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DE LORENA OBANDO
El libro y la tesis de Lorena Obando son una clara demostración de que toda
la fraseología que se oculta tras los discursos de moda de lo decolonial, lo
descolonial, el giro decolonial, etc., etc. no son otra cosa que nuevos
caminos en el intento de colonizar o, si nos ponemos en sus términos,
recolonizar el pensamiento propio indígena y las luchas de estas sociedades.
Solo que, ahora, los nuevos colonizadores no se atreven a hacerlo
abiertamente, sino que prefieren los atajos, los rodeos, las vueltas y
revueltas, aunque sin poder ocultar las orejas de lobo tras la piel de oveja.
Así ocurre con el libro, sin necesidad de ir más allá del título: “Pensando y
educando”, que refleja una visión intelectualista y academicista de la labor
del taita Abelino, que concuerda con el título de intelectual que le asigna en
el mismo título. Como si fuera un profesor universitario.
.
También basta con detenerse en el nombre de la tesis: “Despliegue del
pensamiento decolonial: la espiral de vida de Abelino Dagua Hurtado”. Sin
que deje de ser abusivo, es claramente colonizador calificar el pensamiento
del taita Abelino de “pensamiento decolonial”, cuando ni siquiera se ha
podido mostrar que la situación en la cual vive, lucha y piensa el taita, es
decir la de los guambianos, sea una situación colonial. De este modo, se
contraria y deforma el carácter que los propios guambianos han dado a sus
luchas al enfocarlas contra el terraje, contra los politiqueros, contra las
haciendas y los hacendados y por la recuperación de las tierras de los
resguardos, inicialmente y, luego, por recuperar su territorio y recuperar
“todo completo”, una parte de lo cual lleva a la “recuperación de la historia”
y, por consiguiente, del pensamiento de los mayores.
El taita Abelino tiene muy clara la diferencia; de ahí que afirme (p. 63,
repetido en la 104) refiriéndose a los sueños: “Ahora les dicen simbolismos,
pero al soñar se aprende”. Pero la autora no le hace caso, sino que sigue
remachando lo de simbólico.
Así mismo no es cierto que la Casa Payán “se ubica frente a frente de la
casona de los hacendados” (p. 130), lo cual constituiría una confrontación
simbólica del pasado colonial. Donde no hay símbolos, Obando se los
inventa a costa de retorcer la realidad. La casona de los hacendados era la
casa de Las Mercedes, de la que hoy solo quedan pedazos. La Casa Payán
no está en ese lugar, sino cerca de la casa de Sierra Morena, anterior
morada de un hijo del dueño de Las Mercedes; y no está ubicada “frente a
frente” de la misma, sino en su parte trasera. Pero Obando está del todo
confundida y no parece saber nada la casa de Las Mercedes, que ya no
existía cuando ella llegó para hacer su investigación, por eso la confunde
con la casa de Sierra Morena (que no es ni parece colonial). De ahí que
afirme que la casa de Las Mercedes “se ha convertido en Centro de
Atención de Salud Propia” (p. 131), cuando en realidad la sede de este es la
casa de Sierra Morena, y que diga que la fotografía 16 es la “Casa
Mercedes” (p. 132), cuando se trata de la casa de Sierra Morena.
En el libro (p. 131) esta nota fue convertida en un párrafo: “El caracol tiene
connotaciones simbólicas para los guambianos pues se relaciona con su
existencia milenaria y lucha simbólica. El srurrapo no es una metáfora, desde
el punto de vista guambiano tanto el caracol, como el aroiris, y muchos
otros elementos materiales de la vida cotidiana, son más que algo material
‘es el caracol’ y es La Casa Payán.” (pero, ¿acaso el caracol y la casa Payán
no son materiales?; definitivamente el intelectualismo de Obando no le
permite entender de qué se trata). “una manifestación simbólica frente a lo
colonial pues la casona de los colonos, antes conocida como Las Mercedes
fue el lugar de habitación de familias pudientes de Popayán y Cali, que
representaban la represión y el maltrato de la oligarquía” (subrayados
míos).
Luego de anotar “el giro decolonial a la cultura indígena” (p. 30) que
advierte en la vida del taita Abelino, a quien ubica como intelectual, la
autora pasa a presentarnos la vida del taita, objetivo declarado de su
trabajo.
Con razón que al final de su paso por este mundo, el taita Abelino no quería
que el trabajo de Lorena Obando (“la tal Lorena esa”, la denominaba) fuera
conocido ni publicado. Aunque algunos guambianos (uno de sus hijos y
nueve de los entrevistados por Obando) hayan insinuado en sendas cartas
(aunque la del hijo es prácticamente igual a la otra, pero mutilada) que en
ese momento de su vida no estaba “en pleno uso de sus capacidades”,
puesto que el 15 de febrero de 2009 había autorizado por escrito la
publicación de una tesis escrita en 2013 o 2014, y de un libro escrito en
2015.
Para terminar con las evidencias del carácter colonizador del escrito de
Obando, me refiero a lo que podrían parecer pequeños detalles, pero que
son ampliamente reveladores:
Al referirse al trabajo del taita Abelino Dagua con los petroglifos existentes
en varios lugares del resguardo, actividad de varios años que le permitió
retomar el alfabeto guambiano antiguo, que él ha llamado “alfabeto
natural”, Obando lo califica como una “resignificación simbólica” (p. 23).
También coloniza su permanente insistencia en el simbolismo del trabajo y
el pensamiento del taita Abelino, o en que algunas de sus afirmaciones son
metáforas.
Por eso, trataré a continuación del manejo bibliográfico que hace la autora
en su libro, y en su tesis, y que uno esperaría riguroso y bien hecho, como
cabe suponer en un libro de la prestigiosa editorial de una Universidad
reconocida, como lo es la del Cauca, y en una tesis de doctorado en
antropología aprobada sin observaciones por sus evaluadores en el
doctorado de tal universidad.
Pero, en lo que tiene que ver con redacción, gramática y ortografía, hay
diferencias entre libro y tesis, pues se ve la mano de la correctora de estilo
de la editorial. Para no abundar, doy dos ejemplos de la tesis, corregidoe en
el libro: “Se revisó (sic) varias obras entre las que destacan (sic) la realizada
por la antropóloga…” (tesis, p. 16). “Así mismo el trabajos (sic) de Joanne
Rappaort” (tesis, p. 17); y esta clase de redacción recorre todo el escrito.
No se entiende cómo el taita asume sus trabajos ante el Senado “al ser
partícipe de la constitución de 1991”, cuando su trabajo en el senado fue
en el período 1994-1998, tres años después de la Constituyente. Pero, en
fin, en general puede ser aceptable que la visión de la antropóloga sea
ahistórica. Esto explicaría, también, que afirme que ese fue el “momento
justo cuando se inició la reivindicación social y política de los grupos étnicos
del país”.
No puedo pasar por alto que nombre el libro “Guambianos. Hijos del aroiris
y del agua” como Guambianos, hijos del aro iris y del agua” (subrayados
míos). O que refiera el libro del profesor Hugo Portela (a quien en el libro
apellida Pórtela), su propio director de tesis, “El pensamiento de las aguas
de las montañas: coconucos, guambianos, paeces, yanaconas” como “El
pensamiento de las aguas y las montañas: coconucos, guambianos, paeces,
yanaconas” (p. 30, subrayados míos), que quiere decir una cosa por
completo diferente. Libro según el cual, nos dice, “cada mundo reseña a sus
pobladores míticos, que analiza las relaciones de los seres humanos-agua
como el vínculo profundo con la naturaleza” (sic) (p. 30).
Es difícil creer que estos sean “los trabajos realizados en la región”. Existen
muchos otros, incluso escritos por profesores de la Universidad del Cauca,
sobre distintos temas y no solo sobre los guambianos sino sobre otras
sociedades de la región. Bien pobre es esta revisión de bibliografía y mucho
más lo es al tratarse de una tesis de doctorado y de la publicación que
deriva de ella.
Sin embargo, una gran parte de este cuerpo de texto está repetido a
pedazos a partir de la página 83, en donde comienza el capítulo llamado
“Despliegue del pensamiento decolonizador enseñanzas de Abelino Dagua:”
y en donde la autora despliega su propio pensamiento colonizador o
recolonizador.
Vuelvo la atención, ahora al rigor en lo que tiene que ver con el manejo de
la bibliografía, como debe corresponder, por supuesto, a una tesis de
doctorado aprobada sin observaciones por su director y sus evaluadores
académicos, doctores de alto nivel, supongo. Y a un libro que debió pasar
también por evaluadores de la editorial. Sin embargo, contrariando las
expectativas, ambos son un gran desastre en este aspecto, si cabe más
después de todo lo que he anotado más arriba. Veamos algunos detalles.
En la página 88, nota 5, lo cita como “Los hijos del aroiris y del agua:
Dagua., et al: 1998”; esta vez deja por fuera el término “Guambianos”. En
la página 90 refiere la misma obra de dos maneras distintas: como “Dagua
1998” y simplemente como “1998”. Las citas que incluye permiten, a
quien conozca el libro, saber que se trata de “Guambianos. Hijos del aroiris
y del agua”.
En la página 37 de la tesis, las notas 6 y 7 refieren a “Taita Francisco
Dagua: Op.cit (1998:247)” y “Taita Binto: ibíd., (1998:246)”. Las dos
referencias son erradas por completo, pues los taitas mencionados no son
autores sino dos antepasados del taita Abelino, que se mencionan en
nuestro libro “Guambianos. Hijos del aroiris y del agua”, en las páginas 247
y 246, respectivamente.
En la página 45, Obando cita a Vasco (2001: 9), obra que no aparece en la
bibliografía.
En la página 55, nota 20, dice “Mario Córdoba: Muelas Hurtado y Urdaneta
Franco (2005: 115). En esa página no se habla de Mario Córdoba, sino en
las páginas 119, 122, 128 y 132 y, en especial, en la 154 y siguientes bajo
el título “Chimán y Mario Córdoba”.
En la página 78, la autoría de una cita refiere a Trouillot, (1995: 23), pero
en la bibliografía aparece la obra de Trouillot como de 2007.
No es cierto, como se dice en la pagina 84, que las escuelas “las manejaban
congregaciones religiosas”; solamente manejaban algunas, pero la de La
Marquesa, en donde estudió el taita Abelino, no era una de ellas.
Además, señala a Op., cit (1998: 12), que en otros lugares del texto refiere
al libro de Dagua et al, publicado en 1998. El problema radica en que la
página 12 de ese libro está en blanco.
La autora presenta en su tesis un fotomontaje con un dibujo del Gran
Chimán, elaborado por mama Bárbara Muelas, pero sin citar la autoría,
limitándose a señalar que es tomado del libro “La fuerza de la gente”.
(Efectivamente aquí se encuentra, en la página 116, como “Mapa 3: El gran
Chimán comienza a ser retaceado”). Además, la autora lo designa
impropiamente como “mapa parlante” (p. 33 y tabla de contenido),
designación que de muestra ignorancia y una completa desvalorización de lo
que son realmente los mapas parlantes.