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Rubiera Cancelas Carla. Esclavitud femenina en la Roma antigua. Entre la reproducción biológica y la maternidad. In:
Dialogues d'histoire ancienne, vol. 41, n°2, 2015. pp. 151-170;
https://www.persee.fr/doc/dha_0755-7256_2015_num_41_2_4168
Abstract
Female Slavery in Ancient Rome: between Biological Reproduction and Motherhood.
Research on female slavery in ancient Rome has traditionally been linked to biological
reproduction. However, studies rarely stopped to analyze this fact carefully focusing on female
slaves. Indeed such an approach uncovers concepts such as animalization, physical and
psychological violence, vientres gestantes, as well as motherhood. It provides a broader picture of
the utilization of these women with a view to perpetuating the slavery system.
Résumé
L’esclavage féminin dans la Rome antique. Entre reproduction biologique et maternité.
La recherche sur l’esclavage féminin dans la Rome Antique associe traditionnellement les femmes
esclaves à la reproduction biologique. Cependant rares sont les études qui se sont penchées
attentivement sur ce processus en se focalisant sur les esclaves femmes. C’est précisément au
cours de ces analyses que surgissent des concepts tels qu’animalisation, violence physique et
psychologique, ventres gestants, mais aussi maternité. Ainsi, il se dégage une vision plus large de
la signification de l’utilisation de ces femmes en tant que reproductrices du système esclavagiste.
Dialogues d’histoire ancienne, 41/2, 2015, 151‑170
Trabajé día y noche, con la desgracia delante de mí. Cuando me tumbaba al lado de mi niña,
sentía cuánto más fácil sería verla morir que verla golpeada por su amo,
ya que le veía golpear a los pequeños. El espíritu de las madres estaba tan aplastado por el látigo,
que se quedaban quietas, sin valor para reprochar.
¿Cuánto más debía sufrir, antes que yo fuera amansada a ese grado?
Harriet A. Jacobs, Memorias de una esclava, Barcelona, 1992.
utilizado con el fin de abastecer nueva población servil, asegurando así la pervivencia de la
institución esclavista4. A esta afirmación habremos de añadir otra; dentro de la esclavitud
no es incompatible el trabajo con la procreación5. Es decir, aunque nos centremos en un
ámbito tan particular como el que se expone en este artículo, no consideramos que la
aportación de las esclavas a la Roma antigua fuese exclusivamente la creación de uernae.
Sin duda, junto con las deudas, las guerras o las condenas, la procreación constituye
uno de los medios a través del cual se conseguían nuevas generaciones serviles6. Gran
parte de la historiografía entendió este fenómeno como una forma de aprovisionamiento
al servicio de un sistema y lo analizó precisamente desde esta perspectiva: un instrumento
deshumanizado y que raras veces individualizaba a aquellas personas de las que se servía.
Con este posicionamiento se pierde la riqueza de considerar la situación del subyugado,
en este caso de la subyugada. Rememorando las palabras de Moses I. Finley – aunque
permitiéndonos un ligero cambio – podríamos preguntarnos qué habrían dicho las
4
El uso de las esclavas como reproductoras biológicas se aprecia en distintas etapas de la Historia de
Roma, aunque en nuestro caso, proponemos como ámbito cronológico de análisis los tres primeros siglos del
Imperio – no obstante existirá una cita a una fuente de época republicana, válida de todas formas para época
imperial –. Es en este marco temporal donde las fuentes se muestran más abundantes en lo que a reproducción
biológica se refiere. Sin embargo, esto no significa que antes o después de los límites establecidos no podamos
encontrar testimonios sobre la existencia de la misma, o bien sobre la valoración del cuerpo femenino esclavo
como “natural” reproductor. Así, por ejemplo, no ignoremos las palabras de Harper 2011, quien comenta
que atendiendo a la longevidad del sistema esclavista, la reproducción biológica ha de ser considerada “the
main engine of Roman slave supply” (p. 78). A pesar de la rotundidad de la afirmación, este autor en las
páginas inmediatamente anteriores a esta cita reflexiona de manera general y no sólo centrándose en el bajo
Imperio, sobre la dificultad de establecer exactamente el número de uernae en cada territorio y en cada etapa
de la Historia de Roma.
5
Roth 2008, p. 14.
6
Cornell 1990 señalaba que el fenómeno esclavista se habría registrado en Roma en época temprana, a
pesar de lo cual su presencia en ese momento habría sido limitada. Este autor menciona para esta cronología
tres formas de obtener nuevos esclavos y esclavas: las guerras/rapiñas, las deudas y la reproducción biológica.
A este elenco deberíamos quizá añadir la exposición. No obstante, como se ha indicado, la reproducción
biológica pasaría a convertirse en un modo de obtención de población esclava de primer orden a finales de
la República, o a inicios de la época imperial. Bradley 2011 (p. 246) sostiene que en la República inicial el
número de población esclava no sería elevado, puesto que los enfrentamientos en este momento realmente no
serían muy numerosos. Este autor define la esclavitud como producto del imperialismo romano. Plantea que
es la conquista de la península itálica la que incorpora esclavos y esclavas en un número a considerar. Señala el
siglo III a. C. como el momento en que el hábito de esclavizar enemigos para conseguir el bienestar aumenta.
Esta misma postura es la que mantiene Schmidt 2003 (p. 22), quien afirmó que Roma se nutre del ejemplo
de sociedades que la rodeaban en las que también existía la esclavitud. Este autor sugiere igualmente que no
es hasta el siglo III a. C. que contaremos con presencia relevante de población esclava.
esclavas de sí mismas si se les hubiese dado licencia para hablar7. En general, basta recordar
que la mayor parte de la información disponible sobre este colectivo de la Roma antigua
(incluyendo también a los varones) procede de las manos de quienes se encontraban en
la posición dominante8, con lo que la perspectiva desde la opresión se manifiesta difícil
de reconstruir. No obstante, es una línea de trabajo atractiva, como ya habría señalado el
propio Finley, seguida por relevantes historiadores de la esclavitud antigua como Keith
R. Bradley, y que todavía continúa siendo foco de atención.
Recoger el pensamiento de todas aquellas personas que un día perdieron su libertad
– o bien nacieron sin ella –, su familia y su patria resulta a priori una tarea imposible9.
Sin embargo, existen fuentes que nos ofrecen información más directa. Ocurre así con
la epigrafía – aunque igualmente limitada –, de la cual obtenemos nombres, edades,
oficios, terminología familiar o expresiones que nos permiten reconstruir en la medida
de lo posible la otra cara de la moneda: no la del conquistador, sino la del conquistado.
Considerar todo este tipo de cuestiones nos conduce a enriquecer nuestro planteamiento
sobre la reproducción biológica, no sólo entendida como método de aprovisionamiento,
sino considerando a las esclavas y sobre todo el cuerpo de las mismas. De todos modos
cabe otra reflexión centrada en concebir a estas mujeres como madres, y en este punto es
donde precisamente intentaremos plasmar la posición de las sometidas.
7
Esta idea está tomada de la reflexión que este historiador hace sobre las silenciosas mujeres de Roma en
Finley 1975.
8
La literatura, por ejemplo, es uno de los soportes que nos permite acercarnos a la esclavitud femenina en
la sociedad romana antigua, puesto que esta impregna cada obra que nos ha sido legada. Fitzgerald 2000, hace
una férrea defensa del uso de la literatura para estudiar la esclavitud. Sin embargo, no ignora este historiador
las limitaciones derivadas de la lectura de una fuente imbuida de la perspectiva de la dominación. Fitzgerald
2011 reflexiona de nuevo sobre la importancia de esta fuente, ofreciendo pistas para reorientar su lectura
hacia el estudio de la esclavitud. Para ello, ejemplifica a través de una serie de poemas seleccionados, muy
adecuadamente, la información que podemos extraer de la lectura de los silencios o de la voz del otro. Como
bien señala Joshel 1992, las fuentes literarias que se han conservado pertenecen a personas de un determinado
ámbito social que escriben desde la óptica de una sociedad esclavista, desde las miras del poseedor, del
conquistador, de un miembro de pleno derecho, a lo que hemos de añadir desde una mirada masculina.
9
Desde la antropología de la esclavitud se ha escrito sobre tres procesos: desocialización – cuando son
arrebatados de su sociedad de origen –, decivilización y despersonalización. Se incide de nuevo en hablar del
muerto social, el no nacido, quien no tiene derechos. Meillassoux 1990, p. 113-121.
10
Una mayor información sobre el partus ancillae en la historiografía contemporánea la encontramos en
Rubiera Cancelas (en prensa).
11
Desde el Derecho romano, por ejemplo, ha de citarse el temprano texto de Basanoff 1929.
12
Por supuesto, también se ha escrito sobre el debate que se centró en si es fruto el hijo de una esclava,
antigua discusión jurídica que en la Historia de las Mujeres pasó a conocerse gracias a Cantarella 1991.
Otros elementos sobre el partus ancillae en el derecho romano se recogen en una publicación más reciente:
Höbenreich 2004.
13
Este autor se manifiesta reacio a creer que el contubernium fuese una práctica usual permitida. En su
segundo libro, a pesar de tratar a los serui nascuntur en primer lugar, en el apartado “Des sources de l’ esclavage
a Rome” – apenas ocupa este tres páginas –, Wallon resta importancia a esta fuente de obtención. Así, este
historiador genera una serie de dudas en torno a este método, concluyendo que la unión de esclavos y esclavas
respondería más bien a una recompensa. Wallon 1974, p. 157-158.
14
Biezunska-Malowist 1966; 1969; 1961; 1984. Un artículo que también destacará la importancia de las
esclavas como procreadoras es el de Kolendo 1976.
15
Los estudios demográficos se interesaron con el tiempo por la presencia de las esclavas. Se calculaba
entonces la importancia del partus ancillae, la ratio sexual, o la edad de la población femenina esclava en el
momento de la venta o de la manumisión.
es un tema que tiene difícil solución y que podríamos dar por zanjado, todavía en las
publicaciones recientes hay quienes recaen en él siempre que tienen oportunidad. Ocurre
esto en uno de los últimos manuales de Historia de Roma, coordinado por P. Erdkamp
y titulado The Cambridge Companion to Ancient Rome (2013). Este libro cuenta en su
interior con la colaboración de E. Herrmann-Otto, quien escribió en 1994 Ex ancilla
natus. Untersuchungen zu den “Hausgeborenen” Sklaven und Sklavinnen im Westen des
römischen Kaiserreiches. En el capítulo que redacta esta historiadora bajo el título “Slaves
and Freedmen”, todavía se dedican unos párrafos al dilema para concluir que, a pesar
de que en determinado momento de la Historia de Roma la reproducción biológica
parece tener una mayor importancia, nunca podemos considerar esta fuente como el
único modo de obtener nueva población esclava16. Todos estos textos mencionados son
ejemplo del tratamiento de la procreación, en tanto que método habitual de obtención
de contingente servil. En ellos aparecen las esclavas, pero no son estas mujeres el centro de
las investigaciones, sino seres colaterales exentos de cualquier protagonismo o reflexión.
Con toda probabilidad la reproducción biológica ha acompañado a la esclavitud
desde los albores de su funcionamiento y desde su incorporación a la sociedad romana.
A pesar de lo cual, no será hasta finales de la República cuando el interés por este método
aumente; los uernae adquieren una mayor presencia en las fuentes a partir de esta época,
momento en el que las grandes guerras del Mediterráneo, importantes proveedoras de
población esclava, habían llegado a su fin. A pesar de esto, no se habría convertido en el
único modo de obtener nuevas generaciones serviles, puesto que todavía existirían otros
medios a través de los cuales se conseguían esclavos y esclavas. Además, con casi total
seguridad, cabría considerar diferencias territoriales, cuyo estudio permitiría evaluar las
distintas situaciones en las provincias que llegaron a conformar el Imperio romano. En
el caso de la ciudad de Roma, sólo analizando la epigrafía, podemos percibir el potencial
de la reproducción biológica: son más de setecientos los epígrafes en los que surgen
referencias a uernae (la mayor parte de los mismos pertenecen a los tres primeros siglos de
nuestra era). En otros territorios, aunque con cifras menos espectaculares, se registran en
las inscripciones seres nacidos esclavos17. De este modo, la reproducción biológica habría
16
Herrmann-Otto 2013.
17
Así, el escrito de Crespo Ortiz de Zarate 2003 recoge unas ochenta inscripciones en las que aparecería la
palabra uerna-ae/uernaculus-i.
condicionado la vida de las esclavas, aunque quizá no de la misma forma en todos los
territorios, ni en todas las épocas18.
No obstante, no sólo la epigrafía sostiene la existencia de la utilización de
las esclavas como procreadoras. El derecho romano, el cual se convierte en una de las
fuentes que nos permite obtener una perspectiva general aplicable a todos los territorios,
es excelso en referencias19. En el Digesto, por ejemplo, se acopia parte del Edicto de los
Ediles de época republicana (21, 1), cuya lectura nos permite entender el valor del cuerpo
femenino esclavo en tanto que reproductor. En este texto las esclavas son reducidas a
entes corpóreos perfilados en este caso jurídicamente, cuadro que evidencia una realidad
social y que liga además su salud con la fecundidad. Asimismo, la edad20, menstruaciones
irregulares, caderas estrechas o elevados abortos convierten a estas mujeres en sujetos
sospechosos; observado todo ello desde la lupa de quienes representan al sistema
18
De todas formas, no existe un consenso sobre el momento en que alcanzó una mayor relevancia y hasta
qué época esto se mantuvo. Sí se ha apuntado que, independientemente de la presencia que tuviese, no podría
ser la única fuente de aprovisionamiento. Bussi 2001, p. 48. Scheidel 1997 y Harris 1999 mantuvieron una
disputa en los artículos anteriormente citados, en un intento de ofrecer cifras y porcentajes. Harris se centrará
en cuestiones como las diferencias entre provincias, demografía, manumisión, ratio sexual y, sobre todo,
fertilidad en la población esclava. Así, la existencia de la reproducción biológica como fuente generadora
de nueva población esclava es indudable. Sin embargo, cree imposible ofrecer cifras exactas, consciente de
las limitaciones de las fuentes antiguas. Harper 2011, refiriéndose al uso de las esclavas como reproductoras,
muestra que, siendo difícil aproximarse a este tema, como ya hubiese aclarado Harris 1999 en tanto a que
no hay evidencias suficientes para afirmar muchos aspectos, a la hora de investigar este punto han de tenerse
en cuenta parámetros como ámbito rural o urbano, ratio sexual o frecuencia en la manumisión, entre otros.
Harper 2011, p. 70.
19
Sobre la utilización del derecho romano como fuente para el estudio de la esclavitud contamos con obras
como la de Morabito 1981. En relación a la temática de este artículo, en este texto encontramos una parte
del capítulo “La reproduction du groupe servil” en la que se reflexiona sobre “La reproduction interne, par la
naissance” (p. 61-65). Precisamente este autor analiza los porcentajes del Digesto en los que se hace referencia
a la reproducción biológica, concluyendo que no existe una gran diferencia entre el número de fragmentos
de época republicana y los de época imperial. Centrándose en el Imperio, Morabito 1981 denota un mayor
número de apariciones bajo los Antoninos. Concluye con que esta fuente no es fiable para poder afirmar si
en una época se fomentó en mayor medida la reproducción biológica respecto a otra; no obstante, cree que
atendiendo al número de apariciones de los serui nascuntur, sin duda la “reproduction par la naissance” era
rentable.
20
Bradley 1979, ya había ligado la capacidad reproductora de las esclavas con el momento de la
compraventa. Este autor analizando veintinueve casos extraídos de papiros egipcios concluye que la edad de
venta de las esclavas va unida a la madurez biológica y a la reproducción. De este modo, se comprarían y se
venderían esclavas en el momento en que eran potencialmente reproductoras. Por ello, el valor de las ancillae
en el mercado disminuía con la edad. Tempranamente, D’ Amia 1931 (p. 191-192) mencionaba el hecho de
que, en la documentación que había consultado del siglo XIV en Italia, era frecuente que para las mujeres, en
los contratos, se dijese la edad omitiéndose para los hombres.
esclavista, los cuales atienden a sus propias necesidades. Cabe decir aquí que gran parte de
las referencias a población esclava femenina disponibles en el Digesto ligan a las esclavas
con el partus21.
Otras fuentes contribuyen a visualizar la explotación del cuerpo femenino para
obtener nuevos seres serviles. Desde los textos agronómicos hasta las sarcásticas palabras
de Marcial, distintos géneros literarios constatan la reproducción biológica, a la vez que
nos ofrecen información que analizada desde una perspectiva actual permite introducir
varias cuestiones22. La primera de ellas recae en un concepto fundamental atendiendo al
tema que nos ocupa: la animalización. K. R. Bradley defendió que existían dos elementos
que permitían relacionar este concepto con la población esclava23. Por una parte, la falta
de movimiento; por otra, la reproducción biológica. En el derecho romano, la situación
de las esclavas se asimila a la propia de los rebaños de ganado y lo mismo ocurre con el
partus ancillae y las crías de los animales.
Llegado este punto, hemos de señalar la violencia que tantas veces acompaña al
tratamiento animal y, en este caso, nos referimos a aquella específica que se ejecuta sobre
el cuerpo de las esclavas, el cual es obligado a gestar y a parir – no olvidemos tampoco
que la fecundación puede originarse debido al abuso sexual, otro tipo de violencia –.
La reproducción biológica es, por tanto, ejemplo del uso y de la explotación del cuerpo
femenino, el cual además de sufrir la brutalidad rutinaria que acompaña al estado servil,
soporta una concreta derivada de su concepción como procreador; situación sin duda
diversa de aquella que afecta a los conserui. Esta violencia podríamos concebirla como
física, pero también como psicológica. Es decir, aquella que afectaría a una mujer que no
posee a su descendencia, ni en términos jurídicos ni prácticos; la que pesa sobre quienes
ven arrebatados sus bebés para entregarlos a otras mujeres con el fin de alimentarlos, o
bien sobre quienes ven que su descendencia es enviada a alejados lugares, para que allí
21
Rubiera Cancelas 2012. La palabra partus es la que con mayor frecuencia aparece en el Digesto para
definir a esa descendencia esclava, aunque como bien analiza Morabito 1981, p. 60-61 podemos encontrar
otras como filius, liber, natus, puer, puella y también uerna.
22
No olvidemos la iconografía. Así, como ejemplo, aunque sea tan sólo una posibilidad, en tanto que
no nos es posible afirmar la identidad esclava, podríamos fijarnos en la mujer que de pie y con algo en las
manos nos devuelve la mirada en la conocida Villa de los Misterios. Para presuponer que esta fémina es una
esclava, atendemos a su actitud, su postura, su gesto, elementos todos ellos que han sido señalados como
fundamentales a la hora de intentar identificar población servil. Kolendo 1979. No obstante, en relación al
tema que nos atañe, merece la pena observar el cuerpo de esta fémina, el cual se liga a la fertilidad gracias a las
líneas redondas que lo definen.
23
Bradley 2000.
24
Otro ejemplo de violencia psicológica podría reflejarse en el momento en que una madre es vendida y
separada de su criatura. Straus 2004, p. 271 defendió esta práctica como uno de los elementos más crueles
dentro de la esclavitud. Este historiador plantea que en la ruptura de familias esclavas es cuando realmente se
observa la concepción animal del esclavo o de la esclava (p. 276).
25
Glancy 2002, p. 9.
26
No sería extraño que se obligase a abortar a las esclavas, algo que no tendría una consideración negativa.
Si el aborto era decidido por el propietario, no sería reprobable. Cantarella 1991, p. 253.
27
La disposición testamentaria debía de cumplirse y, en el caso de que no fuese así, se decretaba
automáticamente la libertad. Iglesias 2010, p. 93.
forma, podríamos definir a estas mujeres como vientres gestantes de nueva servidumbre28,
atendiendo además a la prosperidad social y económica de su capacidad reproductora29.
El uso de estas féminas como procreadoras de nuevas generaciones, sin duda, abre un
abismo que las separa de sus homólogos masculinos. Cuerpos embarazados, sometidos
al esfuerzo de varios partos y lactantes; el cambio no voluntario que sufren las esclavas en
este sentido es algo que no cabe decir para ellos y nos presenta el discurrir de una historia
de la esclavitud verdaderamente compleja en tanto que muestra una gran diferencia.
28
La expresión “vientre gestante” ha sido aplicada también para definir a las mujeres libres, por ejemplo,
en relación a la práctica de prestar a sus cónyuges por parte de los romanos. Núñez Paz 2009, p. 265.
Evidentemente, hay una serie de aspectos que, a priori, pueden ser aplicables a todo el género femenino.
Sin embargo, dentro del mismo, las diferencias son sustanciales dependiendo de a qué tipo de mujer nos
refiramos. En este caso, a lo largo de este artículo, reflexionaremos sobre una fémina, pero que también es
esclava, lo que significa combinar para nuestra exposición el grupo social y el género. Tengamos en cuenta
además que barajamos el concepto “vientre gestante de la esclavitud”.
29
Son varios historiadores e historiadoras los que se refieren a esa prosperidad, independientemente de que
no puedan “poner fecha concreta” a la misma. Además, hemos de considerar los textos legislativos del siglo II-
III d. C. en los que se contempla la opción de hipotecar la capacidad reproductiva de las esclavas, testimonio
de su valor económico.
años30. Una de las fuentes que contribuye en gran medida a enunciar elementos que
dibujan el posicionamiento de aquellas personas sometidas a un estado de servidumbre
es la epigrafía31. Así, y gracias a las inscripciones funerarias reconocemos, por ejemplo,
vocablos que expresan parentela o familiaridad en un orden social en el que serui et seruae
son definidos jurídicamente como res. Estos textos siguen la mayor parte de las veces
fórmulas que imitan los epitafios de la población libre y al hacerlo puede que el grupo
esclavo ponga en práctica una reivindicación de su humanidad32. No obstante, en otros
momentos las relaciones emergen en inscripciones poco frecuentes como ocurre con las
palabras que Nébulo dedica a su compañera: Nebulus Marthae conseruae. Fleui, Martha,
tuos extremos tempore casus ossaque compusui. Pignus amores habes33. No deja de ser este
epitafio un ejemplo de oposición, en absoluto violenta, que haciendo uso de las propias
emociones expresadas a través de breves líneas, se sitúa en contra de un ordenamiento
social que aliena cualquier aspiración humana.
Sin abandonar el tema de la resistencia, en este caso combinándolo con la esclavitud
femenina, la reproducción biológica y la parentela, podríamos llegar a reflexionar
sobre la maternidad. Una vez más la epigrafía es el espejo que nos devuelve la imagen
de sentimientos maternales expresados con las mismas palabras que las mujeres libres
dedicaban a su propia descendencia:
NVNNO VERNAE
QVI VIXIT ANNIS
30
A pesar de lo cual, la historiografía ha intentado plasmar la ilusión de recrear el pensamiento esclavo. Un
ejemplo lo encontramos en el capítulo “Ser esclavo” de Bradley 1998. También Joshel 2010, p. 107 reproduce
una posible venta de un seruus, analizándola desde el punto de vista de quien era vendido.
31
Precisamente son las inscripciones las que se anuncian como fuente a través de la cual podemos llegar
a conocer emociones o lazos familiares, no solamente entre población servil, sino también entre el grupo
libre y esclavo. Carroll 2006, p. 204-205. En la ciudad de Roma, por ejemplo, existen epitafios en los que
observarmos a los uernae, los cuales además son definidos como filius o filia por parte de sus parentes. Véase:
D(is) M(anibus) / EPAPHRODITO PRIMI / AVG(usti) lib(erti) / VERNAE A MANV / EPAPHRODITVS
ET / RESTITVTA FILIO / CARISSIMO VIX(it) ANN(is) XVIII / MENS(ibus) XI DIEBVS XXII (AE,
1984, 0090, I d. C.-II d. C.); D(is) M(anibus) / MATERNO CAES(aris) N(ostri) VERN (ae) QVI / VIXIT
ANNIS XXIIII PVBLICIA / HELPIS MATER FILIO DVLCIS / SIMO ET VRSVLO AVGVSTORVM /
SER(vo) / CONIVGI SVO FECIT ET SIBI / ET SVIS LIBERTIS LIBERTABVSQUE / POSTERISQVE
EORVM (CIL 6, 22284, segunda mitad del siglo II d. C.).
32
Joshel 1992.
33
Inscripción recogida en la base de datos epigráfica de los Museos Capitolinos. Referencia: CNE 3090.
Un ejemplo más conocido lo encontramos en Carroll 2006, p. 208.
34
En este caso, el nombre Vernaclus, como ya se ha señalado, podría indicar también un nacido en casa. En
la ciudad de Roma encontramos este nombre en varias inscripciones. Se han hecho muchos estudios sobre
onomástica esclava. El más importante de ellos, sin duda es Solin 1996. Una reciente aportación en donde
se exponen diversas teorías en relación al nombre de los uernae la tenemos en Bruun 2013. Este autor señala
también la especial relación de los uernae con la familia y, tras analizar determinadas inscripciones, destaca el
afecto que se extrae de la lectura de la epigrafía.
35
ILCV 04858, siglo III d.C. Por supuesto, no es este el único ejemplo que encontramos, véase otro
también de la ciudad de Roma: D(is) M(anibus) / IVCVNDI AVG(usti) VERN(ae) / PAVLINA MATER
/ PIISIMA FECIT / FILIO DVLCISSIMO / VIXIT ANNIS XVIIII /MENSIBVS TRIBVS DIEBVS XIII
(AE, 2001, 0375).
36
Tampoco hemos de ignorar que, en ocasiones, quienes aparecen como dedicantes de inscripciones a
uernae son el propietario o la propietaria, en vez de sus padres. Carroll 2006, p. 204. De nuevo, en la ciudad
de Roma contamos con ejemplos, véase uno de ellos: D(is) M(anibus) / F[la]VIA NICE / M[a]TER FECIT
/ SIBI[i et] CALPV[r] / NIAE GRAPTE / FILIAE PIEN[ti]SSI(mae) / QVAE VIX[it a]NN(is) / XIIII
M[e]NSIB(us) II / DIEB(us) XIII ET / P(ublio) MANLIO TIGRA / NO FIL(io) VIX(it) ANNV(m) / ET
MENS(es) VỊIII / ET PRIMITIVAE / VERNAE SVAE / ET LIB(ertis) LIBERTA / [usq(ue) POST(eris)
Q(ue) e]OR(um) (Op. Rom., 1, 1954, p. 135. Segunda mitad del siglo II d. C.). Puede darse otra circunstancia,
la aparición de quien posee al uerna, por un lado, y de su madre, por otro: D(is) M(anibus) / SVCCESSO /
Vixit) A(nnis) III M(ensibus) III D(iebus) XXVII / CAECILIA / CNIDE / VERNAE SVO / ET TRYFOSA
/ MATER (CIL 6, 26900, siglo II d. C.).
Este texto puede ser analizado desde dos perspectivas. Por una parte, el caso
práctico comentado nos presenta a una esclava que se ha escapado con su hijo y ante esta
situación disponemos de la respuesta que se le da al propietario; es decir, la explicación
desde la perspectiva del sistema dominante. Según este posicionamiento esa mujer es un
objeto, ni siquiera se pertenece, no es su propia dueña y, como tal ante la ley, haberse
fugado significa que se ha hurtado a sí misma a lo que hemos de añadir el robo de su hijo,
o más bien del uerna que ha parido. Por otra parte, si pensamos o nos situamos en el lado
37
Cantarella 2010, p. 103 define sujeto de derecho como el ser humano considerado por el sistema jurídico
como destinatario de sus reglas y, al cual, el derecho ofrece una tutela. Automáticamente, quien es reconocido
como sujeto de derecho se dice que tiene capacidad jurídica. Sin embargo, esta investigadora añade que esta
definición forma parte de la terminología moderna, puesto que en el caso del derecho romano no existe una
palabra para definir al sujeto de derecho.
38
Llegado este punto no podemos ignorar aquí las evidencias del mundo contemporáneo. Las frases de
las esclavas que han sido recogidas testimonian la dureza de la vida dentro de la esclavitud y en determinadas
ocasiones se refieren a la maternidad o falta de la misma. No contamos únicamente con el ejemplo con el que se
iniciaba este texto, sino también con otro perteneciente a una famosa esclava, Soujourner Truth, quien no sólo
luchó a favor de la causa abolicionista, sino que participó en el incipiente movimiento de mujeres del siglo XIX
en EEUU. Esta esclava reconoció en 1851 en el Congreso de la Mujer de Akron: “Miradme, ¡Mirad mi brazo!
He sembrado y plantado y llevado la cosecha al granero, y ningún hombre me podía adelantar – y ¿No soy yo
una mujer? Podía trabajar tanto como un hombre. He criado cinco hijos y les he visto vendidos como esclavos,
y cuando lloré con el dolor de una madre, nadie excepto Jesús me escuchó, – y ¿No soy yo una mujer?”.
39
Conocidos son los castigos que se utilizaron para disciplinar a esclavos y esclavas, también los distintivos
como collares, ropa, incluso cortes de pelo; las lecturas de las Comedias de Terencio o Plauto son manifiesto
escrito de ello.
40
Para el caso femenino sobre este tema contamos con Doi 1989.
legítima. Esta es la maternidad que nos “venden” las fuentes antiguas, el ideal, la cual
además está siempre protagonizada por ejemplares matronas de la aristocracia41.
No obstante, si desviamos nuestra mirada hacia aquellas mujeres que privadas de
libertad fueron utilizadas para traer al mundo a nuevos seres que sustentasen el sistema
esclavista, el honor se desvanece y se transforma en animalización. Incluso, si somos
capaces de ver más allá, y de considerar que las esclavas pudieron concebirse a sí mismas
como madres, en ese sentimiento no hay honorabilidad – excepto la propia –, porque no
se reconoce ni mucho menos se respeta42. Igualmente, no es legítima, ni busca asegurar la
descendencia del padre. Así, el fragmento del Digesto mostraría a una mujer que pensaba
solamente en ella y en su hijo, ajena a normas sociales y a discursos ideológicos de los que
era, con seguridad, víctima.
Ciertamente cabe otra reflexión en torno a la maternidad en la esclavitud, pues
existe la firme teoría de que, en ocasiones, la descendencia era separada de su madre43 para
ser alimentada por nodrizas – libres o esclavas – bien de la familia (Marcian., dig., 50,
16, 210) o ajena a la misma. En el caso de que nos refiramos a nodrizas serviles, a ellas, a
veces durante un periodo de dos años, se les entregaba una criatura a la que debían cuidar
y mantener, porque así lo fijaba un contrato44. Nos preguntamos si, arrebatado el hijo
a la esclava – en el caso de que así fuese – y sustituido por uno ajeno, no puede ser esta
otra forma de maternidad; en este caso la que se compra45, si la nodriza no pertenece a la
familia, o a la que se obliga, si la nutrix es propia.
En relación a la maternidad esclava, cabe otro comentario. Hemos seleccionado
para comenzar este artículo las palabras de Harriet A. Jacobs, quien acertadamente
41
Cid López 2009, p. 157-159.
42
Glancy 2002, p. 17.
43
Gardner 1987, p. 208 plantea como una práctica posiblemente habitual que los uernae de la ciudad
fuesen enviados al campo, donde se criarían con otras esclavas, mientras su madre, continuaría con su trabajo
en la familia urbana. Igualmente, considera que el ochenta por ciento de los uernae manumitidos en Delfos,
lo hacen separados de sus madres.
44
Contamos con excepcionales contratos en Egipto que nos brindan la posibilidad de conocer el negocio
de alquilar la capacidad de alimentar: cláusulas, temporalidad, remuneración o categoría jurídica de las
nutrices. El análisis de este tipo de fuente permitió hacer estudios tan particulares como, por ejemplo, en
relación a la clausula de restricción sexual que debían aceptar las nodrizas. Bradley 1980. Un contrato entero
podemos leerlo en Van Lith 1974. Una traducción en español la encontramos en Cid López (en prensa).
Véase también Masciadri, Montevecchi 1984.
45
Medina Quintana 2010. En esta publicación no sólo se recoge la existencia de nodrizas de diversos status,
principalmente en territorio hispano, sino que se reflexiona sobre el debate existente entre la consideración
de trabajo u oficio para referirnos a las nutrices (p. 205-206).
46
Esta reflexión podemos extraerla de Jacobs 1987, p. 17-18. Obsérvese este caso en que una abuela es
quien ejerce de madre para sus nietos y nietas. Habiéndose eliminado un eslabón de la estructura parental,
la progenitora es sustituida. No serían de extrañar estas prácticas también en la sociedad romana antigua,
teniendo en cuenta por un lado que las familias esclavas no se respetan; por otro, la elevada tasa de mortalidad
durante el parto o el postparto u, obviamente, por otras circunstancias.
47
Haas 2011, p. 267-273.
48
Jean Michel Deveau destaca en su análisis sobre la esclavitud femenina el uso de métodos anticonceptivos
por parte de las esclavas. De esta forma, negarse a concebir, es decir, apoderarse de su potencial reproductor,
es de nuevo resistencia. Guvenç 2005, p. 226.
49
Núñez Paz 2009, p. 269.
A modo de conclusión
El uso de población femenina esclava para sostener la esclavitud fue una realidad
en la Roma antigua. No olvidemos que la cronología en la que nos movemos en este
artículo abarca mayoritariamente los tres primeros siglos de la época imperial, aunque
dependiendo de si nos encontramos en Roma, o en otros lugares del Imperio, bien sea
en ámbito urbano o rural – como señalaba K. Harper –, de patrones demográficos o
acontecimientos concretos, la presencia de la reproducción biológica hubo de ser distinta.
Este tema ha sido analizado como un método de aprovisionamiento
deshumanizado, del que sólo interesaron cifras, porcentajes y el alcance de su presencia, a
pesar de lo cual, en el momento en el que se considera a las esclavas entran en juego otros
intereses y es cuando se reflexiona sobre vientres gestantes, animalización o violencia. A
partir de este paso se dota a esas mujeres de esencia humana y es entonces cuando la mera
procreación puede tornarse en maternidad.
Nos hemos desplazado al espacio de la alteridad para intentar descifrarla en
un aspecto muy concreto y definitorio y desde esta posición con las fuentes de las que
disponemos nos permitimos presentar a estas mujeres y a su capacidad de sentir, decidir
y actuar e incluso de resistirse al sistema que las subyuga, manifestándose en contra de
la animalización de sus cuerpos, de la consideración de los mismos como meros vientres
gestantes y de la anulación de su persona. Ejerciendo la maternidad o negándose a ella,
estas féminas se rebelan contra un modo de subyugación y sometimiento; incluso la
50
Si una vez más nos dirigimos a los textos contemporáneos leemos noticias relacionadas con el territorio
africano, concretamente en Sokoto, donde la descendencia de las esclavas se mantenía bajo los árboles durante
la jornada laboral de sus madres, las cuales sólo podían acercarse a alimentarlos si contaban con el permiso de
los capataces. En Gumbu niños y niñas eran enterrados hasta el cuello para que no molestasen. Meillassoux
1990, p. 94.
51
Haas 2011 p. 261 recoge nombres propios de esclavas que actuaron de esta forma.
posibilidad de que arrebaten la vida a su descendencia es otra de las formas a través de las
cuales se podrían haber resistido. También es en la esclavitud donde la deshumanización
hace mella en aquellas que no son capaces de reconocer a los uernae como propios.
Recogemos así un binomio historiográfico que ha funcionado en los estudios
sobre la esclavitud antigua en la sociedad romana: esclavas y reproducción biológica, pero
contemplándolo con el interés de contribuir a una historia centrada inequívocamente en
aquellas mujeres reducidas a un status servil. La que gusta de recoger la experiencia de
quienes aún se mantienen entre las sombras, y de las voces de la otredad, las cuales todavía
deben ser recuperadas.
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