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El ADN y la Firma del

Gran Arquitecto…
(YHVH)
“Y creó Dios al hombre a su imagen, una
imagen de Dios lo creó; varón y hembra lo
creó.”

(Génesis 1:27 Reina- RVR 1960)


Por la revelación de los códigos científicos de la Torah, entendemos que
el Eterno formó al primer hombre del polvo de la tierra. Lo moldeó micro
y macro estructuralmente. Su cadena de ADN fue creada por el Altísimo
también. Desde estos códigos, también sabemos que para crear al ser
humano (hebreo Adam) no se valió de ningún ser vivo existente. No
empleó los procesos de prueba-error ni tampoco siguió los lineamientos
de la falsa “evolución teísta“.
Por todo esto, creemos y confesamos que Yahvéh es el Creador. En su
mente está cada detalle de este universo. Con Su Palabra creó y ordenó la
materia, y por su voluntad todas las cosas subsisten, antes y después del
pecado humano.

“Con su poder creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, lo que se


ve y lo que no se ve, ya sean ellos seres espirituales, poderes,
autoridades o gobernantes. Todo ha sido creado por él y para él.”

(Colosenses 1:16)

Está bien claro, las Sagradas Escrituras, explicando la ciencia de la Torah,


revelan que cada enlace atómico, cada molécula, cada ser vivo fue
formado de acuerdo a los designios de la Intención divina. Pero el hombre
no fue creado como un organismo más. ¡No! Él sería la parte más
importante de su creación.

La complejidad del ADN es maravillosa, pero aún más asombrosa, es la


vida espiritual que Yahvéh dio a este “organismo” especial llamado ser
humano:

“Formó, pues, Yahvéh (YHVH) Dios al hombre del polvo de la tierra, y


alentó en su nariz soplo de vida; y fue el hombre en alma viviente.”
(Génesis 2:7)

Notamos que de los minerales de esta tierra hizo el Eterno al hombre, y le


dio vida física y espiritual. ¿Y cuál “modelo” usó para dar vida al hombre?
¡YHVH mismo! Pues nos creó a Su imagen para que nos desarrolláramos
a Su semejanza (Génesis 1:27).

Ahora bien, todos los seres humanos poseemos un ADN específico en el


núcleo de nuestras células. ¿Qué gran secreto celestial se esconde en este
material genético primordial?
Corría el año 1953 cuando James Watson y Francis Crick lograron lo
que parecía imposible: descubrieron la estructura genética que está en lo
más profundo del núcleo de nuestras células. A este material genético se
le llama ADN, una abreviación de ácido desoxirribonucleico.
Este descubrimiento de la estructura de doble hélice de la molécula del
ADN abrió las puertas para que los científicos examinaran el código que
está en él. Actualmente, más de medio siglo después del descubrimiento
inicial, el código del ADN ha sido descifrado.

A medida que los científicos empezaron a decodificar la molécula de ADN


humano, encontraron algo sorprendente: un exquisito lenguaje compuesto
de 3.000 millones de letras genéticas. Uno de los descubrimientos más
extraordinarios del siglo XX fue que el ADN almacena información
(instrucciones detalladas para la producción de proteínas) en forma de un
código digital de cuatro caracteres. Se comprobó así que la materia es
energía comprimida. La información son patrones de energía. Hay un
fluido de información en nuestros cuerpos. La regulación de todo el
organismo y la coordinación de todas las células se consigue con
campos de información.

¿Qué o quién podría comprimir en forma de nano-energía semejante


información y colocar este inmenso número de “letras” en la secuencia
adecuada como un manual de instrucción genética? ¿Podría la evolución
desarrollar un sistema semejante a éste? ¿Podemos acaso imaginarnos que
algo mucho más complejo que el programa que maneja un
supercomputador (es decir el ADN), sea producto de un accidente
evolutivo?

Sabemos que la probabilidad de que el ADN se creara de forma accidental


o espontanea (teoría de evolución de Charles Darwin), es según estudios
informáticos igual a una entre el número de átomos existentes en el
universo.
El ácido desoxirribonucleico, frecuentemente abreviado como ADN, es
un ácido nucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el
desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos conocidos y
algunos virus, y es responsable de su transmisión hereditaria. El papel
principal de la molécula de ADN es el almacenamiento a largo plazo de
información. Muchas veces, el ADN es comparado con un plano o una
receta, o un código, ya que contiene las instrucciones necesarias para
construir otros componentes de las células, como las proteínas y las
moléculas de ARN. Los segmentos de ADN que llevan esta información
genética son llamados genes, pero las otras secuencias de ADN tienen
propósitos estructurales o toman parte en la regulación del uso de esta
información genética. El ADN es un conjunto de instrucciones
moleculares o código que muestra las especificaciones usadas en la
creación de todos los organismos vivientes.

En síntesis podemos decir que el ADN es un conjunto de moléculas


especializadas y responsables de codificar la información individual de
cada organismo biológico que existe en el planeta. Por eso, el ADN es el
que define las características de cada individuo.

Ahora bien, me interesa destacar aquí lo que investigaciones científicas


acerca del ADN han revelado con respecto a la revelación escritural de que
el ser humano lleva la imagen del Eterno. Este es un dato muy importante
que no se da en difusión por los medios.

El código del ADN, comenzó a descifrarse ampliamente a través del


célebre proyecto internacional “GENOMA”. Desde aquí, cada hallazgo,
ha una fuente de asombros para científicos de todo el mundo. Los
científicos, involucrados en este programa, están examinando el cuerpo a
través de la lente de la física cuántica y han descubierto que somos mucho
más que máquinas bioquímicas. Muchos estos investigadores estudian
actualmente en el lenguaje genómico y aseguran haber encontrado lo que
pudiera ser la prueba tangencial de la existencia de Dios.
En los últimos años muchos biólogos
moleculares han creado grupos de colaboración
junto a criptólogos, estadísticos y lingüistas entre
otros profesionales, con el fin de descifrar el
mensaje guardado en la gran molécula.

Entre estos, un investigador que se especializa en el ADN humano y


utiliza un microscopio electrónico para sus investigaciones, ha descubierto
un patrón bastante singular que forma ‘saltos’ en la secuencia de
aminoácidos entre los que él denomina “puentes”. En 1973, mientras
estaba en la Universidad de California, el Dr J.J. Hurtak llegó a
comprender que existía una conexión entre las asociaciones lingüísticas y
genéticas en las Letras que conforman el nombre de Dios en el Hebreo
Bíblico (YHVH).

Entiendo que mi explicación será bastante deficiente, pero intentaré ser lo


más sencillo en expresar este asombroso descubrimiento. El primer salto
es en un intervalo de 10, el segundo de 5, el tercero de 6 y el cuarto de 5
aminoácidos. La investigación demostró que el patrón en el
ADN humano se repite todo el tiempo en el camino a través de la hebra:
10, 5, 6, 5; luego otro 10, 5, 6, 5; y otro 10, 5, 6, 5; y así sucesivamente.
Entiendo que algunos de ustedes pueden reconocer estos números. ¡Sí, así
es! Ellos resultan ser el valor numérico de cada letra en el Tetragramatón
o Nombre de Dios. El Tetragrámaton (en griego: τετραγραμματον, “cuatro
letras“) es el teónimo ‫ יהוה‬en hebreo, cuadrilateral, que identifica al Dios
de Israel, y transliterado como YHVH a otros idiomas.
Recordemos que el Tetragrámaton está conformado por la siguiente
secuencia de letras: yod-hei-vav-hei. Teniendo en cuenta la guematría de
las letras hebreas, la yod tiene un valor numérico de 10, la hei tiene un
valor numérico de 5, la vav tiene un valor numérico de 6 y la hei final, por
supuesto, es otro 5. Sabiendo esto, podemos afirmar que la firma del
arquitecto se puede encontrar en el ADN humano, tal como se encuentra
en casi todo lo demás, en un nivel u otro.

En suma, la relación entre el código lingüístico del Nombre Divino


(Tetragrámaton) y las partes celulares de la estructura humana puede ser
vista en cuanto a la forma-onda del ADN de una cierta frecuencia
vibratoria que compone la biocomputadora humana a través de 64 áreas
celulares de una compleja matriz. El Código Divino es el mecanismo
codificador comunicado a través de rangos de micro señales, donde el
vínculo vibratorio forma la “materia genética” dentro de las células como
un patrón de flujo de energía divina. El cuerpo es visto como un bio-traje
de luz (lightware; n. de t. programa de luz) que opera vía un lenguaje de
luz bioquímica que da millones de instrucciones por segundo. La identidad
de cada individuo se alberga en este laberinto interno de letras químicas
que equipa al genoma completo con el mecanismo anímico de la vida.
En resumen, hay una frecuencia vibratoria sónica imperceptible al oído
humano. Ésta vibración sonora sería la “pronunciación exacta” del
Nombre de Dios. Ésta vibración se “materializa” operando en el ADN, el
cual actúa como un receptor equivalente-molde al “sonido” del
Tetragramatón. Esta acción es la que desencadena la creación del cuerpo
humano en la forma del óvulo fecundado que comienza a transformarse en
embrión.

La operación de estas fuerzas superiores vinculadas al sonido


imperceptible del Nombre, fue descrita con sencillez sublime por el sabio-
rey Salomón:

“Tal como no te das cuenta de cuál es el camino del espíritu en los


huesos de un bebé dentro del vientre de la que está encinta, de igual
manera no conoces la obra del Dios, que hace todas las cosas.”
(Eclesiastés 11:5)
Model of embryo with DNA

Así mismo, el salterio, sostiene en sus líneas musicales la certeza de la


existencia de una codificación que determina las características de la de
vida de un embrión de ser humano:

“Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas


aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.

!Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!


¡Cuán grande es la suma de ellos!
Si los enumero, se multiplican más que la arena;
Despierto, y aún estoy contigo.”
(Salmos 139:16-18 – RVR 1960)

Considerando esto, el antiguo libro de sabiduría hebrea, denominado El


Zohar (escrito en el siglo II E.C.), sostiene, al explicar el libro de Bereshit,
que el universo fue creado y es manejado por un código cósmico hecho de
secuencias de letras hebreas y de la energía que representan. De la misma
manera que el ADN, este código tiene las especificaciones para la creación
y mantenimiento de la vida. El código de ADN está escrito en cuatro letras
y su posicionamiento determina nuestras características, así mismo, el
Tetragramatón kabbalístico está escrito en cuatro letras y, según el Zóhar,
su posicionamiento también determina nuestras características.
Se nos dice que un día todos los hombres sabrán el nombre de Dios:

“Por eso, ahora voy a darles una lección. Les voy a enseñar de una vez
por todas lo que es mi poder y mi fuerza; así aprenderán que mi
nombre es YHVH.”
(Jeremías 16:21)

Seguramente este descubrimiento científico sobre el ADN realmente está


dando a conocer este nombre único y podamos comprender lo que
comunican estas letras, que este nombre literalmente reina encima de todo.

El nombre representado por el Tetragramatón (YHVH = Yahvéh, no


Jehová) ha sido traducido como “Yo Soy”, “Yo Soy el que Soy”. En
verdad este nombre proviene del verbo “ser” (hayah). Algunos eruditos
piensan que YHVH se corresponde con la forma causativa de este verbo.
De ser así, significaría literalmente “El que causa que sea, el que trae a
la existencia”. Sobre esta base, sería apropiado decir que el nombre
representado en el Tetragrmatón (Yahvéh), tiene una conexión con cada
uno de nosotros, con la propia vida humana integral. No solo el Nombre
estaría vinculado con el Propósito de Dios a nivel general, sino que estaría
íntimamente ligado con nosotros mismos en cada detalle psíquico y
físico. De esa forma su propio Nombre adquiere un significado más íntimo
y esperanzador. Un significado más personal.

Recordemos que en la mentalidad hebrea,


al hablar del “Nombre”, la verdadera
referencia puede ser no sólo una palabra o
expresión utilizada para designar a un
individuo, sino la persona misma, su
personalidad, cualidades, principios e
historial, lo que él mismo es. Por
consiguiente, sería correcto afirmar que,
aunque conozcamos el nombre con el cual se llama a una persona, si no la
conocemos por lo que verdaderamente es, no conocemos en realidad su
“nombre” en el sentido real y vital.
Lo cierto de esta información es que, lo que está detrás del Nombre Divino,
es una carta de amor celestial de instrucción y habilitación para realizar
buenas obras. Se trata de una carta que está incrustada en la estructura
humana célula por célula (y ahora sabemos y creemos que de manera
literal) para poder compartir, que nos acercamos a romper la barrera
imaginaria que separa la Fe de la Ciencia. Cada ser humano sería
“proyectado” de alguna forma a través de sonidos y frecuencias cuánticas
que lograrían activar el milagro del ADN.

Es en el ADN donde viene codificada la necesidad de Dios de todo ser


humano. Esta necesidad se satisface plenamente al vivir en una unión
íntima y constante por medio del Mesías activo soberanamente en el
interior del ser humano. El mismo Yeshúa, nuestro Mesías, dijo:

“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en


abundancia.”
(Juan 10:10).

No existe otro medio divino para la Salvación… “Y en ningún otro hay


salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres,
en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12). No hay otro método… “Más
a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”
(Juan 1:12-13). Es necesario creer que Yeshúa es el Señor, quien pagó en
la cruz por nuestros pecados (Salvador), y que por su gracia se obtiene
salvación y la vida eterna.

Es por medio de Yeshúa, el Mesías, que se obtiene el ADN Celestial, es


decir, el Espíritu Santo que YHVH ha prometido a sus herederos:
“En él también vosotros, habiendo
oído la palabra de verdad, el evangelio
de vuestra salvación, y habiendo
creído en él, fuisteis sellados con el
Espíritu Santo de la promesa, que es
las arras de nuestra herencia hasta la
redención de la posesión adquirida,
para alabanza de su gloria.”
(Efesios 1:13-14)

Es el “ADN CELESTIAL” (El


Espíritu Santo) que te constituye en
“semilla de luz”, la cual germina en tu
interior para llevarte a la altura del
varón perfecto:

“… hasta que todos lleguemos a la


unidad de la fe y del conocimiento
del Hijo de Dios, a un varón perfecto,
a la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo.”
(Efesios 4:14)

Es necesario reflejar el “ADN Celestial” mediante intención (kabaná) y


acción que sean acordes a la voluntad de Yahvéh revelada en Su
Instrucción (Torah) y explicada perfectamente en todas las Sagradas
Escrituras hebreas. Es necesario identificarse como “miembro activo” de
su familia en el lugar donde él decida enviarte. El Espíritu Santo te capacita
para reflejarlo con convicción, poder y espontaneidad en todo lugar y
circunstancia.
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte
no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un
almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
(Mateo 5:14-16)

¡Por todo esto te suplico que no escondas tu “ADN CELESTIAL”!

“Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas. Así que, si
todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas,
será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su
resplandor”
(Lucas 11:34-35)

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