2
Créditos
Moderadora: Nelshia & Mimi
Traductoras Correctoras
Alixci Clau
Brisamar58 Dabria Rose
chivisil Desiree
Cjuli2516zc Kath
Clau Maye
JandraNda Sttefanye
Kane
Kath
Lauu LR
Maria_clio88
Mimi
Mona 3
Nana.Marie
Patyx
Rosaluce
Recopilación y Revisión
Sttefanye
Diseño
Dabria Rose
Sinopsis
El período de luna de miel para Nathan y Gwen ha terminado, con sus bebés
creciendo y sus carreras corriendo a toda velocidad. Algunos dirían que la
comunicación es la clave para una relación exitosa, pero para un hombre que nunca
tuvo que comunicarse y una mujer que necesita demasiado hacerlo, ¿cómo van a
lograrlo? Los desafíos que enfrentan, el poco tiempo libre que tienen y la atención
de sus hijos causan problemas en sus esfuerzos. ¿Su amor es lo suficientemente
fuerte como para afrontarlo todo o las circunstancias y las fuerzas exteriores los
separarán?
4
Capítulo uno
—¡Dillan!
Algo se rompe; suena como el pequeño tren de juguete de Dillan contra la
puerta. Al menos espero que sea su tren de juguete. El pequeño destructor ha roto
más platos de los que poseemos.
—Él está poseído. —Escucho gritar a Nathan y sonrío cuando pequeños pies
martillan sobre el suelo de madera, seguidos por el sonido de pies más grandes. Las
carcajadas de Dillan hacen eco en la gran casa. Bufo—. ¡Está poseído!
—¡Te escuché! —grito desde debajo de las escaleras, aguantándome la risa.
Alzo suavemente a Emily, nuestra hermosa niñita de un año, sacándola de su cuna
y llevándola cargada por las escaleras.
—Mamá —murmura suavemente y descansa su cabeza en mi hombro. Sus
dedos van a su boca y los chupa mientras miramos a Dillan correr por el pasillo, su
pequeño trasero desnudo tembloroso mientras pasa. Su risa es malvada. Sabe
exactamente cuántos problemas está causando. Simplemente adora molestar a su
papi.
—Juro por todo lo que es sagrado… —Nathan se detiene a mi lado y ambos
miramos a Dillan golpear la puerta de la cocina. Él suspira y me da la vuelta en sus
brazos, aplastando a Emily entre nosotros. Ella hace un sonido de incomodidad así 5
que la coloco en el suelo y levanto mi cabeza de nuevo para recibir su beso—. Tienes
que irte.
—Lo sé. —Presiono mis labios sobre los suyos y sonrío cuando siento sus
dedos desplazarse por mi mejilla y hacia mi cabello—. ¿Estarán bien?
—Oh, oh —dice Emily y Nathan se tensa.
—¡Tú pequeño…!
Me giro y aprieto los labios cuando veo a Dillan sosteniendo su parte superior
con las manos, soltando un chorro de pis en la pared al lado de la cocina.
Sale corriendo, riendo como la pequeña molestia loca que es.
—Dillan —regaño—. ¡Ahora papi va a tener que limpiar todo con cloro!
Agarro a Emily antes que pueda gatear hasta el charco y salpicarse en él. Sí,
esto ha pasado antes.
—Pronto estará entrenado en cuanto al uso del sanitario. Sigue perseverando
—le aseguro a Nathan, quien tiene a Dillan sujeto con sus brazos extendidos.
Nathan me mira, así que tomo eso como mi señal para marcharme.
—¡Los amo! —les grito antes de depositar a Emily en el suelo y salir corriendo
de la casa.
Hoy es mi primer día de entrenamiento para ser Chef luego de haber dejado el
Valentine’s apenas hace tres semanas. Solo he trabajado tiempo parcial desde que
Emily cumplió los ocho meses así que sé cuán desafiante va a ser esta nueva
aventura.
Kerim Dal, el chef más importante del Reino Unido va a entrenarme. ¡A MÍ!
Él es un genio culinario. He intentado y probado el noventa por ciento de sus
recetas y colocado mi sello de aprobación en todas menos una extraña creación de
berenjenas a la menta. No era fanática de esa en particular, pero estaba segura que,
si hubiese tenido sentido del gusto para eso, me habría encantado.
Si hubiese podido aplaudir y gritar mientras conduzco, lo estaría haciendo en
este preciso momento.
No es hasta que me estaciono en la parte de afuera del restaurante “Little
Ambrosia” que mis nervios comienzan a manifestarse realmente. La construcción
es elegante, enorme y… ¿dije elegante? Para ser un chef sin entrenamiento,
comenzar aquí es algo surreal. Soy extremadamente afortunada.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo, así que lo saco, usando el momento de
distracción para centrarme.
Sasha: Lo tienes.
Mamá: Tráeme las sobras.
Nathan: Te amamos. Yo te amo y estoy muy orgulloso de ti.
A Nathan es el único al que le respondo:
Gwen: Gracias Bob Esponja <3 6
Metiendo de nuevo mi celular en mi bolso, salgo del auto y camino hacia la
entrada. Según las instrucciones que recibí, un uniforme estaría esperándome en el
cuarto de empleados al lado de la cocina.
¿Dónde está la cocina?
El lobby es enorme; las paredes son poco más que puertas de paneles de
vidrio con cortinas de malla recogidas a los lados. Me muevo hacia el primer set
que encabeza la gran habitación. Apesta a dinero. El tema es muy de la realeza y
florido. Sillas de aspecto pesado rodean grandes mesas redondas a su vez rodeadas
por mesas redondas más pequeñas. No hay cabinas aquí, pero sí mesas en las
esquinas, parcialmente escondidas tras divisores de dos metros ofreciendo un poco
de privacidad.
—¡No! —escucho gritos y el fuerte sonido de cacerolas desde el fondo de la
habitación. Diviso la cocina al final de una gran abertura en la pared. Por supuesto,
el personal de cocina estará a la vista. Eso no me pone más nerviosa, para nada—.
No pones batatas y chirivías con el cordero. ¡Es demasiado dulce!
Mis dientes se encuentran con mi labio inferior, y muerden duro. Mis pies de
pronto se sienten débiles. No estoy segura que pueda moverme.
Gwen: Este lugar es legítimamente genial… genial como un billón
de dólares
Sasha: ¿Y Nathan no te ha llevado allí todavía?
14
Capítulo dos
Balanceo a Dillan en mi cadera mientras los dos miramos a Nathan
intentando alimentar a Emily. Ella es demasiado quisquillosa. No es que no le guste
la comida, más bien es que le gusta comer sola. No creo que Nathan esté listo para
aceptar el hecho de que ella está en una edad en la que, se supone, tenemos que
enseñarla a usar una cuchara.
—Abre —dice en una alegre voz de bebé—. Abre grande. Ahhhhh.
Escucho la cuchara sonar contra la silla de comer y me estremezco.
—Eres traviesa. —Se ríe, todavía usando su voz feliz. Se gira hacia mí, su
sonrisa se ha ido—. Es imposible.
Asiento estando de acuerdo.
—Es tu hija.
—Cabello —dice Dillan y entierra su rostro en mis rizos.
—Amo cuando hace eso. —Es tan cálido, y suave, luce exactamente como
Caleb. Mientras crece es difícil mirarlo, y aunque tengo a Nathan, todavía lucho con
el hecho de que Caleb se esté perdiendo tanta vida. Está perdiéndose a su hijo, y su
hijo se lo está perdiendo a él. Si bien Nathan es un excelente padre, Caleb nunca
tendrá ese nivel de felicidad en su vida.
15
—Está obsesionado —puntualiza Nathan—. Adora el cabello.
—Síp —estoy de acuerdo—. Nuestros hijos son raros.
Se levanta, rindiéndose y entregándole el tazón y la cuchara a Emily, quien
hace un desastre en los primeros cinco segundos. Su cabello ligero y fino está
cubierto por el pegote naranja que escogimos para su almuerzo.
—¿Estás ansiosa por tu segundo día?
Arrugo la nariz como forma de mostrarle que estoy sinceramente
aterrorizada.
—No creo estar hecha para la vida en la cocina.
—Todos los trabajos son difíciles al principio. —Se inclina para besar mis
labios y Dillan protesta golpeando su mejilla con una mano rechoncha—. Solo estás
entrenando. Para esta fecha, el año próximo, serás mejor que Kerim. Ya verás.
Lo encuentro tan difícil de creer, pero agradezco todo el apoyo.
—Tu fe en mí es asombrosa.
—Bueno, todavía tenemos tres horas antes de que tengas que irte. —Toma a
Dillan de mis brazos y lo coloca en el suelo. Emily permanece atada en su silla de
comer a mi izquierda, aplastando felizmente los gruesos trozos naranja en su tazón
con las manos—. ¿Qué quieres hacer?
—Bueno, hay muchas cosas que me encantaría hacer, o, lo que es más
importante —doy un paso hacia él, envuelvo mis brazos a su alrededor y meto mis
dedos en los bolsillos traseros de su jean—, me encantaría hacérselo a alguien…
—Eres insaciable —susurra y mis ojos se cierran anticipando el beso que sé
que vendrá. Chupa mi labio inferior—. Ojalá pudiera inclinarte sobre este
mostrador...
Sonriendo, me retiro y levanto una ceja.
—Realmente estás en eso en este momento, ¿no?
—Tiene sus ventajas.
—Simplemente te gusta jalar mi cabello. —Mi boca se abre—. No crees que
Dillan haya visto...
—¡No! —prácticamente grita, horrorizado—. ¡Por supuesto que no nos ha
visto!
—Estaba bromeando —lo calmo, dándome cuenta de mi error. Decir que
Nathan todavía tiene problemas con respecto a su horrible crianza sería un
eufemismo. Estamos trabajando en ello—. Lo siento; eso no fue una buena broma.
Se aleja y sé que el momento ha desaparecido. Solo necesita tiempo.
—Vamos, cariño —le digo suavemente a Emily y desabrocho sus amarres—.
Vamos a limpiarte.
Nathan finge estar buscando algo en la nevera, pero puedo decir que solo
necesita un tiempo a solas.
16
—Te amo —digo por encima de mi hombro mientras camino hacia el pasillo.
Dillan nos sigue, agarrando su tren de juguete apretado contra su pecho.
—Te awooo —copia Dillan y le sonrío.
Nathan no responde; solo sigue mirando fijamente a la nevera. Suspirando
pesadamente, llevo a Emily por las escaleras, cerrando la portezuela de seguridad
detrás de mí para evitar que Dillan nos siga y rápidamente la aseo en el lavabo del
baño.
No es hasta que regreso abajo, con una bebé limpia y vestida en mis brazos,
que Nathan finalmente ha recuperado su simpatía. Me besa en el segundo que
puede agarrarme y todo está bien en el mundo.
Así que no somos perfectos. Estamos lidiando con ello lo mejor que podemos.
—Yo también te amo —responde. Tarde, pero responde.
—No tienes que decírmelo. Ya lo sé —le aseguro, y coloco a Emily en el suelo.
Inmediatamente busca a su hermano. Su vínculo amor-odio es hermoso hasta que
uno de ellos está gritando.
—Me gusta decírtelo.
—Me gusta que me lo digas, pero me lo demuestras lo suficiente cada día.
—Eres tan poco necesitada, ¿y te preguntas por qué quiero casarme contigo?
—Sus labios encuentran mi mandíbula—. Dejemos que los niños nos utilicen como
pared de escalar mientras miramos infinidad de coloridos programas de televisión
con loros bailando y títeres.
—Oooh, nuestras vidas son tan emocionantes —me burlo y vamos a la sala de
estar.
—¿Has pensado en la boda? —pregunta Nathan después de enredar su cuerpo
con el mío en el sofá. Emily se trepa en sus piernas y le exige que juegue con ella.
Como siempre, acepta. Su pequeña risita mientras la atrae hacia él y la mordisquea
en el cuello derrite mi corazón.
—Yo, uh... —Me vuelvo a enfocar—. Tengo unos cuantos lugares que quiero
que veamos, pero…
—¿Qué?
—Bueno, en realidad no conocemos a nadie a quién invitar —admito con
solemnidad—. Y no quiero contratar un lugar enorme para una boda pequeña.
—Siempre podríamos huir.
—Mmm... —Es romántico, pero me encanta la idea de planear una boda.
—Las bodas íntimas son más bonitas, ¿no?
Pongo los ojos en blanco.
—En este punto seremos tú, los niños, mi mamá y yo.
—Y Tommy y Sasha. —Sonríe, y yo suelto un gruñido cuando Emily se 17
arrastra hacia mí. Dillan, viendo a su hermana acercarse, se pone inmediatamente
celoso y exige que lo levante—. No te preocupes. —Nathan me acaricia la mejilla
con la nariz—. Todo saldrá bien. Solo date prisa y déjame darte mi apellido.
—Lo haré.
—¿Cuándo? —Su pulgar tira del anillo en mi mano izquierda.
—Déjame concentrarme en el entrenamiento, ¿de acuerdo?
Sonríe, se inclina y me besa la punta de la nariz.
—De acuerdo, tienes razón. Demasiada presión.
—¿Quieres que te haga algo para cenar antes de ir a trabajar? Puedes
calentarlo más tarde.
—Otra razón por la que quiero hacerte mi esposa. —Prácticamente soy
empujada para salir del sofá—. No sé si te has dado cuenta, pero te traje todos los
ingredientes para hacer esa pasta de chile que me encanta.
Me río, veo hacia el cielo y camino hacia la cocina. Espero no perder nunca mi
pasión y amor por la cocina, a pesar de las tensiones que mi nuevo trabajo puede
poner en mí.
—Te volverás más rápida —me tranquilizan mientras rebano una papa.
—Si tú lo dices —balbuceo.
Siento que mi brazo se balancea hacia atrás mientras estoy girando y mi jefe...
el jefe de cocina... está directamente sobre mi rostro.
—¿Qué clase de charla es esta? Si no tienes fe en ti misma, ¿por qué yo debería
tener fe en ti? —Deja un cuchillo al lado de la papa y sus ojos castaños se
entrecierran con molestia—. Corta la maldita cosa y alégrate por ello o sal de mi
maldita cocina.
Lo odio. Dice demasiadas groserías. Ahora entiendo por qué Nathan odia
cuando digo palabrotas. Es un lenguaje tan poco atractivo. Por lo menos tiene los
ojos bonitos y su aliento siempre huele a menta. Si me gritara con un aliento
horrible, ya habría renunciado.
—Tiene un punto —dice Patience, encogiéndose de hombros—. Nos estás
frenando tal como estás.
—Ella es toda una alegría, ¿verdad? —Un joven que se presentó como Sean
sonríe del otro lado de la mesa. Está pelando las papas que estoy cortando, aunque
en realidad es el limpiador designado.
No hago comentarios. No quiero criticar a la gente con la que trabajo en mi
segundo día, o nunca. Simplemente sonrío y me concentro en las papas.
Papas.
Solo papas.
18
Hablando de comenzar desde cero. Estoy tan nerviosa; no quiero estropearlo.
No quiero decepcionar a nadie. Sé que puedo hacerlo mejor.
Quiero decir, sé cómo pelar y cortar una condenada papa. Si estuviera sola,
me daría una bofetada.
—Necesitamos cebollas picadas —grita Kerim cuando termino mi última
papa—. Rápido.
—¡Sí, chef! —grito por el ruido de la cocina e introduzco un trozo de chicle en
mi boca. Un pequeño truco para que tus ojos no lloren es masticar chicle mientras
cortas las cebollas. Aunque cuando agarro el cubo lleno de cebollas, me doy cuenta
que necesito más que masticar chicle en mi arsenal para impedir que mis ojos
lloren. Quiero llorar solo de ver la montaña. Afortunadamente, soy muy buena
picándolas. Sé que puedo hacer esto rápidamente.
22
Capítulo tres
El sol está brillando en el cielo cuando finalmente llego a casa. Son casi las
cinco de la mañana e incluso a tal hora, el tráfico en Londres puede ser una batalla.
Silenciosa y lentamente desbloqueo la puerta delantera y entro. Está oscuro
salvo por las pequeñas luces en la pared, iluminando tenuemente mi camino.
No puedo recordar un tiempo en que haya llegado a casa con un Nathan
dormido. Es surrealista.
Se ve tan lleno de paz. Casi no me atrevo a desvestirme por si lo despierto,
pero de alguna manera lo hago. Una vez que estoy desnuda, me siento en la cama y
beso su sien. Está acostado bocabajo, sus brazos abrazando la parte inferior de su
almohada. Sus labios apretados en la forma de un corazón torcido. Beso la esquina
y paso mis dedos por su brazo.
Ni un solo gramo de mí recuerda caer dormida. Cuando finalmente despierto
a mediodía del día siguiente, es para encontrar una nota al lado que dice:
“He llevado a los niños a la tienda. No quería despertarte.
Duerme bien; llámame cuando estés levantada. Te extraño.”
xNx
Sonriendo, rápidamente recojo mi cabello y busco mi bolso y teléfono. Mi
23
cuerpo duele mucho del día anterior. Intento enfocarme en el lado positivo… todo
el peso que perderé y el músculo que ganaré.
Desafortunadamente, debido a estar tan malditamente cansada cuando llegué
a casa, no puse mi teléfono a cargar, así que para usarlo tengo que enchufarlo al
cargador. Esto significa que no puedo cocinar y hablar al mismo tiempo y estoy
famélica, pero mi pareja significa más para mí que mi estómago, así que el llamarlo
gana.
Suspiro.
Al segundo en que mi teléfono se enciende, repica. El rostro de mi mamá y su
número iluminan la pantalla. Contemplo colgar, pero le debo una llamada.
—¿Cómo va todo? ¿Es maravilloso? ¿Estás aprendiendo mucho? —parlotea,
apenas haciendo una pausa entre cada pregunta—. He estado intentando llamarte
toda la mañana…
—Estaba durmiendo —explico, sonriendo ante el frenetismo con el que está
hablando—. Llegué tarde anoche; sí, es maravilloso; es duro, pero estoy
aprendiendo.
—¿Necesitas que vaya y me quede por un tiempo? ¿Ayudarte con los niños?
—No, estamos bien. Dejaremos eso para cuando estemos desesperados. —Mi
mamá vendría enseguida, pero solo consigue un tanto de tiempo libre en el trabajo.
Nunca la obligaría a usar su tiempo vacacional si no estuviera desesperada. Somos
afortunados de tenerla.
—Deberías considerar contratar una niñera.
—Nathan está seguro de que puede ocuparse y lo está haciendo fantástico
hasta ahora.
—Hasta ahora —enfatiza las palabras—. Solo es el segundo día.
—Oh, mujer de poca fe. —Mi sonrisa se convierte en un ceño—. No seas tan
negativa.
—Lo siento, no es mi intención. Los extraño, chicos.
Mi sonrisa regresa y así lo hace la suavidad en mi voz.
—También te extrañamos. Emily puede decir “Nana” ahora. Ve tus fotos y
vídeos y su rostro se ilumina.
—Bien. Besa esas regordetas mejillas por mí.
—Lo haré, pero tengo que irme. Necesito llamar a Nathan.
—¿Dónde está?
—En la tienda, lo más probable. Ama llevar a los niños allí. Los clientes los
aman. —Reviso mi teléfono cuando vibra con cada mensaje entrante que he
recibido durante el tiempo que ha estado apagado—. Te llamaré después. Te quiero.
—Adiós, cariño. También te quiero.
La línea se desconecta y no pierdo ni un segundo en llamar a mi único. 24
—Oye, estás viva. —Suena feliz y también sin respiración. Amo el profundo y
ronco sonido de su voz. Despierta mi propia alma.
—Apenas, me duele. —Se ríe ante mi gemido—. Los extraño; ¿dónde están,
chicos?
—Estamos almorzando después de un placentero paseo por Hyde Park.
Oigo a Dillan gritar:
—¡Paloma!
Nathan suspira y me río.
—O era un placentero paseo —murmura muy bajo para que solo yo lo escuche.
—Sabes cuánto ama los pájaros.
—No, no es eso… ¿puedo volver a llamarte?
—¿Qué? ¿Por qué? —Mi corazón empieza a latir con rapidez—. ¿Qué pasa?
—Mi, mmm… mi madre.
Santa mierda. Mi rostro se sonroja con fuego. Estoy tan enojada al saber que
está incluso a ocho kilómetros de mis hijos.
—Más le vale no intentar hablar contigo.
—Por supuesto que no lo hará, pero preferiría que no viera a nuestros hijos.
Te llamaré. —Cuelga antes de poder protestar, no que fuera a hacerlo. Claramente
necesita ambas manos libres para alejar a los niños de esa malvada bruja.
Hablando de sus padres, el juicio de su papá es pronto. Tuvo un ataque al
corazón dos meses después de que casi nos matara y pospusieron el evento, aunque
no ha sido dejado en libertad mientras tanto. No estoy totalmente segura de cómo
ha sido tratado; Nathan odia hablar sobre ello. Lo que sé es que está mirando a una
sentencia de por vida. Solo espero que su influencia en el mundo de los negocios, su
dinero y su falta de antecedentes criminales no influyan en eso.
Ese hombre es un monstruo y merece cada gramo de dolor y castigo que
reciba. Si pudiera personalmente dispararle en el rostro, lo haría.
Su madre no es mejor. Viles monstruos, ese par.
Sin embargo, pensar tan oscuras ideas difícilmente me hace poner mejor. No
debería estar pensando en ellos en absoluto.
Respira profundo.
Nathan no me llama de nuevo y no quiero molestarlo si está acompañando a
los niños, así que me tomo el tiempo a solas para hacer los deberes y tomar una
ducha. Tengo que estar en el trabajo a las cuatro, por suerte no demasiado pronto,
así que tengo tiempo para recuperarme, aunque realmente me gustaría ver a mis
bebés antes de desaparecer por doce horas de nuevo.
Gwen: ¿Están viniendo a casa siquiera? Tengo que irme de nuevo
pronto.
25
Nathan: Estamos en camino. El tráfico es terrible. Beso.
Siempre lo es, pero estoy demasiado asustada de usar el metro sola. Crecí en
una pequeña ciudad y las grandes me asustan. Al momento en que tenga una
oportunidad, me iré de Londres y volveré al campo. Tan horribles como son los
recuerdos que esa casa contenía, fue el primer lugar que alguna vez sentí de verdad
como hogar. Extraño el silencio. Extraño los olores. Extraño cómo se sentía estar
allí con Nathan. Sonrío cuando mi mente invoca un recuerdo de la vez que Nathan
se me declaró en una carta y la evité durante días. Esto entonces desencadena el
recuerdo de la conversación que tuve con Sasha anoche.
Gwen: ¿Te lo ha pedido ya?
Sasha: No ha llegado aún a casa del trabajo.
Gwen: Oh…
Sasha: ¿Debería revisar su bolsillo?
Gwen: ¡Absolutamente no! Deja que lo haga a su manera.
Sin embargo, me sorprende que Tommy no haya mencionado nada. Hablé con
él el pasado viernes. No nos mandamos muchos mensajes estos días; llamamos y
conversamos. Odia mandar mensajes; siente como si fuera demasiado impersonal.
Eso y que no quiere perder tiempo tecleando cuando puede tener lo que necesita
decir en menos de cinco minutos.
Sasha: ¿No husmearías?
Gwen: Nop.
Sasha: Aburrido. ¿Dónde está la emoción en eso?
Poniendo los ojos en blanco, pero con una amplia sonrisa, dejo el teléfono y
voy a la cocina. Necesito comer antes del trabajo. Debido a que dormí hasta tarde,
mi reloj corporal está todo mal. No desayuné hasta el almuerzo y a pesar de que no
tengo hambre aún, no sé a qué hora tendré un descanso en el trabajo y seré capaz
de comer, así que voy a abastecerme con comida energética ahora. Una ensalada de
fruta y un poco de yogur griego deberían servir. Espero.
También tomo un par de analgésicos con mi comida para ayudar con el dolor.
—Siento llegar tan tarde —grita Nathan cuando entra, pero no me preocupa
eso. Solo estoy feliz de verlo y a mis pequeñas linduras.
Dillan corre para saltar sobre mí y de inmediato entierra su rostro en mi
cabello. Nathan equilibra a Emily en su cadera y frota su nariz contra la de él. La
manera en que le sonríe con ojos soñolientos que combinan con los de él, casi me
derrite.
—¿Qué pasó con tu madre? —pregunto, sin querer arruinar este precioso
momento, pero necesito saber.
Se encoge de hombros y sus ojos evitan los míos.
—Nada.
De alguna manera, no le creo.
26
—¿Nada?
—Sí, nada. —Ahora encuentra mis ojos, sus cejas se alzan con indignación—.
Hablo en serio. Tomé a los niños y nos fuimos.
—¿No te vio?
Se encoge de hombros y frota la nariz de Emily. Ella ríe y golpea las mejillas
de él con ambas manos.
—Extrañamos a mami, ¿verdad?
—Sí. —Dillan sonríe, haciéndome sonreír de la misma forma.
—Los amo a todos. —Beso a Nathan firmemente en los labios y luego a mi
pequeña, mientras Dillan se aferra fuertemente a mi cuello, y luego lo beso a él
también—. ¿Han tenido un buen día?
—¡El mejor! Hemos vendido dijes de Forever Connected; solo quedan unos
pocos.
—Se están haciendo muy populares. —Sonrío, orgullosa de él por todos sus
logros.
—Voy a tener que diseñar y hacer unos nuevos. He tenido unas pocas
solicitudes.
—¿Tal vez puedes hacer una competición o algo? ¿Ver si la gente puede
diseñar el suyo propio y el que más te guste, gana todo un brazalete o algo?
—Mmm —tararea pensativamente—. No es mala idea; tendré que hablarlo con
los otros.
—¿Cuán malo es el tráfico?
—Atasco.
Besándolo una vez más, doy un paso atrás y paso mis dedos por el fino cabello
de Emily.
—Debería irme entonces o voy a llegar tarde. ¿Podemos hablar sobre esto más
tarde? —Tomando a nuestra hija de sus brazos y maniobrando a Dillan en los
suyos, compartimos un abrazo de grupo y numerosos besos, y luego estoy en
camino.
Estoy agradecida de tener mañana la noche libre o creo que podría morir.
Como esperaba, el tráfico es loco, pero estoy diez minutos antes de tiempo
cuando finalmente llego al trabajo. El alivio que siento es sustancial. Sin embargo,
podría tener que empezar a tomar el metro; me ahorraría un montón de tiempo y
dinero. ¡Simplemente es tan terrorífico!
—Bien, estás aquí. Prueba esto. —Una cuchara es forzosamente empujada en
mi boca por Kerim. Patience está a su lado, pareciendo esperanzada.
La sopa agria toca mi lengua y no estoy segura de ser una fan. 27
—Oh, ni siquiera estoy bromeando —le gruño a Tommy por teléfono—. Él era
todo, “llegas tarde”. Como... ni siquiera debería estar ahí.
—¡Qué imbécil! Pero tienes mucha suerte de estar ahí.
—¿Y crees que no lo sé? Por eso solo digo, “lo siento, chef. Sí, chef”, como una
tonta sumisa.
—Has estado leyendo esas novelas de látigo y cadenas otra vez, ¿verdad?
—Sí, durante mi descanso en el trabajo. —Pongo los ojos en blanco hacia el
cielo—. Entonces... ¿nada nuevo que añadir aparte de lo habitual?
—¿Nuevo como en qué?
—No lo sé —miento porque estoy buscando información sobre la propuesta—.
Solo preguntaba.
—Nada que no te haya dicho ya. ¿Por qué? ¿Qué pasa? —De repente, suena
aterrado—. Aunque Sasha ha estado actuando rara últimamente.
Oh no.
—¿Sí?
—Sí, la atrapé buscando entre mis bolsillos. Aunque no le dije que la había
visto. ¿Alguna idea de lo que se trata todo eso?
Oh, querido.
Sasha, ¿qué estás haciendo, perra loca?
—Nop, ¿por qué no le preguntas? —El nivel de comunicación de ellos es muy
por debajo de la media.
—Le pregunté qué estaba mal. No dijo nada, y al día siguiente la atrapé
buscando en mis bolsillos. —Se aclara la garganta—. ¿Cree que tengo una aventura?
Porque literalmente no paso tiempo lejos de ella, excluyendo las horas de trabajo.
—Yo uh... me tengo que ir. Creo que Dillan está llorando.
—No uses al mocoso como excusa para escapar de una conversación
incómoda. —Se ríe.
—¿Por qué más lo tuve? —Miro a mis hermosos bebés que están durmiendo
felizmente en el sofá, una delgada manta arrojada sobre los dos—. Y no lo llames
mocoso. Es un ángel. 35
—Si tú lo dices —se mofa. Sé que está bromeando. Le encanta lo travieso que
es Dillan. Él le enseñó casi todo—. Vendré a visitarte pronto con la mujer psicópata
que amo.
—Asegúrate de hacerlo; te extrañamos.
—Cómo corresponde. —Oigo una puerta cerrarse de su lado—. Está en casa.
Me tengo que ir o comprobará mi teléfono después. Hablamos más tarde.
—Hasta más tarde.
Apoyo la cabeza contra la pared, disfrutando de este momento de paz. Me
duele el cuerpo. Me duele el cerebro. No sé cómo la gente trabaja tan duro y lo
disfruta. No he tenido la oportunidad de disfrutar de las cosas que estoy
aprendiendo porque estoy muy cansada.
¿Me metí en esto demasiado rápido?
No. Es solo el comienzo; me acostumbraré. Pronto Kerim me permitirá
cocinar algo. Hasta ahora todo lo que he hecho es cortar, picar, trocear, limpiar y
verlo ordenar cosas para la despensa. Todos tenemos que empezar de cero y,
teniendo en cuenta que estoy entrando en esto a ciegas, sin título universitario bajo
mi manga, es un gran logro simplemente estar ahí y aguantando. Estoy más
sorprendida de que todavía no me hayan despedido. Kerim me odia. Me lo dijo en
dos ocasiones cuando estropeé la longitud de una punta de espárragos. Se suponía
que debía cortarlos todos a la misma longitud y estaba segura de que lo hice, pero
estaba fuera por un milímetro.
En serio.
Un jodido milímetro.
Pero cuando uno trabaja en un restaurante de veinte millones de estrellas,
todo debe ser perfecto y no estoy quejándome al respecto. Ojalá no fuera tan
agresivo. Me da pánico y cuando me entra pánico, cometo más errores.
Como ahora, solo pensar en cómo me asusta, me está haciendo entrar en
pánico.
Dillan se sienta recto, como un suricato asomándose sobre el césped. Me río
de lo repentino de eso y abro mis brazos listos para darle la bienvenida cuando
camina hacia mí.
—Mami.
Me acaricia el cabello que descansa sobre mi hombro. Tuve que cortarlo un
montón, después del incendio, así que no es tan largo como me gustaría, pero le
falta poco. El cabello toma tanto tiempo en crecer.
La puerta de la sala de estar se abre y Nathan asoma la cabeza. Es tan guapo,
especialmente ahora que se ha afeitado y no tiene un montón de barba alrededor de
su boca.
—¿Cuándo es tu próximo día libre?
Me encojo de hombros.
36
—Te lo haré saber.
—Pensé que podríamos pedirle a Jeanine que cuide a los niños. Quiero
llevarte a cenar por la noche.
Hurra.
—¿Noche de cita?
—Si así es como quiere llamarlo.
—¡Yay! —murmuro en voz baja—. Noche de cita.
—Eres adorable.
—Gracias. —Le doy mi sonrisa más cursi y Dillan hace lo mismo, simplemente
para copiarme—. ¿A dónde me estás llevando?
—Aún no he llegado tan lejos. Ya te lo haré saber.
—Oh, ¡emocionante!
Le soplo un beso y me sopla otro de vuelta. No puedo negar el hecho que
somos una pareja enfermizamente dulce. Incluso me resulta nauseabundo lo feliz
que somos a veces. Me preocupa también porque la felicidad como esta no dura
para siempre, de acuerdo con todos los demás en el mundo. Necesitamos ser
infelices más a menudo de modo que cuando una explosión venga, no sea tan
grande.
Estoy siendo tonta.
Este hombre magnífico caminó a través del fuego por mí y eligió morir a mi
lado. ¿Cómo podríamos ser infelices?
—Me estás mirando fijamente. —Frunce el ceño; realmente no le gusta cuando
hago eso.
—No puedo evitarlo.
Alzando una ceja, desaparece de nuevo en el pasillo y un instante después lo
oigo silbar para sí mismo. Es feliz. Lo sabría si no lo fuera.
—Mamá —susurra Emily y veo estirar sus bracitos regordetes mientras sus
piernas se extienden tan altas que los dedos de su pie derecho golpean sus labios.
—¡Emmy! —grita Dillan y se aleja de mí para evitar que su hermanita se caiga
del sofá.
Los amo tanto a ambos.
La película fue mucho más divertida de lo previsto. Tan divertida que incluso
Nathan rió en voz alta en algunas partes. Estaba demasiado distraído por la
película para preocuparse de mi atracón de palomitas, siempre una ventaja.
Sé que tenemos que volver ahora, pero no quiero que esta noche termine. He
necesitado este descanso. Juntos hemos necesitado este descanso.
Cuando salimos del cine al aire frío, Nathan pasa su brazo alrededor de mis
hombros y asiente a un hombre que pasa. Siempre tan educado.
—Espero que los niños hayan dormido bien —digo suavemente.
—Estarán bien.
—Pareces muy seguro.
—Porque Jeanine sabe lo que está haciendo. —Él niega y nos detiene en el
estacionamiento—. Puede que tenga que marcharme por unos días el trece.
Puedo sentir como se está construyendo este momento.
—¿A dónde?
—Essex.
Parpadeo varias veces.
—¿Essex?
—Sí, para abrir una nueva tienda.
—¿Eso solo va a tomar unos días? —Esta es más una pregunta de tanteo. Sé
cuánto tiempo se tarda en encontrar y abrir una nueva tienda. Solo quiero más
información sobre esta repentina aventura.
—No, pero puedo ir y venir. Por ahora solo quiero encontrar un lugar decente
para una nueva tienda.
Frunzo el ceño.
—Parece que has pensado mucho en esto.
—Lo he hecho. Sé que has estado muy ocupada, así que no quería molestarte.
Mi mano descansa contra su pecho.
—Tú nunca me molestas.
—¿Dije molestar? —Se vuelve y me envuelve en fuertes brazos—. Me refería a
la carga.
Pongo mis ojos en blanco tanto como los suyos antes.
—Eres un idiota si piensas que cualquier cosa en tu vida podría cargarme.
—Todavía... —Él descansa su frente contra la mía—. ¿Entonces estás bien con 46
eso?
—Te echaré de menos, pero estoy bien con eso. Aunque no podré conseguir
tiempo libre en el trabajo pronto.
—Lo sé. Voy a llevar a Emily y Jeanine dijo que ella se quedará con Dillan.
—¿Puedes manejar eso?
Él frunce el ceño.
—¿Puedo manejar a mi hija?
Veo que lo he insultado y ahora me siento mal.
—No quise decir eso. Solo quería decir contigo estando ocupado y todo...
—Sabía lo que querías decir. —Se aleja de mí y se frota los ojos—. Vámonos.
Estoy agotado.
Quiero discutir para quedarme un poco más. Sé que tenemos que estar de
vuelta, pero he perdido este tiempo a solas con él. Amo a mis hijos, no los
cambiaría por el mundo, pero también amo a mi pareja y a veces está bien querer
tiempo solos. Espero. ¿Verdad?
—¿Cuánto tiempo has estado pensando en abrir otra tienda? —Sabía que era
una posibilidad, pero me preocupa que esté abarcando más de lo que puede
apretar. Es solo el segundo año. Su joyería lo está haciendo tan bien, pero ¿no lo
hacen todas las cosas nuevas en el principio? No lo sé. No debería estar juzgando;
debería estar animándolo—. ¿Podemos pagarlo?
—Podemos ahora que estás trabajando y el dinero del seguro para la casa está
sentado allí. —Se encoge de hombros y mi temperamento alcanza su máximo.
—Estamos construyendo una casa nueva con ese dinero de la casa,
¿recuerdas?
—Lo haremos. —Su ceño se profundiza y después que sube al auto, golpea la
puerta un poco más fuerte de lo normal—. Ten fe en mí.
—¡Lo hago!
—Suena así.
—Yo solo…
—¿Qué? —Se vuelve hacia mí, la oscuridad y la tenue luz artificial haciendo
que sus ojos brillen peligrosamente.
Me encojo de hombros.
—No lo sé. Solo estoy asustada.
—¿No crees que mis joyas se venderán?
Mi boca cae abierta.
—Ahora solo estás buscando una discusión.
Se vuelve hacia el frente, dándome su perfil. 47
—Bueno, es lo que estás insinuando.
—No, no lo es. —¿Lo es?—. No es lo que quería decir. —Él no habla y me temo
que mi vacilación al apoyarlo ha arruinado la noche así que muerdo la bala, cierro
los ojos y respiro profundo—. Lo siento, de verdad. Eres increíble y creo en todo lo
que haces. Esto es... bueno, no has dicho nada hasta ahora y supongo que no me
gusta estar fuera del círculo con algo tan grande.
—Lo entiendo, pero no estás fuera de círculo.
—Deberíamos haber decidido esto juntos.
—¿Por qué? —Luce incrédulo—. De todos modos, habríamos llegado a la
misma conclusión.
Ah. Es tan frustrante.
—Solo olvídalo. —Ahora yo soy la enojada.
—Estás siendo ridícula.
Me burlo.
—Guinevere...
—Solo detente. Todo lo que dices está empeorando esto.
Ambos mordemos nuestras lenguas y miramos al frente. Realmente espero
que podamos llegar a algún tipo de terreno neutral antes de llegar a casa. Además,
ya me disculpé; ahora es su turno.
No lo hace.
—Hola, Jeanine. —Sonrío cuando la mujer de cabello plateado nos saluda en
el pasillo. Ella me abraza fuerte—. ¿Fueron buenos?
—Fueron maravillosos, como siempre. Directamente de donde salieron. —
Pasamos a la sala de estar y tomo nota inmediata de lo limpio que está. Ella es tan
buena para nosotros—. Dillan también usó su bacinica antes de acostarse.
—Se está volviendo tan bueno en eso. —Sonríe Nathan, luciendo cada parte
del orgulloso padre—. ¿Quieres quedarte a tomar una copa?
—No, lamentablemente tengo que volar. Jen viene con Tyler. —Ella no ha
visto a su hija o nieto por un tiempo debido a su horario agitado. Ahora me siento
mal por pedirle que viniera de esta manera.
—Gracias por cuidarlos. Eres demasiado buena para nosotros. —Abrazo a la
señora con la que tengo un vínculo tan amoroso. Ella ayudó a traer con seguridad a
mi hijo al mundo así que es justo que sea cercana de ella—. Conduce con cuidado.
—Siempre lo hago. —Sonríe, abrazándome de vuelta—. Dale a esos hermosos
ángeles un beso de buenos días por mí. Te llamaré mañana por la noche;
planearemos un almuerzo.
—Suena bien para mí. —Doy un paso atrás y la llevo hasta la puerta. Nathan
sigue muy de cerca, su sonrisa ocultando el hecho que nuestra noche de cita 48
terminó en desastre. Aunque la noche aún no ha terminado, ¿verdad?
Al segundo que se aleja, cerramos la puerta y nos volvemos para mirarnos en
el estrecho pasillo. Está casi oscuro, solo la tenue luz de la sala iluminando nuestros
cuerpos y alrededores.
—No me atrevo a hablar —admite, mientras ambos nos apoyamos contra las
paredes opuestas. Me mira. La sombra de marrón se ve negro, haciéndolo parecer
enojado, aunque su voz esté nivelada—. No quiero molestarte más.
—Siempre tuerces lo que digo.
—No quiero hacerlo —admite suavemente, mirando hacia la puerta—. Es la
forma en que dices las cosas; ellos parecen eso.
—Ya deberías conocerme lo suficientemente bien para saber lo que...
—No lo hagas —espeta, mirándome. Incluso ahora, en este momento,
independientemente de mis sentimientos, él se ve tan completamente guapo—. No
me obligues a creer que necesito leer tu mente. Soy humano y solo hemos estado
juntos un corto período de tiempo. No sé todo lo que piensas y sientes y no quiero
hacerlo. —¿No quiere?—. Me gusta descubrir cosas nuevas sobre ti.
Tal vez he sido injusta.
—No estabas completamente equivocado. No dudo de ti, pero me preocupo.
—Yo también —admite—. Pero necesito que tengas fe. Si pierdes la fe,
entonces lo haré yo.
Ambos exhalamos suspiros pesados. Se tarda unos segundos, pero me
extiende la mano.
—Ven a la cama. Vamos a borrar este disgusto de la mejor manera posible. —
Finalmente sonriendo, coloco mi mano en la suya y paso más allá de él a las
escaleras.
—No podemos.
—¿No puedes qué?
—Borrar esto de la mejor manera posible.
—¿Por qué? —Su mano acaricia y aprieta mi culo mientras subo las escaleras.
—No haces oral.
Siento que mi muslo pica mientras su mano se conecta con el área sensible
debajo de la mejilla de mi culo.
—Descarada.
Es una larga broma recurrente entre los dos. Sabe que no me refiero a hacer
daño o incluso que no puede darme sexo oral. Estoy más que satisfecha con lo que
me da.
Pisando la escalera, siento que las manos de Nathan se deslizan alrededor de
mis caderas y se aferran fuertemente. Sus pasos coinciden con los míos tranquilos y
cuidadosos cuando entramos en nuestro dormitorio y encendemos la luz. 49
Me tiro hacia adelante sobre la cama, agotada a pesar que ha sido una noche
de descanso. Nathan se desploma a mi lado, pero apoya su cabeza en un brazo.
Canturreo felizmente cuando sus dedos trazan un suave patrón en la parte baja de
mi espalda, donde mi top se ha levantado ligeramente, mostrando la carne rosada
por encima de mis jeans.
—El juicio de mi papá es dentro de unos días —dice y cada fibra de mí se
vuelve rígida. ¿Por qué está sacando esto de todos los días?
—Eso es bueno. Ha sido un proceso largo y agotador.
Ruedo sobre mi espalda para poder verlo a los ojos. Parecen indiferentes,
distantes, como siempre lo hacen cuando conversan sobre su familia, lo cual es
muy raro y solo cuando es necesario. Los iris marrones no tienen el brillo que
normalmente tienen. Incluso cuando no están cerca, estas personas parecen
succionar la vida de él.
¿Ver a su mamá ha tenido alguna influencia sobre por qué de repente está
hablando de la única cosa que he estado tratando de conseguir que se abra, ya que
casi morimos ese día? Mi mano se extiende y mis yemas se presionan levemente
contra la cicatriz en su cuello. Se estremece, no porque duela, sino por el doloroso
recuerdo.
—Gracias por salvarme —susurro cuando su mano agarra mi muñeca y
presiona el interior a sus labios.
—Gracias por amarme. —Su voz es una brisa. Sus ojos están cerrados pero la
profundidad de emoción detrás de sus palabras casi trae lágrimas a mis ojos. Siento
mi labio inferior temblar así que agarro su cabello y acerco sus labios a los míos.
Nos reclamamos en un beso profundo, caliente y dulce, suave y tan
jodidamente hermoso que nunca quiero experimentar otro por miedo a perder el
recuerdo de este.
Entonces se acaba y Nathan está rodando sobre su espalda junto a mí. Es mi
turno de apoyarme en un brazo y trazar su antebrazo con las yemas de mis dedos. A
él le encanta cuando hago esto, así que cuando se aleja, con los ojos llenos de
nervios, me siento incómoda.
—Creo que podría ir.
—¿Ir a dónde?
—Al juicio de papá.
Santa mierda.
—No estás bromeando, ¿verdad?
Él niega, los ojos marrones y sin vida me escudriñan por mi reacción.
—Pagamos al abogado una fortuna para que no tuviéramos que ir.
—No. —Se sienta y yo sigo su ejemplo—. Le pagamos una fortuna para que tú
no tuvieras que ir. Fuiste tú a quien él casi mató. 50
—Y tú.
—Pero corrí a la casa después del evento. Ya estabas allí y hay una posibilidad
muy buena que él lo supiera.
No sé qué decir, así que permito que el silencio se extienda.
Libera una respiración pesada así que pongo mi mano en su hombro.
—¿Quieres que vaya contigo?
—No —gruñe, como si la idea de eso es aborrecible—. Dios, no. —De repente
estoy en su regazo, apretada contra su pecho mientras me sostiene como si
estuviéramos de vuelta en ese horrible momento—. Supongo que solo necesito
escuchar la sentencia por mí mismo.
Asiento en comprensión y trato de liberarme. Cuando no me deja, sé que solo
necesita un momento para componerse, así que dejo que lo tenga.
—Tendrá un mínimo de diez años. —Su tono es tan determinado, tan
exigente—. Casi te mató.
Capítulo seis
Desafortunadamente, en la vida real, las cosas no siempre toman el camino
que más queremos. A pesar de que Nathan y yo somos gente realmente buena, a
pesar de que perdimos una casa, a pesar del hecho de que casi morimos, el padre de
Nathan ha quedado en libertad.
—Un buen hombre. —Nathan lanza un vaso y lo veo romperse contra la
pared—. Su primer delito, dijeron. —Nunca lo he visto tan enojado. Se jala el
cabello—. Un accidente. Nuestras vivencias y el accidente casi fatal están nublando
nuestro juicio sobre un buen hombre. El fuego no fue intencional —grita un
informe completo de la audiencia en el tribunal, su tono burlón y disgustado. Sus
ojos son salvajes por la ira y entre cada oración, muestra sus dientes y respira como
si estuviera listo para hiperventilar—. Un maldito ACCIDENTE. —Me estremezco
cuando cierra la puerta del armario después de buscar un nuevo vaso.
—¡Nathan! —grito para detenerlo de destruir otro vaso. Mi mano va a mi boca,
atrapando las lágrimas calientes que no me di cuenta estaban cayendo por mis
mejillas.
—Dijeron que no había motivo y si había un motivo, nunca se les hizo saber.
Oh Dios. Lo observo verter dos dedos de whisky en el vaso.
—Por favor —grito, extendiendo mi mano hacia él—. Ven a mí, Nathan. 51
Déjame cuidarte.
—Yo... —Me mira con los ojos inyectados en sangre—. No puedo hacer esto
ahora mismo.
—¿Qué?
Mira alrededor de la habitación, sus ojos capturando la destrucción que causó.
—Debe haber algo que podamos hacer. —Extiendo mi mano hacia él, aliviada
cuando la toma y me permite enterrar mi rostro en su pecho. Sé que sus ojos están
mirando el desorden que ha hecho, así que acaricio su espalda para tratar de
distraerlo, como una manera de calmarlo. Nunca lo he visto tan enojado. Nunca lo
he sentido temblar tanto.
—Necesitan un motivo...
—No conseguirán uno entre los que les dimos —razono, retrocediendo y
mirándolo a través de mis gruesas pestañas—. Sea cual fuera su motivo, el fuego no
tenía la intención de matarme.
Se aleja de mí.
—Ese no es el punto.
—Ni siquiera creo que se suponía que quemara la casa.
—¿Estás diciendo que no merece ir a prisión? —Su tono se ha profundizado
peligrosamente; sus ojos brillan de ira. Tengo que cuidar lo que diga a
continuación.
—No, estoy diciendo que... puede que tengas que denunciarlo por lo que te
pasó cuando eras un niño. —Muerdo mi labio inferior.
El horror en su rostro, cuando se da cuenta de lo que estoy tratando de decir,
rompe mi corazón.
—No.
—Pero…
—Dije que no.
Se fue en un instante, dejándome fría y deseando su calor. Oigo cerrarse la
puerta principal, sacudiendo la casa con su fuerza. Mi pierna pica por seguirlo, pero
la parte racional de mí sabe que ir tras él ahora no hará nada mejor.
Lágrimas llenan mis ojos y caen por mis mejillas mientras limpio la cocina.
Ha pasado mucho tiempo desde que me abandonó, no mucho tiempo antes de que
Emily naciera. No desde antes de que casi muriéramos en ese horrible incendio.
No me gusta.
Me asusta. Me gusta nuestra relación como es ahora; no quiero que las cosas
cambien. Nathan nos adora. Él nos ama. Lo amamos tanto y no puedo hacerlo sin
él. Está empezando a ser realmente él mismo. Algo grave podría hacerlo retroceder.
Después de recoger los vidrios y deshacerme de eso adecuadamente, me
52
inclino en un costado e inhalo aire pesadamente. Mi cuerpo sigue temblando,
confuso y triste. No sé qué hacer.
Una vez que he barrido los vidrios y aspirado el piso, me deslizo contra la
pared y entierro mi rostro en mis rodillas. No es hasta que oigo a Emily comenzar a
parlotear a través desde el monitor de bebé que recuerdo que realmente tengo
responsabilidades e, independientemente de los sentimientos de Nathan, él
también los tiene.
Gwen: Ven a casa. No voy a hablar más sobre eso. No hoy de todos
modos.
No obtengo respuesta. No esperaba una. Él necesita tiempo y tengo fe de que
regresará mañana. Tiene que; tengo trabajo a la una y él sabe lo mal que me
preocuparé si no lo hace.
Además, no es el único que está enojado y molesto ante esta revelación.
Tuvimos algunas advertencias, el abogado dijo que era una posibilidad. El
padre de Nathan tiene amigos en lugares altos e inversiones en compañías que lo
rescatarán si es necesario. Nathan simplemente se negó a creer que estos
profesionales no verían a través de su padre y sus mentiras.
Casi me dan ganas de reír.
En vez de eso, me dirijo al piso de arriba para revisar a mis bebés y cuando
estoy satisfecha de que no han sido afectados por el drama, me meto a la cama y
envuelvo mis brazos y piernas alrededor de la almohada de Nathan.
El sueño es tan evasivo como el humo entre las yemas de mis dedos. Sé que
está ahí, pero no puedo alcanzarlo.
¿Qué voy a hacer? Quiero estar allí para Nathan y quiero respetar sus deseos,
pero mientras su padre siga libre, nosotros y nuestros hijos nunca estaremos
seguros. Esto tiene que ser resuelto. Su padre tiene que pagar por todo lo que ha
hecho.
Salgo de la cama y tomo una larga y caliente ducha, rezando para que el calor
relaje mis tensos músculos. No lo hace y me subo a la cama, todavía ligeramente
húmeda y con lágrimas en los ojos.
Nada va a traer el sueño, nada más que mi prometido. O el poderoso
agotamiento.
Gwen: Por favor, vuelve a casa.
Una vez más, ninguna respuesta. Lloro mi última lágrima justo cuando el
agotamiento se apodera de mi cuerpo marchito.
—Lo siento mucho. —La cama se mueve y mi cabello es alejado por dedos
fríos, haciendo que mis pesados ojos se abran lo suficiente como para ver su rostro
acercándose al mío—. Perdóname —murmura contra mis labios antes de cubrirme 53
con su cuerpo y envolver su pierna alrededor de la mía para mantenerme en su
lugar. Sus brazos me abrazan apretadamente, casi demasiado apretado. No sé
cuánto tiempo ha pasado desde que finalmente comencé a ir a la deriva. Se siente
como si solo cerré los ojos por un momento antes de que apareciera. No puedo
decir que no estoy aliviada.
—Siempre. —Hallo su garganta y le doy un suave beso debajo de su
mandíbula—. Lamento que esto esté pasando.
Su pecho se desinfla.
—Yo también. Nunca debí haber perdido mi temperamento así. Yo nunca... —
Se inclina hacia atrás y coloca una suave mano en mi mejilla mientras sus ojos
buscan los míos—. Nunca quiero hacerte sentir miedo de mí. Nunca te haría daño.
Lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé. —Mi mano descansa sobre la de él—. No tienes que tranquilizarme.
Lo sé. Ojalá no te hubieras ido.
—No me iré de nuevo, yo...
—No. —Mis ojos buscan los suyos en la oscuridad—. Al juicio.
—Yo también. Fue demasiado para soportar. No sé cómo manejar esto.
—Lo superaremos juntos. —Mi mano se presiona contra su hombro con la
suficiente firmeza como para obligarlo a apoyarse sobre su espalda—. Siempre
conseguimos atravesar estas cosas juntos.
Fuertes dedos se enrollan alrededor de mi cuello y un pulgar presiona contra
mi pulso. Siento que me está acercando antes de que sus suaves labios atrapen mi
labio inferior entre ellos.
Sonrío, seguido por un chillido cuando soy rápidamente volteada sobre mi
espalda para que pueda profundizar el beso.
—Eso me hace cosquillas. —Me río de forma violenta cuando me muerde el
cuello y entierra su rostro debajo de mi oreja. Trato de presionar mi hombro a mi
sien para mantenerlo fuera, pero es demasiado fuerte—. Detente —le ruego, ahora
riendo tan histéricamente que apenas puedo recuperar el aliento—. ¡Nathan, los
niños!
Finalmente levanta la cabeza, una sonrisa descarada que brilla en la
oscuridad. Miro sus pupilas dilatarse y sé que está cambiando rápidamente de
juguetón a excitado. Hará cualquier cosa por cambiar la conversación o me hará
olvidarla por completo. Haré cualquier cosa para ayudarlo a sanar, aunque solo sea
por esta noche.
Gimiendo, empuja su lengua más allá de mis hormigueantes labios. Acepto de
buena gana, amando la manera en que sus manos vagan por mis costados,
agarrando mi carne desesperadamente.
—Hueles a melocotones —murmura contra mi pecho antes de meter un pezón
en su boca. Mi espalda se arquea cuando la hermosa y ardiente quemadura que se 54
extiende por mi pecho con cada golpe de su lengua y sus labios.
El calor crea giros y retorcijones en mi vientre e ingle, así que cuando se libera
de su pantalón y se hunde en mí con poca o ninguna advertencia, el alivio que
siento es brutal; el gemido que libero es indomable. Su gemido de contestación solo
ayuda a encender mi placer de una manera que solo él puede.
—Te amo —exclamo en un susurro, acercando de sus caderas con mis manos.
Su pelvis golpea el vértice de mis muslos, empujando suavemente contra mi clítoris
dolorido con cada empuje.
—Gwen —suplica, levantando mi muslo sobre su brazo para poder entrar más
profundo—. Levanta las caderas para mí.
Se eleva sobre su antebrazo mientras su mano jala de mi espalda. Esto es
nuevo. Se siente increíble. Puedo ver estrellas. Mis talones cavan en el colchón
después de que él suelta mi pierna. Cálidos labios buscan los míos. Siento su
respiración jadeante en mi rostro y luego su lengua contra mis labios. Cuando se
empuja con todo dentro de mí hasta la empuñadura, apenas puedo gritar del dolor
que causa en el interior.
—Estoy ahí —le advierto, esperando que esté allí conmigo.
Su gruñido es fuerte y lo siento hincharse, llenándome tan perfectamente. Es
cuando su pene hinchado late con el primer espasmo del orgasmo que lo sigo y me
permito liberar el placer contenido en mi estómago.
—Sí. —Él empuja más fuerte—. Gwen, Dios... no pares.
—No estoy haciendo nada.
Estoy demasiado desorientada y sin fuerzas. Mis entrañas siguen temblando
con deliciosos hormigueos.
Un estremecimiento revolotea a través de mi cuerpo mientras Nathan se
derrumba encima de mí, trayendo nuestros cuerpos contra el colchón. Él rueda al
instante, todavía jadeando por el esfuerzo, pero afortunadamente no me aplasta
bajo su peso. Su cuerpo esculpido y tonificado ciertamente no pesa nada.
—Eso fue increíble —susurra en la habitación oscura y me mantiene apretada
a su lado.
Cuento hacia atrás desde seis en mi cabeza y, cuando llego a uno, él se retira
para tomar su ducha después del sexo. Rodando mi rostro en la almohada, sonrío
ante la rutina de esto. Solía ofenderme, pero ahora no me importa. Pronto lo
seguiré y no lo haría de otra manera. La idea de no ducharme después del sexo es
casi repulsiva para mí ahora que tengo el hábito de hacerlo.
Un pesado aliento me abandona cuando me arrastro hasta sentarme y
finalmente me muevo con dificultad hacia el cuarto de baño donde Nathan ya está
bajo la ducha caliente. Sostiene la puerta abierta y sonríe cuando entro. Es
entonces cuando nos sostenemos bajo el agua caliente, nuestros corazones
acelerados sincronizándose. 55
—Te amo —me dice mientras sus manos resbalosas aprecian cada centímetro
de mi espalda desde el hombro al trasero—. Lo siento.
—Yo también. —Me inclino hacia atrás y le beso la mandíbula—. No me mojes
el cabello o lo lamentarás.
Su ceja se alza desafiante mientras su mano agarra el cabezal de la ducha y la
retuerce así el agua me pega en el rostro.
Idiota.
Capítulo siete
Sasha: El diecinueve de agosto, mi cumpleaños, vamos a ir a
Alton Castle en Windsor y no hay nada que puedas hacer para
escaparte de esto.
Suspiro pesadamente y me muevo a la derecha cuando Emily lanza su cuchara
del desayuno hacia mí. Golpea la pared, salpicando la papilla por todas partes.
—Quizás si no estuvieras mirando tu teléfono habrías sido capaz de evitar eso.
—Nathan limpia la pared mientras yo agarro la cuchara con la mano libre,
respondiendo el mensaje de Sasha con la otra.
Gwen: Eso realmente no suena tan mal.
Sasha: ¡Bien! ¡Estoy muy emocionada!
Sonrío ante el entusiasmo de mi amiga, pero se desvanece rápidamente
cuando noto a Nathan frunciéndome el ceño. Haciendo una mueca, señalo el
teléfono.
—Es Sasha. No podía esperar. —No se ve convencido—. Quiere que vayamos a
Alton Castle para su cumpleaños. —Se ve asqueado—. ¡Será divertido! No he estado
en un parque temático desde antes de Dillan.
Después de unos instantes de deliberación, finalmente espeta:
56
—Bien, pero solo porque pareces muy feliz sobre eso.
—¡Sí! —Sacudo el puño y miro a Dillan en el suelo—. ¡Vamos a ir a unas
grandes atracciones!
—¡Gaaaande ationes! —imita, mirando intencionadamente el tren de juguete
en sus regordetas manitas—. Chu chu. ¡Gaaandes ationes!
Nathan me besa la cien y saca de la trona a su hija vestida con un pañal.
—Sin embargo, nada de perros calientes.
Pongo los ojos en blanco tan rápido que casi los pierdo en mi cabeza.
—Eres tan predecible. Gesticulé esas palabras mientras las decías.
—Los perros calientes no son comida.
Le doy un golpecito en la mejilla de forma cariñosa y condescendiente.
—Cállate.
—Cadate —imita Dillan, haciendo que los dos nos ríamos. Emily se ríe con
nosotros simplemente porque nos estamos riendo.
Amo a mi familia.
—Tengo que irme —digo suavemente, sintiendo el peso de dejarlos descansar
en mi corazón—. Asegúrate de terminar de empacar tus maletas hoy. Básicamente
están hechas, solo cepillos de dientes y más pañales.
Nathan asiente y me sigue hasta la puerta, ambos niños siguiéndonos de
cerca.
—Estará arreglado antes de que vuelvas.
—No quiero que te vayas. —Me apoyo contra la puerta después de abrirla y
Nathan presiona su cuerpo contra el mío—. Solo voy a tener una hora contigo por la
mañana antes de que te vayas.
—Yo te extrañaré más, créeme. —Pone las manos en mis caderas y toca mi
boca con la suya.
—Buenos días —grita nuestro vecino desde el otro lado de la valla mientras
entra a su jardín.
—Buenos días. —Nathan y yo sonreímos mientras me deslizo libremente en el
calor de Nathan. Me inclino hacia él y toco su mejilla con la mía—. Te veo más
tarde.
—Adiós —despide antes de llevar a los niños adentro. Cuando subo dentro del
auto, la puerta principal de mi casa se cierra.
Sé que me había resignado con Nathan dejándome por este viaje, pero nos
hará bien a los dos. Un tiempo separados nos hará más fuertes y las oportunidades
que este viaje podrían traer son demasiado grandes para perdérselas.
57
61
Capítulo ocho
Los pasados días han sido los más largos. Dillan había sufrido sin su padre,
como el niño de papá que es, y he sufrido justo aquí con él. ¿Por qué parezco llegar
a estar afectada con la necesidad de follar cuando Nathan no está aquí para
satisfacerme? Quizás esa es la razón, porque en un día normal, él estaría aquí para
follar. Nunca lo deseo cuando está alrededor.
Desafortunadamente, estoy trabajando cuando regrese en una hora y si mis
cálculos son correctos, basado en nuestra llamada de teléfono esta mañana.
Liberará a Jeanine en sus labores de niñera, ella ha sido increíble.
—Presta atención —grita Kerim tan alto que me pita y zumba el oído derecho
casi dolorosamente.
—¡Lo siento, chef! —Me apresuro asustada, y desafortunadamente en mi
miedo, se me cae el plato de las manos y se estrella contra el suelo con un fuerte
choque. Trozos de loza vuelan por todas partes.
—¡LÍMPIALO! —grita Patience y uno del equipo se pone a trabajar con una
escoba.
—¿Eres jodidamente estúpida? —Kerim desliza otro plato frente a mí antes de
girarse hacia Harold—. Necesitamos otro pato aquí.
—Lo siento —digo dócilmente. Necesito centrar mi mente. 62
Me hace un corte de manga y se aleja airadamente, farfullando en turco.
Puedo imaginar que la traducción no sería muy agradable.
—Oh, genial. Justo lo que necesitamos —masculla Kerim mientras termino de
decorar el plato final y lo deslizo hasta el punto de recogida. De repente, sus dedos
me están agarrando del bíceps y estoy siendo arrastrada hasta la puerta trasera—.
Tienes treinta segundos para tu hola y adiós.
Soy dejada en la zona de salida, sintiéndome nerviosa y molesta por ser
arrastrada repentinamente sin mi permiso.
—¿Acaba de ponerte las manos encima? —profiere la voz de Nathan
peligrosamente. Siento la irritación manando de él y lentamente me giro.
Antes de darle la oportunidad de más preguntas sobre Kerim y su
temperamento, me lanzo hacia el amor de mi vida y hundo el rostro en su cuello.
—Te eché de menos.
Me devuelve el abrazo y me ahueca la nuca con su gran mano.
—Hueles a hiervas y vinagre.
—¿Disculpa? —Echándome hacia atrás, lo miro fijamente—. ¿Ese es el
recibimiento que obtengo?
—Es agradable. No me estoy quejando.
Besándolo firmemente en los labios, me pongo de puntillas y lo sostengo
apretadamente contra mí todo lo que puedo.
—Nunca vas a volver a irte.
Sonríe contra mi boca y luego me saborea con la lengua.
—Gwen —grita fuertemente Karim, haciendo que me estremezca.
—Tengo que irme —susurro y me alejo del hombre que amo. Él entrelaza
nuestros dedos—. No esperes despierto por mí, necesitas dormir.
Asintiendo, me besa de nuevo y me observa volver dentro antes de
encaminarse a su auto.
La sonrisa en mi rostro es tan amplia que mis mejillas están en países
distintos.
—¿Estás centrada ahora? —pregunta Karim con dureza, aunque estoy
demasiado contenta para permitir que su humor me amargue el día—. Bien. Vuelve
al trabajo.
—Sí, chef.
—Y no más visitas.
Mi sonrisa todavía no se mueve. Él me pone los ojos en blanco, pero antes que
se aleje veo sus labios retorcerse. Estoy fuera de la cuerda floja.
Yay.
63
El siguiente día pasa lentamente. Amo a mis hijos, pero los necesito fuera del
camino hoy para poder concentrarme en otras cosas por un tiempo, sin 79
preocuparme por cómo mi tono de voz los afectará. Así que cuando Nathan se va a
dejarlos con Jeanine, lo primero que hago es desnudarme y tomar un burbujeante
baño caliente. Es realmente la mejor sensación en el mundo, aparte de los
orgasmos inducidos por Nathan.
Estoy tan perdida en mi paraíso burbujeante que, por un momento, me olvido
de todos mis males. Esto… esto es justo lo que necesitaba. De repente todos mis
problemas no parecen tan malos y los dolores en mi cuerpo desaparecen, ayudando
a derretir la tensión en mis músculos.
Me quedo en el baño hasta que el agua se enfría. Cuando salgo, envuelvo mi
cabello en una toalla y seco mi cuerpo antes de dirigirme al dormitorio y revisar la
hora. Nathan estará en casa dentro de una hora. Tengo tiempo para simplemente
estar desnuda y leer hasta que vuelva, o tal vez debería comenzar el rompecabezas
que él me consiguió para Navidad. Me encanta hacer rompecabezas.
No hay nada peor que tener un poco de tiempo para gastar y no ser capaz de
saber en qué gastarlo. Pasas la mayor parte de ello tratando de elegir, porque más
tarde cuando mires hacia atrás a este momento de felicidad, no deseas ningún tipo
de remordimiento.
Escojo el rompecabezas.
—Estoy de vuelta —dice Nathan innecesariamente mientras sube las
escaleras. Había oído su auto cuando giró hacia la calle y oí que la puerta se
desbloqueaba, se abría y luego se cerraba. Mi audición es tan buena.
Él entra en la habitación y parpadea al verme, sentada desnuda en el suelo,
pedazos de rompecabezas esparcidos alrededor y un borde de rompecabezas casi
terminado en frente.
—No estoy seguro si debería estar excitado o no.
Le sonrío por encima de mi hombro y la toalla se suelta de mi cabeza, cayendo
en la caja del rompecabezas a mi lado.
—Siempre deberías estar excitado al verme.
—Bien. —Él extiende su mano, así que la tomo y me pongo de pie y suspiro
con satisfacción mientras pasa sus dedos por mi cabello, empujándolo a los lugares
correctos.
—Querías hablar —digo suavemente con los ojos cerrados mientras él
continúa peinando mi cabello.
—Sí. —Cuando se aclara la garganta mis ojos se abren y mi piel siente el frío
en el aire. Mi felicidad ha terminado; es hora de ser un adulto—. Y tú también.
—Sí.
Ambos hacemos una pausa, el silencio entre nosotros cargado de tensión
sexual. Su respiración es superficial, la mía es pesada. Siento como si acabara de 80
correr un maratón.
—Tal vez debería vestirme —susurro y llego a la cama donde está mi vestido.
—No borrará la imagen mental de ti sentada gloriosamente desnuda en el piso
de nuestro dormitorio. O de pie, viéndote y oliendo tan limpio y fresco en medio de
la habitación. —Su mano se curva alrededor de mi cadera y mis labios tiemblan con
una respiración entrecortada que sale de ellos. Tengo tantas ganas de ceder y dejar
que me tome de una manera que sé me sumergirá de nuevo en el estado de
felicidad que acabo de dejar, pero no puedo.
—No. —Me alejo y pongo la bata alrededor de mis hombros. Mis brazos están
temblando tanto, lucho por pasar los brazos por los orificios—. Realmente
necesitamos hablar.
—Lo hacemos. —Él se sienta en la cama y se muerde el labio, sus ojos
arrojando un brillo triste al suelo mientras ato la cuerda alrededor de mí—. Me voy
el doce de agosto.
No puedo respirar. Agarro el borde de mi tocador para apoyarme.
—¿Te vas?
—La tienda avanza a toda velocidad. Tengo que ir. —Sus ojos chocan con los
míos, brillantes de culpa y tristeza—. Es el único momento en que Kendrick me
podrá ayudar.
Kendrick es el hombre que lo ayudó a contratar personal y poner en marcha
todas sus otras tiendas.
—De lo contrario, pasarán otros seis meses.
—¿Y no puedes hacerlo tú mismo? —Me ahogo, preguntándome por qué
ahora, de todos los tiempos—. ¿Por cuánto tiempo te vas a ir?
—Unas pocas semanas, pero es solo a Essex. Podré viajar regularmente de
regreso.
Mis ojos se llenas de lágrimas y mi corazón golpea hasta el fondo de mi
estómago con un latido pesado.
—¿Y los niños?
—Tendremos que resolverlo —admite estremeciéndose—. No necesitaré estar
ahí todos los días y los días que esté, me llevaré a los niños si puedo.
—¿Y si no puedes?
Se encoje de hombros.
—Lo resolveremos. Siempre lo hacemos.
—Deberíamos contratar a una niñera o ponerlos en la guardería.
—¡No! —espeta repentinamente.
81
—Nathan.
—Dije que no. No puedo…
Mis dedos se deslizan alrededor de su muñeca y aprietan suavemente.
—Comprendo tu cautela. Sé que debe ser tan difícil para ti confiar después de
todo lo que has pasado, pero…
—Dije que no.
—Nath…
—¡NO! —grita, sorprendiéndome tanto que doy un paso atrás. Mi mano se
dirige a mi pecho instintivamente y sus ojos se suavizan casi inmediatamente—. No
puedo ponerlos en manos de alguien que no conocemos o en quien no confiamos.
—Entonces debería renunciar ahora —digo con irritación—. Porque ¿cómo
demonios voy a arreglármelas si no puedo encontrar una niñera?
—Guinevere… —Su tono es castigador. Pongo los ojos en blanco y me giro,
terminando con esta conversación—. Estás siendo poco razonable.
—No, tú lo eres.
—Si tengo que llevarlos conmigo, lo haré. No voy a dejarte varada.
—¿Y qué hay sobre ti? —Abro la puerta y bajo las escaleras con él siguiéndome
muy de cerca—. ¿Cómo vas a conseguir hacer algo?
—Lo resolveré.
—¿Y si no puedes?
—Lo haré —me asegura y aunque suena sincero, no tengo mucha fe en esto
ahora mismo. Todo está cambiando, otra vez. No me gusta—. ¿No eres feliz? Otra
tienda es más dinero.
—Lo sé. —Empujo la puerta de la cocina y pongo la cafetera en su base—. Es
genial. Estoy feliz por ti, de verdad. Es solo un momento difícil.
Sus brazos me rodean, descansando debajo de mis pechos y su barbilla toca
mi hombro.
—Somos lo suficientemente fuertes.
—¿Lo somos? —murmuro y él se tensa a mi espalda. Su brazo me sostiene tan
apretado que es casi doloroso.
—¿Qué fue eso?
¿Me atrevo a hablar ahora? ¿Tal vez esto es lo que ha estado escondiendo? ¿El
hecho de que tiene que irse? ¿Estoy exagerando?
—Nada. —Trato de liberarme, pero él me sostiene aún más fuerte.
—¿Qué quieres decir, Gwen?
—¡Nada!
82
—Guinevere.
—Déjame ir —grito y lo hace inmediatamente.
—¿Qué diablos? —jadea, sus manos levantadas y sus ojos abiertos con
horror—. ¿Te lastimé?
—No, solo… necesito respirar.
Sus labios finos en una línea blanca.
—¿Necesitas respirar?
—Sí
—¿Lejos de mí?
Gruño.
—No tergiverses esto.
—¿Tergiversar qué? ¿El hecho de que no creas que somos lo suficientemente
fuertes como para que esto funcione? ¿El hecho de que ya no tienes fe en mí? ¿O el
hecho de que acababas de gritarme que te deje ir? —Suelta una risa sin humor—.
¿O estoy leyendo todo esto mal?
—Solo estoy… —Ugh—. Has estado evitándome últimamente.
—He estado ocupado.
—También has sido reservado.
Él no niega esto.
—He estado ocupado.
—¿Qué me estás escondiendo?
Lamiéndose sus labios, él cruza los brazos sobre su pecho y levanta su
barbilla.
—¿Crees que estoy escondiendo algo?
—Sé que lo haces. —Le doy un golpe en su pecho—. Dime qué es.
—No sabes de lo que estás hablando.
—Bien, júralo, por nuestras vidas, jura que no me estás ocultando algo.
Se ríe de nuevo y pasa sus manos por el cabello. Es un tic nervioso, él está a
punto de mentir.
—Esto es ridículo. ¿Tenemos diez?
—Hazlo. Si es tan tonto, entonces ¿qué importa?
—¿Después de que casi muriéramos?
Entrecierro mis ojos.
—No salgas con eso.
—Entonces deja de ser tonta. Ven acá, hagamos las paces y no desperdiciemos
nuestras pocas horas de libertad discutiendo.
83
—No. —Es mi turno de cruzar mis brazos—. O me lo dices o no hablamos en
absoluto.
—Carajo —espeta y se aleja de mí—. No puedo hacer esto ahora mismo.
—Hacer qué.
—Esto. —Presiona su frente contra la pared y suelta un pesado aliento—. No
quiero discutir.
—Entonces dime qué está pasando.
—¡Nada! —sisea y abre la puerta a su lado.
—No te alejes de mí, Nathan.
—Te estoy dando espacio para respirar y calmar la mierda —grita, pisando
fuerte hacia la puerta—. ¿Está bien? ¿O te gustaría que me sentara y te permitiera
llamarme un mentiroso un poco más?
—No puedo etiquetar lo que no puede ser etiquetado.
—¿Y eso qué significa?
Agarra la manija metálica de la puerta principal.
—Última oportunidad para detener esta tontería.
—Oportunidad no tomada. —Paso a la sala de estar—. Ve, huye, pero no te
hablaré cuando regreses.
—Oh Dios mío —susurra y respira profundamente, calmando sus
respiraciones. No le servirá de nada. Ahora estoy muy enojada. Estoy determinada
a obtener esto de él. Si elige no confiar en mí con la verdad, entonces quizás no
estamos hecho el uno para el otro—. Gwen, por favor. Reservé en un buen
restaurante a la vuelta de la esquina. Por favor, ven y come conmigo.
—No tengo hambre —miento. Siempre tengo hambre y él lo sabe.
—Vamos —me incita, sonriendo como si no lo odiara ahora mismo—. Sabes
que te vuelves malhumorada cuando tienes hambre.
—¡Eres una mierda condescendiente!
—Bien. —Levanta una ceja y apoya su hombro contra la columna de la
puerta—. Como quieras.
Me siento en el sofá y pongo mala cara hacia la indiferente televisión. Nathan,
después de unos segundos más, se sienta a mi lado y coloca su mano en mi muslo.
—Odio esto. Me siento como si no hubiera forma de salir de esto —murmura y
acaricia hacia bajo a mi rodilla y sube de nuevo—. Estoy preocupado…
—Entonces sé honesto.
—No lo entenderías —susurra solemnemente y me pregunto si su aversión a
decirme es algo tan simple como el momento en que lo sorprendí escabulléndose
para ver a Bob Esponja en su oficina. ¿Quizás está avergonzado?
84
—Pruébame.
—No. —Suspira—. ¿No puedes confiar en mí? ¿No puedo guardar un secreto
mío? ¿Solo por un momento hasta que esté listo para decírtelo?
¿Listo para decírmelo?
—¿Me estás engañando?
Su expresión es de horror.
—¿Crees que te engañaría?
—Espero que no, pero…
—Esta conversación ha terminado. —Se levanta y endereza su camisa—. Si
realmente crees que haría eso, después de todo lo que hemos pasado, yo...
—¿Qué? ¿Tú qué? —presiono cuando no termina su frase.
—Nunca te perdonaré —responde y sale de la habitación.
—¿A dónde vas?
—Necesito espacio para respirar —espeta, repitiendo mis propias palabras de
antes, poniendo sus ojos en blanco.
—Bien —espeto de vuelta y prácticamente lo empujo fuera de la casa—. Yo
también.
Idiota. Golpeo la puerta con la palma de mi mano y grito en silencio para
ayudar a aliviar el estrés que siento. Ahora mismo estoy tan jodidamente agitada.
Quiero romper algo.
—Tranquila —me digo y me inclino contra la puerta—. Esto pasará. —Es solo
una mala racha. Solo tenemos que superarlo. Las cosas están tan tensas con todo lo
que ha estado sucediendo últimamente.
Ahora me siento mal, sabiendo que Nathan ha estado lidiando con el
conocimiento de que su padre está en libertad. Él sin duda está sufriendo y
difícilmente estoy siendo de ayuda.
Mierda.
No tuve la oportunidad de hablar con él sobre quién se queda a los niños en el
peor de los casos. Realmente tenemos que poner todo eso por escrito. La vida es
demasiado frágil.
He arruinado esto seriamente.
Nathan: Llámame cuando te hayas calmado.
Gwen: Eres tú quien se fue.
Nathan: Basta. Basta. Basta. No puedo soportar esto.
¿Por qué sigo con esto?
Gwen: Lo siento, estoy de muy mal humor ahora mismo. Todo esto
ha ascendido a proporciones estúpidas.
Nathan: De acuerdo. Necesitamos comenzar de nuevo toda esta 85
noche.
Suspiro pesadamente y aprieto mi teléfono en mi puño. Mi mente
constantemente me canta para calmarme y ser racional, pero es tan frustrante,
especialmente ahora que sé que él está escondiendo algo.
Nathan: ¿Tienes hambre ahora?
Haré que el estrés se derrita junto con mi petulancia.
Gwen: Podría comer.
La puerta se abre menos de un minuto después y me encuentro sonriendo. No
importa lo mal que peleemos, amo tanto a Nathan que siempre estaré feliz de verlo.
—Vayamos a comer entonces. —Sonríe, me guiña un ojo de modo encantador
y sostiene su codo para que lo tome.
—Somos un gran desastre, sabes eso, ¿verdad?
—Somos apasionados —corrige y besa mi sien—. El día en que dejemos de
pelear así es el día que estaré asustado, porque significará que a ninguno de
nosotros nos importa.
—¿Y si continuamos peleando todo el tiempo? ¿Y si terminamos por eso?
Él cierra la puerta y me conduce al auto, diciendo:
—Prefiero romper porque no podemos manejar los sentimientos que tenemos
hacia el otro que separarnos porque simplemente no nos importa lo suficiente
como para confrontarnos.
—Prefiero que no rompamos en absoluto. Necesitamos trabajar juntos.
—¿No es eso lo que estamos haciendo? —Abre la puerta para mí y sostiene mi
mano mientras bajo al asiento. Espero hasta que esté a mi lado en el suyo antes de
responder:
—Eso espero. De verdad no se siente así.
Llevando mi mano a sus labios, él besa justo debajo de mi anillo de
compromiso y cierra sus ojos.
—Cuanto antes lo hagamos oficial, mejor para los dos.
—El matrimonio no cambiará nada.
—Me sentiré más seguro.
—¿Más seguro en qué? —pregunto mientras pone el auto en marcha y se
voltea en su asiento para ver detrás de nosotros.
—Nosotros.
—¿Nosotros?
—No puedo perderte.
—No voy a ninguna parte. —Ojalá lo viera. ¿Qué más puedo hacer para
convencerlo de que él es para mí? No quiero a nadie más.
86
—No es solo eso —murmura en tono conspirador.
—Entonces ¿de qué se trata?
—No esta noche. —Él besa mi mano otra vez y la sujeta contra su muslo. Por
una vez no lo presiono, estoy demasiado agotada. No llegaremos a ninguna
conclusión mientras ambos estemos atascados en una obstinada actitud. Como con
todo, tengo que esperar a que Nathan venga a mí. Elegí respetar eso cuando decidí
casarme con él, estar con él. No voy a parar de repente porque me frustra.
Se abrirá cuando esté listo y cuando lo haga, estaré lista para escuchar. Solo
tengo que tener amor y paciencia.
Lo cual es extremadamente duro porque solo quiero saberlo todo ya.
Nunca me he sentido tan femenina o tan sexy. Ojalá Nathan pudiera estar
aquí para presenciarme en un conjunto tan divino de ropa interior.
Tomo una foto para mostrarle más tarde porque no creo que me creería si
tratara de describirlo por teléfono. Debería enviársela, pero quiero ver su cara 105
cuando me vea así.
Mamá realmente sabe de lo que está hablando. No creía que fuera esa clase de
mujer.
Me giro y doy vuelta en el espejo, admirando la forma en que las bragas de
encaje se fijan perfectamente a mis curvas sin cortarme. Las medias de color beige
se atan a un cinturón de encaje que descansa sobre mis caderas. Corro mis dedos
por la parte superior, haciendo cosquillas en mi propia piel suavemente. Desearía
que las manos de Nathan pudieran reemplazar las mías.
—¡Vas a llegar tarde al trabajo!
—Mierda —susurro, molesta por no poder admirarme un minuto más. Me
pongo mi uniforme de trabajo y agarro mi vestido, que está protegido en una bolsa
de plástico y colgando de una percha en el armario.
—Diviértete, hermosa —agrega mamá mientras corro para besar a los niños y
atarme el cabello encima de mi cabeza—. ¿Te rociaste el rostro para hacerlo
aguantar?
—Sí, también llevo el maquillaje de reserva en mi bolsa.
—Te estás clavando en esta cosa de la vanidad como una profesional.
Le enseño el dedo y salto fuera de la casa a mi auto, mi hermoso bebé de plata
como yo la llamo.
Gwen: Comienzo a trabajar ahora. Tengo MUCHO que decirte y
enseñarte. ;) Llámame esta noche si puedes. Te extraño.
Nathan: Yo también te extraño.
Su respuesta es casi inmediata, parece que no estoy demasiado lejos de sus
pensamientos afortunadamente.
Me pregunto qué estará haciendo ahora mismo.
115
Capítulo trece
No enciendo mi teléfono durante el resto de la noche de trabajo. Mis manos
están temblando mientras lo llevo a la casa. De hecho, estoy tan centrada en el
teléfono que está finalmente encendiéndose en mi mano que no me doy cuenta que
la luz se enciende al entrar.
Un sobresalto me ataca cuando siento a Nathan en mi espalda en el segundo
que cierro la puerta. Sus manos me dan vuelta y me empujan contra la puerta y su
frente presiona la mía.
—Nunca jamás... JAMÁS ―grita la palabra, presionándome contra la puerta—
. Apagues el teléfono de nuevo.
—Yo…
—No tienes idea de lo que ha estado pasando por mi cabeza.
—¿Como qué? —replico, enojada porque él piensa que incluso puede empezar
a decirme qué hacer. Lo empujo de nuevo, no duro, pero lo suficiente como para
que me suelte.
Sus ojos se abren de sorpresa. Luego escupe un ridículo comentario.
—Él te desea.
—¿Qué? —Me río con incredulidad. 116
—Kerim.
—Oh... Nathan. No.
—¿No qué? —Frunce el ceño, mirándome como si yo fuera la loca.
—No te conviertas en este tipo. —Paso a su lado y me dirijo hacia la cocina. Mi
cuerpo está cansado. Debería estar feliz de verlo, pero en vez de eso estoy cansada.
—¿Qué tipo?
—Este ser paranoico, desconfiado con el que no puedo vivir.
Su silencio parece enfriar el aire. Me doy vuelta para encararlo, apoyada en la
barra que ahora está entre nosotros.
—Estoy agotada —admito.
—¿Qué?
—Dije que estoy agotada. He estado en el trabajo todo el día.
—No todo el día —murmura petulantemente y apoya la espalda contra la
pared.
—¿Por qué volviste? Te levantaste temprano hoy, ¿no? ―Echo un vistazo al
reloj y hago una mueca cuando veo que son casi la una de la mañana. ¿Por qué
debemos servir comida tan tarde?
—¿No estás contenta de verme? —Parece menos enojado y más preocupado
ahora.
Me encojo de hombros.
—Lo hubiera estado, si no me hubieras empujado contra la puerta en el
segundo en que la atravesé y no hubieras empezado a reprenderme como si fuera
un maldito niño.
—¡Entonces responde tu teléfono!
—¿Por qué? ¿Porque pensaras que estoy follando con mi jefe si no lo hago?
Sus ojos se convierten en ranuras estrechas, lanzando vibraciones peligrosas
directamente hacia mí.
—No dije eso.
—No tenías que hacerlo. Lo dijiste antes cuando estaba en el auto con él.
—¿No me permites tener celos?
—Tienes permiso, pero no a expensas de mi maldito trabajo. O tu propia
maldita cordura.
Sus dientes se hunden en su labio y luego lo suelta mientras nos miramos el
uno al otro.
—¿Vendrías aquí?
—No.
—¿No? 117
—No. No estoy de humor.
—Tú... —balbucea como si tratara de encontrar las palabras correctas—. ¿No
estás de humor? —Dando un paso adelante, coloca sus manos en la barra entre
nosotros. Me inclino hacia atrás, necesitando distancia—. Estoy preocupado.
—Odio que te preocupes —declaro honestamente—, pero no voy a
simplemente abrazarte y esperar que esto se vaya.
—¿Qué pasó entre ustedes dos?
Oh Dios mío.
—¡NADA! —grito, retirando los ganchos de mi cabello y dejándolos caer en la
barra.
—Gwen, eso es asqueroso.
—Entonces límpialo —siseo y paso dando pisotones a su lado.
Agarra la parte de atrás de mi top, impidiéndome salir, y suavemente
envuelve sus brazos alrededor de mí, justo debajo de mis pechos. Siento su barbilla
en mi hombro y su cálido y lento aliento sobre mi mejilla.
—Estoy preocupado.
Decaigo un poco. Sus palabras, aunque repetidas, me atraviesan peor que la
última vez.
—¿No confías en mí?
—Lo hago, pero son las imágenes... —Sus pestañas me hacen cosquillas en el
cuello cuando acerca sus ojos entre mi oreja y el hombro y suavemente nos mece—.
Simplemente no puedo sacarlas de mi mente. La imagen de tú y él haciendo cosas,
en su auto o...
—Detente. —Me aparto y me vuelvo para enfrentarme a él. Sus palabras traen
recuerdos de cuando pensó que Caleb y yo habíamos tenido sexo en el auto. Sus
ojos parecen tan desgastados y tristes, me rompe el corazón—. Hoy me has
humillado. Él lo escuchó todo.
—Lo sé. —No parece desconcertado por esto en absoluto, lo cual es
extremadamente irritante.
—¿Cómo?
—Porque tampoco contestó su teléfono.
Ahora estoy realmente enojada.
—¿Lo has llamado?
—Lo siento…
—No. Estoy mortificada. Absolutamente mortificada.
—Yo también, pero me asusté. No sabía que estarías con él.
—¡Porque no llamaste! —susurro un grito—. Te envíe un mensaje de texto y no 118
respondiste.
—¿Por qué no me lo dijiste en el mensaje? —Cruza los brazos sobre el pecho y
alza una ceja. Desafortunadamente mi silencio prolonga su mirada—. Si todo fuera
tan inocente...
—¡No me eches esto a mí! No te escribí porque quería hablar contigo. Sabes
que no soy una fanática de los mensajes de texto.
—Qué conveniente.
No creo que haya querido golpearlo en la nariz más que ahora. Nunca he sido
una gran fanática de los mensajes de texto y él lo sabe.
—Estás enfureciéndome.
—¿Ha sucedido algo entre ustedes?
—¡Nathan! —grito, molesta y enojada por su pregunta. Me quedo sin aliento.
Me mira con los ojos entrecerrados, tan finos como las rendijas.
—No estás respondiendo. Un simple sí o no bastaría.
Lo miro, mis ojos se llenan de lágrimas.
—Nunca te haría eso.
Su mirada observa, como si esperara que una mentira se revele. Cuando está
satisfecho de que soy sincera, asiente y extiende la mano. Cuando no voy a él, sus
labios forman una línea blanca.
—Me voy a la cama —anuncio en voz baja.
—Está bien, voy a ordenar aquí abajo y luego subiré.
—No te molestes. —Dejo mis cosas en el brazo del sofá, prometiendo que me
encargaré de eso mañana—. Vuelve a ignorarme en Essex.
—Gwen —susurra, su tono de dolor.
—¡Deja de decir mi nombre como si yo fuera la que te lastimó!
—¿Qué hice?
Abro la boca. ¿Está bromeando?
—¡Estás destrozándonos!
—¿Cómo? Solo te estoy haciendo una pregunta sobre tus acciones.
—¡Exactamente!
Él levanta una ceja con arrogancia.
—¿Así que nunca tienes celos?
—¡No en esa medida! —Tengo que dejar de gritar; mi mamá va a oír—. Nunca
te he acusado de nada.
No lo niega porque no puede.
—Siempre estás con otras mujeres en el trabajo, pero nunca digo nada. 119
—Nunca he ido a cenar con ellas —señala, sonando casi petulante.
—¡Fue por el trabajo!
—¿Puedes prometerme que sus intenciones son honestas?
Con las yemas de mis dedos haciendo círculos en mis sienes, respondo:
—No puedo prometer nada de él porque no estoy dentro de su cabeza, pero
puedo prometerte que ha sido profesional y amable desde que empecé en su
restaurante.
Un músculo se contrae en la mandíbula.
—¿De verdad?
—El hecho de que estés cuestionando mi honestidad realmente está
empezando a enojarme, Nathan.
Estamos de pie, inmóviles, los dos mirando fijamente el uno al otro. Mis
hombros caen antes que los suyos.
—Estoy cansada. Tuve una noche muy ocupada. He tomado vodka y tengo que
levantarme temprano.
—Bien.
—No vengas a la cama. No voy a darte la bienvenida —gruño y lo empujo con
el hombro al pasar junto a él. Permanece de pie, de espaldas a mí mientras subo las
escaleras. Mi corazón está martilleando. Siento náuseas y estrés.
¿Por qué está siendo tan idiota? ¿Qué lo ha poseído?
De repente, está inseguro y no me gusta nada. No puedo vivir mi vida así.
Cuando subo las escaleras con ojos pesados y ardiendo, mamá saca la cabeza
de la habitación de Dillan, con una mirada interrogativa en su rostro.
—Nathan está en casa —susurro, aunque sé que ya lo ha notado. A menos que
piense que he perdido por completo la cabeza y he estado gritando sola. No sería la
primera vez, con toda honestidad.
Su ceño se frunce.
—Llegó temprano.
Me encojo de hombros.
—También está gruñón. Te lo contaré mañana. Estoy tan cansada.
Oigo los pasos de Nathan en la escalera detrás de mí, así que me apresuro a
retirarme a mi dormitorio, dejando la puerta abierta para él detrás de mí.
—Lo siento —dice al instante en que entra. Luego cierra la puerta detrás de él
y se apoya contra ella—. Lo siento, Gwen. No quiero hacerte enojar. Solo... te echo
de menos.
—También te extraño —le digo a la pared mientras saco mi chaleco por
encima de la cabeza y bajo mis leggins hasta mis tobillos. 120
—¿Qué…?
Recuerdo la ropa interior seductora con la que me vestí antes del trabajo y
cada centímetro de mí se pone en tensión. En nuestro enojo, lo olvidé por
completo. Cómo esto debe parecer para Nathan en su estado tenso e inseguro,
estoy definitivamente a punto de averiguarlo.
—¡Tomé fotos para ti! —Me doy vuelta para encararlo, encontrando sus ojos
hambrientos devorando mi figura escasamente vestida.
—¿Él te vio vestida así? —Fueron las peores palabras que pudo haber dicho.
—No me gusta lo que estás pensando. —Mis manos se levantan
defensivamente y asertivamente, pero puedo notar que no va a escuchar nada de lo
que tengo que decir.
—¿Te ha visto así?
—¡Fue un accidente!
—¿Lo fue? —Su tono peligroso me produce un escalofrío, muy frío. También
me hace presionar entre mis muslos con entusiasmo.
—La cerradura de la puerta estaba dañada.
—¿Te ha visto así? —Sus pupilas están completamente dilatadas y repasa cada
centímetro de mí con su mirada penetrante que se siente como una caricia. Una
caricia larga, suave y eléctrica.
Quiero gemir, me siento tan excitada. Sé que está mal, dado las
circunstancias, pero no puedo evitarlo.
—No sabes lo que me haces —le digo mientras lo alcanzo con una mano—. Ven
acá.
No se mueve. Puedo decir que está en conflicto.
—Me conoces —susurro y agarro su cuello. Lo jalo hacia mí y paso la nariz por
la mandíbula. Huele delicioso, picante y dulce. Quiero probar el sabor amargo de la
fragancia después del afeitado que descansa en su tensa piel—. Te deseo. —Mis
labios tocan la parte inferior de su barbilla—. Solo a ti.
—¿Él lo sabe?
Estiro mis manos sobre su pecho y las paso bajo los hombros de su chaqueta.
—¿Lo sabe?
—No he tenido la oportunidad de decírselo. Nunca hemos estado en ninguna
posición en la que haya tenido que rechazarlo.
Finalmente, después de lo que parece una eternidad, se inclina sobre mí y
agarra mi culo con las manos revestidas de cuero. Tomo una inhalación corta y
acaricio su cuello.
—Te ves increíble.
121
—Gracias.
Me besa el cuello y me hace caminar hacia atrás hasta que mis piernas
golpean la cama.
—Siempre te ves increíble.
—Gracias. —Sonrío y presiono mi pecho contra el suyo para poder alcanzar
sus labios—. Igual que tú. También hueles muy bien.
—Nueva colonia —murmura mientras sus labios recorren mi cuello.
—Muy buena, ¿de dónde?
—Fue un regalo. —Me coloca en la cama sentada y abre mis muslos con sus
manos.
—¿De quién?
Mientras se arrodilla, comienza a tartamudear:
—De... Trevor en el trabajo.
¿Trevor?
—¿Quién es y por qué te compró una colonia?
—Fue solo un regalo por la inauguración de la tienda.
Ahora sé que está mintiendo mientras trata de distraerme de la conversación
sacando su camisa por la cabeza.
—¿Un regalo de un tipo llamado Trevor?
Sus ojos van a los míos.
—¿No me crees?
—Lo haré cuando seas honesto. —¿Por qué está mintiendo? ¿Quién le compró
la colonia? ¿Por qué no decir que la compró él? Estoy completamente confundida y
de repente ya no estoy de humor para tener sexo.
—Estoy siendo honesto.
—Bien. —Empujo su pecho y me muevo hacia atrás en la cama para que no
pueda volver a entusiasmarme. Frunce el ceño ante la distancia entre nosotros—.
Llama a Trevor.
—¿Perdona? —Veo el pánico en sus ojos a pesar del hecho de que su tono es
neutral.
—Me escuchaste. Llama a Trevor y pídele que venga a cenar con nosotros para
agradecerle por la colonia.
Sus labios se abren y su garganta se mueve al tragar.
—Estará durmiendo.
—Bien, entonces lo llamaremos en la mañana —digo, sintiendo mis ojos arder
por el dolor de su engaño.
—Gwen, cariño. 122
—¿Cariño?
¿Qué demonios?
—Yo… —Se pasa la mano por el cabello.
—¿Qué pasa contigo, Nathan? —Una lágrima cae de mi ojo.
—¡Nada!
—¿Nada?
—Como dije… —Se pone de pie y aparta la mirada de mi—, estás paranoica.
—¿Estoy paranoica? —Ahora no solo me duele el corazón, sino que estoy
jodidamente molesta—. Vete.
—¿Disculpa?
—¡Dije vete! —Apunto a la puerta—. ¡Y no vuelvas hasta que de verdad me
quieras dar el respeto que merezco!
—¡No puedes hablar en serio! —Parece incrédulo—. Cariño…
—¡Deja de llamarme así!
—Es solo una palabra de afecto.
Llevo una almohada contra mi pecho para escudarme de todo.
—Uno que nunca has usado. Uno que me desagrada mucho viniendo de ti.
Se muerde el labio y toma su camisa.
—No sé qué quieres de mí, Gwen.
—La verdad, Nathan. O vete.
—¿O vete?
—Sí.
—¿Como para… siempre? —Su voz se rompe en la última palabra.
—No puedo estar con un mentiroso. —Mi corazón se rompe cuando se pone su
camisa y busca alrededor su chaqueta. El pánico se asienta y mi resolución se
debilita de inmediato—. ¿De verdad te vas?
—No sé qué quieres de mí. —Su voz es baja y lastimera, su lenguaje corporal
rezuma derrota, y a pesar de mi rabia, me encuentro suavizándome, queriendo
tomar su dolor. El dolor que está trayendo sobre sí mismo, eso sí.
—Estás rompiéndome, Nathan.
—Dime qué hacer.
—Dime la verdad.
—Nunca entenderías —declara, mirándome a los ojos y ya no me está
rompiendo porque estoy oficialmente rota.
—Vete —resoplo, sosteniendo la almohada con tanta fuerza que mis brazos
duelen. 123
—Nada es así de simple, Gwen. Necesito tiempo.
—También yo —susurro y lo que quiere decir no se le pasa por alto—. En
especial considerando el hecho que tus acusaciones son muchas y muy seguidas y
eres quien tiene los secretos. —Mi mano temblorosa va a mi boca para esconder
mis labios temblorosos.
Da un paso al frente y alza una mano temblorosa.
—Por favor, Gwen… por favor. No hagas esto.
—No hagas tú esto.
—Te necesito.
Mi risa es dura y fría.
—Si me necesitaras, hablarías conmigo.
—Lo haré, solo… no todavía.
—No puedo esperar tanto. No sobreviviré.
Baja su mano y me mira mientras yo observo la cortina de la ventana. Así es
como nos quedamos por un largo rato. Se siente como si una vida pasara antes de
hablar.
—No sobreviviré dejándote.
¿Dejarme?
Quise decir que durmiera en el sofá, no que se fuera. Asumí que lo ignoraría
por un tiempo, pero parece que su mente tiene otras opciones.
—¿Es la única opción? —digo, mirándolo con los ojos hinchados.
Por favor que no sea la única.
—No entiendes.
—¡Entonces ayúdame a entender!
—Yo… no puedo. —Suspira y va a la puerta.
Todo de mí, cada onza de mí y de mi alma, duele por salir tras él mientras se
va. Cada paso que escucho mientras se aleja saca una lágrima de mis ojos. Luego la
puerta se cierra y encuentro que mi cuerpo tiembla violentamente de dolor.
Acaba de irse.
Simplemente se fue.
La mañana llega, aunque el sueño me evade hasta que el sol pone gris el cielo
de la mañana. Estoy en modo zombi, dejo a mamá con los niños, todo el tiempo
evadiendo sus preguntas, y entonces salgo corriendo para llevar mi auto al servicio
de revisión anual. Mi mente es un desastre y mi miedo de la falla en mi relación
hace que cada movimiento sea forzado y nervioso. Las náuseas burbujean en mi
estómago sin dejarme comer. 124
No puedo con esto. ¿Por qué hace esto?
¿He estado equivocada todo el tiempo? ¿Está viendo a alguien más? ¿La llama
tanto cariño que ahora él también lo dice?
Ahora me siento peor así que encuentro una excusa para contactarlo.
Gwen: El auto está en reparación. ¿Qué hay de mañana? Me
prometiste que irías al cumpleaños de Sasha.
No recibo respuesta. No esperaba recibirla. Esto también me hace llorar.
Estoy tan enferma de llorar.
—No va a venir —le digo a mamá cuando llego a casa.
—¿Quién?
—Nathan. —Froto mis ojos, odiando lo cansada y molesta que debo verme.
Parece preocupada. También lo estaría si estuviera en sus zapatos.
—No te dejaría. —Descansa una mano en mi brazo y me tranquiliza, aunque
solo un poco—. Te ama. Ese hombre nunca ha hecho nada por lastimarte en todo el
tiempo que lo he conocido.
—Está… —Limpiando mi nariz en un pañuelo, niego e intento, de nuevo,
descifrar qué está pasando mi prometido—. Está cambiado, mamá. No es el mismo
que era.
—¿Seguro no es tan mal? ¿Tal vez está cansado?
—No, está ocultándome algo.
Cuando pone los ojos en blanco quiero gritarle. Ella no sabe lo que he pasado
para juzgarme así.
—¡Es en serio! —espeto, emocional por todo lo sucedido.
—Ambos necesitan sentarse y hablar. Echarse en medio de la noche no
ayudará en nada.
Mi mandíbula cae al suelo.
—¡No lo eché de ninguna parte más que del cuarto!
—Aun así…
—¿Serías capaz de dormir al lado de un hombre que empieza a llamarte por
apodos? Mientras te miente a la cara y te dice que no lo entenderías.
—Gwen —dice suavemente—. No quiero pelear contigo.
—No quiero pelear con nadie. —Lloro y mis hombros tiemblan—. ¿Y si no
viene a casa?
—Lo hará.
—¿Y si su nueva novia es más amable que yo? 125
—No tiene una nueva novia.
—¿Cómo lo sabes?
Se detiene y mira por la puerta para ver a los niños quienes miran televisión.
Cuando está satisfecha de que estén ocupados, me lleva a la cocina y toma mi
teléfono.
—¿Qué haces?
—Preguntarle a Dave si conoce algún investigador privado.
—¿No hablas en serio? —Casi me río ante la ridiculez de esto.
Se encoge de hombros.
—¿Quieres saber si es infiel?
—Bueno…
—¿Entonces cuál es el problema?
—Es muy invasivo —admito, pero no puedo decir que la idea de no es
atractiva.
Sonríe.
—No es invasivo si no se entera.
Oh Dios mío, ella es terrible. Me río un poco.
—No voy a espiarlo.
—Como quieras, pero ya me enviaron tres números. Te los reenviaré en caso
de que cambies de opinión.
—Estás loca. —La señalo y voy hacia la cafetera—. ¿Café?
—Por favor. ¡Oh! Este tipo no es costoso. —Alza su teléfono a mi rostro,
mostrándome el sitio web de uno de los prospectos.
—¡Basta! —Me río, apartando su brazo para poder estirar mi mano al grifo y
poner agua en la cafetera.
—¿Cuál es el problema? Necesitas tranquilizar tu mente y él no está siendo
comunicativo. Piénsalo un poco. No diré nada si tú no dices nada.
Pretendo ignorarla, sin querer admitir que sus palabras están resonando en
mi mente como una armoniosa sinfonía de campanas.
—¿Dos o tres de azúcar hoy?
—Uno, estoy siendo extra buena.
—Dos serán.
—Me conoces bien.
Si tan solo conociera bien a mi prometido.
Gwen: De verdad debemos hablar de esto.
Nathan nunca me ha decepcionado. Nunca. ¿Ciertamente no me 126
decepcionaría con algo tan importante para mí?
Gwen: No puedes simplemente irte. Estás exagerando. No es justo.
¡Es muy injusto! ¿Por qué me lastimas así?
Nathan: ¿Por qué me lastimas tú? ¿Por qué siempre soy el
villano?
Gwen: ¿De qué hablas? ¡No he hecho nada!
Nathan: Te hace imaginar cosas.
Esto es frustrante. Mis palmas se vuelven sudorosas mientras la ira me
consume.
Gwen: ¡No lo hace! ¡Estás siendo tonto y eso no es el caso!
Mamá: Sonríe.
Alzo la mirada de mi teléfono y la veo mirándome desde el otro lado del
cuarto. Estoy descuidándolos a todos. Debo calmarme.
—Lo siento.
—Se resolverá, pollito. Ya verás. —Dulcemente me tranquiliza, sus labios
curvándose en una amable sonrisa—. Las cosas parecen terribles. En unas semanas
mirarán atrás y se reirán. Lo prometo.
—Lo dudo —murmuro y me deslizo al suelo para jugar con mis hijos.
Si alguien puede hacerme sentir mejor, son ellos.
—Volverá más tarde, solo está ocupado y distraído. Si no estuviera trabajando,
ya habría regresado.
Algo me dice que está equivocada, aunque desearía que tuviera razón.
137
Tommy no se propuso como Sasha había esperado que lo hiciera. Estoy
honestamente en la duda ahora. No creo que él esté listo todavía y Sasha que es tan
insistente sobre ello, incluso sin que él lo sepa, va a abrir una brecha entre ellos.
Ella necesita calmarse y él necesita ser empujado. No tengo la menor duda de que
está despistado completamente sobre el constante balbuceo de Sasha sobre la boda.
Ella se está volviendo tan frustrada con todo eso que va a empezar a desquitarse
con él. Se va a convertir en una de esas cosas de todo o nada, solo puedo notarlo, y
eso me pone triste. No quiero que ninguno de ellos se precipite en algo para lo que
no están listos como pareja, pero no los veo con suficiente frecuencia para juzgar
esto profundamente. Probablemente estoy equivocada y realmente no puedo
empujar en ella un pensamiento sobre un tema que conozco poco.
Es fácil tener opiniones cuando estás en el exterior mirando.
Estoy segura de que Sasha misma tiene muchos comentarios sobre mi propia
vida que está reteniendo por las mismas razones.
Sasha: Muchas gracias por venir hoy. Hiciste mi cumpleaños el
mejor. Me divertí mucho.
Gwen: Yo también, ya te extraño. Envíame todas tus fotos tan
pronto como puedas.
Sasha: Abre una cuenta de FB y te etiquetaré. Dame un tiempo
para subirlos.
Gwen: Ugh… al diablo con eso. Solo imprímelas como los viejos
tiempos. Tienes una impresora. Utilízala.
Sasha: ¿Y rebajarla de su lugar legendario en mi estante como
jefe de colector de polvo?
Gwen: Imprime las fotos.
Sasha: Por favor… perra grosera. ;-)
Gwen: Por favor, perra grosera. ¿Mejor?
Puedo escuchar su risa a pesar de que está a cientos de kilómetros de
distancia una vez más.
—Ve a dormir —refunfuña Nathan directamente en mi oído. Me acaricia el
cuello y me mantiene más apretada cuando me extiendo para colocar mi teléfono
en la mesa al lado de la cama. Se arruga en una envoltura dulce, recordándome que
realmente necesito ordenar y dejar de comer basura en el dormitorio antes de que
Nathan tenga un ataque al corazón. O lo tenga yo por el número de bocadillos que
he estado consumiendo últimamente.
Sus dientes me muerden la oreja después de que lucho con él y la manta para
encontrar una posición cómoda. Termino acostada sobre mi espalda, una pierna
arrojada sobre las suyas. Él a regañadientes rueda sobre las suyas y ahora sus dedos
trazan perezoso círculos en el interior de mi muslo. Amo este sentimiento. Es tan
cosquilloso y relajante, casi tan bueno como tener mi espalda rascada. Casi. No
exactamente.
—Todavía no estás durmiendo —murmura soñoliento mientras su brazo se 138
arrastra bajo mi cuello. Me pone a su lado, mis dos piernas ahora sobre las suyas.
Debo ser pesada pero nunca se queja.
—Quiero empezar a ir al gimnasio.
Su cuerpo se tensa.
—¿Por qué?
—Para estar saludable. Podemos ir juntos. Sé que disfrutas ejercitar.
—Bien, duérmete.
—¿En serio?
—Sí —murmura soñoliento. Puedo oír la sonrisa en su voz—. Ahora duerme.
—¿Es raro que esté emocionada?
—Gwen —advierte, pero puedo notar que todavía está cansado.
—Aunque estoy un poco cachonda ahora. —Se queda quieto ante mis palabras
y siento que su polla se espesa contra la parte inferior de mi muslo. Suelto una
risita—. Me pongo cachonda cuando estoy emocionada.
—Bueno, ¿quién soy yo para negar a mi emocionada esposa su ración de mí?
Con una fuerza que desconocía, me tira de él y rueda encima de mí.
Normalmente se tomaba su tiempo, besaría mi cuerpo y masajearía cada
centímetro de mí con sus manos, solo a veces me permitía lo mismo. Esta vez es
casi salvaje mientras busca la fuente de humedad entre mis muslos y cuando está
convencido de que estoy mojada lo suficiente como para estar cómoda, se mete
dentro y se traga mis gritos con su boca.
Cada empuje es más poderoso que el anterior y la plenitud de él causa una
quemadura dulce y hormigueante tan profunda que lo siento en mi garganta
cuando gimo. Mi cuerpo se desplaza hacia arriba de la cama. Sintiendo esto,
Nathan pone una mano en la parte superior de mi cabeza, usándome como ancla y
protegiendo mi cabeza de la cabecera.
Nunca lo he sentido así antes con él. Nunca ha sido tan duro, tan áspero, tan
poderoso. Las lágrimas saltan a mis ojos mientras la sensibilidad que está
provocando por debajo se quema con más fuego que nunca. Me encuentro al borde
del orgasmo, pero incapaz de agarrarlo, por lo que mis músculos se aprietan con
placer tan potente que se siente casi doloroso. Mis caderas tratan de seguir el ritmo
de las suyas, pero la velocidad y la fuerza de él me mantiene clavada.
—¡Oh, Dios! —grito mientras esa profunda sensación finalmente despliega sus
alas estáticas y empuja una luz a través de mis venas que me lleva dentro y fuera de
mi conciencia.
Nathan libera un rugido desesperado tan fuerte que estoy obligada a cubrir su
boca con mi mano. Cuando sus ojos se encuentran con los míos, solo desencadena
un clímax más largo compartido por los dos. Cada zambullida frenética, sin
medida, nos acerca al borde del olvido y luego de repente, dejándonos con una ola
persistente, se detiene y se derrumba sobre mí con un gruñido. Su pecho se alza
pesadamente con su respiración que parece no tener ningún patrón natural. 139
Cuando el placer zumba a un bajo murmullo, empiezo a sentir el dolor que su
bienvenido vigor ha sometido a mi cuerpo. Mientras se suaviza, completamente
gastado y cansado, me siento aún más dolorida por la pérdida de plenitud.
—Vaya —dice suavemente y entierra su rostro entero en mi cuello. Su aliento
hace cosquillas—. Creo que me gusta el sexo cansado contigo.
—Mmm. —Estoy de acuerdo, demasiado dormida para responder en cualquier
idioma—. ¿Ducha?
Cuando él no se mueve, parpadeo en la oscuridad y froto círculos lentos en su
espalda y hombros. Entonces mis ojos se amplían cuando finalmente su respiración
se extingue, mis labios se separan con un jadeo silencioso. Esta es la primera vez
que ha tenido sexo sin ducharse inmediatamente después.
Se despertará pronto. Lo hará.
Estoy demasiada asustada de dormir por si acaso lo hace. Nada peor que ser
obligada a ducharse cuando estás muerto al mundo.
141
Capítulo quince
—¡SÍ! —grito, feliz cuando veo la lista de turnos que Kerim ha puesto en la
pizarra de la sala de personal.
—¿Qué? —pregunta Patience y revisa su horario mientras recoge su suave
cabello rubio con ambas manos—. ¿Qué me estoy perdiendo?
—Tengo el jueves y el viernes libres.
—¿Y? —Se ata el cabello usando la goma que sostenía entre sus dientes.
—Son los dos días que Sasha y Tommy se quedan con los niños. —Me siento
como si bailara—. Ahora solo tengo que convencer a Nathan de tomarse el tiempo
libre.
—Mantendré mis dedos cruzados por ti —declara, aunque es tan deshonesta
como la amarga sonrisa en su rostro. Esa mujer va de caliente a frío todo el tiempo.
Me vuelve loca. Un día, voy a darle un puñetazo en el rostro.
—Sí, claro —susurro en voz baja para que no pueda oírme, pero lo bastante
alto para que me sienta como si hubiera descargado un poquito de estrés hacia ella.
—Damas —anuncia Kerim cuando da un paso en la habitación con Harold
detrás de él.
—Hola, chicos. —Sonrío a través de la tela de mi chaqueta blanca mientras me 142
la pongo por la cabeza. No puedo molestarme en desabrochar los botones—. Estaré
con ustedes en un momento.
—¿Estás segura de que no estás atascada? —Harold se ríe.
Finalmente saco mi cabeza por el agujero del cuello y le saco la lengua.
—Necesito hacer una llamada antes de entrar, si eso está bien —pido
sumisamente, sabiendo ya que estoy corta de tiempo.
—Ve. —Kerim agita su mano hacia mí—. Hazlo rápido. Estás en línea hoy.
—¿En serio? —decimos Patience y yo al unísono, aunque yo con entusiasmo y
ella insultada.
—Síp, lo hiciste muy bien la última vez.
—¡Yuju! —Alzo mis brazos, deseando que alguien además de Patience
estuviera lo bastante cerca para chocar los cinco.
—¿Yuju? —cuestiona Harold.
—La gente dice “¡Yuju!” —espeto juguetonamente, molesta de que todos
siempre parezcan cuestionar mi palabra de felicidad cuando sea que la suelto.
—¿Qué gente? —añade Kerim burlonamente.
Lo fulmino con la mirada mientras llevo mi teléfono a su oficina.
—¡No te dije que podías entrar ahí!
En respuesta a sus juguetones gruñidos, cierro a puerta y marco el número de
Jackson, el investigador que contraté.
—Oficina de Jackson, ¿en qué puedo ayudarle? —Reconozco la voz de
inmediato.
—Hola, mmm… —¿Por qué siempre tartamudeo cuando hablo por teléfono
con gente nueva?—. Soy Gwen. Contraté a Jackson recientemente para investigar
un poco.
—Oh, sí, lo recuerdo. Está trabajando en su caso ahora, de hecho.
¿Lo está?
—Entonces, ¿no se encuentra allí?
—No, pero puedo asegurarle que le entregaré cualquier mensaje con perfecta
claridad —me dice y no tengo duda de que lo hará—. En realidad, no es un mensaje,
es más una cancelación.
La línea se silencia por un momento.
—Ya veo.
—Simplemente me siento como si hubiera cometido un gran error.
—Ya veo.
—Pueden quedarse el dinero. Solo sé que no hay punto en que investigue más
porque no encontrará nada. Era solo yo siendo paranoica. —Estoy divagando—. No
quiero malgastar más tiempo. 143
—Entiendo, cariño. Esto es más común de lo que piensas.
Eso me da alivio.
—Me siento tonta.
—No lo hagas; todos pasamos por momentos difíciles que nos hacen dudar.
Estoy tan feliz de que todo haya funcionado para ti.
—Gracias. —Oigo el estrépito de ollas y sartenes procedente de la cocina—.
Tengo que irme. Lo siento.
—No hay problema. Le diré a Jackson de inmediato. Cuídate.
—Tú también.
Hora de trabajar. Un peso ha sido levantado de mis hombros. No puedo creer
que alguna vez siquiera contemplara la idea de espiar a Nathan. ¿Qué me pasa?
Gwen: ¡Asegúrate de que estás en casa para el jueves y el viernes!
¡No voy a trabajar! ¡YUJU! <3
Nathan: Haré mi mayor esfuerzo. <3
—¿Has acabado? —pregunta Kerim al segundo en que entro en la cocina.
Asiento. Añade—: Bien, lávate las manos y ponte a trabajar. Escuchen, Gwen está
supervisando su mierda, ¡así que no jódanlo!
Todos reímos disimuladamente ante su error de lenguaje, pero no le dejamos
que lo note. Nunca jodes con Kerim en su cocina; se enoja y se mantiene enojado.
Todos son útiles y felices bajo mi mando, a pesar del hecho de que he estado
aquí menos tiempo. Todos nos llevamos muy bien, así que eso ayuda, pero saber
que me respetan, es la mayor cereza de este pastel.
No tengo que gritarles; solo soy forzada a alzar mi voz cuando se pone
ruidoso. Incluso Patience escucha, aunque puedo decir que no está feliz.
Esto, aparte de la primera vez que fui la encargada, es el mejor día en el
trabajo hasta la fecha. Estoy tan feliz ahora mismo. Casi demasiado feliz.
Gwen: Estoy lista para empezar a mirar lugares. <3
Envío este mensaje no solo a Nathan, sino también a Sasha, mamá, Jeanine y
Tommy. De inmediato, responden con entusiasmo y promesas de ayudarme a
elegir. Nathan, sin embargo, me envía una lista de lugares que ya ha considerado.
Esto me hace sonreír. Solo me las arreglo para revisar dos antes de que mi
descanso termine, pero ambos son hermosos y pintan tan maravillosas visiones en
mi mente.
Por primera vez en un largo tiempo, me encuentro sintiéndome emocionada
sobre mi futura boda. Esto es bueno.
No.
Esto es genial.
144
160
Capítulo diecisiete
Estaba en lo correcto más temprano sobre el dolor después de algunas horas.
Mis muslos me están matando, pero no me arrepiento ni un segundo por ello.
Nathan realmente ha hecho este día tan especial. Inmediatamente después de
que terminamos de montar, usamos una habitación de invitados en la casa para
ducharnos juntos. Eso estuvo bien. Estaba sudando mucho, eso realmente arruina
la imagen romántica. Fue especialmente difícil mantener nuestras manos quietas,
pero tenía que hacerse o nosotros hubiéramos llegado tarde para nuestras reservas
de la cena en un pequeño restaurante muy exclusivo prácticamente en el medio de
la nada.
Todo lo que sirven es comida casera de la abuela como Nathan se refiere a
esta. Guisos, estofados, bollos rellenos, puré de patatas y salchichas, etc.
Personalmente, me encanta el puré y salsa así que elegí eso mientras Nathan eligió
un cordero estofado. Luego para el postre recibimos pastel casero y natilla. Fue
encantador. Casi lloro al pensar que tenemos que irnos a casa, de vuelta a la
realidad donde cierta conversación nos espera.
Puedo decir que Nathan también lo está temiendo. Cuanto más nos
acercamos, más callado se vuelve hasta que, finalmente, está tan tenso como una
vara con una personalidad a la altura.
Su respiración se acelera y me preocupa que esto pueda ser el comienzo de un 161
ataque de pánico.
—Voy a poner a hervir agua —digo suavemente, con la esperanza de darle un
minuto para recomponerse. Odio que lo que esté soportando pese tanto sobre él.
Necesita dejar que todo salga. También necesita café porque una vez que vea lo
ridículo que está siendo, espero que estará listo para el paseo que me prometí más
temprano.
—Mi madre me contactó —dice. Claramente la presión acaba de estallar
porque nunca lo he escuchado hablar tan rápido antes. Es seguido por una fuerte
exhalación.
Afortunadamente, mi espalda está hacia él mientras estoy llenando el
hervidor así que reúno lo poco que queda de mi compostura y me giro a la base del
hervidor.
—Oh.
—Después de que mi papá fue absuelto de los cargos.
—Está bien... ¿y? —Coloco el hervidor sobre la base y acciono el interruptor.
El lado se ilumina de azul y me concentro en eso para no explotar junto con el
interruptor de presión de Nathan.
—Y... mmm... —Rasca su barba creciente. Está escondiendo algo—. Nada en
realidad. Solo quería saber cómo te sientes sobre eso, supongo.
—Sabes que odio a tu familia... a todos ellos. —Y no tengo una sola disculpa
por ello—. ¿Qué dijo ella?
—Solo que quería estar en la vida de los niños y que dejó a mi papá.
¿Por eso ha venido a mi restaurante? ¿Para ponerse en contacto?
—¿Qué le dijiste? —Su silencio me aterra—. Nathan... ¿qué le dijiste?
—Hablamos un poco, pero nada. —Acercándose a mí, me acaricia la mejilla
con la mano—. Puedo ver que estás molesta.
—No puedo soportarla.
Asiente, no completamente de acuerdo, sino entendiendo.
—¿Hice la elección correcta, entonces?
—No, deberías haber maldecido su trasero de regreso al infierno. —Sonrío
suavemente y me derrito en él. Me abraza—. ¿Es esto lo que realmente te
preocupaba?
—Sí —contesta rápidamente, demasiado rápido, así que me inclino hacia atrás
y entrecierro mis ojos para empujarlo por más—. Lo prometo. Simplemente no
quería preocuparte después de toda esa conversación de ellos ganando la custodia.
Mi mano vuela a mi boca.
—¡Oh Dios mío! Realmente necesitamos ordenar eso.
162
—Estoy de acuerdo. —Me atrae de nuevo hacia él y besa la punta de mi nariz—
. Esta semana. Si te hace sentir mejor.
—Lo hará. —Luego le doy una palmada en el brazo—. No me asustes así.
Nunca creas que no puedes venir a mí. No te juzgaré. Entiendo, ella es tu mamá, a
fin de cuentas. Probablemente fue una situación muy difícil.
Su suspiro es pesado y largo. Coloco mi cabeza bajo su barbilla y le beso la
garganta.
—Te quiero, Gwen. Más que nadie y cualquier cosa.
—No incluye a los bebés.
—Bueno, eso es evidente.
Me encanta escucharle decir eso.
—Desearía haber crecido con un papá como tú.
—Yo también. Nuestros niños no sabrán ni una pizca de lo que nosotros
sabíamos de pequeños.
—Exactamente. —Me aclaro la garganta y le doy su café. Va a necesitar toda la
energía que pueda conseguir para lo que he planeado—. ¿Estás seguro de que es
eso? ¿Eso es lo que te ha estado carcomiendo?
—Fue simplemente confuso. Mi madre fue abusada por tanto tiempo, como
sabes. Una parte de mí no puede dejar de sentir una pequeña cantidad de simpatía
por ella.
—Lo entiendo, simplemente no te dejes engañar. —Presiono mis labios contra
los suyos—. Ella es veneno; ambos lo son. —Sus ojos se suavizan, pero todavía
parecen preocupados. Tal vez es el momento que necesita ahora, para aceptar todo
esto. Tener a su mamá volviendo como una persona aparentemente diferente tiene
que ser un poco desorientador—. En realidad, tengo mis propias noticias.
—¿Ah? —Él sonríe y me levanta sobre la barra de desayuno tan fácilmente que
siento como si no pesara una onza—. Dímelo.
Separo mis muslos así él puede estar entre ellos y engancho mis brazos
alrededor de su cuello.
—Kerim... —Al segundo que digo ese nombre, la máscara de felicidad de
Nathan se convierte en una mirada de odio. No me detengo, necesito sacar esto—.
Me ha ofrecido una especie de asociación.
—¿Qué? —Su voz profunda no refleja mi propia voz de alegría. Las manos
fuertes que acariciaban mis muslos ahora se aprietan como si tuvieran miedo de
dejarme ir.
—Dijo que soy muy buena y que no me quiere como su competencia, él me
quiere como su socia un día así que me está dando un lugar permanente en su
cocina.
—Apuesto a que sí —murmura mientras pone sus ojos en blanco.
163
Golpeando su brazo, le corto con una mirada que le dice que se comporte.
—Nathan, esto es brillante. Él es el chef. Es mi ídolo. ¡Sabes que lo respeto! El
hecho de que me haya dicho esto...
—¿No tiene absolutamente nada que querer aquí? —Empuja sus caderas
contra mi ingle, sorprendiéndome por completo.
Empujándolo, espeto:
—Sí, porque se trata de mi coño y ¿no tiene absolutamente nada que ver con
lo duro que trabajo o lo buena que soy? —Me dejo caer al suelo y trato de pasar por
delante de él, pero su firme mano en mi bíceps me detiene.
—Sé que trabajas duro y tal vez sus intenciones no son completamente
impuras. Él sería un tonto por no querer eso, simplemente no... —Me suelta y se
pasa las manos por el cabello—. Simplemente no confío en él.
—Es tu amigo.
—Apenas. Estamos en contacto, eso es todo.
—Voy a prometerle mi lealtad a cambio de una futura sociedad. Lo
pondremos por escrito.
Sus ojos se amplían.
—¿Así, sin más?
—Sería una tonta al no hacerlo. Voy a tener una mejor oportunidad de
convertirme en una chef reconocida a su lado que tratar de hacerlo por mi cuenta.
—¿A su lado?
—Sí, profesionalmente. Es muy bueno en lo que hace.
Su voz se profundiza peligrosamente.
—Dime que no sientes algo por él.
Mi mandíbula golpea el suelo.
—¿Porque quiero mejorar mi carrera significa que siento algo por él? Lo que
sea que eso signifique.
—Todo es un tanto demasiado pronto. ¿Apenas has trabajado allí y de repente
te quiere permanentemente?
—Tal vez soy así de buena. —Su rostro lo dice todo por la forma en que levanta
una ceja y lágrimas brotan de mis ojos—. ¿No crees que soy así de buena?
—Gwen... —Cada parte de él se suaviza cuando se acerca, pero es demasiado
tarde. Me alejo y él habla con brusquedad—: ¡No seas ingenua! No estoy diciendo
que no eres lo suficientemente buena...
—Eso es exactamente lo que estás diciendo. —Las lágrimas caen libremente
por mis mejillas.
—Por favor —insiste, dando un paso hacia mí y coloca sus manos sobre mis
hombros—. Eso no es lo que estoy diciendo en absoluto. No confío en él.
—No, tú no tienes fe en mí como tu esposa o como chef —gruño y me libero de 164
su agarre.
—Gwen —me llama mientras avanzo por el pasillo, agarrando mi bolso y mis
llaves mientras me voy—. ¿A dónde vas?
—Lejos de ti.
—No seas ridícula. —Su mano en la puerta me impide salir—. Por favor,
vamos a calmarnos. Todo esto ha sido desproporcionado.
—Dile eso a mi corazón roto. —Mi pecho se desinfla mientras exhalo una
respiración temblorosa.
—Gwen —susurra, sonando tan roto como me siento—. Lo siento. Eso no es lo
que quise decir.
—Entonces ¿qué querías decir? —No lo miro. Miro las líneas en la madera de
la puerta, temblando casi violentamente.
—Solo quería decir que es posible que quiera más y no lo veas. Tal vez él te
está pidiendo que te quedes, no solo porque eres buena, sino porque te quiere.
—¿No es lo mismo?
—No, es solo que... soy un hombre.
—Bravo.
—Sé que te quiere porque no hay un solo hombre en el mundo que se
acercaría tanto a ti como él y no te querría.
Me río con dureza.
—¿Y qué hay de los demás que trabajan allí? ¿Todos me quieren también?
—No lo sé, pero no me siento amenazado por ellos porque no son el
equivalente masculino de ti. Kerim podría ofrecerte mucho más de lo que yo puedo.
Mi cuerpo se queda inmóvil. ¿Así que esto es a lo que se reduce todo?
—Te sientes inseguro.
—¿No puedo?
—Por supuesto, pero no a expensas de mi salud mental o la tuya —espeto,
finalmente volteándome para mirarlo. Presiona sus labios sobre mi frente y limpia
mis lágrimas con el dorso de su mano—. Deja de hablar de Kerim y que le gusto.
¡No es cierto y además tienes que confiar en mí y saber que nunca te haría daño de
esa manera! Lo juro. Nunca tocaría a Kerim.
—No puedes evitar de quién te enamoras, Gwen —dice, su tono casi burlón—.
Si pudieras, ¿crees honestamente que estarías follando al hermano de tu prometido
muerto? ¿No prometiste a Caleb que te alejarías de mí? Sin embargo, aquí estamos.
¿Cuánto valen realmente tus promesas?
Oh Dios mío.
—No acabas de decir eso —susurro, sintiéndome devastada. Absolutamente
devastada—. ¿Qué diablos te pasa?
165
—Lo siento, fui demasiado lejos.
—Oh, no, fuiste a la distancia perfecta. —Me río fríamente y arranco su mano
de la puerta—. Me voy.
—No, por favor —ruega, siguiéndome hacia el frío de afuera—. Vuelve
adentro.
—No me toques —grito, liberándome de su agarre cuando su mano rodea mi
muñeca.
—Por favor —suplica, sonando desesperado y aterrorizado—. Lo siento, no
pude evitarlo. No quise decir eso.
—No puedo soportarlo más —digo en voz baja, sintiendo dolor en mi corazón
con cada latido punzante.
Abriendo la puerta de mi auto, Nathan agarra la parte superior de la misma
para impedir que la cierre después de subirme.
—Lo siento.
—¿De verdad?
—No te vayas. Vuelve adentro. Déjame compensarte.
Resoplo.
—Gwen, te lo suplico. —Su voz suena como un triste eco. Suena tan cerca del
borde de las lágrimas como yo—. Vuelve adentro. Por favor. Por favor.
—No —digo, mis ojos concentrados al frente—. Estás fuera de lugar y
literalmente no soporto estar cerca de ti ahora mismo.
—Entonces me quedaré fuera de tu camino. Simplemente no te vayas...
Trato de cerrar la puerta.
—Por favor. —Intenta agarrar mi brazo, pero la mirada que le disparo
instantáneamente detiene su movimiento en el aire—. ¿A dónde vas a ir?
—Oh, no lo sé. Tal vez corra hacia Kerim, igual como corrí hacia ti —espeto y
finalmente consigo cerrar la puerta. Saliendo en reversa, trato de ignorar el aspecto
de devastación en su rostro, pero es imposible. Se grabará para siempre en mis
retinas.
Pero no puedo simplemente dejar ir el hecho de que tiene tales cosas
circunstanciales contra mí. ¿Lo lamenta? ¿Desea nunca haber hecho un
movimiento con la chica de su hermano? ¿De eso se trata todo esto ahora? Siempre
decía que yo era la primera. ¿Lo decía en serio?
Nada de eso puede pintarse en blanco y negro. Lo que sucedió no puede
resumirse en un solo párrafo. ¿Cómo se atreve a juzgarme? Él también estaba
metido en esto. ¿Se culpa tanto como parece que me culpa? ¿O son sus
inseguridades alimentando una ridícula idea que ni siquiera cruzaría su mente de
otra manera? No es que eso lo mejore, si ese es el caso.
Solo desearía que saliera de él o al menos tratara de controlarla. No puedo 166
jugar a la víctima completamente. He hablado de Kerim demasiado afectuosamente
últimamente y sé que no ayuda, pero es puramente inocente. No hay nada entre
nosotros. Es solo... mi ídolo o algo así. Siento mucho respeto por él. ¿Por qué
Nathan tiene que empañar eso? ¿Por qué tiene que convertirlo en algo sucio e
incorrecto?
Nathan: Por favor, vuelve a casa. Por favor. Te prometo que no
voy a discutir más. Solo te quiero aquí.
Leo ese mensaje en un semáforo y en la distancia hay una rotonda. Podría dar
la vuelta y continuar esto, o podría hacer lo que él hizo y permanecer lejos durante
toda la noche. No estoy segura de lo que sería mejor en el largo plazo.
Necesito helado.
Estoy desperdiciando una noche libre de niños con toda esta depresión.
Suspirando fuertemente hago un giro en U en la rotonda y manejo de vuelta a casa.
Nathan, que parece estar esperándome, sale corriendo de la casa y me atrae
en sus brazos.
—Lo siento.
—Detente. —Su confusión sobre mi palabra me hace sonreír—. Vas a venir
conmigo por la noche.
—¿A dónde vamos?
—Por helado.
—Eso suena excelente. —Sonríe, besando mis labios húmedos—. Tal vez
podamos traer un poco a casa con nosotros.
—Eres tan sucio de mente. —Me río, llevándolo a mi auto—. Voy a conducir.
—En realidad no —me dice, atrayéndome hacia él—. Vas a sentarte en el
asiento del pasajero y a relajarte.
—Bien, pero si te desvías no voy a chupar helado de tu polla más tarde.
Se ahoga un poco, abre la puerta del auto y se acomoda.
—No provoques.
—Date prisa o no vamos a conseguir mi favorito —digo mientras rodea el
frente del auto y se agacha entrando en el asiento del conductor. Estoy aliviada de
que el auto todavía esté fresco de nuestro viaje anterior como tan húmedo y cálido
en el exterior. Ese es el problema con el clima inglés; cuando hace calor, es pesado
y húmedo.
—Gracias por volver.
—Hay un propósito detrás de mi cambio de humor —le aseguro, fijando mi
decidida mirada en el camino—. Gira a la izquierda…
Cinco minutos más tarde nos sentamos en el estacionamiento del personal de
mi lugar de trabajo. Puedo decir que Nathan no está contento por traerlo aquí, pero
no me importa. 167
—Dijiste helado —murmura, con la frente fruncida de disgusto.
—No estaba mintiendo sobre el helado.
—¿Por qué estamos aquí?
—Quiero que veas mi trabajo y conozcas a mis compañeros de trabajo.
—¿En serio?
—Hicimos esto por ti —digo con brusquedad, irritada por su actitud—. Es tu
turno.
—Tienes razón, lo siento —murmura—. Solo... no le digas nada a Kerim.
—Obvio. —Tomo su mano—. Vamos.
—¿No estarán demasiado ocupados?
—Siempre —le contesto, sonriendo mientras nos acercamos al edificio. Los
hermosos olores salen de la puerta ligeramente abierta. Noto una lata de chiles
abierta y pongo mis ojos en blanco. Él no debería dejar la puerta abierta,
especialmente no mientras se preparan alimentos. Debería comprar un tope de
puerta, pero entonces estaría permitiendo que la puerta estuviera abierta.
—¿Estás segura de que estamos autorizados?
—Deja de ser un bebé. —Abro la puerta y llevo a Nathan adentro. El brillo de
la cocina viene a través de la luz del vidrio en la segunda puerta. Cerramos la salida
detrás de nosotros y entramos.
Sonrío ante la visión de todo el mundo trabajando duro, volteando las cosas
en sus estaciones, arrojando hierbas en las ollas de la estufa, cortando la carne lista
para cocinar. Las órdenes de Kerim se transmiten por encima de las voces de todos
los demás.
No nos han visto entrar, demasiado cautivados por su propio mundo, así que
jalo a Nathan a la zona privada de la cocina donde los clientes no pueden ver y
tomo su chaqueta.
Es Harold quien nos observa primero y nos saluda con dos dedos sobre su
sombrero de chef. Eso atrae los ojos de los demás y todos me saludan.
—¿Qué haces en mi cocina en tu día libre? —dice Kerim por encima del ruido,
sonriendo un poco.
—Estoy robando algo de tu helado.
—Te costará.
Pongo los ojos en blanco y tomo la mano de Nathan.
—Vamos, al congelador.
Cuando deslizo la grande y pesada puerta de metal abriéndola, Nathan
parpadea con asombro.
—Esto es enorme. Pone a nuestro pequeño congelador en vergüenza.
168
—¿Verdad? —Me río y me abrazo—. Verás, no servimos helado normalmente a
menos que se nos solicite e incluso entonces, es solo la vainilla estándar de allí. —
Señalo los grandes potes apilados en la esquina—. Hacemos eso a granel una vez al
mes.
—Está helando aquí. ¿Cómo puedes soportarlo?
—Te acostumbras. —Sonrío y empujo una gran estantería de metal sobre
ruedas a un lado, revelando una estantería más estrecha tan alta como yo,
ocultando varios potes de helado casero—. Este es el escondite secreto de Kerim. Él
hace el mejor helado del mundo.
Noto un chispazo de celos en los ojos de Nathan y empujo su brazo con el mío.
De verdad tiene un problema con Kerim.
—Elige tu veneno. —Recojo un pote de chocolate blanco y agarro una bolsa de
pedazos de caramelos para derretir. Nathan elige lo mismo y rápidamente salimos
del congelador.
—Mi favorito. —Kerim arrebata el pote al segundo que salgo del congelador y
sonríe infantilmente—. Chicos, es hora de helado. Gwen va a pagar.
Cuando vitorean colectivamente, todo el restaurante mira para ver lo que nos
ha hecho tan felices.
—¿Pagar? —susurra Nathan, pero Kerim lo escuchó.
—No te preocupes, amigo mío. Ella solamente tiene que hacer el siguiente lote
de helado y limpiar el desorden después.
—La primera persona que toque el helado de Kerim pierde —añado, riendo.
—Sí y ella perdió por los pasados... ¿tres meses ahora? —Kerim sonríe y
extiende una mano a Nathan—. ¿Cómo estás? Lo siento por no estar en contacto, ya
sabes cómo vuela el tiempo de rápido.
—Entiendo, me culpo de lo mismo. Gwen me ha mantenido al día. —Nathan
me pone bajo su brazo posesivamente. Kerim, afortunadamente, parece no
afectarse por la exhibición posesiva, abre el helado, agarra unos tazones pequeños y
comienza a servir el increíble helado en cada uno. Me alejo del hombre que amo y
coloco la bolsa para derretir en el microondas.
—A mí también —dice Kerim, sonriendo con facilidad.
—Para mí también —lo corrijo después de resoplar ante su desordenada
respuesta. Cuando se da cuenta, golpea mi mano con la tapa del helado.
—Tu mujer es una abusona. Siempre se burla de mí.
Encogiéndome de hombros, cruzo mis brazos sobre mi pecho y respondo:
—Es venganza por todos los gritos.
—¿Gritos? —La voz de Nathan se ha oscurecido. Hago una mueca.
—Esta es una cocina, gritamos. Tenemos que hacerlo, la presión es una locura,
—interviene Patience y estoy agradecida por la ayuda—. Todos gritamos. Incluso 169
Gwen.
—¿Gwen grita? —Nathan no luce como si lo creyera—. Creo que solo la he
escuchado gritar dos veces en todo el tiempo que la conozco.
—Ah. —Kerim se ríe en voz baja—. Te tolera más a ti que a mí. Eso es todo.
Esto es bueno. Pero tiene sentido, su pasión está en esta cocina. —¿Por qué tenía
que decirlo así?—. La pasión provoca fuego en una persona, ¿de acuerdo?
Nathan asiente, pero parece que quiere matarlo. Siento que su mirada
tampoco es inadvertida por Kerim, a pesar de que no muestra ninguna señal de
darse cuenta.
El microondas suena así que agarro el caramelo con una mano enguantada y
empiezo a lanzarlo a chorros sobre el helado en cada tazón.
Me encanta cuán rápido la capa superior de helado comienza a derretirse,
hace que el sabor sea mucho más delicioso. El contraste del caramelo caliente sobre
el frío y derretido dulce es divino.
—Oh Dios mío —murmuro felizmente cuando la primera cucharada se derrite
en mi boca—. Literalmente no hay mejor sabor en el mundo que este helado.
Nathan parece poco dispuesto a estar de acuerdo, pero puedo ver que incluso
le ha afectado de una manera similar.
—Lanzaré el helado de caramelo ilimitado si consideras mi oferta —me dice
Kerim en voz baja, entrando en nuestra burbuja. Su repentino cambio de actitud no
ha pasado desapercibido y tengo ojos curiosos sobre nosotros.
—Necesitaremos repasar algunas cosas, pero... —Miro a Nathan con el rabillo
del ojo y rezo para que no se moleste por esto—. Estoy definitivamente interesada.
Es un honor trabajar contigo.
Kerim sonríe de oreja a oreja.
—En ese caso, voy a pagar el precio del helado y considero esto una
celebración de la victoria. —Cuando me guiña el ojo, permanezco pasiva. Nathan
parece listo para matar y si Kerim lo ha notado, no lo está dejando pasar—. Debo
trabajar. Disfruta de tu helado. Toma el pote si quieres.
—Chef —grita Harold, haciéndole señas.
—El deber me llama. —Kerim agarra mis hombros y aprieta antes de tomar la
mano de Nathan una vez más y prometiendo—: Estaré en contacto.
—Nos vemos más tarde, chicos —digo, tomando el pote de helado debajo de
un brazo con el caramelo apoyado en la parte superior.
Todos respondes con confusos, “Adiós, nos vemos más tarde, no quedes
embarazada”.
No estoy segura de quién gritó la última parte, pero les muestro el dedo medio
de todas formas.
—¿Ves? —le digo a Nathan mientras camino hacia la parte de atrás delante de
él—. Kerim es solo Kerim. No hay necesidad de ser paranoico. 170
—Ya veremos —murmura, agarrándome y atrayéndome hacia él—. Tienes
chocolate en el labio inferior. —Cuando chupa mi labio en su boca, tiemblo y me
derrito más rápido que el dulce en el microondas—. Sabroso.
—Deja de provocarme.
—Lo dices tú. —Sonriendo, me besa de nuevo, más profundo esta vez, me
agarra el culo con una mano mientras la otra mantiene mi cabeza clavada en su
lugar. Me aprieto y siento un hormigueo en mi vientre, especialmente cuando estoy
apoyada en la pared y sus labios recorren mi cuello. Hay poco que puedo hacer para
corresponder o rechazarlo por el pote de helado en mis manos.
—Nathan —susurro cuando su mano que estaba en mi cuello ahora agarra mi
pecho sobre mi camisa—. En serio, me estás matando.
Sonriendo, se retira, me besa la nariz y me lleva al auto. Necesito un abanico.
No recuerdo haberme sentido tan caliente. ¿Qué le sucedió y cómo puedo hacer que
vuelva sucederle otra vez?
Y luego, acostados en la cama, después de recuperarme de uno de los mejores
orgasmos que hemos compartido, Nathan susurra:
—Somos apasionados, ¿verdad?
—Si no crees que lo que acabamos de hacer es apasionado, hay algo mal
contigo.
Acariciando mi cuello y apretando mi cuerpo debajo del suyo, dormimos. Hay
algo tan relajante en dormirme con él todavía parcialmente dentro de mí,
conectándonos de la manera más íntima.
171
Capítulo dieciocho
Despertar suavemente sería un eufemismo; suaves besos y un gentil masaje
en mis miembros me revuelve del sueño. Suspiro con alegría. ¿Qué hice para ser
tan afortunada?
—Buenos días —tarareo cuando se mueve a mis pies y los frota con sus
manos—. Eso hace cosquillas.
—Shh —susurra y presiona sus dedos en la parte de atrás de mis rodillas—. Te
hice el desayuno.
—¿Sí?
—Se mantiene caliente. Vamos, ducha —exige suavemente y se aleja.
Abro los ojos y me estiro en el colchón, bocarriba y sintiéndome increíble.
—¿Qué hora es?
—Un poco después de las nueve.
—¿No nos quedamos en la cama hasta tarde, entonces?
—Tengo algo planeado.
Eso llama mi atención.
—¿Oh? 172
Sonriendo hermosamente, me ayuda a salir de la cama, se ríe ante mi
alborotado cabello y me dirige al baño.
—Ve a ducharte antes de que te arruine y nos haga llegar tarde.
Al hormigueo entre mis piernas definitivamente no le importa que eso pase.
176
Capítulo diecinueve
Recibo una llamada telefónica de camino al trabajo y mi mente curiosa, a
pesar de que dice spam, no duda en responder. Transfiero la llamada a Bluetooth y
cambio el volumen. Mis ojos permanecen firmes en todos mis espejos y en la calle.
—Habla Gwen —canturreo, mi tono alto y alegre.
—Hola, Guinevere.
Reconozco la voz, pero no puedo estar segura de quién es.
—Lo siento, la señal se entrecorta; ¿quién es?
—Mis disculpas, es Jackson. ¿Estás disponible para hablar?
—¡Oh! Por supuesto, lo siento, tengo tiempo.
—Genial. —Se aclara la garganta—. Sé que decidiste no seguir con mis
servicios, pero viendo que ya pagaste, simplemente no podía dejar un trabajo a
medias.
—Está bien. —Sonrío, segura de que no encontró nada.
—Normalmente enviaría a mis clientes un archivo con detalles de cuándo y
dónde ha estado la persona a la que están siguiendo, pero creo que no hace falta en
este caso.
177
Aunque sabía que esta sería la respuesta, mi corazón se hincha de alivio y mis
ojos arden con lágrimas.
—Es un buen hombre, ¿verdad?
—Sí, más allá de su loco horario de trabajo, tú, sus hijos, y visitar a su madre,
no tiene vida social. No hay mensaje de textos, llamadas, nada que no se pueda
vincular a ti, al trabajo o a la familia cercana.
Esa hinchazón en mi corazón se congela y mi cabeza se siente confusa.
—Un momento, necesito detenerme.
—Por supuesto, ¿debería volver llamar?
—¡No! —Prácticamente grito—. Necesito... solo un segundo.
Se queda en silencio mientras me estaciono con las manos temblorosas en el
volante, casi cortando el camino a un hombre en una bicicleta en el proceso.
Mierda.
—Lo siento, estoy bien ahora. —Tragando el bulto en mi garganta pregunto
nerviosamente—: ¿Su madre?
—Sí.
—¿No es mi madre? —Por favor, por favor que sea mi madre.
—No, una tal señora Patricia Weston.
—¿Estás seguro?
—Es mi trabajo —dice con un poco de altivez.
—Lo siento, solo estoy un poco... ¿Con qué frecuencia se encuentran?
Se calla.
—Estoy presintiendo algo aquí.
—Tendrías razón —le confirmo, sintiendo que aumenta mi ira, no con
Jackson. Definitivamente no con Jackson—. ¿Con qué frecuencia se han estado
reuniendo?
—Cada dos o tres días.
—Oh Dios mío. —Ese mentiroso—. ¿Cada dos o tres días?
—Aproximadamente. ¿Quieres la lista? Tomé fotos también.
—Por favor, si no te importa. Te lo agradecería. —Me pican los ojos con la
amenaza de las lágrimas—. ¿Son amistosos?
—Definitivamente —afirma, sin dejar lugar a dudas—. Aunque él permanecía
distante, tus niños parecían familiarizados con ella...
—¿QUÉ? —grito—. Esto no puede estar pasando.
—Yo no debería curiosear, pero...
—Es una mujer malvada y horrible.
La línea crepita de su lado mientras parece moverse, probablemente para 178
ponerse cómodo. Esto es simplemente otro día en la oficina para él.
—¿Aún necesitas mi ayuda? Puedo hacerte un hueco si es necesario.
—No, no, estoy bien. Puedo encargarme desde aquí. Gracias.
—Si estás segura.
—Te llamaré si no. Por favor envía las fotos si puedes, cuanto antes. Necesito
ver esto con mis ojos.
—No hay problema, las enviaré de inmediato. ¿Está segura de que no necesita
más ayuda?
Otro pensamiento viene a mi mente.
—Por casualidad, ¿sabes cuándo se van a reunir la próxima vez?
—De hecho, sí; por los mensajes diría el miércoles.
Vaya... Este detective privado es realmente invasivo.
—¿Miércoles?
—Al mediodía. —Cuando dice eso, tengo que ahogar un sollozo. Ese es el día
en que Nathan se supone que va a un evento de padres e hijos con los niños
mientras trabajo. No ha hecho más que mentirme—. Ya estoy colocándolo en el
correo electrónico con el resto de la información que tengo. Lamento que esto no
tuviera el final que esperaba.
—Yo también —murmuro, avergonzada por mi reacción, así que cuelgo con la
mayor rapidez posible—. Está bien, respira hondo. Todo es un gran malentendido.
Entonces llega el correo y no estoy segura de si realmente quiero abrirlo o
permanecer felizmente ignorante.
Demasiado tarde. Cuando llega el correo electrónico no dudo en someterme a
un mundo de dolor y rabia. Allí está, como dijo Jackson, en el parque con mis hijos
y esa vil perra. ¿Qué diablos está pasando? ¿Es por eso por lo que ha sacado el
tema?
¿Realmente quería decirme eso? ¿Qué le pasa?
Grito y golpeo el volante con mis puños. ¿Mis hijos han estado cerca del
abusador también? ¿O solo de la perra? ¡Necesito saberlo todo!
—Me siento mal por llegar tarde, especialmente viendo lo ocupados que
estábamos.
—Eso pasa. —Me hace un gesto con la mano y se apoya contra la pared—.
¿Está todo bien?
Sonriendo, una mentira en mi rostro, respondo:
—Por supuesto, estaba un poco enferma.
—Creo que hay pasa.
—Sí. —Mis manos colocan mi cabello detrás de mis orejas—. Te veré mañana.
—Bien, ¿a tiempo?
—A tiempo.
—Que tengas una buena noche, Gwen.
—Buenas noches, Kerim.
Me acompaña hasta la puerta y me observa hasta mi auto. Justo antes de que
suba, grita:
—¡No llegues tarde!
—No lo haré. —Aunque no estoy segura de lo que va a pasar ahora con
respecto al servicio de guardería.
¿Por qué mi vida no puede ser tan fácil como cuando estaba embarazada de
Emily? Estaba tan feliz entonces. Las cosas eran tranquilas, estables, resueltas.
Nathan era un sueño. Estábamos en el cielo.
¿Cómo puedo lidiar con esto?
El hombre a quien amo y en quien confío con mi vida es un mentiroso y ha
estado llevando a mis hijos cerca de un monstruo sin contarme. ¿Qué le pasa? ¿Por
qué nos haría daño de esta manera?
Llego a casa y la casa está a oscuras. Eso es bueno. No creo que pueda fingir
esta noche. Lo que necesito es dormir y tener la mente más clara. Tal vez debería
escribir una lista para hacer frente mientras hablo con él. ¿Servirá de algo?
Estoy tan aterrorizada por todo lo que está pasando con nosotros. Tengo este
horrible malestar en mi interior que sea lo que sea que pase a continuación nos va a
romper de tal manera que no habrá vuelta atrás.
Todo lo que puedo ver en mi futuro es solo yo, dos hijos con dos padres
diferentes, una carrera fallida y canas antes de tiempo. Tan sombrío y aterrador.
¿Ya he renunciado a él? ¿Qué más puedo hacer? La confianza entre nosotros
está destrozada. No veo cómo esto puede excusarse o racionalizarse.
Cada parte de mí quiere evitar a Nathan ahora mismo. Nunca me sentí de esta 181
manera antes. No quiero subir a la cama a su lado, aunque sé que tengo que
hacerlo. Hasta que entienda cómo hacer esto, necesito actuar normalmente. No
puede saber que lo sé. Necesito verlo con mis propios ojos y atraparlo con ella.
Estará demasiado nervioso para continuar mintiendo y estaré demasiado enojada y
concentrada para que me convenza de que esto es mi culpa.
Después de llegar a nuestro dormitorio, miro su forma dormida y me visualizo
sacudiendo las respuestas de él. Las palabras caerían de su piel, respondiendo a
todas mis preguntas con la pura verdad. Si tan solo las preguntas pudieran ser
contestadas de esta manera.
Nathan se queja en voz baja en su sueño, tumbado boca abajo, su rostro hacia
la ventana. Salgo de mi ropa y me pongo en pijama lo más silenciosamente posible.
Cada gruñido que Nathan parece hacer en su sueño me tiene deseando el sofá.
El pensamiento de sus brazos alrededor mío en este punto me hace querer llorar.
Con cuidado, retiro la manta y me meto echa una bola en el borde, lo más
lejos posible de él. Mi mente, aunque un torrente de pensamientos, pronto se
asienta en su agotamiento y la oscuridad me reclama.
—¡Paaaaaaaaa! —grita Dillan y siento que Nathan se mueve a mi lado—.
¡PAAAAPPPPIIIII!
—Voy a ir —susurra Nathan y besa mi oreja—. No abras los ojos; te has
quedado trabajando muy tarde.
Hago lo que me dicen, sobre todo porque mis ojos se están llenando de
lágrimas.
¿Cómo puede un hombre tan perfecto ser tan imperfecto? ¿Sabe lo mucho que
sus mentiras van a romper mi corazón? ¿Honestamente piensa que nunca voy a
averiguarlo?
Permaneciendo en la cama porque no tengo fuerzas para salir, escucho
mientras persigue a Dillan por las escaleras. Emily todavía debe estar durmiendo,
como la perezosa que es. Parte de mí quiere volver a antes de la llamada telefónica
de ayer. ¿Por qué tuve que responder?
Cuando finalmente me levanto es cuando Nathan viene a recoger a Emily. Me
besa la mejilla, me pellizca la piel de la cadera y me abre la puerta del baño.
Puedo hacer esto. Cantando esto a mi reflejo en el espejo, agarro el lavabo con
ambas manos y luego mentalmente me doy ánimo. Él ha estado viviendo una
mentira durante meses; puedo manejar tres días más.
182
Capítulo veinte
Los días no pasan exactamente volando, pero es bastante fácil pretender que
las cosas son normales. Eso es hasta que llega el miércoles. Verlo irse con mis hijos,
saber a dónde va con ellos, me hace querer desgarrar algo. Parecía tan normal, tan
tranquilo con sus mentiras.
Pero, por otro lado, también lo hacía yo. Cuando le dije que definitivamente
trabajaba esta noche, cayó de mis labios muy fácilmente y supo amargo en mi
lengua. Nunca he sido una mentirosa y cuando lo he intentado, nunca he sido
buena en ello. A causa de esto, él pudo sentir que algo iba mal. Lo supe porque
seguía echándome vistazos cuando pensaba que yo no miraba. Afortunadamente,
no sacó el tema de su salida hoy más allá de recordarme la hora y no pregunté
porque estaba preocupada de no ser capaz de mantener la calma. Me cortaba como
un cuchillo a la mantequilla cuando actuaba como si hoy fuera solo otro día
normal.
A pesar de que interiormente estoy rabiando, me las arreglo para calmarme lo
bastante para seguirle a su destino. Ya sé a dónde va, pero no quiero arriesgarme a
perderme cualquier cambio en sus planes, así que me pego a él tanto como es
posible sin que me note.
Mi corazón es tal frenética melodía, que siento como si fuera la única
haciendo algo malo y tal vez voy a abordar esto completamente de la manera 183
equivocada, pero no puedo evitarlo. Estoy haciendo esto sola. Tal vez debería haber
hablado con alguien primero, Sasha o Tommy o incluso mi madre. Solo no siento
como si fueran a entender sin conocer la historia de fondo de Nathan y nunca lo
expondría así a ellos.
—Joder —grito cuando finalmente estacionamos en el parque en Edmonton,
Londres, bastante lejos de donde vivimos y nunca una zona por la que he pasado
para ir al trabajo, así no hay riesgo de que lo atrape.
Pensó mucho en esta red de mentiras.
Estacionar no es demasiado difícil y espero a que salga con mis bebés antes de
detenerme en mi lugar, solo a unos autos de distancia del suyo. Amo ver lo mucho
que quiere a los niños; está sosteniendo la mano de Dillan mientras este salta a su
lado, pateando la hierba por la que camina. Emily está equilibrada en su cadera; es
perezosa y tan feliz de ser cargada a todas partes por el momento. Su papá está
demasiado feliz por complacerla.
Saliendo de mi auto, me apoyo contra él, mirando mientras acorta por la
hierba hacia el parque. Los niños corren por todas partes, sus padres cerca. Nunca
me ha traído a este parque antes, aunque no es tan diferente del que hay cerca de
casa.
El vello de mi nuca se levanta y sé que estoy en presencia de un demonio. La
siento antes de verla y cuando lo hago, tengo que presionar mi espalda contra el
lateral de mi auto para recordarme por qué es una mala idea lanzarme hacia ella y
arrancarle el cabello.
Los niños no se apresuran hacia ella, ambos demasiado ansiosos por jugar en
el parque. Esto me hace sentir un poquito petulante. Al menos, no los ha engañado,
no aún de todos modos.
Nathan tampoco va a abrazarla. Comparte unas pocas palabras. Ella le sonríe
con calidez y coloca una mano en su brazo. Él se aleja, claramente incómodo con el
contacto.
Esto es una locura. ¿Por qué ella ha vuelto a su vida? ¿Qué quiere de él?
Me siento como una acechadora loca mientras los observo interactuar,
intentando reunir el valor para revelar mi presencia. ¿Debería? ¿O debería
simplemente dejarles tener una hora y luego acercarme a Nathan?
Lágrimas caen de mis ojos mientras intento descubrir mi razonamiento detrás
de todas mis decisiones y de todas las suyas.
—¿Qué estoy haciendo? —me pregunto y golpeo con la palma de mi mano el
techo del auto. Cuando abro la puerta y entro de nuevo, aferro con fuerza el volante
hasta que mis nudillos se ponen blancos. Pongo el auto en punto muerto después
de girar la llave y doy un último vistazo al hombre que creí conocer.
Desafortunadamente, como si mi esencia fuera llevada por el viento, Nathan se da
la vuelta y sus sobresaltados ojos se encuentran con los míos. Los veo llenarse con
remordimiento y pánico, pero no me detengo. 184
—¡Gwen! —Lo veo vocalizar y da un paso en mi dirección.
Debería irme, pero no puedo encontrar el valor, así que, en su lugar, espero a
que alcance mi auto. Tira de la manija mientras mantengo mis ojos en los niños.
Esa vil perra nos está observando, su rostro retorcido con falsa preocupación.
—Abre la puerta —ordena Nathan suavemente.
Bajo la ventanilla en su lugar, aun negándome a mirarlo.
—Puedo explicarlo, pero necesito volver con los niños. —Cuando no lo miro,
pasa la mano por la ventana para guiar mi rostro en su dirección. Me retiro; sus
dedos contra mi piel se sienten venenosos—. Nena. —Su súplica es un afligido
suspiro—. Lo siento.
—Lo sé —murmuro y meto la marcha del auto—. También lo hago.
—¿Por qué lo sientes? —Se inclina hacia delante para verme mejor y me
inclino hacia el lado para evitarlo mejor.
—Porque no creo que nunca sea capaz de perdonarte esto. —Lágrimas caen y
un sollozo sube por mi garganta, ahogándome con un bulto que simplemente no
puedo tragar.
—Yo… —Presiona su frente contra sus manos, que descansan en el marco de la
ventanilla bajada—. Iré por los niños y te encontraré en casa.
—No —espeto, negando, mis ojos en mis hermosos bebés corriendo por el
parque muy alegres. Su madre está al lado, pareciendo incómoda y demasiado
formal para un parque. Parece vestida para un banquete, no para una zona de
juegos embarrada—. Yo llevaré a los niños.
—Los asientos están en mi auto; no tiene sentido intercambiarlos cuando voy
a ir directo a casa contigo —implora, su voz baja y suave.
Asiento en acuerdo, todavía evitando el contacto visual. Tanto como quiero
alejar a mis niños de esta situación, no sería lo mejor para ellos.
Retrocede, todavía mirando con fijeza mi perfil, antes de volverse y llamar a
los niños. Cuando se detiene para hablar con su madre y apunta al auto, la veo
colocar una mano en su pecho. Lo que sea que dice, hace que Nathan niegue y se
aleje mientras ella le extiende la mano. Me mira y la mirada fulminante que me
lanza es puro veneno, así que levanto mi dedo medio y sonrío sardónicamente a la
trajeada perra.
Además, no me voy hasta que Nathan tiene a mis niños en su auto y está
dirigiéndose a casa. Nunca debería haber permitido que llegara tan lejos. Es injusto
que los niños estén ahora sufriendo por nosotros. Me perdonarán cuando saque la
caja de manualidades. Espero.
Mi casa parece un lugar tan desolado cuando cruzo la puerta con Emily en mis
brazos. Nathan y yo no hemos hablado y no hablamos mientras cruzamos el umbral
y dejamos a los niños en la sala de estar. Como silenciosamente prometí, saco la 185
caja de manualidades segura para bebés y sonrío cuando vitorean con regocijo.
Nathan me espera en el pasillo, su rostro una máscara sombría.
—Tienes que irte —exijo en voz baja, sin encontrar sus ojos.
—¿Qué? —Exhala, su cuerpo tensándose de inmediato—. Solo necesitamos
hablar…
—No quiero escuchar. —Mis palabras susurradas caen de mi boca más rápido
que las lágrimas de mis ojos.
—Gwen… —Sus manos acunan mi rostro. No lo aparto; le dejo buscar mis
ojos. Quiero que vea el dolor que ha infligido—. Lamento haber mentido.
—Supongo que está bien entonces. —Mi voz es una plana nota mientras mis
manos se envuelven en sus muñecas a cada lado de mi rostro—. Está todo
arreglado.
—No lo entiendes.
Aparto sus manos de mí y limpio la humedad bajo mis ojos.
—Vete.
Hay un fuerte golpe en la puerta. Se repite durante al menos siete segundos
antes de que cualquiera de nosotros se mueva para atender. En su lugar, nos
quedamos ahí, mirándonos, mis ojos llenos de dolor, los de Nathan llenos de
remordimiento.
Cuando abre la puerta, lo veo cerrar los ojos y sus labios se vuelven una fina
línea blanca antes de que mire de su perfil a la persona tocando.
—¿Qué hace ella aquí? —gruño enojadamente, mis ojos sobre Nathan y no la
horrible criatura de pie en mi entrada.
—No lo sé. —Suelta el aliento y espeta—: ¿Nos seguiste?
—Quería ayudar —responde su madre y resoplo incrédulamente.
—No estás ayudando —susurra Nathan y va a cerrar la puerta, pero la mano
de ella se extiende y la presiona contra la madera.
—Tenemos un enorme puente que construir —me dice, sus ojos gentiles y
pareciendo sinceros.
—Pues entonces pueden construirlo ustedes juntos, a mis espaldas. ¡Parece
que han estado haciendo un trabajo brillante hasta ahora!
—Realmente necesitamos hablar de esto —implora Nathan, volviéndose hacia
mí con su mano aún en el pomo de la puerta—. Déjame explicar.
Mi mandíbula golpea el suelo.
—¿Explicar qué, exactamente? Sé qué ha estado pasando y estoy más allá de
importarme el por qué.
—Por favor.
—No lo entiendes —espeto—. El hecho de que no confiaras en mí para estar de 186
acuerdo es… —Fulmino con la mirada a su madre—. No voy a hacer esto delante de
ella.
—Estás siendo muy infantil —comenta ella.
¿Cómo se atreve? ¿Estoy siendo infantil?
—¿Te estás burlando de mí? —gruño y la mano de Nathan agarra mi
tembloroso bíceps—. Largo.
—Esto se está saliendo de control; te estás enojando. —Su mano intenta tirar
de mí a la casa—. Madre, tienes que irte.
—Ambos tienen que irse. —Libero mi brazo de un tirón y miro la habitación
donde los niños están dibujando sobre un tapete negro con sus tizas multicolores.
—No te engañé porque quisiera hacerlo. —Nathan completamente ignora mis
deseos. Puedo sentir un dolor de cabeza por el estrés empezar a latir en mis
sienes—. No lo hicimos. —Apunta entre su madre y él—. No tenía intención de
causarte dolor.
—Pues lo hiciste.
—¿Y qué hay del dolor que tú le ocasionaste a Nathan? —interviene Patricia,
su rostro retorcido con un ceño.
—¿Perdona? —La confusión es la cosa más prominente que siento ahora
mismo, seguida de cerca por la ira—. ¿Has estado discutiendo sobre nuestra
relación con ella?
—No. —Los ojos de Nathan se amplían—. ¿De qué hablas? ¿Qué dolor?
—No necesita contármelo; cada vez que lo veo ha sido obvio. Siempre está tan
cansado, especialmente considerando que no aceptas ayuda de fuentes externas. El
pobre Nathan se está quedando exhausto —se burla, sonando cada pizca tan
pomposa como se ve.
—¿Disculpa? —siseo, mis puños apretados a mis lados.
—Madre —espeta Nathan—. Eso no es verdad. Era yo el que rechazaba la
ayuda.
—Una mujer de verdad lo habría notado y llamado ayuda de todos modos. No
hay excusa.
¿Cómo se atreve a cuestionar mi crianza? ¿Cómo se atreve?
—Voy a darle un puñetazo en su jodido rostro —gruño, dando un agresivo
paso hacia ella.
—Gwen. —Nathan me toma del brazo para evitar que libere mi ira—. Eso
difícilmente ayuda.
—¿Perdona? —Me vuelvo hacia él, mi boca abierta con horror—. ¿La estás
defendiendo?
—No, por supuesto que no, solo…
187
—¿Solo qué?
—Ha cambiado.
—Porque quiere algo de ti —grito después de soltar una áspera carcajada. ¿Por
qué no puede entrar en razón?—. Permitió que fueras abusado durante años.
—¿Abusado? —cuestiona Patricia, actuando con inocencia.
—Estaba bajo un montón de estrés por la salud de Caleb.
—¡ESA NO ES UNA PUTA EXCUSA!
—Gwen…
—¡No! —Alzo mi mano para silenciarlo y me vuelvo hacia la malvada mujer en
mi presencia. Me odio por perder el control, pero no puedo evitarlo—. Si siquiera
das un paso a un millón de kilómetros de mis hijos de nuevo, te mataré. —Palidece,
probablemente viendo cuán en serio hablo y estoy siendo mortalmente seria. Sin
intención de juego de palabras—. Permaneces lejos de ellos.
Nathan frunce el ceño.
—También es mi decisión.
—No, te estoy quitando eso hasta que vuelvas a tus sentidos.
—¿Disculpa? —Su tono es oscuro y peligroso.
—Me oíste, Nathan. Te quito tus derechos, todos, hasta que madures de una
jodida vez.
—No te atreverías —espeta con amargura, dando un paso en mi espacio—. Son
mis hijos también.
—Y estás dispuesto a ponerlos en peligro.
—No puedes quitármelos.
—Oh sí puedo. Si insistes en que este vil ser debe verlos, entonces puedes
llevarme a la corte y confía en mí cuanto digo que voy a contar TODO. —Su rostro
se pone pálido y me odio por lastimarlo de esta forma—. Para proteger a mis hijos,
hay poco que no haría.
—Si alejas a esos niños de mí, Guinevere, nunca te perdonaré.
—Y si la eliges a ella por sobre nosotros, tampoco te perdonaré —respondo
con honestidad, dolida por sus palabras, tanto que lágrimas caen por mis mejillas
mientras hablo—. Pero una vez más, después de tus engaños no estoy segura de que
pueda perdonarte de todos modos.
—Estás siendo injusta —dice, agarrando mis brazos para evitar que me gire—.
Están siendo completamente irrazonables.
—Si eso es cierto la corte lo verá, ¿verdad?
—No puedo creer que esto esté pasando.
—Tampoco yo —espeta Patricia, con sus manos sobre sus labios.
—¡Solo vete! —le grita Nathan y luego le cierra la puerta en la cara—. Gwen, 188
vamos a calmarnos. Esto ha sido completamente exagerado.
—Eso sigues diciendo. —Me alejo de él, mirando a los niños de nuevo. Dillan
me ve y sonríe antes de arrojar un tubo plástico que repica. Sonriendo. Arrugo la
nariz y regreso mi atención a Nathan
—Necesito que te vayas.
—No voy a dejarte.
—No tienes opción. —Sus manos se acercan a tocarme, pero me alejo—. Vete.
—¿Por qué? Lo siento, pero debes entenderlo desde mi punto de vista. Sé lo
mucho que la odias.
—¡Con buena razón! —grito—. Mi Dios… ni siquiera sé quién eres.
—Podría decir lo mismo.
—No confías en mí con algo tan importante que me mentiste a la cara para
esconderlo. —Toqué su pecho. Toma mi mano al segundo en que lo hago y la
sostiene con fuerza—. Suéltame.
—Escucha…
—No. Ya terminé de escuchar.
—No has empezado todavía.
—Tienes razón. —Soltándome, camino a la puerta y jugueteo con mi llave para
abrirla por diez segundos antes de darme cuenta que ya está abierta—. La hora para
escuchar fue hace meses, antes de que empezaras a escabullirte.
—Para ver a mi madre, no por tener un romance.
—Y después de todo lo que ha hecho, no estoy segura de qué es peor.
Abro la puerta, pero su mano viene a mi hombro y la cierra de nuevo.
—Apenas y nos hemos visto; no sabía cómo te lo tomarías.
—Si quieres tener una relación con esa perra entonces, adelante, pero cómo te
atreves a meter a mis hijos en esto.
—Deja de llamarlos tus hijos; son nuestros hijos y nunca haría nada para
lastimarlos.
Niego.
—Hace un tiempo habría creído eso.
Me da vuelta y me presiona contra la puerta, lo suficientemente fuerte para
sorprenderme, pero no para herirme.
—¿Cuestionas mi paternidad?
—Cuestiono tu cordura y también cuestiono tu amor y respeto.
—¿Mi amor y respeto? —Sus ojos brillan con rabia—. ¡Me rompo la espalda
para hacerte feliz!
—Vaya. —Suspiro, apenas creyendo lo que escucho—. ¿Te rompes la espalda 189
para hacerme feliz? Lo dices como si lo hubiera pedido o como si fuera algo malo
que estés obligado a hacer.
—Ahora solo quieres pelear.
—Solo quiero que te vayas.
—¿De verdad?
—Sí.
—Pruébalo.
—¿De repente esto es un juego para ti? —espeto—. ¿Qué parte de “no confío
más en ti” es tan difícil de entender?
—Volveré a ganarme tu confianza.
—¡No quiero que lo hagas! —grito, esta vez empujando su pecho para que dé
un paso hacia atrás lejos de mi espacio.
Su apuesto rostro queda en blanco y su barbilla se alza desafiante.
—¿No me quieres?
—No te conozco.
—¿No me quieres? —repite con aspereza—. ¿No confías en mí?
—No.
Su mano tira del cuello de su chaqueta y lo baja, revelando la cicatriz que
recibió hace dos años.
—¿No confías en esto?
—No puedo creer que pongas esto en mi contra.
Ignorando mis palabras, espeta:
—Si de verdad no confías en mí, devuelve el anillo.
Mi corazón salta dolorosamente y por un momento me preocupa que se
detenga. La determinación con la que lo pregunta duele, pero mi mano de
inmediato va por mi dedo anular y comienza a retorcer y tirar de la delicada pieza
de joyería en mis nudillos.
Su respiración se detiene y sus ojos se ponen aguados.
—Eso fue muy fácil. —Me quita el anillo de la mano y lo arroja al suelo tras
él—. Muy fácil. No querías esto, ¿verdad?
Me muevo a la derecha, pero agarra mis brazos y los empuja contra mi pecho,
sujetándome contra la pared.
—No querías nada de esto. Es por eso que postergabas el matrimonio. Ibas a
dejarme; lo recuerdo. Siempre tuve mis dudas. Nunca llegamos a una conclusión
sobre nada antes del incendio. Te embarazaste.
Trato de liberarme mientras sus manos aprietan mis muñecas, provocando
una ardiente incomodidad en mi piel.
—Suéltame. 190
No lo hace; continua con su ridícula diatriba.
—Casi morimos. Esa es la única razón por la que te quedaste conmigo,
¿verdad? ¿Eso y por Emily? ¿Te obligué? ¿Te sentiste culpable porque casi
morimos?
Nunca había visto este lado de él. No sé qué hacer. Siento pánico mientras me
sujeta con fuerza, aplastando mis muñecas en sus manos contra mi pecho.
—Nunca pude ser él.
—Nathan, estás lastimándome —digo tranquilamente, intentando calmar la
situación. Nunca hubo un momento como este en que me sintiera aterrada por él,
no desde que me enteré sobre su vida de abusos y golpeó una pared al lado de mi
cabeza. ¿Fue eso una advertencia de cosas por venir?
—Y ahora, ahora solo te deshaces de mí tan fácilmente. —Suelta mis muñecas,
sin hacer ni un gesto cuando froto una y luego la otra para aliviar el dolor—. Ahora
has encontrado un hombre sin manchas que sabe cocinar, alguien con quien
compartes una pasión. Otro hombre perfecto para Gwen, como Caleb era.
—Basta —ordeno, intentando escapar de la jaula de sus brazos.
—¡Ni siquiera dudaste! —grita y escucho el dolor en su voz—. Es claro ahora,
sin embargo. Me convertiré en el papá del fin de semana, cuidando a tus hijos
mientras vas y te acuestas con mi amigo. Algo me dice que fue tu plan todo el
tiempo.
Mi mano se mueve y con un fuerte golpe conecta con su mejilla. Mi palma
cosquillea y duele por la fuerza de este y Nathan retrocede por la fuerza de su
cabeza girándose.
Ambos escuchamos un peculiar crujido con su paso hacia atrás y ambos
mirando mientras levanta su bota, revelando un doblado y roto anillo.
—Mira. —Se ríe y se inclina para recoger el símbolo roto de nuestro
compromiso—. Si esto no es una señal entonces no sé qué lo es. Tal vez pueda
convertirlo en un dije y puedas ponerlo en tu collar al lado del anillo de Caleb.
—Has perdido la cabeza. —Sollozo, frotando mi pecho con la misma mano que
lo golpeé. Nunca ha sido tan cruel en todo el tiempo que hemos estado juntos.
—Probablemente. —Guarda en su bolsillo el anillo roto y me mira a los ojos.
No puedo ver qué piensa o siente. La máscara cuidadosamente guardada que una
vez usó constantemente en su sitio. Estoy muy enojada para intentar arrancarla—.
Como prometí, me iré.
—Creo que es lo mejor.
—¡Papi! —Dillan viene corriendo por el pasillo e inmediatamente se aferra a la
pierna de su padre. Emily viene a trompicones tras él, cubierta en tiza. Logro
reírme un poco por su estado. No estoy segura de cómo, nunca me he sentido
peor—. Emy jaló mi pelo.
—Emily —la reprendo cuando Nathan no dice nada. Al mirarlo, noto sus ojos 191
hinchados y triste, pero aún hermosos en mí—. Solo vete, Nathan.
—Como quieras —sisea y cuando su respiración se atora, mi pecho siente una
puñalada con el más intenso dolor—. Te amo con cada fibra de mi ser, Guinevere.
¿Por qué no puedes sentir lo mismo?
Sale de la casa, dejándome sin aire, fría y no es por la brisa.
—¿Papi se fue?
—Fue a trabajar —miento y levanto a mi niño en brazos.
—Sí —dice mientras con sus manitos acaricia mi cabello—. Papá trabaja con
brillos.
—Así es, bebé. —Mis dientes muerden mi labio inferior tembloroso y lo
sujetan.
—Brillos, destellos, alas y ceras.
—¿Deberíamos organizar el cuarto? —susurro y acaricio su nariz con la mía.
¿Qué haré con el trabajo? ¿Cómo les explicaré esto a todos?
La noche pasa lentamente y estoy aliviada cuando los niños van a la cama,
aunque no tan aliviada cuando noto que Nathan no ha estado en contacto. No estoy
segura de por qué espero que lo esté. Supongo que solo me siento mal y siento que
él debería estar arrastrándose un poco. Es jodido, lo sé. Lo último que quiero es
provocarle dolor, pero necesito seguir mi corazón y cabeza y ambos no están en
esta relación ahora. No puedo estar con un mentiroso. Duele mucho. Caleb me
dañó de por vida.
Las palabras de Nathan nadan en mi cabeza, haciendo eco de nuevo. ¿De
verdad piensa tan poco de mí?
¿De verdad cree que solo lo quería por la obligación y el hecho de que casi
murió y estaba embarazada con su hija?
¿Por qué nunca me habló de estas preocupaciones? Es injusto que de repente
me esté culpando por todo esto ahora sin darme oportunidad de defenderme. Lo
amo, con todo mi corazón lo amo. ¿Cómo no puede verlo? Me hace más feliz que
nadie. Incluso que Caleb. Cada momento con Nathan está lleno de feroces y
apasionadas chispas. Es una lástima que él no pueda superar sus inseguridades
para darse cuenta de esto.
Gwen: ¿Puedes de casualidad cuidar a los niños mañana mientras
voy al trabajo?
Jeanine: Claro, ¿todo bien?
Gwen: Podría ser mejor. ¿Debería llevarlos y los recojo mañana en
la mañana o te gustaría venir aquí? De verdad lo agradecería. Te debo
mucho. 192
Jeanine: Para nada. Tráelos. Llevaré a pasear a esas bellezas. No
te preocupes por nada.
Gwen: Muchas gracias, eres la mejor.
Jeanine: Lo sé ;)
Un peso se ha aligerado ahora que he resuelto el trabajo de mañana.
Afortunadamente. Es una pregunta sobre qué más haré para resolver esto que me
tiene preocupada.
No quiero alejar a los niños de su padre, pero hasta que él resuelva sus cosas,
probablemente es mejor que esté ausente un tiempo. Cuando esté mejor
mentalmente sé que lo entenderá.
Solo lamento que tuviera que llegar a esto.
Capítulo veintiuno
—Es bueno verte. —Jeanine me abraza fuerte, sus brazos alrededor de mí y de
Emily, quien intenta apartarla en protesta.
—También a ti. —Sonrío, aunque es una sonrisa plana. No dormí bien anoche
y eso no pasa desapercibido. Jeanine me mira con preocupación, sus cálidos ojos
ayudan a aliviar la tensión que siento.
—¿Qué pasa? —pregunta y niego para aliviar el nudo en mi garganta.
Sintiendo la necesidad de tomar un momento, toma a Emily de mis brazos y guía a
Dillan en la habitación.
—Tienes la casa llena. —Sonrío, saludando a su hija Jennifer y su hijo Tyler—.
¿Cómo estás, Jen?
—Estoy genial, gracias, ¿tú?
—Brillante.
Esboza una sonrisa muy similar a la de su madre y toma el tren de juguete que
Dillan le entrega.
—¿Quieres jugar?
—¿Te importaría vigilar a los niños mientras ayudo a Gwen con sus cosas? —
cuestiona Jeanine en voz baja, su suave mano en mi brazo. 193
—¿Puedo ayudar y tú quedarte? —sugiere Jen, pero Jeanine lo deshecha y
replica:
—Para nada. Tenemos mucho que discutir, dos pájaros de un tiro.
—Adelante entonces. Estas pequeñas linduras estarán bien con Tyler y
conmigo, ¿cierto?
Mis niños la ignoran, demasiado fascinados con los muchos juguetes
disponibles. Jen y yo compartimos una sonrisa antes de salir de la habitación
detrás de su madre.
—Bien, vamos a sacar sus cosas del auto. —Jeanine me sigue y me ayuda a
levantar sus mochilas individuales y un cochecito doble—. Ahora, dejemos esto en
el pasillo y puedes seguirme a la cocina para lo que parece una muy necesitada taza
de café.
—Gracias.
—Entonces, ¿qué ha pasado?
—Qué no ha pasado sería una lista más corta.
—Oh, querida. —Colocamos las bolsas y la cuna al final de las escaleras—.
Vamos, hirvamos esa jarra.
—Suena genial. —Encuentro un asiento alrededor de la mesa de madera en su
cocina y vuelvo mi silla para mirarla—. Nathan se ha ido.
La cuchara en su mano repiquetea en la encimera y se gira para mirarme.
Nada salvo el sonido de la jarra siseando mientras se calienta se escucha en el
silencio de la cocina.
—Lo obligué a irse —aclaro para que no crea que fue toda su culpa—. Y no
creo que vaya a volver por cualquier cosa aparte de ser un padre y, por el momento,
incluso eso cuelga en la balanza.
—¡Oh buen Dios! ¿Qué en la tierra ha pasado?
Mis ojos arden, familiares lágrimas amenazando con caer sobre mis mejillas.
—Es complicado.
—¿Cuándo una ruptura no es complicada? —Se vuelve hacia los armarios y
saca dos tazas de uno junto a su cabeza. Cuando se vuelve hacia mí, veo la tristeza
en sus ojos—. Ambos se aman muchísimo.
—Lo sé. Él ha cambiado —susurro, deseando nunca tener que decir las
palabras en voz alta—. Sus inseguridades son demasiado difíciles de penetrar y ni
siquiera me permitirá intentarlo. Todo lo que hace es mentirme.
—Pues eso simplemente no lo hará.
—No, realmente no.
—¿Está pasando por algo? ¿Depresión, tal vez?
Me encojo de hombros. 194
—Tal vez, no estoy segura. No habla conmigo y no busca ayuda. Bueno, no de
nadie salvo de su madre, de todos modos.
—¿Su madre? —chilla, luciendo tan sorprendida como yo cuando descubrí por
primera vez sus salidas secretas.
Asintiendo, miro mientras revuelve las bebidas y añade leche.
—Como dije, es complicado.
—Así parece. ¿Quieres contarme más?
—Sí, oh, cuánto quiero solo dejar todo salir de mi pecho… —Un entrecortado
suspiro se me escapa y a pesar de que mi pecho se desinfla, se siente como si un
peso lo presionara—. No puedo. Él nunca me perdonaría si expusiera sus secretos,
incluso a ti.
—Eso es algo que entiendo. —Me entrega mi bebida y coloca un gentil toque
en mi hombro—. Todo se resolverá, ya verás.
—Espero que tengas razón.
—La tengo; han pasado por cosas peores.
No creo que lo hayamos hecho, pero no lo digo. Todo parece tan imposible y
lo extraño tanto. Si no fuera por los niños, no creo que hubiese salido de la cama
esta mañana.
¿Debería enviarle un mensaje? ¿Debería extender la primera rama?
No. Necesito dejar que esto se estabilice por un tiempo, tan loca como me
volverá. Necesitamos espacio para organizar nuestros pensamientos. Todo esto va a
llegar a un punto con el tiempo y no estoy segura de que presionar en este punto
nos ayude a resolver nada.
¿O tal vez es mi necesidad de huir del conflicto lo que me está haciendo débil?
¿Soy débil? ¿Cómo detecta uno la debilidad cuando ésta es superada con
fuerza?
—¿Qué vas a hacer?
—No tengo respuesta para eso. —Sorbiendo mi bebida, me recuesto y cierro
los ojos. Jeanine se mueve detrás de mí y juega con las puntas de mi cabello. Es una
de las mejores sensaciones del mundo.
—Todo se resolverá. Nathan y tú son una muy amorosa pareja y te ama más
que a nada.
—Sé que lo hace; solo desearía que supiera que siento lo mismo.
—¿Le has dicho eso?
—Creí haberlo hecho —murmuro—. Solo hay un tanto que una persona con
profundas inseguridades puede absorber, supongo.
195
—Lo superará.
—Probablemente. Sin embargo, ¿lo haré yo? Hay solo un tanto que una
persona engañada puede soportar antes de perder su capacidad para confiar.
—Sanarás. Él solo tiene que dar un paso adelante y demostrarte que puede ser
diferente.
Demasiado cierto.
—No creo que vaya a hacerlo.
—Hombre tonto. Lo siento mucho, Gwen. —Libera mi cabello y pellizca mi
mejilla—. Vete y toma una siesta antes de que tengas que ir a trabajar. Te ves
agotada.
—Lo estoy —contesto con sinceridad—. Aunque dudo que encuentre consuelo
en el sueño en algún momento pronto.
—Lo resolverán. Tengo fe.
Me alegra que alguien la tenga.
—Gracias de nuevo por quedarte a los niños. Rezo para que se comporten
bien.
—Tonterías, son solo niños. No saben cómo ser traviesos a propósito.
Ojalá eso fuera verdad. Riendo un poco, abrazo a mi amiga y la dejo
acompañarme fuera de la casa. Un largo camino a casa se extiende delante de mí.
Se siente abrumador saber que estoy escapando a una casa vacía, una que me trae
solo dolor ahora mismo, aunque la casa realmente no puede ser culpada en este
escenario.
—Que se joda —susurro para mí mientras arranco el auto con solo un destino
en mente. Dormir no me ayudará ahora; mantenerme ocupada lo hará. Solo sé que,
si voy a una casa que huele a Nathan, no seré capaz de resistir llamarlo y rogarle
que vuelva. La vida parece desolada sin él, pero también lo parece con él cuando
pienso en cómo me ha hecho sentir últimamente.
Mientras limpio la casa, decidiendo usar el poco tiempo libre que tengo para
terminar mis muchas tareas, tocan la puerta.
Dejo mis guantes de goma en el mesón, y aliso mi falda. Noto marcas naranjas
en la tela blanca, causadas por las salpicaduras de blanqueador. ¿Soy la única con
ropas para limpiar? Seguro que no.
—Un segundo —digo mientras lavo mis brazos y manos.
La persona, quienquiera que sea, no golpea de nuevo y espero que no se haya
ido. Tengo mucha curiosidad. ¿Tal vez Nathan vino temprano? Eso no me
sorprendería. Solo es media hora antes y no me importa. Sé qué quiero decir y
mientras más pronto pasemos esto, mejor.
Mientras voy a la puerta, arreglo mi moño desordenado en mi cabeza. Los
mechones en la parte de atrás cosquillean mi cuello cuando un mechón errante cae
por mi nariz. Lo aparto del camino soplando mientras abro la puerta, manteniendo
mi cara estoica preparándome para que Nathan entre. ¿Está mal que no quiera que
vea lo mal que estoy?
La brisa me golpea casi tan rápido como la sorpresa de ver a Kerim de pie en 198
mi puerta, con una caja en mano.
—¡Vine con pastel! —Alza la caja más en alto y me sonríe de una forma
apuesta que no estoy acostumbrada a ver.
Excepto cuando fuimos a cenar, nunca lo he visto sin su uniforme. Jeans azul
claro y una camiseta tipo polo gris. Se ve más joven y más relajado de lo normal. Su
cabello también más despeinado, pero de una buena forma, no perezosa.
—Entra —digo después de una pausa. Mi ingenio finalmente se recupera y le
hago señas para que pase—. Por favor ignora mi estado, he estado limpiando la
cocina.
—No te preocupes. —Sonríe, mirando mi acogedor hogar—. ¿Dónde están tus
bebés? ¿Con su padre?
—Con una amiga —respondo y lo llevo a la cocina—. ¿Te ofrezco algo de
beber?
—Me encantaría un chai.
—Te negro será. —Sonrío, sabiendo qué es un chai—. Aunque solo tengo
marca PG, ¿está bien?
—Perfecto. —Deja la caja en la barra de desayuno—. ¿Puedo usar tu cocina
como si fuera la mía?
—Claro. —Si alguien me hubiera dicho hace dos años que mi chef favorito
estaría haciéndose sentir como en su casa en mi cocina, los habría golpeado en la
cabeza chequeando si tienen cerebro. Esto es irreal. Incluso aunque trabajo para el
hombre, estoy un poco perpleja—. ¿Algo que necesites en particular?
—Platos y tenedores. —Encuentra mis platos ovalados favoritos para
presentaciones mientras pongo el agua a hervir—. Prepárate un chai o un café para
ti también. Este pastel debe ser comido con una bebida caliente.
Revela el pastel de caramelo. Parece una simple esponja cubierta con
almendras, pero sé que no será simple. Mi estómago gruñe con hambre.
—Estoy segura de que no estás aquí solo para atiborrarme con té y pastel —
comento mientras corta el pastel rectangular en cuadrados. Los deja en los platos,
colocándolas perfecta y directamente en el centro de la superficie.
—Toma. —De repente aparece a mi lado y toma la olla casi hirviendo. Mirando
mientras sirve pequeñas cantidades de agua en nuestras tazas, hace girar las bolsas
de té alrededor del fondo y luego deshecha el agua en el sumidero antes de poner
más agua de la olla de nuevo—. Siempre lava las bolsas de té o absorben un sabor
metálico.
—Nunca lo noté porque normalmente tomo café.
Sonriéndome, me ayuda a terminar las bebidas y luego saca un taburete de la
barra para que me siente. Pensarías que esta es su casa, no la mía. Me siento como
una idiota en comparación a su facilidad y gracia en mi propia cocina.
—En cuanto a mi visita, estoy aquí como amigo. Con preocupación y porque
disfruto tu compañía. 199
—Oh. ¿Preocupación?
—Sí, he notado que últimamente no eres tú misma. Tu visita temprano ayer
ha sido una declaración de eso.
—¿Entonces fue un problema?
—Para nada. —Su mano cubre mi muñeca mientras mi mano agarra el asa de
la tasa—. Come el pastel; es uno de mis mejores.
Hago lo que dice, hambrienta por primera vez durante el día y sorbo mi té
mientras trago.
—Es adorable.
—Gracias. —Mira alrededor de mi cocina—. Como tu casa. Se siente tan cálida
y llena de amor en comparación a mi apartamento en el tercer piso con un
dormitorio.
—El hogar es lo que hacemos de este.
—Algo que mi madre dice. —Tiene una mirada de tal amor en sus ojos que
una mujer inferior se habría desmayado.
—¿Tus padres viven en Londres? No los he visto en el restaurante.
—Así es, pero están visitando a mi hermana en Turquía por unos meses.
—Apuesto que los extrañas.
—Sorprendentemente, extraño la comida de mi madre.
Eso definitivamente me hace sonreír.
—¿Es mejor que tú?
—Aprendí mucho de ella, pero no suficiente. Cuando regrese te llevaré a su
casa para cenar.
Parpadeando, tartamudeo.
—No quiero entrometerme.
—Para nada, no puedes entrometerte en una familia turca. Nos encantan los
invitados. —Toma su propio té y toma un gran bocado del pastel cuadrado—.
Entonces, ¿cómo y por qué no has sido tú últimamente?
No estaba preparaba para su pregunta, más de lo que estuve preparada para
su visita. Moviéndome incómoda en mi asiento, intento mentir.
—Estoy bien. No sé qué quieres decir.
—Claro. —Pone su mano en mi muñeca de nuevo e inclina su cabeza para
atraer mis ojos a los suyos—. Pero si necesitas un oído, te daré el mío. Solo estoy a
una llamada.
Sus tontas palabras me hacen reír. Desafortunadamente me hace reír justo
cuando Nathan entra en la cocina, nos da una mirada a nosotros sentados en la
barra de la cocina tomando té y comiendo pastel y reacciona de una forma que
nunca pensé que sería capaz. 200
Un grito sale de mi pecho y mi mano vuela a mi boca cuando Nathan agarra a
Kerim del cuello y lo empuja contra nuestro refrigerador estilo americano. Los
imanes caen al suelo, repicando a sus pies.
—¡Nathan! —grito con horror—. ¿Qué haces?
—¿Yo? —Suelta a Kerim quien tranquilamente se endereza. Doy un paso a su
lado, queriendo disculparme profusamente—. ¿Qué estás tú haciendo?
—Siento que mi presencia puede estar ofendiendo. —Suspira Kerim, negando
y frunciéndole el ceño a Nathan—. Pero no me siento cómodo dejándote a solas con
un hombre en un estado tan claro de angustia.
—Esto es una locura —siseo, agarrando el brazo de Nathan y haciéndolo
retroceder. Me coloco entre ambos y miro a mi prometido con el ceño fruncido—.
¿Estás loco?
—¿Tú? —pregunta, sus ojos moviéndose con dolor—. ¿Planeaste esto?
—¿Piensas tan poco de mí?
—Vine sin avisar —declara Kerim, alzando su barbilla con indignación.
—¿Tienes por hábito ir a las casas de tu personal sin avisar? —Nathan intenta
dar un paso hacia el hombre a mis espaldas, pero mi mano sobre su pecho lo
detiene. Honestamente no puedo creer que esto esté pasando.
—Sí. —Kerim da un paso al frente también y mi brazo se presiona en su
pecho—. Cuando siento que están pasando por algo, es exactamente lo que hago.
Nunca me imaginé que pudiera ser esto.
—Qué caballeroso. —Su sarcasmo no es pasado por alto para ninguno de
nosotros. Nathan gruñe en respuesta y empujo más fuerte su pecho.
—Lo siento mucho, Kerim. —Me giro y muerdo mi labio—. Nathan no es él
mismo ahora.
—¿Estás bromeando? —Suspira Nathan—. ¿Estás disculpándote por mí?
—Debes calmarte o no hablaré contigo —grito, esperando calmarme yo
misma. Tomo aire y miro al hombre a mi izquierda—. Kerim, de verdad aprecio tu
visita, pero tengo cosas que… resolver.
—Claro —susurra Kerim y toma mi barbilla entre su índice y pulgar—. Me
disculpo por entrometerme. ¿Segura de que estarás bien?
—Estará bien —espeta Nathan y lo siento tensarse con rabia—. Solo déjanos.
Kerim lo ignora mientras lo acompaño a la puerta y le agradezco por el pastel
y me disculpo otra vez. Me pregunta si estaré bien y le aseguro que lo estaré, antes
de cerrar la puerta. Tomo aire un par de veces para calmarme. Quiero arrojarle
cosas a Nathan. Quiero gritarle. No lo hago. Parte sabe que no serviría de nada y sé
que me sentiré peor después.
—Antes de que abras la boca —le digo, mi voz engañosamente tranquila
mientras mi mirada feroz se fija en la suya—, y digas algo por lo que nunca te
perdonaré encima de que asaltaras físicamente a mi jefe. —Ante mis palabras sus 201
ojos se suavizan y su mandíbula se tensa—. Tomémonos un momento para
calmarnos antes de empezar esta conversación. ¿Bien?
—¿Por qué no puedes ver que te quiere? —pregunta, su tono es exasperado.
—Oh Dios mío. —Me río, mi tono más exasperado que el suyo—. ¿Vamos a
superar esto?
—Quiero —susurra Nathan y se acerca a mí—. Quiero dejar de sentirme así.
Cuando no estoy contigo me hago todas estas promesas de que seré diferente, que
podré confiar en ti con todo mi corazón, pero… solo… —Sus manos se enredan en
mi cabello mientras la otra va a mi cadera—. No puedo sacarme las imágenes de ti y
él juntos… de ti y cualquier hombre.
—Eso no es justo para mí.
—Lo sé. —Besa mi frente e inhala profundamente—. Es mi problema y debo
lidiar con este. Es mucho más fácil decirlo que hacerlo.
—La verdad no lo es. Mientras más pronto tomes ese salto de fe, más fácil
será.
—Gwen —susurra y desliza su mano de mi cabello para ahuecar mi
mandíbula—. Te amo, con todo mi corazón, y antes de tu aversión a que nos
casáramos, sí confiaba en ti, pero… —Se detiene y aparta la mirada—. Desde que
empezaste a posponer los planes para nuestra boda, he estado esperando que te
vayas.
—Solo no he estado lista para casarme contigo todavía. No entiendo por qué
sientes que debemos apresurarnos a hacerlo.
—Porque te amo.
—¡Casarnos no evitará que te sea infiel! —Aparto su mano de mi mandíbula y
la coloco en mi pecho—. Solo yo puedo evitarlo y necesitas confiar en mi amor por
ti, así como yo confío en tu amor por mí.
—Lo sé, ¿bien? —Apartándose, se da vuelta y se mira en el espejo—. Siento
que con cada día que pasa me desespero más por conservarte, a pesar del hecho de
que sé que está mal.
—Nos arruinará.
— ¿No lo ha hecho ya?
—No —murmuro y veo la esperanza llegar a sus ojos, pero luego se va
rápidamente cuando agrego—: La mentira lo ha hecho. Podría haber pasado el
hecho de que no confías en mí; podría haberte ayudado con eso. No puedo
perdonar la mentira.
—Gwen…
—Es otra forma de desconfianza. —Me encojo de hombros, sintiendo mis ojos
picar—. No confías en mí lo suficiente con tus pensamientos internos.
—Así que, ¿qué pasa ahora? —pregunta suavemente, tan suave que una
202
lágrima cae de mi ojo.
—Necesitas encontrar otro lugar para vivir —respondo y cuando su rostro se
arruga de dolor toma todo lo que tengo para no reflejarlo.
—¿Me estás echando? ¿De verdad? —pregunta, su voz quebrándose.
—Sí.
—Pero… —Sus manos pasan por el frente de su cabello—. Puedo cambiar.
—Pruébalo.
—¿Cómo puedo probarlo si estás obligándome a marcharme?
—No lo sé, Nathan. Solo sé que no puedo vivir con un hombre que escupe
palabras venenosas para herirme mientras su mente se deteriora de una ficticia
convicción de que lo voy a dejar por mi jefe.
Pone los ojos en blanco.
—No es precisamente ficticio cuando ese hombre te desea.
—Tú solo no lo entiendes. Esto es un caso perdido.
—No es un caso perdido; ¿cómo puedes decir tal cosa?
—Tal vez tenías razón —susurro y me muevo a la cocina. Mi garganta está seca
así que bebo el resto de mi té.
—¿Acerca de qué?
—Sobre nosotros nunca concluyendo lo que pasó. Simplemente nos lanzamos
a una relación con tantas cosas entre nosotros.
—Estaba enojado. Dije muchas cosas que nunca debería haber dicho.
—Eso no significa que estabas equivocado. —Froto mis ojos y luego tironeo mi
camisa blanqueada manchada—. Te amo, pero siento que nunca es suficiente
porque constantemente lo cuestionas.
—¿Tienes alguna idea de lo frustrante que es saber que trabajas en un espacio
reducido todos los días con un hombre que te desea? Un hombre que conozco que
consigue lo que sea que quiere cuando fija su vista en ello.
—Estás siendo…
Interrumpe, presionando su pecho contra el mío y sosteniendo mis bíceps con
sus manos.
—Un hombre que es más adecuado para ti de lo que yo seré. —Mi cintura se
presiona contra el aparador mientras mantiene su cuerpo más apretado al mío—.
¿Sabes cómo se siente eso?
—¿Por qué no hablas con Kerim? ¿Aclarar la situación? Solo puedo
prometerte que nunca te engañaría. No puedo tranquilizar tu mente con cómo se
siente él porque no puedo controlar eso.
Parece que deja de respirar por el momento más largo antes de asentir.
—Bien. Lo llamaré.
203
—Solo no me metas más.
—No lo haré —promete, pero su falta de confianza me ha contagiado. No le
creo en absoluto—. Dame otra oportunidad, Gwen. Déjame volver a casa.
—No —respondo rotundamente—. Por ahora creo que es mejor para nosotros
y para los niños separarnos.
—Me niego a perderte.
—Entonces muéstrame que puedes cambiar.
—Lo haré —me asegura y besa la punta de mi nariz—. Prometo que lo haré. —
Sus labios tocan los míos suavemente—. A partir de este segundo.
Realmente espero que lo diga en serio.
—Hasta entonces, necesitamos programar nuestros turnos de trabajo para
que los niños tengan un cuidado constante.
—¿Así que todavía no puedo volver a casa?
—No.
—Pero… —Detiene su argumento y suspira pesadamente—. Bien. Comprendo.
¿Dónde están los niños ahora?
—Con Jeanine.
—Qué bien, la aman.
Sonrío suavemente y me muevo de entre él y el mostrador.
—¿Está tan mal que quiera una relación libre de drama?
—No, yo también quiero eso.
—Entonces estamos en la misma página. —Sonrío y despejo el lío del
mostrador—. Solo espero que sea un objetivo alcanzable.
—Lo es.
—Tengo toda esperanza. —Luego agrego—. También tenemos el asunto de tu
madre que discutir.
—Abordaremos eso otro día. —Se estremece y ayuda a limpiar—. ¿Por ahora
celebremos esta pequeña victoria con un café y una película?
—No permitiré que ella visite a mis hijos hasta que lo discutamos.
—Está bien, ella sabe. —Ha hablado con ella desde entonces, supongo. Esto
me molesta, pero no dejo que se muestre—. ¿Tal vez podamos sentarnos juntos y
llegar a un acuerdo?
—Quizá. —Cedo un poco—. Eso no descarta nada de lo que hiciste, sin
embargo.
—Lo sé. —Entra en mi espacio y desliza sus cálidas y grandes manos por mis
costados. Mi cuerpo se estremece sin permiso y mi garganta se seca mientras otros
lugares se humedecen. Cuando sus labios tocan mi cuello y besan un sendero suave
hasta mi hombro, ese estremecimiento se convierte en una sacudida y mis rodillas 204
se debilitan—. Lo siento.
Su mano que descansaba sobre mi cadera se desliza bajo la cintura de mi
pantalón y comienza a provocar mientras su otra mano se mueve para agarrar mi
pecho.
—Nathan —gimoteo, mi fuerza disminuyendo, no es que he intentado alejarlo
en absoluto. No importa lo molesta que esté con él, sabe exactamente cómo
atormentar mi cuerpo hasta el punto de no retorno.
—Shh —sisea en mi oído y luego toma el lóbulo entre sus dientes.
Gruñendo, mi cabeza cae sobre su hombro. Él muele fuertemente contra mí.
Siento su erección y rezo para que me libere de mi pantalón y se deslice en mí tan
lentamente como sus dedos revestidos de cuero me provocan al borde del orgasmo.
—Eso es —susurra, besando mi cuello—. Déjame hacerte sentir bien.
—Dios —gimo, envolviendo mis dedos alrededor de su muñeca—. Te deseo.
—No me lo digas dos veces —jadea mientras el cinturón del pantalón se libera.
Lo oigo pasar por el bucle de metal antes de que sus dedos separen mis pliegues y
busquen mi entrada—. ¿Estás segura?
—¿Qué? —Respiro mientras golpea contra mí.
—Sé que no te gusta hacerlo cuando estamos molestos.
—¿Estás jodiendo conmigo? —Lloriqueo—. ¡Solo hazlo ya!
No vacila otro momento antes de llenarme y suspiro de alivio. El orgasmo que
recibo simplemente por la plenitud me hace convulsionar tan mal que tiene que
sostenerme.
—Por acá —susurra y me conduce a la barra del desayuno.
Grito cuando me dobla sobre ella, presionando mi pecho hacia la dura
superficie.
—Pensé que nunca volvería a sentir esto de nuevo —admite, moviéndose a un
ritmo suave.
Con más velocidad y poder, sigue avanzando, conduciéndome hacia el borde
más veces de lo que puedo contar. Parece que se prolonga para siempre pero no
dura lo suficiente. Antes de que lo sepa, se desploma sobre mi espalda, gritando
con su propia liberación y estoy retorciéndome debajo de él, necesitando respirar.
—Por favor, no me hagas irme —susurra en mi oído, manteniéndome
inmovilizada.
—Nathan.
—Por favor. No puedo soportar estar separado de ti.
Me permite ponerme de pie y girar en sus brazos abiertos. Me envuelven con
tanto amor y calidez.
—No confío en ti. Me has hecho mucho daño.
—Lo sé —murmura mientras entierra su cara en mi cuello—. Lo lamento 205
tanto, tanto.
—Lo sé.
—Te daré el espacio que necesitas durante un tiempo —promete y me besa
suavemente—. Envíame tus horas de trabajo así sé cuándo venir y cuidar de los
niños. Los extraño.
Esto rompe mi corazón.
—También te extrañan.
—También… —Muerde duro su labio, sus ojos muestran una lucha interna
que me gustaría poder ayudarlo superar—. Todo lo que te dije… estaba enojado y
herido.
—Lo sé.
—Te amo.
—Yo también te amo.
Suspira pesadamente mientras se pone el pantalón.
—Las cosas son un lío en este momento.
—Puedes estar seguro de ello.
—Se pondrá mejor.
Asiento en consentimiento.
—Definitivamente lo hará. Tengo fe.
—No pierdas nunca la fe en mí. —Me besa una vez más tan dulcemente y con
ternura que me deja anhelando más—. ¿Lo prometes?
No lo prometo porque nunca rompo una promesa si puedo evitarlo. En vez de
eso, lo acompaño hacia fuera de nuestra casa y le escribo rápidamente mis horas de
trabajo.
Trabajo… algo que me gustaría evitar. Estoy humillada por la forma en que
Nathan reaccionó. Debería haber llamado a Kerim el segundo que se fue. No
debería haber permitido que Nathan se escapara con tal comportamiento tan
fácilmente.
No soy más que un enorme desastre.
Nada de la forma en que he manejado esto tiene sentido, incluso para mí. Mi
amor por él me ciega a la realidad de todo lo que está pasando.
Patricia llega a las diez como prometió. No se acomoda al principio, hasta que
ve lo cansada que estoy y mantiene a los niños en la sala mientras preparo la cena. 211
Siempre preparo la comida temprano porque si no, Nathan lo hará y no es que sea
mal cocinero, es solo que los niños están acostumbrados a mi comida. Ni siquiera
comen comida rápida así que no podemos solo ponerles una cena infantil frente a
ellos. Pequeños snobs de comida. Me enorgullecen tanto.
—Pareces muerta —me dice. Tiene razón. Tengo enormes bolsas bajo mis ojos
y no tuve suficiente sueño después de que Nathan se fue anoche. Ni siquiera dijo
nada, solo besó mi mejilla y se fue. Está mal que quiera que me persiga, que pelee
por lo que tenemos. ¿Cómo es que después de todo lo que hemos pasado, no
estamos hechos uno para el otro?
—¿Te gustaría un té o café? —llamo desde la cocina, esperando que me
escuche así no tengo que ir a hablarle. Los niños están corriendo en la sala y parece
que se la pasan muy bien. También la odio por eso.
—Me encantaría un té. Gracias —grita y me apuro a preparar dos tazas—. Sin
azúcar y un poco de leche —agrega su voz rasposa por la edad.
Ya le puse azúcar así que lo tiro y comienzo de nuevo, bostezando mientras la
tetera hierve.
Cuando llevo ambas tazas a la sala y le doy la suya, me agradece y toma un
sorbo mientras curvo mis piernas debajo de mí en la esquina del sofá.
Mi cuerpo está tenso, incapaz de relajarse en su presencia. Esto parece tan
irreal.
—Se parece tanto a Caleb —murmura silenciosamente mientras Dillan pasa
un tren de juguete sobre sus muslos haciendo ruiditos.
—Sí —acuerdo tristemente—. Lo habría amado tanto.
—Lo habría hecho. —Sonríe de una forma que parece tan genuina que hace
que cada otra sonrisa que le vi parezca triste—. Lamento no haberte dicho sobre él.
—¿Perdón?
—Sobre su enfermedad. No hay nada de lo que me arrepienta más que de
cómo los traté.
¿Qué digo a eso?
Sorbe su bebida y entramos en un silencio que no es incómodo, pero
ciertamente carece de comodidad.
Después de una hora se va y dejo salir el aire de mi pecho antes de frotar mis
ojos tan duro que duelen. Entonces lucho con los niños en sus lugares de siesta y
ruego que se duerman para hacerlo yo también. Dillan no me complace y pasa los
quince minutos que Emily permanece durmiendo montado en mi espalda y
frotando mi cabello. Ama acariciar mi cabello.
Ser mamá es duro, pero lo amo.
212
Capítulo veintitrés
—No lo entiendo —espeta Nathan repentinamente. Estaba todo feliz hace un
momento, jugando con los niños en la recámara, ignorándome como el pasado par
de semanas.
—¿Eh?
Sus hermosos ojos cafés brillan peligrosamente.
—Mi madre…
—Oh. —Mis labios se quedan en la forma de la O—. Me imaginé que te diría.
—¿Ella me diría? —Luce insultado y puedo entender por qué—. ¿De repente
estamos separados y en planetas diferentes? He estado aquí casi cada día.
—No sé cómo aproximarme a ti en el momento.
—¿No sabes cómo aproximarte a mí? —Ahora luce herido, así que resoplo y
suelto un bufido—. Sí, ¿cómo se siente eso? —Su boca instantáneamente se cierra.
Continúo:
—Solo no he sido capaz de sacar el tema. Nos ha visitado algunas veces.
Hemos llegado a un entendimiento mutuo.
—¿Aun así no estoy permitido en casa? 213
Para evitar gritar, bufo con molestia.
—¡Es por eso que no estás en casa, porque no lo entiendes!
—No te enojes. —Levanta las manos—. Hablemos de esto.
—He dicho esto tantas veces, Nathan. Estoy cansada de deletreártelo. Si no
sabes lo que has hecho y no estás de acuerdo en que está mal, entonces solo vas a
hacerlo de nuevo. —Me calmo y bajo la voz—. No es acerca de que vieras a tu
madre. Es que no me dijiste. Abiertamente me mentiste numerosas veces ¡Y me
hiciste sentir que estaba enloqueciendo!
—No podía…
—Hablarme. —Lo miro, absorbiendo cada pulgada de él. Quemándolo en mi
memoria—. Lo sé. Lo has mencionado y es lo que más duele.
—Me siento tan perdido. —Se da la vuelta y reacomoda la tetera con el azúcar,
té y tazas—. Pensé que solo estaba dándote espacio. No me di cuenta de que
necesitabas que me arrastrara.
Mi boca cae abierta.
—¿Arrastrarte? ¡Traicionaste mi confianza!
—Con buena razón.
—¡Dime la razón, así puedo juzgar!
—¡PAPI! —grita Emily desde el pasillo. Es un grito feliz, no triste o asustado,
así que ninguno entra en pánico y le permito a Nathan salir del cuarto para lidiar
con ella. Cuando vuelve con Emily en sus brazos, aparta la mirada y evita la
conversación.
—Has estado quedándote más tarde en el trabajo últimamente.
Encogiéndome de hombros, remuevo a Emily de sus brazos y la pongo en su
sillita. Dillan viene corriendo tan pronto como escucha el refrigerador abrirse. Les
doy a ambos un yogurt y sonrío cuando al instante se quedan en silencio.
—¿Algo que quieras decirme? —presiona Nathan, pareciendo nervioso.
—He estado trabajando.
—¿Por qué tan tarde?
—Estamos construyendo un nuevo menú así que me he estado quedando a
ayudar.
Asiente y lame su labio inferior. Brilla y extraño tanto besarlo. Cuando se da
cuenta de que estoy mirando, sus pupilas se dilatan y sé que siente lo mismo.
—¿Con todos?
—¿Por qué me estás interrogando? —Suspiro, sabiendo exactamente a donde
se dirige esta conversación.
Su ceja se eleva cuando espeta.
—Has estado sola con Kerim. 214
—Y así comienza. —Me río sin humor—. Es una de las razones por las que no
te he hablado las pasadas semanas.
—Tengo derecho a saber.
—No, no lo tienes —susurro-grito—. Ya no. ¡Perdiste ese derecho!
La tensión entre nosotros se espesa y puedo ver a Nathan batallando con la
urgencia de tomar represalias. No lo hace. Se da la vuelta y deja la habitación para
calmarse y me alegra. Cuando vuelve, me ayuda a limpiar a los niños, pero no habla
de nuevo antes de que me vaya a trabajar.
Esto no se está volviendo más fácil. Para nada.
Cuando desperté esta mañana tuve esta sensación de muerte inminente, como
si algo muy malo estuviera a punto de pasar, así que cuando pasó medianoche y
todo estaba bien, me sentí aliviada y desafortunadamente bajé la guardia. Mientras
levantaba el cortado, adornado y relleno pastel para ponerlo en la caja, se deslizó de
su soporte.
—¡Oh por Dios, Gwen! —grita Kerim enojado mientras trato de atrapar el
pastel entre mis brazos y pecho. Dejo caer el soporte en mi intento de salvar el
pastel, pero desafortunadamente no lo logro. Lo pierdo y cae del lado equivocado
cuando trato de corregir su descenso.
Cae en el piso de baldosas, lanzando pedazos en diferentes direcciones.
—¿Qué carajos pasó? —grita, luciendo tan enojado como me siento. Su furia
no está ayudando, ya me siento mal—. Horas de esfuerzo desperdiciadas, ¡horas!
—No lo sé —le grito en respuesta—. ¡Debo ser jodidamente idiota!
Lanza la caja al otro lado de la habitación y se dobla en sí misma, volviéndose
un poco más que una tarjeta blanca. 218
Entonces lo siento, su mano en mi nuca, la otra en la base de mi columna, y
entonces labios firmes en los míos. Mi jadeo solo le permite entrada y
gustosamente empuja su lengua en mi boca.
Un profundo gruñido sale de su garganta mientras sostiene mi apretado e
inseguro cuerpo cerca de él. Mi distraída, confundida, tensa forma no hace nada
mientras me besa de nuevo, sin darme escape, y por una estúpida fracción de
segundo me pierdo en la pasión que se construye entre nosotros. Pero entonces la
realidad golpea y lo empujo lejos de mí.
—Oh por Dios. —Respiro, jadeando por aire, mis labios adoloridos y pulsando.
Los toco con las yemas de mis dedos—. Oh por…
—Gwen —susurra, quebrando mi burbuja, así que doy un paso atrás—. Me
disculpo. Puedo ver que te molesté. No fue mi intención.
—Acabas de besarme. —Niego y pongo mi mano contra su acelerado corazón
para evitar que se acerque más—. Amo a mi prometido.
—Lo sé… es un querido amigo. Tuve un momento de debilidad.
—¿Un momento de debilidad?
Inhala lentamente para nivelar su respiración y traga.
—Me torturas, diariamente. Cada centímetro de ti.
Esto no está pasando.
—Debería irme.
—No —insiste, mirando alrededor de la cocina y entonces al desastre en el
piso detrás de nosotros. Cuando me alcanza y trata de acercarme, paso bajo su
brazo para escapar, torciendo mi brazo tan rápido que mi piel pica. Mis pies pisan
el esponjoso desastre de pastel en el suelo y casi me resbalo mientras trato de
brincarlo.
—Joder —siseo en voz baja
—Gwen. —Entra en pánico, moviéndose para bloquear mi camino—. También
te perdiste. Lo sentí. Me devolviste el beso.
—Por menos de un segundo.
—Más como tres —corrige, alejando la mirada avergonzado—. Me disculpo.
No fue el momento correcto.
—¿El momento correcto? —Mi voz es un gemido agudo—. ¡Nunca habrá un
momento correcto! Esto nunca puede pasar de nuevo.
—No pasará. No deberías decirle a Nathan. ¿Entiendes? Los arruinará.
Mi mandíbula golpea el piso, ¿cómo se atreve?
—Tengo más fe en mi pareja que eso. —No es que estemos juntos, pero no
estamos exactamente separados. Sé que le molestaré. Sé que ha estado luchando
con mi relación con Kerim. Debería estrangularme por no creerle con respecto a las
intenciones de Kerim.
219
—Siéntete libre de decirle, pero como un hombre que sabe, él nunca confiará
en lo que tienes aquí.
Profundamente sé que tiene razón y eso me aterroriza. No quiero mentirle a
Nathan, pero tampoco quiero echarle leña al fuego.
—¿Por qué estás tan preocupado por lo que diga o no diga?
—Solo estoy tratando de aclarar tu mente antes de que te vayas.
—¿Aclarar mi mente? —Me río una vez más, aunque no es divertido—. Estás
loco. Eres mi jefe… mi chef.
—Seríamos perfectos el uno para el otro.
—¡Yo ya soy perfecta!
Pasando alrededor de él, voy directamente al cuarto de personal a recoger mis
cosas. Necesito poner tanta distancia como sea posible entre Kerim y yo.
—Sé que te sientes de la misma forma. Es por lo que te escondes aquí conmigo
en lugar de con tu prometido.
—Estás alucinando —murmuro mientras lo paso una vez más. Estoy aliviada
cuando me deja ir.
No es hasta que estoy afuera que me grita.
—Me devolviste el beso. Pudo haber sido por solo un segundo, pero pasó.
Piensa en eso antes de tomar otra decisión con respecto a mí.
Mis pies aumentan el paso, ansiosos por alcanzar mi auto y conducir a casa.
No quiero o necesito este drama. Solo quiero una vida tranquila y feliz sin
todos estos obstáculos esperando a probar mi fuerza y paciencia. Si hay un Dios,
me puso en el lado agrio de su plan.
220
Capítulo veinticuatro
—¡No tienes idea de lo feliz que estoy de verte! —Voy a abrazar a mi amiga,
pero me detengo en seco cuando veo cuán diferente luce. Su cabello es negro
azabache y fluye en gruesas ondas más allá de sus hombros—. ¡Estás hermosa! Has
cambiado tu cabello.
Se muerde el labio, reprimiendo una extensa e incontrolable sonrisa.
Entonces, su mano izquierda se alza más y más alto hasta que la brillante roca en
una fina banda de oro atrapa el sol y me ciega totalmente con felicidad.
Empezamos a gritar como niñas de escuela y finalmente nos abrazamos,
todavía rebotando arriba y abajo en el lugar.
—Le contaste entonces. —Tommy ríe entre dientes, dando un paso a su lado y
rodeando sus hombros con su brazo después de que nos separamos—. No ha dejado
de mirarlo desde que se lo di ayer.
—¿Qué te tomó tanto tiempo? —Sonrío, abrazándolo.
Me siguen dentro de la casa mientras responde:
—Bueno, sabía que estaba emocionada, así que quise hacerla esperar.
—Eres un señorito —declara ella, pero su sonrisa permanece. Él la besa en la
mejilla y mira alrededor de mi cocina.
221
—No tengo pastel. —Hago una mueca de disculpa y su rostro se contorsiona
con una mezcla de horror y decepción—. Se me cayó.
—Aún me lo habría comido.
—Lo siento. —Voy a abrazarlo, pero me rehúye juguetonamente. Sasha me
abraza en su lugar y luego pregunta lo temido—: ¿Dónde están Nathan y mis bebés?
—Los llevó al parque para que pudiera instalarlos y entregarles las
decepcionantes nuevas noticias sobre el pastel a Tommy.
Ella rápidamente se distrae por la foto de Caleb en el microondas.
—¡Oh Dios mío! Ha pasado demasiado tiempo desde que miré este rostro. Me
está poniendo emocional.
—Era un tipo atractivo. —Tommy niega despacio—. Qué desperdicio de vida.
—Lo extraño —admito en voz alta y Sasha regresa la foto a su lugar.
—Todos lo hacemos. —Entonces sonríe y añade—: Él querría que
celebráramos mi compromiso.
—Los niños. —Hago un puchero.
—No necesitamos salir para celebrar.
Despertar por la mañana es la peor cosa que me sucede. Mi cabeza duele,
tengo náuseas y mi espalda está sudorosa de donde Nathan me está aplastando,
respirando vodka en mi rostro. Está usando mi mejilla como cojín de la suya y mi
espalda como cojín de su cuerpo.
—Quítate —gruño, codeándolo en las costillas—. Voy a vomitar.
De inmediato se levanta y me sigue cuando corro al baño. Contando hasta
tres, inhalo profundamente y devuelvo los restos de anoche de mi estómago. Duele.
Necesito agua.
Nathan, sintiendo esto, se va deprisa después de recogerme el cabello y
regresa con una botella fría de agua.
—Pequeños sorbos —susurra, ayudándome a sentarme.
—¿Por qué bebí tanto? —Tiro de la cadena del váter y me apoyo contra la
pared. Nathan se agacha delante de mí, viéndose un poco inestable—. Todo está
borroso.
—Te divertiste —responde, sonriendo cálidamente.
—Tal vez demasiado.
—No existe tal cosa.
Recuerdo intentar lograr que me atara a la cama. También lo recuerdo
tropezando con la manta que pateé al suelo y cayendo en un montón. Mis labios se
curvan en una sonrisa. 222
Regresa pronto con una bolsa llena de comida y un durmiente Dillan apoyado
en su hombro. 224
—Bendito sea —susurro y tomo la bolsa—. Ve y acomódalo.
—¿Y luego hablaremos?
Asiento y paso una mano por el cabello de mi niño.
—Y luego hablaremos.
Antes de que salga de la cocina, se vuelve y dice:
—Eso huele maravilloso, por cierto.
—¿Verdad? —Sonrío, mirando al horno donde mi pastel está elevándose
felizmente.
Cuando Nathan vuelve a la habitación, me muerdo el labio con fuerza y hablo.
—Antes de que entremos en lo pesado, yo… necesito contarte algo.
—Adelante. —Me mira con cautela y permanece tranquilo a unos treinta
centímetros de mí.
—Hace dos noches, cuando me quedé hasta tarde para hacer el pastel de
Tommy…
—¿El que se te cayó?
Asintiendo, continúo:
—Kerim… —Mierda, esto es difícil de decir. Alejo mis ojos—. Tenías razón
sobre Kerim queriendo más de lo que pensaba.
—¿Qué? —sisea peligrosamente y sus manos se empuñan a sus costados.
—Por favor, no hagas un problema de esto.
—¿Un problema del hecho de que otro hombre, un amigo, le ha mostrado sus
verdaderas intenciones a mi mujer?
Oh, querido.
—¿Qué pasó exactamente?
—Me besó. —Pienso en el impacto de su boca en la mía y luego me estremezco
ante el recuerdo con culpabilidad—. Y por menos de medio segundo, puede que le
correspondiera. —Se congela, su rostro palideciendo, así que rápidamente añado—.
Fue una sorpresa y no estoy bromeando… fue solo por un segundo.
—¿Medio segundo o un segundo? —espeta, temblando con ira.
—¿Importa?
—Supongo que no. —Su tono es mordaz, furioso—. ¿Y entonces lo empujaste?
—¡Por supuesto! —Agacho la cabeza para atrapar sus ojos, que están bajos
mientras intenta recomponerse—. No estoy interesada en Kerim. Nunca te haría
daño de esa manera.
Sus labios se convierten en una fina línea blanca y entonces mi corazón se
dispara cuando me atrae contra su pecho y murmura:
—Te creo. 225
—Gracias. —¿Al fin está aprendiendo a confiar en mí?—. No sé qué hacer.
—No harás nada —dice suavemente y descansa su barbilla en la cima de mi
cabeza.
Esto me hace cuestionar:
—¿Qué vas a hacer?
—No lo sé. —Se retira y deja escapar un triste aliento—. En realidad, ya no
eres mía, ¿no es así?
—Esa es una pregunta difícil de responder.
Asiente una vez, viéndose como si supiera exactamente lo que yo iba a decir.
—Confío en ti. Sé que piensas que no, pero lo hago.
—Sé que crees que lo haces, pero no.
—¿No podemos tener cosas separadas del otro? ¿Tenemos que ser
comunicativos con cada pequeño detalle?
—En absoluto. —Coloco mi mano sobre mi corazón—. No soy tan irrazonable.
—Intenta hablar, pero alzo la mano para silenciarlo—. Pero de repente ponerte en
contacto con tu madre e implicar a nuestros hijos no es un pequeño detalle.
—Buen punto. —Frota su rostro con sus manos y suspira—. No sé qué estoy
haciendo. No quiero seguir hiriéndote.
—Entonces no lo hagas.
—No es tan fácil cuando lo que necesitas de mí es algo que no puedo dar.
—¿Por qué? —Agarro la manga de su camisa, desesperada para que me dé
más que eso—. ¿Por qué no puedes? —Cuando no responde, le doy un tirón a su
camisa—. He estado en deuda contigo desde el incendio.
Su mirada es inquisitiva.
—Te he dejado pasar sobre mí, Nathan —susurro, alejando la mirada—. Las
cosas que has ocultado, la manera en la que he respondido… Esencialmente he
estado permitiendo tu comportamiento porque literalmente casi moriste por mí.
—No me debes nada.
—Lo sé, pero sentía como si lo hiciera, así que he estado permitiéndote
mentir. He estado permitiéndote tratarme mal porque pensé que no me merecía
nada mejor —explico en voz baja—. No va a ser así más. Ya no puedes tratarme
como lo has estado haciendo. Los celos, la desconfianza, las mentiras…
Asiente solemnemente.
—Sé que he sido un poco intenso últimamente. Realmente lo estoy
intentando.
—Eso espero, porque no es justo. No te culpo completamente por todo.
Debería haberte escuchado sobre Kerim. No confié en tu juicio y lo siento por eso.
226
—Tu pastel —declara, ocultando cualquier emoción de mi vista.
—Mierda —siseo y corro hacia el horno. Saco el pastel justo a tiempo. Se ve
perfecto, pero solo el tiempo dirá si lo es o no.
—Deja de maldecir; no te va.
—Lo siento. —Mis enguantadas manos a prueba de calor, colocan el pastel en
la rejilla. Cruzo los dedos para que este no termine en desastre como el último—. Y
lamento que casi le devolviera el beso. No fue porque fuera él… No sé cómo
explicarlo más de lo que sé por qué lo hice.
—Está bien; estás confusa y bajo un montón de estrés ahora mismo. Ambos lo
estamos. —Siento su calor contra mi espalda mientras miro con fijeza al pastel
enfriándose.
—¿Por qué estás siendo tan lindo conmigo? —Si el zapato estuviera en el otro
pie, me volvería loca, a pesar de cuán irracional podría ser.
—Porque no quiero perderte. Prometo que lo haré mejor. Tienes razón… sobre
todo. Me siento terrible.
Vaya.
Apenas puedo respirar. Sus palabras me debilitan.
Besa la curva de mi cuello y se aparta.
—¿Puedo quedarme más tiempo?
—Por supuesto. —Por fin me vuelvo e inclino mi cabeza hacia mi casi
prometido—. Quédate tanto tiempo como necesites.
—Necesito para siempre.
—Un paso a la vez, ¿de acuerdo?
Sonríe, aunque es una mezcla de tristeza y diversión.
—Entendido.
—Bien, al menos entiendes algo de lo que digo —me burlo y su respuesta es
pellizcar mi cadera y presionar sus labios sobre los míos. ¿Hacer esto es normal
cuando se está separado? ¿Quién sabe?
227
Capítulo veinticinco
La mamá de Nathan aparece a las diez en punto, sosteniendo una bolsa llena
de regalos para niños, incluso un nuevo y hermoso sombrero y bufanda para mí,
listos para el invierno. Le agradezco y la dejo tener privacidad con los niños. Nos ha
visitado tantas veces que se ha vuelvo más fácil y estoy empezando a disfrutar de su
compañía. La mujer frente a mí no resuena con la mujer que una vez conocí. Es
mucho más despreocupada, feliz y parece estar casi en paz, a pesar de que hay una
mirada torturada que puedo decir que trata de alejar. Ella lo negaría si le
preguntara.
Nathan se ha mudado de regreso y duerme en la habitación de Dillan. No
puedo confiar en mí con él en la cama. ¿Quién me puede culpar? Es un dios
masculino. Su cuerpo es la perfección, su amor por mí y su personalidad aún más.
En cuanto al trabajo, no he ido mucho durante las últimas semanas y cuando
he estado donde Kerim, él no ha estado allí o ha estado ocupado. Afortunadamente
no me ha preguntado sobre lo que ocurrió y espero que podamos superarlo sin
problema.
Nathan no quiere que le diga nada, pero Sasha cree que debería hacer las
cosas bien, y aclararlo todo, incluso nuestra posible asociación y mi promoción. Lo
que me preocupa es que la asociación fue una promesa basada en nosotros
durmiendo juntos y ahora que eso está fuera de la mesa, estoy fuera, lo que 228
significaría que no soy tan buena como Karim dijo.
Esta realidad me devastará. Me devasta.
La alarma en mi teléfono suena, recordándome mi cita con el doctor. Reservé
para obtener el DIU de control de natalidad, y lo olvidé completamente. Debí haber
puesto un recordatorio más temprano.
—¡Rayos! —siseo y envuelvo mi cabello alrededor de una mano mientras trato
de pensar sobre qué hacer. Podría reprogramar, pero tomará al menos dos meses y
no puedo soportar otro día con esta pastilla. Me está poniendo muy enferma. ¿Por
qué soy tan cabeza dura?
—¿Qué pasa? —pregunta Patricia suavemente, poniendo su taza de té al lado,
fuera del alcance de los niños.
—Olvidé una cita que tengo. —Hago una mueca, comprobando de nuevo la
hora en mi celular—. ¿Te importaría terminar la visita un poco más temprano de lo
esperado?
Luce decepcionada y no la culpo, apenas llegó.
—¿Tal vez podría cuidarlos por ti? Realmente no sería un problema.
Mi corazón bombea en mi pecho ante ese pensamiento, no estoy segura, a
pesar de nuestros numerosos encuentros.
—Está bien. —Levanta sus manos y me da una sonrisa tranquilizadora—.
Entiendo tu renuencia. ¿Tal vez en otra ocasión?
—Esperarías... solo por un segundo. Llamaré a Nathan.
Ella sonríe de nuevo y me observa salir de la habitación. Esto se siente mal de
todas las formas posibles y por supuesto me asusta, pero también quiero darle la
oportunidad. Ella no abusó ni psicológicamente de Nathan y realmente ama a los
niños, lo puedo asegurar. No cometería ese error.
Esta es una decisión tan difícil. ¿Qué pasa si hago mal?
—Hola —me saluda Nathan, sonando jadeante a través de mi teléfono—. ¿Qué
pasa?
—Me estoy poniendo la DIU hoy.
—¿En serio?
—Lo olvidé completamente. —Me reclino para ver a Patricia sentada en el
suelo con los niños, jugando con su tren de juguete—. Los llevaría conmigo, pero…
—¿Pero?
—Tu mamá dijo que quiere cuidarlos.
Él deja de respirar como yo y luego silva largo y alto.
—Eso es… no estoy seguro si estoy cómodo con eso. ¿Qué piensas?
—Por eso te estoy llamando.
—¿Cuánto tiempo estarás allá? 229
—Una hora, hora y media tal vez.
Hace un chasquido con su lengua antes de contestar:
—Se merece la oportunidad. ¿Cierto?
—Estoy de acuerdo. Ha estado aquí más veces de las que puedo contar.
—Solo… ve. Ella estará bien.
—¿Estás seguro? —pregunto cautelosamente— ¿Seguro que estás seguro?
Se ríe entre dientes.
—Estoy seguro. Le haré una video llamada. Estará bien. Buena suerte.
Cuando vuelvo a entrar a la habitación, recojo a Emily y le beso la mejilla.
Luego reúno el coraje para finalmente preguntarle a Patricia:
—¿Estás segura que no te importa?
Su cara se ilumina tan brillante que calienta mi corazón.
—No me importaría jamás. —Cuando sus ojos empiezan a relucir con
lágrimas, me revuelvo nerviosamente en el asiento y beso a Emily para desviar mi
atención—. Esto significa mucho. Demasiado
¿Demasiado?
—Con suerte no tomará mucho tiempo. Nathan dijo que te hará una video
llamada en algún momento.
—Está bien, vete. Todo estará perfecto. Ya lo verás.
Y así lo hago, mi corazón latiendo rápidamente y mis piernas me llevan más
rápido que nunca.
Cuando regreso, mi estómago tiene calambres y duele de una manera
horrible, me tambaleo dentro del baño y vomito casi de inmediato.
—Oh mi Dios, Gwen, ¿estás bien? —Patricia golpea la puerta del baño.
—Esa fue la peor experiencia de mi vida —gimo, recordando el dolor punzante
mientras el DIU era insertado. Los calambres se hacen tan fuertes que me es
imposible ver directo. Estoy adolorida.
—Te hare un té de hierbabuena.
—¿Ellos están bien? —grito mientras ella baja las escaleras.
—Están bien. Emily está durmiendo en el sofá —responde, lo suficientemente
alto para que la escuche.
Estoy aliviada de que estén bien, pero en el fondo sabía que lo estarían o
nunca hubiera salido por la puerta. Solo deseo no haber salido. Mi estómago duele
tanto. El procedimiento en sí no fue tan terrible. Dolió, pero no como lo imaginaba.
Son los calambres del después. Me siento adolorida y drenada. La doctora dijo que
se irán después de un buen sueño. Espero que tenga razón
—¿Qué pasó? Te ves horrible.
230
¿Horrible? Esa es una palabra que no escuchas todos los días. Ella está en lo
cierto, sin embargo, me veo tan blanca como una sábana y probablemente también
brillante después de echarme agua fría en la cara y no tener la energía de secarla
apropiadamente después.
—¿Debería llamar a Nathan?
—No. —Temblorosamente me agacho en el sofá detrás de Emily y la acurruco
a mi lado—. Mi estómago duele tanto.
—No me sorprende. ¿Qué te pusiste? ¿Esa horrible cosa en forma de T que
insertan dentro de tus partes de dama?
¿Partes de dama? Bufo.
—Sí, valdrá la pena. No más horribles químicos y peor que eso lidiar con
cambios hormonales.
La tetera hierve y Patricia se va de la habitación una vez más, regresando unos
minutos después con un té de olor agradable, la bolsita todavía en el agua.
—Le agregué azúcar.
—Gracias. —Espero a que lo ponga en la mesa pequeña cerca al sofá antes de
alcanzar el mango. Alzando mi cuerpo lejos del de Emily tomo un pequeño sorbo—.
Está perfecto.
—Sé que mi tiempo casi ha finalizado, pero me sentiría terrible dejándote en
esas condiciones.
—Estoy segura de que estaré bien. —Agito mis manos y cierro mis ojos,
rezando que Dillan no empiece a trepar encima de mí.
—Lo dudo y no debería arriesgarme, si está bien, me quedaré y mantendré un
ojo en los niños mientras tu descansas.
¿Quién es esta maravillosa mujer y de dónde vino?
—Gracias, Patricia.
—No es molestia, cierra tus ojos y duerme. Iré a traerte una cobija.
Una suave y tibia mano toca mi frente seguido de unos aún más suaves labios.
—Hueles tan bien —susurro, alcanzando a Nathan mientras me alza del sofá a
sus brazos—. Estoy pesada.
—Esto me trae recuerdos. —Escucho la sonrisa en su voz—. Esa noche que te
quedaste en la casa, cuando estabas embarazada con Dillan. Te encontré
durmiendo en el sofá.
—Lo recuerdo vagamente —murmuro. Mis ojos no se abrirán—. Mi estómago
aun duele. ¿Qué hora es?
—Hora de dormir. Faltaste al trabajo.
—¿Qué? —Me sacudo mientras me carga arriba en las escaleras. 231
—Está bien, hablé con Harold. Él entiende que no pudiste evitarlo.
Mis ojos se abren, pero la luz hace que duelan, así que los cierro
inmediatamente.
—Creo que me estoy poniendo enferma.
—Creo que solo estás exhausta. —Me baja al colchón y empieza a ayudarme a
desvestirme—. Así que llamé al doctor y dijo que es normal para algunas personas.
Solo necesitas descansar y verificar las cuerdas en la mañana, lo que sea que
signifique.
—Está bien. —Alzo la mitad superior de mi cuerpo para que pueda ayudarme
a quitar mi top y mi sujetador—. ¿Dónde están los bebés?
—Durmiendo. Como dije, es tarde. Mi madre los estaba acostando cuando
llegué a casa.
—Oh por Dios, ahora me siento mal.
—Está bien. —Me baja y mete las mantas hasta mi barbilla—. Dijo que estabas
muerta para el mundo.
—Lo puedo decir. —Rodando a mi lado, meto las mantas entre mis piernas—.
Dile que le debo una.
—Ella parecía estar disfrutando mucho. Le estaba cantando a Emily. Nunca la
he oído cantar. —Suena feliz y anhelante—. Es posible que de hecho podría…
—¿Qué? —Trato de voltear para mirarlo, pero me sujeta y se curva a mi
espalda.
—Nada. Es un pensamiento tonto.
—No hay tal cosa.
—Simplemente me siento contento. —Suspira suavemente y besa mi
hombro—. Como si todas las cosas funcionaran mejor de lo que podría haber
imaginado.
—Realmente, realmente espero que tengas razón.
Kerim está trabajando hoy y tomo nota para abordar el tema con él en algún
momento antes del anochecer. Quiero limpiar el aire entre nosotros; ya no sirve de
nada ser cobarde. Tenemos cosas que discutir, no solo sobre nuestra relación sino 233
sobre la promoción que me ofreció. Necesito saber dónde estoy.
En cuanto está libre, lo sigo hacia el área de fumadores y espero a que
encienda su cigarrillo antes de avanzar furtivamente hacia él, con las manos
metidas en los bolsillos.
—Temía la conversación. —Sonríe e inhala una larga calada antes de
expulsarla en el aire lejos de mí—. He estado esperando para cuando estuvieras
lista.
—Oh. —Muerdo mi labio y pateo al suelo con mi zapato—. Ahora no sé qué
decir.
—Mira. —Toma otra calada, esta vez soplando la nube de humo hacia el
suelo—. Sé que he sido demasiado atrevido contigo, pero lo que dije sobre tu
talento es todo verdad. No solo te estaba ofreciendo una promoción para seducirte.
No sería lo bastante idiota como para intentarlo. —Sonríe cálidamente y estira el
brazo para tomar mi mano en la suya—. Me gustas, como amiga. Me gustaría ser
más, como he dicho, pero respeto que tu corazón pertenezca a otro y te ofrezco mi
cocina.
Gracias a Dios.
—Puedo ver tu alivio. —Sonríe, sus ojos centelleando con diversión—.
¿Piensas tan poco de mí?
—No, por supuesto que no. —Deslizo mi mano de la suya—. Solo estoy muy
agradecida. Me gustaría seguir aceptando, siempre y cuando las cosas no sean raras
entre nosotros.
—De ningún modo. Eso fue todo mi error y odiaría que arruinara la
camaradería que teníamos.
—Yo también. —Arrastro mi mano a través del humo, empujando los hilos
flotantes plateados alrededor del aire—. Deberías dejar de fumar.
—Así siempre dices.
—Voy a volver a entrar. —Indico hacia la puerta con la cabeza—. Gracias por
no hacer esto raro.
—Tú también. —Ríe, sacudiendo la colilla en un macetero lleno de ellas—.
Ahora vuelve a trabajar antes de que los demás comiencen a sospechar que estamos
teniendo una aventura.
—No es gracioso —digo por encima de mi hombro.
—¡Aunque es muy cierto!
Gwen: Todo está bien con Kerim. Siento como si finalmente todo
se está reencaminando.
Nathan: Bien. Me alegro. Te extrañamos.
Gwen: Yo también los extraño. Llevaré helado. ¿Dillan ha estado 234
en su orinal hoy? Hemos estado aflojando un poco.
Nathan: Una vez, pero mayormente se orinó en el suelo. Lo
llevaremos allí. No te preocupes. Ha sido un tiempo agitado.
Puede decir eso otra vez.
—De vuelta al trabajo, Gwen —dice Harold, aunque su tono es amable y no
agresivo como lo sería el de Kerim.
—Solo un segundo —contesto mientras escribo un texto final a Patricia.
Gwen: ¿Vendrás mañana, hora habitual? Si no contesto es porque
estoy en el trabajo.
Ella no responde en absoluto. Tampoco al día siguiente.
236
Capítulo veintiséis
Los días pasan e incluso cuando recibo el contrato de Kerim para estabilizar
mi lugar como un chef líder en su cocina, mis pensamientos no se apartan de
Nathan. Parece tan triste, tan perdido y solo. Se está lanzando en el trabajo para
distraerse de pensar en su madre. Tengo miedo de que vaya en espiral a un lugar de
donde no pueda rescatarlo. Tan triste como suena, si su madre desaparece, me
preocupa que nunca vuelva a confiar en nadie. Le envié un texto antes suplicándole
que se pusiera en contacto con nosotros antes de este fin de semana. Los niños la
echan tanto de menos. Es injusto que les esté haciendo esto. Estoy empezando a
superar el punto de preocupación y empezando a enfadarme.
—Realmente necesito encontrar un abogado para revisar esto —le digo a
Nathan, que está viendo fotos de sus productos acabados para la tienda de Essex.
No pasará mucho tiempo hasta que esté completo, aunque la excitación de Nathan
parece estar disminuyendo. Su amor por mí y los niños todavía vuela alto; es más
su alma que parece estar desvaneciéndose en un aura apagada.
—Tengo uno en mente que se ocupa de ese tipo de contratos. —Me besa el
cabello y da la vuelta a otra página laminada en la carpeta roja—. ¿Qué te parece la
nueva línea de dijes?
—¡Todavía creo que deberías hacer una sirena y un unicornio! —Empujo mi
pierna debajo de la carpeta y sobre su regazo. 237
—Estaba pensando en añadir una línea de cuento de hadas. Sería genial para
los niños.
Le doy una bofetada en el pecho.
—Me encantan los cuentos de hadas y no soy una niña.
—Eso lo podría argumentar fácilmente.
—Oye —me quejo, pero es tragado por su beso. Tira el contrato y la carpeta
lejos y se inclina hacia mí, devastando mis nervios y sentidos con un beso profundo
que lo consume todo—. ¡Jesús! —gimoteo mientras sus labios se mueven hacia
abajo de mi cuello y hacia mi pecho, donde acaricia con su boca y se acurruca con
un suspiro feliz y contento.
—Cualquier dije que quieras, absolutamente cualquiera, solo dime y son
tuyos.
—Quiero uno de un pene.
Suspira otra vez, esta vez por exasperación.
—Eso no está sucediendo.
—¿Tetas?
—¿Y te disgustaste cuando te dije que eres una niña?
Sonrío felizmente y ajusto mi cuerpo debajo del suyo.
—Todavía no me has llevado al gimnasio.
—Cierto. Echo de menos tener uno listo en el sótano.
—En unos años podremos permitirnos una casa más grande de nuevo —le
aseguro y le hago cosquillas en la parte de atrás del cabello con suaves toques.
—Tan pronto como nos casemos, empezaremos a explorar nuestras opciones.
—Quiero terreno, como antes.
—Yo también —acepta, sonriendo—. Y una habitación para un gimnasio.
—¡Y una oficina para ti y un invernadero!
—Y un porche techado que conduce a una terraza donde podemos bañar con
manguera a los niños y organizar barbacoas.
Sonriendo, agarro su cabello y le levanto la cabeza para poder mirar sus
impresionantes ojos, un tono más claro que el chocolate derretido.
—Quiero una cocina enorme, un comedor y una sala de estar.
—Puedes tenerlo todo. Cualquier cosa que quieras, es tuya.
Libero su cabeza y me besa la parte superior del pecho.
—¿Promesa?
—Esa es una promesa que definitivamente puedo hacer.
—Ve a buscarme unas donas desde ese sitio de donas.
238
—Bien, pero solo porque tengo un antojo por el de frambuesa y no por mi
amor eterno por ti.
—Correcto. —Me río, lo cual se convierte en un chillido cuando comienza a
mordisquear mi cuello—. Ve. Tengo hambre.
—Acabas de comer.
—Necesito calorías para mantener el tamaño de mi trasero.
—Y qué trasero tan bonito. —Lo agarra y rueda sobre mí—. Volveré pronto.
—Gracias, cariño, eres el mejor.
—Eso soy. Ahora elige un lugar y ponte a planificar una boda.
—Sí, sí. —Lo saludo y silbo mientras se va.
Gwen: Necesito ayuda para planificar una boda.
Sasha: ¡Yo también!
Gwen: Podemos hacer esto.
Sasha: Eso podemos, encantadora perra.
Gwen: No vamos a convertir esto en una cosa de Guerra de Novias
y accidentalmente reservar nuestras bodas el mismo día.
Sasha: Y nada de hablar de una boda conjunta. Mi día es MÍO y
tu día es TUYO.
Gwen: De acuerdo. Creo que quiero casarme en el HAC.
Sasha: Se podría pensar que con la cantidad de tiempo que he
pasado queriendo casarme con Tommy, tendría una pista de dónde y
cuándo.
Gwen: Me desconciertas.
Sasha: Ya he elegido mi vestido.
Gwen: Bueno, eso es un comienzo.
Enciendo mi computadora portátil, hojeo imágenes de vestidos que encuentro
en un motor de búsqueda. Hay tantos estilos magníficos, aunque ninguno me llama
la atención en el sentido de que un estilo en particular grita, “YO SOY”.
Pero entonces sucede. Encuentro el perfecto. El que necesitaré reproducir
exactamente o nunca estaré contenta con otro.
Gwen: ¡Acabo de encontrar mi vestido también y el fabricante es
local!
Sasha: Bueno obvio, todo está en Londres... ¿Debo ir el próximo
fin de semana?
Gwen: ¡SÍ! Aunque con o sin ti voy a encontrarlo sola. Puedes verlo
el siguiente fin de semana.
Sasha: Lo que sea, pero pido verlo antes que nadie. 239
Gwen: Trato.
—¿Por qué estás tan feliz? —pregunta Nathan, de pie en la puerta con una caja
de donas en las manos.
—No te oí entrar. —No puedo contener mi sonrisa mientras arrebato las donas
y abro la caja, solo para descubrir una dona desaparecida—. Cretino codicioso.
¿Quién dijo que podrías tener el primero?
—Yo. —Nos dejamos caer uno al lado del otro en el sofá, y él escoge una
película mientras elijo mi primera dona.
—Está bien —anuncio—. Esta será mi última pieza de comida basura hasta
nuestra boda en julio. Sé que es muy lejos, pero quiero una boda de verano porque
no quiero estar congelándome los pezones cuando tomemos las fotos al exterior del
sitio, que, creo que debe ser el HAC, no solo porque lo consigues con descuento,
sino también porque es precioso...
—Y respira. —Se ríe, sonriendo de oreja a oreja—. Me encanta el entusiasmo.
—Estoy emocionada.
—Yo también. Eso me hace más feliz de lo que te imaginas.
—Esta dona me hace más feliz de lo que nadie podría imaginar. —Canturreo
alto con alegría mientras hinco los dientes en el centro pegajoso—. Prométeme que
no posibilitarás mi mal hábito alimenticio.
—Te lo prometo. —Retuerce un mechón de mi cabello alrededor de su dedo—.
Tú también. No más cenas que engordan para mí.
—De acuerdo.
—¿Qué quieres ver?
Me encojo de hombros.
—Lo que sea, simplemente no sea largo. Mañana tengo un día muy ocupado.
—¿Haciendo…?
—Comprando un vestido. —Salto un poco—. Creo que encontré el perfecto.
—Ojalá pudiera ir contigo.
—Podrías ir a comprar un traje.
—No hasta que me des el esquema de color.
—Te lo haré saber. —Besa el chocolate de mis labios y lo saborea con su
lengua. Amo a este hombre.
—¿Tienes algún problema con cómo me veo? —Sus manos van a sus caderas y
mastica el chicle con rabia antes de volver a estallar.
—No, Dios no. —Levanto las manos, los ojos abiertos—. Me encanta. Ojalá
tuviera las agallas y el estilo para vestir tan... ¿pícara?
Sonríe, pareciendo apaciguada, y extiende su mano que también tiene un
tatuaje, este diseño es de encaje negro, que va desde su muñeca hasta su dedo
medio.
—Puedo sacar el dedo a la gente con estilo. —Se ríe, notando que me quedo
mirando—. Está bien, he terminado de ser el objeto vivo. ¿Cómo puedo ayudarte…?
—Gwen —le respondo cuando espera que le diga mi nombre. Libero su mano
y saco mi teléfono. Quiero un vestido de novia hecho así.
Me arrebata el teléfono de la mano y se pone gafas sobre los ojos. Estaban
colgando de una cadena alrededor de su cuello, pero no me di cuenta mientras
estaba demasiado ocupada comprobando lo descarados que son sus pechos en ese
pequeño bralette. Creo que podría gustarme esta mujer un poco—. Esto es
magnífico, pero no es mi diseño.
—Lo sé.
—Lo que significa que no puedo hacerlo, pero puedo tomar inspiración de él y
diseñarte el mío.
Mis labios se separan.
—¿De verdad? ¿Y si no me gusta?
—Oh, te encantará. Todavía no he decepcionado. —Sonríe, aun masticando—.
¿Quieres este color también?
—¡Sí! Me encanta ese color.
—Necesita más destellos para hacerlo resaltar.
—Claro —estoy de acuerdo por el hecho de estar de acuerdo—. ¿Cuánto crees
que será?
—Voy a tener que medir los materiales y demás antes de poder darte un precio
definitivo. No será barato, pero va a ser más barato que lo que te han
presupuestado por ese vestido. Solo cobro por el tiempo y los materiales.
Eso es lo que me imaginé.
—Bueno. ¿Tienes un portafolio o algo que pueda ver?
—Sí. —Ella finalmente me devuelve mi teléfono y la sigo a su escritorio. Me da
una carpeta negra—. Soy la mejor. La gente todavía no lo sabe, pero es verdad. —
Mientras hojeo las imágenes, la creo completamente—. ¿De verdad has hecho todo
esto?
—Sí. Y todos son más baratos y de mejor calidad que cualquier cosa similar en
tienda. 243
—Eres tan talentosa.
—Gracias. —Vuelve a sacar el chicle y ladea la cabeza hacia mí—. Tomo un
depósito de cincuenta libras para saber que es serio y si no te gusta el vestido, lo
vendo y lo intento de nuevo, pero confía en mí... te encantará el vestido.
¿Puedo realmente poner mi fe en alguien para algo tan enorme?
—Me apunto. ¿Podrías hacer algunas corbatas a juego también?
—Lo que necesites, me lo envías por correo electrónico. —Me entrega una
tarjeta de visita—. Y lo agregaré a tu cuenta.
—¡Esto es estupendo! —Estoy radiante, volviendo a meter el teléfono en mi
bolsillo—. ¿Le envío por correo electrónico la imagen también?
—No, es genial. Lo tengo aquí. —Se toca la sien con un dedo, mostrándome el
símbolo de las Reliquias de la Muerte tatuado en el lado.
—Gracias.
—No hay problema, querida. Ahora vamos a obtener tus datos entonces. —
Abre su diario en el escritorio. Es un gran diario de cuero con papel de algodón—.
¿Cuándo lo necesitas?
—No hasta julio, pero…
—Bien, eso me dará tiempo suficiente. Necesitas perder peso y ponerte en
forma, ¿verdad?
—Ese es el plan.
—Deja de comer pan, aumenta las proteínas y serás de oro. —Ajusta el
piercing de aro en su fosa nasal y luego flexiona su impresionante y definido
bíceps—. Sé de lo que estoy hablando.
—Correcto. —Rápidamente le doy mis detalles—. ¿Necesitas el depósito
ahora?
—No, no hasta que empiece. Te llamaré cuando esté listo y cuando tenga la
factura. Eres talla diez, ¿verdad? Tomará unos días. Mi tiempo de entrega es
generalmente más rápido, pero estoy completamente reservado por un tiempo.
—Eso es genial, estoy feliz por ti. —Sonrío y ella solo me da una mirada
incrédula—. ¿Así que me voy y me llamarás?
—Sí, te llamaré y tendrás que acercarte a la hora de las medidas también, pero
por ahora voy a calcular el costo basado en un tamaño promedio de diez. —Me lleva
a la puerta y casi me empuja fuera—. ¡Feliz compromiso!
Camino de nuevo al auto y subo al asiento del conductor con una amplia
sonrisa en mi cara.
—¿Arreglado? —pregunta Jeanine y asiento con frenesí—. Excelente. Es una
buena noticia.
—Creo que tuvimos suerte. Deberías haber visto los pocos vestidos que tenía
en exhibición. Eran ostentosos, pero increíbles. Uno tenía tres capas y la capa 244
superior era de encaje negro del que podemos ver a través. Era tan gótico, pero tan
hermoso y bien hecho.
Me vuelvo a mirar a los niños, ambos en sus asientos de auto a cada lado del
asiento trasero. Dillan está dibujando imágenes en la ventanilla con su dedo y
Emily duerme como de costumbre.
—No puedo esperar a ver lo que hace con tu vestido. —Jeanine abrocha su
cinturón de seguridad, como yo, y partimos una vez más, esta vez para casa—.
¿Aunque no puedo decir que tomó mucho tiempo?
Está preocupada porque voy a terminar con algo que odio. Yo también.
—Ella va a conseguirme un precio por el estilo que quiero y luego vamos a
finalizar todo... probablemente. —Mi mano pulsa el intermitente y giramos a la
derecha, casi golpeando a un hombre en una bicicleta mientras vuela a través de la
carretera, despreocupado del tráfico venidero. Bueno, esto es Londres. No espero
nada diferente. Estoy acostumbrada a ello ahora, siempre preparada para cualquier
eventualidad—. Es el destino; estará bien.
—Estoy tan feliz de que tú y Nathan estén bien otra vez.
—Yo también —estoy de acuerdo, porque realmente lo estoy. Me asusté un
rato—. ¡Oh, es esa librería!
—¿Esa de la que siempre estás hablando?
Asiento.
—Hacen unos diarios de cuero preciosos. Compro uno o dos para Nathan cada
año. Aunque no he tenido oportunidad este año.
—¿Aún escribe en sus diarios?
—Sí, también me deja leerlos cuando están llenos. Realmente me han ayudado
a entender cómo funciona su mente.
—Pobrecito —murmura solemnemente—. Ojalá hubiera hecho más para
ayudarlo a crecer.
—Tenías bastantes hijos tuyos de los que ocuparte. No está resentido en
absoluto contra ti.
—Es un buen hombre cuando quiere serlo. —Me da una palmada en la
palanca de cambios y ofrece—: Entra, espero en el auto con los niños otra vez.
—¿Estás segura?
—Por supuesto. No hay necesidad de sacar a los niños de nuevo,
especialmente mientras Emily está durmiendo.
—Gracias. —Estaciono lo más cerca que puedo y corro por la calle, tejiendo a
través de la gente tan rápido como la multitud lo permite. Tampoco me toma
mucho tiempo encontrar el diario perfecto. A Nathan no le gustan los que tienen
broches y esas cosas, prefiere solamente un cuero marrón llano con una cuerda
para cerrarlo. Eso es exactamente lo que le compré y antes de que pueda darme
245
cuenta, estoy de vuelta en el auto y conduciendo a Jeanine a casa.
Después de un emotivo adiós, a pesar de que la veo mucho más que mis
amigas habituales, me dirijo a casa con los bebés donde un feliz Nathan espera y
me ayuda a sacar a los niños del auto.
Una vez que están colocados delante de la televisión, tomo el diario de mi
bolsa y me lo llevo corriendo por la escalera antes de que pueda verlo. Tengo una
cajita donde escondo cosas que vale la pena esconder. Espera en la parte de atrás
de mi armario en el suelo, escondido debajo de un montón de zapatos. Bueno, solía
hacerlo. Me doy cuenta de cómo los zapatos que normalmente se apilan
perfectamente en esa zona están un poco desordenados. Ha pasado un tiempo
desde que saqué un par de tacones de la pila; debo haberme olvidado de ordenarlo.
Desafortunadamente, descubro la razón del lío y mi corazón se detiene. Se
detiene tan de repente que empiezo a necesitar aire y luego náuseas se hacen cargo.
Mientras intento calmarme, mis manos tiran los zapatos del armario.
Grito en repetidas ocasiones:
—No, no, no, no... ¡esto no puede estar sucediendo! —Los zapatos vuelan
hacia atrás, así como el diario de Nathan y la caja misma hasta que no hay nada en
el piso de mi armario—. ¡MIERDA!
—¿Gwen? —llama Nathan por las escaleras—. ¿Está todo bien?
—No —contesto honestamente y luego entierro mi cabeza en mis rodillas.
—Nena, tienes que venir aquí. No puedo dejar a los niños.
—¿Lo tomaste? —Mi voz está amortiguada por la posición fetal en la que estoy
sosteniendo mi cuerpo.
—No puedo oírte; ven acá.
—¿Moviste el DVD? —Levanto la cabeza, con lágrimas corriendo por mi cara.
Su silencio finalmente me saca de mi posición protectora. Me levanto y
camino hacia las escaleras. Está parado abajo, congelado en el sitio y me mira con
ojos en blanco, casi sin vida y piel pálida.
—¿Lo hiciste?
—No lo haría. —Espera a que baje antes de correr detrás de mí. El sonido de
cajones que se abren y se cierran de golpe trae a los niños a donde estoy parada.
Dillan agarra las barras de la barrera de escalera y Emily se aferra a mi pierna—.
¿Lo pusiste en algún otro lugar quizás?
—No. Siempre ha estado allí.
Sigue mirando a su alrededor antes de volver a bajar, mirando desaliñado y
aterrorizado.
—La entrada no ha sido forzada. —Su hombro accidentalmente golpea el mío
mientras entra en la habitación y revisa el gabinete lleno de DVD y libros—. Nos
habríamos dado cuenta.
Suelto un sollozo. 246
—Es por eso…
—¿Qué? —Me mira por un breve segundo, sacando DVD de la estantería. Veo
que su cara se pone más pálida.
—Lo siento mucho —gimoteo y presiono mi mano hacia mi dolorido corazón—
. Nathan, lo siento mucho. Nunca debería haberla dejado sola.
—Eso es todo lo que quería, ¿no? —Su voz es monótona mientras se sienta de
nuevo sobre sus rodillas y examina el lío de los estuches en el suelo a su alrededor—
. Ella nos usó, nos engañó a nosotros y a los niños, para mantenerlo fuera de la
prisión.
—¿Cómo sabían que lo teníamos? —pregunto, entrando en la habitación,
sintiéndome perdida y sin aliento—. ¿Cómo saben que no hemos hecho una copia?
¿Cómo sabía dónde estaba?
No responde, sigue mirando fijamente los estuches. Los echo fuera del camino
y me agacho delante de él.
—Nathan...
—No importa —susurra y se levanta abruptamente—. No vale la pena
preocuparse por ello. Vamos, los niños necesitan cenar.
Lo veo marchar, su cuerpo tenso tomando pasos largos y ansiosos para
sacarlo de la habitación.
—Nathan —digo silenciosamente, mientras lo sigo de cerca—. Es…
—No quiero hablar de ello.
—Tenemos que hacerlo.
—¡No tenemos! —espeta, su voz alta y su tono definitivo—. No quiero volver a
discutirlo. Se acabó.
Esa maldita zorra rencorosa.
—Sé que estás herido.
—Entonces no me conoces muy bien.
Ay.
—Te daré tu espacio.
—No necesito espacio. —Se gira hacia mí, su mirada centelleante—. Necesito
que me ayudes a preparar la cena y simplemente volver a la normalidad.
—Por favor…
—Borra esa lástima de tus ojos, Gwen. No puedo soportarlo. No lo quiero y no
lo necesito.
—No te cierres a mí.
—No lo hago. ¿Por qué me estás obligando a enfrentar algo que ni siquiera me
está molestando? Se acabó. 247
—Y una mierda —murmuro, hirviendo de furia, no con él sino con esta
situación—. La mataré.
—¿Cuál es el punto? —Se aleja y comienza a examinar los armarios antes de
tomar un paquete de pasta y dejarlo a un lado—. Ellos han ganado, se acabó. Solo
protejamos a nuestros hijos y aprendamos de esto. ¿Está bien?
—No puedo creer que esto esté sucediendo —susurro para mí misma, aunque
sé que lo escucha porque se ríe.
—Oh, yo puedo. —Abre el paquete con manos frenéticas y echa demasiada
pasta en la olla. Tiene que hervir el agua, pero no creo que se haya dado cuenta.
Está demasiado consumido por el dolor que sé que lo está carcomiendo—. Por
supuesto que ella no regresó porque alguna vez hubiese podido amarme o a mis
hijos. Soy un idiota.
—No eres idiota.
—¿No lo soy? Te mentí porque en el fondo —se gira para mirarme con ojos
cansados—, sabía que esto podría pasar y no quería enfrentar la lástima que me
tienes, la lástima ahora mismo en tus ojos.
—Eso no es…
—Porque ¿por qué, después de años de tormento, años de suplicarle a ella y a
él que me permitiesen quedarme con mi hermano, de repente estaría aquí para mí?
¿Por qué? —grita y se acerca a mí—. Porque claramente no he sido castigado
suficientemente, ¿no? —Me sujeta los bíceps con las manos y agarra con fuerza. Me
clava los dedos en el brazo, pero el dolor no es nada comparado con las punzadas
en mi pecho. Se me está rompiendo el corazón de verdad, por él, no por mí—. Se
me ha robado toda mi infancia. No tengo buenos recuerdos. Soy un desastre, Gwen,
un desastre. Y la única vez, la única vez que me permito creer que las cosas
realmente pueden ir perfectamente, me es arrancado.
—No la necesitas, nos tienes a nosotros.
—¿Es tan malo? —cuestiona con tristeza y su voz entrecortada. Sus ojos
marrones brillando y una lágrima lentamente deja un camino brillante mientras
cae de sus pestañas hacia su mejilla—. ¿Es tan malo que simplemente quisiese que
ella me amase?
—No. —Tomo su rostro entre las manos, mis propias lágrimas cayendo
libremente ante la vista de las suyas—. Eso no está mal. Son ellos los que está mal.
Están perdiendo ellos, no tú.
—¿Por qué no me quiere, Gwen? —Su voz es apenas audible y ahogo un
sollozo. Hunde su rostro en mi cuello y con los brazos temblorosos me sostiene
contra él tan apretadamente que encuentro difícil el respirar—. ¿Por qué ella les
permitiría hacerme eso?
No sé qué decir, así que no digo nada. Solo lo sostengo mientras llora, algo
que sé que es improbable que haya hecho alguna vez. 248
—Lo siento mucho. —Sollozo, sosteniéndolo tan apretadamente como me
sostiene él a mí.
Unos labios frenéticos encuentran los míos y le permito besarme. Es doloroso,
es rudo, pero ambos lo necesitamos. Me levanta sobre la encimera, tirando la olla al
suelo. Le rodeo el cuello con los brazos mientras nuestras bocas se entremezclan
como nuestras lágrimas. Me sujeta la parte de atrás de la cabeza con una mano
fuerte, evitando que me aleje, haciendo difícil el respirar, pero no me importa. Se lo
permito. Lo absorbo. Todo de él. Todo su dolor. Si pudiese tomarlo yo misma lo
haría, pero por ahora esto lo hará.
—Uh… oh. —Dillan llora desde la entrada y ambos nos separamos, y miramos
hacia donde está señalando con su dedo rechoncho—. Lío.
—Papi sucio. —Golpeo juguetonamente a Nathan en el hombro y me limpio
las mejillas con la manga—. ¿Deberíamos ir por la escoba?
—Sí. —Dillan va directamente hacia el armario debajo de las escaleras donde
guardamos la escoba y el recogedor.
Nathan me sujeta de la muñeca antes de que abandone la habitación y tira
bruscamente de mí hacia él.
—Gracias por amarme, Gwen.
Con el dorso de los dedos limpio su mejilla todavía húmeda y susurro:
—No sé cómo alguien no puede amarte, Nathan. No sabes lo que vales.
Me besa de nuevo, esta vez con dulzura y rápidamente se aleja, sus ojos
brillando una vez más. Sigo detrás de Dillan, dándole a mi prometido el escape y
espacio que necesita.
—Limpiemos este desastre —le digo a Dillan, que está barriendo el pasillo a
pesar de estar impecable—. En la cocina, cariño. —Emily nos sigue con un plumero.
Nathan está de pie en la puerta trasera con un vaso en la mano. Es claro, y no
puedo decir si es vodka o agua. Cuando se bebe el vaso y hace una mueca, decido
que debe ser vodka. Mientras los niños estás esparciendo el desastre por el suelo,
me pongo detrás de él y le rodeo el torso con los brazos. Pone una mano sobre las
mías y suspira con fuerza.
—Ve a darte un baño —le digo, con la mejilla apoyada entre sus omóplatos—.
Relájate.
Asiente, se gira, me besa y luego sube las escaleras.
—Bien —le digo a mis hermosos bebés—. Limpiemos esto y marchémonos.
—Papi fuera —comenta Emily, mirando la puerta.
—Ha ido a darse un baño —le aseguro, aunque no la apacigua. Puede sentir
que algo está mal. Nuestra hija se parece mucho a su padre, melancólica y
observadora—. Vamos. —La tomo en mis brazos y apoya la cabeza en mi hombro—.
¿Qué deberíamos comer?
249
—Hola —le digo a mamá en voz baja a través del teléfono cuando entro en el
pasillo y cierro la puerta de Dillan silenciosamente.
—¿Todo está bien? —pregunta—. Suenas triste.
—Solo dije “hola”. ¿Cómo puedes decir que sueno triste?
—Soy tu mamá.
—Buen punto. —Suspiro y silenciosamente me arrastro hacia mi dormitorio.
Mirando a través de la grieta en la puerta, espío a Nathan sentado al costado de la
cama, sus hombros caídos. Dejándolo, bajo y lucho contra las lágrimas mientras
digo—: Necesito que tengas a los niños por dos noches.
Su tono cambia a uno de grave preocupación.
—¿Qué sucede?
—Yo… —Mi voz se quiebra—. Es Nathan.
—Cristo, ¿qué ha pasado? ¿Él está bien?
—Físicamente está bien, pero mentalmente… estoy preocupada. Necesito…
solo necesito alejarlo por un tiempo.
—¿Por qué? ¿Qué está pasando?
Salgo de la casa y me paro en el jardín. La brisa sopla mi cabello hacia mi cara
así que me giro para hacerle frente.
—Ni siquiera sabría por dónde empezar.
—Desde el principio.
—Mamá… Nathan fue… yo ni siquiera debería… yo… —Joder—. Encontré
DVD de él siendo abusado por su abuelo cuando era niño y es por eso que su padre
quemó la casa, porque uno de los DVD mostraba que su padre sabía y no le
importaba porque necesitaba dinero para mantener su negocio a flote y el abuelo
de Nathan pagaba por eso. ¿Pero sabes que su madre ha vuelto a nuestras vidas?
Bueno, fue para comprobar que no teníamos más copias de estos DVD. Bueno, lo
hicimos. Teníamos una y ella lo tomó y Nathan… Nathan está roto. No por el DVD,
sino porque ella es un saco de mentiras y la odio. LA ODIO por lo que ha hecho.
Mi aliento se pierde después de esa tirada y mi estrés es alto.
—Ni siquiera sé qué decir sobre nada de eso. —Se calla de nuevo—. ¿Quieres
traerlos aquí o voy hacia allá?
—Lo primero que haré es llevártelos. ¿Está bien?
—Está bien, estoy libre. —Pausa—. Ese pobre muchacho.
—Lo sé —susurro—. Ojalá pudiera matarlos a todos.
—Karma. No arruines tu buena fortuna por ellos. No valen la pena. —Oigo
una puerta abrirse y cerrarse y luego el viento golpea el altavoz de su teléfono—.
¿Caleb también fue abusado?
250
—No, esa también fue una de mis primeras preguntas. Creo que fue porque
tenía una enfermedad terminal.
—Esto es una locura, Gwen.
Tiene razón. Todavía no puedo asimilar nada de eso.
—Lo sé. Estaré allí a eso de las diez de la mañana. Gracias por hacer esto.
—Por supuesto. Te amo. Esto es lo que hacen las familias.
Eso es básicamente lo que Patricia dijo.
—Te dejaré ir —dice—. Trata de dormir.
Inmediatamente corro dentro y subo las escaleras para empacar las maletas
de los niños silenciosamente. Probablemente Nathan no estará feliz de estar lejos
de ellos en sus días libres, pero ahora mismo, con todo lo que ha sucedido, necesita
algo de sanación y yo también.
Los niños no necesitan estar alrededor de nosotros para esto. Tendrán mucha
más diversión con su abuela.
Cuando regreso a casa de dejar a los niños con mi madre, Nathan todavía está
durmiendo. Es casi la una de la tarde. Estoy preocupada por él. No durmió anoche;
solo se recostó a mi lado, sosteniéndome en sus brazos, mirando hacia el espacio.
Beso su frente, aunque él no se mueve. Está acabado, no solo físicamente, sino
mental y emocional y sin duda espiritualmente.
Necesita que cuide de él hoy y eso es exactamente lo que haré. Justo después
de enviarle a esa viciosa perra un texto muy enojado.
Gwen: No creo en la existencia de un ser superior. No creo en
muchas cosas que no puedo ver. Excepto el amor. Te dimos eso.
Nathan, después de todo lo que hiciste, te dio eso. Yo te di eso. Mis hijos
te dieron eso. No lo merecías más de lo que él merecía una vida como la
que tenía antes de mí y nuestros hijos. Sé que probablemente ni
siquiera leas esto. Solo sé que no puedo dejar que esto no se diga. Lo
has arruinado. No por lo que tomaste de nuestra casa, sino por lo que
tomaste de su alma. Él era feliz. Por una vez, él era jodidamente feliz.
Estabas de vuelta, su mami, la persona que se suponía debía protegerlo.
Él realmente creía que no sabías nada del abuso. Le dejé creer, a pesar
de mis dudas.
¿Cómo puedes dormir de noche sabiendo lo que él ha pasado?
¿Cómo puedes dormir de noche sabiendo que estás protegiendo a un
hombre que arruinó la infancia de tu hijo?
¿Cómo puedes alejarte de él otra vez y de nuestros hijos?
Me preguntaría qué hizo él en una vida pasada para merecer esto, 251
pero no creo en la reencarnación. Esto, para mí, es la única vida que
tenemos. Esta es la única vida que tendrás con nosotros. ¿Cómo puede
un hombre que abusó de ti y de su hijo durante tanto tiempo hacerte
feliz? ¿Estás dispuesta a perder todo lo que vale la pena en tu patética
existencia con el fin de proteger a un hombre que hizo su patética
existencia en primer lugar? No tendrás otra oportunidad en esto. Haz
lo correcto. No reparará lo que ha ocurrido y no te traerá de vuelta a
nuestros corazones, pero al menos cuando seas vieja y en tu lecho de
muerte, no estarás mendigando el perdón de Nathan como lo hizo tu
suegro. Nathan no le perdonó, por cierto, igual que no te perdonará.
Devuelve el DVD. Deja que Nathan tenga su justicia. Jodidamente
redímete a ti misma. No seas débil. Cualquier onza de instinto maternal
que hayas dejado necesita canalizarse ahora mismo.
Capítulo veintisiete
—Hola. —Nathan parpadea un par de veces, sonando y viéndose cansado.
—Hice tu sopa y pastel favorito —susurro, colocando la bandeja en la mesita
de noche y luego sentándome junto a él en la cama.
—¿Qué hora es?
Echo un vistazo al reloj digital en mi lado de la cama y respondo:
—Pasadas las cinco.
—¿De la tarde? —Su rostro es impasible. No parece molesto por su tardío
despertar. Asiento y gentilmente acaricio su mandíbula—. Debería levantarme.
—Te sentirás mejor después de una ducha y un poco de comida.
No responde, tampoco se ve convencido.
Coloco la bandeja en su regazo, aliviada cuando empieza a comer.
—Esto está bueno —murmura, sonriendo un poco—. ¿Dónde están los niños?
—Los llevé con mi madre.
—¿Condujiste todo el camino hasta Skeg y volviste?
—Fue bueno para despejar mi cabeza.
252
No discute, solo frunce el ceño, y sé que no está feliz, pero también sé que está
demasiado cansado para discutir.
—Termina tu sopa y come tu rebanada de pastel; necesitas azúcar.
—Sí, jefa. —Su intento de broma cae tan plano como la expresión en su guapo
rostro.
—Iré a abrir la ducha. Necesito una. —Pongo su cabello detrás de su oreja,
aliviada al ver que ha crecido lo bastante para hacer eso. Solo lo justo.
El agua caliente es un alivio. Se derrama sobre mis curvas perfectamente,
llevándose mis dolores. Si solo pudiera disolver el odio en mi corazón.
Nathan se me une después de unos minutos y me presiona contra la pared con
su sólido pecho. Paso mis manos por su espalda. Se siente tan sedosa bajo el agua,
de la cual su cuerpo me está protegiendo. Empiezo a sentir el frío en el aire, lo que
causa que mis pezones se endurezcan mientras mis pechos se tensan. Agacha la
cabeza, el agua golpeando la cima de la mía y corriendo en mi boca cuando toma mi
pezón en la suya. Grito con sorpresa y sostengo su cabeza con suavidad. Sus dedos
separan los pliegues entre mis muslos y se sumergen en mí lenta y suavemente.
Apenas puedo soportarlo. Mi cuerpo arde tanto. Se sacude y tensa con cada
pulsación de placer.
Finalmente, su boca me libera. Gimo ante la pérdida y luego de nuevo cuando
empieza a besarme hasta mi ombligo. Los dedos atormentando y sondeando dentro
de mí permanecen tal cual. Su cabeza baja más y más hasta que está de rodillas. No
tengo tiempo de protestar porque no entiendo totalmente lo que está haciendo
hasta que siento su lengua ahí. Justo ahí. Busca mi clítoris y luego lo encuentra y es
como si hubiera hecho esto un millar de veces. Pone mi pierna sobre su hombro y
me besa abajo tan intensamente como me besa arriba.
—Oh —jadeo y presiono mi espalda contra la pared. Necesito agarrar algo y
retorcerlo en mis manos. No me atrevo a agarrar su cabeza por miedo a que pare.
Empuja más profundo, desapareciendo totalmente en el espacio entre mis
muslos y sé que estoy cerca. Puedo sentirlo listo para liberarse.
—Nathan. —Rechino los dientes. Mis ojos se cierran con fuerza y dejo de
respirar. Es demasiado tarde y si lo sabe, no le importa porque no deja de burlarse
y saborearme. Mi clímax explota en una manera que nunca ha hecho y él no cede,
todavía atormentándome. Es doloroso, pero el dolor se va tan rápidamente como
empezó y tan pronto como mi segundo orgasmo empieza, se levanta, me levanta,
me sujeta contra la fría pared de baldosas y se hunde en mí. Sus pupilas dilatadas
encuentran las mías justo antes de que su boca choque con la mía y deguste mi
sabor agrio en él antes de que el agua lo lave.
—Eres asombroso. —Suspiro, pulsando alrededor de su sólida y gruesa
longitud. Me sonríe, viéndose orgulloso de sí mismo—. Eso fue asombroso. —Ahora
se ve incluso más orgulloso y luego se tensa, perdiéndose más rápido de lo que
jamás ha hecho, justo cuando mi orgasmo empieza a mermar.
253
—Pensé que te debía una. —Pronuncia cada palabra acompañada con una
poderosa embestida y luego gime y se queda quieto. Apoyando su frente contra la
mía, esperamos a que las sensaciones se reduzcan a un leve hormigueo antes de
separarnos y cuidar debidamente del cuerpo del otro.
El mejor sexo en la ducha de la vida.
El mejor sexo en la vida.
Nathan es literalmente el mejor en la vida.
Desafortunadamente, todas las buenas sensaciones y las buenas cosas deben
tener un fin.
Cuando estamos secos, vestidos y en medio de ver una película en paz, la
policía llega a nuestra puerta con noticias, una nota y una urna negra y dorada.
Una nota de su madre y una urna llena de las cenizas de Caleb.
256
Epílogo
Tres días después de que Nathan y yo nos casáramos, yo en el más hermoso
vestido de novia estilo fiesta oro rosáceo, totalmente hecho para una reina, el padre
de Nathan fue sentenciado a cuarenta años de cárcel por los cargos de poner en
peligro a un niño, negligencia, tráfico de personas, asalto y agresión, acoso, abuso,
y la lista continúa. Tuvo tres juicios diferentes por tres crímenes diferentes y los
años siguieron añadiéndose. Probablemente muera antes de ver la luz del día de
nuevo y Patricia y Nathan reciban sus activos y otras pertenencias. Patricia lo ganó
todo en el divorcio, pero todas las tiendas y negocios se las entregó a Nathan casi de
inmediato. Ahora posee la joyería principal, proveedora de todo Reino Unido.
Estábamos en Italia cuando se dictó la sentencia final, en las vacaciones a las
que nunca tuvimos la oportunidad de ir por ayudar a cuidar de la madre de Nathan
mientras se recuperaba. No nos quejamos y nos divertimos más sin los niños, me
avergüenza admitirlo. No habíamos tenido tanta libertad la última vez.
En cuanto regresamos, fuimos a visitar los restos carbonizados de la primera
casa en la que vivimos juntos y en lugar de dejar la tierra arruinada o venderla, lo
habíamos despejado todo y juntos diseñamos la casa más perfecta para criar a
nuestros hijos.
Mamá y su nuevo marido se mudaron más cerca también, encontrando
consuelo junto a la costa de Essex. Mamá es ahora encargada de las tiendas de 257
Essex de Nathan. Él tiene dos y ella ama cada segundo. Es buena en ello también.
Aunque hemos pasado años celebrando y construyendo un hermoso hogar
para nuestros bebés, hoy es un desafortunado día de llanto.
Dillan, tan alto, fuerte y guapo, se para al lado de su padre en la arena de la
playa de Skegness. No es el lugar más glamuroso, pero es donde crecí, es donde
Caleb y yo nos conocimos y es la ciudad donde Dillan fue concebido.
Emily, de ahora diecinueve años, está en casa cuidando de Ashlyn, su
hermana de trece años, mi mini-yo. Podrían haber venido, pero siendo los ángeles
que son, quisieron darnos espacio para decir nuestro último adiós.
Un último adiós a Caleb, el padre biológico de Dillan, mi primer amor y el
hermano de Nathan.
Dillan ha sabido sobre su padre desde el día que fue lo bastante mayor para
entender. Recurrió a su espíritu en tiempos de necesidad mientras creció. A
menudo lo oí hablando consigo mismo en la cama como si rezara y a pesar de que
era triste y en ocasiones un poco inquietante, me hizo sentir orgullosa y feliz de
saber que incluso en la muerte Caleb aún llegó a conocer a su hijo y su hijo llegó a
conocerlo.
Ahora, sin embargo, es el momento de liberarlo. Dillan, ahora de la edad que
tenía Caleb cuando nos conocimos, siente como si fuera el momento de dejarlo ir y
liberar a Caleb. Estoy tan orgullosa de él y el hombre en que se está convirtiendo.
Es tan testarudo, amoroso y amable. Es una réplica de su padre, no solo en aspecto,
sino en espíritu también. Las cenizas de Caleb, que hemos mantenido guardadas
durante años, están fuera y listas para ser esparcidas en el mar y la arena.
Dillan toma el primer puñado y lo libera, susurrando algo que no puedo
entender. Miro el brillante gris desaparecer en el agua.
Luego va Nathan, silenciosamente tomando el siguiente puñado, su brazo
alrededor de los hombros de su hijo. Lo libera también y sonrío con calidez ante
mis hombres favoritos. Uno tiene cabello grisáceo, aun así, no es menos guapo que
la primera vez que nos cocimos. Beso su mejilla. El otro es una réplica de Caleb;
son casi idénticos cuando comparas fotos. Beso su mejilla también. Luego, le
arrebato la urna y la pongo bocabajo. Las cenizas golpean la arena con un puf que
revolotean alrededor de mis tobillos. Escalofriante.
—¡Mamá! —jadea Dillan y Nathan alza la mirada al cielo como si esperara
ayuda—. ¿Qué mierda?
—No maldigas —le espeta Nathan a su hijo, ahora frunciéndole el ceño.
—Tuvieron su momento, merezco el mío —respondo altivamente—. Caleb
entenderá. —Pateo sus cenizas hacia el lento arrastrar de las olas.
—¡Basta! —grita Dillan, aunque oigo la risa en su voz—. ¿Qué te pasa?
—Caleb sabe.
—¿Puedo saber?
—No, pero él lo merecía. —Sonrío, asegurándome de que las cenizas han 258
desaparecido totalmente para que ningún pobre niño incauto termine
construyendo un castillo de arena con ellas—. ¿Qué deberíamos hacer con la urna?
—No sé. ¿Qué hace la gente normalmente con las urnas? —pregunta Nathan y
Dillan de inmediato saca su teléfono y le pregunta a Google.
—¿Podríamos donarla para caridad? —sugiere, encogiéndose de hombros
mientras camina hacia atrás por delante de nosotros.
—¿Y si no saben que es una urna y la usan como elegante bol para la salsa o
algo? —Hago una mueca con horror ante la idea.
—Ugh —dice Dillan con una risa, todavía caminando hacia atrás—. Asqueroso,
mamá.
—La usaremos como recipiente para plantas —nos dice Nathan, quitándome
la urna para que no la rompa.
—Me gusta la idea.
—A mí también —concuerda Dillan—. ¿No debería estar triste o llorando o
algo? Me siento…
—¿En paz? —pregunto, sonriendo con calidez.
—Sí, siento que lo he llegado a conocer apropiadamente por primera vez.
Gracias por dejarme hacer esto.
—Fue una buena idea —interviene Nathan, tomándome de la mano. Parece
que ha pasado tanto tiempo desde que estaba asustado de la arena. Camina sobre
ella tan fácilmente ahora, como si nunca le hubiera molestado. Hay muchas cosas
que puede hacer ahora que una vez le habrían molestado. Sus guantes de cuero
permanecen, sin embargo. No creo que jamás desaparezcan y no creo que jamás
quiera que lo hagan.
Entonces Dillan arruga la nariz y declara:
—Tengo hambre. ¿Comemos pescado y patatas?
—Acabas de esparcir las cenizas; ¿cómo puedes tener hambre? —Niego.
—Quiero picante en mis patatas —añade, ignorando lo que acabo de decir.
—Oh, buen señor. —Suspiro, alzando la mirada al cielo por ayuda como
Nathan hizo antes—. Lávate las manos primero, rarito.
—Quiero salsa. —Nathan sonríe, liberando mi mano para ir tras su hijo.
—Ustedes están enfermos, ¿lo sabían? —grito detrás de ellos, sonriendo con
amplitud.
—¡Dice la mujer que acaba de patear a su marido muerto al mar! —grita Dillan
y la pareja que pasa por mi lado me mira con horror.
—Era mi prometido y lo merecía. —Suelto una risita y corro tras mis
hombres—. ¡Espérenme!
259
Fin
Sobre el autor
¡Tengo ahora veinticuatros años y he estado escribiendo desde que puedo
sostener una lapicera en mi mano! Amo escribir, es mi pasión, y nunca me detengo.
De hecho, amo tanto escribir que he comenzado a escribir cerca de ciento cincuenta
libros diferentes antes de finalmente terminar mi primera novela, “A Little Bit of
Crazy”, la cual publiqué en mayo de 2013. Estuve agradecida cuando recibí críticas,
ya que me ayudan a ser una mejor escritora.
Cuando no estoy escribiendo, amo pasar tiempo con mi familia y cuando
tengo tiempo libre (¡no es fácil con niños pequeños!) es leyendo o escuchando
música. No me encontrarás sin un libro o mi Kindle en mi mano. Leo mientras
cocino, limpio, hablo, camino… ¡podrías decir que leer es mi otra pasión!
Gracias por tomar el tiempo para leer mi libro. Aprecio cualquier clase de
comentario sea bueno o malo. Esta ha sido una enorme curva de aprendizaje para
mí y me hace feliz recibir cualquier consejo/crítica… ¿elogio? Lo que quieras
proporcionar. No seas tímido. Gracias,
Con amor Alex.
260
261