó con la des­
trucción de Jerusalén,delTemplo y de la desaparición de Israel como
nación.
Los esen io s, grupo que se dedicaba a la ascesis y que, por ser ex­
clusivamente un movimiento religioso, que no intervenía para nada
en el orden político y social, y carecer de relación con Jesús, no lo
estudiamos aquí. Flavio Josefo habla extensamente de este grupo en
su libro “Antigüedades de los judíos” (7).
Como queda dicho, entre estos diversos grupos existían muchas
desavenencias y se atacaban dialécticamente al no poder hacerlo de
otro modo, porque hubieran intervenido los romanos. Eso sí, todos
parecían estar en contra del invasor. Unos lo ocultaban, otros lo ex­
teriorizaban. Y ello a pesar de que los romanos fueron siempre res­
petuosos con su religión y sus costumbres (8),y les concedieron ade­
más muchos privilegios, como
- reconocimiento y libre ejercicio externo de la religión judía;
- administración de los inmensos bienes y tesoros del Templo;
- prohibición a todo extranjero de entrar en el Templo, bajo pena
de muerte. Este hecho lo corrobora una lápida encontrada hace

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unos años en los alrededores de donde estuvo ubicado el lugar
sagrado;
- exención del servicio militar por razones obvias, ya que de pro­
ducirse una batalla en Sábado, serían capaces de parar la lucha y
dejarse matar;
- acuñación de moneda propia llamada m oneda del Tetnplo, sin
grabación de imagen alguna de hombre ni de animales. La mo­
neda romana, que circulaba dentro de Judea con la imagen del
emperador, debería ser acuñada hiera del territorio judío;
- exención del culto al emperador, cuando en las demás Provincias
del imperio era obligatoria;
- exención de impuestos en los años sabáticos, cada siete años, en
los que la tierra perm anece en barbecho;
- prohibición a las legiones romanas y agrupaciones militares me­
nores de desfilar por las calles de Jerusalén con estandartes e in­
signias que llevaran la imagen del emperador o de las águilas im­
periales.
Nada de todo esto calmaba sus ansias, por lo que el ambiente con­
tra el invasor y entre sí mismos era prácticamente insoportable. En
este turbulento y enrarecido clima social tuvo que gobernar Pilato.

x'■ '" ¡yfi f /cÁÁffhAFV


I ?:■ M d v N f r í r ? ·: ,
M - ' f t - m t

■■■·■/ ■■k m

Lápida encontrada donde estuvo construido el Tetnplo. En ella se prohíbe la eny


trada a los no judíos. Dice: “Ningún extranjero penetre en la balaustrada que
rodea el san tuario. Cualquiera que sea prendido más allá de ella, aténgase a las
consecuencias: la muerte ”.

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EL SANEDRÍN
Una lectura precipitada de los evangelios nos podía hacer p en ­
sar, a prim era vista, que un tribunal suprem o judío, llamado Sane­
drín, condenó a m uerte a Jesús, y que, p o r carecer de mayor p o ­
der, lo presentó al Prefecto rom ano para que este ejecutara la sen­
tencia.
¿Qué era el Sanedrín en tiempos de Jesús y qué autoridad tenía?
Se trata de preguntas a las que no podemos dar respuesta con cer­
teza. Nos encontramos ante un terreno movedizo, difícil de estabili­
zar históricamente.
La palabra sanedrín, proviene de la griega, El v có p to v Synedrion,
que significa consejo, concilio, o más bien, estar sentados ju n to s. Los
judíos lo llamabanBet-din,o casa del juicio.En el libro de los Macabeos
no aparece la palabra sanedrín. Pero sí la de Gerusia, o consejo de
los ancianos. Flavio Josefo, casi contem poráneo de Jesús, nos habla
sin embargo de Sinedria, para referirse a circunscripciones judicia­
les, tanto judías como del exterior.Y en ninguno de sus escritos apa­
rece una sola vez la palabra sanedrín.
Tampoco son claros sus orígenes ni cómo estaba constituido. Mien­
tras los judíos lo hacían remontar a Moisés, basándose en el libro de
los Números (9), parece que la institución del Sanedrín del tiempo
de Jesús, no remontaba más allá de finales del siglo III, o más bien,
mediados del siglo II a. de C., bajo el reinado de los Seleúcidas, quie­
nes la establecieron como forma de gobierno autónomo local, a se­
mejanza de otras establecidas en diversos lugares del Imperio. Eso
quiere decir que el Sanedrín nace sometido a la máxima autoridad
civil de la nación.Así lo demostrará luego la Historia. Durante el rei­
nado de Herodes el Grande (73-4 a. de C.), que controló férreamente
todos los resortes del poder, apenas aparece esta institución, mien­
tras que durante la administración romana sí tuvo algunas com pe­
tencias. Roma le concedió cierto poder local, que aprovechó para
dominar mejor la región, especialm ente Judea.
Su competencia consistía -en teoría- en legislar algunos aspectos
civiles, siempre bajo la supervisión romana; y todo lo referente a lo
religioso por ser una sociedad teocrática. Aunque siempre que las
leyes no fuesen contrarias a las del invasor.
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En consecuencia, su principal cometido era el de vigilar el cum­
plimiento de laTorá,o ley de Moisés, y de sus tradiciones, legislar todo
lo referente alTemplo,máxima representación externa de su religión
y administrar todas sus inmensas riquezas provenientes de todos y
cada uno de los judíos, incluidos los de la diáspora. Esta administra­
ción no fue siempre total, como lo vemos en tiempos de Herodes el
Grande y de Pilato, que tomaron dinero del corbán, o tesoro del
Templo cuando lo creyeron necesario para el bien público.
Su composición estaba formada por el Sumo Sacerdote, presiden­
te y máxima autoridad de la institución, los demás Sumos Sacerdotes,
es decir, todos aquellos que habían tenido el mismo título en épocas
anteriores y, en último lugar, un grupo laico llamado “Ancianos”, no
p or su edad, sino por su influencia. En este grupo estaban todos los
terratenientes, los adinerados, la aristocracia local, además de algu­
nos de los letrados más significativos, generalmente del grupo de los
fariseos.
Siempre estuvo dominado por los saduceos,a cuya agrupación per­
teneció en todo tiempo el Sumo Sacerdote. El número de compo­
nentes era de setenta, más el Sumo Sacerdote.
Además de este Gran Sanedrín, había otros dos sanedrines, uno
de veintidós miembros, para juzgar casos menores, si bien tenía
poder sobre la pena capital, y otro de tres miembros para casos aún
menores. Estos últimos eran numerosos, en las sinagogas, fuera de
Jerusalén (10).

¿P orqu é e l San edrín con den ó a m u erte a Jesú s?


Para el Sanedrín, Jesús era un personaje sumamente peligroso. De
prosperar su doctrina, echaba por tierra cuatro de los cinco pilares
sobre los que se basaba la sociedad religiosa de aquel tiempo: la ley
de Moisés, el Sábado, el Templo y el propio Sanedrín. Lo único que
dejaba en paz, por el momento, era la Sinagoga.
Las primeras salidas de Jesús y sus primeros discursos apenas tu­
vieron resonancia en tan alto tribunal. Pasado un tiempo,Jesús había
captado adeptos entre los que escuchan su doctrina, relacionándola
con la ley de Moisés.Fue entonces cuando los rabinos del lugar donde
predicaba informaron a Jerusalén sobre el caso. Se trataba de un des­
conocido artesano de Nazaret, sin relevancia social alguna, que no
22
había pasado por ninguna escuela rabínica superior de la Ley (tam­
poco estaban seguros de que lo hubiera hecho p o r la escuela rabí-
nica primaria); sin embargo según ellos, se refería constantem ente a
la ley de Moisés y a otros temas religiosos y morales con autoridad.
Captaba a la gente, sobre la que ejercía una fuerte atracción; hacía
cosas que parecían magia para atraer a la multitud, aunque él decía
que eran signos que confirmaban su doctrina.Todo esto puso sobre
aviso a Jerusalén y al Sanedrín; y como tenía por costumbre, envió
hacia el lugar de los hechos a su policía, para levantar acta del caso
denunciado.
Cundió aún más la alarma cuando el artesano desconocido, con su
gran capacidad de atracción, hablaba directamente de la Ley a la que,
según ellos, corregía. No hablaba como los rabinos que habían estu­
diado en las Escuelas Superiores, y que citaban a los grandes maes­
tros con el fin de dar autoridad a sus palabras, sino que el Galileo ha­
blaba con una autoridad inusitada y propia: Habéis oído...pues y o os
digo (11).
Tenía cada vez más seguidores. Las masas de gente le seguían adon­
de iba y hasta se quedaban sin com er por oírle, tal era su irresistible
poder de atracción. Pero, sobre todo, conseguía más adeptos que Juan
el Bautista; y hasta sus discípulos, no Él, bautizaban como lo hacía
Juan (12).
Creció un gran tem or entre los fariseos y en el mismo Sanedrín
cuando recibieron una noticia “alarmante” procedente de Galilea: la
multitud de las ciudades ribereñas del lago de Tiberíades, o mar de
Galilea, convencidas de que Jesús era el verdadero “Enviado” anun­
ciado por los Profetas, deseaban proclamarlo rey (13). Esto sucedió
después de que el Nazareno diese de com er a varios miles de perso­
nas con tan solo cinco panes y dos peces.
A todos estos fundados temores se sumaba un nuevo agravante: el
Galileo era todavía más sospechoso, porque en ninguno de sus dis­
cursos aconsejaba acudir alTemplo,ni que ofrecieran en él sacrificios;
incluso, en privado, dio a entender que había llegado la hora en la que
no era necesario ir a él para adorar y dirigirse sinceramente a Dios.
Si todas estas actitudes hacían crecer el tem or entre los jefes del
Sanedrín, confundía todavía más el hecho de que Jesús no hiciese
caso del Sábado, que no solo quebrantaba, sino que incitaba a otros

23
a quebrantarlo: Ve, tom a tu camilla y vete a tu casa (14), dijo a un
paralítico al que había curado en día de Sábado.
Por consiguiente, había que actuar rápidamente con el fin de evi­
tar males mayores. En público no era conveniente hacerle daño,pues
tenía gran número de seguidores. De ahí que decidieran desacredi­
tarlo públicamente ante quienes le seguían. Por eso enviaron, por
turno, a los que mejor conocían la ley de Moisés con el fin de po­
nerle en un aprieto, desacreditarle, ridiculizando su persona y su doc­
trina. Pero algo debía tener el Galileo cuando todos volvían confun­
didos y ridiculizados por Él ante la multitud.
Ante este fracaso, urgía tomar otras medidas más severas, porque
la situación era ya grave y había empeorado con las primeras expe­
riencias. La situación no podía prolongarse por más tiempo. Había
que emplear otros métodos más “convincentes”;por ejemplo, enviar
a hombres con buena puntería, apedrearlo, y luego, decir que una
multitud exaltada actuó en defensa de la Ley contra un blasfemo.
Nuevo fracaso, pues el prim er grupo regresó con las piedras en la
mano, convertido por el Galileo: No hem os visto a nadie que hable
com o ese hom bre (15).
En esta encrucijada de indecisiones y fracasos, sucedieron dos he­
chos que agravaron aún más la situación. Un hombre de Betania, muy
conocido en la región, había muerto después de una larga enferme­
dad. Llevaba cuatro días muerto y enterrado, y el Nazareno le devol­
vió la vida (16). Fueron muchos los testigos que presenciaron el acon­
tecimiento, incluso gente de Jerusalén que, como es natural, al re­
gresar, lo difundieron por todas partes. Y, cómo no, también estaba
allí, siguiéndole como la sombra de su cuerpo, la policía del Templo,
que rápidamente fue a Jerusalén a dar la versión de los hechos a los
sumos sacerdotes a su manera; mientras tanto, muchos creyeron en
Jesús y admiraron el hecho. Este caso sucedió en Betania, a escasa
distancia de Jerusalén. Con ello, aumentó el número de seguidores
del Nazareno,a quien muchos le tenían ya como el verdadero“Enviado
de Dios”.
No lo veían tan claro los jefes del pueblo, quienes lo consideraban
un falso maestro, un provocador y un ignorante, por no haber estu­
diado en las Escuelas Rabínicas Superiores. Esa circunstancia hacía
que corriese un gran riesgo cuando “corregía” la Ley y quebrantaba
24
el Sábado a pesar de las repetidas correcciones de parte de la supe­
rioridad; o cuando no mostraba aprecio alguno por el Templo y pa­
recía mofarse de las tradiciones. Diríamos que era tenido p o r un pro­
vocador religioso que iba por libre, pero que hacía m ucho daño, por
ser muchos los que le seguían y por su gran poder de persuasión.
Lo sucedido en Betania y sus repercusiones alarmó a gran parte de
los miembros del Sanedrín que convocaron una reunión urgente. El
lugar fue la casa del Sumo Sacerdote; acudieron los que habían sido
sumos sacerdotes anteriormente y algunos escribas y fariseos. Había
una única orden del día .Qué hacem os con este hombre, porque hace
m uchas señales;y si le dejam os que siga así, todos creerán en él y
vendrán los rom anos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra
nación (17).
No había lógica en la deducción, pero expresaban el fondo del pro­
blema: el tem or a que todo su poder se viniera abajo si llegara a triun­
far la doctrina del Galileo, o que algunos provocaran otra revuelta
contra Roma. Recordaron sin duda ciertas revueltas anteriores, du­
ramente reprimidas por los romanos, especialmente la acaecida des­
pués de la m uerte de Herodes el Grande, durante la cual perecieron,
según Flavio Josefo, más de tres mil judíos (18).
Poco tiempo después, en tiempos del Prefecto romano Sabino, co­
menzaron a sublevarse, casi a un tiempo, varios personajes, como
Judas “el Galileo”, quien se apoderó de varias ciudades, algunas de
ellas importantes, como Séforis. Por otra parte, un tal Simón sublevó
Perea. Judea también fue invadida por levantiscos, como Estronghes
y sus cuatro hermanos y, posteriormente, por un último revoltoso,
Theudas “el Egipcio”.
Lo único que unía a todos ellos era el odio al invasor y, natural­
mente, el deseo de gobernar, cada cual por su parte,en caso de éxito.
Todos ellos fueron duramente castigados y arrasadas algunas ciuda­
des que les habían seguido, como Séforis, Emaús, etc.
Recordaron también lo sucedido con ocasión de ciertos pequeños
conatos de sublevación, como el que nos relata Lucas. Terminaban
siempre con la m uerte violenta de los revoltosos. Por su mayor im­
portancia y por ser más reciente, les vino a la m ente la rebelión del
pueblo contra Pilato,por haber cogido el dinero sagrado delTemplo
para construir el acueducto entre Belén y Jerusalén.

25
Pero ahora se trata de algo más grave. Mientras las otras revueltas
estaban relacionadas con solo una de las bases de la nación, Jesús
hería de muerte a todas, exceptuando por el momento la Sinagoga.
Respecto al Templo, Jesús no aconsejaba, en sus discursos, fre­
cuentar el Templo, ni recomendaba los sacrificios de animales que
tanto dinero dejaban.
En cuanto al Sábado Jesús incumplía los preceptos sobre el Sábado
cuando realizaba curaciones y mandando a veces cosas que se prohi­
bían en ese día.
En lo que respecta a la ley de Moisés, Jesús la “corregía”, lo que sig­
nificaba que no creía en ella.
Finalmente, respecto al Sanedrín y a los dirigentes de la nación,
aconsejaba a las multitudes que no hicieran caso, ya que mandaban
lo que ellos no cumplían.
Para ellos Jesú s no dejaba nada en pie.

¿Qué solu ción to m a r p u e s re sp e c to a Jesú s?


¿Llegar a un acuerdo con él? No. Jesús no lo admitiría. No se deja­
ría convencer; tenían de ello repetida y amarga experiencia.Así pues,
para los miembros del Sanedrín no quedaba otra solución que la de
condenarlo a muerte. Y desde aquel día decidieron darle m uerte
(19).Tenían sus razones para tomar esa decisión: Es preferible que
m uera u n solo hom bre a que perezca todo el pueblo (20).
Uno de los atributos que el pueblo daba al Sumo Sacerdote era el
de que podía profetizar. Esta vez, así fue, porque Jesús había venido
para dar su vida por el pueblo. Jesús no tardó en enterarse de la de­
cisión tomada por el Gran Consejo;por ello,y durante un cierto tiem­
po, se dejó ver poco por Jerusalén y sus alrededores.
La decisión por parte de los jefes del pueblo estaba tomada. Pero
el Galileo aún no había muerto. Le quedaban algunas cosas por hacer
y otras tenía que dejarlas claras, como es el caso de su posición res­
pecto a su persona y al Templo actual; y todo ello lo llevó a cabo de
una sola vez.
Existía en Jerusalén la costumbre de que, en vísperas de la Pascua,
salieran grupos de la ciudad para dar la bienvenida a los peregrinos
que iban llegando con varios días de antelación. Cuando se juntaban,
entraban hasta el Templo en medio de cánticos y algazara.
26
Jesús estaba entonces en Betania, acompañado de sus discípulos
y de otros muchos curiosos que habían venido a ver a Lázaro resu­
citado por Jesús pocos días antes. Con todo este grupo que le acom­
pañaba, tomó el camino más corto que llevaba a Jerusalén.Al llegar
a la cima de la colina, contigua al monte de los Olivos, cerca de Betfagé
(casa de higos), sucedió una cosa inusitada: Jesús decidió entrar en
Jerusalén montado en una cabalgadura. Y envió a dos de sus discí­
pulos a la casa de un amigo, con el ruego de que le prestara la
burra con su pollino (21).
Ante la decisión del Maestro, los discípulos pusieron sus mantos
sobre el lomo del pollino con el fin de que no fuera “a pelo”.Ya mon­
tado, surgieron gritos de alegría oriental, que luego se transformaron
en cánticos religiosos, contagiándose unos a otros. El grupo, al prin­
cipio reducido, fue aumentando gracias a la gente que iba saliendo
de Jerusalén para recibirlos. Al enterarse de quién iba montado, tam­
bién ellos se contagiaron y mezclaron sus cánticos: Hosana, hosa-
na, Bendito el que viene en nom bre del Señor, hosana en las al­
turas (22).
Como no podía ser menos, en esa aglomeración estaban también
los fariseos y la policía del Templo, a quienes disgustaba profunda­
mente lo que decía la gente en sus cánticos espontáneos. Increparon
a los que tenían al lado, y, ante su fracaso, a codazos, se abrieron paso
hasta llegar a jesús para decirle:Reprende a tus discípulos (23) Jesús,
impasible, replicó: Si ellos callan, gritarían las piedras (24). Fue un
golpe muy duro para los fariseos, que enmudecieron.
Iban descendiendo la colina y se acercaron alTemplo.Aquí,la mul­
titud, en la que abundaba la chiquillería, gritaba a más no poder:
H osana al hijo de David... Las nuevas protestas de los fariseos y de
la policía del Templo no eran escuchadas por nadie. Por ello, volvie­
ron de nuevo a la carga encarándose conJesús:¿/Vo oyes lo que dicen?
Jesús, serio, respondió de nuevo: Y vosotros, ¿no habéis oído que de
la boca de los niños de pecho recibirás la alabanza?Y siguió su ca­
mino. La impotencia e los fariseos era manifiesta. El Galileo les arro­
llaba. La rabia y el odio no lo podían demostrar; la multitud, exaltada,
les hubiera linchado. Mas todavía no había acabado todo.
En el Templo se celebraban sacrificios a diario en reparación por
los pecados del pueblo. Esos sacrificios aumentaban en número en

27
los días de fiesta, especialmente en los días de la Pascua. Para esta fies­
ta faltaban ya escasos días. Era tal la cantidad de sacrificios que Flavio
Josefo nos dice que, en un solo día se sacrificaron doscientas ochen­
ta y cinco mil reses (25).
En los alrededores del Templo, con el fin de facilitar la materia de
los sacrificios, se formaba por estas fechas un inmenso mercado de
animales: palomas, tórtolas, corderos, terneras, etc., que debían com­
prar con la moneda acuñada por el Templo, por lo que había mesas
de cambistas a d hoc. Allí se podían cambiar sidos, dracmas, didrac-
mas, ases, denarios, sextercios, cuartos, leptones, etc., por la mone­
da del Templo, con el fin de com prar la materia del sacrificio que
deseaban hacer. El negocio era inmenso, pero no siempre limpio.
Allí había animales en venta para los sacrificios que estaban enfer­
mos,© eran cojos,o tuertos,o habían sido robados... todo ello prohi­
bido por la Ley.
Este fue el panorama que vio Jesús al llegar al Templo. Después de
una observación minuciosa, no se lo pensó dos veces. Se separó un
poco de sus discípulos, se puso a recoger sogas, cuerdas y otros ele­
mentos de atar animales que estaban esparcidos por el suelo, y los
entretejió hasta formar un látigo consistente, y se hizo dueño de la
situación. Impidió que se transportara toda clase de mercancía por
el interior del Templo; echó a los vendedores de sus puestos y volcó
también las mesas de los cambistas, así como los puestos de venta de
palomas y tórtolas, al tiempo que decía: M i casa es casa de oración
y vosotros la habéis hecho u n a cueva de ladrones (26).
Si dio o no latigazos, los evangelios se lo callan; pero Jesús, para
algo hizo el látigo. Podemos admirar la autoridad que debía imponer
su persona en esos momentos para que Él solo, sin ayuda de nadie,
hiciese huir a todos y limpiase de gente aquel lugar, provocando la /
desolación y un desconcierto total. Tirado por los suelos, quedó
mucho dinero procedente de la venta de animales debido al seguro
y fructífero negocio. Las fichas de los acreedores habían saltado por
los aires, con gran júbilo para ellos y gran disgusto de los vendedo­
res. Aquello quedó hecho un desastre, llevado a cabo por Él solo. Ni
la policía del Templo, ni ninguno de los afectados pudo frenar la odi­
sea del Galileo. Fueron unos momentos de pánico en los que todos
huyeron por donde pudieron.
28
Los Sumos Sacerdotes y otros jefes que tanto énfasis habían pues­
to días antes en su condena, ahora merodeaban cabizbajos p or los al­
rededores sin atreverse a enfrentarse con el Galileo y poniendo tie­
rra de por medio. En su interior, estarían sin duda reprimiendo su
rabia y repitiendo la decisión tomada días antes: ¡debe morir! Pero
¿cómo?
Jesús, después de atender a unos griegos que deseaban hablar con Él,
regresó tranquilamente a Betania a descansar en casa de unos amigos.
Al día siguiente, Jesús volvió de nuevo al Templo con sus discípu­
los y observó los efectos del día anterior. Al verlo, los sumos sacer­
dotes y la policía del Templo, temerosos de lo que en ese día se le pu­
diese ocurrir al Galileo,formaron un grupo grande y compacto,y, am­
parados en la fuerza del número, se acercaron a Jesús para pregun-
ta.de: ¿Con q u é autoridad haces esto? Jesús les puso una condición
para responder: que ellos, a su vez, contestaran a otra pregunta suya:
El bautism o de J u a n ¿era de Dios o de los hombres? Cualquier res­
puesta que dieran les delataba; optaron pues por callar. Porque si de­
cían de Dios,Jesús les respondería: Entonces, ¿por qué no le hicisteis
caso? Si respondían que no, temían al pueblo, que tenía a Juan por
un profeta y se les hubiera echado encima. Por eso, ellos dijeron: Ato
lo sabemos... A lo que Jesús respondió: Pues tam poco os diré con
q u é autoridad hago y o esto (27).
Los golpes que recibían de Jesús eran cada vez más duros, más hi­
rientes y más humillantes. Por el momento, así acabó aquel día. Pero
tanta osadía era insoportable, y más para unas personas engreídas.Ya
no quedaba institución alguna contra la que el Galileo no hubiera
lanzado algún desprecio de manera directa. Esta situación no podía
seguir así por mucho tiempo. Jesús sumaba la osadía a la peligrosi­
dad, que podía comprometerlos seriamente en cualquier momento,
ante los romanos y ante el pueblo, en plena celebración de la Pascua.
Había que tomar una decisión drástica, y lo más pronto posible, para
acabar con este peligro. Pero, ¿cómo llevarlo a cabo sin enfrentarse
a las iras de sus seguidores?
Judas, uno de los discípulos íntimos, les facilitó la solución al pro­
blema. Explicar los motivos que indujeron al discípulo a traicionar a
su Maestro, que le había dado tantas muestras de confianza, nos lle­
varía muy lejos, y no es este el cometido del estudio. El caso es que,

29
lo decidido por los jefes del pueblo en casa de Caifas, había llegado a
los oídos de Judas. Fue una filtración. Por la mente del Iscariote pasó
la idea de sacar provecho de ello. La codicia le armó de valor y se pre­
sentó a los sumos sacerdotes y jefes de la policía del Templo para tra­
tar sobre el tema. Llegaron a un acuerdo preliminar: treinta monedas
de plata, como anticipo; lo restante, en caso de éxito. Judas no recor­
dó entonces que era el precio que la Ley mandaba dar por un esclavo.
Después de la entrevista, el desenlace fue cuestión de días. Había
que esperar una oportunidad para no fracasar. Esta se presentó con
la llegada de Jesús a Jerusalén con ocasión de la Pascua. Algunos dig­
natarios, acompañados por un fuerte destacamento de la guardia del
Templo, salieron a apresar a Jesús a altas horas de la madrugada, al
lugar convenido por Judas, que les acompañaba. Era un lugar muy co­
nocido por él, pues allí descansaban siempre el Maestro y sus com­
pañeros, cada vez que venían a Jerusalén. Y no era otro que un huer­
to ubicado en la falda del monte de los Olivos, junto a un lagar de
aceite, pasado el torrente Cedrón.
Acudieron allí con espadas y palos por tem or a la reacción de los
discípulos. Pero, aparte de una pequeña escaramuza protagonizada
p o r Simón Pedro, e interrum pida inmediatamente por Jesús, no hubo
mayor dificultad. Jesús solo Ies pidió una cosa: que dejaran en paz a
sus discípulos, porque ellos nada tenían que ver con el asunto.
Además, les reprochó su cobardía: Todos los días estaba y o en el
Templo y enseñando p o r las calles;por q u é no lo hicisteis enton­
ces y ahora salís a estas horas corno si y o fu e ra u n salteador... (28).
Amparados por la noche, le llevaron directamente a casa de Anas.
¿Por qué a casa de Anás, si no era la máxima autoridad? ¿Quién había
ordenado el secuestro?
Anás es un personaje que aparece solamente en el evangelio d
Juan. Había sido Sumo Sacerdote durante nueve años, y luego le si- /
guieron en el mismo cargo cinco hijos suyos. En ese momento his­
tórico, el mando lo ejercía su yerno Caifás. El hecho de que fuera lle­
vado directamente a casa de Anás nos hace pensar que su influencia
aún no se había eclipsado y que fue él, posiblemente, el principal pro­
motor del proyecto de arresto de Jesús. Sin embargo, oficialmente,
no podía hacer mucho. De ahí que, lo que pudiéramos llamar prim er
juicio de Jesús, se redujo a una curiosidad de Anás p or conocer de
30
cerca al Nazareno del que tanto había oído hablar. A sus preguntas
informales, Jesús no respondió, o lo hizo con evasivas; este silencio
fue causa de que un guardia, que deseaba congraciarse con su jefe,
le arreara un puñetazo en el rostro a Jesús. Así que, al final, poco fue
lo que Anás consiguió de Jesús para satisfacer su curiosidad, por lo
que, despechado,permitió que el preso recibiera en su casa toda suer­
te de golpes, insultos, afrentas y burlas que le causaron gran sufri­
miento, sobre todo después de lo sucedido en Getsemaní. De ello ha­
blaremos más adelante.
Después del tiempo transcurrido en casa de Anás, Jesús fue trasla­
dado a la casa de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año, y que, al parecer,
vivía en otra dependencia del mismo edificio, como se desprende del
hecho de que, durante el traslado, Jesús lograse ver a Pedro, que se
calentaba en el patio (29). La estancia de Jesús en la casa de Anás vino
a corresponder con lo que hoy diríamos de un individuo detenido
por la policía, que pasa la noche en la comisaría, y, al día siguiente, es
entregado al juez, aunque antes ya se le había maltratado.
Antes de exponer los hechos que a continuación siguieron, haga­
mos un nuevo paréntesis para recordar que, por un lado, los evange­
lios están basados en una serie de pequeños escritos (“Hechos y
Dichos de Jesús”) que circulaban entre los primeros cristianos, ade­
más de lo que se les contaba en las catequesis orales. Así pues, no
constituyen una biografía de Jesús. Por otro lado, los evangelistas, ade­
más de sus conocimientos propios, reunieron estos escritos y re­
dactaron sus respectivos evangelios de acuerdo con las necesidades
de las comunidades cristianas a las que iban dirigidos. No tienen en
cuenta la cronología de los “hechos y dichos”, ni tampoco los deta­
lles de sus contextos. Lo que los evangelistas pretendían no era, por
tanto, escribir la vida de Jesús en el sentido que entendemos hoy por
biografía, sino exponer su Mensaje conforme a las necesidades de la
comunidad en aquel momento.
Debido a esta falta de detalles en la cronología de los hechos, los
presuntos juicios religiosos hechos a Jesús, expuestos en los evan­
gelios, dejan sin aclarar muchos detalles que nos permitan afirmar
con certeza ciertas cosas.
Después de examinar atentamente los cuatro evangelios, y tenien­
do en cuenta el parecer de muchos expertos en la materia, creemos

31
que a Jesús se le hizo un único juicio religioso y fue al día siguiente
de ser apresado, al amanecer. Podemos descartar, como enjuicia­
miento la escaramuza judicial que tuvo lugar en la casa de Anas, que
más bien sirvió para satisfacción de su curiosidad y vanidad.
Es de advertir además, que este único juicio a Jesús -del que habla­
remos- era absurdo y carente de finalidad, porque la condena a muer­
te estaba ya decidida por parte de esos mismos personajes, después
de la resurrección de Lázaro. El juicio, pues, se hizo solo para dar
visos de legalidad al caso, aunque todo lo hicieron mal debido a las
precipitaciones.
En efecto, por un lado, podem os afirmar casi con certeza que el
auténtico juicio se desarrolló en la casa de Caifás y no en Bet-din
(esto es, en la “casa del juicio”, o lugar de “piedras talladas”), anexo
al Templo, donde debían celebrarse todos los juicios. Este detalle
tiene una importancia capital porque, de haberse celebrado en la
casa de Caifás, tanto el juicio como la sentencia habrían carecido de
validez.
Por otro lado, el caso de los testigos, que no se ponían de acuerdo,
era también esencial. El juez solo podía decidir sobre la afirmación
de un hecho presenciado por dos o más testigos, y que luego, en la
exposición por separado ante el juez, estuvieran totalmente de acuer­
do. El juicio fue por tanto nulo, porque los testigos no estaban de
acuerdo;y ello, hasta tal punto, que el propio Sumo Sacerdote, Caifás,
tuvo que intervenir, con el fin de encontrar materia de condena, de
una manera absolutamente ilegal (30). Según la ley, al fallar los testi­
gos de una manera tan clamorosa, Jesús tenía que ser declarado ino­
cente y, como consecuencia, puesto en libertad.
Además, la ley prohibía que el juez inculpara directamente al reo
o le pusiera en trance de autoinculparse. Caifás hizo las dos cosas: Te
conjuro, p o r el Bendito, que nos digas si tú eres el Cristo (dijo Ben­
dito y no Dios, porque ese nombre, según los hebreos, no lo podía
pronunciar ninguna lengua humana) (31).
Y también, la pregunta hecha directamente por el Sumo Sacerdote,
añadiendo en nombre de Dios, obligaba a dar una respuesta verda­
dera. En este caso, Jesús estaba obligado en conciencia a decir la ver­
dad, es decir, a autoinculparse, pues su respuesta fue causa de su con­
denación a muerte.
32
Finalmente, el Sumo Sacerdote, al oír la respuesta de Jesús, la tomó
por blasfema y, en señal de “dolor”por el “escándalo”, se rasgó las ves­
tiduras, hecho que en la ley de Moisés estaba prohibida expresa­
mente, en el Levítico 21,20 (32).
Y así,se com etieron hasta diecisiete irregularidades, la mayor parte
de las cuales invalidaban tanto el juicio como la sentencia. Este jui­
cio, como nos dicen los evangelios, fue hecho p or el Sanedrín. Pero,
¿qué Sanedrín? Es improbable que fuese el Gran Sanedrín, el com­
puesto p or setenta y un miembros; y ello por varias razones. En pri­
m er lugar, por lo precipitado del caso. Era materialmente imposible
reunir a todos los com ponentes del Gran Sanedrín en unas tres o
cuatro horas, y menos aún durante la noche, cuando la mayor parte
de sus miembros vivía fuera de Jerusalén, algunos incluso a muchos
kilómetros.
En segundo lugar, y, sobre todo, porque dentro del Sanedrín, algu­
nos de sus com ponentes eran adictos a Jesús y, de estar presentes,
hubieran exigido mayor legalidad, en especial en cuanto a dar al reo
la oportunidad de defenderse, tal como estaba mandado en la ley, lla­
mando testigos en su defensa, dentro de las veinticuatro horas si­
guientes a la sentencia.
Lo más probable, como opinan muchos expertos, es que Jesús fue
juzgado y condenado por un Sanedrín“secundario”de veintitrés miem­
bros, el mismo que lo había hecho a raíz de la resurrección de Lázaro,
en el que estaba presente el Sumo Sacerdote.Tanto el juicio como la
repetida condena a muerte tuvieron como escenario la casa de Caifás.

33
PUATO
Es difícil escribir sobre este personaje que, oficialmente, condenó
a muerte a Jesús. De él se ha dicho de todo. Se le ha aplicado toda
suerte de calificativos: el menor, que fue débil; el mayor, que fue dei-
cida. Desde tiempo inmemorial, en el mismo Credo de la Iglesia ca­
tólica, se dice: Y padeció bajo Pondo Pilato.
Es muy duro llamar a alguien deicida y echar todo el peso de
la m uerte de una persona de la relevancia de Jesús a un hom bre
que ocupaba un quinto puesto, en responsabilidad, dentro de la
Administración romana. Estaba el em perador Tiberio, el Senado, la
Cancillería para Asuntos exteriores, el Legado de Siria, que disponía
de extensos poderes para Oriente Medio...y. En quinto lugar,el mo­
desto Prefecto, que vigilaba, bajo órdenes, una pequeña región con
apenas un millón de habitantes. ¿Por qué no citar a Tiberio o a al­
gunos de los otros mandos superiores, bajo cuyas órdenes actuaba
Pilato?

Veam os cóm o le h a ju z g a d o la H isto ria


El escritor e historiador Flavio Josefo lo cita para relatar ciertos he­
chos acontecidos en la región durante su mandato, sin cargar tintas
negras sobre su persona.
El filósofo judío de Alejandría, Filón, lo define como corrompido y
cruel, que no retrocedía ante nada, haciendo todo p o r orgullo (34).
El rey Herodes Antipas, citado por el mismo Filón, lo define como
venal, violento, rapaz, extorsivo y tirano (35).
El historiador romano Tácito, lo describe como afecto al suplicio,
arbitrario y despiadado (36).
Los apologistas cristianos de los primeros siglos de nuestra era-fue­
ron inmisericordes con él, por su debilidad. \
Los judíos atacaron duramente a Pilato, como defensa, ante las acu­
saciones de los cristianos, que cargaban sobre ellos el peso de la muer­
te de Jesús. Durante veinte siglos, fundados en los juicios anterior­
m ente citados, muchos autores, sin otros conocimientos ni fuentes
en que apoyarse, dejándose llevar por la corriente, han maltratado
duramente a Pilato.

34
¿Era a s í P ilato?
Los evangelios, unos libros que han resistido la más severa crítica
histórica y literaria a lo largo de muchos siglos, nos lo presentan como
un hombre que, ante la inocencia, no quiere condenar y trata una y
otra vez de salvar a Jesús, valiéndose de todos los resortes a su al­
cance. Pero en la vida nada es perfecto. Por eso, si bien es cierto que
el juicio de Jesús lo llevó con serenidad y ecuanimidad, lo que le ha
dado cierto renombre en la Historia, al final, ambas cualidades que­
daron empañadas con la condena a m uerte del Nazareno.
Hay autores que achacan la postura de los evangelistas a que los
textos evangélicos fueron escritos en el corazón del Imperio roma­
no, y que, si recalcan la culpabilidad de los judíos y no la de un jefe
romano en funciones, era para evitar persecuciones. Esta, sin em­
bargo, es una teoría sin fundamento alguno, seguida por escritores
judíos para defensa propia. Procurando ser objetivos, veamos breve­
mente la personalidad de quienes hablaron tan mal de Pilato.
Herodes Antipas (citado por Filón) decía que Pilato era un hom­
bre venal, violento, rapaz, “extorsivo”y tirano. Se sabía, pues corría
la voz entre la gente, que el propio rey de Galilea, Herodes Antipas,
ejercía de espía sobre todos los Prefectos romanos de Palestina a favor
del emperador Tiberio. Esto lo sabían ellos, por lo que la enemistad
y el odio caían por su peso. Esta enemistad se incrementó debido a
la muerte de unos galileos que habían venido a Jerusalén a “ofrecer
sacrificios”(37). Pero es lógico pensar que harían algo más que “ofre­
cer sacrificios”, pues todos los años, e incluso ese mismo año, vinie­
ron decenas de miles de galileos a celebrar la Pascua y ofrecer sacri­
ficios, y no les sucedió nada. Esta enemistad alcanzó cotas máximas
al enterarse Pilato, por medio de sus espías que Herodes acumulaba
gran cantidad de armas en lugares ocultos del norte de Galilea. ¿Cuál
debía ser su objetivo? (38).
Filón. Vivía en Alejandría, en un tiempo en que había abrazado la
fe cristiana un gran número de intelectuales, que emplearon la pluma
en defensa de su fe. Los romanos no intervinieron en estas luchas li­
terarias,porque o no conocían la doctrina cristiana o la tomaban como
una de tantas creencias que existían en una de las provincias del
Imperio. Los judíos sí intervinieron, ante la acusación de los cristia­
nos de ser responsables de la m uerte de Jesús. Uno de ellos era Filón,

35
que trataba de aminorar el golpe de los cristianos; este recalcó las acu­
saciones con tintas negras contra Pilato, haciéndole responsable de
ella, por ser “de naturaleza implacable, y además despiadado”.
Tácito. No conoció a Pilato, ni tampoco sabemos las fuentes que
utilizó. Lo que sí sabemos es que la buena imagen que los evangelios
presentan en el juicio de Jesús, es el de un hombre que quiere ser
recto, justo y ecuánime, todo lo opuesto a un hombre “dado al su­
plicio, arbitrario y despiadado”.
Es hora de que nos centremos un poco en este personaje que de­
sempeña un papel tan importante en el tema que nos interesa.

¿Qué sa b em o s d e él?
La Historia nos dice que fue enviado a Palestina por Tiberio, en el
año 26 de nuestra era. Sucedía en el cargo a Valerio Grato, y era el
quinto Prefecto de Roma en esa zona. Roma le puso al frente de una
circunscripción de segunda categorías la que pertenecían tres peque­
ñas provincias: Samaría, Judea e Idumea, esta última con fronteras
poco definidas, por lo que necesitaba vigilancia especial con el fin de
evitar abusos de los pueblos limítrofes. Era una región difícil y sobre
todo problemática, porque en ella había frecuentes revueltas.
No era Procurador, como muchas veces hemos oído, sino un sim­
ple Prefecto, como lo demuestra la lápida encontrada en Cesárea
Marítima por unos arqueólogos italianos en el año 1961.
Su residencia oficial estaba en Cesárea Marítima, ciudad construi­
da por Herodes el Grande, a la que puso este nombre para congra­
ciarse con el em perador (César Augusto). El ambiente helenizado de
la ciudad permitía llevar una vida fácil y cómoda sin tener que estarx
oliendo constantem ente la carne asada de los sacrificios cuando
tenía que estar en Jerusalén, debido a la proximidad del Templo con
la Torre Antonia, cuartel general de Pilato cuando venía a la capital.
Durante las grandes fiestas religiosas judías, en las que se produ­
cían a m enudo inmensas aglomeraciones, se trasladaba a Jerusalén,
acompañado por parte de la tropa, con el fin de evitar revueltas, ya
que estas concentraciones eran caldo de cultivo para que se produ­
jeran. Esta tropa militar no superaba los cuatro mil quinientos solda­
dos. No eran legiones romanas, sino fuerzas auxiliares, reclutadas
entre sirios, griegos y samaritanos; se dividían en cohortes y alas. En
36
(Fotografía de la lápida encontrada en Cesárea en 1961. Se lee (S) TIBERIUM
(P)UNTIUS PILATUS (PR)AEFECTUS IU DA (AEA)E
Tiberium (Plaza) de Cesárea por el Prefecto de Jadea Pondo Pilato

casos excepcionales, tenía que recurrir al Legado de Siria para pedir


refuerzos.
Su cometido, anejo al cargo, era advertir a las autoridades político-
religiosas de la región, de que no se entrometieran en asuntos de la
Administración civil; debía recaudar los impuestos con el m enor de­
sagrado posible y evitar o reprimir levantamientos secesionistas. El
cargo de Prefecto se renovaba cada tres años. Pilato estuvo diez, lo
que dice algo en su favor, a pesar de las críticas severas de las que ha
sido objeto y acusado de no preocuparse de los asuntos e intereses
de la metrópoli.
A este respecto, no hemos de olvidar que Tiberio tenía costumbre
de retener a algunos funcionarios más de tres años, porque decía que,
37
al pretender enriquecerse en tan poco tiempo, podían cometer des-
manes.Y ponía el ejemplo de un hombre solo y abandonado al que acu­
dían las moscas para chuparle la sangre por estar lleno de llagas. Pasó
por allí alguien que se compadeció del pobre y quiso espantar las mos­
cas. El llagado se opuso y, gritando, dijo “Déjalas, estas moscas ya me
han chupado bastante sangre y están hartas. Si las espantas, vendrán
otras hambrientas y me chuparán la poca sangre que me queda” (39).
Su gestión en Palestina estuvo marcada por varios hechos de cier­
ta importancia. Así, nada más llegar a esta región, como reconoci­
miento a Tiberio, e influido por el ambiente antijudío del que habla­
remos, mandó instalar en Jerusalén las insignias de sus cohortes y
alas, consistentes en la imagen del emperador y sus respectivos bla­
sones, siempre acompañados de águilas imperiales. El recuerdo de que
Moisés había prohibido las representaciones humanas y de animales,
exaltó a los judíos. Estos se levantaron en masa y muchos fueron a
Cesárea, residencia de Pilato, a gritar contra él. Allí estuvieron cinco
días vociferando.Al final, Pilato, cansado de tanto ruido e improperios,
los amenazó con la tropa que ya tenía preparada. Ellos, lejos de temer,
hicieron el gesto de desnudar sus cuellos, demostrando que estaban
dispuestos a morir. Ante esta inusitada reacción, y viendo que podía
provocar una verdadera matanza nada más llegar, mandó quitar las
imágenes y estandartes de Jerusalén y las devolvió a Cesárea (40).
Poco después, haría algo parecido, aunque no se sabe si fue una pro­
vocación o si recibió órdenes superiores. El hecho es, que algo había
ocurrido en Roma unos años antes, concretamente en el año 19 de
nuestra era. Cuatro judíos, que representaban a la comunidad judía en
la capital del imperio, engañaron a una tal Fluvia, esposa de un alto dig­
natario llamado Saturnino, amigo íntimo de Tiberio. El emperador, ins­
tigado p or su amigo, expulsó a todos los judíos de Roma y sus alrede­
dores (41). El hecho de la expulsión, por una aparente causa trivial,
tuvo graves consecuencias, no solo en Roma y sus alrededores, sino
en muchas provincias del Imperio. Se suscitó, además, un clima anti­
judío, con repercusiones tales como el mal trato que se les daba, los
castigos que se les imponía, y, sobre todo, el que los Prefectos envia­
dos a Palestina llevaran órdenes concretas de reprimirlos.
Además de tener en cuenta el caso expuesto y sus consecuencias,
sabemos que Tiberio sentía una cierta antipatía por los judíos y, más
38
Acueducto de Belén aJerusalén construido por Pilato.La parte que se ve alfondo
sirve en la actualidad como cimiento de una mansión árabe. Foto del autor.
aún, el todopoderoso Sejano, jefe de la Guardia Imperial. Así pues,
Pilato no podía actuar contra el sentir de sus superiores, comenzan­
do por el propio emperador. Pilato, además, no fue peor que el resto
de los representantes enviados por Roma.Muy al contrario,fue mucho
mejor que la mayor parte de los Prefectos y Procuradores que, antes
o después de él, tuvieron este cometido. La Historia nos enseña que
hubo Procuradores cuya rapacidad y tiranía provocaron las iras de
los judíos y amotinamientos contra Roma en el año 66 de nuestra
era, hecho que fue sofocado y terminó con la destrucción delTemplo
y su desaparición como nación.
Otros varios acontecimientos tuvieron lugar en Palestina durante
el mandato de Pilato. Ocurrió otro suceso durante su mandato con
ocasión de la construcción del acueducto destinado a llevar agua
desde Belén hasta Jerusalén. Para ello necesitaba dinero, por lo que
lo tomó del corbán, o tesoro sagrado delTemplo. Estaba en su poder
llevarlo a cabo, pues se trataba de una causa justa y para el bien pú­
blico,aunque con la condición de devolverlo en su momento.Ya había
precedentes en la historia de Israel. En efecto, Herodes el Grande tam­
bién lo había hecho y, aunque fue criticado, no tuvo mayor repercu­
sión. Pero, en este caso, el hecho de hacerlo un “pagano” y además
un invasor, rebeló a los judíos, que se amotinaron.

39
Esta vez, Pilato empleó una curiosa táctica, aunque no por ello
menos contundente que otras: envió soldados a Jerusalén, sin espa­
das, vestidos de paisano al igual que cualquier judío, pero con un ga­
rrote escondido entre las ropas. Llevaban órdenes de mezclarse entre
la gente amotinada y alborotadora, y dar garrotazo limpio a todo el
que gritaba, con el fin de acallarlo. Como consecuencia de los golpes
recibidos murieron algunos judíos, mientras otros morían pisoteados
p or la multitud que, al descubrir el engaño, huyeron despavoridos
p or las estrechas calles de la ciudad (42). Así dio por concluido el
incidente. Pilato, sin embargo, nunca devolvió el dinero que había to­
mado, como tampoco lo había hecho Herodes.
El problema más grave, por las consecuencias que tuvo durante su
mandato, aconteció en el año 35 de nuestra era: el levantamiento de
los samaritanos junto al monte Garizín. Con el falso pretexto de res­
catar los vasos sagrados que Moisés escondió y enterró en el monte
Garizín, un iluminado levantó al pueblo en armas contra los roma­
nos y se reunió con sus seguidores en Taranta. Pilato se anticipó y,
con sus tropas, ocupó el camino que iba al monte sagrado. El choque
causó muchos m uertos entre los samaritanos; otros fueron hechos
prisioneros y, entre estos, los cabecillas fueron ejecutados. En esta
ocasión, Pilato no fue más allá de sus atribuciones, pero tampoco las
suavizó. No obstante, esta vez tuvo poca suerte, pues esta operación
de su ejército en las faldas del monte Garizín coincidió con el cam­
bio y nombramiento del nuevo Legado para Siria y todo el Oriente
Medio. Se llamaba LucioVitelio,el cual,siguiendo la costumbre y antes
de comenzar su mandato, quiso informarse de todo lo que sucedía
en la región revisando los archivos.
A su vez, los samaritanos, repuestos del susto, enviaron una co­
misión con el fin de presentarle su sumisión y, a la vez, quejarse de
Pilato por lo sucedido, aduciendo que no se habían reunido allí para
ir contra Roma sino para escapar de la violencia de Pinato (44).
Vitelio, mal com pañero, y que quería congraciarse p or el mom en­
to con la región samaritana, relevó a Pilato de su puesto y le envió
a Roma a dar explicaciones al emperador. Tras cincuenta y cuatro
días de viaje desde Cesárea Marítima hasta Italia, desembarcó días
después de la m uerte de Tiberio, acaecida el 17 de marzo del año
37 de nuestra era.
40
A partir de ahí, se pierde su rastro. Lo que sí sabemos es que, a la
muerte de un emperador, todas las personas designadas p o r él para
un cargo, perdían sus funciones y pasaban al estado civil, si el nuevo
emperador no le renovaba el nombramiento; algo poco habitual, ya
que cada em perador trataba de rodearse de gente de confianza, para
así poder gobernar sin sobresaltos. Por ese motivo, todo lo que des­
pués se ha escrito sobre Pilato, pertenece al género de la leyenda.
Los franceses le han hecho residir y morir en Vienne, en el departa­
mento francés de Delfinado, al igual que han hecho “venir” a Francia
a otros personajes del evangelio, como Marta, María y Lázaro, aunque
sin fundamento alguno. Se trata de leyendas que surgieron en el trans­
curso de los siglos X y XI.

¿P or q u é f u e d e stitu id o Pilato?
Existía posiblemente incompatibilidad de carácter entre Vitelio y
él, pues, p or lo que sabemos, eran muy diferentes. O también que, al
llegar Vitelio con grandes poderes, quiso gobernar con un equipo de
confianza escogido por él mismo.También es posible que Roma, tras
la muerte de Tiberio, cambió de pareceres con respecto a los judíos.
Esta teoría tiene bastante consistencia, pues Vitelio, al llegar, les hizo
varias concesiones.Y pudo también contribuir a ello la desaparición
violenta de Sejano, asesinado por sus subordinados.
Podemos deducir, no obstante, que lo acontecido en el monte
Garizín no influyó demasiado en Vitelio para relevar a Pilato de sus
funciones, pues sabemos por la Historia que Vitelio despreciaba a los
samaritanos; así, en cuanto tuvo ocasión, ordenó mayores represio­
nes y masacres, como sucedió tras el amotinamiento de Cilicia.Todo
esto nos lleva a opinar que el envío de Pilato a Roma, destituido de
sus funciones por Vitelio, se debió principalmente a que este quiso
gobernar en la región con un equipo de confianza, escogido por él
mismo. Hemos de constatar, además, el carácter caprichoso, infantil
y raro del nuevo Legado. Así nos lo describen Tácito y Suetonio al ha­
blarnos de las relaciones de Vitelio con Mesalina (45).

M onte G arizín
Es el monte sagrado de los samaritanos. Se eleva a 881 metros de
altitud y, en su cima, en el espesor de un pequeño bosque, se hallaba
41
(Fotografía del Monte Garizín)

el Templo santo de los samaritanos en tiempos de Jesús. Este monte,


así como el valle y el monte Ebal, está lleno de recuerdos bíblicos.
Aquí fue donde Abrahán acampó cuando llegó de Ur, en Caldea, y
elevó un altar aYahvé; y también donde, por consejo de Josué, las tri­
bus de Israel formalizaron su alianza conY ahvé,y donde la renova­
ban todos los años sabáticos (cada siete años).También se halla aquí
la tumba de José, traído de Egipto.
En sus faldas, se halla Siquén, floreciente muchos años antes de
Cristo, y capital del reino del norte. La ciudad fue castigada por
Hicarno, quien la destruyó y sembró el m onte de cadáveres en el año
128 a. de C. No lejos se halla el pozo de Jacob, donde Jesús habló con
la samaritana. Hemos visto lo que hizo Pilato en estos lugares en el
año 35.Años más tarde, el general Cereali, enviado porVespasiano, la
vuelve a destruir, masacra a la población y construye, al lado, una
nueva ciudad, Aellia Neápolis (la actual Nablús). En el año 135 de
nuestra era,Adriano sembró de cadáveres el monte y destruyó la ciu­
dad, como castigo por haber apoyado la rebelión de Bar-Kokeba.
En la actualidad, junto al monte, en Nablús, viven casi todos los sa­
maritanos de raza pura que quedan (unos 800). Celebran la Pascua
siguiendo el rito antiguo, establecido en el Éxodo, capítulo 12. Así
igualmente lo celebraban en tiempos de Jesús. Debido a que no quie­
ren mezclarse con el resto de las razas, es una extirpe a extinguir.
42
JESÚS
Es el personaje central de este estudio, a quien los judíos conde­
naron, pero no le podían ejecutar. Fue un Prefecto romano quien hizo
ejecutar la condena, por crucifixión, porque en Palestina solo Roma
poseía el ius Gladii, es decir, el derecho de vida o muerte.

¿Quién e ra e se hom bre?


Nace de humilde cuna, aunque desciende del rey David. Ejerce
como trabajador eventual, en lo que le saliera, porque un solo traba­
jo no le podía dar para vivir en un villorrio de unos 150 habitantes
pobres, de la también pobre Galilea. Sin recursos económicos, cua­
tro años antes nadie lo conocía. No había estudiado en las escuelas
superiores y, aun suponiendo demasiado, su bagaje intelectual no su­
peraba posiblemente lo adquirido en una escuela rabínica primaria
de una pequeña aldea despreciada por sus vecinos .¿Puede salir algo
bueno de Nazaret? (45). Frase de gran calado social, pues tal era el
desprecio y concepto de bajeza que los pueblos vecinos tenían de
Nazaret, que había jueces que a los ladrones y desalmados les impo­
nían, como castigo, casarse con una mujer nazaretana.
¿Quién es ese hombre, ignorante para sus paisanos, pobre, sin re­
levancia social alguna, y que sin embargo, constatamos hoy que di­
vide la Historia de la Humanidad, y que para citar cualquier aconte­
cimiento histórico, en todo el m undo -crea o no en Él- escribe:“...
antes de Cristo ... después de Cristo”?
Aún más, ante cualquier comunicado o escrito de cualquier tipo
(cartas de amor, procesos bancarios, temas intranscendentes...)
todos escribimos:“año dos mil...dos, tres,etc...”,o sea,los años desde
que nació Jesús.
Le vemos siempre como único gobernador de la barca de la Historia.
Siempre y en todo momento, estará presente en la actuación de los hu­
manos, incluso entre los que le rechazan, le odian o no le conocen, o
les es indiferente.Allí, Él estará presente, dando la sensación de que en
todo momento y a todo el mundo quisiera echarle una mano, o re­
cordarle algo. Lo que sí es cierto es que todos, inconscientes de la gran
realidad, como autómatas, escribirán esto: los años pasados desde que
nació Jesucristo: año dos m il uno... dos m il dos... dos m il tres...

43
P ero, ¿quién e ra e se hom bre?
No vamos a relatar detalladamente su vida, pero es necesario co­
nocer algunos de sus rasgos para com prender por qué fue condena­
do a muerte por la máxima autoridad religiosa de la nación. Condena
que luego sería ratificada y ejecutada por la autoridad romana.
Nació accidentalmente en Belén, ciudad que dista solo unos pocos
kilómetros de Jerusalén, en una “casa familiar”, perteneciente a los
descendientes de David, que habían venido a menos. Con el fin de
com prender mejor esta precaria situación económica y social de
Jesús, a pesar de su descendencia real, es m enester situarla dentro de
la mentalidad oriental del tiempo de David y que actualmente per­
siste en algunos países.
No se veía mal entonces, que un rey tuviera varias mujeres. No obs­
tante, solo eran aspirantes a heredar el trono, los nacidos de una, es­
cogida por el rey, la llamada favorita. La favorita que escogió David
fue Betsabé,de la que nació Salomón,su heredero.Cuando este murió,
no le heredaron los hermanos, hijos que David tuvo con otras muje­
res, sino los hijos nacidos de su favorita. A los hijos nacidos de otras
concubinas,el rey los iba casando con gente principal y rica del reino.
Al casarse, el hijo -solo el varón- percibía un terreno para construir
la casa familiar, y otro mucho mayor como campo de cultivo.Tanto
la casa como los terrenos no se podían enajenar y solo podían ser
heredados por el hijo varón mayor de cada generación posterior
(nunca por una mujer). Es pues comprensible que en cada genera­
ción, tanto las hembras como los varones, no primogénitos, dismi­
nuían su importancia económica y social.
Todos los descendientes posteriores del hijo del rey, que recibió
de su padre esta “casa familiar”, podían venir a ella cuando lo desea­
ran. Así lo hicieron María y José.
Un ejemplo actual de estas dos realidades anteriormente expues­
tas, lo tenem os hoy en Marruecos. El actual rey es de la tribu o fami­
lia Alatli. El sultán principal que realmente consolidó a la familia en
el trono fue Mulay Ismail, m uerto en Mequínez en 1727. De los in­
numerables hijos, nacidos de sus numerosas mujeres (1.400), solo los
cuatro nacidos de la favorita, fueron aspirantes al trono. A los restan­
tes los fue casando; si eran hembras, con los pachás de la región re­
belde, Tafilalet, y otros personajes importantes del reino; si eran va-
44
roñes, con las hijas de nobles y ricos del sultanato.A todo hijo varón
le dio 15 áreas para construir su casa familiar, y 15 hectáreas para te­
rreno de cultivo. Nadie podía, ni puede, enajenar tal herencia, que
pasa al varón mayor de la siguiente generación.
Todos estos descendientes llevan el apellido Alatli, como el rey ac­
tual, porque descienden del mismo padre. Tenemos la experiencia
personal de haber asistido a bastantes pacientes Alaui, faltos de re­
cursos. Esto me recordaba a menudo lo que sucedió a Jesús.
Sus padres habían llegado a Belén algún tiempo antes de su naci­
miento (46), como consta en el evangelio. Como buenos orientales,
lo preveían todo. No podían realizar un viaje tan largo -de unos 140
kilómetros- en los últimos días de la gestación de María.
Fueron andando, aprovechando una caravana vigilada, como se
hacía en aquella época, con el fin de evitar ser presa fácil de la gran
cantidad de bandidos y salteadores que merodeaban por los cami­
nos de Palestina. Hemos dicho andando, porque es mucho suponer
que José tuviera capital suficiente para adquirir un burro, cuando en
aquellos tiempos, eso era patrimonio de burgueses y acaudalados.
Además, los orientales eran -y son- buenos caminantes.
Ya llena la “casa familiar” por los descendientes de David que vie­
nen a censarse, y llegada la hora del parto, María tuvo que retirarse
de la sala común de convivencia, y refugiarse en una dependencia
contigua que, en todas las “casas familiares” había y donde se colo­
caban los trastos y objetos no necesarios para el momento o que se
acomodaban cuando venían huéspedes. La sala común no era el lugar
para ellos (47); para María, porque iba a dar a luz; ni para el niño, por­
que necesitaba los cuidados especiales de un recién nacido. No podía
María dar a luz en la sala común, por ser el parto un acto “im puro”,
según la Ley; de ahí que luego la mujer tenía que purificarse. Y, ade­
más, por decencia.
Sobre el lugar donde nació Jesús, no haciendo caso de los diferen­
tes lugares que los traductores del original griego han puesto (establo,
cueva, mesón, aire libre, posada, etc.), digamos que la palabra original
que Lucas pone en griego es 7SlT = catalimá (Lucas 2,7), la
misma que emplea para hablar del salón de la última cena de Jesús
con sus discípulos (Le 22,11). Como el lector comprenderá, Jesús no
cenó con sus discípulos en un establo, ni posada, etc. (Quien desee

45
más información sobre el tema, puede leer el libro Belén del padre
Agripino Cabezón Martín, que fuera profesor del Instituto Bíblico
franciscano de la Flagelación, en Jerusalén).

P rim e ro s tie m p o s d e J e stís


Entre los años 747 y 749 de la fundación de Roma (era la manera
de contar de la época) se sitúa el nacimiento de Jesús. Debido a un
error de Dionisio el Exiguo (siglo VI), al situar la fecha del nacimiento
de Jesús en el año 754 de la fundación de Roma, da como resultado
que Jesús nació entre cinco y siete años antes del año con el que da­
tamos. Nació entre marzo y octubre,pues había pastores en el campo,
y en Palestina, durante los meses de invierno no los había, debido a
la ausencia de pastos y por los rigores del frío.
Tras una aparición fugaz, a eso de los doce años, Jesús desaparece
de la escena de nuevo hasta los veintiocho o treinta años. A esa edad
salió de la aldea de Nazaret, y, tras una breve preparación con un re­
tiro, comenzó una vida pública de intensa actividad.
Al principio, escogió a cuatro compañeros con los que asistió a una
boda, a la que habían sido invitados Él y su madre. Allí convirtió el agua
en vino, pero nadie le conocía; lo hizo casi en secreto, aconsejado por
su Madre; por el momento, el acto careció de la menor resonancia.
Tuvo relación con un personaje notorio de la época Juan el Bautista,
de quien era familiar lejano. Luego se hizo bautizar por él, rito que en­
tonces, entre otras cosas, significaba el comienzo de una nueva misión.
Seguidamente se puso a reclutar adeptos últimos, uno solo de los cua­
les era de Judea. Luego escogió a otros setenta y dos, ya no tan íntimos.
Total, ochenta y cuatro, a los que había que sumar el personal auxiliar,
que le seguía allá donde iba, como era costumbre entre los maestros
de la época. Este personal auxiliar solía estar compuesto por mujeres,
y se encargaba de todo lo relativo a la vestimenta y a la comida.

¿D uró m ucho tie m p o su v id a com o “M a e stro ”?


Se cree que Jesús dedicó unos tres años a la vida pública. Debemos
descartar la teoría de quienes la hacen durar dos años o incluso
menos. La razón es obvia:
- durante ese tiempo, Jesús tuvo varias ausencias: desde que es­
cogió a sus cuatro primeros discípulos hasta que completó el
46
Al igual que lo está haciendo este joven, también Jesús habió con los doctores
de la Ley cuando tenía doce años.

número doce, tardó algún tiempo. Después de la m uerte de Juan


el Bautista Jesús se retiró una temporada; y luego, entre el final
del segundo año y comienzos del tercero, estuvo también au­
sente de los lugares habituales;
- casi siempre se hallaba fuera de Judea. Rehuía la capital, aun­
que los evangelios dan a entender que estuvo en ella más de las
cuatro veces que citan. La última vez, por Pascua, fue cuando le
apresaron;
- al estar casi siempre fuera de Jerusalén,y muy poco en Judea, las
noticias tardaban mucho en llegar a los oídos de las autoridades.
Y hay que poner por medio bastante tiempo para que dichas au­
toridades se enterasen de su doctrina, les impresionara, llegaran
a la enemistad, a la contradicción, y, finalmente, al odio. Esto no
se hace en tan poco tiempo, y menos en aquella época en la que
los medios de comunicación eran tan limitados y difíciles;
- añadamos que se atrajo la enemistad de todos los grupos polí­
tico-religiosos, de los que hemos hablado,los cuales, al estar ene­
mistados entre sí, los vemos luego unidos para ir contra Jesús.
Esta unión requería diálogos, acuerdos, concesiones de unos y
de otros, cosa que entre enemigos no se hace en un momento.

47
Y como sabemos, al final estaban todos unidos contra Jesús, tur­
nándose para sorprenderle en alguna trampa doctrinal y así de­
sacreditarle ante el público que le escuchaba. Empeño inútil,
pues siempre salieron vencidos;
- teniendo en cuenta todo esto y que Jesús influía principalmente
en las masas populares, y muy poco en las intelectuales, y re­
cordando las ausencias citadas, podem os fijar la vida como
Maestro, en unos tres años o algo más.
Si p or curiosidad nos detenemos en los evangelios y contam os los
traslados de una ciudad a otra que en ellos se citan, Jesús habría re­
corrido en este tiem po unos nueve mil ochenta y cuatro kilómetros,
sin tener en cuenta los que anduvo por las ciudades, ni durante los
muchos viajes que haría y que no constan en los evangelios.
¿Y qué hacía, qué decía Jesús par atraer la atención, la enemistad
y el odio de los jefes de la nación, para que estos le condenaran a
muerte?
Recordemos que no había hecho más estudios que los primarios
en la escuela de un villorrio. Posteriormente no estudió en ninguna
Escuela Rabínica Superior de la Ley (algo que podría ser compara­
ble con la universidad de teología de hoy), y permitía que le llama­
ran “Maestro”... Escogió discípulos y hablaba de la Ley, no como los
demás, que citaban a los grandes maestros para dar autoridad a lo
que ellos decían, sino que Él hablaba en prim era persona, atrevién­
dose a “corregir” la Ley: Habéis oído... Yo os digo (49).
Por ese motivo, Jesús fue tachado de uso indebido de un título,
de un falso título, de ignorancia, de presunción y de descreído, es
decir, que ignoraba la Ley y no creía en ella, por eso la “corregía”.
Jesús no era un asceta, pues comía y bebía como los demás. Por
tanto, no podía ser profeta; no debía perm itir que le llamaran
“Maestro”; tampoco podía ser jefe de un grupo religioso ni, mucho
menos, el Mesías. Sin embargo, a pesar de llevar una vida corriente,
escogió un grupo de discípulos a quienes permitió que le llamaran
“Maestro”; no corrigió a quien le proclamó como el “Cristo”, y ense­
ñaba al aire libre a la multitud. De nuevo, Jesús fue tachado de osa­
día, uso indebido de un título, de presunción, mentira y provocación.
Él se hacía amigo, protegía y ayudaba a quienes, apoyándose en la
Ley y en las tradiciones, eran despreciados por pecadores, como los
48
recaudadores de impuestos, las prostitutas, los pastores, etc. (todos
ellos impuros, según la Ley). Jesús justificaba su actuación diciendo
a sus detractores, con primera y segunda intención:No son los sanos
quienes necesitan médicos, sino los enferm os (50). Por eso, Jesús
era impuro y pecador, como aquellos a quienes protegía y ayudaba.
Desconcertante.
Jesús se perm itía la osadía de hacer desaparecer la venganza, tan
visceral en el pueblo judío, apoyado en la ley del “taitón”, del ojo p o r
ojo o el diente p o r diente (51). El Nazareno mandaba perdonar a los
enemigos e incluso amarlos.Y todavía más: Si te d a n en u n a m eji­
lla, p o n la otra. ¿Quién era él para corregir la Ley y proclamar una
Ley nueva? Una vez más, para sus enemigos todo era ignorancia, osa­
día, presunción, y él un descreído.
Jesús establecía la unión indisoluble del matrimonio, con una sola
mujer (5 3).Temeridad inaudita e incalificable, cuando los grandes per­
sonajes, según los libros sagrados, puestos por Dios para dirigir al pue­
blo elegido, habían tenido varias. ¿Quién era él para cambiar las cosas?
Jesús se entrom etía en asuntos judiciales que solo com petían
al Sanedrín, no condenando a una adúltera que la ley de Moisés
mandaba lapidar, y sotó le aconsejó que fuese más recatada en el
futuro (54). Esto era una usurpación de autoridad y suplantación
de poderes.
Jesús infringía la ley sagrada del descanso del Sábado, con el agra­
vante de hacerlo en lugar sagrado,en la sinagoga, curando enfermos.
Más reprochable todavía era su conducta, porque animaba a los
demás a quebrantarlo: / ei>ánlate, tom a tu cam illa y vete a tu casa.
Era un día de Sábado (55). Escándalo repetido, a pesar de las adver­
tencias; desprecio de la Ley y sus mandatos, descreído, contumaz.
Jesús se daba a sí mismo el título de “Hijo del Hombre” (56), título
que sotó correspondía al Mesías. Se hacía superior a Ábrahán: Antes
de que él existiera, existo y o (57). Se igualaba a Dios: Hl Padre y Yo
som os u na m ism a cosa (58). Desvarío, locura, blasfemia; por cada
afirmación era digno de ser condenado a muerte por lapidación.
Todavía peor; lo que afirmaba,Jesús lo confirmaba con sus milagros.
Los judíos nada entendían con respecto a los signos,y no sabían sacar
consecuencias. Pero estaban seguros de que no era “trigo limpio”,
porque no creía en la Ley, pues la quebrantaba y la “corregía”.

49
50
Para remate Jesú s se arrogaba el poder de perdonar los pecados,
algo que solo correspondía a Dios, y, para demostrarles que tenía ese
poder, hizo andar a un poliomielítico de toda la vida, ante sus nari­
ces (59). De nuevo, no se detuvieron a pensar sobre el valor del signo
y, ante los hechos, cerraron de nuevo la m ente para no sacar de­
ducción alguna. Pero una cosa era cierta, sin género de duda: que
solo Dios podía perdonar los pecados. Fue pues tachado de blasfe­
mo, poseído de locura, soberbia, vanidad, por atribuirse poderes di­
vinos.
Y p or si faltara algo Jesús aconsejaba a los oyentes que no siguieran
los consejos de sus dirigentes, porque no hacían lo que mandaban
hacer a los demás (60). Ataque personal, provocación, desprecio a
la autoridad del pueblo elegido; dem oledor de toda autoridad.
Sobre el Templo, finalmente, la máxima representación externa
del pueblo elegido, Jesús no había dicho ni una sola palabra. Solo
que iba a ser destruido. Pero nunca aconsejó su frecuentación, ni
tam poco m andó ofrecer sacrificios a Dios, en remisión de los p e­
cados.
¿Qué podía pensarse de un israelita de tal calaña? Había que qui­
tarlo de en medio. Estaba destruyendo los fundamentos del pueblo
escogido, basados en la ley de Moisés. Por otra parte, tenía gran
poder de convicción y podía desunir al pueblo en sus creencias. Y
había que pensar que, si a pesar de estar unidos por las mismas cre­
encias, basadas en la ley de Moisés, habían sido dominados por una
potencia extranjera, ¿qué iba a suceder cuando hubiera desunión y
luchas entre ellos mismos? En consecuencia, con el fin de evitar
males mayores, es preferible que m uera un hom bre solo p a ra que
no perezca todo el pueblo.
En resumen, Jesús es perseguido, reprobado, odiado y condena­
do a m uerte p o r los jefes del pueblo por uso de falso título, usur­
pación de poderes, provocador de la autoridad, arrogancia y p re­
sunción graves, perjurio, contumacia, descreído y blasfemo. Todo
según la ley de Moisés, interpretada por ellos.

51
Qumran. Cueva donde aparecieron los manuscritos más interesantes. Foto del
ASPECTOS CRONOLÓGICOS,
PSICOLÓGICOS Y JURÍDICOS
DE LA CONDENA A MUERTE DE JESÚS
Lo que vamos a exponer es un tema delicado debido a que, tradi­
cionalmente, ha prevalecido otra manera de pensar. Por eso, aconse­
jamos que se recuerde lo expuesto en el capítulo sobre el Sanedrín,
qué son los evangelios, cómo se formaron y qué fin pretendían los
evangelistas al escribirlos.
Fundamentados en estos principios, para explicar los diversos
aspectos arriba citados, partim os de dos hechos ciertos que cons­
tatan en los evangelios. En prim er lugar, que Jesús fue juzgado p or
el Sanedrín al día siguiente de ser apresado, p o r la mañana (62).
En segundo lugar, que Jesús estaba en la cruz en torno a la hora
sexta, es decir, a las doce de la mañana del viernes, víspera de la Pas­
cua (63).
De acontecer los hechos en el mismo día, la diferencia entre ambos
sería, pues, de unas cinco horas, como máximo. Según esto, es lógi­
co pensar que Jesús no fue apresado el jueves p o r la noche, como
hemos oído decir, o que la lectura apresurada de la Pasión nos pu­
diera inducir a pensar. Tuvo que serlo varios días antes. Ello se des­
prende de los propios evangelios.
Si hacemos una lectura atenta y detenida de los relatos evangéli­
cos sobre la Pasión, sacaremos en conclusión:
• que Jesús fue juzgado por el Sanedrín al día siguiente de ser
apresado, por la mañana (64);
• que Jesús fue juzgado por Pilato en varios juicios distintos en
tiempo y en contenido (65),
• y que, entre estos distintos interrogatorios de Pilato hubo tres
interrupciones importantes que duraron mucho tiempo, ade­
más de producirse un hecho significativo que duró también un
tiempo considerable. En efecto,
-Jesús fue enviado por Pilato a Herodes. Este le hizo un nuevo y
detenido interrogatorio “con mucha palabrería”; le retuvo para
mofarse de él por no responder a sus preguntas... (66);
- la flagelación de Jesús, la correctio, mandada por Pilato, duraba
mucho tiempo (67);
53
- además, los sumos sacerdotes y jefes del pueblo, viendo que el
caso se les podía ir de las manos cuando llegó el asunto de
Barrabás, trataron de convencer a la plebe para que gritase a
favor de Barrabás y en contra de Jesús (68);
- y finalmente, camino del Calvario, tuvo lugar una circunstancia
especial: Jesús no podía mantenerse en pie; estaba agotado y le
era imposible caminar. El recorrido del trayecto duró más de lo
ordinario (69).
Luego veremos más extensamente estas interrupciones.
La tesis expuesta en esquema puede parecer chocante debido a la
idea tradicional tantas veces repetida: que Jesús fue apresado el jue­
ves por la noche, y, al día siguiente, viernes, murió en la cruz. Pero
tengamos presente que la Iglesia, en su liturgia, tiene un fin pedagó­
gico y vivencial, no histórico. Este hecho lo corrobora la celebración
de los distintos Misterios a través del año, tales como la Encarnación,
celebrada e 25 de marzo, y por esas fechas celebramos la Pasión. O
como la Natividad que, al no saber la fecha del nacimiento de Jesús,
la celebramos el 25 de diciembre, y a los tres meses celebramos su
muerte.
Hoy día, los exegetas,los historiadores, e incluso los teólogos (70),
están de acuerdo en que no pudo realizarse todo lo que los evange­
listas relatan sobre la Pasión en seis o siete horas, que de haber sido
en el mismo día, era el tiempo hábil desde el comienzo del juicio del
Sanedrín, en la mañana siguiente a su apresamiento, hasta las doce
del día, hora aproximada que los evangelistas dicen que Jesús estaba
en la cruz (71).
Además del aspecto cronológico, la tesis de que Jesús no pudo ser
apresado el jueves, sino el lunes o el martes, soluciona otros proble­
mas muy serios, algunos de ellos provenientes de los propios evan­
gelios. Entre estos:
- soluciona la contradicción que existe entre el evangelio de Juan,
que nos dice que la última cena fue antes de la Pascua, y los
evangelios sinópticos, que nos dicen que fue dentro de la Pas­
cua (72);
- aporta también una solución a dos problemas jurídicos, que co­
nocemos por la Misná, de los que los judíos eran rígidos en su
observancia; pues bien, esta Ley prohibía severamente juzgar y
54
( v c w ~ ' - t u •vii-i. v;ts ?·-' A . Cv ívi_lVi- ^ \ ¿ \ t CV , V V V vi V ^ O i **Vy-
t,r tl5 u rt,:U W vV^.TAV.r V W V V í tr<'.\V ,v
n v c v 's r r í - 'A V c n v i , va .·.v-w \ , s . \ * < \ - \ i . u i t C

Texto de uno de ¡os “Rollos ”o manuscritos de Qnmran.

condenar a muerte en víspera de fiesta o Sábado,y según la idea


tradicional, basada en el evangelio de Juan, Jesús hubiera sido
condenado el mismo viernes, víspera de fiesta (la Pascua) y de
Sábado (73).También prohibía severamente ejecutar al reo el
mismo día del juicio (74).Y, según la idea tradicional, basada en
el evangelio de Juan, Jesús hubiera sido condenado el mismo
viernes, e inmediatamente crucificado. Esta prohibición por
parte de la Ley se hacía por razones poderosas: que la senten­
cia no fuera el fruto de un acaloramiento momentáneo y pañi
que el reo tuviera derecho a la defensa, escogiendo testigos a
su favor (74);
- finalmente, tiene en cuenta también un elemento latente en los
evangelios. Y es que la muerte de Jesús no fue un hecho preci­
pitado, sino muy meditado por parte de las autoridades judías.
Jesús molestaba mucho a la autoridad oficial, y su doctrina iba
frontalmente contra la actuación de la misma. Por otra parte, el
Galileo era tenido en alta consideración por una buena parte
de las gentes, entre las que tenía muchos seguidores; algunos
intelectuales se habían interesado por su doctrina. Todo esto

55
había que tenerlo en cuenta a la hora de actuar. Se debía tratar
el asunto con tacto y con prudencia. Había que hacerle desa­
parecer, evitando consecuencias negativas. Por tanto, había que
dar cierta legalidad al caso y conseguir que Jesús fuera conde­
nado por la ley religiosa y civil; de esta manera, no solo se le qui­
taba de en medio, sino que al mismo tiempo se desprestigiaba
su persona y su doctrina.
Se ha escrito m ucho sobre la aparente contradicción del evange­
lio de Juan con los otros tres evangelios sinópticos. Durante siglos,
se han ido aportando soluciones, pero ninguna es satisfactoria. En la
práctica, debido a que la Iglesia no trata de dirimir cuestiones histó­
ricas ni cronológicas, sino de que se vivan los Misterios,escogió desde
un principio la idea del evangelio de Juan, porque a partir de él, se
vivían conjuntamente varios Misterios y hechos relacionados con la
Iglesia: el día del “amor fraterno”, basado en la insistente repetición
en la última cena de Jesús con sus discípulos: A m aos los u ñ o s a los
otros com o Yo os he am ado; el misterio de la Eucaristía, que en ^lla
instituye, y el Sacerdocio, que también establece en ese momento al
dar poder a sus discípulos para hacer lo que Él acaba de realizar. Se
conmemora igualmente la aceptación de la Pasión: No se haga m i
voluntad, sino la tuya, finalmente,se recuerdan los angustiosos mo­
mentos de Jesús en Getsemaní.
Admitida esta idea por la Iglesia, desde tiempos inmemoriales por
motivos vivenciales, puede sorprender a la gente sencilla y a la no
muy versada en serios estudios de la Biblia, una posibilidad diferen­
te, aunque esté basada en los otros evangelios y solucione los pro­
blemas expuestos que la idea tradicional conlleva. Entre los que han
estudiado seriamente el problema de la aparente contradicción de
los evangelios para dar una solución plausible, se encuentra el padre
Ariel Álvarez Valdés, quien, en la revista “Tierra Santa” de Jerusalén
(75), ha realizado un estudio exhaustivo y serio. Le seguimos, porque
creemos que lo trata con rigor evangélico y seriedad de especialista.
El él nos basaremos y de él escogemos algunas ideas.
No olvidemos,dice, que los judíos de entonces, como los de ahora,
contaban un nuevo día a partir del atardecer del día anterior. Pues
bien,Juan, en el capítulo 19, versículo 31, nos dice que el año en que
murió Jesús, la Pascua cayó en Sábado. Como los judíos debían tomar
56
la Cena Pascual la víspera de la fiesta, Jesús debería haber cenado
con sus discípulos el viernes; pero, ese día m uere en torno a las tres
de la tarde, como sabemos por los evangelios; luego, tuvo que ade­
lantar la cena al jueves. Según esta teoría, esa misma noche del jue­
ves hubiera sido apresado después de la cena y condenado a m uer­
te al día siguiente.
Los evangelios sinópticos coinciden con Juan en que Jesús murió
en viernes, pero afirman que cuando cenó con sus discípulos, ya era
Pascua: el p rim er día de los ázimos, cuando se m ata el cordero pas­
cual. Y Lucas es más explícito: el p rim er día de los ázimos, llamado
Pascua (76) (tengamos presente que los ázimos era el primero de los
siete días que duraba la fiesta de la pascua). Esta versión de los sinóp­
ticos nos da mayor claridad sobre el tema. Pero, en realidad, cuando se
aclara mejor la aparente contradicción entre el evangelio de Juan y los
sinópticos, así como la solución a los problemas jurídicos citados, es
a partir del año 1947 cuando se descubren los libros de Qumran.
Al citar Qumran, no insinuamos lo que algunos racionalistas, así
como las fuentes judías, han mantenido y mantienen: que Jesús y su
doctrina estaban influidos por los esenios, que tenían su principal
monasterio en ese lugar llamado Qumran,cerca del mar Muerto.Nada
de eso. Si citamos los hallazgos de Qumran es para recordar que, entre
los documentos encontrados en dichas cuevas, probablemente per­
tenecientes a la biblioteca de los esenios, hay tres de gran interés para
el tema que nos ocupa: el libro de “los Jubileos”, el libro de “H enoc”
y el “Manual de disciplina”. Estos libros dicen que, a principios de
nuestra era (y por tanto en tiempos de Jesús), existían dos calenda­
rios, pudiéndose seguir uno u otro.
Uno de esos calendarios era el llamado solar. Se basaba en el curso
del sol y constaba de 364 días, distribuyendo de tal manera los días
que todas las fiestas caían en miércoles. De este modo, el año nuevo,
la fiesta de los Tabernáculos y la de la Pascua, et c., caían siempre en
miércoles.
Se fundaban, como todos los regímenes teocráticos, en los libros
sagrados; concretamente en el Génesis, cuando dice que Dios creó el
sol, la luna y las estrellas en el cuarto día; y el cuarto día de la semana
es el miércoles. Como es a partir de la creación de estos astros cuan­
do empieza el curso del tiempo, todas las fiestas y días de alabanza

57
al Creador debían ser miércoles. Este calendario fue utilizado por los
judíos durante muchos siglos, como se ve claramente en el Antiguo
Testamento, en el que todas las fiestas caían en miércoles.
Posteriormente, unos cien años antes de nuestra era, según esta hi­
pótesis, los sacerdotes del Templo de Jerusalén cambiaron este ca­
lendario por otro llamado lunisolar, por basarse en la combinación
del sol y de la luna. Este calendario era más exacto, ya que constaba
de 365 días, y en él, la fiesta de Pascua, así como otras muchas fies­
tas, podían caer en cualquier día de la semana.
Esta dualidad de calendarios explica que, bastantes años después
del cambio oficial, en tiempos de Jesús, gran parte del pueblo aún se­
guía el calendario antiguo, es decir, celebraban la Pascua según las
antiguas fechas. Es más, había algunos, entre ellos los esenios, que
desde el principio se negaron a admitir el nuevo calendario, como
indica su libro “Manual de disciplina”, por considerar dicho cambio
contrario a la ley de Dios: Que no se salga n i u n paso, fu e ra de lo
que la Palabra de Dios dice de sus tiempos. Que no se avancen sus
fechas, n i se retrase ning u n a de sus fiestas. j
En resumen, en la época de Jesús estaban vigentes dos calendarios:
el antiguo, llamado solar, que era el que seguía el pueblo, siempre re­
acio a los cambios, sobre todo si son costumbres religiosas. En este
calendario, todas las fiestas caían en miércoles, es decir, el martes por
la tarde. El otro, el lunisolar, era el utilizado por el sacerdocio oficial
y clases sociales elevadas, en el que la Pascua podía caer en cualquier
día de la semana; de ahí que Juan nos diga que ese año, en el que
muere Jesús, la Pascua caía en Sábado.
Si admitimos que Jesús celebró la última cena con los apóstoles
según el calendario antiguo, el martes por la noche, es decir, cuando
lo celebraba el pueblo sencillo,desaparece la contradicción existente
entre el evangelio de Juan y el de los sinópticos; y se solucionan igual­
m ente los problemas jurídicos anteriorm ente señalados. Al cenar
Jesús el martes, los evangelios pueden decir que Jesús cenó el día de
Pascua, porque están contando según el calendario antiguo (Lucas
dice: £7 día de los ázim os, llam ado Pascua).
Cuando Juan dice que Jesús cenó antes de la Pascua, es que com­
putaba por el calendario oficial. En conclusión, según esta teoría,
ambas versiones tienen razón.
58
Es conveniente detenerse atentamente en la lectura de los princi­
pales hechos que nos relatan los evangelios para ver con mayor cla­
ridad cómo Jesús no pudo ser apresado el jueves, pues no hubieran
podido desarrollarse todos los acontecimientos narrados en el breve
espacio de cinco o seis horas. En efecto,

J e sú s e s ju z g a d o p o r el Sanedrín
Los cuatro evangelistas nos aseguran que Jesús fue juzgado por el
Sanedrín, muy temprano, al día siguiente de ser apresado. Cierto. En
Palestina y en todo Oriente, solían comenzar los juicios muy tem­
prano, a eso de las seis de la mañana. Quedaban pues cinco o seis
horas para que se realizara todo lo que se relata a continuación.
En el juicio que hizo el Sanedrín, a Jesús se le pregunta profusamente
sobre su doctrina y sus discípulos. Preguntas a las que no responde.Y
solo habló para decir que todo lo había hecho y dicho en público, a la
vista de todos. Después de una serie de preguntas vino la presentación
de los testigos. En Israel, los testigos y su veracidad eran un elemento
esencial en los juicios. Las afirmaciones de los primeros testigos no
concordaban.Tuvieron que llamar a otros. ¿Cuántos fueron esos otros?
¿Entre quiénes buscaron la segunda o más tandas de testigos? ¿Cuánto
tiempo tardaron en este aspecto tan riguroso en los juicios judíos, tal
como podemos comprobar por el Talmud y la Misriái
Ante el fracaso de los interrogatorios a los testigos, es el propio
Sumo Sacerdote quien tiene que preguntar al reo, para obtener “ma­
teria” de juicio. No podía hacerlo, como lo vimos en el apartado
“Sanedrín’LY no lo podía hacer, porque Jesús se vería obligado a decir
la verdad, pues le hizo la pregunta en nombre de Dios; precisamen­
te, la respuesta que diera, tendría que ser claramente inculpatoria,
como así fue: reo de m uerte (77). La ley romana, la judía y las leyes
de todos los pueblos tienen prohibido coaccionar al reo para que se
autoinculpe.Todo esto invita a preguntarnos cuánto tiempo duró el
juicio ante el Sanedrín, porque no podía hacerse a la ligera y era ne­
cesario darle visos de formalidad.
Después de terminado el juicio, llevaron a Jesús ante Pilato. Jesús
era ya muy conocido y muchos le tenían como el “Enviado” de Dios,
sobre todo después de la resurrección de Lázaro en Betania, aldea que
dista tan solo dos kilómetros de Jerusalén. Este hecho acrecentó su

59
fama y el núm ero de adeptos,los cuales podían provocar algún motín
al ver a su Maestro apresado por la sola causa de divergencia con
los jefes. Fue necesario, por lo tanto, preparar un gran contingente
armado, como medida de seguridad, con el fin de evitar posibles mo­
tines populares. Teniendo presentes todas estas circunstancias, es
obligado hacerse varias preguntas: ¿Cuánto duró el juicio y a qué
hora terminó? ¿Cuánto tiem po tardaron en la preparación del con­
tingente militar y el traslado al lugar donde se hallaba el Prefecto?
¿A qué hora fue presentado Jesús ante Pilato? La lógica exige varias
horas.

J e sú s e s ju z g a d o p o r P ila to
Antes de profundizar en el tema judicial, tengamos presente que
los romanos, sobre todo si eran militares, tomaban muy en serio todos
los aspectos legales sobre la Justicia, tal como lo exigía la Lex Iulia.
Por eso, nunca actuaban a la ligera, sino con mucha calma.
Por otra parte, los altos funcionarios de las Provincias estaban muy
ocupados en asuntos de su jurisdicción, pues por sus manos tenían
que pasar todos los problemas, tanto civiles como militares. En esos
días, vísperas de Pascua, Pilato debía estar todavía mucho más ocu­
pado, pues los judíos, aprovechando las grandes multitudes que ve­
nían de todas partes, solían provocar revueltas contra el invasor.
Pilato seguiría pues el ritmo habitual de sus ocupaciones.Además,
los asuntos de poca monta, nunca los llevaban personalmente los
Prefectos; para eso tenían sus jueces por delegación.Jesús era un des­
conocido para Pilato, y no podía hacer excepciones. Si le atiende de
vez en cuando personalmente, es porque le ha sido presentado di­
rectam ente por las máximas autoridades de la nación que, aunque
sometidas, era conveniente hacerles caso. No obstante, Pilato lleva­
ría el asunto por etapas, cuando se lo permitiesen las obligaciones
de su cargo.
Así, podemos afirmar que Jesús fue juzgado por Pilato en varios
juicios, distintos en tiempo y en contenido. Más adelante, explicare­
mos extensamente los juicios principales, en los que observamos la
diversidad de contenido de cada uno:
- la primera acusación fue: se ha proclamado Hijo de Dios y según
nuestra Ley debe morir (78);

60
- la segunda: ha querido hacerse rey y no tenem os otro rey que
al César (79);
- al no prosperar las dos acusaciones anteriores, el tercer encuen­
tro tenido con las autoridades judías y con el pueblo es para in­
formarles del resultado del envío de Jesús a Herodes: ni Herodes
ni yo encontramos causa alguna para condenarle a muerte (80);
- en el cuarto juicio, resuelve el asunto “Barrabás”;
- ante el fracaso de todos procesos anteriores, en el quinto en­
cuentro, viendo que las autoridades judías siguen pidiendo la
muerte de Jesús, Pilato les prom ete darle un castigo sustitutivo:
le castigaré, y luego le soltaré (81).

Los ju ic io s tam bién fu e r o n d istin to s en e l tie m p o


Las interrupciones entre los diversos juicios son evidentemente
distintas en el tiempo, lugar o contenido, mostrando una vez más que
los juicios no fueron seguidos.Así, después de los dos primeros jui­
cios, aparece un caso de carácter diplomático entre Herodes y Pilato,
y que interrumpió los interrogatorios durante varias horas.
Pilato y Herodes estaban enfrentados y no podían soportarse, por
las razones que expresamos en el apartado “Pilato’’.Llegar a un acuer­
do entre ambos requirió más tiempo que en casos normales: había
que limar asperezas, con el ir y venir de los respectivos legados, que,
entre ida y vuelta debían recorrer cada vez más de un kilómetro, que
ciertamente, ante las circunstancias de la enemistad entre ambos per­
sonajes, no lo harían una sola vez, sino varias. Sería curioso saber cuán­
tas veces llevaron y trajeron las proposiciones, las negociaciones, los
acuerdos y desacuerdos de uno y otro, hasta llegar a cierto entendi­
miento y al restablecimiento de la amistad, pues nos dice el evange­
lio que desde aquel día se hicieron amigos. ¿Cuánto tiempo podría
haber durado ese arreglo entre enemigos?
Una vez llegado al acuerdo consultivo en el “asunto Jesús”, había
que trasladar al reo desde la torre Antonia hasta el Palacio Real. Por
idénticas razones que expusimos al hablar del traslado desde el Sa­
nedrín hasta la mansión de Pilato, se necesitaba preparar un fuerte
contingente militar, con el fin de evitar problemas.Jesús tenía muchos
adeptos incondicionales, y otros muchos más le tenían aprecio.
Añadamos a todo esto, la estancia de Jesús ante Herodes, que fue muy
61
larga, con muchas preguntas por parte del Rey, o, como dicen los
evangelios, con m ucha palabrería (84).
Al no responder Jesús a ninguna de las preguntas de Herodes,este
se sintió humillado y, como represalia, comenzó a mofarse de su súb­
dito, el Nazareno, ante toda la Corte, con risas y bromas pesadas, que
terminaron con la bufonada de ponerle un manto real raído, como
sarcasmo. El despecho que sintió Herodes por la humillación sufrida
tuvo que ser enorme (85).
La vuelta a la torre Antonia se realizaría con la misma paraferna-
lia militar con la que había venido. ¿Cuánto tiempo exigió todo esto?
¿Cuántas horas transcurrieron desde la decisión de Pilato de pedir
consejo a su enemigo Herodes hasta ponerse de acuerdo entre am­
bos, el juicio “con mucha palabrería”, el tiempo que duró mofarse
de Jesús y el doble traslado? Con toda seguridad, este hecho duró
toda una mañana.
Una segunda interrupción sucedió antes del caso Barrabás. Los
Sumos Sacerdotes tem ieron que el caso se les pudiera escapar de
las manos ante la persistencia de Pilato de declarar inocente a Jesús
en los juicios anteriores (86). Los jefes del pueblo trataron,pqr todos
los medios a su alcance, de convencer a la gente de que pidiera la
libertad de Barrabás y la condena de Jesús. ¿Cómo lo hicieron y qué
métodos emplearon? ¿Dinero, amenazas, consejos?... Era, en efecto,
difícil de convencer a la gente sencilla -esa que había oído hablar de
Jesús, que conocía sus milagros, el más reciente de ellos la resu­
rrección de una persona muy conocida en la región, que vivía cerca
de Jerusalén, y cuya fama había ido creciendo por toda la ciudad
desde aquella prim era curación que hizo al paralítico de Bethesda-
de que gritara la m uerte de Jesús y que liberara a Barrabás. ¿Cuánto
tiem po tardaron de convencer a un grupo numeroso para que hi­
ciera “masa” en contra de Jesús?
La tercera interrupción fue también bastante larga debido a las cir­
cunstancias que la acompañaron. Fue la flagelación “more rom ano”
o correctio (87). Pilato no sabía cómo dar por terminado el caso.
Estaba convencido, y así lo reconoció públicamente, de que Jesús era
inocente. Pilato, por tanto, quería salvarle la vida. Por otra parte, los
gritos, las amenazas, el tem or a una sublevación que podrían provo­
car los jefes del pueblo, le hizo reflexionar seriamente sobre la con­
62
veniencia de soltarlo, por lo que recurrió a la última baza que le que­
daba: aplicar a Jesús una sustitución de la pena capital, la correctio,
una flagelación especial, en la creencia de que así complacería a la
plebe. Esta decisión la expresó Pilato con las palabras: Le castigaré,
luego le soltaré.
La correctio o flagelación “more romano” era sustitutiva de la pena
capital,y solía durar bastante tiempo. Consistía en dejar al“corregido”
irreconocible, lleno de sangre por todas partes, con la piel hecha jiro­
nes, de tal manera que inspirara compasión. De ello nos ocuparemos
detalladamente más adelante, cuando hablemos de la “Flagelación”.
En cuarto lugar, también debemos tener en cuanta una circuns­
tancia especial: el estado físico de Jesús cuando comenzó a caminar
desde el tribunal hacia el lugar el suplicio (88). Era lamentable. En
el recorrido, de unos seiscientos metros aproximadamente, Jesús
tardó m ucho más de lo normal. Especialistas forenses calculan que
podría haber durado más de dos horas y media. Es lógico que Jesús
no pudiera caminar ni tenerse de pie, y m ucho menos m antener
sobre sí un peso,por pequeño que fuera, hasta el punto de que, nada
más comenzar el recorrido, hubo que quitarle e lp a tib u lu m que le
acababan de poner encima de los hom bros y entregarlo a un mirón
de la comitiva. En adelante, tuvo que ser mantenido en pie, apoya­
do para poder llegar vivo al lugar del suplicio, como explicaremos
en su momento.
Así pues, si tenemos en cuenta los diversos juicios, las interrup­
ciones dentro del proceso y lo acontecido camino del Calvario, es
obvio afirmar que ni física y cronológicamente pudo desarrollarse
en cinco o seis horas todo lo que se nos dice en los evangelios sobre
la Pasión. Ello nos obliga a pensar, siguiendo a muchos expertos y es­
pecialistas en la materia, y sobre la que se han escrito diversas tesis
doctorales, que fue un martes, no más tarde, cuando Jesús fue apre­
sado en el huerto de los Olivos. No después.

P rin c ip a le s ju ic io s q u e s e hicieron a J e sú s
Permítasenos ahora una breve reconstrucción de los principales
juicios a los que fue sometido Jesús y que aparecen evidentes en los
evangelios.Tendremos presente también la jurisprudencia romana y
judía, así como las costumbres nacionales de la época.

63
P r im e r ju ic io d e J e sú s an te P ilato
Al día siguiente de ser apresado Jesú s fue llevado ante el tribunal
judío, o Sanedrín, para ser juzgado. Debido a las prisas para que Jesús
fuera juzgado, condenado y ejecutado antes del gran día de Pascua,
se formó un tribunal incompleto, en el que se encontraba la máxima
autoridad judía de la nación. El tribunal era el mismo que ya le había
juzgado y condenado a muerte después de la resurrección de Lázaro.
Este juicio, del que ya hemos hablado, se desarrolló a horas tempra­
nas de la mañana.
El Sanedrín carecía de poder para ejecutar la sentencia dictada,
porque en Palestina solo los romanos podían hacerlo,de acuerdo con
el i as gladii, es decir, el derecho de vida o muerte. Debido a que no
fue un juicio formal -un Sanedrín completo y que no se llevó a cabo
en el lugar de las “piedras talladas” o “Bet-din”-, no podían presentar
ante Pilato una acusación formal para que la ratificara y ejecutara, si
lo creía conveniente. Los judíos lo sabían. De ahí que formaran una
comisión informal, que enviaron a Pilato para pedirle la confirmación
y ejecución de la sentencia que ellos habían dictado.
Así, obsesionados por los“legalismos”,las prisas y el odio,Jesús fue
presentado ante Pilato, acusado de la máxima falta que podía come­
terse: la blasfemia contra la unidad de Dios. Según ellos, esa acusación
no les podía fallar si los romanos querían estar a bien con el pueblo
subyugado. Pero las precipitaciones suelen ser malas consejeras. Pilato
escuchó la acusación: Se ha hecho Hijo de Dios, y según nuestra Ley
debe morir. El Prefecto se encogió de hombros. Tal acusación no le
decía nada, pues era una cuestión religiosa y eso no era tema de su
competencia. Los romanos respetaban todas las religiones de los pue­
blos sometidos y no se inmiscuían para nada en cuestiones religiosas,
y menos, emplear la Justicia para dirimir cuestiones de esa índole.
Por otro lado, el espíritu supersticioso de Pilato, como buen militar
romano, se inquietó seriamente. Para un pagano, y más para un mili­
tar romano, un “hijo de dios”era un héroe y podía vengarse. Esto, unido
a que los romanos eran muy comprensivos con todas las diversas re­
ligiones del Imperio -pues tenían censados a más de treinta y seis mil
dioses, uno más, uno menos- hizo que Pilato, desde el primer momen­
to, empleara todos los resortes posibles para soltar a Jesús. Además, el
caso no caía bajo la Lex lulia. Era una cuestión religiosa y personal.
64
Por otra parte, Jesús le impuso respeto desde el principio. Estaba
sereno y su comportamiento no era como el de los otros acusados
que había tenido delante. No se defendía de las acusaciones,y sus res­
puestas eran pausadas. Por ello, lo más que podía pensar Pilato era que
tenía ante sí a un soñador religioso, que no se entendía con sus jefes,
pero al que creía inocente. Y así se lo comunicó a la comisión del
Sanedrín que fue a verle: No encuentro causa alguna de condena.
Ahora bien, en aplicación de la Lex lulia, Pilato se quedó con el
acusado, que aún era un presunto inocente. Lo hizo, porque había
visto en su rostro signos de violencia, y la justicia romana no podía
consentir que fuera maltratado nadie sin antes haber sido juzgado y
encontrado culpable, y, desde ese momento, Jesús perm aneció en la
torre Antonia.

Segundo ju ic io a J e sú s
La comisión regresó a casa de Caifás con la noticia del fracaso. El
Sanedrín reflexionó sobre lo que había que hacer en adelante. Lo pri­
mero que pensaron fue pedir el apoyo de todas las fuerzas vivas de
la nación: los diferentes grupos de los que ya hemos hablado, rogán­
doles que, por el momento, dejaran de lado y se olvidaran de sus di­
ferencias. Seguidamente, maquinaron cómo hacerse con la masa del
pueblo; así, Pilato vería claramente que el deseo de hacer desapare­
cer a ese hombre era un “clamor nacional”. ¡Qué extraño considerar
como asunto nacional el caso de un Galileo desconocido, ignorante
según ellos, sin recursos económicos, y sin relevancia social alguna!
Pero lo esencial era encontrar una causa que cayera bajo el peso
de la ley romana, para exponerla ante Pilato, aunque fuera de forma
sumisa y aparentando el deseo del cumplimiento de la ley. ¡Qué des­
personalización la de unos individuos que sienten un odio irrecon­
ciliable p or el invasor y ahora se acercan como corderos al lobo que
les da zarpazos! ¡Cuánta bajeza, para al final pedir la m uerte de un
“desconocido”!Tras mucho pensar, creen que por fin han encontra­
do la causa por la que pueden pedir la condena a m uerte de Jesús,
porque, esta vez sí, entraba dentro de la Lex lulia.
Fue el segundo juicio que Pilato hizo a Jesús. En él, la acusación ya
era distinta. Hacía unos días que Jesús había permitido que se le acla­
mase, como Hijo de David. Hosana, Liberación... (ser hijo de David

65
era, interpretado por ellos, el que iba a ser su rey, el que los iba a li­
berar de la dominación extranjera). Lo más grave, añadían, es que no
solo no impidió dichas aclamaciones, sino que, al contrario, dio sen­
sación de que le agradaban; porque, cuando alguien le advirtió de lo
que la multitud estaba diciendo, Él respondió: Si ellos callaran, ha­
blarían las piedras.
En estos hechos y palabras encontraron lo que, según ellos, no les
podía fallar: se había dejado proclamar hijo de David, que es lo mismo
que Mesías, que es lo mismo que dejarse proclamar rey. Así pues, la
segunda acusación fue: H a querido hacerse rey y nosotros no te­
nernos otro rey que al César. Pilato sabía con certeza que esa no era
la causa por la que querían hacer desaparecer a Jesús. No obstante,
la acusación era muy grave y estaba obligado a tenerla en cuenta y a
resolver el asunto, porque lo contrario, sería ir contra el emperador.
Entonces, Pilato tom ó aparte a Jesús y le hizo varias preguntas;
una de ellas sobre su realeza: Luego, ¿tú eres rey? Jesús, como buen
oriental y educado, no podía contradecir a la autoridad, que respe­
taba. De ahí su respuesta, muy oriental: Tú lo dices (que yo soy rey).
Pilato siguió con otras preguntas, a las que Jesús no respondió. Esto
irritó al Prefecto, quien recriminó al Nazareno: ¿A m í no m e res­
pondes? (89). Después de algunas preguntas más acerca de lo que
hacía Jesús, este quiso explicar su misión y lo que trataba de hacer,
d a r testim onio de la verdad. Pilato, muy curtido p or la vida y por
haber sufrido muchos desengaños, al oír la palabra “verdad”hizo un
gesto de indiferencia, a la vez que se levantaba, mirando a ninguna
parte,y,como mascullando unas palabras entre los dientes,dijo .¿Qué
es la verdad...?
En conclusión, Pilato no sacó nada en claro de la explicación que
le dio el Nazareno. Le veía sereno, dentro de su seriedad. Sin duda,
Pilato haría preguntas a su policía, que no solo carecía de juicio des­
favorable contra Jesús, sino que tenía varias cosas a su favor: había
curado a un soldado, asistente de un centurión, con lo que demos­
traba que no era antirromano; y había establecido en público la se­
paración de poderes entre lo civil y lo religioso (algo que sus con­
ciudadanos no admitían), diciendo: D ad a l César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios.
Pilato no encuentra causa alguna para la condena.
66
Tercer ju ic io d e J e sú s
Dentro del serio problema en el que se veía inmerso, Pilato vis­
lumbró, en un momento dado, un rayo de luz para la posible solu­
ción del caso. A través de la policía y debido a su acento al respon­
der a las preguntas, se había dado cuenta de que Jesús era galileo.Y,
aprovechando la visita a Jerusalén con ocasión de la fiesta de Pascua
de Herodes Antipas, rey de Galilea, se lo envió por ver si le resolvía
la papeleta. Recordemos todos los prolegómenos y circunstancias del
caso, expuestos en páginas anteriores.
No tuvo suerte Pilato, porque Herodes le devolvió a Jesús, su súb­
dito, sin haberle sacado ni una sola palabra. Fracasó, pues, la solución
que tanto deseaba Pilato. Después de lo acontecido,y cuando los jefes
del pueblo pidieron que se acelerase la condena a Jesús, Pilato, en
este tercer encuentro, les explicó todo lo sucedido y, además, añadió,
como final de la sesión: N i Herodes n i y o encontram os causa al­
g u n a de condena en este hombre. Pilato comprendió que el pro­
blema tenía que resolverlo él solo porque, a pesar de todos los razo­
namientos, oyó gritar de nuevo una y otra vez .Fuera, fuera, quítale
de en medio; crucifícale, crucifícale.

C u arto ju ic io d e J e sú s
Después de los fracasos anteriores, sus consejeros le advirtieron
que, durante la Pascua, existía la costumbre de soltar a un preso con­
denado. Después de dejarse aconsejar por la policía y sus más pró­
ximos, decidieron que fuera Yosuah Bar-rabás, condenado por robo
y asesinato. Pensó Pilato que la elección sería fácil, y que había lle­
gado el momento de liberar a Jesús al compararlo con ese Bar-rabás
y al proponer al pueblo a quién de los dos quería que se soltase. Pilato
estaba seguro de que todo el mundo preferiría librarse de un ene­
migo de vidas y haciendas, como lo era Bar-rabás. ¡Cual no sería su
desilusión, cuando el público pidió que se soltase al bandido y cri­
minal! A continuación, exigieron la crucifixión de Jesús .Fuera,fuera,
quítale de en medio, crucifícale.
En realidad, Pilato no podía hacer esta equiparación ante el pue­
blo, porque Barrabás era un condenado convicto y confeso, mientras
que Jesús era un simple acusado, todavía no condenado, y, p or tanto,
presunto inocente. Luego veremos por qué lo hizo.Varios escritores

67
judíos, entre ellos PaulWinter, en su libro “Proceso de Jesús”, han ne­
gado la existencia de la costumbre de soltar a un preso con ocasión
de la Pascua; con ello quiere quitar valor histórico a los evangelios.
Sin embargo, tal costumbre era cierta, como lo afirma y prueba el es­
critor, y también judío S. Safari, en su libro escrito en hebreo “Pere­
grinación en tiempo del segundo Templo”, editado enTel Aviv en
1965, páginas 159 y siguientes.

Q uinto ju ic io
Este revés desconcertó de nuevo a Pilato. Le quedaban ya pocos
recursos para tratar de salvar a Jesús, a quien seguía creyendo inocen­
te. En este encuentro se le ocurre proponer al pueblo algo duro, pero
que al menos podría salvar su vida. La proposición era la siguiente:
Le castigaré, luego le soltaré.
Pilato, según la ley romana, tampoco podía hacer lo que hizo. Estaba
prohibido castigar a un simple acusado que aún no había sido juz­
gado ni condenado. Igualmente, luego veremos por qué. La proposi­
ción consistía en la célebre correctio, una flagelación sustitutiva de
la pena capital. El castigo era muy duro, más allá de lo racional. Había
que dejarlo en un estado deplorable para que la gente se compade­
ciera de él. Después de dicho castigo, del que hablaremos más ade­
lante más extensamente, fue cuando Pilato presentó a Jesús ante el
pueblo, diciendo:Ecce Homo, he aquí al hombre.Aquí tenéis al hom­
bre, al que tanto teméis, hecho una piltrafa. ¿Por qué tenerle miedo?
Nueva desilusión de Pilato. Ni siquiera en este estado se compa­
deció la gente de Jesús. Es más, los gritos entonces arreciaron:Quítale
de en medio; crucifícale. Si lo sueltas no eres am igo del César (90).
Estas últimas palabras llevaban el signo de una acusación y una ame­
naza. Pilato estaba cansado y asqueado, no sólo por el caso, sino de
los mismos acusadores, de quienes pensaba que, a la vuelta a su casa,
se lavarían las manos para purificarse, porque habían quedado “im­
puros” p or el solo hecho de hablar con él.
Todo unido, le hizo esbozar una leve sonrisa de asco y de mofa, al
tiempo que decía. ¿A vuestro rey voy a crucificar? Pero el último
grito: Si le sueltas no eres am igo del César, era el grito de una mul­
titud dirigida, pero amenazadora, el comienzo quizá de una nueva re­
vuelta, un golpe de gracia a la resistencia de Pilato. Desde ese mo-
68
mentó, todas las simpatías hacia Jesús, a quien seguía creyendo ino­
cente, todos los aspectos legales de justicia, muy arraigados en un mi­
litar romano, que le impulsaban a la indulgencia, todo eso se vino
abajo,y se vio obligado a dar la peor solución a la acusación tan grave
y tan comprometida para un juez: rebelión contra el César.
La amenaza de la multitud surtió efecto. De no resolver esta acu­
sación con el castigo de la crucifixión, por ser delito de lesa majes­
tad, el asunto podía llegar a Roma, firmado por los jefes del pueblo
sometido (así demostraban al em perador que eran buenos súbditos);
y en estos casos, el emperador era muy severo. Pílalo lo sabía. Estaba
en peligro su cargo y su vida, y ya no dudó en aplicarle le ley, es decir,
la muerte por crucifixión. No podía hacer otra cosa.
Pero después, Pilato se vengó de los judíos, con la propia arma de
la realeza de Jesús, po r haber saboteado sus sentimientos y la propia
justicia, con amenazas de esa clase. Y, como todo condenado debía
llevar la causa de su condena escrita en una tablilla, esta vez fue el
mismo Pilato quien la escribió: Jesús N azareno rey de los judíos, y
que mantuvo a pesar de las protestas de los acusadores: No escribas
rey de los judíos, sino Él se dijo rey de los ju d ío s (91). A lo que res­
pondió Pilato: O égrafa, égrafa, es decir, lo que está escrito, y o lo he
escrito (92). Esta fue su venganza.

VERSIÓN OFICIAL DE LA CONDENA


J e sú s f u e p o r ta n to acu sa d o , co n d en a d o y e je c u ta d o p o r
q u e re r h a c e rse rey. D elito d e “le sa m a je s ta d ” q u e lleva con­
sig o la p e n a d e cru cifixión .
Existía una costumbre en Oriente desde tiempos inmemoriales que
consistía en lavarse las manos cuando se quería manifestar que una
persona no era responsable ni culpable de la muerte de alguien, o de
un daño grave ocasionado a alguien.Al pueblo de Israel se lo manda
la Ley en el Deuteronomio (93). Mateo nos dice que Pilato se lavó las
manos (94). Pero Mateo, judío que escribió su evangelio en arameo
para los judíos de Antioquia, hizo constar ese hecho porque -a nues­
tro parecer- al escribir para los judíos, recalcaba que Pilato condenó
a Jesús porque le obligaron las circunstancias. Debe tenerse en cuen­
ta que Pilato era un jefe romano, por tanto pagano;y probablemente
no se lavó las manos, porque los romanos, nunca practicaban ritos de

69
otras religiones de las provincias sometidas del Imperio; y mucho
menos si eran jefes, que estaban obligados a guardar intacta y sin
mancha la religión oficial.
En todo este proceso, vemos que una y otra vez, valiéndose de
todos los resortes jurídicos, Pilato quiso salvar la vida de Jesús, repi­
tiendo: No encuentro en él causa alguna de condenación.
¿Era libre Pilato ante una sociedad que se sobresaltaba por nada,
que presionaba, que amenazaba con acusarlo a Roma, en cuyo caso
perdía el cargo e incluso la vida por no castigar a alguien al que acu­
saban de revoltoso, que quería hacerse rey? De haber sido plena­
m ente libre y responsable, diversos libros históricos, no hubiesen re­
calcado tanto y con tanto empeño, la buena voluntad de Pilato para
tratar de salvar a Jesús; y, sin embargo, decidió que era mejor con­
denarle con el fin de evitar una nueva revuelta que hubiera termi­
nado con mucha sangre derramada, o bien para no ser acusado a
Roma, con las repercusiones que hemos expuesto.

¿Fue libre Pilato?


¿No estaba anunciado y profetizado que Jesús tenía que morir así?
¿Puede darse contradicción entre la voluntad de Dios y la de Pilato?
¿Qué papel desempeña Pilato en el juicio y la condena, cuando él
quiere salvar a Jesús, en honor de la justicia, pero estaba profetizado
que Jesús tenía que morir así, en un momento de la Historia y le tocó
a él tomar la decisión? ¿Qué hubiera pasado si Pilato deja libre a Jesús
y lo envía a su aldea de Nazaret?
(Debemos decir, sin embargo, que para Dios todo es presente, y
que el conocimiento que Él tiene de las cosas, no cambia su esen­
cia. Por ello, Pilato, a l condenar a Jesús, fu e m oralm ente culpable
y juríd ica m en te responsable.)
Para concluir, y sin llegar a celebrar su fiesta como mártir -así lo
hace la Iglesia de Abisinia el 25 de junio- ni la de su esposa Prócula
-como lo hace la Iglesia griega el 27 de octubre-, hay que avanzar en
su favor atenuantes fuertes, debido a las graves circunstancias de la
época y de los hechos. De forma contundente, Pilato se encontró
entre la espada y la pared. Cansado y asqueado del caso y de los que
lo promovieron, sin saber qué hacer por tener sobre su cabeza una
espada de Damocles, remató el caso con un procedimiento jurídico,
70
valedero para Provincias y que constaba en la Lex Iulia, llamado
Extraordinaria congnitio (el mismo que había aplicado para man­
dar flagelar a Jesús sin estar condenado, y equipararlo con Barrabás
cuando Jesús era un simple acusado, y por tanto, presunto inocente).
Y todo ello m ara pacis, por el bien de la paz.
Pilato no tenía plena responsabilidad en la condena a Jesús, pues
el propio Jesús le dice: Quienes m e han entregado a ti tienen culpa
m ayor (95). Y, además, las otras palabras de Jesús: Q uien a n d a en ti­
nieblas (Pilato era pagano), no tiene clara idea de lo que hace (96).
Además de la calumniosa acusación de querer hacerse rey, en la
condena a Jesús y en el intento de hacerle desaparecer, se sumaba
una serie de intereses encontrados de diversa índole y de diversos
personajes. Entre ellos, por un lado, a Pilato no le interesaba mucho
conservar la vida a un hombre que le podía com prom eter tanto: con
Roma, porque los jefes del pueblo podían acusarle ante el empera­
dor de proteger a un individuo que quería hacerse rey. Vistas así las
cosas, no condenarle podía ser causa de amotinamiento entre los pro­
pios judíos; en cuyo caso, tendría que intervenir y ya estaba cansado
de tanta revuelta. Por otro lado, Herodes Antipas no hizo nada por su
súbdito, a quien consideraba peligroso por la fama que tenía y p o r la
poca simpatía que el Nazareno había mostrado hacia su persona. La
antipatía de Herodes por Jesús se agrandó cuando no respondió a
ninguna de sus preguntas.También los saduceos y la alta aristocracia
le temían, porque había conseguido demasiados seguidores de su
doctrina, una doctrina que iba frontalmente contra ellos, sus intere­
ses y su manera de proceder. Finalmente, los fariseos, muy influyen­
tes en la sociedad, tampoco congeniaban con el Nazareno, porque
les había ridiculizado muchas veces en público, y les había vencido
doctrinalmente en todos los campos.
Todos se conjuraron contra Jesús: a sí pues, tenía que morir.

71
SEGUNDA PARTE

La hora de la verdad: J esús vino a sufrir


r
HEMATIDROSIS O SUDOR DE SANGRE
La hematidrosis o hemodiasis es un acontecim iento dentro de la
Pasión que m erece mayor atención de lo que a prim era vista pare­
ce. La razón es sencilla, pero cruel; el sudor de sangre que padeció
Jesús en el huerto de los Olivos no es un hecho aislado en sí, sino
que constituye el prim er eslabón de una cadena de sueesos, cada
uno con su propia identidad. Este fue el primero, diferenciándose
de los otros en que tuvo una repercusión grave y perm anente en
todos y cada uno de los acontecimientos posteriores de la Pasión,
desarrollada a lo largo de varios días, como hemos visto en la pri­
mera parte.
Dentro de la Pasión, este es el tema más difícil de estudiar.Todos
los demás tienen una mayor incidencia, o han sido al menos una re­
ferencia más frecuente en la literatura médica. De la hematidrosis,
apenas se habla de una manera científica y profunda; y cuando algu­
nos profesores médicos la han tratado, no parece que hayan profun­
dizado en su estudio. El que más lo ha hecho, ha sido como esas go­
londrinas que, al llegar a un estanque de agua volando rápidas, dan
la sensación de que van a desaparecer y hundirse hasta el fondo,cuan­
do lo más que hacen es una pasada rápida para limpiar sus plumas o
tomarse un pequeño sorbo y calmar su sed.
De entrada, digamos que se trata de un fenómeno psicogénico, y
que, p or tanto, pertenece a la medicina psicosomática, ciencia de la
que todo el mundo habla y pocos concretan en qué consiste, o nos
dicen simplemente que, en la percepción o en las manifestaciones
externas de una enfermedad, desempeña un papel original el psiquis.
Hablando claro, no se conoce mucho, ni este ni otros muchos fenó­
menos relacionados con esta rama de la medicina.
No se puede estar de acuerdo, por ir en contra de la realidad, con
el hecho de relacionar el caso del sudor de sangre,padecido por Jesús,
con la tesis de ciertos autores que casi generalizan el fenómeno en
toda las etapas de la vida, considerándolo, poco más o menos, una
cosa corriente, incluso en los niños. Según ellos, sería un fenómeno
debido a un shoc histamínico, provocado por peptonas (98). Esto nos
parece una exageración, porque la experiencia nos dice que no se
ve sudar sangre con frecuencia.
75
Ciertamente, en algunas enfermedades pueden darse casos pa­
recidos, pero no iguales.También en la historia se han dado casos
similares, rarísimos; de ahí que hayan sido tratados como extraor-
dinarios.Aristóteles (99) y otros autores de la Antigua Grecia men­
cionan el sudor de sangre. En la Edad Media, apenas tenemos men­
ción de ese fenómeno, ni siquiera en el caso de san Francisco de
Asís, que sufrió el fenómeno de las estigmas.Tan solo a partir del
siglo XVII empiezan a comentarse algunos casos, sin profundizar
en su estudio. En los tiempos modernos, la Medicina lo admite
como fisiológico, y varios profesores médicos lo han estudiado
más a fondo, tales como Barbet, Le Bec,Judica, etc., todos ponen,
como origen, graves alteraciones psíquicas o conmociones mora­
les, pero aún quedan nubarrones en su explicación.
En cuanto al sudor de sangre del que babla la actual literatura
médica, refiriéndose alos casos de Teresa Newman, del padre Pío,
etc., solamente se les puede dar el valor que expresaremos al ha­
blar de las llagas de las manos. Por tanto, no son regla ni fundamen­
to para equipararlos al caso de la hematidrosis de Jesús.

Basílica de Getsemani en el monte de los Olivos.En su entorno tuvo lugar la he­


matidrosis de Jesús.
76
Fotografía del olivo de Getsemaní

Terminada la cena Jesú s comunicó las últimas recomendaciones


a sus discípulos, algo así como si les hiciese su testamento. Luego, les
anunció lo que iba a suceder esa noche, en especial, la traición de
uno de ellos, la huida en desbandada de todos y la negación y trai­
ción de Pedro. Posteriormente, bajaron la escalera que les llevaba a
la parte baja de la ciudad, atravesaron el torrente Cedrón y se diri­
gieron al otro lado, a la falda del m onte de los Olivos, concretam en­
te a G átsem áni o Getsemaní, o lagar de aceite, donde solía reposar
habitualmente con sus discípulos cada vez que venían a Jerusalén.
Aquella noche se respiraba un ambiente raro;no era como otras veces.
Los discípulos, ante las predicciones del Maestro, estaban tristes y
preocupados.Tenían miedo .Tampoco el aspecto de Jesús era normal.
Se le veía como ensimismado, abatido.
Una vez allí, después de aconsejar a todos que oraran, llamó a los
tres preferidos de siempre: Pedro, Santiago y Juan, y se retiró a la dis­
tancia de un tiro de piedra (unos ochenta metros) (100). Allí se puso
a orar y, a pesar de que los judíos tenían la costumbre de orar siem­
pre de pie, Él estaba por tierra, como exhausto .Además, algo especial
le estaba sucediendo,pues sufría una terrible tristeza. Marcos expresa
ese estado de ánimo con unas palabras de Él mismo: M i espíritu está
triste, basta el p u n to de m orir (101).

77
Hasta el punto de morir. Estaba en agonía. El agón, en la antigua
Grecia, significaba la ansiedad y el pavor que sentía el atleta por al­
canzar el triunfo; lo que le exigía grandes esfuerzos en todos los
miembros de su cuerpo para poder vencer. Era pues, lucha. Poste­
riorm ente, la palabra agón -de donde proviene agonía- pasó a sig­
nificar la lucha final de la naturaleza humana ante la muerte. En este
último sentido, Jesús estaba en agonía:Mi espíritu está triste, hasta
el p u n to de morir. No era una tristeza cualquiera. Era una tristeza
mortal. Se sentía morir, de puro sufritjniento moral.
¿Por qué semejante abatimiento? Nunca se sabrá. Pero sería espan­
toso conocer las causas que llevaron a Jesús a ese extremo, cuando
siempre actuó con un autodominio tal, que desconcertaba a sus ad­
versarios. ¿Por qué ahora no hace lo mismo? No se puede estar de
acuerdo con algunos teólogos, acaso influidos por la escuela freu­
diana de París que, cuando entran a juzgar algunos aspectos de la na­
turaleza humana de Jesús, lo hacen como cuando entra un elefante
en una cacharrería, no dejando nada intacto a su alrededor.
Decimos esto, porque Jesús era ciertamente hombre, pero también
era Dios. Por eso, todo este proceso, toda esta agonía, este verse morir
de puro sufrimiento moral, que trajo como consecuencia la hemati-
drosis,no la hubiera sufrido Jesús de haber conocido las cosas como
nosotros, simples humanos, las conocemos. Por ejemplo, en medio
de un incendio, se puede tener miedo, terror, pero todo quedará en
un sudor mayor o menor, o en un histerismo proporcional a la sen­
sibilidad de cada uno.Y es que, cuando se conocen las cosas “en fu­
turo”, por muy miedosa y psicòtica que sea una persona, nunca se
darán las condiciones psicológicas y morales para llegar al sudor de
sangre. Esto quiere decir que, en el caso de Jesús, tuvo que haber más
que un mero conocimiento humano, como el que nosotros tenemos
de los peligros venideros.
Sí, Jesús era también Dios. Su conocimiento no era, pues, como el
nuestro en los casos citados y en otros muchos que pudiéramos citar.
La prueba de que Jesús tuvo el conocimiento más profundo que el
meramente humano, es que preanunció a sus discípulos lo que esa
noche iba a suceder: la traición de Judas, la negación de Pedro y la
huida de todos. Son tres cosas diferentes y no deductivas, es decir,
que una cosa conlleve como consecuencia la otra. Y es que el cono­
78
cimiento del futuro era “presente” para él: es decir, conocía en "pre­
sente” todo lo que su naturaleza humana iba a sufrir. Su voluntad lo
acepta, pero la naturaleza humana se resiste.Y esa resistencia la ex­
presó con una reacción fisiológica inusitada. Si vemos sudar y po­
nerse lívidos, por un miedo a lo que puede suceder (y puede acon­
tecer que no sea nada, como les ocurre a muchos cuando suben a un
avión, p or ejemplo), ¿qué tuvo que suceder a Jesús para que entrara
en agonía y sudara sangre?
Gracias a este saber del futuro “en presente’’Jesú s sabía lo que su
naturaleza humana iba a sufrir en su físico. Además del sufrimiento
psíquico. Este sufrimiento de Jesús tenía su origen en
- la traición del amigo al que había escogido y dado el cargo de
mayor confianza del grupo;
- el abandono de aquellos compañeros íntimos, también escogi­
dos por Él, con los que había convivido varios años, tenido mu­
chas confidencias y en los que había depositado su confianza
total (103);
- la negación con juramento de aquel en quien había deposita­
do su autoridad. Este hecho, añadido a los anteriores, tuvo que
ser demoledor para Jesús. Le había designado fundamento hu­
mano de su Obra, y él, mediante juramento, niega conocerlo
(104);
- la incomprensión de su pueblo, a quien Él quería entrañable­
mente. Jerusalén, sobre la que había llorado unos días antes, y
que pediría a gritos su muerte...
Todos estos seres queridos para Él, le abandonan, le traicionan, lo
venden, le niegan.Y su pueblo,pidiendo a gritos su muerte. Él lo sabía
todo.Todo lo había predicho.Y ahora se encuentra solo en la lucha.
Y lo más increíble, lo más terrorífico, es que, llegado ese momento,
n i su divinidad, n i el Padre, p u ed en hacer nada...porque para eso
ha venido. Esa noche, en Getsemaní, Jesús padeció soledad h u m a ­
na, porque todos le abandonaron; soledad divina, porque Él solo es
quien debía sufrirlo. Para eso se hizo hombre. Es una soledad terri­
ble, única.
Todo se unió en el interior de Jesús. Fue una mezcla de muchas
contrariedades y la terrible soledad, lo que más profundam ente había
herido su psiquis;y su naturaleza humana estalló con un terror y una

79
tristeza, por la que se veía morir, desencadenando así el fenómeno
de la hematidrosis o hemodiasis, el sudor de sangre. Dijimos que este
fenómeno pertenece a la medicina psicosomática.Al tratar de expli­
carlo, todos están de acuerdo en que,para que suceda, tiene que haber
terror, angustia, conmoción moral grave y alteraciones psíquicas gra­
vísimas. Siempre situaciones extremas, bien físicas, bien morales, o
ambas a la vez.
Para unos, esto se produce por un shoc histamínico, con efecto va­
sodilatador, actuando sobre lós vásos capilares cutáneos. Para otros,
se deba a un aumento de plasminas, que modifican los fenómenos
osmóticos de los endotelios vasculares, dando lugar a la extravasa­
ción de los hematíes y de los elementos sanguíneos. Ambas teorías
no satisfacen del todo por no explicar plenam ente el fenómeno.
Nosotros daremos nuestro parecer, de la mano del doctor Barbet.
Pero antes diremos que el evangelista Lucas era médico, por lo que,
al relatar este fenómeno, lo hace con una realidad pasmosa: Y su m i­
do en agonía (sintiéndose morir), su sudor se hizo com o coágulos
de sangre que caían hasta la tierra (105).
Hemos dicho coágulos, y no “gotas de sangre”, porque el médico
Lucas emplea en su evangelio la palabra trom boi (palabra en grie­
go), que en este idioma significa coágulo, trombo, de donde se deri­
va la palabra trombosis, que es una enfermedad producida por un
trombo o coágulo.
Es curioso observar cómo esta palabra (trombo), empleada por el
evangelista Lucas, ha traído de cabeza a todos los teólogos y a todos
los traductores del evangelio, desde los primeros tiempos del cris­
tianismo. Tal ha sido el desconcierto producido que:
- los mismos santos Padres de la Iglesia estaban divididos al ex­
plicar su significado. Unos, decían que podía ser una cosa nat-
ural;otros,que era sobrenatural (un milagro),y finalmente,otros,
que era simbólico o metafórico;
- algunos avanzaron más, declarando el texto como falso y aña­
dido al original, p o r lo que decidieron suprimirlo y quitarlo del
texto evangélico. Así lo hicieron en muchos manuscritos, entre
los cuales se encuentra el más antiguo texto del evangelio que
tenem os en Occidente, y que no es, ni más ni menos, que el
Códice Vaticano, que se encuentra en la Biblioteca Vaticana.
80
Así sucedió, como hemos dicho, en otros muchos ejemplares
de épocas posteriores. Sin embargo, en oriente, casi todos los
ejemplares seguían manteniendo el texto íntegro, con la pala­
bra tromboi y el resto del versículo.
- p or aquel entonces se inició la herejía de Arrio, que negaba la
divinidad de Jesús, y uno de los textos en que se apoyaba para
negar la divinidad de Jesucristo era este, aduciendo que Dios
no podía caer tan bajo hum anam ente,ni tener una debilidad de
ánimo tan grande, como para que le sucediera todo esto. Esta
circunstancia herética fue una de las causas principales para
quitar de los manuscritos la palabra tromboi;
- otros no se atrevieron a suprimir el texto. No les molestaba.Y,
en cuanto a la palabra tromboi, tampoco les ofrecía dificultad
alguna; solo que cuando iban a traducirla del griego, como si tu­
vieran cataratas, la traducían por “gotas de sangre”;
- la propia Biblia de Jerusalén moderna, la actual, no se atreve a
saltar el obstáculo, pero parece ver “algo raro”y, p or eso, tradu­
ce la palabra tromboi por “gotas espesas” (106) de sangre. ¿Por
qué espesas, si la sangre de no estar coagulada es líquida, y el
texto original griego del evangelio de Lucas dice tromboi, que
significa coágulo?
- finalmente, el único que se ha atrevido a ir más allá, aunque lo
traduzca a medias, sin superar totalmente la valla, ha sido el gran
exégeta Garrigou-Lagrange, quien la traduce p or “glóbulos de
sangre”; y es para preguntarse: ¿Qué es eso de “glóbulos” refe­
ridos a la sangre? ¿Cuándo la sangre es como glóbulos?
Lo más chocante del caso es que la confusión permanezca en
la actualidad, a pesar de que el Concilio deTrento zanjó la cues­
tión dando el texto como auténtico, es decir, que la palabra trom­
boi es la original y auténtica del evangelio de san Lucas.Y trom­
boi siempre ha significado y significa “coágulo”,“trom bo”.
Tanto los autores anteriores al Concilio deTrento como los pos­
teriores, incluso los actuales, aducen que es imposible, fisioló­
gicamente, que salieran trom bos o coágulos por los poros de
la piel.A pesar de todo, aun viendo que hay algo especial en la
palabra tromboi, es extraño que nadie se haya atrevido a tra­
ducirlo con su verdadero significado, aunque no supiera cómo
81
explicarse. A mi parecer, todo es debido a una falta de aclara­
ción o desconocimiento de la Medicina.
E lfe n ó m e n o . Decíamos que ante un fenómeno psíquico como el
acontecido a Jesús, su naturaleza humana reaccionó de una manera
pavorosa, y, sum ido en agonía (se sentía morir de puro sufrimiento
moral), se desencadenó la hematidrosis. No se trata de un milagro. Es
un fenómeno psicògeno que puede ocurrir ante un gran miedo o te­
rror, depresión profunda, angustia grave, etc., siempre ante situacio­
nes extremas. Sin que se sepa Con absoluta certeza médica por qué
proceso, las glándulas sudoríparas que tenem os repartidas por todo
el cuerpo se distienden, a la vez que se produce una gran vasodila-
tación de los capilares subcutáneos que están junto a las glándulas.
Esta vasodilatación provoca una secreción más intensa de las glán­
dulas sudoríparas que, distendidas al máximo, oprim en a los capila­
res de su alrededor, que se rompen. La sangre de miles y miles de ca­
pilares rotos se mezcla entonces con el sudor, y esta mezcla sale a la
superficie del cuerpo por los poros.
Una vez esta mezcla sobre la piel, el sudor, al ser menos denso, cae
al suelo arrastrando algo de sangre. Pero la otra parte de esa sangre,
p or eso de ser más densa que el sudor, se detiene entre las arrugas
de la piel y el vello, donde se coagula (el tiempo de coagulación está
entre los 2,30 y los 5,30 minutos). Los pequeños coágulos así for­
mados sobre la piel, caen finalmente al suelo arrastrados por el nuevo
sudor que sigue saliendo.Y así sucesivamente.
Lucas, médico, tiene pues, razón, al describir en su evangelio: Y su
sudor se hizo com o coágulos de sangre que caían hasta la tierra
(107).
¿Cuánto tiempo duró este fenómeno? No lo dice claramente el
evangelio,pero pudiéramos dar una idea aproximada ante la pregunta
que Jesús hace a sus discípulos: ¿No habéis podido velar u n a hora
conm igo? (107). A pesar de estas palabras, no está claro el tiempo
que pudo durar el proceso; solo insinúa que fue largo. Porque hemos
de tener en cuenta que la “hora” en la Palestina de aquel tiempo, no
era de sesenta minutos, sino que seguía el horario romano, que dis­
tribuía las horas en hora Prima (hacia las seis de la mañana), la hora
Tercia (hacia las nueve), la hora Sexta (hacia las doce del mediodía),
y la hora Nona (hacia las tres de la tarde aproximadamente). Luego
82
venían las Vísperas, y durante las noches, las vigilias. Jesús pudo ex­
presarse también según el cóm puto privado que el pueblo judío tenía
para la oración.
Aunque no pueda determinarse el tiempo que duró el fenómeno, de
las palabras de Jesús se deduce que fue largo.Tampoco puede asegu­
rarse la cantidad de sangre que derramó Jesús durante la hematidrosis.
Ciertas anotaciones pudieran darnos una pequeña orientación.Así,
- la cantidad de sangre salida del cuerpo de Jesús estuvo en re­
lación con el tiempo que duró el fenómeno, como hemos visto
en el Evangelio;
- hay que tener presente que la hematidrosis afectó a todo el cuer­
po, como cuando sudamos; aunque sudemos en mayor cantidad
por ciertos lugares, como son la frente, el cuello, las axilas, etc.
esto nos induce a pensar que, por poca cantidad que saliese por
cada poro, siendo estos cientos de miles, tuvo que ser cuantiosa.
Como en todos los acontecimientos referidos a Jesús -algo que su­
pera lo habitual-, hay autores que sienten un extraño placer en mi­
nimizar las cosas. En este caso, minimizan el alcance del fenómeno:
unos dicen que son expresiones simbólicas, otros que eran micro-
gotas apenas perceptibles.Aun no admitiendo lo de “coágulos”, han
de traducir “gotas de sangre que caían hasta tierra”, y una microgo-
ta, apenas perceptible, se queda en el lugar de donde sale. Y como
hemos visto que el fenómeno duró bastante tiempo, tendrían que ex­
plicar si en ese largo tiempo, salió una sola microgota o una tras otra,
hasta caer al suelo, como nos dice el evangelio.
Lo que más nos orienta, aunque reiteremos la idea, sobre la sangre
derramada por Jesús en dicho proceso de la hematidrosis, son las pa­
labras de Lucas: Y su sudor era com o coágulos de sangre que caían
hasta tierra. Para que se formen coágulos se necesita una cantidad
de sangre considerable, además de la que cayó unida al sudor. Y no
fue una sola vez. Entonces, una de dos: o se cree en este texto del
evangelio que el Concilio de Trento -es decir la Iglesia universal- ad­
mitió como verdadero y original del evangelista; o, si se niega, ¿por
qué no negar el resto del evangelio que no ha tenido el privilegio de
ser estudiado y sacralizado de forma tan solemne?
Todas estas consideraciones nos perm iten sacar las siguientes con­
clusiones médicas:

83
- la tristeza, el sufrimiento y el estrés que provocaron tan grave
proceso, fue un mazazo moral que, a partir de ese momento,
dejó sin fuerzas físicas a Jesús y repercutió gravemente en su
organismo durante todo el tiempo que le restaba de vida, es
decir, varios días;
- po r la gran cantidad de sangre derramada (el fenómeno se pro­
dujo en todo su cuerpo y duró, como hemos visto, bastante
tiempo), fisiológicamente, Jesús tenía que haber sufrido un
shoc hipovolémico, ppr la pérdida de tanta sangre en tan poco
tiempo. Recordemos los coAsejos que se dan a los donantes de
sangre después de cada toma; y eso que esta donación se ha
hecho en pequeña cantidad;
- el intenso sudor y la sangre derramada por todo su cuerpo pro­
dujo en Jesús una gran sed. Sed ardorosa, acompañada de un es­
tado febril. Ambos efectos fueron aumentando con las nuevas
pérdidas de sangre (flagelación y coronación de espinas), y de
sudor, además de la perspiratio insensibilis o trasudación in­
sensible que tenemos por los poros del cuerpo aun sin que haga
calor, y que le acompañó todo el tiempo hasta su muerte;
- por la misma razón y por las mismas causas expuestas, desde el
prim er m omento sufrió de una grave hipotensión arterial, con
la consiguiente pérdida de ánimos y de fuerzas. No olvidemos
el prim er punto;
- la gran distensión de las glándulas sudoríparas, unida a los miles
y miles de capilares rotos, dejó la dermis y la epidermis de Jesús
totalmente dolorida. Es decir, bajo la piel externa de Jesús, todo
su cuerpo quedó en un estado parecido al que llamamos “en car­
ne viva”.Y por tanto, menos apta para afrontar los golpes que su­
frió desde ese momento, y los días siguientes, hasta su muerte.
Se trata de ideas para reflexionar. Ni siquiera podemos sospechar
lo que en tal estado tuvo que ser la flagelación, la coronación de es­
pinas, los golpes, los malos tratos, los bastonazos..., llevar el patíbu­
los sobre los hombros hasta que no pudo más y se lo quitaron de en­
cima...Todo ello consecuencia de la hematidrosis. El sudor de sangre
de Jesús con sus consecuencias, expuestas grosso modo, es un hecho
que no podemos perder de vista a lo largo de las vejaciones que su­
frió en su Pasión y que veremos a continuación.
84
LA FLAGELACIÓN
La flagelación en sí no fue castigo exclusivo de Jesús; venía orde­
nada por la ley.
Jesús fue flagelado por los romanos inore rom ano, es decir, según
la costumbre romana, en dependencia militar romana,y mandada por
un romano. Nos interesa saber, pues, las diferentes modalidades de
flagelación que utilizaban los romanos y cuál de ellas se empleó con
Jesús.
Entre los romanos de la época, la flagelación era un preámbulo a
toda ejecución:
- si el condenado a muerte era soldado, no se le crucificaba, tam­
poco se le azotaba durante el trayecto hacia el suplicio, sino
que, llegado a ese lugar, se le fustigaba con el fustus, que era un
bastón o palo duro.Y, tras una serie organizada de golpes, se le
decapitaba;
- si era senador, mujer, o tenía el título de “ciudadano rom ano”,
tampoco su muerte era por crucifixión, ni era flagelado cami­
no del suplicio, sino que, llegado a ese lugar, se le azotaba con
los virgae, varas algo flexibles, habitualmente de fresno o abe­
dul, e inmediatamente se le decapitaba. Este azotamiento,como
el que se le daba al soldado, no se consideraba tan ignominio­
so como el dado con el flagrum;
- si eran esclavos o enemigos peligrosos del Imperio o de la so­
ciedad, como sucedía con los rebeldes contra la metrópoli, o la­
drones de baja ralea, se les condenaba a muerte por crucifixión.
Además, eran flagelados, con el flagrum taxillatum, durante el
trayecto desde el tribunal hasta el lugar de ejecución. La flage­
lación con dicho flagrum era en aquel entonces lo más deni­
grante e ignominioso.
El fla g ru m citado no debe confundirse con el flagellum , del que
había diversas modalidades, dependiendo del uso que se les daba:
desde el flagellum para azuzar a los animales, hasta el flagellum pe­
queño, empleado para los niños díscolos o estudiantes perezosos.
Lo que acabamos de decir no fue siempre tan exacto como lo que
exponemos, pues conforme fue pasando el tiempo, también los “ciu­
dadanos” romanos fueron condenados a morir crucificados; y, en la

85
práctica, fueron tratados como el resto de los delincuentes.Ya tene­
mos las primeras quejas sobre ese asunto en los discursos AdVerrem
de Cicerón.
Hemos dicho que los condenados a muerte por crucifixión, habi­
tualmente esclavos, rebeldes contra el Imperio, y los demás ya cita­
dos, eran flagelados durante el trayecto que había entre el lugar en
que se le condenaba y el de su ejecución. Muy raro era -como en el
caso de Jesús- que el castigo se llevara a cabo en las dependencias
del tribunal. Esto solo se ordenaba cuando la flagelación era susti-
tutiva de la p e n a capital El caso de Jesús fue raro. Su flagelación no
fue la “legal”, previa a toda ejecución, durante el trayecto, camino
hacia el lugar del suplicio, sino que constituyó un castigo especial,
como veremos, y que obliga a responder a dos preguntas: cuándo le
flagelaron y p o r qué.

C uándo f u e fla g e la d o J e sú s
Mateo y Marcos no nos dicen ni cuándo ni por qué; no hacen más
que registrar el hecho: Y habiendo hecho flagelar a Jesús, lo entre­
gó p a ra que le llevaran a crucificar. Lucas es algo más explícito, y
cuando está explicando los esfuerzos de Pilato con el fin de salvar a
Jesús, cita al final una frase del Prefecto: Le castigaré y luego le sol­
taré. Ya vislumbramos algo. Juan nos afirma que Jesús fue flagelado
durante los juicios que le hizo Pilato. Luego, ya tenemos el cuándo.
Jesús fue flagelado,pues, en las dependencias del tribunal en el trans­
curso de los intervalos entre los juicios que le hicieron.

P o r q u é fla g e la ro n a J e sú s
Ello se deduce claramente del relato de los evangelios:
- Pilato considera que la primera acusación que se le hace a Jesús
(se ha hecho hijo de Dios y según nuestra Ley debe morir) no
entraba dentro de la ley romana. Se trataba de una cuestión re­
ligiosa, y la justicia romana no actuaba en estos casos para diri­
mirlos. Por ello declaró a Jesús inocente: No encuentro en Él
causa alguna de condenación;
- derrotados en este intento, los jefes del pueblo judío, tras deli­
beración, hacen una segunda acusación que sí entraba de lleno
dentro de la Lex Iulia (había permitido ser aclamado “Hijo de
86
David”, quien, según ellos, iba a ser su rey). Por tanto,“quería ha­
cerse rey”,y esto era ir en contra del emperador. Pilato tenía en­
tonces obligación de atender dicha acusación. Por ese motivo
Pilato tomó a solas a Jesús, le preguntó sobre su realeza y, al no
sacar nada en claro, de nuevo le consideró inocente, todo lo más
como un soñador religioso. Pero la plebe, con sus gritos pi­
diendo la muerte de Jesús, dejaba abierta una acusación tan
grave como la de intentar ir en contra del César. Pilato se veía
obligado a dar una respuesta a esta acusación;
- enterado Pilato de la estancia en Jerusalén del rey Herodes,
que había acudido a celebrar la Pascua, y siendo Jesús Galileo,
es decir, súbdito suyo, se lo envía para tratar de que le resuelva
la tan difícil papeleta que tiene entre manos. No fue así,y Pilato,
al final del tercer juicio exclama: Ni Herodes ni yo encontramos
causa alguna de muerte.Aunque no por ello dejaron los judíos
de pedir la muerte de Jesús.
Después de los anteriores fracasos, Pilato ensaya una nueva es­
tratagema basada en la costum bre de soltar a un preso conde­
nado, con ocasión de la Pascua. Pilato les pone las cosas fáciles:
equipara a Jesús con un ladrón y un criminal, pensando que la
gente querrá librarse de un enemigo de vidas y de haciendas.
La pregunta fue a cuál de los quería que les soltase. La plebe
prefirió que soltase a Barrabás, a la vez que gritaba que crucifi­
case a Jesús.
- ante las anteriores decepciones, Pilato creyó que cumpliría
la ley dando a Jesús un sustitutivo de la pena de m uerte que
ellos pedían. Le creía inocente, y por eso no le condena. Pero
atendía a la acusación dándole un castigo sustitutivo .Así, creía
que el pueblo se iba a callar. De ahí las palabras:“Le castigaré,
luego le soltaré”. Después de este episodio, tuvo lugar la fla­
gelación. Desfigurado por el castigo recibido, Jesús es presen­
tado al público con las palabras de Pilato:“Ecce Homo” (108),
aquí tenéis al hom bre al que tanto teméis... ¿Qué mal puede
hacer así?
El hecho de hacer flagelar a un reo como sustitutivo de la pena ca­
pital, era lo que los latinos llamaban correctio, que si bien a veces en­
trañaba peligro real de supervivencia, esta vez tenían consigna de no

87
darle muerte (y luego le soltaré). Así, ya tenemos el p o r q u é de la
flagelación. La flagelación de Jesús fue, pues, un castigo sustitutivo
de la pena capital ordenada con el fin de salvarle la vida.
Una vez dada la orden de castigo, ataron las manos de Jesús con
cuerdas fuertes y resistentes; se las pusieron por encima de la cabe­
za y anudaron las cuerdas a la parte alta de la columna o del techo,
quedando así casi suspendido. De esa manera estaba absolutamente
indefenso sin poder proteger parte alguna de su cuerpo con los bra­
z o s ^ en caso de shoc ' ' ' podía caer al suelo.
El instrumento utili la flagelación fue el ya citado fla-
g ru m taxillatum ,el más humillante y traumatizante de todos. Se com­
ponía de un mango corto de madera, al que estaban fijas tres corre­
as de cuero, de unos cincuenta centímetros y en cuyas puntas tenía
dos bolas de plomo, unidas entre sí por piezas más estrechas del
mismo metal. Otras veces, en vez de bolas de plomo ponían los talli,
o astrágalos de carnero (tabas). El más usado de ambos fla g ru m era
el de las bolas de plomo.
El número de latigazos, según la ley hebrea, era de cuarenta (109);
aunque ellos, por escrúpulos, con el fin de no equivocarse, daban
treinta y nueve. Pero Jesús fue flagelado por los romanos; p or tanto

l'higrum ta.xillatuni, el usado en las corredlo para castigo de los indeseables.


Ilahllnalinenle se usaba el de las bolas de plomo.
88
more rom ano, es decir, según la costum bre romana, cuya ley no li­
mitaba el número de latigazos. En este caso, sólo estaban obligados
a dejar a Jesús con vida; y ello por dos razones:
- poder mostrarle al público para que este se compadeciese de
él y dejara de pedir su muerte (tal era la intención de Pilato);
- en caso de condena a muerte, para que llegara vivo al lugar del
suplicio y poder ser crucificado vivo (tal era la ley).
Esta flagelación con el fla g ru m taxillatum era la tristemente cé­
lebre correctio, citada anteriormente, de la que nos hablan los clási­
cos latinos Cicerón,Tácito, Plinio, Plutarco, etc. y nos dicen que el reo
quedaba irreconocible en su aspecto, sangrando por todo el cuerpo
y con jirones de su piel colgando; y a veces, muchos de los “corregi­
dos”morían como consecuencia del castigo. Lo más probable es que
Jesús también hubiera muerto como consecuencia de esta brutal pa­
liza, aunque no le hubieran crucificado, como veremos más adelante.
Así estaba Jesús cuando de nuevo fue presentado a la plebe, con
el fin de que esta se compadeciera de él y dejara de pedir su crucifi­
xión. Por eso, a la pregunta de que cuántos latigazos dieron a Jesús,
la respuesta es la siguiente: hasta que se cansaron. La ley romana no
limitaba su número (110).
Todo el cuerpo de Jesús fue objeto de latigazos. No obstante, res­
petaron su cabeza y la parte alrededor del corazón, porque, en caso
contrario, hubiera podido morir, como ya había sucedido en varias
ocasiones. En este caso, los soldados tenían la consigna de no azo­
tarle hasta la muerte: Le castigaré, luego le soltaré.
Las correas de cuero del odiado y denigrante flag ru m taxillatum la­
ceraron en mayor o menor grado la piel de Jesús a través de todo su
cuerpo: la espalda, el tórax, los brazos, el vientre, los muslos, las piernas,
por todas partes.Todos estos destrozos por todo el cuerpo de Jesús, es­
taban en consonancia con la fuerza empleada por los flageladores y el
tiempo que duró la correctio. Habitualmente, una flagelación more ro­
mano eran seis los encargados de llevarla a cabo, turnándose de dos en
dos, según el cansancio de los anteriores. Al principio, como es natural,
darían con más fuerza que cuando ya estaban cansados o agotados.
Las bolas de plomo machacaron el cuerpo de Jesús, haciendo toda
clase de mutilaciones:irritaciones cutáneas,escoriaciones,equimosis,
heridas con solución de continuidad, con trozos de piel colgando.

89
Todo ello conllevaba desgarros musculares y de otros tejidos más
blandos, junto con la lesión de las ramas nerviosas terminales que los
inervan y que transportan sensaciones -en este caso dolorosísimas-
que repercutían atrozmente en el cerebro. Al ser repetidos los gol­
pes, y caer estos sobre los anteriores, cada lesión posterior agranda­
ba y empeoraba la anterior.
Los golpes repetidos y fuertes que caían sobre la espalda y el tórax
de Jesús, hicieron estragos. Desde lesiones pleurales, neumotorax, e
incluso pericarditis traumática como demostraremos más adelante,
con consecuencias muy graves para el dolor, la respiración y la mar­
cha del corazón. Los golpes que caían sobre el tórax y el vientre, agra­
varon mucho más el sistema respiratorio, pues a la dificultad respi­
ratoria producida por tanta pérdida de sangre, la hipoglucemia por
falta de ingesta, el estrés y el agotamiento de la poca glucosa exis­
tente, se unía un dolor insoportable al respirar, debido a que estaban
lesionados los principales músculos que intervienen en la respira­
ción: los pectorales, los intercostales, y sobre todo el diafragma.
Pero, si en la parte externa, Jesús quedó irreconocible debido a las
heridas recibidas, desgarros de la piel y sangre por todas partes, el in­
terior de su organismo también sufrió gravísimas lesiones en los ór­
ganos internos, tales como la pleura, el pericardio, y sobre todo el hí­
gado y el riñón. Uno y otro fueron duramente castigados con los gol­
pes de las bolas de plomo. Cuantos hayan visto un combate de boxeo,
habrán observado el afán de los boxeadores por dar al contrario gol­
pes en el hígado,y cómo ambos lo defienden y protegen con el codo,
porque un golpe certero sobre ese lugar, puede anular definitiva­
m ente al contrario por decaimiento de fuerzas, debido al vacío de
glucógeno que produce el golpe. ¿Cuántos golpes cayeron sobre el
hígado de Jesús y que cada uno, por las razones señaladas, iba dis­
minuyendo las fuerzas a un organismo ya extenuado?
Otro de los órganos principales dañados es el riñón. Debido a que
este tiene funciones vitales en el organismo, los duros golpes que ca­
yeron sobre él, produjeron lesiones muy serias en el delicado meca­
nismo nefronal, con consecuencias gravísimas para su funciona­
miento y, por tanto, para la vida. Estas serias lesiones provocaron en
Jesús insuficiencia renal y hepática que, junto a la mayor pérdida de
sangre a causa de los golpes, produjeron cambios electrolíticos y de
90
otros parámetros biológicos que comprometían gravemente su su­
pervivencia.
Las alusiones que hacen los clásicos latinos sobre los gravísimos
efectos de la correctio, se refieren a personas sanas, es decir, a per­
sonas que, con anterioridad, no han sufrido lo que Jesús sufrió en
Getsemaní. Por ello, teniendo en cuenta los padecimientos a partir
de la hematidrosis, a la que se suma ahora esta paliza, podem os decir,
médicamente hablando, que de no haber sido crucificado, Jesús hu­
biese podido vivir muy pocas horas después de haber sido flagela­
do. Así, la flagelación originó en Jesús los mayores y principales trau­
matismos en todo su cuerpo y fue causa principal de la pérdida de
sangre.
En resumen, la disminución de la volemia por esta nueva y abun­
dante pérdida de sangre agravó sin duda mucho la sed de Jesús, esa
sed que ya había comenzado en Getsemaní.Aumentó igualmente su
estado febril, y llegó a su extremo la disnea o dificultad respiratoria,
que había comenzado en el huerto de los Olivos. Esta respiración era,
a su vez, sumamente dolorosa por estar afectados y lesionados los
principales órganos respiratorios. Todo ello produjo la instauración
de una hipercapnia muy seria. En esos momentos, después de la fla­
gelación Jesús tenía gravísimos síntomas de asfixia, con una cara en­
rojecida y una respiración jadeante, corta, ruidosa y dolorosa.
La hipotensión arterial provocada por la hematidrosis, y aumenta­
da por la desnutrición y nuevas pérdidas de líquido corporal (sangre,
sudor,perspiratio insensíbilis) le dejaron materialmente sin fuerzas.
Jesús no se tenía de pie. Después de la flagelación, al desatarle las
cuerdas que le sujetaban a lo alto, sin duda cayó al suelo extenuado,
exhausto y sin conocimiento sobre el charco de sangre que había sa­
lido de su cuerpo.
No olvidemos que este gravísimo castigo de la flagelación cayó sobre
una dermis y una epidermis sumamente sensibles al dolor. En estas cir­
cunstancias, es imposible explicar médicamente el dolor que sentía
cada vez que recibía un correazo con las bolas de plomo sobre su cuer­
po. Podríamos decir que, en esos momentos, Jesús era solo dolor.

91
CORONACIÓN DE ESPINAS
Después del quinto intento para tratar de salvar a Jesús,y al no con­
seguirlo debido a la obstinación de los jefes de los judíos que azuza­
ban a la multitud, Pilato decidió finalmente condenarle a muerte por
crucifixión. Dictada la condena legal a muerte,Jesús perdía todos los
derechos humanos y sociales. Por eso, la coronación de espinas ocu­
rre después,ya que la LexIulia no permitía un castigo similar sin pre­
via condena. El relato de Marcos, 15,16, indica claramente que fue
después de ser condenado. No antes.

¿P or q u é se le tr a ta a J e sú s d e f o r m a tan sá d ica ?
La coronación de espinas de Jesús fue un hecho excepcional y oca­
sional, no previsto por la ley. No era una costumbre romana. Ocurría,
sin embargo, que una vez que el reo era condenado a muerte, perdía
todos sus derechos humanos y sociales, por lo que quedaba a la mer­
ced de los soldados de guardia; estos podían com eter con él toda
clase de tropelías, burlas, ensañamientos... según su grado de imagi­
nación. En este caso, lo más grave es que no fueron solo unos cuan­
tos en imaginar, sino toda una cohorte, como dice Marcos en 15,16
(o sea, entre cuatrocientos y quinientos soldados). Entre tanta solda-

“Juego del rey", esculpido sobre una de las piedras en donde estuvo edificada la
Torre Antonia. (Fotografía del autor).
92
desea, fácilmente surgieron ideas de sarcasmo, apoyadas en la causa
de la condena: la realeza. Había, pues, que coronarlo.
No creemos probable -basados en serias razones- que la idea de
coronar a Jesús fuese sugerida, como algunos lo han pretendido, por
el“juego del rey”,que estaba grabado en una de las piedras del Lithos-
trotos, lugar de la flagelación, cuya fotografía reproducimos.
Este juego era muy antiguo, y, aunque oficialmente estaba prohi­
bido p or la Lex Talia (la ley de los dados o de los juegos), en la prác­
tica se permitía; jugaban a él gentes de todas las edades y condicio­
nes sociales debido a que tenía muchas variantes, aunque en todas
ellas había atisbos de violencia y de sadismo. Mediante unos dados
-visibles en la fotografía- podían jugarse desde el sueldo y la hacien­
da hasta que a un jugador le tocara el “título” de rey, en cuyo caso po­
día suceder de todo. Entre los soldados era un juego muy corriente,
y había incluso ciertas épocas del año en las que se jugaba desafora­
damente, como sucedía durante las Saturnales, o fiestas en honor de
Saturno. En algunos lugares, durante dichas fiestas, y de acuerdo con
alguna de esas variantes del juego, el final era catastrófico, pues a
quien le había tocado ser “rey”, después de haber vivido lo más de­
saforadamente posible las bacanales durante las fiestas, el último día
era sacrificado en el saltar de Saturno.
El hecho de que fueran los soldados los que más jugaban a dicho
juego, psicológicamente era comprensible, puesto que se trataba de
unos hombres agrestes y rudos, constantem ente sometidos a la rígi­
da disciplina militar de las legiones romanas, por lo que aspiraban,
aunque fuera solo por unos días, a mandar y no ser siempre manda­
dos ni sometidos al rigor militar, aunque luego el juego terminara mal.
Era como una dulce gota de agua de veneno.
Los soldados de la Torre Antonia, donde fue juzgado Jesús, también
eran aficionados a este juego, como lo demuestra esta fotografía que
tuvimos la suerte de sacar personalm ente. Y aunque el emplaza­
miento actual sea del tiempo de Adriano (hacia el año 135 de nues­
tra era), bien pudiera ser la misma que existía en tiempo de Jesús,
puesto que el enlosado no sufrió desperfectos durante la destruc­
ción de Jerusalén en el año 70, ni tampoco en la siguiente destruc­
ción que llevó a cabo el mismo Adriano, cuando la revuelta de Bar-
Kokeba.

93
Pues bien, siguiendo esta improbable teoría, a Jesús le “tocó”, sin
jugar,“ser rey”; de ahí su coronación de espinas. Pero, en este juego,
a pesar de sus muchas variantes, no existía una que tuviera tal de­
senlace. Además, los jugadores eran tan solo soldados, seres libres,
mientras que Jesús era un condenado, sin derecho humano alguno,
y menos el de participar en un juego. Creemos, pues, que la corona­
ción de espinas de Jesús fue motivada por algo más sencillo y, a la
vez, más lógico: al quedar Jesús sin derecho alguno, se podía hacer
con él cualquier cosa. De ahí que los soldados, conocedores de la
causa oficial de la condena a muerte -querer hacerse rey- concibie­
ran rápidamente la idea de “rendirle pleitesía” como a tal; cosa que
ejecutaron con el mayor sadismo y sarcasmo posibles.

¿P or q u é e se sa rc a sm o y e se sa d ism o ?
Eso también es lógico. Los soldados de que disponía Pilato, como
ya advertimos en los primeros capítulos, no eran judíos, sino extran­
jeros, enemigos de los judíos, tales como samaritanos, sirios, paganos
helenizaclos de la Decápolis, etc. todos ellos, como los romanos, sen­
tían una profunda aversión hacia los judíos y a su realeza, porque ha­
bían derramado mucha sangre en el transcurso de las muchas revueltas
para conseguir una relativa paz en este pueblo. Ahora, tenían con Jesús
una gran ocasión de demostrar su aversión y rechazo a los judíos.
Tras la idea inicial de “rendirle pleitesía”, y siendo tantos a imagi­
nar, podían haber formado un pequeño comité con el fin de dirigir
ese sangriento “homenaje”.Al no tener ningún signo externo de re­
aleza (motivo por el que había sido condenado), se pusieron a orga­
nizar una fiesta macabra. Lo prim ero que hicieron fue sentarle en
cualquier sitio..., que hiciese las veces de trono. Luego, le quitaron
sus vestiduras “de calle”, que estaban ensangrentadas y pegadas al
cuerpo flagelado, para ponerle las de “rey”. Debieron actuar violenta­
mente, por lo que las heridas producidas por los latigazos se reavi­
varon, con la siguiente nueva pérdida de sangre. El dolor de Jesús en
ese m om ento fue rápido, intenso y violento. Seguidamente, le pusie­
ron una capa corta, de color rojo, de las que ellos llevaban, como si
fuese el “manto real”.
Faltan dos signos externos de realeza, el “cetro y la corona”. De un
palo nudoso de aquellos que había en el montón de leña de que dis­
94
ponían para calentarse hicieron el cetro.Y de esa misma leña toma­
ron unas cuantas ramas finas que, por cierto, estaban llenas de espi­
nas; las ataron alrededor de una cuerda consistente que hacía como
guía del círculo oval que se ajustaba a la cabeza y trataron de aco­
modarlas como pudieron a ella. Como las espinas les hacían daño, se
valieron de palos para mejor ajustar las ramas y, a bastonazos, aco­
plaron las ramas punzantes al cráneo; momento en que aprovecha­
ron para apretar los cabos de la cuerda que, a su vez, servían de molde
inferior de la corona. Los cabos fueron anudados en la parte baja de
la nuca. Los evangelistas, al relatarnos el hecho de la coronación,
dicen: Y le daban palos y bastonazos (111).
Una vez “coronado rey”, había que rendirle pleitesía. El evangelio
nos relata cómo lo hacían: Y arrodillándose delante de él, le pega­
ban con la caña en la cabeza, le escupían y le decían: Salve, rey
de los ju d ío s (112).

“Y le daban golpes y bastonazos”

95
(Fotografía de las espinas del Ziziphus Spina Christi (árbol de la huerta del
Santuario de Regla, de Chipión a, Cádiz)). Foto José l u ís .

Aunque no se sabe con certeza, una tradición inmemorial ha visto


en estas ramas espinosas las del Z iziphus Spina Christi, una de las
diversas clases de azufaifo, planta muy abundante en los alrededores
de Jerusalén. Tiene entre dos y cuatro metros de altura; es de hojas
redondeadas y ramas espinosas bastante maleables. Las espinas son
largas, fuertes y abundantes.
Existen otros pareceres sobre la clase de árbol o arbusto de cuyas
ramas hicieron la cruz de Jesús.Todas ellas tienen, en teoría, la misma
probabilidad, porque las espinas son muy similares; pero tienen en
contra el hecho de que no existe sobre ellas la tradición inmemorial
que acompaña al azufaifo. Entre las que se citan, figuran:
- el Ziziphus vulgaris, otra clase de azufaifo;
- el Lacynum Spinosus, muy similar al árbol de cuyas ramas (pa­
recidas a juncos) está hecha la corona existente en Montmartre,
en París;
- el Poterium Spinosum, una especie de zarza muy corriente en
Palestina, citada por un profesor de la universidad hebrea de
Jerusalén;
- finalmente, entre otros, se menciona también al Crataegus mo-
nogima jacquin, o espino albar (vulgarmente llamado majuelo).
96
La forma de la corona de Jesús está muy lejos de ser esa franja o
diadema redonda, estrecha y estética que vemos en las pinturas y es­
culturas de nuestros crucifijos. Fue una típica corona oriental, en
forma de casco, que cubría la cabeza, desde cerca de las cejas, la parte
alta de la frente, toda la cabeza por uno y otro lado, hasta la nuca.
Aquí, en la nuca, es donde los extremos de las cuerdas que mantení­
an las ramas, eran firmemente anudados. Tampoco aquí los artistas
han tenido en cuenta la arqueología, ni la historia, sino que, al pintar
al crucificado, han buscado únicamente la estética.
Así pues, la forma de la corona era similar al pileu s romano, que
cubría las partes citadas de la cabeza. El pileus lo usaban para el tra­
bajo quienes habían sido esclavos y ya estaban liberados. En forma
de casquete era también la mayor parte de las coronas de los reyes

La corona que pusieron a Jesús, tenía form a de casquete.

97
orientales (la de los otros, tenían la forma de mitra). Esta forma d epi-
leus es la que tiene el dibujo que existe en la catacumba de Pretestato,
del siglo II. En la actualidad, tenemos un ejemplo de esta clase de co­
rona en forma de casquete: es la que se ponen los reyes del Reino
Unido durante ciertos actos oficiales y las que usan los patriarcas
orientales en sus funciones religiosas.
Al entrar las ramas de la corona en forma de casquete en la cabeza
de Jesús, las espinas rasgaron el cuero cabelludo, que tan fácilmente
sangra. No solo le hicieron sangrar abundantem ente, sino que pro­
vocaron desgarros serios en la cabeza, en la nuca y en la parte alta
del cuello. Al hablar de la coronación, los evangelios dicen que le
daban golpes y bastonazos; las espinas, debido a los golpes, produ­
jeron contusiones cerebrales, con la consiguiente rotura, más o
menos extendida, de pequeños vasos sanguíneos.
Los regueros de sangre fresca ocasionados por las espinas, se unie­
ron a la sangre ya coagulada de la cara y de la barba, producto de los
malos tratos anteriores. De esta manera, el rostro de Jesús quedó irre­
conocible. Cada bastonazo retumbó en la cabeza de Jesús, haciendo
vibrar la masa cerebral y produciéndole un aturdimiento, hasta lle­
gar a la insensibilidad de puro dolor. Aturdimiento, añadido al des­
concierto mental producido por lo ya citado anteriormente: hipo-
glucemia, fiebre, hipovolemia, etc., a la vez que el comienzo de las re­
acciones inflamatorias de las lesiones, con solución de continuidad,
en especial las de la flagelación.
No debemos perder de vista la hipersensibilidad del cuerpo de
Jesús para el sufrimiento, después de lo expuesto en el tema de la
hematidrosis.Añadamos a todo esto, el dolor persistente, secuela de
la flagelación. Al ponerle la clámide, o irrisoria capa real, sobre las
espaldas de Jesús, totalm ente llenas de heridas, se quedó pegada al
cuerpo. Antes de llevarlo a crucificar, se la desprendieron violenta­
mente, sin delicadeza alguna (recordemos que con los condenados
no podía haberlas), con lo que reavivaron las heridas de la flagela­
ción, con dolor intenso y nueva pérdida de sangre.
Lo que sucedió después,el evangelio se expresa sencillamente con
estas palabras: Y le quitaron la clámide, le pusieron sus vestidos y
lo llevaron a crucificar (113).

98
CÓMO ERA LA CRUZ DE JESÚS
La única fuente que podríamos tener para saber cómo era la cruz
de Jesús, serían los evangelios;pero estos no dicen nada sobre la forma
que tenía. Solo registran que los judíos pedían insistentemente cru­
cifícale, crucifícale.Y, posteriormente, que le llevaron a crucificar.

C rucifícale
Después de leer atentamente el Antiguo Testamento, puede extra­
ñar que los judíos pidieran la m uerte de Jesús p or medio de la cru­
cifixión, cuando la primera acusación fue: Se ha hecho Hijo de Dios
y según nuestra ley debe morir. En el Antiguo testamento aparecen
tres formas de ejecución entre los judíos: la lapidación, la hoguera y
la degollación.Y aunque hay escritores judíos que afirman seriamente
que hasta el siglo II de nuestra era no había otras formas de ejecu­
c io n e s históricamente cierto que Herodes empleó la estrangulación
para sus hijos Alejandro y Aristóbulo, así como para el sumo sacer­
dote Hicarno I. La Misná,VTI, I o, cita los cuatro métodos de ejecución
y el orden de gravedad. La estrangulación era más grave que la deca­
pitación.
Jesús es acusado por los jefes del pueblo de blasfemo, delito por
el que debe morir, según la ley de Moisés, por el método de la lapi­
dación. Esto es lo que hicieron poco tiempo después con un segui­
dor del Nazareno, Esteban, acusado de blasfemia (114).
¿Por qué pues, después de cada juicio, el grito persistente de cru­
cifícale, crucifícale, cuando se trata de un caso de blasfemia? Lo más
lógico es que, puesto que ellos no pueden matar a nadie, pidan per­
miso para lapidarle.
Hay varias explicaciones al hecho, entre ellas que, según todos los
testimonios, la crucifixión era el castigo más doloroso que había, y la
experiencia demostraba que era el torm ento más largo. Es decir, los
judíos deseaban todo lo peor para Jesús.
Además de la duración del tormento, la crucifixión se hacía con
gran parafernalia, mediante la cual se degradaba al máximo al conde­
nado; se le hacía un juicio público; tenía que ir desnudo durante el tra­
yecto (en el caso de Jesús, como hemos dicho, iba vestido porque
había sido flagelado anteriormente) en medio de insultos soeces,para

99
terminar debatiéndose en medio de los más atroces torm entos en la
cruz que, en aquel entonces era un suplicio reservado a los esclavos
y a los hombres de baja ralea y peor calaña. Deseaban pues, su má­
xima degradación.
Pero la razón principal y la peor de todas era que recaían sobre él
las palabras del Deuteronomio.Maldito el que es colgado de u n m a­
dero (115). Estas palabras de la ley de Moisés, aplicadas a Jesús, eran
las más hirientes para su persona, a la vez que lo excluían toda co­
nexión con la divinidad.
Es difícil encontrar otras razones que las expuestas para explicar
por qué los jefes del pueblo pedían su crucifixión, cuando la pena
por delito de blasfemia -del que se le acusaba- estaba castigado por
la Ley mediante la lapidación.
Y le llevaron a crucificar. Los evangelistas no dicen más. Ni si­
quiera insinúan cómo era la cruz, cómo la llevó ni cómo se realizó la
crucifixión. Por lo que, al no disponer de información alguna sobre
la materia, hay que recurrir a la Historia y a la Arqueología.

H isto ria
Varios pueblos antiguos, como los babilonios y los asirios entre
otros, usaban desde siglos atrás un torm ento llamado em palam ien-
to, del que luego derivó la crucifixión. El empalamiento consistía en
colgar al reo atado a la cima de un madero clavado en la tierra, con
las manos atadas, juntas unas veces, separadas otras. Los griegos odia­
ban la crucifixión y prefirieron otros métodos de castigo, como por
ejemplo, la cicuta. Así lo vemos en el caso de Sócrates, en el año 399
a. de C. Pero, al final, se adoptó la crucifixión después de la muerte
de Alejandro Magno, aunque pocas veces se utilizó. Los cartagineses
sí la usaron con frecuencia,y fue precisamente de Cartago y de Egipto
de donde Roma tomó este método de castigo. No era pues, un in­
vento romano, sino de procedencia foránea.
El pueblo romano aborreció desde un principio la crucifixión y
sentía pánico al hablar de ella. Para comprenderlo basta leer los clá­
sicos latinos que se hacen eco de tales sentimientos de reprobación
por parte del pueblo. Uno de los principales enemigos de este su­
plicio fue Cicerón, que tenía como maldita a la letra“C”,porque con
ella comenzaba la palabra cruz. En sus discursos A d Verrem, clama­
100
ba porque se prohibiera este torm ento para todos, y en especial para
el ciudadano romano.
En un principio, Roma solo lo aplicó a los esclavos. Recordemos a
Plauto, el autor que más escribió sobre sus costumbres y vida. En su
libro Miles Gloriosus, narra la conversación mantenida entre dos es­
clavos, que reproducimos aquí. En ella, uno pregunta al otro:
- ¿Cómo crees que será mi fin? Y el otro le responde:
- Mi padre murió en la cruz; mi abuelo murió en la cruz y su padre
también. ¿Tú qué piensas sobre el fin que me espera? (116).
Recordemos igualmente la rebelión de los esclavos, con Espartaco
al frente. Después de vencidos,fueron puestos cada uno en una cruz,
a todo lo largo de la vía que iba desde Capua hasta Roma. Era enton­
ces un suplicio reservado en exclusiva a los esclavos. Posteriormente,
a pesar de las protestas de Cicerón, en Roma se crucificaron a otros
condenados que no eran esclavos.Así, se aplicó prim ero a personas
de baja ralea y a los jefes de las bandas de ladrones; poco más tarde,
se condenó al suplicio de la cruz incluso a personas con ciudadanía
romana.
Roma impuso dicho suplicio en todas las Provincias del Imperio.
En ellas se crucificaba sobre todo a los jefes de levantamientos con­
tra la Metrópoli, con el fin de que sirviera de escarmiento, así como
a los desalmados y ladrones que causaban graves daños a la socie­
dad.
Al recordar a los revoltosos contra Roma, sabemos que después de
la muerte de Herodes el Grande, Quintilio Varo mandó crucificar a
dos mil judíos por intento de rebelión (117). Unos cuantos años más
tarde, en el asedio a Jerusalén, llevado a cabo bajo Vespasiano y pro­
seguido por su hijo Tito (años 66 al 70 d. de C.), se llegó a crucificar
a más de quinientos judíos diariamente, hasta el punto de que, entre
la madera que necesitaban para las máquinas de guerra y las que se
utilizaban para las cruces, los romanos talaron todos los árboles que
había en más de ochenta estadios alrededor de Jerusalén (118). El su­
plicio de la crucifixión fue finalmente abolida p o r el em perador
Constantino entre los años 314-315 a instancias de su madre santa
Elena.

101
A rq u eología
La cruz, tal como la entendemos ahora,“no existía”; se hacía en el
mismo m omento de unir los dos palos separados que la componían.
Esta idea se ha de tener muy en cuenta para saber qué es lo que llevó
Jesús camino del Calvario, tema que abordaremos en otro capítulo.
Digamos, de momento, que la cruz constaba de dos elementos prin­
cipales y constantes: el madero vertical clavado en tierra, el stipes, y
el madero horizontal o transversal, elp a tib u lu m . Algunas veces, por
razones especiales, añadían otros elementos, de los que hablaremos.
El stipes, o palo vertical. Consistía en un madero de bastante gro­
sor, de aspecto tosco, sin pulir, y de altura variable, según el modelo de
cruz. La parte superior terminaba en una especie de estrechez para
que entrara en la ranura que tenía el palo horizontal,para hacer la cruz.
El stipes estaba habitualmente colocado y clavado en tierra,en el mismo
lugar del suplicio. Así lo afirma Cicerón quien, en la obra citada, A d
Verrem, se queja de la mala impresión que causaba la entrada en Roma
por la puerta Esquilma, al ver la colina del mismo nombre llena de sti­
pes, esperando la llegada de condenados cargados con el patibulum .
Este mismo autor critica igualmente a Labieno que, en el campo de
Marte, había “plantado cruces” para suplicio de ciudadanos romanos
(se refería a los stipes, como veremos en el siguiente capítulo).
El hecho de estar clavado en tierra de antemano nos hace pensar,
como así sucedía en realidad, que un mismo stipes servía para mu­
chos condenados y que el condenado solo llevaba el p a tibulum .

El stipes o palo vertical estaba fijo. Uno solo servía para la


crucifixión de muchos condenados. El reo llevaba solamente
el patibulum o palo transversal.
102
Patibulum o p alo transversal. Era el madero que llevaba el reo
desde las dependencias judiciales hasta el lugar del suplicio.Una vez
que el condenado llegaba allí, era echado por tierra y crucificado en
él. Ya clavado, era levantado con el p a tib u lu m hasta la punta del sti-
pes, que entraba en la hendidura ya citada del palo horizontal (véase
el dibujo).
Se llamaba p a tib u lu m a este madero, porque era idéntico al que
usaban para atrancar las puertas por dentro, y que, una vez quitado,
la puerta -patebat- se abría. Su madera tenía que ser sólida y consis­
tente como la del stipes, porque debía m antener no solo la casi to­
talidad del peso del cuerpo, sino también debía soportar las violen­
tas tracciones que el crucificado estaba obligado a hacer para poder
sobrevivir.
Titulus o tablilla. Era un elemento constante pero accesorio. En
ella se escribía la causa de la condena del reo. Un soldado, que abría
la comitiva, la llevaba en alto durante todo el trayecto con el fin de
hacer saber a todo el pueblo la causa por la que iba a ser ajusticiado.
Una vez crucificado el reo, la tablilla se clavaba en la parte superior
del stipes, resaltando sobre la cabeza del crucificado. Se retiraba al
mismo tiempo que el cadáver, y terminaba en la fosa común junto a
los despojos del ajusticiado.
Seclile. Era un elemento accesorio e inconstante. Consistía en un
palo que salía aproximadamente del centro del stipes.Tenía la forma
de un cuerno de rinoceronte y su fin era que el crucificado se apo­
yara sobre él, como cabalgando. Los romanos no siempre lo emplea­
ban. Tan solo lo utilizaban cuando querían prolongar la agonía del
reo, por lo relevante de su personalidad o por el daño que había
hecho a la sociedad. Se utilizaba siempre en las Provincias, cuando
se trataba de jefes de rebelión.
Supedaneum .A partir de la Edad Media, aparece en algunos cru­
cifijos un trozo de madera en forma de cuña, sobre el que descansan
los pies clavados por separado. Es el llamado supedaneum . Su ori­
gen se debe a que las primeras representaciones de Jesús crucifica­
do se hicieron varios siglos después de que Constantino aboliera la
crucifixión. Los artistas no habían visto nunca una crucifixión,ni tam­
poco a un hombre crucificado. Solo habían escuchado o leído la frase
del evangelio: Y lo llevaron a crucificar.

103
Por otra parte, resultaba difícil clavar los dos pies, uno sobre el
otro en un mismo madero y con un mismo clavo. Para un artista, eso
no es estético. De ahí que algunos añadieron un trozo de madera,
donde podían clavar mejor ambos pies por separado. Su aparición
fue, por tanto, m ucho tiempo después de la época de la crucifixión
y fue inventado solamente para solventar una dificultad aparente, la
del clavado, y por estética. Pero carece de fundamento histórico y ar­
queológico. Los romanos nunca lo usaron, porque no existió.

M ed io s d e su jeción
Estos fueron los clavos y las cuerdas.Si bien los romanos usaron ambos,
habitualmente usaban solamente los clavos. Las cuerdas solo se utiliza­
ban en algunas partes del Imperio,donde era costumbre,como en Egipto
y Siria. Pero en estos lugares empleaban más veces los clavos solos que
las cuerdas; así, los condenados morían antes. El empleo de las cuerdas
solía hacerse por las mismas razones que expusimos al hablar del sedi-
le: prolongar la vida con más sufrimiento de todos los que ya hemos ci­
tado, en especial de los jefes de rebelión contra la Metrópoli. Los roma­
nos nunca empleaban al mismo tiempo las cuerdas y los clavos.
Hechos estos prolegómenos sobre la cruz en general, veamos ahora
la forma que tenía la cruz de Jesús, teniendo presente las clases de cru­
ces que se conocen. Dejamos de lado los nombres extraños que algu­
nos arqueólogos han dado a distintas formas de cruz, para circunscri­
birnos a los nombres de cruces que habitualmente conocemos. Se co­
nocen cuatro ciases de cruces: la cruz latina, la cruz griega, la cruz en
forma de tau y la cruz de san Andrés.
No consideraremos como cruz, ni creemos que deban considerarse
como tales a la cruz gamada tan usada por los nazis, la cruz de Caravaca,
ni mucho menos esas “cruces” de ciertos grupos esotéricos y esnobis-
tas, que ya estaban presentes en los jeroglíficos del antiguo Egipto,
mucho antes de la aparición de la cruz como instrumento de castigo.
La cruz “gamada”es un dibujo ancestral que existía antes de la cruz
que conocemos y cuyos orígenes se pierden en el tiempo. Desde
siempre, ha sido utilizada por los curanderos y magos bereberes, los
que, junto con otros signos, la empleaban como amuleto. Primero la
dibujaban en piel curtida de cordero, luego en tela y, en la actualidad,
en papel.Tras unos toques “mágicos”, se la entregaban a sus “pacien­
104
tes” para aliviarles los dolores. Estos bereberes jamás conocieron la
cruz, y menos aún como instrumento de tortura.Aparece frecuente­
mente en los dibujos de los mosaicos romanos de Volúbilis, antigua
ciudad romana; el emporio romano más internado en África, situado
a un kilómetro de la ciudad “santa”de Muley Idris y a 25 de Mequínez.

La c r u z latin a
Es la que actualmente conocemos en Occidente. En ella, el palo
vertical o stipes sobresale una cuarta parte, aproximadamente, del
palo transversal op a tib u lu m .Aparece varios siglos después de la abo­
lición de la crucifixión por Constantino, y es sin duda una variante
producida por la imaginación de los artistas. El titulas o tablilla donde
se escribía la causa de la condena no resultaba estética, debido a que
se clavaba en lo alto del stipes. Por dicha razón, fueron alargando el
palo vertical, de tal manera, que sobresalía considerablemente del
palo transversal. En lo alto de este alargamiento, colocaban escrita la
causa de la condena, pero como no cabía enteramente en el madero

105
-y menos en las tres lenguas en que estaba escrita- porque también
resultaba poco estético, decidieron escribir tan solo las iniciales en
latín: INRI, es decir, (I)esus (N )azarenus (R)ex (I)udeorum , o sea,
Jesús N azareno Rey de los Judíos.
Como vemos, tanto en a formación de la cruz como en la inscrip­
ción en ella escrita, se prefirió la estética, dejando a un lado la histo­
ria y la arqueología. Los romanos jamás usaron esta forma de cruz,
por lo que no pudo ser así la cruz de Jesús.

La c r u z g r ie g a
Los cuatro brazos de esta cruz son de dimensiones idénticas. Los es­
pecialistas, al tratar de explicar su origen, aducen las mismas razones
que para la formación de la cruz latina; si bien, en este caso, no son muy
convincentes. Lo único que se sabe es que esta forma de cruz aparece
en Asia Menor y en Grecia entre los siglos VIII y EX. Por las mismas ra­
zones anteriormente expuestas, tampoco pudo ser la cruz de Jesús.

La c r u z en f o r m a d e ta u g r ie g a (T )
En esta cruz, el stipes no sobresale del p a tib u lu m . Era la que ha­
bitualmente usaban los romanos en las crucifixiones. Existían dos
modalidades: la sublim is y la hum ilis\ para mejor entendernos, la
grande y la pequeña.
La cru z sublimis. Era la grande.Tenía una altura de algo más de
tres metros. En ella se crucificaba solo a las personas a quienes se
quería hacer resaltar de una manera especial, como los jefes de re­
belión provincianos, que se alzaban contra la Metróloli. Recordando
de nuevo la ya citada rebelión de los esclavos dirigida por Espartaco,
sus jefes fueron colocados en cruces sublim is o grandes. Fue igual­
m ente utilizada para crucificar al jefe de los cartagineses, Bomilcar,
una vez vencido, y para otros muchos personajes destacados, a tra­
vés de la historia, que sería largo enumerar aquí.
La cruz humilis. Era la pequeña.Tenía una altura algo superior a
los dos metros. Era la que habitualmente usaban los romanos, dentro
y fuera de la Metrópoli para los condenados comunes, sin relevancia
social alguna. En un principio se empleó solo para los esclavos. Luego,
también crucificaron en ella a los ladrones, y, finalmente, incluso a
ciudadanos romanos.
106
Después de esta visión general, en la que hemos visto las diferentes
formas de cruces, podemos concluir que la cruz empleada para cruci­
ficar a Jesús fue la que tiene forma de tau griega (T).Todo nos hace pen­
sar que fue la cruz hum tiis o pequeña, la ordinaria, la que se empleaba
para las personas de poco relieve social.Y ello por pruebas evidentes:
-Jesús era totalmente desconocido para Pilato,como hemos visto
en los capítulos anteriores. Su policía no le había señalado nada
anormal y menos aún que hiciera sospechar que Jesús fuese un
hombre peligroso par Roma. Su trato con los romanos era ex­
celente e incluso había curado al asistente de un oficial roma­
no; y sobre todo, al contrario que sus paisanos, hacía una clara
separación entre lo religioso y lo civil;
-Jesús estaba libre unos días antes, sin cargo alguno contra él;
- pero la prueba más evidente de que Jesús era un desconocido
para Pilato y que éste no le quiso resaltar, es que a su ejecución
se añadieron otras dos ejecuciones más, de condenados co­
munes. Y cuando un condenado era importante, porque tenía
cierta relevancia social y notoriedad, además de ejecutarlo en
la cruz sublimis, era ajusticiado solo, para que todos se fijaran
en él.
El caso de Jesús fue, pues, una ejecución corriente de un perso­
naje desconocido por las autoridades romanas que le condenaron
p or presiones de las autoridades judías. Los romanos no tenían in­
terés alguno en hacerlo resaltar; y mucho menos cuando, si nos fi­
jamos en los juicios expuestos anteriorm ente, observaremos los
grandes esfuerzos que hace el Prefecto para soltarle, puesto que le
creía inocente.
En resumen, la cruz de Jesús fue la que tiene forma de la letra grie­
ga tau (T); la pequeña o hum ilis, sin sedile, sin supedaneum y suje­
tado con clavos. Hemos recalcado cómo el sedile y las cuerdas se em­
pleaban solamente en algunos lugares del Imperio en los que era cos­
tumbre y se hacía con aquellas personas a las que se quería resaltar
para escarnio y alargar su agonía. En el caso de Jesús, no se podía alar­
gar la agonía, porque en Palestina la ley prohibía dejar los cadáveres
durante la noche.Además, hemos visto que murió pronto.Tampoco
tenía supedaneum porque nunca existió más que en la imaginación
de los artistas en su búsqueda de belleza estética.

107
¿P or q u é nos p re g u n ta m o s h o y cóm o f u e la c r u z d e J esú s?
Ya lo hemos constatado. Desde el siglo IV en que Constantino abo­
lió la crucifixión, hasta que se comenzó a representar el crucifijo, pa­
saron varios siglos.Ya se había perdido el significado de ignominia e
infamia que la cruz representaba, así como la idea de lo que era la
cruz, qué forma tenía y cómo se llevaba a cabo la crucifixión. La re­
presentación del crucifijo se fue haciendo poco a poco y de forma
tímida.Al principio, se mostraba a Jesús siempre glorioso, después de
la resurrección, con las manos extendidas, enseñando las llagas (muy
limpias) de los pies y de las manos; con un manto real y en actitud
de triunfador de la muerte. Algunas veces, le colocaban una cruz al
lado, mantenida de pie con el brazo derecho; era además una cruz
muy estética y muy bien pulida.
En los primeros tiempos del cristianismo, cuando aún existía la
crucifixión, los apóstoles y los primeros catequistas predicaban a
Jesús crucificado, triunfante de la muerte. No podían exponer la cruz
como medio de atracción por las razones comentadas de infamia y
de ignominia que significaba morir en ella. Esta ignominia era tal que
la casi totalidad de los familiares no asistían a la muerte del ser que­
rido, ni pedían seguidamente el cadáver para enterrarlo. De ahí que,
como nos dicen los clásicos latinos, los cadáveres de los crucificados
perm anecían en la cruz para pasto de las fieras y aves carroñeras; y
al final, lo que quedaba era arrojado a una fosa común.
Esa fue la causa po r la cual los cristianos de los primeros tiempos
nunca utilizaron el signo externo de la cruz para perpetuar la me­
moria de Jesús. Para comprobarlo, es conveniente visitar las catacum­
bas romanas más antiguas. Para conseguir el objetivo de su fe y per­
petuar la memoria de Jesús, utilizaban, entre otras cosas:
- la palabra, a través de las catequesis orales que recibían de los
apóstoles, los discípulos y los catequistas sobre la doctrina y
vida del Maestro .También usaban una pequeñas recopilaciones
que llamaban “Hechos y dichos del Señor”, que leían en sus reu­
niones;
- el ancla o áncora, como signo de esperanza y salvación. Jesús
era todo esto para ellos;
- el pan, como alimento de vida. Vida del Espíritu;
- el pez, por el simbolismo y significado que le daban.
108
Se comprende que utilizaran la palabra, el ancla y el pan, debido al
concepto simbólico general que se tenía y que hoy día se sigue te­
niendo de esas tres cosas. Era muy fácil darles un simbolismo espiri­
tual. Sin embargo, era más difícil ver la relación que existe entre un pez
y Jesús. Por eso, los primeros cristianos, hambrientos por perpetuar la
memoria de Jesús junto a sí,descubrieron que la palabra empleada para
designar el pez era, en lengua griega (I.X.O.U.S.), tomada por separa­
do, letra por letra, se conseguía el anagram a de su le en Cristo.

I X 0 U S
Iesus Xristos Zeu Uios Soter
Jesús Cristo de Dios Hijo Salvador

Así se comprende mejor que la figura del pez apareciera en las ca­
tacumbas y en todas las representaciones que hacían los primeros cris­
tianos para recordar su fe.A la vez, era una forma sutil de despistar a la
policía estatal en caso de persecución .Así pues, la presencia del pez al
lado del pan y del ancla, era el principal recuerdo de Jesús como

Mosaico del siglo V en Tabga, lugar de la multiplicación de los panes y los peces.
109
Salvador, alimento del espíritu y esperanza del creyente Además de que
formara el anagrama de Cristo, le daban también al pez otros signifi­
cados de gran calado espiritual. Uno de ellos nos lo explica Tertuliano
al hablar del bautismo: ¡VosoIros somospececillos, como nuestro Pez,
Cristo Jesús. Nacemos en el agua (bautismal) y no nos salvaremos si
no perm anecem os en el Agua (en el bautismo y su significado).
Con estos y otros ardides, los cristianos de las catacumbas eludían
la crudeza de la cruz, en aquel entonces símbolo de la mayor infamia
e ignominia, a la vez que mantenían constantemente viva la fe en
Jesús y su doctrina.
En resumen, a la pregunta: ¿Por qué nos preguntamos ahora cómo
era la cruz en la que murió Jesús?, podemos afirmar lo siguiente:
- la representación de la cruz y del crucifijo, como signo públi­
co del cristiano, se inició varios siglos después de la abolición
de la crucifixión por el emperador Constantino (años 313-315);
- cuando los artistas se decidieron a representar a Jesús crucifi­
cado, ninguno de ellos había visto nunca una crucifixión, ni co­
nocía la forma de la cruz usada por los romanos en tiempos de
Jesús. La única fuente de fe inspiración eran las escuetas pala­
bras del evangelio:Y le crucificaron;
- estas primeras representaciones tampoco eran hechas con la
crudeza de un Jesús crucificado, sino un Jesús resucitado, en ac­
titud gloriosa, como triunfador de la muerte.

110
LLEVAR LA CRUZ
Fracasado el reiterado intento de salvar a Jesús, Pilato le condenó
a muerte por crucifixión. Era costumbre romana que, una vez dicta­
da sentencia de muerte, se ejecutara al reo lo más rápidamente po­
sible. Se basaba esta costumbre en que el reo, ya condenado por la
ley, quedaba fuera de ella; por consiguiente, perdía todos los dere­
chos sociales y personales que pudieran protegerle. No merecía ser
tratado ni siquiera con los más elementales sentimientos humanos
(esta fue la causa de la cruel e inusitada coronación de espinas de
Jesús, de la que acabamos de hablar).Ante este desamparo absoluto,
era obligatorio hacer desaparecer al desprotegido.
El lugar de la ejecución de la sentencia era siempre fuera de la ciu­
dad, aunque en un lugar no demasiado alejado, para que el reo, ya
suspendido y elevado en lo alto, pudiera ser visto p o r la gente y que
su castigo sirviera de escarmiento.
La distancia que recorrió Jesús desde el lugar del tribunal hasta el
de la ejecución, llega apenas, en teoría, a un kilómetro. Sin embargo,
no sabemos con exactitud qué distancia recorrió, porque desconoce­
mos el camino escogido para ir desde IaTorre Antonia hasta el Calvario.
Los romanos acostumbraban, en estos casos, como lo atestigua
Quintiliano (119), ir por las calles principales con gran boato y a las
horas en que más gente hay, con el fin de impresionar y amedrentar.

Cómo iban al lugar del suplido, cuando los condenados eran varios.

111
Aun así, vistos los posibles recorridos que pudieran haber escogido,
la distancia entre ambos lugares estaba entre los seiscientos y los no­
vecientos metros.
Llegada la hora de salida hacia el lugar de la ejecución, según la ley
romana, el condenado estaba obligado a “llevar su cruz”, así lo afirma
Plutarco. Pero ya hemos visto cómo la cruz completa, tal como la en­
tendem os hoy en día, no existía, sino que se hacía en el mismo lugar
y en el mismo momento de la ejecución.También conocemos que el
slipes estaba ya allí clavado; de ello se deduce, como queda adverti­
do, que un solo stipes servía para muchas ejecuciones y que el con­
denado llevaba solo el palo horizontal o patib u lu m . Así lo afirman
los clásicos latinos, en especial Plauto quien, en su obra Carbonaria,
dice: Que él (el reo) lleve su p a tib u lu m a través de la ciudad y luego
sea clavado en la cruz. Lo mismo afirma Plinio y Dionisio de Haliear-
naso en su Historia Romana (120).
En consecuencia, el reo -en este caso Jesús- llevó solo el palo hori­
zontal y no la cruz entera por razones obvias. La expresión "llevar la
cruz” no aparece en ningún texto griego en el que están escritos los
evangelios.Tampoco en las traducciones latinas de la época.Y pasó un
tiempo, hasta que, por sinécdoque, se aplicó el significado de la pala­
bra “cruz”, describiendo el todo por la parte, al hablar del patibulum .
Es lógico y razonable que Jesús no pudiera llevar la cruz entera.
Primero, porque no era la costumbre; luego, porque el estado físico
de Jesús le dejaba incapaz de esfuerzo alguno. Además:
- el palo horizontal, el patibulum, debía de pesar como mínimo
unos cuarenta kilos, pues debía de ser grueso, fuerte, de unos
dos metros, capaz de m antener casi la totalidad del peso del
cuerpo, tal como explicaremos al hablar del “Clavado de las
manos”,y, además,para poder soportar las tracciones violentas
que todo crucificado debía realizar para no morir de asfixia en
pocos minutos;
- el stipes, el palo vertical, de algo más de dos metros, pesaría
como mínimo unos sesenta kilos, por las mismas razones ex­
puestas al hablar del patibulum;
- el total de la cruz entera superaba los cien kilos, un peso que
de ninguna manera podía llevar Jesús, debido a su estado la­
mentable y agotamiento físico.
112
Para una mejor comprensión de la debilidad física de Jesús y, en con­
secuencia, la imposibilidad de llevar la cruz entera, recordemos some­
ramente su situación orgánica. El límite de debilidad era tal que tam­
bién hubiera muerto en pocas horas, de no haber sido crucificado:
- tiene una anemia gravísima, provocada por tanta pérdida de san­
gre, acaecida en cada apartado que hemos ido estudiando. Esto,
unido a la pérdida de líquido sudoral, incluida la perspiratio in-
sensibilis durante más de cuarenta y ocho horas, le había pro­
ducido una insuficiencia respiratoria muy grave, una hipoten­
sión arterial severísima, que le dejaban sin fuerza alguna, inclu­
so para mantenerse de pie;
- el ayuno, por falta de aporte energético en más de cuarenta y
ocho horas, produjo en Jesús una gran hipoglucemia, que tam­
bién hacía estragos en sus fuerzas físicas;
- a la insuficiencia respiratoria, provocada por la anemia, se sumó
otra causa que la aumentó y la agravó mucho más: la flagelación.
Por sí sola, aun no teniendo en cuenta lo anterior, la flagelación
produjo una severísima insuficiencia respiratoria, debido a que
lesionó todos los principales órganos del sistema ventilatorio;
- la insuficiencia hepato-renal, causada por la flagelación, produ­
jo una grave disminución de glucógeno, así como cambios elec­
trolíticos y otras alteraciones biológicas internas incompatibles
con la vida, y que repercutían en su estado físico.
En la debilidad de sus fuerzas intervino también su estado febril,
que había comenzado ya en Getsemaní y que fue aumentando con­
forme iba perdiendo sangre, y por el comienzo de infección e in­
flamación de las heridas de la flagelación.Todo este cúmulo de cau­
sas había disminuido tanto su energía física que se encontraba en el
límite de su resistencia. Estaba además inestable, tambaleante, con
visión borrosa, etc. ante esta situación es lógico que no pudiera so­
portar un peso de cien kilos o más, como podría haber pesado la
cruz entera.
El evangelio confirma su estado físico, cuando afirma que le qui­
taron lo que llevaba encima que, como hemos constatado, era úni­
camente el p a tíb u lu m , ciertamente, no podía más.
Antes de que la comitiva comenzara a andar camino del Calvario,
los soldados le quitaron la capa que le habían puesto para mofarse

113
de él durante la coronación de espinas y le pusieron sus vestidos. En
consecuencia, se reanudó el dolor, y las heridas volvieron a sangrar.
A continuación, colocaron el madero sobre la parte superior de la es­
palda, casi rozando la nuca. Los brazos estaban extendidos sobre él,
y atados con cuerdas. La extremidad derecha de la cuerda cruzaba el
cuerpo por delante, para ser atada al pie izquierdo a la altura del to­
billo. Era la sujeción más segura para que el reo no pudiera huir. Pero
esto hacía que elp a tib u lu m no fuera recto sobre la espalda, sino mo­
lestamente ladeado y, por tanto, más penoso de llevar.
Atados los brazos a lo largo del madero, Jesús no podía defender­
se de las molestas moscas y otros insectos que pululaban alrededor
de la sangre y del sudor. Lo peor era que, en caso de caída, sería de
bruces; y en caso de querer amortiguar el golpe, tenía que poner la
rodilla derecha. Jesús, sin duda, se cayó más de una vez, debido a la
falta de fuerzas físicas, por las razones expuestas.
Lo más probable es que llevara la corona de espinas, que hacía
poco le habían puesto en la “coronación”; fue la última barbaridad
que com etieron con Él antes de llevarle a crucificar. La caída, en este
caso, aumentaría el dolor, por el duro golde del madero contra la
corona, lo que haría penetrar aún más hondam ente las espinas.Aun
sin caer, el dolor sería constante e intenso por el roce continuado
del madero sobre ella.
Colocado el madero sobre la espalda de Jesús, se oyó un bocinazo
dado con la tuba desde lo alto de la Torre Antonia. Era la señal para
que la comitiva se pusiera en marcha, guiada p or un centurión ves­
tido con traje de “campaña”. Cada centurión (exator m ortis) man­
daba cuatro soldados. En el caso de Jesús, eran doce, por ser tres los
condenados. Este número aumentaba si se temían desórdenes debi­
do a la personalidad o conflictividad del reo. Detrás del centurión y
precediendo al reo, iba un soldado con la tablilla o titulus, en la que
estaba escrita una inscripción en tres idiomas: hebreo, griego y latín.
Así, todos podían enterarse de las causas de la condena, por ser los
tres idiomas que se hablaban en la región.
Si los condenados eran varios, y todos con el mismo delito, ade­
más de la tablilla escrita con la causa general de la condena, cada
uno llevaba otra más pequeña atada al cuello y con su nombre. La
tablilla o titulus de Jesús ya la conocemos; en ella se leía: Jesús de
114
N azareno Rey de los Judíos. Este titulas, una vez crucificado Jesús,
se clavó en lo alto del stipes y allí perm aneció hasta que el cadáver
del crucificado se bajó de la cruz. El final de la tablilla acompañaba
siempre los despojos del cadáver.
Existía igualmente otra costumbre mientras iban caminando hacia
el suplicio. Se le ataba al reo con una gruesa cuerda, unas veces por
el cuello, otras por la cintura, y se tiraba de la cuerda, en el caso de
que el reo fuese remiso a caminar. Con Jesús no harían excepción;
por lo que, debido a su delicada situación física, que hacía que ca­
minase muy lentamente, tambaleante, indeciso, más de una vez tira­
rían al principio, sin compasión, al creer que se resistía. Quizá algún
tirón provocó la caída de bruces, pues las manos no las podía usar
como defensa por tenerlas atadas al madero. Posiblemente dejaron
de tirar cuando comprobaron la realidad: Jesús no podía más. Por lo
que, ante tantas caídas debidas a su deplorable estado, dejarían de
tirar, y, al final, le quitaron el madero.
La situación de Jesús era muy grave y comprometida para el cen­
turión, pues la ley obligaba a que el reo llegara vivo al lugar del su­
plicio para ser crucificado vivo. Esa fue la razón por la que el jefe exi­
miera a Jesús de llevar la cruz. De fallecer el reo en el trayecto, la ley
era muy dura con el exactor mortis, en este caso, el centurión. Desde
ese momento, y ante la gravedad de la situación, el centurión orde­
nó que fuese mantenido de pie y sostenido por dos soldados con el
fin de que llegara vivo al Calvario.
Jesús hubiera podido tener algún alivio externo de haber acepta­
do el vino mirrado que le ofrecieron, en el transcurso del camino,
unas mujeres de la cofradía de la Misericordia, de la que hablaremos
más adelante. Pero él no quiso alivio ninguno (121).
Otra costumbre era que, durante el trayecto, los mirones, aprove­
chando el paso del reo, se desahogaran de sus problemas lanzando en
voz alta toda clase de improperios, insultos y barbaridades, dando así
la sensación de carecer de los más elementales sentimientos humanos.
Jesús no se libraría de esa costumbre inhumana; y mucho menos des­
pués de que una parte del pueblo se viese fogueada por los jefes del
pueblo para que pidiese su muerte en cruz.Aunque también sabemos
que de entre los mirones hubo gente que se compadeció de él.

115
La plebe trataba de olvidarse de sus problemas insultando al condenado mien­
tras caminaba hacia el suplicio.

La situación que hemos expuesto sobre el estado físico de Jesús,


hasta el hecho de que le retiraran el madero con el fin de que pu­
diera llegar vivo al Calvario, nos hace pensar que el tiempo emplea­
do en recorrer el trayecto desde la Torre Antonia hasta el lugar de eje­
116
cución fue mucho más largo que lo habitual. Los expertos piensan
que se prolongó durante unas dos horas y media, pues, como hemos
visto,Jesús tenía muchas dificultadas para mantenerse de pie.A esto
hay que añadir la costumbre romana de hacer estas manifestaciones
en cumplimiento de la justicia con gran calma y mucho boato para
impresionar a la gente. Esta manera de proceder se acentuaba aún
más en las provincias del Imperio, con el fin de evitar rebeliones con­
tra la Metrópoli.
Una tradición medieval afirma que, camino del Calvario, hubo una
mujer valiente llamada Verónica que surgió de entre la multitud y lim­
pió la cara sudorosa y polvorienta de Jesús; y éste, a su vez, premió
su gesto dejando impreso en el paño la imagen de su rostro. Nada de
ello nos dicen los evangelios, ni tampoco se cita en los escritos de
los primeros siglos del cristianismo. Lo más seguro es que se trata de
una tradición piadosa que apareció en los siglos XII o XIII, al referir­
se a un lienzo en el que se decía que estaba impresa la verdadera ima­
gen del Señor. Históricamente, carece de fundamento.Tampoco se
sabe con certeza la etimología del nom bre “Verónica”,pues cada autor
que habla del caso, le da un origen distinto. Lo más probable es que
se deba a la unión de dos palabras:“Vera” igual a verdadera, e “leona”
igual a imagen:“Verdadera imagen”.
Constatemos igualmente que Jesús no fue sometido a la costum­
bre romana -que existía en todos los lugares del Imperio- de ir des­
nudo durante el trayecto desde el tribunal hasta el lugar de ejecu­
ción. Lo dice expresamente el evangelio:“Le (¡Hitaron la clámide, le
pusieron sus vestidos y le llevaron a crucificar ”.Hemos citado una
de las razones de la desnudez de los condenados: poder cumplir con
la ley que ordenaba una flagelación previa a la ejecución. Esta se hacía
en el camino, desde el lugar de la sentencia hasta el de la ejecución.
Jesús ya había sido flagelado, y de una manera brutal, y la ley no per­
mitía hacerlo dos veces.
Otra de las razones es que los romanos, como dice varias veces
Flavio Josefo, eran condescendientes con las costumbres de los pue­
blos sometidos. Y la costumbre, en Israel, era no ir totalmente des­
n u d o s ,^ ejecutarlos totalmente desnudos.ios romanos, dice Flavio
Josefo, nunca fu e rz a n a los pueblos sometidos a quebrantar su ley
patria.

117
CÓMO FUE CRUCIFICADO JESÚS
Por todo lo anteriormente dicho, conocemos cómo era la cruz de
Jesús y cómo la llevó. Corresponde ahora saber cómo fue crucifica­
do en ella. Los evangelistas tampoco dicen nada al respecto. Solo afir­
man que al llegar al lugar de la Calavera, le crucificaron (122).
Para que nos podamos aproximar a la realidad, hemos de tener en
cuenta algunas ideas expuestas anteriormente. En especial:
- que la cruz, tal como la conocemos hoy, no existía; se hacía en
el momento de ensamblar las dos partes que la componían: el
stipes o palo vertical, y el patibulum o palo horizontal;
- que el stipes estaba ya clavado de antemano en el lugar del su­
plicio, como nos lo confirman todos los clásicos latinos de la
época quienes, como Plauto,nos afirman que el reo llevaba solo
el patibulum.
Esto nos confirma que en el momento de la crucifixión del reo la
cruz todavía no estaba hecha, porque los romanos no crucificaron
nunca al condenado sobre lo que hoy llamamos cruz (la cruz ente­
ra), debido a las grandes dificultades y problemas que eso conlleva.
Así pues,
- si la cruz entera estuviese ya clavada en tierra. Clavar las manos
y los pies de una persona en la cruz ya hincada en el suelo, traía

118
consigo tales dificultades y problemas que no solo los romanos
nunca lo hicieron, sino que hasta los propios artistas posterio­
res de todos los tiempos se han hecho eco de estas dificultades
y no han escogido esta forma de representar la crucifixión de
Jesús. Y, como toda regla tiene su excepción, para que lo sea,
este caso también tiene una notable excepción: es la del artis­
ta Fra Angélico, dominico, gran pintor medieval, que lo repre­
senta así, en un solo cuadro, el que realizó en el muro de su ha­
bitación de Prior, n° 36,del convento de San Marcos de Florencia.
- si la cruz entera está echada por tierra.Tampoco está exenta de
dificultades y problemas en crucificar a un reo con la cruz echa­
da en el suelo. Es más, las dificultades son mayores que en la
forma anterior, porque es una maniobra peligrosa levantar 180
kilogramos aproximadamente, e introducir la cruz en un agu­
jero pequeño hecho en la tierra ad hoc.
Ninguna de estas dos formas fue usada por los romanos para lle­
var a cabo la crucifixión debido a las serias dificultades que entra­
ñaban. Por otra parte, los soldados eran gente experta y ya habían ad­
quirido una práctica sencilla y corta que se llamaba m ore romano.
Pero sigamos a Jesús. Sostenido, tambaleante, reflejando en su físi­
co el cuadro de sufrimiento que hemos descrito en el capítulo “Llevar
la cruz”,Jesús llega al lugar del “Cráneo” o de la Calavera (en hebreo
Gólgota), así llamado porque esta prominencia pétrea tenía cierta si­
militud con esa parte del cuerpo.
El Calvario, o lugar del Cráneo era una cantera de piedra blanque­
cina calcárea, que había sido abandonada debido a la deficiente cali­
dad de su material para la construcción. Se escogió pues como lugar
de ejecuciones porque reunía buenas condiciones de visibilidad.
La cima de esta cantera era el lugar exacto de las ejecuciones. Su al­
tura era de seis a ocho metros, por lo que podían contemplar a los cru­
cificados no solo los que iban expresamente a verlos, o los que entra­
ban y salían por la puerta, sino también los habitantes que se hallaban
dentro del recinto amurallado,porque sobresalía por encima de las mu­
rallas. La subida a la cima de esta prominencia se hacía por medio de
unas escalerillas rústicas hechas en la misma piedra. Jesiis, para poder
subirlas, sin duda tuvo que ser ayudado. Una vez arriba,Jesús se quedó
a unos dos metros de donde se hallaba clavado el stipes.

119
De los tres que van a ser ajusticiados Jesús debería ser el primero a
causa del gravísimo estado general en que se encontraba. Comenzaron
por quitarle su propio vestido que le habían puesto en laTorre Antonia
para llevarle a crucificar;por supuesto,lo hicieron sin miramientos,de
un golpe;por lo que la tela,ya pegada a las llagas producidas por la fla­
gelación, reavivó las innumerables heridas, que volvieron a sangrar. Al
mismo tiempo, las múltiples terminaciones nerviosas que afloraban
en la piel escoriada ejercieron de portavoces al cerebro y a todo el
cuerpo del atroz dolor que le produjo la violencia del acto.
También sin miramientos, de una manera violenta, fue arrojado al
suelo, hacia atrás, boca arriba, de tal manera que la parte superior de
la espalda y el comienzo del cuello quedaron rozando con el pati-
bu lum que estaba en el suelo. Probablemente, no le habían quitado
la corona de espinas, pues fue lo último que le hicieron antes de lle­
varlo a crucificar, en cuyo caso, dejamos al lector que se haga eco del
momento. Las heridas sangrientas de la espalda se llenaron de tierra
y de cantidad de piedrecillas irregulares, sensibilizando vivamente
aún las terminaciones nerviosas. Como el stipes estaba fijado de an­
temano, le clavaron sobre elp a tib u lu m o palo horizontal que se ha­
llaba tirado en el suelo.

Jesús fu e crucificado sobre el patibulum, que estaba en el suelo.

Los soldados extendieron los brazos de Jesús sobre el madero.


Fijando bien la muñeca de una de las manos, pusieron el prim er clavo
sobre el pliegue del carpo; un par de martillazos, no muy fuertes, bas­
taron para perforarlo. Al llegar al madero, dieron con más fuerza al
martillo para atravesar la madera. Lo que sucedió en ese momento,
aparentem ente trivial, ya se explicará cuando hablemos de las “Llagas
de las manos”. Luego, extendieron la otra mano lo más posible para
120
que el cuerpo, al quedar suspendido, no hiciese demasiado comba;
repitieron la operación para sujetar bien la muñeca con otro clavo.
Los verdugos eran especialistas en la ejecución; ya habían realiza­
do muchas veces esa maniobra. En todo el proceso no rompieron ni
un solo hueso, porque introdujeron los clavos p or un lugar apropia­
do, donde la sujeción es la más fuerte del cuerpo humano; tampoco
perforaron ninguna arteria importante, así evitaron que muriera de
hemorragia aguda.
Quedaba solo por clavar los pies. Era tarea fácil y no existía mucha
complicación. Cruzaron levemente los muslos y las piernas; dobla­
ron un poco hacia arriba las rodillas, haciendo estas un ángulo pos­
terior de 120°. Pusieron un pie sobre otro, el izquierdo sobre el de­
recho, y clavaron. No podían estirar mucho las piernas y clavar los
pies muy abajo, porque Jesús no podría moverse en la cruz, tenien­
do como punto de apoyo el clavo de los pies, ni tampoco podría re­
montar su cuerpo para respirar aire oxigenado y echar el viciado. De
no hacer esto, hubiera muerto rápidamente por asfixia. Un clavo fue
suficiente para cada mano y un tercero para los pies.Volveremos más
extensamente sobre el tema en su momento.
Como señalamos en el capítulo “Llevar la cruz”,Jesús no estuvo en
la cruz desnudo,ni fue crucificado desnudo.Sí era costumbre en Roma
y en otros lugares del Imperio, pero no lo era en Israel, como hemos
constatado, por pudor, costumbre que los romanos respetaban.

121
Al igual que todos los crucificados, Jesús, en la cruz, estuvo per­
m anentem ente vigilado por la guardia militar, compuesta por los
mismos soldados que le habían conducido al Calvario y que le habí­
an crucificado. Esta guardia era siempre obligatoria, con el fin de evi­
tar que alguno de sus familiares o amigos pudiera desclavar de la cruz
al condenado. La guardia estuvo pues, hasta el momento de la muer­
te, como era costumbre, cosa que registran los evangelios; como tam­
bién registran el cambio de actitud de sus componentes, hasta el
punto de que el jefe del pelotón de ejecución exclamó al final: Ver­
daderam ente este hom bre era inocente.

Esta guardia permaneció hasta que Pilato concedió el cadáver de


Jesús a José de Arimatea y se lo llevó a enterrar a un sepulcro de su
propiedad. La justicia humana se había cumplido.
Existía la costumbre de que todas las pertenencias de los ajusticia­
dos pasaran a propiedad de los componentes de la guardia, a partes
iguales. En el caso de Jesús, no tenía más que lo puesto, la túnica. Les
dio pena hacer cuatro partes de ella, por ser de una sola pieza (123);
p or ello, decidieron sortearla a los dados, que siempre llevaban con­
sigo, para, en momentos de ocio, jugarse el sueldo o pasar un rato di-
vertido.Así lo hicieron. Sería interesante saber lo que hizo con ella el
afortunado soldado al que le tocó, al margen de las fantasías del cine.
122
LAS LLAGAS DE LAS MANOS
En el capítulo “Cómo crucificaron a Jesús” hicimos solamente un
esbozo sobre las llagas de las manos, sin profundizar. No obstante, se
trata de una materia que merece ser estudiada monográfica y exten­
sam ente por la im portancia que tiene dentro de la crucifixión.
Explicaremos en qué lugar de las manos pusieron los clavos a Jesús,
la fisiopatología que conlleva tal localización, así como la repercu­
sión que tuvo dicho acto en las tres horas que aproximadamente es­
tuvo clavado en la cruz.
El clavado de las manos en una crucifixión, a primera vista y de
una manera teórica, se podría hacer en tres lugares: la palmas, la ar­
ticulación cúbito-radial-inferior y en el carpo o muñeca.

1. Las p a lm a s
Casi todos los imagineros y pintores nos han acostumbrado a ver los
clavos de los crucifijos en las palmas de las manos. Cuando se lee la his­
toria de los estigmatizados, se observa que también tienen señales de
las llagas en las palmas. Sin embargo, las innumerables experiencias lle­
vadas a cabo en esta materia prueban, con evidencia incuestionable, la
imposibilidad de que las palmas de las manos puedan soportar el peso
de un crucificado. Ha sido el doctor Barbet quien más ha estudiado este
problema por medio de repetidas experiencias. Por eso, en él nos ba­
saremos y a él le seguiremos en una buena parte de este capítulo, por
considerarlo una de las mayores autoridades en la materia (124).
¿Por qué los imagineros y los pintores ponen los clavos en las pal­
mas de las manos? El origen debemos buscarlo en las razones ex­
puestas al hablar de la cruz. La representación de Jesús crucificado
se inició varios siglos después de la abolición de la crucifixión por
parte del emperador Constantino, a comienzos del siglo IV. Cuando
los artistas quisieron plasmar un crucifijo, no conocían ningún as­
pecto de la crucifixión, ni cómo se había llevado a cabo. Los libros
de los autores clásicos, en los que se habla de ella, no estaban al al­
cance de todos; pero sí podían leer los evangelios, escuchar la Pasión
de Jesús en las iglesias y leer los salmos.
Si leían los salmos, podrían prestar atención a este versículo:
Traspasaron m is m anos y m is pies (125). Luego, si leía el evangelio

123
de san Juan después de la Resurrección, cuando Jesús se dirige a
Tomás: Mira m is m anos y m is pies. Mete tu dedo en las llagas de
m is m anos (126). Basados en estos textos, y sin buscar más allá, es­
taban seguros: las manos eran las palmas.
Dentro de la Edad Media, tenemos el caso de san Francisco de Asís.
Posteriormente aparecen otros estigmatizados,y en todos ellos se ob­
serva que las estigmas los tenían en las palmas de las manos. No había
duda, pues, de que estos “sucesos extraordinarios” confirmaban la
idea preconcebida de que cada vez que se nos hablaba de las manos,
se refería a las palmas. Lo que habían deducido al leer los evangelios
y los salmos venía a confirmarse en el hecho de los estigmatizados.
Ahora bien, los estigmas, amén de ser fenómenos paranormales, dig­
nos de otros estudios, no pueden resolvernos el problema, porque
cada estigmatizado es diferente de los demás, tanto en la forma de
los estigmas como en su localización: así, mientras en algunos apa­
recen en el centro de la palma, en otros es en la parte superior, infe­
rior o lateral de ella. ¿En cuál de ellos nos fijamos si cada uno tiene
una localización diferente?
En cuanto a la forma, suele ser lo mismo. En unos es como una he­
rida profunda; en otros, una simple escorización de la piel, y en otros,
con fue el caso en san Francisco de Asís (la única impresión de lla­
gas reconocida por la Iglesia), su historiador, Celano, nos dice que
“eran unas excrecencias carnosas en fo r m a de clavo remachado,
que sobresalían p o r el dorso de la m a n o y p o r las p a lm a s”.
La Biblia, tanto en los salmos como en el evangelio, nos habla de
las “manos”. Pero al definir qué son las manos y qué elementos las
com ponen,no corresponde ni al vulgo, ni al artista, sino a la Medicina
en su sección de Anatomía; y todos los profesores anatómicos de
todos los tiempos han estado y están de acuerdo en que las manos
las componen: el carpo, el metacarpo y las falanges; es decir, muñe­
ca, palma y dedos.
Una vez conocido lo que son las manos, según la Anatomía, vamos
a ver cómo es imposible que Jesús fuera crucificado por las palmas.
Seguiremos al doctor Barbet, que realizó multitud de experiencias
con cadáveres recientes, y en brazos cortados en cirugía obligatoria,
que en ambos casos tienen la misma resistencia que in vivo. Por ellas
se lia podido comprobar, por un lado, que puesto un clavo y otro...,
124
decenas de veces, en la palma de la mano y con un peso mediano de
unos cuarenta kilos, los tejidos de las palmas comenzaban a desga­
rrarse, y antes de diez minutos el clavo llegaba a las falanges. Esto sin
hacer tracción alguna sobre el peso. Lo que prueba que Jesús, ni nin­
gún otro crucificado, podría estar sujeto a la cruz p o r las palmas.
Porque, si esto sucede con un pequeño peso, y en reposo, en el cru­
cificado debe tenerse en cuenta no solo el peso que soporta la mano,
sino las fuertes tracciones que él debe realizar en la cruz para no
morir en breves minutos, como explicaremos en su debido tiempo.
Se puede sugerir que, añadiendo una pequeña sujeción con cuerdas,
podría un condenado ser crucificado p or las palmas. Pero ya hemos
hablado ampliamente de ese tema y no conviene volver a hacerlo
ahora.
Por otro lado, si lo dicho anteriorm ente es cierto,y confirmado por
multitud de experiencias médicas, las matemáticas corroboran aún
más esta certeza.Veamos:
Se puede pensar que si Jesús tenía un peso aproximado de 80
kilos; el soporte de cada brazo sería de cuarenta kilos. Pero esto
no es exacto, pues las matemáticas nos enseñan que la des­
composición de un peso P en dos fuerzas simétricas oblicuas,
da valores superiores. Así, el peso P de Jesús (unos 80 kilos), no
es suficiente dividirlo por dos (los dos brazos), sino dividirlo
por dos y multiplicarlo por coseno (x), siendo x el valor de las
fuerzas simétricas oblicuas, con la vertical (el cuerpo).
No es 80/2, sino 80/(2 * cos(x)), siendo x = 65°, que son los gra­
dos que tiene el ángulo que vemos en el dibujo. Por tanto, la fór­
mula resulta:
8 0 /(2 * c o s (6 5 ))
Esta fórmula matemática, según lo dicho, nos prueba que de
cada brazo de Jesús, suponiendo un peso de 80 kilos, pendían
unos 95 kg (noventa y cinco kilos). Más axactos:
8 0 /(2 * c o s (6 5 )) = 8 0 /(2 * 0 ,0 4 2 2 6 1 8 2 6 ) = 80/0,84523652
= 94,64806371 kg
Imposible pues, que el tejido blando de las palmas pudiera so­
portar más de 94 kg de peso cada una, al que hay que añadir las
fuertes tracciones ya citadas que todo crucificado debía reali­
zar para no morir rápidamente de asfixia.

125
Con esta exposición matemática no pretendem os satisfacer la cu­
riosidad al fijar el peso del cuerpo de Jesús. Nuestro único interés es
confirmar que, con un peso supuesto, de 80 kg, y aun menos, era im­
posible que fuera clavado por las palmas.
Pudiera alegarse que, puesto que Jesús estaba también clavado por
los pies, el peso recaía proporcionalmente. Sin embargo, tampoco es
así, como más adelante explicaremos, cuando hablemos del clavado
de los pies. La cruz de Jesús no tenía seclile, ni fue atado con cuerdas.
Esto, como explicamos en su momento, se hacía solo en algunas Pro­
vincias del Imperio, con personas significativas y a quienes se que­
ría alargar el tormento; y hemos visto que, en el caso de Jesús, no
hubo ni lo uno ni lo otro.
Jesús muere pronto, hasta el punto de que Pilato se extraña. Esta
agonía de Jesús es una prueba médico-legal, de que Jesús fue clava­
do solo con clavos. De haber sido atado con cuerdas, hubiera vivido
más tiempo.También es otra prueba médico-legal, que Jesús no fue
clavado en las palmas, porque éstas son incapaces de soportar el peso
del cuerpo humano: y mucho menos en un crucificado, debido a las
tracciones que debe realizar para sobrevivir.
126
La experiencia de Donnadieu, en 1903, en la que las palmas no se
d e sg arráro n lo merece tenerse en cuenta, pues se hizo con un cuer­
po, cadáver desde hacía ocho días, y, sobre todo, preparado para la
disección, por medio de inyecciones de mantenimiento. Aquí esta­
mos hablando de lo sucedido en una persona viva.

2. A rticu lación c u b ito -ra d ia l


Esta teoría, defendida por varios autores, entre ellos el doctor
Hermosilla y sus colaboradores (127), es más probable que la ante­
rior, porque esta articulación es más resistente, fija, capaz de mante­
ner el peso de un cuerpo suspendido. Pero, tal probabilidad, a nues­
tro parecer, choca con algún inconveniente, en especial el que el cla­
vado en esta articulación puede com prom eter vasos sanguíneos im­
portantes de una manera directa o indirecta. Directa, por haber entre
ella espacios muy amplios; esto impide precisar con exactitud el lugar
de entrada del clavo. Indirectamente, debido a esa amplitud, a través
de los movimientos de rotación, que el crucificado está obligado a
hacer con el dorso de la mano, apoyado en el madero. Se trata de mo­
vimientos fuertes y bruscos y, aunque con dolor y teniendo como
punto de apoyo el clavo de los pies, ha de remontar un poco el cuer­
po para no m orir de asfixia. En esos movimientos bruscos, el clavo
podría rozar y herir las arterias importantes, cubital y radial.

3· El c la v a d o en e l c a rp o o m uñeca
Después de detenemos atentamente en la anatomía del lugar, de te­
ner en cuenta la hipótesis razonable anterior, pensar en las maniobras

El clavo penetra en el espacio de Destot sin romper hueso alguno.

127
que el crucificado estaba obligado a hacer en la cruz, y también bus­
car un punto fuerte de suspensión capaz de soportar el peso del cuer­
po humano, creemos personalmente que esa fue la empleada por los
verdugos. En efecto, no solamente debía soportar el peso del cuerpo
y hacer frente a las maniobras que debía hacer para poder respirar,
sino que, de seguir la teoría anterior, el clavo entraba por un lugar
bastante amplio en el que es difícil precisar, y podía fallar. Y un fallo
del clavo, en ese lugar, hubiera sido fatal porque provocaría una gra­
vísima hemorragia.
Antes de seguir, diremos que el clavo empleado en las crucifixio­
nes y, por tanto, en la de Jesús, era el clavo llamado “herrero”: no era
cilindrico, sino cuadrado, aunque no perfecto; la punta no era fina,
sino un poco roma; la cabeza era ancha.Así, pues, el clavo fue puesto
en la muñeca, en el centro de flexión del puño. Con un par de golpes
dados con mediana intensidad, el clavo buscó un lugar específico. Es
un pasaje anatómico configurado por los huesos: grande, piramidal,
semilunar y ganchoso, unidos entre ellos por diversos ligamentos.
La unión está reforzada por el ligamento anular anterior, sobre cuyo
borde reposó. Es el llamado “espacio de Destot”.
El “espacio de D estot” no es amplio. Habitualmente es pequeño,
pero, en este caso, se agranda y se ensancha al entrar el clavo por
entre los huesos que lo configuran, separándolos, sin rom per ningu­
no de ellos. Es un lugar fuerte de suspensión, que puede soportar so­
bradamente el peso de un hombre, así como la fuerza de las traccio­
nes de las que hemos hablado. La hemorragia es moderada, porque
el clavo no encuentra ninguna arteria importante en su camino.

128
Hemos dicho que no rompe ningún hueso.Así es. Pero sucede un
hecho importante y de gran trascendencia: se roza y se hiere el ner­
vio mediano.

F isio p a to lo g ía d e l c la va d o d e la s m an os
Hemos hablado de la clase de clavos empleada en la crucifixión y
cómo fueron puestos para fijar las manos y los pies al madero .Veamos
ahora sus efectos.
Después del prim er martillazo, lo prim ero que hicieron los clavos
fue una herida contusa en la piel, por estallido de esta debido a la
fuerza del golpe y a que la punta era roma. Al no tener bordes regu­
lares, el clavo fue desgarrando por donde pasaba, todo cuanto en­
contraba por delante: tejido celular subcutáneo, las fibras nerviosas
más superficiales, arterias, venas, tendones.Todo esto produjo vivos
dolores y una hemorragia discreta, por el hecho de no encontrar en
su camino grandes vasos sanguíneos.
Al llegar los clavos a las proximidades del “espacio de Destot”, se en­
contraron con el nervio m ediano que tiene su origen en el plexo bra-
quial; por el antebrazo va entre los nervios radial y cubital. Su función
es la de ser responsable del músculo flexor común superficial de los
dedos; y una de sus ramas terminales va a los músculos tenares, los ab­
ductores cortos de los pulgares y los oponentes de los mismos.
El nervio mediano es mixto, es decir, tiene ramas motoras y ramas
sensitivas. Por las primeras, lleva el movimiento, y por las segundas,
la sensibilidad. Una vez conocido someramente este nervio, vamos a
dejar por unos momentos al doctor Barbet, a su autoridad y a sus ex­
perimentos, que nos explique a la perfección lo que los clavos hi­
cieron al llegar al nervio.
“Uno de los soldados extiende las manos sobre el p a tib u lu m o
palo horizontal, que está en el suelo. Otro soldado toma un clavo de
ocho milímetros, grueso y alargado. Un solo golpe basta para que el
clavo penetre en la mano; dos o tres golpes más, sujetan fuertem ente
la mano al madero (son especialistas y experimentados). El rostro
de Jesús se ha contraído horriblem ente (tengo la experiencia en mis
pacientes). Su dedo pulgar, con un movimiento brusco, se ha do­
blado y caído sobre la palma de la mano... ¡es que ha herido el ner­
vio mediano! Un dolor indecible,fulgurante, se ha apoderado de sus

129
dedos, y ha saltado, como un dardo de fuego, hasta la espalda,y ha es­
tallado en el cerebro.
“Es el dolor más intenso y atroz que un hombre puede experi­
mentar, el de la lesión de este grueso tronco nervioso. Casi siempre
entraña el síncope, y ello es una suerte. Jesús no ha querido perder
el conocimiento .Y ojalá el nervio se hubiese cortado. Pero no; ha sido
parcialmente destruido. Queda intacta, aunque herida, la parte sen­
sitiva del mismo. El tronco nervioso herido en su parte sensitiva,
queda en contacto con el clavo; y pronto, cuando el cuerpo sea sus­
pendido en la cruz, quedará el nervio, fuertem ente tenso sobre el
clavo, como una cuerda de violín sobre su puente, y vibrará, produ­
ciendo el mismo dolor terrible que al principio, a cada sacudida, al
m enor movimiento.”

Y a s í d u ra n te tr e s horas... (1 2 8 )
Tras la impresionante exposición del doctor Barbeónos queda solo
subrayar que:
- la lesión del nervio mediano por el clavo de las manos, pro­
duce el dolor más intenso y atroz que puede sentir un ser hu­
mano; que casi siempre lleva consigo pérdida de conocim ien­
to p or reflejo vagal y porque causa una brusca caída de la ten­
sión arterial;
- es incomprensible para la ciencia médica que Jesús no perdie­
ra el conocimiento en ese momento, puesto que habló varias
veces, perm aneciendo así tres largas horas; con el agravante de
las violentas tracciones que tenía que hacer para huir de la as­
fixia, y que recrudecían, si aún fuera posible, el dolor;
- esta lesión y sus consecuencias, unida a la sed, fueron los dos
torm entos mayores que Jesús soportó en la cruz;
- no terminó aquí el suplicio. Una lesión tan importante como la
del tronco mediano, que está además tenso en la suspensión del
cuerpo, conlleva espasmos, contracciones de otros tendones y
músculos que se reflejan y propagan a otras partes del cuerpo,
tal como explicaremos al hablar de las terribles tetanizaciones
y de su dolor intenso, en el capítulo “La m uerte de Jesús”.

130
LAS LLAGAS DE LOS PIES
El clavo clavado de los pies ofreció menor dificultad que el de las
manos, en cuanto al lugar de entrada del clavo. Ya hemos explicado
cómo clavaron las manos de Jesús, cuando elp a tib u lu m se hallaba en
el suelo y él en posición de decúbito supino. Clavadas las manos en el
patibulum , pusieron de pie a Jesús, y luego, entre dos soldados ayu­
dados por un tercero que actuaba detrás, por medio de una pequeña
escalera o unas piedras, levantaron el p a tib u lu m con el cuerpo, hasta
acoplarlo con el saliente que tenía el stipes en la parte superior. Era el
ascenderé crucem, es decir, subir a la cruz, de los clásicos latinos.
Si hasta ahora los brazos de Jesús hacían un ángulo de 90° en re­
lación con el cuerpo, desde este momento pasaron, a los 65°, porque
el cuerpo se hundió, quedando pendiente de los clavos de las manos.
No podía quedar así, con los pies sueltos, porque Jesús, al igual que
todos los crucificados, hubiera m uerto antes de los veinte minutos.
Había pues, que clavar los pies.Tampoco podían clavarse estos a la
altura donde llegaban pendientes, con el cuerpo hundido,porque no
daba la posibilidad de movimiento alguno, y menos con la escasez
de fuerzas que tenía.También hubiera sucedido una muerte rápida.
El problema se resolvió fácilmente. Los verdugos, maestros en la
crucifixión, le aproximaron un poco los muslos, hasta dejar las rodi­
llas casi juntas; le flexionaron estas hacia arriba, con el fin de elevar
un poco la altura de los pies, de manera que el ángulo posterior de
la articulación de las rodillas hiciese un ángulo de unos 120°. Luego,
pusieron los pies juntos, el izquierdo sobre el derecho; este tocaba
directamente el madero.Así fueron clavados los dos pies juntos con
un único clavo. El espesor de los pies en esta posición y p o r el lugar
por donde entró el calvo no es muy grande, aunque el clavo emple­
ado era más largo que el utilizado para las manos.
Al hablar del peso que recaía sobre las manos de Jesús en cruz, de­
cíamos que alguien podía objetar que también los pies soportaban
su correspondiente peso y que, por tanto, las manos no soportaban
la casi totalidad de él. Pero, si nos fijamos en la posición en que que­
daron, observamos que, estando las rodillas flexionadas, el peso que
recae sobre los pies es mínimo.Tan pequeño que, en la práctica, solo
servía para que los pies no quedasen sueltos colgando.

131
Esto en cuanto al peso. Ahora bien, esta posición tenía como fun­
ción que el clavo sirviese de punto de apoyo al crucificado para que
pudiera remontar un poco su cuerpo, expulsar el anhídrido carbó­
nico de los pulmones e introducir algo de aire oxigenado.
Sobre el lugar por donde entró el clavo, con el fin de que sirviera
de sostén seguro del cuerpo, se ha realizado toda clase de experien-
cias.Y se ha comprobado que el clavo no pudo pasar por la sólida ar­
ticulación del tarso. Cuantas veces se ha intentado atravesar el ma­
cizo tarsiano, se destrozaba toda la articulación y no podría servir de
soporte para realizar la maniobra citada.
Estas experiencias han llevado a la conclusión de que el clavo solo
pudo pasar por encima de la línea de Lisfranc, entre las bases del se­
gundo y tercer metatarsiano.En esta parte,se encuentran partes blan­
das; se deja a un lado la arteria pedia, que de herirla hubiera provo­
cado una seria hemorragia,y sobre todo porque dejó todo el macizo
del tarso (el empeine o huesos de la articulación del pie) por enci­
ma del clavo; esto era un apoyo fuerte y seguro para que Jesús pu­
diera remontar el cuerpo cuando lo necesitaba.

Al igual que los clavos de la mano, el del pie también era discre­
tam ente romo. El prim er martillazo provocó una herida contusa, con
estallido de la piel, desgarró seguidamente el tejido laxo, aponeuro­
sis, fibras nerviosas, músculos y vasos sanguíneos medianos, no im­
132
portantes, de uno y otro pie. El dolor fue grande; pero se perdió den­
tro de todo el cuerpo de Jesús, como se pierde un vaso de agua en
el océano.
En conclusión,
- a Jesús le clavaron los dos pies con un solo clavo. Así era la cos­
tumbre romana;
- el clavo atravesó el espacio entre el segundo y el tercer meta-
tarsiano, cerca de la base;
- los pies cruzados; el izquierdo sobre el derecho; este tocaba di­
rectam ente el madero en donde entró la mayor parte del clavo;
- el dolor fue grande, pero mucho m enor que en el clavado de
las manos y que, como hemos dicho, se perdió en el inmenso
dolor que era todo el cuerpo de Jesús.

Clavo romano similar al clavo de las crucifixiones, en posesión del autor.

133
TENGO SED
La única fuente de estas palabras de Jesús en la cruz son los evan­
gelios (129).Algunos autores las han interpretado en un sentido mís­
tico o simbólico, como si expresara la sed de redención de Jesús, la
sed de almas redimidas, sed de salvación para todos. No lo sabemos.
Lo que sí sabemos, con certeza médica, es que la sed y sus conse­
cuencias fue el mayor torm ento de Jesús en la cruz, junto con la le­
sión del nervio mediano, en su com ponente sensitivo, producida por
el clavo de las manos y la tetanización, que explicaremos en su de­
bido tiempo.

J e sú s ten ía s e d
Sed ardorosa y febril, sed insoportable, por la pérdida acumulada
de líquido a lo largo de tres días:
- primero fue en Getsemaní, debido al fenómeno de la hemati-
drosis o hemodiasis, donde perdió muchísimo líquido corporal,
tanto sudoral como sanguíneo;
- luego, por la flagelación, que fue la principal causa de pérdida
de sangre, superior a la hematidrosis;
- en tercer lugar, en la coronación, porque el cuero cabelludo,
que tan fácilmente sangra, fue atravesado por innumerables es­
pinas, metidas a bastonazos;
- añadamos a todo esto el líquido perdido por el fenómeno fi­
siológico de la perspiratio insensibilis o trasudación insensible,
aun sin hacer calor.
Tengamos presente que, durante los tres días de arresto, no tuvo
el m enor aporte exterior de líquido, porque con los acusados y con­
denados no había consideración alguna.

Sí, J e sú s ten ía s e d
Sed mortal, por la suspensión del cuerpo por los brazos. Esta po­
sición provocó en Jesús un sudor intenso y profuso, hasta caer ma­
terialmente al suelo en un verdadero chorro, encaminado al final
p o r el dedo grueso de los pies. Esto lo demuestran multitud de casos
históricos, incluso recientes, como los sucedidos en los empalados
p or la represión nazi.Todos estos procesos produjeron tal pérdida
134
de líquidos en su organismo que le impedían poder llevar a cabo las
funciones biológicas más perentorias. Fue lo que llevó a lo más pro­
fundo de su naturaleza humana a exclamar: Tengo sed.
No era pues, una queja; era la expresión de un hecho.
Cuenta Juan en su evangelio: Una vez que Jesús dijo... tengo sed...
había allí un a vasija llena de vinagre; sujetaron a u n a ram a de
hisopo u n a esponja em papada en vinagre y se la acercaron a la
boca (130).
Por su parte, Mateo escribe: Uno de ellos fu e corriendo a tom ar
u n a esponja, la em papó en vinagre y, sujetándola a u n a caña, le
daba de beber (131).
Marcos, finalmente, afirma: Le daban vino con mirra, pero él no
bebió (132).
Lucas no menciona el hecho. Pero no olvidemos este silencio del
evangelista, médico de profesión, por la importancia que tiene en lo
que expondremos en las “Causas de la muerte de Jesús”.
Para una mejor comprensión de las pequeñas variantes de los tex­
tos entre los evangelistas, remitimos al lector a lo dicho sobre los
evangelios en el capítulo sobre el Sanedrín. Estas pequeñas variantes
no atañen en nada a temas esenciales, y son lógicas si se tiene en
cuenta que los evangelios fueron escritos más de cuarenta años des­
pués de la muerte de Jesús. Durante esos años, la doctrina y hechos
de Jesús se transmitían oralmente en las catcquesis. Después de tan­
tos años y transmitidas las noticias por tantas personas, de viva voz,
las pequeñas variantes son normales.
Ello no debe extrañar en absoluto. Fijémonos cómo hoy día en una
misma noticia, transmitida por una agencia, en una misma fecha. La
fuente es la misma, pero su recogida en los diversos medios de difu­
sión -radio,prensa escrita, televisión- observaremos diferencias en sus
detalles,dependiendo de los medios que la recojan. E incluso,el medio
de difusión, al repetirla a lo largo del día, introduce cambios en cier­
tos detalles en relación con la primera versión. Pensemos, p or tanto,
los cambios que podría haber cuando se repita la noticia,por el mismo
medio, después de cuarenta años, y ello a pesar de que esté grabada.
Escritos los evangelios, además de transmitir el mensaje de Jesús,
evitaron otras posibles variantes.

135
¿Qué le d ie ro n d e b e b er a Jesú s?
Cuando no recuerdan bien los detalles sobre un hecho concreto,
los evangelistas acuden a las profecías en las que se habla sobre el
tema que escriben. Por eso, cuando Mateo y Juan anotan que le die­
ron vinagre, acuden al salmo 69,22, donde se lee.En m i sed m e die­
ron vinagre. Alguien objetará que Juan sabía lo que decía, porque
fue testigo de los hechos, como nos dice en su evangelio. Pero lo que
vio Juan fue una vasija, no el contenido; el mismo evangelio dice que
presenciaban de lejos (132). Las leyes romanas sobre las ejecucio­
nes eran muy severas y no permitían a nadie acercarse a los reos para
evitar que, en un momento dado, los amigos o los familiares, pudie­
ran ayudarles a huir.
Marcos, a su vez, dice que le dieron vino con mirra, pero él no
bebió (134). Por el lugar donde están escritas esas palabras de Marcos
nos sugiere que esto sucedió en el trayecto, camino del Calvario. La
razón es obvia: en ese pasaje se está refiriendo al caso de Simón de
Cirene, sucedido en el trayecto hacia el lugar del suplicio. Narra
Marcos: Y le condujeron al lugar del Gólgota, y a continuación: Y
le ofrecieron vino con mirra, pero él no bebió, indicando que el
hecho ocurrió en el camino y que Jesús no quiso alivio alguno en el
sufrimiento de la Pasión.
Estas palabras y el lugar donde están dichas, nos hace pensar que
Marcos recogió una piadosa costumbre de una Cofradía femenina, la
de la Misericordia (135), que había en Jerusalén y que se dedicaba
a aliviar los sufrimientos de los condenados a muerte. Solo podían
hacer su intervención durante el trayecto hacia el lugar del suplicio,
y consistía en darles a beber vino mezclado con mirra. La mirra po­
tencia el efecto embriagador del vino, por lo que el brebaje surtía el
efecto de una potente droga.

¿Qué le ofreciero n en rea lid a d ?


Concretando; la mayor parte de los exegetas e historiadores están
de acuerdo en que lo que se le ofreció a Jesús cuando dijo Tengo
sed, fue la posea, la bebida que habitualmente tenían los soldados
durante las guardias de vigilancia a los condenados a muerte, y las
rutinarias. Pensando en una cosa similar de hoy en día, podríamos
hablar del café o refrescos que la policía tiene durante las guardias.
136
Los romanos bebían la posea, porque les estaba prohibido el alcohol
durante las guardias y antes de comenzar una batalla. La posea esta­
ba compuesta de agua, un poco de vinagre y huevos batidos, for­
mando una mezcla refrescante y reconfortante.
En cuanto al utensilio con el que se lo dieron, para Mateo fue una
caña, y para Juan una caña de hisopo. Pero es imposible que fuera
una rama de hisopo, y ello por varias razones:
- el hisopo es un arbusto muy débil, que no puede producir ramas
consistentes. Esta fragilidad y endeblez viene confirmado por
la propia Biblia, cuando nos dice en el Libro de los Reyes 1,13
al hablar del hisopo que brota en los muros. Como se puede
comprender, pocas cañas algo resistentes se pueden hacer de
un arbusto que crece en los muros;
- no se sabe con certeza si el hisopo que cita la Biblia es igual al
hisopo que conocemos, el officinalis, porque éste no crece ni
en Palestina ni en Grecia;
- finalmente, ¿qué hacía allí una rama de hisopo que, en los doce
casos que lo cita la Biblia se refiere siempre a algo bendito? ¿Qué
hacía en un sitio escarpado,“inm undo”, por ser lugar de supli­
cio de los condenados a m uerte al que nadie se atrevía a ir?
Ante todas estas razones, la mayor parte de los autores, en especial
el padre Larrigou-Lagrange, piensan que se trata de una mala trans­
cripción del copista, de la palabra husspó (hisopo) del evangelio de
Juan, en vez de la palabra hussó (venablo o p ilu m rom a n u m ), es­
pada corta que llevaban los soldados como arma reglamentaria y que
medía alrededor de 90 cm. Este p ilu m rom anum o hussó en griego,
podía elevar la esponja o unos trapos embebidos en más de dos me­
tros, contando con la estatura de un hombre y el brazo levantado.
Es igualmente improbable que los romanos tuvieran vinagre en un
lugar escarpado y maldito por causa de su destino, para aliviar a los
condenados a muerte, cuando con ellos no había conmiseración al­
guna. La condena les desposeía de todo derecho. El que lo tuvieran
otras personas entre los asistentes a la crucifixión, era legalmente im­
posible; la ley prohibía acercarse al lugar de las ejecuciones por ra­
zones de seguridad.
Sobre la esponja, sería más propio pensar en un trapo o cualquier
cosa similar que encontraron por allí. Delicadezas con los condenados

137
no existían. Por eso mismo, es significativo el cambio producido entre
los soldados. Hemos de señalar este gesto de delicadeza entre unos
hombres acostumbrados a oír lamentos y gritos de los condenados,
sin atenderlos; cuando en el caso de Jesús, fueron corriendo (sic) a
atender su deseo.

138
MUERTE DE JESÚS
Alguien puede pensar que todo cuanto decimos de la crucifixión
de Jesús pudiera aplicarse a todas y cada una de las crucifixiones que
se hacían en aquel tiempo. Pero si lee atentamente el proceso que
hemos relatado, verá la gran diferencia entre la crucifixión de Jesús
y una crucifixión rutinaria.

1. Ningún otro crucificado padeció un sufrimiento similar al de


su agonía, antes de ser apresado. Jesús se sentía morir de puro
dolor, al conocer en “presente” lo que le iba a suceder. El sufri­
miento ante la soledad ya lo mencionamos en su momento. Se
encontraba solo frente a la gran realidad para la que había ve­
nido al mundo. Soledad en medio de la gente, porque nadie le
podía aliviar. Soledad, terrible castigo del que todos huyen, por­
que la naturaleza nos ha hecho sociables. Soledad..., esa carga
neuronal que, continuada, lleva consigo una sobrecarga psíqui­
ca que,tarde o temprano va a estallar con efectos terribles,como
la que le sucedió a Jesús, dando lugar a un fenómeno que mé­
dicamente se sabe que existe,pero que es de difícil explicación:
la hematidrosis. Este sufrimiento moral que provocó el “sudor
de sangre” le dejó ya sin fuerzas físicas y además abatido para
el resto de la Pasión.

2. Ningún otro condenado sufrió este terrible dolor moral que


provocó no solo el sudor de sangre acompañado de conse­
cuencias tales como disminución de volemia, sed ardorosa, hi­
potensión arterial con disminución de energías físicas y con
una dermis y epidermis “en carne viva”; por tanto, mucho más
sensible a todos los roces, golpes, bastonazos, bofetadas y co­
rreazos que le dieron.
3. La flagelación que se aplicaba a los que iban a crucificar era
la “legal”; se realizaba siempre durante el camino hacia el lugar
del suplicio. Su fin era ir insensibilizando poco a poco al reo ante
ü dolor y los problemas de la crucifixión. Mientras que la de
Jesús fue la dura correctio o sustitutivo de la pena capital, y tenía
por finalidad salvarle la vida (le castigaré y luego le soltaré); tras

139
la cual, según todos los autores de la época, muchos morían,
como le hubiera sucedido a Jesús de no haber sido crucificado
pronto.

4. Los romanos nunca coronaban de espinas a los condenados a


la pena capital; por consiguiente, tampoco en la crucifixión. La
Lex Iulia no lo ordenaba, y sin embargo Jesú s sí fue coronado
de espinas; un acto que conllevó un sufrimiento imposible de
explicar con palabras, y que disminuyó aún más sus fuerzas fí­
sicas, ya muy mermadas.

5. No se conoce a condenado alguno que sufriera dos juicios:


uno religioso y otro civil. En el religioso se le insultó, se le agre­
dió y le dieron golpes que dejaron huella; y ello hasta tal punto
que en la primera presentación de Jesús a Pilato, este se quedó
con el reo. A un simple acusado, no se le podía castigar. Así lo
mandaba la Lex Iulia. En cuanto al juicio civil, ya se ha expues­
to lo que sucedió: la flagelación (la correctio) y la coronación
de espinas.

Ninguno de estos cinco agravios, tan importantes, sufrieron los


otros compañeros de suplicio. Ni tenían lugar en las restantes cruci­
fixiones. Una vez aclarado este importante preámbulo, vamos a ver
en adelante la causa o causas de la muerte de Jesús, así como cuál fue
la determinante o última que terminó con él.
Después de la muerte de Jesús, José deArimatea, su amigo, se pre­
sentó ante Pilato pidiendo el cuerpo del ajusticiado para enterrarlo
(138). Pilato quedó extrañado de que Jesús ya hubiera muerto. Llamó
al centurión, jefe de la ejecución o exactor m ortis y le preguntó si
el Nazareno había muerto. Siendo la respuesta afirmativa y tras la lan­
zada de rigor, Pilato entregó a José el cuerpo de Jesús.
Jesús había sufrido unas tres horas de agonía en la cruz; un tiem­
po muy corto en un crucificado, pues habitualmente se prolongaba
m ucho más. Como prueba está que los compañeros de patíbulo le
sobrevivieron, por lo que les aplicaron crurifragium o rotura de ro­
dillas, tibia y peroné, con grandes mazos, para que no se pudieran
apoyar sobre el clavo délos pies y m urieran p or asfixia. La mayor
140
parte moría en el acto por shoc traumático. Esto que hicieron a los
compañeros de Jesús era lo que mandaba la ley (139). Los ajusticia­
dos debían ser enterrados en el mismo día, porque los cadáveres no
podían perm anecer en la cruz durante la noche; los habitantes de
la ciudad hubieran quedado “im puros” ante la ley; de ahí que se lo
recordaran a Pilato.A este precepto se añadía el hecho de que era
víspera de sábado y de la gran Pascua judía.
Todos los autores clásicos latinos de la época que hablan de la cru­
cifixión, dicen que era el más cruel de los torm entos (140), pero no
nos dicen la razón. Sí subrayan que se trataba de un torm ento m u y
prolongado, y sobre todo, infame e ignominioso. Muy prolongado...
Entonces, ¿por qué Jesús sucumbe antes que todos los condenados
a este suplicio, hasta tal punto que le extraña al propio Pilato?

P o sib le s c a u s a s d e te r m in a n te s d e la m u e r te d e J e s ú s
Se ha escrito mucho sobre este tema, aunque a veces con una li­
gereza que provoca hilaridad, como aquel que pone la última causa
de la muerte de Jesús en la asfixia, por atragantamiento, al aspirar el
vinagre que no existió y por tanto no bebió. Otras veces -y es lo más
habitual-, cada estudioso del caso ha tratado de llevar el agua a su mo­
lino y ha puesto como última causa a algo que atañe directamente a
su especialidad médica.A pesar de todo, casi todos están de acuerdo
en que la prematura muerte de Jesús se debió a numerosos factores
que ocurrieron durante la Pasión. Y ya que algunos autores han con­
cretado una “ultima causa”, vamos a detenernos en algunas de ellas.
1. La sed. Jesús tenía sed. Él mismo lo dijo como expresión de la
incapacidad del organismo para poder llevar a cabo las funciones
biológicas por falta de líquido ante tanta sangre derramada y tanto
líquido sudoral perdido durante varios días. Sed espantosa, imposi­
ble de transcribir en palabras, que iba aumentando p or el estado fe­
bril que había comenzado en Getsemaní; por el intenso sudor que
acompaña a todo crucificado p o r la suspensión del cuerpo p o r los
brazos y p or las contracciones y calambres provocadas p or el ner­
vio mediano y la asfixia tisular.
Sí, la sed, junto con la lesión de la parte sensitiva del nervio media­
no y sus consecuencias fueron los dos focos principales de dolor que
acompañaron a Jesús en la cruz. Pero no pudo ser causa determinante
141
y última de su rápida muerte. Otra cosa hubiera sido de haber esta­
do más tiempo en la cruz.
2. E l h am bre. Aunque no hubiese tomado nada desde la última
cena que tuvo con sus discípulos, debido a que no se tenía ninguna
consideración con los acusados y condenados,hay que tener en cuen­
ta que nadie muere de hambre en cuarenta y ocho o cincuenta y seis
horas. El hambre no explica por sí sola la brevedad de la agonía de
Jesús en la cruz. Es probable que las grandes agonías en la cruz de al­
gunos crucificados, sobre todo si eran atados y les ponían sedile, pu­
dieran matar de hambre debido al desgaste que la crucifixión lleva
consigo. Pero este no fue el caso de Jesús.
3- La insolación. Era en mes de abril, y si bien en Oriente en estas
fechas el tiempo puede ser ya caluroso, no lo es tanto, como para
hacer morir por insolación a una persona expuesta al sol durante tres
horas; además, al estar en sitio alto como lo estaba Jesús en la cruz,
siempre corría alguna brisa que amortiguaba el calor. Finalícente, la
insolación no pudo ser la causa última de su muerte, porque los cru­
cificados morían con los mismos síntomas a la sombra.
4. Una g r a n h e m o rr a g ia . Ciertamente, Jesús había perdido
mucha sangre en todos los casos en los que nos hemos detenido; en
especial, durante la flagelación. Pero, al hablar del clavado en la cruz,
hemos constatado cómo los clavos de las manos y de los pies no hi­
rieron grandes vasos sanguíneos, ni tampoco plexos vasculares, que
la hubieran podido producir. Los clavos de una y otra parte produ­
jeron solo una discreta pérdida de sangre mientras Jesús estuvo en
la cruz. Más horas en cruz, sin duda hubieran tenido mayor gravedad.
Los encargados de crucificar tenían una práctica extraordinaria en
colocar los clavos, con el fin de que no saliera mucha sangre y evitar
la m uerte inmediata del reo.Así pues, tampoco pudo ser esta la causa
última de la muerte de Jesús.
5. C olapso o rto stá tic o o p o sic io n a L Esta teoría tuvo bastante
resonancia cuando la publicó una revista médica estadounidense y
fue aceptada como segura por varios especialistas médicos. Fue el
profesor Hermán Móeder, alemán, quien la expuso (141). Se basaba
en unas experiencias llevadas a cabo con unos voluntarios que se
prestaron a la prueba. Les suspendió en posición de un crucificado,
pero con las muñecas atadas con cuerdas. Al poco tiempo de co­
142
menzar la prueba, se observaba en ellos trastornos vasculares y car­
díacos debido al mantenimiento de esa posición. Luego, sufrían un
colapso (aquí detenía la experiencia).
Los que sufrieron esta prueba, no apoyaban ni tocaban los pies en
lugar alguno, sino que estaban totalmente suspendidos.Todos los sín­
tomas cardiovasculares desaparecían una vez que apoyaban los pies
en el suelo. Móeder explicaba que la sangre, debido a la posición del
cuerpo del crucificado, bajaba a las partes inferiores del cuerpo por
la ley de la gravedad. En la vida normal, decía, cuando estamos de pie,
lo impiden los diversos factores y mecanismos del organismo. Pero
la crucifixión, proseguía, es distinto, por estar el cuerpo inmoviliza­
do. Al bajar la sangre a las partes inferiores del cuerpo, el corazón y
el cerebro no recibían la suficiente aportación sanguínea, por lo que
después de un cierto tiempo de colapso, sobrevenía la muerte por
anoxia cerebral y paro cardíaco.
Esta teoría, que tanto ruido hizo en un principio, no puede ser vá­
lida como causa determinante de la muerte de Jesús, por que Él tenía
los pies fijados en el madero por medio de los clavos; dolorosamen­
te, pero fijados; y se apoyaba en ellos, realizando movimientos del
cuerpo, como más adelante explicaremos; por lo que esta posición
no podía ser causa de colapso ortostático. Hoy en día, esta teoría ya
no se tiene en cuenta.
6. La lesión d e l n e rvio m ediano. Al hablar del clavado de las
manos explicábamos cómo la lesión de la parte sensitiva del nervio
mediano era el dolor más atroz que puede sentir el organismo hu­
mano; este dolor lleva casi siempre consigo la pérdida del conoci­
miento por reflejo vagal y una caída brusca de la tensión arterial.
Según esta teoría, aunque Jesús no perdiera el conocim iento al prin­
cipio, al quedar el clavo rozando la parte sensitiva del nervio, la emi­
sión de sensaciones atrozmente dolorosas al cerebro, era constan­
te. La acumulación del dolor, por repetición de impulsos, hizo que
Jesús prim eram ente perdiera el conocimiento y posteriormente le so­
breviniera la muerte.
Esta teoría no tiene una sólida base y no se puede admitir como
causa determinante de la muerte de Jesús, pues no consta en el evan­
gelio la lipotimia; habló varias veces en la cruz, y la última en plena
lucidez para decir Padre, en tus m anos encom iendo m i espíritu.

143
Fue ciertamente el dolor más atroz, junto con el de la sed, el que
Jesús tuvo en la cruz, si es que podía añadirse algún dolor en un cuer­
po que era todo dolor. Pero no pudo ser la causa determinante de su
muerte, por el hecho de que estuvo siempre consciente en la cruz y
habló, aunque con dificultad, por las razones fisiológicas expuestas.
Pero, sobre todo, porque las lipotimias que de puro dolor produce la
lesión de este nervio, nunca son mortales.
7. R o tu r a d e l c o ra zó n . El doctor Wiliam Stroud (142) emitió en
su día la hipótesis de que Jesús murió por rotura del corazón. Una te­
oría, como nota el doctor Barbet, que llevada al simbolismo, es emo­
cionante, pero que carece de fundamento médico, porque la rotura
del corazón ocurre en casos extremos, y solo cuando el corazón está
enfermo. Las causas por las que el corazón puede contraer una en­
fermedad son múltiples y su instauración es lenta y progresiva, y con
un corazón enfermo Jesús no hubiera podido realizar las grandes ca­
minatas que hacía a pie con sus discípulos; ni tampoco hablar en pú­
blico al aire libre,que tanto cansa;y lo estuvo haciendo hasta el mismo
día en que fue apresado. Se trata, pues, de una teoría emotiva bajo el
punto de vista simbólico, pero carente de fundamento científico.
8. La d e g lu ció n d e a g u a d e s p u é s d e la s p a la b r a s d e J e sú s:
“Tengo sed”. Fue una teoría expuesta prim ero p or el doctor Le Bec
(143), y seguida posteriorm ente por el doctor Louis. La deglución
de agua, decían, provocó en Jesús un síncope, tras el cual murió.
Como caso estelar, citaban el del asesino de Kleber que, empalado,
murió después de sorber agua; y apenas la bebió, dio un gran grito
y expiré).
Se quiere equiparar este hecho al de la esponja humedecida de
posea que ofrecieron a Jesús y lo que a continuación dice el evan­
gelio: D ando un gran grito, expiró (144). Mateo relata que le ofre­
cieron algo de beber, aunque no dice que Jesús expresara tener sed;
solo que le ofrecieron, pero Él no bebió. Marcos afirma que le ofre­
cieron vino con mirra. Pero se ve claramente que fue en el camino
hacia el Calvario. Lucas no cita el caso.
Juan, testigo ocular, explica cómo después de decir: Tengo sed, los
soldados se prestaron a ofrecerle algo; Mateo dice que vinagre;y luego
que lo probó,y a continuación: Todo está cum plido (145). Por tanto,
después del hecho, Jesús habló, sin que diera un grito. No es, pues, el
144
caso del empalado. Los evangelios no pueden ser punto de apoyo
para esta teoría.
En el capítulo “Tengo sed”, llamábamos la atención sobre el silencio
de Lucas y que había que recordar en este momento por ser de gran
importancia.Sí,es chocante,como también hace notar el doctor Barbet,
que siendo Lucas médico y buen observador, no mencione el caso.
Porque, si es una falta gravísima en un estudiante de medicina, omitir
la causa de la muerte de una persona a la que está historiando, mucho
más grave sería en un médico experimentado.Y Lucas calla al respec­
to. Es más; nos cita las últimas palabras de Jesús: Padre, en tus manos,
encomiendo m i espíritu (146). Este silencio de Lucas es tan impor­
tante que viene a ser el argumento más fuerte contra esta teoría.
9- Una p e r ic a r d itis trau m ática. Es la teoría del doctor Hynek
(147). La pericarditis le hubiera sobrevenido como secuela de los gol­
pes recibidos en la flagelación. Ciertamente que pudo haber una pe­
ricarditis, debido a los golpes fuertes que recibió en el tórax y en la
espalda;y de hecho la hubo, como luego explicaremos. Pero estas pe­
ricarditis rápidas, debidas a traumatismos, no suelen ser causa de
muerte, al menos, tan rápida. Tenemos experiencia repetida en esta
clase de pericarditis.
Como vemos, ninguna de estas causas pudo ser la determinante y
última que mató a Jesús. Sí fueron, cada una por mecanismos dife­
rentes, fuentes de dolor atroz. Cada una se sumaba a la otra, para ir
minando las fuerzas físicas, debilitando su fortaleza y acortando su
vida. De ahí que el doctor Judica diga que la muerte de Jesús no debe
atribuirse a una sola causa, sino al conjunto de causas múltiples que
actuaron sinèrgicamente y con tal violencia, que anticiparon lo que
solía durar la agonía de un crucificado ( L’Uomo, pág. 166).
A pesar de todo, sí existe una causa determ inante y última que
mató a Jesús, como mataba a todos los crucificados; y esta es sin
duda, la asfixia. Al hablar de “asfixia”, no nos referimos a esa asfixia
rápida, como es la del estrangulado, sino a esa asfixia lenta, progresi­
va, de las células de los tejidos, como iremos explicando de aquí en
adelante. La afirmación de que esta fue la causa final, es fruto de los
estudios que, entre los años 1920 y 1950, hicieron varios especialistas
médicos, especialmente cirujanos y forenses, quienes se dedicaron
con ahínco a estudiar la muerte de Jesús, con experiencias incluidas.

145
Uno de los pioneros fue el doctor Le Bec (148), cirujano en el hos­
pital Saint-Joseph, de París. Su estudio lo prosiguió su sucesor en el
servicio de Cirugía del mismo hospital, el doctor Pierre Barbet, quien
ahondó en la materia y la enriqueció. Cuando su teoría había sido ya
aceptada por gran número de científicos, vino a confirmarla con ex­
periencias personales y, sobre todo, testimoniales, el doctor Hynek,
en su libro La Pasión de Cristo publicado en Praga en el año 1935.
En el libro recuerda los castigos presenciados de la A ufb in d u n g o
“suspensión por las manos”, que se llevaban a cabo en el ejército
austro-húngaro, durante la guerra mundial de 1914-1918.

Veam os e l com plejo p r o c e s o


Al hablar de “Cómo fue crucificado Jesús”, decíamos que fue cla­
vado en elp a tib u lu m o palo horizontal, quedando los brazos en una
posición de 90° en relación con la vertical (el cuerpo).Al ensamblar
el p a tib u lu m al stipes o palo vertical, el cuerpo de Jesús se hundió
y pasó a posición de 65° siempre en relación con cuerpo.
Fijado así en la cruz,Jesús tenía los brazos en alto. Sobre ellos, como
ya constatamos,recaía la casi totalidad del peso del cuerpo,pues cada
brazo soportaba unos 94 kilos aproximadamente. Sobre los pies re­
caía muy poco, debido a la posición del cuerpo en la cruz; las rodi­
llas estaban dobladas, haciendo un ángulo posterior de 120°.
Esta posición, con los brazos en alto y tanto peso sobre ellos, traía
consigo de una manera mecánica cierta inmovilidad de las costillas,
por lo que los músculos intercostales no funcionaban como debían.
Es normal; no solo porque el cuerpo estaba en inspiración, sino tam­
bién por las heridas sufridas en la flagelación, en la que estos múscu­
los sufrieron de una manera directa. El mal funcionamiento de los mús­
culos intercostales suponía una gran dificultad para la respiración pa­
siva. Como consecuencia, entraba aire oxigenado por la inspiración
(lo facilitaba la posición de los brazos en alto), pero no podía expul­
sar apenas el aire viciado. La insuficiencia respiratoria que ya sufría
por todo lo que hemos ido exponiendo, aumentaba minuto a minuto
y se iba manifestando en la piel con un enrojecimiento cianòtico.
La acumulación de anhídrido carbónico, por la no renovación de
aire oxigenado, se acompañaba de una fatiga respiratoria jadeante.
Jesús tenía la sensación de ahogamiento progresivo; el corazón tra-
146
Para poder respirar un poco, Jesús tenía que apoyarse en el clavo del pie, esti­
rar un brazo y rotar la muñeca del otro brazo contra el madero; solo así podría
remontarse.

bajaba más e iba más rápido, y las condiciones ambientales interio­


res le provocaron una taquicardia severa, que iba en aumento.
La intoxicación de la sangre, por falta de oxígeno, unido a que la
posición de los brazos en alto producía un cierto estancamiento san­
guíneo, motivó el que la sangre “envenenada” pasara a los tejidos de
todo el organismo y, desde el principio, produjera alteraciones seve-
rísimas en todos los órganos, en especial en los más sensibles, como
el corazón y el cerebro, siendo cada vez mayores, conforme se iba agra­
vando el cuadro.Al faltar el oxígeno y no recibir más que anhídrido
carbónico, las células de cada tejido se iban intoxicando, es decir,
se iban a sfix ia n d o y no podían seguir ejerciendo sus funciones.
En los músculos, esta falta de oxigenación producía irritación de
las fibras musculares, dando un insoportable cuadro de calambres
y tetanización, acompañado de dolores terribles. La misma disten­
sión prolongada de los brazos en alto provocaba m ecánicam ente
una tensión en el diafragma, músculo por excelencia de la respira­
ción) muy castigado en la flagelación. Todo esto aumentaba la hi-
percapnia, la acumulación de anhídrido carbónico y el comienzo
de otros síntomas graves que iremos explicando. Sin olvidar que
este sufrimiento en el diafragma, bastaría por sí solo para producir
cianosis y sofocación.

147
Si Jesús quería sobrevivir, expulsando un poco de aire viciado acu­
mulado en los pulmones, debía hacer un esfuerzo titánico, apoyán­
dose en los clavos de los pies, remontarse un poco. Así aliviaba de
m om ento la extremada situación. Pero este rem onte sumamente do­
loroso e insoportable, no lo podía hacer completamente, sino, como
mucho, pasar de los 65° en que estaba en postración a 70° o a 75°
como máximo. Con esta maniobra expulsaba algo de anhídrido car­
bónico acumulado aminorándose, por el momento, parte de los sín­
tomas de asfixia. El alivio era momentáneo, porque al caer de nuevo
en postración se reanudaban las contracciones, las calambres, la cia­
nosis y todo el dramatismo expuesto. Para seguir viviendo Jesús tenía
que hacer esta maniobra, a pesar del dolor insoportable que la acom­
pañaba. Como es natural, cada vez la hacía con mayor dificultad. Las
tres horas de su agonía, las pasó en una alternativa de postración y
enderezam iento de su cuerpo, de subidas y bajadas, sumando cada
vez mayor agotamiento. Si al principio las hacía con relativa fre­
cuencia, según pasaba el tiem po se iban distanciando p o r incapaci­
dad física.
La misma distensión prolongada de los brazos, unida al peso del
cuerpo herido y pendido de dos clavos que herían un nervio tan im­
portante, como el mediano y tendones, tuvo también graves conse­
cuencias, no solo porque disminuía al máximo la capacidad respi-

Para poder sobrevivir, Jesús debía remontar su cuerpo.

148
ratoria, sino porque producía estiramiento y fatiga de los músculos,
tendones y nervios de todo el cuerpo, como en su m om ento ano­
tamos.
Si lo dicho era causa de calambres y tetanización progresiva, se
ha de añadir que la falta de oxígeno en la sangre que llegaba a los
tejidos, producía también, por sí sola, calambres y tetanización en
tendones y músculos. El cuadro se iba agravando p o r momentos,
porque las remontadas de las que hemos hablado eran cada vez más
distanciadas y con menos energía, y los calambres y tetanización se
fueron generalizando. Comenzaron por el antebrazo, siguieron al
hombro, continuaron hacia el tórax, incluyendo los músculos pec­
torales, tan im portantes en la respiración; luego a los músculos dor­
sales del tronco; pasó a los del abdomen, incluyendo el diafragma,
esencial para la función respiratoria, y finalmente, a las extremida­
des inferiores que tenían relativo apoyo aunque doloroso,en el clavo
de los pies.
Cualquier ser humano es incapaz de hacerse una idea del sufri­
miento que causó en Jesús todo este proceso de calambres y tetani­
zación. Por eso, con toda seguridad se puede afirmar que el dolor sen­
tido por Él, en todo este proceso, supera todo lo que la m ente hu­
mana es capaz de imaginar. Solamente puede hacerse una mínima y
muy rem ota idear quien padezca esos calambres dolorosos que
acompañan a ciertas enfermedades como la arteriosclerosis genera­
lizada^ las contracciones tetánicas producidas por el tétanos, ambas
cosas de origen distinto.
Tampoco puede compararse al dolor de esos calambres que a veces
suceden en un reducido número de fibras musculares de las piernas.
Si son tan molestas y dolorosas ¿qué será cuando sean todos los ten­
dones, todos los músculos del cuerpo con el añadido de la tetaniza­
ción, como sucedió en Jesús?
Al mencionar tétanos y tetanización, no queremos decir que Jesús
murió de tétanos, sino que estaba en un estado de tetanización, es
decir, en un estado parecido al que da la enfermedad microbiana pro­
ducida por el tétanos, que es una exagerada contractura muscular ge­
neralizada; con la diferencia de que los pacientes de tétanos mueren
en opistótonos, es decir, agarrotados, encorvados, teniendo como
bases de fijación la nuca (cabeza hacia atrás) y los talones de los pies.

149
Sin embargo, la tetanización entre los crucificados les hace m orir en
emprostótonos, o sea, m ueren en tetania, agarrotados, pero con la ca­
beza hacia delante, tórax distendido y saliente, y epigastrio y bajo
vientre hundidos.
Esta tetanización y estos calambres, además del dolor terrible que
producen en todo el cuerpo, actúan sobre las extremidades de los
nervios, por lo que la circulación sanguínea es todavía más compro­
metida, fatigosa e insuficiente, debido al colapso de los vasos san­
guíneos. Esto se traduce al exterior en una mayor cianosis, en un tórax
más saliente y como hinchado, el epigastrio más hundido y presen­
tando todos los síntomas de asfixia extremada.
La posición de brazos extendidos, con tanto peso sobre ellos, pro­
dujo también en Jesús un sudor profuso, no solo en la frente y en
el pecho, sino en todo el cuerpo. Sudor exagerado que caía hasta
el suelo en chorro canalizado a la altura de los dedos ensangrenta­
dos de los pies, haciendo un charco.Todo esto, con una fiebre ele-
vadísima, superior a los 40° y un frío intenso en todo el cuerpo.
Todo esto le llevó a una falta de energía, con gravísima hipoten­
sión incompatible con la vida. La respiración iba distanciándose pe­
ligrosamente, por falta de fuerzas para remontarse. El estado de pos­
tración aumentaba la hipercapnia, la cianosis, las contracturas y la te­
tanización de todos los músculos del organismo, con lo que aumen­
taba también, si era posible el dolor generalizado^ comprometía aún
más el proceso respiratorio. Esta situación también era incompatible
con la vida. La insuficiencia renal y hepática, consecuencia de la fla­
gelación, habían minado a su vez el organismo, produciendo un de­
sequilibrio electrolítico, incompatible con la vida. Uno de estos de­
sequilibrios fue la hiperpotasemia, producto de tanto golpe reparti­
do por todo el cuerpo. Esto condujo a toda una serie de trastornos
del ritmo cardíaco, trastornos de la conducción intraventricular, por
lo que el corazón, ante tanta avalancha de injurias gravísimas, entró
en una arritmia incontrolable, llegando a la fibrilación ventricular.
Ante esta situación, en cualquier momento, se podía temer lo peor.
Todo este conglomerado de factores existentes en Jesús, cada uno
de ellos de altísimo riesgo, le hicieron imposible la lucha p or la vida.
En los momentos antes de su muerte, Jesús estaba más que enrojeci­
do,cianótico,asfixiado,tetanizado,con el tórax prominente como hin-
150
chatio, con el hipogastrio hundido y aplastado, ojos desencajados, los
rasgos faciales totalmente desfigurados, mente y visión obnubilados.
La situación era insostenible e irreversible, por lo que su naturaleza
joven, en plena robustez de la vida, al no poder soportar más, claudi­
có. Su corazón se paró en diástole...,“e inclinando la cabeza hacia de­
lante, ex piró”.

Así es la crucifixión;así murió) Jesús... con el mayor tormento que ha inventa­


do jam ás la medida humana.
151
LA LANZADA
Fue la única herida que no hizo sufrir más a Jesús. Estaba muerto.
En Roma y en las otras provincias del Imperio, los cadáveres de los
crucificados quedaban en la cruz, por razones ya expresadas, donde
eran pasto de las fieras y de las aves carroñeras. Luego, lo que que­
daba lo echaban a una fosa común (149).
En Palestina, los cadáveres no podían quedar en la cruz durante la
noche; así lo mandaba una ley basada en el Deuteronomio 21,22, pre­
cepto que los romanos respetaban, como otros muchos, según afirma
Flavio Josefo en su libro Antigüedades de los Judíos (150); de ahí que
quien no hubiera muerto antes del atardecer, le quebrasen las piernas,
comenzando por dar mazazos en las rótulas, luego golpeaban la tibia
y el peroné, hasta hacerlos añicos, para que muriera pronto. Con las
piernas así quebradas y hechas añicos, algunos morían en el momen­
to por el shoc y el que no moría en el acto no podría remontar su cuer­
po, apoyándose en el clavo de los pies para poder respirar un poco.
En cuanto a Jesús, sabemos que murió pronto, antes del atardecer.
Sabemos también que un miembro del Sanedrín, José de Arimatea y
amigo de Jesús, en atención a su amistad y en nombre de la “familia”,
pidió a Pilato el cuerpo del crucificado, para enterrarlo en un sepul­
cro nuevo que tenía en un huerto de su propiedad, muy cercano al
lugar de la crucifixión (151).
Antes de la concesión del cadáver, Pilato llamó al exactor mortis,
el jefe de la ejecución, a quien preguntó si en verdad Jesús había
muerto. Al responder el centurión afirmativamente, el Prefecto ex­
tendió el papel de concesión del cuerpo del ajusticiado y se lo en­
tregó a José de Arimatea.
Poco antes de la entrega, sucedió un hecho chocante: Y com o le
vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de
los soldados le dio con un a espada y al instante, “salió sangre y
agua” (152).
Los soldados tenían experiencia sobre la m uerte de los reos.
Estaban seguros de que Jesús había muerto. Lo habían visto morir. Es
más, habían seguido todas las incidencias, desde que tuvieron que
quitarle el madero de encima hasta la crucifixión. Habían observado
la manera de comportarse durante todo el tiempo que duró la cru­
152
cifixión. Les había impresionado la manera de llevar el suplicio, hasta
el extremo insólito de que uno de ellos fu e corriendo a ofrecerle
alivio, cuando dijo que tenía sed. El cambio fue más manifiesto des­
pués de la m uerte de Jesús, cuando el jefe del pelotón de ejecución
dijo: verdaderam ente este hom bre era inocente (153).

Entonces, ¿ p o r q u é la la n za d a ?
Sencillamente, la lanzada dada a un crucificado ya muerto, como
en el caso de Jesús, era un acto legal obligatorio, antes de entregar el
cuerpo a la familia, si el juez lo había concedido. Con ella se asegu­
raba que la Justicia se había cumplido. Equivalía al“tiro de gracia”que
se da a los fusilados.
La lanzada se la dio un soldado con elp ilu m romano, o lanza corta
de la policía de guardia. Al que la dio se le llama Longinos; no por­
que su nombre fuera tal, sino porque esta lanza corta de guardia, en
lengua griega se la llamaba Longés, y al que la usaba, Longinus, es
decir, Longinos.
La lanzada fue dada desde el suelo, porque el soldado pertenecía
al Cuerpo de Infantería, como todos los encargados de ajusticiar. Dada
desde el suelo, era suficiente con levantar el brazo para ejecutar el
acto con precisión. Con esto se demuestra una vez más que Jesús fue
crucificado en una cruz hum ilis o pequeña. Como anecdótico, los
caballos y galantes caballeros, que con sus largas y desafiantes lanzas
aparecen en pinturas de artistas de renombre de los siglos XVI y XVII,

Lanza romana y abertura (4 cm) que hizo en el cuerpo de Jesús.

153
no existieron ni se acomodan a la realidad. Desde un caballo y con
lanza larga, no se hubiera podido dar ese golpe tan certero en el sitio
exacto para que saliera sangre y agua, hecho que sorprendió al evan­
gelista que lo relata, como veremos inmediatamente. Según todos los
autores y expertos en Medicina legal, la lanzada fue dada unas dos
horas o algo menos después de la muerte de Jesús.

P o r q u é sa lió sa n g re
A Juan le sorprendió que del costado de Jesús, ya muerto, saliera
sangre; como hoy en día sorprendería también a muchos, p o r la cre­
encia de que la sangre en el cadáver se coagula inmediatamente des­
pués de la muerte p or no haber circulación sanguínea. Pero no ocu­
rre así cuando los grandes vasos (arterias y venas) están en buen es­
tado de conservación.
Se sabe a este propósito que en algunos países, como Rusia, se ha
utilizado hasta hace poco tiempo sangre extraída de cadáveres, para
transfusiones en las intervenciones quirúrgicas.
Una segunda aclaración necesaria es concretar qué lugar ocupa el
corazón dentro del cuerpo. Porque quien haya estado en una con­
sulta de cardiología, habrá observado la equivocación que tiene la
mayor parte de los pacientes. Estos dicen que les duele el corazón o
que su corazón no va bien, al mismo tiempo que palpan con su mano
el lado izquierdo del tórax, en la creencia de que el corazón está en
ese lado. Pero si observamos atentam ente una radiografía postero-
anterior del tórax, veremos que la silueta cardíaca está en el centro,
que las cavidades cardíacas derechas sobrepasan el lado derecho del
esternón y que el ventrículo izquierdo sobresale solamente un poco
más en este lado. Estas dos aclaraciones tienen gran importancia para
com prender mejor p o r qué salió sangre y agua del costado derecho
de Jesús.
Para que pudiera salir sangre del cadáver de Jesús, la espada tuvo
que entrar entre el quinto y sexto espacio intercostal derecho, justo
p o r encima de la sexta costilla, y debajo de la quinta; de una manera
un poco oblicua, de abajo hacia arriba, pero casi horizontal. Metida
así, la lanza se dirigió de una manera natural al corazón, a través de
la parte anterior del pulm ón derecho, al que atravesó.Tras un reco­
rrido de ocho centímetros llegó al pericardio, la fina capa que en­
154
vuelve el corazón; la atravesó, penetrando en el corazón por la aurí­
cula derecha. Esta fue la parte del corazón atravesada. Y la aurícula
derecha, así com o las venas cavas, superior e inferior, siem pre están
llenas de sangre líquida en un cadáver.
Esta es la razón de por qué salió sangre en cantidad considerable,
al retirar el soldado la espada. Fue una salida facilitada por la retrac­
ción pleural en el cadáver, la presión del líquido pericárdico (del que
hablaremos a continuación) sobre la aurícula derecha y la presión in­
terna de la sangre de la cavidad cardíaca.
En vivo, una lanzada dada en este lugar siempre es mortal de ne­
cesidad, sin que pueda hacerse nada, aunque se atienda al herido in­
mediatamente. Los soldados, repetimos, eran expertos y sabían que
era el mejor “tiro de gracia” que podían dar. Lo sabían tan bien que,
en los entrenamientos para la lucha con la espada, se hacía el ejerci­
cio de defender este lado, porque una herida ahí era irremediable­
mente mortal,como nos lo dice Julio César en la Guerra de las Gcdias,
al hablarnos del latus apertum .
De haber dado la lanzada más arriba o más abajo, hubiera atrave­
sado el pulmón solamente, en cuyo caso apenas hubiera salido san­
gre. Hubiera salido una pequeñísima cantidad, producto de la rotura
de la fina vascularización pulmonar. Si la lanzada se hubiera dado en
el lado izquierdo, no hubiera salido sangre, porque los ventrículos
están vacíos en un cadáver.

Silueta cardíaca y entrada de la espada (entre 5 oy 6oespacio intercostal).

155
P o r q u é sa lió a g u a
Juan, testigo ocular del hecho, vio que además de sangre, de la he­
rida causada por la lanza salió también agua; digamos un líquido pa­
recido al agua. De ahí que este líquido se llame Hidropericardio (esto
es, agua alrededor del corazón).
Grandes especialistas que han investigado el caso dicen que el
“agua” salida del costado de Jesús fue consecuencia de una pericar­
ditis.
Al llegar a este tema, así como a otros similares, es curioso obser­
var cómo algunos autores racionalistas,partidistas o tendenciosos,han
escrito que este líquido era producto de una enfermedad preexis­
tente, como por ejemplo una pleuresía tuberculosa. Se ve que no eran
médicos o no habían hecho, punciones pleurales. Entre las numero­
sas punciones pleurales que hemos realizado, en pacientes de diver­
sas enfermedades, nunca hemos visto un líquido claro, semejante al
agua; siempre era de diverso color, según la enfermedad que aqueja­
ba al paciente. El líquido salido del costado de Jesús, de haber sido cau­
sado por una pleuresía debida a una enfermedad, hubiera sido de algún
color (verdoso, carmín, turbio, etc.) nunca claro, como lo afirma el tes­
tigo ocular presente. De lo contrario Juan no lo hubiera llamado“agua”.
Además, para que pudiera salir una cantidad notable, como para
extrañar a Juan, de haber sido producto de pleuresía, la pleura de­
bería tener una enorme cantidad de líquido, para llegar a sobrepasar
la altura por la que entró la espada, pues el líquido pleural se acu­
mula en el fondo del saco, en la parte posterior de la pleura, que llega
hasta la 11-12 costilla.La pleuresía,en una enfermedad,habitualmente
se va formando lentamente. Con esta cantidad, y debido a la clínica
que da normalmente (opresión, disnea, fiebre, dolor, etc.) más la clí­
nica que diera la enfermedad que la va produciendo lentamente Jesús
no hubiera podido realizar las largas caminatas que hacía, ni hablar
en voz alta al público al aire libre, con el cansancio que conlleva; ni
realizar otras actividades,como las estuvo haciendo hasta el momento
de ser apresado.
Decíamos que los expertos, debido al conocimiento adquirido por
sus experiencias, afirman que este líquido era producto de una pe­
ricarditis. La pericarditis es la inflamación de pericardio o fina capa
que envuelve el corazón. Inflamado el pericardio, p o r la causa que
156
sea, segrega un líquido que se llama “líquido pericárdico” o hidrope-
ricardio; esto último, por la apariencia de agua que tiene. El origen
de la pericarditis puede ser múltiple: infeccioso, tuberculoso, vírico,
reumático, etc. Pero ninguna de estas causas dichas pudo ser la causa
de la pericarditis de Jesús por las razones citadas. Estas pericarditis,
incluida la aguda, tienen un proceso relativamente lento, unas más
que otras.Además, según se van formando, van acompañadas de una
clínica florida, como dolor precordial, que a veces se confunde con
el ángor, porque se irradia hasta el cuello, al brazo izquierdo, etc.
Siempre hay una opresión torácica; suele haber fiebre entre los 38°
a 39°; escalofríos, disnea intensa y, como consecuencia de todo esto,
un gran cansancio. En consecuencia, como decíamos antes Jesú s no
hubiera podido llevar a cabo tanta actividad, ni realizar las grandes
caminatas que hacía hasta el momento mismo de ser hecho preso.
Ahora bien; ¿cómo pudo formarse esta pericarditis, si no era ningu­
na de las causas citadas, que suelen ser las habituales? Según los estu­
dios realizados por los profesores Judica y Cordiglia, de las Universi­
dades de Milán yTurín respectivamente, además de las causas citadas
de pericarditis, añaden otras dos, que también pueden originarla: los
traumatismos fuertes en la espalda o en el tórax y la agonía.

P e r ic a r d itis tra u m á tic a


Un traumatismo fuerte en el tórax o en la espalda, como sucede
en los accidentes de coche o en otros similares, puede producir una
pericarditis rápida.Tenemos la experiencia sobre la materia en varios
casos; uno de ellos, el traumatismo producido por un muro que cayó
sobre la espalda de un albañil.
Jesús sufrió toda clase de golpes fuertes y repetidos con objetos
contundentes, como eran las bolas de plomo del fla g ru m taxilla-
tum , sobre la espalda y sobre el tórax durante la flagelación. Es, pues,
normal y lógico que una de las causas de la pericarditis de Jesús fue
la traumática.

P e r ic a r d itis agó n ica


La cantidad de líquido que genera esta pericarditis está en relación
con el tiempo que dura la agonía o con el sufrimiento padecido en
ella. La agonía de Jesús fue muy larga. Comenzó en Getsemaní, donde

157
tuvo una preagonía terrible, hasta sentirse morir de puro sufrimien­
to, a pesar de ser un hombre fuerte y en plena salud, tal como expli­
camos al hablar de la hematidrosis.A partir de ese momento, el tiem­
po que duró su Pasión hasta la muerte sufrió toda clase de malos tra­
tos, como bofetadas, palos, la indescriptible flagelación. Todo esto,
también formó parte de su agonía. Luego vino la terrible agonía de
todo crucificado en la cruz. En ella, con las escasísimas fuerzas que
le restaban, luchaba por la vida tratando de remontarse un poco en
medio de atroces dolores, por poder respirar algo, hasta que, no pu-
diendo más, sucumbió. En la situación que estaba Jesús y que hemos
ido explicando, su agonía en la cruz, de unas tres horas, sobrepasa en
intensidad los límites humanos para describirla.
Cada una de estas dos causas por separado, traumatismos y ago­
nía, pueden producir por separado una pericarditis; y en Jesús, se
unieron las dos en grado máximo, por lo que el hidropericardio fue
más abundante. Esta es la conclusión científica de los dos profesores
citados: el “agua” que salió del costado de Jesús, tuvo un doble ori­
gen: traum ático y agónico.
Una vez formado el líquido pericárdico por estas causas, al entrar
la espada hasta la aurícula derecha, rompió prim ero el pericardio.
Luego penetró en ella, haciendo en ese momento de tapón. Al reti­
rarla, prim ero salió la sangre en chorro, debido a la retracción pul­
monar, a la presión interior que tenía y a la presión que ejercía el lí­
quido pericárdico sobre el corazón. Luego, salió el líquido pericárdi­
co o hidropericardio, muy semejante al agua.
Esto es lo que vio Juan, testigo ocular y que lo afirma con rotun­
didad sin tener ningún conocimiento médico y por tanto sin poder
explicar este fenómeno, que tan solo se limita a relatar como testigo:
cCuando se dio la lanzada en el cadáver de Jesús,“salió sangre y agua”.
Luego, el centurión, cumpliendo la orden de Pilato, entregó el cuer­
po de Jesús a José deArimatea,para que fuese a enterrarlo.

158
DESCENDIMIENTO Y ENTIERRO
Jesús murió en una víspera de fiesta, la Pascua judía. Las fiestas, así
como la celebración del día del Sábado, comenzaban a la caída del
sol del día anterior, como ocurre todavía hoy día en Israel. Después
de la muerte de Jesús, si había que hacer algo ese día, tan solo que­
daban unas dos horas.
José de Arimatea, miembro del Sanedrín, a sabiendas de que sería
duramente criticado por sus compañeros de Bet-din, tuvo el deseo y
así lo expresó, de enterrar el cadáver de su amigo Jesús, en un sepul­
cro que se había hecho construir para sí en un huerto cercano de su
propiedad. La petición del cadáver por un sanedrita, amigo de Jesús,
trastornó totalmente los planes del alto tribunal judío, de Anás, y de
su jefe el Sumo Sacerdote, que habían hecho todo lo posible para lle­
varle rápidamente a la muerte, y ya soñaban con verlo, antes de la fies­
ta, en la fosa común, para que nadie más hablara ni se interesara en
adelante por el Nazareno. Bastante les había mareado la cabeza.
El deseo de enterrar a su amigo obligó a José de Arimatea a realizar
ciertos trámites burocráticos y prácticos para llevar a cabo su em­
presa.

Los b u ro c rá tic o s
Su prim er paso fue formalizar la petición del cadáver al juez que
en este caso era el propio Prefecto, Pilato. Para esto, tuvo que armarse
de valentía, por tratarse de un crucificado que había sido condena­
do por rebelión contra el César; y por la posición en que quedaba
ante sus compañeros del Sanedrín, que habían sido los promotores
de la muerte de su amigo el Nazareno. Este trámite tuvo que llevar
bastante tiempo, pues era víspera de gran fiesta y Pilato estaría su­
mamente ocupado. Casi siempre p o r estas fechas había muchos pro­
blemas políticos, militares y de orden social, debido a la acumulación
de varios centenares de miles de peregrinos, que venían a Jerusalén
y que, amparados en la fuerza del número, aprovechaban para de­
mostrar su descontento contra el invasor, provocando revueltas, mo­
tines y escaramuzas, que habitualmente terminaban en sangre.
• Tras una espera indeterminada, José de Arimatea consiguió la au­
diencia; cursó la petición, y obtuvo la escritura del papel justificativo

159
de la concesión del cadáver. Todo ello ocupó la mayor parte del es­
caso tiempo que tenía para realizar todo lo que conllevaba un ente­
rramiento en esas circunstancias. Luego tuvo que volver al lugar de
los hechos,que entre idas y vueltas distaba más de kilómetro y medio.
De vuelta ya en el Calvario, el centurión leyó el certificado de la con­
cesión del cadáver por el juez, y pasó a cumplir su obligación: mani­
festar públicamente que la justicia se había cumplido. Por eso, como
sello final, dio a Jesús la lanzada en el costado derecho, que llegó di­
rectamente al corazón.

Los h ech os p r á c tic o s


Realizados los trámites burocráticos y ya en posesión del cadáver,
había que llevar a cabo el enterramiento. Pero, antes, quedaban di­
versos preparativos:
- comprar y preparar las telas necesarias para envolver el cadáver,
conforme mandaban las leyes y costumbres hebreas, cuando
se descendiera el cadáver de la cruz y antes de colocar el cuer­
po en el lugar definitivo del sepulcro;
- hacerse con aromas, como áloes, mirra y otros ungüentos según
las costumbres de entonces Aquí José deArimatea,por el hecho
de ser acaudalado, fue generoso tanto en la tela que compró,
de varios metros, como en los aromas, de los que adquirió unas
cien libras, es decir, unos 32 kg (153).
Una vez hechas estas tareas necesarias para el momento, quedaba
lo peor y lo más difícil: desclavar el cadáver de la cruz. El stipes, como
ya hemos dicho varias veces, estaba fijo. En este caso, también per­
maneció así, y sin duda sirvió para otras crucifixiones posteriores,
como también había servido anteriormente. Por eso, lo primero que
hicieron fue quitar el clavo de los pies; maniobra que si bien ofrecía
cierta dificultad, no fue excesiva. Después de quitar la tablilla o titu-
lus, para que no estorbara el trabajo, levantaron el cuerpo rígido, cla­
vado alp a tib u lu m como un bloque, para separarlo del stipes, hecho
en el que debieron intervenir al menos cinco personas; dos de ellas,
valiéndose de una pequeña escalera. Fue el momento más difícil de
todo el proceso y el más problemático, porque se unía la extremada
rigidez cadavérica, como sucede en todos los cadáveres que han te­
nido una muerte violenta, al peso del cuerpo y del p a tib u lu m , es

160
decir, al menos, 130 kilogramos.A todo esto se sumaba la posición di­
ficultosa en la que tuvieron que trabajar.
En el corto traslado hasta el cercano sepulcro, los que lo transporta­
ban apenas tocaron el cuerpo, pues dos sostenían las extremidades del
patibulum , al que iban clavadas todavía las manos; otros dos mantení­
an las puntas de una tela alargada y arrebujada, que pasaba por la región
dorso lumbar. Estas cuatro personas soportaban prácticamente la tota­
lidad del peso del cuerpo y del patibulum . Una quinta persona mante­
nía el pie izquierdo, sobre el que todavía estaba rígido el derecho, a la
altura del talón de Aquiles. Realmente, sobre esta quinta persona apenas
recaía peso, debido a la extremada rigidez cadavérica, pero así se daba
la sensación de atención a todo el cuerpo del ser querido muerto.
Cerca ya del sepulcro, dejaron el cadáver en el suelo. Comenzaron
por desclavar las manos.Trabajo difícil, pues se unía la rigidez cada­
vérica, los clavos fuertemente remachados por detrás e incrustados
en la madera y el afecto y el cariño hacia un ser que se amaba, p o r lo
que, con su cadáver se actuaba como no queriendo hacerle daño.
Todo en medio de un silencio impresionante, roto solamente por mo­
nosílabos imprescindibles, y algún suspiro acompañado de algunas
lágrimas furtivas, insostenibles, de unos corazones que amaban.

Sepulcro del tiempo de Cristo. A la derecha, la antecámara, y la cámara defini­


tiva, a la izquierda.
161
Desclavadas las manos del p a tib u lu m , separaron a éste del cuer­
p o ^ lo dejaron a un lado. Estaba todo él manchado de sangre por los
latigazos, la cabeza coronada de espinas y por las llagas de las manos.
El cadáver de Jesús quedó sobre el suelo con los brazos extendidos
y rígidos. Lo limpiaron cuidadosamente quitándole los coágulos de
sangre que se habían formado por todas las partes de su cuerpo: cue­
llo, cara, frente, espaldas, tórax, muslos y piernas.Ya observamos que
cuando le quitaron los vestidos para crucificarlo, se renovaron las he­
ridas de la flagelación. El polvo acumulado durante el trayecto hasta
el lugar del suplicio, unido a la sangre y el sudor, lo hicieron irreco-
nocible.Todo fue lavado y aseado con minucioso detalle.
Una vez lavado,y empleando una fuerza considerable,lograron que
los dos brazos, rígidos, fueran cruzados y puestos sobre el pubis.
Era ya el ocaso del sol y no podían seguir trabajando más, porque
iba a comenzar el día de la fiesta. El trabajo de la mortaja completa
quedó a medias. Faltaba el lavado total del cuerpo con agua caliente,
frotarlo, rasurar el vello y llevar a cabo otros actos establecidos por las
leyes y las costumbres seculares. Este trabajo quedó para las mujeres,
por ser trabajo exclusivo de ellas, al día siguiente de la fiesta.
Ya limpio como hemos visto, la rigidez facilitó el traslado del ca­
dáver hasta la antecámara mortuoria, no al lugar definitivo, sino a uno
contiguo, a la entrada, a la derecha. El lugar definitivo estaba en la cá­
mara interior. Allí sería colocado una vez realizado todo lo expuesto
del lavado y raspado del vello, a lo que añadirían algún ramo de mirto;
es decir, una vez “purificado” el cuerpo totalmente. Luego añadirían
la abundante cantidad de aromas adquirida, tales como áloes y mirra,
que conservan muy bien los cuerpos. Pero todo esto, se organizaría
al día siguiente de la Pascua, prim er día de la semana hebrea.
De momento, como se terminaba el tiempo, le pusieron en la an­
tecámara, sobre un lienzo de varios metros, que doblaron por la parte
superior de la cabeza, cubriendo también toda la parte anterior del
cuerpo.Añadieron un paño, no muy ancho, arrebujado, que, partien­
do del mentón, cubría casi totalmente las mejillas, sujetándolo en la
parte alta de la cabeza; tenía por finalidad que la boca permaneciera
cerrada. Luego le pusieron también dos monedas de cobre, una sobre
cada párpado, para que éstos no se abrieran.Así se hizo en este caso,
porque lo enterró un hom bre adinerado, como era José de Arimatea,
162
y los ricos ponían siempre dos monedas aunque de poco valor y pa­
sadas de curso, habitualmente dos leptones. En otros casos era cos­
tumbre colocar dos tejillas de cerámica, de alguna vasija rota, con el
mismo fin; así sucedía si la familia era pobre. Hemos tenido ocasión
de comprobar esta costumbre en el cráneo de un judío de la época
de Jesús; las dos monedas estaban dentro del cráneo, en el fondo; allí
habían caído al faltarles el apoyo, una vez que tanto los ojos, como
los otros tejidos, habían quedado reducidos a polvo.
Antes de marcharse, rodaron la piedra redonda que estaba en el
exterior, en el lado izquierdo, quedando así cerrada la entrada del se­
pulcro. Todos se fueron con la idea de terminar el trabajo al día si­
guiente de la fiesta de Pascua. Como es sabido, cuando acudieron las
mujeres, por ser labor exclusiva de ellas, el sepulcro estaba vacío.

Entrada de un sepulcro del tiempo de Jesús.


A la izquierda se ve una piedra redonda;bas-
taba correrla, para que el sepulcro quedara
cerrado.
163
TERCERA PARTE

H istoria de una realidad y de un fraude


LIENZO DE TIJRÍN
Hoy día no se puede hablar o escribir sobre la Pasión de Jesús sin
hacer mención del lienzo deTurín, o Sábana Santa.Todos y cada uno
de los hechos que los evangelistas narran sobre la Pasión están plas­
mados en él con una realidad asombrosa, incluso, aquellos detalles
que por la Historia sabemos no se hacían en las crucifixiones ordi­
narias, y a Jesús se los hicieron. ,
Es imposible hacer un estudio exhaustivo porque ocuparía miles
de páginas y sobre todo, porque no es nuestro objetivo. Lo que pre­
tendem os aquí es hacer un resumen de resúmenes sobre cuanto se
ha dicho del lienzo, para aquellos lectores que no hayan tenido oca­
sión de conocer varios de sus aspectos de una manera conjunta; qué
dice la Historia, qué se ve en él, qué dice la ciencia, las pruebas he­
chas en él con el carbono 14, el revuelo mediático que levantó esta
prueba y ciertas conclusiones.
Las fuentes de que nos hemos servido están en la sección biblio­
gráfica, al final del libro. Entre ellas figuran principalm ente: La
Historia del Lienzo del profesor lan Wilson, la Sábana Santa del
padre Soler; C ontrarreform a Católica de Bonnet-Eyman y los
Inform es de la Comisión de Expertos de Tarín.
En lo referente a las pruebas con el carbono 14, este resumen ha
sido entresacado de estudios realizados por especialistas ante el es­
cándalo suscitado por las noticias deTite, responsable,para este caso,
del Museo Británico, y que se publicaron por varios métodos: estu­
dios fotocopiados, periódicos, revistas, etc.

A ntes de entrar en m ateria, hagam os algunas observaciones:


1. Después de 1898, es decir, desde hace más de un siglo, es im­
posible encontrar un objeto en el mundo que haya llamado tanto la
atención de tantos hombres de Ciencia, especialistas de todas las
ramas del saber: paleobotánicos, criminólogos, egiptólogos, anató­
micos, forenses, sindonólogos, bioquímicos, historiadores, expertos
textiles, etnólogos, fotógrafos, radiólogos y un larguísimo etc. de es­
pecialidades. Cada uno en su especialidad lo ha estudiado e interve­
nido en él, incluido el equipo completo de la NASA, que envió al hom­
bre a la luna y luego examinó el material traído de allí.
166
2. Sobre ningún otro objeto del mundo se ha escrito tanto y se se­
guirá escribiendo.
3. Ninguno tam poco ha provocado fenómenos psicosociales tan
llamativos. Hasta tal punto que, en la última exposición al público
-abril de 1998-, en solo 56 días fue visitado por más de dos millones
trescientas sesenta mil personas, lo que supone más de cuarenta y
dos mil por día, equivalente a más de tres mil personas p o r hora -con­
tando las horas hábiles de visita-. Más impresionante, si cabe, fue la
exposición de 1898, cuando en ocho días fue visitado p or unas ocho­
cientas mil personas. Como también sobrepasa lo normal la afluen­
cia masiva de visitantes que están acudiendo a visitarlo, con ocasión
del bimilenario del nacimiento de Jesús.
4. Tampoco objeto alguno ha provocado tantas reacciones a favor
o en contra:
- los que están a favor, apoyados en innumerables conclusiones
científicas, están convencidos de que el lienzo de Turín es el
mismo que envolvió el cuerpo de Jesús en el sepulcro. Aducen
la tradición secular, las pruebas científicas de tantos especialis­
tas y su convicción íntima de tener “algo” palpable del Dios
hecho hombre en quien creen;
- los que están en contra se valen de todos los artilugios, a veces
innobles e impropios de científicos para desviar el valor que se
ha dado a esta tela, o para desprestigiarla, como es el caso ver­
gonzoso de la prueba del carbono 14, de la que hablaremos bre­
vemente. Se basan principalmente en que en los primeros siglos
existen escasos datos históricamente ciertos,sobre el lienzo.Una
cosa es de admirar en esta actitud: el no tener en cuenta alguna
de las conclusiones científicas irrefutables, de otros científicos,
tan notables o más que ellos; y sobre todo, olvidar los estudios
que la NASA ha hecho sobre el tema. Dan la sensación de ser
como aquellos que, entrando en una reunión, sin saber de lo que
se está hablando, levantan la mano para decir ¡me opongo!
Procuraremos ser objetivos y nos limitaremos a exponer:
- de qué se trata
- su historia
- qué se ve en él y qué nos dice la Ciencia
- otras pruebas científicas y sus conclusiones

167
- la prueba “realizada” con el carbono 14 y reacciones posterio­
res de los científicos
- qué es lo que deben explicar los que niegan las conclusiones
científicas a las que han llegado los especialistas en su estudio.

D e q u é se tr a ta
Según una tradición secular, el lienzo que se venera enTurín es la
tela en la que estuvo envuelto el cuerpo de Jesús desde que fue se­
pultado hasta la resurrección. Es un lienzo de 4,36 m de largo por
1,10 de ancho, si bien, la anchura no es del todo regular. En él apa­
rece, en negativo, la doble imagen -anterior y posterior- de un hom­
bre de tipología semita, crucificado según la costumbre romana, que
ofrece ciertas particularidades que traen de cabeza a centenares de
hombres de Ciencia, de todas las ramas del saber.
En términos textiles, es una sarga de cuatro, en espiga o espina de
pescado. Es un tejido tupido, opaco, fino y flexible.A pesar de su del­
gadez, se ve que los hilos están hechos a mano (como los de las rue­
cas de nuestras abuelas),porque presentan irregularidades en su gro­
sor, con abultamientos o “botoncitos”;por eso se le llama el hilo bou-
toneux.
El tejido tiene 38 hilos p o r centímetro cuadrado en la urdimbre y
unas 25 pasadas de trama. Está confeccionado en un telar rudimen­
tario, de cuatro lizos, movidos por pedal. Lo rudimentario del tejido
nos hace pensar en una gran antigüedad. Por la clase del mismo, se
ve que no pudo ser hecho en Europa, puesto que el tejido en sarga
no entró en ella hasta finales del siglo XIV y primeros del XV y es co­
nocido, dentro de una historia irrefutable, anterior a esa fecha. El te­
jido de este lienzo era muy corriente en Siria en el siglo primero de
nuestra era, y tiene gran similitud con tejidos conocidos en Egipto,
de hace 2000 a 3000 años.
El profesor Raes, experto textil de la Universidad de Gante, afirma
que entre el lino de que está hecho el lienzo hay restos de algodón. El
algodón vino de la India a Oriente Medio antes del siglo primero. Según
este m ism o profesoral que se unen el profesor Curto de la Universidad
deTurín y Geiman de la de Maguncia y otros muchos especialistas en
paleobotánica, y egiptología, el Lienzo pertenece al siglo primero, y
las fibras de algodón pertenecen al Gossypium Herbaceum, precisa­
168
mente el que se sembraba y usaba en aquel entonces en Oriente
Medio. El color del Lienzo es amarillento; mejor, de color de marfil
antiguo.A los lados del lienzo y en el interior, se observan unos tro­
zos de color más claro que el resto de la tela; corresponden a los re­
miendos que cosieron las Clarisas de Chambéry en 1534, dos años
después del incendio que sufrió el Lienzo.
A los dos lados de la figura humana del Lienzo hay dos gruesas lí­
neas paralelas, negruzcas, que resaltan sobre el fondo amarillento de
la tela, intercalándose de vez en cuando manchas triangulares o rom­
boidales; son las señales que hizo el agua sobre él al apagar el fuego
que ya estaba derritiendo la arqueta de plata que lo contenía. Las man­
chas y los triángulos siguen los dobleces que el Lienzo tenía en el
arca. Esto sucedió en la noche del 3 al 4 de diciembre de 1532.
Añadamos a este breve estudio de la tela, como dato curioso den­
tro del aspecto textil, que el Lienzo, a pesar de su antigüedad, no tiene
ningún hongo (lo que podríamos llamar moho), debido a la presen­
cia de saponina. Precisamente, Plinio el Viejo, en su Historia natu-
ralis, de principios de nuestra era, nos dice que para dar rigidez y
limpieza a los hilos de urdimbre, se trataban con una hierba jabono­
sa, que es la Saponaria officinalis, una de cuyas propiedades es la
de ser fungicida. La presencia de saponina en el Lienzo no puede
ponerse en duda, como lo demostraron claramente el profesor Baima-
Bollone y el Presidente de laAcademia deAgricultura deTurín,Giovani
Domia d ’ Oldenico (Comisión de Expertos).

H isto ria
Son pocas las noticias históricas que tenemos de él en los prim e­
ros siglos. Lo cual es lógico:
- en aquella época no había prensa ni medios de difusión como
en la actualidad. Los escritos eran manuales y unipersonales so­
metidos a toda clase de inclemencias, guerras, muerte, etc.;
- las persecuciones contra los cristianos comenzaron inmedia­
tamente después de la m uerte de Jesús. Santiago, uno de sus
apóstoles, y Esteban, otro de sus discípulos, son ejecutados vio­
lentamente. Los demás son objeto de persecución y encarcela­
dos. Ante esta situación, muchos de los creyentes en Jesús hu­
yeron a otras partes, a Siria,Asia Menor, Roma etc.;

169
- apenas cuarenta años después de la m uerte de Jesús Jerusalén
es sitiada, tomada y destruida por Vespasiano yTito. Los judíos,
entre ellos los cristianos, huyeron de Palestina, llevándose sus
pertenencias;
- si alguien había vuelto a la tierra de sus antepasados, tuvo que
huir de nuevo en el año 135, cuando Adriano destruye, arrasa y
cambia el nombre de Jerusalén por Aelia Capitolina, con oca­
sión del levantamiento de Bar-Kokeba o “hijo de la estrella”;
- los discípulos de Jesús, desde el principio, fueron marcados por
la persecución tanto de los jefes del pueblo judío como de los
emperadores romanos. Persecución que dura hasta entrado el
siglo IV, cuando Constantino trae la paz a la Iglesia, debido a los
muchos cristianos que había ya en el Imperio; uno de ellos, su
propia madre.
Todos estos avatares influyeron para la salida de aquellos recuer­
dos y bienes que los judeocristianos poseían.
Por la Tradición se tiene noticia de la llegada del Lienzo a Edesa de
Siria (hoy Urfa) al sur de Turquía. Permaneció allí varios siglos; y en
el año 525, el em perador Justiniano mandó construir la basílica de
Santa Sofía para acoger lo que ya de palabra se venía creyendo, como
el retrato de Jesús crucificado. Sin embargo, a esta Tradición se han
añadido historietas y leyendas que luego han hecho dudar a algunos
autores, hasta tal punto que el profesor Vignon de París ha dicho que
mejor que estas historietas hubiera sido el silencio.

Moneda acuñada por el emperador bizan tino con


ocasión de la llegada del Lienzo a Constantinopla.

170
Edesa fue tomada por los musulmanes el año 639. Estos perm iten
el culto cristiano, por lo que el Lienzo perm anece en la ciudad.
Cuando el em perador de Bizancio asedió Edesa en el 943, no des­
truyó la ciudad; y llegó a un acuerdo con el jefe musulmán: la ciudad
no será arrasada; se entregará una cierta cantidad de dinero, y se deja
libres a centenares de musulmanes que estaban presos.A cambio, se
entregará el Lienzo. El Sultán aceptó y entregó el Lienzo al obispo de
Samosato, contra el parecer de los cristianos de la ciudad.
Un año después, en el 944, llegó a Constantinopla y, en el año 945,
el emperador Constantino Porfirogéneta hizo monedas con la efigie
del crucificado que aparece en el Lienzo. Además, y en su honor,
mandó que fuese fiesta oficial el 16 de agosto.
Hacía el año 1011, enviaron una copia a Roma y el papa Sergio le
dedicó un altar. Las citas sobre la existencia del Lienzo “que envolvió
el cuerpo del Señor” se iban haciendo cada vez con mayor frecuen­
cia. Aparecía presente en las colecciones de reliquias de emperado­
res y reyes, tales como Abú Nasar Nahia, Oderico, Luis VII yAmauri I,
situándolo como la joya principal. Entre los años 1000 y 1190, tene­
mos varias noticias históricas sobre el Lienzo. Una de ellas es que en
Constantinopla hay un lienzo que envolvió el cuerpo del Señor. Así
nos lo transmiten historiadores serios como Guillermo de Tiro en su
obra H istoria rerum tra n sm a rin is gestarum . En el año 1203,
Roberto de Clari, cronista de la expedición de una Cruzada, nos afir­
ma que vio en Constantinopla el Lienzo donde el Señor estuvo en­
vuelto.
En el 1204 los cruzados toman la ciudad de Constantinopla, y el
Lienzo desapareció. Fue escondido en sitio seguro para que los cru­
zados no se lo llevaron a Occidente.

¿Cómo llegó e l L ien zo a O ccidente?


No se sabe. Para unos,la desaparición del Lienzo de Constantinopla
se debió a que el emperador Balduino de Constantinopla, necesita­
do de dinero, lo em peñó en 1247 a los Templarios. Otros dicen que
fue vendido a alguno de los reyes de Occidente. Lo cierto es que,
desde el 1204, fecha de la toma de Constantinopla p or los cruzados,
no se supo dónde se hallaba el Lienzo, hasta el 1356, año en el que
entra ya dentro de una historia diáfana.

171
Para el historiador inglés lan Wilson es seguro que todo este tiem­
po estuvo en manos de los Templarios; este mismo historiador esta­
blece la continuidad del Lienzo desde los orígenes hasta nuestros días
(The Turin Shroud), Londres 1979- Reaparece, como hemos dicho,
en 1356, cuando estaba en manos de Godofredo de Charny, general
del rey Juan el Bueno y emparentado con el gran Maestre de los
Templarios, quemado en Francia en 1304 (recordemos la afirmación
de Wilson). Godofredo, con ayuda económica del rey, quiso hacer una
colegiata en Lirey para guardarlo. Murió en una batalla defendiendo
a su rey, y fue su viuda, Juana de Bergy, la que hizo construir la cole­
giata, inaugurada en 1356.
En 1418, los canónigos de Lirey enviaron el Lienzo a una nieta de
Godofredo, quien lo guardó en la capilla de san Hipólito sur Doubs.
Lo expuso al público varias veces y no teniendo confianza en sus des­
cendientes, buscó una persona o familia seria y honrada, para que lo
guardase en el futuro y escogió al duque Luis de Saboya, quien in­
demnizó generosamente a los canónigos de la colegiata de Lirey por
la entrega del Lienzo.
Los Saboya guardaron el Lienzo en su castillo de Chambéry en el
año 1502. En el año 1506, el papa Julio II instituyó una fiesta en su
honor, a celebrar el 4 de mayo. En el 1532 la capilla del castillo de
Chambéry sufrió un grave incendio, que la destruyó totalmente y
puso en grave peligro la arqueta donde se guardaba el Lienzo, que
comenzó a fundirse cuando el calor alcanzó los 900 °C. Salvaron la
situación la valentía del capellán del duque, ayudado por dos fran­
ciscanos, que la rescataron del fuego y repararon como pudieron, los
daños. Echaron agua sobre la tela que, al secarse, dejó una huella ac­
tualmente visible en forma de rombos que corresponden a los do­
bleces de la tela. En 1534, las Clarisas de Chambéry, de rodillas, arre­
glaron como pudieron los desperfectos. Luego, tras una breve estan­
cia en Piamonte, volvió a Chambéry.
Con ocasión de una peste declarada en Milán y una vez pasado el
peligro, el arzobispo, san Carlos Borromeo quiso realizar una pere­
grinación para venerar el Lienzo. El duque de Saboya, en considera­
ción a la ancianidad del arzobispo,trajo el Lienzo aTurín,coincidiendo
con el hecho del traslado de los Saboya a esta ciudad. La familia lo
depositó en la capilla que construyó en un lugar del palacio, en 1578.
172
Desde este momento, el Lienzo ha perm anecido siempre en ese lugar,
perteneciendo a la Casa de Saboya.
En la actualidad, el rey de los búlgaros, Simeón II, como albacea del
rey Humberto II de Italia, y en su nombre, entregó la propiedad del
Lienzo al Papa y a toda la Iglesia, en el año 1983- El docum ento de
donación fue firmado el 17 de julio de 1982. fue una decisión toma­
da ante las circunstancias. Había dos llaves de la arqueta: una en po­
sesión del arzobispo deTurín y otra en manos del rey Humberto. Este,
comprendiendo que cada vez tenía menos autoridad sobre el Lienzo,
pues, en la exposición de 1978, así como en las investigaciones que
se hicieron sobre él ese año, ni se le consultó, decidió donarlo defi­
nitivamente a la Iglesia. El Lienzo había estado custodiado p o r la Casa
de Saboya durante quinientos treinta años.
Q u é se ve en e l lien zo
Un estudio somero del Lienzo nos permite observar
- la imagen doble (anterior y posterior), en negativo, de un hom­
bre crucificado según la costumbre romana;

173
- este crucificado, según todos los antropólogos y forenses, es
de raza semita;
- llama la atención la gran serenidad en su rostro, a pesar de
tener en él signos graves de violencia;
- tanto en las estructuras anatómicas del cuerpo, como en las
facciones de su cara, asombra su naturalidad y realismo.
Realismo que no tuvo representación auténtica, hasta el
Renacimiento;
- asombra también que la imagen del Lienzo esté en negati­
vo, cuando este fenómeno no se conocía, ni se sabía que exis­
tía, hasta la llegada de la fotografía en el siglo XIX. Se com­
porta, a su vez, como un negativo, pues al hacerle una foto­
grafía, obtenem os directamente el positivo;
- en la imagen anterior y posterior del crucificado que apare­
ce en el Lienzo, a pesar de estar en negativo, se observa con
claridad las señales de las bolas de plomo del flagrum taxi-
llatum, las llagas de las manos, de los pies, del costado y de
las heridas que hicieron las espinas de la corona;
- otro motivo de asombro es que la imagen tiene la propiedad
de tridimensional, propiedad que no tiene pintura ni foto­
grafía alguna. Esta sería una de las mayores pruebas de que
es infalsificabie.
Ocurre además que, si tenemos los evangelios delante,y los con­
frontamos mirando al Lienzo, veremos que están en él marcadas
todas y cada una de las cosas que los evangelistas dicen que hi­
cieron a Jesús. Incluso, aquellas que los rom anos no acostum ­
braban a hacer en las crucifixiones y a Jesús se las hicieron,
com o la flagelación sistem ática o correctio y la coronación de
espinas y la lanzada.
Los distintos traumatólogos y forenses que lo han estudiado afir­
man además que:
- el hombre cuya imagen aparece en el Lienzo fue crucifica­
do como los romanos solían hacerlo, es decir, las manos cla­
vadas por el carpo o muñeca (espacio de Destot) y los pies
por encima de la línea de Lisfranc, entre el segundo y tercer
metatarsiano;
- la flagelación aplicada a este crucificado fue sistemática y
174
175
no como los romanos solían hacerla ordinariamente, camino
del suplicio. Se observa también que fueron varios los que le
flagelaron y que unos eran de menor estatura que los otros. Esta
flagelación sistemática, corresponde a las palabras de Juan: y lo
flagelaron (en el evangelio, corresponde a un suceso entre dos
juicios) y a las de Pilato: le castigaré y luego le soltaré. Era la cé­
lebre correctio o sustitución de la pena capital;
- el crucificado del Lienzo fue coronado con ramas espinosas,
cosa que los romanos nunca hacían y los evangelistas lo afir­
man claramente. Las señales de las púas están claramente mar­
cadas en la nuca;
- se aprecia también que el tabique nasal está desviado p o r ro­
tura del cartílago nasal, en la conjunción con el hueso del mismo
nombre; se aprecie además hinchazón en el lugar. Cuando fue
coronado, los evangelistas dicen que le daban palos y bastona-
zos.Traumatólogos y forenses descubren que el golpe en la nariz
fue hecho con un objeto contundente, desde detrás, por el lado
izquierdo;
- al crucificado del Lienzo no le quebraron las piernas, como era
costumbre hacerlo en Palestina, donde un crucificado no podía
quedar en la cruz durante la noche, todavía menos un cadáver,
porque los habitantes de la ciudad quedarían impuros.Al refe­
rirse a este tema, los evangelistas constatan que a los otros dos
compañeros de suplicio,les quebraron las piernas, mientras que
a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,
sino que un soldado le atravesó con una espada. La herida está
perfectamente marcada en el lado derecho, donde se aprecia
que, exactamente, tenía cuatro centímetros;
- el crucificado del Lienzo llevó la cruz, es decir, el patibulum; y
lo llevó ladeado, como se ve por las escoriaciones marcadas per­
fectamente en la espalda. En el capítulo “Llevar la Cruz”, adver­
timos que el madero quedaba ladeado,porque uno de los cabos
de la cuerda, que sujetaba la mano derecha, le cruzaba por de­
lante del cuerpo, para atarlo a la altura del tobillo; así, era más
difícil la huida.
- la flagelación sistemática. Las escoriaciones de la espalda están
hechas por la cruz ladeada y las de las rodillas por las caídas. Se
176
observa también las señales de las espinas de la corona, en la
nuca. (Foto del esquema de lo que aparece en el Lienzo);
- el crucificado del Lienzo cayó varias veces de bruces, porque
tenía ambas manos atadas y sujetas al madero. Al caer de bru­
ces, puso prim ero las rodillas para amortiguar el golpe. Las es­
coriaciones están perfectamente marcadas, sobre todo en la ro­
dilla derecha, que fue la primera sobre la que recayó el golpe.
Esto demuestra que llevó el madero y, por falta de fuerzas, cayó;
- quien conozca un poco las costumbres judías de hace dos mil
años, incluso las de ahora, observará que el crucificado del Lienzo
177
fue embalsamado a medias, como se evidencia p o r la exis­
tencia de la barba, restos de sangre en el cuerpo, etc., tal como
explicam os en el capítulo del “D escendim iento y enterra­
m iento”;
- en el Lienzo se observa claramente la presencia de mirra y
áloe. Los evangelios nos relatan expresam ente que sus amigos
com praron estos elem entos para embalsamarlo;
- otra de las cosas admirables es que los restos de sangre post
m ortem existentes en el Lienzo, corresponden al grupo san­
guíneo AB, muy frecuente entre los semitas y sefardíes;
- a la altura del rostro, se observan restos de salivazos, cosa que
los evangelios registran varias veces;
- una cosa más a tener en cuenta: el crucificado del Lienzo fue
ejecutado como un criminal e indeseable en la cruz, el suplicio
más bajo e ignominioso de entonces y, sin embargo, fue ente­
rrado con honor, embalsamado a medias y envuelto en un fino
lino, del que nos hablan los evangelios.Todo esto contrasta con
la costumbre de que los crucificados eran dejados a merced de
las aves de rapiña y fieras salvajes. En Palestina, como no podí­
an quedar en la cruz, les rompían las piernas y, una vez muer­
tos, los echaban en una fosa común, porque los familiares no se
atrevían a pedir el cadáver, por la vergüenza e ignominia que
significaba este suplicio .Tengamos también presente que la pe­
tición no era siempre atendida en casos como el de Jesús que
fue condenado por rebelión contra el emperador.

¿Cómo s e im p rim ió e sta im agen?


Es una imagen enigmática, impresa en una tela, que es u n reto a
la ciencia y u n quebradero de cabeza p a ra los científicos p or los
siguientes motivos:
¿Cómo pudo marcarse la imagen, en negativo, de la parte anterior
y posterior del cuerpo del crucificado del Lienzo? Todos los cientí­
ficos de las diferentes materias que atañen a la grabación de la ima­
gen, están de acuerdo, y lo prueban científicamente: no existe rastro
alguno de pintura. La imagen no traspasa el hilo, sino que está sobre
las primeras fibrillas. De haber sido hecho con pintura, hubiera em­
papado el hilo, por finísimo que fuera el pincel.
178
La doble imagen del Lienzo (anterior y posterior), al parecer, tiene fácil expli­
cación: extendiendo la mitad del Lienzo, se pone el cadáver encima, y pasando
el resto de la tela, se cubre la cara y parte anterior del cuerpo.

Ante la inexistencia de pintura, probado científicamente, ¿cómo se


ha podido hacer esta imagen en negativo fotográfico y tridimensio­
nal? No es pintura ni tampoco inversión de color. No es un calco, ni
tampoco un estampado. Es sencillamente un auténtico negativo de
un cadáver que ha estado allí. Al tratar de explicar la existencia de
esta imagen, se han dado varias teorías que no convencen a nadie.
Se ha hablado de la teoría del contacto y de la Vaporografía, de la
Imagen Retardada y del Efecto Volkringer, de Rayos Mitogenéticos de
Gurwistch, de la teoría Calórica; de la Radiación Luminoso-calórica,
de la teoría de la Pirólisis...
Pero ninguna de estas teorías convencen a nadie porque, cuando
se ha tratado de llevarlas a la práctica, no han dado el resultado que
se esperaba. De ahí que el profesor Stevenson haya dicho: Es una ima­
gen que científicamente no debería existir y sin embargo existe
(Cathol. Digest, 1979).

179
A la izquierda, el negativo de la imagen, tal como aparece en el Lienzo;a la de­
recha, el positivo de la misma imagen.

¿Qué m á s ven los cien tífico s en el Lienzo?


Científicos de unas 45 especialidades, entre ellas filólogos, botáni­
cos,numismáticos,criminólogos,palinólogos etc.,ayudados de todos
los aparatos sofisticados modernos, nos enseñan otras cosas que se
ven en el Lienzo. Entre ellas:
180
- en el rostro del crucificado del Lienzo, se observan microhemo-
rragias. Lo que demuestra que por sus poros salió sangre.Y los evan­
gelios nos dicen de Jesús en Getsemani que su sudor era com o co­
águlos de sangre, que caían hasta la tierra;
- el mejor criminòlogo mundial Max Frei, profesor de Criminología
de la policía suiza, descubre en el Lienzo pólenes y esporas de 49
plantas, de las que 27 crecen en Palestina. Varias de ellas son exclu­
sivas de allí.Ytres de ellas han desaparecido. Una de ellas, la Suaeda
Aegiptiaca Zoh, halofita, crecía en Jerusalén y sus alrededores, hecho
recientem ente refrendado por los científicos judíos de la Universidad
Hebrea del Monte Scopus de Jerusalén.
Tras el descubrimiento,se dirigió a Palestina a estudiar el caso sobre
el terreno, encontrando pólenes y esporas fosilizadas de las mismas
plantas que hay en el Lienzo, incluso de aquellas desaparecidas.Todo
este material lo encontró en los alrededores y en los lodos del mar
Muerto y del lago de Galilea o Genesaret.
El mismo Max Frei encontró pólenes y esporas propias, y a veces
exclusivas, del lugar de Edesa (hoy Urfa deTurquía),de Constantinopla
(Estambul), de Lirey (Francia), de Vercelli, de Chambéry, de Turín, es
decir, de todos los lugares por donde, según hemos visto en la Historia,
había pasado el Lienzo. Tras varios años de estudio sobre lo encon­
trado en el Lienzo y habiendo escrito todo lo que iba sacando según

Hilos del Lienzo llenos de materia extraña. A la derecha, granos de pólenes fo­
tografiados por Max Frei
181
su especialidad, al final, dio un comunicado lacónico, pero expresi­
vo: No soy católico;pero puedo asegurar, sin el m enor género de
duda, que esta tela estuvo expuesta en Palestina hace unos dos
m il años.
Otro palinólogo, el catedrático de botánica de la Universidad
Hebrea de Jerusalén, el judío -y por tanto nada sospechoso-Avinoan
Danin, ha encontrado también en el Lienzo esporas y pólenes que
solo crecen de una manera exclusiva en Jerusalén y sus alrededores.
La mayor parte de estas plantas son primaverales (no olvidemos que
Jesús muere en abril). Avinoan Danin nos dice: “/.« prim era p la n ta
que identificam os fu e el Chrisantenum Coronarium que, p o r cier­
to, crece tam bién en España, adem ás de en Jerusalén. Después, el
Cistus Créticus que existe en Jerusalén y en poquísim as zonas m e­
diterráneas. Luego el Zygophyllum Dumosum, un a p la n ta desérti­
ca que crece en la carretera que va de Jerusalén a Jericó y no en
Europa n i en Africa. Y m ás tarde, encontré otros grupos de p la n ­
tas del desierto de Judea.Veintisiete, de las veintiocho p la n ta s iden­
tificadas, se concentran en la zo n a de NesArirn, a diez k m al su­
doeste de Jerusalén, en el oeste y en el sur de la ciudad, y en el sur
de Jericó ju n to al m a r M uerto”.Ir a s estas palabras textuales, el cien­
tífico nos explica el motivo que le llevó a estudiar el tema. Y cuando
le preguntaron la importancia de sus hallazgos para la ciencia forense,
respondié) que no solo confirmaba la autenticidad de las plantas del
Lienzo (descubiertas por Max Frei), sino que él había descubierto
otras plantas en la tela que se identifican con plantas de Israel, sobre
todo en la zona de la cabeza.
Y luego prosigue: Además confirmo la autenticidad de los granos
de polen de la planta llamada Jara que descubrió en 1970 Max Frei.
Luego, se demuestra que cuando se compara los tipos de plantas que
aparecen en el Lienzo con el mapa de esas mismas plantas existentes
en Israel, se ve que el 70 por ciento de esas especies se encuentran
en un radio de 10 km, cuyo centro se halla en una zona de Jerusalén
a Jericó. Lo más importante de la aportación de este profesor israelí
es que confirma todo lo dicho por el profesor Max Frei, además de
ampliar conocimientos a tener en cuenta.
En la imagen del Lienzo, en la zona que corresponde a los ojos, se
pueden ver claramente, con ayuda del microscopio electrónico, dos
182
Leptón de Pilato, similar al que aparece en el Lienzo.A la izquierda se observa
con claridad el cayado de augur y el nombre de Tiberio (en griego). A la dere­
cha, se observa la fecha (17 del reinado de Tiberio), es decir, está acuñado en el
año 31 de nuestra era. En posesión del autor.

monedas, una en cada ojo que, con toda seguridad, fueron acuñadas
en Palestina en tiempo de Pilato, y responden a dos leptones que es­
tuvieron en curso entre el año 29 al 32. La afirmación de que son dos
leptones del tiempo de Pilato, es porque hay numismáticos que po­
seen monedas idénticas, y con la misma falta de ortografía. Uno de
ellos es Michael Mars de Chicago, y otra está en posesión de otro nu­
mismático del mismo nombre y residente en Texas. En nuestro poder
está un leptón muy similar, también de Pilato, incluso con el cayado
de augur, como el del Lienzo, el nombre de Tiberio, con fecha clarí­
sima del año 31 de nuestra era (1UZ).
La primera moneda que se encontró en el Lienzo fue la del ojo de­
recho .Tiene una falta de ortografía, que es la siguiente: en vez de poner
KAISAROS c o n “K”,lo hace c o n “C”.Tiene su explicación, como lo de­
muestran los numismáticos, afirmando que los Prefectos de las
Provincias romanas acuñaban monedas en “Cecas” particulares, aten­
diendo al menor coste y al bienhacer, sin fijarse si el acuñador era ins­
truido o no. Existen varios ejemplares de este Leptón en posesión de
los numismáticos. Se sabe, por la Historia, que los judíos de la época te­
nían la costumbre de poner sobre los párpados de los difuntos una te-
jilla de cerámica si eran pobres y una moneda (pasada de curso) si eran
acomodados.Y Jesús era pobre,pero fue enterrado por un hombre aco­
modado económicamente José de Arimatea, miembro del Sanedrín.

183
Los numismáticos, haciendo alarde de su profesionalidad, han sa­
cado en un cuadernillo las monedas relacionadas con el Lienzo de
Turín. En una de las fotografías se ve un cráneo de un judío de Pales­
tina, del siglo prim ero de nuestra era. Dentro del cráneo hay dos mo­
nedas. Sin duda que estuvieron encima de los párpados del difunto
y, al perder la base de sustentación por la putrefacción, cayeron al
fondo del cráneo. Lo que confirma la costumbre que acabamos de
citar y que se llevó a cabo en el crucificado del Lienzo.
Mediante el microscopio electrónico, a la altura del mentón de la
figura del crucificado del Lienzo, se observan unas letras en arameo y
otras en latín, viéndose con claridad que son calco de una escritura:

Las letras latinas son JBER.... S..... N AZA RE INNECE

El profesor Marastoni de la Universidad de Turín que ha estudiado


esta escritura, nos dice que son restos de un texto, que él supuesta­
m ente recompone:

(T).. IB E R ( iu s ) (J e su ) S N AZA RE ( ñ u s ) INNECE

Cuya traducción podría ser: Tiberio César a Jesús Nazareno condenó a muerte.

¿Cómo se formaron estas letras calcadas en el rostro y m entón de


la imagen del Lienzo? Los especialistas proponen que al condenado
le pusieron una capucha, con la causa de condena escrita y que se
184
calcó en la cara por efecto del sudor; y que si no está calcado com­
pletamente, fue debido a los movimientos de la cabeza al andar (se
sabe por la Historia, que en muchos lugares del Imperio, ponían una
especie de capuchón en la cabeza a los condenados, que llevaban al
lugar del suplicio).
En el lugar correspondiente al muslo derecho,por encima de la ro­
dilla, se ve también unas letras claras que dice: Santissim e Jessa, m i­
serere nostri. Según todos los grafólogos y calígrafos, las letras per­
tenecen sin duda al siglo X - XI, no después.
Una de las pruebas de mayor valor para los científicos forenses,
consiste en los chorros de sangre que aparecen en la frente. En la
imagen, vista de frente, se observa algo así como una epsilon griega
a la derecha, en la frente del crucificado; y a la izquierda, como un
chorro de sangre que cae rectamente. Se trata de la salida de sangre
venosa, la de la derecha, y la arterial, la de la izquierda. Según los fo­
renses, es imposible que nadie haya podido pintar, ni dibujar algo se­
mejante, porque fue en el año 1628, cuando William Harvey descri­
bió la circulación venosa y arterial en su obra Exercitatio A natóm ica
de m otu coráis et sanguinis in anim alibus.
El profesor Zoara dice sobre esta sangre: “Estas gotas de sangre
que descienden sinuosam ente p o r las arrugas de la frente, y se co­
agulan, fo rm a n d o en elfondo u n grum o, circundado con u n halo
de suero sanguíneo, es tan real científicamente, tan imposible de
pintar, que ellos solos, son la m ejor a u ten ticid a d del L ien zo ”
(Comisión de expertos).
A todo esto que la Ciencia ha descubierto, hay que añadir los nue­
vos descubrimientos hechos por la NASA y los estudios de la Sturp
o comisión de científicos encargados del estudio del Lienzo.
Los trabajos proseguían tratando de descubrir más detalles. Había
llegado el momento en el que, ante tantas pruebas científicas algu­
nos aducían 280 millones de probabilidades a favor, contra una im­
probable de que el Lienzo era el mismo que envolvió el cuerpo de
Jesús mientras estuvo en el sepulcro.
Así estaban las cosas, cuando un día de octubre de 1988, apare­
ce en el Times de Londres, un artículo diciendo que el Lienzo, según
la Ciencia, era falso y “que estábamos ante la mayor superchería de
la Historia”. Quince días después del artículo del Times, el Museo

185
Británico dio un comunicado con el resultado conjunto de los tres
laboratorios que habían hecho unos análisis.Tal comunicado databa
al Lienzo entre 1260 y 1390.
¿Qué había pasado? ¿Es que la Ciencia puede ir contra la Ciencia?
N ota im portante. Lo que vamos a decir no es un estudio del aná­
lisis que se hizo del carbono 14. No es el objetivo de este libro. Sobre
el tema se han escrito monografías extraordinarias y bien documen­
tadas. Lo que deseamos hacer es sencillamente un resum en para que
el lector tenga una idea de lo sucedido con la tan cacareada prueba
del carbono 14, dejando que cada cual juzgue los hechos. Las fuen­
tes sobre este apartado del carbono las hemos citado al principio de
este capítulo.

La situ a ció n e s la sigu ien te


Varios científicos habían expresado su deseo, hacia los años
ochenta, de som eter el Lienzo a la prueba del carbono 14, creyen­
do encontrar, por medio de este método, la piedra filosofal que re­
solvería todos los problemas. La Santa Sede, con la experiencia ad­
quirida a través de muchos siglos de persecuciones y ataques indi­
rectos, se mostró algo reticente.Varios no creyentes com enzaron a
decir que la Iglesia tenía m iedo a la Ciencia. Finalmente, la Santa
Sede autorizó el examen y, como coordinador de las pruebas, nom­
bró al cardenal Ballestero, arzobispo de Turín. Los interesados, así
como otros científicos, se reunieron en Trondheim, Alemania, y es­
tablecieron unos puntos básicos, bajo los cuales se debían hacer
los exámenes:
- un experto de fama internacional sería el encargado de recor­
tar el trozo del Lienzo que serviría para los exámenes;
- los exámenes serían llevados a cabo por SEIS laboratorios cien­
tíficos, más el de la Academia Pontificia de Ciencias. El Museo
Británico sería el coordinador de todos estos estudios;
- el Museo Británico proporcionaría dos trozos más de tela co­
nocida, llamados muestras de control. Estos dos trozos serían
sometidos a análisis al mismo tiempo que el del Lienzo;
- todos los trozos serían deshilacliados para que quedaran irre­
conocibles. Solo llevarían un número en clave desconocida por
los Laboratorios que iban a realizar los análisis;
186
- la Sturp o comisión científica encargada durante muchos años
del estudio del Lienzo ayudaría, en cuanto fuera menester, para
extraer las muestras del Lienzo;
- los seis Laboratorios, más el de la Academia Pontificia de
Ciencias, deberían hacer al mismo tiempo los exámenes, y dar
el resultado cada uno por separado;
- los exámenes deberían hacerse por dos métodos: el de Contage
de desintegraciones y el de Espectrometría de Masa p o r Acele­
rador (AMS).
- los resultados obtenidos por cada Laboratorio, por separado,
así como el resultado de cada método empleado, antes de pu­
blicarlos, serían enviados primero a la Santa Sede y luego al ar­
zobispo de Turín.
Todo mostraba un ambiente de seriedad y firmeza. Y para ratifi­
car estas premisas, el cardenal Ballestero se reunió en el seminario
de Turín con varios científicos, más los representantes de los seis
Laboratorios que iban a hacer las pruebas, más el representante de
la Sturp y establecieron el llamado “Protocolo de Turín”, donde que­
daban marcados detalladamente estos puntos en unos 800 folios
(29-IX al 1-X de 1986). Como esta preparación requería tiempo, en
el intervalo aparece en escena un tal Gove, enemigo declarado del
Lienzo y resentido p o r no haber sido incluido su Laboratorio en
este estudio.Además de lo que dijo, quiso entorpecer el estudio de
la tela.
Poco tiempo después, entre los representantes del Museo Británi­
co, se destaca un tal “profesor”Tite. Este, haciendo valer su represen­
tación de la entidad que iba a coordinar todo, introdujo ciertos cam­
bios y cometió algunas irregularidades en contra de lo establecido en
el protocolo de Turín. No obstante, el cardenal Ballestero aprueba los
cambios en un principio, creyendo en la buena fe deTite.
Una vez cometidas estas primeras irregularidades,Tite decide hacer
otros cambios, hasta transmutar casi todo lo establecido enTrondheim
y en el Protocolo de Turín. Y cuando el Cardenal le dice que eso no
puede ser, Tite responde con una frase que hunde la aparente forta­
leza del Cardenal: lis que la Iglesia tem e a la Ciencia. Ante esta frase,
Ballestero dejó hacer.
LJna vez dueño de la situación,Tite establece:

187
- el experto de fama mundial en materia textil, que debería sacar
el trozo del Lienzo para su estudio, es desplazado, y pone en su
lugar a una persona totalmente desconocida para los científicos;
- en vez de seis Laboratorios, que analicen el Lienzo, serán solo
tres y éstos, escogidos por el Museo Británico. Serán el de
Oxford, el de Arizona y el de Zurich; se suprimen tres Labora­
to rio s^ sobre todo el de la Academia Pontificia de Ciencias. Se
prescinde de la ayuda de la Sturp;
- los trozos con los que se harán las pruebas quedarán intactos;
- para el examen se empleará un solo método: el de la Espec­
trometría de Masas por Acelerador (método nuevo y más rápi­
do, pero menos seguro). Se abandona, pues, el de Contage de
las Desintegraciones, que es más seguro y con el que se tiene
mayor experiencia, aunque sea algo más lento. A pesar de que
los dos métodos son distintos e independientes.
Habían sido eliminados de un golpe cuatro puntos importantes y
con el tiempo, habrían desaparecer los otros cuatro, de los 8 esta­
blecidos.
Comienzan a aparecer fuertes sospechas entre los científicos, al
ver la informalidad con que se llevan a cabo cosas tan serias, No se
está cumpliendo los puntos establecidos y aprobados p or todos los
científicos presentes enTrondheim y enTurín, con el fin de evitar po­
sibles abusos futuros. Arrecian más las sospechas, cuando se tiene co­
nocimiento de la existencia de una carta de Tite al profesor Jacques
Evin, de Marsella, en la que le pide le envíe “un tejido en sarga, de
color am arillento m arfil antiguo y que esté ciertamente datado
entre los años 1200 a l 1300”.
Sin sospechar nada, Jacques Evin, llevado de su amistad científica,
hace el pedido al museo de Cluny, quien se lo niega. Se dirige luego
al monasterio de Saint-Maximin, en Provenza, y, por métodos desco­
nocidos, obtiene del abad Boyer un trozo con esas características de­
seadas, de la capa pluvial de Luis de Anjou, sobrino de Luis rey de
Francia, franciscano y arzobispo de Toulouse, muerto en 1297.
Tite le había pedido a Evin que se lo enviara al Museo Británico.
Pero una huelga de correos que duró varios días hizo imposible el
envío. Enterado Evin de queTite estaba enTurín, se lo envió por medio
de un emisario de confianza. Cuando llegó este con el encargo,Tite
188
estaba con el cardenal Ballestero recogiendo la muestra del Lienzo.
Se pasó el aviso a Tite de que le estaban esperando para entregarle
un encargo. En un principio, dio muestras de rechazo,y hasta se llegó
a enfadar, por la espera, al emisario, que estaba al margen de lo que
sucedía. Estaban cerrando y lacrando tres tubitos para cada Labora­
torio donde se iban a hacer las pruebas; en uno de ellos, estaba la tela
del Lienzo y en los otros dos, las “muestras control. Una vez que se
marchó el cardenal Ballestero,Tite recibió al emisario de J. Evin que
venía con un sobre. Sin reparo alguno, cortó tres trozos del pedazo
que le habían traído y se los dio a los representantes de cada Labo­
ratorio que él había escogido. De tal manera que cada Laboratorio
llevó los tres tubitos cerrados ante el cardenal Ballestero, más un
sobre con el trozo de la capa de Luis de Anjou, m uerto enl297.
Los Laboratorios hicieron los exámenes. ¿Qué exámenes y de qué?
Lo único cierto es que, una vez más, faltaron a lo firmado y pro­
metido: las Laboratorios no hicieron los exámenes al mismo tiempo,
sino uno después de otro, como si el siguiente estuviera esperando
datos del anterior. Está comprobado que todo esto sucedió como lo
estamos relatando. El último en realizar los exámenes fue Oxford, que
los hizo, exactamente, quince días después que el anterior.
Para no perder la costumbre de incumplidores, tampoco esta vez
cumplieron los dos compromisos que quedaban. Por eso, no comu­
nicaron nada a la Santa Sede ni al arzobispo deTurín,ni tampoco die­
ron los resultados por separado, sino que lo hicieron en conjunto,
entre risas y bromas.

189
CONCLUSIONES
Dijimos al principio que seríamos objetivos, y vamos a tratar de
serlo, si bien la manera de proceder deTite y sus colegas es más que
suficiente para negar de antemano todo lo que después dijeron.
Porque, si para hacer una prueba con ese Carbono, hay que incum­
plir todo lo firmado y prometido ante científicos, engañar, andar con
artilugios sucios y llevar a cabo las cosas con ausencia de seriedad,
claridad y verdad, la conclusión es evidente: o el carbono 14 no sirve
para este examen, o no examinaron el Lienzo o no dijeron la verdad.
Pero vayamos por pasos:
- en el examen no se cumple ni uno solo de los puntos estable­
cidos entre científicos en Trondheim y Turín;
- se excluyen tres laboratorios, más el de la Academia Pontificia
de Ciencias. Se elimina de la comisión a cientos de científicos
de todas las religiones, naciones, creencias, encargada de estu­
diar durante tantos años el Lienzo (la Sturp);
- se rechaza al experto textil conocido mundialmente y se puso
a un desconocido;
- la existencia de la carta dirigida a Evin con el requerimiento de
fechas concretas; que llevarán a los laboratorios los tres tubos,
más un sobre con un trozo de la capa de Louis de Anjou, muer­
to e n 1297;
- rechazan el método más antiguo y más seguro y escogen el
menos fiable y sin experiencias sobre él, puesto que era nuevo;
- no realizan los exámenes al mismo tiempo, sino uno detrás de
otro, con la seguridad que se iban pasando datos;
- no publican los resultados por separado, uno detrás de otro,
sino que emiten un solo comunicado conjunto, “porque a los
tres,les salió lo mismo”(luego veremos cómo esto es totalmente
imposible);
- no envían los datos a la Santa Sede ni al arzobispo de Turín,
como se firmó;
- mostraron los resultados entre bromas, risas y faltas de serie­
dad....
Todo esto provocó entre la comunidad científica un escándalo tan
grande que hasta los más indiferentes, aquellos que nunca se habían
190
preocupado de la existencia del Lienzo, comenzaron a tomar parti­
do contra Tite y sus colegas, para luego interesarse p o r el Lienzo. La
prim era entidad que protestó fue la Unión de Oceanógrafos y
Arqueólogos de Estados Unidos, quienes, en un comunicado, desau­
torizaron el m étodo del carbono 14 para el estudio de una tela como
la del Lienzo. El mismo Evin, que era ajeno a las intenciones de su
amigoTite, repitió lo que antes había afirmado: que el Lienzo no podía
ser examinado por el carbono 14. El profesor Claude Bernard, de
Lyon, uno de los profesores más acostumbrados a emplear estos mé­
todos, antes del examen del Lienzo lo dijo en una entrevista y luego
lo repitió, que era contrario a emplear el carbono 14 para el Lienzo.
Y cuando se le preguntó el por qué, respondió .“Consultad todas las
comunicaciones científicas independientes -de toda especulación, y
comprobareis que no existe todavía un a sola lista de resultados
obtenidos, a partir de los aceleradores. Este método todavía no está
a punto. No es el momento de hacer la experiencia crucial, difícil y
espectacular, que espera el mundo sobre el Lienzo”.
Comenzaron a publicarse artículos y estudios en revistas científi­
cas, que resumimos:
- toda prueba con el carbono 14, por bien que esté hecha y en
objetos con los que pueda hacerse, tiene un margen de error
de entre 150 a 200 años, en más o en menos. Es decir, que en el
resultado más perfecto puede haber un error de 400 años;
- el método empleado por los Laboratorios de Oxford, Arizona
y Zurich, la Espectrometría de Masa p o r Acelerador, tiene de­
masiados riesgos de error. Pues bastan pequeñísimas cantida­
des más o menos empleadas, para que haya un error de mu­
chos siglos, por lo que es imposible científicamente que a los
tres Laboratorios les salieran los mismos resultados. Se com­
prende, pues, por qué hicieron publico un solo comunicado
conjunto;
- es imposible y erróneo emplear el carbono 14 para el estudio
de una tela que ha estado expuesta al ambiente, durante muchos
siglos (aunque fueran solo siete según ellos), ya que lo que se
iba a examinar no era solo la tela, sino la cantidad de materias
heterogéneas acumuladas en la misma, como polvo, pólenes, es­
poras y objetos extraños que se acumulan entre las fibrillas del

191
tejido. Es decir, examinaron con este método sustancias de dis­
tintos siglos, inclusive del presente. Podría alegarse que lavaron
la tela y quitaron todo elemento extraño con detergentes quí­
micos, en cuyo caso existía el peligro de degenerar la química
de las fibrillas de lino. Pero es cierto que no la lavaron;
- según todos los expertos, es imposible y científicamente erró­
neo, hacer la prueba del carbono 14 a una tela que ha estado
expuesta a 900 °C de calor, como le sucedió al Lienzo, en la ca­
pilla de Chambéry, el año 1532. Con esta temperatura, la tela ad­
quirió gran cantidad de carbono;
- la reunión de científicos internacionales en Roma en el año
1993, en la que se encontraban los mejores del mundo, entre
ellos un premio Lenin, especialista ruso en energía nuclear y en
roadioisótopos, rechazó rotundamente los exámenes hechos
por el carbono 14;
- siendo “generosos”y concediendo mucho, pudieron tomar un
trozo de tela del Lienzo de 1534, de aquel lino que las Clarisas
de Chambéry pusieron después del incendio acontecido dos
años antes. En cuyo caso, la mala intención les equivocó dos
veces.
Para concluir, nos podemos preguntar: ¿puede la Ciencia ir contra
la Ciencia? En este caso no hay respuesta a la pregunta porque no se
utilizó la Ciencia, sino la marrullería contra la Ciencia.
¿Es que puede echarse abajo de un plumazo lo que tantos cente­
nares de científicos durante tantos años, empleando los métodos más
m odernos han constatado y demostrado?
Como corolario. Lo que tienen que demostrar Tite y sus colegas
con razonamientos y pruebas es que los demás científicos están equi­
vocados en sus conclusiones. Luego, dar explicaciones a las siguien­
tes realidades incuestionables:

1. Por qué la imagen está en negativo, cuando este fenómeno


no se sabía que existía y solo se conoció cuando llegó la foto­
grafía en el siglo XIX? Además, de haber sido fabricado o pin­
tado el negativo, deben saber que científicamente es imposi­
ble que en una tela pueda hacerse un negativo y se com porte
como tal.Y en el Lienzo así sucede.
192
2. ¿Por qué la imagen presenta la característica de la tridimen-
sionalidad cuando no lo posee pintura ni fotografía alguna?

3. Puesto que científicamente no existe rastro alguno de pintu­


ra, ¿cómo y quién hizo esa imagen? ¿Cómo es que no está “im­
pregnado”de la imagen del crucificado el hilo entero, sino solo
las primeras fibrillas del hilo?

4. ¿Cómo se hizo una imagen con tanto realismo, cuando en las


fechas que ellos proponen no se pintaba así?

5. ¿Cómo se explica el pasmoso paralelismo entre la imagen del


Lienzo y lo que dicen los evangelios, sobre todo en aquellas
cosas que no pueden verse a simple vista, como por ejemplo
las microhemorragias en el rostro del crucificado, los restos de
salivazos, la presencia de áloe y mirra, etc., en la tela?

6. ¿Quién pudo pintar dos monedas, una en cada párpado, invi­


sibles a simple vista, monedas acuñadas por Pilato y en curso
entre el año 29 al 32 de nuestra era?

7. ¿Por qué existen pólenes y esporas de plantas exclusivas de


Palestina, y alguna de ellas ya desaparecidas hace muchos si­
glos? Junto con esto, ¿por qué los pólenes, además de Palestina,
Urfa, Constantinopla, Lirey, Chambéry, etc., es decir, de aque­
llos lugares por donde ha pasado el Lienzo?

8. ¿Cómo se explican las letras del mentón y rostro del crucifica­


do del Lienzo, descubiertas por Pietro Ugoliti y estudiadas por
Aldo Marastoni: IBER... S NAZARE... 1NNECE? ¿así como la ins­
cripción que, según todos los calígrafos, no sobrepasa el siglo XI?

9. ¿Cómo se explica que el lino colocado por las Clarisas de


Chambéry, hace 400 años, tenga tanta diferencia de color con
el original, es decir, lo restante del Lienzo, cuando solo son 200
años de diferencia los que le separan de la fecha que ellos
ponen?

193
10. ¿Qué explicación pueden dar a los chorros de sangre que hay
en la frente del crucificado del Lienzo que, según la Medicina
legal, uno es de sangre arterial y el otro de sangre venosa?
Porque el que lo hiciera, en el supuesto de que se tratara de
una pintura tenía que conocer la fisiología de la sangre arteri­
al y venosa, cosa que no se descubrió hasta el año 1628, por
Wiliam Harwey,como hemos citado anteriormente? Para todos
los profesores forenses, esto es el sello de autenticidad, porque
no hay posibilidad científica alguna de que esos regueros hayan
sido hechos antes de esa fecha por ningún artista, pues no se
tenía conocim iento de ello. Remitimos al lector a las palabras
antes citadas del profesor Zoara.
¿Para qué queríaTite una tela similar a la del Lienzo, pero de los
años 1250 a 1300? ¿Y por qué dio un trozo a cada Laboratorio?

E pílogo a e ste ca p ítu lo


Es cierto que,en un principio,algunas frases del cardenal Ballestero
desconcertaron mucho, por lo que, unidas a la debilidad mostrada
ante la actitud deTite.le m erecieron ser removido de su sede deTurín.
Ante el breve resumen aquí expuesto, cada cual es libre de pensar
como quiera. El Lienzo no es objeto de fe. Pero también hay que ser
sinceros. No es justo ni racional, negar una cosa sin razones ni prue­
bas. La Ciencia ha dado muchas razones y pruebas a favor de la au­
tenticidad del Lienzo. Quien las niegue, ha de aducir otras, que de­
m uestren por qué los científicos están equivocados y añadir expli­
caciones científicas auténticas,para confirmar su aserto.Hasta ahora,
nadie lo ha hecho. En cualquier caso, la turbia actitud de Tite y sus
colegas ha sido un revulsivo para reem prender nuevos estudios sobre
el Lienzo.
La reacción de los 400 centros sindonológicos, repartidos por todo
el mundo y la actitud de la comisión de científicos que llevaba de­
cenas de años estudiando el Lienzo (Sturp) ha sido concluyente: el
lienzo será sometido de nuevo a 25 diferentes exámenes químicos y
bioquímicos, que realizarán los mismos científicos que la componen,
encabezados por los profesores Jackson y Jumper, de la UsafAcademy
Denver (Columbia),descubridores de la tridimensionalidad de la ima­
gen del Lienzo y quienes estudiaron las muestras traídas de la Luna.
194
Se han oído rumores, incluso escritos, de que Tite ha pedido dis­
culpas a la Iglesia católica, por el daño que le haya podido causar. Eso
sería como querer recoger el agua arrojada al suelo .Además, con cer­
teza, no se harían eco de esas disculpas la Prensa sensacionalista que
tanto cacareó la“falsedad”del Lienzo. Hacerse eco de la misma forma,
sería ir contra sus torvos principios.

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195
NOTAS
E l p u e b lo j u d í o
1 Juan 8,48
2 Lucas 9,52-53
3 Flavio Josefo,Antigüedades de los Judíos, III, libro 18, cap. 1
4 La Misná, Apéndice 3o, trad. de Carlos del Valle
5 Flavio Josefo, op. cit., cap. 11
6 Mateo 22,23
7 Juan 19,15
8 Flavio Josefo, Guerra de los Judíos, tomo 1, libro 2o

S a n ed rín
9 Números 11,16
10 La Misná, Apartado Sanedrín, trad. C. del Valle
11 Mateo 5,21; 5,27; 5,31; 5,33; 5,38
12 Juan 3,24
13 Juan 6,14
14 Juan 5,8
15 Juan 7,46
16 Juan 11,53
17 Juan 11,47
18 Flavio Josefo, Guerra de lo Judíos 1, libro 2o, 1
19 Juan 11,53
20 Juan 11,50
21 Mateo 21,2; Lucas 19,30
22 Lucas 19,38; Salmo 118,26
23 Lucas 19,39
24 Lucas 19,39
25 Flavio Josefo, op. cit., I, libro 7o
26 Mateo 21,13;Marcos ll,17;L ucas 19,46
27 Lucas 20,2 y ss
28 Lucas 2,53; Marcos l4,49;M ateo 26,55
29 Juan 1818
30 Lucas 22,66;Marcos l4,6l;M ateo 26,63
31 Marcos 14,61
32 Levítico 21,10 y ss
196
33 Deuteronomio 17,2-6; La Misná, Sanedrín, cap. 4 y 5, n .l y
l,trad.C . del Valle

P ila to
34 Filón, Legaturn ad Caium, 38
35 Filón, op.cit., 31
36 Tácito.Anales,XII
37 Lucas 13,1
38 Flavio Josefo, op. cit., Ili, XVIII, 104,105
39 Flavio Josefo,Antigüedades judías, III, libro XVIII, cap. 6
40 Flavio Josefo, op. cit., libro XVIII, cap. 3
41 Flavio Josefo, op. cit., libro XVIII, cap. 3 y 4
42 Flavio Josefo, op. cit., libro XVIII, cap. 3
43 Flavio Josefo, op. cit., libro XVII, cap. 4,1
44 Flavio Josefo, o p . cit., libro XVIII, cap. 4
45 Tácito. Anales XII, 4

Jesú s
46 Juan 1,46
47 Lucas 2,6
48 Lucas 2,7
49 Ricciotti, Vida de Jesucristo, párrafo 173
50 Mateo 5,21; 27; 33; 38; 43
51 Mateo 9,12; Marcos 2,17; Lucas 5,29 y ss
52 Mateo 5,38
53 Mateo 5,39
54 Mateo 5,31 y ss; Mateo 19,3 ss; Marcos 10,2 ss; Lucas 16,18
55 Juan 8,11
56 Marcos 2,1; Lucas 5,23;Juan 5,8
57 Mateo 8,20 y 26,2
58 Juan 8,58
59 Juan 10,30
60 Mateo 9,8; Marcos 2,12; Lucas 5,21
61 Mateo 23,4; Lucas 11,46
62 Juan 11,50

197
A sp e c to cron ológico y ju ríd ico ...
63 Mateo 21,1 y ss;Marcos 15,1 y ss;Lucas 22,66
64 Mateo 27,45; Marcos 15,33 y ss; Lucas 23,44
65 Véase nota 63
66 Véase el final de este capítulo V
67 Lucas 23,7
68 Mateo 27,26; Marcos 15,15; Lucas 23,15;Juan 19,1
69 Mateo 27,15;Marcos 15,6 y ss;Lucas 29,18;Juan 18,39
70 Mateo 27,32; Marcos 15,21; Lucas 23,26
71 Luigi M alantruco, “E m a u s C uaderni S in d o n ic i", n. 1,
Roma 1981,Valdés, Rev. Tierra Santa, n. 725, marzo-abril,
1997, etc.
72 Véase nota 64
73 Mateo 26,7; Marcos 14,12; Lucas 22,7; Juan 13,1
74 La Misná, Sanedrín, Orden 4° daños, cap.V
75 La Misná, Sanedrín, Orden 4o, daños
76 Id.
77 Véase nota 71
78 Lucas 22,7
79 Mateo 26,66; Marcos 14,64
80 Juan 19,7
81 Juan 19,15
82 Lucas 23,15
83 Lucas 23,16
84 No citamos todos y cada uno de los casos por ser innume­
rables y aparecen claros en los evangelios
85 Lucas 23,7 y ss
86 Lucas 23,9
87 Lucas 23,11
88 Marcos 15,11
89 Mateo 27,26; Marcos 15,15; Lucas 23,16
90 Mateo 27,38; Marcos 11,21; Lucas 23,26
91 Juan 19,10
92 Juan 19,12
93 Juan 19,21
94 Juan 19,22
95 Deuteronomio 21,1-9; Mateo 27,24

198
96 Juan 19,11
97 Juan 12,35

H e m a tid r o s is o s u d o r d e s a n g r e
98 Dr. Hermosilla, La Pasión de Cristo. El sudor de sangre,
cap. 1
99 Aristóteles. Historia Animal, III, 19
100 Lucas 22,41
101 Marcos 14,34
102 Mateo 20,21 ss;Marcos 14,18 ss;Lucas 22,21 ssjuan 13,21 ss
103 Juan 15,14
104 Mateo 26,69 ss;Marcos 14,60 ss;Lucas 22,56ssjuan 18,17 ss
105 Lucas 22,44
106 Biblia de Jerusalén, en Lucas 22,44
107 Mateo 25,40; Marcos 14,37

La F lagelación
108 Juan 19,5
109 La Misná, Orden 4o,Azotes, cap. III, 10; 2 Cor 11,24
110 Cicerón.AdYerrem, II, 5,54

La C o ro n a ció n d e e s p in a s
111 Mateo 27,29; Marcos 15,19
112 Mateo 27,29;Marcos 15,18;Juan 19,3
113 Mateo 27,31; Marcos 15,20

C óm o e r a la c r u z d e J e s ú s
114 Hechos de los Apóstoles 7,57
115 Deuteronomio 21,22
116 Plauto, Miles Gloriosus 2,4:“Sé que la cruz será mi sepulcro.
Allí están colocados mis ascendientes, padre, abuelo bisa
buelo, tatarabuelo”.
117 Flavio Josefo,III, cap. 4
118 Baron, Historia de Israel, I, pág. 583, Leclerc, Dict.Archéolo­
gique, véase Croix.

199
L le v a r la C ru z
119 Quintiliano: Celeberrimae eliguntur viae
120 Además de Plauto, en Carbonaria: que él (el reo) lleve el
patibulum, lo afirman Tito Livio y Dionisio de Helicarnaso
en su Historia romana.
121 Véase el cap.“Tengo sed”

C óm o f u e c r u c ific a d o J e s ú s
122 2 Juan 17 y 18
123 Juan 19,23 y ss

L a s lla g a s d e la s m a n o s
124 Doctor Barbet, Passion du Christ selon le chirurgien, cap.V,
“Plaies des mains”
125 Salmo 21
126 Juan 20,27 y ss
127 Doctor Hermosilla, Pasión de Cristo, cap.VIII
128 Doctor P Barbet, op. cit.

Tengo s e d
129 Juan 19,28
130 Mateo 27,48
131 Marcos 15,36
132 Juan 19,28 y 29
133 Marcos 15,23
134 Lucas 23,49
135 Marcos 15,21 y ss
136 La Misná, Sanedrín, 43, a
137 Discórides 1,77

M u erte d e J e sú s
138 Juan 19,38
139 Deuteronomio 23,38. La Misná, Daños, 6,5 y s; Genarah 47,
a. Flavio Josefo, Guerra de los judíos, IV 5,2
140 CicerónAd Verrem:“El más cruel y tétrico de los torm entos”
141 Germán Móeder del Hosp. de San Feo. de Colonia (Congr.
Nazionale de Roma,Turín 1950, pág. 29
200
142 Wiliam Stround.The Physical cause of the Leath of Christ,
Londres 1871.
143 Le Bec, Kcv. L'évangile dans la vie, abril, 1925
144 Louis, Kev. 1.a Passion, nov. De 1936, París
145 Marcos 15,37
146 Juan 19,30
147 Doctor I lynck, La Pasión de Cristo, Praga 1935
148 Le Bec, L’évangile dans la vie, abril de 1925

La L a n z a d a
149 Tácito,Anales,VI, 35
150 Véase nota 139
151 Juan 19,38
152 Mateo 27,54; Marcos 15,39; Lucas 23,47
153 Judica, L’Uomo de la Sindone. Comissione d ’esperti,Turín.

201
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205
ÍNDICE
PRÓLOGO 7

INTRODUCCIÓN 9

PRIMERA PARTE 13
El pueblo judío 15
El Sanedrín 21
Pilato 34
Jesús 43
Aspectos Cronológicos, Psicológicos y Jurídicos
de la condena a muerte de Jesús 53
Versión oficial de la condena 69

SEGUNDA PARTE 73
Hematidrosis o sudor en sangre 75
La Flagelación 85
Coronación de Espinas 92
Cómo era la Cruz de Jesús 99
Llevar la Cruz 111
Cómo fue crucificado Jesús 118
Las llagas de las manos 123
Las llagas de los pies 131
Muerte de Jesús 134
La Lanzada 152
Descendimiento y Entierro 159

TERCERAPARTE 166
Lienzo de Turín 166
Conclusiones 190
Notas 195
Bibliografía 201

207
Estudió Medicina en la Facultad de Cádiz en
donde se especializó en Cardiología y M edi­
cina Interna. El Gobierno Francés le conce­
dió una beca para profundizar en Cardio­
logía; y a pesar de ser becario y extranjero,
fue nombrado Médécin Attaché des Hópitaux
C.H.R.U. Purpan, Toulouse.

En Marruecos, fue nombrado por el Ministro


de Sanidad Pública, Jefe de la Sección Cardio­
vascular del Hospital Regional en Meknés y
en toda la región central. Cargos que ha lle-
' vado a cabo hasta su jubilación.

Es autor de varios artículos monográficos mé­


dicos tales como: "El Tracoma"; "Ultraestruc-
tura de la Miofibrilla cardíaca"; "El Mal Franco
(sífilis); "El corazón en el embarazo" etc...

Es autor también, de un "Diccionario de Plan­


tas Medicinales" según la Medicina tradicio­
nal Marroquí (432 pág; edición agotada); fru­
to de sus observaciones en el hospital y en los
Zocos.

En la actualidad, reside en Chipiona en donde


dirige un Grupo Bíblico, y ayuda en las nece­
sidades del Santuario de Regla.
El l)r. Constancio Cabezón Martín nació en
Canillas de Esgueva (Valladolid). Es Sacerdote
Franciscano y Médico especialista en Cardio­
logía y Medicina Interna. Cursó los estudios
para sacerdote en Martos (Jaén) y en el San­
tuario de Regla en Chipiona (Cádiz).

A los 2 años de sacerdocio, pasó a Marruecos,


con residencia en Tánger. Desde aquí, trajo
los cursillos de cristiandad. Fundó y dirigió las
Escuelas de Dirigentes de Cursillos de Cris­
tiandad. Reorganizó dirigiendo los "Obreros,
Católicos de San José" (H.O.A.C.). Fue direc­
tor de Prensa y Radio en todo el antiguo Pro­
tectorado Español y emitió programas radio­
fónicas en toda la región bajo el lema "Paz y
Bien".

Representó a Marruecos como Director de


Prensa con una ponencia, en el Congreso In­
ternacional de Prensa Católica en Santander
(1960). Dirigió las Obras Misionales de la
Propagación de la Fe del Arzobispado. Fundó
y dirigió la entidad bíblica "Fe Católica" for­
mada por más de un centenar de jóvenes y
matrimonios de diversas nacionalidades, los
que, además de relacionarse con varias nacio­
nes, actuaron también en España con las mul­
titudinarias Semanas Bíblicas de Cádiz (1967)
y la de Vejer de la Frontera (1973).
“Una investigación científica y rigurosa desde la
hematidrosis hasta el Descendimiento en la Cruz”.

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