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Itinerarios para hacer Filosofía. Invitación a un viaje sin puerto seguro.

Lic. Ana María Sardisco

¿Qué exige un filósofo en primera y última instancia de sí?. Superar en sí mismo su


propia época y convertirse en “intemporal”. ¿Con qué tiene pues, que librar su más dura
batalla?. Con aquello por lo cual es, justamente, hijo de su época.

Friedrich Nietzsche

Si de Filosofía se trata, ya sea en el primer párrafo de un libro o en una primer clase, con
frecuencia lo que esperamos encontrar es una definición que despeje la pregunta inicial ¿qué es la
Filosofía?. Tal definición se convierte en respuesta unívoca, aclaratoria, a partir de la cual nos
instalamos cómodamente en un saber al que nos acercamos como meros espectadores.
A pocos pasos de esta búsqueda nos damos cuenta que ella es estéril, porque no hay una
única respuesta, no tendremos nunca a la mano “la” definición de Filosofía, sino tantas
aproximaciones y conceptualizaciones como filósofos y sistemas a lo largo de su historia. La
filosofía se ha presentado de distintas maneras, con distinto alcance y funciones según épocas y
autores. En este sentido, hay más bien “Filosofías” que “Filosofía”.
Plantear interrogantes sobre la Filosofía y esbozar su campo es ya un ejercicio filosófico,
aunque particular, reflexión y búsqueda constante que manifiesta su actitud dialógica, en un
espacio de tensión y articulación permanentes con saberes, disciplinas y prácticas. Cuando la
pregunta por la Filosofía se construye en torno a la búsqueda de qué es ella, ya está orientada su
respuesta. Establecer, sin lugar a sospechas, aquello que ella es, marca límites bien definidos que
no pueden traspasarse.
Dos supuestos anidan la búsqueda así planteada; uno de ellos es que existe una sola
definición y que da cuenta de un conjunto de conocimientos ya elaborados y establecidos. Desde
esta perspectiva enseñar filosofía es un mero transmitir información, colección de respuestas
verdaderas que están a disposición ante distintas preguntas y, aprender Filosofía es memorizar y
repetir lo ya pensado por otros. Entendemos que la Filosofía, en tanto actividad, se indisciplina,
resiste a ser una colección de respuestas intemporales sino que es invitación permanente a pensar
nuestro tiempo.
Otro supuesto es que la Filosofía tiene un espacio autónomo, incomunicable y exclusivo.
En realidad transita por los límites, recorre fisuras, teje relaciones, diseña puentes entre territorios
que pertenecen a la ciencia, al arte y a la poesía, acercándose y tomando distancia de ellos.
Separaciones porosas, afinidades y rechazos íntimos. Esta situación no va en desmedro de ella,
muy por el contrario la hace imprescindible en un momento de crisis de saberes disciplinares que
ya no pueden negarse a la riqueza y complejidad de los ámbitos inter y transdisciplinarios.

[Escriba texto]
Nos proponemos deslizar los interrogantes desde el “qué es” hacia la problemática de su
caracterización, delinear sus rasgos en tanto actividad, mostrar aquello que ella puede hacer por
nosotros. Problematizar es ir construyendo un mapa en donde señalar dificultades, dudas, posibles
respuestas sometidas a revisión, indagar en su propia historia. La Filosofía tiene su historia, a la
que también podemos problematizar, por ejemplo cuando nos preguntarnos por su nacimiento. Es
decir buscamos las condiciones que hicieron posible que en un espacio y en un tiempo
determinado, con rasgos de continuidad y de ruptura respecto de la racionalidad mítica, pero de
ninguna manera milagrosamente, los griegos inventaran la palabra philosophia.
La Filosofía tiene su propia historia, aunque no se equipara con ella. Podemos acceder a la
historia de la filosofía sin filosofar, pero para desplegar el ejercicio argumentativo del filosofar no
podemos desconocer su anclaje histórico. Aquello que los “maestros” en Filosofía han dicho no
envejece con el tiempo, los escritos de Platón, Aristóteles o Kant ( sólo por nombrar algunos) son
actuales en tanto nos brindan herramientas para que nosotros pensemos nuestro propio tiempo y
sus demandas. No son maestros porque nos han dicho “la verdad” sino porque nos muestran el
camino que ellos recorrieron para configurar sus verdades. (no hay “una” verdad, sino más bien
programas heterogéneos de verdades).
Cada propuesta filosófica se construye con las categorías y los marcos de pensamiento de
su época, y al mismo tiempo los trasciende, los vuelve inteligibles. Actualidad e inactualidad de la
filosofía que deja al descubierto la relación tensional que tiene con el tiempo. La categoría de
progreso, propia de una metodología positivista, no es adecuada para pensar las filosofías.

“Dado que renacen y vuelven a florecer con cada estación, no existe en las
filosofías ningún progreso lineal, sino tan sólo una continua metamorfosis.
Tampoco representan la existencia de verdades eternas; son precisamente, tanto
actuales como inactuales, están dentro y fuera del tiempo…Las ideas de los
grandes filósofos transponen, en efecto, los contextos de los que han surgido y a
los individuos que las han expresado. La historia de la filosofía constituye por eso
un recurso, una especie de caja de caudales del que extraer dinero líquido, para
invertir prudentemente en nuevos proyectos, en sugerencias para pensar el
propio tiempo, pero no en modelos o formulas bellas y listas para usar”1

Desde esta perspectiva nuestra tarea de filosofar nos hace sumar interrogantes más que
coleccionar verdades, nos pone frente a la necesidad de repensar su enseñanza, diseñar
itinerarios a recorrer que favorezcan la deliberación, la reflexión personal y creativa. Nuevos
modos de concebir a la Filosofía se despliegan en nuevas concepciones acerca de su enseñanza y
búsqueda de estrategias para introducirnos en su problemática.

1
Bodei, Remo, La chispa y el fuego, Buenos Aires, Nueva Visión, 2006, pág.47

[Escriba texto]
A partir de Sócrates la filosofía nos invita a la reflexión crítica sobre problemas, experiencias,
marcos personales de pensamiento, convicciones, normas y conceptos. Sócrates propone un
ejercicio de interrogaciones que no descansa en verdades reveladas sino que lleva a estar en
permanente búsqueda. Interroga a sus conciudadanos, dejando al descubierto la ignorancia, y por
ello se compara con un tábano que fastidia e irrita a quienes presumen de saber.

“…la filosofía es ejercicio crítico, capacidad afinada o adquirida para sopesar de


manera metódica y paciente las argumentaciones y las pruebas relativas a
determinados problemas en vista de posibles soluciones, es articulación de la
duda y suspensión del juicio cuando no se alcanza una clara visión de las
cuestiones; es propensión a examinar autónomamente ideas, convenciones y
normas, con la conciencia de los condicionamientos, prejuicios y límites que
supone cada civilización y personalidad. La filosofía enseña a no conformarse con
banalidades o frases hechas o, incluso, a no conformarse sin más con lo que es
enseñado, transmitido explícitamente o insinuado por cualquier autoridad”. 2

Filosofar es invitar a emprender un viaje, a recorrer un camino que no está trazado de


antemano, que es personal, epocal, empapado de múltiples circunstancias. Es posible esbozar un
mapa con diversos itinerarios desde los cuales acercarnos al filosofar sin pretensiones de llegar a
un puerto de certezas inconmovibles, sino más bien ejercer la actividad de interrogar, de
cuestionar, someter a análisis crítico supuestos y todo tipo de afirmaciones que nos obturan la
posibilidad de ir más allá de ellos.
Preferimos que los posibles itinerarios nos hagan disfrutar de la exploración, del
descubrimiento constante más que la ilusoria pretensión de resultados alcanzados de una vez y
para siempre. El itinerario puede partir de autores que nos convocan, problemas que nos
conmueven, interrogantes que nos motivan a ir más allá de la respuesta a la mano.
Si preferimos acercarnos a los filósofos del pasado de modo tal que se convierten en
nuestros contemporáneos, los actualizamos al ponerlos en sintonía con nuestras preocupaciones
de hoy. Leerlos es dialogar con ellos, no con la pretensión de encontrar las respuestas a nuestras
preguntas sino porque sus estrategias de pensar su propio tiempo pueden ser herramientas para
pensar el nuestro.
Nos acompañan en nuestro viaje textos filosóficos, la lectura de los que llamamos “textos
fuente” será, de algún modo, un pretexto para ir con ellos más allá de ellos. Encuentro vivo que
estimula y provoca un pensamiento situado, aquí y ahora. Si nos interesa acercarnos a la tarea de
filosofar, la lectura de textos filosóficos estará siempre acompañándonos. Proponemos que la
actividad filosófica se nutra del encuentro y diálogo con textos filosóficos, con su lectura, análisis y
puesta en consideración. Tendríamos que tener en cuenta que es posible diferenciar una lectura

2
op. Cit. pág.16

[Escriba texto]
filosófica de textos filosóficos, de una lectura no filosófica de textos filosóficos. Como así también
es posible una lectura filosófica de textos no filosóficos. El encuentro con textos filosóficos tiene por
fin recrear en los lectores de hoy, los actos de entendimiento del autor histórico y de la audiencia
histórica del texto que se interpreta, pero esto no puede separarse de otro proceso por el cual
produzco como lector actos de entendimiento que van más allá. En otros términos podríamos
hablar de reconstrucción histórica y reconstrucción racional, entendiendo por la primera a
aquella actividad que consiste en hacer una descripción de las concepciones sostenidas por los
filósofos en sus propios términos ubicándolos en su contexto y la reconstrucción racional alude al
encuentro con los filósofos del pasado como si fueran nuestros contemporáneos, describirlos
desde nuestras propias concepciones filosóficas. Una reconstrucción histórica independientemente
de una reconstrucción racional resulta imposible. 3 Es imposible plantear una reconstrucción
histórica en sus propios términos. Reconstruimos (o construimos) el pasado desde nuestras
categorías, nuestro lenguaje y nuestras preocupaciones presentes. Una reconstrucción histórica
“objetiva”, “pura” está destinada al fracaso.

Mirada prejuiciosa sobre la Filosofía


Son significativos los señalamientos que nos hace Bodei, en el texto ya aludido, sobre
algunos malentendidos o prejuicios que muchas veces están presentes en nociones corrientes a
cerca de la filosofía. El primero de ellos ha llevado a declarar “la muerte de la filosofía”. Mal
podríamos decir que es un “saber moribundo”, cuando en realidad la filosofía no siempre ha
pretendido ser un saber. Desde sus orígenes socráticos, la filosofía se ha presentado como saber
mayéutico, capaz de posibilitar, pero no de generar, conocimientos precisos, adquiridos de manera
definitiva dentro de campos rigurosamente delimitados. Hoy la Filosofía no tiene pretensiones de
constituirse como un saber acabado, cerrado en sí mismo, privilegiado y autónomo. La Filosofía
está vida si no se estanca, si no se convierte en saber cristalizado y definitivo. Su permanencia
depende de abandonar el anhelo de saber universal e infinito, para constituirse desde la
situacionalidad, la finitud, en estado de apertura a lo nuevo, lo desconocido.
Otro malentendido se refiere a la “utilidad” de la filosofía. La filosofía no sirve para nada,
esto es así porque no es un medio para fines útiles, sin embargo es un bien necesario que nos
permite orientarnos y actuar en el mundo. Cuando decimos que algo es útil es porque nos sirve
para tal o cual cosa, es decir ponemos el acento en su funcionalidad. Un martillo es útil en tanto su
función nos posibilita, por ejemplo, clavar clavos en una pared. Estamos ante una ventaja tangible,
inmediata e instrumental. Pero el martillo pierde su utilidad si lo que pretendo es pelar una
manzana.

3
Para este tema puede consultarse el artículo de María Isabel Santa Cruz Filosofía o historia de la Filosofía:
una falsa disyuntiva en El filosofar hoy, Cabanchik y otros, Editorial Biblos.

[Escriba texto]
Entonces la filosofía es útil o inútil?, es inútil si pretendo con ella, por ejemplo, cortar una
soga y al mismo tiempo despliega su utilidad si de lo que se trata es de fundamentar y legitimar lo
que hacemos, lo que pensamos, los actos de deliberación y elección que atraviesan nuestra
existencia.

“Para comprender las funciones y la relevancia de la Filosofía probemos a


realizar un experimento mental, a imaginar cómo sería nuestro mundo sin ella.
Entre otras cosas, no tendríamos un sentido crítico tan desarrollado, no
conoceríamos en la misma medida el empleo de las armas de la racionalidad y de
da duda, que nos ayudan a protegernos de los peligros siempre acechantes de la
intolerancia dogmática, de la prepotencia de autoridades indiscutibles o de la
superficialidad de creencias y opiniones no examinadas a fondo. Aunque la
filosofía no sea una ciencia rigurosa, aunque no oponga argumentos irrefutables,
sino tan solo más razonables que otros, contribuye a dar sentido a un mundo
menos lacerado por la violencia y los abusos, despeja el camino de las
civilizaciones de muchos tropiezos o problemas” 4.

Qué puede hacer por nosotros la Filosofía? Y nosotros por ella? Estamos en una situación
paradojal, por un lado se escuchan voces que la descalifican y por otro se va en búsqueda de ella
reclamando respuestas fijas, estables y por lo tanto tranquilizadoras. Ni anunciando su muerte, ni
haciendo de ella un dogma encontremos la oportunidad del encuentro fecundo con la actividad de
filosofar que, en tanto ejercicio de pensamiento crítico, adquiere su fuerza como formadora de
ciudadanía.
Pero antes de acercarnos a la dimensión política de la Filosofía y su relación con los
Derechos Humanos, parece oportuno señalar que la visión que la Filosofía tuvo de sí fue variando
históricamente. Muchas son las definiciones que sobre ella se han elaborado (tantas como filósofos
y sistemas), no podríamos aquí mencionarlas a todas y sólo tendría valor de inventario; nos parece
mejor bosquejar dos modos de hacer Filosofía que, en términos generales, las contienen.

Modo de hacer filosofía clásico o tradicional


La pregunta por la esencia y función de la Filosofía es tan antigua como la filosofía misma
y como ya hemos expresado nos encontramos frente a la historicidad y diversidad de preguntas,
problemas y posibles respuestas. Presentemos de manera esquemática dos modos de hacer
filosofía. Al primero lo llamaremos clásico o tradicional (también podríamos denominarlo
metafísico) y al segundo crítico o contemporáneo.
En cuanto al primero, si pasamos revista a las pretensiones que tuvo la filosofía durante
muchos siglos, aunque haya atravesado el curso de una serie de experiencias culturales

4
Bodei, Remo, La chispa y el fuego, Buenos Aires, Nueva Visión, 2006, pág 38

[Escriba texto]
heterogéneas, se ha presentado como un saber totalizador, desinteresado, autónomo, universal,
organizador del mundo y del conocimiento. Saber absoluto, especulativo y legislador en clara
posición de superioridad con respecto a las ciencias particulares, que por abarcar una parte de la
realidad, por su interés prácticos y su relación con lo empírico debían estarle subordinadas.
La filosofía así entendida pretendió expresar la legalidad natural del pensamiento y, al
mismo tiempo, la legalidad intrínseca a la naturaleza y al universo, resultado de una denodada y
violenta aspiración a un orden absoluto y definitivo de seguridad. No sólo se disciplinan los
fenómenos y los saberes sino también la conducta moral y social, acorde a un rígido sistema de
normas sin límites ni excepciones.
Se fue imponiendo un modo de racionalidad, que llamaremos clásica, con características y
títulos de una estructura natural y necesaria, sin límites, que es fundamento de toda posibilidad
cognitiva y de toda posibilidad lógica, y que cuenta con un régimen lingüístico elevado, abstracto y
sublime. Racionalidad abstracta, apriorística y necesaria, disciplinamiento que no reconoce
fronteras, que no es sólo de tipo cognitivo sino que cubre toda la actividad humana. “Es solamente
con esquemas racionales abstractos, rígidos y no relacionados, por otra parte, que el estilo de
pensamiento clásico podía erigir su superorden y su superlenguaje privilegiados, en los cuales
disciplinar todo evento y toda forma de experiencia.” 5

Modo de hacer filosofía crítico o contemporáneo

Por otro lado se va construyendo otro modo de hacer filosofía, un punto de vista
contemporáneo, que se presenta despojado de pretensiones cognitivas absolutas, que instala la
crisis de un paradigma de racionalidad que se declara insuficiente y que posibilitará la revisión
crítica de conceptos y supuestos.

En el pensamiento contemporáneo el discurso filosófico se humaniza, se subjetiviza y


abandona las pretensiones de saber totalizador y verdadero buscando ahora justificaciones y
acuerdos. La reflexión filosófica no transcurre en un clima aséptico dentro de una campana de
cristal sino en condiciones culturales determinadas, se hará cargo de la problemática humana que
desde su entorno emerge. Ella misma es un producto cultural, cauce por donde la cultura se
autocritica.

Desde esta nueva perspectiva renovamos la problemática sobre la actividad de filosofar


pero desde fuera de ella, renunciamos a caracterizarla desde una supuesta interioridad y
trataremos de ponerla a prueba al introducir nuevas cuestiones que parecen exteriores. La filosofía
está viva allí en donde se intente modificarla. El pensamiento contemporáneo, instalando la
sospecha, nos invita a ello marcando un aspecto fundamental de la cultura de nuestro tiempo, el
"eclipse de la razón".

5
Gargani, Aldo, Crisis de la Razón,México, Siglo XXI, 1983, pág.9

[Escriba texto]
El modelo de racionalidad cuestionado supone la postulación de un orden conceptual en
coherencia con el orden de las cosas. El desarrollo de la filosofía contemporánea ha conducido no
a la formulación de nuevas verdades, sino al reconocimiento de nuevas limitaciones. El filósofo
italiano Gianni Vattimo cuestiona a aquellos que consideran que la tarea de la Filosofía es "enseñar
a la mosca a salir de la botella", si es así, su enseñanza sería algo decisivo para sacar a los
hombres de su condición, en definitiva es concebir a la filosofía en términos de hegemonía, ligada
al poder de los filósofos de Platón y a su separación entre un mundo de apariencias y de
inautenticidad, el adentro de la botella, y un mundo del ser auténtico con caracteres de
universalidad, eternidad y estabilidad, el afuera de la botella. No existe tal mundo aparente del que
hay que huir, porque no hay mundo verdadero al que aspirar.

Tampoco le parece oportuna la imagen de los hombres como peces en una red, o en todo
caso en dicha red los hombres serían acróbatas, la red se vuelve trapecio, instrumento, maraña de
caminos que se pueden recorrer; más aún, la existencia consiste quizá precisamente en este
movimiento a lo largo de las mallas de la red, entendida como retículo de conexiones. No existe
una liberación más allá de las apariencias, en un pretendido dominio del ser auténtico; existe, en
cambio, libertad como movilidad entre las apariencias, las cuales, no obstante, como enseña
Nietzsche, ya no se llaman así: ahora que "el mundo verdadero se ha vuelto fábula", no existe ya
ningún ser verdadero que las degrade a mentira y falsedad.

“Nuestra existencia nos es dada en el conjunto de los mensajes que en el lenguaje y en las
diversas formas simbólicas, la humanidad nos transmite. La filosofía, creo, debe enseñarnos a
movernos en la maraña de estos mensajes, haciéndonos vivir cada mensaje singular, y cada singular
experiencia, en su indisoluble vínculo con todos los otros...la filosofía es un ejercicio de mortalidad" 6.

Por su parte, el filósofo español Fernando Savater en ocasión de una charla a estudiantes
de Filosofía sobre el tema ¿Qué es la Filosofía?, hizo referencia a un antiguo cantar de la literatura
germana que narra la historia de un dragón, que custodia durante siglos un inmenso tesoro, al que
un paladín dará muerte para arrebatárselo. Mientras el dragón espera al héroe que ha de matarle
se humaniza y baja de vez en cuando a la cueva para comprobar que está intacto, le asalta la
sospecha de que el tesoro haya sido robado y que su vigilancia pueda ser inútil.

Advierte Savater a su auditorio, estudiantes de filosofía, que pueden ser aprendices de


dragones, custodios de un saber acumulativo, afirmativo, académico, poseedores de una
interpretación privilegiada, de un discurso al que se reducen los otros y que nunca admiten que
toda la verdad es fragmentaria.

6
Vattimo, Gianni, Más allá del sujeto, Barcelona, Paidós, 1989, pág. 10

[Escriba texto]
Estos distintos autores marcan algunas de las perspectivas que nos ofrecen la posibilidad
de repensar a la filosofía, planteos contemporáneos que trabajan sobre los límites de la razón,
abiertos al encuentro con otras áreas. Por ejemplo el filósofo francés Lyotard , desde una
perspectiva ligada al psicoanálisis nos propone deslizar el interrogante hacia otro: ¿por qué
filosofar?. De este modo colocamos el acento sobre la discontinuidad de la filosofía consigo misma,
ya que podría estar ausente. Relación del acto del filosofar con el deseo. En Filosofía hay philein,
amar, estar enamorado, desear. El deseo es movimiento que va de algo hacia lo otro, lo que falta,
pero que está presente en quien desea en forma de ausencia. A la pregunta ¿por qué filosofar?
podemos responder con otra: ¿por qué desear? ¿por qué siempre buscar lo otro?, a falta de
respuesta mejor respondemos que filosofamos porque queremos, porque así lo queremos y
deseamos.

El encuentro con el psicoanálisis constituye un sacudimiento considerable porque no es un


tema específico el que la filosofía tendrá que reconsiderar, la filosofía misma está cuestionada, el
saber que dice poseer. El proyecto filosófico en su conjunto se pone en cuestión. “El filósofo
contemporáneo encuentra a Freud en los mismos parajes que a Nietzsche y a Marx; los tres se
erigen delante de él como los protagonistas de la sospecha, los que arrancan las máscaras. Ha
nacido un problema nuevo: el de la mentira de la conciencia, el de la conciencia como mentira”.7

Las relaciones e implicancias en la filosofía contemporánea entre discurso cuerpo y poder


nos permite instalarnos en un campo de tensión entre, por un lado, la especificidad del discurso
filosófico, y por otro lado la articulación con el campo Psi. Campo de tensiones y ambigüedades
que se han dado históricamente en la relación Filosofía-Psicología, Filosofía-Psicoanálisis. Cuando
se hace referencia al psicoanálisis como una antifilosofía se quiere remarcar una forma totalmente
distinta de relacionarse con el saber, con la verdad. Relacionarse en cuanto a método, objetivos y
finalidades distintas. El psicoanálisis subvierte las relaciones imaginarias con el saber no porque
sea más válido sino porque se sustenta en el saber del deseo, el saber inconsciente. Lo que se
reivindica desde el psicoanálisis es una manera de pensar opuesta por razones obvias: hay un
saber sin sujeto.

El psicoanálisis no es una cosmovisión. Freud era reacio a lo especulativo de la filosofía,


como lo era de la medicina de su época. Freud pretendió salvar todos los obstáculos que se
oponían al acceso a la verdad y el principal de ellos era la idea de considerar al yo como
equivalente a conciencia, justo lo que hacía la filosofía.

Freud se separa de la filosofía, aunque algunos libros son casi filosóficos (por ej. “El
malestar en la cultura”), quiere fundar una ciencia nueva y para ello no duda en rechazar
emparentarla con la psicología, la medicina y especialmente con la filosofía ya que para él no se

7
Ricoeur, Paul, Hermenéutica y psicoanálisis, Buenos Aires, Edic.La Aurora 1975, pág. 59

[Escriba texto]
opone a la ciencia, trabaja con sus mismos métodos, pero se diferencia de ella porque se aferra a
la ilusión de dar una visión del universo sin lagunas y con coherencia. Freud utiliza de vez en
cuando referencias al eros platónico, al imperativo kantiano, al “eterno retorno” de Nietzsche. El
psicoanálisis precisa de la filosofía aunque la rechace como acceso a la verdad. Es posible una
lectura de Freud desde la filosofía y a la filosofía desde Freud.

Marx (1818-1883), realiza una contribución fundamental a la Filosofía Política y a la crítica


de la sociedad burguesa, aunque va a dedicarse de lleno a la Economía Política. Su legado en la
tarea de reflexión crítica consiste en desenmascarar a la ideología (superestructura) como falsa
conciencia. La conciencia se enmascara por intereses económicos. La ideología, la filosofía y la
religión de un determinado momento histórico son las que corresponden a la clase dominante y
tratan de que ella mantenga sus privilegios al justificar la estructura económica.

Nietzsche (1844-1900) es el más radicalizado en su crítica al planteo metafísico y a toda


la historia del pensamiento occidental, suscita interrogantes, provoca la más despojada reflexión,
Propone una inversión de la estructura del pensamiento metafísico, rompe con las categorías de
inmutabilidad, unicidad, inmaterialidad. Filólogo, poeta, músico, es uno de los pensadores que más
influencia ha tenido en el Siglo XX.
En Nietzsche la hermenéutica de la sospecha se radicaliza al máximo. Es una constante en
su obra poner de relieve el carácter mediador y mediatizador del lenguaje, vehículo indispensable
para el ejercicio de la razón. Nietzsche contribuye decisivamente al destronamiento de la
conciencia, ésta no sólo depende de factores externos de tipo socioeconómico, o de factores
internos de tipo psicológico, sino que depende de ese medio no inocente en el que por fuerza
"viven" sus productos el lenguaje y su gramática.
Hay en Nietzsche diferentes líneas de crítica, las cuales parten y convergen en una crítica
total de la cultura que persiste en negar la vida, la que hay que reponer dejando atrás la vida
maltratada, escindida, dilapidada bajo las formas de sometimiento de una civilización decadente.
La conciencia, el conocimiento, la ciencia y la moral atacan la vida, la niegan.
La inversión que propone no significa resaltar el término negado en la dualidad sino acabar
con todas ellas, mostrar el modo en que han sido impuestas, desenmascararlas. Del mismo modo
desmontar la sacralidad de los valores, que en realidad suponen valoraciones desde las cuales se
interpretan los fenómenos. Siempre hay pluralidad de sentidos, constelación, coexistencia, existe la
pluralidad silenciosa de los sentidos de cada acontecimiento. El arte de interpretar debe ser un arte
de atravesar las máscaras y de descubrir qué es los que se enmascara y por qué.
La construcción de nuevas subjetividades que aportan los maestros de la sospecha, Marx,
Nietzsche y Freud ha configurado una especie de plataforma de despegue para el trabajo
filosófico. El valor de los autores citados radica en que nos permiten poner en acción el ejercicio de
la sospecha, el análisis crítico, la tarea de de-construir el andamiaje conceptual que “la razón” ha

[Escriba texto]
desplegado de modo omnipotente y dogmático. Mostrar sus fallas, sus olvidos, sus quiebres y
también las fisuras nos permite hoy cuestionar el ejercicio de una concepción filosófica que ha
querido sostenerse por fuera de la historia. Estos pensadores desenmascaran la conciencia, la
destronan, el paradigma de la conciencia se desvanece. Esta radicalizada tarea de sospecha que
a la vez sigue y rechaza la cartesiana es la que sintetiza Paul Ricoeur cuando afirma que:
Si nos remontamos a su intención común encontramos allí la decisión de considerar en primer lugar la
conciencia en su conjunto como conciencia “falsa”. Por ahí retoman, cada uno en un registro diferente,
el problema de la duda cartesiana, para llevarlo al corazón mismo de la fortaleza cartesiana. El filósofo
formado en la escuela de Descartes sabe que las cosas son dudosas, que no son tales como
aparecen; pero no duda de que la conciencia sea tal como se aparece a sí misma: en ella, sentido y
conciencia del sentido coinciden; desde Marx, Nietzsche y Freud, lo dudamos. Después de la duda
sobre las cosas, entramos en la duda sobre la conciencia.8

A partir de los maestros de la sospecha la filosofía no puede ser la misma, momento


“bisagra” a partir del cual la reflexión filosófica asume toda su fuerza y compromiso al salir al
encuentro de las exterioridades que ahora la constituyen. Freud, Marx y Nietzsche, en tanto
ejercicios de la sospecha posibilitarán un abanico de corrientes y movimientos filosóficos que
instalarán en el panorama del pensamiento contemporáneo la revisión crítica del sujeto, la razón, la
historia, la filosofía misma y producirán la destrucción de un paradigma de racionalidad centrado en
el sujeto.

Desde los griegos hasta nuestros días, de Platón a Nietzsche, de Foucault a Jean-Luc
Nancy, el cuerpo, el poder y el lenguaje, han ocupado un lugar importante en las consideraciones
filosóficas, aunque de distinta manera y bajo distintas miradas según el contexto histórico. Dichas
problemáticas, presentes hoy en la filosofía, instalan un nuevo horizonte crítico de la concepción
metafísica tradicional, totalizadora y logocéntrica que se consolidó en la historia de la filosofía con
significativos “olvidos”: “olvido del ser”, “olvido del lenguaje”, “olvido del cuerpo”.

La crítica a la filosofía tradicional del sujeto moderno que adquiere los diversos aspectos
del giro lingüístico, el giro pragmático, el giro hermenéutico, convergen en señalar los límites de la
razón declarando su crisis, al mismo tiempo que la crisis de fundamentación que anula toda
posibilidad de conocimiento absoluto.

Considerar al yo como conciencia, al cuerpo como res extensa, a los placeres como
alejados del bien, a la verdad como adecuación, y al lenguaje como mero instrumento, fueron las
cuestiones que desde la filosofía tradicional se constituyeron como obstáculos, y desde los
planteos filosóficos contemporáneos se intentarán salvar.

8
Ricoeur,Paul, Freud: una interpretación de la cultura, México, Siglo XXI, 1970, pág. 33

[Escriba texto]
El pensamiento contemporáneo nos invita a pensar sin certezas, pensar desde los límites
de la razón, pensar situado en un aquí y ahora, con múltiples condicionamientos que lejos de
proclamar que la filosofía ha muerto la encuentran viva si en vez de refugiarse en un discurso
totalizador y absolutamente verdadero, se “humaniza” frente a las demandas de una sociedad que
cada vez más necesita espacios de reflexión crítica.

Los cambios en los modelos de interpretación que Freud, Marx y Nietzsche proponen han
posibilitado nuevos desarrollos cuestionando el dogmatismo y el ejercicio totalizador de la verdad.
Lenguaje, discurso, cuerpo y poder y sus implicancias y relaciones constituyen un planteo
alternativo a la modernidad, las apropiaciones y reformulaciones realizadas por Heidegger,
Foucault, Derrida, Nancy y Agamben, entre otros, permiten mostrar la importancia de dichas
problemáticas.

La problemática de la corporeidad ha preocupado a pensadores de todos los tiempos y


desde distintos campos de reflexión. Filósofos, antropólogos y sociólogos se han ocupado de
dilucidar las complejas implicancias de la relación cuerpo- alma. Sin el cuerpo no podemos existir,
es la condición básica y al mismo tiempo el enigma primario en el que el hombre se arraiga.
Enigma y misterio, problema y certeza de existencia, el cuerpo es lo evidente, que cada momento
histórico y cada sociedad ha dotado de sentido, pero de diversa manera.

No hay duda que una característica específica del pensamiento filosófico del siglo XX es la
extraordinaria atención que se dedica a la cuestión del lenguaje. El “giro lingüístico” en filosofía se
produce en tanto el lenguaje deja de ser entendido como un mero medio de expresión, algo
intermedio entre la realidad y el yo, y se convierte en un posibilitador de crear tanto el yo como la
realidad. Llegamos a la centralidad del lenguaje ya que hay filosofía porque hay lenguaje. Del giro
lingüístico en adelante las teorías científicas o los discursos metafísicos no descubren la realidad
sino que la crean, y desde esta perspectiva el pensamiento contemporáneo abre nuevas
interrogaciones.

La cuestión biopolítica es el desafío más urgente del pensamiento contemporáneo.


Agamben retoma la herencia foucaulteana acerca de la politización moderna de la vida biológica.
La política captura la vida, le interesa mostrar los dispositivos jurídicos a través de los cuales la
política captura la vida. Y en este marco adquiere importancia la búsqueda genealógica del término
vida, que no se trata de una noción médico/científica, sino un concepto filosófico-político-teológico,
y que a partir de aquí será necesario repensar muchas categorías de nuestra tradición filosófica. La
vida excede los límites del sujeto individual. Agamben sostiene que el concepto de vida que nos
indican Foucault y Deleuze es la herencia a la filosofía que viene.

Pensar “la vida” en el marco de la inestabilidad y de la lucha entre lo humano y lo animal.


La vida no como principio metafísico ni como animación, ni como materia viviente. No es la vida un

[Escriba texto]
atributo que posee un individuo y que por lo tanto puede perder. Se trata de pensar nuestras
subjetividades, nuestras formas de vida que expresan esa pura potencia, esa “pura inmanencia” de
una vida.

Dimensión ético-política de la filosofía: actividad formadora de ciudadanía

Entendemos el filosofar como una actividad que nos compromete no sólo académicamente
sino también moral y políticamente. La actividad de pensar es siempre, por sí misma, un transitar
desde la heteronomía a la autonomía. Pero la filosofía procede por argumentación y ésta siempre
implica al otro. Sin el “otro” no hay argumentación. Co- filosofar, filosofar con otro, instalar el
diálogo, el debate, como dispositivos que rompen con el pensamiento único, con todo tipo de
solipsismos, autoritarismos y dogmatismos. El mismo nacimiento de la Filosofía como hija de la
Polis estuvo signada por la reflexión, la argumentación, la confrontación y el debate; hizo del
lenguaje su instrumento político por excelencia y desplegó su actividad formadora de ciudadanía
en el “ágora”.

Hoy, la actividad filosófica adquiere su fuerza en el contexto de sociedades democráticas


que ya no aceptan el monopolio de “una” verdad, por haber aprendido, después de cruentas
experiencias de totalitarismo, que el disenso es fructífero, que las alternativas enriquecen el
pensamiento y que la filosofía tiene una función vital en épocas de crisis y de desencantos.

El pensamiento crítico se ejerce tanto en el universo personal como en el colectivo. La


dimensión social, la fuerza formadora y educadora de la filosofía que despierta a comunidades del
letargo y el conformismo, que hace lugar a la sospecha y la duda allí donde sólo reinan el
dogmatismo y sometimiento, hacen que la actividad filosófica se torne “peligrosa” en aquellas
sociedades donde se anula el sistema democrático e invade la vida política y social la intolerancia.
Así sucedió en Argentina, en el período de 1976 a 1983, la dictadura más cruenta que asoló el país
desde su independencia política anuló carreras humanísticas, controló el dictado de materias en
carreras universitarias, prohibió libros, expulsó y asesinó a relevantes intelectuales de los claustros
académicos, además de otros trabajadores y estudiantes. Situaciones similares fueron vividas en
otros países latinoamericanos. El filosofar latinoamericano adquiere un peculiar modo de ejercicio
si consideramos los procesos históricos de colonialismo e imperialismo. La filosofía
latinoamericana es ejercer el pensamiento crítico situado, histórico, desde una realidad que debe
ser transformada y se asume como filosofía de la liberación.

[Escriba texto]
Pensar políticamente a la filosofía requiere considerarla como actividad instalada en un
contexto del cual emerge y toma distancia, actividad dialógica que adquiere una dimensión ética
insoslayable. La actividad filosófica que asume su dimensión ético-política se torna imprescindible
frente a la tarea de construir ciudadanía y se compromete en la tarea de “hacer democracia”, en un
transitar desde las democracias limitadas, formales a democracias reales. Hay muchas
asignaturas pendientes que salvar, la actividad filosófica nos mantiene atentos, despiertos, en la
búsqueda del bien común teniendo una fuerte vocación utópica.

En esta línea, la Filosofía Latinoamericana constituye un caudal crítico importante en


occidente. Desde sus orígenes ha mostrado el compromiso con las dimensiones ético-políticas, ha
hecho explícita esa vocación utópica y se empeña en sostener y reivindicar el ejercicio de
ciudadanía en un contexto de real, efectivo y pleno cumplimiento de los derechos humanos.
Ejercer ciudadanía es ser portador del derecho a tener derechos y si éstos me son arrebatados,
postergados o me veo privado de ellos, lo que se niega es la ciudadanía y los propios Derechos
Humanos.

El pensamiento latinoamericano no ha descuidado el nexo entre moral y política, éste ha


sido un eje temático que desde distintas perspectivas teóricas enriqueció el debate que se ha
generado en las últimas décadas. Adolfo Sánchez Vázquez fue uno de los grandes maestros que
aportó en este tema, llamando a recuperar el lugar de la moral en la participación política. Para él,
el nexo entre política y moral es indisoluble. “Lo cual significa que, sin llegar nunca a desplazar o
sustituir la política por la moral, ésta tiene un peso que se deja sentir en los fines que se persiguen,
en el uso de los medios para alcanzarlos, en el comportamiento de los agentes políticos y,
finalmente, en los motivos que les empujan a actuar por la libertad, la igualdad, la democracia real,
la justicia y la dignidad humana”9.

La filosofía como educadora de la humanidad requiere reconstruir el concepto de


ciudadanía teniendo en cuenta articular ciudadanía e interculturalidad, reivindica y sostiene el
diálogo intercultural en el marco del ejercicio pleno de los derechos humanos.

La idea de ciudadanía en la modernidad estuvo comprometida con la clase burguesa que


buscó consolidarse a costa de la exclusión de otros sectores sociales. Esta visión entró en crisis, la
filosofía aporta su ejercicio crítico para revisarla y hacer nacer una nueva ciudadanía.

Esta nueva concepción de ciudadanía toma distancia de aquella que se entendía como
algo dado por poseer nacionalidad y derechos, se concibe en tanto su ejercicio pleno se construye
y forma parte de una comunidad en que se garantiza el ejercicio real y efectivo de los Derechos
Humanos, sin exclusión ni social, ni económica, ni cultural.

9
-Sanchez Vázquez, Etica y política, México, Fondo de Cultura Económica, 2007, pág. 38

[Escriba texto]
La filosofía como educadora de la humanidad, como formadora de ciudadanía crea
herramientas conceptuales para fundamentar intersubjetivamente normas morales y políticas,
promueve la responsabilidad cívica, abre nuevos horizontes de comprensión y tolerancia en un
mundo que necesita con urgencia el respeto irrestricto a los derechos humanos.

Filosofía y derechos humanos

Una de las características de las sociedades en que vivimos es el número cada vez mayor
de situaciones conflictivas en distintos niveles y modalidades, manifestaciones de violencia física,
psicológica y simbólica, que llegan muchas veces a naturalizarse.

Las relaciones sociales no están exentas de conflictos, en ellas se originan y reproducen y


en ellas deben encontrarse los modos y los criterios para dirimirlos, analizarlos y resolverlos. A la
Filosofía, o más específicamente a la Ética, le compete la tarea de aportar propuestas que
posibiliten la salida de esos conflictos, teniendo presente a los implicados directos en esas
situaciones.

En nuestra cotidianeidad nos encontramos con personas de las cuales nos diferencian
hábitos, costumbres, creencias, opiniones, concepciones políticas, etc. La conflictividad aparece
en tanto creamos que nuestros modos de ver el mundo se sostienen en valores que deben
universalizarse.
La pluralidad cultural y moral son rasgos del mundo contemporáneo y el conflicto aparece
cuando creemos que nuestra mirada cultural es la única o la mejor. Esta concepción etnocéntrica
se manifiesta en muchísimos actos de prejuicio y desprecio hacia otras culturas. Hay acuerdos en
hacer visibles los conflictos, denunciarlos, cuestionarlos. Pero las diferencias aparecen al momento
de plantear las posibles soluciones y modos de resolución. De ahí la necesidad de argumentar, dar
razones, buscar acuerdos y legitimaciones poniendo de manifiesto el pensamiento crítico. La ética
es el espacio filosófico de reflexión crítica en donde plantear y resolver dilemas éticos que
atraviesan todas las actividades humanas.
En este marco adquiere vital importancia la reflexión sobre un tipo particular de derechos,
los humanos, hacer explícita su fundamentación filosófica que en tanto está anudada al
interrogante acerca de la existencia o no de una “naturaleza humana”, ofrece distintas
perspectivas, como así también sus alcances e implicancias. Distintas concepciones filosófico-
políticas han colaborado en la fundamentación de los Derechos Humanos. Vamos a delinear
algunas de estas ideas que abonaron el proceso de su reconocimiento y enunciación.
La corriente anglosajona de las declaraciones de derechos se inicia con la Carta Magna
Inglesa, en el año 1215, para dar protección a la nobleza ante las arbitrariedades del rey. Ya en el
mundo moderno se agrega la corriente francesa, y de este modo ambas corrientes, en el marco

[Escriba texto]
del occidente capitalista, aportan declaraciones fundamentales de la estructura política y jurídica
de la sociedad. La más relevante es la Declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano
(Francia 1789) que proclamó los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, en su
condición de tal (no limitados a los franceses). Son derechos naturales e imprescindibles del
hombre: la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. Las burguesías
triunfantes en los procesos revolucionarios en Norteamérica y en Francia, configuran un nuevo
orden en base a sus intereses y necesidades. El conflicto aparece cuando se advierte la distancia
entre la igualdad que se proclama (ciudadanía) y la desigualdad real entre los hombres (sociedad
civil).
Se suman cada vez más los reclamos de derechos económicos, sociales y culturales que
tomaran forma con la Declaración Universal de los derechos Humanos propiciada por la ONU en
1948, al finalizar la segunda Guerra Mundial. En su resolución 217 A (III) del 10 de diciembre de
1948, la Asamblea General, reunida en París, aprobó la Declaración Universal de los Derechos
Humanos.
Los artículos de la declaración son 30 y está repartidos en 4 grupos de disposiciones: los
derechos individuales, los del individuo como miembro de las colectividades; las libertades públicas
y los derechos políticos, económicos y sociales. Los derechos Humanos se presentan al principio
como una aspiración ética, sin contar por entonces con un respaldo político. Cuando se incorporan
a diversas constituciones (primero la de EEUU, luego Francia y más tarde las repúblicas
latinoamericanas) los derechos humanos se tornan jurídicamente exigibles.
Al primer grupo de derechos se los denomina primera generación de derechos humanos.
Una segunda generación son los llamados derechos sociales, económicos y culturales (derechos a
la educación, a la salud, a un salario digno) Estos derechos humanos suponen un estado social,
mientras que los primeros son producto de un estado liberal. Una tercera generación son los
llamados derechos de los pueblos en el marco de los procesos de descolonización (derecho a la
autodeterminación de los pueblos, derecho al goce del patrimonio cultural de la propia comunidad y
de la humanidad, derechos de la mujer y del niño, derecho a un medio ambiente sano)
El filósofo italiano Norberto Bobbio sostiene que la afirmación de los derechos humanos
deriva de un cambio radical de perspectiva, característico de la formación del Estado moderno, en
la representación de la relación política, es decir, en la relación Estado-ciudadano o soberano-
subdito: relación que es observada cada vez más desde el punto de vista de los derechos de los
ciudadanos y no de los subditos, antes que desde el punto de vista de los poderes del soberano,
en correspondencia con la visión individualista de la sociedad, según la cual para comprender la
sociedad es necesario partir de la base, es decir, de los individuos que la componen, en oposición
a la tradicional concepción orgánica, según la cual la sociedad como todo está antes que los
individuos.

¿Cómo fundamentar filosóficamente los derechos Humanos?

[Escriba texto]
Los derechos humanos pueden fundamentarse de diversas maneras. Una de ellas buscará
un fundamento absoluto, último, indiscutible, al amparo de toda posible impugnación, derivándolos
entonces directamente de la “naturaleza humana”. Para esta línea de pensamiento, denominada
Iusnaturalismo, los derechos humanos son inherentes a esa tal naturaleza humana. Es decir,
encuentran su fundamento en algo anterior e independiente a su positivación. Son derechos que el
hombre tiene por el hecho de ser hombre, por su naturaleza invariable. Los derechos son así
concebidos como “naturales”.
Podríamos preguntarnos si es posible una significación unívoca de la naturaleza humana o
más bien responde a la ilusión de un universalismo ético como resguardo o también como negador
de toda otredad cultural y moral.
Es así que esa concepción de los derechos humanos como innatos y suprahistóricos,
responde a una perspectiva racionalista y liberal, de cuño metafísico, según la cual ese estado de
naturaleza preexiste al anclaje social del hombre. Pero es posible fundamentarlos de otra manera,
sin restarles importancia, sino muy por el contrario concebirlos desde su superioridad moral.
Concebirlos como expresión de una conciencia de clase que se manifiesta en cada momento
histórico. En esta fundamentación alternativa los derechos humanos son construidos
históricamente, están en continuo proceso de creación a través del consenso al que se llega
mediante el diálogo. No existen universales puros, desnudos, sino que están situados histórica y
culturalmente. El reconocimiento, la proclamación y ampliación de los Derechos Humanos son
conquistas históricas, resultado de luchas, discrepancias y acciones militantes de muchos
ciudadanos.
Bobbio sostiene que los derechos humanos son derechos históricos, es decir, nacen
gradualmente, no todos de una vez y para siempre, sino en determinadas circunstancias,
caracterizadas por luchas por la defensa de nuevas libertades contra viejos poderes.
No existe una fundamentación absoluta de los derechos humanos. Carlos Santiago Nino
(filósofo y abogado argentino, autor de “Etica y derechos humanos” de edit. Paidós), sostiene que
los derechos humanos son uno de los más grandes inventos de nuestra civilización, herramienta
indispensable para evitar todo tipo de catástrofes que amenazan la vida humana. Es decir que los
derechos humanos son una creación cultural, haciendo de este modo centro en su historicidad.
Si la concepción tradicional, la vieja escuela racionalista y liberal, hablaba de unos
derechos Humanos innatos, de carácter suprahistórico y metafísico (estado de naturaleza) la
concepción actual prefiere hablar de Derechos Humanos como concepto histórico. Dicha
historicidad se presenta como nueva concepción frente a la inmutabilidad dogmática de los viejos
iusnaturalismos. No encontramos nunca un universal desnudo, lo encontramos siempre con el
ropaje de una cultura local. Es un universal pretendido, situado. Los derechos humanos están en
constante proceso de creación, se enriquecen con los cambios históricos, son situados histórica y
culturalmente.

[Escriba texto]
Constituyen la dimensión ético-jurídica fundamental, deben ser respetados sin excepción,
están ligados a la dignidad de las personas, son irrenunciables e inalienables, no pueden ser
objeto de contratos ni de transacciones comerciales. Constituyen un mínimo ético imprescindible
común a toda la humanidad, aunque su interpretación pueda variar desde distintas perspectivas
culturales.
La búsqueda de la fundamentación, y la observancia de los Derechos Humanos no puede
olvidar la existencia de la diversidad y pluralidad cultural, es decir un rasgo de las sociedades
contemporáneas: el multiculturalismo.
Si hemos decidido transitar un itinerario en la actividad de filosofar no podremos hacerlo
como espectadores, necesariamente nos implica, nos compromete política y moralmente, no
podemos ser los mismos después de ejercerla, sobre todo por su dimensión de formadora de
ciudadanía en un irrestricto compromiso con el pleno ejercicio de los Derechos Humanos.

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