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Material de lectura 4

Momento 3: Análisis de la práctica: Evaluación.


Introducción.

En este material de lectura se va abordar el tema de la evaluación, aún cuando en la


unidad anterior ya se había hablado sobre ella, en esta unidad la evaluación se enfocará
hacia nuestro propio ejercicio docente, es decir, la evaluación de nuestro propio quehacer
docente.

Es por ello que iniciaremos revisando sobre el concepto de evaluar, reflexionar sobre cómo
en ocasiones tenemos prejuicios sobre este concepto, lo cual a su vez puede favorecer
temores o sentimientos de inseguridad en cada uno de nosotros.

Es por ello que revisaremos un perfil de formación docente y algunas competencias


docentes, no se espera que todos ya tengamos desarrolladas todas esas cualidades, sin
embargo, funcionarán como una guía que nos permitirá por lo menos saber hacia donde
conducirnos.

En el proceso de evaluación, el más importante puede ser la concienciación, porque es el


inicio de un proceso de cambio, un pensamiento flexible y con apertura, me permitirá
mejorar en cada elemento de lo que se tiene como expectativa de lo que puede hacer un
docente.

De esta forma daremos con este sencillo, pero importante material de lectura.
Evaluar.

El acto de evaluar va vinculado a la capacidad de emitir juicios, comparar, valorar,


contrastar y por lo regular con ello se tienen los elementos para tomar decisiones, en este
sentido, evaluar se puede considerar un proceso cognitivo fundamental que se encuentra
a lo largo de nuestra vida cotidiana.

Por otra parte, cuando se realiza este proceso de evaluación para un fin educativo, el
proceso debe volverse más sistemático, porque de ello dependerá la toma de decisiones
que influyen en el logro de objetivos a corto y largo plazo.

Tomando como ejemplo de este proceso Frola P. (2011), nos comparte un pequeño
diagrama

Como lo podemos apreciar, la evaluación se considera como aquel proceso cognitivo que
se realiza en función de un proceso mayor, por lo que requiere de obtener información del
medio sobre un objeto o proceso, se lleva a cabo el procesamiento de esa información, a
su vez emitimos un juicio (considerando ciertos parámetros), lo cual nos permitirá tomar
decisiones para mejorar el objeto o proceso y finalmente es para llevar a cabo las
acciones.

Autoevaluarse.

Se ha considerado oportuno reflexionar sobre el significado de evaluación por que


alrededor de ese concepto han existido una gran cantidad de creencias y prejuicios que
hace que se contenga una
connotación negativa, sin
embargo, no lo debería ser.

En muchas ocasiones vinculamos


el concepto de evaluar y calificar,
por lo tanto evaluar no es
propiamente una prueba, un
número o un nivel. En este
sentido, cuando como docentes
nos sentimos evaluados, no
debería darse la situación de
sentirnos agredidos, invadidos o
expuestos a una “calificación”, es decir, la evaluación dentro de un proceso de enseñanza
requiere que el mismo docente sea capaz de evaluar su propio desempeño para continuar
con su propio proceso de mejora.

Desafortunadamente, en ocasiones esto lo podemos “entender”, pero la realidad es que


no lo “sentimos” así y enseguida nos sentimos “calificados”, es por ello que aún ya cuando
existe un proceso de evaluación docente formalizado, en realidad, parte de nuestra
práctica diaria como docentes debería de incluir información que nos permita evaluar
nuestro desempeño en el aula.

Es común escuchar en el medio de la docencia comentarios o explicaciones cuando la


mayor parte del grupo no va muy bien: “es el contexto”, “es la comunidad”, “es gente
muy pobre, no le interesan sus hijos”, “es que siempre me dejan todos los niños de
USAER”; ¿Será que alguien haya también oído este tipo de comentarios?

La realidad es que la evaluación no es un medio para justificarse, los argumentos no son


para ponerse atrás de un escudo, el proceso de evaluación o “autoevaluación” del docente
es un medio y una oportunidad para mejorar nuestras prácticas.

Desde hace muchos años, más de dos décadas existe esa consciencia sobre la práctica
docente, así tenemos la cita siguiente:

“Existe confusión entre el nivel de discurso y el


nivel de la práctica: en la actualidad se dicen y se
hacen muchas cosas en nombre de la evaluación,
cuando sin duda sólo unas pocas pueden ser
reconocidas como prácticas de evaluación en
sentido estricto. En realidad, poder hablar de
evaluación a propósito de una acción deformación
tiene ciertamente una función social de valoración
de esta acción. Puede parecer más necesario
hablar de la evaluación que hacerla; no extrañará
constatar la existencia de un profundo abismo
entre la riqueza del discurso sobre la evaluación y
la pobreza relativa de las prácticas.” (Holt,
1980:47).

Como se puede observar, desde entonces, se reconoce la carencia de llevar este


conocimiento, o mejor dicho este autoconocimiento de mi práctica a la práctica misma,
dejar de sentirme el eje rector que todo lo logra para también ver que como cualquier
humano tengo aspectos que me limitan, necesidades o carencias, pero también debo
reconocerlas para iniciar acciones que las enmienden o disminuyan.

Por lo tanto, el primer requisito para iniciar mi propio proceso evaluativo, es aceptar que
tengo áreas que puedo mejorar para desempeñarme mejor como docente, es decir, crear
consciencia y tener apertura.
Acercándonos a un perfil del docente.

Retomando varias ideas Frola, (2014), nos

proporciona un perfil del docente que incluye por tres

dimensiones que de algún modo vamos a retomar en

este apartado, cabe mencionar que cuando se piensa

en la evaluación del alumno y de su contexto, en

ocasiones, puede pasarnos la idea que el contexto es

el aula, el centro, los compañeros, la familia, el

tendero de la esquina… pero ¿y nosotros?, también

somos el contexto del alumno, y en el proceso de enseñanza aprendizaje, somos un

elemento del contexto para el alumno esencial para el logro de sus aprendizajes

esperados y desarrollo sus competencias.


En este sentido la autora nos explica que en el proceso de formación de un docente, es

decir en el aspecto del “Conocimiento” o de la “información” que se debe poseer para

ejercer la docencia, se deben revisar esas tres dimensiones, en este caso se cambiaron los

nombres específicos, pero se hace referencia a:

Se debe tener conocimiento integral de los alumnos, algo muy similar a lo que ya se hizo

durante el diagnóstico, saber quién es mi alumno, porque esto permite que pueda generar

planeaciones diseñadas específicamente para las características de mis alumnos.

Se debe tener un conocimiento amplio sobre los planes y programas de estudio, todavía

más del grado(s) en los que imparta, como bien se sabe, existen docentes en escuelas

multigrado, o son docentes

en educación física u otras

áreas, sin embargo, si la

función es impartir una

clase es necesario conocer

de manera amplia planes y

programas. Sobre todo

porque existe también un transversalidad en el currículo y no sólo está entre asignaturas,

sino en ocasiones también existe elementos de transversalidad entre grados y niveles, por

lo tanto, se debe estar consciente que si se elimina o modifica un elemento, aprendizaje

esperado o algún aspecto formativo en mi planeación debe tener consciencia del impacto

que este puede tener en la formación de los alumnos.

Finalmente, un último elemento formativo que al que se hace referencia es al dominio y

conocimiento del enfoque, metodología, corriente teórica psicológica y pedagógica en la


cual se asienta nuestro Modelo Educativo, esto en ocasiones parece poco importante, sin

embargo, tiene un valor significativo cuando se revisa una planeación, cuando un docente

no conoce bien el fundamento teórico pedagógico, se vuelve visible tanto en la planeación

como en la práctica.

Un ejemplo de su importancia es: Implementar un trabajo con un aprendizaje cooperativo,

pero no tiene un conocimiento pleno de la estrategia y lo interpreta como un simple

trabajo con disposición en equipos, y todavía más, para que sólo contesten un

cuestionario. Si no se conoce el fundamento teórico y las estrategias que lo acompañan

siempre se verá reflejado en la práctica.

Competencias y Docentes

Por otra parte, P. Frola (2014), nos

da un referente de cinco

competencias que les llama

“competencias docentes genéricas”,

mismas que permiten que un

docente pueda desarrollar con una

mayor calidad su proceso de

enseñanza – aprendizaje.
En las competencias de tipo académico, se centran en las funciones propias de la

docencia, como saber utilizar herramientas, metodologías, estrategias, la normatividad

existente y conocer a fondo los mecanismos de evaluación.

La que hace referencia a la organización, se centra en “habilidades, actitudes y estrategias

relacionadas con la planificación, organización, ejecución y control de las acciones

académicas pedagógicas y didácticas involucradas en la formación del que aprende, y

visualizar de manera esquemática las acciones y tareas.” (Frola, 2014: 160).

La competencia didáctica trata de aquellas capacidades que muestra el docente para crear

escenarios de aprendizaje, donde se conjugan concimientos, habilidades y aptitudes para

desarrollar y planificar de una forma acorde al modelo y sustento teórico, “En el enfoque

por competencias, este procesose da por medio de la creación de escenarios de

aprendizaje, con la intención de que el educando movilice sus recursos conceptuales,


procedimentales y actitudinales para resolverlas , con criterios de exigencia evidenciables

e indicadores de calidad previamente definidos.” (Frola, 2014: 164)

La competencia comunicativa, en esta hace referencia a aquellas acciones, actitudes y

habilidades de comunicación y que a su vez estimulan las relaciones sociales, en este

sentido, “La competencia comunicativa

permite, entre otras cosas, la mediación en

los conflictos, en araas de su solución, así

com ola expresión libre de ideas, de manera

tal que los alumnos desarrollen a su vez sus

propias competencias.” (Frola, 2014: 165)

Por último se tienen las competencias de integración, o competencia integradora, la cual

“consiste en tener dominio pleno de los componentes conceptuales, procedimentales y

actitudinales que permitan trabajar con criterios incluyentes hacia la diversidad,

reconociendo y aceptando las diferencias , y trabajar con ética y profesionalismo en aras

de la plena integración de los sujetos al grupo escolar; independientemente de sus

condiciones físicas, sociales, económicas o culturales. (Frola, 2014: 166)

Como se puede observar estas competencias se relacionan con los criterios que se les

presentaron para llevar a cabo un autoanálisis en el foro de esta unidad, por lo que puede

servir no sólo las preguntas, sino también este material para llevar a cabo la reflexión.
Conclusiones

Como se ha podido observar, la autoevaluación o aquel análisis que podemos llevar a cabo

de nuestra propia práctica docente es un elemento necesario dentro del proceso de

evaluación, si bien no es obligatorio, debe ser un proceso consciente de cómo los

docentes somos elementos del contexto del alumno y tenemos una de las más grandes

influencias en los resultados, como se comentaba al inicio, no se niega que existen

muchos factores extrínsecos a la relación docente – alumno que van a ser determinantes

en el rendimiento del alumno, sin embargo, en ocasiones, desafortunadamente los

docentes también podemos llegar a convertirnos en una barrera para el aprendizaje.

Es muy importante que, para mejorar nuestro desempeño y con ello, el de nuestros

alumnos, siempre estemos dispuestos a realizar, revisar y analizar la influencia de lo que

nosotros mismos proyectamos o hacemos cuando enfrentamos un problema con la clase

(grupo) o con algunos alumnos.

Estoy seguro que si logramos ser más flexibles y más conscientes de nuestras influencias y

no sólo nos centramos en el “alumno” y el “contexto”, lograremos algunos cambios

favorables en nuestras aulas, recordemos que somos parte de un “todo”.

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