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Nina S.

d e Friedemann nacida en Bogotá, es


antropóloga y miembro de la Expedición Hu-
PRESENCIA
mana en la Pontificia Universidad Javeriana.
Desde 1965 ha realizado investigaciones entre
comunidades afroamericanas colombianas.
Entre su publicaciones se destacan Ma
NCombe, Guerreros y Ganaderos en Palenque EN
(Carlos Valencia Editores, Segunda edición
1987), Carnaval en Barranquilla (La Rosa 1985),
con Jaime Arocha Herederos del Jaguar y la
Anaconda (Carlos Valencia Editores, Segunda
edición 1985), con Carlos Patifto Rosselli Len-
gua y Sociedad en el Palenque de San Basilio
(Instituto Caro y Cuervo 1983), con Alfredo
Van in Chocó; Magia y Leyenda (Eternit y Arco
1991).

La Saga del Negro es una prodigiosa síntesis


de africanidad en Colombia en donde aparece,
así sea como simple referencia, mucho de lo
que se ha escrito sobre los negros en nuestro
país y en donde se comentan las más recientes
publicaciones de autores africanos sobre su
propio continente.
... Puede confirmarse la facilidad con que Ni na
de Friedemann se mueve en el tema de los
negros en las minas de oro de la costa Pacífica,
su organización social (cuadrillas y troncos),
sus métodos de trabajo y la vida cotidiana del
minero, s us anhelos y necesidades. Y también
en muchos otros temas como el rte cultural
africano en Colombia, en
instituciones.

Nicolás TITUTO DE GENETICA


ULTAD DE MEDICINA
PONTIFICIA UNIVERS DAD JAVER NA.
NINA--S. DE FRIEDEMANN

LA SAGA DEL NEGRO


PRESENCIA ·AFRICANA EN COLOMBIA

La Colección Primera Puerta, publicada por el


Instituto de Genética Humana de la Pontificia
~niversidadJaveriana tiene como logosímbolo
la puerta del primer local que albergó a la
Universidad Javeriana en Santa Fe de Bogotá, ·pi'. 't\.'óo
luego de su fundación en 1623, construcción · . 1111tra f\\t
que aún se preserVa y es hoy la sede del Museo
de Arte Colonial en nuestra ciudad capital. INSTITUTO
. DE
. GENETICA
. . HUMANA
. .

··sapientia aedificabit sibi domun·· reza en el friso; FACULTAD DE MEDICINA


··sobre esta casa se edifica la sabiduría··. PONTIFICIA UNIVERSIDAD ·JAVERIÁNA.
Como la primera puerta universitaria, am-
plia y siempre abierta, esta colección buscará ser
un canal de intercambio entre la academia y la
sociedad. · SANTA FE DE BOGOTA 1993
Primera edición 1993
'r~ ~

Friedemann, Nin a S. ~e
-1
La saga del negro ~
Presencia Africana en Colombia tr'
Primera edición Santa Fe de Bogotá
Instituto de Genética Humana
'
Facuitad de Medicina
Pontificia Universidad Javeriana ~
~
A la vitalidad
a la creatividad
Incluye bibliografía
a la capacidad
Incluye 8 ilustraciones de la diáspora africana
ISBN 958-9176-09-7 para vivir en tantos mundos.

1 Negros- Colombia -Historia Afroamericana


2 Africa- Historia- Cultura - Afroamerica.
3 Antropología II Nina S. de Friedemann
ilustraciones: Robert E. Friedemann.
Derechos reservados Ni na S. de Friedemann
Instituto de Genética Humana
Facuitad de Medicina
Pontificia Universidad Javeriana
Centro Editorial Javeriano
Cra. 7º Nº 40-62 Of. 208
Tel2852964.

Santa Fe de Bogotá.
CONTEN-IDO

Agradecimientos 7
_ Prólogo 11 _

I INTRODUCCIÓN 17
-Africa-América 19 -
II NEGROS,ESCLAVOSYCRONISTASDEINDIAS 31

III LOS AFRICANOS: CIFRAS Y ORIGEN 39


ha diáspora africana
~~
y elpéndulo de las cifras--41

¡:
11
ll
.·.·~~_ !(~ _ Los orígenes
y el predominio étnico 45 -
-Regiones-y procedencias 49
-~'-~
IV ELNEGROENLA-sOCIEDADCOLONIAL 55
Desola-sol:
- negros y códigos 57
Castas, mestizaje y blanqueamiento· 62
Palenques o la terilpraná epopeya libertaria 68

V INSERCIÓNY ARRAIGO DEL NEGRO 75


Minas y troncos en ríos de oro 77
Haciendas y linajes
en tierras-nuevas 83

VI APORTES DEL NEGRO A LA CULTl.iRA


- COLOMBIANA ·87
Raíces africanas y visiones culturales 89
Huellas de africanía ·
. y emblemas de nacionalidad 92
Hacia el siglo XXI 99

.VII REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 103


AGRADECIMIENTOS

Los capítulos de este libro empe~aron a escribirse en 1991 cuando


las deliberaciones de la Asamblea Constituyente que le háhfu:ri con-
cedido espacio jurídico a las etnias indias, apenas hab.fuñ' considera-
do la posibilidad de examinar la situadón de tierras y de asenta-
miento de las comunidades negras en el litoral Pacífico, mediante
el artículo 55 transitorio. Este artículo permitiría en los 2 años si-
~ guientes a la aprobación de la Constitución de 1991, preparar una ley
:1 que reconociera a las comunidades negras las tierras doride habían
, ~ estado asentadas y formular mecanism. os para la protección cultural
1 y los derechos para el fomento de su desarrollo económico y social.
.. ,,,~ Dos años transcurrieron hasta el 18 de junio de 1993, cuando
.:: ~ después de una ardua lucha de las. comunidades negras y de sus re-
resentan tes, el Congreso de la República ~probó la ley que reconoce
i la existencia étnica de los negros en Colombia. Y en el archipiélago
1 de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, ahora elevad() a de-
! partamento, una etnia raizal negra (Arocha 1992,-Friedemann 1993,
· Gallardo Archbold 1993).
Esta publicación tiene por objeto celebQ!J~~an­
cionada por el Presidente de la República en Quibdó el 2?.:_9-e agosto

7
,,
i

NINA S. DE FRIEDEMANN AGRADECIMIENTOS LA SAGA DEL NEGRO

~La ley legitima la identidad histórica y socioétnica de los tender mejor la magia y la leyenda en el realismo fantástico del mun-
descendientes de los africanos llegados a Colombia, desde hace 500 do americano.
años. El hecho jurídico, tan importante como lo fuera la abolición de Una primera versión de esta publicación hizo parte del progra-
la esclavitud en 1851 visibiliza a las comunidades negras frente a ma del Consejo Nacional para la cultura y las artes_,... Conacul ta-:- y
ellas mismas y de cara a la nación. Y por ende reconoce en la forma- de la Dirección General de Culturas P-opulares en México, realizado
ción de la nación colombiana la contribución de una tercera raíz ét- con motivo de la conmemoración de los 500 años del llamado en-
nica, procedente de Africa. El paso dado por el Congreso de la Repú- cuentro de dos mundos. El programa convocó la presentación de en-
blica modifica así, los fundamentos de una ideología que, desde sayos sobre la cultura africana en los pueblos de América y congregó
finales del siglo pasado y hasta ahora, concebía a nuestro país como·· en la ciudad de-México a estudiosos de las Américas, en torno al des-
una democracia, enmarcada en un americanismo donde indios y empeño de la diáspora africana en el Nuevo Mundo.
blancos se consideraban pilares, con exclusión de los negros. A estos, La Expedición Humana de la Pontificia Universidad Javeriana,
a duras penas se les confundía entre. los me~ti2;os, negándoles su que desde hace varios años acoge por su parte, un programa de in-
especificidad socioétnica, histórica y cultural. La ley que hace honor vestigación y de.public~es sobre comunidades afrocolombianas,
a la declaración de Colombia como un país .multicultural y entre ellas la revist~ Amérka NegraJcogió la propuesta de este li- ·~
pluriétnico, inaugura nuevas perspectivas sociales y culturales sin bro. Particularmente como una contribución. a lo_~p_r_Qg!Smas.de.do..; ~.. ~:··
discriminaciones étnicas formales. c;:~Dcia_que.traerá-consigola ley 70 de l~.s C.OJ!lunidades·negras.~·
Con la posibilidad de difundir en ámbitos educacionales, m~ Quiero agradecer al Dr. Jaime Bernal Villegas, Director del Insti-
dios de comunicación y entre·las mismas comunidades negras, la tuto de Genética Humana y de la Expedición Humana y a los directi-
historia de Africa y de sus descendientes en nuestros países enfocán- vos de la Pontificia Universidad Javeriana por su generosidad y con-
dolos como su jetos que han contribuido a la construcCión del país, el fianza en mi desempeño. En 1991, cuando presentamos el primer
estigína de la esclavitud con c¡ue se: ha agobiado su ser social dejará volumen de Améri~a Negra hablé del «Capitulo insólito» de la revis-
de influir negativamente su cotidianidad. Las alternativas vibrantes ta, que no había sido incluido, porque quería relatarlo allí mismo: A
a las cuales se refiere el último capítulo del libro, que·no alcanzó a re·-: finales de 1990 leyendo un. editorial escrito por el director Bemal
gistrar el desarrollo de los acontecimientos producidos·por el attícU; Villegas en el boletín de la Expedición Hu'!Tl4na, había estado cerca
lo 55 y la ley 70, ahora ·son· factibles para· las· comunidades· afroco:.. de sentirme alucinada con los siguientes apartes: ·
lombianas. ·
El reconocimiento formal de su ·identidad socioétnica no .sólo en (<Soñar es una experiencia cotidiana ... pero más que la experiencia
la antropología, sino frente al país, contribuirá a que individuos .y onírica, o lo que la sustenta fisiológicamente, soñar tiene la acepción de ima-
comunidades abandonen la despersonalización ·que ·por 'fuerza. tu- ginar las cosas como deberían ser o como uno quisiera que fueran. Soñar se
vieronque adoptar para participar en los transcursos de la nación.- convie-rte entonces en una experiencia para la cual no se requiere estar dor-
La difusión del conocimiento sobre la cultura negra con huellas; mido ... »
de un pasado africano capacitará a la nación para. comprender su , «Los momentos que pasa nuestro país ahora, requieren mucho de los
contribución en la economía, en la literatura, en la música; emlasar:- su_eños de cada uno de los colombianos. Soñar en lo que podemos ser, en lo
tes verbales y escénicas, en 'el deporte, en la. proteeción de la qf:le d~bemos ser. Verá claro cada uno, lo que es necesario hacer para conver-
biodiversidad de los bosques del·litoral Pacífico. ·Nos permitirá en- tir ese sueño en una realidad»

8 9·
NINA S. DE FRIEDEMANN

Mi reacción inmediata fue ir a conocer esa fábrica de realidad~·s a


partir de sueños. La Expedición Humana abrió sus puertas a mis
propuestas de investigación y publicación sobre Afroamérica y 'me
permitió establecer un intercambio disciplinario con diversos pen-
samientos. Pues bien. Este libro es producto de la misma fábrica.
El colega Jaime Arocha Rodríguez, incansable lector y crítico de
mis textos, me animó para proponer la publicación de este ensayo en
Colombia, el cual también ha contado con sus sugerencias, su amis-
tad, y su sabiduría.
La antropóloga mexicana 1uz.M_ªr~_Mí:\:r.gn~~. M9D.Jiel, coordi-
nadora general del programa Nuestra Tercera Raíz en Conaculta,
México, me dio el estímulo fundamental para la elaboración de este
ensayo. PRÓLOGO
El escritor y lingüista Nicolás del Castillo conoce mi trabajo des-
de 1974, cuando me acerqué a su oficina de Gobernador del departa-
mento de Bolívar para comunicarle mi programa en Palenque de San
Basilio. Muy amablemente leyó las dos versiones, me ofreció suge- S in los profundos y amenos trabajos de la antropóloga Nina ~-.de
rencias y aceptó presentar esta publicación. .Friedemann se conocería muy poco de nuestros negros del Paoflco,
El analista y crítico literario Diógenes Fajardo Va.lepzuela, leyó ignoraríamos la mayoría de sus aportes culturales, no sabríamos casi
este texto y amablemente volvió a corregir los q:riáColutds que siem- nada de sus modos de actuar, pensar y vivir y, sobre todo, los ama-
pre han agobiado mis escritos. · . ___ .. -· ríamos menos. La húmeda, selvática y abandonada costa Pacífica de
Robert Friedemann preparó con emoción las ilustraciones sobre Colom\Jia ~~berga una numerosa población afroamericana _Qrácti~a­
marfiles senegaleses del arte escultórico del peinado africano. ment/f!ura y coincidencialmente aislada que ha conservado su he-
El Dr. Luis Felipe Delgado, director del departamento de Publi- -rencia espiritual con celoso orgullo y admirable tesón hasta el día de
caciones en la Pontificia Universidad Javeriana y su ágil equipo de hoy.
colaboradores acogieron con simpatía mis originales. . ~legªrQn los esclavos .fundamentalmente como miner?s de
Pero más importante que los reconocimientos anteriores, es mi @en sus múltiples corrientes acuáticas, s_obre t~do despw~s di
afecto, hacia las personas de las comunidades negras que he conoci- 1'700, aunque muchos de ellos o sus descendientes hbres trapaJaro
do a lo largo de más de 25 años, desde cuando empecé mis trabajos posteriormente como peones en los trapiches e ingenios azucarero
de terreno en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Ca- ~ en las haciendas. ga,:na~er~! .4.~~ . .Y~~!~-~<!~L~~~q~,. . ~r'.P.~~i.~J.~~P-~...
talina en el mar Caribe. El ímpetu que he recibido de todos y cada t~es_9.~J85.Lhasta hoy. Casi todos entraron por Cartagena y t~maron
una de ellas en mi vida y en mis estudios está más allá de mis posibi- principalmente la ruta del río Magdalena para llegar al Choco y a las
lidades de reciprocidad. costas de los departamentos del Valle, Cauca y Nariño. J.fu...menoJ:_
A todos muchas gracias. nym.erox~JI\O.ntó. el río Atrato ..desde. ~ª:r.!~g~fl-~ yJQ.~!~~J~I)t~~ p~sa­
Santa Fe de Bogotá, octubre 12 de~~?.~··~ ro.n.de-Cax:tagena..cuielªID.'!i_c;ª,·ªr-ªIl.ªffi~,.A.~~Q~. ~.9.~9~. f_u~r.?..~ ~-a.s:

10 11
NINA S. DE FRIEDEMANN PRóLOGO LA SAGA DEL NEGRO

lactados, casi siempre fraudulentamente a las bahías, o los esteros de sola excepción: el Patía. Entre el Atrato y un afluente del San Juan
la costa Pacífica. existe un breve espacio de tierra que hoy se recorre en bus, pero que
La_gran-mayoría·-de-este>s-negre>s··entré-·al-país..en.elsiglo..XVIII, en la Colonia se pasaba por el «arrastradero de San Pablo» sobre el cual
.~exactamen te-a-partir--de-1-700;-año-en el-eual.la,.minería.d.~QIQ...tomó los indios empujaban las cargas que traían las canoas para deposi-
J!n inusitado.auge en. el.Gho€ó.y en otros .lugares. deJa.costa. Eacífica. -tarlas en otras canoas, atravesando así de una cuenca a otra. De Bue-
Ya por esta época la caudalosa corriente de esclavos bantúes que lle- naventura al sur se navega por mar o surcando los largos canales de
gó masivamente (sobre todo a la .costa Atlántica) en el período que agua salada paralelos a la costa, escoltados por inmensos bosques de
va de 1580 a 1640 (unión de las dos coronas) había disminuído mu- mangles~~
cho siendo reemplazada, desde la segunda mitad del siglo XVII, por No ñ~~t:i~l;>~, P!J.~S, extr~~ar qt;.~.. él.:..~if~r.~ncjél pe.lª-~os.taAtlánti­
negros ararás (ewe-fon) y minas (akán) los cuales siguieron predo- ca que sé. descubrió en cuatro meses, fuerpp nec:~~élrtos . c:uAtr.o_.ªños
minando en el siglo XVIII cuando comparten su primacía con los para explorartotaiffi.e.~te la costa Pacífica CQ1~111bian~.Y-~.91~~.9.nana.
carabalíes (efik e igbo} superando en su conjunto a los bantúes, pero ··rara coronáré5a.inagna hazaña Pizarra y Almagro dividieron ami-
sin ha-cerles perder a éstos su importancia cultural. gablemente su trabajo. At~er.a.el.que.ihª··ª .r.anamá..enhuscade
Como lo señala Robert C. West en su clásica y excelente mo- _gentes y comidas ¡2ara r~mplazar Jos nnmerosos"maeries-y-alimen-
nografía The Pacific Iowlands of Colombia el cabo Corrientes divi- ta..!__~__ !g~_ .~9J2r~Yh~jg_nte$.J_.rnien.tras.~B-izano-~permanecía_en_algú n·
de radicalmente, como un poderoso hito, nuestra costa Pacífica: al . inhóspi.toJ.u.gar.~deLucéano.J~a.dfico_ co.mQ, .l~~L~R.~.tª~- -~h.~g-~.D..ª.s' la
norte, los acantilados de la serranía de Baudó (y de la serranía del desembocadura del río s~~Jy~_n_d...e.Micay..Ja.isla.d,el.G.ªUo...oJaJ~la
Sapo en Panamá) salpicados de bellas playas de arena fina, inte-; y~~~g_~~-~ i!a E§~rift~Jos iuQ!§,R~!lsables.A~x.Ulgs. No fue posible
rrumpidas por promontorios llamados longos. Al sur, los mangla- ·fiindar en toda esa costa ni en sus islas una ciudad que, actuando
res que bordean las costas de la zona meridional del Chocó, Valle del como centro de aprovisiopan,Uento, permitiera continuar los descu-
Cauca, Cauca y Nariño y que penetran al Ecuador hasta más allá de brimientos hacia el sur. roda'~_estas_expediciones.hastallega.:r..all;erú
Esmeraldas. También allí, entre el mangle y el mar, hai playas. Los tuvieron-que-ar-ma-rse-e~amá.-No ocurrió 11ada siinilar en Amé-
mangles, tan entraJ).ap~~9).e.Q_te evocados en un bello libro por ella- rica: ni la entrada de Hernando de Soto en los Estados Unidos, ni el\
m:ntado ~rofeSO("'VO!l,~~~l,:\11~~ perte;'~en, _como pudiera creerse a d u rodviaj~ d~ Qt.u es~da d~:_~~n~~-~~r~-~~sta B<?go~. ~,~_~[U~O de J
pnmera vista, a ·un-!Sola farruha botánica Sino a cuatro o cinco de e11os uro cua rQ.-ª!lOS. _j ·

ellas que han adaptado sus hojas, tallos y raíces al ambiente salino o · Con excepción de Nabugá, Bahía Solano, Tribugá, Nuquí, Bue-
salobre en el cual pululan.,l.LilQ_de.estos_mangle~_es ¡2rimo hermano naventura, Timbiquí, Gua pi y Tumaco, Nina de Friedemann ha tra-
4eJª.s.bogotªnª.s:ca.rnelias.y desde_qye_nos.ente_r.ªro_o_s_d..e_e.sornas.pa- bajado sobre todo en las poblaciones del interior de las costas y aun
.~--ª~c!YJ~r.tir (aunque ello no tenga explicación científica alguna) en en los valles in.tercordilleranos, como Quibdó, Istmina, Tadó, Yuto,
las ho-jas. .deJas .camelias_un_ex.tréiñQ. p_é!r.e~.ido . ~on Jª_s..JlQiª§. g~Jos Lloró, Bagadó, Chambaré, Muchichí, Cuajandó, .Engrivadó,
~~~gles. Cértegui, Tutunendó, Neguá, Beté yTagachí en el departamento del
Eri.el Chocó las aguas de las fuertes lluvias·se recogen principal- Chocó, Bajo Calima y Jamundí en el departamento del Valle del
ménte en dos grandes sistemas fluviales: el del río Atrato que las lle- Cauca; Coteje, Santa María, Mechengue, Villarica, Miranda, Corinto,
va al Atlántico y el del río San Juan que las conduce al Pacífico. En Caloto y Puerto Tejada en el departamento del Cauca; Barbacoas,
cambio al sur de Buenaventura abundan los ríos medianos, con una Zapote,Los Brazos, El Venero, Gertrudis en el departamento de Na-

12 13
PRóLOGO LA SAGA DEL NEGRO
NINA 5. DE FRIEDEMANN
métodos de trabajo y la vida cotidiana del minero, sus anhelos y ne-
riño. Es decir grosso modo, aquellos lugares donde se concentró l~
actividad minera de los negros en la Colonia y los primeros años de cesidades. Y tarnbien en otros muchos temas como el aporte cultural
la República. Con posterioridad a la liberación de los esclavos en africano en Colombia, en su música, arte e instituciones.
1851 y hasta 1920 éstos se vieron obligados a desplazarse hasta la Este libro está llamado a convertirse en texto para los estudiantes ~¡
propia costa Pacífica en bt;tsca de nuevas ocupaciones. de antropología y sociología y en obligada obra de consulta para los ~
. Nos cuesta· trabajo imaginamos a Nina de Friedemann, una mu- profesores y conocedores de estos ternas. . /
jer menuda, tierna y femenina, viajando por aquellas húmedas sel-
vas, durmiendo en hamacas, chinchorros o en el suelo y desplazán~ NI COLAS DEL CASTILLO MATHIEU
dose en incómodas canoas o pangas a través del formidable sistema
venoso de sus ríos, único· medio de co~unicación en la mayor parte
de nuestra costa Pacífica. Nina ha surcado casi todos esos ríos:
Anchicayá, Napi, Mechengue, Bubuey, Saija, Timbiquí, Guapi,
Satinga, Sanquianga, Güelmambí, Telembí, Ispí~ Yaguapí, Patía,
Maguí, Nansalbí y Sumbiambí. Y también el Atrato y sus afluentes:
Dom~ó, Opogodó, Napipí, Bojayá, Buchadó, Tagachí, Bebará,
Beté, Neguá, Munguidó, Quito, Tanandó, Capá, Yuto, Andágueda y
Cértegui. ·
Pero no ha limitado Nina S. de Friedemann sus actividades a la
zona Pacífica. La autora se ha desplazado a San Andrés y Providen-
cia, a San Basilio de Palenque, a Cartagena, a Barranquilla y a mu-
chos otros sitios de nuestra costa Atlántica. Fruto de esos viajes y de
sus abundantes lecturas son varios trabajos sobre los negros de habla
criolla e inglesa en San Andrés y Providencia, sobre los ganaderos de
Palenque y los ritos funerarios (lumbalú) allí mismo, sobre los cabil-
dos de esclavos en la Cartagena colonial y sobre el carnaval de Ba-
rranquilla, cuyas comparsas de congas tienen tanta figuración.
Todos estos temas y muchos más, se tocan en este libro que es
una prodigiosa síntesis de africanidad en Colombia en donde apa-
rece, así sea como simple referencia, mucho de lo que se ha escrito
sobre los negros en nuestro país y en donde se comentan las más re-
cientes publicaciones de autores africanos sobre su propio continen-
te.
~quí en este libro puede confirmarse la facilidad con que Ni na
de Fnedemann se mueve en el tema de los negros en las minas de oro
de la costa Pacífica, su organización social (cuadrillas y troncos), sus

14 15
1
Introducción

í
INTRODUCCIÓN LA SAGA DEL NEGRO

¡~ )
~~-

\( Africa y América
"--..._A~J
-~/

~lin_colom_bia,...e.L2J.Ji~_mayo.de 1851Ja ley..de. ª:t>olición. di splJ.s.o que


·fp_dQs.Jo~. esda.v.os fueran .libres apartir,.de enero ..1 2 ..de.l8521 Pero la
controversia jurídica y filosófica que acarreó la aprobación de ese
mandato, duró tanto como las ~ismas guerras de independencia de
España. Por su parte, éstas se nutrían y alimentaban de conflicto~ ~e
cl~s.~-~ y ª~-~'.1-~t~s. En tanto que las huestes realistas en los llanos ve-
nezolanos y granadinos azuzaban a pardos e indios con el grito
¡Guerra a los blancos! y el español Boves recorriendo poblados le de-
cretaba la libertad a los esclavos, los caudillos criollos blancos, naci-
dos en América, también vislumbraban un modo de captar el poten-
cial de las masas populares para sus fines políticos (González 1976:
217-340). Negros y pardos fueron activos protagonistas en la con-
tienda aliándose con españoles y luego con criollos. L.amo:neda.qye
. ~.n 1.815 jugaban los negros en ~st.e drama tenía un valor: la liber~~d.
La resistencia de los negros que durante la esclavitud había sido
una constante en sus relaciones con amos y señores, tomó nuevo ím-
petu con las tácticas de la huida y el enfrentamiento (Carrera Damas
1977, Friedemann 1979). Las mismas que habían sido utilizadas du-
rante la Colonia en la guerr.a de cimarrones, que enel.territor.jo de la

19
o .. ,
...
.....................

NINA S. DE FRIEDEMANN INTRODUCCIÓN LA SAGA DEL NEGRO

Nueva Granada duró cerca de 3QQ. ª.ñps. En la República, la resisten- Jicos.enlos.cuales.la·s comunidades_negras aparecen como.sujetos de
cia seria reinventadaaCogiendo la «integración» propuesta por la so- Í!!Y~~tjgª_Q_c)_J.l (Friedemann 1993). Lo.s~trabajos.pio.neros"de.Ro~rio
ciedad dominante. El callejón era tan estrecho en ese período de- :Yelásque~_{l9_4Bl,_José. .EafaeLArbo.leda..(l952}r.Aquiles....Escalante
post~abolición, que el blanqueamiento socio-genético, pareció ser la (1954) y Gr~~~.~~~~~-d~AIJ.?~.\l~?.§.2,.son los más pro_minen-
úniCa alternativa para lograr una emancipación real y el acceso a sus fes. A partir de ~obra del l!istoriadoLJaime..Ja-l'amillo.Uribe en
derechos civiles concedidos por ley, pero negados en la práctica so- tgrn.o_aJas r..elacione.~. d.g_~e.ñor.e..§,~..es.daxos.,en.la,sociedad.colombia-
cial. Más cerca de nuestra actualidad al bordear el siglo XXI, la meta na del _?jg!o ~--~~~~!!l~lª.I:íq._ el trab.~ jo. de..otros.investigador.es,.cuyos(D
sigue déletreándose en términos de alcanzar legitimidad social y estudio_s_han..p.ennitido..J.nterpre@.ciones .v.erídica.~.,.S..Pb.r~Jª.Pªr!ici-
cultural en· el marco del Estado. Y por ende, el reconocimiento de ser .p~ciQ.n ecanómj ca,.social.y:rultur-a1del-negro.en nuestrP.pAͧ.
una de las tres raíces en la génesis de la nación y la nacionalidad co- El campo de la lingüística debió esperar Ull decenio más~ Los es-
lombianas: la negro-africana, junto a la aborigen-americana y a la· tudios de gennán de Granda (1968, 1971) y de Dereck Bickerton con
europea. .Aquiles Escalante (1970) seguidqs por los de Nicolás del Castillo
· Para el efecto, grupos e individuos negros de la intelectualidad (1982, 1984) y Carlos Eatiño Rosselli (1983) demostraron que en Pa-
en Colombia, se esfuerzan por alcanzar que en el campo de la educa- lenque de San Basilio, una comunidad residual de cimarrones colo-
ción y de la ciencia se hagan visibles la historia, la sociedad y las cul- niales, existía un habla con memorias aJricanas. Del mismo modo, en
y
turas africanas negro-americanas. La invisibilidad como una ex-. el archipiélago de San Andrés y Providencia, el Caribe isleño colo m- .
presión de la discriminaCión hacia los africanos y sus descendientes biano, los estudios de Jay Edwards (1970) descubrieron también la
en países como Colombia ha sido firme ysutil y ha tomado una va- presencia africana en el habla criolla de sus gentes.
riedad de formas desde el mis·mo momento de la llegada de los euro~ Este hecho ha sido de profunda importancia tanto para las co-
peas. El mestizaje, como ideología de acción política ha sido una de munidades isleñas y la palenquera, como para el resto de la gente
ellas y sigue siendo útil pa.ra aniquilar diversidades socio-raciales negra en· Colombia. Con anterioridad, el habla diferente de estos·
que reclamen derechos de identidad. · grupos ·era esgrimida como una incapacidad para hablar «correcta-
La labor de interpretación teórica del devenir del negro en Co- mente» el inglés o el español en los respectivos lugares. Para los estu-
lombia como una tarea de las ciencias sociales-es parte de la épica de. . dios antropológicos e historiográficos el conocimiento del rico fenó-
la diáspora africana. Pero es asunto que todavía no tiene muchos meno de creación lingüística que ha contribuido a la afirmación
años. Roger Bastide a propósito de la diáspora-en América anotaba cultural de la población negra colomt?iana, ha significado el hallazgo
(1967), que estos estudios antes de la abolición de la esclavitUd eran de nu~vas rutas para la interp:retadón científica en variados campos:
sencillamente inconcebibiés. Porque la ideología de la ciencia de oc- en la organización social,_la estética, la literatur~ o la oralitura. Ade-
cidente consideraba al individuo proveniente de Africa apenas más de aquellos nuevos de la genética humana que intentan hacer
como una herramienta·para el trabajo físico y nunca como un porta- aportes en la dilucidación de la proveniencia de los africanos
dor de cultura. (Keyeux 1993).
Una evall:!ª~jQ:rJ:.<i~.!Q.ª.gstudios de negros en Colombia, r_ea}j_zada
en_1~-~~ (Frie9_el!!?.'-~.::~1-~~~-st~él._ql.Je sólo 100 años después de la a.bo'"
lid_qn en la úl~im~ part~ del deceni9_9e 1940 y en el dec~n.io de 19,50, 000000000000000000000000

e~--~~- periferia de la antropología,_ emp!~..?.a:n _lo~ _tral:>a.jos etnqgrá-

20 21
NINA S. DE FRIEDEMANN INTRODUCCIÓN LA SAGA DEL NEGRO

La conmemoración de 1492 en 1992, por su parte, generó una c.o- Si bien en Colombia la historia de los aborígenes americanos
yuntura para entender que no fueron dos, sino tres o cuatro mundos también fue víctima de este tipo de técnicas, la de Africa y la de la
los que se encontraron, y ha permitido discutir la participación de diáspora africana en América han resultado más afectadas. No obs-
Africa y los negros en la construcción de las Américas. En Colombia tante, en Africa, desde finales de 1950 comenzó a tomarse conciencia
propició un ambiente de reflexión a partir de reclamos de derechos a en torno a los efectos de la destrucción del conocimiento sobre el pa-
la diversidad que convergieron en junio de 1993 en la ley 70 en el sado y a la urgencia de su restauración. Actualmente, en este proceso
marco de una nueva constitución que en 1991 definió a la nación participan intelectuales africanos que con el dominio de técnicas eu-
como un ente pluriétnico y multicultural. A los negros -de modo ropeas de investigación y las suyas propias se esfuerzan por estable-
similar que a los indios- se les ha reconocido su esta tus étnico y sus cer un enfoque propio para dar a conocer en su continente y en el
derechos territoriales y culturales. mundo occidental, la historia africana desde su propia visión (Fage
Las nuevas condiciones jurídicas del negro, con seguridad con- 1982:60, Curtin 1982:78, Fall1992:17-37). Su trabajo ha contribuido a
tribuirán a devaluar aqu~llas ideas que, por ejemplo en el campo de erosionar algunos de los mitos racistas !?eudocientíficos que llegaron
la antropologia coadyuvaron a desechar a las comunidades negras a desfigurarla al punto de proclamar que «Africano tenía un pasado».
como sus sujetos de estudio y que en la historia sociocultural de Co- Esos mitos se servían de una escala de valores socioculturales, espejo
lombia, han in visibilizado a Africa como continente ancestral de nú- de una pirámide de pigmentación epidérmica en cuyos segmentos
cleos importantes de gente negra en amplios territorios nacionales. inferiores se colocaba a los negros como parte de los no-civilizados,
Claro que experiencias similares de negación de la historia son tam- de los otros. La historia de los africanos y de sus descendientes en el
bién parte del transcurso africano. El estudioso senegalés Cheikh Nuevo Mundo resultaba así una cuestión sin importancia ni valor, y
Anta Diop, sucintamente evalúa el fenómeno cuando afirma que hablar de sus contribuciones en las sociedades donde vivían era mas
«borrar, destruir la conciencia histórica siempre ha formado parte de las que un exabrupto.
técnicas de colonización, sumisión y embrutecimiento de los pueblos» El proceso de descolonización en Africa también generó ímpetus
(1983:60). El proceso sin embargo no alcanzó a aniquilar la memoria para afirmar la identidad de sus pueblos y naciones. La conmoción
histórica africana, porque de acuerdo con Yoro Fall «los europeos no sociopolítica y económica de la poscolonia alcanzó los ámbitos de la
tuvieron la fuerza necesaria para conquistar el alma y los cerebros de todos educación y la ciencia. En la batalla por aniquilar los prejuicios racis-
los africanos>> (1992:19). tas, la conciencia de una enseñanza de historia descolonizada se
Pero en Africa misma en el siglo XVII, durante la formación del adoptó como un arma estratégica. A partir de 1960, en un lapso de 20
imperio Ashanti, que estuvo mediada por la conquista de muchos años, y de modo simultáneo al proceso de descolonización, alcanza-
grupos, entre los vencidos (Towa 1985:148), a los griots, historiado- ron a prepararse más de quinientos historiadores africanos con doc-
res tradicionales, especie de trovadores, especialistas de música, torado o grados equivalentes, quienes han emprendido investiga-
genealogistas o embajadores se les prohibió seguir contando la his- ción, publicación y enseñanza de sus análisis y materiales (Curtin
toria de su gente. Cualquier violación era castigada con la muerte. 1982:86).
Los griots debían aprenderse la versión de una historia oficial que Su recopilación de fuentes escritas europeas, árabes, hindúes y
bajo la nueva hegemonía· debía ser relatada para sepultar los verda- chinas anteriores y posteriores al siglo XV (H. Djait 1982, I. Hrbek
deros orígenes de los grupos dominados, y lograr unidad y armonía 1982) dan cuenta de encuentros de Africa con otros mundos, mucho
bajo el nuevo imperio. antes de 1492.

22 23
NINA S. DE FRIEDEMANN INTRODUCCIÓN LA SAGA DEL NEGRO

Elikia MI. Bokolo, es üno de esos nuevos historiadores. ACtual- una parte de la propuesta de Lathrap, en algún lugar de la costa sep-
mente se desempeña como director en la Escuela de Altos Estudios tentrional del Brasil, hace más de 12.000 años pudo arribar un grupo
de Ciencias Sociales en París. M'Bokolo ha examinado las relaciones de pescadores africanos. ·Buscando terrazas fueron llevados por co-
·antiguas entre el Asia Oriental y el continente africano, que permiten rrientes marinas lejos de las costas occidentales de Africa hasta un
trazar el protagonismo de Afr:l'Ca en una cadena de tiempo, espacio y punto entre Recife-y la desembocadura del Amazonas. ¿Viajaban en
circunstancias sociopolíticas. Que conforme él sostiene, desde luego balsas o en canoas? ¿Fueron arrastrados con redes y las semillas del
invalidan cualquier pretensión de reclamar un comienzo absoluto calabazo de botella (Lagenaria siceraria) domesticado en Africa y
en 14?21 como fecha inaugural de tránsito de un mundo plural a un que no puede reproducirse sin la ayuda humana? ¿Acaso estas semi-
ámbito planetario único. llas fueron empleadas por gentes en las costas americanas?
M'Bokolo .(1992:4) y numerosos científicos africanos, por el con- Aunque durante un decenio esta hipótesis fue desdeñada, en los
trario, enfocan el evento de 1492 como parte de una serie de comien- últimos años, el aumento del número y la antigüedad de las fechas
zos e!l)os cuales Africa nunca estuvo ausente. Dentro de·este propó- que atestiguan el poblamiento del continente americano, como la de
sito, la hipótesis considerada «sacn1ega», especialmente por la Pedra Furada con 32.000 años en el nororiente del Brasil, sumados a
ciencia ,de occidente, en torno al contacto africano con América en otros datos que la sustentan, vuelven a poner a la propuesta de
tiempos. precolombinos, es una inquietud permanente, que estimula Lathrap en el escenario del debate (Guidon y Delibrias 1986, Gruhn
la búsqueda de testimonios de variada índole. Una conversación en- . 1988).. Y en el foco de las preocupaciones que estimulan la nueva
tre el gobernador de El Cairo. y el emperador de Mali, Kankou historiografía en Africa. Por otro lado, si hablamos de encuentros de
Motisa durante su peregrinaje a lugares santos del Islam en 1324, mundos, ésta hipótesis aludiría a uno temprano (Friedernann 1992,
compilada por Ibn Fadl Allat Al Omari, narra los esfuerzos de su Friedemann y Arocha 1985). -
predecesor Mansa Aboubakar II en torno a la exploración del océano
000000000000000000000000
Atlántico (M'Bokolo: 1992, friedemann y Arocha: 1986, Diaw 1983).
Docum.entQs como éste se divulgan para estimular investigaciones
sobre técnicas antiguas· de navegación en Africa, que aún es uno de Retomando el hilo del trabajo de los africanos sobre reflexión y res-
los asuntos menos abordados en la .nueva historiografía del conti- tauración en torno a su historia, deben menCionarse estudios como el
nente. Lo cual no quiere decir que no existieran. Las experiencias de de A. Hampa té Ba (1982) inmersos en la historia oral o ~nla oralitura.
Thor Heyerdahl demuestran lo contrario. Con su piragua Ra t cons- La tradición viviente, conforme la denomina, es sinónimo de «lA.
truida de acuerdo con las técnkas de los Buduma del Chad, Gran .historia de la vida», que comprende la historia de las tierras y de
Heyerdahl navegó 4.345 kilómetros saliendo de Safi el 25 de mayo las'·aguas, de los vegetales, de las venas del seno de la tierra, de los
para llegar a' las Antillas ell8 de julio de 1969 (M'Bokolo 1992). astros, y por supue~to, de la historia del hombre, simbiosis de todas
.. En Colombia, en la misma vena de las hipótesis sacrílegas se ha las historias, expresión de partículas de ·todo lo que ha existido antes
deél. ·· ·
colocado la del arqueólogo Donald Lathrap (1977) que propone el
que los proces'os de domesticación vegetal, como otros ocurridos en : Como una fuente para la rec6ns.trucción del pasado-, la recolec-
el Viejo Mundo; se derivan de un patrón único de experimentación ci.ón y eyaluación de tradiciones e historias oráles prosigue en Afri-
neolítica elaborado en el Africa hace 40.000 años, por portadores de ca. Una muestra de su importancia es el resultado de la confronta-
las cülturas Sangoana y Lupembana (Shaw 1972). De acuerdo con ción de las narraciones del cronista Cavazzi (1687) en el siglo XVII,

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NINA S. DE FRIEDEMANN ]NTRODUCCJÓN LA SAGA DEL NEGRO

relatos épicos, narrativas literarias y datos cosmogónicos con inves- Aunque tales acontecimientos en alguna medida son conocidos,
tigaciones recientes de terreno en 1970, sobre tradiciones locales. no lo son en la misma fonna aquellos que documentan la resistencia
Todo lo cual ha servido para trazar en la región del Alto Kwango en africana a la trata en Africa misma. Y mucho menos con el significa-
Angola, un horizonte de dinastías y cambios sociopolíticos (Vansina do de ser huellas de africanía dentro del fenómeno del cimarronaje
1985:182). Y también para traer a la luz la resistencia de carácter americano que plasmó su ideología de liberación en palenques,
epopéyico contra la trata negrera, que en esa región como en otras se kilombos, mambises, cumbes o mocambos.
dio de modo permanente desde el siglo XVII hasta fines del XIX. Trabajos de la nueva historia africana como los de Oruno D. Lar a
(1981 :130) traen a la luz testimonios de esa resistencia en Guinea con
000000000000000000000000 los bijagos. y en el Congo con los jagas. Entre 1568 y 1587 un movi-
miento que se oponía a la trata, fue conocido como «La larga marcha
de los jaga». Eran escuadras de guerreros fuertemente organizados
El tema de la trata por el Atlántico sin embargo, sigue causando gran política, religiosa y militarmente. Operaban en amplias regiones a
desasosiego en el escenario de las reflexiones y la práctica de una partir de campamentos fortificados llamados kilombos, -el mismo
nueva historiografía en Africa. Para los africanos constituye la con- vocablo que en Brasil señalaría a los cimarrones negros-. Hombres
secuencia más visible, la más durable y la más grave del encuentro y mujeres eran combatientes, unos aliado de los otros. En sus mar-
africano, europeo y americano. Además es una cuestión que aguijo- chas invadieron el Congo, devastaron el país con el fin de desorgani-
nea sensibilidades, sentimientos y culpabilidades; que provoca in- zar las estructuras portuguesas de la trata esclavista. El objetivo,dice
numerables reacciones. Y aunque los europeos no inventaran la es- . Lara, era conquistar y destruir los reinos aliados a los europeos en el
clavitud que en Africa era actividad antigua, practicada en escala negocio de la trata.
reducida con fines de reintegrar socialmente a individuos que ha- , Las narrativas de Cavazzi, anota Lara (1981 :130), describen el
bían perdido a su familia en guerras u-otras catástrofes, la interven- kilombo africano, y contienen datos de su organización social y reli-
ción europea le dio un carácter diferente y unas dimensiones mons- giosa. Hasta la fecha, sin embargo, en la historiografía de la diáspora
truosas (Gueye 1981:186). De tal calibre, que la perturbación afrocolombiana, no se han tenido en cuenta o no se han conocido es-
profunda que generó en la sociedad africana de su tiempo sigue tos datos sobre el pasado africano de resistencia a la trata. Que son
proyectándose en el presente. importantes para el análisis del cimarronismo y en general de los es-
La sangría demográfica de millones de seres humanos, que duró tudios de grupos negros. Este es un ejemplo que enseña por un lado
mas de tres siglos, es definida además por intelectuales africanos el alcance de la invisibilidad de la historia africana que afecta tanto a
como una empresa de extirpación sociocultural comandada por la historiografía de los grupos negros, como a la general de Colom-
alianzas de estratos dirigentes, parte de ambas civilizaciones, la eu- bia. Pero por otro lado muestra la urgencia de una com_unicación ac-
ropea y la africana de ese tiempo (Selassie 1992). Y contiene, para nu- tiva académica entre estudios y estudiosos africanistas y afro-
americanistas. A más de la necesidad que en nuestro país tenemos
~~rosos estudiosos, factores que debilitaron la resistencia socio-po-
de estimular la formación de cuadros de científicos que cultu-
hhca frente al proceso de colonialismo europeo del siglo XIX. Lo
paradójico es que todas las guerras internas y la migración ínter- ralmente hagan parte de la diáspora.
continental, brutal y forzada hayan constituido el escenario para la
0000000000000000000000 00
formación de la diáspora afroamericana, parte integral de América.

26 27
NINA S. DE FRIEDEMANN INTRODUCCIÓN LA SAGADELNEGRO

Otra instancia que permite examinar el alcance de· la invisi- Este punto es el que según los africanistas, ha sido ignorado y
bilidad de Africa en la conceptualización de las comunidades afro- trastocado en las discusiones teóricas sobre el tema, cuando se pro-
colombianas se refleja en el campo de estudios de la familia negra. El pone que tales familias eran «múltiples familias» con un esposo-padre
manejo etnocéntrico que varios estudiosos le han dado al tema ex- en común (Sudarkasa 1980:43). Así mismo cuando seignora que su
plicando la situación africana a la luz de conceptos como los de fami- estabilidad no depende de la unión conyugal en cualquiera de sus
lia nuclear y monógama, ha conducido a errores y tergiversaciones. fases monógama o po~ígama, sino del ejercicio de derechos de con-
En Colombia, como en otros países latinoamericanos, la familia sanguinidad en el grupo familiar que, por lo general, tiene una base
nuclear, monógama y cristiana se yergue como paradigma dentro de poligínica.
los análisis históricos y contemporáneos de organización social a ni- Al referirme a huellas d~ afr1~anía o cadenas de asociaciones
vel nacional. De esta suerte, es inexistente la consideración de hue..: icónicas, me sitúo cerca de los planteamientos de Gregory Bateson
Has de la familia extendida africana en la familia negra. Mas bien el (1972) sobre el lenguaje de los iconos, ideas que podría~ relacionarse
encuentro de formas poligínicas, ha servido para estereotipar los ro- a su vez con el concepto de «orie:ntaciones cognoscitivas» propuesto
les de la mujer y de los hombres, tanto en el campo de la responsabi- por Mintz y Price (1976), para aproximarse_a los problemas de la
lidad socioeconómica como en el afectivo (Friedernann y Espinosa evolución de las culturas afroamericanas. En la misma vena, es que
1992). Y tal estereotipia se ha ·manifestado en las ciencias sociales, en Niara Sudarkasa (1980) antropóloga africanista, opina que el más
la literatura·, en el pensamiento religioso y filosófico. La propuesta. importante legado africano en Ia. diáspora americana es el. que pro-
entonces es la de emprender el análisis de la mujer y la familia ne- viene de la familia extendida, la cual recreó principios éticos, modos
gras, porf.uera del.concepto etnocéntrico de familia nuclear. Así, eJ de comportámiento,_ rasgos estructurales y orientaciones cognos-
modelo clás~co de familia extensa propuesto por Murdock (1949), citivas en nuevos lenguajes de parentesco, que le permitieron al ne-
compuesto por dos o más familias nucleares, no parecería definir la gro sobrevivir biológica y culturalmente en el Nuevo Mundo.
realidad ni en Africa ni en Afroamérica.
000000000000000000000000

_E~ la familia extendida africana, la importancia del vínculo con-


sanguíneo ha sido mayor que la del conyugal, apuntan los estudios _ El ensayo que esta introducción present_a en tomo a los grupos
de Niara Sudarkasa (1980: 43). Y el ciclo conyugal consta de una fase negros colombianos es un homenaje de admiración a su saga de 500
monógama seguida de una polígama, donde ambas son equivalen- años en América. A su vitalidad y asu creatividad, a la capacidad de
tes. Si un hombre tenía o tiene una esposa e hijos, dos esposas e hijos la diáspora africana para vivir y sobrevivir en tan tos mundos.
o muchas esposas e hijos, su familia era y es una familia. Claro que
cuando se trata de definir la fase monógama de esta. familia, aunque
parezca reiterativo, es necesario desvincularse de la ideología que
sustenta la noción de la familia nuclear monogámica en la sociedad
occidental. Porque en la familia extendida africana, institucional-
ménte dicha fase no es insular ni en su formación, ni en su funciona-
miento (ibídem: 43).

28 29
11
Negros, esclavos y cronistas de indias
NEGROS, ESCLAVOS Y CRONISTAS DE INDIAS LA SAGA DEL NEGRO

Han transcurrido casi cinco siglos desde cuando los primeros afri-
·canos empezaron a llegar a Colombia, no precisamente cor;no parte
de los cautivos en la empresa de la trata. Hubo africanos que viajaron
con los españoles en la aventura del «descubrimiento» pero que se
perdieron en las crónicas de conquista. El hallazgo de algunos nom-
bres como ~1 de Ñuflo de Olano, que al lado de Vasco Núñez de
Balboa su:tJió a la cumbre de Quareguá y miró también por primera
vez la inmensidad del Mar del Sur -el-océano Pacífico- el25 de
·septiembre de 1513, es un testimonio. Afortunadamente en este caso,
el eséribano Andrés de Valderrábano, miembro de lá expedición de
Balboa anotó la presencia de Olano y su escrito fue a dar a las manos
del cronista Gonzalo_Femández de Oviedo y Valdés.- •
· Ñuflo de Olano debía hacer parte de_ esos africanos conocidos
como negros ladinos, negros de Castilla ·o negros de Portugal, Ua-
la
mados así por estar familiarizados con el lenguaje y idiosincrasia
de.españoles y portugueses. Provenían de aquellos que desde antes
de-1445 habían comenzado a llegar a la península Ibérica a bordo de
las barcas y·barineles de Enrique el Navegante que, merodeando por
las costas de Guinea, ya se habían dado mañas para agarrar y trans-
pórtartautivos. Tanto que en 1552, de los 100.000 habitantes de Lis-
boa 10.000 eran esclavos negros. A su vez, a fines del siglo XVI en Es-

33
NINA S. DE FRIEDEMANN NEGROS, ESCLAVOS Y CRONISTAS DE INDIAS LA SAGA DEL NEGRO

paña, el 2.5% de sus nueve millones de almas también era de escla- notables cronistas de Indias. En ese tiempo era apenas un joven de
vos negros (Alvarez Nazario 1974:24). dieciocho años que se había iniciado en América desde los 14 años.
El documento en que por primera vez en la historia americana Había llegado a Cartagena en 1534 desde Sevilla en una de las tres
aparece autorizada la entrada de esclavos negros a las colonias de naves del Contador de la gobernación de Cartagena de Indias,
ultramar (Díaz Soler 1974:20) fue la Instrucción que el 16 de sep- Rodrigo Durán (Del Castillo 1990: 137). Su experiencia de ocho
tiembre de 1501, los reyes le dirigieron a don Nicolás de Ovando, años de estadía en la región antioqueña le permitiría incluirla en la
Gobernador de las Indias. La tal Instrucción especificaba que no se primera parte de su Crónica del Perú.
permitía introducir <(moros nin xudios, nin erexes, nin rreconcyliados, Esta expedición de Vadillo duró catorce meses y estuvo plagada
nin personas nuevamente convertidas a Nuestra Fée, salvo si fueren es- de incidentes, de marchas en lodazales, ataques a grupos indios, he-
clavos negros u otros esclavos que fayan nacido en poder de crystianos, ridos, muertos,- caballos sacrificados para aplacar el hambre, acci-
nuestros subditos é naturales» (ídem). La proporción de población es- dentes en despeñaderos, robos a los indios, saqueo de sus tumbas y
clava negra que vivía en la península Ibérica facilitaba con holgura el todo el horror que como una constante marcó el episodio brutal de la
cumplimiento de la Instrucción. Así en 1538 la expedición de Juan entrada de Europa en el territorio americano. Según la crónica de
Vadillo que salió de Cartagena en un bergantín hacia Sebastián de Fray Pedro Simón (Ed.1981, T. V: 224), en Cali se repartió el pillaje de
Urabá, (Del Castillo 1990:137), para luego seguir por tierra, llevaba oro entre los que quedaron después de haber perdido noventa y dos
como lo apunta la crónica de fray Pedro Simón, un «gran número de españoles, ciento diecinueve caballos y «muchos indios e indias y mu-
negros y negras, pues eran más de ciento>> (Ed. 1981: T. IV: 188). Pero, chos negros esclavos». Aunque en esta crónica también se perdieron
¿cuántos de éstos en España eran esclavos y cuántos eran negros re- . los nombres de los indios y de los negros y el número de sus muer-
sidentes libres y que voluntariamente engrosaban la aventura? Estas tos, en el transcurso del relato su presencia aunque esporádica es un
son preguntas que aún no tienen respuestas precisas, aunque es fac- testimonio· valioso. Tal es el caso de aquellos diez negros que son
tible presumir que estas dos categorías de negros debieron llegar con enviados a las labranzas de los indios para robarles el maíz y otra co-
los conquistadores: los esclavos y los libres, ambos procedentes de mida. Dos de ellos caen abatidos cuando los indios. les salen. La na-
España en un principio. Ello a juzgar por la investigación histórica rración también anota cómo en ocasiones en el fragor de los
sobre el transcurso de los africanos en la península Ibérica, desde an- enfrentamientos, los negros huyen de la expedición y seguramente
tes de la mitad del siglo XV. Además, porque durante el siglo XVI se vuelven cimarrones. Cuenta la crónica que algunos ya heridos se
muchos de los residentes llamados «de color» con ascendencia africa- escondían para morir en paz. Lo que no indica es si aquellos que al-
na, cuando se embarcaron en Sevilla hacia el Nuevo Mundo, entre canzaron a llegar a Cali recibieron algo de la repartija del botín que
1509 y 1559 anotaron su procedencia peninsular en el Catálogo de produjo cinco pesos en oro pata cada soldado.
pasajeros a Indias (AlvarezNazario 1974: 25). Por el mismo tiempo, en 1540 salió de la península la expedición
De todos modos, la crónica sobre la expedición de Vadillo hacia del licenciado Alonso. Luis de Lugo. Luego de llegar al Cabo de la
el sur en 1538 anota la participación de unas trescientas cincuenta Vela, arrancó por tierra, «con baquianos y gente que ya había estado en
personas entre las cuales también había indios e indias de servicio. otras expediciones,llevaba doscientos soldados y otros tantos caballos y bes-
La nómina era de nobles, alféreces, capitanes de infantería, oficiales, tias para carga y treinta y cinco vacas con sus toros» (Simón Ed. 1981. T.
curas, soldados y gente de pueblo. Entre el grupo se encontraba P_e- IV: 140). Aunque en un comienzo el cronista no menciona negros, a
dro Cieza de León quien años más tarde se convertiría en uno de los medida que avanza su narrativa los esclavos surgen como persona-

34 35
NINA S. DE fRIEDEMANN NEGROS, ESCLAVOS Y CRONISTAS DE INDIAS LA SAGA DEL NEGRO

jes de trajín. Hay un momento de crisis cuando las provisiones esca- frontera de los indios Coronados,
sean y los ánimos le flaquean al mismo don Alonso. Entonces salta el cuyas faldas se dicen las acequias
esclavo Gasparillo quien habiendo hecho parte de una expedición de que tenían uso los vecinos :
anterior con Jerónimo de Lebrón y conociendo las trochas y serranías Confines al enhiesto y empinado
de la región, dijo que podría llegar hasta la ciudad de Vélez y conse- Cerregión de los negros fugitivos,
guir ayuda. Pero lo haría -dijo- «si vuestra señoría se sirviese de dar- Que en tiempo les sirvió de fortaleza
me carta de libertad». A ~o cual don Alonso le contestó que no sólo le desde donde comienzan las llamadas
daría una carta· de horro sinó cuarenta si fuera necesario, escritas en del gran Valle de Upar, diversas veces
letras de oro, con tal de que consiguiera socorro (ibídem: 152). en mis memoriales repetidos.
Pero éste no fue el único incidente en el cual el protagonismo de
uno de los negros alivió la crisis. Unos días antes Juan de Castellanos (Juan de Castellanos
soldado muy avezado y quien al parecer había estado en la expedi- en Castro Trespalacios 1977: 28).
ción de Gonzalo Jiménez de Quesada, le propuso al licenciado
Alonso que en compañía de otros se desprendería del grupo y llega- Al fin y al cabo la crónica de Simón no volvió a referirse ni al esclavo
ría a Vélez para conseguir auxilios. En la crónica aparece entonces el Gasparillo ni a la suerte del negro Manga Lengua. En 1543 cuando el
negro Manga Lengua -quizá manga luango- que en vista de tanta licenciado Alonso Luis de Lugo llega a Vélez solamente ib~ con se-
hambre, privaciones y dificultades, decide entrar al poblado de in- tenta y cinco compañeros de los casi trescientos con quienes comen-
dios que divisan a lo lejos. Sin resultado, porque tan pronto los in- zó y de los casi trescientos caballos y otras bestias que tenía sólo lle-
dios lo ven·empiezan a perseguirlo y de milagro se salva. garon veintinueve o treinta (Simón Ed. 1981 T. IV: 157). Ya en esta
Juan de Castellanos resultó el mismo que años después sería cro- parte del relato se desvanece la esperanza de saber cuántos negros o
nista, cura, Beneficiado de Tunja y dueño de haciendas y esclavos si acaso ninguno llegó con vida a V élez.
negros (Cortés 1966). El Cantb I de sus Elegías de Varones Ilustres Por su parte, Juan de Castellanos en su Historia de Cartagena sí
de Indias evoca su aventura, dejando entre líneas el hambre, el menciona el hecho de que Pedro de Hered~a llevaba negros en su ex-
desfallecimiento y los tallos d~ bihao que para no agonizar, según pedición del Cenú. Dato que aparece confirmado en el juicio de resi-
Fray Pedro Simón (Ed. 1981 T. IV: 144), tuvieron que comer él y sus dencia que en 153Tle siguen ydonde se le aeusa. de <•:permitir a los cin-
acompañantes día tras día: cuenta negros que había traído para trabajar en las sepulturas ... » que
robaran los mantenimientos de los indios en los alrededores (Borre-
El don Alonso,pues con buenos guías go Pla 1983: 54). .
de los antiguos hombres convocados· Sobre estos negros se sabe que algunosde ellos se fugaron y en
Pdrel de la dudad de Santa Marta 1540 fueron localizados en cercanías de San Sebastián de Buena vista.
en continuación de su viaje Pero es interesante el encuentro en 1545 de un palenque situado en
fue caminando por aquellos llanos las' inmediaciones del pueblo de Tofeme en el partido de Tolú y que
por do fueron a dar a los dos ojos según documentación existía desde 1525. Así cuando. la campaña de
de cristalinas aguas, aunque gruesas, exterminio sale de Cartagena hacia Tolú, al regreso el parte fue que
desde donde se ve la serranía habían encontrado y abatido como trescientos cimarrones (ibídem:

36 37
NINA S. DE FRIEDEMANN

430). La pregunta que sigue entonces es la de si estos negros prove-


nian de España y Portugal a través del goce de licencias que en ese
tiempo la Corona concedía a particulares. Y cómo lograron consti-
tuir un grupo de rebeldes tan considerable en número. Un ensayo de
respuesta es el de Borrego Pla (1985: 431) que supone la llegada de
cimarrones desde Panamá y Tierra Firme.
De cualquier modo, los datos anteriores permiten presumir que
buen número. de ladinos, o conforme algunos autores señalan, ne-
gros españolizados llegaron con los conquistadores a tierras del
nuevo mundo. Así, la crónica aludida por Juan Friede en sus Docu-
mentos inéditos para la historia de Colombia (1955 -1960) puede
contar cómo en Ada (actual Panamá), músicos y bailarines negros en
1520 entretenían a los caciques Darién.

111
Los africanos: Cifras y origen

38
Los AFRICANOS: CIFRAS Y ORIGEN LA SAGA DEL NEGRO

La diáspora africana y el péndulo de las cifras


>~
Jl........ .
......

La gente negra en Colombia desciende de aquellos individuos que


llegaron con los primeros conquistadores y de los miles de africanos
1 que desde el siglo XVI oficialmente desembarcaron como parte de la
trata, en Cartagena de Indias, y de contrabando en otros lugares
como Buenaventura, Chirambirá, Gorgona y Barbaco~s en el litoral
Pacífico y en Riohacha, Santa Marta¡. Tolú y el Darién sobre la costa
Atlántica.
Actualmente, encontramos grupos negros descendientes de
africanos. en regiones de las costas Atlántica y Pacífica y en sitios de
los valles interandinos así:

·•·Región del Caribe:· departamentos de la Guajira,


Magdalena, Atlántico, Bolívar,
Córdoba, Cesar,
Sticre y Antioquia.

• Costa del Pacífico: departamento del Chocó y zonas


costeras de los departamentos
del Valle del Cauca, Cauca yNariño.

41
1
NINA S. DE FRJEDEMANN Los AFRICANOS: CIFRAS Y ORIGEN LA SAGA DEL NEGRO

• Valles interandinos de los ríos Ca u ca y Magdalena, La historia del sufrimiento corporal de los africanos en las arma-
incluyendo algunos de sus afluentes y zones de los barcos de la trata es conmovedora. En Jos navíos secare-
el valle transversal del rio Patía. cía de servicios médicos. Enfermedades como escorbuto, infecciones
en los ojos, viruela, dis~ntería, a la llegada de los puertos de desem-
• Departamento de ~an Andrés Providencia y Santa Catalina en barque eran anotados en los documentos corno tachas o defectos fí-
el Caribe isleño. sicos. Que para los esclavistas tenían significado en cuanto eran im-
pedimento para presentar al cautivo como mercancía apetecible en
Mucho se ha escrito en tomo a la trata como un tráfico de vergüenza, el mercado de compra-venta de trabajadores (Triana y Antorveza
que produjo ganancias económicas para las naciones europeas par- 1989: 39-66). La agonía física de males incurables corno el de Loanda,
ticipantes y grandes pérdidas humanas, culturales y económicas el nombre de uno de los puertos de embarque, en la costa de Angola,
para Africa y América. era pavorosa. A las víctimas se les hinchaban los cuerpos, se les pu-
La historia y la demografía de la trata trasatlántica, por supuesto, drían las encías y generalmente morían. La crónica relata cómo el fir-
son ternas que han generado polémicas cuyos marcos han sido no mamento del océano se poblaba de seres que antes de morir se retor-
solamente la evidencia documental, sino las posiciones ideológicas cían con recias calenturas y otros padecimientos corno viruelas,
frente al hecho sociopolítico de la esclavitud (Tannenbaum 1968, tabardillo y sarampión (Val tierra 1980: T. II: 56).
Elkins 1971, Winks 1972, Lane 1971, Genovese 1967). Desde luego En esta terrible historia las víctimas debieron apelar a sabidurías
que hay suficiente literatura sobre las circunstancias de movilización propias, decisiones y acciones para aliviar y curar las dolencias físi-
de las víctimas en terrenos de captura, prisión, devastación cultural, cas. ¿Qué dioses y fuerzas protectoras invocaron? ¿qué plegarias
transpor.te en hacinamiento, trasplante en medios hostiles y sujeción elevaron? Develar lo ocurrido en este trance permitiría dibujar la
a trabajo forzado. Esto, para mencionar algunas de las condiciones c_onstrucción de los cimientos que originarían la presencia de una
que encararon aquellos que alcanzaron a llegar a América. Porq~e se diáspora africana en países como Colombia y su concreción en la
habla de 15%,20% o 25% de africanos que habiendo salido de su cultura negra de los descendientes de los africanos. Así como el pro-
continente nunca desembarcaron en el nuevo mundo: murieron o se ceso de impregnación de esta cultura en conglomerados de compo-
suicidaron. sición socio racial diversa.
Empezaban a desfallecer en las factorías de las costas africa- Aunque hay numerosos estudios en relación con el transporte
nas y expiraban durante el viaje trasatlántico. Se enfermaban de forzado de los africanos a América, aún no se ha aclarado ni el nú-
melancolía fija (Triana y Antorveza 1989). Acurrucados, con la mero de personas que fueron arrancadas de sus territorios, ni el de
barbilla sobre las rodillas y los brazos alrededor de las piernas, los que llegaron. Como tampoco su procedencia exacta. Entre los es-
rehusaban alimentos hasta que morían. De los bidyogos o bijagos tudios demográficos de la trata, la controversia sobre la magnitud
que eran guerreros, se sabe, que sin tener nada a la mano, se do- numérica se desenvuelve en cifras que van de los 9 millones hasta los
blaban la punta de la lengua hacia adentro, y empujando la glotis 100 millones, pasando por apreciaciones intermedias de 25 millones
sobre la tráquea la obliteraban impidiendo la entrada y salida del y cifras menores de 3 millones (Friedemann y Arocha 1986: 33). Ger-
aire de los pulmones. El frecuente suicidio en el viaje trasatlánti- mán Colmenares (1979) anota más de 9 millones, en tanto que
co, siguió ocurriendo entre los cautivos una vez colocados en los Edward Dunbar (véase Curtin 1969) señala unos 14 millones en la
frentes de trabajo esclavo. trata en América, cifra que se compara con las de Herbert S. Klein

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NINA S. DE FRIEDEMANN Los AFRICANOS: CIFRAS Y ORIGEN LA SAGA DEL NEGRO

(1986: 93) que oscilan entre 10 y 15 millones. Este a su vez anota el centajes desde el siglo XVIII en relación con la totalidad. De todos
hecho de .que cuatro quintos. del total de esclavos africanos llegados modos, el censo de 1964 (Atlas de economía colombiana) trae el dato
al nuevo mundo fueron transportados en ·150 años, desde el siglo -de que·en -Colombia un 30% de .la población es negra y mulata. De
:XVIII hasta m~iados del XIX. acuerdo con proyecciones ~ctuales, un 10% de esa cifra podría COilSi-
Yen cuanto a Colombia, Curtin (1969: 46) consigna una cantidad derarse actualmente como población negra y el20% restante como
de 200.000 esclavos importados durante el período total de la trata impregnada en términos ge.néticos y de cultura negra.
para lo que hoy son Colombia, Panamá y Ecuador. Estamos así frente a un péndulo de cifras, algunas de las cuales
. Posteriormente, el cotejo de esta cifra con análisis cuantitativos se mueven_ en un escenario. demográfico y de intereses políticos si-
de Germán Colmenares (1979) y cuentas minuciosas de Nicolás del milar a aquel de leyenda rosa y negra de los indios durante la Con-
Castillo (1981), ha complementado las estimaciones de Curtin. Por quista y en relación con el proceso de su aniquilamiento (Frie-
un lado, Colmenares concluye que de los 200.000 esclavos que demann 1975, Friedemann y Arocha 1986). Desde luego que el
Curtin asigna a la Nueva Granada, Panamá y la Audiencia de Quito, creciente número de negros en la actual Colombia tiene un significa-
podría especularse que algo más de la mitad le cupo al actual territo- do distinto al del estrecho 1.2% de la población indígena cuya recu-
rio colombiano. peración sigue siendo leve.
Y a esa cantidad, le agrega las partidas por contrabando, qüe ha-
bida cuenta del costo de transporte y alimento, según él, no debieron
ser siquiera el 50% de las legales. Así, Colmenares fija el número total Los orígenes y el predominio étnico
de esclavos introducidos en Colombia en alrededor de 120.000.
Nicolás del Castillo, por su parte, muestra que sólo en 60 años ·
entre 1580 y 1640 el número de esclavos introducidos por Cartagena Pero si las cifras de la trata son tan elusivas, la composición étnica de
sumó un total de 169.371. Luego vendría el contrabando de los ho- las víctimas no es menos. Su dilucidación está en ciernes aún por
landeses desde Cura~ao y también el de los ingleses desde Jamaica, parte de los .estudiosos africanos que han decidido emprender la
que se inició a mediados del siglo XVII (1981: 245 -253). Si este dato se pesquisa académica que por mucho tiempo fue exclusiva de los eu-
mira a la luz de la apreciación de Klein (1986: 94) de que el número _ropeos. _
mayor de esclavos llegó al nuevo mundo entre el siglo XVIII y me- No han sido suficientes los documentos de embarque y desem..
diados del XIX, tendríamos una mayor dimensión. . barque de los africanos para saber a qué grupo pertenecían, aunque
Según Curtin (1969: 46) para 1810 en la Nueva Granada la pobla- la construcción de catálogos de grupos tribales a partir de tales do-
ción de origen africano sin mezcla era de 72.270, pero la proporción cumentos fue una base importante para iniciar el rescate de esta his-
de mulatos en la población total ya era del 50%~ Ello sugiere que en toria étnica. Se precisan entonces nuevas forf!\aS de investigación
esta fecha la población de origen africano contenía una alta propor- con la ayuda de otras ciencias. En Colombia, conel desarrollo de ~os
ción de criollos, es decir que había un crecimiento natural de la mis- estudios de biogenética ha surgido la posibilidad de rastrearlo~ orí-
ma. Entonces, surge la pregunta sobre el porcentaje de negros que genes de sus poblaciones negras. El conocimiento de elementos de la
existían en ese 50% de mestizaje mulato, i.e. blanco-negro. Por otro estructura cromosómica de los grupos en áreas tradicionales de con-
lado T. L. Smith (1966: 215) apoya el concepto de Curtin anotando centración demográfica, mediante estudios de marcadores como el
que la población negra de Colombia ha mantenido los mismos por- HLA puede ofrecer elementos valiosos para confirmar datos como

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los documentales y los lingüísticos sobre la proveniencia de los i'n- patrón de heterogeneió ad tribal o regional buscaba ejercer un domi-
migrantes africanos (Friedemann y Briceño 1990, Keyeux 1993). nio más certero mediante la atomización cultural de cada víctima.
La preocupación en torno a los orígenes de los africanos que lle- Sin duda alguna, la técnica fue eficaz. No obstante, debió llegar un
garon a América tiene, por supuesto, una razón: descubrir las hue- momento cuando las posibilidades de mantener esa heterogeneidad
llas que los distintos grupos dejaron en las nuevas culturas y socie- fueron desbordadas por la abundancia de esclavos con afinidades
dades americanas, con el propósito de dibujar el proceso de.algunos culturales. A esa situación debió llegarse por diversos caminos. U no
de los perfiles de la diáspora africana. de ellos, originado en las mismas costas africanas, en las factorías,
En la discusión académica de la trata negrera, durante mucho donde a los cautivos se les concentraba para esperar a los barcos
tiempo se hizo hincapié en la estrategia de separación de gentes de . negreros que a veces demoraban en atracar o en despegar de los
una misma región para romper la comunicación lingüística, la iden- puertos.
tificación religiosa o la solidaridad tribal. Entonces, las consecuen- La agregación de personas de la misma procedencia en el estadio
cias deculturadoras de la disgregación se volvieron argumentos africano del cautiverio seguramente p~opició formas de reintegra-
para sostener la incuria cultural del africano en América. No obstan- ción étnica a las que podría denominarse pasivas, en oposición a las
te, la deculturación total es imposible y conforme anota Moreno activas que se darían en circunstancias como el cimarronaje
Fraginals (1977:14) antes bien, en un sistema de explotación puede (Friedemann 1988). Otro de los caminos para la reintegración pasiva
suceder que la clase dominante estimule la permanencia de ·algunos debió propiciarlo la captura selectiva de esclavos procedentes de de-
valores culturales de la clase dominada, con miras a reforzar la es- terminados grúpos y preferidos en los mercados americanos por sus
tructura.establecida. Efectivamente, durante la Colonia, la constitu- . habilidades como trabajadores o por ciertas cualidades de educación
ción de cabildos negros como los que existieron en Cartagena al que los tornaba «apetecibles» (Escalante 1964: 105 -110). Al respecto
borde del mar, primero como enfermerías que congregaban gentes de la captura, vale mencionar que de acuerdo con investigaciones
procedentes de una misma tribu o nación fue una táctica de las auto- sobre la trata (Klein 1986: 97), los datos muestran que fueron los afri-
ridades con la cual se intentó erosionar cualquier brote de solidari- canos quienes dominaron el mercado de la oferta en su propio conti-
dad rebelde. Además, se trataba de propiciar la continuidad de las nente. Quienes abastecían los esclavos eran jefes locales (Mei-
hostilidades intertribales. Esas que en algunas regiones africanas llassoux 1990: 79) o miembros de determinada clase de alguna
habían sustentado la venta de hombres y mujeres a los traficantes sociedad africana, a veces mulatos u otros oriundos también de Afri-
negreros. Empero, con esa táctica, los cabildos, conocidos en Carta- ca. En la costa de Guinea a esas generaciones que surgieron a raíz de
gena en un principio como casas de cabildo, se convirtieron en refu- las necesidades del comercio europeo y cuyas gentes fueron engen-
gios culturales de africanía (Friedemann 1988). Con el tiempo, esa dradas por portugueses con mujeres africanas, se les conoció como
africanía elaborada y transformada penetró y modificó la sociedad hijos de la tierra. Entre éstos están los lan~ados o cazadores de gente
en amplias regiones. En la rutina y en la fiesta, en lo sagrado,lo pro- a quienes ya en 1508 se les encuentra en Guinea, viviendo entre los
fano y lo funéreo. africanos. El mismo fenómeno se encontraría en Angola y a quienes
En el transcurso de la trata es preciso distinguir un proceso de se ocupaban de la cacería se les conoció como pombeiros. Su oficio
reintegración étnica del africano y sus descendientes en América, a consistía en hacer prisioneros en las orillas de los ríos y riachuelos
lo largo de varios siglos (Friedemann y Arocha 1986: 37). Es cierto para cargar los navíos anclados al borde del mar con destino a los
que la táctica de agrupar a los trabajadores cautivos manteniendo un mercados de Lisboa y luego hacia América (Rodney 1970). '

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NINA S. DE FRIEDEMANN Los AFRICANOS: CIFRAS Y ORIGEN LA SAGA DEL NEGRO

El pillaje esclavista con destino a los europeos se generalizó entre Regiones y -procedencias
muchos grupos africanos cuando éstos fueron instigados por los
mercaderes europeos mediante el acicate comercial y el poder que Los orígenes de los africanos que llegaron al territorio que hoy es
algunas tribus empezaron a tener sobre otras y sus territorios, gra- Colombia han sido discutidos, particularmente cuando se ha en-
~ias al respaldo de las armas de fuego. Los conflictos inter.tribales, las sayado atribuir «rasgos culturales» a determinados conglomera-
venganzas personales, las diferencias entre clases gobernantes y dos de gentes en ciertas regiones (Escalante 1964, Arboleda 1952).
gentes de menor rango estimularon la agresividad que prendió la Sin embargo, de acuerdo con uno de los historiadores de la
contienda. Por ejemplo, beafadas,- pepeles y bijagos atacaron a los trata en Colombia, Jorge Palacios Preciado (1982: 231) las conclu:-
nalus; los balantas soportaron el pillaje de beafadas y pepeles, mien- siones sobre el origen tribal siguen siendo muy generales y vagas.
tras que los yo las sufrieron a los mandingas. Rodney (1970: 113) afir- Palacios precisa sin embargo, que durante los siglos XVI y XVII,
ma que entre 1~62 y 1640, las grandes tribus cazadoras de esclavos los sitios de donde fueron extraídos estuvieron establecidos por
en la costa de Guinea hacia el norte, fueron los manes, mandingas, las licencias y los asientos que marcaron a las llamadas Islas de
casangas, coco lis y, en menor escala los susus y los fu las. El terror se Cabo Verde, y ríos de Guinea. Pero al finaC él mismo admite que
expandió así a lo largo de Senegambia, y luego por entre los grupos de acuerdo con la documentación, incluyendo registros de com-
de Africa Central alcanzando a llegar a Mozarnbique. pradores, documentos notariales y testamentos, entre otros, a la
A partir de 1483·cuando las primeras carabelas portuguesas llega- . Nueva Granada llegaron esclavos de todas la~ zonas de.extrac-
ron al Congo, las relaciones con el reino de Portugal desembocaron en el ción africana: «de los ríos de Guinea, Sierra Leona, Arará, Mina,
comercio de africanos que fueron enviados a Lisboa y a Santo Tomé. El, Carabalí, Congo y Angola».
comercio de esclavos se alimentó de gente como los tekes y los Por su parte, Germán Colmenares apoyándose en una regio-
mpumbus en el noroeste y en el país de los mbundus en el mismo
Congo. Los historiadores de Africa Occidental afirman que al final de la
i nalización deCurtin (1969) y usando un número de patentes o re-
gistros de venta al por mayor de esclavos traídos durante la pri-
1 mera mitad del siglo XVIII, que tot_alizan 3.000 cautivos (1979: 46
trata la vida social, econórh.icá y política de dicha región africana estaba
enderezada a producir un flujo _continuo de esclavos para llenar los na- -49), presenta una aproximación al problema. La dicha patente
víos que fondeaban uno tras otro a lo largo de la costa, con las funestas era ~xpedida a favor del comprador por los factores del asiento o
consecuencias que ello acarreó en sus estructuras. 1 quienes tenían una licencia, y servían a modo de salvoconducto
· Durante la trata, las naciones poderosas europeas se involucra- en Mompox y en Honda, lugares de tránsito obligado de los escla-
ron disputándole a Portugal desde el siglo XVI sus derechos sobre 1
~ vos. Entonces, cuando la venta del esclavo se -realizaba, por ejem-
las costas occidentales del continente africano. La franja de la ambi- 1 plo en Popayán, el escribano tomaba nota y transcribía todos los
ción empezaba en Senegambia y se extendía hasta Angola. A medida
que los acontecimientos sociopolíticos y económicos envolvieron a
¡ datos de cada individuo: el sexo, la edad, Ja casta y las señales o
marcas tribales en el cuerpo. Colmenares llama la atención sobre
las potencias europeas en la trama del comercio con los-africanos y la la importancia de estas patentes para el estudio de la prove-
explotación del nuevo mundo con sus promesas y recursos, el mane- niencia de los africanos. Sobre la base de esta documentación y de
jo del tráfico pasó de las manos portuguesas a las holandesas, ingle.;. 1 un. recuento en las cuadrillas dér Chocó en 1759 el historiador
sas y francesas en los siglos XVII yXVIII. Los ibéricos que iniciaron la t Cdlmenares presenta la siguiente síntesis:
trata, fueron los últimos en abandonarla.
1
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1[
NINA S. DE FRIEDEMANN Los AFRICANOS: CIFRAS Y ORIGEN LA SAGA DEL NEGRO

Grupos Recuento Sin embargo, cuando se trata de hacer análisis culturales de la


Región (1705 -1749) Patentes Choco (1759) diáspora, estos datos tienen que entenderse considerando el predo-
minio de unas etnias sobre otras en los diversos escenarios donde se
Mandingas 14 20 daba la interacción: en las minas, en las haciendas, en el servicio do-
Senegambia (Malinke) méstico urbano y también de acuerdo con el esta tus del individuo:
Babara esclavo, libre, urbano, rural.
Marnbara Valiéndose de una extensa bibliografía sobre el comercio
esclavista, la crónica de lá Conquista y una diversidad de estudios
Costa de Marfil Cetres (kru) 76 23 lingüísticos y de diccionarios de lenguas africanas, Nicolás del Cas-
Costa de la Pimienta Canga - tillo (1982) muestra el predominio de ciertos grupos entre los llega-
dos a Cartagena durante los siglos XVI al XIX en períodos; así:
Minas 622 139
Costa del Oro Cararnanti 1. 1533-1580 Yolofos
(Coromanti) 2. 1580-1640 Angola y Congo
3. 1640-1703 AraráyMina
Araras 330 48 4. 1703 - 1740 Arará y Carabalí
Fon 62 5. 1740-1811 Carabalí,Angola,Congoy
JudaOuida 90 Mozarnbique
Golfo de Benín Lucumíes 14 19
Popo Como puede apreciarse en los períodos de 1640-1703 y 1703-1740,
Aya(oyo) los datos de Del Castillo concuerdan con los de Colmenares. Ade-
Chamba 66 25 más, esta periodización cobra importancia al examinar la reintegra-
Cotoli ción étnica activa en el seno de los cabildos de negros de «nación»
arará y mina que se encuentran en 1693 en Cartagena (Borr~go Pla
1973: 97) y en los cuales no sólo se difundían creencias, música, cos-
Carabalí 407 46 tumbres y ritos de la patria africana. Allí el esclavo se familiarizaba
Golfo de Biafra Ibo con el habla y el modo de sus tratantes y dueños. Al cotejar las «na-
Bibi (Ibibio) 9 ciones» dominantes en los cabildos con los grupos arriba citados de
esclavos predominantes en Cartagena, aparece otra coincidencia.
Africa Central Congos 704 79 Los trabajos lingüísticos de Germán de Granda (1971) y Nicolás
Luangos 9 del Castillo (1982, 1984), la investigación de Carlos Patiño Roselli
(1983) y últimamente la de Armin Schwegler (1989) tienden a confir-
Otros lugares (¿cuáles?) 449 85 mar además, la influencia de las lenguas Ki-congo y Ki-mbundo, ha-
bladas por grupos bantues de la región congo-angoleña sobre la len-
Totales 2.852 484 gua de Palenque de San Basilio, cerca a Cartagena de Indias. El

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-~

NINA S. DE FRIEDEMANN Los AFRICANOS: CIFRAS Y ORIGEN LA SAGA DEL NEGRO

poblado, remanente del movimiento cimarrón en la Colonia, da tes- Región . Grupos


timonio de un proceso de reintegración étnica activa donde jugó el -------
predominio étnico congo-angolés. Huellas de ello aparecen en el Costa de Oro Mina (Akan) *
simbolismo del ritual funéreo y en sus cantos y baile de muerto Fandi (Akan) *
(Friedemann 1991, Schwegler 1990). Nango (Akan) *
En la región del litoral Pacífico, los estudios de Germán de Ati(Akan) *
Granda también han permitido postular hipótesis sobre las proce- Aguamu- (Akan) •
dencias d€ los esclavos:Su estudio (1971 a.) acerca de la onomástica Coto (Gá-Adangme) *
de esclavos de minas en la gobernación de Popayán en el siglo XVIII Ocara (Gá-Adangme)*
señala la existencia de un código de nombramiento de africanos, una Asante, Ashanti (Akan) *
de cuyas variables era la del gentilicio que hacía referencia a la pro-
cedencia. V. gr. Julio Arará y Antonio Popo, esclavos de las minas de Golfo de Benin Arará (Ewe) *
Chuare. Analizando el número de matrículas de esclavos en las anti- Chala (Ewe) *- 0

guas provincias de El Raposo, Santa Bárbara y Barbacoas hoy parte Popo(Ewe)*


de los departamentos del Valle, Cauca y Nariño, y estudiando un Lucumí (Yon.iba)*
documento del mismo siglo correspondiente al Chocó (De Granda Bomba (Ewe) *
1988: 65:80) puede hacerse una consolidación de regiones y de pro- Ayobi (Yoruba)*
cedencias, así: Betre (Ewe)-*
Región Grupos Cé!;rabalí
Golfo de Biafra
Viví Ojo,Igbo)
Senegambia Mandinga Cuco (Ibibio y Efik) * -
Casaca (mestizos
de Mandinga y Fula) Africa Central Congo
Bran Luango ·
Bambara Matamba (Matambae)
Guagu_i Mondongo (Ndongo)
Canga/ canea Pango (Mpangu)
Tembo Bamba (Mbamba)
Taui Manyoma
Mani Bato (Mbata)

~nterior de Africa Occidental Chamba


Costa de la Pimienta Setre (Kru) *
. • Hace referencia a lenguas africanas.

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NINA S. DE FRIEDEMANN

De Granda destaca el predominio de la gente de habla Ewe, Akan~


Yorubay Efik. .
Desde luego queJa comparación arriba elaborada no cubre tre.s
de los períodos propuestos por Del Castillo y por ende, se omite la
mención de numerosos g:rupos que contribuyeron en la formación
de la diáspora. En el pr:imer período de 1533 a 1580, con predominio
W olof o Yolof, es preciso mencionar aquellos grupos de la región de
Senegambia que aparecen en la clasificación original de Curtin
(1969), que haría parte de la zona que antes se conocía como Alta
Guinea: diolas, bañol o banhuns, casangas, pepels, mandingas,
susus, nalus, coco lis, bagas y temnes, balantas, biáfaras (beafadas),
biohós (Rodney 1970: 6). ¿Cuántos de éstos llegarían a Colombia?
En este punto es importante anotar el trabajo de Rogerio
Velásquez (1962) sobre gentilicios entre grupos negros del litoral Pa-
cífico. Allá, entre 88 en su mayoría africanos, los siguientes se remi-
ten a esos tiempos tempranos de gente de Guinea, así: Bañol, Bañon
y Banón; Balanta, Biáfara, Biojó o Biohó, Casanga o Casaga, Man-
dinga y Mani.
En cuanto a los orígenes de la población caribeña del árchipiéla-
go de San Andrés y Providencia, su proceso histórico-cultural básico.
a partir del dominio esclavista inglés, en la Costa de Oro, hace parte
de la órbita de otras islas, especialmente Jamaica, con transcursos si-
milares. Los estudios lingüísticos han permitido señalar el predomi-
IV
nio étnico Fanti-Ashanti, particularmente visible en la leng-qa criolla El negro en la sociedad colonial
que así mismo comparte con Jamaica, islas Cayrnán y otros territo-
rios insulares del Caribe.

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EL NEGRO EN LA SOCIEDAD COLONIAL LA SAGA DEL NEGRO

De sol a sol: negros y códigos

Al llegar a Colombia, el destino del africano fue su trabajo bajo el


sol. Pasados los primeros años de la búsqueda de El Dorado, en cu-
yas rutas participaron numerosos africanos en su mayoría
«españolizados», y con el inicio de la Colonia, las circunstancias de la
explotación minera corno base de la economía hicieron necesario el
uso de la mano de obra africana. Alrededor de 1543, el conquistador
Sebastián de Belalcázar le solicitaba a la Corona autorización para
introducir 100 esclavos para que trabajaran en las minas. Colmena-
res anota que se ~ratab~ de continuar la empresa de la conquista
(1973: 187) que para 1580 seguía avanzando a pasos gigantescos oca-
sionando más derrumbe-poblacional de los indios. Palacios Precia-
do, historiador de la trata (1982) opina al respecto, que aunque la
visión de historiadores de la economía de la. sociedad y de la demo-
grafía colonial sostengan que la extracción de los minerales y la vida
económica general en la colonia se basó en la explotación de los in-
dios, debe reconocerse la participación importante de los negros que
pr~isamente fueron traídos para remplazar a los indios y para con-

\ trarrestar su aniquilamiento demográfico del que nunca se recupe-


raron. Es así que en el Nuevo Reino de Granada entre 1590 y 1640 ya

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NINA S. DE FRIEDEMANN EL NEGRO EN LA SOCIEDAD COLONIAL LA SAGA DEL NEGRO

un 75% de los tra_bajadores en las minas eran negros, e indígenas'tan Antioquia, para luego proceder en 1630 hacia Barbacoas en el litoral
sólo un 25% (Colmenares 1973: 240). Pacífico y en 1668 hacia Nóvita en el Chocó. Esta historia agitada
En 1552 la población negra en Cartagena de Indias era además permite trazar las rutas de movilización de la gente negra, en el
tan numerosa que empezó a suscitar la expedición de medidas de tiempo y a lo largo de vías terrestres y fluviales.
control, mediante ordenanzas corno la del cabildo, que con fecha 8 Pero aún cuando la dedicación primordial de la mano de obra
de agosto establecía: estuviera concentrada en la minería, muchos esclavos también fue-
«que por cuanto en esta ciudad había muchos negros,los cua- ron destinados a ganadería, agricultura, boga de champanes y ca-
les andan de noche después de tañida la queda, y a horas no lí- noas, oficios domésticos y artesanales. El que en sus comunidades de
citas y hacen muchos hurtos y robos ... por lo tanto se manda origen los grupos africanos cautivos tuvieran un desarrollo avanza-
que después de tañida la queda ningún negro puede andar por do los hacía más deseables en actividades distintas a la minería. En-
esta ciudad, si no fuere yendo a una casa que convenga, con tonces muchos trabajaron en albañilería, carpintería, herrería y me-
un cristiano que lo lleve». talurgia; en los trapiches y en labores de ~ecánica.
El examen de la cultura de los grupos originarios que llegaron en
Y para el incumplimiento del mandato se establecía seguidamente los primeros períodos de la trata, procedentes del Senegal, de
que el esclavo recibiría 50 azotes de castigo y el dueño un peso de Dahomey y del Niger, así como aquellos de los antiguos reinos del
multa (Urueta 1887). Congo y Angola, explica tratándose de labores que se ajus~ab~n más
A partir de 1580 y a medida que se iniciaba la expansión territo- al manejo tecnológico de los europeos, el que frente a los 1ndws, los
rial con. el acicate de la explotación minera, el requerimiento de fuer- . españoles prefirieran a los negros. También, a me~iados del sig:o
za de trabajo que remplazara a la de los indios se hizo más y más re- XVI, en la Guajira, la gente comenzó a pastorear ammales despues
calcitrante. En 1592 el licenciado Francisco de Anuncibay se dirige al de que los negros llegaran a la península. Y en el resto de la llanura
rey solicitando la traída de 2.000 negros esclavos para las minas del Caribe, la ganadería se difundió gracias al trabajo de los esclavos ne-
Cauca, explicando que la gobernación ... «era muy rica en oro si hubiese gros y a partir de las estancias ganaderas que se desarrollaron ~}re­
brazos que la manejasen. Pero los indios se acaban cada vez más ... ». dedor de Tolú, desde el siglo XVI, con parte de los ganados tra1dos
Los esclavos, que desembarcados en Cartagena eran aptos para por Alonso Luis de Lugo en 1540 (Reyes Posada 1978: 28). .
someterlos al mercado, eran conducidos en pequeños grupos por los Para el siglo XVIII, la economía de la Nueva Granada era Impen-
ríos Magdalena y Cauca hacia su destino: Santa Fe, Antioquia, Cali, sable sin el concurso de los negros. Sobre sus hombros reposó el de-
Popayán, Chocó y demás- sitios de actividad económica. Aquellos sarrollo de la minería, agricultura, ganadería, artesanía, comercio,
que llegaban tan enfermos, pasaban a las casas de cabildo o enferme- trabajo doméstico y extracción de perlas en el Caribe (Jaramillo
rías que se alzaban al borde del mar en Cartagena. Allí eran cuidados Uribe 1963). Por su parte, durante 350 años le dieron vida al comer-
por· los convalecientes y luego enrumbados corno los demás hacia cio, bogando champanes por el Río Grande de la Magdalena y otras
sus trabajos. arterias (Friedemann y Arocha 1986: 177). .
Germán Colmenares (1973: 188) muestra cómo las fronteras geo- A diferencia de lo que sucedía con el indio, el negro como enti-
gráficas de la colonia se abren a medida que termina un ciclo de ex- dad humana y pieza clave en el desenvolvimiento eco~ómico, ,estu-
plotación minera. Así, destaca cómo los distritos de Cáceres y Zara- vo totalmente desprotegido en el ámbito jurídico colonial. La ~~dula
goza tuvieron su auge en 1580; en 1590 los de Nechí y Remedios en real firmada en Aran juez el31 de mayo de 1789, con la pretensiOn de

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NINA S. DE FRIEDEMANN EL NEGRO EN LA SOCIEDAD COLONIAL LA SAGA DEL NEGRO

«proteger» a los negros, es más bien un refl-ejo atenuado del pensa- ley tenía que comenzar al alba y -terminar al ponerse el sol
miento consignado en códigos anteriores expedidos en Portugal, (Friedemann y Arocha 1986: 16).
Francia, Holanda e Inglaterra, con respecto al trabajo de los esclavos La transgresión que provocó los más violentos castigos durante
negros(Friedemann y Arocha 1986: 15). Y por supuesto en la misma más de tres siglos fue el cimarronismo, una reacción subversiva que
España donde abundaron instrucciones, ordenanzas y reglamenta- empezó a ocurrir desde los primeros momentos de la llegada de los
dones sobre el comportamiento social y laboral del negro. Tales có- esclavos con los conquistadores. En 1540 provocó la expedición de la
digos negros como se les conoció, conforman con la dicha cédula un cédula real de septiembre7 que ordenaba no proceder contra los al-
cuerpo jurídico de apoyo a la esclavitud como sistema socio-econó- zados si se entregaban voluntariamente, lo cual no ocurrió (Arrázola
mico, los cuales se han denominado los cÓdigos del sol (ibídem). 1970: 12).
Desde muy temprano, todos los códigos segregaron al negro En el decenio de 1570 el Cabildo de Cartagena de Indias inició
como esclavo en la agricultura y demás oficios del campo. Así, regu- la expedición de la legislación sobre «los negros cimarrones de los
laciones como la del12 de octubre de 1528 en la isla de Santo Domin- arcabucos», que anotaban con claridad las medidas represivas:
go establecían que:
<< ... se acordó y mandó que ningún negro ni negra se osado
«Prohibimos pues bajo de las más severas penas que ningún de seyr y ausentar del servicio de-sus amos, so pena que...
negro o pardo tercerón pueda ejercer arte, ni profesión alguna caiga e incurra en pena de cien azotes, los cuales se le den .
mecánica, que deban quedar reservadas para las personas en esta manera: que un día parla mañana, sea llevado a la
blancas ... » (Quiroz 1943). picota de esta ciudad, en la cual sea amarra do y puesto y
le sea puesto un pretal de cascabeles atado al cuerpo, y de
Y no siendo tal exclusión suficiente, aclara más adelante que se pro- esta manera le sean dados los dichos azotes cumplidamente,
hibe el acceso de negros y pardos hasta la quinta generación, a las y después dados se quede el. dicho negro por todo aquel día
ciencias. La gente «de color» debía seguir la profesión de sus padres ... amarrado ... para que los negros le vean ... ».
la agricultura o venta al pormenor de frutos de primera necesidad y
el ejercicio de portadores o cargadores, llamados comúnmente Por supuesto que esta legislación se artic-ulaba con aquella específica
borriqueros (Quiroz 1943: 484). proveniente de España, que enes te-caso por el mismo decenio fijaba
Una disciplina de hierro administrada por amos y mayordomos, las penas eontra los cimarrones, del siguiente modo:
así como su corolario de castigos corporales e infaman tes, fueron los
carriles sobre los ·cuales rodaron los preceptos del orden económico . « ... que al negro o negra ausentes del servicio de su amo
de las colonias. El cepo, el escarnio de la picota, el suplicio del látigo cuatro días, le serán dados en el rollo {la picota]cin-
y el martirio de la mutilación aparecen entre las torturas que los . cuenta azotes y que esté allí atado hasta su ejecución
esclavistas aplicaban junto con los cortes de-nariz o de orejas, lacas- hasta que se ponga el sol, y si estuvi~remás de ocho día_s
tración y las marcas de fuego ·en distintas- partes del cuerpo. Los fuera de la ciudad una legua, le sean dados cien azotes
amos no se contentaban con menos para escarmentar a los trans- puesta una calza de hierro al pie, con. un ramal, que todo
gresores. Tan sólo había una salvedad: quedaban prohibidas las .pese doce libras y descubiertamente la traiga por tiempo
mutilaciones que le impidieran al esclavo cumplir la jornada que por de dos meses., y no se la quite so pena de doscientos azotes

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NINA S. DE FRIEDEMANN EL NEGRO EN LA SOCIEDAD COLONIAL LA SAGA DEL NEGRO

por la primera vez y por la segunda otros doscientos azo- cerían sustentar el orden de tal sociedad: las circunstancias de la
tes y rw se quite la calza en cuatro meses y si su amo se la conquista como una empresa que vinculó el Atlántico a la red co-
quitase incurra en pena de cincuenta pesos ... » mercial que unía a Europa, Africa y América a través de la cuenca
(Leyes de Felipe II: febrero 11 de 1571). mediterránea (1982: 229) y el privilegio institucionalizado que le
fijaba a cada participante un esta tus. Con todo, añade el historia-
Era tal el celo de la Corona con la esclavitud como institución clave dor, semejante estratificación fue desbordada cuando la enco-
para el transcurso económico de la Colonia en el siglo XVII y su pre- mienda cayó en decadencia y la competencia profesional en acti-
ocupación con la subversión, que expidió legislación que premiaba vidades económicas entró en juego. El reclamo de sitiales sobre
en dinero a aquellos que denunciaran a los cabecillas o los planes del esta base en la nueva sociedad marcó entonces los perfiles de la
movimiento cimarrón; y que arreciaba contra cualquier relación de ubicación social. Así, el tope horizontal del escenario colonial una
comercio o de abastecimiento de productos agrícolas que tuviera vez que la preeminencia de los descendientes de los conquistado-
que ver con negros. Las medidas represivas llegaron a prohibirle a res había concluido, aparece compartido por mineros, terrate-
los negros libres que existían en Cartagena y que trabajaban para los nientes y comerciantes aliados todos' con descendientes de la bu-
blancos, el porte de armas, el vestido con adornos de lujo y el cami- rocracia imperial. Debajo de éstos ert una verticalidad de variadas
nar de noche por las calles. Aunque la cédula de Aran juez de 1789 condiciones están los indígenas encomendados, los esclavos ne-
fue considerada por muchos amos de esclavos atentatoria de sus in- gros y los peones malamente pagados o compensados. Esta divi-
tereses económicos, pese a que reiteraba el sentido punitivo y confi- sión vertical de la sociedad basada en una sujeción de origen ra-
naba a los negros a labores del campo exCluyéndolos de oficios de cial se expresa en una dualidad étnica-cultural que persiste a lo
vida sedentarios, el cumplimiento de ·sus capítulos «protectores» no largo del período colonial y se convierte en los cimientos de un
tuvo mayor efecto. Pero sus motivaciones tampoco puede decirse orden social de castas. Efectivamente, la confrontación entre eu-
que residían en una visión humanitaria y digna para los negros. Poco ropeos, indígenas y negros ·esclavos africanos en un primer mo-
antes, en 1772los ingleses habían prohibido la existencia de esclavos mento constituye una polaridad, que con el transcurso de las cir-
en Inglaterra. Allí y en Francia se agitaban movimientos a favor de la cunstancias en el siglo XVIII empieza a designar como castas a
abolición de la esclavitud. Los huracanes que agitarían el siglo XIX aquellas gentes resultado de combinaciones genéticas que empe-
habían comenzado a dejar sentir sus primeros ventarrones en Espa- zaron a mostrar matices fenotípicos variados.
ña y América. Al comienzo de la colonia el término casta se había usado para
señalar la tribu o el lugar de origen de los esclavos negros. Así eran
negros de casta congo o bien biafra o lucumí y a la vez podían
Castas, mestizaje y blanqueamiento especificarse como bozales si eran recién llegados del Africa con su
lengua o lenguas nativas. También se les llama negros de nación,
africanos de nacimiento, y si estaban bautizados y tenían algunas
Busc~ndo un marco de interpretación para la sociedad de la época experiencias europeas se volvían ladinos. Desde luego que a co-
colonial, en una periodización histórica socioeconómica de ciclos de mienzos def siglo XVII en Cartagena, no sólo era posible ver africa-
minería, con agricultura y comercio, Germán Colmenares (1982) nos recién llegados, ladinos o bozales, que fuera de sus lenguas afri-
muestra el origen de las diferenciaciones sociales. Dos pilares pare- canas debían conocer el idioma criollo afroportugués (Megenney

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1982), sino que ya había negros nacidos en las Indias, a quienes se lés -don Ignacio de Salazar dedaró que «viniendo de gente honrada limpia
denominaba criollos o con cualquiera de los muchos apelativos que de toda raza de Guinea» éntablaba querella contra su propio hijo Juan
hac_ían hincapié en las cualidades o defectos físicos, y también en el · Antonio por haber contraído «matrimonio de secreto» con la joven
grado de pigmentación de la piel. Salvadora Espinosa de calidad mulata. El padre percibía el daño so-
- Con el tiempo, el vocablo casta empezó a usarse de manera des- cial de este matrimonio en su persona y en el porvenir social de sus
pectiva para señalar a aquellos que no eran blancos y por ende es- hijas quienes «temía no encoiitrarían esposo de su misma .categorfa»
pecifkar las mezclas genéticas y más tarde en el siglo XVIII sirvió (AI-INC. Mise.).
a las mismas castas para reclamar una posición socioeconómica Así, el proceso de mestizaje no fue homogéneo ni en el período
en ese escenario de dominio blanco-español. Resultaron entonces colonial ni en los años posteriores a la· abolición de la esclavitud.
mulatos, zambos, tercerones, cuarterones y hasta quinterones, Además, el ímpetu de unas actividades económicas específicas en
que ya eran otra vez blancos. Aquellos que genéticamente se regiones particulares contribuyó a una distribución geográfica des-
aproxirr\aban al quinterón, pero volvían a tener hijos con un igual de elementos indios, negros y blancos, que se concretó en pro-
cuarterón o con un mulato, eran signados como tentenelaire el cesos de territorialidad étnica. El antropólogo Peter Wade (1991: 41-
primero y como saltatrás el segundo. Y para designar a un zambo 68) se refiere al hecho, en términos de una «regionalización de la raza».
o a un mulato libres, apareció el término pardo. Desde luego, que En efecto, siguiendo el modelo propuesto por Colmenares (1982), se
frente a todas estas castas se alzaban, en Cartagena y en toda la observa que los ciclos de oro arrastraron cuadrillas de esc~avos ne-
Nueva.Grañada, los chapetones o españoles y sus hijos, a quienes gros a las regiones antioqueñas y luego a las del litoral Pacífico. En
se_ reputaba como blancos criollos. En esta taxonomía, el fenotipo . las primeras, el número de blancos en relación con el de negros y el
preponderaba sobre condiciones sociales, económicas o religio- estilo de colonización (Parsons 1979) propició una amalgama activa
sas. La cuestión racial era de tal monta, que aún los grados de cuyo resultado en términos· sociales . y fenotípicos sumergió la
mezclas entre blancos y la combinación de éstos con descendien- especificidad del negro y del indio en lo que más tarde se denomina-
tes de negros y blancos o de negros e indios y blancos se expresa;;. ría «la antioqueñidad», una expresión política de etnicidad como ·sus-
ban en una gama de términos a la vez que en dibujos y pinturas tento de regionalismo en la nueva nación.
costumbristas que en sus leyendas registraron las líneas de la so- · Pero en el litoral Pacífico, la escasez de los blancos y el derrumbe
ciedad de ese tiempo (Friedemann y Arocha 1986). demográfico de los indios y su migración hacia las cabeceras, propi-
· Entonces-las castas eran categorías de gente que sin ser blanca ciaron en la Colonia la inserción demográfica de una población ne-
aspiraba o andaba en la senda de lograrlo. La referencia a «lo blanco>> gra que paulatinamente le cambió el rostro indio al litoral Pacífico y
en las· clasificaciones de cuarterones, .quinterones o tercerones o la convirtió la región en un territorio de dominio demográfico negro.
. ausencia del mismo en el caso del zambo, indio o negro es bastante En el valle del río Caúca, en el siglo XVII las haciendas de trapi-
explícita. El mestizaje que fue así sustento en la construcción de la che y de ganadería reclamaron el uso masivo de esclavos como mano
sociedad de castas cuyo tope ideal era ser o convertirse en blanco, de obra, la cual fue surtida muchas veces por cuadrillas procedentes
llevaba implícita la ideología del blanqueamiento. Que a su vez se de las minas delli toral. Descendientes de estos trabajadores se asen-
convirtió en un proceso sociogenético. Dentro de éste entonces, pa- taron al borde de las haciendas y más tarde constituyeron pueblos
sar de una casta a otra. requería una sucesión de generaciones y'no que hasta el presente muestran una concentración sodoétnica negra.
pocos sinsabores. En 1787, por ejemplo, en Santa Fe de Bogotá un Aquí vale considerar la migración que hace hoy parte de urbes como

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NINA S. DE FRIEDEMANN EL NEGRO EN LA SOCIEDAD COLONIAL LA SAGA DEL NEGRO

Cali y Popayán, a partir de estas fincas familiares o del proletariado gos en las oficinas públicas y en la iglesia. En otras palabras, la buro-
de la ·caña en este siglo. cracia era oficio de nobles. Y todos los trabajos manuales eran labo-
res innobles propias de pardos, mestizos y otras castas (Jaramillo
En los territorios de la costa Atlántica, la evolución de una eco- Uribe 1969). Como a las que en el siglo XVIII en la Gobernación de
nomía de haciendas señoriales con ganado y agricultura (Fals Borda Popayán se las conocía con el nombre de plebeyas. Eran aquellos co-
1984: 69) y la existencia de una diversidad de trabajadores pobres merciantes que acudían a los corrales de las haciendas a comprar·ga-
blancos, colonos, concertados, terrajeros con la presencia de negros nado vacuno para convertirlo en carne salada, transportarla y ven-
esclavos, libertos y cimarrones responsables mayormente de la for- derla para abastos de las minas. Se les llamaba montañeses o
mq.ción de hatos propició un ·mestizaje ágil. De tal-magnitud que mestizos y monteras. Y debían v~stir calzones de pana o de una teló
aunque existen sectores de concentración demográfica negra, podría de algodón llamada portomahón, de color a~ul o amarillo y chaqpe-
considerarse que allí el mestizaje se ha aproximado más al ideal ta del mismo género. ~s.ta..norm~de_yestido..mmo-muchas .de..corte-
tri étnico de una mezcla racial en la cual negros, indios y blancos ha- ·sía-en-el-saludo:ren el sitio-de.oradón__enJaiglesiaJu.erun daro.s...mar-
brían perdido su pigmentación y rasgos fenotípicos específicos ad- cadores sociales de casta. El terrateniente y amo por ejemplo, usaba
quiriendo una nueva expresión. Desde luego, que de acuerdo con balandranes que eran sobretodos de seda sueltos, con mangas cort~s
Peter .Wade (1991) en Colombia todas las instancias del mestizaje que le sobresalían en los hombros, caracoles de zaraza que así sella-
están mediadas por una jerarquía del color y de la raza, estimulada maba a los anchos camisones de fino algodón. En la hacienda, los es-
ésta por la fuerte superposición del orden racial con el de la clase so- clavos hombres vestían calzones anchos y cortos de lienzo de Quito,
cial en 1~ pirámide: los negros y los indios han seguido en la base y en capisayo de lana basta y sombrero de junco y no usaba:n cami!)a ..Las
el tope continúan los «blancos». mujeres se envolvían de la cintura hacia abajo un pedazo de_bayeta
En la Colonia, en ciudades y pueblos donde el mestizaje fue de Pasto y se terciaban desde el hombro otra ~ira de la misma _telél,
activo, el goce de ventajas y privilegios basados más en la supues- cubriéndose la cabeza con monteras de paño o bayeta, hec~as dE7 te-
ta cualidad de ser blanco se reclamó y se ejerció con vigor. Ser las de diferentes colores (Friedemann y Arocha 1986: 186-253).
mulato solamente tenía ventajas frente al negro, porque el prime-
ro ostentaba mezcla de blanco. Pero ser llamado mulato o zambo No obstante, el número abrumador de uniones entre gentes .de
era denigrante y ofensivo. Entonces, aquellos que consi_deraban una y otra casta estimuló el mestizaje acentuando el blanqueamiento
que ya habían avanzado hacia el color blanco, reclamaban tal re- etnocultural entendido como el camino «ideal» hacia la consecl,lción
conocimiento. Así, se registraron numerosos pleitos en los cuales de sitiales en la sociedad dominada por criollos blancos. Co~ el tiem-
-un individuo se defendía de la acusación de otro que lo señalara po, se incrementaría el proceso de blanqueamiento. Secto.res .de.r:e-
como mulato o zambo, porque el primero ya se consideraba blan- gros en la sociedad republicana intentaron enfrentar la discrimina-
co. Para el efecto, mediante testimonios, algunos lograban probar ción socioracial huyendo de lo negro hacia lo blanco con la mira de
«fa limpieza de sangre» que tenían, es decir que no estaban impreg- participar significativamente en la vida de la nación colombiana.
nados de negro o de indio .
. En este orden social de castas, tanto derechos como deberes esta-
ban establecidos. Aquellos «limpios de sangre» desempeñaban traba-
jos considerados nobles, como el ejercicio de la jurisprudencia, car-

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NINA S. DE FRIEDEMANN EL NEGRO EN LA SOCIEDAD COLONIAL LA SAGA DEL NEGRO

El mestizaje exaltado. como medio democrático para alcanzar la y1a concesión de libertad a los pa-lenqueros~ Fuera de darles la
igualdad se convirtió entonces en elemento útil para desconocer la libertad, la cédula les afirmaba como suyo el territorio de su
· diversidad y los derechos asociados con la identidad cultural e his- asentamiento. En 1970 el historiador Roberto Arrázola escribiría
tórica.- el volumen que narra las acciones de contra-insurgencia y de
persecución de las autoridades españolas contra los negros re-
Palenques o la temprana epopeya libertaria beldes. Sin embargo, el título de su libro no podía expresar con
más propiedad la esencia de la sublevación: Palenque: primer
pueblo libre de América.
En Colombia los rebeldes o cimarrones que se alzaron contra la es- · Los documentos-muestran desde muy temprano palenques en
clavitud y ·conformaron palenques no tuvieron si ti al en éalidad de la gobernación de Cartagena, en la de Santa Marta, en la de Rioha-
casta en la sociedad de la colonia. cha y en la península de la Guajira. Allí además hay evidencia de
En los primeros momentos de rebeldía fueron los bozales o re;. que se refugiaron entre los indígenas guajiros imprimiendo en -la
cién llegados quienes unidos en pequeñas bandas huyeron hacia los cultura de éstos perfiles que quizás puedan ser considerados como
montes. Entonces se les denominó negros zapacos (Arrázola 1970: huellas de origen africano (Wilbert 1976).
21). Los mapas de localización de los palenques sobre el territorio
Se fugaban de las galeras, de los trabajos mineros~ de las ha;. que hoy es Colombia y a lo largo de los siglos XVI, XVII y .XVIII re-
ciendas y del servicio doméstico, echando mano de provisiones, gistran un nutrido grupo, aunque pocos mantienen continuidad so-
lanzas y flechas de los indígenas que encontraban a su paso. Rap- bre el territorio a lo largo del tiempo (Friedemann y Patiño 1983).
taron mujeres indias y ocasionalmente blancas, solucionando así Ello explica, por un lado, el continuo asedio que les infligían las mi-
su escasez, resultado de la trata que embarcaba una por cada tres licias españolas y la persistencia cimarrona, por otro. Seguramente
hombres. · · · de los caseríos palenqueros que eran destruidos había gentes que al
no ser capturadas buscaban refugio en otros grupos. Es po~ible en-
En 1603 Gerónimo de Suazo, gobernador de Cartagena, frente tonces que las vidas de muchos de estos rebeldes hubieran transcu-
a la arremetida· de los palenqueros de La Matuna, con Benkos rrido e~ varios palenques. También debió ocurrir que algunos que
Bicho alá cabeza, debió firmar una capitulación de paz dentro de habían vivido años como palenqueros al ser capturados no regresa-
lo que él apropiadamente llamó la guerra de los cimarrones. A ranmás. ·
ese período el historiador Donáldo Bossa Herazo llamaría El si- Desafortunadamente, el estado de la investigación actual en el
glo del terror en Cartagena de Indias (1971). En aqueiia época la ámbito de los palenques en Colombia aunque permite rnirar el mo-
s~?versi,ón llegó a ser tan seria -que en 1691 el rey de España expi- vimiento a través de los sitios, todavía no puede proponer cifras so-
dio la cedula de agosto 23 en la cual primero anulaba otra de bre el número de negros que en un momento dado ni tampoco a lo
mayo 3 de 1688 dictada para «conquistar» a los palenques de los largo de tres siglos partid paren en los palenques.
Montes de María, donde el movimiento afincaba más y más po- · Una recopilación de los poblados palenqueros hasta ahora co-
blados alzados en armas. Esta anulación, junto con el pedido del nocidos es la siguiente:
rey a los dueños de esclavos para que renunciaran a ellos con mi-
ras a resolver el problema, era ni más ni menos que un armisticio

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NINA S. DE FRIEDEMANN EL NEGRO EN LA SOCIEDAD COLONIAL LA SAGA DEL NEGRO

Palenques Siglo xVI Palenques SigloXVTII.


Siglo XIX y
.Siglo XX
1. 1525 Tofeme
2. 1529 La Ramada
3. 1580 · Malambo
4. 1598 Uré

Siglo XVII
1. 1703 SantaCruzdéMazinga
·1. 1600 La Matuna 2. 1713 San Basilio
2. 1620 Zaragoza 3. 1728 Tadó
3. 1633 Limón . 4. 1731 GuayabaldeSiquima
4. 1633 Sanaguare · 5. 1732 El Castigo
5. 1645 Tolú 6. 1758 Matima
6. 1679 LaRamada 7. 1777 SanJacinto
7. 1684 San Miguel 8. 1777 Guarne
8. 1684 Catendo 9. 1785 Cerri tos
9. 1684 Gonzalo 10. 1786 Betancí
10. 1693 Tabacal 11. 1787 Laderas Judas
11. 1693 Betancur 12. 1787 Samba
12. 1693 Matuderé 13. 1787 Palisada
13. 1694 Arenal 14. 1787 Lorenzana
14. 1694 Barranca 15. 1787 Guamal
15. 1694 Bongue 16. 1798 Pacho
16. 1694 Duanga 17. 1799 San Bartolome
17. 1694 Zaragozilla 18. 1799 Cartago
18. 1694 Norosí 19. 1799 Otún
19. 1694 Cimarrón
20. 1694 San Pedro 2. 1820 San Basilio

2. 1993 San basilio

Localización geográfica de las comunidades cimarronas en Colom- Localización geográfica de las comunidades cimarronas en Colom-
bia durante los siglos XVI y XVII. bia durante los siglos XVIII, XIX y XX.

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NINA S. DE FRJ.EDEMANN EL NEGRO EN LA SOCIEDAD COLONIAL LA SAGA DEL NEGRO

Esta· lista de palenq~es apenas contiene aquellos que por sus distinto, aunque dentro de la misma área donde· hoy se halla el po-
enfrentamientos con la·s milicias o por noticias que de ellos dieron los blado. Todo esto destaca la necesidad de emprender una investiga-
dueños de haciendas o minas pudieron quedar registrados en algu- ción arqueológica que aún no se ha iniciado en el campo de la
na documentación. Falta todavía encontrar aquellos que escaparon a diáspora negra.
los documentos y también aquellos que aún reposan en archivos, ex- El estudio de la organización social del palenque de San Basilio
pedientes y legajos sin estudiar. (Friedemann 1979, 1983) permitió delinear perfiles históricos del
En gran parte los nombres de los palenques arriba citados son de funcionamiento del palenque como una organización de guerrilla en
origen español. Ello indica que tampoco sabemos los nombres con los tíernpos coloniales. El cuagro~ un grupo de edad con una mitad
que los palenqueros los autoidentificaban. Esta circunstancia desta- masculina y otra femenina, en el poblado que también tiene dos mi-
ca el problema de invisibilidad que ha sufrido la historiografía.sobre tades, aún existe. en la comunidad y parece provenir del antiguo pa-
los negros en Colombia. Hay una carencia profunda de datos sobre· lenque. El cuagro así, se convirtió en clave medular. Debió originar-
el transcurso diario de la vida no sólo de las gentes en los palenques se como respuesta a la situación de constante lucha que enfrentaban
-lo cual es comprensible.._ sino también sobre la vida del esclavo los poblados y que requería asiduo entrenamiento, disponibilidad y
en las minas, en las haciendas o en el servicio doméstico. Poco anota- ordenamiento de acciones. Aparece como en otras sociedades donde
ron los cronistas y los escribientes de la época, que no fueran datos la guerra es la preocupación principal para la sobrevivencia.
económicos de su valor o de su producción. No sucedió lo mismo (Stewart 1977, Kuper 1964, Gulliver 195~). El cotejo de algurtos ras-:
con los indios, que cuentan con descripciones atentas sobre su traba- . gos de la organización actual de Palenque de San Basilio en el ámbito
jo, sus rituales y aún sobre su organización social; de suerte que su , económico, en el social y en el ritual y los datos históricos que han
historia cotidiana puede reconstruirse con trazos bastante verídicos. sido asequibles, permitieron entonces construir algunos senderos de
Y lo mismo ha suéedido con las gentes en el tope de la pirámide. evolución del palenque.
Un intento de reconstrucc~ón histórica del palenque y de su or- El proceso histórico de rebeldía de los pale~ques y entre ellos el
ganización· social, así como de algunos rasgos de su cultura debió de San Basilio, donde debieron acogerse miembros de otros que a
apelar a la investigación antropológica del palenque de San Basilio, comienzos del siglo XIX se habían dispersado, los mantuvo relativa-
la comunidad que vive cerca a Cartagena. Su gente desciende de mente alejados de las corrientes del blanqueamiento sociocul turai.
palenqueros antiguos que con seguridad habían sido miembros de Ello le confirió a la comunidad el carácter de refugio etnocultural
otros palenques de·la región. La primera referencia documental so- donde las huellas de africanía mantuvieron algunos contornos. En el
bre- San Bast}ió aparece en 1713· (Escalante 1954, Arrázola 1970, habla, por ejemplo, los escrutinios lingüísticos evidencian que el
Friedemann 1979). Sin embargo, el nombre de santo se lo dio él arzo- idioma ·palenquero además de preser\rarsecomo entidad diferencia-
bispo de Cartagena de apellido Casiani quien sirvió de intermedia- da del español, ha traído hasta la aCtualidad un acervo de vocablos
rio entre el jefe palenquero y el gobernador de Cartagena en ese año africanos claramente prove:r:tientes de comunidades Bantú hablantes
de 1713~ cuando se pactó una amnistía con· los rebeldes: se les conce- de kikongo y kimbund u, las lenguas africanas con más presencia en
di6 el terreno donde estaban asentados permitiéndoles su propio- el palenquero (Del Castillo 1984, Schwegler 1990, De Granda 1968,
gobierno. En una reciente investigación lingüística, el nombre del 1973, Patiño Roselli 1983). Además en esta lengua criolla de base es-
palenque antes de llegar el arzobispo parece haber sido Guarumá pañola también quedaron elementos portugueses (Megenney 1982),
(Schwegler 1990) y el sitio original de asentamiento también uno

72 73
testigos del prqceso de la trata manejada por portugueses que tr~ns­
portaban esclavos aúnan tes del descubrimiento de América~
.El asentamiento de la comunidad detrás de las montañas de'Ma-
ría protegió a sus gentes del acoso discriminatorio agudo y propició
el que no solamente la lengua en alguna medida permaneciera, sino
también rituales tan importantes como los de la funebria y aquellos
de iniciación de los cuagros. Estos que en 1974 aún celebraban lo que
podría considerarse como rituales y juegos de guerra, facilitaron el
examen de la fisonomía de su sociedad guerrillera en la colonia. De
esta suerte, el cuagro como. una elaboración del sistema social que
los negros cimarrones opusieron al sistema esclavista es un testimo-
nio de la diáspora africana en Colombia a la luz de la resistencia y
creatividad del negro, nuevo habitante de América.

V
Inserción y arraigo del negro

74
INSERCIÓN Y ARRAIGO DEL NEGRO LA SAGA DEL NEGRO

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V Minas y troncos en ríos de oro

Asomarse al desarrollo de las culturas de los negros en los distintos


ámbitos donde fueron obligados a iniciar su historia americana, im:..
plica un examen de su cotidianidad. Claro que como anota Colme-
nares (1979: 60), el comercio de esclavos rio dependía solamente de
los grandes comerciantes. Muchos se vendían en Cartagena de a uno
o de a dos y se empleaban en los servicios domésticos, como cargue-
ros en el transporte por tierra, en las haciendas y luego en la boga por
el río Magdalena yel Cauca, en cuyas canoas viajaban esclavos a·los
mercados de Popayán y con destino al litoral Pacífico. Pero, para co-
menzar podría seguírsele el rastro a la vida de las cuadrillas mineras

.
porque como unidades de trabajo son las que han presentado más

é
materiales documentales útiles al análisis histórico.
En 1620, por ejemplo, indios y negros comandados por cónquis-
tadores o «pacificadores» -éstos todavía en pos de El Dorado-
. . abrían trocha en los ríos Telembí, Patía y Güelmambfen el litoral Pa-
cífico, buscando en la selva aurífera sitios para la explotación del oro
(~riegemannn y Arocha 1986: 273). En cuanto-al Chocó en el mismo
litoral, los documentos anotan que fue en 1670 cuando buscadores
_independientes llegaron arrastrando pequeñas cuadrillas de negros.

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NINA S. DE FRIEDEMANN INSERCIÓN Y ARRAIGO DEL NEGRO LA SAGA DEL NEGRO

Aunque la región era descrita como «un abismo y horror de montañas;' va, con frecuencia su manceba o concubina. Con el tiempo, el esta tus
ríos y lodazales», a los españoles les asombró la posibilidad de ali- de ésta adquirió otros ribetes al volverse madre de hijos de varios de
mento proveniente de peces, moluscos y manatíes que vivían en los los trabajadores en la cuadrilla. El estudio de Mario Diego Romero
ríos. Además del venado, los tapires y los jabalíes que merodeaban (1991) examina el rol de las primeras mu;eresque entraron a las cua-
ce~ca a las aguas dulces (Sharp 1976: 13). Entonces, los campamentos drillas corno cocineras y administradoras de abastecimientos en las
mineros se alzaron al borde de los ríos: Santa María del Puerto que minas y traza su evolución en la trama social donde se convierten en
luego se convertiría en Barbacoas, sobre las aguas del Telembí, médula de una familia· con referencia matrifocal. De esta suerte, la
Quibdó (Citará) y Lloró, en las orillas del A trato, Nóvita y Tadó, al cuadrilla que había comenzado como una unidad de significado
borde del río San Juan. Las rutas de los expedicionarios corrieron por económico para el Señor de mina, adquirió otro sentido para los
el norte navegando el A trato y desde Antioquia por tierra, a través mineros esclavos que a su vez creaban su propio lenguaje de pa-
del valle de Urrao. Por el sur desde Buenaventura buscando el San rentesco social y genético.
Juan. Y por entre las brechas de la cordillera occidental saliendo des- Conforme señala Colmenares (1979) el transcurso histórico de la
de puntos como Popayán, Cali o Cartago, a donde habían llegado cuadrilla la muestra en ocasiones constituida por individuos de va-
desde Cartagena (Friedemann y Arocha 1986). rias generaciones. Los grupos no parecen haber sufrido tantas rotu-
.una cuadr2lla debí~ constar al menos de S esclavos para que el ras o desrnembramientos que causaran la pérdida de su identidad
aspirante a Senor de mina y de cuadrilla pudiera recibir el derecho , con un propietario o con series de propietarios de la misma familia
d.~ una ffi:Ín(l o más y también el de la fuente de agua para la explota- de amos. Entonces, aunque la vida cotidiana se alterara por venta o
cwn del metal (Colmenares 1979: 73). En 1711 las cuadrillas en el fraccionamiento, los miembros de las cuadrillas mantuvieron nexos
Chocó tel)ían desde 5 hasta 100 trabajadores y en 1759llegaban a te- más o menos continuos en el complejo económico de minas y ha-
ner hasta 500 esclavos (Jaramillo Uribe 1963: 18, Colmenares 1979: ciendas. La producción del metal y el abastecimiento de alimentos
74). Las primeras cuadrillas estuvieron conformadas por hombres, para las minas requería movilización de esclavos entre la costa y el
pero a medida que el asentamiento de explotación minera echó raí- interior. A los primeros -trabajadores de minería- se les llamaba
ces, el ingreso de mujeres al grupo suplió necesidades urgentes. No piezas de minas y a los segundos -trabajadores de la agricultura-
obstante, durante largo tiempo la proporción del elemento femenino piezas de roza.
fue escasa. Había así intercambio o préstamos y también se daba el caso
. L~ cadena de m~ndo del amo al esclavo tenía en el tope al Señor de que una mujer fuera capitana de mina. Con todo, en la instan-
de mina y de c.uadnlla que llegó a vivir como patrón rico y ausente cia del intercambio o del préstamo, al cabo de un tiempo, los amos
en u~a.de las Ciudades mayores como Popayán o Cali. Empleaba U!1- hacían regresar a los trabajadores a sus cuadrillas originales. La
administrador de minas que podía ser blanco de condición rasa o referencia para unos y otros era entonces el antepasado originario
mulato y quien residía en el centro minero, siendo su esta tus el más del grupo familiar, que según Romero (1990: 106) y de acuerdo
impor~a~te .de la comunidad. Debajo de él, estaba el capitán de cua- con el proceso evolutivo arriba delineado, podía ser una mujer
dr~lla quien era negro y estaba encargado de la disciplina de la cua- -madre o abuela-..
dnlla, de la distri~ución de la comida y de la recolección del oro que El oro que producían las cuadrillas se entregaba al administra-
sacaban sus trabaJador~s. y q~e entregaba al administrador. Este ge- dor con destino al señor de minas. Pero después del trabajo de los es-
neralmente llegaba al sitio minero en compañía de una mujer escla- clavos, es decir en los terrenos ya removidos que quedaban como

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NINA S. DE FRIEDEMANN iNSERCIÓN Y ARRAIGO DEL NEGRO LA SAGA DEL NEGRO

mazamorra, se permitía trabajar a negros libres e indios. El rescate su parentela definida por derechos activos y latentes, maternos y pa-
de lo que quedaba era de su propiedad y~ ellos se les conocía como ternos de trabajo y de herencia. Así, un hombre preferiría no casarse
mazamorreros. Es posible entonces que algunos de estos negros li- con una mujer de su mismo ramaje, porque entonces la pareja sola-
bres hubieran dejado de ser itinerantes detrás de las cuadrillas de ·mente tendría derecho a trabajar en la propiedad de un solo tronco,
minería colonial y se hubieran quedado clavados en lugares donde lo cual le impediría movilizarse a lo largo de varios ríos en otros
siguieron practicando la minería y para hacerlo empezaran a elabo- troncos.
rar el sistema que ha llegado a nuestros días con el nombre de tron- Los troncos se desenvuelven en unidades socioeconómicas
cos (Friedemann 1974, 1985a). . llamadas minas. La mina está conformada por el caserío donde
Por otro lado, en la cuadrilla hubo una dinámica de movilidact viven los mineros, la chagra o sitio de cultivos de subsistencia, el
donde el capitán era un individuo que por su poder de mando fue corte ·minero de cada familia nuclear y el corte minero comunal
capaz de acumular más oro; trabajando en los días de fiesta -como del grupo total de descendencia, que son los lavaderos de oro
era permitido- y seguramente en lugares ricos más rápidamente propiamente dichos. Los miembros de cada familia viven y traba-
compraba Sl:J.libertad (West 1952: 89-90). Así, en su esta tus de libre, a jan en la unidad mina de su ramaje o tronco. Los hombres limpian
tiempo que dejaba la plaza vacante para otro esclavo, él podía esta- el terreno, cortan madera para construir las casas y las canoas y
blecerse como mazamorrero libre itinerante o bien entrar a formar hacen el trabajo pesado en el corte minero. Su mujer y sus hijos
parte de un incipiente tronco. Lo descrito tan sucintamente en tomo también van a la chagra, cortan banano, caña de azúcar y hacen
al transcurso de las cuadrillas permite señalar un momento cruciai panela en los trapiches de aspas que aún existen. Pero también
de la génesis de dichos troncos que seguramente constituyeron un asisten a los cortes familiares o comederos y a los comunales o
modelo alternativo de vida para aquellos negros que encontrándose compañías donde se sigue trabajando bajo la autoridad de un ca-
libres con las leyes de abolición de la esclavitud de 1851, rehusaron pitán. La repartición sobre la cuenta de cada día de trabajo es una
quedarse como peones en las háciendas y en las minas e iniciaron un de las obligaciones del capitán de la mina.
éxodo hacia ~a selva y los tro-ncos al borde de los ríos. Es así como en El tronco corno realidad social y cultural ha modelado la subsis-
el decenio de 1970, la investigación antropológica encontró' troncos tencia de grupos negros y el riesgo de abandonar el bosque, el río o
entre mineros del oro en áreas de Barbacoas y a juzgar por datos de los parientes en el caso de agotamiento del oro, de inundaciones o _de
otras investigaciones (Friedemann 1989, Villa 1985, Fried.emann y otra emergencia. Vigente aún en las postrimerías del siglo XX, con
Briceño 1990) también en otros lugares del bosque aurífero sobre la sus raíces en la cuadrilla esclava y en los antiguos mazamorreros, el
costa caucana y el Chocó. tronco sigue siendo una respuesta de los grupos negros con:tempo-
Los troncos corresponden en la literatura antropológica a los ra- ráneos a las condiciol)es de discriminación socioétnica y .económica
majes. Son grupos cognáticos de parientes consanguíneos que re- tanto como a la incertidumbre del habitat en el litoral Pacífico
montan su linaje tanto por la vía materna como por la-paterna;· hasta (Arocha 1991).
un antepasado hombre o mujer fündador de la descendencia. Quien Las condiciones de trabajo en el litoral Pacífico durante los siglos
pertenece~ un tronco, tiene derechos de trabajo y herencia sobre las de la Colonia son comparables a las épocas recientes al finalizar el si-
tierras mineras y chagras de cultivos reclamadas por el fundador glo. XX. Hombres y mujeres generación tras generación han venido
como propiedad de su descendencia (Friedemann -Ibídem-). desempeñándose en su habitat de selva super húmeda donde la rue-
Cada tronco ha contado con su propio y delimitado territorio y tiene da como elemento básico del ámbito tecnológico en el transporte o

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NINA 5. DE FRIEDEMANN INSERCIÓN Y ARRAIGO DEL NEGRO LA SAGA DEL NEGRO

en la mecánica general, no ha tenido mayor aplicación. En los cortes los troncos o ramajes en la selva aurífera, da cuenta de un proceso
mineros las piedras se movilizan de un lugar a otro mediante cade- evolutivo social. El juego de la genealogía y el parentesco tienen así
nas de hombres y mujeres que las pasan de mano en mano. Los acci- papeles cruciales en el manejo rural-urbano y desde luego en puer-
dentes son constantes y las dolencias de la gente que permanece lar- tos y ciudades dentro de la sociedad de gente negra y aquellos que
gas horas parada entre el agua, doblados sus torsos con las piernas y en el marco del mestizaje son considerados como morenos, el térmi-
rodillas rectas, podrían compararse con algunas de las frecuentes no cortés con el cual en la sucesión racial moderna, la sociedad do-
afecciones que quedaron registradas en inventarios de esclavos de minante sigue señalando a los negros o a aquellos con rasgos visibles
minas. denegro.
Norrnan Whitten (1974) ha llamado pioneros a los habitantes ne-
gros del litoral que se asientan en cuatro nichos socioculturales: ca-
seríos rurales dispersos, caseríos rurales compactos, pueblos y ciu-
dades. Su proceso de producción sigue siendo el de una economía Haciendas y linajes en tierras nuevas
fluctuante de auge y decaimiento basada en la extracción de oro,
maderas, mangle, bananos, pesca, caucho, tagua, cocos, plantas me-
dicinales, por parte de especuladores extranjeros y nacionales. Por En 1617 Jacinto de Arboleda, un comerciante que primero desem-
un lado con soluciones de vida selvática y campesina que escasa- . barcó en Portobelo, llegó al territorio que hoy es Colombia y se con-
mente permiten la subsistencia mediante la minería y los cultivos de virtió en uno de los fundadores de una familia que a su vez amasaría
frutales,.caña y arroz, combinados en la chagra y la caza y la pesca en una gran fortuna representada en minas, esclavos, tierras, ganado y
ríos y manglares. Por otro lado, tomando la alternativa del peonaje poder social.
como trabajadores de compañías nacionales y multinacionales, cor- Arboleda inició la explotación de oro con una cuadrilla de escla-
tando y arrastrando trozas de árboles hacia aserraderos o pescando vos negros, primero en Anserrna y luego en Caloto en el valle del río
«independientemente» para las industrias de productos qe mar, o Cauca. Setenta años después, en 1688, los Arboledas poseían entre
como cadeneros y peones en los muelles. Todos, hay que reiterarlo, otros bienes la hacienda de La Bolsa en el valle del Cauca y minas en
socializados desde chicos para desempeñarse en trabajos de selva los altos del río Timbiquí y en el. Micay, en el litoral Pacífico caucano
o como peones y eventualmente proletarios en los puertos y ciu- y también en el Chocó (Colmenares 1979: 81). En 1777 cuando Fran-
dades. cisco Antonio Arboleda compró' en la misma región, otra hacienda
En el horizonte histórico y contemporáneo de los grupos negros llamada }apio, ésta y La Bolsa con sus esclavos suministraron enton-
cualesquiera que hayan sido sus ciclos económicos, o sus etapas ces provisiones agrícolas y mano de obra a las minas del Chocó y del
migratorias en el litoral, el parentesco se ha manejado como un re- litoral que ya constituían lo que Mateo Mina (1979) ha llamado «Un
curso social efectivo. Si un minero de la selva requiere ayuda en el imperio minero». El que a su vez prestaba también mano de obra es-
puerto, lejos de su caserío, él busca algún pariente de su tronco y clava a las haciendas.
acude a él, avivando de este modo una relación recíproca. Whitten Al cabo de varias generaciones, los Arboledas, así como los
(1969: 235) muestra cómo la movilidad en pueblos y ciudades en el Mosqueras, Bonillas, Hurtados y Prietos, con similares historias eco-
litoral se da así por entre la trama de una organización que él define nómicas y sociales habían conformado linajes. Y en la mitad del siglo
como «ramajes rotos». Que a su vez al conjugarse con el hallazgo de XVIII, sus miembros mediante alianzas matrimoniales mantenían

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-
NINA S. DE FRIEDEMANN INSERCIÓN Y ARRAIGO DEL NEGRO LA SAGA DEL NEGRO

una élite de Señores de las minas con intereses en Caloto y en el Cho- vuelve a señalarse de nuevo la preponderancia de la mano de
có (Colmenares 1979: 152). obra negra esclava.
La familia de los Mosqueras además, fundada a partir de la en- En el valle del río Cauca, como en otros lugares, el negro tuvo es-
comienda, desde el siglo XVI permanecería en escena a lo largo de caso acceso a la tierra. Cuando fue posible, aquellos que compraron
siglos y en los diversos teatros de la sociedad y la economía colonia- su libertad ocuparon terrenos baldíos que convirtieron en parcelas
les. Los Mosqueras conforme dice Colmenares (1979: 146) de cultivos. Palenques como El Castigo en tierras occidentales del
«ejemplifican una continuidad entre las empresas de encomenderos-terra- Patía fueron otra manera de acceder a la tierra. Las leyes de abolición
tenientes y mineros>}, de la esclavitud de 1851 por su parte, nunca consideraron la conce-
La hacienda que evolucionó a partir de las encomiendas de in- sión de tierra o de herramientas a ningún negro. Por el contrario se
dios a favorecidos como los Mosqueras, tuvo una forma antigua que autorizó la compra estatal de esclavos a los dueños de latifundios,
se conoce corno hacienda de campo y que utilizó en gran parte la haciendas y minas, con el objeto de indemnizarlos. Así, se propició el
obra de mano indígena para la producción de trigo y maíz. ·rero en el peonaje de negros sin tierra que entraron al servicio de haciendas y
siglo XVIII cuando la producción de oro aumentó, los dueños de mi- minas de los antiguos dueños(Friedernann 1976).
nas compraron enormes extensiones de tierra y los dedicaron al le- Hubo por otra parte, mecanismos de captación de mano de obra
vante y ~ngorde de ganados que venían del vallé del Patía y de Nei- d~ negros, como reacción a la abolición. Y ahí aparece la acción de
va. A esta unidad de producción se fa conoce como latifundio de Sergio Arboleda en 1853 con los negros libres a quienes enroló para
frontera. (Colmenares 1979: 201). El ganado crecía a sus anchas y el trabajar dentro del sistema de terraje que era un pago que. el negro
número de trabajadores así como de herramientas era escaso. Pero a · debía hacer a la hacienda en productos de siembra y en dinero (Mina·
medida que los frentes mineros intensificaron su producción se hizo 1975: 54). Arboleda les permitía asentarse en los bordes boscosos de·
necesario mayor número de trabajadores en las minas y desde luego la hacienda para tumbar monte e iniciar cultivos. Los negros además
un aumento de provisiones del agro. Surgió entonces la hacienda de debían dedicarle diez días de cada mes a los trabajos de la hacienda
trapiche ·que combinó la siembra de caña de azúcar con los cultivos La Bolsa que eran la siembra de caña d u lee, plátanosy árboles de ca-
de arroz y fríjoles, la preparación de mieles y desde luegola ceba de cao. En sus parcelas pequeñas sembraron yuca, arracacha, maíz,
ganados para el abasto de carnes. En e.sta hacienda la mano de obra caña de azúcar, cacao y plátanos. Pero en la hacienda una vez termi-
negra y esclava se ~ncargó de todas las actividades y conforme se nada la siembra de 15.000 árboles de cacao, 20 platanerasy 50 suertes
mencio116 antes, a sus trabajadores que habían tenido tiempo de na- de caña, en vista de que allí el trabajo disminuyó, Arboleda ·resolvió
cer y criarse allí, se los trasladaba si era necesario a las minas y vice- cobrarles el terraje en dinero tasado por cada fanegada ocupada por
versa. las familias negras (Mina 1975: 55).
La apari_ción de la hacienda de trapiche no significó que los Así, los antiguos barracones de la esclavitud apenas parecían
otros dos tipos de hacienda desaparecier~n. Por el contrario, las cambiar de forma. Para salir de la hacienda, los trabajadores tenían
tres unidades de producción siguieron existiendo hasta el siglo que pedir permiso por un tiempo estrecho;-se les permitía pocas ce-
XIX (Colmenares 1979: 202). Por supuesto que no sobra la reitera- lebraciones entre ellos mismos y además, tenían que dar c1.:1enta de
ción de la importancia que en este largo período colonial tuvo la cómo empleaban su propio dinero. Por supuesto·que muchos toma-
producción minera como sustento económico para el surgimiento - ron el camino del éxodo y se fueron a los montes a lo largo del río
de las actividades de hacienda y de comercio. Y en este conjunto Palo, donde sabían que había existido un palenque. Allí iniciaron

84 85
NINA 5. DE FRIEDEMANN

nuevas labranzas (Friedemann y Arocha 1986: 206). Entonces, cua~­


do en ciertos lugares y momentos las urgencias de mano de obra se
agudizaron surgieron 'reclamos y la respuesta fue la creación de me-
canismos coercitivos. Los jefes de policía tenían facultades legales
para obligar a trabajar en las haciendas a los llamados «vagos». Más
aún, la ley autorizaba al patrón para azotar y privar de alimento al
trabajador rebelde. Todo esto sucedía en 1785, 25 años después de
que a los negros se les había declarado libres.
A finales del siglo XIX, la tenencia de la tierra en el Valle del Ca u-
ca, es definida por Rolf Knight (1972) en su análisis de la evolución
del cultivo de caña, como un embrollo de litigios, compras, transfe-
rencias y ocupaciones defacto de tierras de monte. En los albores del
ingenio de azúcar en 1890 en La Manuelita había 100 negros y sus fa-
milias trabajando en los campos de la caña. Eran peones negros, des-
cendientes de esclavos en las antiguas haciendas y quienes habían
vivido allí por varias generaciones.
En tanto que el capital, la mecanización del ingenio y el ensanche
acelerado del territorio convertían a los ingenios en plantaciones
(Friedcmann 1976: 155), sus trabajadores iniciaban su ingreso en el
proletariado. Solamente unos pocos mantenían una parcela o un so-
lar, aunque todos eran originarios de la región. En el decenio de
VI
1970, el proceso de monopolio de la tierra, aún de aquella que habían
conservado los descendientes de esclavos en los bordes de las ha- Aportes del negro a la cultura
ciendas era una característica de la nueva agroindustria que ya había colombiana
sembrado caña en miles de hectáreas en el Valle del Cauca (Mina
1975).
Otras alternativas para el campesino negro que perdía su finca
tradicional de cacao, café, plátanos, frutales y tomates fueron la de
ingresar en programas de desarrollo rural sin tierra (Friedemann
1976: 164). Optaron por la artesanía de la teja de barro que sacaban
de pequeños lotes alrededor de sus poblados, pero al-·final muchos
acabaron emigrando a los cinturones de pobreza de las ciudades en
el Valle del Cauca y vecinas al mismo (Friederriann y Arocha 1986).

86
APORTES DEL NtGRO A LA CULTURA COLOMBIANA LA SAGA DEL NEGRO

Raíces africanas y visiones culturales

La religión católica llegada a América junto con el sistema legislilti-


vo y el de la milicia constituyeron un sólido mecanismo de domina-
ción sociopolítica y de cambio cultural en amplios territorios de la
Nueva Granada, en lo que hoy es Colombia. No obstante, la visión
del mundo sedal, natural_o sobrenatural en caseríos, pueblos o ciu-
dades enrnar<;ados históricamente por la presencia de africanos y sus
descendientes, no puede caer en definiciones homogeneízan tes que
señalen dominio total occidental.
En ciertas regiones colombianas se o_bservan conglomerados de
gente fenotípicamente· negra que así mismo tienen expresiones es-
pecíficas que han venido a reconocerse como perteneciente~ a la cul-
tura negra. Hay también regiones ocupadas por una variedad socio-
.e::
racial amplia- que podrían considerarse impregnadas de cultura
.2: negra. Entonces, al hacer referencia a esta cultura se alude metafóri-
"'(
SE: camente a raíces africanas que hubieran contribuido en la formación
ili
e de un nuevo o de nuevos sistemas culturales.

~¡·
i ¿P~ro cóx:no se explican tales raigambres o la tercera raíz, como se
.1.
ha venido a denominar el componente cultural africano en algunas
r.r:::l - d.e ias sociedades del continente americano?
1
1 89
l
1
NINA S. DE FRIEDEMANN APORTES DEL NEGRO A LA CULTURA COLOMBIANA LA SAGA DEL NEGRO

En previos trabajos se ha aludido a la existencia de huellas d~ inducen al examen de la condición cultural del grupo. Aunque los
africanía entendidas como memorias, sentimientos, aromas, formas africanos en la trata llegaran desnudos de sus trajes, armas y he~ra­
estéticas, texturas, colores, armonía, es decir materia prima para la mientas, desposeídos de sus instrumentos musicales y de bienes te-
etnogénesis de la cultura negra (Friedemann 1988, 1989). Se destaca rrenales, por fuerza traían consigo imágenes de sus deidades, re-
además, su compleja dinámica de creatividad y transformación y no cuerdos de los cuentos de los abuelos, ritmos de canciones y poesías
se niega la participación de supervivencias y sincretismos y dentro o sabidurías éticas, sociales y tecnológicas.· Es decir, se descarta el
de éstas no solamente las africanas, sino también las europeas y las hecho de que el bagaje cultural traído por los africanos hubiera podi-
aborígenes (Friedemann y Arocha 1986:36). .. do ser aniquilado. Más bien empieza a explorarse el proceso de cómo
Con todo, al hablar de huellas de africanía es preciso referirse a tales iconos o representaciones simbólicas, aquí denominadas hue-
los procesos de reintegración étnica ocurridos entre los esclavos des- llas de africanía, han llegado a reflejarse en los sistemas de las cultu-
de el siglo XVI, de manera simultánea a la trata, cuando gente de ras negras (Torres 1989, Arocha 1989, Ascensio 1990).
igual o similar procedencia volvió a encontrarse en escenarios dis- El propósito sería además conocer la dinámica del control cultu-
ti~tos a los de su cotidianidad africana (Friedemann y Patiño 1983, ral (Bonfil Batalla:1987) mediante la cual elementos gramaticales u
Fn:de-mann y Arocha 1986). Esos procesos de reintegración étnica orientaciones cognoscitivas en términos de Mintz y Price (1976) e
senan marcos para la génesis de nuevos sistemas culturales iconográficos, aludiendo a Bateso11- (1972) de las culturas africanas
afroarne-ricanos que debieron haberse iniciado tan pronto corno en permanecieron en el consciente y en el subconsciente de los portado-
lqs factorí~s de las costas africanas se juntaron las primeras víctimas. res de las nuevas culturas negras, para surgir en expresiones y gesto
La. dinámica interétnica de esta génesis ha sido discutida por Mintz y o en ricos teatros religiosos y sociales: fiestas de santos, carnavales,
Pnce (1976) con relación a la diáspora africana. Dinámicas análogas, velorios, rituales de funebria o danzas acuáticas en honor a figuras
como parte de una propuesta de explicación teórica sobre control sagradas, en amplios horizontes geográficos.
cultural en la formación de grupos étnicos diferenciados, también Por lo pronto, la informaciÓn histórica muestra cómo los cabil-
referidas a culturas negras han sido examinadas por Bonfil Batalla dos de negros que en un primer momento fueron enfermerías en
(1987). A esas dinámicas en las relaciones interétnicas, este autor ha Cartagena de Indias, se convirtieron en ámbitos de resistencia a la
denominado etnogénesis. sociedad dominante y en refugios de africanía. Eran barracas hú-
. ~a táctica de de,sarticular social y culturalmente a los prisioneros medas y fangosas situadas junto al mar, que servían de asilo a aque-
s~gutendo .un patron de heterogeneidad tribal o regional, buscaba . llos africanos que al descender de los navíos no podían caminar o es-
eJercer un dominio del comercio, sin sobresaltos y mediante la taban casi agónicos. Allí, quienes se recuperaban cuidaban a los
~t~mización de los esclavos. Con todo cabe preguntarse el grado del nuevos enfermos. El alivio del infortunio no era sólo físico, pues la
ex1to alcanzado, frente a una homogeneidad de condiciones com- desgracia era también cultural. Encontrar un modo de comunicarse
partidas que debieron provocar similares reacciones. Con la vida debió ser la urgencia primordial. El tambor, una de las primeras re-
~men~zada, la familia destruida, perdida la tierra y sumergidos en la creaciones a partir de iconografías se constituyó en lengua franca en
I~~erhdurnbre de la vida y de la muerte, un primer gesto de compa- los cabildos. Primero ánunciaba la muerte. Con el tiempo, convoca-
ston ~u~a pudo ~o~vertirse en un hilo de comunicación que con ba a esclavos y libres para diversas actividades, incluyendo el
otros ~1nulare~ urdtna la trama de futuros tejidos sociales y cultura- cimarronaje. Los cabildos entonces, fueron tempranos escenarios
les (Mtntz y Pnce 1976: 27). Estos momentos cruciales de etnogénesis de la génesis del sistema cultural del negro en Colombia tontinen-

90 91
NINA S. DE FRIEDEMANN APORTES DEL NEGRO A LA CULTURA COLOMBIANA LA SAGA DEL NEGRO

tal. No sucedió lo mismo en el archipiélago de San Andrés y Provi- Congas, una danza de hombres. La danza ha llegado hasta nuestros
dencia en el Caribe, donde a la sazón el dominio cultural inglés, al días como un ritual de guerreros ataviados con colores fulgurantes,
igual que en otras islas caribeñas, desterró al tambor considerado enormes bonetes con colas tapizadas de símbolos y el desafío de los
como instrumento evocador del poder de espíritus (Perea Escobar sables que al tema con el reto del toque de tambor de cada grupo. Los
1989:58). recuerdos del habitat de la selva y de la sabana africana aunados al
Cuando los cabildos -enfermería dejaron de servir como estacio- ambiente del trópico suramericano se expresan en manadas de más-
nes de recuperación porque los hospitales de San Lázaro y de San caras de animales danzantes: tigres, micos, pájaros, perros, toros, in-
Sebastián en la ciudad recibieron los enfermos, el cabildo -nación sectos, enmarcan a los Congos que danzan batallas alegóricas de
con el espíritu de las cofradías que desde el siglo XII e;<istían en Es- defensa territorial en sus barrios desplazándose luego en represen-
paña y que cobija pan «naciones» africanas y otros grupos, se inaugu- tación teatral por las calles céntricas de la ciudad. El carnaval con el
ró en diversos lugares en Cartagena. Y aunque personajes del santo- paso de los años y las urgencias de afirmación de iden ti da des regio-
ral católico fueron entronizados, la función de refugio cultural . nales en el país, se ha convertido no sólo en un perfil del Caribe co-
permaneció vigente. Tanto los cabildos -enferrtlería c~mo los cabil- lombiano cuya impregnación de cultura negra es ostensible, sino
dos -nación fueron centros de evocación yafirmaéión de valores, ex- que ha sido adoptado éomo uno de los símbolos de la nacionalidad
presiones lingüísticas o gestuales, imágenes, música o culinaria
1
cultural colombiana.
(Friedemann 1988).

Otras expresiones estéticas del Caribe colombiano influidas por
Huellas de africanía y emblemas de nacionalidad la cultura negra con huellas de africanía aparecen en lo que se ha de-
nominado la música «costeña» (González Henríquez 1989: 3), que a
La importancia de los cabildos negros corno refugios de africanía en su vez ha penetrado distintos ámbitos de las clases sociales como un
Colombia realmente es patente cuando se empiezan a exárninar las. elemento de la personalidad cultural colombiana. Aigunas de ellas
expresiones musicales, las danzarias y las lingüísticas de la cultura son la cumbia, el bullerengue, el chandé, el mapalé, el abozado, la
negra. Desde luego que para el escrutinio de las huellas del Africa gaita o porro tapao, el vallenato, los cantos de zafra, de vaquería y los
uno de los vehículos menos inseguros es el lenguaje musical y cantos del Lumbalú (Abadía Morales 1977). La cumbia, una danza
danzario o el hablado. ·· de hombres y mujeres, otro de los símbolos regionales de cultura ne-
Efectivament-e, el estudio del carnaval contemporáneo eri Ba- gra que han sido adoptados como emblemas de nacioní:ilidad empe-
rranquilla, Santa M~rta y Ciénaga, ciudades de la costa Caribe y el zó a configurarse en el ámbito de la esclavitud en Cartagena ~e In-
del mismo sobre los puertos ribereños del río Magdalena ha permiti- dias (D. Zapata 1962: 187-204). Para las fiestas religiosas españolas
do encontrar. en el ritual una historia de su organización que se re~ de la Candelaria,
monta hasta los tiempos de los cabildos (Friedemann 1985). Las anti- «hombres y mujeres en gran ruedo, pareados,
guas rivalidades tribales africanas que fueron alentadas por la pero sueltos, sin darse las manos, dando
sociedad esclavista de la colonia se plasmaron en Cartagena en ca- vueltas alrededor de los tamborileros, las
bildos con identidades de memoria africana -Carabalí, Mina, mujeres enflorada la cabeza con profusión,
Mandinga, Corigó, Arará, (Escalante 1954: 223) propiciando una lustroso el pelo afuerza de sebo y empapadas
proyección cultural en el carnaval que se arraigó en Barranquilla: los en agua de azahar... balanceándose en
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cadencia muy erguidas, mientras el hombre ya bombo, dos tambores troncónicos, guache, maracas y flauta. Los
haciendo piruetas dando brincos, ya luciendo tambores y el guache de origen afrisano. Este último, hecho de hoja-
su destreza en la cabriola, todo al compás ... lata de forma cilíndrica, perforado con agujeros y lleno de semillas.
bailaban a cielo descubierto al son del Las maracas de origen caribe y las flautas de origen indígena. Abadía
atronador tambor africano ... » Morales (1977) la dibuja como mulata y negra, señalando que tiene
(PosadaGutiérrez 1929). una melodía originaria en la música de las gaitas y cañas indígenas
pero que su ritmo dominante es el de los tambores africanos.
«Los indios también tomaban parte en las El vallenato que es una canción con ascendiente y presencia ne-
fiestas bailando al son de sus gaita$, especie de gra tiene sus raíces en los cantos de trabajo en ámbitos de la hacienda
flauta a manera de zampoña ... los hombres y y también de la boga en la colonia (Quiroz 1983). Los cantos de va-
mujeres de dos en dos se daban las manos en la quería probablemente son tan viejos como la misma ganadería y el
rueda, teniendo a los gaiteros en el centro, y ya trabajo de los esclavos que desde el ~omienzo de la llegada de los es-
se enfrentaban las parejas, ya se soltaban y pañoles tuvieron que arrearlos y cuidarlos. Ciro Quiroz (Ibídem) ha
volvían a asirse, golpeando al compás el suelo recuperado antiguos cantos nostálgicos de esa vaquería:
con los pies ... sin brincos ni cabriolas ... »
(Posada Gutiérrez-Ibídem-). Cuando yo tenía ganao
cantaba mi vaquería
Con el correr del tiempo,la cumbia definió sus perfiles. Los mú- ahora que no lo tengo
sicos se subieron a tocar en tarimas altas alrededor de las cuales ne- canto la vida mía.
gros, mestizos y mulatos disfrutaron las fiestas. Y durante muchos
años, antes de que las danzas populares. fueran integradas al carna- Y también ha logrado encóntrar algunos textos remanentes en las
val de Barranquillaí allí los grupos danzantes se reunían en barrios narraciones del vallenato que actualmente se yergue como un pilar
tradicionales como Rebolo a bailar en sitios llamados cumbiambas. de la oralitura de la costa Atlántica. El vallenato canta y narra: es
Este término según Abadía Morales (1977: 205) por un lado al mordaz con humor y gracia, es crítico en la política, la religión y el
apocoparse produce la voz cumbia y a su vez se relaciona con el vo- trabajo, gime con el amor y llora con el desamor. Sus narrativas si-
cablo cumbancha cuya raíz kumba proviene del occidente africano: guen viajando de pueblo en pueblo y son un registro de leyendas,
es gentilicio mandinga, también el país del Congo y su rey se llamó mitos e historias en amplias regiones que son ganaderas y están po-
rey de Cumba. Cumba entre los congos significa además grite ría, es- bladas por descendientes de cimarrones negros, de negros libres y
cándalo, regocijo y nkumbi es un tambor (Ortíz 1985: 184). desde luego del resto de gentes que allí confluyeron.
Desde luego que la controversia en torno a la configuración de la Del mismo modo que en la cumbia, huellas de africanía aparecen
cumbia no ha faltado, particularmente a raíz de su evolución corno en la complejidad de la evolución del vallenato y en la controversia
símbolo nacional de identidad estétiCa. La tradición india la reclama sobre el dominio cultural surge en este caso el reclamo de la tradi-
a través de las gaitas y la tradición española reclama el atuendo. ción oral hispana en el texto literario. Efectivamente, Consuelo Posa-
Aquiles Escalan te (1964: 148) menciona como instrumental auténtico da (1986: 42) encuentra testimonios de temas y de formas que según
de la cumbia en la cual el canto no existe, lo siguiente: una tambora o ella demuestran que la mayoría de los versos que hoy hacen parte de

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la música popular en Colombia, se originaron ertlas coplas españo- Claro que el vallenato es apenas una parte importante de la
las que llegaron a Colombia a· través de Santo Domingo durante la oralitura de la costa Atlántica, cuyas expresiones surgen en una
colonia. Y dentro de esta circunstancia coloca al vallenato originaL . · gama nutrida de narración, poética y novelística. La mayor de todas,
No obstante, vale recalcar que la esencia narrativa del vallenato; la obra _de Gabriel García Márquez que construye una realidad fan-
la expresión gestual de sus intérpretes y por encima de todo· la in ten-· tástica llamada Macando. El vocablo, un fitónimo bantú {De Granda
ción de la canción es la entrega de un mensaje. El cantor arruga el 1978: 234) designa al plátano y conlleva significados mágico -religio-
rostro, gesticula, se comunica. El acordeonero es capaz de dejar el sos. De Granda afirma que Macando es un símbolo de «la sociedad
instrumento para hablar con las manos. Aquí, .no puede entonces abigarrada, multirracial, mulata, que describe Garda Márquez y que co-
menos que evocarse a la figura del-griot, que en los territorios africa- rresponde por entero a la fisonomía de un territorio en el que indios, blancos
nos del ocCidente en el antiguo Mali en el siglo XVI vestido con más- y sobre todo africanos, han vivido juntos durante varios siglos». En efecto,
caras de pájaros recitaba la historia, la l_eyenda; la genealogía, lasa- el territorio es a su vez asiento de una zona de cultivos intensos de
biduría de la artesanía y de la religión. Eran una especie de casta de plátano y de acuerdo con García Márquez, el nombre es una memo-
juglares, a la vez poetas, músicos y brujos encargados de preservar la ria de sus años infantiles y jóvenes en las vecindades de Aracataca,
tradición. donde existía una hacienda con ese nombre.
En la organología tradicional del vallenato está la guacharaca Pero a propósito de Makondo como vocablo bantú, es válido
que es un instrumento de fricción, hecho del tallo de una caña a la anotar que precisamente en esas tierras de plátano y de ganados, du-
que se tallan estrías. Con una costilla de res o con un trinche se raspa rante siglos han estado arraigados descendientes de africanos: cima-
la caña. Según Quiroz (1983: 192)~ la guacharaca fue el primer instru- rrones, libres y criollos. Además, en un palenque residual de la re-
mento que con voz similar a la de una pava silvestre que anuncia la gión los negros han mantenido hasta nuestros días huellas de la
lluvia, se unió a los cantos de vaquería de donde saldría el vallenato. presencia africana en su vida cultural y social. Se trata del Palenque
El acordeón es un instrumento típico de muchos puertos del mundo de San Basilio, dueño aún de una lengua criolla propia, considerada
que parece haber llegado a Colombia y al vallenato a finales del·siglo como una reliquia lingüística en América (Patiño Rosselli 1983). Tie-
XIX. La trilogía bá-sica la completa la caja de clara estirpe africana, ne vocablos bantú de las hablas ki-kongo y kimbundu que desde
con memoria de: tambores, con un ·parche que inicialmente era de luego con Makondo permiten señalar en Cien años de soledad y en
· piel del buche del caimán sacado con ceniza deba jo del sol, y después varios de sus personajes y épicas una proyección colombiana en la
remplazado por cueros de venado, chivo o camero (Quiroz -"-Ibí- novelística universal de iconografías del mundo negro africano en
dem-). América Latina.
Con el tiempo, al vallenato han ingresado otros instrumentos y En el ámbito de la lengua española, la influencia lingüística pro-
de él han surgido otros ritmos que lo han convertido en un pozo de veniente de lenguas afdcanas es conforme dice Germán de Granda
·creatividad: puyas, merengues, sones, paseos o tamboras, forman {1978: 271) muy identificable en zonas como la caribeña o la del lito-
una intrincada genealogía musicah Esta cualidad de pozo ha contri- ral Pacífico, donde hay importantes conglomerados de descendien-
buido a que el vallenato se haya constituido en otro símbolo de la tes de africanos. El acento bantú, sin embargo es dominante en mu-
identidad cultural de Colombia. Con la innegable huella del legado chos lugares y aparece en el habla cotidiana, así como en toponimias
africano, no sólo en la conformación socio histórica del hecho artísti..: de memorias congo lesas y angolesas: M a tamba, Masinga, Malemba,
co, sino en la misma esencia del fenómeno musical. Angola, Songo, Miangoma, Nanguma, Quilembe y Lamba son no m-

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bres de arroyos, montes y caserío~ en lugares cercanos a Cartagena' y mundo de los hombres. Protagonistas como las enormes serpientes
también territorios de antiguos cimarrones. Y en el litoral Pacífico que causan las inundaciones, o las diminutas lombrices que salen y
Matamba y Mungarrá, son muestras de toponimias también de ori- entran al cuerpo humano causando enfermedades y que viven en el
gen bantú, aunque Beté sobre el A trato es el nombre de una étnia en agua, son patrimonio de ::a cultura negra de amplios territorios.
Costa de Marfil. En el léxico cotidiano la influencia es abundante. En El esbozo anterior es un intento para delinear_algunos aportes de
la culinaria el guandú, referencia bantú,-kikongo-, por ejemplo, la diáspora africana a la cultura de regiones y' de la nación colombia-
es un plato de perfil costero sobre el Atlántico, mientras que el fu.fti, na en ciertas instancias. Pero no alcanza a tocar muchos detalles suti-
de referencia bantú, -mfufu-, una manera de preparar el plátano, les de la poética visión o lo intrincado de sus creaciones sociales y
es del acervo de la gastronomía del Pacífico. materiales como espejo de sus iconografías antiguas y de aquellas
En rituales profanos como el currulao o cununao en el Pacífico, transformadas en el proceso histórico. Para el estudioso de las cultu-
el tambor cununo y la marimba son de estirpe Ki-mbundu, igual que ras negras de América, sin embargo, tal testimonio es vivencia de es-
la cachimba que es una pipa y chimbo que es moneda (Del Castillo trategias de resistencia cultural. Después de 500 años, las huellas de
1984). En rituales sagrados como en San Basilio, el palenque la madre Africa llegadas con los esclavos aparecen dibujadas no sólo
residual, con un último dominio étnico bantú, se preserva en las can- entre sus descendientes, sino como· parte de nuevas construcciones
ciones fúnebres del ritual mortuorio conocido corno lumbalú culturales en Colombia.
(Schwegler 1990) testimonios de la procedencia africana no sólo de
gentes, sino de visiones cósmicas en torno al mundo sobrenatural.
En el .estado actual de los estudios de grupos negros en Colom- Hacia el siglo XXI
bia, es posible examinar comparativamente en el ámbito no sólo de
la lingüística, sino también de la expresión religiosa y en otros espa- En Colombia, una reflexión sobre los desafíos que el siglo XXI le
cios, elementos compartidos por comunidades negras en di versos plantea a la existencia de los negros como grupo diferenciado en el
lugares colombianos. Y desde luego,la impregnación que ellos han panorama nacional, no ha tenido mayor espacio en deliberaciones
hecho en variados planos de la vida cultural nacional. tan importantes corno las que acaban de concluir en el seno de la
La imágenes acuáticas que aparecen en el velorio de muertos en Asamblea Constituyente. Que produjo una nueva constitución para
palenque y que se evocan a través del habla del tambor y en las can- la nación del próximo siglo.
ciones de lumbalú también son parte de velorios en comunidades Un artículo de Jaime Arocha recientemente publicado (1991) es
del litoral Pacífico en los bosques mineros y en los pueblos en proce- premonitorio de los caminos que tendrán que seguir los negros en su
so de urbanización. Y a su vez rememoran el pensamiento de gentes diáspora y vuelve a llamar al protagonismo a tantas de las muchas
del Congo que conviven un universo donde Calunga -palabra que estrategias, que le han permitido desempeñar un papel significativo
también aparece en los cantos fúnebres dellumbalú- un ámbito de en Colombia. La continuidad de un mundo posible de cultura negra,
aguas, debajo de la tierra es el sitio de los espíritus de los muertos referido por Arocha como un escenario de sobrevi vencía para los
(Mac Gaffey 1986, Friedemann 1991: 77). negros colombianos, tiene los componentes de la innovación frente a
Y en el litoral Padfico,los ámbitos acuáticos son por excelencia la incertidumbre del medio ambiente social, económico y ecológico,
los tablados poéticos del drama de encantamientos y personajes del de la creatividad sociocultural frente a las condiciones del cambio
mundo sobrenatural, que emergen de los mares para entrar en el continuo. En el litoral Pacífico, una zona de alta densidad dernográ-

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fica negra, las leyes nacionales no le han permitido arraigarse en sus


tierras de uso consuetudinario. A tiempo que allí capitales y tecnolo-
gías multinacionales intensifican las industrias de minería, cría de
camarones y siembra de palma africana, con la tala de bosques tropi-
cales y de manglares,la expulsión de la gente negra será un hecho.
La nueva Constitución que permitió el ingreso definido de los
aborígenes o indios como sujetos de derecho, apenas mencionó páli-
damente a los negros en su expresión étnica diferenciada. Así la legi-
timidad de su identidad para los propósitos del ejercicio territorial
con la especificidad de una diversidad ancestral quedó ausente.
No obstante, por fuera del proceso de dicha Constitución, distin-
tas agrupaciones culturales y políticas de negros, adoptaron posicio-
nes analíticas reflexivas y críticas. Las vicisitudes del transcurso de
los negros en el panorama nacional, las contribuciones que desde la
colonia han venido realizando, la marginalidad que han sufrido sus
gentes son temas de su discusión. El debate entre algunos, se enca-
mina al examen de las consecUencias que ha tenido la estrategia del
blanqueamiento como acción sociopolítica de participación a nivel
individual y grupal (Arocha y Friedemann 1984). El debate atañe al
estudio de la conciencia acrítica del mestizaje corno ideología
discriminatoria con resultados de invisibilidad sobre la historia, su
actualidad y los derechos de los·negros, impartida ella por diversos VII
niveles de la sociedad colombiana. Pero con seguridad, el nuevo si-
glo presentará como sucedió en el actual, alternativas vibrantes que Referencias bibliográficas
permitirán con creces la permanencia de la diáspora africana. ·

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