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Escuchar: el lado oculto del

lenguaje 1

La comunicación con los caficultores y su familia tiene dos facetas: hablar y escuchar.
Generalmente pensamos que es más importante hablar (dar la recomendación), ya que
este parece ser el lado activo de la comunicación, mientras que escuchar se suele
considerar como pasivo. Se supone que si alguien habla lo suficientemente bien (da
buenas recomendaciones) será bien escuchado. A partir de esta interpretación,
escuchar generalmente se da por sentado y rara vez se le examina como un asunto
problemático.
Sin embargo, un nuevo sentido común acerca de la importancia del escuchar está
emergiendo. Los técnicos están empezando a aceptar que escuchan mal. Reconocen
que, a menudo, les es difícil escuchar lo que otros dicen y que tienen dificultades en
hacerse escuchar en la forma que desearían.
Si examinamos detenidamente la comunicación, nos daremos cuenta de que ella
descansa, principalmente, no en hablar sino en escuchar. Escuchar es el factor
fundamental del lenguaje: hablamos para ser escuchados. El hablar efectivo sólo se
logra cuando es seguido de un escuchar efectivo. El escuchar válida el hablar. Es el
escuchar, no el hablar, lo que confiere sentido a lo que decimos.
Podemos diferenciar fácilmente el hablar del escuchar; pero es muy necesario y muy
importante diferenciar el oír del escuchar. Oír es un fenómeno biológico. Se le asocia a
la capacidad de distinguir sonidos en nuestras interacciones con un medio (que puede
ser otra persona). Escuchar pertenece al dominio del lenguaje, y se constituye en
nuestras interacciones sociales con otros. Lo que diferencia al escuchar del oír es el
hecho de que cuando escuchamos, generamos un mundo interpretativo. El acto de
escuchar siempre implica comprensión y, por lo tanto, interpretación. Cuando
atribuimos una interpretación a un sonido, pasamos del fenómeno del oír al fenómeno
del escuchar. Escuchar es oír más interpretar. No hay escuchar si no hay involucrada
una actividad interpretativa. Aquí reside el aspecto activo del escuchar. El factor
interpretativo es de tal importancia en el fenómeno de escuchar que es posible escuchar
aun cuando no haya sonidos y, en consecuencia, aun cuando no haya nada que oír.
1 Adaptado de: Ontología del lenguaje. Rafael Echeverría. 2003.

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Efectivamente, podemos escuchar los silencios. Por ejemplo, cuando pedimos algo, el
silencio de la otra persona puede ser escuchado como una negativa. También
escuchamos los gestos, las posturas del cuerpo y los movimientos en la medida en que
seamos capaces de atribuirles un sentido.

Cuando hablamos hacemos que pasen cosas… también cuando no


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hablamos

Desde que apareció el lenguaje los humanos siempre le hemos atribuido un poder
especial a la palabra. En el Antiguo Egipto se levanta una concepción de la creación del
mundo en la que el lenguaje juega un papel determinante: el primero de los dioses, el
dios Path, creador de los demás dioses, realiza su acto originario de creación a través
de movilizar dos de sus órganos: el corazón y la lengua. El corazón le proporciona a
Path la voluntad. Pero esa voluntad sólo puede crear cuando aquello que se desea es
tomado y pronunciado por la lengua. El nombrar lo que se desea es condición para que
ello sea generado.
El poder de la palabra también es reconocido en el mundo judío, los judíos conciben el
proceso de la creación como la expresión del poder del lenguaje: hágase la luz, dijo el
señor, y la luz se hizo. Pero la palabra, para los judíos, no sólo crea, la palabra también
compromete. Dios le entregó su palabra al pueblo judío y al hacerlo estableció con él
un vínculo que nadie ni nada puede disolver.
A mediados de 1900 J.L Austin, filósofo británico, plantea que el lenguaje también es
acción: cuando hablamos no sólo damos cuenta de lo que ya existe, sino que hacemos
que pasen cosas, que, sin la mediación de lenguaje, no ocurrirían. El lenguaje, según
Austin, es acción y por ser acción, tiene poder transformador. El lenguaje no sólo
permite dar cuenta de la realidad, el lenguaje puede, además, generar nuevas
realidades. El lenguaje nos confiere poder, capacidad transformadora.

¿De qué forma el lenguaje construye realidades?


1. El lenguaje genera identidades: Toda persona posee una identidad. Cada uno
habla de sí mismo y opina sobre cómo considera que es. Tanto la manera de como
nosotros hablamos de nosotros mismos, como la forma de cómo los demás hablan

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Adaptado de: Actos del lenguaje volumen 1: la escucha. Rafael Echeverría. 2006.

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de nosotros, se encuentran condicionados por cómo operamos en el lenguaje.
Nuestra identidad se encuentra afectada por lo que decimos, por lo que no decimos,
y por la manera como decimos lo que decimos. De una manera muy importante
somos de acuerdo a como hablamos. Nuestro hablar es uno de los factores más
importantes que alimenta la manera como se habla de nosotros y cómo se nos
evalúa.

2. El lenguaje genera relaciones: el carácter de toda relación está determinado por


el carácter de las conversaciones que la sustentan. Si estas conversaciones son
pobres, la relación será necesariamente pobre. Si lo que nos callamos, por ejemplo,
es más importante que lo que nos decimos; si exhibimos dificultades para
escucharnos, etc., nuestra relación se verá inevitablemente afectada. Hay veces
que la calidad de una relación pareciera ser un misterio. No entendemos porque no
logramos entendernos bien. El secreto de la calidad de toda relación está en la
calidad de las conversaciones que la configuran. Si mejoramos las conversaciones,
mejorará también la relación.
3. El lenguaje genera compromisos: gracias al lenguaje logramos coordinar
acciones y, de esta manera, podemos lograr lo que posiblemente nos sería
imposible de alcanzar aisladamente. El lenguaje nos permite acoplar mutuamente
nuestras acciones, de la misma manera, nos permite acoplar nuestras vidas. Somos
seres sociales, nuestra sociabilidad depende de una manera determinante de
nuestra capacidad de lenguaje. Dependemos de las promesas que otros nos hacen
de la misma manera en que otros dependen de nuestras promesas. Ello condiciona
nuestra forma de vida.

4. El lenguaje genera posibilidades: hay quienes piensan que las posibilidades


andan como mariposas volando en nuestro entorno y de lo que se trata, es de saber
agarrarlas, como si tuviéramos una red casa posibilidades. Las posibilidades no
existen como algo independiente de nosotros mismos. Las posibilidades residen en
las interpretaciones que generamos de lo que acontece y por lo que tanto son
generadas en conversaciones con otros o con nosotros mismos. Si enfrentamos un
problema y no sabemos qué hacer, lo que debemos realizar es iniciar
conversaciones que nos lleven a revisar el sentido que le conferimos a lo que pasa.

5. El lenguaje genera futuros diferentes: el lenguaje genera tanto posibilidades


como compromisos, éste determina también futuros muy diferentes. Generar una
posibilidad particular, ser capaz de establecer un compromiso, altera lo que

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acontecerá y nos conduce a lugares muy diferentes de aquellos a los que nos
hubiéramos dirigido si esa posibilidad y ese compromiso no hubiesen existido. El
futuro no está allí esperándonos. Cada uno construye su futuro de acuerdo a cómo
se comporta en el presente y de acuerdo a las conversaciones que en ese presente
es capaz o no es capaz de tener.

6. El lenguaje genera mundos distintos: el mundo de hoy se construyó con las


posibilidades y los compromisos que establecimos en el pasado. Con otras
posibilidades, con otros compromisos, estaríamos viviendo en un mundo muy
diferente. La gente que tendríamos alrededor sería otra, las condiciones materiales
que hoy nos acompañan serían distintas. Pero, más todavía, nosotros seríamos muy
diferentes de cómo hoy somos. El mundo en el que hoy vivimos es la expresión de
nuestra historia de conversaciones.

¿Cómo son nuestras conversaciones con los caficultores y


las familias que atendemos?,
¿cómo son las conversaciones con nosotros mismos?

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