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Congreso Nacionalista

Walther Eduardo Vasquez Vega

La identidad como proyecto de una Nación: Colombia y la Tradición.

Es importante para trazarnos un proyecto como Nación buscar y forjar nuestra


propia identidad, es decir, debemos a través de nuestra propia cultura
colombiana establecer una jerarquía de valores y principios que conecten con
nuestra propia «espiritualidad», que no es más que el regocijo en nuestras
propias creencias, lo cual constituye un conjunto de ideas sobre el sentido que
tenemos como Nación. Esto es lo opuesto a lo que actualmente se concibe en la
Modernidad como liberalismo, es decir, el pensamiento universalista que resulta
siendo igualitarista en la manera que toma desde el ser económico una igualdad
universal como el único valor por el cual toda Nación debe apuntar,
desconociendo lo que dijo Nicolas Gomez Davila:

“Los hombres, mientras más iguales se sientan, más fácilmente toleran que los
traten como piezas intercambiables, sustituibles y superfluas” (Davila, 2007, pág.
108)

Eso para explicar cómo un mundo donde todos valen, nada resulta valioso, y que
el valor es lo

no existe diferencia alguna que permita el desarrollo de una Nación fuera del ser
económico, es decir, fuera del liberalismo, lo cual resulta problemático al
momento de crear un proyecto debido a que allí no encontramos nada que nos
sea propio, algo que nos haga únicos y diferentes sino por el contrario un
igualitarismo

una identidad superficial originada de la moda y el progresismo, de una idea


lineal de la historia cuyas bases son el judeocristianismo y el pensamiento
igualitario.
En Colombia dentro de estas dos alternativas como proyecto, se ha trazado el
camino del liberalismo, que no tiene ningún destino como nación ni como
persona debido a que este individuo no representa más que sus propios
intereses haciendo así un desconocimiento absoluto de lo que puede ser un
status superior al individuo o al propio liberalismo, pues como dice Alain De
Benoist: “todos somos individuos, pero no todo el mundo es persona” (Benoist,
1982, pág. 36) esto se refiere en términos culturales a la necesidad que se tiene
de forjarse un alma en el cual cada individuo sea capaz de tomar las riendas de
su propio destino, y darse así una norma, unos valores, unos principios que
únicamente le corresponden a él por el solo hecho que surgen de su propia
cultura, en el cual al pensar en un proyecto nacionalista nos conduce por un
camino hacia lo espiritual, es decir, hacia un intereses profundo y trascendente
de nuestra alma Colombiana la cual ha sido golpeada por el liberalismo quien
niega su existencia con su hípersubjetivismo.

Un atentado contra nuestra propia identidad colombiana son los Derechos


humanos, el cual a través de tratados y convenios internacionales se imponen
normas y reglas de valores los cuales, a través de un sujeto de derechos, se le
niega al Estado la posibilidad de desarrollarse dentro de sí mismo debido a que
este sujeto es acreedor de unos derechos que por su propia naturaleza le
corresponden independientemente de cómo dijimos anteriormente, se construye
su espiritualidad (la Cultura). Este pensamiento liberal de los derechos ha llevado
a situar a quienes no estén de acuerdo con el mismo, como fuera de la
humanidad, pues claro ejemplo es la Declaración Universal de los Derechos del
hombre y del ciudadano el cual como se observa en su fondo y forma, hombre
es todo individuo, lo que implica un imperativo al momento de pensar este asunto
de los derechos debido a que todo el que la critique está fuera del ser humano,
lo cual no es cierto, solamente que el liberalismo le teme a la cultura, a la
diferencia y sobre todo a la verdad.

Una vez sabiendo que camino ha tomado Colombia luego de su independencia


es preciso pensar en una nueva forma de pensar y ver el mundo. El trabajo se
encuentra no queriendo hacer el tipo de cosas que marx hizo, sino, superando o
mejor aún en términos evolianos cabalgando el tigre. Es decir, no enfrentarse a
esa bestia denominada Modernidad sino por el contrario saltar sobre esta para
lograr tener el control hasta que se canse y se derrote por sí misma, es una
cuestión de heroísmo que nos conduce no solo a encontrarnos consigo mismos
sino forjar y tener un espíritu, una identidad y una Nación soberana.

Por ultimo queda la cuestión de cómo empezar dicho trabajo, y ante ello
encontramos que Alberto Buela propone en un congreso de identidad
nacionalista, como primer elemento al hablar de identidad, los términos. Es allí
donde según él los pueblos iberoamericanos sufren un problema de colonización
cultural y es el del nombre, debido a que nos dicen latinoamericanos de lo cual
no lo somos. Somos iberoamericanos y verdadera raza de Iberoamericana.

Iberoamérica también es americana puesto que compartimos geopolíticamente


un mismo continente, pero más de fondo américa es quien ha acogido a gran
mayoría de ciudadanos que han tenido que irse de su propio país, incluso a los
indígenas quienes nos colonizaron hace 10.000 años a américa según la teoría
de Paul Rivet, lo cual no somos originarios de estos. Somos criollos y como tal
debemos crear nuestra visión del mundo, el universo no es universal sino
pluriversal ya que existen varios sentidos del mundo dependiente de la cultura
que se sitúa, ahora debemos situarnos en la de nosotros, en la Iberoamericana,
la que habla español y cree en Jesucristo.

En conclusión, para encontrar nuestra propia identidad debemos mirar hacia


nuestros antepasados de lo cual el bicentenario tiene gran importancia ya que
nos sitúa en un momento histórico de nuestra raza, de nuestro pueblo que nos
sirve para pensar en nuestra independencia y soberanía, para así mismo
defenderla como ciudadanos colombianos y así andar por el camino de la
Tradición, de nuestros valores, que no es más que aquello que se postula de las
vivencias, de las producciones de sentido que se dan a través de la vida, de la
lucha de los pueblos. Los valores son jerárquicos debido a que unos valen más
que otros, pues un valor no es sino vale. La tradición nacional no es para nada
conservadora ni mucho menos algo antiguo, sino por el contrario es algo que ha
sido eterno, pues en un sentido nietzscheano seria traer de vuelta a los griegos
en el sentido de aquel espíritu que los aconteció, lo cual siendo locales traer el
espíritu que nos sucedió a nosotros los colombianos.

Esto constituye finalmente una visión antiigualitaria del mundo en donde se juzga
a la persona no por ser parte del universo sino por el valor que le da a esté,
siendo así una singularidad, una particularidad cada existencia que se diferencia
de sus propias características. El antiigualitarismo es una manera de hacer
identidad, pues el ser colombiano implica una representación de los valores y su
cultura para así a través de la preferencia de nosotros por los demás, reconocer
lo que somos (no imitando), partiendo de nosotros fundados en la tradición que,
aunque no la cree, la asumo.

Referencias
Benoist, A. D. (1982). La Nueva Derecha . Barcelona: Libres-Hallier.

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