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RÉPLICA SEUXIS PAUCIAS HERNÁNDEZ SOLARTE

No soy un mafioso, soy un perseguido político por mis ideas. No soy un "traqueto", soy un
revolucionario. El 9 de abril de 2018 se consumó un auténtico falso positivo judicial, donde
la víctima no era solamente yo, sino el proceso de paz en Colombia. Los autores intelectuales
y materiales de la ilegal operación de falso entrampamiento, deben decirle la verdad al país
y responder ante las instituciones pertinentes. A más de 1 año del burdo montaje en mi contra,
sigue sin aparecer prueba alguna, porque el video manipulado y alterado para azuzar mi
lapidación moral, NUNCA, repito, nunca ha sido entregado a las autoridades, al ser
insostenible su adulteración.

Con la decisión tomada en primera instancia por la Jurisdicción Especial para la Paz, ha
empezado a caer de manera estrepitosa la ingente mentira fabricada por la Fiscalía General
de la Nación y el Departamento de Justicia de los Estados Unidos con la pretensión de
mancillar mi trayectoria revolucionaria y menguar mi moral como hombre rebelde. Pero no
fue solo la JEP, tan temida y atacada por aquellos que le temen a la verdad y que no le dan la
cara a las víctimas, la autoridad judicial que consideró fundado mi ejercicio del derecho a la
defensa. Recuerdo que han sido dos altas cortes las que han permitido mi libertad, el
reconocimiento de mi fuero parlamentario, el mantenimiento de mi investidura y mi posesión
como congresista. La Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado han obrado hasta
ahora en derecho en mi caso, y solo la insania más recalcitrante de los enemigos de la paz
podría tener la desfachatez de tacharlos de togados afines a la FARC.

Sin embargo, no vengo al Congreso a defenderme; no me corresponde hacer mi defensa


jurídica ante el Salón Elíptico, sino en los estrados judiciales. En esos mismos estrados tanto
de la Jurisdicción Especial de Paz, como de la Corte Suprema de Justicia, donde una vez
tomé posesión como parlamentario me presenté a reiterar mi plena disposición de continuar
mi defensa como me corresponde en derecho; en esos mismos estrados, donde a pesar del
linchamiento mediático auspiciado por el mismo Jefe de Estado, el partido de Gobierno y
otros enemigos de la paz, no se me ha podido demostrar culpabilidad alguna ante las
falsedades -sin un ápice de solidez jurídica-, orquestadas por el hoy evadido fiscal de
Odebrecht. Me corresponde venir a esta Cámara de Representantes, en virtud del Acuerdo de
Paz y del Acto Legislativo 03 de 2017, a hacer política, a volcar en el parlamento los más de
55 años de lucha política que hicimos en las FARC-EP, y entiendo que eso es lo que
incomoda a algunos.

No pretendo que a nadie que me defienda, pero si solicito no ser condenado por quien no le
corresponde. Exijo respeto a la seguridad jurídica consagrada en el Acuerdo Final, y en la
Constitución Política, y exhorto a cerrar filas por el estado social de derecho, cuando los
cantos de sirena del autoritarismo pretenden imponer un dictatorial estado de opinión.
Demando respeto por la división de poderes para no convertir al ejecutivo en inquisidor de
oficio, ni al legislativo en jurado de conciencia, de forma inconstitucional por demás.
Reclamo la defensa del debido proceso y la presunción de inocencia, consagrados como
derechos fundamentales en nuestra carta magna. Los llamo a todas y todos a la recuperación
de la soberanía jurídica de nuestro país, para que el sistema judicial colombiano no quede
limitado al de una República Bananera y sometido a los delirios caprichos del gobierno
Trump y su peligrosa agenda global.
No me arredra la injuria y la calumnia disparada desde el odio furibundo de los nostálgicos
de la guerra. Como no me amedrentaron las amenazas desde mis épocas de dirigente
estudiantil en la Universidad del Atlántico y de miembro de la exterminada Unión Patriótica.
Vengo al Congreso a dar el debate político para consolidar la paz e impulsar los cambios
sociales, a intentar legislar a favor de los que menos han estado representados. Muchos de
los que hoy se rasgan las vestiduras por mi presencia en el parlamento, son herederos directos
de condenados por la narcoparapolítica, y otros tantos de los que se ruborizan porque la Corte
Suprema avocó conocimiento de mi caso, cargan con docenas de procesos ante el máximo
tribunal mientras esperan por años fallo, gozando de su libertad y del ejercicio parlamentario,
como corresponde con la presunción de inocencia. Basta ya de falacias y de doble moral.
Que se desenvuelva el debate político que Colombia está esperando. No más sabotaje a la
agenda legislativa como sucedió en la Comisión Séptima.

He acudido a todas las instancias jurídicas que me ha correspondido convencido de mi


inocencia de esas falsas acusaciones, siendo respetuoso de los procedmientos debidos y total
compromisos con mis responsabilidades ciudadanas. No soy yo el que estila burlar a la Corte
Suprema montando y desmontando falsos testigos, ni el que luego de poner pies en polvorosa
pide exilio a potencias extranjeras para evadir sus fallos.

Presidente Duque no le mienta más al país, el problema real de la mayoría de colombianos y


colombianas no es Jesús Santrich. Mi extradición tan anhelada por usted, no resuelve el
flagelo del desempleo que en su gobierno llegó nuevamente a 2 dígitos y que azota a millones
de familias, haciendo más grave aún este padecimiento para mujeres y jóvenes que duplican
el promedio nacional de desocupación. Doctor Duque, mi presidio no supera el
estancamiento de la economía que ya señala hasta el Banco de la República pese a la censura
de su Ministro de Hacienda. No engañe a Colombia y no se engañe usted mismo. Según las
cifras oficiales del índice de pobreza multidimensional, en el último año hay 1.1 millones de
nuevas personas que ingresaron a la línea de pobreza; y en las costas del Caribe y del Pacífico
esta pobreza llega al 33%. Este sí es un problema cardinal para la mayoría de la población, y
no es culpa de Jesús Santrich, ni se resuelve con mi persecución política, pero en cambio sí
se profundiza por la inacción y paquidermia de su gobierno.

Vengo al Congreso a luchar por y para el desarrollo del Acuerdo de Paz, a apoyar a las
víctimas y la reincorporación política. También he sido víctima y he sufrido los estragos del
conflicto armado, como tantos excombatientes. He dicho que Seuxis Hernández no puede
vivir hasta que se repare a plenitud el caso del original Jesús Santrich Nuñez, de quien tomé
mi seudónimo, amigo y artista barranquillero asesinado por el extinto DAS en 1990.

Ninguno de estos hechos me da patente de corso para henchirme de odio y ausentarme de los
escenarios que debo compartir con los responsables, herederos y voceros políticos de estos
vejámenes. Estas afectaciones solo han afianzado mi compromiso por la paz con justicia
social, y por el proceso integral de verdad, justicia, reparación y no repetición. Nada más
alejado que enemistarme y antagonizarme con las víctimas. Muy por el contrario, pongo a
disposición mi curul, para construir y radicar conjuntamente con el movimiento de víctimas
la necesaria reforma democrática de la Ley 1449 que se encuentra en crisis, tal cual como se
mandatara en el Acuerdo de Paz de La Habana, como ayer lo plantee en el acto de
reconciliación con las víctimas.
Tras un año de injusta prisión, y en medio de la hoguera mediática y el creciente deterioro de
la seguridad para los excombatientes y los líderes de oposición, debo decir ante ustedes que
llego al Congreso con el temple intacto y más fortalecido; aquel con el que me forjé en mi
vida guerrillera en las FARC-EP, que sirvió para contribuir a una negociación y un acuerdo
final dignos, y que fue útil para aportar a la implementación temprana del Acuerdo final que
hoy naufraga en la perfidia con el alto riesgo de ahogarse en el pantano de los acuerdos
fallidos. Y aquí me tienen, con toda la disposición para continuar la lucha en la que están
comprometidos millones de hombres y mujeres en nuestro país, por la construcción de la paz
con justicia social y por impedir la consumación de la violación del Pacta Sunt Servanda, en
la que parece empeñada el Gobierno de Iván Duque, como se contempla descaradamente en
su inconstitucional Plan Nacional de Desarrollo y en el recientemente presentado Marco
Fiscal de Mediano Plazo 2019 donde no se destinan los recursos acordados para la
implementación del Acuerdo y hay apenas una avergonzada mención de la palabra paz,
literalmente en un pie de página.

Llego a este Congreso de la República, pese a la ausencia de garantías de seguridad, con la


inquebrantable decisión de aportar a que mi Partido despliegue iniciativa política, acompañe
con decisión todas las luchas de las gentes del común, consolide la unidad interna en medio
de las diferencias, preserve y proyecte en los nuevos escenarios políticos la tradición y
experiencias farianas, marulandianas y bolivarianas, promueva la convergencia de los
revolucionarios en un bloque popular y propicie una gran confluencia de fuerzas políticas
democráticas y progresistas y de movimientos políticos y sociales.

Conocedor de los limites mismos de la acción parlamentaria, propios de un régimen como


este que permite un genocidio a cuenta gotas de líderes sociales y opositores del partido
FARC, me quiero erigir en voz amplificada de las preocupaciones e intereses y de las luchas
de los hombres y mujeres del común, en expresión de la crítica dura contra el orden social
vigente y el modelo económico imperante. Junto con la bancada del Partido y demás sectores
democráticos y progresistas trabajaré incansablemente por la implementación de lo
convenido en La Habana, por la reincorporación digna, por la libertad de nuestros
exguerrilleros y exguerrilleras aún en prisión y de las víctimas de los montajes judiciales, y
por la reanudación de los diálogos con el ELN y la paz completa.

En lo inmediato, presentaré en la Comisión Séptima el proyecto de ley de Sistema de Ingreso


Vital, que ha de favorecer a la población desempleada, remunerar el trabajo doméstico
realizado por millones de mujeres, y generar vida digna para los adultos mayores, hombres
y mujeres, que no han tenido la posibilidad de acceder a la pensión, y me sumaré al conjunto
de iniciativas legislativas y políticas democráticas como la que busca devolverle las 16
curules a las víctimas de los territorios más golpeados por la pobreza y la guerra, arrebatadas
por el pasado Congreso.

No reconozco enemigos a la izquierda. Pero a quienes me quisieron sustraer del escenario


político y de la acción política por considerarme radical e incómodo, al ex Fiscal General, a
las variadas expresiones de la derecha y al Gobierno, quiero decirles que hay y habrá Santrich
para rato. No me voy a doblegar. Sin embargo, sepan que para nuestra bancada y para nuestra
organización, la reconciliación ha sido y será fundamental para avanzar certeramente a una
Colombia sin guerra. La paz, la democracia y las inmensas pobrerías han ganado un
congresista. Cuenten conmigo.

Muchas gracias.

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