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en sí mismo. Esta visión se fundamenta en los trabajos de orientación cognitiva, iniciados
alrededor de 1930, en los que se pone de manifiesto la naturaleza constructiva de las
reproducciones elaboradas por los lectores y la influencia que dicha construcción ejerce en el
recuerdo de éstos. Lo que el lector recuerda no está sólo determinado por los propios materiales
de lectura, sino también por el contexto, la estructura cognitiva del sujeto y sus experiencias
previas; es decir, el significado no se encuentra exclusivamente en el texto, sino que está
mediatizado por variables del lector.
Por ello podríamos decir que ya en los años treinta se sientan los cimientos de lo que
posteriormente se ha ido llamando modelo interactivo del proceso lector, desde donde se
reconoce la gran complejidad de tal proceso, asumiendo que en él intervienen múltiples factores
(perceptivos, lingüísticos, cognitivos, contextuales, etc.) que plantean la necesidad de
considerarlo como algo más que la mera unión de significados de las palabras previamente
decodificadas.
El reconocimiento de la complejidad y multiplicidad de factores que intervienen en los
procesos de comprensión lectora ha dado origen a numerosas teorías y modelos explicativos,
algunos de ellos dispares; disparidad originada, en la mayoría de los casos, por el énfasis dado a
unos mecanismos o procesos sobre otros.
Con el fin de aproximarnos al concepto de comprensión lectora, analizaremos los
principales postulados de algunos de esos modelos.
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B) Los modelos de procesamiento descendente consideran que la comprensión lectora
depende de los esquemas que cada sujeto actualiza, anticipando e infiriendo información
significativa del texto a través de la formulación de hipótesis, que vienen a ser auténticas
directoras del proceso de comprensión. En consecuencia, el lector no procede letra a letra, sino
que emplea sus conocimientos previos para anticipar el posible contenido del texto y éste le sirve
para contrastar, confirmar o refutar dichas anticipaciones.
Como se puede apreciar, el procesamiento postulado desde los modelos descendentes es
también lineal, secuencial y jerárquico, pero en sentido inverso al definido desde la perspectiva
ascendente.
Este modelo ha recibido la crítica de quienes cuestionan la rotundidad con la que estos
modelos afirman que los lectores se basan más en los conocimientos sintácticos y semánticos
previos (para interpretar el significado del texto) que en el reconocimiento de palabras. Alonso y
Mateos (1985) se refieren, en esta línea, a diversos estudios, en los que se pone de manifiesto
que las diferencias entre buenos y malos lectores se producen de forma más acentuada en las
destrezas de decodificación que en los procesos de alto nivel.
Esta sucinta descripción de ambos modelos da cuenta de los numerosos problemas y
limitaciones que presentan, tomados por separado, para tratar de explicar global e
integradamente lo que acontece durante la actividad de lectura. Así, si la lectura dependiera
exclusivamente de procesos arriba-abajo sería poco probable que dos sujetos leyeran el mismo
texto y llegaran a la misma conclusión general. De la misma forma, si únicamente interviniesen
en la lectura procesos de abajo-arriba no habría diferencias individuales entre el significado e
interpretación atribuidos a un mismo texto.
C) La perspectiva o modelo interactivo del proceso lector surge con fuerza a mediados de
la década de los setenta y tiene su origen en las insuficiencias explicativas observadas en las
posturas anteriores. Este enfoque se constituye como un nuevo modelo explicativo que trata de
conciliar, superar e integrar los aspectos más positivos y necesarios de las posturas anteriores,
con el fin de construir una teoría plausible que contemple globalmente la complejidad del acto
lector.
La adopción de este enfoque en los últimos años ha venido propiciada tanto por el clima de
interdisciplinariedad generado entre diversos ámbitos de investigación (Educación, Psicología y
Lingüística) como por las nuevas orientaciones y planteamientos que se han ido generando en el
seno de cada una de ellas.
Los planteamientos específicos que postula este enfoque pueden sintetizarse, de acuerdo
con lo manifestado por numerosos autores, en los siguientes puntos:
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anticipaciones del contenido del texto, entrando en funcionamiento niveles de
procesamiento superiores. Tales hipótesis van, al mismo tiempo, verificándose o
refutándose en los niveles inferiores de procesamiento, en cuyo caso el lector tiene que
apelar a distintas estrategias que remedien los fallos de comprensión percibidos. Como
consecuencia, el lector obtiene simultáneamente información de los diferentes niveles
(léxico, semántico, sintáctico, esquemático, interpretativo), integrándola en sus esque-
mas de conocimiento.
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alumnos, es preciso, lógicamente, que con anterioridad se haya reflexionado y precisado qué es y
qué implica aquello que se pretende mejorar.
Por lo que se refiere a la primera cuestión, concebiremos la lectura como la interacción que
un lector establece con un texto, es decir, como un proceso interactivo entre escritor y lector a
través del cual éste interpreta y construye un significado. Significado que en modo alguno puede
considerarse como absoluto y que se encuentra influido, tal como afirman las teorías
interactivas y transaccionales de la lectura, por el lector, el texto y los factores contextuales
específicos. Hablar de modelos interactivos implica incluir la dimensión defendida por las teorías
transaccionales.
Esta forma de entender la comprensión de un texto, defendida desde los modelos
interactivos y transaccionales, posee algunas características importantes:
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estrategias necesarias para comprender, retener y aplicar la información textual...). Sin embargo,
con respecto al grado de importancia atribuido al contexto en la lectura y su influencia en la
construcción del significado, nos encontramos con posturas distintas. Estas van desde la
consideración del contexto como un factor clave para la configuración del significado, hasta
aquellas que no hacen ninguna alusión a su influencia, afirmando que un buen lector es capaz de
extraer el significado correcto de un texto, independientemente de los factores contextuales.
Aunque nuestra exposición a lo largo de este apartado se centrará básicamente en el análisis
de los diversos factores que tanto desde el sujeto corno desde el texto afectan a la comprensión,
no queremos dejar de recordar que el contexto forma parte de cualquier acto de lectura, por lo
que olvidarlo equivaldría a eliminar un factor clave en la construcción de significado. Así, por
ejemplo, para Cairney (1992: 23), “los lectores que han vivido en contextos culturales y sociales
similares compartirán significados específicos y esto se verá reflejado en los textos que cons-
truyen cuando leen”. Pero, además, hay que tener en cuenta que todo texto se escribe en un
contexto determinado y está configurado, en parte, por la cultura y el entramado social en el que
surge. El reconocimiento de este hecho puede tener una profunda influencia sobre el significado
que el lector construya cuando se enfrente a un texto. Igualmente los contextos específicos en los
que se encuentran los escritos pueden influir en el significado. Por ejemplo, la lectura e
interpretación que hace un alumno de una novela para preparar un examen es diferente de la que
puede hacer si dicha novela se la ha recomendado un amigo o si se la ha encontrado en la biblio -
teca, seleccionándola simplemente por el impacto que le ha causado el título.
Podríamos deducir, pues, que el significado se halla influido no solamente por el lector
y el texto, sino también por las características contextuales; por ello, la construcción del
significado requiere de la interacción entre esos tres elementos, si bien, el grado de
influencia que ejerza cada uno de ellos dependerá de cada acto o situación específica de
lectura individual.
Hechas estas precisiones sobre la importancia del contexto en el proceso de comprensión
lectora, nos centraremos a continuación en describir las principales variables que el texto y el
lector aportan a tal proceso. En concreto, nos detendremos, con respecto a la aportación del
texto, en su estructura, tanto organizativa como superficial, aunque revisaremos con anterioridad
al análisis de esta variable, y de modo muy sintético, las relaciones recíprocas que se dan entre
ésta y el contenido. Por lo que se refiere a las variables dependientes del lector, haremos
referencia a los conocimientos previos, los objetivos y el empleo de estrategias.
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investigaciones han sido, entre otros, “el grado de organización textual, el tipo de estructura
esquemática y la existencia de una frase tópica en el texto que exprese su idea principal” (Vidal-
Abarca, 1990):
Convendría señalar, en este sentido, que una parte importante de los textos escolares a los
que se enfrentan los alumnos habitualmente no sólo no enuncian la idea principal en posición
inicial, sino que no la expresan en ningún momento. La solución a este problema debería pasar,
lógicamente, por la modificación de los textos académicos, pero también por enseñar a los
alumnos estrategias que les permitan suplir las dificultades que encuentran para comprender
textos o párrafos en los que no se enuncia claramente la idea o ideas principales, puesto que con
frecuencia se les exigirá que comprendan dicho material.
Por lo que respecta a la estructura superficial del texto, los factores más estudiados por su
posible influencia en la comprensión y recuerdo del material escrito han sido la existencia de
señales textuales y la posición de la idea principal. Por ello, nos centraremos solamente en este
momento en el análisis del primer factor, la existencia de señales textuales.
La influencia de las señalizaciones textuales en la comprensión y el recuerdo de un texto ha
sido objeto de numerosos trabajos de investigación. Bonnie Meyer (1975) las define como
aquellas palabras u oraciones de un texto que, aunque no añaden nuevos contenidos semánticos
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relativos a la temática del mismo, sirven al lector de guía al enfatizar o destacar aspectos de la
estructura del texto o de su contenido semántico, permitiéndole ver con mayor claridad las
relaciones establecidas en el pasaje. Esta autora identificó cuatro grupos principales de
señalizaciones:
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Favorecen la comprensión del texto.
Organizan el recuerdo del texto.
Dirigen la interpretación del texto.
Favorecen la realización de inferencias sobre el contenido del texto.
Las funciones otorgadas a los esquemas de conocimientos que posee el lector ponen de
manifiesto el importantísimo papel que éstos desempeñan en el proceso de comprensión lectora.
De tal forma que un lector no llegará a comprender la información contenida en un texto si no es
capaz de activar o construir un esquema que explique los objetos, acciones o acontecimientos
que en él se expresan.
Ahora bien, ¿qué esquemas de conocimiento necesita activar o construir el lector para
comprender un texto? Aunque existen diversos y amplios listados de conocimientos que
requeriría un lector para comprender la información expresada en un texto (conocimientos sobre
el tema, sobre la estructura y naturaleza del texto, conocimientos léxicos, semánticos, sintácticos,
gramaticales, etc.), nos interesa destacar en este momento los conocimientos relativos a la
naturaleza del texto por su importante impacto en la comprensión lectora. Entre los
conocimientos incluidos en esta tipología se hace referencia tanto al tema o asunto acerca del
cual trata el texto en cuestión como a las distintas estructuras organizativas que caracterizan y
limitan la comprensión, es decir, las superestructuras planteadas por Kintch y Van Dijk.
Respecto a los conocimientos previos sobre el tema o asunto del texto, han sido diversos los
trabajos que han demostrado, o se han referido, a la enorme influencia que éstos ejercen sobre la
comprensión, dando lugar a una serie de conclusiones significativas:
Resumiendo, los esquemas retóricos que posee el lector guían el procesamiento del texto, por
lo que ante un pasaje con una determinada forma organizativa el lector irá procesando aquella
información que se adapte mejor a cada una de las categorías que forman parte de cada
superestructura textual (problema-solución, causas, consecuencias, etc.) reconocida en el texto.
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Los objetivos de lectura
El destacado papel que desempeñan los objetivos en el proceso de comprensión lectora ha
sido también puesto de manifiesto en diversas investigaciones, algunas de las cuales se remontan
a la década de los cuarenta. Ya en 1946 Betts planteaba que el objetivo o propósito concreto con
que se lee un texto es el que realmente gobierna la proporción y profundidad comprensiva que
alcance un lector de la información contenida en el mismo (cfr. Blanton, Wood y Moorman,
1990). Más recientemente, otros autores han hecho alusión al hecho de que los objetivos de
lectura dirigen la atención del lector mientras está leyendo y le ayudan a seleccionar la
información del material escrito.
Los objetivos permiten al lector, por un lado, definir con antelación qué es lo que pretende
conseguir a través de la lectura, y por otro, le sirven de base para desarrollar un plan de lectura,
seleccionar la información más apropiada al objetivo planteado y activar los esquemas de
conocimiento más pertinentes al tema tratado en el texto. Además de guiar el proceso de lectura,
los objetivos ayudan al lector competente a controlar y evaluar su comprensión del texto. Es
decir, el lector considera que está comprendiendo en la medida en que la información del texto se
ajusta progresivamente a sus objetivos de lectura inicialmente planteados.
Las estrategias
Otro de los factores que la investigación especializada ha identificado como determinante
fundamental de un buen nivel de comprensión lectora es la posesión de una serie de estrategias
que permitan al lector organizar la información extraída del texto y relacionarla con la que ya
posee. Para que se produzca tal relación es preciso que el lector disponga de conocimientos
previos relevantes para abordar la nueva información; sin embargo, estos conocimientos, aun
siendo necesarios, no garantizan por sí solos una adecuada comprensión. El lector debe saber,
además, aplicar recursos para activar, utilizar, actualizar o modificar tales conocimientos;
desentrañar los significados del texto y construir con ellos una representación coherente. Estos
recursos constituyen en definitiva, estrategias de aprendizaje, que han sido definidas como
secuencias integradas de procedimientos que se eligen con el propósito de facilitar la
adquisición, almacenamiento y/o empleo de una información. Entre los rasgos más específicos
que se otorgan a las estrategias destacamos los siguientes:
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sentimientos y experiencias personales, así como para exponer coherentemente contenidos
culturales y científicos adquiridos; y, además, como capacidad para elaborar resúmenes, síntesis
y esquemas.
Los educadores y teóricos de la escritura han polemizado en ocasiones acerca del nombre
que debe emplearse para denominar la expresión escrita. Así, unos se han inclinado por el
término “redacción”, a la que atribuyen un objetivo utilitario y otros de “composición escrita”,
caracterizada por perseguir una finalidad en cierto modo literaria 1; incluso ha habido profesores
que han preferido llamar a estos trabajos escolares “composición literaria”, quizá por influjo de
la tradición retórica escolar. Nosotros vamos a usar indistintamente la denominación
“composición escrita” y “redacción”, pues consideramos que la diferencia entre ambas es poco
relevante.
La investigación sobre la expresión escrita ha evolucionado a un ritmo más lento que la
comprensión lectora y la expresión oral, si bien ha comenzado a apreciarse en los últimos quince
años una mayor preocupación por caracterizar lo que de específico tiene la expresión escrita
frente a las demás manifestaciones lingüísticas. En este sentido se han propuesto modelos para su
enseñanza centrados en la necesidad de dar sentido a las actividades de escritura que se realizan
en el aula. Bajo tal preocupación subyace una serie de aspectos, entre los que destacamos los
siguientes:
- La consideración de la expresión escrita como un sistema lingüístico
relativamente independiente de la expresión oral.
- La consideración de la escritura como una actividad cognitiva compleja y como
un proceso continuo de resolución de problemas.
- La necesidad de diseñar y validar nuevos modelos didácticos.
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tipos de conocimientos que el sujeto precisa para saber escribir en el sentido amplio del término:
conocimientos de tipo declarativo sobre el lenguaje, sus usos y convenciones; conocimientos de
tipo procedimental, como saber buscar, seleccionar y organizar la información, y conocimientos
condicionales o de gestión y control, en función de los objetivos planteados. Un segundo tipo de
factores que señala la citada autora se refieren al orden de aplicación de dichos conocimientos;
es aquí donde radica parte de la complejidad del proceso de escritura, al existir evidencias de que
todos ellos se aplican simultáneamente, es decir, el escritor hace uso a la vez de todos los
conocimientos mencionados. El último tipo de factores tiene que ver con las diferencias
individuales en el uso de dichos conocimientos, ya que cada escritor se enfrenta a la tarea de la
escritura de una forma determinada en función de la situación discursiva y poniendo en práctica
sus propias estrategias. A estas diferencias individuales hay que añadir la situación y la intención
comunicativa y la contextualización.
Del .Conectar el texto con nuestros .Conectar lo que redactamos con los
conocimientos. conocimientos que suponemos en la
mente del receptor.
. Conectar las distintas proposiciones . Asegurarnos de que una proposición
entre sí. se conecta con sus inmediatas.
. Extraer un significado global que dé . Expresar un significado global que dé
sentido a las distintas proposiciones que sentido a las distintas proposiciones.
vamos leyendo.
. Integrar los distintos significados . Organizar la redacción globalmente
globales en un esquema global superior (incorporar al texto indicadores como
(atender a señales como “por otra “por otra parte”...)
parte”...).
. Crear objetivos de lectura. . Crear una meta para la redacción.
. Autoevaluar si lo hemos entendido en . Autoevaluar si responde a nuestros
relación a nuestras metas y propósitos. objetivos.
. Supervisar la marcha del proceso. . Supervisar la marcha del proceso.
contenido del cuadro se desprende que muchos de los procesos implicados en la expresión escrita
son compartidos con los implicados en la comprensión, si bien han de utilizarse en dirección
opuesta. Y lo que es más importante: requieren del escritor un papel especialmente activo. Dos
observaciones bastarán para mostrarlo:
1. Mientras que en la lectura es necesario desvelar el plan del autor, y ello puede hacerse
conforme avanza la interpretación del texto, en la redacción la planificación ocupa un
lugar esencial dentro del proceso y debe preceder a la actividad en sí. Y es que no puede
comenzar a escribir sin un planteamiento previo.
2. De la misma manera, mientras que en la lectura los contenidos están ya en el texto, en la
redacción deben ser seleccionados y organizados deliberadamente por el autor.
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I.2.2.- FASES EN EL PROCESO DE COMPOSICIÓN ESCRITA
J. A. Pérez Rioja (1975) considera tres fases imprescindibles en el ejercicio de la
composición, ya que se consideraban como tales desde la retórica antigua:
1) Invención (inventio) o ideación del tema.- En esta fase tiene lugar la recogida de
materiales para la reelaboración personal de experiencias o conocimientos acerca del
tema propuesto. Supone despertar y reavivar todas las ideas, recuerdos, sensaciones,
experiencias, conocimientos y vivencias que se tengan en relación con el tema,
explorando todos los aspectos del mismo, anotando ideas,, ordenándolas y construyendo
un esquema metódico que dé origen lógico a las diversas partes del tema.
2) Disposición (dispositio) u ordenación.- Este segundo momento supone la consecución de
un orden general y lógico de las ideas que quieren expresarse. A este orden general hay
que llegar por partes: así, en una etapa previa, se deben ir anotando las ideas a medida
que surgen; luego, buscar el nexo que las una; después, fijar los dos o tres puntos
principales y, finalmente, ordenarlos.
3) Elocición (elocutio) o desarrollo.- Esta fase tiene dos partes: una, redacción de un
borrador y dos, redacción definitiva.
Por su parte, Emilio Sánchez Miguel (1998) propone un “modelo básico para la
redacción”, que en el fondo viene a ser igual que el de Pérez Rioja. En él se distinguen tres
procesos: planificación, producción o redacción propiamente dicha y revisión.
También, en su interesante libro Describir el escribir, Daniel Cassany dice que un buen
proceso de composición se caracteriza por los siguientes aspectos:
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relevante del original y posteriormente la transforma en frases
abstractas, sintéticas y económicas.
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Descripción, noticia, relato,
Informativo Transmitir conocimientos informes, etc.
Exposición didáctica, artículo,
Explicativo Buscar comprensión informe, manual de uso...
Anuncio, artículo editorial,
Persuasivo Convencer panfleto, carta al director...
Prospectos medicinales,
Prescriptivo Mover a la acción instrucciones de uso, leyes,
normas, avisos...
Contactar Diálogo, monólogo,
Conativo Mover voluntad del otro, tertulia, coloquio. Texto político
atraerlo a nuestras tesis y publicitario,
Estético Recrear y entretener Texto literario
Por el lenguaje empleado y estructura textual, los textos pueden clasificarse así:
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Por qué es útil comprender lo que se lee
Ser capaces de comprender los textos que leemos nos permite desenvolvernos con más
facilidad en la vida. En lo que respecta al ámbito escolar, nos va a facilitar el estudio y va a
hacer que el tiempo empleado en éste sea menor. Y no sólo en las asignaturas tradicionalmente
consideradas de letras; también nos ayudará a entender enunciados de matemáticas, física, etc.
Además, existe una gran relación entre leer, escribir y expresarse oralmente. Por lo tanto, si
leemos correctamente, mejoraremos nuestra competencia comunicativa oral o escrita.
En nuestra vida cotidiana nos ayudará seleccionar de manera crítica la información que
recibimos por parte de los medios de comunicación, Internet, etc. Gracias a la escritura, podemos
adquirir conocimientos sobre nuestro presente, historia, etc. La lectura nos abre las puertas a un
conocimiento acumulado durante siglos que hubiera sido imposible almacenar de manera oral.
Para aprender.
Para extraer las ideas principales.
Para realizar una exposición oral.
Para practicar la lectura en voz alta.
Para obtener información precisa.
Para seguir instrucciones.
Para revisar un escrito.
Por placer.
3.- Pregúntate
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¿Tiene relación con algo que he estudiado, leído u oído?
¿Puedo tratar de predecir la información que va a darme el texto?
Durante la lectura
2.- ¿Me suena, estoy de acuerdo, lo entiendo?- Hazte preguntas sobre lo leído. Piensa si conoces
algo sobre el tema, si te genera dudas, etc.
4.- Observa la palabra. ¿Tiene algún prefijo o sufijo conocido? ¿Su raíz te suena, te recuerda a
alguna palabra conocida?
Tema
Para indicar el tema, podemos intentar poner un título al texto que resuma los contenidos.
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Existen distintos tipos de textos en función de qué estructura tienen. Cuando nos referimos a la
estructura de un texto, hablamos de la forma de organizar y de expresar la información, es decir,
de articular y relacionar las ideas principales, secundarias, etc. Por lo tanto, es importante que
identifiquemos el tipo de estructura que tiene el texto leído.
Una vez identificada esta estructura, es muy útil realizar un esquema de los denominados
"mapa conceptual". Estos esquemas muestran de manera muy clara la estructura del texto, las
ideas principales y secundarias y el tipo de relación que hay entre ellas.
II.2.-EXPRESIÓN DE TEXTOS
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Etapas del proceso de redacción
Daniel Cassany en Describir el escribir (Paidós, Barcelona, 1989) se hace referencia a
cuatro teorías sobre el proceso de composición escrita: el modelo de las etapas, el modelo del
procesador de textos, el modelo de las habilidades académicas y los modelos cognitivos.
El modelo de las etapas
Se presenta la expresión escrita como un proceso complejo que se produce en atención a tres
etapas básicas: pre-escribir, escribir y re-escribir.
1.- Pre-escribir
Es una etapa intelectual e interna, el autor elabora su pensamiento y todavía no escribe
ninguna frase. Se requiere tener un conocimiento de la lengua, el cual no sólo se limita al léxico
y a la gramática, sino que se extiende a los esquemas de organización de cada tipo de texto. Por
lo tanto, es necesario tener en cuenta el tipo de texto que se va a escribir.
Como no es posible desarrollar un texto sobre un contenido que se desconoce, es sumamente
importante documentarse y aclarar el contenido del escrito.
Para producir un texto es necesario precisar cuál es su finalidad y a quién va dirigido. Hay que
tener en cuenta el público a quien va destinado el texto. Esta operación la hacen habitualmente
los escritores.
2.- Escribir
Conviene preparar una guía ordenada de los puntos que se tratarán en el escrito.
Al iniciar la redacción, es necesario ampliar las ideas esquematizadas en la “guía”. En este
momento lo importante es desarrollar las ideas, sin preocuparse por la corrección ni el estilo.
El escritor debe tratar de desarrollar todas las ideas. Si tiene dudas sobre la ortografía de una
palabra o sobre la estructura de una oración, debe marcarla con un círculo o subrayarla y seguir
escribiendo. Lo importante, en este momento del proceso de escritura, es desarrollar la totalidad
de las ideas.
3.- Re - escribir
Conviene dejar “enfriar” el escrito antes de someterlo a revisión. Esto significa que es
necesario dejar pasar “un tiempo prudencial” antes de revisar y redactar la versión final.
La corrección debe alcanzar la ortografía, sintaxis, adecuación semántica, etc. En este momento
se debe emplear el diccionario si se presenta alguna imprecisión o duda.
Todo texto se puede rehacer y se pueden incluir en él nuevas ideas o comentarios. A esta
posibilidad se le llama recursividad.
El modelo del procesador de textos
Corresponde a la propuesta de T. Van Dijk. Incluye tanto la comprensión escrita como la
producción y considera que el fenómeno de producción de textos debe tomar en cuenta tanto los
textos escritos como los orales.
El escritor elabora el texto a partir de ideas almacenadas en su memoria. Van Dijk
relaciona los procesos receptivos con los productivos, su teoría muestra el papel que cumple la
creatividad y la reelaboración en la producción textual. Sostiene que las ideas que contiene un
texto no surgen de la nada, generadas a partir de un acto creativo en un instante de inspiración,
sino que son básicamente el producto de la reelaboración de informaciones antiguas procedentes
de otros textos o experiencias.
El modelo de las habilidades académicas
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De manera general, esta teoría sostiene que los escritores emplean un conjunto de
habilidades especiales de naturaleza académica relacionadas con la interpretación de datos, la
capacidad para relacionar información, capacidad para sintetizar.
Para producir un texto el escritor debe saber recoger, clasificar, sintetizar, interpretar y
adaptar la información a las características del texto que está produciendo. Además, debe estar
dispuesto a escribir más de un borrador, a alterar los planes iniciales y debe conocer las
convenciones relacionadas con la ortografía y con el tipo de texto que está escribiendo.
El modelo cognitivo
Es una interesante propuesta que ofrecen Flower y Hayes. Explican tanto las estrategias
que se utilizan para redactar (planificar, releer los fragmentos escritos, revisar el texto, fijarse
primero en el contenido y al final en la forma, etc.) como las operaciones intelectuales que
conducen la producción de un texto escrito (memoria, procesos de creatividad). En sus estudios
hacen comparación entre el comportamiento de los escritores competentes y los escritores
aprendices. Sus teorías describen con precisión el fenómeno de la producción.
BIBLIOGRAFÍA
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